Graciliano Afonso, un prerromántico español
Por Alfonso ARMAS AYALA
SUCESOS POLÍTICOS: EL DIVISIONISTA
Las Islas participan del golpe revolucionario de Espartero. Se
había formado en Las Palmas una Junta que se haría independiente
de la de Santa Cruz de Tenerife: en 1843 habría de repetirse, con
mayor fortuna, la tentativa de 1808. Eran ensayos que se hacían
de la división provincial, aunque sin resultado. Los nombres de
Quintana y Llarena, Carroz, Jacques de Mesa, tan conocidos en
los acontecimientos del año ocho, explican la orientación de la
Junta de Gran Canaria. Afonso no interviene directamente en ella;
al menos no tenemos pruebas que nos lo acrediten.'"' Indirectamente
sí acusa la perturbación política; especialmente en la catedral.
Ya se vio la participación, demasiado personal, que tuvo en
*' Durante todo el siglo XIX la lucha por la hegemonía insular fue constante.
Aunque el chispazo lo dio la Guerra de la ludependencia, al crearse las dos Juntas
Supremas en La Laguna y Las Palmas, la lucha latente existía desde que los capitanes
generales y la aduana —cada uno en sus esferas respectivas— fueron centralizando
en Santa Cruz de Tenerife el movimiento económico del Archipiélago;
el Tribunal Inquisitorial —generalmente muy objetivo en estas discordias insula-
••«s *^ "" buen testigo. La correspondencia con la Suprema de Madrid, durante
todo el siglo XVIII, alude constantemente a este malestar reinante en Gran Canaria
por las medidas centralizadoras qu* sufría el propio Tribunal, sensiblemente
[346] 53
el año 1841, cuando peligraba una vez más la persistencia de la
catedral. Ahora la examinaremos, pues da mucha luz este modo
de actuar suyo en estos años de tanta efervescencia revolucionaria.
Jacques es el que apoya nuestras sospechas. En el año 1808
había intervenido en los sucesos del Cabildo Permanente con la
Junta de Tenerife. Junto con Quintana y Afonso aparece en los
disturbios populares de aquella época.»^ En la Junta de 1840 figura
como vocal; sin embargo, en la de 1843 es destituido de su cargo
del Regimiento de Guía. La Junta exige de las autoridades militares
que se manifiesten de un modo categórico; casi todas inclusive
el gobernador militar— lo hacen afirmativamente, aun después
de muchas indecisiones."^ Jacques, tal vez por no avenirse bien
con los miembros de la Junta, contestó ambiguamente, pero la
Junta consideró su adhesión como sincera.^'' El haber hecho
afectado en su cconomia. La división del Obispado, la creación de la Universidad,
el reconocimiento de la capitalidad interina de Santa Cruz de Tenerife fueron ascuas
que avivaron más la hog-ue.-a. Graciliano Afonso no se quedó al margen de
este problema que vivió en los años más agudos; por ello en el fondo, no podía
mirar con indiferencia la creación de esta Junta auténticamente revolucionaria. Si
en apariencia pretendía repiesentar al g-rupo liberal, más se preocupaba de solucionar
el viejo pleito con Santa Cruz de Tenerife, de la que, y por poco tiempo, se
sentirla desligada.
** Véase Capítulo I.
»» «Acordóse que vuelva a oficiarse al Gobernador Militar para saber a punto
fijo si él se halla dispuesto a abrazar la causa de la Junta en términos de hacer
armas aun en contra del Capitán General; dirigiéndose igual comunicación a los
tres Jefes de Regimientos en esta isla —Doreslc— Secretario». Sesión de la noche
del 28 de julio de 1843.
La Junta tenía razón para estar recelosa. Su creación no fue vis'.a con muchos
entusiasmos por el elemento militar, inclusive por el propio gobernador militar
Faxardo, nada fervoroso en los primeros momentos. Recuérdese el comportamiento
del comandante del castillo de San Francisco, don Benito Pérez (padre de don
Benito Pérez Galdós), con quien la Junta tuvo muy malas relaciones y que en definitiva
sería el que sufriría las consecuencias de las indecisiones de Faxardo y los
suyos (MILLARES TORRES, Anales . . . . 1843; Arch. M. Canario).
'° «Los enemigos de V. E. lo son también de los que han reconocido su autoridad
—decía Jacques—, y por ambos respectos debemos cooperar todos con V. E.
para sostenerla, y a hacer armas contra éstos si necesario fuera; pero estos enemigos
. . . los debe clasificar V. E. misnu), dándolos a conocer por órdenes o bandos
54 [347]
circular dentro de la oficialidad de su reg-imiento el oficio del brigadier
don Fausto del Hoyo, capitán general por renuncia del titular,
movió al capitán ayudante, Bravo de Laguna, a solicitar de la
autoridad de la Junta su baja como oficial por no estar conforme
con la actitud de su coronel. Los enemigos de Jacques vieron la
ocasión para enemistarlo con la Junta: se le destituyó de su cargo
—que ocuparía Bravo según la ordenanza— y se le instruyó expediente
por medio de una comisión formada por los Sres. Díaz, Navarro
y López, quienes lo consideraron culpable.**' Nada sabemos
anteriores para evitar las responsabilidades y comprometimientos militares que
siempre son de transcendencia . . . Guia 29 de julio de 1843». Al margen hay una
nota autógrafa de Doreste: «Sesión de 29 de julio de 1843. La Junta quedó satisfactoriamente
enterada» «(Expediente sobre la suspensión que se ha hecho a Don
Juan Gregorio Jacques del cargo de Coronel del Regimiento Provincial de Guia:
Junta de Gobierno de Gran Canaria. 1843»; Arch. M. Canario, Leg. Chil y Naranjo).
Donjuán Gregorio no quería compromisos ni declaraciones comprometedoras;
pensaba que ya había probado su adhesión al formar parte de la Junta de 1840; el
«Boletín Oficial de Gran Canaria», órgano oficial de la Junta revolucionaria, da fe
de una primera época de la Junta favorable a Jacques, que luego sufriría renovación.
*' El oficio de don Fausto del Hoyo, capitán general de Canarias, está fechado
en Santa Cruz de Tenerife el 2 de agosto de 1843; Jacques, coronel del Regimiento
de Guia, al recibirlo, ordena que circule entre sus oficiales; Bravo de
Laguna, conocedor del oficio desde el 4 de agosto por su cargo de ayudante del
Regimiento, comunica en esta misma fecha a la Junta su renuncia al destino, «pues
me envolvería en compromisos de las mis desagradables y funestas consecuencias
. . . »; el mismo 4 de agosto, reunida la Junta en Las Palmas, se acuerda nombrar
una comisión para instruir expediente al coronel Jacques, que debería entregar
el mando a su ayudante Bravo de Laguna, «por la suma confianza que la Junta le
dispensa» (Véase «Expediente para la suspensión . . . », Arch. M. Canario).
El informe de la comisión es explícito; el documento nos da una visión bastante
exacta del alzamiento revolucionario en las Islas: la osadía del brigadier
Hoyo, muy mal mirado en Las Palmas a causa de su viaje a Gran Canaria con el
propósito de disolver la Junta; la infidelidad de Jacques al no comunicar a la antedicha
Junta haber recibido el «oficio de Don Fausto»; «el [hecho] no menos ostensible
en las presentes circunstancias de que el Coronel Donjuán Gregorio Jacques
tiene contra si la opinión pública», sin duda movida por los mismos elementos revc -
lucionarios; todo queda resumido en los dos folios dedicados a informar, justificar
y legalizar la destitución del coronel del Regimiento de Guía. Si recordamos la situación
de Afonso en 1809, acusado de enemigo del Cabildo de Las Palmas y presentado
como tinerfeñista ante la opinión pública, observaremos dos situaciones
nada distintas: en ambas se movían más los problemas personales que los públicos.
[348] 55
de la posible intervención del Doctoral en este incidente. Y no es
muy improbable, pues la presencia de Frías y Quintana en la Junta,
ambos amigos de don Graciliano, abogfado del coronel destituido,
era factor que Afonso, siempre dispuesto a romper lanzas, no podía
pasar por alto. Lo único cierto es haber quedado sin concluir
el expediente, quizás a causa de haberse suspendido las Juntas re-volucianarias;
los elogiosos términos en que se expresa la Junta de
Gáldar acerca de Jacques tal vez formarían parte de la defensa del
expediente. Parece una refutación al dictamen de la comisión, y
no deja de ser significativo.**'' La correspondencia con el Coronel
aclarará más estas relaciones.
Ejerció don Graciliano, aunque no públicamente, su profesión
de abogado. Don Bartolomé Martínez, Falcón, Gramas y tantos
otros licenciados en Derecho solicitaban continuamente conocer
su punto de vista. Jacques fue uno de sus clientes. Las cartas que
se cursaron mutuamente tratan en su mayoría de materia jurídica.
«La media docena de turrones para que pruebes de la fiesta turro-nera
de Gáldar> que le remite Jacques en una ocasión va mezclada
con la petición de noticias políticas de la Península y con el
título de un nuevo libro. El judío errante.^^ Las «cuatro fanegas
del trigo» solicitadas por Afonso ocupan un lugar preferente en
** El coronel Jacques, después de haber entregado el mando, se dispone a defenderse
de las acusaciones. El 10 de agosto pide al presidente de la Junta certi-cación
de su expediente para comenzar la deposición de cargo; se adivina la mano
de un abogado en la redacción de la instancia, seguramente la del propio Afonso.
El mismo día (10 de agosto de 1843), la Junta local de la villa de Gáldar acordaba
«condecorarle con el grado de Coronel vivo y efectivo de Infantería», y comunicaba
esta decisión al gobernador militar de la Isla coronel Faxardo, quien lo trasladaría
de oficio a la «excelentísima Junta» tan pronto como lo recibió, dieciséis dias
después de haber sido redactado (Véase «Expediente . . . »; Ibidem). Este acto de
Gáldar, en disonancia con la Junta de la capital, seguramente era resultado del acicate
que ejercía Jacques en Guía y en Gáldar; quizás pensase, con esta declaración
pública, mover a rectificación a los miembros de la Junta de Las Palmas.
*» Jacques escribe desde Gáldar a don Graciliano, residente en Las Palmas.
Le refiere cómo hizo el viaje desde la capital y le cuenta cuál era su vida en el
pueblo. «Desde que llegué aqui —le dice— me prestaron el Judío Errante, en cuya
lectura estoy engolfado, perqué es obra curiosa y es lo mejor que se ha escrito en
3u clase . . . » Véase Apéndice I.
56 [349]
las atenciones del Coronel, aunque las noticias de la Península no
le llegasen por conducto de don Graciliano. Los pleitos, los escritos
en los que interviene el Doctoral, se suceden; y las pruebas
de amistad."" Afonso vivía retirado en su casa y ni las peticiones
del Coronel para que «por la noche, que hace fresco, podías rodar
por acá», le hacían alterar su cómodo y voluntario apartamiento.^^
No se olvida don Graciliano de su amig^o; en la onomástica sabe
enviarle un soneto de aire bucólico: el Coronel ve coronada su
«plateada sien» con «verde mirto y nacarada rosa». En otras ocasiones,
ante la solicitud de Jacques, interviene el Doctoral en problemas
locales como el traslado de la Administración de Guía a
Gáldar. Y, por si fuera poco, el hijo de Jacques, cada vez que
está en un apuro, encuentra en don Graciliano el muro de sus
lamentaciones; una mejora de herencia esperaba obtener cuando
el Doctoral «le hable [al padre] con aquel primor que acostumbra
a hacerlo cuando quiere servir a un amig-o que lo soy suyo y
verdadero»."^ Con esta intimidad era muy difícil que se librara
'" Pocos días después de la carta anterior del Doctoral, recibe otra de su amigo
Jacques. Le habla de unos escritos judiciales y de otros problemas tan poco
jurídicos como el envío de «cuatro faneg-as de trigo» que, «aunque no lo tuviera
—le dice— siempre habrá para ti, pues no te lo puedo enviar sino de aquí a diez
o doce días, pero si es urgente el caso avísame con el portador para remitírtelo
inmediatamente aunque quede otra cosa por hacer» (Galdar 5 de septiembre de
1845; Legajo «Cartas al Doctoral Don Graciliano Afonso»; Arch. Cab. Cat. Las
Palmas). Véase Apéndice.
" Jacques comunica a don Graciliano en otra carta el estado de un pleito con
el Cabildo por unos terrenos vendidos al Coronel; el Doctoral había representado
al organismo capitular (Gáldar, 28 de agosto de 1845). Un mes después,
desde Guía, Jacques le remite un poder al Doctoral para que lo represente en el
Juzgado (23 de septiembre). En otra ocasión, en Las Palmas, le invita a que viniese
a su casa, «pues por la noche, que hace fresco, podías rodar un rato por acá»
(Las Palmas, 15 de octubre de 1847). Véase Apéndice II.
' - Madan, oficial de la intendencia civil de Tenerife, fue mediador en el
asunto de la administración de Gáldar; el Coronel quería resolver a su favor el
pleito que tan largo y enojoso había de hacerse entre los pueblos vecinos; su amistad
con Afonso le serviría de mucho en este caso. «Recibo su apreciable del 30
del pasado y . . . fui a buscar el expediente de traslación de la administración de
Gáldar a Guía que Vd. me recomienda . . . Efectivamente me encontré una exposición
de exabruptos e innecesidades . . . y aunque el informe de esa administración
[350] 57
don Graciliano de tomar partido en el expediente de don Juan
Bautista. No era hombre temeroso en sus decisiones; más pecaba
por arriesgado. Y sus informes doctorales, en estos años de agitación,
siguen teñidos con la misma pasión y el mismo brío tan
propios de su carácter.
Señalábamos la confabulación de Frías y Afonso en 1841 para
enviar al Congreso una representación sin conocimiento del pleno
del Cabildo. Quedaría el oficio inutilizado por acuerdo posterior
capitular; el borrador nos atestigua cuánto llevamos dicho. Es
autógrafo de Afonso, con sesenta y seis años; han transcurrido tres
desde su regreso; hay vigor en su pluma, todavía punzante, como
en sus mejores años.
Quiere el Doctoral, aparentemente, presentarse como un de-fensor
de la conservación de la catedral de Las Palmas, en peligro
de desaparecer a causa del nuevo arreglo eclesiástico. «No es incumbencia
de esta corporación el presentar razones en pro de la
división de la Provincia>, afirma en primer lugar, «aunque tal vez si
sobre ello fuese consultado no dudaría decir que una oportuna
división civil como la hay eclesiástica calmaría toda la animosidad
de odios provinciales tan cruel y tan funesta como el odio y la
discordia fraternos>. Toda su argumentación giraba alrededor de
este problema civil íntimamente relacionado con el episcopal. No
quiere don Graciliano tener en cuenta «la autoridad de las leyes
r , 2", 3", 4" y 5' del libro T de la Novísima Recopilación», defensoras
de los antiguos privilegios de las villas y ciudades; no es
' d e su resorte o incumbencia»: ellas, por si solas —continúa—,
no está explícito . . . da bastante de si . . . no obstante el informe de la Administración
de la provincia será bien contrario a Guia y favorable a Gáldar>, le dice
Madan a don Graciliano en su carta de contestación. La fecha, Santa Cruz de
Tenerife, 5 de abril de 1848.
En una carta del hijo de Jacques encontramos una postdata altamente expresiva:
«Me han dicho que Vd. va a Telde con el Cabildo por cuya razón le escribo
ésta para que me tengfa presente avisándome si su empeño va haciendo progreso en
bien mío, pues creo no me echará en olvido, pues mi padre de un día o otro llegará
ahí porque el frío lo tiene disgustado en el monte». Es una prueba de la intimidad
que tenía don Graciliano con toda la familia del Coronel; aun en los problemas
más íntimos y personales tenía una influencia decisiva.
