La conquista de Tenerife
Un reajuste de datos hasta 1496
(Continuación)
Por J. ÁLVAREZ DELGADO
Tercem etapas Tenerife campo de presas
(I477-1A9S)
Durante estos tres lustros no hay firme propósito regio de
conquistar la isla de Tenerife, reducida a simple campo de presas
por gobernadores, capitanes y piratas del contorno.
Inacción reírla
No comienza la conquista efectiva de Tenerife desde que los
Reyes Católicos por compra a los Herrera-Peraza (15 de octubre
de 1477) se reservan el dominio de las tres islas mayores. Y extraña
comprobar que en efecto los Reyes no encargaron expresamente
la conquista de esta isla hasta el año 1493, en que la logró Alonso
de Lugo, como diremos.
72 [30]
Pues no es cierta la añrmación usual^ de que el futuro Adelantado
recibió desde 1492 y aun antes la orden de conquistar las
dos islas de Tenerife y La Palma. En dicho año logró solamente
la «Inerced de conquista de La Palma»,^ que concedida diez años
antes a Rejón, muerto poco después, no se habia otorgado a Pedro
de Vera ni a otro capitán.
Tampoco dieron los Reyes la conquista de ambas islas a Juan
Rejón en 1481, cuando vino y sin llegar a La Palma fue muerto en
Hermigua por los de Hernán Peraza;' ya que si Abréu Galindo
(11, 20, p. 216), Antonio de Viana (II, v. 888, p. 65) y el Sedeño
editado por Darías (p. 31) así lo consignan, la otra redacción de
Sedeño (ms. Cervantes), el P. Sosa (p. 103), Escudero (p. 44), La-cunense
(p. 29) y Matritense (p. 73) solamente dicen que se le
concedió «la conquista de La Palma».
Y tal merced a Rejón pudo hacerse, vigente el concierto de
conquista con Pedro de Vera, entonces en Gran Canaria, porque
a éste se había conferido únicamente el cargo de «capitán de la
conquista y gobernador de Gran Canaria> nada más,^ como lo siguen
designando los Reyes hasta después de la orden de pesquisa
a Francisco Maldonado, 5
Igualmente los documentos, pactos y acuerdos anteriores con
el obispo Frías, el deán Bermúdez, Rejón y Algaba, se limitan siempre
a la conquista de Gran Canaria (Chil, III, p. 27 y sgs.).
Si esto tíos explica la abstención de Pedro de Vera en los ocho
años que van (1483-1491) desde la terminación de la conquista de
« ESPINOSA, III, 4, p, 94.—VIANA, II, v. 937, p. 67.—ABRÉU GALINDO, III, 7,
p. 281.
' Lo« documento! conocidoi (RUMEU: Lago, p&g. 98 y »g: y 197; LA ROSA-SERRA:
Foniet, III, págf. 147 y s^t.) hablan siempre de la «conquista de La Palma»
únicamente, haata que Lugo jrobierna sobre ambas después de 1496.
• WÓLFEL: «El Museo Canario», 1935, p. 5 y sgs.—J. ÁLVAREZ DELGADO: El
epUodio de Iballa, en «Anuario de Estudios Atlánticos», año 1960.
* Prueban esa interpolación en los textos datos como el de Sedeño (p. 30,
cap. 9) al decir que «Vino Pedro de Vera por Gobernador y Capitán de las tres
Islas que estaban por imanar»; mientras el ms. Cervantes del mismo escritor (capitulo
10) no re^stra esa afirmación del texto editado por Darlas.
» HARDISSON: «Revista de Historia», núm. 85, páy. 45.—CHIL, III, pp. 31-33.—
WoLtu., Fría; p. xxii.
[31] 73
Gran Canaria hasta la pesquisa de Francisco Maldonado, nos plan*
tea varios problemas jurídicos e históricos.
Extraña que Pedro de Vera no recabara esa empresa durante
su sfobierno de Gran Canaria, mientras ayuda a Lu^o a consegfuirla,
cuando retirado en Andalucía tras la pesquisa de Maldonado sirve
a los Reyes Católicos en el cerco de Granada. Y aún más extraña
que durante el decenio 1480-1490 los mismos Reyes no impulsaran
a Vera u otro capitán a acabar la conquista de las islas de Tenerife
y La Palma, todavía insumisas.
Por parte de la Corte pudieron motivarlo las guerras de Granada,
entonces en periodo álgido. Por parte de Pedro de Vera
sus fatigas y dificultades, primero en la conquista de Canaria, y
luego en su gobierno por los disgustos con el obispo, los gomeros
y los canarios cautivados en continuos recursos contra él. Pero los
Reyes no olvidan la conquista de Canaria entonces; y Vera dispersa
sus actividades en las dos sublevaciones de los gomeros
contra Hernán Peraza, que estudiamos en el citado Episodio de
Iballa. Una cierta motivación nos permite conocer la R. C de
23 VII 1488, luego estudiada, explicatoria de esa inhibición y de la
reducción de presas y asaltos de Vera a Tenerife.
Por otra parte, las dos islas de Tenerife y La Palma eran de
señorío real, por compra de los monarcas a los Herrera-Peraza en
1477. ¿Con qué derecho pueden hacer en ellas presas de esclavos
y cosas, o conatos de dominación y conquista de bandos, como
Veremos luego, los gomeros de doña Beatriz de Bobadilla, y su
concuño de Fuerteventura Pedro Hernández de Saavedra el Viejo,
cuyo suegro común había vendido todos sus derechos sobre estas
islas a los Reyes Católicos?
También asaltan, prenden esclavos y realizan pactos de paces
con los nativos de La Palma y Tenerife, sin conocida autorización
real, el provisor de Canaria Valdés, el pesquisidor Maldonado, y
en nombre de éste el citado Saavedra y Lope de Salazar.
Pero lo más curioso es que los mismos Reyes Católicos conceden
a Lugo (13 VII 1492: Fontes, III, p. 148) los derechos de
quintos sobre «las presas en Tenerife y Berbería> para ayuda de la
conquista de La Palma, como antes las habían otorgado a Pedro de
Vera, Quintanilla y Cabrón sobre las presas de Tenerife y La Palma
74 [32]
para la conquista de Gran Canaria (Rumeu: Lugo, p. 97); y los
documentos anteriores relativos a Dieg^o de, Herrera hablan igualmente
de ios quintos de presas <en dichas islas y costa de Afr¡ca>.
