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UNA EXPERIENCIA DE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA
EN CANARIAS: LA IGLESIA DE LA ASUNCIÓN EN
SAN SEBASTIAN DE LA GOMERA^
Juan Francisco Navarro Mederos*
Departamento de Arqueología y Prehistoria. Universidad de La Laguna.
La iglesia de la Asunción, en San Sebastián de La Gomera, es una
de las construcciones religiosas más antiguas de Canarias, existiendo
referencia a ella a partir del último cuarto del siglo XV, época en la
que se sitúan en dicha iglesia dos importantes acontecimientos históricos
de trascendentales consecuencias: las exequias y entierro de Juan
Rejón, tras su muerte en Hermigua en 1481, y la traición con apresamiento
y muerte o venta como esclavos de gran cantidad de gomeros
en 1489, por obra de Pedro de Vera y Beatriz de Bodadilla.
En su forma actual, el edificio consta de tres naves, tres capillas,
Antepresbiterio y una sacristía adosada a la Capilla Mayor. De todo
ello, se sabía que las naves laterales eran una ampliación del siglo XVII
y las tres capillas del siglo XVIII, mientras que la nave central con su fachada
y el actual Antepresbiterio podían datar de ñnes del siglo XV, correspondiendo
el Antepresbiterio a la primitiva Capilla Mayor, donde
I.- Este mismo tema fue objeto de una conferencia pronunciada el 18-III-1982 en el Salón
de Actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife.
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fueron enterrados, además del citado conquistador de Gran Canaria, va-ríos
miembros de la casa Peraza, señores de la Isla^.
Algunos defectos de la construcción y el paso del tiempo dieron lugar
a que se produjesen en los años setenta seríos desperfectos en la fachada
central y otras partes del edificio, agravados por una serie de modificaciones
llevadas a cabo a lo largo de los últimos setenta años, como
fueron: el desguace y venta de la sillería del coro alto y de un órgano flamenco;
desaparíción de una parte de los retablos; cambio del prímitivo
pavimento de losa de las capillas y Antepresbiterío por otro de mosaico
hidráulico, eliminando de paso las laudas sepulcrales; encalado de la
cantería vista y de un fresco conmemorativo de la derrota del almirante
Wimdon en La Gomera en 1744; eliminación del antiguo artesonado de
la nave central; levantamiento de un macizo de cemento sobre la espadaña;
etc..
De esta manera, el aspecto oríginarío de la iglesia había sido tan
modificado y su estado de conservación era tan precarío que se hacía necesario
una urgente restauración, iniciada en 1977 bajo la dirección del
prof A. Darias Príncipe y del arquitecto Sr. J. Jalbo, con subvención de
la Mancomunidad Provincial de Cabildos.
En el curso de estas obras surgieron problemas para identificar las
sucesivas fases constructivas del edificio. Asimismo, al levantar él pavimento,
comenzaron a aparecer restos humanos. En tercer lugar, existía
un interés por identificar las sepulturas notables que se sabía existían en
el Antepresbiterio y cuyas laudas sepulcrales habían sido destruidas en
la década de 1910-20. De ellas solamente se poseía la tradición oral de
que allí estaba enterrado Juan Rejón y algunos condes de La Gomera.
Estas tres circunstancias aconsejaron al director artístico de la restauración
a solicitar en 1979 la ayuda de un equipo de arqueólogos -en
este caso dirigido por la prof. B. Galván Santos y por mi mismo- para
que aclarase algunas de sus dudas sobre las sucesivas reconstrucciones
del edificio e identificara y consolidara los enterramientos allí existentes.
La oferta se presentaba tentadora por cuanto planteaba un reto metodológico
y abría un nuevo campo de trabajo para la arqueología en
Cañarías. Además, no se trataba de una acción aislada, sino que, paralelamente
a que se desarrollaban los trabajos arqueológicos en la iglesia de
2- Para la historia del edificio véase FRAGA GONZÁLEZ, M.C.: La arquitectura mudejar
en Canarias. S/C de Tenerife, 1977, pp. 145-152. Sobre las sepulturas sólo poseemos
vagas informaciones orales de algunos vecinos de San Sebastián de La Gomera
que, por su edad avanzada, alcanzaron a conocer las laudas sepulcrales que existieron
en el actual Antepresbiterío y que fueron destruidas durante las reformas del pavimento
efectuadas en las primeras décadas de este siglo.
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la Asunción, se iniciaban también excavaciones en la Torre del Conde.
