Sección arqueológica
Panorama y perspectivas de la arqueología canaria
Por Manuel PELLICER
Los estudios de arqueología canaria, naturalmente, han tenido
sus altibajos. La ingente labor desplegfada no ha sido proporcional
a los escasos frutos obtenidos. La razón radica en que se
ha proliferado demasiado y, frecuentemente con demasiada ligereza.
El fragmentarismo de las investigaciones, la falta de
equipo, de método y de continuidad han retrasado los resultados
positivos. En cuanto a yacimientos y materiales puede decirse
que solo se conocen suficientemente las dos islas grandes, Tenerife
y Gran Canaria. Pero aparte de este aspecto negativo que a
primera vista se vislumbra, existen otros altamente positivos.
La arqueología canaria ha atravesado hasta hoy cuatro fases
diferentes.
La fase inicial, que comienza en el momento de los primeros
contactos con las Islas, ya en el siglo XIV, se caracteriza por un
ambiente de tipo histórico con los relatos de navegantes, viajeros
y cronistas de Canarias, durando hasta principios del siglo XIX.
Estas fuentes, bastante abundantes, presentan prolijidad de detalles
que, si bien nos han servido para penetrar en la vida de la
prehistoria canaria, han contribuido también, por su comodidad,
292
a restar energ^ías a la penosa investig'ación arqueológica. Entre
estas fuentes destacan el relato atribuido a Boccaccio, las descripciones
de Cadamosto y del humanista ing^eniero Torriani del
sigflo XVI, oculta hasta el sig-lo XX, la de Espinosa, las historias
de la conquista de Núñez de la Peña del siglo XVII y la de Abréu
Galindo del siglo XVIII, la obra de Lope de Sosa y la del narrador
Castillo Ruiz de Vergara. A esta fase corresponde la gran figura
de José Viera y Clavijo y Bory de Saint Vincent.
La segunda fase respira el ambiente romántico de la primera
mitad del XIX. Fue una época no solo científicamente estéril,
sino más bien funesta para la arqueología. La sociedad, imbuida
de la teoría rusoniana del buen salvaje, se lanzó a buscar sus
restos con afán coleccionista, destrozando definitivamente lo que
pudo ser rica fuente e interesante documento para la arqueología.
Este espíritu dieciochesco todavía lo vemos asomar esporádico
en la actualidad.
La tercera fase, la más brillante, representa el clasicismo de
la arqueología canaria, que comienza a mediados del XIX y perdura
casi un siglo. El interés científico se despierta, al ser estudiados
los primeros restos humanos. Se plantea el problema de
la antropología y de la etnología canaria, cuya primera síntesis se
debió al francés Sabin Berthelot. Berthelot fue genial y auténtico
profeta, a pesar del lastre de la fase anterior, un tanto ligero pero
con gran visión de los problemas etnológicos. En su copiosa obra
destaca su historia natural de tipo enciclopédico en que se conjugan
la geografía, la geología, la historia, la etnografía y la antropología
física. La historia primitiva canaria toma un nuevo impulso
con las figuras de Boutier y Verrier, Viana, Béthencourt Alfonso,
Sedeño, Hermán, Rodríguez y Bonnet, más conocedor este último
de la historia que de la prehistoria.
Al campo de la etnografía canaria aportó ricos materiales Chil
y Naranjo, fundador de El Museo Canario de Las Palmas en 1879
y primer impulsor hispano de los estudios canarios con talla científica.
El Museo Canario conserva en la actualidad el más variado
y abundante material arqueológico y la mejor biblioteca del
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Archipiélago. Pero seg'ún avanza el siglo XIX los estudios tienden
a especializarse con la figura de Rene Verneau, eminente antropólogo
francés, uno de los creadores del «Institut de Paléontologie
Humaine» de París, que presentó la primera síntesis antropológica
canaria, sólida base sobre la que se montó todo el aparato
posterior. De menor talla, aunque no de menor interés, son los
antropólogos extranjeros Von Luschan, Meyer, Behr, Kalkhof,
Hooton, Tamagnini, Tarquini, Fischer y muy especialmente el
austríaco Wolfel, que representa el momento de transición a la
cuarta fase, Junto con los antropólogos hispanos Barras de Aragón
y Bosch Millares.
Las enigmáticas inscripciones de la Cueva de Belmaco, en
La Palma, conocidas desde 1752 y mencionadas por Viera y Clavi-jo,
fueron publicadas en 1867 y estudiadas científicamente por
Berthelot, a la vez que se descubrían otras inscripciones en El
Hierro, Fuerteventura, Gran Canaria (Barranco de Balos y Cuatro
Puertas) y Tenerife (Anaga). Verneau, recopilados los datos,
distinguió los grabados rupestres de las inscripciones propiamente
dichas, llegando a la conclusión, siguiendo a Berthelot y a
Faidherbe, de su carácter númida y asignándoles una cronología
de la época de Juba el Joven.
El año 1924 significa un jalón importante por la creación de
de la «Revista de Historia», que después se convertirá, bajo la
dirección del Prof. Serra Ráfols, en la «Revista de Historia Canaria
» de la Universidad de La Laguna. Importante ha sido también
la aportación de la revista «El Museo Canario» de Las Palmas,
que viene publicándose desde 1933, aunque con algunas
interrupciones.
