La cueva sepulcral del Barranco de Jagua, en
El Rosario, isla de Tenerife
Por LUÍ» DIEGO CUSCOY
1. Localización
£1 Barranco de Ja^ua es uno de los llamados en la isla barrancos
de cumbre por tener su nacimiento en la cima divisoria y,
por lo tanto, un curso relativamente largo, si se tiene en cuenta la
distancia que hay de la cumbre al mar en una isla tan montañosa
y bien repartida en dos vertientes como es la de Tenerife.
Los barrancos, aunque generalmente conocidos por un nombre,
llevan varios, que corresponden a los tramos más importantes.
Así, el Barranco de Jagua lleva, por el lugar donde ha aparecido
la cueva a que nos vamos a referir, el nombre de Barranco del
Brezo. Respetamos, sin embargo, el nombre de Barranco de Jagua,
por ser el más importante, aunque a veces nos refiramos también
ai Barranco del Brezo, para fijar con más exactitudí la localización
del yacimiento.
Nace por el paraje denominado Las Rosas, cerca de la línea
divisoria de las dos vertientes insulares, y antes dé entrar en el
tramo del que toma nombre de Los Brezos, pasa por El Cascajal
(La Esperanza), ya dentro del término de El Rosario. Corre en
dirección NW-SE y desemboca por las proximidades de la Punta
de Guadamojete, que queda a su derecha.
La altitud correspondiente al lugar donde ha sido descubierta
la cueva es de 450 metros. El estrato vegetal es el típico de las
xerofítas de la zona baja, que viven a plenitud en esta altura,
[2] 63
debido a que la zona se halla en la vertiente SE de la isla. Abundan,
pues, las plantas crasas, con predominio de nopales y piteras,
y las higfueras.
2. Emplazamiento de la cueva
Está situada en la margen derecha del citado barranco, a una
altura de unos 20 metros sobre el cauce. Ocupa la parte alta de
aquella margen, en una oquedad formada por la estribación muy
erosionada de una colina de conglomerado volcánico.
La naturaleza del terreno nos planteó desde el principio una
serie de interrogantes. El emplazamiento de cuevas sepulcrales
en masas de conglomerado es sumamente raro, pues siempre eran
elegidas en el seno de capas basálticas. La margen izquierda del
tramo denominado Barranco del Brezo es, casi en toda su longitud,
basáltica, y precisamente muy abundante en cuevas. Por la otra
margen no hay cuevas, salvo algunas oquedades de poca importancia.
Sin embargo, entre la base de la colina de conglomerado
volcánico y el fondo del barranco, hay una pronunciada rampa
formada por la disgregación de dicho conglomerado, lo que demuestra
la intensa erosión sufrida. Esta misma erosión es la que
explica el estado en que se halló nuestra cueva en el momento de
ser descubierta.
Con acasión de preparar unos barreaos para la construcción
de unas atarjeas o acueducto, el obrero Miguel Delgado Martin,
desde la parte superior de la orilla del barranco, descendió unos
dos metros para abrir una zanja con el fin de preparar las cargas,
cuando se encontró una covacha. El acceso, desde la parte superior,
era difícil, no sólo por la naturaleza del terreno, sino por no
existir paso alguno hacia la entrada. Sin embargo, el obrero, alongándose,
pudo descubrir la parte inferior de un cuerpo humano que
aparecía cubierto de pieles. Gracias a la rápida intervención del
capataz de las obras y al aviso comunicado a la Guardia Civil del
puesto de La Cuesta, que lo trasmitió a la Comisaría Provincial de
Excavaciones Arqueológicas, pudo hacerse la excavación a escasas
horas del descubrimiento. Esto ocurría el 11 de enero de 1956.
64 [3]
3. Descripción del yacimiento
La covacha del Barranco del Brezo, situada en la cercanías de
El Tablero, término municipal de El Rosario, es solamente la parte
más profunda de una cueva de mayores proporciones, desaparecida
por el derrumbamiento progresivo de aquella marguen. No es posible,
dada la modificación sufrida en aquella orilla, determinar hoy
las características del citado yacimiento. Sin embargo, hay hechos
que confirman el supuesto de ser solamente parte de una cueva de
mayores proporciones:
1.° Se hallaron restos pertenecientes a tres cadáveres, pero
de dos, solamente huesos destrozados: pertenecían éstos a un
adulto y un niño.