Con lo cual se reanudaban las investigaciones arqueológicas sobre vestigios
de época de la Conquista o posteriores a ella -iniciadas en 1960 por
los hermanos J.C. y E. Serra Ráfols en el Castillo del Rubicón^-
poniendo también en Canarias el Método Arqueológico al servicio de
otros periodos que no fueran estrictamente los prehispánicos, en una linea
de trabajo común desde hace tiempo en otros ámbitos geográñcos,
donde la arqueología medieval, colonial, moderna e incluso industrial
ocupan un lugar más entre las ciencias arqueológicas.
Las excavaciones en la iglesia de la Asunción se llevaron a cabo en
tres fases a lo largo de 1979 y 1980. En ellas se plantearon problemas
metodológicos diferentes en parte a los que tradicionalmente surgen en
excavaciones convencionales, los cuales provocaron que los trabajos se
desarrollaran muy lentamente, pero cuya resolución permitió obtener
una rica experiencia a los que allí estábamos. El equipo de excavación
estuvo integrado por los licenciados J. Alom, J. Cuenca, E. Martín y
M.I. Martín y los alumnos de Historia R. Hernández, F. Álamo, A.
Alom, V. Valencia, J.F. Álamo, C. Trenzado, S. Moreno, I. Trujillo y C.
Remiro; la labor fotográfíca corrió a cargo de E. Mir y el estudio antropológico
fue llevado a cabo por M. Amay.
La dinámica de las obras de restauración exigía que las excavaciones
comenzaran por dos sepulturas relativamente recientes -una situación
en la nave lateral izquierda y la otra en la actual Capilla Mayor-,
por cuanto en estos dos lugares se estaba levantando el pavimento y podía
verse afectadas por las remociones.
La sepultura de la nave izquierda (Fig. 1 ,d) poseía la más rica lauda
sepulcral de las que aún se conservaban. Es de marmol blanco con escudo
de armas a base de incrustaciones de marmol de diferentes colores y
con la siguiente inscripción: «Aquí yace María Gertrudis Ponce de
León, mujer legítima del Capitán don Francisco Fernandez de Vilche-s...(
etc.)», careciendo de fecha.
La lápida descansaba sobre una capa de arena negra y, bajo ella,
otra de guijarros. La fosa era de considerable profundidad y contenía el
esqueleto de un individuo de considerable estatura -en tomo a 1,80 m.-.
Sobre su pecho, hombros, antebrazos y cintura se alineaba una serie de
botones metálicos, al tiempo que en tomo a sus rodillas se coservaban
restos de una especie de cintas de calzón. Todo ello parece corresponder
3.- SERRA RAFOLS, J. de C: Memoria de la excavación del Castillo de Rubicán (abril
de ¡960). En Le ciknaríen (Crónicas francesas de la Conquista de Canarias), tomo III.
La Laguna-Las Palmas, 1965. Pp. 190-202.
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a vestiduras masculinas del siglo XVIII o principios del XIX, lo cual estaría
en consonancia con su considerable estatura, por lo que la persona
allí enterrada no parece ser la misma que indica la inscripción de la lauda.
Es probable que la sepultura y lápida encargada por la citada Gertrudis
Ponce de León haya sido empleada para enterrar a otra persona,
quizás su propio marido, pero los libros de defunciones^ no han aportado
ninguna luz en este sentido.
La sepultura de la actual Capilla Mayor (fig. l,e) apareció accidentalmente
al hundirse el suelo cuando se desmontaba el pavimento, descubriéndose
una fosa que conservaba cámara de aire. Se excavó respetando
la forma originaria de la fosa, la cual contenía restos de un individuo
cubierto parcialmente por una capa de cal fraguada y colocado con
la cabeza endirección al altar -posición reservada a los eclesiásticos, según
la liturgia católica-. La excavación suministró más datos en este
sentido, ya que aparecieron algunos restos de la cenefa de una casulla
color verde y la impronta de dicha casulla en el bloque de cal, así como
algunos pequeños trozos de un tejido basto color marrón. Asimismo,
quedaban restos del ataúd -sin tapa- y de una estera de palma.
Consultado los libros de defunciones a partir de mediados el siglo
XVIII -época de la construcción de la Capilla-, pudo comprobarse que
esta sepultura pertenecía al rico beneficiado don Diego Fernández Ace-vedo,
enterrado aquí solemnemente en 1789 con el hábito franciscano y
vestiduras sacerdotales^.