La cuarta fase de nuestro panorama se caracteriza por la
organización de la arqueología hispana con la creación de la
Comisarías de Excavaciones Arqueológicas de la postguerra, obra
del Prof. Julio Martínez Santa-Olalla, y con la publicación de una
serie de revistas como los «Informes y Memorias», los «Noticiarios
Arqueológicos» y los «Acta». Estas publicaciones se vieron incrementadas,
en cuanto a la arqueología canaria, por el «Anuario
de Estudios Atlánticos» publicado desde 1945 por el Patronato de
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la Casa de Colón de Las Palmas. Esta nueva organización de la
comisarías afectó decisivamente a Canarias, y la ardua labor de
excavación, estudio y publicación de yacimientos y materiales
estuvo a cargo de los comisarios de zona y provinciales, Profs.
Serra Ráfols y Alvarez Delgado, y Srs. Diego Cuscoy y Jiménez
Sánchez. A parte del nuevo ritmo que tomaban las excavaciones
arqueológicas, la historiografía canaria, capitaneada por el Prof.
Serra, en colaboración con el Sr. de la Rosa, lanzaba una serie de
trabajos cuyo mejor exponente son los volúmenes de las «Fontes
Rerum Canariarum», a la vez que el Prof. Alvarez Delgado investigaba
sobre los documentos relativos a la conquista de Tenerife.
Con los trabajos de los doctores Use Schwidetzky y Miguel
Fuste las investigaciones antropológicas dieron un paso definitivo
en el estudio de los restos de los primitivos canarios, de los que
en los museos Canario de Las Palmas y Arquelógico de Santa
Cruz de Tenerife, se conservan miles de individuos, material
antropológico aumentado por las colecciones del Museo Etnológico
Nacional de Madrid y del Institut de Paléontologie Humaine
de París. Bien puede decirse que los antropólogos han superado
plenamente a los arqueólogos en el estudio de la prehistoria
canaria y han llegado a afinar de tal manera que han podido trazar
antropológicamente la historia de la prehistoria canaria, indicando
tipos humanos, orígenes, distribución e incluso cronologías, de
una manera magistral.
Gomo ciencia auxiliar de la arqueología, la lingüística ha
aportado también desde la postguerra evidentes luces sobre los
cronología de ciertas culturas canarias prehispánicas de origen
norteafricano, sobresaliendo los excelentes trabajos primeramente
de Wolfel con sus teorías sobre el guanche y el beréber y con su
obra Monumenia Lingaae Canariae, así como los de los Profs.
Marcy y Alvarez Delgado, que rivalizaron con diferentes métodos
en altura científica. Tampoco pueden pasarse por alto las obras
de los lingüistas alemanes Giese, Zyhlarz y Vycichl.
Estrecha relación con la lingüística tiene la epigrafía canaria
con bastantes inscripciones halladas y publicadas por Serra Ráfols,
Hernández Benitez, Wolfel, Alvarez Delgado y Diego Cuscoy, a
la vez que se estudiaba el arte rupestre.
295
A pesar del nuevo impulso que recibió la arqueología canaria
desde el año 1940, a pesar de los muchos trabajos de campo, a
pesar de las innumerables excavaciones publicadas como noticias
e informes en periódicos, revistas cientificas, folletos y libros, hay
que confesar, sinceramente, que nuestros conocimientos sobre la
prehistoria canaria no han variado mucho en estos 30 años. Y
es así, que si analizamos el trabajo de Pérez de Barradas titulado
Estado actual de las investigaciones prehistóricas sobre Canarias,
publicado en 1939, y lo comparamos con las síntesis posteriores
de Diego Cuscoy {Paletnologia de las Islas Canarias, 1954 y
1963), de Pericot (Algunos aspectos de los problemas de la Prehistoria
Canaria, 1955), y de otros, observaremos una reiterada
repetición de conceptos refrescados exclusivamente por las valiosas
aportaciones de los profesionales y especialistas en antropología
y en lingüística.
Pero la labor arqueológica no se hace en un día. Gracias a
las precisas informaciones de Serra Ráfols sobre los yacimientos
y materiales últimamente descubiertos en todo el Archipiélago,
gracias a la ardua y meritoria labor del descubrimiento y publicación
de centenares de yacimientos y millares de materiales por
parte de los entonces comisarios provinciales de excavaciones,
Jiménez Sánchez en Las Palmas y Diego Cuscoy en Tenerife, a
quien se debe entre su pingüe bibliografía el fundamental trabajo
Los guanches, magnífica aportación a la prehistoria tinerfeña, y
gracias a una legión de canarios que desinteresadamente aportaron
su ciencia y su ímpetu al renacimiento de nuestra arqueología,
como el Prof. Telesforo Bravo, que aportó valiosos fondos al
Museo Arqueológico del Puerto de la Cruz, los Sres. Hernández,
Roldan, Machín y tantos otros, tenemos ya la base de un gran
estudio.
La quinta fase de la arqueología canaria yo diría que está
comenzando con la reciente creación del Departamento de Arqueología,
Prehistoria y Etnología de la Universidad de La Laguna.
Esta fase está solamente en perspectiva, pero perfectamente
sistematizada. La primera empresa que nos hemos trazado es la
confección de la carta arqueológica del Archipiélago Canario.
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La carta arqueológica de una región es el primer paso que
hay que dar para poder estudiar esa zona. En el Archipiélago
existen ya un número suficiente de yacimientos conocidos, estudiados
o por conocer, y materiales suficientes en los museos y
colecciones particulares, para que pueda ya presentarse la carta
arqueológica. La carta arqueológica es simplemente una representación
objetiva de los yacimientos y de sus materiales con
indicación de situación, procedencia y demás circunstancias pertinentes.
Es una labor fundamentalmente descriptiva.
