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ALM. 1. (88) PAgs. 9 - 26. @ CENTRO TEOLOOICO DE LAS PALMAS PRESENTACION RAM6N ECHARREN YSTURIZ OBISPO DE CANARIAS Presentar el primer número de la Revista de nuestro Centro Teológico es, al mismo tiempo, un honor y una alegría: una Revista, y más si es de Teolo-gía, es una expresión privilegiada de una comunicación que siempre entraña un acto de solidaridad. Por eso presentar esta Revista es un honor, en cuanto que representa el comienzo de una etapa en la que, si no se inicia el diálogo de nuestro Centro con nuestra Comunidad Diocesana y con toda la sociedad canaria, al menos se intenta potenciarlo en una sincera búsqueda de un com-partir que fomente actitudes de comprensión, de mutuo respeto, de apertura "al otro". Y es también una alegría porque se trata de un claro signo de que en nuestro Centro Teológico se trabaja cada día con mayor seriedad, con ma-yor rigor científico, con una clara intención de fidelidad a unas tareas -la en-señanza y la investigación- que son soportes fundamentales de su cometido en el interior de la Misión de nuestra Iglesia Diocesana de Canarias. Si una revista es un instrumento de comunicación, de diálogo, de soli-daridad en consecuencia, y especialmente, si excluido todo afán de lucro o de proselitismo, se trata de una Revista de Teología, no puede menos que plan-tearse una serie de interrogantes cuyas respuestas darán sentido a su quehacer, en cuanto que son las que también darán sentido al quehacer teológico que realiza el propio Centro Teológico. Rehuir la reflexión sobre esos interrogantes; rehuir las respuestas a di-chos interrogantes; responder a los mismos a un nivel de puro 'super-ego' de 10 RAMON ECHARREN YSlURIZ profesionales del saber teológico, o a través de tópicos leídos o escuchados Dios sabe de qué autor o publicación de moda ..., puede ser una clara manifestación de irresponsabilidad, tanto eclesial como -lo que es más grave- cristiana; puede tratarse, también, de una clara manifestación de miedo a enfrentarse con la pro-pia conciencia eclesial-cristiana o eclesial-evangélica, debido a que, en la más vital escala axiológica, la propia ideología o los personales intereses, no siem-pre explicitados, han ocupado el lugar que corresponde a Dios y al prójimo, a! Señor y a su Reino, a la comunidad de Jesús y a los destinatarios prioritarios de su Buena Noticia. Las preguntas son fáciles de formular. Pero no son tan fáciles de res-ponder. Podríamos expresarlas así (') : - ¿Quién debería ser el interlocutor de la teología actual que se elabora en nuestra Diócesis de Canarias? ¿Quién debería ser el interlocutor de nuestra Revista? - ¿Desde qué lugar social y eclesial se debe hacer la Teología actual y se debe escribir sobre ella en Canarias, de modo que pueda ser significativa para ese interlocutor? - ¿Cuáles son los instrumentos que deben utilizarse en el quehacer teo-lógico (en el CET y en esta Revista) para que se haga inteligible? ¿Y para que se haga inteligible a los menos dotados, a los más pobres? - ¿Cuáles serían los objetivos prioritarios que deben tener nuestra re-flexión teológica y nuestra Revista en el momento actual de Canarias y en el momento actual de nuestra Iglesia Diocesana? - ¿Cuáles deberían ser los temas o cuestiones prioritarias que nuestra teologia y también nuestra Revista tendrían que abordar desde nuestra situa-ción eclesial concreta y específica, y desde la situación social concreta y especí-fica de Canarias? - ¿Cómo realizar nuestro quehacer teológico, y cómo expresarlo así en nuestra Revista, para que, dejando a un lado toda tentación de protagonismo, desde una actitud de servicio, la teología en Canarias se convierta en un instru-mento de comunión eclesial en orden "a que el mundo crea"; los creyentes en Jesús más pobres crezcan en una experiencia de fe, de esperanza y de amor; nuestra Iglesia se perfeccione como instrumento de anuncio gozoso del Evan- - (1) Se sigue, en parte, el esquema propuesto por IGLESIA VIVA: "Hacer Teología hoy en Espa-ña", no 132, Nov.