Habíamos reservado para la segunda y tercera campaña el actual
Antepresbiterio, donde estuvo la primitiva Capilla Mayor. Teóricamente
ésta era la parte más antigua del edificio y en ella debían estar registradas
las sucesivas fases constructivas. Pero también había sido el lugar reservado
para las sepulturas de los señores de la isla, los cuales se enterraban
indistintamente aquí o en el desaparecido convento de San Francisco^.
4.- Los libros de defunciones comienzan en 1667, fecha de las más antiguas actas conservadas.
Asimismo, existe una laguna entre 1822 y 1866, a partir de la cual ya no se indica
en que lugar exacto se entierra cada individuo, aunque debe tenerse en cuenta
que por esas fechas se había convertido en cementerio municipal la iglesia del convento
de San Francisco, ya destechada, mientras que el resto del edificio fue derribado
por el Ayuntamiento.
5.- Libro 3" de defunciones, fols. I I8v-I I9r.
6.- El convento de San Francisco fue mandado a construir por el 1" Conde, don Guillen
Peraza de Ayala, según consta en su primer testamento otorgado en Sevilla en 1S3I.
En él disponía que, de morir en las islas de su señorío, fuese enterrado en la iglesia
mayor del lugar del óbito, para ser luego trasladados sus restos al citado convento
cuando estuviera terminado, lo cual no ocurrió por sobrevenirles la muerte estando
en Madrid (DARÍAS PADRÓN, D.V.: Los Condes de La Gomera (Marqueses de
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La excavación se planteó en forma de dos cortes que recorrían lon-gitudalmente
el recinto, dejando un testigo central y dos laterales sufí-cientemente
estrechos como para que, de quedar bajo ellos alguna sepultura,
ésta no pasara desapercibida. A pesar de eso, uno de los cortes tuvo
que ser ampliado ya avanzados los trabajos.
La investigación en este lugar presentaba varias dificultades: 1') Ausencia
absoluta de luz natural, al estar tapiadas todas las ventanas y arcadas
por motivo de la restauración, por lo que hubimos de organizar un
peculiar dispositivo de luz artificial. 2") Los estratos superiores estaban
formados por materiales de acarreo y escombros muy poco compactos
que amenazaban constantemente con venirse abajo en los perfiles. Por
otra parte, los estratos inferiores, donde se encuentran los enterramientos,
estaban impregnados de humedad por estar construida la iglesia en
una antigua vaguada, circulando el agua por el subsuelo. Esta humedad,
además de dificultar enormemente los trabajos, había afectado mucho a
los enterramientos que debían ser constantemente consolidados de forma
artificial. 3*) Al estar prácticamente cubierto de restos humanos un
amplio sector de ambos cortes, para evitar pisar en su interior y provocar
su deterioro, durante la excavación se tuvo que trabajar primero sobre
andamios fijos y, a medida que se profundizaba, éstos debieron ser
sustituidos por pequeños andamios colgantes. 4") La necesidad de emplear
luz artificial y la abundancia de partículas de cal en la tierra provocaron
serios problemas para las fotografías, en cuya resolución hubo
que emplear tiempo y medios. Lo mismo que para el estudio antropológico
de los restos humanos, para cuya labor contamos con el concurso
de la prof. M. Amay de la Rosa y el médico forense Dr. M. Damas que
la mayor parte de las veces tropezaron con la dificultad de no poder mover
de su sitio los restos humanos para su estudio, dado él precario estado
de conservación de los mismos.
Adeje. señores de la isla del Hierro, etc.) S/C de Tenerife, 1936. Pp. 10-14. PERAZA
DE AYALA, J.: El testamento del primer Conde de La Gomera otorgado en Sevilla
en 1531. «RevisU de Historia», VII, n*S4. La Laguna, 1941. P. 217.). Dicho convento,
iniciado en 1533, aún estaba en construcción en 1550, según consta de una provisión
en favor del cantero Luis Sánchez Moreno que trabiyaba en su fábrica. Más tarde, en
1588, el Conde don Antonio Peraza y Rojas figura como testigo en una escritura sobre
unos tributos destinados a terminar su iglesia, tras los desperfectos sufridos en el
ataque hugonote que capitaneo Jean de Capdeville en 1571 (DARÍAS PADRÓN,
D.V.: Los Conde de La Gomera (ampliaciones y rectificaciones). «Revista de Historia
», VII, n'S5. La Laguna, 1941. Pp. 274-275.). El convento contó en un primer momento
con 12 religiosos que en 1737 había aumenudo a 14 (CASTILLO, P.A. del:
Descripción histórica y geogn^fica de las islas de Canaria. Madrid, 1950. P. 2112).