Para la confección de la carta arqueológica de Canarias
existen una serie de problemas tanto de tipo general como específico,
como el centenario saqueo de los yacimientos; los aficionados
a la arqueología que en vez de favorecer esta ciencia
la dificultan, destrozando el yacimiento y los materiales; el desconocimiento
de la procedencia y circunstancias de hallazgos de
muchos materiales de los museos; la inexistencia de excavaciones
estratigráficas y, en consecuencia, la ausencia de cronología relativa
y comparada de yacimientos y materiales y, finalmente, la
topografía abrupta que dificulta el acceso a los yacimientos.
A pesar de estos problemas, es también cierto que todavía
quedan muchos yacimientos intactos o saqueados, sin estudiar.
Absolutamente, podemos decir que los yacimientos con estratigrafía,
los más importantes científicamente, están intactos. Excepto
la Cueva de Belmaco (La Palma), excavada y en vías de
publicación por Diego Cuscoy, jamás se han excavado yacimientos
estratigráficamente. Si la fragosa topografía dificulta al acceso a
los yacimientos, también los protege del vandalismo.
El método que seguimos consiste concretamente: A) en la recopilación
bibliográfica de todo lo referente o relacionado con la
prehistoria canaria, cuyas copias son ordenadas por autores, materias,
regiones geográficas y yacimientos; B) Inventario de todos
los yacimientos del Archipiélago, indicados en fichas especiales; C)
ficheros de fotografías, planos, croquis y dibujos de los yacimientos
y de los materiales; D) Prospección de yacimientos conocidos
por bibliografía; E) Prospección de zonas desconocidas; F) Excavación
de un número suficiente de yacimientos con estratigrafía
en cada isla para un estudio de estratigrafía comparada.
297
Estos trabajos deben elaborarse rigurosa y sistemáticamente
a base de un equipo bien preparado, de técnicos y científicos y
con unos medios de laboratorio y biblioteca que solo una universidad
es capaz de presentar.
Pero de nada nos valdrá este cúmulo de materiales, si no
conocemos las circunstancias de cómo fueron hallados y, sobre
todo, si no podemos situarlos en el tiempo. Precisamente en este
detalle ha fallado hasta ahora la arqueolog-ia canaria. Todavía no
existe una pieza fechada. Ni el más eximio especialista sería
capaz de fechar ninsíún g-ánig-o guanche, a no ser con un margen
de unos 3.030 años de error. ¿No es esto lamentable? En el
Mediterráneo, en Oriente, o en Europa se fechan culturas de hace
5.000 o 7.000 años con solo un margen de error de doscientos o
trescientos años. Entonces, ¿qué han hecho los arqueólogos en
Canarias? Naturalmente resulta muy emocionante el descubrimiento
de momias guanches, lo cual no deja de ser interesante.
Pero es mucho más científico y urgente localizar yacimientos donde
haya vivido el hombre, con un relleno suficiente para que se
haya formado una estratigrafía, una sucesión de capas habitadas
superpuestas, que podamos levantar una a una y donde podamos
leer la cronología del guanche.
Existe un tópico sumamente repetido y falso de que en Canarias
no existen estratigrafías. Indudablemente su inventor no debió
ser un arqueólogo de campo. Hace unos meses realicé unas prospecciones
en la isla de El Hierro y, como era de esperar, encontré
varias cuevas con varios metros de relleno estratigráfico, que
pueden ser o no fértiles arqueológicamente. Creo que muy pronto
podremos presentar un panorama de estratigrafía comparada
de carácter insular e interinsular. Podremos saber por vez primera
la sucesión de culturas en cada isla y sus respectivas cronologías.
Sabremos en qué momento se pobló cada isla, qué cultura se
impone y cuál es su sucesión o su evolución. Hasta ahora la cronología
de los yacimientos canarios se conoce solo por el análisis
radiactivo del carbono 14 en diez muestras de yacimientos gran-canarios:
Cuevas del Rey (292 + 60 p. C ) , Acusa (437 ± 45 p. C )
Guayadeque (547 ± 60 p. C ) , Cueva de Roque Blanco (680 f'
80 p. C), Agaete (1.008 + 40 p. C), Túmulo de la Guancha
298
1.082 + 60 p. C ) . Como puede verse, a pesar de que el C. 14
se^ún como se toman las muestras no es de fiar, la fecha más antigua
obtenida es de hace 1.677 años. Sin duda, existen en Canarias
yacimientos bastantes más viejos.
En cuanto al origen y a las fechas de penetración de los tipos
humanos prehistóricos canarios, los antropólogos han llegado ya
a conclusiones altamente satisfactorias. Verneau, autor de la primera
síntesis de antropología canaria, distingue un tipo que é!
llama «guanche>, relacionado con el tipo de Mechta el-Arbí,
cromañoide, que hace de sustrato común en todas las islas; un
segundo tipo (semita para Verneau, beréber para Pérez de Barradas),
numeroso en Gran Canaria, La Palma y El Hierro, ausente
en La Gomera y raro en Tenerife, y un tercer tipo negroide. La
Dra. Schwidetzky, después de pacientes estudios, llegó a una
conclusión análoga a la de Verneau, de la existencia en Canarias
de un tipo cromañoide, de cara alta y mandíbula ancha, frecuente
en Tenerife, especialmente en la costa Norte, en La Gomera y en
el centro montañoso y en el S. O. de Gran Canaria, donde se
refugiaría ante la llegada de los mediterranoides. Otro tipo es el
que ella llama mediterranoide, de cara ancha y robusta, frecuente
en la costa N. de Gran Canaria, más civilizado y posiblemente
relacionado con los túmulos de Gáldar. Sin embargo, la investigación
estadística no ha podido comprobar la existencia del tipo
armenoide, alpino, negroide ni braquicéfalo. Estos tipos croma-ñoides
y mediterranoides se encuentran en la prehistoria del N. O.
africano durante el mesolítico y neolítico, aunque no existe una
completa identidad entre ellos, ya que los africanos son más altos
y robustos que los isleños por razones, quizás, de un proceso selectivo.