2.° El otro cuerpo con señales de momificación —que es el
que nos va a revelar las características de este enterramiento—»
todavía envuelto en pieles, estaba colocado en dirección S-N, es
decir, con los pies dirigidos hacia el exterior. Debido a la erosión
del borde de la cueva, este cadáver había perdido los huesos de
rodillas, piernas y pies. '
Lo que queda de la cueva sepulcral es un cuerpo de contorno
irregular, abierto hacia el N, con una bolsa hacia el W y un fondo
terminado en oquedad angosta y aguda. De la boca al punto más
profundo de esa oquedad —de N a S— mide 2'50 m., y de
E a W, por la parte más ancha de la cueva, 2 m. Su altura es de
175 m. El techo cae a medida que se va hacia el fondo; por su
parte central tiene l'SO m. de altura, y de 0,95 m. por el punto
donde viene a caer aproximadamente la zona destinada a enterramientos
(fig. 1, planta y sección).
La boca de la cueva se abre en arco regular, y la anchura de
su base es de 1*30 m. Las paredes y el techo, con entrantes y salientes,
son de grueso conglomerado rojizo, cuyos detritus cubren
todo el yacimiento, con un espesor que varía, en el piso, entre los
15 y 20 centímetros.
4. Estudio de la zona
Antes de entrar en el estudio de este interesante yacimiento,
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66 [5]
importa detenerse a considerar la zona donde se halla emplazado,
pues de este conocimiento pueden deducirse conclusiones válidas
acerca de las formas de vida aborig'en y, sobre todo, de la ocupación
del suelo con el consiíjuiente aprovechamiento del mismo-
Hemos apuntado la diferencia existente entre las dos márgenes
del barranco: rocosa, basáltica, la izquierda, y de (jrucsos y sueltos
conglomerados, la opuesta. Esto en el paraje donde está la cueva,
pues un kilómetro curso arriba del barranco, e incluso en su curso
inferior, ambas márjjenes son rocosas (lám. 1-2). Mientras la orilla
derecha es generalmente .bija, la opuesta es más elevada y accidentada.
La lám. I-l, en la que se puede ver con claridad el lugar en
que se abre la cueva, sirve también para ilustrar sobre las características
naturales de la margen derecha. Sin embargo, en la
lám. 1-2 se ve la margen opuesta, situada exactamente frente a la
cueva, ya que la fotografía fue tomada desde el exterior del yacimiento.
Esta margen izquierda, además de presentar mayor elevación,
por la existencia de las masas basálticas, contiene numerosas cuevas,
algunas de las cuales pueden verse en la lámina últimamente citada.
Estas cuevas ofrecen condiciones óptimas para ser empleadas como
habitación y, en efecto, así fue. Esto ha sido comprobado a lo largo
de un detenido estudio de aquel borde, pues no ha faltado el testimonio
arqueológico de cerámica fragmentada y de lascas de
obsidiana (tahonas).
Al propio tiempo, ha sido posible determinar la existen'cia de
cuevas destinadas a rediles, algunas de ellas en uso y servicio
hasta nuestros días.
La lám. II-l reproduce el acceso de una cueva de habitación,
modernamente empleada oomo redil. El aparejo pequeño y suelto
que aparece hacia la derecha es obra moderna. Los bloques de
la base pertenecen al sólido paredón protector de la cueva, cuya
entrada era por el centro, entrada hoy disimulada en parte por la
vegetación de cactus y euforbias. En la lám. II-2 se recoge el aspecto
de un redil primitivo, pero que se utilizó hasta fecha muy
reciente. Se advierte la diferencia de los elementos que forman
la pared y que sirven para distinguir la obra primitiva de la moderna.
La entrada está claramente marcada entre los bloques
[61 "
rocosos, que forman parte de la estructura de la cueva, y los que
forman el muro, con lo cual se ve cómo se aprovechaban los elementos
naturales en ayuda de la obra, muy ruda, pero práctica.
De todo lo dicho se deduce que la margen izquierda era el
paraje donde se desarrollaba toda la actividad vital del primitivo
ocupante. Una senda pasaba frente a las cuevas, otra por la parte
superior de la margen y una tercera cerca del fondo.