Se ve que las costumbres de la época, aceptadas por subditos
y reyes, no impedían las presas de cosas y esclavos en tierras no
del todo sometidas, aun contra el derecho real de dominio y la
prqhibición de la ley del Rey Sabio de hacer cautivo a quien antes
no lo fuera, así como contra las normas morales opuestas a tales
tipos de esclavitud, proclamadas entonces por el derecho de gentes
que nacía, y de siempre por papas, moralistas y teólogos.
La real cédula de 23 de julio de 1488
Ya en prensa estas páginas, nos llaman la atención sobre un
descopocido documento, confirmatorio de nuestros puntos de vista,
recientemente publicado en la tesis doctoral de nuestro compañero
de la Universidad Pérez Voituriez.^
Esta notable real cédula de los Reyes Católicos (23 Vil 1488)
da al franciscano fray Antón Quesada, custodio de la custodia de
Sevilla, poder amplio para que por si mismo, por cualquier otro
custodio sucesor suyo, o por comisario por él nombrado, venga
«a las dichas islas de Tenerife y La Palma . . . a entender en la dicha
confesión [¿conversión?] de los vecinos de dichas islas, y tos
convertir a nuestra Santa Fe Católica, e trabajéis con ellos de los
traer a nuestra obediencia, como lo deben estar [ . . . ] e para que
podáis con ellos capitular e concertar las cosas...» Se manda
igualmente <a los capitanes e-gentes de armas, e a Pedro de Vera
nuestro capitán de la Gran Canaria e al dicho Fernán Peraza e a
doña Inés su madre, e a sus gentes, e a nuestros capitanes de nues-
* ANTONIO PÍRU VOITURIEZ: ProbUmat Jurídicos Internacionales de la Conquista
d» Canarias, Universidad de La Lairuna, Secretariado de Publicacionei,
1958. Lo cita en la pig, 187 y reprodúcenlo íntejfro las pá^s. 242-243 (ap. núin. 1);
y aunque el titulo del regiitro habla de <conversy¿n de la Grand Canaria» aólo
•• refiere a las iaUi de Tenerife y La Palma.
[33] 75
tra Armada, que gfuarden los seguros que vos el Comisario dier-des
. . . a las gentes de dichas dos islas, que se tornen cristianos».
Evidentemente esta real cédula no otorgfa a los franciscanos
de Canarias una capitanía y merced de conquista, aunque hable de
«traerlos a nuestra obediencia», porque todo el documento gira
sobre la «conversión» de los indígenas de Tenerife y La Palma.
Pero nos ofrece informaciones importantes que conviene subrayar.
En primer lugar se nos confirma que la evangelización de Tenerife,
iniciada por el obispo Illescas y el P. Macedo, había sido
cortada por el cautiverio de éste y la sublevación de los indígenas.
Pues la real cédula subraya que los indígenas de Tenerife y La
Palma no están convertidos, sino que «se quieren convertir a nuestra
Fe Católica e estar a nuesta obediencia».
También consignan los Reyes en ella que les «es fecha relación
» de ello, a nuestro parecer, por el propio custodio franciscano
de Sevilla y el comisario de Canarias, que regresaron poco antes
del capítulo de Tolosa. Porque ya sabíamos por Viera y Clavijo
(XVIIl, 6) y los Anales del P. Wadingo, que las controversias por
el gobierno franciscano de Canarias, aludidas a propósito del obispo
Illescas, habían surgido nuevamente en 14S5 entre fray Alonso
del Badillo, comisario del general dp la orden, y el ministro propio
de estas islas fray Pedro de Córdoba. Arreglóse definitivamente
este asunto en el capítulo general de 1487 reunido en Tolosa, que
dispuso la fusión en una custodia de los dos vicariatos de Sevilla
y Canarias, gobernando el custodio de Sevilla los conventos de
Canarias por medio de un comisario o un vicario especial. Y como
la real cédula de 1488 refleja esta terminología nueva en las Islas
del capítulo franciscano del año anterior en Tolosa, parece evidente
la exclusiva intervención franciscana en esa información a
los Reyes Católicos, por virtud del real patronato, de las especiales
circunstancias de las islas de Tenerife y La Palma.
Hay que agregar que este privilegio exclusivamente franciscano
de la real cédula de 1488 deja fuera expresamente y se les
ordena respetarlo al gobernador Vera, a los Peraza y a todas las
autoridades civiles y militares de tas Islas. Y de manera extraña
no cita al obispo de Canarias, que lo era entonces el franciscano
fray Miguel de la Serna (1486-1491).
76 [34]
Fechamos el episcopado de fray Miguel López de la Serna
(no Cerda) entre marzo de 1486 y mayo (o junio) de 1491, aunque
Viera (XVI, 25), a quien sigue Darias Padrón {Historia de la Religión
en Canarias, 1957, p. 71) fije su muerte en el año 1488.
Se apoya Viera en una referencia de la dataria de Roma, que
no copia, con el nombramiento de un totalmente ignorado Tomás
Grove; pero agrega que el nombramiento en 24 Vil 1496 del sucesor
don Diego de Muros se hizo por fallecimiento del predecesor
La Serna.
Parece indudable error suponer muerto al obispo La Serna en
1488, porque el P. Espinosa (lll, 3 p. 92), testimonio que acepta
alli mismo Viera, dice que el obispo La Serna fue el acusador ante
los Reyes Católicos de las tropelías de Pedro de Vera en la venta
de esclavos gomeros apresados tras la muerte de Hernán Peraza,
ocurrida cuatro meses después de dictada esta real cédula.
Tanto las Sinodales de Canarias, que suponen vivo al obispo
La Serna hasta 1491, como los documentos del pleito de Vera y
loa esclavos gomeros, citados por Wolfel («El Museo Canario»,
n° 1,1935, págs. 42, 62, etc.) en los años 1490 y 1491, van dirigidos
a los «reverendos in Cristo padres Obispos de Málaga y de
Canaria*, o dicen que los esclavos gomeros han sido «ahora recuperados
por el Obispo de Canaria».
Este «obispo de Canaria» de 1491 no parece pueda ser otro
que fray Miguel López de la Serna, a quien «por haber muerto»
sucede el obispo Muros, según su bula de nombramiento en 27
VII1496.
Pero La Serna no debió sobrevivir al segundo semestre de
1^1, porque los documentos reales desde junio de ese año ya no
lo citan; y fue el provisor Valdés, y no el obispo (Fontes, VI, p. 93),
quien interviene en la formalización del acuerdo, lanzamiento de
excomunión y trámites de la cristianización pacifica de La Palma,
por mediación de Francisca Gazmira, según dice su propio sobrino
«cuando estaba el Real sobre Granada» (abril-diciembre de 1491).