58 [351]
garantizaban la capitalidad a Las Palmas, «según los documentos
. . . que tuvo presente el Congreso y sirvieron de base al favorable
informe de la comisión encargada de este negocio en el año
1823>. Son los mismos documentos que él recopiló y expuso ante
la Cámara durante sus años de diputado; de ahí la tentación que le
produce. Don Graciliano, aun sin querer, deja escapar su «resorte
», el que le ataba a no entrometerse en asuntos políticos; sus
años parlamentarios se salían por toda la vivacidad de su espíritu."^
Luego entra a describir el nacimiento, la creación, de la diócesis;
no puede estar envuelta en mayor brillantez. «Al estable-cimienio
de las Sillas Episcopales, su engrandecimiento y mudanza
han seguido casi siempre la grandeza, lustre y dignidad del pueblo
de su establecimiento»; del mismo modo que «las leyes civiles»
han favorecido los principios «del derecho Canónico» «desde la
conversión del Imperio Romano al Cristianismo». No era otra la
razón de haber sido elegida Las Palmas sede diocesana; «por su
posición geográfica, por su crecida población, por sus establecimientos
científicos . . .» Du ante trescientos años había residido
en ella el obispo y su cabildo catedral. «El espíritu de partido»,
«un rigor mal entendido disciplinal», el hallarse «junto al trono
de Fernando Vil un eclesiástico oscuro «que dominaba el corazón
del Monarca» fueron —según el doctoral— las causas de la división
del obispado. Bencomo, aun después de más de veinte años,
parece inquietar con su sombra el sosiego de don Graciliano.
Las palabras más crudas y violentas salen de su pluma; no desaprovecha
esta ocasión para, retrospectivamente, volver a pintar lo
que él vivió y conoció tan de cerca. El absolutismo fernandino,
que puso en peligro su misma vida, es recuerdo imborrable para
el ex-diputado a cortes condenado a muerte. Con la división
episcopal, dejó su autor —dice— «un nombre odioso . . . en esta
isla de Gran Canaria y detestable a toda la nación y que sólo encomia
la ciudad de La Laguna, porque a ella quiso sacrificar con
la fuerza del despotismo el resto de la provincia y principalmente
la isla de Gran Canaria»; asi pudo «pagar el incienso con que
le perfumaban los Condes y Marqueses, habitadores de aquella
'« Inforir.e del Doctoral de agosto de 1841 (Arch. Cab. Cat.).
[352] 59
nebulosa ciudad». ViUanueva del Prado, el Marqués, va de la mano
con Bencomo en este venenoso responso que le dedica «el genio
maléfico del Doctoral», como lo había llamado don Cristóbal. Hasta
ahora, la historia del obispado; a continuación, la retórica del orador.
<¿Y será posible que vigorice con su autoridad el Soberano
Congreso las tenebrosas operaciones del despotismo y deje aniquilada
o en ruinas la principal población de las Cananas y convertido
en desierto uno de los templos mas magníficos que acaso
existen en el Reino . . . ?» La preponderancia de Las Palmas sobre
el resto de las poblaciones insulares queda expresamente considerada.
Por ello es necesario que «la observe el Pastor de cerca
sin perderle de vista y haciendo todos los esfuerzos con su continua
vigilancia para la conservación espiritual de esta porción más
selecta de esta Diócesis». «Sin injusticia no puede ser postergada;
sin ingratitud no puede reclamar ninguna otra, pues de todas ha
sido la Maestra, el germen de su civilización y en general de la
Dignidad y consideración del nombre canario: sin arbitrariedad
—concluye enfáticamente— no puede despojársele de la posesión
en que se halla por más de trescientos años, y sacrificarla a un
establecimiento nuevo que ni aun reside en la capital interina».»*
El Doctoral —como en tantas otras ocasiones— no puede
apartar las simpatías políticas de sus informes estrictamente profesionales.
Toda su actuación de viejo constitucional parece volver
a tener vida en este informe muy justificadamente retenido por el
Cabildo. Si en 1&08, al comenzar los problemas divisionistas con
la creación de las Juntas Insulares, el cuerpo capitular observó una
política de prudencia —en el fondo, con simpatía por Tenerife—,
ahora, al rojo vivo las pasiones, debía tener una mayor cautela.
No se libraría el Cabildo del fervor constitucional de su doctoral;
si pudieron contenerlo en esta situación, luego tendrían que
tolerarlo.
En 1848, pendiente su jubilación y su sustitución de secretario,
don Graciliano informa, por encargo del Cabildo al obispo
de Córdoba, presidente de la comisión eclesiástica del arreglo
del clero. Todavía seguía en litigio la «Catedralidad» —según
" Véase nota anterior, Ibideni.
60 [353]
Afonso— y era necesario salvar este derecho que asistía a los ca-nónigfos
de Santa Ana. El Gobierno había dispuesto que en las
capitales de provincia residiesen también los diocesanos junto con
el resto de las autoridades. Era el caso de Santa Cruz, capital
interina, en la que se hacía más difícil y discutible el traslado. Las
razones históricas, continuamente expuestas por los grancanarios,
apoyaban esta protesta. Sin embargo, con respecto a la anterior
exposición, tiene ésta una novedad; Afonso llega a admitir, de no
establecerse la unidad episcopal y política en Las Palmas, la posibilidad
de dos obispados. <La distancia marítima entre las islas,
su respectiva posición topográfica y los peligros permanentes del
mar> eran razones muy poderosas para desecharlas la comisión;
si las hubiese repetido Casañas y Frías no hubiesen variado mucho
desde que en 1820 fueron expuestas ante el Congreso. El arzobispado
en Las Palmas y un obiapado auxiliar en La Laguna fue la
sugerencia del entonces magistral Frías; volvía a la actualidad la
misma ¡dea de un obispado auxiliar del de Las Palmas. Romo, al
publicar uno de sus opúsculos sobre derecho canónico, apoyaba
la tesis divisionista, aunque absorviendo el cabildo de Las Palmas
al de La Laguna para no aumentar las rentas. Esta sería la solución
de 1851, al quedar el obispo de Las Palmas como administrador
apostólico de la diócesis de Tenerife.'''
Su celo como divisionista —a pesar de su naturaleza tiner-
'^ En el informe que don Graciliano como doctoral hace al presidente de la
comisión eclesiástica sobre arreg-lo definitivo del clero, expone todas las razones
históricas, geográficas y económicas que tiene Las Palmas para conservar su <ca-tedralidad
». Al citar a don Judas José de Romo como un argumento favorable a
través de uno de sus textos canónicos, tenía una cierta importancia política; don
Judas, senador del reino, antiguo obispo de Canarias, no dejaría de ser consultado
en este problema. La ostensible exageración de don Graciliano con respecto a Las
Palmas se repetiría años después en la comunicación congratulatoria dirigida al
Congreso por la división administrativa de 1852. Bencomo, una sombra que no se
apartaba de don Graciliano, parece dibujarse en los dos informes del Doctoral, y
junto a él aquel presidente de la Audiencia ganado, según Afonso, por las tentadoras
entradas del puerto de Santa Cruz de Tenerife. En 1850 al establecerse la
nueva división eclesiástica de España, triunfaría la política unitaria de Afonso;
Lluch y Garriga, sustituto de Codina en el obispado de Las Palmas, seria al mismo
tiempo administrador apostólico de la diócesis t'e Tenerife. Véase Apéndice XI.
[3541 ^^
f e ñ a - lo demostró claramente. Continuaba su política parlamentaria
de 1822. Era un viejo problema que había quedado pendiente
en las Cortes, solucionado parcialmente por la división admiriistra-tiva
de 1852. Ya se vio como el Doctoral -presidente accidental
del C a b i l d o - redacta la comunicación a la Reina unida a la petición
de completar totalmente la división provincial. Es cierto que
la división política afianzaba la subsistencia de la entonces vacilante
catedral de Las Palmas; de continuar el criterio de 1SJ7, y de no
hacerse una excepción, Santa Cruz o La Laguna tenían todos los
derechos para absorver al antiguo obispado del Rubicon. Afonso.
cuya vida transcurrió en medio de las nacientes disputas entre
los dos obispados, no podía mirar pasivamente la desaparición de
su Cabildo. La comunicación de 1841, en donde aparece con rasgos
tan destacados Bencomo, quizás sea la mejor muestra del espíritu
de independencia que le animaba; el obispo de La Laguna y
el absolutismo fernandino. estrechamente relacionados, eran recuerdos
poco gratos para don Graciliano.
Cartas y litigios
Sus años y sus ocupaciones le impidieron tomar una parte más
activa en la política local, aunque ya hizo cuánto pudo por no
»« No olvidarla Afonso su carácter de hombre político. Habiendo sido tan
1 . 1 '1- „„ «nr pl Parlamento, se dina que pensaba
breve, tan fuyaz y tan dramático su paso por el rariamcn , ^^.^ ^
.^, , , , . „;- Recordar a Bencomo en 1851) era ver pa-seiruir
eiercitandolo desde su canonjía. Kecoraar a r
• 1 1 j -j j-„J- IRl^í a 1823. La influencia avasalladora, pro-sar,
con rapidez, toda su vida desde lOlJ a l o í j . •-<• . , , , .
, , , , Q .;.r,.;írnn en la historia insular de los primeros
funda, que los hermanos Bencomo ejercieron en m " K
treinta años del si^lo pasado le recordarían a don Graciliano que, al mismo tiempo
uno de ellos, el arzobispo, seria la verdadera eminencia gris de Fernando VII,
otra sombra perseguidora de Afonso. En aquella corte de aguafuerte goyesco que
tuvo el padre de Isabel, formada de toreros, aguadores y nobles juerguistas, las
únicas figuras de importancia desaparecen al lado de los íntimos de las camarillas.
Si Escoiquiz pudo ocupar un primer lugar. Bencomo —más grisáceo, menos cortesano—
debió de ir detrás del primer preceptor real. Don Graciliano, un poco
quijotesco, quiso luchar con la influencia bencomina y no se percató de la presencia
e influencia de las camarillas reales, un invisible e inamovible enemigo de los
constitucionales de 1812 a 1823,
62 [355]
quedar al margen de ella. Procuraba colaborar, asesorar; sus libros,
sus manuscritos, el Cabildo, su avanzana invalidez le impedía otra
cosa. No era olvidado por los que lo necesitaban. El año 1851,
al convocarse elecciones, López Botas apoyaba la candidatura de
don Cristóbal del Castillo, que triunfaría; uno de los votos y de
los electoreros más eficaces sería el Doctoral. Su conocimiento y
trato con toda clase de gente —especialmente la campesina— a
causa de sus carg'os capitulares le hacían ser un elemento valiosísimo;
así era la recomendación y la insistencia de Botas."' Sin
embargo, eran otras las actividades sociales de don Graciliano; al
menos, las más continuadas. Ese amplio espíritu generoso y filantrópico
que le caracterizó lo demostró en su cargo de doctoral,
defensor de la vida económica del Cabildo. Tendría que soportar
el encontrarse con gente de especie muy diversa, casi siempre
menesterosa; a él recurrirían como única salvación ante el apremio
o la confiscación judicial. Las cartas nos hablan de las grandes o
menudas preocupaciones de insulares que cifraban su esperanza
en la generosidad y comprensión de don Graciliano. El abogado
siempre dejaba ver al hombre, en él predominante.
De Lanzarote y Fuerteventura hay cartas sencillas y esperan-zadoras.
En julio de 1847, el Cabildo oficia a los herederos de
don Antonio Alonso Manrique, hacedor decimal que había sido
de Fuerteventura. Uno de los tantos oficios, tan abundantes en la
historia económica del cuerpo capitular; con toda seguridad el
primer paso para el embargo. Afonso ocupaba interinamente la
presidencia; era la suya una de las dos firmas que llevaba la comunicación,
junto con la del contador Oramas. Un mes después, en
agosto, hay una carta de las dos hijas de Manrique; es el agradecimiento
de las huérfanas ante el Doctoral que había detenido el
embargo judicial; unos garbanzos, bastante escasos «por causa del
bicho», prueban el reconocimiento de las atribuladas hijas del
hacedor; la «Constancia», un velero llegado de Puerto de Cabras,
traía el regalo. Dos cartas, en términos muy parecidos a los ante-
" Las dos cartas de López Botas tienen un carácter político. La candidatura
de don Cristóbal del Castillo necesitaba de la colaboración de Afonso, un electorero
nada despreciable; las dos cartas están escritas en mayo de 1851,
[356] 63
riores, recibe de dos hermanos del difunto Manrique."^ Un año
después, en diciembre de 1848, Juan Alonso, uno de los remitentes
anteriores, vuelve a solicitar la intervención de don Graciliano
para «salvar la inevitable ruina que amenazaba esta pobre familia».
Eran las cartas más frecuentes, las de todos los dias; sus sentimientos,
en muchas ocasiones, tenían que ser ahogados por su deber de
doctoral.»-'
En Tenerife también tuvo corresponsales numerosos, bon
cartas casi todas relacionadas con problemas judiciales. José Armas,
desde el Puerto de la Cruz, solicita la mediación de Afonso
en un estupro en el que intervenía como abogado el propio sobrino
del Doctoral; don Manuel Verdugo, del que hay otra carta muy
cariñosa para Afonso, agradece la intervención de su amigo; don
Francisco G. Ventoso, el propietario del velero «Dáciia», •« " C H "
be y se regocija de recordar -los bailes de la Talavera» por donde
»« El oficio está dirigido a don Antonio Alonso Manrique, hacedor decimal de
Fuerteventura; sus herederos debían responder de los débitos. Un mes después,
el 27 de agosto de 1847, el Doctoral recibe carta de dos Manrique, tal vez sus her-manas.
Se refieren al embargo, detenido por intervención de Afonso. y mencionan,
no de muy buenos modos, a un tal Carrión, aspirante a los bienes en embargo;
es curioso el concepto que le merecían: «tienen una ambición tan desnied.da y
nada escrupuloso en asuntos de religión, que abiertamente aseguran que ha dicho
que no hay infierno sin gloria como barias [sic] mujercillas y vanos hombres de
poco conocimiento, y con todo se escandalizan». La postdata, como en tantas
cartas dirigidas a Afonso. tiene un alto interés expresivo. «En nuestro nombre
tomará ese corto regalo de garbanzos no pudiendo por ahora ser mas largas por la
corta cosecha que en este año de ellas por causa del vicho [sic]*. La última carta
de otro Manrique (Juan Alonso) tiene los mismos tonos de agradecimiento; el ti-
1, I .. ;;„„. Uon« ni>n<!ar en los años seminarísticos de Afonso
rularse «antiguo companero» nace pensar cu
(Arch. Cab. Cat.; correspondencia . . . Afonso).
»» El asunto Manrique no se terminaría tan fácilmente; el Cabildo volverla a
conminar a los herederos. Juan Alonso Manrique el más allegado al Doctoral, le
escribe: «En tan críticas circunstancias me ha ocurrido como único recurso me-'
diante el favor que a V. S. en todos los tiempos he merecido tomarle por mi guia
y director para salir de tan enredado laberinto, cierto que si Vd. me dispensa este
favor, ya por su influjo en el Cabildo, ya por sus conocimientos en la materia > de
salvar la inevitable ruina que amenaza a esta pobre familia... Vega de Tetir,
diciembre 12 de 1848» (Ibidem anterior).
64 [357]
anduvo nuestro canónigo;'"" Apetto, un funcionario administrativo,
le recuerda los débitos que tenía en unas capellanías, pero
le tranquiliza del pelig'ro que podían correr sus libros; Jacques,
hijo del Coronel de carácter muy alegre, es motivo de una causa,
cuyo estado comunica desde Santa Cruz Rafael Fernández, quizás
un covachuelista de Juzg^ado; en otras ocasiones, una capellanía
que disputa con doña Consolación de Hanty y una recomendación
de su «comadre», Dolores Oliver, para «entrar una sobrina en las
beatas», llenan la atención de Afonso. Como se ve, desde la carta
de petición a la simple protocalaría comunicación judicial. Afonso,
atento en todo, no desatendería lo gfrande o lo pequeño; en todos
sitios tenía al amigo o al recomendado que sabía comunicarle el
estado de un asunto de interés.'"'
En Gran Canaria tenía don Graciliano más enojosos problemas.
Desde los pueblos, unas veces son los curas los que solicitan
su intervención a causa de algfún litigio con el gobernador del
obispado sobre asuntos económicos, como le ocurría al párraco de
Agüimes, un repetido corresponsal; o, simplemente, de agradecimiento,
expresado en el «cesto de frutas» que acompañaba a la
carta: la diplomacia de don Graciliano había conseguido el arreglo
satisfactorio, según le había pedido su remitente. Cartas y billetes
de carácter profesional: procuradores, abogados o notarios nece-
'"" La carta de José Armas está fechada en La Orotava el 6 de octubre de
1844; la de Vcrdug'o, en Santa Cruz de Tenerife el 17 de marzo de 1848; la de
Ventoso en el Puerto de La Orotava el 16 de febrero de 1846 (Ibidem anterior).