-Dic./1987. gelio y de denuncia llena de amor de todo lo que en Canarias deshumaniza y es, por tanto, pecado? No se trata, por supuesto, de caer en unos planteamientos programáti-cos o funcionales: sería romper la lógica de un saber que, teniendo pleno valor científico, por eso mismo debe ser apreciado como verdad que refleja la Ver-dad, esa Verdad con capacidad por sí misma de liberar al hombre en general y, en nuestro caso, al hombre canario en particular. Tampoco se trata de des-vincular ese saber de la vida que el Espíritu anima en el Cuerpo de Cristo, con-cretado y concentrado en esta Iglesia particular de Canarias, en esta concreta porción del Pueblo de Dios que peregrina en Canarias. Y al igual que la actual cultura canaria, con todos sus valores y contravalores, se sitúa en el contexto de una cultura crecientemente planetaria, con el subsiguiente juego de influen-cias, todo saber teológico (más allá de los fenómenos meramente socio-culturales; por razones profundamente enraizadas en el Misterio de la Salvación), se sitúa y se ha de situar en el contexto de una comunión eclesial universal, católica, que entraña una misteriosa pero real solidaridad con los discípulos de Jesús de todo tiempo (los de ayer, hoy y mañana ...) y de todo lugar, en sintonía con el Colegio episcopal, que sucede al Colegio apostólico, presidido por el sucesor de Pedro. Sc trata, por tanto, de realiza- una reflexióii sobre el 'sldlus' y el 'rale' del teólogo y de la misma teología en la Iglesia Diocesana de Canarias; de ese teólogo y de esa teología que 'viven' en el interior de una cultura canaria, en cuyo seno una porción del Pueblo de Dios cree, espera, ama y, en consecuen-cia, ha inculturizado su fe. A la luz de esa reflexión, será posible definir la fun-ción social y eclesial de la Revista que ahora presentamos. Porque hemos de ser conscientes de que también la teología puede ser manipulada o convertida en instrumento de manipulación. En eso no se dife-rencia de otros saberes o de otros quehaceres científicos que existen en nuestra sociedad. A ese peligro hay que añadir además un matiz que hace doblemente complejo el tema: es el del poder "sacralmente legitimador" que puede asumir la teología o el quehacer teológico, del cual carecen los otros saberes. Usar abu-sivamente de Dios y de su Nombre para legitimar sacralmente una ideología, una opción, una simple teoría, una determinada 'filosofía' o una cosmovisión concreta, no es una tentación del pasado que se pueda archivar como simple recuerdo histórico. También hoy, al igual que ayer, hay "miedos a la libertad" que sirven de soporte a toda oferta que se haga "desde Dios", por falsa que sea, o a una aceptación 'religiosa' de cualquier proposición que sirva a una có- 12 RAMON ECHARREN YSTURlZ moda instalación (política, ideológica, moral, religiosa ...) que evite "el riesgo de creer", "la aventura" de hacer un seguimiento serio de Jesucristo. También hoy, al igual que ayer, hay "nacional-catolicismos" o añoranzas de los mismos, aunque ese 'nacional' pueda ser una ideología, una ética cualquiera, un pensa-miento, una nación propiamente dicha, una etnia, un interés de clase, ... De ahí que la teologia, o el saber teológico, se pueda convertir en una forma de 'colonización' que por revestirse de ropajes religiosos sea tal vez la más peligrosa: ello ocurre cuando, en contra del Mensaje de Jesús, el saber teo-lógico se convierte en un instrumento de poder en lugar de ser un medio de servicio humilde. Ocurre cuando un centro que enseña teologia degrada su mi-sión y se deja llevar de la tentación de ser un "centro de poder", un "mercado de influencias", un lugar de distribución de "patentes de sabiduría" en fun-ción de amistades o de coincidencias ideológicas, en vez de ser una escuela de servicio humilde y lleno de amor a una Iglesia local, a la sociedad en la que tal centro se sitúa, a los más pobres y humildes de los creyentes y de los que se debaten en el vacío de la fe. Ocurre cuando se hace una teologia que pierde sus referencias fundamentales a la Persona de Jesús, a su Mensaje y a su Co-munidad, la