Notas bibliográficas
ANTONIO RUMFU DE ARMAS, La política indigenista
de Isabel la Católica, Valladolid, Instituto «Isabel la
Católica» de Historia Eclesiástica, 1969, 488 págs., 4".
Esta importante ohra es esencialmente una colección documental, no menos
de 167 piezas de archivo, publicadas íntegramente, y muchas más en regesto, parte
de ellas inédita hasta ahora, en las que se refleja minuciosamente la actitud
de la gran reina de Castilla ante el delicado problema de la suerte de los indígenas
de Canarias y de Indias al sobrevenir la inevitable dominación cristiana por
las armas castellanas; más todavía, pues la colección documental no se limita al
reinado de Isabel, ni aun al de su esposo Fernando, ya que excepcionalmente alcanza
hasta 1525. Un amplio estudio del tema, con valoración de los materiales
aportados, ocupa las 147 páginas iniciales del volumen, estudio del que vamos a
ocuparnos brevemente, pues constituye un trabajo fundamental para la comprensión
del problema y de las circunstancias que lo condicionaban.
Desde luego la dedicación del título a la Reina Católica obedecerá a la advocación
de la entidad publicadora, pero no se olvide que entre los historiadores
españoles, en general, la figura de Fernando de Aragón, el verdadero creador de
España, no ha contado con espontáneas simpatías, y han mantenido la tendencia
a atribuir a su regia esposa todos los aspectos positivos de su gobierno conjunto
y aun separado; y tal vez en este caso que nos ocupa tenga ello un mejor fundamento
que en otros. En efecto, el estudio de Ruméu es de tono y fin apologético;
pero su base documental le salva de cualquier mixtificación de los hechos, y solo
la estimación de los mismos puede ser a veces personal.
Ya se ha dicho otras veces (Manuela Marrero, La esclavitud en Tenerife a
raíz de la conquista, pág. 9) que la institución de la esclavitud, ya sea como resultado
de la guerra, ya de la trata, era algo universalmente admitido. Lo que
precisa explicar no es este hecho, sino cualquier limitación o reparo que se pusiese
a él, como la manumisión automática del esclavo de judío, si se bautizaba. La
117
palabra sarraceno, de sentido tan ambig-uo, resultó muy cómoda para asimilar todos
los no cristianos a los musuhnanes. Tal vez sea precisamente en Cananas
donde se consolidó la idea de misión y con ella la de ilicitud de la esclavitud, no
solo de los conversos, sino de los que están en camino de se convertir. Véase documento
4 de 1477 y pkg. 38, que deriva de la bula Regimini gregis, de Eugenio IV,
de 1434. Pero este mismo pontilice es quien en otras bulas, contemporáneas o
posteriores, no dudará en proclamar la más cruda guerra de cruzada como licita
y meritoria. As! parece acertado pensar que esta actitud vacilante y aun contradictoria
de la curia pontificia depende solo del origen de cada petición, unas veces
político, como las del Infante de Portugal, otras misional y altruista, como las
de fray Juan de Baeza, el alma de la misión, sin duda fracasada, de los franciscanos
de Fuerteventura, pero en la cual debemos ver el inicio de la nueva actitud
de Roma y luego de los Reyes Católicos. Tras esta cuestión del origen de la idea
misional como diferente y antagónica de la de cruzada, no oculta Ruméu que la
corte de Castilla regresa a la idea de sustituir el hisopo por la espada cuando
impone la inversión de las limosnas de la bula para conversión en base de la empresa
militar de la conquista, mediante una interpretación abusiva del texto pontificio,
interpretación en la que más o menos espontáneamente convienen los
eclesiásticos, y, en fin, tras la negativa de Sixto IV, también la curia romana.
Y me atrevería a señalar, en descargo de los Reyes, aunque su móvil fuese solo
político, que la misión evangelizadora había sido constantemente un fracaso desde
el siglo XIV hasta el fin —acaso con la excepción de La Gomera—, mientras
que la espada se había mostrado de una eficacia suasoria, ¡hasta el punto de hacer
innecesaria del todo la predicación desde Béthencourt a Alonso de Lugo! Ahora
bien, tras la conquista ya no es dudosa la actitud de la Corte a favor de libertad
de los indígenas de paces, aunque a veces tengamos que poner en duda no su intención,
sino su eficacia práctica.
Tema tan apasionante ha sido tratado de tiempo, primero en términos más
bien líricos, como el mismo Viera, y ya en 1900 por Torres Campos. Tal vez
Wolfel, en La Curia romana, 1930, y Los Gomeros vendidos, 1933, es el primero
que adujo sólida documentación, que ha seguido ampliándose en trabajos posteriores
de varios autores, como La Torre, 1950; Vicenta Cortés, 1955; Francisco
Morales, y muy señaladamente en el de Manuela Marrero, La esclavitud en Tenerife,
1966, en el que se aborda la vida y suerte de los guanches, libres o cautivos,
en todos sus aspectos, hasta la asimilación a la nueva sociedad cristiana. Pero
nunca se puede creer haber agotado los testimonios documentales, y así la misma
doctora Marrero ha seguido aportando otros en trabajos recientes (Los procuradores
de los naturales canarios), y este vasto acopio de Ruméu trae, como hemos
dicho, muchos inéditos que es ocioso examinar si son o no en parte los mismos
de esos otros trabajos simultáneos, pero en todo caso esta colección es mucho
más vasta.
Los capítulos introductorios son en sí mismos un compendio de la historia
de la conquista de las Islas, que, por basarse en tan copiosa documentación, no
podrá olvidarse desde ahora. De la documentación no hay que ponderar la im-
118
portancia; como reparo solo apuntaremos la excesiva brevedad, a nuestro juicio,
de los rótulos que encabezan los documentos; que no se indique nada sobre las
ediciones de los ya conocidos, aunque no fuera exhaustiva, y algún descuido no
salvado, que nos deja en dudas: ¿Esa o ese Tamanca, del doc. 153, es errata?
¿Está bien leido?*
Claro, el autor no se ocupa menos del problema de libertad del indio; pero,
tema tan interesante y bastante diverso del caso canario, nos llevaría demasiado
lejos.
E. SERRA
MANUELA MARRERO RODRÍGUEZ, LOS procuradores de
los naturales canarios, en Homenaje a Elias Serra
Rá/ols, Universidad de La Laguna, I, 1970, págs. 349-
367.
Este trabajo es uno de los infinitos con que los amigos y compañeros del que
suscribe tuvieron la bondad de obsequiarme en ocasión de mi jubilación, bondad
y esfuerzo que no podré nunca agradecer bastante. De estos tan numerosos trabajos
solo podré comentar brevísimamente unos pocos que caen dentro de temas
de estudio que me han ocupado en alguna ocasión; intentar otra cosa estaría muy
por encima de mis fuerzas y capacidades.
El de mi colega Dra. Marrero trata de un episodio más de los esfuerzos de
los indígenas canarios para librarse del trato de vencidos e incorporarse así a la
sociedad castellana. En efecto, uno de los méritos que hay que señalar entre
estos hombres, apenas salidos de una socidad primitiva, es que en seguida comprendieron
que todo intento de reivindicación por la fuerza era inútil, pero que
quedaba el camino, si no de la justicia, sí por lo menos de la gracia, de la gestión
ante los poderes de la Corte, ante los Reyes. ¿Dónde aprendieron este camino?
No parece ser ya de la Iglesia, que tanto se había preocupado de su suerte antes
de la conquista, pero que no vemos actuar a partir de esta. Más bien, el pleito,
el recurso, sería algo del ambiente del momento. De hecho, la Edad Media, el
* Creo que el documento fue publicado por primera vez por Wolfel. La Curia
Romana y la Corona de España, «Anthropos», 1930, pág. 1075, que transcribe:
«vna tamanca cabe9a de tres vandos», pero no da comentario alguno en la introducción
de su trabajo. Acaso seria interesante comprobar ese nombre desconocido,
en el original o registro de Simancas.
119
Renacimento, épocas en que la fuerza bruta es el recurso supremo para zanjar
diferencias, son también épocas en que la razón legal, la justificación jurídica de
esa misma violencia se consideran indispensables; es muy común que los arg^u-mentos
jurídicos sigan a los cotundentes, y solo para apoyarlos. Pero aquí vemos
a los canarios confiando incansablemente en sus recursos ante los Reyes y sus
altos Consejos.
La autora expone algunos casos típicos de estos recursos, tanto los de reivindicación
colectiva, como otros individuales; suelen ser encomendados por los
Reyes a los procuradores de pobres de la Corte, aunque a veces, como en el caso
de Rodrigo de Betanzos, parecen escogidos por los recurrentes. Cuando estos
mismos, los canarios víctimas de los atropellos, actúan por sí mismos, se apresuran
a solicitar carta de seguro. De la eficacia de tantas gestiones, y aun de estas
mismas cartas de seguro, es posible dudar. En realidad la única prueba de que
a veces, por los menos, la autoridad real se imponía, son precisamente las quejas
de algunos perjudicados, que han perdido sus esclavos por culpa de las órdenes
reales de libertad de los injustamente cautivados. Los muchísimos documentos
alegados son citados, en grupos; en notas; y media docena de entre ellos han sido
publicados por Manuela Marrero en REVISTA DE HISTORIA CANARIA, XXXII, páginas
212-221.
E. S E R RA
JOSÉ PERAZA DE AVALA, LOS moriscos de Tenerife y
acuerdos sobre sa expulsión, en Homenaje a Elias
Serra Rafols, III, 107-128.
Tenerife y en general las Islas Canarias, como tierra nueva de colonización,
tuvieron que contar con elementos de población de origen muy diverso y que
todos eran bien recibidos para llevar la obra común de crear una nueva sociedad.
Los moriscos, en su mayoría procedentes de cautiverio violento en las cabalgadas
en la costa de Berbería, fueron uno de estos elementos. Los regidores reciben su
presencia con recelo, no ya hacia los esclavos, sino especialmente contra los que
alcanzaban condición de horros y vecinos, acaso más por la natural hostilidad de
los pudientes contra los humildes que consiguen avanzar socíalmente, que por
real temor de su número, nunca importante en Tenerife, por lo menos. El Dr.
Peraza de Ayala nos presenta los intentos de alcanzar la expulsión de ellos, ya
en el siglo XVI, acentuados con la natural alarma ante la noticia de la caída de
Santa Cruz de Cabo de Gué, perdida por los portugueses en 1541. Aun así tampoco
en esta ocasión se realizó, ante los recursos de los interesados, y ya es sabi-
120
do que la expulsión g-eneral de 1609 no alcanzó a los moriscos de Canarias. El
autor reúne todos los datos sobre el tema y añade otros inéditos procedentes del
Archivo de Casa de Ossuna: tres documentos de este fondo, de 1531 y 1541.
E. SERRA
LuLS DiEco CuscoY, La covacha del Roque de la
Campana (Mazo, Isla de La Palma) en Homenaje a
Elias Serra Ráfols, l\, 149-162.
Este breve estudio de un resto de cueva, en su mayor parte desplomada, aunque
contenía al^ún material aborigen, a primera vista poco podía aumentar nuestro
conocimiento de la arqueología palmera. Pero el pequeño estrato conservado
mantenía su estratigrafía original, dato siempre tan precioso como escaso, y el
autor lo califica, con acierto, de yacimiento piloto, pues es una muestra paralela
al yacimiento de Belmaco, muy inmediato además. Tres tipos de cerámica aparecieron
en niveles bien diferenciados; primero, negra, con decoración incisa;
segundo, parda, con acanalados; tercera, roja lisa. Sin entrar en detalles, que
aquí no caben, se trata de tipos diversos y sucesivos, desde el tercero al primero,
que son los que luego ha revelado Belmaco con profusión de material. Un pequeño
cuenco semiesférico, con decoración de tema laberíntico inciso, constituye
una pieza de interés por sí misma. Otros restos de industria lítica y ósea completan
los estratos culturales; poco, pero muy significativo.
E. SERRA
VICENTA CORTÉS ALONSO, LOS cautivos canarios, en
Homenaje a Elias Serra Ráfols, II, 137-148.
La autora, que ya ha publicado mucho sobre el comercio de cautivos canarios
en España, nos ilustra aquí con dos documentos más, dos cartas de horro, a favor
de dos nativos cristianizados, Juan de Tineri (¿Se podrá entender Tenerife? Pero
a quien se acusa del abuso es a Pedro de Vera) e Inés Canaria, de Gran Canaria.
Las cartas son de 1484 y 1485, o sea a raíz de la conquista de esta isla, y aun
121
el Tineri alejfa que hace ya tres años que se hizo cristiano, (le su libre voluntacL
A estas noticias precede un breve estudio de conjunto del proceso de la esclavitud
de los canarios desde la conquista betancuriana.
E. SERRA
ANTONIO RUMÚU UE ARMAS, Mallorquines en el
Allánticí), en Homenaje a Elias Serra Rafoh, III, pa-
Sfinas 259-276.
Antonio Ruméu, el verdadero «inventor» del Obispado de Telde, nos presenta
aqui como un apéndice con nuevas precisiones de detalle del mismo tema. Con
la curiosa particularidad que, asi como su obra fundamental aludida se basó en
documentos que erraban hacia siglos (!) por las publicaciones eruditas sin que
ninguno nos enterásemos, ahora también completa su información con datos
que ya no son nuevos, pero que tampoco hablan llegado a conocimiento de los
canariófilos: un tomo de Juegos Florales, si, juegos florales de Zarago7a de 1894.
y un documento nuevo, publicado por una revista erudita hispanoeclesiastica
desde 1961. Los trabajos de erudición, viejos y nuevos, andan dispersos de tal
modo, que alcanzarlos constituye una verdadera caza al oteo.
El Sr. Zunzunegui, en «Anthologica Annua»,* de Roma, dio a conocer en el
volumen de aquel año una bula de Inocencio VI en la que designaba obispo de
las Islas Afortunadas a Fray Bartolomé O. P. en 1361, nombre que ya conocíamos,
pero solo por el nombramiento de su sucesor Bonanato, este ya expresamente de
Telde. En fin, un Sr. Moreno «tiró, a los Juegos Florales un estudio sobre os
obispos auxiliares de Zaragoza, y allí encontramos entre 1400 y 1411 a nuestro
último obispo teldense. Fray Jaime Olzina, a quien suponíamos desaparecido
desde años antes.