"" La carta de don Bartolomé R. Appetto (Cappetto?), fechada en La Laguna
el 28 de junio de 1847. Don Graciliano se habia retrasado en el pag-o de alguno
de sus capellanes servidores o en la inclusión de alguna ley desamortizadora. «No
creo —le dice Cappetto— que en cualquier caso peligrasen sus libros porque la
administración es contra las fundaciones y estas serían las que se persiguiesen:
^este es el orden, ahora la fuerza manda y no hay ley más sagrada que la misma
fuerza». La carta de Rafael María Fernández (Santa Cruz de Tenerife, 9 de febrero
de 1847) habla del asunto del hijo de Jacques y del estado del sumario instruido a
Saturnino Miranda por estupro. Las de doña Consolación de la Hanty de Roma
y de doña Dolores Oliver de Viña están fechadas en La Laguna, 5 de enero de
1844, y en Santa Cruz, diciembre de 1848, respectivamente; Oliver, «compadre»
del Doctoral, podría ser familiar del pintor Oliver, casado con Ignacia, una hermana
de don Graciliano.
[358] 65
sitan del jurisconsulto; o, por el contrario, es el propio Afonso
quien necesita de ellos. El notario Oramas recibe la visita de dos
recomendados del Doctoral, de quien es la carta de presentación;
a don José Falcón procurador del Cabildo, le apremia en una carta
«para que el pobre tío Peña no esté dando viajes en valde»; Fras-corro
Campos, muy relacionado con el Doctoral por motivos judiciales,
le remite unos autos para que los examine. Esta era la
faceta del abogado; pero tenía otra cara, la que quizás más interese
para su biografía. En Gran Canaria, al igual que en otras
islas, dejó pruebas irrecusables de ese hondo sentido de humanidad
característico de toda su vida; esa amplia y tolerante comprensión,
aparentemente paradójica con la tozudez de su carácter. *"-
Dos vecinos de Telde, Juan Artiles y Juan Melián Caballero, necesitan
hacer dos escritos reclamando unas participaciones de
herencia; don Graciliano les redacta de puño y letra el borrador.
La Subdelegación de Montes había embargado a Vicente Marichai
«cuatro bigas y una tosa que tenía hace más de dos años en el
aserradero de Manuel Placeres>; también es Afonso el que le redacta
la instancia dirigida a don José Doreste, subdelegado de
'"= El párroco de Valsequillo se llamaba don Antonio Falcón; tal vez hubiese
sido alumno del Doctoral en el seminario, tal vez los uniese simplemente el ser
víctimas del excesivo celo del provisor. La carta es expresiva; pinta la vida de
cualquier pueblo de cualquier lugar y de cualquier tiempo. Un cura algo mundano,
lleno de aburrimiento pueblerino, una murmuración fácil: he aquí el tema
de la carta. Falcón pide consejo al Doctoral; he aquí las acusaciones que sobre él
pesaban: «los defectos que he oído correr son los de haber admitido en mi casa a
los caciques de este pueblo a jugar un partido en los días de fiesta después de
salir de la iglesia y las más de las primas noches para entretenerlos (entretenernos?)
hasta las ánimas sin otro interés que un cuarto de apuesta o sigarros [sic] y
algunas veces solían brindarse a costa de los que perdían . . . Otro es el que entraba
en las Lonjas, y en efecto no es mentira, porque algunas veces, al salir de
la Iglesia, se hallaban en la puerta de la sacristía don Antonio Socorro y Don
Francisco Navarro y decíamos que íbamos a hacer la mañana y algunas veces
se lo repugnaba y les decía 'vengan Vds. a mi casa , y otras por condescendencia
y amistad acompañaba con ellos, y también si salíamos a dar alguna
vuelta, decía uno de ellos 'vamos a refrescar , y también concurría con ellos.
Estos dos nombrados son los que según noticias que tengo me han censurado
[ s ' c ] . . . Valsequillo, 26 de noviembre de 1846>. Apéndice XII (Arch. Cab. Cat.
Las Palmas).
RHC, 5
66 [359]
Montes.^"'' Uno de los oficiales de las obras de las Casas Consistoriales
quiere rescindir el contrato; don Graciliano, al pie de la
petición del interesado, da a conocer su opinión: «un pronto escarmiento
debe hacer conocer a los oficiales y menestrales de la obra
que nada hay tan poderoso como la Justicia>. Falcón, procurador
de «Lino Santa Ana», el oficial de obras reclamante, le había enseñado
al Doctoral el pedimento de su cliente. Los agobiados por
el apremio o el remate de bienes acuden al canónigo, con la más
peregrina de las ortografías.'"' Todo sin contar con las comisiones
que el Cabildo le encomienda de vender, arrendar o inspeccionar
sus propiedades; el nombre de Jacques, hijo, no es difícil
de encontrar, ni tampoco presumir cuáles eran las causas. Muy
condescendiente debió ser don Graciliano.
No fue la economía del Doctoral modelo de ejemplaridad.
Conocemos la de un contemporáneo suyo, don Antonio López
Botas, poseído del mismo desprendimiento generoso, y se puede
pensar que los apuros económicos de uno y otro tuvieron muchos
"" Juan Artiles solicitaba —«en nuestro actual estado de pobreza»— que no
se repitiera la repartición de bienes hecha ya en otra ocasión; Juan Melián, en representación
de Antonio Granier, solicita los autos contra Antonia de Santa Ana
por un débito (Las Palmas 5 de diciembre de 1848). Vicente Marichal solicita la
intervención de don Graciliano con don José Doreste por «habérseme embarg'ado
cuatro bigas y una tosa que tenía hace más de dos años en el aserradero de Manuel
Placeres para la reedificación de la casa de mi habitación . . . Palmas de
Gran Canaria, 26 de febrero d« 1847» (Arch. José Mesa López).
'"^ «Don José Falcón Ayala, en nombre de don Lino Santana, vecino de esta
ciudad, en los autos de rescisión de contrato contra la junta directiva de la Audiencia
y Casas Consistoriales . . . digo: Que Vd. por su acto de 22 del corriente
se sirvió mandar que para mejor proveer respecto de la inhivitoria a que se contrae
el oficio . . . traig-a autos respeto a la suspensión de los trabajos . . . »; éste era
el borrador de un oficio que pasó por manos de don Graciliano, posiblemente
miembro de la anterior junta; los párrafos sig-uientes, añadidos al margen de la
instancia de Santana, son autógrafos del Doctoral: «No toca a Lino Santana, a
quien toca conocer la transcendencia de semejante conducta es al Juzgado, quien
debe pesar las consecuencias de semejantes desafueros; un pronto escarmiento
debe hacer conocer a los oficiales y menestrales de la obra que nada hay tan poderoso
como la Justicia, y que sino es el oro quien compra el dictamen do cuatro
letrados, no es menos la adulación y parcialidad poderosas para aconsejar tal desprecio
de la Autoridad J u d i c i a l . . . Mayo 29, 1847» (Arch. José Mesa López).
[360] 67
puntos de contacto. Del prestiaioso abog-ado y político, fundador
del Colegio de San Agfustin, conocemos su fin en La Habana, pobre
y abandanado; don Graciliano, gracias a su silla de coro, no
llegó a tales extremos, pero en el fondo se comprenderían muy
bien en este aspecto.'"' Dos comerciantes, Hoyo, de Guía, e In-glott,
de Las Palmas, le reclaman pequeñas cantidades que adeudaba
con fechas muy atrasadas, aunque las capellanías que regentaba
desde el obispado de Tavira le eran puntualmente pagadas.""
""' Aunque solamente hemos encontrado en la correspondencia de Afonso
dos cartas de López Botas, pensamos que no debió haber habido entre ellos una
amistad superficial. Don Antonio había pasado por el seminario, en donde Afonso
seguía teniendo un Jfran prestigio; existía una comunidad de criterio político, y,
sobre todo, poseían los dos la riqueza de la generosidad y el altruismo. Si del
Doctoral hubiésemos encontrado sus «agendas», como conocemos las de López
Botas, veríamos junto a los apuntes literarios el recordatorio de un débito, el
préstamo por satisfacer, el favor solicitado, la gestión no terminada, como los
hemos encontrado en las pequeñas libretas del doctor López Botas. Don Antonio,
un hombre de acción con agudeza de político, vivió rodeado de amanuenses que
no bastaba para contestar a sus corresponsales; él mismo, tanto desde la alcaldía
como desde su bufete, no era suficiente para atender a las peticiones más infantiles
y peregrinas, o a las necesidades más perentorias. Afonso, hombre de otra época
anterior, supo también, desde su puesto del Cabildo, pulsar durante sus cuarenta
años de canonjía las necesidades de una población que empezaba una nueva vida
con el siglo; gracias a sus informes, a sus protestas, a su celo se logró una buena
parte de las mejoras introducidas en la vida insular de la primera mitad del 1800.
Recuérdese aquella manifestación de amas de cría en el Patio de los Naranjos de
la catedral de Las Palmas pidiendo que les subiesen el sueldo, petición a la que
el Doctoral, administrador del fondo de expolios y vacantes, pudo atender gracias
a la generosidad del Cabildo: léase cualquier carta, la más innominada de las dirigidas
a Botas, y reconstituiremos, sin mucha imaginación, los pequeños problemas
de los insulares en 1850. Si el siglo XIX es deudor en tantas cosas del XVIII, quizás
sea la beneficencia uno de los legados mejor administrados por los herederos;
López Botas, que no olvidó el ejemplo del Doctoral, ante todo un hombre «sensible
» V « benéfico», apoya esta hipótesis (V. José Mesa López: Antonio López
Botas. Conferencia en Gabinete Literario). Vid. Arch. López Botas.
'"" La carta de Guillermo del Hoyo está fechada en Guía el 18 de marzo de
1848; la de Inglott, que transcribimos, nos dice mucho de la contabilidad de Afonso:
«Diciembre 31, 1846.—Muy Sr. mío: Teniendo que cubrir cierto crédito y
hallándome en la actualidad escaso de dinero me veo en la necesidad de recurrir a
Vd. a fin de que sirba [si'c] hacerme el favor de satisfacerme la cantidad de nueve
pesos, tres bellones y diez y medio céntimos, importe de su cuenta fecha agosto 31
68 [361]
De sus apuros y de su bondad queda un ejemplo en una carta que
dirige a don Pedro Matos para que le vendiese una casa; a fin de
«dar a un criado mío que traje de América un casuco en que pueda
poner un tendujo con que pueda sostenerse con un pequeño
capital». Los doscientos sesenta pesos que el propietario le exigía
al contado eran muchos pesos para el Doctoral; tres plazos de
ochenta y seis pesos cada uno es la condición solicitada por el
comprador. Aun con la escasez de sus rentas, de sus débitos con
el Cabildo —son abundantes los préstamos que solicita en estos
años—, Afonso quiere ocuparse de su «fiel Pedro», un criado que
tal vez sería el que le acompañó en sus jornadas políticas por la
Península y en sus amarguras de desterrado en América.'"'
Con unos corresponsales fue más asiduo que con otros; motivos
puramente oficiales, simplemente una mayor amistad justificaban
esta asiduidad. Don Juan Madan y don Lucas Ramírez
entran en este último grupo. El primero, residente en Santa Cruz
de Tenerife y funcionario de la administración civil, sobrino del
canónigo del mismo nombre, era representante capitular en la capital
de las Islas; el otro, antiguo compañero de don Graciliano
en el seminario, familiarizado con las musas, encontró en su amigo
Graciliano un complemento de sus aficiones.
Desde 1845, Madan, propuesto por don Graciliano y por
Frías, es nombrado administrador de las propiedades capitulares
en Tenerife. De esta manera se convirtió en un agente de muchos
asuntos particulares del Doctoral. De la misma manera que, unas
veces, notifica al Cabildo sobre ventas, remates o arriendos, soli-y
septiembre 4 de 1843 y de octubre tres de 1844.—Esperando de la bondad de
Vd. este chasco a este su affmmo seg-uro servidor.—Q. B. S. M.—Cayetano Bernardo
Ynglott».
Sin embarjfo no era nada descuidado con la administración ajena. Dos cartas
dirigidas a Luis Román Esquivel (4 de febrero de 1846) y a Francisco Fernández
(marzo de 1846), dos deudores de clientes del Doctoral, dicen bastante de su
diligencia.
"" La carta, dirigida a don Pedro Matos (julio 22 de 1842), tenia por objeto
pedir condiciones para poder comprar la casa que le pensaba dejar en propiedad
a su criado Pedro. Muchos debían de ser los aprietos económicos de Afonso cuando
estipulaba plazos tan largos para cubrir deuda tan corta. Véase Apéndice XIU.
[362] 69
cita, en otras ocasiones, una carta de don Graciliano para el
ministro Escosura, antigfuo compañero de Cortes de Afonso, o
participa a éste del interés que tomó con un recomendado del
Doctoral hasta el extremo de haber intervenido su propia mujer
en el asunto.'"'' Los pájaros y los libros, dos de sus debilidades,
eran puntualmente atendidos por su corresponsal. En dos ocasiones
recibe Madan un envío de pájaros de don Graciliano, y solicita
en otra carta el derecho de preferencia de una cria que tenía
el Doctoral. Núñez de la Peña, «La Aurora» —en donde publicó
Afonso su Oda al mar— y noticias sobre la posibilidad de imprimir
La Eneida en la imprenta de Pedro Ramírez —antig^uo
editor de «El Atlante»— son algunos encargos cumplidos por
don Juan Madan en Santa Cruz de Tenerife. Las primeras tiradas
de la Historia de Núñez de la Peña en la Imprenta Isleña fueron
remitidas puntualmente, y la carta sobre la edición de La Eneida
es valiosísima para conocer el estado de las imprentas insulares
en la mitad del siglo pasado, cuando comenzaban a funcionar las
primeras editoriales. Aunque en lugar oportuno volveremos a
'"« El 27 de junio de 1845 acuerda el Cabildo nombrar a Madan «administrador
de los bienes adjudicados en la isla de Tenerife» (Libro capitular 1845-1850,
F. 17-17 V.; Arch. Cab. Cat. Las Palmas); Frías y Afonso fueron los defensores
de su candidatura.
En la carta de 20 de septiembre de 1847 Madan notifica al Doctoral cuál era
el estado de varios asuntos administrativos del Cabildo; también participa al Doctoral
el resultado de una gestión encomendada por Afonso. Los favores eran recíprocos:
«Podría V. conseguirme —dice Madan— una carta de recomendación
para alguno de los canarios que están allí de valimiento, puesto que Escosura es
Ministro; en tal caso referirse a la nota que incluye dentro de la misma» (Arch.
Cab. Cat; Legajo de cartas).
Madan comunica al Doctoral la intervención de su esposa en una gestión con
el intendente de la provincia: «Y deseoso de salir airoso en cuanto V. me encargue,
¿qué le parece que hice? Como las naguas merecen más respeto, hice que
en el momento mi mujer pusiese una carta al Intendente diciendole que el Doctoral
de Canarias, sujeto del más alto aprecio y favorecedor de esta su casa, le
interesaba a ella en aquel negocio, y que a todo trance esperaba diese todos los
pasos necesarios para obtener un resultado como apetecía, pues dicho señor deseaba
una ocasión en que acreditara su reconocimiento, y que él que se interesa
tanto por nosotros, miraría el negocio como era necesario» (La Laguna, 11 de
septiembre de 1847; Ibídem).
70 [363]
ocuparnos de este problema —en el que Afonso tiene un lugar
preferente—, es necesario señalar la dilig;encia con que Madan
atendía las manías bibliográficas de Afonso.'""
Muy estrecha y muy cordial debió haber sido la amistad entre
Madan y el Doctoral. Ni tan siquiera cuando las exigencias protocolarias
obligaban al arcediano presidente —Frías— y al doctoral
secretario —Afonso— a apremiar a don Juan Madan por retraso
en el envío de las cuentas dejó éste de perder la confianza de sus
dos amigos capitulares; como cuando les pide «un poco de vesi-na
[sic] de almacigo de gota . . . que me dicen que se encuentra
en casa de algún inglés comerciante». La gripe, que lo había tenido
veinticuatro días en cama, le había impedido contestar al
apremio oficial del Cabildo, así como —añadía— le dificultaba
todavía la escritura «por las sangrías que me dieron>; pronto esperaba
cumplir con sus obligaciones administrativas; «la leche de
burra —concluía— me va reponiendo a pasos agigantados».""
Una carta, posterior a las anteriores, quizás refleje más fielmente
la amistad que unía a estos dos hombres; Madan, conocedor de
•09 En la misma carta anterior añade Madan la postdata siguiente: «Hoy doy
mil gracias por el pajarito que llegó bueno y es preciosísimo». En otra del 7 de
junio del mismo año le añade las siguientes lineas: «Supongo me tendrá una cria
de pájaros en planta, si de ellos saliese alguno particular en la pinta y no le hace
falta, me tomo la libertad de exigírselo, pues es un amigo de algún respeto que se
ha empeñado en ello» (Ibídem).