Lo mismo en el N. O. de África que en Canarias estos
dos tipos humanos persisten en la actualidad. Las investigaciones
de Fuste dedujeron la existencia: 1) Cromañoide, de tipo Mechta
el-Arbí, de la cultura ibero-mauritana de la costa norteafricana;
2) Un tipo euro-africano (el mediterranoide de Schwidetzky),
protomediterráneo o mediterráneo robusto, tipo Ain-Meterchem,
propio del capsiense superior de Túnez y del neolítico del Mediterráneo
occidental, análogo a los actuales tuareg y beréberes;
3) Un tipo mediterráneo grácil frecuente en el Sur de Gran
299
Canaria y mezclado con armenoides y orientaloides; 4) Un tipo
negroide dudoso, existente en La Gomera.
Una pista de interés son las lenguas aborígenes canarias, muy
mal conocidas, pero lo suficiente para poderlas relacionar semántica
y fonéticamente con el beréber, según han demostrado Wol-fel
y Marcy, lo mismo que las inscripciones rupestres del tipo de
las del Julan en El Hierro, identificables con la escritura libica,
esa escritura de las inscripciones numídicas de la época púnica y
romana en el N. de África, supervivientes en los Tifinagh de
los tuaregf.
Los grabados rupestres espiraiiformes, relacionados con los
de la Europa atlántica, sería más prudente unirlos a los norte-africanos,
por razones de identidad y proximidad.
En fin, tendríamos ahora que enumerar y analizar una lista
de materiales arqueológicos y presentar sus relaciones.
Los arqueólogos han distinguido en el Archipiélago dos grupos
de islas, correspondientes cada grupo a cada una de las provincias,
pero la arqueología y la antropología demuestran unas
relaciones entre El Hierro y Gran Canaria que no existen con
Tenerife, fenómeno que también se observa, más atenuado, con
La Palma. Tenerife y La Gomera permanecen en un estado arcaizante,
anquilosado, de subdesarrollo, con un sustrato de población
cromañoide primitiva durante toda la prehistoria, sin que se
haya podido atisbar hasta ahora ninguna evolución ni sucesión
cultural, por falta de excavaciones estratigráficas y por falta de
una carta arqueológica. Gran Canaria, la boya de amarre de las
civilizaciones mediterráneas prehistóricas, pasadas por el tamiz
norteafricano, es el exponente perfecto de todas las civilizaciones
canarias desde la primera inmigración, quizás hacia finales del II
milenio a. C. hasta el siglo XV p. C.
El habitat eslá en función de la geografía. El aborigen canario,
en cualquier momento, vive en cuevas naturales si le son
ofrecidas por la geomorfología en los acantilados y barrancos
(costa tinerfeña. Barranco de Santiago de La Gomera, Guayadeque
de Gran Canaria, Barranco de Tejeleita de El Hierro, Barranco de
300
Garome de La Palma). En las zonas más despejadas edifican sus
casas y necrópolis (Gáldar, Las Cañadas, Puntagorda en La Palma,
Barranco Amuley en Fuerteventura, Casas Hondas en Lanzarote).
Si la roca es toba blanda, el canario abre sus cuevas artificiales
(Cuatro Puertas, Gáldar, Teño). Indudablemente esta diversidad
de habitat ha movido a los arqueóiog'os a establecer relaciones y
cronolog^ías con los consiguientes errores. La cueva natural les ha
hecho apuntar hacia el preneolítico; los poblados de casas, los túmulos
y las cuevas artificiales, hacia el eneolítico y megalitismo
mediterráneo y atlántico. Quien no conoce la formidable pervi-vencia
del megalitismo y derivados norteafricano (Barzinas y Chu-chets
beréberes), tiene que mirar necesariamente a las islas mediterráneas
y a la Europa atlántica de hace 4.000 años.
Sería coveniente borrar esa nomenclatura confusa que no
siempre corresponde a los monumentos así asignados, como ta-góror,
taro, ara de sacrificio, efequén, aimogarén, menhir, cueva
oráculo, betllo, banco votivo, casa de adoración, estela, e t c . .
Lo positivo sería, más bien, hacer los planos con plantas y perfiles,
establecer una tipología, confeccionar mapas de distribución
y, entonces, sería el momento oportuno de tratar de explicarlos
con textos de época de la conquista o por analogía con lo norte-africano.
Monumentos como las Cuevas de Valerón (Guía) afortunadamente
ya no se consideran cenobios para las harimaguadas,
ni para cebar vírgenes, sino más bien graneros colectivos y defendidos
como los del Atlas africano.
Los concheros con sus pies hicieron pensar en el mesolíti-co
europeo, en el asturiense y en los kiokenmodingos nórdicos,
sin tener en cuenta que al guanche del siglo XV pudieran gustarle
los mariscos, arrancados de la roca con picos de basalto y
de obsidiana.