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Las excavaciones pusieron al descubierto tres individuos sepultados
marginalmente en fechas relativamente recientes -fines del siglo XVIII y
principios del XIX-, cuando ya esta zona había dejado de ser Capilla
Mayor. De ellos prescindiremos aquí. Además, a los pies del recinto
aparecieron restos de siete enterramientos más antiguos, los cuales estaban
situados en diferentes estratos, pero simétricamente distribuidos e;n
ambos cortes.
En el corte Al (Láms. Ib y Illa) (fig. la), situado en el lado de la
Epístola, se identificaron tres inhumaciones realizadas en época diversas,
de las que las dos primeras en principio parecían pertenecer a los siglos
XVI o XVII -porque estaban encima de un estrato fechado por una
moneda hacia el 1500* (Lám. IVb) y por debajo de otro estrato cerrado
del siglo XVIII*- y correspondían a individuos femeninos adultos de escasa
estatura. El tercero era un enterramiento secundario, muy fragmentado
y de difícil identificación.
En el corte BI (Lám.la) (fig.l,b), situado en el lado del Evangelio,
aparecieron restos de cuatro individuos, todos ellos masculinos, de los
que solamente dos conservaban su conexión anatómica.
El n'l (Lám. II a y b) era el más reciente de los cuatro, aunque anterior
a la mitad del siglo XVII, porque su fosa no afectó a los niveles de
reformas de 1640 y del siglo XVIII. Correspondía a un individuo adulto
que presentaba algunas malformaciones en su esqueleto, las cuales indican
que padecía cojera y acusada desviación de la columna. Pero, a pesar
de estos datos, la documentación consultada no nos ha permitido
identificar con absoluta certeza su identidad.
Los restos del n* 2 (Lám.IIa) se encontraban agrupados a los pies del
anterior, lo que indica que había muerto antes y, al efectuar el segundo
enterramiento, sus restos habrían sido retirados y colocados a los pies
del recieff sepultado, costumbre que puede ser un síntoma de parentesco.
El estado de conservación de ambos era muy similar, por lo que la
diferencia de tiempo entre las dos muertes no debió ser mucha.
Los restos del individuo n' 3 (Lám. II a y b) aparecen dispersos en
tomo al N* 1 o bajo él y son bastante escasos: el maxilar inferior, algunas
costillas, un húmero, parte de los huesos de las caderas, fragmentos
del cráneo y otros restos óseos cuyo grado de descomposición parecen
señalar una mayor antigüedad. Todo indica que sus restos fueron remo-
7.- Un Ceitil acuñado por Manuel I de Portugal entre 1500 y 1517. Véase apéndice 2.
8.- Este estrato corresponde a las obras de ampliación de dicho siglo y, además, aparece
fechado por un Real de a Cuatro acuñado por Carlos III en 1775, Véase apéndice 3.
(Lám. IV, c).
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vidos y extraídos en gran parte al efectuar las inhumaciones 1 y 2. Incluso
es posible que el enterramiento secundario del corte A1 tenga en él su
origen.
En un nivel inferior, practicamente sepultado en la arena de la antigua
barranquera y adoptando una orientación absolutamente anormal,
apareció el enterramiento señalado con el n*4 (Lám. II b y III b). Corresponde
a un individuo masculino y adulto, aunque joven, cuyo cráneo
presentaba una fractura lateral de origen desconocido. Es la más antigua
de las inhumaciones identifícadas, siendo al menos anterior al último
cuarto del siglo XV, según todos los indicios, ya que se le superpone en
parte un estrato de arcilla y escombros fechados por una moneda de
14719 (Lám. I Va).
Todos los restos humanos permanecieron en su sitio tras la excavación.
A partir de un análisis lo más detenido posible de cuanta información
bibliográfica y documental pudo recabarse -incluyendo el Archivo
Parroquial-, contrastadas con las evidencias arqueológicas'^, proponemos
que los posibles individuos femeninos que pudieran haber sido se-pulados
en este lugar quedan reducidos a tres: doña Ana de Monteverde,
2» condesa, muerta en 1610 en San Sebastián de La Gomera, isla de la
que ejerció la jurisdicción al quedar viuda; doña Leonor de Toledo, mujer
de un hermano menor del Conde, por lo cual y por no ser ella misma
9.~ Media Blanca acuñada en Burgos por Enrique IV de Castilla. Véase apéndice 1.