"" «A la vez que su última grata, recibí un oficio de ese Cabildo firmado por
V. a cerca de . . . las cuentas del año pasado. Suplico a V. me dispense no conteste
en este barco, pues estoy aún delicado de veinticuatro días de gripe que me ha
afligido y quiero hacerlo justificadamente, de manera que si Vs. dudan un momento
de mi actividad y exactitud, se persuadan que lo ajeno que manejo lo miro con más
interés y escupulosidad que lo mío, pues así lo exige mi delicadeza y pundonor, y
así suplico que si Vs., acostumbrados a los malos administradores . . . dudan más
que sea el sueño de mí, encarguen a otro, pues no por eso dejo yo de apreciar . . .
al Sr. Arcediano, al que debo una buena amistad, y a V. para que me manden
cuanto se les ofrezca . . . Suplico a V. consiga en esa un poco de vesina [sic] de
almáciga de gota que me hace mucha falta, que me dicen que se encuentra en casa
de algún inglés comerciante que necesito para hacer un barniz . . . Mi pulso ha
quedado muy malo de las sangrías que me dieron en la gripe de manera que
aún me cuesta trabajo escribir, pero la leche de burra me va reponiendo a pasos
agigantados . . . Juan Madam . . . Santa Cruz de Tenerife, abril 5 de 1848 (Ibídem).
[364] 71
los sentimientos de su amigo, le refería todas las privaciones por
las que había pasado. Posiblemente por haber cesado en su cargo
de administrador capitular se interrumpió la correspondencia; es
poco explicable este largfo silencio epistolar, aunque la detallada
relación de todas las tribulaciones que había conocido durante los
últimos cinco años (1851-1856) no parece ser prueba muy equívoca.
Cuatro de sus hijos habían contraído la tuberculosis —dos
de ellos murieron—, su esposa había enfermado gravemente, había
perdido su empleo, el hambre lo había acosado; todo lo había
soportado con una resignación y entereza admirables, huyendo de
sus «amigos y semejantes>. Al recibir cuatro días antes de la fecha
de la carta su nombramiento de «Administrador de Bienes
Nacionales de la Provincia», así como el de dos de sus hijos
—uno, oficial administrativo, y otro militar— se apresura a comunicárselo
a su antiguo «favorecedor». Entre líneas se adivina la
causa de este repentino cambio; «la familia de mi mujer [está] en
alta posición [en Madrid], y si a usted se le ocurre algo para allí y
especialmente para el Ministerio de Gracia y Justicia, dígaselo a
su verdadero amigo», son las últimas líneas de la carta.^'^ Corrió
Madan la suerte de tantos españoles del siglo XIX, dependientes
de los azares políticos, pretendiente esforzado de algún destino
que le ayudara a defenderse del hambre, compañera inseparable
del cesante. La carta, escrita con una vivida realidad, parece estar
sacada de una novela galdosiana; un Bringas que, en esta ocasión,
se llama Madan. Para don Graciliano, tan lleno de humanidad,
tendría un valor incalculable esta carta; no era sólo la prueba del
fervor del amigo, significaba el poder participar de sus pasadas
preocupaciones y de sus alegrías presentes.
Don Lucas Ramírez, residente en Arucas o Guía durante la
epidemia del cólera, es un festivo corresponsal de Afonso. Se
intercambian composiciones poéticas, comentan los sucesos locales,
hacen uso los dos de una punzante ironía que estrechaba más la
antigua amistad comenzada seguramente en las aulas del seminario.
Ramírez gustaba de hacer descripciones del paisaje que le
rodeaba. Encerrado en el pueblo, durante los meses más rigurosos
' " Legajo cartas (Ibídeni).
72 [365]
del invierno, siente el frío y se queja de él; sin embargo, la pureza
de los campos, la frescura del aire, «la atmósfera viciada» que
ha desaparecido, son descritos por el friolero Ramírez que llama
con un poco de burla 'Exmolenco» a su residencia. Dos envíos
poéticos de Afonso son comentados jocosamente por el cura Ramírez.
Con «el azador con que pulpeaba el Noble Marqués de
Mantua, mi tío y señor carnal>, pretende don Lucas enfrentarse
«con una de las mejores espadas del Parnaso»; así deja ponderadas
las cualidades poéticas del adversario con el que va a medir
sus armas.'^^
Pero no todo es poesía ni medicina en las cartas. Ramírez
conoce la incómoda situación de Afonso en el Cabildo. No lo distinguía
el obispo precisamente como a uno de los suyos; el gobernador
del obispado ya había tenido con el Doctoral los primeros
tropiezos; don Graciliano, desalentado, había pedido el cese en
algunos de sus cargos capitulares honoríficos. Las palabras de
Ramírez tienen todo el veneno que pudieran haber tenido las de
el propio Doctoral. «Permíteme, Gracilio, que te dé el parabién,
que te acompañe en la plausible resolución de haber salido del
olor del candil de Aceite de Quilme, de la Harpía consabida; de
esa clase de víboras roedoras cuyas rastras son inextinguibles para
el desgraciado que llegó a familiarizarse con ellas».^^^ Don Lucas,
" - Ratiiíre2 escribe a don Graciliano contestándole a uno de los romances
que el doctoral le había enviado desde Las Palmas. Don Lucas, encerrado posiblemente
en Telde, comenta jocosamente los versos de Afonso. Véase carta 13 de
enero de 1848: Apéndice XIII.
"^ «Si arribase carquejas digame V. si me honra señor Gracilio, si es que ese
navio ha llegado con averia . . . aqui no se puede estar de frió y los que hemos
pasado ya la línea mucho menos . . . estoy siempre tiritando . . . Permiteme, Gracilio,
que te dé el parabién, que te acompañe en la plausible resolución de haber
salido del olor del candil de Aceite de Quelme, de la Harpía consabida; de esa
clase de víboras roedoras cuyas lastras son inextinguibles para el desgraciado que
llegó a familiarizarse con ellas. Antes me digo a mí mismo: antes un rayo me
convierta en polvo que una de esas negras arañas llegue a enredarme en su tela,
más temible en lo físico y en lo moral que todas las pestes y miserias del mnndo,
cuando un hombre quiere hacer una limosna se da un duro, y además una buena
patada en el c . . . y si en la calle llego a decirle adiós entonces la respuesta es
otra patada, hasta que le vuelva a dar la gana de hacer otra limosna, y siempre
[366] 73
Lucilio, también bucoliza con el Doctoral, aunque la pintura que
le hace del ambiente capitular no es precisamente hecha con colores
pastoriles. La libertad de que había gozado siempre Ramírez,
ajeno por completo a incomodidades propias de una prebenda, le
hacía construir, con más acierto que inspiración, tres décimas felicitando
a su amigo al lado de Apolo por su saber y gloria. Allí,
en el templo de la fama.
Canónigo Doctoral,
con talento de alta esfera,
de científica carrera,
de nombre y gloria inmortal;
aunque te manden acá
canónigos en serones
cual de aceyte botifones
ninguno sombra te hará.
La segunda décima va dirigida a los adulones; ya se había
encargado el propio Doctoral de presentarlos en una de sus exposiciones
a la Reina. Para Ramírez —como para don Graciliano—
la mejor arma para espantarlos era «la pluma, que es un buen garrote
»; mientras tanto, «los aduladores, | cual zánganos a las flores,
I cruzaban por un destino». La tercera décima canta la independencia
de que goza; los versos parecen escritos para describirnos
de cuerpo entero al Doctoral:
Ella [la Providencia] me dio Independencia;
de empleos no me dio gana;
y asi me dieran mañana
todas las prebendas juntas,
¿qué harías? ¿Te lo barruntas?
Botarlas por la ventana.
otra patada. Yo tomo a la letra un consejo tuyo que me diste en la juventud: más
quiero g .. . de canapé que medio r . . . de cocina. Eterna verdad por sus efectos:
un alma generosa en presa por esas sanguijuelas es muerta siempre por disolución
de bolsa.—Lucilio . . . 13 de enero de 1848».
74 [367]
Era una invitación a la despreocupación filosófica. Un orgullo
resultado de su calidad superior, el arma mejor esgrimida contra
los «zánganos» de la adulación, una flor constantemente libada.^"
Pocos días después de la carta anterior hay otra. Participa la
noticia de haber recibido un festivo romance epistolar de don
Graciliano, en el que pinta al corresponsal el estado de la ciudad
abandonada a causa del cólera. Elogiosas son las palabras del cura
Ramírez: «Qué descripción y qué pintura, sin faltar a la verdad y
sin añadir una coma; qué viveza, qué animación y gracia en la
pintura». Ramírez, invitado por Alonso a cabalgar en el caballo de
la poesía— «esa negligencia y tedio | con que desprecias las musas
I que debieron ser tu empleo», eran los versos a que aludía Ramírez—,
declina la invitación por no encontrarse con fuerzas suficientes
para ir «en aquel caballo mismo que llevó con tanta gloria
a los hermosos luminares del firmamento: Homero, Virgilio, Hora-
Canónigo Doctoral para irse a su lugar
con talentos de alta esfera, y yo me iba a cortar
de científica carrera mi pluma que es buen garrote
de nombre y gloria inmortal; para a todo monigote
en el templo celestial guerra eterna declarar.
de Apolo tu gusto está;
y aunque te manden acá Del puro incienso la esencia
canónigos en cerones </"« ¡'° <?"«'"° «" " ' « *"«'"'
cual de aceites botijones Gracilio, sólo va al cielo,
ninguna sombra te hará. " ' " «'«'•"" Providencia;
ella me dio independencia;
Miraba yo el desatino de empleos no me dio gana;
con que los aduladores y si me diera mañana
cual zánganos a las flores todas las prebendas juntas,
cruzaban por un destino: ¿<?"« haría? ¿Te lo barruntas?
dejábalos ya en camino Botarlas por la ventana.
Estas décimas están al fin de la carta anterior. Los versos, que no dicen
mucho de la inspiración del autor, retratan al poeta y al Doctoral, al parecer con
muchos puntos de contacto. Se esconde entre línea y línea el provisor, aquel viejo
canónigo adulador de Codina, todos aquellos componentes de la «Harpía venenosa
» según las palabras de don Lucas. Los tres últimos versos aluden a la vacante
del deanato, aspiración de Afonso; Ramírez quiere irle preparando con sus
versos para la desilución que iba a sufrir. Apéndice XIV.
[368] 75
CÍO, el Tasso y el Ariosto, en cuyas ancas fue también Molier . . . >
No quiere correr la suerte de los osados copleros coceados por la
furia del bruto, capaz de distin;íuir a los buenos y a los malos
poetas, entre los que cuenta a Martínez de la Rosa y Bretón de los
Herreros por «sus arsfumentos afeminados y pueriles> sin transcendencia
útil ni de provecho alg-uno y «sus versos forzados pla-g-
ios>. El frío le sienta muy mal a don Lucas, deseoso de acabar
con los malos poetas y las malas poesías: sólo Quintana y Arriaza
se salvarían del feroz escrutinio. Afonso sería el despiadado inquisidor:
«destelaraña tanta porquería para poder leer con claridad
sólo un renglón, un código entero de moral como este non ignara
malis; en lo descriptivo, una cosa semejante a la entrada del Burlóte
por los Moriscos>. Como se ve, los dos clérigos se entendían
muy bien en sus aficiones literarias y en sus caracteres comunes;
más viejo Afonso, Ramírez participaba del mismo criterio de su
amigo. Educados en un mismo ambiente, partícipes de una influencia
común no desmentían esta comunidad de orígenes."^'
Compuso Afonso El Disputador en septiembre de 1848; pocos
días más tarde llega a manos de Ramírez, a quien está dedicado.
Es un retrato inspirado en Planto y en la literatura influida por
el Miles gloriosas. Un coronel, compañero de armas del rey Carlos
III, tenía la terrible manía de disputar con todos y por todo
tanto si se trataba de guerras, de ajedrez o de música, como de
costumbre o sermones. En la misma muerte, esperada por deseosos
sobrinos, ya sin habla, «con el gesto y la mano en signo vario>,
pretende entablar su última discusión, tronchada «por una plácida
"•'' «Querer tú, Gracilio amado, que monte yo en el caballo que tiene alas en
las patas y en las costillas, en aquel caballo que llevó con tanta gloria a los hermosos
luminares del firmamento: Homero, Virgilio, Horacio, Tasso y el Ariosto,
en cuyas ancas fue también Molier, que han dado la luz al mundo, y que después
de ellos no ha querido sufrir encima a ningún papa tortas, derribándole y tirándole
coces a todo el osado que se le arrima como lo ha hecho con la plaga maldita de
copleros que ha infestado la tierra y han profanado el Parnaso; de este número
han sido nuestro Martínez de la Rosa y nuestro Bretón de los Herreros: sus argumentos
afeminados y pueriles, sus versos forzados plagios . . . Destelaraña tanta
porquería para poder leer con claridad sólo en un renglón un código entero de
moral como este non ignara malis . .. Cabo de Hornos sin terremoto a veinticuatro
de enero de 1848.—Lucilio».
76 [369]
sonrisa | que el alma su partida les avisa». Don Lucas lee con
agrado este ameno relato y siente emulación; un carpintero nada
constante en su trabajo y un cliente exigente le dan el tema para
parodiar El Disputador del Doctoral. Unas peras, verdes y cuarteadas,
no pudieron acompañar a la carta de respuesta; «las manzanas
. . . atadas con azúcar suplirán la falta».'"'
Debió haber sido grande la amistad de don Lucas con Afonso
y mucho mayor la confianza que se profesaban. En los años del
seminario se vio que los discípulos de Ramírez, bastante inquietos,
aparecían unidos con don Graciliano. Ya se ha visto el desenfado
de este clérigo en su correspondencia; el mismo de Afonso.
Las metáforas no eran utilizadas por estos dos sacerdotes que no
se asustaban de las crudezas y el realismo del idioma; si don Gra-
"" «28 de septiembre de 1848.—Señor Doctoral y mi amigo respetable: el
despertador de Carlos III lleg-ó a mis manos anteayer y me ha entretenido el ocio
que es g'rande en esta altura: no se si salió de la historia o del más fecundo manantial
del Parnaso que riega hoy estas peñas: de cualquier manera la alusión es
muy del dia, alusiva y muy ajustada.—Mas como es forzoso hablar en el mismo
idioma y yo no lo poseo, aunque sea en malas articulaciones, va también mi disputador
con su gran Pegaso y Cachorra con un hecho verdadero, pues es ciertísimo
que desde que vino se trajo a Bernabé para ponerle una ventanilla y todavía lo
tiene aqu! sin cesar de alegar, con lo que se está llevando el diablo al Brulote.—No
han ido las peras, que no se salvó ni una docena siquiera sin rajarse y cuartearse
verdes. Cuando las manzanas estén para ello tal vez atadas con azúcar suplirán la
falta. Pronto tendrá el gusto de mirar a su Doctoral su servidor de veras.—Lucas
Ramírez».
Al disputador tan fiero enciende tales porfías
que en este papel te estampo que lleva sesenta días
más tolete y majadero y el bajero destapado.
le hubiera rendido el campo . „
, j _. ^ , rri ti Legaso mustio u fiero
el de Don Carlos III. ,, i ,
maldiciendo hora momento
Trujóse el disputador en que tuvieron intento
a la Vega un carpintero de tapar tal agujero.
por tapar un agujero Maldito sea el carpintero
que tenia en el corredor; que me lo hace disputar;
diole al maesirito el olor éstos me van a dejar,
que le moviera el teclado, según llevan el ovillo,
y mi hombre empertigador y el bajero sin tapar.