Antes también enriquece el autor con nuevos documentos las navegaciones
mallorquínas de mitad del siglo XIV: una concesión mAs de capitanía para viajar
* Esta interesante publicación alcanza también, a veces, esta Universidad de
La Laguna, si bien no ha sido posible establecer un canje regular de ella con
REVISTA DE HISTORIA CANARIA. Aun saliendo del tema, recordare que en su vol. 14,
1966, pág. 463, se publicó una importante serie documental, por Justo ternandez
Alonso, en la que aparece evidente la franca oposición de la Curia Ron.ana, frente
a la nueva Inquisición Española, desde Sixto IV en 1483 hasta León X en 15^U,
oposición que tuvo que ceder ante la política real.
RHC, 8
122
a las «ylles noveylament trobacles en les parts de ponent* —nótese el valor de
'por primera vez' q le todavía tiene la palabra novellament, que luego sig-nificará
'por segunda vez'— y una licencia real expresa de Fedro IV de Aiagón a favor de
los mercaderes Doria y Segarra, pro.notores de la expedición de 1352. En ella
vemos probada la interesada intervención regia, que ya suponíamos por otros
indicios.
Cuanto al problema de la simultaneidad de los obispados pancanarios de
Telde y Rubicón, no creemos tenga trascesdencia. Cuando Benedicto XIII crea
el segundo, en 1403, hacía mucho tiempo que el teldense estaba reducido a un
mero obispado titular, sin diócesis ni pretensión de tal. ¿No hemos visto ahora
mismo resucitar, como simple título, los obispados de Fuerteventura y de Rubicón,
sin menoscabo del de Canaria?
Queda probado en este trabajo de Ruméu que la serie de obispos teldenses
queda completa con los cuatro por él documentados y, además, que la continuidad
de sus prelaturas tuvo soluciones que —creo yo— la curia no se apresuraba a llenar,
ya sea por el sentimiento de su poca eficacia, ya porque habia pocos candidatos
a una prebenda sin rentas. Aún pecando de pesimista, pienso que entre la
misión, que tuvo una heroica aunque estéiil realidad, y los obispos hubo muy escasa
o nula colaboración. Al fin es un triste capítulo el que, tras ejemplar diligencia,
nos ha podido dar Ruméu de las ilusiones evangelizadoras de los continuadores
de Ramón Llull.
E. SERRA
ALEJANDRO CIORANESCU, DOS documentos df Juan
de Béthencourt, en Homenaje a Elias Serra Rtifols, II,
71-85.
CHARI.ES-MARTIAI. DE WITTE, O . S. B., Un faux en
indulgences pour la conqucte des iics Cañarles (1411-
1414), en Homenaje a Elias Serra Ráfols, III, 441-52.
Por analogía de tema reúno en un solo comentario estos dos trabajos, en sí
independientes. Cuando se intenta un diplomatario exhaustivo sobre un tema
histórico, hay que resignarse a que, tras los más diligentes esfuerzos, la colección
resulte incompleta, no solo por hallazgo de nuevas piezas inéditas, sino también,
hélasl, por o nisión de otras de largo tiempo conocidas. Un caso más es el del
diplomatario incluido en la edición de Le Canarien, que Cioranescu y yo publicamos
hace ya años (Instituto de Estudios Canarios, 3 tomos. La Laguna, 1959-1964;
123
la colección documental en el tomo I, páo^s. 303 a 515, y suplemento en el 111, pá-jfinas
247-254). Ahora, en los dos trabajos que comentamos, se publican o se
señalan documentos omitidos, aparte piezas del todo inéditas, como las aportadas
par el P. De Witte, resultado de sus rebuscas en el fondo avinionense del Archivo
Vaticano, que tantos habían ya examinado, pero nunca agotado. De algunas de
estas omisiones nos habíamos ya dado cuenta, pero en vano, pues no pudimos siquiera
incluirlas en el suplemento del tomo III.
Pero ahora hay m Vs: en una colección de copias autorizadas de documentos
presentados en litigios de los Condes de La Gomera —conservada hoy en la Real
Academia de la Historia, de Madrid— hay uno de 3 de diciembre de 1402 en que
Enrique III el Doliente concede su amparo a Juan de Béthencourt y a su compañero
Gadifer, que conquistan las Islas Canarias por mandado del rey de Francia;
y otro de 1418, en que el mismo Juan autoriza, en ciertas condiciones, a su primo
Maciot para enajenar el señorío de Canarias. El descuido habitual en esta clase
de copias legalizadas —y la segunda es además traducción— hace difícil la identificación
exacta de las piezas aducidas, con citas de las mismas que se hallan
acaso en autores diversos; pero en modo alguno puede prescindirse de estos documentos
que solo conocemos por copias o resúmenes. El piimero fue conocido
por Chil (II, 411), sin indicar procedencia, según costumbre, y desde luego sin
notar el curioso reconoci:niento castellano del patrocinio del rey de Francia para
la empresa canaria. El segundo, el poder para traspasar el dominio útil de las
Islas Canarias, resulta dudoso si es el mismo citado por Viera y por Chil. Como
anota Cioránescu, la discrepancia entre su tenor y el de la cesión realmente otorgada
por Maciot a favor del Conde de Niebla, en 15 de noviembre de 1418, no
responde sino a que el apoderado, por sus razones, no se atuvo a los poderes recibidos;
digo, si la cesión no se consumó ya antes de recibir poder alguno, como
sospecha con razón Cioránescu. Como causa pienso más en problemas y presiones
locales que en implicaciones de la alta política internacional.
El erudito benedictino P. De Witte, extraordinario conocedor de la historia
eclesiástica de la época, nos suministra dos cartas del camarlengo del pajja de
Peñíscola, en las que se califican de fraudulentas las nuevas licencias entonces
expedidas para predicar las indulgencias para la reducción de los canarios, otorgadas
en 1403 por el mismo papa Benedicto Xlll a petición de Juan de Béthencourt,
ahora en 1412 reiteradas. El P. De Witte limita el fondo del asunto a un
caso de abuso, al atribuir el supuesto fraude a los elementos materialmente interesados
en la recaudación de las limosnas. Pero, de un lado, si estas cartas del
camarlengo se reducen a prohibir la predicación y recaudación por ilegales, sabemos
que luego, en 1414, Benedicto procede en bula solemne a la anulación pura
y simple de las indulgencias susodichas, y más tarde —cuando también Aragón
retira su obediencia a Peñíscola— Béthencourt obtiene de Alfonso V orden de
proceder a la recaudación, prescindiendo de cualquier oposición del camarlengo.
Pienso que, antes que falsificación alguna, lo que hay es una ruptura entre la
Curia Pontificia y el conquistador de Canarias, y como esto sobreviene en 1412,
justo cuando Béthencourt presta pleito homenaje al nuevo rey niño Juan II de
124
Castillo, esto implicaría una substracción de ohediencia, y c eo que de alii partiría
todo. Un episodio mis del Cisma, al que e! papa Luna supeditaba todas sus
iniciativas.
Nos dice De Witte que peasó primero ofrecer un trabajo más amplio en tema,
algo así como un episcopologio rubicense, pero se concretó luego al episodio de
la interdicción de las indulgencias de Canarias. Solo en extensa y documentada
nota (segunda de la página 412) rectifica los errores comúnmente admitidos y
aporta nuevas precisiones acerca de los obispos de Rubicón. No entro en este
otro tema, pero si debo recordar a todos los que se interesen por él que no pueden
prescindir de estos datos aducidos por el P. De Witte.
En fin, ya como autor de una edición de Le Canarien, que con mi colega Cio-ranescu
quisim is exhaustiva, confesaré que nuestras omisiones fueron varias y
graves; además de las ahora aducidas por este compañero, a las que antes me he
referido, olvidamos la carta o cartas de Enrique III de noviembre de 1403 (¡acaso
sea una sola!), autorizando al conquistador a abastecerse en Castilla (Torres Campos,
p. 153, y Viera, II, VII, 2); las bulas de enero de 1403 (docs. 77 y 78 de nuestra
colección), que copiamos y empeoramos de la peor edición de ellas, y que ya
Wólfel («Investigación y Progreso», V, 131) había p iblicado mucho mejor; en
fin, omitimos la bula de anulación de 1412. Mea culpa, es lo único que puedo
alegar.
Elias SERRA
ALBFRTO-JOSÉ FERNÁNDEZ GARCÍA, Historia de las
Nieves, en «Diario de Avisos», Santa Cruz de La Palma,
junio de 1970 (núm. extraordinario en honor de
Nuestra Señora de las Nieves).
Este extenso trabajo tiene de notable que, aparte su carácter apologético, se
basa rigurosamente en documentos que extracta o traduce para historiar el culto
de la imagen de la Virgen patrona de la isla de La Palma; y este es el motivo de
que aquí nos ocupemos de esta contribución al número extra que el diario decano
de la prensa canaria publicó en ocasión de las fiestas lústrales de 1970. Los orígenes
de la imagen y su culto son, naturalmente, oscuros. Dejando de lado el
origen romano de la advocación, la primera posible alusión al culto palmero se
hallaría en la bula de Martín V, de 1423. Conocida de tiempo, en este trabajo íe
intenta una nueva traducción de su pasaje principal referente a la existencia de
ermitas bajo el título de Santa María de La Palma; pero se confiesa, igual que los
anteriores traductores, que el sentido es tan impreciso, que ni siquiera es probable
que se refiera a la isla que nos ocupa. Ya en alguna ocasión he hecho observar
125
que en mapas italianos del siglo XIV se la llama ¡sola de le Palme, esto es, de las
Palmas, luego interpretado como singular en los textos castellanos. No conocia-mos,
en cambio, el documento sin fecha, solo llegado en copia moderna, e incompleto,
que alude al «siervo de dios [que] truxo consigo una chica e gran milagrosa
ymagen». Nos choca el anacronismo de su ortografía y lenguaje antiguos y la
repetida mención de los guanches, como habitantes déla Isla, uso o abuso que es
sabido muy reciente, de fines del siglo pasado; parece, pues, un arreglo con fines
pseudopiadosos. En realidad la primera mención del culto y con él de la imagen
está en la data del Adelantado a Francisco de Mondoño, posterior a 1^07, y ya
desde entonces son frecuentes las alusiones documentales.
Pero el trabajo del Sr. Fernández es mucho más extenso y siempre sólidamente
documentado; trata de la imagen y de sus aparatosos vestidos —¡sin los
cuales no puede ser vista!—, de las mayordornias e inventarios de los visitadores
episcopales, de la fábrica de la ermita, los legados de bienes raices, edificaciones
accesorias, altares, el retablo y andas de la Virgen, las joyas, imágenes, esclavitud,
parroquia, bajadas, milagros a tenor de los exvotos, etc., todo metódicamente
registrado. El mismo número del «Diario de Avisos» trae otros artículos especiales,
en los cuales pueden espigarse también noticias históricas, pero no representan
un trabajo sistemático como el del Sr. Fernández, además ilustrado con
grabados y que en junto merecería una edición aparte en forma de cuaderno que
tendría su oportunidad en futuras Fiestas Lu.strales de la Virgen.
E. SERRA
VicroR MoRM.F.s LKZCANO, Relaciones mercantiles
entre Inglaterra y los Archipiélagos del Atlántico Ibérico.
Su estnicliira y su historia (1503-1783), La Lagu
na. Instituto de Estudios Canarios, 1970, 208 págs., 8".
— Precio: 250 ptas.
El tema abarcado por el autor es de gran amplitud; en él las Islas Canarias
quedan incorporadas a una problemática general de la historia del Océano que
las rodea. Pero esta es precisamente una constante en su devenir, y todo intento
de ignorarla o posponerla es un falseamiento de su realidad.
Víctor Morales ha consagrado desde hace años una atención preferente a estos
problemas históricos, qrre en esta obra trata a base de una amplia bibliografía
y de documentación original, no solo de los archivos hispánicos, sino especialmente
de los británicos; y asi aspectos parciales del tema los ha anticipado en
conferencias y artículos (como La Compañía de Canarias, «Anales de la Universidad
Hispalense», XXVI, 1966, págs. 33-4.S).
126
El libro, enriquecido por numerosos gráficos y cuadros estadísticos, se repar
te en siete capitules: los dos primeros presentan las ideas —mercantilismo— y
las estructuras —marco geogfráfico— sobre las que va a desarrollarse el proceso
histórico, mientras los restantes periodizan y describen este proceso, que el autor
temina con el comercio libre subsiguiente a la emancipación de las colonias.
Cuatro son las etapas, más o menos convencionales, que el autor anota entre las
fechas escogidas, 1503-1783, fundación de la Casa de Contratación en Sevilla e
independencia de los Estados Unidos; pero realmente es un proceso por el que la
exportación canaria, excluiíla o limitada del mercado indiano, progresivamente
busca su salida en el Atlántico Norte y el comercio triangular con la Nueva Inglaterra.
Claro que el campo de visión del autor es mucho más amplio que la re-percu.
íión canaria de la coyuntura atlántica. Primera etapa hasta 1604, cuando
surge una tregua entre las dos monarquías. Segunda, hasta 1660, tiempo de inestabilidad
y de ofensiva bajo Cromweil. Tercera, la época de la Compañía de
Canarias, hasta la hegemonía marítima o talasocracia británica reconocida en
Utrech. Y la cuarta, hasta que la emancipación americana invalida el comercio
triangular, expediente último de la exportación canaria. Y como incidente pintoresco
de este comercio triangular está el pleito suscitado en Boston en 1686 sobre
si las Canarias pertenecían a Europa o a África, a tenor de cuya alternativa el comercio
sería fraudulento o legal; el Afforney General falló a favor de la legalidad
del comercio directo canario-americano.
Termina el libro con un apéndice doc\imental que va desde una poesía de un
comerciante de Bristol,a tablas estadísticas pasando por memoriales varios, tanto
británicos como españoles. Un índice alfabético al fin y una introducción al principio
permiten al lector apresurado beneficiarse del contenido de la obra sin aun
penetrar en ella. Parece inútil ponderar cuánto estudios de esta naturaleza beneficiarán
el conocimiento de nuestra reídidad pasada y aun presente: los funestos
efectos fiel riguroso control exterior de nuestra economía.
E. SERRA
JOSÉ TRUJII.I.O CABRERA, Episodios gomeros del siglo
XV, Santa Cruz de Tenerife, Gráficas Tenerife,
Taco, 1969, 352 págs. + 17 láms., 4".—150 ptas.