A la vista de todos estos elementos, tanto naturales como de
acondicionamiento y rudimentaria construcción, es cómo se explica
la existencia de la cueva sepulcral en la margen derecha y su
emplazamiento en una masa de conglomerado. De ese modo, la
necrópolis quedaba fuera de la zona de habitación. Esta zona presenta
todas las condiciones exigidas por un grupo humano primitivo,
ya sean de orden económico o de necesidad de refugio:
cuevas seguras, pastos, agua, rediles para el ganado e incluso una
buena tierra en las mesetas de las orillas para la incipiente agricultura
cerealista.
Y aunque toda aquella comarca anuncia ya la sequedad y, por
lo tanto, el dominio de la vegetación xcrófila de las vertientes
S y SE, en el barranco se desarrollan muchas especies herbáceas
y con la requerida abundancia para el mantenimiento de ganados
numerosos. Los cactus y las higueras, vegetales que se descubren
en algunas fotografías, nada tienen que ver con el paisaje primitivo,
pues estas especies fueron introducidas o difundidas más tarde:
las higueras serían escasas en el tiempo de la conquista y los cactus
se introdujeron siglos después. Las euforbias si que formaban
parte del paisaje primitivo.
5. El enterramiento
Por primera vez en Tenerife se va a poder describir un enterramiento
con el cadáver todavía in situ. Se va a proceder con la
misma minuciosidad que se hizo la excavación. Dadas las circunstancias
que concurrían en este yacimiento y el hecho de haber podido
llegar a tiempo de hacer una excavación cuidadosa, el resultado
fue muy valioso, teniendo en cuenta las zonas oscuras del
mundo aborigen que eran súbitamente alumbradas.
68 [7]
La entrada o acceso a la cueva se logró mediante el auxiliX} de
una cimbreante pasarela, que estaba formada por tablones sujetos
con cuerdas (lám. I-l). Al entraf en la covacha, que se alcanzaba
por su costado izquierdo, lo primero que se descubría era un
fémur saliendo de una masa revuelta de pieles y descansando
sobre unas ramillas secas. Medio cubierto de tierra se veía un
tablón de tea. £1 otro fémur desaparecía debajo de una capa de
tierra fina y conglomerado, materiales que recubrían parcialmente
a la momia. Esta tierra procedía de los desprendimientos de la
propia cueva, pues los guanches no inhumaban sus muertos, como
es sabido. Entre el fémur y el tablón de tea se veían pajuelas,
hierbas secas y ramas finas.
El fémur izquierdo se descubría en su parte superior. Toda
la parte inferior de la momia, con las pieles de envoltura, aparecía
muy deteriorada, pues dada la caída de la cueva, aquélla quedaba
expuesta al viento y a la lluvia, aunque menos al sol, por estar la
cueva emplazada en la parte de la sombra.
Con todo, era posible determinar la colocación de la momia
sobre los tablones: posición decúbito supino y en dirección S-N,
es decir, en el sentido longitudinal de la cueva. La cabeza quedaba
cerca del fondo. Las pieles que cubrían la parte superior
del cadáver estaban mejor conservadas, aunque la cantidad de
tierra que sobre ellas había caído las había roto en varías zonas
(lám.III-l).
Hecha la limpieza cuidadosa de la parte superior de la momia,
se descubrió que estaba envuelta con varías pieles de cabra, finamente
agamuzadas, cosidas en sentido longitudinal, aunque la
costura de unión aparecía rota a la altura del vientre. La rotura
era accidental, ya que originariamente el cosido se prolongaría
hasta los pies —zona hasta la cual llegaría la envoltura—, pues
i* cabeza aparecía también cubierta. Un punto que queda por
aclarar —y que de momento, dada la fragilidad de la piel no es
posible— es averiguar si el cadáver estaba vestido y sobre las vestiduras
se enrollaba la piel que lo cubría exteriormente, o esta
envoltura se ceñía sobre el cadáver desnudo. Éste es un trabajo
de laboratorio que no podrá acometerse hasta que no se pueda
realizar con toda clase de garantías para la conservación del cuerpo
[81 69
en su posición anatómica, teniendo en cuenta que éste enterramiento
va a ser colocado en la misma disposición en que fue hallado,
en una exacta reproducción de la cueva sepulcral.