[370] 77
ciliano leía y traducía por esta época a Casti, Ramírez, con seguridad,
sería uno de los lectores."' Don Graciliano conocedor de
esta libertad de acción y pensamiento, se apresuraría a recojer
todos los papeles de su amig-o a su muerte, antes de que don Matías
Padrón, cura enviado por el obispo Codina, pudiese encontrar
nada comprometedor; así se lo refiere don Amaranto Martínez de
Escobar a don Juan de Padilla en una carta muy posterior al fallecimiento
de ambos clérigos. Era lo mismo que hubiese hecho
don Lucas en el caso de haber sobrevivido al Doctoral; afortunado
fue don Graciliano por no haber tenido después de muerto un
obispo tan celoso como encontró Ramírez.'^*
117 Mientras duró la separación entre los dos amigos no cesó la correspondencia,
una correspondencia que tenia mucho de crónica. En la carta que transcribimos
a continuación Ramírez expresa el deseo de volver a la capital; un romance
de don Graciliano —que examinaremos más adelante— sería la contestación a esta
ansiedad del cura Ramírez:
«En la Imperial Corte de los Bambas a 24 de diciembre de 1848.—Queridi-simo
Gracilio: en esta Corte donde sólo rueda algún mal carretón por entre peñascos
interpolados de burros cargados de estiércol, y donde la soledad literaria haría
morir al mismo Diógener. deseando salir luego de tan melancólica morada me he
dicho a mí mismo con Cicerón, más quiero morir en Roma que vivir con el dolor
de estar fuera de ella, y con este intento te hago la pregunta que envuelve la incierta
copla que, aunque poeta por fuerza, es para despertar tu soberana musa:
Dime Gracilio si acaso del Barquero
la amarillenta barca está varada;
o si es que torna siempre recargada
por el estigio lago negro y fiero.
Dirasme si entre tanto pasajero,
y en medio de tanta turba desangrada,
no ha ido una lanceta reservada
para sangrar también al Can Cerbero.
Dime si el tifus sigue devorando
al triste habitador de esa Palmira,
y si la espejuehida vieja va cortando
y con certeras tixeradas tira
al hilo en que la vida está colgado
y en la funesta barca los va echando.
(Arch. José Mesa López)
"" La carta de don Amaranto Martínez de Escobar a donjuán de Padilla es
del 17 de febrero de 1887; estaba Padilla copiando manuscritos de escritores
78 [371]
Difundió don Graciliano esa bondad inextinguible en sus discípulos
y compañeros. Especialmente, los primeros no olvidarían
fácilmente al maestro. Los Flscobar —cuyas relaciones con Afonso
fueron continuas— son ejemplo vivo; otros hubo que, sin llegfar a
la intimidad y transcendencia de don Emiliano o de don Amaranto,
también sostuvieron con el viejo profesor una respetuosa y
cordial amistad. Juan Evanjrelista Doreste, Folgueras y Torres,
Nicolás Matos pertenecen a este número.
Doreste escribe a don Graciliano desde Madrid; comunica al
Doctoral las infructuosas gestiones que había hecho en un asunto
encomendado por aquél al estudiante canario recién llegado a la
capital española. La carta es riquísima en noticias. Quiere Juan
Evangelista justificar parcialmente el fracaso. «No es que esté ya
aquel Madrid que usted conoció en la époco de Jovenallos, de
Moratín y de Iriarte, cuando se apreciaban cordialmente las letras
y sus verdaderos amadores>. Hay una materialización completa
canarios y había pedido noticias a don Amaranto de los de Don Lucas Ramírez; la
respuesta de don Amaranto es desalentadora.
Con respeto al soneto de Ramírez transcrito en la nota anterior, véase lo que
dice una carta contemporánea a los sucesos; su destinatario y su remitente nos son
desconocidos:
«Mi querido Nicolasito: Dicen que un emigrado de esa que se halla en Arucas
[quizás será Ramos] y que desea regresar pronto al pueblo de su vecindad, hace
al Doctoral una preg'unta en el sig'uiente soneto (A continuación los versos ya copiados
en la nota 117).—Dice también la historia contemporánea que al leerle el
Doctoral el anterior soneto al barbero que lo estaba afeitando, el maestro Pedro
Trujillo, se picó éste tanto con la sátira de la sanjjría de que es acérrimo defensor
que soltó la navaja y tomó la pluma e hizo de repente la copla que a continuación
se copia, diciendo que aquélla era la respuesta que se debía mandar al autor del
soneto, y el Doctoral se quedó asombrado de ver la oportunidad y el raro ingenio
del maestro Pedro. «Copla: si la fiebre hubiera dado 1 de esta vez al Can Cerbero
| y no lo hubieran sangrado, | bien pronto hubiera quedado | el infierno sin
portero».—Y como yo también me he quedado estupefacto al ver la improvisación
de tal ingenio remito a V. unas naranjas para que le obsequie con un par de ellas
si acaso fuera a aplicarle algunas sanguijuelas a las almorranas de las que desea
infinito se vea V. enteramente libre su verdadero amigo Vicente».
La carta está escrita probablemente en Telde; como se ve, la atribución de los
versos no es exacta; el barbero quizás fuese el criado del Doctoral. Las dos cartas
—la de don Amaranto y la de «Vicente»— se encuentran en el Archivo de El Museo
Canario, «Poesías de don Lucas Ramírez».
[372] 79
de todo; aun de aquello más elevado y noble. Solamente el Ateneo,
esplendoroso por la oratoria de Alcalá Galiano y la brillantez
de Pedro Mata, ofrecía al estudiante un acogida favorable; la personalidad
de Arrazola en la Academia de Jurisprudencia y la
babilónica Universidad completaban el mundillo de este inquieto
abogado al que tanto deberían las generaciones futuras de la
i s l a . ' " Cuando de regreso a Las Palmas pronuncia en El Gabinete
Literario sus conferencias sobre Encina y Cairasco, don Graciliano
será su más eficiente bibliografía. Perteneciente cada uno a dos
generaciones distintas, supo el más joven, tan impulsivo como el
viejo, no olvidar a este último como punto de partida. Uno y otro
liberales, cada uno con un tono distinto; heredero Afonso del
liberalismo constitucional de 1823, veía con escepticismo el arrojo
y la inestabilidad de los nuevos ensayos políticos, de los que participaba
la generación de Doreste. Oportunamente veremos la
relación que tuvieron estos dos hombres en el progreso cultural
de Gran Canaria, cuya verdadera vida histórica comenzó precisamente
a partir de 1840, una fecha no escogida precisamente al
azar.»-" Dos hechos, que estudiaremos más ampliamente, van casi
'" Véase Apéndice XV.
12" Don Juan Evangelista es el biógrafo de don Bartolomé Cairasco y del
obispo Encina. Atraia el uno por su primitivismo, mientras que el otro, una figura
muy popular en Las Palmas de mitad del siglo pasado, interesaba por la exaltación
de lo insular. Cairasco será un símbolo para la generación poética insular de 1840;
Don Graciliano sería, como se verá, culpable de esta predilección. Doreste era el
apoyo principal de la Junta Revolucionaria; había heredado de los constitucionales
del año 20 las mismas aspiraciones nacionales. Su nombre es esencial en la mono-grafia
que se haga en su día de esta Junta Revolucionaria del Trienio 1840-43.
Entre sus muchas preocupaciones, la subsistencia del Gabinete Literario era una
de las mas importantes. Al colocarse los retratos de Cairasco y Encina en la Biblioteca
fue invitado a bosquejar las vidas de los dos retratados. La ficha adjunta
dirá mucho más de cuanto pudiésemos nosotros añadir: «Memorias biográficas de
los Srs. Licenciados Don Bartolomé Cairasco y Figueroa e limo. Don Luis de la
Encina, Obispo de Arequipa, leídas en la Sociedad del Gabinete Literario de Gran
Canaria la noche del 11 de Marzo de este año . . . por Juan Evangelista Doreste . ..
Santa Cruz de Tenerife en 1849 Imprenta Isleña». Una advertencia preliminar
dice así: «Me complazco de poder asegurar que los principales y más interesantes
datos para la biografía de Don Bartolomé Cairasco han sido suministrados por
Don Graciliano Afonso, así como todos los relativos a Don Luis de la Encina los
80 [373]
unidos en estos primeros cinco años de este cuarto decenio del
1800; la imprenta se convertiría en el verdadero difusor de la
cultura —aparecerían los primeros periódicos y las primeras editoriales—
y se crearía el primer colegio privado, cuyo desenvolvimiento
está tan unido a la historia insular; en los dos sitios
encontraremos al maestro y al discípulo ocupando puestos destacados.
Torres Matos y Folgueras se llaman también discípulos de
Afonso. Reside el uno en La Habana y el otro en Madrid. Distintas
razones obligan a escribir al antiguo profesor. Torres, que
había estudiado medicina, se había ido a Cuba para ejercer la
profesión; desde allá le envía, junto con doscientos puros, una monografía
sobre homeopatía, para que don Graciliano examine el
estilo. Folgueras, más joven, cursa el primer año de medicina en
la facultad madrileña; y teme que sea el último, si Afonso no influye
con «el señor Deán, mi protector», para que le continuase ayudando,
a pesar de no haber seguido la carrera eclesiástica según
el deseo del prebendado (probablemente Calzadilla). Don Graciliano
en este año ya está alejado totalmente del Cabildo; el deán
estaba sometido a un proceso por el provisor del obispado; poco
favorables encontraría las circunstancias el peticionario para que
se cumpliesen sus deseos.'^^
No pudieron haber sido más dispares los corresponsales; por
ello, doblemente interesante. No tenía solamente que solucionar
problemas oficiales u oficiosos con administradores, maestros de
obras, párrocos, notarios, provisores o abogados; también supo
relacionarse con la gente menesterosa que tanto lo necesitaba y
a la que tanto ayudó. Esta preocupación constante por estar en
ha proporcionado el Sr. Don Antonio Pereira Pacheco. El primero de estos dos
sujetos, autor de una brillante composición en honor de Cairasco, ha contribuido
poderosamente a dar a conocer a este célebre ingenio canario».
'2' La carta de Torres y Matos está fechada en La Habana el 26 de agosto de
1854. Fue, por lo visto, alumno de don Graciliano en el colegio de San Agustín;
hemos encontrado papeletas de examen de este médico canario que ejerció su profesión
en Cuba. El escrito de homeopatía está en el archivo Mesa y López. El
otro remitente, Folgueras, también alumno en el colegio de San Agustín, tuvo con
don Graciliano una relación muy íntima- Véanse las dos cartas en Apéndice XVL
[374] 81
todo, intervenir en todo, procurar mediar, aconsejar o influir benévolamente
en los necesitados de su bondad, tal vez sea el rasgo
más destacado de su retrato. A pesar del aislamiento a que tuvo
que reducirse —a causa de enfermedades y disgustos— en los
últimos años, don Graciliano tiene ratos perdidos para dedicarlos
a sus amigos o a sus protegidos: la carta de recomendación, su
experiencia de hombre de leyes, su humor y su sátira, derramados
a lo largo de sus versos. Era ésta una herencia arraigada en su
espíritu prerromántico: la preocupación por el hombre, una lección
que probablemente había aprendido en alguno de aquellos catecismos
tan corrientes en las bibliotecas de principio de siglo. Tal
vez en aquel texto de Saint-Lambert sobre el hombre, «ser sensible
y racional», uno de los descubrimientos más transcendentales
para el siglo XVIII y que Afonso, perspicaz, supo asimilar.*^^
La imprenta y el editor
Dos hechos transcendentales para la vida de Las Palmas fueron
la difusión de la imprenta y la creación de un colegio de segunda
enseñanza. Una breve síntesis histórica de cada uno de
estos dos hechos nos hará comprender mejor la intervención que
tuvo en ellos Afonso.
Millares Cario coleccionó una buena cantidad de material que,
desgraciadamente, quedó inédito, pero que, sin duda, es el más
completo para el estudio de la historia de la imprenta insular.
Posteriormente, Pérez Vidal, Bonnet, Vizcaya y otros han publicado
artículos relacionados con el tema; anteriormente, Azcárate,
Zerolo, Maffiote. Gracias a ellos, incluyendo a Millares Torres,
se pudo ir coleccionando material para la historia de la imprenta
en las Islas.'^''
'•• Estuvo siempre don Graciliano dispuesto a prestar su apoyo a cualquier
petición; fuese de la Índole que fuese: si su epistolario estuviese más abundante
conoceríamos las esperanzas, los alientos, la generosidad de este clérigo tan hondamente
preocupado por la beneficencia.
' " Véase: A. MILLARES CARIO: Incunables canarios, «El Museo Canario», 1933;
KHC,6
82 [375]
Tres nombres ante todo: Pedro José Pablo Díaz y Romero,
en Santa Cruz de Tenerife; Miguel Ángel Bazzanti, en La Laguna;
Juan Díaz Machado, en Las Palmas. 1751, 1781, 1801, una fecha
para cada uno de ios tipógrafos. En la primera población, el capitán
general sería el mecenas; en las otras dos ciudades, las respectivas
Sociedades Económicas. La prioridad de Santa Cruz de
Tenerife es fácilmente explicable, pues la Capitanía General necesitaba
una máquina impresora para sus órdenes diarias; el esfuerzo
realizado por las dos Económicas —la lagunera, especialmente—
para disponer de tipógrafos no sujetos a compromisos oficiales
significó el paso más decisivo para la difusión de ideas por las
Islas. Algún tiempo habria de pasar para que este propósito se
realizara totalmente; las primeras muestras tipográficas de las
imprentas insulares son composiciones religiosas —abundantes
novenas— o folletos de reducidísimas hojas con composiciones
poéticas dedicadas a obispos, capitanes generales, o cortesanos
ilustres.''^' Los dos primeros periódicos insulares impresos se
editarían en La Laguna; el primero, el «Semanario Misceláneo
Enciclopédico Elemental», duró desde 1785 a 1787, mientras que
el segundo, «El Correo de Tenerife», comenzaría en 1808 y ter-
JosÉ PÉREZ VIDAL: «Revista de Historia» 1942; Bonnet y Vizcaya sostuvieron en
«El Día» y «La Tarde» (Santa Cruz de Tenerife 1949) una polémica sobre los primeros
ejemplares de la Imprenta en Tenerife; GABRIEL IZQUIERDO AZCÁRATE: Papel
viejo, «Revista de Canarias», 1878; ELÍAS ZEROLO: El periodismo en Canarias,
«Revista de Canarias», 1878; Luis MAFFIOTE: LOS periódicos en las Islas Canarias,
Madrid 1905-1907, 3 tomos; A. RODRÍGUEZ GALINDO: índice de los periódicos existentes
en la Hemeroteca de El Museo Canario, Las Palmas, 1947. El profesor
Millares Garlo Ucgó a reunir todo el material para su obra, inédita, La Imprenta
en Canarias, sin duda la más completa sobre este tema. También: VIZCAYA CÁR-PENTER:
Incunables canarios.
'"* Véanse algunas composiciones: Al limo. Sr. Don Antonio de la Plaza
dignísimo Obispo de las Islas Canarias con motivo del santo de su nombre. La
Laguna de Tenerife, Bazanti, 1788, probablemente del médico Santos, en cuya
casa tenía Bazanti la Imprenta; Elogio del Reg Carlos IV. .. por el M. R. P. Maestro
Fray Antonio Raymond.. . 1793 . . . Bazanti; Oda . . . al Sr. Conde de Florida-blanca
que compuso... Antonio Raymond..., Bazanti, 1790; limo... Antonio
de Tavira y Almazan . .. Fecit. . . Bernardus Cologan (1795)...; La Laguna.
Antonio Miguel de los Santos escribe las Liras de un modo ininterrumpido; los
texto3 bíblicos le ayudan mucho.
[376] 83
mina en 1810. Éstos serían los primeros resultados prácticos del
arte de imprimir en las Islas; los folletos y los devocionarios tendrían
una difusión muy limitada. Y aun estos dos periódicos costarían
demasiado trabajo a sus editores para sostenerlos durante
tanto tiempo.*'^
En Las Palmas no fue rápida la difusión del invento mágico.
Viera comenzó con sus *Cartillas>, Bandini con sus traducciones
del italiano —Metastasio—, y algún poeta —Béthencourt— imprimió
sonetos antinquisitoriales. Muy poco, como se ve. Durante
lósanos de la Guerra de la Independencia sirvió al Cabildo extraordinario
de la Isla para publicar sus órdenes o sus réplicas al
«Correo de Tenerife> —órg^ano de la Junta lagunera—.'^^ Después,
hacia 1812, el magistral Frías, todavía cura del Sagrario,
imprimió, subvencionado por el ayuntamiento, su famoso sermón
constitucional. Como ediciones más constantes, las conclusiones
defendidas en el seminario de Las Palmas, sencillas y rudimentarias.
Desde 1803 —la más antigua de las conclusiones encontradas—
hay un número bastante considerable de ediciones hechas
por el centro conciliar: una, dos o tres hojas forman el texto."'