Los escasos y pobres estudios de la cerámica canaria han
llevado también a buscar orígenes y cronologías peregrinas. Basta
pensar en los trabajos sobre las asas vertederos que, procedentes
del Elam, hace unos 6.000 años, llegan a Canarias y viajan rumbo
a América, o en las teorías sobre la cerámica a la almagra y embetunada
del III milenio a. C, en el Mediterráneo, estilos que
todavía persisten en el norte de África. ¿Por qué se relaciona la
301
cerámica impresa e incisa de La Palma con el neolítico inicial del
Mediterráneo (V milenio a. C.) o con el Bronce Atlántico (1.000
a. C.) ?. ¿No sería más prudente preparar un «Corpus Vasorum
Canariorum» como trabajo previo, donde basar un estudio sistemático
sobre oríg'enes, distribución, relaciones, pervivencias y
posibles cronolog'ías?.
Sobre la función de las pintaderas gfrancanarias se ha discutido
mucho. Es indudable que las pintaderas pueden tener varias
funciones según se impriman en barro (sellos), cuero (estampados)
o cuerpo humano (tatuaje). Lo que es imposible es relacionarlas
con lo oriental, lo neolítico ligur y danubiano o con lo
americano, a no ser remota e indirectamente.
Sobre los útiles de piedra no cabe plantear ninguna relación
ni cronología, debido a la deficiencia cualitativa de la materia
prima canaria.
Los molinos barquiformes se utilizaron en el O. africano y
quizás se utilicen aún hoy día, por lo que no es necesario acudir
al E'jipto predinástico, ni al neolítico mediterráneo. Por otra
parte, los molinos circulares, si llegan a la Península en un momento
inmediatamente prerromano, hay que considerarlos en Canarias
sumamente recientes, de influencia medieval, teniendo en
el N. de África paralelos actuales.
Las cuentas segmentadas de barro de Tenerife se ha querido
unirlas a las predinásticas egipcias y a las del eneolítico y bronce
inicial mediterráneo. En mis excavaciones de Egipto y Sudán
las he localizado incluso, aunque vidriadas, en tumbas del s. V y
medievales.
Los idolillos grancanarios, aunque de posible origen remoto
en Oriente y en el megalitismo mediterráneo, sabemos que pertenecen,
al menos en parte, a los enterramientos en túmulos canarios
de hace solo 1.000 años.
Si las relaciones geográficas, lingüísticas, etnológicas y antropológicas
apuntan al N. O. africano, la arqueología canaria no
podía menos que dirigirse directamente también a ese círculo
continental, como hemos visto, aunque los orígenes remotos en
302
tiempo y en espacio sean otros. Estas relaciones son perfectamente
lógicas, si consideramos que entre Cabo Juby y Fuerte-ventura
la separación es solo de 100 Km., siendo ambas costas
visibles entre sí en días claros. Por otra parte, los vientos alisios,
las corrientes marinas N.—S. y los vientos harmatán del Sahara
a la vez que facilitan el viaje a las Islas, imposibilitan el regreso.
En 1966 al Prof. Serra Ráfols pudo manifestar en el V Congreso
Panafricano de Prehistoria una serie de aserciones con las
cuales estoy plenamente de acuerdo:
1) La arqueología canaria, a pesar de haber sido extensamente
estudiada, nos es muy poco conocida.
2) Casi todos los elementos culturales que componen el
acervo material de la prehistoria canaria y que podrían ser un
término de relación, no están sistemáticamente publicados.
3) Desconocimiento de la arqueología y etnografía del África
noroccidental por parte de los aqueólogos que han investigado
sobre Canarias.
4) Abuso de establecer relaciones directas entre el Archipiélago
y la prehistoria del Mediterráneo y del Atlántico, mucho
mejor conocida que la norteafricana.
5) Desconocimiento por parte de los arqueólogos de las
culturas del África negra.
Nota de la Redacción.—Dehíamos incluir en esta sección dos importantes
trabajos de nuestro colaborador don Sebastián Jiménez Sánchez, en los que da
cuenta de exploraciones en difíciles cuevas de los canarios aborigénes; pero la
demora en obtener las indispensables ilustraciones nos obliga a aplazarlos para
el próximo volumen de 1970.—LA DIRF.CCIÓN.
303
Crónica arqueológica y de historia del arte
1968-1969
La organización oficial de control de la arqueologia en estas
islas, como en toda España, ha sido cambiada dentro de estos dos
años que reseñamos. Al sistema de los deleg-ados provinciales y
el delegado de zona o distrito universitario, que estaban a cargo,
respectivamente, de los Sres. Jiménez Sánchez, Diego Cuscoy y
Serra Ráfols, ha sucedido, al cesar en la Dirección General de
Bellas Artes (de que dependía el servicio) don Gratiniano Nieto,
una Inspección General de Excavaciones Arqueológicas única para
toda España y adscrita a la Dirección del Museo Arqueológico
Nacional, de Madrid. Casualmente coincidió el cambio con el
cese por jubilación del que era Delegado de Zona, Dr. Serra.
Unos nuevos Consejeros Provinciales de Bellas Artes, cargo para
el que han sido designados don Jesús Hernández Perera y don
José Miguel Alzóla, no parece que tengan la misión de los desaparecidos
Delegados de Excavaciones.
Debido tal vez a alguna incertidumbre producida por estos
cambios, son pocas las noticias que tenemos acerca de exploración
propiamente arqueológica. Y de la conveniencia de alguna
representación local para contribuir a salvar y valorar los hallazgos,
casi siempre casuales, son buena prueba los hechos que con
justeza evocaba Diego Cuscoy en un interesante artículo de «El
D¡a>, de 9 de junio de 1969, titulado Noticias arqueológicas. Hacía
notar que mientras en torno a algunos hallazgos se da una información
ponderativa y desorbitada, celebrándolos como sensacionales
o únicos, cuando no pasan de habituales, otras veces se silencia el
hallazgo con objeto de venderlo subrepticiamente a algún turista
caprichoso.