Y declaramos antes extraña la omisión del obispo en el texto
de la real cédula de 1488, porque los franciscanos de Canarias
no podian ignorar la ya citada bula pontificia al obispo lilescas,
que lo autorizaban a realizar conciertos pacíficos para la conversión
[35] 77
de estas islas insumisas, y otor^far salvoconducto a los conversos
al cristianismo, asi como lanzar excomunión a los cristianos que
los cautivaran y piratas que los privaran de sus bienes y derechos.
Tal bula precisamente la considera subsistente y válida el provisor
Valdés y el gobernador Maldonado, cuando hacen su arreglo con
Francisca Palmesa (Fonies, VI, pp. 93-94). Extraña que los frailes
franciscanos recaben la cédula real, np para garantía de la bula
pontificia, sino al margen de aquel derecho episcopal.
Pero volvemos a subrayar aquí que los Reyes Católicos otorgan
a los franciscanos poder para expedir salvoconductos a loa
conversos y realizar pactos con los naturales de las islas de Tenerife
y La Palma; pero no a Pedro de Vera, ni a su sucesor Francisco
Maldonado, que no obstante se arrogará tal facultad.
También la real cédula de 1488 prohibe intervención armadm
a los capitanes de conquista y señores de las demás isla» (o al
menos ni la autoriza, ni la supone conferida a nadie) para capitular,
concertar y asentar cosas pertinentes a la conversión y sumisión
a los Reyes de estas dos islas de Tenerife y La Palma. Por el
contrario se les exige que respeten los seguros dados por el comisario
franciscano.
Por último, llama la atención esa cita de Hernán Peraza, que
morirá ese mismo año a manos de sus subditos gomeros sublevados,
y de doña Inés su madre (Diego de Herrera habla muerto
tres años antes), en esta real cédula de 1488, cuando documentos
anteriores habían prohibido toda intervención de los Peraza en
estas dos islas. Ello parece apuntar a las presas de cautivos y ga-nados
de los Herrera-Peraza en Tenerife, tanto como a su contacto
permanente y ya antiguo con el cantón de GQimar a través de Antón
y de la imagen de Candelaria, que no podían desconocer los
franciscanos de Fuerteventura y Lanzarote.
Y parece innegable que este documento en manos de los franciscanos
de Canarias y la acción del obispo contra Pedro de Vera
por los cautivos gomeros fue la remora que impidió a éste en primer
lugar, y a otros capitanes y marinos, las acciones militares
contra Tenerife y La Palma, reducidas por ello a meras acciones
de piratería. Los Reyes por su parte esperaron a ver los resultados
de esa pacifica acción que se prometieran los franciscanos.
78 [36]
Mas al terminar la conquista de Granada, ya Alonso de Lugo
pudo convencer a los monarcas que la acción militar se imponía,
y los Reyes vieron quizá en ello una airosa salida a los muchos
aventureros que quedaban libres tras la rendición del reino moro.
Asaltos de Pedro de Vera a Tenerife
Al leer nuestras historias regionales, surge espontánea la impresión
de que Pedro de Vera, el gobernador de Canaria y capitán
de conquista desde 1480 a 1491, tiene jurisdicción sobre la
isla de Tenerife. Y responden a esta general impresión los términos
de Espinosa (III, 3 pp. 91-92) al hablar de su asalto con ioii
canarios: «fíngió que quería ir con ellos a conquistar la isla de Tenerife,
y con esta determinación se embarcó, llevando consigo la
mayor y mejor parte de los canarios [... ] diciéndoles que si peleaban
como hombres les haría mucho bien y el rey su señor les
haría muchas mercedes».
Mas lo anteriormente dicho desvirtúa esa impresión, confirmándolo
la real cédula de 24 II 1480, publicada por Fernández
Navarrete (Bibl. de Aüt. Españoles Rivadeneyra, ed. 1954, tomo
75, p. 542, Madrid 1954), con el pacto de los Reyes Católicos y
Pedro de Vera, Quintanilla y Cabrón para la conquista de Gran
Canaria, al decir: «ansimismo se les promete que no se consinti-rá
[ . . . ] a Diego de Perrera nin a ningún capitán suyo, entender
en la conquista de las otras islas de infieles no conquistadas, ni en
la presa de Gran Canaria, nin en facer paz o tregua o sobreseimiento
o acuerdo de alianza e confederación con la isla de
Tenerife o de la Palma, que están por conquistar». Pero ni ese
documento, ni otro alguno conocido hasta hoy, confiere a Pedro
de Vera o sus consocios derecho de soberanía o de conquista o
jurisdicción sobre las otras dos islas mayores, sino el poder hacer,
en ellas presas y devengar durante el decenio los quintos de
la Corona.
Es, pues, evidente que Pedro de Vera, igual que su pesquisidor
Francisco M«Idonado, carecía de jurisdicción y derecho para
[37] 79
negfociar paces o realizar la conquista de Tenerife. Podían, es verdad,
según lo trascrito, impedir al yerno de Herrera, Hernández
Saavedra, asaltar, neg^ociar o conquistar esas islas, y podían hacer
presas en ellas; pero, ¿con qué jurisdicción podían firmar paces o
realizar actos de dominio?
Conforme a estas ideas, con toda verdad al hablar de la operación
de Pedro de Vera sobre Tenerife, los cronistas mejor informados
de Gran Canaria, Sedeño (p. 34) y el Matritense (p. 74),
dicen expresamente que vino a «saltearla» no a «conquistarla».
Operaciones de Pedro de Vera en Tenerife
Los datos de los historiadores sólo nos hablan de un asalto de
Pedro de Vera a la isla de Tenerife, que fechamos por el mes de
junio de 1433; y no citan otra operación suya en todo el decenio.
Es posible, no obstante, que durante el periodo de escasa
actividad de conquista en Canaria (año 1481) o después de 1485
(muerte del obispo Frías), Pedro de Vera ordenara o realizara
asaltos en Tenerife'para presa de esclavos, como los citados luegfo
en relación con Lope de Salazar y Juana la Canaria.
Pero nuestros historiadores han venido confundiendo en una.
sola dos expediciones distintas realizadas por orden de Pedro de
Vera, bajo pretexto de un asalto a Tenerife, para deshacerse en
ella de indij^enas grancanarios ya sometidos: una sola vino efectivamente
a Tenerife. Varios datos y circunstancias documentales
nos permiten diferenciar los dos hechos, como vamos a precisar.