'« Viera y Clavijo había redactado en Icod (Tenerife) y en La Laguna tres
periódicos manuscritos: «El Papel Hebdomadario>, «El Sindico Personero» y «La
Gaceta de Daute». De las dificultades de la imprenta en estos tiempos puede dar
idea esta comunicación del Comisario Inquisitorial de La Lag-una al Inquisidor
Decano de Las Palmas: «SR: aconsecuencia [sic] de la orden de V. S. comunicada
por medio del Padre Maestro Secretario Fray Luis Vázquez para la impresión de
trescientos ejemplares de Interrogatorios para pruebas, he llamado al Impresor y
pide doce pesos y el papel, y no conbiene [sícl en remitir el primer pliego a esa
Isla por quedar parada la prensa por falta de copia de letras; en cuya virtud V. I.
dispondrá... La Laguna febrero 15 de 1791.—Juan Díaz Gómez.—AI S. O. Inquisidor
de estas islas» (Caja CLXVI.—51; Arch. M. Canario).
128 Viera y Clavijo y Bandini, presidente y secretario respectivamente de la
Sociedad Económica de Las Palmas, fueron los verdaderos adelantados de la imprenta
en Gran Canaria. Son incontables los sonetos, las letrillas y otras composiciones
poéticas que en hojas sueltas hizo Viera durante estos últimos años en la
imprenta de la Sociedad. Mucho se iba a notar su falta desde 1813 —año de su
muerte— en la actividad editorial de la población. Cf. JOAQUÍN BLANCO MON-TESDEOCA:
Don José de Viera y Clavijo (Tesis Doctoral).
'" Recuérdese el cuidado que los inquisidores tuvieron con el sermón de
Frías y ia lucha que tuvo que sostener el ayuntamiento para su publicación.
84 [377]
Desde 1814, nada; hay un silencio de más de veinte años. Puede
decirse que hasta 1840 no vuelve a funcionar la imprenta en Las
Palmas; y es notable este año, porque la Junta Revolucionaria comenzaría
a publicar «El Boletín Oficial de Gran Canaria», y dos
años después, la energía y el entusiasmo de López Botas y Doreste
ensayarían —aunque infructuosamente— el primer periódico no
oficial publicado en Gran Canaria, «El Pueblo».'^" El silencio debió
haber sido casi absoluto, pues hay un buen número de conclusiones
editadas en imprentas tinerfeñas; nada más sintomático que
el edicto pastoral de 1820 redactado por Afonso, impreso en La
Laguna por Machado. Desde esta fecha (1814) hasta 1840 no
hemos encontrado ediciones fechadas en Las Palmas. En este
año, un grupo de amigos dirigidos por Afonso se propone formar
una Biblioteca Canaria constituida por libros concernientes a la
historia y a la literatura isleñas; hasta el principio de 1841 no aparecen
los primeros folletos. Bento, Romero y otros poetas se
anunciaban como autores de las primeras ediciones, aunque es La
reina Ico de Graciliano Afonso la primera entrega que se hace
a los suscritores.^'"' La nueva imprenta traída de Inglaterra, susti-
Es curioso cotejar las portadas de estas conclusiones entre sí; la primera
(1803) y la última que existe (1834) son los dos extremos de una progresión creciente
en las modalidades tipográficas, reflejo de la evolución literaria. Cf. A.
ARMAS: El Libro en las Islas Canarias en el siglo XIX (Conferencia en El Museo
Canario, 1949).
'-' Los nombres de López Botas y de Doreste son esenciales para conocer la
evolución cultural enlas Islas a partir del romanticismo. Fueron los vanguardistas;
el Teatro Cairasco, los primeros periódicos, el Colegio, las mejoras económicas de
la beneficencia se deben en una buena parte a la actividad de estos dos hombres
de tanta transcendecia para la historia de Gran Canaria.
Obsérvese la simultaneidad del fenómeno cultural de la Ilustración en las
Canarias y en muchas ciudades sudamericanas. La imprenta, por no citar sino un
caso, llega a las Islas al mismo tiempo casi que a Cuba o a Caracas; Puerto Rico
y Las Palmas tienen una misma fecha de principios editoriales, alrededor de 1803.
'"' La capilla y sepulcro de Cairasco, oda de Afonso de 1840, es de las primeras
muestras tipográficas que tenemos de la imprenta fundada en Las Palmas por
Ortega. Millares Torres refiere asi estas novedades: «1840. Se publica en Las
Palmas La capilla y sepulcro de Cairasco, dedicado a la Sociedad Patriótica promovedora
del establecimiento del Teatro de Las Palmas de Gran Canaria. Por
un suscritor , , . 1841. Abril, Se abre suscripción en la Imprenta Las Palmas, sita
[378] 85
tuta de la de la Económica —ya inservible—, se estrenaría con
estos iibritos históricos y literarios. La elocuencia, traducción de
Viera, y la Oda a Colón, de Afonso, seguirían en turno."" Sería
en esta imprenta en donde López Botas y Doreste lanzarían el
anuncio de su fracasado periódico y en donde la Junta publicaría
el primer número de su <Boletin>.
El propósito que animaba a aquellos hombres era bien claro:
publicar cuánto excitase el interés del público. Y el público pedía
obras en las que pudiese conocer la historia primitiva de los
aborígenes, las leyendas de los héroes isleños; todo lo que se relacionara
con la historia o la leyenda. En Tenerife, el editor de
«El Atlante», Ramírez, se había propuesto reeditar a Núñez de la
Peña, a Viana, Viera, Cairasco, a Espinosa; a todos los apologistas
de nuestro pasado.''*' A este plan tan ambicioso —cumplido casi
en su totalidad en los años siguientes—, se adelantó la Biblioteca
Canaria de Las Palmas, con proyectos más limitados. Destaquemos
dos ediciones hechas en esta imprenta regentada por Juan
Ortega y establecida, al parecer, en la calle de los Canónigos.
Lamenais y Pope son traducidos e impresos; Doreste y Afonso,
respectivamente, los traductores. No deja de ser curioso que se
hayan juntado los nombres de un preceptista clásico y un doctrinario
revolucionario en las prensas de Ortega."^ En Tenerife,
en el convento de Santo Dominj^o, a la colección de poesías canarias que habían
de tener obras de don Rafael Bento, del Presbítero don Mariano Romero y otros,
principiando en la primera entreg'a con c\ Juicio de Dios, obra del Doctoral Afonso,
de quien fue el anuncio y la idea de la publicación en una mala imprenta que
acababa de llegar de Inglaterra a reemplazar a la que había sido de la Sociedad
Económica y que estaba ya inservible» {Anales de las Islas Cananas, VI, fols.
178-179; Arch. Museo Canario).
130 ,1841. Se publica en Las Palmas Imprenta de Juan Ortega, La elocuencia
poema didáctico en seis cantos, por Don José de Viera, y una Oda a Colón, de Don
Graciliano Afonso» {Anales . .. fol. 180; ibidem).
"' Las bibliotecas históricas son frecuentes durante el romanticismo; Cabrerizo,
el famoso editor valenciano, tal vez sea, junto con Soler y Aribáu, en Barcelona,
el introductor de este género literario en España en el siglo XIX. No iban
las Islas muy atrasadas en esta evolución romántica.
'»= Ensayo sobre la critica de Alejandro Pope .. ., Las Palmas, 1840; El libro
del pueblo . .. Lamenais ..., Trad. por J. E. Doreste, Las Palmas, 1843.
86 [379]
poco después, el romanticismo iba ganando terreno a pasos agigantados.
Ossuna, Ventura Aguilar, Plácido Sansón, Negrín, tres
primeras figuras, editarían sus epopeyas iiislóricas o sus recreaciones
líricas. Es curioso señalar el carácter histórico que tienen,
generalmente, las ediciones poéticas; don Graciliano, al editar su
Oda a Cairasco, era el culpable; al menos, el iniciador. Por otro
lado, la Biblioteca Isleña de Santa Cruz de Tenerife, el esfuerzo
editorial más completo y notable hecho en las Islas, iba cumpliendo
con puntualidad su compromiso de ir dando a luz las obras
más clásicas de la historia insular.*^*
Tiene el libro para Afonso un interés extraordinario; como
producto artístico y como elemento de cultura. Se esforzó por
difundirlo entre los insulares; ahora veremos cómo procuraba satisfacer
sus necesidades de lector. Dificultades no le faltarían en
un momento en que las Islas comenzaban propiamente a entrar
dentro de la historia.
En páginas anteriores señalamos cuál fue la trayectoria seguida
por el libro en las Islas durante la última mitad del siglo XVIII y los
primeros veinte años del XIX. Desde la introducción clandestina
o la venta fraudulenta gracias a los comerciantes extranjeros, hasta
la venta pública por mujeres que iban proponiendo su mercancía
por las casas; por rara casualidad encontrábamos en dos procesos
inquisitoriales el nombre de un librero llegado desde la Península
para distribuir los libros en las Islas.^"^ En Tenerife conocemos,
'^* MANUEL OSSUNA Y SAVIÑÓN: Doña Beatriz de Bobadilla. Drama histórico;
]osí PLÁCIDO SANSÓN, ^/viVa, Imp. Atlante, 1839; IGNACIO NEGRÍN: Ensayo
poético sobre la conquista de Tenerife, Imprenta Isleña, Santa Cruz de Tenerife,
1847. El Catálogo de las obras impresas en la «Isleña» desde 1834 hasta 1850 es
la colección bibliográfica más numerosa y continuada que se ha hecho en las Islas.
Las obras que eran raras, relacionadas con las Canarias, se reimprimieron, y muchas
inéditas vieron alli la primera edición.
"* Un índice de comerciantes extranjeros residentes en Tenerife proporcionaría
las noticias más concretas de los primeros libreros insulares. Sedaño es el
apellido del librero al que en 1764 le son intervenidos todos sus libros, algunos
ya vendidos en Arrecife (Caja LXI-23, Arch. Museo Canario).
La circulación de libros importados o impresos en las islas se facilitaba grandemente
por la tolerancia de las autoridades civiles, casi siempre en disidencia
con el Santo Tribunal. Véase la siguiente carta del Inquisidor de Las Palmas a la
[380] 87
gracias al «El Atlante>, el nombre de uno de los primeros libreros
oficiales establecido en las Islas en 1838; se llamaba don Bartolomé
Cifra y recibía un buen número de libros extranjeros prerrománticos.
Nada sabemos de Las Palmas por estos años; si don
Antonio Béthencourt o algún contemporáneo suyo hubiese proseguido
su meticulosa costumbre de apuntar y consignar todo, quizás
supiésemos algo más de Las Palmas de 1840. A través de don
Graciliano deducimos bastante del estado de sus librerías; esto
es, de su escasez.'*'
Recuérdense las intervenciones de Madan para satisfacer las
peticiones bibliográficas de Afonso. Le remitía las ediciones de
la «Isleña» —el envío de Núñez de la Peña es prueba elocuente—
y también cumplía los encargas ed toriales de don Graciliano.
Pedro Ramirez, antiguo editor de «El Atlante», había traído una
nueva imprenta y quería utilizarla en la edión de obras de Viera,
Núñez, Humbolt, «Vertelot», casi todos historiadores. Se proponía
Ramírez proseguir la bibliografía sobre Historia de Canarias,
iniciada por la «Isleña» en su primera época (1834-1840); es bien
expresivo este propósito del editor, pues corrobora nuestras hipótesis
anteriores. Comercial, editorialmente, era un buen negocio
lanzar a la calle textos históricos sobre Canarias, en especial de
autores defensores de lo indígena: Viera, Viana, Cairasco —este
Suprema de Madrid: « . . . el juez de imprentas en estas islas creemos que sea el
Comandante General, no sabemos si tiene algún subdelegado en la ciudad de La
Lag-una, lo cierto es que vemos salir todos los papeles como el presente (se referia
a unas Liras de Santos) sin aprobación . . . y que en dicha ciudad hay muchos preciados
de eruditos, mui dados a leer libros franceses y prohibidos . . . y con la Imprenta
a mano si no se toma providencia imprimirán cuánto su capricho les dicte»
(Libro de correspondencia con la Suprema 1773-90, fol. 272; Arch. Museo Canario;
Sec. Inq.).
•85 «En el almacén de Don Bartolomé Cifra, calle del Castillo se ha recibido
un surtido de libros cuyo catálogo y precios publicamos a continuación: todos de
esmerada edición inglesa y algunos del más exquiso gusto, el lujo, en la impresión,
láminas y encuademaciones». He aqui algunos títulos de la lista: El Instructor
(1834-37), setenta reales bellón; Teología Natural, Palei, cincuenta y cinco reales;
Ivanhoe, dos tomos, cien; Clara Harlowe, ocho tomos, doscientos diez reales;
Via/es a//?/iin, 210 reales; Viajes al Sena, 210; Descripción de Persia, 70» («El
Atlante», Santa Cruz de Tenerife, febrero, 1838).
88 [381]
último gracias a Afonso— forman este grupo. Estos tres autores no
pasarían desapercibidos para Ramírez.''^" De ahí que se mostrase
tan receleso con el deseo de Afonso; la traducción de la Eneida
no ofrecía atracción a los compradores. Crossa, un comerciante
gaditano, que recibe el libro de Afonso, sostiene el mismo punto
de vista, y lo prueba con su exigua venta. En su momento oportuno
se verá cuáles fueron las relaciones de don Graciliano con
los impresores CoUina y Doreste Bonello y sus respectivos contratos
nos dirán bastante del escritor.''''
El bibliófilo no dejaba de procurarse libros y más libros. Era
difícil encontrarlos en Las Palmas; las noticias que nos ha dejado
el propio Doctoral prueban la solicitud de sus corresponsales para
satisfacer sus peticiones. Hasta de Fuerteventura, don Ramón Páez
procura enviarle libros; la Historia de Thiers y las Memorias de
Napoleón son los textos remitidos. Y es curioso observar la necesidad
del préstamo, pues el mismo Páez recomienda a don Graciliano
que al terminarlos de leer <los tenga a disposición del
amigo Don Blas Doreste»; de la misma manera los tomos de las
«Guerras de Napoleón», enviados a don Francisco Campos, los
recojeria el Doctoral cuando aquel concluyese de leerlos.^''" En
<36 Madan da noticias al Doctoral de las gestiones que liabia hecho para
poder imprimir en la imprenta de Ramírez, editor de «El Atlante>, la Eneida, que
entonces don Graciliano se proponía publicar. Es interesante esta carta, porque
contiene noticias curiosas sobre las dificultades y las ediciones que entonces se
hacían, asi como de las reservas del editor por la materia clásica del libro; tenían
mejor salida los de índole histórica o narrativa. La carta está fechada en Santa
Cruz de Tenerife el 7 de junio de 1847. Véase Apéndice XVII.
'5' « . . . al cabo de más de un año de estar de venta su traducción de la Eneida
y viendo que nada se adelantaba en su realización me han sido devueltos por el
librero los ejemplares existentes, entreg-ándome reales bellón cuarenta por líquido
producto de los vendidos que no han sido más de tres según la nota que acompaña
. . . > Carta de don Luis Crossa (Cádiz, 31 de diciembre de 1855) a don
Graciliano (Arch. Mesa López).
138 «Puerto de Cabras, septiembre tres de 1846.—Muy estimado señor mío:
cumpliendo con el encargo que me hizo V. M. a su salida de esa ciudad remito por
este barco la Dolores un paquetito con los seis tomos de la Revolución Francesa
por M. R. Thiers para que los entregue a V. M.—Después de leídos . . . los tenga
a disposición del amigo don Blas Doreste . . . en esta ocasión remito también al Sr.
Don Francisco Campos cuatro tomos de las Guerras de Napoleón, dictadas por él
[382] 89
otras ocasiones pedía a don Luis Crossa —probablemente agente
capitular en Cádiz— libros no encontrados en Las Palmas; y no
dejaba de ser solícito el agente capitular.'^-' Don Graciliano, por
indicación de Crossa —canónico tal vez familiar del comerciante—,
había enviado un buen cargamento de Eneidas con un estudiante
canario a su pariente gaditano. Había dado Afonso instrucciones
a don Luis para la venta y distribución de los ejemplares
en Sevilla, Cádiz y Madrid. Las esperanzas del Doctoral se vendrían
al suelo. Todo el resultado económico se había reducido
a cuarenta reales; esto es, dos tomos al año de haber sido puesta
a la venta la edición. Ignoramos la suerte que correrían los
ejemplares remitidos a don Santiago Salanueva, encargado en Madrid
del negocio librero; lo suponemos tan poco afortunado como
Crossa.