10.- Además de Juan Rejón, de quien existe sobrada información sobre su entienx) en
1481 en el lado del Evangelio de la Capilla Mayor de esta iglesia, hemos recogido
toda la información posible sobre cuantos descendientes directos de Hernán Peraza
murieron en la Isla, sabiendo que se enterraban indistintamente en el convento de
San Francisco o en la Capilla Mayor de la iglesia parroquial, lugar reservado a los
fundadores y sus descendientes (CÁMARA Y MURGA, C: Constituciones synodales
del Obispado de la Gran Canaria, compuestas y ordenadas por el Doctor don Chris-tobal
de la Cámara y Murga. Madrid, 1931. P. 261.). Los libros de defunciones solamente
aportan datos a partir de 1667, fecha después de la cual ya nigún miembro de
la familia fue enterrado en este lugar. Por lo tanto, para fechas anteriores, que son las
que nos interesan, debimos recurrir a testamentos y alusiones en documentos de otra
índole. Así sabemos que los restos de Fernán Peraza «el Mozo» fueron depositados en
el convento por su hijo, según declara éste en su testamento, lugar donde más tarde se
enterrarían la primera Condesa, doña María de Castilla, según su propio testamento.
Algunos de sus descendientes y cónyuges murieron en La Palma, Tenerife, Indias o
España. De los que mueren en La Gomera, en algún caso sabemos que no fue sepultado
en la Capilla Mayor, como la Condesa doña Leonor de la Peña, que en su testamento
pide ser enterrada en la sepultura de sus padres (DARÍAS PADRÓN, D.V.:
Notas hitóricas sobre los Herreras en Canarias. «El Museo Canario», II, n"2. Las Palmas,
1934. Pp. 43-77. SERRA RAFOLS, E. Casa de los Condes de La Gomera. Nobiliario
de Canarias, tomo III. La Laguna, 1959. Pp. 131-181.).
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de familia notable, nos inclinamos a descartarla como candidata a ser sepultada
en lugar tan eminente a pesar de haber muerto en La Gomera; y
doña Inés de la Peña y Saavedra, 4* Condesa.
Respecto a los varones, para los cuatro enterramientos descubiertos
existen cinco posibilidades: Guillen Peraza de las Casas, muerto en La
Palma en 1447 y sepultado en Lanzarote, según unos autores, o en La
Gomera, según otros"; Juan Rejón, conquistador de Gran Canaria, sepultado
aquí en 1481'2; don Diego de Ayala y Rojas, quinto hijo del 1*'
Conde, don Guillen Peraza de Ayala, y heredero del condado como segundo
titular, que muere en La Gomera en 1592; don Gaspar de Castilla
y Guzmán, hijo del anterior y 4" Conde, que muere en La Gomera en
1618; y don Gaspar de Ayala y Rojas, 6' Conde, que muere sin sucesión
11.- Tras el descalabro sufrido en La Palma a manos de los aborígenes, en el que murió
Guillen Peraza de una pedrada en la cabeza, los restos de la expedición marchan a La
Gomera para curar a los heridos. Parece lógico pensar que allí mismo fuera sepultado
Guillen Peraza, porque el regreso a Lanzarote debió producirse tras el tiempo prudencial
que exige reparar daños y auxiliar a los heridos.
Por lo que respecta a su padre, Fernán Peraza «el Viejo», no nos parece nada
probable la sospecha de J. Viera (VIERA Y CLAVIJO, J.: Noticias de la Historia General
de las islas Canarias. S/C de Tenerife, 1967. Tomo I, p. 404) de que hubiese
muerto en La Gomera, ni siquiera en Lanzarote, puesto que su fallecimiento parece
haberse producido sin haber concluido el pleito que sostenía con el Infante don Enrique
de Portugal por el dominio de las Islas. En ese momento se intensificó la presencia
portuguesa en Canarias, provocando una situación de inestabilidad. Coincidiendo
con ella, el gobierno de la isla de Lanzarote -cabecera del señorío de Peraza- y el
peso de los hechos de armas fueron ejercidos por el enviado real Juan Iñiguez de Atabe
y en su ausencia por Alonso de Cabrera, lo cual indica que Fernán Peraza se encontraba
fuera de Canarias, posiblemente el pleito surgido en tomo al señorío de las
Islas le aconsejaría permanecer cerca de la corte.
12.- Todas las crónicas y los autores posteriores coinciden en que Juan Rejón fue sepultado
en la iglesia mayor de San Sebastián, si bien existen algunas variantes. Así, para algunas
crónicas, entre ellas la Lacunense, Ovetense, López Ulloa, Gómez Escudero
(MORALES PADRÓN, F.: Canarias: Crónica de su Conquista. Sevilla, 1978. Rp.