Cronología de Vera
Para nuestro actual problema, es preciso fijar con sesfuridad
ciertas fechas y ordenar algunos episodios fundamentales de la
conquista de Canaria por Pedro de Vera, que en verdad está todavía
muy confusa en nuestros textos.^
' Ei posible que alguna vez toquemoi de lleno el problema. Hay muchei
datoi en el luminoso articulo de HARDISSON («Revist» ^e Hiitoria», 9' 8S, 1949,
80 [38]
Lle^a Pedro de Vera a Gran Canaria en el mes de julio de
1480, se^ún dicen Bernáldez y Cárdenas,^ con confusos testimonios
en nuestros historiadores.
Pocos días después' envía preso y sumariado a su antecesor
el gobernador Juan Rejón; y en seguida realiza la primera expedición
de nativos grancanarios, que aportará a Lanzarote.
Tras la muerte de Doramas, llegan por enero de 1481 con
Pedro de Santisteban auxilios enviados por los Reyes, con lo que
logrará su primera gran victoria en Telde y Tirajana, donde prende
varios notables que envía a Calatayud a prestar fidelidad en
mayo de 1481.*
Sigue un periodo de luchas, inactividad y dificultades, bastante
confuso, desde mitad de 1481 a mitad de 1482.
Sólo a fines de 1482, con la llegada de nuevos refuerzos y la
intervención destacada de don Fernando Guanarteme en los últimos
definitivos combates (Ajódar, Bentaiga, Ansite), su hijo Rodrigo
de Vera (otros dicen Francisco) logra la llamada en los
documentos (Wolfel: Frías, p. xxv) crendición de la Sierra del
pp. 42-61), en trabajos de SANCHO DE SOPRANIS sobre Pedro de Vera en la misma
revista, y en nuestros cronistas regionales, así como en Bernáldez y Valera.
' Andrés Bernáldez (citado por Chil, III, p. 85): «Pedro de Vera partió de
Jerez en el mes de Julio del año 1480».—El notario jerezano Cárdenas, citado por
SANCHO DE SOPRANIS; «Revista de Historia», n° 77 (1947), p. 75: «partió Pedro de
Vera para ir al Puerto, sábado primero de julio año MCCCCLXXX años para ir
a Canaria a tomar la isla».—Entre nuestros historiadores, Lag^unense y Escudero
nada dicen de fecha; el Matritense (p. 70) señala «mayo de 1474>; Sedeño (p. 30
ed. Darías) consigfna 7 de agposto, pero nada dice el ms. Cervantes, ni tampoco el
P. Sosa, que lo sigue. Abréu Galindo (II, 17, p. 207) se inspira en Diego de Va-lera
{FonieM, II, p. 2), al señalar el 18 de agosto.
' No es posible admitir que el barco del hijo de Pedro de Vera tard,ara cuatro
mete» en llegar como dicen Matritense (p. 71), Lacunense (p. 24) y Escudero
(p. 35). Sedeño (p. 30), Sosa (p. 102) y Abréu (p. 208), con Viana y Marin y
Cuba*, dicen «pocos días después». Ni Rejón hubiera estado tanto tiempo sin
rebelarse, ni Vera, sublevados los indígenas y descontentos sus soldados con el
fracaso de la expedición primera, hubiese resistido. Las noticias del proceso de
Rejón y del fracaso de Vera debieron llegar casi juntas a la Corte, por lo que esta
decidió mandar a Rejón a La Palma.
* A este acto se refiere la real cédula de 30 de may9 de 1481, inserta en
WOLKL: Frios, pifs. XLV-XLvni. .
[39] 81
Ag;aete> y desriscamiento por Tirma de los últimos alzados, con
lo que acaba la conquista hacia 29 de abril de 1483.
Pocos dias después prepara un asalto con soldados españoles
e indígenas canarios a la Isla de Tenerife, tras la cual envía a Cádiz
y Sevilla (junio de 1483) bastantes canarios ya sometidos en
diversos barcos y sucesivas expediciones.
Nos interesa ahora concretar las fechas y circunstancias de
las dos apuntadas expediciones de grancanarios desplazados por
Pedro de Vera.
La saca de canarios llegados a Lanzarote en 1480
Todos los cronistas^ están de acuerdo en que a poco de su
llegada a Cran Canaria Pedro de Vera ordenó el embarque de
varios indígenas canarios ya sometidos, bien efectivamente temeroso,
como dijo, de la deslealtad de los conversos (Sedeño), porque
podían relatar sus ardides a los nativos insumisos (Abréu),
bien celoso por el afecto de los canarios hacia Rejón (Torriani),
bien para desligarse de los estorbos y cuidados por las osadías de
algunos envalentonados y menos diligentes en su servicio (Escudero),
bien por avaricia ante la perspectiva de su proyectada venta
como esclavos (Sedeño),
Proyecta Vera la expedición con el pretexto de asaltar a Tenerife;
pero los dos navios cargados no vienen a esta isla desde
Gran Canaria, sino se dirigen desde luego a Castilla. La sospecha
<le los indígenas y su abierta rebeldía a continuar el viaje al secundo
día de navegación, y el miedo de los cuarenta o cincuenta
tripulantes y soldados que con ellos iban hace a los maestres regresar
recalando en Lanzarote, donde los desembarcan con el
pretexto de temporal.
El fin de estos canarios lo aclara Abréu Galindo (II, 18 p. 212),
el mejor conocedor de las actividades de los Herrera, diciendo que
avecindados en Lanzarote perecieron casi todos años después en
un socorro a la posición herreriana de Cabo Aguer. Ya sabíamos
' Sed«ño (p. 33); Matritense (p. 72); Lacunente (p. 25); Escudero (p. 37);
Abréu Galindo (11, 8 p. 211); Torriani (cap. 40, p. 142); Sota (I, 6 p. 114).
RHc, e
82 [40]
que era noticia falsa, y clara interpolación al supuesto acogimiento
que les dispensara <el buen Silva*, que de seguro no estaba en
Canarias (Serra: Portugueses, p. 42), aunque lo afirmen de consuno
Sedeño (p. 34), Escudero (p. 38), Sosa (p. 115), Lacuncnse (p. 15),
Matritense (p. 72) y sobre ellos Torriani (p. 142) y Antonio de
Viana (p. 65).
El número de canarios deportados fue «más de ciento», según
Sedeño, Matritense y Sosa, que parece lo exacto, ^ como dicen
también el Lacunense y Escudero al decir «unos ciento», aunque
agregan que hubieran ¡do «docientos», si tuviera otra nave; lo que
explica que Torriani y Abréu digan ya simplemente doscientos.