Fue pocas veces representante por compromiso de amigos
madrileños editores, como de La Fuente. De Barcia, a quien había
enviado la traducción de las Églogas, no sería sino mediador con
don Emiliano Martínez Escobar, distribuidor de la obra de Barcia
La Verdad Social.^^" La contestación y el comentario que le merece
a don Graciliano la carta anterior no pueden ser más interesantes;
a los ochenta años, don Graciliano, con un humor ejemplar,
se burla, al igual que Barcia, del ultramontanismo con la más punzante
ironía. «Mi primera reflexión —le decía— fue que si hasta
ahora los Obispos, clérigos y frailes tenían un solo diablo rabioso
mismo en Santa Elena y lo digo a V. por si gusta leerlas después que dicho señor
las concluya.—Si V. desea ver algunos otros libros de los que sabe que yo tengo,
o cree que puedo complacerle en cualquier otra cosa que se le ofrezca en esta isla,
puede V. disponer con franqueza de la mejor voluntad con que se ofrece a sus
ordenes su . . . Ramón Páez (Arch. Cab. Cat. Las Palmas; L. Cartas).
'3» Las dos cartas de don Luis Crossa se refieren también a libros. La primera
es contestación a una petición que le hace el Doctoral de determinadas obras no
encontradas por Crossa ni en Cádiz ni en Sevilla. La otra trataba de la Eneida,
de cuya venta y distribución había encargado Afonso a don Luis. Véanse Apéndices
XVII-XVIII.
'*" Véase Apéndice XIX. Por esta carta conocemos las ilusiones que se hacia
el Doctoral con la Eneida y lo muy alejado que estaba de la realidad. Crossa
tenía una visión mas realista de los hechos; de ahi sus advertencias de la carta
anterior (Véase la n ota 139).
90 [383]
cada uno en el cuerpo; ahora cada uno tendría una legión entera>.
Muchas ilusiones se hacía Afonso con La Verdad Social; «esté
seguro —continuaba don Graciliano— que los ejemplares que se
han remitido al señor Martínez y los que se remitan tendrán despacho
luego que vayan conociendo la obra, principalmente la
juventud aplicada al saber y que nada tiene de clérigos y frailes».
Seis años antes de su muerte, cuando la perlesía le dificultada
asistir al coro, don Graciliano, regalista obstinado, no perdía
ocasión para burlarse de «los rayos del Vaticano», de la misma
manera que lo hacía Barcia, este «verdadero liberal español, lleno
de ciencia, entusiasmo por la libertad y con el valor e intrepidez
necesarios para decir la verdad y repetir como San Cipriano al
Papa Esteban: pateat veritas scandalum moriatur». Afonso, cargado
de años, clamaba por salir de la Isla. Le era ya insoportable;
conocemos sus repetidos e infructuosos intentos para trasladarse
a La Habana. Ahora intentaría encontrar alguna catedral del
«mediodía de España», según le decía al Duque de Rivas, en una
carta escrita en 1854, «no quería morir en medio de personas que
viven sin conocerse y mueren sin llorarse». También Barcia supo
de estos propósitos, pues le ofrece su casa —«Alcalá 131, entresuelo,
derecha»— para un anunciado viaje que le prometía el
Doctoral, así como ponía a su disposición una revista literaria en
donde pudiese colaborar el canónigo."'
En Las Palmas, el Doctoral, atareado con su producción literaria
mientras tanto, tenía necesidad de enfrentarse con los impresores.
De sus relaciones tenemos noticias gracias a la correspondencia
y a los préstamos económicos que don Graciliano solicitaba
'^' La carta a que aludía Barcia era la sigfuiente: «Madrid, 27 de junio de
1855.—Sr. Don Emiliano Martínez Escobar.—Muy sr. mío: por conducto del Sr.
Don Graciliano Afonso recibirá V. un paquete el cual contiene varios ejemplares
de la tercera entreg'a de la importante obra Verdad Social, última producción del
distinguido literato Roque Barcia. Suplico a V. se sirva hacerlas girar en el seno
de sus amig'os haciendo que fijen su atención en el cuadro titulado «porvenir de
la política española».—A fin de retribuir a V. de los gastos de correo, le regalaré
una de suscripción, por cada cuatro que V. logre.—Tengo el honor de ofrecerme
a V.—Manuel La Fuente» (Arch. Mesa López). La carta de Roque Barcia está
fechada en Madrid el 27 de junio de 1855. Véase Apéndice XIX.
[384] 91
del Cabildo para editar Virgilio y Horacio. Collina y Doreste son
los tipógrafos; las condiciones de impresión no son un ejemplo de
generosidad, pero sí de claridad. Collina, comprometido con la
Eneida —que había intentado editarse en la «lsleña>—, le presenta
las condiciones del contrato. «Como le dije a usted en otra época,
[me hago cargo] por trescientos ejemplares, a tres duros el pliego,
siendo de cuenta de usted el papel, y teniendo V. la bondad de
darme siempre adelantado el importe de tres pliegos, y si desea
usted quinientos ejemplares el pliego valdrá cuatro duros con
papel y adelanto lo mismo que los trescientos». Aunque hoy nos
produzcan asombro y sonrisa estos precios, a don Graciliano le
originaban muchas preocupaciones. Esos adelantos obligados de
seis duros por cada pliego tirado era cantidad muy crecida para
sus disponibilidades económicas.'^^ Y no sería poco grave el desembolso
inesperado de *mil trescientos ochenta reales» que Collina,
en situación apurada, necesita en una ocasión para satisfacer
un débito urgente.'" Don José Doreste Bonello, propietario de
><! «Sr. D. Graciliano Afonso.-Muy venerado sr. mío: no habia escrito antes
a V. sobre naestro asunto del Virgilio esperando a ver si Don Antonio López me
decia aljfo sobre el particular, pero continuando su silencio, lo verifico para manifestar
a V. que me hago cargo desde luego de la obra del expresado Virgilio
del modo siguiente. Como le dije a V. en otra época, por trescientos ejemplares,
a tres duros el pliego, siendo de cuenta de V. el papel, y teniendo V. la bondad
de darme siempre adelantado el importe de tres pliegos, y si desea V. quinientos
ejemplares el pliego valdrá cuatro duros con papel y adelanto lo mismo que los
trescientos.-Entre tanto queda de V . . . M. Collina.-Palmas enero 26. | 8 5 2 . -
Ejemplares seiscientos | pliego. 59 | pr-.cio ochenta reales cada pliego ¡ resmas,
sesenta a doce Ta. | Páj. de treinta y cuatro renglones | Reeibi el libro primero
de la Eneida | M. Collina». Arch. Mesa López. Lo encerrado entre (1) parece ser el
contrato firmado posteriormente por Collina al aceptar las condiciones el Doctoral.
'" «Palmas agosto 10 854.—Sr. Don Graciliano Afonso.-Mui estimado Sr.
mío: el hombre pone y Dios dispone. Contando con el Virgilio he alargado un
poco la mano, y tengo que pagar dentro de pocos días a Don Abelardo de Carlos
de Cádiz la cantidad de dos mil. En casa no se encuentra más que lo suficiente
más que para pagar a los niños el presente mes, y creo que V. puede sacarme de
este apuro facilitándome la cantidad de mil trescientos ochenta reales que importa
lo ganado y el papel hasta la fecha, quedando luego la obra se concluya de imprimir
un pico de veintiséis o veintiocho duros.—Espero deje V. complacido a su
affmo . . . M. Collina» (Arch. M. López).
92 [385]
la imprenta <La Verdad», instalada en la plaza de Santa Ana, era
más concreto en sus presupuestos; el Arte poética de Horacio,
«compuesta de veintitrés pliegos», costaría dos mil novecientos
«reales vellón en porciones de doscientos cuarenta y un reales,
veintitrés mrs. cada mes». Es interesante ver la diligencia con que
se componía hace hoy casi un siglo:"* desde el trece de julio de
1855 hasta el tres de diciembre de 1856, de los veintitrés pliegos
de la obra sólo habían sido tirados nueve.^'^
Cuando nos ocupemos de las traducciones señaladas anteriormente
se conocerán sus características tipográfícas. No solamente
fueron una curiosidad bibliográfica, sino que también pueden
ser consideradas como una verdadera osadía editorial, dada
la escasez de los medios disponibles. Gracias al Doctoral fue posible
la realidad de la imprenta; fue él quien orientó y dio vida,
con su espíritu inquieto, a las primeras ediciones que señalan en
la Isla la llegada del romanticismo, con u^i retraso —con respecto
al de Tenerife— de diez años. Sin embargo, tiene a su favor don
Graciliano el poder figurar en la lista de los primeros editores
insulares: Tenerife, en la «Isleña», no haría sino seguir la pauta
' " «He convenido con el Sr. D. Graciliano Afonso . . . en darle seiscientos
ejemplares impresos de la traducción del Arte Poético de Horacio, compuesta de
veinte y tres pliegos, en el término de un año, entregándole cada mes dos pliegos
de aquel número de ejemplares, y siendo de mi cuenta todo el papel que se invierta,
incluso el de las pruebas, que ha sido calculado en veinte y siete resmas a doce
reales de plata una. El Sr. Doctoral, por su parte, se obliga a entregarme la cantidad
de dos mil y novecientos reales vellón en porciones de doscientos cuarenta
y un reales, veinte y tres cada mes, luego que esté en su poder la tirada de los dos
pliegos antedichos. Y para mutuo acuerdo de ambos . . . firmamos en la ciudad de
Las Palmas de Gran Canaria a trece de Julio de mil ochocientos cincuenta y cinco.—
José Doreste Bonello.—Graciliano Afonso» (Arch. Mesa López).
'*' «He recibido del Sr. Doctoral D. Graciliano Afonso, la cantidad de mil
ciento setenta reales vellón en esta forma: novecierito.s reales por la impresión de
seiscientos ejemplares de los primeros nueve pliegos de la obra que trata el precedente
convenio; y doscientos selenta reales, importe de doce resmas de papel,
invertidas en dicho número de ejemplares, que componen cinco mil cuatrocientos
pliegos; quedando ya nulo y cancelado el compromiso entre ambas partes, por haberse
rescindido el contrato de mutua conformidad. Las Palmas de Gran Canaria,
tres de Diciembre de mil ochocientos cincuenta y seis.—Son 1170 reales vellón.—
José Doreste Bonello» (Arch. Mesa López).
[386] 93
marcada por don Graciliano. Asi ¡rían saliendo las reediciones de
Viera, Espinosa, Abréu, Cairasco, etc. Todos los autores defensores
del primitivismo indi^ena, una tesis familiar para los autores
románticos. El quijotesco acto de Afonso de convertir la imprenta
en un medio de difusión cultural fructificaría en Tenerife antes que
en Las Palmas; las ediciones de 1840 de la imprenta Ortega, muy
pocas, se deben precisamente al deseo y al entusiasmo de don
Graciliano.
El Colesrio
La historia del Colegio de Las Palmas está aún por hacer; eri
su pasado centenario únicamente el señor Mesa y López ofreció
un esbozo de esta historia.^'" Y es imprescindible conocerla detalladamente;
el siglo XIX será desconocido en las Islas mientras
no exista una cuidada monografía sobre sus centros culturales,
especialmente sobre la Universidad, el Seminario Conciliar, el
Instituto de La Laguna y el Colegio de Las Palmas. De la misma
manera que nos ocupamos de este centro de Gran Canana por la
relación que tiene con Afonso, también lo hicimos del Seminario
Conciliar, en donde comenzó don Graciliano sus estudios y su
magisterio. Este Colegio de Las Palmas, fruto de unos cuantos
idealistas, tuvo su fundador en don Antonio López Botas, una de
las figuras más interesantes de la historia insular del siglo pasado.
Hasta la fundación del Colegio, el Seminario había cumplido la
función de único centro cultural de la población, y aun de las Islas.
La Universidad —refundida por los últimos decretos reales—,
aunque fundada en 1816, era casi una entelequia, y los futuros
'*« El Gabinete Literario de Las Palmas organizó en 1943-1944 un ciclo de
conferencias para conmemorar el aniversario de «El Colegio de San Agust!n>; la
del Sr. Mesa López, nieto del fundador, Sr. López Botas, esbozó algunos aspectos
del Colegio en su primera época hasta la dirección del Sr. Mesa (don Diego), hijo
político del Sr. López Botas.
94 [387]
abogados más se dirigían a Madrid, a Ossuna o a Sevilla que a la
Universidad Canaria. Las Palmas, por este motivo, fue residencia
obligada de la juventud insular estudiosa desde 1770, año de la
fundación del Seminario. Afonso es una prueba irrecusable; terminada
su carrera, ya fijó la residencia en la capital de Gran Canaria,
y se trasladó a ella con su familia. Desde 1808, año en que
abandonó Afonso el Seminario, hasta 1842, Las Palmas había cambiado
mucho. Se sentía la necesidad de disponer de un centro
de enseñanza en donde no hubiese un carácter predominantemente
relig'ioso; el mismo Verdugo ya adelantó algo al crear las cátedras
de Física, Química y Agricultura, en donde explicaban profesores
no religiosos.'" Pero López Botas, hombre arriesgado, se decidió
a abrir un colegio de segunda enseñanza. Los ingenieros, farmacéuticos,
catedráticos del Seminario y licenciados de la población,
fueron los primeros profesores. Don Nicolás Clavijo, ingeniero;
don Agustín Campos, abogado; don Domingo Déniz y don Domingo
Navarro, médicos, son algunos nombres que aparecen juntos
al de don Graciliano en los exámenes de 1845.
No pudo haber tenido una fundación más oportuna. Las luchas
insulares estaban al rojo vivo; resucitaba el problema divisio-nista;
se había creado el Instituto de La Laguna; la idea de López
Botas caería en terreno apropiado. Las Palmas debía oponer a la
«capital interina» un centro de enseñanza superior —el Seminario—
y otro de enseñanza secundaria —el Colegio—; así quedaban
niveladas la fundación de la Universidad y del Instituto de
Tenerife. La idea de don Antonio se había convertido en un
emblema de lucha; era necesario sostener, y con dignidad, este
centro cultural; podría ser un argumento más en favor de la división.
Sin embargo, el Colegio no fue solamente un juguete de
banderías políticas. Bien pronto, al calor de sus aulas, se agruparía
lo mejor de la juventud canaria. Las familias acomodadas
'*' Gracias a la buena disposición del obispo, de Viera y Bandini, las ciencias
naturales tuvieron entrada en el seminario conciliar de Las Palmas en principios
de siglo. Entre los actos públicos de 1808, hay uno en el que don Mariano
Romero, el poeta romántico, recordado por Afonso en una elegia, sostiene un»
coDclusión de agricultura.
[388] 95
envían a sus hijos como internos a este Colegio, en donde la religión
no era sino una asignatura más. Había pasado el momento
en que la carrera sacerdotal significaba la solución económica de
muchos segundones; los constitucionales de 1812 y 1820 habían
hecho ya un ensayo de desamortización y los liberales del 34 no
desaprovecharían estas enseñanzas. La Iglesia tropezaba cada día
con mayores dificultades económicas para desenvolverse; de ahí
que los seminarios viesen disminuidos los matriculados. Únicamente
los verdaderamente llamados por el sacerdocio, o los imposibilitados
económicamente, continuaron asistiendo al centro
conciliar; el Colegio recogería la masa de jóvenes procedente
de la clase media insular. De esta manera, y por razones tan
diversas, fue tomando cada vez más realidad el proposito del
licenciado López Botas.
Don Graciliano figura primeramente en el cuadro de proteso-res
de una manera esporádica. En el año de 1846 es reclamada
su presencia por el alcalde de la ciudad, don Nicolás Carroz, para
los exámenes de curso; su nombre figura junto a los de Agustín
Campos y Vicente Clavijo, «Coronel del Cuerpo de Ingenieros y
Director de las obras del Muelle.."^ En 1851, 1852 y 1853 ocupa
con preferencia la cátedra de Retórica y Poética. Hemos ido encontrando
papeletas de exámenes de alumnos examinados por el
Doctoral. Unas veces en junio, en septiembre otras, don Graciliano
forma parte de tribunales o extiende papeletas individuales.
Ciro Torón Déniz, Nicolás Aviles y Campos, Francisco León y
Joven - f u t u r o diputado a C o r t e s - , Francisco Romero Cerdena,
Agustín del Castillo Huesterling y Abelardo Rey Azopardo todos
del tercer año de la facultad de Filosofía, recibieron de Afonso
las primeras explicaciones de Literatura, la cátedra desempeñada
'<« «En consecuencia de la manifestación de V. en su oficio de esta fecha, he
nombrado por jueces para los exámenes de curso de ese Colegfio en el corriente
año a los S. S. D. Graciliano Afonso, Doctoral y Catedrático de Filosofía durante
muchos años en el Seminario Conciliar; Licenciado D. Agrustin Campos, Fiscal cesante
de la Audiencia, y D. Nicolás Clavijo, Coronel del Cuerpo de Ingenieros y
Director de las obras del Muelle . . . Canaria 29 de Setiembre de 1846.—Nicolás
Carrol.—Sr. Director del Colegio privado de Enseñanza de esta ciudad» (Archivo
del Museo Canario; Legajo «Colegio de San Agustín»).