A primera vista, al coger entre las manos este volumen, publicado privadamente
y apenas puesto a la venta por el arcipreste de nuestra catedral Sr. Trujillo,
pensé que se trataba más bien de un trabajo literario que histórico. Asi deben
127
clasificarse, en efecto, los frecuentes libros de narraciones o leyendas tituladas
históricas que aparecen a menudo tanto en Gran Canaiia como en Teneiife, cuyos
autores toman sus arjrumentos de cualquier crónica al azar y sobre ellos bordan
relatos a jrusto. Pero la ob'-a í|ue tenemos delante es otra cosa; el aiitor ha hilvanado
un relato de la historia medieval g;omera, acudiendo para ello a todos los
materiales, cronísticos u otros, que ha podido alcan/ar, incluidos naturalmente
los estudios más recientes publicados en libros, revistas y aun diarios. En fin, su
propósito de divulgar entre sus paií--anos gomeros los recuerdos qi'.e de sus orijfe-nes
nos han quedado, que a la verdadad no son muchos, ha sido conseguido, y
este libro debe substituir con ventaja, entre las personas cultas o curiosas de la
Isla, los textos recibidos de Viera y Clavijo y los de él derivados. Ahora, no
debemos ocultar las limitaciones que un examen cuidadoso del libro nos pone en
evidencia; son las propias de un autor sin especialización para el trabajo histórico.
Esto es, la falta de crítica para valorar los materiales, bastante completos,
que ha manejado. No todos los materiales merecen el niisme crédito, y cuando
tenemos varios testimonios coníradictorios, el democrático sistema del número
de votos no es útil en historia: así, para dilucidar si fue Juan de Béthencourt o su
sobrino Maciot, u otro, el primer conquistador de la Isla, no basta aducir el parecer
de los autores: hay que acudir a la fuente, en este caso única, de la conquista
betancuriana; esta es el libro Le Canaricn, y allí se verá que no hubo tal desembarco
del barón normando en aquella isla, diga lo que diga la tradición cronística
posterior.
No sería útil creo, un minucioso examen de los episodios o pasajes en los
que podíamos opinar en discrepancia con el texto del libro que nos ocupa. Desde
luego el título, al referirse al siglo XV, no debe entenderse que excluya unas
páginas de introducción al tema con unas breves referencias sobre la naturaleza
de la Isla y su población aborigen. Es tan poco lo que sabemos de esta, que no
debe extrañar que el autor acuda, como tantos otros hacen para las demás islas,
al peligroso recurso de generalizar, aplicando a La Gomera datos y nombres de
otras: guanches, tagóror; el cultivo de cereales, a mi parecer muy dudoso para
esta isla, que ha mantenido, como la de La Palma, la tradición del aprovechamiento
de la raíces de helécho para substituirlos. En el capítulo que titula de
protohistoria, aludiendo a los tiempos anteriores a Béthencourt, debe ermendar-se
la dependencia que supone del Obispado de Tehle, creado en 1353 por Clemente
VI, con la concesión del Principado de las Islas por el mismo papa en L344
a favor de don Luis de la Cerda, pues este había fallecido en 1348 y nadie habló
más de su principado, ni es probable que ni este ni el obispado se interesasen por
esta isla precisamente. Más interesante y más conocido es el periodo histórico,
que ocupa la mayor parte del libro y en el cual señalaremos la defensa que hace
de la tan vilipendiada doña Beatriz de Bovadilla, en lo cual, por lo menos en
términos generales, creo que acierta y se sitúa mejor en el ambiente que rodeó
aquellos episodios, que otros historiadores modernos.
En junto diré que, aun situándonos en la posición exigente del historiador, el
libro es útil e interesante; va además valorado con un buen repertorio de buenas
128
láminas, alj^unas de gran belleza. Y está dotado, ya que no de índice alfabético,
sí de notas biblioj^ráficas, sin duda mal redactadas, pero suficientes para llevarnos
a la fuente utilizada en cada caso, (pie es su finalidad.
E. SERRA
PKDRO TARQUIS RODRÍGUF.7., Tradiciones canarias
2". serie, .Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Afra, 1970,
334 pájr. |- 27 Sfrabados, 4".
E.\ qiie onozca la primera serie de estas Tradiciones, publicada en 1952, por
el íncansab'e escritor y erudito don Pedro Tarquis, ya tiene idea del jfénero aquí
prosejruido. Ensayos narrativos, aprovechando, ya sea un dato rig"urosamente
documental, ya un e[>isodio de los tan sobados por cronistas antiíruos y modernos,
ya puramente novelescos, aunque situados en circunstancias o ambientes canarios.
No es posible sciruir uno por uno tal diversidad de temas, cuya apreciación hay
que dejar al ¡rusto del lector. Un par de docenas de láminas ameniían el texto,
aunípie algunas han sido reproducidas con gran descuido.
E. S.
LEONCIO RODRÍGURZ, Perfiles, Santa Cruz de Tenerife,
Eds. Herederos de Leoncio Rodríguez, 1970,
348 págs. con unas fotos, 4".
Es una colección de trabajos más literarios que propiamente periodisticos,
que el inolvidable don Leoncio fue escribiendo y publicando en «El Día» en los
años cincuenta y cincuenta y uno. .Son 34 semblanzas de figuras tinerfeñas, vividas
personalmente por el autor, pero en las que el ambiente que las rodeaba y las
condicionaba tiene tal ve?, tanta parte como ellas mismas. En efecto, conviene no
confundirlas con bioqrrafías, o esbozos biográficos, como por ejemplo los no ha
mucho publicados de otro escritor canario también ya para siempre ausente, los
de Sebastián Padrón Acosta; estos perfiles carecen de todo dato preciso, como
el autor mismo dice, sin auxilio de ficheros ni recortes, sino con solo el del sentimiento
y del recuerdo; pero serán bien útiles para la comprensión de unos
hombres y unos tiempos.
E. .S.
129
«An\iario He Estudios Atlánticos», Director ANTONIO
RuMKU DK ARMAS, n" 15, 1969. Madrid-Las Palmas,
Patronato de la «Casa de Colón», 1970, 400 pájfs. 4".
Este volumen del «Anviario» contiene toda la relación y comunicaciones del
Simposio Internacional del Honthre de Cro-Magnon, que bajo la dirección de Luis
Pericot y la se'^retaría de Antonio Beltrjn tuvo lus'ar en estas islas en 1969, reunido
precisamente para conmemorar el centenario del halIa/jTo epónimo de esta
raza humana de la época sjlacial, un tipo emparentado con la cual fue señalado
como uno de los componentes de la población indísrena de Canarias, desde los
estudios de Verneau a partir de 1877.
Como es natural, la mayoria de los trabajos son de car.'icter estrictamente
antropológico; pero en varios de ellos se plantea el problema de cómo y cuándo
este tipo racial cromañoide pudo llegar e instalarse en las Islas. Citemos, entre
los trabajos que nos parecen más sugestivos, los de Vallois, Les hommes de Cro-
Magnon et ¡es Guanches; les fails acqais et les hypot/ipses, pájfs. 97-119; Balout,
Réflexions sur le probléme da peuplcmeni préhistoriquc de l'Archipel Canarien,
pájrs. 133-145; Camps, L'Homme de Mcchta el-Arbi et sa cit'ilisotion, pájjs. 257-
272; Tarradell, Los diversos horizontes de la prehistoria cannriVi, págs. 285-291.
Sus conclusiones, como sus interrogantes, son en el fondo los mismos. La presencia,
ahora bien identificada del mismo tipo racial, el Mechta-Afalou, en el
N. de África, reduce a la mitad las insalvables diferencias cronológica y geográfica
entre el Cro-Magnon paleolítico y el canario; queda todavía una diferencia
inmensa, y además el origen y difusión de este cromañoide africano, del mesoli-tico,
resulta todavía inexplicable, y su venida a las Islas una simple hipótesis en
el aire. ¿Cuándo? ¿Cómo? Lionel Balout examina algunas notas típicas de la
cultura de estos hombres en África, y ninguna de ellas reaparece en Canarias.
Hay que suponer una larga pervivencia del tipo racial, desprovisto ya de su
ambiente cultural, antes de su paso azaroso a las Islas. Tarradell, entre otros, se
plantea también el problema de la venida del tipo racial mediterráneo y de los
elementos culturales de tipo eneolítico, especialmente presentes en Gran Canaria,
y piensa que esta corriente, que apenas tocó el África, tuvo que seguir una ruta
directa desde España, o desde el Mediterráneo en general.
Desde nuestro punto de vista, merece comentario aparte, por ceñirse a un
tema concreto, el interesante estudio de Lothar Siemens Hernández, instrumentos
de sonido entre los habitantes prehistóricos de las ¡slas Canarias, págs. 355-366.
Rechaza desde luego la autenticidad de los instrumentos pastoriles europeos, la
flautas y el tamborín, que Viana y otros suponen para los canarios. Basado en los
pocos testimonios arqueológicos y los no menos raros de los cronistas, cree solo
en la percusión más o menos rítmica —los llamados «bastones de mando» de
La Palma—; la sacudida de los collares con cuentas de varios materiales en saltos
intencionales; en Tenerife, la que venimos llamando «espátula» y que él interpreta
como «bramadera»; acaso recipientes con granos en su interior; en fin, los pies
130
y manos de los danzantes. No todas estas interpretaciones son segfuras, pero
todavía nos parece más hipotético el valor ritual o simbólico que atribuye a estas
prácticas a base de posibles paralelos. Probablemente lo m'is claro es la afirmación
de Torriani: bailaban cantando, porque no tenían otro instrumento. El
trabajo de Siemens es un míximo esfuerzo para obtener alijo concreto en tema
tan ijrnorado.
E. .SERRA
JOSÉ PERAZA n?. AVALA, La Intendencia en Canarias.
Notas y documentos para su estudio. Madrid. «Anuario
de Historia del Derecho", 1970, págs. 565-579.
Uno más de los estudios monosfráficos que sobre diversas instituciones y
cargos públicos de jurisdicción en estas islas viene desde hace años pubicando el
autor. Las Intendencias de Provincia, aunque tienen precedentes por lo menos
en cuanto al título, fueron creadas por la nueva administración borbónica con
propósito de controlar más estrechamente las funciones de hacienda en manos
de autoridades locales. Aunque subsiste la confusión de jurisdicciones típica de
aquellos tiempos y de otros, y el Intendente suele tener otras misiones, políticas y
judiciales, el objetivo perseguido con su creación es ante todo el de reforzar la
eficacia de la recaudación de rentas reales, y aquí en Canarias ello tenía especial
significación por el control del permiso de comercio indiano. Como ello supuso
el desplazamiento de otras personas en estas funciones, en todas partes el nuevo
cargo halló una sorda resistencia, aunque en parte alguna con la trágica consecuencia
de la muerte violenta del Intendente Ceballos, como ocurrió en Santa
Cruz de Tenerife. Pronto la Intendencia, con el nombre de Superintendencia,
pasó, o acaso volvió, a sumarse a la Capitanía General. En 1812 el gobierno de
Cádiz restableció el cargo, que luego vino a fundirse con el de los Gobernadores
Civiles, creados en 28 de diciembre de 1849. Cinco documentos, varios de ellos
del Archivo del Dr. Peraza, apoyan la exposición concisa y exacta.
E. S.
131
ANM.OLA BORCFS, El Archipiélago Canario y las
Indias Occidentales, Madrid. Ed. Cultura Hispánica,
1969, 96 páffs., 8".—50 ptas.
Analola Borges tiene ya publicada una buena cantidad de estudios monográficos
de historia americana. Este bonito librito es de propósito diferente. Es un
libro de lectura amena en que se hace un sumario de toda la presencia de los
«isleños» en la creación de las Indias Hispánicas. Ha sido un acierto de Ediciones
de Cultura Hispánica el incluir en sus series divulgadoras un trabajo tan
ilustrativo como agradable.
E. S.
JOSÉ OF. OI.IVKRA, Mi álbum. 1858-1862, La Laguna,
Instituto de Estudios Canarios, 1969, 400 páginas, 4",
más láminas. — Precio: ,'^00 ptas.
Con un prefacio de don Alejandro Cior,Tnescu, una introducción de don
Enrique Roméi —en que evoca el recuerdo de los laguneros que escribieron
diarios— y una biografia del autor por don Leopoldo de la Rosa, el Instituto publicó
esas memorias personales de este hacendado y burócrata fallecido en 1863,
con solo 56 años y sin descendencia. Del libro, interesante, aparecieron algunos
comentarios de prensa, entre ellos, en «El Dia» de 12 diciembre del 69, uno de
don ROBERTO GARCÍA LUIS, que por reflejar un juicio muy cercano al que la obra
nos merece, lo reproducimos a continuación. Solo con la salvedad de que creemos
acertada la svipresión de algunas divagaciones del original, que lamenta el comentarista,
sin tener en cuenta que con ello no solo se facilta la edición, de otro
modo acaso inviable, sino que gana el interés de la obra al aligerarla de esa ganga
inútil.—E. S.
La historiografía canaria cuenta desde ahora con un nuevo titulo: Mi álbum
(1858-1862), libro de memorias del vecino de La Laguna don José de Olivera.
No sé si por modestia, que solo está bien en el autor, o por una intima convicción,
los presentadores de la obra tratan de quitarle importancia a la misma,
como disculpándose ante el público por osar agraviarlo con su lectura. Sin embargo,
para quien como yo tiene un concepto de la historia bien distinto de nna
narración de hazañas de un César, un Colón o un Napoleón, la obra de don José
132
de Olivera, que nos pone en contacto con un pasado nada épico, pero real en sus
múltiples facetas, adquiere la debida sigfnificación. Sobre todo, cuando no se
trata, como engañosamente podria suponerse, de una simple historia particular
de La Lag-una, pretendidamente venida a menos por la pérdida de su capitalidad
insular, sino de la historia de una tiplea ciudad de la pjspaña de la primera mitad
del siglo XIX, con las mismas características y problemas que todas las demás.
La misma Santa Cruz de Tenerife, a la que un criterio simplista e interesado
atribuye la decadencia de La Laguna, no era ni mis ni menos que una sociedad
tan postrada como ella, salvadas las naturales diferencias.