Abréu señala que iba en esta expedición Guillen Castellano,
dato consignado por Espinosa para la otra de donde debió tomarlo
aquél, pues los demás cronistas no citan maestres de navios ni
jefes de expedición.
Suelen afirmar nuestros cronistas que en esta expedición primera
los canarios indígenas acudían en masa a reclutarse, careciendo
Pedro de Vera de barcos suficientes para acoger a todos
los solicitantes. Viana (Poema, II, v. 825, p. 65) cree que también
eso ocurrió en la expedición de 1483, que vino a Tenerife; pero
un documento citado por Wolfel (Frías, p. Xlll) nos prueba que
debió ocurrir en esta expedición de 1480, pero no en la siguiente,
porque al organizaría «algunos de los dichos canarios, temyendo
que los quería traer a vender a Castilla, se absentaron, entre los
cuales se absentó» el marido de Juana Canaria.
Como este documento, fechado en 1491, después de fallado
otro recurso de la misma canaria, alude a la terminación de la conquista,
prueba que, si no corresponde a la expedición de 1483, hay
que suponer otro asalto de Pedro de Vera a Tenerife posterior a
esta fecha.
* Los cálculos dados por nuestras fuentes de la época (expedición de Pedro de
Santisteban, tropas de Medina-Sidonia para Lu^o; barcos de Mujica y de Rejón;
etc.) dan un promedio de 100 hasta 120 hombres por barco. Descontando los 40
tripulantes y soldados en los dos barcos de Pedro de Vera, no podían ir sino de
100 hasta 150 cautivos canarios; sobre todo al saber que uno era pequeño y averiado,
como le dijo Pedro de Vera a Rejón.
[41] 83
En cambio, no podemos admitir para esta expedición el falso
juramento de Pedro de Vera, ante la hostia sin consagrar a la puerta
de la iglesia de San Antón, que no aparece justificado en esta
primera actuación de Pedro de Vera, pero totalmente natural en
la expedición de 1483, después de conocer los canarios su actuación
anterior y constando documentalmente la duda de los nativos
por la citada cédula de Juana la Canaria. Los cronistas, que como
hemos consignado funden en una sola las dos expediciones, compusieron
la fácil recluta de la primera junto al falso juramento de
la segunda.
Están de acuerdo los cronistas de Gran Canaria en describir
el viaje de los cautivos desde las Isletas a Lanzarote, sin tocar
a Tenerife, así como, la rebelión y alzamiento de los nativos de
Gran Canaria con la penosa prolongación de la conquista, al tener
conocimiento de lo ocurrido. Pero ninguno señala su fecha
exacta, adivinada solamente por colocar el relato a poco de llegar
Pedro de Vera.
Mas los documentos conocidos (Hardisson, Art. cit, pp. 45-46)
permiten determinarla con bastante precisión. Pues el optimismo
de la Corte de Castilla, señalado por Hardisson, antes de la venida
de Pedro de Vera (julio de 1480), por la pronta terminación de la
conquista de Canaria, se había disipado en 24 de noviembre de
ese mismo año, cuando los Reyes ordenan el envío de nuevos socorros,
que con Pedro de Santisteban llagarán a Canaria poco después
de 10 de enero de 1481. Y el suceso determinante del regio
pesimismo fue este inicial fracaso de Pedro de Vera, que provocó
la sublevación y alzamiento de los muchos canarios ya sometidos
y al abrigo del Real de Las Palmas, al conocer su traición (Sedeño,
p. 35). Los cronistas Escudero (pp. 39-41) y-Lacunense (p. 27)
reflejan el sentimiento real y cómo a pesar de su disgusto los
Reyes, estimando su valía, acuerdan enviar socorros a Pedro
de Vera.
Tales detalles indican que la primera expedición de canarios
nativos arribada a Lanzarote fue por el mes de septiembre de
1480, tras el proceso y remisión de Juan Rejón, con tiempo suficiente
para que después de la expedición los dos barcos pudieran
regresar a Las Palmas y a Cádiz y llegar los emisarios de
84 [42]
Vera con la noticia a Medina del Campo, donde se hallaban los
Reyes Católicos antes del 24 de noviembre en que se dispone
enviar a Pedro de Santisteban.
El asalto a Tenerife en 1483
De él dice el P. Espinosa (III, 3, p. 91) que, terminada la conquista
de Gran Canaria, Pedro de Vera dispone una expedición a
Tenerife de dos navios, con muchos auxiliares canarios sometidos
y a Guillen Castellano como lengua, desembarcando en no sabe
qué paraje de la Isla. Después de atacar a los nativos de Tenerife,
se llevó él mismo para Canaria en una de las naves la fuerte presa
hecha de cautivos y ganado, y ordenó a su hijo Hernando de
Vera que metiese los indígenas canarios traídos como auxiliares
en la otra y los llevase a vender a Castilla. Y termina diciendo
que «no salió con su intento, como en la historia de Canaria
se verá».
Esta equivocada adición final de Espinosa obligó a Viana
(II, vv. 786-868, pp. 62-65) a buscar en los cronistas de Canaria datos
para completar su relato. Y tras añadir por su cuenta que el
asalto y presa de cautivos y ganado se hizo en La Laguna, coloca
dirigiendo la expedición a solo Hernando de Vera, quien desde
Tenerife remite los despojos a su padre quedado en Gran Canaria;
hace tocar la nave en Lanzarote, donde los nativos canarios
son bien acogidos por Silva; fija en 200 (como Abréu y Torriani
para la primera saca) el número de los canarios embarcados, detalle
omitido por Espinosa, y habla del juramento de Pedro de
Vera ante la hostia sin consagrar. La interpolación de todos estos
datos poi' Viana sobre las crónicas de Gran Canaria, asi como el
situar el asalto a Tenerife a raíz de la llegada de Pedro de Vera a
aquella isla, contra el terminante testimonio de Espinosa, «habiendo
ya sujetado y ganado aquella isla, año 1483», no pueden tomarse
en consideración.
Mas salvo aquella cláusula final de Espinosa, por la que confundió
Qon est» expedición U de 1480, su relato está plenamen-
[43] 85
te confirmado por interesantes testimonios forasteros, como lot
siguientes.
Andrés Bernáldez (citado por Chil, III, p. 141) consig'na: «Pero
de Vera, di ciendo que fuesen con él en las carabelas a facer cabal*
gada e correr a Tenerife para g'anar para los vestir, con este engaño
debajo de tilla en las carabelas los envió a España, e los
trajeron a Cádiz e al Puerto e dende a Sevilla en el año 1483 cerca
de San Juan de Junio*.