96 [389]
durante más tiempo por don GracilianoJ'" Simultáneamente se
ocupaba de la enseñanza del Latín, de la Historia Sag'rada y de la
Mitología. Hasta llegó a profesar en alguna ocasión la clase de
Inglés, como se verá más adelante. Desgraciadamente, son escasos
los documentos conservados de esta primera época del Colegio;
más abundantes son los del último período. Nada sabemos
de la vida colegial en estos primeros años. Hemos hallado una
carta del director del centro, Clavijo, en la que se disculpa ante
Afonso de su falta de preparación para terminar unos apuntes relacionados
con el historiador Viera y Clavijo. Posiblemente, se
refería a la edición que preparaba la «Imprenta Las Palmas» de
alguna obra del Arcediano.'''" Con los alumnos tuvo don Graci-
'^'' «En la Ciudad de Las Palmas de Canaria a 15 de Octubre de 1851, reunidos
en el Colegio de la misma ciudad, bajo la Presidencia de su Director D. Vicente
Clavijo, los profesores del mismo D. Manuel Romero, D. José Ramires, D.
Domingo Déniz, D. Graciliano Afonso, D. Domingo Navarro y el Secretario que
suscribe por proceder al examen de los alumnos D. Domingo y D. Miguel Massieu
y Huesterling, a virtud de lo dispuesto por su Director . . . fueron aprobados los
expresados alumnos con las notas de Regular en las asignaturas de Latín y Castellano,
Religión y Moral y Geografía correspondientes al segundo año de instrucción
secundaria; habiendo dispuesto el Sr. Director que se les matricule en el año inmediato
y se una copia de esta acta y de la matricula al expediente . . . Palmas, Octubre
23 de 1851» (Ibídem).
De uno de los alumnos anteriores, Domingo Massieu, firma el Doctoral al año
siguiente, tal vez como Presidente del Tribunal, la papeleta de examen, con fecha
23 de junio de 1852. El 20 de junio examina a Gerónimo Navarro, de Lógica y
Retórica; el 28 de junio, a Juan Doreste Rios, de las mismas materias; el mismo
día, de Retórica y Lógica, igualmente, a José Rodríguez Batista, Francisco Tomás
Delgado y Morales y Abelardo Rey Azopardo; el 25 de junio, de la misma materia,
a Nicolás Aviles, Ciro Torón y Déniz, Francisco León y Joven y Francisco Romero
Cerdeña, alumnos del tercer curso. En el curso siguiente, 1852-1853, examina,
entre otros, del primer curso de autores clásicos latinos y castellanos, a Domingo
Massieu, Francisco León y Joven, Miguel Massieu, Francisco Romero y Cerdeña,
Nicolás Aviles Campos y Ciro Torón; todos fueron calificados el 9 de julio. Dos
dias después, el 11 de julio, Domingo Cabrera y Nicolás Navarro, de tercer año
de Latinidad y Humanidades, son examinados de «Gramática, Doctrina Cristiana,
Historia del Antiguo y Nuevo Testamento, Ritos Romanos, Mitología y Elementos
de Retórica y Poética» (Ibídem).
•5" «Sr. D. Graciliano Afonso.—Muy apreciado amigo: Acabo de leer con sumo
gusto los apuntes para el elogio del Sr. Viera. Aunque V. da ya muy hecha la
[390] 97
liano más relación. Una prueba es la Oda al Obispo Codina, al
parecer redactada en colaboración con los alumnos de Retórica y
Poética como ejercicio de clase, aunque en el borrador original
haya constancia de haber sido una composición de los alumnos a
su profesor don Graciliano.'''
No fue el obispo Codina muy de la devoción de don Graci-liano.
El cese en la secretaría capitular, los últimos informes doctorales,
los litigios más enojosos los tuvo Afonso bajo su obispado.
Cuando examinemos la obra del poeta satírico, encontraremos
alusiones al nuevo obispo nada favorables a su persona. Don
Lucas Ramírez y don Graciliano intercambiaron poesías muy ricas
en alusiones episcopales. Sin embargo, el Doctoral sabía cubrir
las apariencias cuando las circunstancias lo exigían. El tono quin-tanesco,
las reminiscencias bíblicas, la sonoridad de solemne pin-darismo
llenan los primeros versos, que recuerdan mucho la primera
Pítica de Píndaro, traducida hacía un año por Afonso:
Sacra lira, que baña el tierno llanto
del Profeta de Dios, y la alta ruina
obra, ya no me siento con fuerzas para ponerle mano, y presentarle cual quisiera
y merece la memoria de aquel ilustre Canario. El llevar el nombre de Clavijo me
impondría la gustosa obligación de tomar sobre mí este trabajo; y no me perdonaré
yo si por pereza lo dejara a otro. Pero no basta la voluntad; son necesarias
dotes que a mi me faltan, y entre ellas gracia para esta clase de trabajos, de que carezco
absolutamente . . . Vicente Clavijo. Febrero 28 de 1848> (Arch. Mesa López).
No hemos podido precisar cuáles fueron «los apuntes> mencionados en la carta
anterior; quizás fuesen los originales de La Elocuencia, editada en estos años
por la «Imprenta de Las Palmas». Es un dato más sobre las relaciones y simpatías
de Viera en el ambiente de Afonso.
'^' Uno de los borradores de la Oda a Codina, que hemos encontrado entre
otros autógrafos del Doctoral, lleva por titulo Los Alumnos de Reiórica y Poética
al Profesor de la Asignatura; la caligrafía de Afonso es delatora. En la portada
del ejemplar impreso figuran como autores «los alumnos de Retórica y Poética
bajo la dirección de su profesor de aquella asignatura H. D. O.»; el anagrama esconde
al Doctoral. La oda tiene la siguiente ficha compendiada: «Al excelentísimo
Sr. Don Buenaventura de Codina . . . los alumnos de Retórica y Poética del Colegio
de S. Agustín de Las Palmas, bajo la dirección del profesor de aquella asignatura
H.D. O.—Gran Canaria, 1851, Imprenta de Collina». En el colofón lleva la fecha
exacta de la redacción: «Las Palmas de Gran Canaria, Noviembre 30 de 1851».
RHC, 7
98 [391]
del muro y gloria de Sión divina
lamentas angustiosa en dulce canto^^'
para, inmediatamente, también al modo pindárico, colocarse él,
vate, en primer término, dispuesto a pulsar sus cuerdas poéticas:
Benigna, ven a mi, de luto llena,
de agonía incesante y honda pena,
y cantaré para eterna memoria
de tragedial historia,
el terrible castigo con que el cielo
diera al pueblo canario justo duelo.^''^
La catástrofe parece ser detenida por un miIag;roso Onías
—Codina—:
. . . que ante las aras de tu templo santo,
cubierto el rostro de amargoso llanto,
perdón demande congojoso y gima
y al brazo airado su furor reprimá?^'^^
Las comparaciones, en perífrasis, parecen tomadas de la literatura
del siglo XVII; Herrera deja en don Graciliano la misma
huella encontrada en los poetas sevillanos del setecientos:
Columna que sostiene la grandeza,
de virtudes precioso relicario,
centinela perpetuo del rebaño,
que del hombre enemigo ahuyenta el daño;
estrella matutina refulgente,
sol radiante que brilla en medio al templo,
arco de paz y vaso guarnecido
en oro y perlas de valor subido;
162 Véase Al Excelentísimo e Ilastrisimo . . . . p. 3.
153 Ibíd., p. 3.
iM Ibíd., p. 4,
[392] 99
ciprés gallardo, olivo reluciente,
de sublimes virtudes alto ejemplo.^'"'-'
Desde lo más abstracto y general hasta lo más concreto y
particular, Codina va teniendo comparaciones que pasan de la retórica
del verso primero —«columna . . . »— hasta la sonoridad luminosa
de los tres penúltimos —«arco... | . . . reluciente>—, una
¡maguen muy típica de nuestros mejores poetas clásicos; sin llegar
a las primeras figuras del Siglo de Oro, don Bartolomé Cairasco,
leído por Afonso, podría haber sido el modelo. Y la beneficencia,
que se llamaría caridad en los años en que escribe Afonso; no en
vano pertenecía el obispo a la orden de San Vicente de Paúl.
La descripción del hospital, hecha de un modo crudo, le sirve de
pretexto al poeta para destacar las virtudes caritativas del obispo
y de las monjas que lo acompañaban:
Yo te vi, gran Pastor, en la ancha sala
de lechos de dolor, de llanto y muerte,
seguido de las vírgenes amantes
que olvidando su sexo y frágil suerte,
de caridad con la brillante gala
te seguirán constantes con varoniles bríos
y angelical dulzura
de maternal ternura,
y a enfermos, moribundos, yertos, fríos,
acorren a aliviar tan fieros males.^''*'
La última parte del poema está reservada a la glorificación
del obispo; santos, profetas, mártires van estrechamente unidos
en la memoria del poeta:
En Hipona muriendo entre apestados,
tú, Besunce en Marsella; tú, el retrato
de Vicente que vence a los dechados
>65 Ibíd.. p. 4.
'6« Ibíd.. p. 5.
100 [393]
fuiste el nuevo Moisés que, altas las manos,
perfumada oración al cielo envías.^^'
Las trompetas de la fama; los mármoles inmortalizadores; ej
recuerdo de su ejemplo; todo se confunde para destacar más la
ejemplaridad del obispo:
Que la trompa de Herrera
y fama vocinglera,
los mármales y bronces fatigando,
al sangriento guerrero inmortalice
tú, despreciando su locura insana,
harás que se eternice
con alto monumento tanta gloria}^^
Aun pecando de prolijos, hemos querido examinar minuciosamente
esta oda de Afonso, por estimar que ella se aprecian, con
perfecta claridad, todos los caracteres de su ideología expresada
en 1851. Los versos son desiguales en su calidad; abundan los
prosaísmos y sólo hay energía e inspiración en contadas estrofas.
Sin embargo, ideológicamente, tienen un gran interés para conocer
el criterio de este ilustrado pertinaz que fue don Graciliano.^'''' Si
'" Ibid., p. 6.
'•'« Ibid., p. 7.
'ss «Ya cautiva te vieras | y en un sauce extrangero enmudecieras>; «Perdón
demande congojosa y gima, | y al brazo airado su furor reprima?», son los versos
menos poéticos de la Oda. Es curioso observar el cambio sufrido: a un poeta neoclásico
le hubiese bastado con ayudarse de la mitología; don Graciliano, actor y
testigo de aquellos trágicos días, no podia dejar de consignar los nombres de los
más esforzados, los humanitarios, los médicos: Ripoche, entre otros. La pintura
no puede tener tintes más sombríos:
Y suena el carro gemidor cargado
de las prendas del amor; lo guía osado
impávido Ripoche y fuerte hermano,
y lo sigue valiente
la juventud canaria, indiferente
[394] 101
la composición no es precisamente un dechado de formas, encierra
su fondo múltiples enseñanzas de su carácter. Todo aquel viejo
sentido de la beneficencia tiene todavía tanto vigor como en el
más fervoroso lírico de 1750; notemos que las circunstancias la
han hecho cambiar de nombre: la caridad, concebida por el Doctoral,
tiene todas las características de los clásicos de donde
recogió la idea, aquella que él practicó en su antiguo cargo de
Juez de Expolios y Vacantes y defendió en los escaños parlamentarios.^""
El Colegio, además, tuvo para Afonso otra signifícación. Recuérdese
la defensa que hizo de él y la atención que le mereció
en uno de sus informes doctorales. Don Graciliano utilizó al centro
de San Agustín para obtener la aspiración de todo grancanario
de 1840: la creación del Instituto de Las Palmas."' Así participó
activamente en los primeros años de este centro de enseñanza,
en donde ejercería sus últimos años de magisterio y enseñaría a
los bachilleres de entonces los últimos adelantos en materia poética.
Hermosilla y Martínez de la Rosa sustituirían al Blair que él
mismo leyó en sus años juveniles. Esta línea iniciada por el Doc-a
su propio vivir, viendo el ejemplo
del que es de Caridad un vivo templo.
La verdad, hábilmente escondida por el poeta, fue bien distinta: los sepultureros
fueron los presos de las cárceles y del castillo conducidos por los soldados
poco menos que a punta de bayoneta. El mismo Doctoral, en más de una ocasión,
tuvo que ayudar en este mortífero acarreo. De los poquísimos que permanecieron
en la capital, contadisimos podrian figurar entre los «indiferentes | a su propio
vivir».
"• Sin que volvamos a repetir conceptos ya expuestos, ni a adelantar otros,
en gracia a esta circunstancial oda de Afonso, la estrecha relación que guarda el
humanitario de 1800 y el benéfico de 1700 son dos notas que debemos tener en
cuenta para comprender mejor al hombre. No es ésta, como se verá, la única
composición de Afonso de esta clase.
•»' El 9 de febrero de 1847 oficia el Cabildo Catedral al Jefe Político del Archipiélago
para que adquiriese el Colegio de Las Palmas carácter oficial y permanente.
El Cabildo, entre otros argumentos, aduce el informe doctoral «que tuvo
el honor de ser juez Examinador para dar fe de todas las afirmaciones ponderativas
de su oficio» («Copia de Comunicaciones Oficiales... 1841-80»; Archivo
Cab. Cat. Las Palmas).
102 [395]
toral la continuarían sus sucesores, precisamente discípulos suyos,
los hermanos Martínez Escobar —don Emiliano y don Teófilo—.
El gusto por la nueva preceptiva, la afición por los gustos literarios
románticos nacerían de un modo esencial gracias a la influencia
de don Graciliano en sus alumnos, muchos de los que formarían
la generación de la segunda mitad del 800: los Doreste, los
Joven, los Escobar fueron, por no citar sino los más destacados,
algunos de los de esta nueva pléyade «gracilianista». Precisamente,
a continuación, nos vamos a ocupar de un modo particular
de los hermanos Martínez Escobar: representan el ejemplo más
típico del magisterio de don Graciliano.
La familia Martínez de Escobar
Don Bartolomé Martínez de Escobar, padre de los tres hermanos
—don Emiliano, don Teófilo y don Amaranto—, fue un abogado
de Las Palmas que tuvo con el doctoral Afonso, por motivos
de vecindad, de mutua simpatía y aun por la profesión de uno y
otro, una relación muy estrecha y continuada. Su afición común a
las musas y sus ideologías casi similares facilitaban más las relaciones,
además de cierto parentesco a través del apellido Naranjo.**'
La casa de Escobar fue un asilo para todas las manifestaciones más
avanzadas en el campo de lo político y de lo literario. Don Bartolomé,
con unos cuantos años menos que don Graciliano, vio en
éste siempre al consejero y al amigo; mucho más, cuando, al regresar
de América el Doctoral, casado ya don Bartolomé, continuaron
"'- La casa de don Graciliano estaba en la calle de los Reyes Católicos, casi
en la esquina con la de los Canónigos; en esta última calle, y muy cerca de la de
los Reyes, vivia don Bartolomé Martínez de Escobar y su familia. A pesar de la
pereza y de la dejadez para salir de casa —según nos refiere Jacques—, la proximidad
facilitaba mucho este esfuerzo del Doctoral. Antes de hacer Afonso viaje a
América, ya pertenecía don Bartolomé al circulo de don Graciliano, pues aparece
desempeñando uno de los personajes principales de El Marqués de Tazariico, representado
en el palacio episcopal de Las Palmas en 1821.
[396] 103
con la misma intimidad, pues el Doctoral, por su vocación innata
de maestro, vio en ios hijos de Escobar, especialmente en Amaranto,
el más joven, el último ensayo de sus experiencias de pedagogo.
A lo largo de la vida del padre y de los hijos corre siempre,
estrechamente aparejada, la figura de don Graciliano. Más que el
maestro fue en realidad un preceptor, en todo momento preocupado
por la suerte de sus dos alumnos preferidos. El mismo afecto
que le tenía al padre lo manifestó en los hijos. Don Emiliano, por
ejemplo, en una carta fechada en La Laguna, no olvida enviar recuerdos
«para el Doctoral y el fiel Pedro», probablemente el
criado traído por don Graciliano desde América.*"' De los tres
hermanos, don Emiliano y don Amaranto fueron quienes estuvieron
más en contacto con el Doctoral; podían llamarse con toda
propiedad sus discípulos."' Don