Pues bien, si no podemos dudar de la importancia de la obra de don José de
Olivera desde el punto de vista histórici, el interés por su lectura se acrecienta
cuando observamos que el autor es una persona de visión nada común, con un
espíritu realista sorprendente, que describe e interpreta la realidad que vive de
una forma profunda, avmque no sea literaria.
Surgiendo de eutre una serie innumerable de hechos nimios, la obra de don
José de Olivera nos descubre una sncleda 1 subdesarrollada. enferma material y
moralmente. Asi, una economía estructuralmente deficiente, basada en el monocultivo
de la cochinilla, entonces ya caída ¡lara no volverse a levantar de su postración,
aun ve agravada circinstancialmente su situación por catástrofes naturales
o epidemias, produciendo la falta de trabajo y la ruina o quiebra de labradores
y propietarios, que se ven lanzados a la emigi ación a las Américas, certeramente
calificada como perjudicial por nuestro autor. Por todas partes se genera la carestía
de la vida, usura y monopolios, como el de la empresa de carruajes; recargo
de contribuciones; despotismo y arbitrariedades, sin que los recién creados Puertos
Francos signifiquen solución, porque el producto de nuestras mezquinas islas
no da para que de sus sobrantes se puedan constituir renglores comerciales; de
lo que resulta necesariamente que las decantadas transacciones mercantiles son
perjudiciales al país, que introduce efectos de lujo innecesarios, en cambio de lo
que por fin carecemos para nuestras más apremiantes necesidades. «Estos males,
como afectan a la generalidad no se remedian; por el contrario aprovechan a unos
cuantos, que son los que andan al beo de la máquina que nos arruina».
Este cuadro tan desolador no lleva, sin embargo, a la desesperanza a don
José de Olivera. El autor supo ver que junto a esas fuerzas reaccionarias que se
aferran al pasado, de las qie es representante su amigo don Ramón de Castro
Ayala y Benítez de Lugo, a quien unos desconocidos echaron abajo el hermoso
escudo de armas de m'irmol q i e había colocado sobre la puerta de su casa, haciéndolo
pedazos, nuevas fuerzas luchan por los cambios sociales que impongan
un futuro más justo, donde no haya necesidad de acudir a instituciones benéficas,
como la de San Vicente de Paúl, que deja instalada el Obispo de Canarias, excelentísimo
señor don Joaquín Lluch y Garriga, en su visita pastoral a la Diócesis
de Tenerife, bajo la presidencia del Marqués de Villanueva del Prado, o como
la de Beneficencia instituida un poco antes, cuya presidenta era su esposa, doña
Juana de Llarena Westerling, Marquesa de Acialcázar y Torrehermosa, de las que
don José deOlivera dice: «Veremos a ver si hacen milagros, que no lo creo».
133
En particular, con el bien significativo nombre de «El Porvenir» se inaugura
el 10 de febrero de 1858 en La Laijuna una sociedad de artesanos, a imitación de
las existentes en Santa Cruz, «El Recreo», creada en 2 de ajfosto de 1855, y «La
Aurora», creada dos meses después, el 13 de septiembre del año ya citado, aunque
inicialmente con el nombre ile «El Projrreso». Aunque la Sociedad se califica
de instrucción y recreo, es realmente un S^rupo de presión de la nueva fuerza
social del trabajo, actúan lo en conjunción con los sjrupos más avanzados de la
cultura, donde al lado del barbero Pedro Pierres o del carpintero José Domin-jfuez,
alias «Comimela», encontramos al catedrático y director del Instituto de
Canarias, licenciado don José María Pinto y Vejra, o al benemérito doctor don
Bartolomé Saurín, que tan heroicamente sucumbió combatiení!o contra la epidemia
de fiebre amarilla declarada en Santa Cruz de Tenerife en 1862, ciudad a la
que había pasado y de cuyo casino de artesanos, «El Recreo», llejfó a ser presidente.
Don José de Olivera, que es socio de «El Porvenir» y que cede la parte alta
de su casa en alquiler para que se traslade dicha sociedad, cuando el capitán
general don José Martínez y Tenequeo puso los ojos en aquella en que primitivamente
se instaló para estab'ecer su palacio perpetuo de verano, nos suministra
muchos datos de la Sociedad, que pueden servir, en unión de otros existentes,
para hacer en su día su interesante historia.
Muy certeramente apostilla don José de Olivera al dar noticia de la instalación
de la Sociedad, que «el grado de egoísmo, de rivalidad y de postración a que
ha llegado La Laguna, solo de gente nueva, de la juventud y de la juventud ilustrada
y salida del pueblo, que siempre marcha al frente de las reformas, es de
quien puede esperarse alguna cosa para el porvenir, como con mucha oportunidad
se ha titulado este casino». Parecidos elogios hace de los dos casinos de artesanos
santacruceros, viéndolos como obra de un pueblo cuya emulación no tiene límites,
especialmente en la clase media, porque esta clase, como incipiente en su carrera
social, ha de ser en todo progresista.
Aunque algunas salidas de tono e incomprensiones de ciertos elementos de
«El Porvenir» causan con frecuencia no pocos disgustos al espíritu selecto de don
José de Olivera, hasta el punto de que se alegra de que la Sociedad abandone su
casa, para mudarse a otra de mejor calidad, ello parece que no afectó a la fuerza
de sus ideales democráticos, manteniendo siempre el respeto y admiración para
cuantos jóvenes y personas apreciables componían dicha sociedad, y llegando
hasta el punto de que al comentar un sermón, donde el señor gobernador eclesiástico,
don Pascual José Cozar, exaltaba los saludables efectos de la virtud de
la humildad y paciencia, sorprende con las sinceras y proféticas palabras que
transcribimos: «Y aunque él no quiera ni muchos lo deseemos, ha de llegar por
fin una revolución que cambie la faz del mundo, porque el socialismo y el racionalismo
caminando de consuno han de renovar la sociedad, aunque no sea en
este siglo, ni en el que viene» [pág. 314].
Muchas más noticias y comentarios nos proporciona don José de Olivera, que
seria interesante destacar, pero con lo reseñado vale para justificar nuestra ale-
134
gri'a por el hecho de que se haya sacado del olvido este Álbum suyo. Solo nos
que Ja el pesar de que la obra no se haya publicado integramente, porque mucho
nos tememos que, entre los e.itresijos de las largas disquisiciones filosóficas y de
las apasionaJas criticas de la que fue expurgada para hacer más ligera su lectura,
se hayan escapado muchos e importantes datos que confirmarían muy oportunamente
todo lo que dejamos dicho.
Roberto GARCÍA LUIS
JUAN MARRERO BOSCH, Germán o Sábado de Fiesta,
Las Palmas, Eds. del Cabildo Insular de Gran Canaria,
1967.
Esta obra dramática, en dos actos, viene a demostrarnos como es posible
componer teatro con tema y técnica actuales, sin salirse del ambiente limitado de
nuestra región insular. En realidad ya lo habían demostrado los Hermanos Millares,
a finales del siglo pasado, y Alonso Quesada, a principios de este, en Las
Palmas. Marrero Bosch está en la línea dramática realista y aun zolanesca de los
primeros, y en el sentido trágico del segundo, pero puesto al día —al juzgar por
esta obra—, con una buena dosis de teatro social europeo y americano.
Juan, el personaje central, es un tipo abúlico, hablador, rencoroso, rebelde, y
representa la protesta social latente en la obra. Con razón dice Claudio de la
Torre —en el prólogo que encabeza la obra— que «reacciona violentamente contra
lo que no cree auténtico, porque confiere al hombre de mañana una misión
moral . . . » Los demás aparecen casi desdibujados al lado de su avasalladora
personalidad. Teresa, la madre, sufrida y atareada, la madre de la clase trabajadora
y aun media, canaria o peninsular; Ana, la cuñada, viuda resignada; Santiago,
el benjamín, escéptico y despreocupado. Pero tanto Juan como los demás,
todos giran en torno al personaje, invisible en la obra: Germán, el joven peninsular,
rico y simpático, que está de huésped en la casa. Todos se sienten vinculados,
en cierto modo, a él. Teresa, para su equilibrio económico; Ana, por su
inclinación sentimental; Santiago, por su interés personal y por simpatía, y Juan,
finalmente, por su irreductible animadversión, que se va concentrando en celos y
en odio, hasta intentar el crimen, que queda sólo aplazado en este Sábado de
Fiesta.
Ayudan a la ambientación de la obra los elementos significantes de los ruidos
del vecindario: el subir y bajar del ascensor, la radio, las voces de la gente,
etc., que connotan por sí solos una protesta social implícita.
En resumen, obra, en fin, lograda, que puede ser un modelo para ser seguido
en la modernización de nuestro teatro, donde aparecen tantos brotes aislados,
135
sin que cuaje aún una escuela o tendencia determinada. Drama vigoroso el de
Marrero Bosch, de hahili la 1 técnica y construcción lealista, pero de sentido social,
que busca la juiticia y la verilad en este ambiente masificado y positivista,
que asfixia hoy a muchos sfrupos humanos.
Sebastián DE LA NUEZ
FRANCISCO MORALES PADRÓN, Sevilla, Canarias y
América, Las Palmas, Eds. de! Excmo. Cabildo Insular
de Gran Canaria, 1970, 362 pág^s., 4".
Con dedicatoria al malogrado estudioso canario Fernando de Armas, el autor
recoge en este fuerte volumen una copiosa colección de trabajos sueltos esparcidos
en periódicos y revistas —cuyos lugares y fechas no puntualiza, pues el ejemplo
de don Ramón no ha sido seguido por nadie— que aquí han sido seriados con
cierto plan. Los primeros tocantes a Canarias son de tono más lirico, tal vei por
las ocasiones conmemorativas en que serian escritos. En Colón en Canarias toca
un tema mis discutido; tiene razón en juzgar de interés minimo las discrepancias
y en que queda gran amplitud para la apreciación personal. Si preferimos Gando
a Las Isletas, no es tanto por ser aquel la única mención expresa en una de las
fuentes siquiera, como porque la bahia era anclaje mucho más seguro, por limpio,
para naves de arribada. Que en cualquier caso Colón se llegase al Real, es probable.
Otros trabajos se centran en los recuerdos indianos de Sevilla. Un estudio
extenso es el de Las Canarias en los cronistas de indias. Pero el más importante
por las aportaciones de primera mano es el titulado Canarias en un archivo de
Sevilla. Entre otras cosas nos da una idea clara de cómo se realizó el reparto de
G¡an Canaria, bien diferente del sistema usado por Alonso de Lugo en Tenerife.
Otros ensayos son evocaciones de Lanzarote y Fuerteventura. La preocupación
literaria de la mayoría de los trabajos es motivo más para hacer agradable su
lectura.
E. SERRA
136
ORLANDO HERNÁNDKZ, Tierras de Cuervos (Truge-diu
en tres actos). Las Palmas de Gran Canaria, 1966,
60 pá^s.
Estrenada esta obra en Las Palmas, en 1963, tuvo un relativo éxito de público,
lo que prueba su indudable valor teatral o escénico. Otra cosa es analizar
sus valores puramente dramíticos o literarios. En primer lugar nos enconiramos
ante uno de los tantos ensayos de nuestro teatro insular y que, en este caso, pretende
salir del estrecho marco de lo rej^ional, para ascender a la catejroria de lo
ífeneral, de un drama que puede estar situado en cualquier lug^ar nacional de ambiente
campesino; pero es indudable que el autor ha extraído de la región sureña
de Gran Canaria, su tierra, la parte más auténtica de su obra.
Este clima campesino de protesta social, envuelto en una atmósfera lirica, no
es nuevo en nuestro teatro, y sus más cercanos exploradores están en García Lor-ca
y en Casona, pero Orlando Hernández sabe poner de relieve, en su tragedia,
toda esa miseria y me/.quindad asfixiante, producida por la pobreza, la incultura
y las supersticiones, personificadas en la pareja de mujeres, Mariana (la madre) y
Antonia (la tía), que parecen las dos mitades del rostió de vm mítico Jano, que
representara el atraso social del campesino. Junto a esto está ese sentido lírico
representado por la pareja Luis (el hijo) y María (la novia), acaso los seres más
irreales y menos dramáticos, acaso por ser los más poéticos, que personifican la
rebeldía del amor sin prejuicios y sin barreras, que lucha, en vano, contra los siglos
de atraso y de escondida maldad que subyace en la tierra, como una honda
raíz negra. Isidro (el padre) es el contrapeso necesario entre ambas parejas, el
que los mantiene unidos y enfrentados, con la fatiga de su cuerpo y la reja de su
arado. Como fondo alegórico y poético —siguiendo un recurso clásico— surge
la voz del Destino, que da la pauta moral del propio autor.
Sabe también Orlando Hernández imprimir a su obra la lógica interna nece-srria
a la verosimilitud de la acción, que capta la atención del espectador, y que,
desde el primer acto —acaso prematuramente— nos revela, crudamente, la intención
y el camino de la acción trágica, y nos lleva, en un clima insuperable de odio,
de pasión y de muerte, hasta el último acto, el de más tensión lírica y dramática
como es de esperar en esta clase de dramas.
Cabría preguntarse si esta clase de obras llega un poco retrasada a nuestra
escena. De todos modos —sea cual sea la respuesta—, no creo agotadas las posibilidades
del tema de la tierra y de sus ambientes campesinos, realistas o líricos,
y, con este drama. Orlando Hernández marca un camino que aún puede ser seguido
con buenos resultados, con tal que lo lírico sea menos afectado y se estudie
más profunda y psicológicamente a los personajes.
Hay que poner bastantes reparos a los impresores y editores de la obra, pues
tiene algunas feas erratas y sobran muchas opiniones, aclaraciones y prólogos que
son epílogos.
S. DE LA NUEZ
137
MANUEL GONZÁLEZ SOSA, Sonetos andariegos, Colección
San Borondón, núm. 2, Las Palmas, Ed. El Museo
Canario, 1967, 32 págs.
Los diecinueve sonetos, cuidados de expresión y hondos de contenido, que
componen este librito, nos bastan para revelarnos a todo un poeta intimista, en
la linea canaria de un Domingo Rivero y en la nacional de un Unamuno.
El temple general de la poesía de González Sosa es el ensimismamiento, aun
cuando nos hable del paisaje o del mundo exterior a él. Es el yo del poeta centro
de todas sus meditaciones y angustias, desde el lugar, la tierra donde ha nacido
y ha vivido, hasta las regiones donde busca a Dios dentro de sí mismo. Este Aquí
con que titula su primer soneto connota esa ansia significante de espacio concreto,
que se enlaza con el significante del tiempo vital: la infancia:
Aquí viví los siglos de la infancia.