También Diego de Valera (Fontes, II, p. 114), con error de
días en la terminación de la conquista, habla de ello: «E después
[ • . . ] el gobernador dixo que quería hazer armada para yr en la
ysla de Tenerife, e llevó consigo ciento y quarenta canarios. E
después de enbarcados e apartados de la ysla [¿de Canaria o de
Tenerife?] mandó que en otros navios se metiesen todos los otros
canarios que quedaban, e así fueron metidos en los navios otros
cien canarios, de manera que los unos'e los otros fueron traydos
en Castilla...»
Conviepe citar también el testimonio del notario Benito Cárdenas
(«Revista de Historia», núm. 77, 1947, pp. 75-76): «Estuvo
[Pedro de Vera] acerca de tres años allá vino a Xerez segunda semana
de setiembre año de MCCCCLXXXIII.—Trujo muchos canarios
tornados cristianos que no dejó allá ninguno y envió otros
al Rey primero que él viniese de allá».
El reajuste de estas informaciones con las últimas batallas de
Pedro de Vera para terminar la conquista, según nos permiten
precisar Valera, Sedeño, Abréu y otros es el siguiente. Tras la
parcial rendición de los galdarenses el 15 de diciembre de 1482,
el insumiso faicán de Telde marcha con los suyos hacia Tasarte,
desarrollándose luego el ataque de Ajódar y muerte de Mujica a
principios de marzo de 1483, Siguen la marcha hacia Bentaiga y
Ansite, «por el sector de Tirajana», cuya rendición tiene lugar por
el 7 de abril de 1483 (fecha segura del eclipse citado por Valera),
y ocho días después, por el día de Santa Engracia, el embarque
de los nobles canarios rendidos, según dicen Valera y Cárdenas.
En los días siguientes se reduce la resistencia de la Sierra del
Agaete, nacientes del Barranco de Amzo (Olive) o Aisón (Mapa
Militar), que pasa por Gál(Íar, situado sobre las montañas que
86 144]
dominan el valle de Asfaete, cuyos últimos alzados se desriscaron
por Tirma, a poca distancia de este lu^far.^ Y el 29 de abril de
1483 la rendición ofícial.
Entonces proyecta Pedro de Vera su asalto a Tenerife, que
tuvo lugar a fínes del mes de mayo o principios de junio, para que
el 24 de este mes estuvieran los primeros navios de canarios cautivos
en las aguas de Cádiz y Sevilla.
Pero Espinosa y Viana, interesados particularmente en el asalto
a Tenerife, sólo hablan del único barco en que Hernando de Vera
se lleva a Castilla a los nativos canarios anxiliares suyos. Mas Ber-náldez,
Valera y Cárdenas nos hablan de «varios navios», con lo
que se comprende aquella frase de Valera, de que «después de
apartados de la isla» [los primeros cautivos] Pedro de Vera metió
en otros barcos más expediciones de canarios, donde irian también
los cautivos de Tenerife.
' Aparece por lo dichd bien aclarada la confusión de nuestros
cronistas: Espinosa y Viana sólo se interesan en el asalto de Tenerife,
que confunden con la expedición de que hablan los cronistas
de Gran Canaria. Estos últimos se ocupan de la primera (1480),
que determinó la sublevación y subsiguiente prolongación de la
conquista, pasando ligeramente sobre los envíos de cautivos ya
acabada la sumisión de la Isla.
Los historiadores generales Bernáldez y Valera sólo tienen
noticias de la segunda expedición, única que llegó a la Península,
por la terminación de la conquista de Gran Canaria.
La estancia de Vera en Jerez el mes de setiembre debe ser a
su vuelta de la Corte para Gran Canaria o para descansar allí.
' Para otrai identificacionei de las operaciones Cf. ABRÉU, II, 2S, p. 233 y notas
del editor. Hay que separar Ansiie, sin duda El Sitio o Los sitios de Gáldar,
conforme la etimología, de Ansote, si es distinto y no errata ( = amzo por ansot).
£1 Llano de la Paz, recuerdo de la entrej^a de los nobles y faicin, es igualmente
seguro. La resistencia del que pretendía el trono acaba en Agaete y en Tirma.—
La entrega de la infanta y la rendición total pudo ser efectivamente por el dia de
San Pedro Mártir, 29 de abril, si no fue simplemente la fiesta religiosa conmemorativa
del acabamiento de la conquista.—El dato del eclipse, comprobado por el
observatorio de San Fernando en la fecha indicada, es muy significativo.
t45] &1
El número de canarios enviados por Pedro de Vera, según
Valera, en sus cuatro envíos, asciende a trescientos cuarenta, a
los que habría que añadir los cautivados en la operación de la isla
de Tenerife.
Presas de Saavedra
Dolido García de Herrera por el fracaso de su hijo Sancho, o
de sus capitanes y soldados, con la pérdida del castillo de Añazo
por el año 1466, tuvo que renunciar a sus actividades de penetración
y conquista de las islas mayores desde 1477.
Por ello en unión de su yerno Pedro Hernández de Saavedra
el Viejo (Abréu, I, 30, p. 138; II, 27, p. 245) intenta apoderarse de
la costa africana por el sector de Mar Pequeña, hacia donde orienta
la expansión de su señorío.
Cabe pensar, por la ya citada garantía real (R. C. de 24 de
febrero de 1480, publicada por Navarrete) en que se le prohibe
toda acción en Tenerife y La Palma, que durante esos años interrumpieron
los asaltos y presas en las islas mayores; pero quizá
redujeron sólo sin suprimirlos del todo sus contactos con el cantón
de Güimar.
Porque las embestidas de los capitanes y gobernadores de
Canaria contra los Herrera, que reclaman ante los Reyes Católicos
(Chil, III, pp. 29-34), estuvieron quizá motivadas en parte porque
continuaban entrando en las islas de señorío real. Y quién sabe si
el interés de Rejón por volver con la conquista de La Palma no
tiene su base en sus rencillas con los Herrera-Peraza, tras su conocido
incidente en Lanzarote, y en su deseo de seguir molestándolos,
como prueba su desembarco en La Gomera (Cf. nuestro
estudio sobre El episodio de Iballa, p. 268).
En todo caso, tras la muerte de Diego García de Herrera
(1485), su yerno Hernández Saavedra vuelve por estos mares camino
de Tenerife, ya que años después lo hallamos mezclado en
captura de esclavos y asaltos a las dos islas insumisas.