De Tenerife sabemos solo que don Luis Diego ha realizado
importantes excavaciones en cuevas sepulcrales de Tegueste y visitó
en la isla baja unos silos, acaso de los que dieron nombre
a uno de sus pueblos, y algún depósito funerario indígena en la
304
misma zona. Varias prospecciones han sido realizadas por el catedrático
de Arqueolog^ía don Manuel Pellicer y sus alumnos.
En Gran Canaria se ha constituido, a iniciativa de don Sebastián
Jiménez Sánchez, una sección arqueológ'ica dentro del Grupo
de Montañeros de aquella isla, y sus adeptos han realizado arriesgadas
exploraciones en cuevas de los barrancos de cumbre, con
el afortunado hallazgo de nuevas pictografías. De estos trabajos
dará cuenta su animador en pág'inas de esta Revista: Cuevas del
Péndulo y de los Palos.
En la isla de Lanzarote realizaron exploraciones interesantes
los hermanos Luis y Manuel Hernández Crespo, antiguos discípulos
de esta Facultad, y don Agustín Acosta Cruz. En la Cueva
de la Mora, entre la montaña de Tahiche y el mar, hicieron unas
catas, que les dieron conchas, huesos y piedras perforadas a modo
de colgantes y algún fragmento de cerámica, lo que depositaron
en el Cabildo, con destino al siempre futuro museo insular. También
en el vasto malpaís de La Corona, en el paraje Las Escamas,
vieron en cuevas vestigios de habitación antigua. Tal vez más ininteresante,
en las inmediaciones de la Quesera de Zonzamas y
en las del mismo Palacio, vieron grabados o incisiones en roca,
de las que obtuvieron fotos, que aquí reproduciremos sin comentario,
si bien creemos en su indudable procedencia aborigen.
Mucho más eco tuvo el hallazgo de los restos de un sepelio
en la misma isla a fines de 1968, en la cueva La Chiflanera, a
unos dos Km. al norte del caserío de El Golfo, junto a la costa,
con doble entrada, por el acantilado y hacia el interior. El cuerpo
se hallaba casi cubierto de carbonato (¿salitre?), falto del
cráneo y solo se retiró de momento la mandíbula, el esternón (del
tipo perforado) y una guedeja de bien trenzado pelo; cerca, un
trozo de tea y, a la salida de la cueva, uno de cerámica. Los
exploradores, un grupo de montañeros y los Sres. Juan Brito,
Estanislao González y Antonio Lorenzo, Delegado Insular de
Excavaciones, extrajeron luego el resto del esqueleto. Hasta los
periódicos de la Península dieron en forma sensacional la noticia
de la sepultura de un gigante.
En Fuerteventura las exploraciones de don Roberto Roldan
se orientaron a los posibles restos betancurianos y en buena parte
••A/ ! !
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fueron de archivo. En las actas del antiguo Cabildo se dispone
periódicamente la limpieza de las fuentes y en fechas entre 1615
y 1629 se menciona la actual Fuente Roche con nombres que
oscilan entre Roche Roche, Rocheroque, Rocharocha y Rocharoca,
perdido desde antiguo el Riche original. También el Sr. Roldan
en el verano de 1968 hizo unas catas en la plaza de la iglesia de
Betancuria, que hallaron a poco más de un metro los restos de
cimiento de un muro de grueso de un m. y de 1,30 m. de altura
sobre la roca viva, de piedra tallada, tomada con arcilla. Sobre
la roca, con una capa de yeso, aparecieron huesos humanos.
De otro lado, con ocasión de una visita a la Isla, don Pedro
Tarquis dio a conocer en «La Tarde», 2 de enero de 1969, la
buena marcha del museo de Fuerteventura, de arqueología y costumbres
tradicionales, en Santa María de Betancuria, creado por
el Cabildo por iniciativa también del Sr. Roldan; contiene piezas
varias, pero el mayor interés está en la sección etnográfica, con
mobiliarios y artesanías tradicionales, bien ambientados.
En nuestra crónica anterior (RHC, XXXI, 1967, p. 194 y ss.
y 8 figuras) Álvarez Delgado daba cuenta y comentaba cierta
excavaciones en roca de la costa marroquí, de las que le había
suministrado fotos Alexis Denis, de Casablanca. El mismo don
Juan Álvarez nos ha facilitado ahora dos publicaciones de Denis:
Stéles et petroglyphes dss Abda-Doukkala, «Bull. d'Archéologie
Marocaine», VII, 1967, p. 161-97, avec 30 planches; y L'auge aux
trois bassins du '^toufri* de Tingui (Maroc), «Antiquités africaines»,
vol. 3, 1969, p. 215-24, París, Éds. du C. N. R. S. Nada podemos
comparar con las estelas, tampoco en realidad con las auges, o
artesas con cavidades comunicantes y aislables con una compuerta,
evidentemente dispuestas para algún proceso industrial. Pero
los que llama Denis petroglyphes, como notaba Álvarez, con sus
cazoletas y surcos («rigoles»), tienen paralelos en disposiciones
análogas de Gran Canaria y acaso otras islas nuestras.