149,216, 301 y 410), etc., tras ser herido de una lanzada, muere Rejón al día siguiente,
siendo sepultado de la manera más solemne en la Capilla Mayor, respecto alo
cual es más explícita la crónica Matritense, que dice fue enterrado «en la más premi-nente
sepultura que en la iglesia había» (MORALES PADRÓN, F.: Op. Cit, p. 246);
y más aún J.Abreu Galindo, quien sitúa su sepultura «en el más horado lugar de la
Capilla Mayor» (ABREU GALINDO, J.: Historia de la Conquista de las siete islas
de Gran Canaria. S/C de Tenerife, 1848. P. 139); hasta culminar en J. Viera, para
quien Rejón estaría enterrado «al lado del evangelio de la capilla mayor...» (VIERA
Y CLAVIJO, J.: Op. cit., p. 521). Sabemos que J.Viera conoció la Iglesia de la Asunción,
pero no podemos saber si tal afirmación se deriva de haber visto él mismo Ja
lauda sepulcral que en tiempos existió, o de un lógico proceso de deducción tías la
lectura de J. Abreu. En todo caso, el lugar más relevante para una sepultura en on
templo es el lado del Evangelio de su Capilla Mayor.
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en dicha isla en 1662, aunque nos inclinamos a descartarlo porque en
1640 se había repavimentado la iglesia y reformado las gradas del Altar
Mayoría, obras que, junto a las del siglo XVIII, dejaron unos estratos de
escombros que ninguna de las sepulturas afectó, por lo que deben ser lógicamente
todas ellas anteriores a esa fecha.
En consecuencia, opinamos que existen muchas posibilidades de
que la identidad de los individuos inhumados en la antigua Capilla
Mayor y actual Antepresbiterio sea la siguiente:
En el corte del lado de la Epístola, el enterramiento n'l puede ser
de doña Ana de Monteverde, 2» Condesa de La Gomera. El n"2 quizás
corresponda a doña Inés de la Peña Saavedra, 4» Condesa.
Del corte que está en el lado del Evangelio -lugar preeminente de la
iglesia-, el enterramiento n'l puede ser de don Gaspar de Castilla y
Guzmán, 4* Conde. El n*2 puede corresponder a don Diego de Ayala y
Rojas, 2' Conde y padre del anterior'4. El n*3 quizás sea Juan Rejón. El
n*4 pudiera ser Guillen Peraza de las Casas o, en todo caso, se trata de
un hombre joven enterrado aquí antes de 1471 -o un poco más- y cuyo
cráneo presenta una fractura en el lado izquierdo, todo lo cual, junto
con otros datos que más adelante se exponen, apuntan hacia dicho personaje.
Los testimonios sobre las sucesivas fases constructivas del edificio se
obtuvieron en la cabecera de ambos cortes y en otro de menores dimensiones
abierto al efecto en tomo a los pilares que sustentan el arco lateral
derecho y el Arco de Triunfo, el cual debía ser aparentemente el más
antiguo de la iglesia.
En este tercer corte (Lám. IIIc) (fig. 1 ,c), se profundizó hasta poner
al descubierto los cimientos de la edificación y en él aparecieron las basas
originarias de los pilares y los pavimentos de diferentes épocas que
permanecían ocultos bajo el suelo actual. Se trata de la primitiva basa
del Arco de Triunfo (Lám. IIIc, 2) -al parecer de fines del siglo XV- y la
del arco lateral derecho (Lám. IIIc,6) -<lel siglo XVIII-. La basa actual
(Lám. IIIc, 8) no era más que un postizo añadido en las primeras décadas
de este siglo.
En cuanto a los restos de pavimentos, el más reciente es el ya citado
de mosaico hidráulico (Lám.IIIc,?). El pavimento asociado a la basa del
siglo XVIII era de pequeños ladrillos rojos de 7 a 8 cm. de grosor y unidos
con mortero de cal (Lám. IIIc, 5), mientras que el pavimento del si-
13.- Información oral de A. Darías Principe,
14 - CMjsérvese que tendríamos entonces a dos matrimonios: Ana de Monteverde-Diego de
Ayala e In¿s de la Pefla-Gaspar de Castilla, siendo éste último hijo de los primeros.
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glo XVII -asociado a la basa del siglo XV'^- era de ladrillos rojos de
mayor longitud y menor grosor (3cm.) (Lám. IIIc, 3).