Iglesia, a una ORTODOXIA y a una ORTOPRAXIS que, lejos de limitar nuestra libertad, conducen a la teologia a esa verdad que nos hace libres (cf. Jn 8, 31) y nos permite ofrecer esa liberación que está plenamente contenida en la Buena Noticia del Señor. Responder, desde la verdad objetiva y desde la verdad del propio cora-zón, a las cuestiones planteadas anteriormente representa, pues, un alto grado de responsabilidad cristiana, teológica y pastoral. Supone también un ejercicio necesario de 'purificación' para el teólogo, desde su ser previo de creyente de Jesús. Supone, por último, algo que también el teólogo tiene que plantearse de forma permanente: mantener vivo un proceso de conversión en cuanto teó-logo y, en consecuencia, en cuanto cristiano que ha recibido un determinado carisma "para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos sin excep-ción alcancemos la unidad que es fruto de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, la edad adulta, el desarrollo que corresponde al complemento del Me-sías" (Ef 4, 12-13). Análogamente podríamos hablar de los que ofrecen su saber en otras esferas no propiamente teológicas, como son la Historia, el Derecho Canónico, las distintas disciplinas filosóficas, la Sociología y la Antropología, la Psicolo-gía y la Pedagogía, ... etc. Y, con más propiedad, de las ciencias que concretan la Teología Pastoral. Nuestra Revista tendrá que cuidar con especial esmero todo lo dicho: la comunicación que entraña una publicación en una etapa de nuestra historia en la que la letra impresa, a pesar de La creciente influencia de la imagen, tiende a convertirse en portadora de una 'magia' especial de veracidad, exige un 'plus' de responsabilidad al teólogo-escritor respecto a Dios y a su Verdad y respecto al hombre y su verdad. Siguiendo el esquema de las preguntas antes formuladas, tendremos que decir que no se puede escribir teología sin plantearse quiénes son los destinata-rios de la misma. El destinatario no se impone, es libre, y el teólogo se dirige a k1 con la misma libertad. Pero cuando se escribe hay que escoger de algún modo el interlocutor o el destinatario, o hay que pensar en "interlocutores o destinatarios" preferentes. Ello encierra ya una cierta concepción del quehacer teológico y una responsabilidad muy seria en el orden de la evangelización. Hay que responder a las preguntas "¿para quién se escribe?" y, pensando en el des-tinatario, "¿para qué le escribo?". Ello supone tomar postura y establecer una relación dinámica entre el teólogo y el destinatario, sin descartar que el teólogo se sitúe primero ante su propia conciencia para definir sus propias solidarida-des, sus 'intereses', para examinar aquéllas y éstas a la luz del Evangelio, por-que tada ello va a influir imprescindiblemente en su quehacer teológico. Esta tarea revelará el "lugar social" desde el cual el teólogo percibe sus destinatarios con los que desea relacionarse inieiitras descarla oiros. Desde ese "lugar social", el teólogo percibirá unas tareas, unos objetivos, unos temas de-finidos de su quehacer dentro de la historia de sus contemporáneos. Así nues-tros teólogos se situarán en la Diócesis de Canarias y en Canarias, en el mo-mento actual (aunque sea para contemplar y asumir el pasado); pero lo harán concretando aún más, porque Canarias y la Diócesis de Canarias representan mundos complejos y plurales. En todo caso, deberán evitar toda tentación de mero mimetismo, como sería transferir a nuestra realidad teologías ajenas co-mo si fuesen propias, sin el imprescindible paso de criticarlas, rezarlas, con-templarlas desde la necesaria vivencia de la catolicidad de la Iglesia, analizar-las desde la idiosincrasia cultural de nuestro pueblo con sus luces y sus som-bras, examinarlas en sus consecuencias evangelizadoras, ... etc.: lo contrario se-ría convertirse en "agentes de colonización" al servicio, no del Evangelio del Señor y de la Comunidad Eclesial, sino de un juego de influencias al servicio de Dios sabe qué intereses, latentes o manifiestos. Desde el momento en que el teólogo aborda su quehacer teológico o ini-cia un escrito para una Revista o), piensa sin duda en unos destinatarios, unas - (2) Sigo las grandes líneas del articulo de Antonio Sanchiz, "¿Hacia dondeva la Teología en Espa-ña?", en IGLESIA VIVA, no 132, 1987. 