88 [46]
Un documento del estudio de doña Vicenta Cortés^ sobre
esclavos canarios en Valencia, al núm. 80, habla de unos esclavos
de Tenerife apresados por el «capitán Saya Verde* (evidentemente
Saavedra), vendidos por el gobernador de Canaria. No creemos
que estos esclavos (20 de marzo de 1494) sean de la expedición de
Maldonado (mayo de 1492) estudiada luego, pues los cinco citados
(uno quedó en Canaria y otro en Castilla) debieron de ser cautivos
a fines de 1493 o principios de 1494. Y es posible también que
aquel «capitán de Gran Canar¡a> citado en los documentos números
77,78 y 82 del mismo estudio, de fechas cercanas al precedente
documento, si no es el citado Maldonado, pueda ser nuestro
Fernández de Saavedra, aunque pudiera aludir a Salazar u otro.
También la declaración del bachiller Pedro de Valdés (Fon-tes,
VI, pp. 93-94) dice que^ «cuatro meses» antes de venir Lugo a
la conquista de La Palma, Maldonado estorbó a Saavedra que fuese
a asaltar la isla de La Palma. Ello prueba su pública intervención
en tales actividades a ciencia y conciencia de los gobernadores de
Gran Canaria; y esos asaltos documentados son una pequeña muestra
de los que en verdad realizaría.
Porque sabemos que el propio gobernador de Canaria Francisco
Maldonado solicitó su colaboración en un asalto a la isla de
Tenerife, en la que Saavedra le salvó la vida. Y creemos que ayudó
a Lugo en su primera entrada.^
' VICENTA CORTÉS: La conquista de las Islas Canarias a través de las ventas
de esclavos en Valencia, pp. 479-549 del «Anuario de Estudios Atlánticos», 1,1955.
" Aunque no aparece declarado de una forma precisa. Cierto no estuvo en la
segunda entrada, según parece. En cambio no creemos que fuera este Hernández
de Saavedra el Viejo el que resiste a Lugo en 1503 {Fontes, VI, pp. vill y 176), que
lo llama «compadre y amigo» al intentar ocupar Lanzarote. Tal vez se trate de su
hijo Pedro Hernández de Saavedra el Mozo, casado con la hija de Sancho de Herrera
y sucesor en el dominio de Lanzarote. No es creíble que Saavedra el Viejo,
señor de Fuerteventura, no hiciera resistencia en su isla sino en la ajena. Es de
creer que Sancho de Herrera, su hermana doña Constanza Sarmiento, mujer de
nuestro Saavedra el Viejo, y el hijo de éste, su sucesor Fernán Darias con otros
parientes, estuvieran en Sevilla a raiz de la muerte de su madre doña Inés, que
entonces revoca el mayorazgo, cuando Lugo quiere posesionarse del señorío como
tutor de los menores, hijos de doña Beatriz.
147] 89
Actuaciones de Lope de Salasar
Este personaje debe ser hijo suyo, pero no el mismo Lope
García de Salazar (Abréu, I, 23, p. 113 y nota del editor), «piloto
mayor» de la armada que en 1455 trajo a Canarias a Diego Garda
de Herrera con su mujer Inés Peraza de las Casas.
Nuestro Lope de Salazar, que dio su nombre al valle de Sala-zar
en Tenerife, vino a la conquista de Tenerife en la se^funda entrada
de Alonso de Lugo, pues Viana no lo cita en la primera y
estaba en pleito con Maldonado (como diremos) por esa fecha,
mientras se incluye en la compañía de Ibone de Armas (Viana, XI,
V. 165, p. 297), entonces reclutada en Gran Canaria. Continúa viviendo
en esta isla con su hijo Luis hasta después de 1513 (Foníes,
V, p. 213), año en que se le encarga por el cabildo de la Isla vigilar
la posible entrada en el puerto de Santa Cruz de infestados
procedentes de Las Palmas.
Si el hijo de Lope García de Salazar hubiera nacido cuando
la armada de Herrera que mandaba vino a Canarias, tendría en
1513 unos sesenta años, edad posible para nuestro Lope de Sala-zar,
pero resultaría exagerado creer que viviera todavía el piloto
mayor de la armada de Diego de Herrera.
De Lope de Salazar sabemos por la real cédula de 24 I 1494
(Fontes, VI, p. 195) que «año y medio antes» (por julio de 1492),
por mandato del pesquisidor de Canaria Francisco Maldonado, «él
fue a Tenerife al bando de Anaga a concertar paces». Se queja de
• que seis meses antes (julio de 1493) el mismo Francisco Maldonado
le quitó «tres canarios del Gran'Rey», cautivos de Tenerife que
por ser del bando de Taoro no eran de paces, pretextando incumplimiento
del pacto de paces, y además de apresarlo se incautó de
sus bienes: una carabela, bueyes y esclavos negros.
Resulta por ello que Lope de Salazar pirateaba y trabajaba en
esclavos en África y en Canarias por el año 1493, oficio que venía
practicando por estas aguas desde años antes. Conocemos una de
sus'operaciones por la residencia tomada por el mismo Maldonado
a Pedro de Vera (Wolfel, Frías, p. xxv). En sus descargos manifestó
Vera que efectivamente tomó a Lope de Salazar diez o doce
esclavos, porque avisó a los enemigos (los guanches, parece) que
90 Í48]
él iba a hacer allí una entrada; y como lo sorprendieron en la Isla,
le tomaron los esclavos y no reclamó entonces contra él por reconocer
el yerro que había hecho.
Esta presa de Vera tiene que ser anterior a la llegfada de Mal-donado
para la residencia (abril de 1491); pero mejor que del asalto
ya estudiado de junio de 1483, debe ser suceso posterior a 1484,
en que fue nombrado alcalde de Canaria Pedro García de Santo
Domingo (Abréu, II, p. 239), responsable de la acusación precedente
consignada en la citada preceptoría de Muñoz.
Después de este hecho Salazar continuó en el <oficio>, por lo
que Maldonado puso en sus manos el citado pacto con los guanches
de Anaga.
Tampoco conocemos otras informaciones de asaltos de Lope
de Salazar, que, como Saavedra, hubo de menudearlos en las costas
de Tenerife.
Asaltos y pacto de Maldonado con Tenerife
Ya dijimos, al hablar de Pedro de Vera, que Francisco de
Maldonado, primero pesquisidor y luego sucesor en el gobierno de
Canaria, no tenía jurisdicción de conquista ni autoridad para hacer
pactos ni facultad real alguna especial sobre las islas de Tenerife
y La Palma.