Los cimientos de ambos pilares eran parecidos, estando formados
por un macizo de piedra y barro en el que descansaba un gran bloque de
piedra y, sobre él, una capa de mortero de cal y arena en la que pisaban
directamente las basas (Lám. IIIc, 1 y 4).
En las cabeceras de los cortes Al y Bl aparecieron gran cantidad de
piedras mezcladas con arcilla, que parecían proceder de antiguos muros
de piedra y barro derruidos, a cuyos restos se asocian algunos fragmentos
de azulejos andaluces quizás tardomedievales. Todo lo cual parece
hablar de la existencia de un antiguo edificio -seguramente de carácter
religioso- en el mismo lugar donde luego se alzaría la Capilla de la nueva
iglesia de fines del siglo XV.
Fue precisamente en el estrato que contenía estos escombros donde
apareció la mencionada moneda de 1471, que permite fechar el momento
en que dicha construcción fue demolida: finales del siglo XV. Por
otro lado, este mismo estrato es el que se superponía al enterramiento de
anómala orientación (el supuesto Guillen Peraza de las Casas). Por lo
tanto, dicha sepultura correspondería a esa primitiva ermita -o lo que
fuera-, cuya orientación sería algo diferente a la de la actual iglesia.
En resumen, tenemos seguramente cuatro grandes fases constructivas
que modificaron sensiblemente el aspecto del edificio
-independientemente de las reformas o reparaciones parciales realizadas
en distintos momentos-: 1*) Un primitivo templo, probablemente de pequeñas
dimensiones y de planta orientada hacia el Este, que quizás fuera
construido por Fernán Peraza «el Viejo» a mediados del siglo XV. 2')
Este sería derribado a fines de ese mismo siglo, seguramente por obra de
Fernán Peraza «el Mozo», para levantar una iglesia compuesta de capilla
y nave, ocupando la capilla el solar del anterior edificio, si bien con
una orientación algo diferente que quizás exigiera el terreno o el trazado
global de la villa que entonces nacía. 3*) Después del incendio ocasionado
por el ataque berberisco de 1618, se repara y amplía la iglesia con la
creación de las dos naves laterales. 4*) En la mitad del siglo XVIII se
construyen las fachadas laterales y las capillas actuales, pasando a convertirse
en Antepresbiterio la vieja Capilla Mayor.
Abrigamos la esperanza de que las investigaciones en curso o las futuras
permitan clarificar algunas de las dudas e hipótesis aquí vertidas, y
que la línea de tabajo que ahora se inicia tenga una continuación y se
15.- Esta asociación de un pavimento del siglo XVII con una basa del siglo XV se debe a
la repavimentación de 1640, ya citada.
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convierta en un instrumento valioso para conocer mejor algunos aspectos
de la época de la conquista y de posteriores a ella o, dicho de otra
manera, contribuya a conocer el proceso de aculturación de la sociedad
aborigen y su entronque con el nuevo orden de cosas. Al margen de que
las intervenciones sobre monumentos, como el que nos ocupa, exigen
que el arqueólogo y el historiador del arte actúen junto al arquitecto
dentro de un método de trabajo interdisciplinar, en vez del necio y estéril
individualismo.
APÉNDICE 1 (lamina IV, a)
Media Blanca de vellón (cobre) acuñada en 1471 durante el reinado de
Enrique IV de Castilla (1454-1474), según ordenamiento de ese año'^.
ANVERSO: Castillo con tres torres dentro de un rombo. En el exergo
marca de la ceca: B (Brugos). Gráfila de puntos. En derredor, la leyenda:
+ ENRICUS: DEI: GRACIA: REX
REVERSO: León rampante dentro de un rombo.
Gráfila de puntos.
En derredor, la leyenda:...: VINCIT: XPS: REGN
(/CHRISTUS/ : VINCIT: CHRISTUS: REGNAT).
MODULO: 19 mm.
PESO: 0'700 grs.
La conservación es mala.
APÉNDICE 2 (Laminas. IV, b)
Ceitil (o CeutO de vellón acuñada durante el reinado de Manuel I
de Portugal (1495-1521).
ANVERSO: Castillo sobre agua dentro de un círculo.
En derredor, la leyenda: Ifl. EM? NVE? I. ET. M.
(EMANUELI ET MARÍA).
REVERSO: Escudo de Portugal con las quinas cantonadas por cuatro
castillos, flanqueado por dos signos circulares borrosos y rematado
con un signo confuso (¿cruz de Avis?), todo ello dentro de un círculo.