Esta luz me coció, y el rojo monfe.
Pero este aquí tiene su prolongación en su contorno canario y nacional; por
eso dedica sonetos a Fuerteventura, a Lanzarote, más próximos, o a Álava, a Avila,
más lejanos. Acaso el más logrado sea el dedicado a la isla esquelética, de
indudables resonancias unamunianas, de medido equilibrio expresivo, logrado con
breves y escuetas imágenes, que nos dan el ser y el sentido de estas tierras desoladas
y entrañables, como esta que la define:
madura soledad, salitre y viento
y que a través de bellas metáforas: lla/na insomne, silo de ceniza, rota aspa soñolienta,
nos llevan a los limites de la desesperada orilla, donde culmina, remansado
en el último terceto todo el soneto:
Aquí ya solo falta izar la fuerte
ancla de piedra y entregar las velas
a los piadosos vientos de la muerte.
En todos estos poemas dedicados a tierras cercanas o lejanas se cumple lo
que muy bien dice Pedro Lezcano en la solapa de esta obra: «su poesía caminante
transcurre en realidad por geografías interiores».
En otros sonetos, los más, como el que comienza Hombre soy, tierra en pena
levantada y el titulado En el fiel es donde el poeta intenta buscar su voz más auténtica,
dentro de sí mismo:
No sé qué dicen. Siento solamente
que algo en mis cavas húmedas se enciende.
RHC, O
138
Evidentes son las lecturas del poeta, que ha bebido en el místico San Juan
o en el agónico Unamuno, a los que, además, les dedica sendos sonetos. Pero
es en la misma sustancia de su poesia donde están presentes estos poetas, poniéndose
de manifiesto en la forma de la expresión, como en esos grupos de vocablos:
van de vuelo; donde te amasa Dios; dulce y acida España que brizas. Pero González
Sosa sabe imponer su acento personal a esos diálogos con Dios, en un fervoroso
deseo de retorno:
Quiero ansiar que regreses a ocuparme
la poza de raíz que está vacía,
o se empeña en el eterno interrogante, donde no hay respuesta, que se sella con
ese perfecto verso trimembre:
cela en su voz el mar, el ave, el viento.
Así Manuel González Sosa es un poeta, ajeno por ahora a las solicitaciones
del mundo circundante, acaso por el caos que ve en él, que se vuelve hacia adentro,
humildemente. Por eso va en busca de las fuentes primarias: la tierra
natal, la infancia, las piedras veneradas de la patria. Por eso también se vuelve
hacia Dios o hacia el otro lado de las zonas intangibles del más allá, de donde
nos rebota esta poesia, como un eco angustiado de su soledad de hombre y de
poeta.
Sebastián DE LA NUEZ
El.ÍAS SEKRA RÁFOIS, El molino de viento. Un breve
capítulo de la historia de la técnica, «Humanidades
», Mérida, Venezuela, núm. 9, 1961.
Un des chapitres les pías intéressants de l'histoire des techniques est l'utili-sation
par l'homme des sources d'énergie fournies par la nature: l'eau, le vent.
M. Elias Serra Ráfois apporte ici quelques données documentaires nouvelles sur
l'histoire des moulins á vent.
Le moulin á vent n'exista que par exception dans l'Orient árabe: les voya-geurs
árabes s'émerveillaient, au Vlle siécle, d'en rencontrer dans le Seistan (entre
la Perse et l'Afghanistan), pays favorisé par un courant constant de vent; il
139
s'aifissait de palettes verticales Hont le moiivement transmis á l'axe niettait en
mouvement la meule á broyer le ¡rrain. Mais ees moulins (conime le fait reniar-quer
F. BraiiJel dans Civ'tlisulion matcrrielle et capitalisme) tournaient á l'hori-zontale.
En Occident, les moulins á vent apparaissent entre le Vlle et Xlle siécle, niais
seulement pour suppléer aiix moulins a eau. Et l'on pe\it diré qu'au Moyen Age
l'invention a partiellement échoué. On voit, par des docuinents de la fin du XVe
et du debut du XVIe siécle (provenant d'Espagne ou des Canaries, et que cite
E. Serra Ráfols), des «inventeurs» se présenter alors aux autorités locales pour
construiré de nouveaux moulins. JérS ne Cardan écrira, vers 1570 (dans le De
rerum varietafe) que depuis peu le moulin á vent avait été introduit en Espagne
et que c'était garande merveille . . .
Que s'est-il done passé entre les moulins médiévaux et ceux du XVIe siécle?
E. Serra Ráfols rappelle l'hypothése de S. Lilley {Mcn, machines and history,
Londres, 1948), attribuanl une grande importance á la transformation du moulin
á pivot en moulin á tour: le mecanisme est logé dans une tour fixe, üii seul le
haut de la construction est mobile. On obtient ainsi une forcé de 6 a 14 chevaux,
au lie de 2 á 8 pour le moulin á pivot. Cette inventioii, on le sait (qu'on trouve
ébauchée dans un dessin de Léonard de Vinci), a été mise au point par les Hol-landais.
Mais M. Serra Ráfols pense que ce grand progrés lui-méme ne put avoir toute
son efficacité que gráce á un períeclionnement décisif, qui rendit enfin rentables
les moulins á partir de la deuxiéme moitié du XVIe siécle: le changement de
l'angle entre l'axe des ailes et l'axe des meules: «le premier étant d'abord horizontal
formait un engrenage á angle droit avec le deuxiéme». Délicat engrenage,
qui se désarticulait souvent. «Quand on eut l'idée de redresser cet axe sur le
cote des ailes», les avaries devinrent beaucoup moins fréquentes: «encoie au-jourd'hui,
les vieux meuniers attribuent á cet angle entre les axes (toujours plus
ou moins variable) la bonne qualité d'un moulin á vent».
M. Serra Ráfols publie un document qui permet de dater la réintroduction
du moulin á vent aux iles Canaries: en 1575, á La Laguna, un charpentier demande
licence de construiré plusieurs moulins, et allegue qu'il «avait été apprendre cet
art en Angleterre, en Flandre et en Krance». C'est a cette époque aussi que les
moulins se multiplient en Espagne, en particulier dans La Manche.
Marianne MAHN-LOT
De «Ánnales», 2, 1970
140
EiÍAS SERRA RAFOLS y LEOPOLDO DE LA ROSA, Acuerdos
del Cabildo de Tenerife, IV. 1518-1525. Con dos
apéndices de documentos sobre el gobierno de las Islas.
Edición y estudio de . La Laguna, Instituto de
Estudios Canarios, «Fontes Rerum Canariarum», XVI,
1970.—28X21 cms.—Ll + 346 págs.—Precio: 300 ptas.
Con este volumen los autores terminan la tarea que se hablan propuesto, esto
es, la pu'alicación de los acuerdos del Cabildo tinerfeño correspondientes al mandato
del primer Adelantado.
Las actas publicadas abarcan un periodo de tiempo que va desde 1497 •—fecha
inicial de las primeras sesiones conservadas— hasta 1525, año en que la muerte
pone fin al g-obierno de Alonso de Lugo. Se ha distribuido todo este material
en 4 volú.nenes que corresponden a los tomos de la colección de «Fontes Rerum
Canariarum», núms. IV, V, XIII y XVI.
El tomo XVI, que comentamos, presenta los afanes y desvelos de los que
constituyen el organismo de gobierno de la isla de Tenerife, con la finalidad concreta
de conseguir un mejor desarrollo y prosperidad de la misma. A través de
sus sesiones puede vislumbrarse que la terminación de la jurisdicción del licenciado
Brizianos, juez de residencia de Tenerife y La Palma, supone una mayor
intervención personal del propio Alonso de Lugo. Estos matices de mayor o menor
intervención de la Corte en la política local responderían, en último término,
a las vicisitudes por que pasa Castilla en estos años: final de la política centrali-zadora
de Cisneros y el gobierno del Emperador, en el que predomina una mayor
libertad de acción de los gobiernos locales con respecto al poder central.
Se ve también que los asuntos sobre los que se delibera ahora en las sesiones
del Cabildo son mis variados que en las actas anteriores. Dos temas casi nuevos
ocupan principalmente una parte del tiempo de los regidores asistentes: la defensa
de Tenerife ante peligros que se consideran inminentes, y la recaudación de
impuestos, que la Corte pide con gran insistencia, mientras el Cabildo trata de
buscar una solución no tan gravosa para la Isla.
Hasta este momento la Isla se ha beneficiado de un largo periodo de paz, que
se traduce en seguridad en el mar, ya que el mar es el único camino posible entre
Islas. Si ese camino está libre de acechanzas, las naves pueden recorrerlo sin mayores
peligros. Por eso mismo, porque no se han producido ataques ni saqueos
sistemáticos, salvo algún que otro caso esporádico, las Islas Canarias, concretamente
Tenerife y La Palma, pueden alcanzar muy pronto fama por sus productos
exportables. Además todo ello permite un mayor progreso y actividad para su
desarrollo social y comercial.
La política exterior del Emperador, su enemistad con Francia en particular,
trae aparejados los ataques a las Islas por parte de los franceses, y luego por otros
enemigos, que van a durar hasta el siglo XVIII. De aquí el sobresalto continuo
de la isla de Tenerife y la preocupación constante de su Cabildo para protegerla
de estos posibles e inesperados ataques. Se delibera mucho, pero, en concreto,
141
se hace poca o ninguna obra efectiva que permita una eficaz defensa en caso de
ataque o saqueo.
La vida económica queda reflejada también en las reuniones del Cabildo ti-nerfeño.
Hay un interés constante por evitar escasez de cereales —trigo y cebada—,
para tener asegurado lo esencial del sustento humano. Se adoptan medidas
protectoras a ese respecto, y asi se consigue cada vez una mayor abundancia,
debida en parte a la política del Adelantado de dedicar a la agricultura tierras
que hasta ese momento se habian dedicado a dehesas.
Tenerife dispuso siempre, en mayor o en menor cantidad, de grano, mientras
Gran Canaria se encontró en situación apurada más de una vez. A veces era tanta
la falta de este mantenimiento esencial, que hubo de apelar a la fuerza armada
para obtenerlo. Como caso curioso el Cabildo alude en dos ocasiones a estos
asaltos verdaderamente piráticos para conseguir con mayor rapidez las naves
cargadas de cereales con destino a Gran Canaria.
A continuación de los debates sobre estas cuestiones de gran importancia
para el desarrollo de la vida isleña, se presentan otras de diversa Índole, que los
autores resumen en los diferentes capítulos de la Introducción.
El Dr. Serra se ocupa principalmente de la coyuntura política exterior, de la
defensa marítima de la Isla, de la política interior, de la población, de la producción
y consumo, del comercio, de la salud, de las obras concejiles, del culto y
cultura y finalmente dedica unas lineas a la ciudad de La Laguna.
El Dr. La Rosa continúa su análisis del proceso de formación del municipio
hasta completar el periodo del gobierno del primer Adelantado, seguido de breves
noticias biográficas de los miembros del Cabildo de Tenerife, desde su creación
hasta el fallecimiento de don Alonso de Lugo.
En este volumen se sigue la disposición observada en los anteriores. Así,
tras los acuerdos, se sitúan dos Apéndices documentales. El primero presenta una
colección de 8 piezas, de las que 6 proceden del Archivo Municipal de La Laguna,
y 2 del Archivo Histórico Provincial. El Apéndice segundo consta de 18, de
las que solamente 1 pertenece al Archivo Municipal de La Laguna, ya que el resto
corresponde al Archivo de Simancas.
Finaliza la obra con una nómina de oficios de república de la isla de Tenerife
entre 1518 y 1525, detallados cuadros de cabildos y los índices de documentos,
conceptos y palabras, verdaderamente indispensables en trabajos de esta
categoría.
Manuela MARRERO
142
ROBERTO ROLDAN VERDEJO, Acuerdos del Cabildo
de Fuerteventura, 1605-1659. Edición y estudio de
, con la colahoración de CANDELARIA DELGADO
GONZÁLEZ. La Lajruna, Instituto de Estudios Canarios,
«Fontes Rerum Canariarum», XVII, 1970.—17 X 22,5
cms.—432 págs. y 4 láms.—Precio: 400 pías.
Este tomo completa y termina la publicación de los acuerdos del Cabildo de
Fuerteventura conservados hasta el presente. Los autores ponen a disposición
del público interesado por la Historia de Canarias el valioso material contenido
en las actas, en 3 volúmenes, que constituyen los tomos XIV, XV y XVII
de la ya conocida colección de «Fontes Rerum Canariarum», editada por el Instituto
de Estudios Canarios. Cronológficamente los tomos van de los acuerdos
m.4s modernos a los más antiguos conocidos. Por eso el que presentamos, el
último publicado, es sin embargo el primero por el periodo de tiempo encerrado,
pues comprende los de 1605 a 1659.
La disposición de la obra es análoga a la de los Acuerdos del Cabildo de
Tenerife. Consta de Introducción seguida del extracto de las actas y completada
por una serie de 26 documentos varios. Cierran el volumen varias relaciones de
los distintos cargos y oficios —gobernadores, alcaldes mayores, regidores y per-soneros—,
además un conjunto de cuadros relativos al sistema de pesos y medidas,
monedas de uso corriente, evolución del precio de la carne, de otros productos,
del trigo y cebada, de bienes y servicios y salarios de algunos oficios en los
siglos XVII y XVIII, y, por último, un índice de conceptos principales. Todo ello
permite una mayor utilización de la obra en cuestión.
La redacción de la Introducción se la reparten los autores y en ella dan una
visión de conjunto del desenvolvimiento de la vida, en casi todas sus facetas, en
Fuerteventura. El Sr. Roldan, bajo el titulo de Doscientos años de vida política
y económica de Fuerteventura, estudia el señorío territorial, el Cabildo —constitución
y funcionamiento, actuación politico-administrativa, ingresos y obligaciones
económicos del Cabildo—, la organización militar, la guerra en Fuerteventura,
la economía en la Isla —agricultura, ganadería, pesca, industria, comercio y
precios—. La Sra. Delgado, en Doscientos años de vida social en Fuerteventura,
presenta los pueblos y co.-narcas, la vivienda y sus accesorios, el menaje, la alimentación,
las enfermedades, la enseñanza y las festividades religiosas.