RHC, 20
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Aprovecharemos la ocasión de aludir a museos de antigüedades,
para ver de tranquilizar, en relación con el de Casa de Ossuna,
en La Lag'una, a cierto corresponsal de prensa que no duerme
hace tiempo preocupado por ciertos restos antropológicos que
cree debían figurar en él. Nuestra imformación es puramente
particular y no tenemos noticia de si hay acuerdos de Junta o
Patronato al respecto, ni somos portavoz de nadie. La Casa de
Ossuna, cuando pasó al Patronato y a cargo del Ayuntamiento
de la ciudad, estaba llena de materiales muy varios, entre ellos y
destacadamente, polvo, mugre y residuos de todo orden, que
impusieron uní ordenación y limpieza a fondo: grandes montones
de recortes de prensa, de ropas apolilladas, cueros podridos, etc.
tuvieron que ser eliminados; una momia en descomposición y
cantidad de huesos sin procedencia resultaban incompatibles con
los fines de archivo y biblioteca que se dieron principalmente a
la Casa, y se optó por pasarlos al Museo Arqueológico del Cabildo
Insular, ya que, además, da la casualidad que la ciudad de San
Cristóbal de La Laguna radica en la isla de Tenerife, a todo el
ámbito de la cual, por lo menos, se extiende la misión de aquel
Museo y de la Corporación que lo patrocina y mantiene. En fin,
la entrega se hizo en depósito y bajo inventario, como es costumbre
en tales casos entre instituciones públicas. Como nota curiosa
y folklórica, recordamos que los obreros que trabajaban en la
limpieza y reparación de Casa Ossuna se negaron a proseguir
su labor, ¡si no se eliminaban de su vista aquellos materiales antropológicos!
Un importante acontecimiento para los estudios arqueológicos
canarios tuvo lugar en febrero de 1959 con la reunión en
estas islas del simposio internacional conmemorativo del centenario
de la identificación de la raza prehistórica de Cro-Magnon,
una reproducción del cráneo epónimo de la cual fue traida de París
y ofrecida a nuestro Museo de Santa Cruz. Muchos de los antropólogos
y prehistoriadores europeos y españoles que tomaron
parte en esta reunión habían tenido sus primeros contactos con
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los problemas de nuestra arqueología cuando el V Congreso
Panafricano de Prehistoria y Cuaternario, tenido también en las
Islas en 1963. Ahora, con un marco de estudio más ceñido, se
trató de obtener conclusiones concretas, que de todos modos
siempre penden de ulteriores confirmaciones. Las que fueron
formuladas en solemne sesión de clausura en nuestra Universidad,
presidida por el Rector Magnifico en 21 de febrero, fueron las
siguientes:
1. Llegada a las Islas, aparte de otros, de un grupo croma-ñoide
dependiente de Mechta-el-Arbi.
2. Esta llegada se produce en el ocaso del Neolítico.
3. Cada isla tiene su cultura propia.
4. Hay aportaciones mediterráneas de la primera Edad del
Bronce.
5. Se han dado pequeñas aportaciones saharianas en La
Palma.
6. Aportaciones de tipo beréber.
Por nuestra parte desearíamos matizaciones o precisiones
acerca de varios de estos puntos; pero hay que tener en cuenta
que son resultado de una síntesis de opiniones que no siempre
fue fácil reducir a un asenso común.
En torno a la sesión final se produjeron algunos incidentes,
más bien pintorescos, de parte de elementos que no se creyeron
bastante invitados al Simposio. Esta incomodidad fue reflejada
en una nota periodística de Elíseo Izquierdo en «El Día» de 28
febrero. Pero el valor de la reunión en sus aspectos positivos, y
también en los deficientes, fue bien condensada en una serie de
tres artículos de Luis Diego Cuscoy, en el mismo diario, del 27 febrero
al 3 marzo, bajo el título de Ecos de un Simposio.
En ese mismo mes de marzo tuvo lugar en Mérida el bienal
Congreso Nacional de Prehistoria. A él concurrió el Dr. Serra
Ráfols, que presentó una concisa comunicación de los últimos
hallazgos de cerámica submarina en estas islas, limitada a la presentación
del material, sin enjuiciar su fecha por falta de contexto.
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Se deliberó ampliamente sobre ello con intervenciones de los
Sres. Oliva, Ponsich y Borges García; y el Dr. García Bellido
condensó el juicio más común admitiendo que las ánforas de asas
dobles pueden estimarse antiguas, mientras existen muchas dudas
sobre la posible datación de las anforitas del grupo estudiado por
el prof. Borges García. El Dr. Serra asistió también y se asoció
al solemne homenaje que se rindió al ilustre arqueólogo Dr. Luis
Pericot, antiguo condiscípulo suyo, que alcanzaba ese año la edad
de jubilación en el profesorado, y al cual fue dedicado el Congreso
con tal oportunidad.
En 6 de enero de 1968 el Museo Arqueológico del Cabildo
Insular de Tenerife, que con tanto celo dirige el Sr. Diego Cus-coy,
se vio enriquecido en alto grado con la inauguración de una
nueva sección integrada por una valiosa colección de unas 5.000
piezas de sílex prehistóricas, amén de algunas más de concha y
hueso, procedentes de la zona de Villa Cisneros en el Sahara
Español, donada por el Excmo. Capitán General de Canarias, don
José Héctor Vázquez, resultado de cinco años de exploraciones
sistemáticas. La oferta es de singular importancia y oportunidad,
pues los materiales procedentes de países vecinos o relacionables
con Canarias pueden por similitud o por contraste contribuir a
valorar justamente los nuestros.