Volvamos a la momia en la cueva. La envoltura de la cabeza
era independiente de la del cuerpo, y consistía en una piel muy
fina, colocada bajo el cráneo y vuelta sobre la cara para plegarse
debajo del maxilar inferior en doblez que se ceñía al cuello.
La piel que cubría a la momia era de color pajizo, mientras
que la que tapaba el rostro era de color ceniciento oscuro.
El aspecto general de la momia puede verse en la lám. III-2.
En la lám. VII-1 pueden observarse las diversas capas de piel de
la envoltura o sudario, el doblez y la unión de las pieles e incluso
los cosidos para cerrar roturas u orificios naturales de la piel.
Con posterioridad se descubrió el cráneo, para ver si el rostro
conservaba huellas de momificación. Como es fácil advertir, es un
cráneo desnudo, aunque en algunos puntos conserva pequeñas
porciones de cuero cabelludo adherido al hueso. Esta misma lámina
nos ilustra con gran claridad acerca de la colocación del
cadáver en relación con los tablones y yacija sobre los cuales
descansaba. Pero nos parece mejor presentar este interesante
enterramiento por partes, a fin de que quede convenientemente
detallado, ya que es la primera vez que un enterramiento de este
tipo puede ser descrito y relacionado en todas sus partes con la
excavación total del yacimiento. Insisto en la importancia que
todo esto tiene para la etnología aborigen en general y para los
ritos y prácticas funerarias guanches en particular. Aquí la arqueología
no puede ser de ningún modo un fin, sino un medio para
llegar a la reconstitución de las formas de vida del primitivo habitante
de la Isla.
Vamos a referirnos en primer lugar al yacimiento. Retirado
el cuerpo sin moverlo de la yacija, para lo cual hubo que sujetarlo
con cuerdas a los tablones, quedó bajo éstos una gruesa capa de
conglomerado volcánico suelto, de la misma naturaleza que el que
forma la cueva y cubre la parte de barranco por aquella orilla.
Entre el conglomerado de la cueva, debajo y en torno al cadáver,
una tierra fina, carbonosa, con restos numerosos de fauna, probablemente
de la descomposición cadavérica. Cerca del fondo, es
70 [9]
decir, en la parte interior y más profunda de la covacha, cetitena-res
de cabezas de lag'arto, que no tenían relación algfuna con el
enterramiento, ya que se trata, por lo visto, del lugar elegido por
las aves para consumir sus presas. Citamos este hecho, porque los
cráneos de lagarto, y más frecuentemente los huesecillos que los
forman, aparecen dispersos en los yacimientos sepulcrales, y su
presencia podría inducir a tomarlos en consideración sin causa
que lo justificara.
-La potencia del estrato de la cueva, de unos 20 cms., estaba
constituida toda ella por el conocido conglomerado volcánico,
excepto la parte inferior, de unos 10 cms., formada por un piso de
lajas basálticas, en número de seis a lo largo y de cinco a lo ancho
que constituían el embaldosado artificial de la cueva. (Véase en la
fig. 2 el corte de este estrato visto desde la boca y el mismo en el
perfil de la cueva. En esta misma figura se da esquemáticamente
la disposición del cadáver sobre los tablones, con el corte del
estrato).
Por ser un yacimiento en cierto modo intacto a la hora de
proceder a la excavación del mismo, se acometió el estudio del
soporte del cadáver. Este descansaba sobre una capa de vegetales,
de los cuales se han podido identificar las siguientes especies:
cerrillo (gramínea silvestre), tomillo {Micromeria hyssopifolia
W. B.) y tallos secos de cardón {Euphorbia canariensis L.). Láms.
lV-1 y lV-2.
El cerrillo estaba desordenadamente distribuido sobre los
tablones; el tomillo aparecía unido en manojos, preferentemente
en el hueco cervical, y la leña liviana y plana del cardón intentaba
un entramado, con la intención de limitar el cuerpo por los lados
y en la cabeza.
Además de la intención de evitar al cadáver el contacto directo
con la tierra, gracias a los tablones, se le acondicionaba una
blanda yacija de hierbas (lám. lV-2).
£1 cráneo descansaba sobre dos lajas, con lo que aparecía
ligeramente levantado. A esta causa se debe el que no se desprendiera,
dada la sequedad y fragilidad de las pieles de envoltura
y el hecho de estar sueltas las vértebras cervicales y, por
consiguiente, el cráneo (lám. V-1).