En una isla de señorío, como es el caso de Fuerteventura, el desarrollo de la
vida diaria tropezaba nonnalmemte con mayores obstáculos que en las de realengo.
Al fin de la Edad Media los señoríos se convirtieron en una fuente de ingresos,
de rentas, y ello es lo que da poder y fuerza a los señores. Estos, más que
de aumentar sus señoríos, se preocupaban de obtener buenas rentas.
Pero, en el ambiente que nos ocupa, la Isla presentaba cada día menores
ingresos a sus respectivos señores. Muchos factores contribuyeron a ese menor
rendimiento: la despreocupación de los señores, la extrema pobreza de sus ha-
143
hitantes y, no menos, su escasez deniojrráfica, debida en parte a la constante
emigración a otras islas de mayores perspectivas económicas, aparte la intervención
cada vez más constante del poder real a través de la Audiencia de Canarias,
y las presiones ejercidas por los señores de Lanzarote y de otras intromisiones
familares.
La base económica de Fuerteventura, como la de todas las restantes islas de
señorío, o realeras, indistintamente, fue la que trajeron los conquistadores y
demás pobladores de sus respectivos paises: la ganadería y la agricultura. Más
la ganadera que la agrícola. Después se invierten los términos y avanza la agricultura
en perjuicio de la ganadería. En terrenos de secano, como son los de
esta isla, la cosecha está en relación con la cantidad de agua disponible, siempre
en función de la lluvia, y asi se alternan o suceden los años estériles con los
regulares y buenos.
El Cabildo trata de resolver en la medida de sus posibilidades estas y otras
cuestiones de sumo interés para el desarrollo económico-social de la Isla. En el
fenómeno social, las ideas, los sentimientos y los valores colectivos tienen una
importancia vital.
Como ya indicamos en otra ocasión, hubiese sido útil un mapa que localizase
los lugares mencionados.
Manuela MARRERO
índice de los protocolos pertenecientes a la escribanía
de Vilaflor.—Confeccionado por FRANCISCA MORENO
FUENTES bajo la dirección de LEOPOLDO DE LA
ROSA OLIVERA.—La Laguna, Instituto de Estudios
Canarios, 1968.-13,5 X 20,5 cms. XVI + 165 páginas.—
Precio: 200 ptas.
El Instituto de Estudios Canarios se había propuesto, desde hace ya varios
años, la publicación de los índices antiguos que corresponden en gran parte a
series documentales desaparecidas o muy próximas a su desaparición.
Este volumen inaugura la nueva colección. Presenta el índice de los protocolos
pertenecientes a la escribanía de Vilaflor, según un orden alfabético.
Aunque muy conciso, a veces da detalles curiosos que revelan la mentalidad de
la época y al mismo tiempo la psicología del recopilador. As!, en el n" 515, unos
capitanes ofrecen un esclavo moro al convento de San Agustín a cambio de salir
victoriosos en un ataque que tuvieron con alg-unos en la costa de los Cristianos.
Conses^uido el favor, se vende el moro en 1.000 reales de plata y se invierte el
dinero en una custodia.
144
La importancia de dar a los estudiosos estos repertorios del pasado canario
hace imprescindible activar su publicación. Sabemos que el volumen segundo
de esta nueva serie está prácticamente casi terminado y listo para imprimir:
corresponde a un Índice antig'uo del extinguido archivo notarial de la isla de
El Hierro.
M. MARRERÜ
RAMÓN TRUJILI.O, Resultado de dos encuestas dialectales
en Masca.—La Laguna (Tenerife), Instituto de
Estudios Canarios, 1970.— 15 X 21,5 cms.— 65 págs.
de texto, más 12 láminas con 22 fotografías, más 2 páginas
de índices de fotografías y general: 82 págs. en
total.—Precio: 150 ptas.
El Dr. Trujillo Carreño, Prof. Agregado de Lengua Española de nuestra
Facultad, se propuso un replanteamiento metodológico, desde la perspectiva es-tructuralista,
de los resultados de dos encuestas dialectales hechas en uno de los
lugares más apartados de la geografía tinerfeña. Partiendo de las ideas de F. de
Saussure, desarrolladas por R. Jakobson y otros, hasta llegar a las de los estruc-turalistas
de Praga y Copenhague, divulgadas en España por el Prof. Alarcos
Llorach, de que «ningún elemento lingüístico concebido aisladamente posee
sentido alguno y que incluso su aspecto material, fonético, no es tampoco una
realidad en si, sino igualmente el resultado de la presencia simultánea de otros
elementos en el seno de un sistema» (pág. 17), el autor, dentro de la doctrina
estructural más estricta, nos presenta la fonética y la fonología de la lengua funcional
de Masca, <a la luz del sistema en que se dan» (pág. 15) los hechos anotados.
Estos hechos fueron recogidos, ya por medio de cuestionarios (se usó el del
Prof. Alvar, concebido para el Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias,
editado por el Instituto de Estudios Canarios), ya a través de registros
magnetofónicos. Y, quizás a causa de estas exigencias metodológicas, el autor
consideró que las aportaciones anteriores, debidas a estudiosos formados en el
positivismo y subsiguiente sociologismo de los neogramáticos y de sus epígonos,
carecen hoy de relevancia, y as! no tuvo en cuenta los trabajos de Alvarez Delgado,
Pérez Vidal, Rohlfs, Steffen, etc. Solo Alvar y Catalán aparecen citados
repetidamente, pero siempre en relación con parcelas mínimas del estudio de
Trujillo.
Como queda dicho, esta monografía se constriñe fundamentalmente a la
estructuración de la fonética y de la fonología de Masca dentro de un sistema
funcional. La morfosintaxis queda aposta excluida por el autor (pág, 51), quien
145
solo nos da, en Apéndice, unos simples escarceos morfológicos y un esbozo rudimentario
del léxico, articulado en campos semánticos elementales.
Debemos decir que la esmerada notación fonética de los hechos de lengua
de Masca, con un lujo tipográfico de signos al que no estábamos acostumbrados
aqui (el libro está impreso en Madrid, por Sucs. de Rivadeneyra), es de todo
punto admirable, más para quienes, entre los que nos contamos, el oido solamente
les permite percibir poco más que los fonemas cardinales y las oposiciones
fonológicas pertinentes. El análisis fonológico posterior, en aplicación rigurosa
de los métodos de Alarcos, apenas justiñca este despliegue fonético, al que, pensamos,
el autor se vio abocado por un prurito de perfección profesional, antes
que por auténticas necesidades estructurales. La precisión descriptiva de los hechos
fonéticos y el manejo impecable —e implacable— de la nomenclatura lingüistica,
con sus neologismos más conspicuos, muestran bien a las claras la solidez
científica del Prof. Trujillo Carreño y su alto grado de profesionalidad.
El Dr. Trujillo, bien apoyado en el más frío objetivismo científico, no se ha
forjado ilusiones en cuanto a nuevas aportaciones al acervo del canario o al del
español común (pág. 12); su objetivo fue, exclusivamente, presentar los materiales
registrados y dar una interpretación funcional de los mismos. Y creemos que el
autor alcanzó cumplidamente el fin que se propuso. Nuestra enhorabuena más
sincera. Porque si bien, acaso, esta monografía no aparezca muy citada por sus
consecuciones para el canario en si, constituye, sin embargo, un estudio ejemplar
de aplicación de las técnicas más exigentes del estructuralismo a una partícula de
la dialectología hispánica, un modelo de aparato lingüístico y una muestra de
magisterio responsable.
Hasta aquí la recensión de la monografía. Pero bien pudiera ser que a algún
lector le interesare contemplar la impresión axiológica del firmante. Hela aquí.
La interpretación de lo que sea una lengua es algo abstracto y misterioso, como
repetidamente se ha demostrado para los que han creído ver claro y, al tratar de
asir su corporeidad, se han hallado con que pretendían captar sombras de espejismos
. . . En Meillet, en Menéndez Pídal, en Von Wartburg, en Martinet, en Dámaso
Alonso, etc., mucho más que en Jalcobson, en Hjemsiev, en Trubetzkoy, en
Chomsky y en sus seguidores, yo he hallado asideros para mi forma meníis, y el
estudio de los libros de los primeros se me hace un sincero traspunte intimo de
mis vivencias lingüisticas. Pero esto no quiere decir, como quizá se ha querido
ver, que yo subestimo las corrientes estructuralistas, con las que es obvio que
siempre he comulgado, aunque no en las manifestaciones extremas de la glosemá-tica
de Hjemsiev o de la estructura profunda de Chomsky. En este dintorno el
trabajo comentado, lleno de congruencia interna, en el que cada línea y cada
afirmación se articulan en el todo, sin que apenas se noten las junturas, es un
libro irreprochable en su pulso y en su pulimento, lo que indica, de por sí, su
rango, trasunto de una mente vigorosa y disciplinada.
Juan RÉGULO
146
Homenaje a Elias Serra Rafols, Univeridad de La
Laguna, Secretariado de Publicaciones, 1970.—3 tomos
de 17X24 cms., con un total de 1.333 páffs. + 22 hojas
de láminas fuera de texto, y numerosos grabados de
linea.—Precio: 1.2Ü0 ptas. los tres tomos; tomo suelto,
500 ptas; separata de cada artículo, 40 ptas.
Desde el 22 de febrero de 1926, día en que el Dr. Serra tomó posesión de su
cátedra de Historia en España de la Universidad de La Laguna, hasta el 20 de
julio de 1968, fecha en que cesó, por jubilación, como titular de la misma, la vida
académica de este catedrático presenta un caso de dedicación exclusiva a su Universidad,
que, si no es único —no tenemos a mano medios de comprobación—, si
es muy digno de ser destacado: más de cuarenta y dos años en la misma Universidad
y como titular de la misma materia. Si a esto añadimos que la actividad
investigadora y de magisterio activo y fecundo del Dr. Serra no decayó un solo
momento durante tan largo periodo, ni ha decaído aún después que el paso inexorable
de los años lo ha obligado a pasar a la categoría de los eméritos, pues
sigue en servicio diario como investigador y mentor de investigadores; si aún
adunamos que todos los que de una u otra forma nos hemos asomado a los estudios
históricos relativos a Canarias le somos deudores de orientaciones, consejos,
informes y hasta primicias de investigaciones propias —pues el Dr. Serra, como
buen maestro, nunca ha sido avaro de sus saberes ni de sus propios logros personales
en los archivos más diversos—; si tenemos en cuenta todo esto y mucho más
que podría agregarse, como, por ejemplo, su insobornable independencia científica,
su valentía sin titubeos en defensa de los universitarios y de sus instituciones
cada vez que ello se mostró ser necesario, su capacidad como forjador de
investigadores e iniciador de tareas comunes de investigación, especialmente a
través de su Seminario de Historia en la Universidad y del Instituto de Estudios
Canarios, etc., etc., no es de extrañar que cuando la Junta de Gobierno de la Universidad,
al valorar estos hechos, acordó ofrecerle un Homenaje impreso, en forma
de artículos de los que habían sido sus colegas, discípulos y amigos, coordinados
por el Dr. Hernández Perera, a la sazón vicerrector de la Universidad y
discípulo eximio del Dr. Serra, las contribuciones superaran las previsiones más
optimistas. Primero se pensó en un fuerte volumen en 4" menor de unas 700 a 750
páginas aproximadamente; pronto se vio que no sería posible contener las promesas
de materiales en tal marco, y se pasó a considerar la oportunidad de organizar
una edición en dos tomos. Pero cuando llegó el momento de entregar los originales
a la imprenta, fue preciso dividir el Homenaje en tres abultados volúmenes
de más de 430 páginas cada uno, con 1.333 de texto y 44 de láminas fuera de texto,
esto es, un total de 1.377 páginas.
Sin embargo, tampoco los tres tomos que motivan esta reseña fueron suficientes,
pues tenemos noticia que al momento de redactar esta nota está ya en
la imprenta un cuarto volumen, con una veintena larga de artículos, que no será
147
inferior, ni en calidad ni en extensión, a los tres ya aparecidos. De los contribuyentes
a este cuarto tomo recordamos los nombres de Álamo Hernández,
Alemany Colomé, Doreste Velár.quez, García Cabrera, Izquierdo Pérez, Jiménez
Sánchez, Ladero Quesada, Lledó Iñig^o, Millares Cario, Muñoz Jiménez, De la
Nuez Caballero, Pellicer Catalán, Pérez Minik, Régulo Rodríguez, Rodríguez
Maffiotte, Siemens Hernández, Trujillo Carreño, Westerdahl Oramas, entre otros.
Y dado el número de personas que mostraron interés en participar en el Homenaje
y que por uno u otro motivo no pudieron entregar a tiempo sus trabajos, no
es exagerado afirmar que todavía un quinto volumen de extensión similar no hubiera
sido capaz de contener tanto reconocimiento devoto.
Hacer una reseña critica de los tres tomos ya editados es tarea de todo punto
imposible, no solo por la diversidad de temas —desde la petrología hasta la filosofía,
pasando por la geología, la geografía, la prehistoria, la historia, la literatura,
la lingüística, la química, la religión, el folklore, la sociología, el derecho,
la agricultura, la bibliografía, etc., etc.—, sino porque seria necesaria la colaboración
de numerosos especialistas y disponer de un espacio que REVISTA DE HISTORIA
CANARIA no tiene. Por lo demás, de algunos de los artículos contenidos en
los tres vols. a que ahora nos ceñimos, ya en este mismo tomo de la revista aparecen
recensiones debidas al propio Dr. Serra, por tratarse de aportaciones al
periodo de la historia de las Islas al que el homenajeado ha dedicado atención
preferente. Asi y todo, vamos a traer aquí un índice de los trabajos que, de una
u otra manera, significan una contribución a los temas habituales de nuestra revista.
Por tomos y autores, son los siguientes:
TOMO I
Alvarez Delgado, Juan, Problemas de Atis-Tirma y Umiaya (pág. 133)
Alzóla, José Miguel, El manuscrito de fray Juan de Medinilla (pág. 149)
Armas Ayala, Alfonso, El cuento literario en Canarias (pág. 167)
Benito Ruano, Eloy, Nuevas singladuras por las Canarias fabulosas (pág. 201)
Béthencourt Massieu, Antonio de, Canarias, Berbería e Inquisición, 1578-16W.