Algunos restos aislados, ya procedentes de hallazgos accidentales,
ya de derribos de antiguos edificios, se vienen salvando
un poco al azar. En 16 de enero del 68, don Juan Antonio
Albornoz, el enamorado de los temas náuticos, dedicó atención
en «El Día» al ancla que hace varios años había surgido del fondo
de nuestro puerto. Como sus características coinciden con las
reglamentarias de la Royal Navy británica de fines del siglo XVIII,
no hace falta mucho atrevimiento para pensar que puede corresponder
a alguna de las naves de Su Graciosa Majestad que asal-
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taron en vano Santa Cruz en 1797. Por sí o por no, ha sido un
acierto que celebra Padrón el de instalar esa reliquia de la mar
como adecuado adorno en el jardín de la Comandancia de Marina.
También la mar dio al submarinista don Manuel López Mora,
en la Playa de la Arena, de Puerto de Santiag-o, al SW de Tenerife,
un cañón de hierro de 1,35 m. de largo y peso de 250 k.,
pieza ciertamente antigua, aunque no datable; publicó fotografía
«El Día> del 19 septiembre 68.
De diversas piedras armeras, de mármol o de basalto, se
ocupó don Pedro Tarquis («El D¡a>, 28 agosto 68); proceden del
derribado castillo de San Cristóbal, de la Alameda y del edificio
de la aduana levantado en 1742 y se hallaban todas en el Museo
Municipal. Una de ellas, al parecer el escudo de mármol de la
antigua aduana, ha pasado a la Plaza de España, integrada en sus
jardines.
* * *
En el Puerto de la Cruz se ha procedido a completar el castillo
de San Felipe; decimos completar y no restaurar, pues, como
explicó el arquitecto director de la obra don José Luis Picardo
(«El Día», 3 diciembre 68), el castillo de Garachico ha servido
de modelo para levantar elementos de obra que nunca poseyó
el de San Felipe. No enjuiciamos el caso, pues depende del criterio
que se adopte; en realidad no se trata de venerables reliquias
artísticas, ni que puedan pretender comparación sentimental
con el desaparecido Castillo de San Cristóbal en Santa Cruz.
Entonces...
La ciudad de San Cristóbal de La Laguna, poseyó desde sus
orígenes edificios y obras de empeño artístico, cuyos detalles
quedaron en parte soterrados por «mejoras> posteriores, a menudo
mucho más pobres. Hace años se vio esto al adecentar el
edificio municipal, antiguo Cabildo y Corregimiento, cuando aparecieron
elementos góticos, la lápida de la fachada lateral y la
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misma escalera a ella correspondiente. Últimamente hay que referirse
a varias reliquias todavía más inesperadas: al limpiar los
muros del presbiterio de la iglesia del Hospital de Dolores apareció
un hermoso arco gótico, de positivo valor artístico, aparte
toda consideración histórica; al mismo tiempo en el claustro del
antiguo Convento de Santo Espirito, hoy Instituto Nacional de
Enseñanza Media, apareció otro bello arco ojival, con sus colum-nillas
y capiteles de flanqueo, que sin duda era entrada de una
de las capillas que rodeaban el claustro. Ambos han sido restaurados
en lo posible. Y en otro orden, una antigua tabla (de
236 X 173 cm.) que figuraba en la iglesia de San Sebastián, del
actual Asilo de Ancianos, al precederse a su limpieza por los
restauradores especialistas de la Dirección General de Bellas
Artes de Madrid, destacados en Tenerife, apareció ser un miserable
repinte sobre una pintura gótica, sin duda de limitado valor
artístico, pero de considerable interés histórico, pues lleva la
figura y el nombre de Pedro López de Villera, el que fundó y
dotó aquel hospital al confiar al Cabildo la administración de su
legado testamentario; en las actas de la corporación figura el encargo
y recepción de la obra que tenemos presente (1510-13), si
bien sin nombre de autor.
Esto nos lleva a hablar de esta magnífica obra de restauración
y limpieza de obras de arte que han ejecutado los aludidos restauradores,
Sra. Pilar Leal y Sr. García de Rueda, con ayuda de
un grupo de alumnos de la Escuela Superior de Bellas Artes de
Snnta Cruz. Ea su día nos ocupamos de una primera exposición
de su labor; otra tuvo lugar en diciembre de 1969, en la que
figuraron 33 obras, clasificadas en el catálogo redactado por don
Jesús Hernández Perera. Entre las obras figuraba un gran lienzo
(310 X 217 cm.) de Santo Domingo en Santa Cruz de La Palma,
representando la Santa Cena, firmado en sigla, que el Dr. Perera
ha identificado con la del pintor Ambrosius Francken, de Amberes;
un Andrea del Sarto; las tablas laterales del tríptico de Nava, hoy
de la parroquia de Santa Úrsula; y obras de pintores canarios:
Ramírez, Quevedo, La Oliva, Quintana, Miranda. De esta exposición,
y en general de esta empresa restauradora, se ocupó
Néstor Álamo en «Diario de Las Palmas>, del 16 de diciembre.
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Otras exhibiciones de arte antiguo fueron la de Arte Sacro
en Los Llanos de Aridane, aneja al Congreso Eucarístico Arci-prestal
de junio del 68, en el nuevo ediKcio municipal de g-usto
tradicional canario, por el que hay que felicitar a la corporación
y a su alcalde. Y en mayo del propio año, la monográfica del estimable
pintor y poeta románlico icodense José Cecilio Montes
(1831-72), bien olvidado hasta ahora (biografía por J. M. Pérez
Borges en «La Tarde», 31 mayo 1968).