16.- MATEU LLOPIS, F.: Glosario hispánico de numismática. Barcelona, 1946. P. 128.
598
En derredor, la leyenda: Itl. ?MAN? EL .R. P. ET. ?
(EMANUEL . REX. PORTUGALIE. ET. MARÍA).
MODULO: 17-18 mm.
PESO: 1,450 grs.
La conservación es mala.
COMENTARIO: El Ceitil fue una moneda de cobre acuñada por
Alfonso V de Portugal (1438-1481) como señor de Ceuta, que continuó
siendo acuñada por sus descendientes hasta época del rey don Sebastián
(1557-1578)'^. El epígrafe «ET. M.» hace referencia a la reina, lo cual es
un dato importante a la hora de fechar esta moneda. Manuel I se casó
tres veces: sus primeras nupcias tn 1497 con la infanta Isabel de Castilla,
hija de los Reyes Católicos; enviudó el año 1498 y casó de nuevo en
1500 con la infanta María de Castilla, hermana de la anterior; enviudó
por segunda vez en 1517, casándose al año siguiente con la infanta Leonor,
hermana del emperador Carlos V'*. Por lo tanto, la inicial «M»
sólo puede corresponder a «MARÍA», lo cual sitúa cronológicamente a
la moneda entre 1500 y 1517.
APÉNDICE 3. (Lám. IV c).
Real de a cuatro maravedís de vellón acuñado en 1775 durante el
reinado de Carlos III de España, según disposición del 25 de septiembre
de 1771 y 5 de mayo de 17721^.
ANVERSO: (Apenas perceptible) busto a derecha con peluquín y
lazo.
En derredor, la leyenda: CAROL HISP
(CAROLUS III D G HISP REX), abajo la fecha: 1775. Falta la
marca de taller y el valor, que debían ir a ambos lados del busto y, dado
el estado de deterioro de la moneda, no se perciben.
REVERSO: Cruz del infante don Pelayo con un óvulo al centro
conteniendo tres flores de lis, cantonada de castillos y leones rampantes.
En derredor, orla de laurel.
Sin inscripción.
MODULO: 25 mm.
PESO: 4,720 grs.
Conservación: muy desgastada.
COMENTARIO: A pesar de que no se lee la marca de taller, casi
17.- Ibidem, p. 28.
18.- SERRANO, J.: Diccionario de Historia de Portugal. Lisboa, 1965. Tomo Ili, pp.
906-907.
19.- GIL PARRES, O.: Historia de la moneda española. Madrid, 1959. P. 332.
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con toda seguridad debió ser acuñada en Segovia, pues así se especifica
en las disposiciones arriba citadas. Tampoco se lee el valor, pero hemos
deducido que se trata de un real de a cuarto porque esas mismas disposiciones
recogen que se acuñen reales de 8, 4, 2 y 1 maravedí con pesos de
1/38, 1/85, 1/87 y 1/408 de libra. Ello quiere decir que dichas monedas
pesarían respectivamente 12,105, 5,411, 2,459 y 1,127 grs. en teoría. La
moneda hallada en la excavación pesa 4,720 grs, pero si tenemos en
cuenta que ha debido perder algo de su peso original, dado el desgaste
que presenta, encaja perfectamente en lo que debía corresponder a un
real de a cuatro.
(LAMINA I)
LAMINA I: a) vista general del corte Bl. b) Zona de enterramiento de los cortes
AlyBl.
(LAMINA II)
LAMINA II: a) Bl, enterramientosn"' 1,2 y 3. b) Bl. enterramientosn'» I, 3 y 4.
(LAMINA III)
LAMINA III: a) Al, enterramientos n"" I y 2. b) Bl, enterramientos n'4. c) Vestigios
de diferentes fases constructivas (1: cimientos s. XV. 2: basa s. XV. 3: pavimento
s. XVII. 4: cimientos s. XVIII. 5: pavimento s. XVIII. 6: basa s.XVIII. 7: pavimento s.
XX 8: basa s. XX).
(LAMINA IV)
III
LAMINA rV: a) Media Blanca de Enrique IV de Castilla, b) Ceitil de Manuel I de
Portugal, c) Real de a Cuatro de Carlos III de España.
(HGURA 1)
HGURA 1: PlanU actual de la iglesia de la Asunción, a), b) y c): cortes y ampliaciones,
d): sepultura de doña Gertrudis Ponce de León, e): sepultura de don Diego Jos¿
Fernández Acevedo.