Aportaciones para un estudio (pág. 223)
Bonnet y Suárez, Sergio F., El capitán Dionisio Grimán, fundador de pueblos en
Venezuela (pág. 249)
Borges, Analola, 5em6/anza </e/genera//4^(ísíin Delgado, héroe de la conquista
indiana (pág. 267)
Bravo, Telesforo, La situación afro-atlántica de Canarias (pág. 323)
Marrero Rodríguez, Manuela, Los procuradores de los naturales canarios (página
349). Véase reseña en la pág. 118 de este tomo de RHC.
Pérez Vidal, José, Esbozo de un estudio de la influencia portuguesa en la cultura
tradicional canaria (pág. 369)
Pérez Voituriez, Antonio, La conquista de Canarias i¡ el Derecho internacional.
Reflexiones sobre una interpretación (pág. 391)
148
TOMO II
Camacho y Pérez-Galdós, Guillermo, La iglesia parroquial de Nuestra Señora de
la Concepción del Realejo de Abajo (pág. 9)
Cioránescu, Alejandro, Dos documentos de Juan de Béthencourt (pág. 71). Véase
reseña en la pág. 122 de este tomo de RHC.
Cortés Alonso, Vicenta, Los cautivos canarios (pág. 135)
Diego Cuscoy, Luis, La covacha del Roque de la Campana (Mazo, Isla de La
Palma) (pág. 149)
Fernández, David W., El almirante canario Antonio Fernández Rojas (pág. 163)
García y Bellido, Antonio, Sobre las ánforas antiguas de Canarias (pág. 191)
Guimerá Peraza, Marcos, Murphy y el final de su diputación a Cortes (1823) (página
209)
La Rosa Olivera, Leopoldo de. La pequeña historia (pág. 319)
Lorenzo-Cáceres, Andrés de. El General Morales solicita un Titulo (pág. 319)
Lozano Cabo, Fernando, Características zoogeográficas de la fauna ictiológica del
banco pesquero sahariana mauritano y del Archipiélago Canario (pág. 383)
Martínez de la Peña y González, Domingo, El alfiz en la arquitectura canaria (página
407)
Menéndez Rodríguez, Jorge, Algunas notas sobre la introducción y desarrollo del
cultivo y comercio del plátano en las islas Canarias (pág. 423)
TOMO III
Parejo Moreno, Manuel, Sobre la personalidad profunda del insular canario (página
91)
Peraza de Ayala, José, Los moriscos de Tenerife y los acuerdos sobre su expulsión
(pág. 107)
Pinto de la Rosa, José María, Apuntes para el estudio de las antiguas fortificaciones
de Santa Cruz de Tenerife (pág. 171)
Régulo Pérez, Juan, Venta de la jurisdicción de los lugares de Argual y Tazacorte
durante el reinado de Felipe /l/(pág. 189)
Roméu Palazuelos, Enrique, Beatriz de Bobadilla (pág. 215)
Ruiz Álvarez, Antonio, La descripción de las Islas Canarias en 1656 por el geógrafo
real Sansón d'Abbeville (pág. 245)
Ruméu de Armas, Antonio, Mallorquines en el Atlántico (pág. 259). Véase resena
en la pág. 121 de este tomo de RHC
Salvador, Gregorio, La Palma y La Graciosa, sustancias novelescas (pág. 295)
Schwidetzky, Use, Groupes sanguina et histoire des populations aux iles Cañarles
(pág. 331)
Steffen, Max, Sobre algunos nombres vulgares de Ricinus communis L. y Euphor-bia
Lathyris L. (pág. 339)
Tarquis Rodríguez, Pedro, Construcciones en Santa Cruz de Tenerife. Las casonas
del XVIII (pág. 347)
149
Trujillo Rodríguez, Alfonso, Algunos aspectos económicos del Valle de La Oro-tava
en el siglo XVIII (pág. 397)
Verlinden, Charles, Le role des Portagais dans l'économie canarienne au debut
du XVh siécle {pkg. 411)
Vives Coll, Antonio, La Escuela de Comercio de Tenerife (1946-1964) (pá^:. 427)
Witte, Charles-Martial de. Un faux en indulgences pour la conquéte des iles Ca-naries
(1411-1414) (pág. 441). Véase reseña en la pág. 122 de este mismo
tomo de RHC
Esta relación de temas directamente enlazados con los habituales en RHC,
que hemos querido traer aquí como un servicio bibliográfico a nuestros lectores,
no cubre, ni con mucho, la nómina de ilustres maestros e investigadores, tanto
de las Islas como de universidades peninsulares, europeas y americanas y de otros
centros, cuyos trabajos integran los tres tomos. Pero ni por su tema ni por su número
nos es posible siquiera citarlos individualmente.
Con todo, y antes de terminar, sí queremos indicar que muchas de estas contribuciones
han aportado información histórica de tal novedad e interés, que el
Homenaje es desde ahora libro de consulta obligada para cuantos se interesen
por la historiografía canaria. Por citar solo algunas para la primera época de
nuestra historia, la más conocida y a la que casi parecía que ya nada de sustancia
se podría añadir, destacamos las contribuciones de Cioránescu, Ruméu de Armas
y De Witte, que han colmado documentalmente puntos oscuros y muy controvertidos
de nuestro pasado de los siglos XIV y XV.
Por último, digamos que el tomo I se abre, además de la presentación del
Homenaje por el Rector Magnífico de la Universidad, Dr. Hernández Perera, y
el Curriculum vitae y bibliografía del Dr. Serra, redactado por el que suscribe,
con la última lección del Maestro catalán y canario (don Elias nació en Baleares,
se formó en Gerona y Lérida, estudió en la Universidad de Barcelona y es Hijo
Adoptivo de La Laguna y Predilecto de Tenerife), titulada El hombre y las fuerzas
motrices: el molino de viento, de gran valor para el conocimiento general del
tema y para el particular de la implantación de los molinos de viento en Tenerife,
con documentación tinerfeña de primera mano. (En la página 138 publicamos
una reseña de una versión anterior de este trabajo.)
Nunca antes se había dado en Canarias un homenaje tan vasto y significativo;
pero nunca antes la Historia de Canarias había recibido un impulso tan fecundo
y generoso. A tal Señor, tal Honor.
Juan RÉGULO
150
La Flor de la Marañuela. Romancero General de
las Islas Canarias. Editado por DIEGO CATALÁN, con
la colaboración de MARÍA JESÚS LÓPEZ DE VERGARA,
MERCEDES MORALES, ARACELI GONZÁLEZ, MARÍA VICTORIA
IZQUIERDO y ANA VALENCIANO.—Lo publica el «Seminario
Menéndes Pidal» de la Universidad de Madrid
con ayuda del Cabildo Insular de Tenerife.—Madrid,
Seminario Menéndez Pidal y Editorial Credos, 1969.—
2 tomos de 17X24,5 cms. con X + 366 y V I I I+
265 pág-s.—Precio: en rústica 700 y en tela 800 ptas.
Seg-urainente pocos libros de los editados en 1969 habrán contribuido a
conmemorar el centenario del nacimiento de don Ramón Menéndez Pidal como
esta edición monumental del Romancero General de las ¡slas Canarias, en el
que el mismo don Ramón empezó a interesarse ya en 1903 y al que dedicó un
primer artículo en «Diario de Tenerife» el 29 de enero de 1904, y todavía otro,
acaso el último, en «Anuario de Estudios Atlántico», I, 1955, 3-10, para alentar
la actividad recolectora que se había iniciado en el Seminario de Lenguas Románicas
de la Universidad de La Laguna y cuyo primer fruto fue el opúsculo de
Mercedes Morales y María Jesús López de Vergara titulado Romancerillo Canario.
Catálogo-Manual de Recolección, Universidad de La Laguna, «Biblioteca
Filológica» [1955], 66 págs. sin numerar. Un nieto de don Ramón, don Diego
Catalán y Menéndez Pidal, que fue catedrático de la Sección de Filología Románica
de la Universidad de La Laguna durante unos diez años a partir de 1955,
decidió acometer la empresa de recoger y estudiar el mayor número posible de
romances canarios, para lo que tuvo en cuenta las aportaciones y colecciones ya
existentes, a las que añadió las versiones resultantes de otras búsquedas que el
mismo Catalán puso en marcha, a través de sus alumnos, colegas y amigos, y las
de sus investigaciones y encuestas personales.
En una bien elaborada introducción al libro objeto de esta reseña, que titula
El Romancero de Canarias. Notas históricas, el Prof. Catalán, a través de
46 densas páginas, nos narra el desarrollo de los trabajos en torno a la formación
de este romancero y las conclusiones a que ha llegado. Esta pieza, reveladora
de pormenores históricos que hubiéramos creído inefables en letras de molde
(cf., p. e., la nota 23 a la pág. 10), escrita con la galanura y lucidez características
de los mejores corifeos de la escuela de Menéndez Pidal, es, al menos desde
nuestro punto de vista, de una lectura verdaderamente atrayente y sugestiva.
Divide su editor el libro en diez «flores» o partes, en una bella metonimia
que juega con el verso del responder que da título a la obra. El primer tomo
está todo dedicado a Tenerife, y su Primera Flor comprende versiones colectadas
por R. Menéndez Pidal con la colaboración de M. García Blanco y M. R. Alonso,
que fueron recogidas en su día por J. Béthencourt, A. Espinosa, L. de la Rosa,
R. de la Rosa, F. García Fajardo, J. Peraza de Ayala y otros; la Segunda Flor
consta de versiones coleccionadas por María jesús López de Vergara; la Tercera
151
Flor trae las versiones ecopiladas por Mercedes Morales, y la Cuarta Flor, la
versiones aportadas por L. Diejfo Ciiscoy, L. González de Ossuna, S. Sosa, L.
Pérez Gonzá'ez y M. V. Izq lierdo. El seijiindo tomo, dedicado al resto del Ar-chipiélajfo,
se abre con la Quinta Flor, dedicada a La Palma, con versiones coleccionadas
por José l'érez Vidal; la Sexta Flor, también de La Palma, trae las
versiones recogidas por J. Régulo, S. Sosa y L. Péiez González; la Séptima
Flor, para La Gonera, contiene ejemplares coleccionados por R. Menéndez Pidal,
L Ascanio y M. J. López de Verg-ara; la Octava Flor, referida a El Hierro, nos
da piezas recogidas por R. Menéndez Pidal, J. Pérez Vidal y M. J. López de
Vergara; la Novena Flor, de Gran Canaria, contiene versiones coleccionadas por
S. Sosa, F. Tarajano, C. Santana y L. Pérez González; y la Décima Flor, para
Lanzarote, Fuerteventura y La Graciosa, comprende versiones recogidas por S.
Sosa, L. Pérez González, S. Robayna, M. V. Izquierdo y M. J. López de Vergara.
Tres índices —de temas, de localidades y recitadores y de colectores— redondean
este libro y lo hacen de fácil manejo. Si a esto añadimos que toda la obra se
organiza con un aparato filológico de la mejor calidad, ya no podemos hacerle
elogio mayor.
Al principio de libro, el Dr. Catalán indica que «esta Flor de la Marañada
aspira a ser, simplemente, la 'Primera Parte' del Romancero General de la Islas
Canarias [ . . . 1 Confiamos, por tanto, que la publicación de esta Flor de la
Marañiiela esti.nule la actividad de otros amadores de la tradición romancística,
a fin de que, muy pronto, sea posible añadir una 'Segunda Parte' al Romancero
General de las Islas Canarias^. E invita a posibles interesados a que se dirijan al
«Seminario Menéndez Pidal», escribiendo por medio de Ana Valenciano, Arturo
Soria 320, Madrid 16.
En la nota 122, pág. 43 del primer tomo, el editor lamenta haber tenido que
prescindir, por pérdida, de una colección, inédita, con 19 versiones de Tenerife.
Pero sabemos que no fue solo esta la única serie perdida, ya que el que suscribe
facilitó a la Srta. Izquierdo, citada como colaboradora para varias 'flores', cinco
de sus libretas con romances recogidos en La Palma, que se extraviaron asimismo
durante la redacción ile la tesina de licenciatura de dicha señorita. Por ello
es de la mayor urgencia coleccionar y beneficiar la mayor cantidad posible de los
romances que aún se conservan en la tradición oral —ya, desgraciadamente, muy
precaria— y otros que acaso figuren, olvidados, en papeles de desvanes y otros
apuntes, a fin de que se convierta en realidad el generoso proyecto del Prof.
Catalán.
Réstanos solo congratularnos de que esta bella edición se haya podido llevar
a cabo con la colaboración de tantos universitarios canarios y no canarios, de
la Universidad de La Laguna, del Cabildo Insular de Tenerife, del «Seminario
Menéndez Pidal» de la Universidad de Madrid, de la Editorial Credos, todo bajo
la égida espiritual del gran patriarca de la filología española don Ramón Menéndez
Pidal y gracias al entusiasmo y competencia de su ilustre nieto.
Juan RÉGULO
152
MANUEL ALVAR, Estudios Canarios, I, Las Palmas,
Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria,
1968 [de hecho 1969].—15,5 X 24 cms., 157 pkgs-
+ 6 láms. fuera de texto.—Sin indicación de precio.
Al Prof. Alvar, messori indefesso de la filología hispánica, el Cabildo Insular
de Gran Canaria le ha editado, con la pulcritud a que nos tienen acostumbrados
los libros al cuidado de Ventura Doreste y Alfonso Armas —a quienes
este va dedicado—, un volumen que lleva por titulo Estudios Canarios, I,
donde su autor agrupa diversos trabajos relativos al español de las Islas, anteriormente
impresos en varios lugares y circunstancias. Los que nos interesamos
por estas materias, nunca agradeceremos bastantes al autor y a la entidad editora
esta reedición, tanto más que algunas de las monografías contenidas en el libro
eran de muy difícil acceso para su consulta.
Pero el Prof. Alvar no se ha limitado a la reproducción mecánica de sus
trabajos, sino que a todos y cada uno les ha dado un aire nuevo, bien por supresión
de párrafos ocasionales, como en el caso de El español de las Islas Canarias,
impreso primero como prólogo al Cuestionario del Atlas Lingüístico y Etnográfico
de las Islas Canarias, editado en La Laguna en 1964, y aparecido también
en «Revista de Filología Española», XLVI, 1963, 165-170 —la disparidad de fechas
se debe a que RF£ aparecía en aquella época con gran retraso—, bien por
nueva redacción y redistribución del tema, por ejemplo El español de Tenerife.