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72 ^ [11]
6. Los tablones
La colocación de maderos de tea en los enterramientos guanches
era práctica conocida. Hasta se lleg;ó a hablar de ataúdes.
También era conocida una larga pieza de tea empleada para el
transporte del muerto hasta la cueva sepulcral. Parece ser que su
nombre era chajasco. Solamente se conoce un ejemplar, procedente
de Taburco (Teño), en el NW de la Isla, que se hallaba en
el Museo Villa Benítez y que hoy figura en las colecciones que
custodia el Cabildo Insular de Tenerife.
Pero entre el chajasco y los tablones que se sabía aparecían
en algunos enterramientos faltaba la descripción de cómo dichas
piezas estaban colocadas la relación precisa y exacta entre ellas y
el cadáver y, lo que es tan importante, el carácter de rito o práctica
religiosa que ello pudiera tener.
La covacha sepulcral del Barranco del Brezo ha venido a
suministrar una valiosa información sobre todos esos puntos, hasta
el extremo que en lo sucesivo habrá que hacer referencia a este
yacimiento cuando de enterramientos guanches con cadáveres
sobre maderos se hable.
£1 número de tablones sobre los que descansaba el cadáver
era de cinco, aunque solamente cuatro eran los que soportaban la
momia. El quinto tablón estaba colocado a lo largo y al lado derecho
del cadáver, como queriendo separar el cuerpo de otros
enterramientos. Esta pieza de madera, abierta en parte de su
longitud, ligeramente abarquillada por conservar la curva del tronco,
era la más larga: 1'80 m. de longitud por 0'16 m. de ancho.
Las dimensiones de las otras piezas son: 1'20 x 0'15,1'IO x 075,
ri0x0'06, y 0'89x0'15 m. De estas cuatro piezas la más interesante
es la primera, por presentar un orificio, aproximadamente
rectangular, de 6 cm. de longitud por 4'5 cm. de anchura, practicado
a unos 45 cm. de la cabecera del tablón y hacia el centro
de éste. El otro extremo aparece roto, precisamente en el punto
donde exiltía otro orificio semejante ai descrito (lám. IV-2, tablón
de la derecha).
Estos orificios están excavados con la técnica del doble
bisel, trabajado a un lado y otro del tablón. La utilización de
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[12] 73
instrumentos de escaso filo, o de fíio poco resistente, da bastedad
y rudeza a la superficie cortada, lo que se advierte no sólo en los
orificios, sino sobre todo en los extremos de los tablones. Los
bordes laterales de éstos dan la impresión de haber sido rajados
y someramente pulidos después.
Por las dimensiones señaladas se habrá advertido que, salvo
el tablón colocado al lado del cadáver, cuya longitud sería aproximada
a la de éste, los demás resutan más cortos que la estatura
normal de un hombre. Los tablones quedaban más cortos que el
cuerpo, causa por la cual éste perdió, al quedar sin soporte, su
parte inferior. De los cuatro maderos que estaban bajo el cuerpo,
el mayor de ellos estaba en el centro y los otros tres colocados
uno a la derecha y dos a la izquierda.
Este enterramiento aclara, por lo que se ha visto, el empleo
de los tablones en las prácticas funerarias aboríg^enes; pero queda
sin aclarar, por ahora, la finalidad de los agujeros practicados en
una de las tablas de tea.
7. Ajuar
La filiación del ajuar funerario de las cuevas sepulcrales de
Tenerife es bastante conocida. En la covacha cuya descripción
nos ocupa se hallaron cuentas de collar de barro cocido, dos punzones
y una tabona (lasca de obsidiana). Por el hecho de no
haber sufrido remoción este yacimiento antes de ser excavado, se
han podido aclarar los siguientes puntos:
1.° Número aproximado de las cuentas que componían un
collar.
2.° Procedimiento y material empleado para enhebrar las
cuentas.
3." Colocación del ajuar en relación con el cadáver.
Respecto al primer punto podemos decir que el collar completo
constaba de 89 cuentas. La coloración de éstas es muy
diversa: las hay ocres, en tonos claros y oscuros, pardos de vario
tono, rojo ladrillo, y negro. La distribución de las cuentas según
el color marcaba la intención artística en la formación del coliar.