Aunque los historiadores antiguos solían colocar la llegada
de Francisco Maldonado a Canaria en 1488, sabemos que su nombramiento
para la pesqi|¡sa contra Pedro de Vera es de 30 de
marzo de 1491 y fue publicada por Wolfel (Frías, p. XXIi), continuando
en el gobierno de la Isla hasta 1494.*
1 La R. C. de 23 II 1495 (Chil, III, p. 422) va dirisfida a su sucesor Alonso Fajardo,
que se sospecha llegado desde diciembre de 1494. En todo caso Maldonado
cubri¿ el gobierno de la Isla hasta muy a finales de dicho año 1494. La querella
de Lope de Salazar contra él es de comienzos del año, y no debió de ser la única,
pues los Reyes hablan en la de Fajardo de quejas por los repartimientos.
[49] 91
No son únicamente Castillo y Abréu Galindo (II, 25, p. 237 y
nota), asi como Marín y Cubas (Chil, III, p. 295), los conocedores
de un asalto a Tenerife por Francisco Maldonado, a quien acompañó
y salvó de muerte segura Pedro Hernández de Saavedra.
También Espinosa (III, 3, p. 92) y Viana (II, vv. 978-988, p. 68) relatan
la expedición de Maldonado y su fracaso por el feroz ataque
de los nativos contra aquellos piratas, que dejaron muchos muertos
y se vieron oblig^ados a regresar con las manos vacías.
Viana y Marín dicen que este asalto se realizó por Añazo o
Santa Cruz en el bando de Anaga, cosa muy probable por ser región
conocida de los marinos lanzaroteños de Saavedra desde el
acta del Bufadero en 1464. Ningún cronista en cambio señala la
fecha del asalto, que no puede datarse, como aparece de la lectura
de Espinosa y Viana, a poco de llegar Maldonado a Gran Canaria.
Porque éste hubo de tardar unos seis meses en instruir la residencia
a Pedro de Vera,^ como era legal y señalan los documentos
que la citan, y no es creíble que distrajera su atención por entonces
en esta difícil empresa.
Por consiguiente, no realizó Maldonado el asalto ni antes.de
septiembre de 1491 ni después de julio de 1492, como datamos
por importantes documentos.
La citada declaración del bachiller Valdés (Fontes, VI, p. 94)
prueba que Maldonado por mayo de 1492 («cuatro meses antes de
venir Lugo a la conquista de La Palma») estorbó a Saavedra un
- asalto que preparaba a aquella isla, en atención a las paces concertadas
por él y el provisor Valdés, a través de Francisca Gazmira
la Palmesa, entre abril y diciembre de 1491: «cuando estaba el
Real sobre Granada».
Si la operación contra el bando de Anaga en Tenerife se re«i-lizó
antes de la captura de aquellos «cuatro o cinco» caudillos
palmeros, que bautizados son devueltos a la Isla para lograr su
conquista pacífica (Fontes, VI, p. 95), debería fecharse en el último
' Aunque la residencia terminara después, Maldonado sustanció una reclamación
de don Fernando Guanarteme contra Pedro de Vera (Frías, pp. xvill-xxl), y
Vera debia da estar en Granada por setiembre de 1491, bastante antes de la toma
de dicha ciudad.
92 [50]
trimestre de 1491. Pero si el concierto de La Palma y la excomunión
pronunciada por el provisor contra los piratas de aquella isla
motivan el asalto de Anag-a en Tenerife, única isla de posibles presas,
es necesario colocarla en el mes de mayo de 1492.
Personalmente nos inclinamos por esta segfunda hipótesis. Ella
explica que Maldonado, al intervenir cerca de Saavedra para evitar
su preparado asalto a La Palma, pudo proponerle el convenio para
dirig;¡r aquel proyecto contra Tenerife, con la que no había paces
concertadas. Esta explicación suprime aquellas embajadas y exa-gerados
preparativos que supone Marín y Cubas con tal ocasión
(Chil, III, p. 295).
El fulminante fracaso por la inexperiencia de Maldonado le
inducirá a procurar dos meses después,^ a través de Lope de Sala-zar,
como indicamos, un concierto de paces con el mismo bando de
Anaga, para seg'uir en Tenerife política similar a la ya practicada
en la isla de La Palma.
Pero estas intervenciones de Maldonado, con hombres como
Saavedra y Salazar, dedicados a la presa de esclavos, convierte al
gobernador de Canaria en subastador y vendedor de esclavos, como
acreditan los documentos núms. 80 y 77 del citado estudio de
Vicenta Cortés de esclavos canarios en Valencia.
También la acción de Maldonado contra Lope Salazar en julio
de 1493, bajo pretexto de quebrantamiento de paces con An&ga,
siendo los esclavos de Taoro, por la saña demostrada en el ataque
con treinta hombres, quebrantamiento de asilo eclesiástico y embargo
de que habla la real cédula, más que tutela del pacto y de
los pobres esclavos «que consintió primero vender», parece enemiga
personal a Lope de Salazar.
No creemos posible un asalto de Lope de Salazar al bando
de Anaga después del pacto de paces de julio de 1492, si
acaso a otro bando no aliado, porque al llegar Alonso de Lugo
fijará allí su real apoyado indudablemente en las paces ya establecidas.
> En julio de 1492, «año y medio anteo de la R. C. de 24 de enero de 1494
(Fonteí, VI, p. 195).
[51] 93
Posibles presas de los de La Gomera en Tenerife
No está probado por historiadores ni documentos que los
gomeros subditos de doña Beatriz de Bobadilla hicieran presas de
cautivos y ganado en la cercana isla de Tenerife, aunque ello sea
muy posible. El documento núm. 81 del citado estudio de V. Cortés
(p. 530) dice que cinco cautivas de Tenerife fueron apresadas
«por los de La Gomera>; pero la identidad de sus personajes
(Vicente Pérez y Antonio Tensa) permite interpretarlo como el
núm. 73: «fué llevada a La Gomera» y de allí a Castilla.
Debió de ser frecuente procedimiento, como diremos a propósito
de Alonso de Lugo, este de los «guanches cautivos llevados
a La Gomera» y sin bajar a tierra trasladarlos luego a Castilla
a vender (núm. 3: 12 de agosto de 1494).
Pero las relaciones de Saavedra con la Bobadilla, y el mismo
fenómeno del frecuente transporte a aquella isla, induce 9. pensar
que los navios dedicados a presas conocían bien la ruta y
los métodos, que debían practicar los mismos subditos de doña
Beatriz.
(Continuará)