Cuestión de principios, que, publicado inicialmente en «Zeitschrift für romanische
Philologie», LXXXII, Tübingen, 1966, 507-548, ahora aparece desglosado en ocho
capítulos, titulados así: Geografía y sociología lingüísticas en el español insular;
La -a de los plurales; Sobre la ce postdental; Notas sobre el yeísmo y la oposición
de elle y ye; Tres casos de polimorfismo fonético; Poesía tradicional y morfología;
Nosotros, nos ^-^ losotro(s), lo(s), y Áreas de dos terminaciones verbales. Y añade
el Dr. Alvar: «La originalidad de mis aportaciones, si alguna hay, quiero que se
encuentre en las páginas que ahora imprimo» (pág. 131). A Goro y Mago, que
aparecieron en Homagiu lai lurgu lardan, Bucarest, 1958, 15-19, hace ahora el
autor amplias adiciones. Etcétera.
Si hemos sido tan prolijos en detallar estas circunstancias de novedad, ello
se debe a que recensiones de algunos de estos trabajos que tuvieron asiento en
RHC ahora han de ser contempladas a la luz de las precisiones y nuevos materiales
que les ha incorporado su autor.
La arquitectura del libro, estructurada bajo los rubros de Problemas de
historia y método. Cuestiones fonéticas. Observaciones morfológicas y Notas
sobre etimología y léxico, se completa con referencias bibliográficas e índices de
autores, de temas, de palabras y general.
Los estudios de dialectología, nacidos bajo los auspicios de los neogramá-ticos,
lo mismo que los de geografía lingüística, se convirtieron, a partir de 1900,
en los ejes directrices de la investigación lingüística, fertilizando y desarrollando
153
muchas concepciones del estudio de la lenjjua, como el polimorfismo, la sociología
lingüística, etc. Gilliéron en Francia y Bartoli en Italia figuran entre los más
eminentes de sus fundadores. Hoy por hoy esta es la parte de la lingüistica más
anclada en las antiguas tradiciones, y su actividad no ha roto con el pasado, como
ha hecho, por ejemplo, el estructuralismo. Y debemos decir que esta continuidad,
que nunca ha dejado de ser fecunda, cae en el campo de nuestra simpatía. Son
estos unos dominios en los que el Prof. Alvar es maestro eximio y a los que ha
dedicado un bello libro, titulado EsfriiciiiraUsmo, geografía lingüistica y dialecto-logia
acíua/(Madrid, Credos, 1969 [ = 1970]), con cuyas líneas maestras hacemos
tercio. Y una prueba más —y eminente— de la fertilidad de estas corrientes, con
su metodología, nos la dan las consecuciones de este investigador en sus Estudios
Canarios, publicación que no debe faltar en la biblioteca de todo interesado en
un mejor conocimiento del español hablado en nuestro archipiélago.
Juan RÉGULO
JOSÉ PÉREZ VIDAL, La xnvienda canaria, en «Anuario
de Estudios Atlánticos», XIII, Madrid-Las Palmas,
19b7, 41-73.
lo., Comportamiento fonético de los portuguesismos
canarios, en «Revista de Dialectología y Tradiciones
Populares», XXIV, Madrid, 1968, págs. 219-252.
ID., Aportación portuguesa a la población de Canarias,
en AEA, XIV, 1968, 41-106.
ID., Poesía tradicional canaria. Las Palmas, Eds.
del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria, 1968
(=1969).—15,5 X 24 cm„ 170 págs.
ID., Esbozo de un estudio de la influencia potugue-sa
en la cultura popular canaria, en Homenaje a Elias
Serra Rafols, I, La Laguna, Secretariado de Publicaciones
de la Universidad, 1970, 369-390.
El etnólogo cabal, doblado de filólogo y de historiador, que es el Dr. Pérez
Vidal, sigue dándonos, en continuidad y frecuencia admirables, los resultados de
sus investigaciones acerca de uno de los temas en que es especialista: las relaciones
humanas entre Canarias y Portugal (incluidos sus archipiélagos de Azores y
Madera) y la interpenetración cultural que informa tales relaciones. Esta parcela
de nuestro devenir histórico, sobre la que armamos, hace ya muchos años, nues-trros
primeros escarceos lingüísticos —y a la que, por tanto, nos liga una simpatía
entrañable—, es el quicio sobre el que giran las cinco contribuciones que encabe-
RHC, 10
154
zan esta nota, aunque no todo en ellas es simbiosis canario-portujíiieía, pues la
curiosidad cientifica de Pérez Vidal otea en todas direcciones y compara los hechos
luso-isleños con sus afines de todo el ámbito hiípánico, a través de una admirable
erudición bibliojfráfica.
Y acaso por nuestra citada afección al tema, por nuestra familiaridad con los
hechos presentados por Pérez Vidal, siempre pensando en hacer sendas recensiones,
con el desarrollo y pormenor a que el tema de cada trabajo nos invitaba
(como en su día hicimos con su edición de SEBASTIÁN DF. LUCO, Colección de voces
y frases provinciales de Canarias, en el tomo XIII, 1947, págs. 243-259 de
esta revista), hemos ido dejando para mejor ocasión dar ci;tn1a c'e los logaros de
nuestro buen amig-o y paisano. Pero todo tiene su limite. Y aun a costa de pasar
muy someramente sobre cada una, no queremos dejar de informar a nuestros lectores
de la existencia de estas monografías y de su andadura cientifica. Para ello,
vamos a ceñirnos solo a los cinco títulos que hemos leído por último, conscientes
de dejar, por su distancia en el tiempo, otras piezas interesantes, como Folklore
infantil canario. Cantos y juegos de plaza, «El Museo Canario», 1960; Las Canarias
vía de introducción de portuguesismos en América, en Actas do Coloquio de
Estados Etnográficos, Porto, 1960; Pico, pico, melorico . . ., AEA, VIII, 1962;
¿Dónde está el agua?.. . ¿Dónde está el buey?. . . , RDTP, XIX, 1963; El balcón
de celosía y laL ventana de guillotina, RDTP, XIX, 1963; La ganadería canaria,
AEA, IX, 1963; Arcaísmos y portuguesismos en el español de Canarias, RHC,
XXIX, 1963-1964; Influencia portuguesa en la toponimia canaria, RDTP, XX, 196^!;
Influencias portuguesas en la cultura tradicional marinera de Canarias, en Actas
do Congresso Internacional de Etnografía, Lisboa, 1965; La décima popular,
RDTP, XXI, 1965; La industria tabaquera española, a través de las fábricas de
Sevilla, Madrid, 1966; Clasificación de los portuguesismos del español hablado en
Canarias, en V Coloquio Internacional de Estados Luso-Brasileiros, Coimbra,
1966; Arabismos y gaanchismos en el español de Canarias, RDTP, XXIII, 1967;
Fenómenos de analogía en los portuguesismos de Canarias, RDTP, XXIII, 1967;
Talavera, apelativo de loza, «Olaria», 1, Barcelos (Portugal), 1968; Dos ruedas asturianas
de alfarero, «Revista de Etnografía», XI, Porto, 1968; etc., pretericiones
por las que sinceramente pedimos disculpa al lector y al autor.
Comportamiento fonético . . . es, según nos dice Pérez Vidal, un anticipo de
un libro suyo en preparación sobre la influencia portuguesa en Canarias. Después
de un apartado dedicado a las circunstancias históricas, el autor nos habla
de la españolización del portugués, seguidamente pasa a exponer el tratamiento
de las vocales tónicas, átonas, diptongos decrecientes, y a continuación nos
da el comportamiento de las consonantes, con la confusión de las fricativas y la
situación de la consonantes iniciales, internas, finales y dobles o agrupadas. No
podemos detenernos en muchos fenómenos que nos invitan a ello; pero diremos
que grelo 'grillo de las papas' es más general en La Palma que grieto, también
usual, según nuestras encuestas; que en la misma isla plaguento alterna con pla-guiento
para 'maldiciente'; en La Palma, como en gall.-port., se usa arrotar y no
155
arotar 'eructar', que Alvar recosje para Tenerife y que nunca hemos oído; para
las formas can. actuales sorrihar y sorriba, es corriente en las zonas rústicas de
La Palma siirrihar y surriba como en port., en alternacia semejante a morir/miirir
cogió/citgió, etc. que allí coexisten. El trabajo, rico de información, viene avalado
por una copiosa bibliografía de las principales fuentes usadas.
La vivienda canaria, que el autor subtitula Datos para su estudio, es, hoy por
hoy, la más preciosa monografía que conocemos acerca del tema. Desde las
viviendas elementales constituidas por las cuevas haljitación, herencia de los canarios
prehispánicos, pero dobladas de las prácticas de los pobladores peninsulares,
que asimismo conocían esta forma de vivien ia, pasando por la choza y las
diferentes casas (pajiza, terrera, etc.), con su cocina, dependencias (aljibe, patios,
alpende, etc.), tanto de uno como de dos pisos, rurales y urbanas, hasta las buenas
viviendas ciudadanas, con sus balcones, destiladeras, ventanas de guillotina,
etc., Pérez Vidad, apoyado en su feliz erudición y con una riqueza informativa, a
veces sobre títulos apenas asequiebles, pero que él sabe exhumar, nos presenta
una descripción que nunca podremos agradecerle como se merece, dado que
muchos de los elementos descritos viven ya una vida muy precaria, cuando no
han desaparecido . . . Innúmeros son los problemas que el autor somete a nuestra
consideración, desde el desafío de la palabra singuisarra 'marco de madera de
una puerta' (que hasta ahora se ha resistido a mostrarnos su étimo y su posible
evolución semántica, pues, conocida también en Andalucía y en América, en cada
lugar tiene una significación distinta), hasta los orígenes de los balcones canarios,
que encuentra en el mundo árabe, aunque ahora hay que reconsiderar este origen,
en vista de los hechos expuestos por el Dr. Serra y lo dicho en un trabajo de don
Pedro Tarquis, con los que el Dr. Serra presentó una comunicación al Instituto
de Estudios Canarios, de la que los diarios de Tenerife dieron una breve referencia
y el anuario del Instituto del curso 1970-1971 publicará un resumen sustancial.—
El articulo de Pérez Vidal está bellamente ilustrado con fotografías bien
elegidas y dibujos de linea ad /loe.
Aportación portuguesa a ¡a población . . . . como su nombre indica, es una
monografía histórica, bien documentada, sobre todo para los primeros tiempos,
a raíz e inmediatamente después de la conquista e incorporación de Canarias a
España. Para ello el autor divide el tema en dos grandes épocas: siglos XIV-XV
y siglos XVI-XVIII. Esta segunda época sería mejor referirla solo a los
siglos XVI-XVII, hasta 1640, cuando Portugal se independizó, porque a partir
de esta fecha la llegada de portugueses a Canarias cesó en su forma masiva, y
si todavía vienen algunos, su número es ya apenas apreciable y no superior al
de otras naciones europeas, por ejemplo Irlanda. Leopoldo de la Rosa ha estudiado
el poblamiento de Icod y Daute en el siglo XVI (cf. «Estudios Canarios»,
XIV-XV, 1968-1970, págs. 35-43) y hallado por lo menos un 80 "/o de habitantes
portugueses. Estamos convencidos de que para muchas otras comunidades canarias,
de Tenerife y La Palma sobre todo, porcentajes semejantes serían normales,
156
si hubiera documentación adecuada, porque ios libros sacramentales no siempre
son todo lo explícitos que seria de desear, y para algunos lug^ares no disponemos
actualmente ni siquiera de esta documentación antig^ua, Al final de su trabajo,
el Dr. Pérez Vidal nos da una relación de oficios, profesiones y carg-os detenta-tos
por portugueses, de los que hay noticias documentales, y enumera hasta 57
diferentes, entre ellos algunos tan curiosos como cajero (de cajas de azúcar),
cañaverero, espadero, esterero, guantero, pajarero, tangomango (en portugués
tangomao 'mercader de esclavos en la costa de África'), etc.
Poesía íradicionol canaria es un hermoso tomo que recoge tres monografías
aparecidas anteriormente: El estribillo en el romancero tradicional canario, publicado
por primera vez en 1948, en Madrid, y después, muy ampliado, en Las
Palmas, en 1949; Santa ¡rene (Contribución al estadio de un romance tradicional),
también publicado por primera vez en Madrid en 1948; e influencias geográficas
en la poesía tradicional canaria, que apareció en Madrid en 1944. En una bella
Nota Preliminar, que se nos antoja debida a Ventura Doreste, al cuidado de
quien, junto con Alfonso Armas, se hizo la edición, se dice:
El misterioso camino que la voz del pueblo ha recorrido en Canarias, desde
las fuentes de Castilla, León o Portugal hasta llegar a las voces recreadoras de
nuestra poesía popular, es lo que Pérez Vidal examina con el celo y seguridad
propios de una indiscutible maestría.
Constituye este libro, pues, un capitulo poco explorado dentro del acervo
literario hispano; porque, como el autor va exponiendo a lo largo de sus páginas,
muchos de los versos oídos, recitados y reelaborados en las Islas son los mismos
que se siguen escachando en otros lugares donde aún perdura el poder creador
de la lengua española. De ahí que el presente libro sobrepase, con máxima autoridad,
las fronteras regionalistas.
Si reiteramos que los tres capítulos vienen acompañados del aparato filológico
que ya hemos encarecido para las monografías anteriores, completamos la
presentación de este cuidadísimo volumen, de lectura cómoda y reveladora. Una
vez más el Cabildo Insular de Gran Canaria se ha hecho acreedor al respeto de
los estudiosos, al ponerles a mano monografías que no era fácil consultar con rapidez
y comodidad.
Esbozo de un estudio de la influencia portuguesa . . . nos presenta un conjunto
de indicaciones, sobre un fondo histórico bien documentado, en las direcciones
de la arquitectura, la agricultura, el telar, el habla, la literatura tradicional y temas
conexos, que siempre nos dejan sabor a poco.
Como puede ver el interesado —y el autor ya adelanta—, se trata, en la gran
mayoría de los estudios citados, de anticipos de un libro general acerca de las
relaciones, interpenetraciones, simbiosis luso-isleñas, que todos los canariófilos
aguardamos con impaciencia, pues, estamos seguros, será algo que hará época en
nuestra bibliografía.
Juan RÉGULO