74 [13]
Respecto a esto hay" otro detalle que es preciso tener en cuenta:
las piezas, excepto una, son discoideas, de diámetros que oscilan
ente 10 y 12 mm. y un grosor que va de los 3 a los 5 mm. Hay,
por lo que se ve, una notable uniformidad. La pieza distinta es
cilindrica, seg^mentada —de tres segmentos—, de color chocolate,
y de 12 mm. de longitud y 7 mm. de diámetro. Se trata de la
pieza de mayor tamaño también; marcan'a con toda seguridad el
centro del collar y se destacaría en el conjunto ornamental del
mismo (lám. VI-1).
Como el collar fue recogido —bastante dispersas sus piezas—
en torno al cuello y entre la tierra que cubría la parte correspondiente
al pecho, no es difícil suponer que este ornamento le fue
colocado al muerto con posterioridad a la envoltura de piel y al
cosido de la misma. El hallazgo de la pieza distinta sobre el
pecho autoriza a suponer que allí venía a-caer el centro del collar,
y que el papel de aquella cuenta era precisamente el de destacar
en el conjunto.
El otro punto, que se refiere al procedimiento y material para
enhebrar las cuentas, quedó aclarado al descubrir que las piezas
iban unas junto a otras, sin separación, como puede verse en la
lám. VI-1, Se sabe también cómo iban enhebradas, porque varios
bloques de cuentas estaban todavía unidos mediante una correilla
(véanse en esta lámina cuentas enhebradas y cuenta segmentada
en la parte superior).
Los dos punzones constituyen dos curiosas piezaí.: una recién
construida y la otra en estado de avanzado desgaste. La primera
tiene 11 cm. de longitud y la segunda solamente 4'5 cm. (lám.
VI-2). Ambas piezas estaban colocadas muy cerca del cadáver,
una a cada lado y a la altura de las muñecas. A la misma altura,
y en el lado derecho, aparecía la única taboha hallada. Es un dato
que consideramos cargado de un gran valor etnológico, en cuanto
que piezas para ser empleadas por las manos son halladas cerca
de éstas, como si se las dejara prontas para el uso. Sin embargo,
no se olvide que los brazos del muerto están firmemente aprisionados
entre las envolturas de piel.
No se ha hallado cetámica, aunque no podemos asegurar su
falta en el yacimiento, ya que dada la destrucción natural sufrida
[14] ^5
en su estructura, la cerámica pudo estar colocada en un punto de
la cueva hoy desaparecido.
8. Conclusiones
La covacha sepulcral del Barranco de Jagua, en su tramo
denominado Barranco del Brezo, ha suministrado interesante información
sobre determinadas formas de vida y ciertas práticas funerarias.
Unas y otras podemos resumirlas así:
1.° La utilización de una cueva en terreno suelto, de conglomerado,
y no como es corriente en una de basalto u otra masa
rocosa sólida, sólo se explica en este caso por estar ocupada por
cuevas de habitación y rediles la margen izquierda del barranco y
cruzar por ella los caminos y sendas habitualmente frecuentados.
Intención de alejar del área poblada la cueva sepulcral.
2." Acondicionamiento con lajas y conglomerado del piso de
la cueva; de este modo, al quedar allanado, se podían colocar en
correcta posición horizontal los maderos de soporte del cadáver.
3." Disposición de una yacija formada por hierbas; entre
ellas, especies aromáticas, como el tomillo; así quedaba el cadáver
descansando sobre esta yacija sin estar en contacto con los maderos
de tea. e i j j j
4 •• Madero perforado por un agujero cuya hnalidad se desconoce
aún en el momento de este hallazgo pero que debe tener
cierta relación con prácticas sepulcrales.
5° Determinación del número de cuentas que componía
un collar, distribución de las mismas y material de piel para
enhebrarlas. , j . . . ,
6° Distribución del ajuar en torno al cadáver, destacando
que el collar aparecía cerca del cuello y los punzones y tabona en
"las proximidades de las manos. , , , ,
Si arqueológicamente el yacitniento tiene indudable interés,
lo tiene también etnológico, y de ahí que hayamos insistido más
en este punto que en el primero, porque la arqueología en cierto
modo es una reiteración, mientras que el descubrimento etnológico
nos acerca un poco más al misterio del aborigen de Tenerife.