14 RAMON ECHARREN YSTURIZ veces con rostro identificado y otros difuminado. Pero siempre piensa en al-guien. A veces escoge unos interlocutores preferentes. Otras veces, no. En todo caso, ello condiciona ya su quehacer y, en cierto modo, define al propio teólogo. Pero además, y como antes decíamos, el teólogo se 'sitúa', toma postu-ra. En nuestro caso podrá -y deberá, tal vez- situarse en Canarias. Pero aún dentro de Canarias y de nuestra Iglesia Diocesana, puede hacerlo en Fuerte-ventura, en La Graciosa, en Lanzarote, en Gran Canaria, en las cumbres, en Maspalomas, en la Aldea, en las Medianias, en Las Palmas y en sus suburbios (El Polvorín, los poligonos, La Isleta, Pedro Hidalgo, Cruz de Piedra,...), en Arucas o en Artenara, en Gáldar o en Santa Lucia de Tirajana, ... Y aún hay más: se puede situar ante las docenas de miles de pobres que viven en nuestras islas o ante la Diócesis que, como comunidad de creyentes en Jesús, tiene algo que decir y algo que hacer por ellos; se puede situar ante el mundo que engloba a los alejados y marginados, mundos nuevos donde la religión es irrelevante dentro de Canarias y que invitan a salir, en nombre del Señor, del cerco clerical y de un cierto secuestro meramente intelectual de la Teología, yendo hacia los espiritualmente interesados en el destino del hombre y en contacto con el mun-do de la marginalidad; se puede situar en todo el sistema social donde emanan sufrimientos e interrogantes, pero no en el poder, ni siquiera en el intelectual teológico, porque la teologia hecha desde él sería irrelevante; se puede situar en la Iglesia Diocesana y con los cristianos que se enfrentan cada día en Cana-rias con graves problemas que no acaban de comprender en clave de fe, de es-peranza y de amor, procurando que la teologia les ayude a descubrir su nueva forma de presencia en la sociedad canaria conforme a las nuevas circunstancias históricas de acuerdo con la nueva conciencia emanada del Concilio Vaticano 11. Pero, en definitiva, ¿no 'habría que situarse delante de sí mismo, antes de situarse delante de los otros? Ello exige una actitud de discernimiento im-prescindible para el creyente que hace teologia. El teólogo tendría que definir primeramente cuáles son sus solidaridades reales. Y tendría que hacerlo con una gran sinceridad critica. Después deberá percibir, también criticamente, los frentes que se plantean a la teologia en Canarias, es decir, percibir las posibles ambigüedades de su quehacer teológico, desde dónde nace, cuánto puede tener de instalación, de neoconservadurismo, de pseudo-progresismo o de compla-cencia vanidosa respecto a una autodefinición de andadura postconciliar, de "teologia de sotana" o de "teologia de corbata", de teologia de élite intelec-tual solidaria de sus doctos colegas que forman la 'casta' de los productores teológicos, ... o cuánto tiene de respuesta humilde al clamor de los creyentes dé-biles y mal preparados, al clamor de los hombres, especialmente de los oprimi- dos, al clamor de los que tienen el corazón desgarrado por mil dramas de ori-gen personal o social y necesitan una palabra teológica que proporcione senti-do cristiano a su dolor y fundamente una esperanza que el mundo les niega sistemáticamente ... Cuando el teólogo, para hacer la teología o para transmitirla en nuestra Revista, se ha situado ante unos determinados destinatarios, desvela inevitable-mente el lugar social desde el cual establece sus propias relaciones y solidarida-des. Además las 'califica', es decir, descubre de quk tipo son: cristianas, o poli-ticas, o ideológicas, u ocasionales, o funcionales, o instrumentales (para logrzi otros fines que pueden ir desde el ejercicio del poder hasta el servicio desintere-sado; desde la búsqueda del prestigio hasta la realización de un amor humil-de...), o familiares, o de clase, ... Resultará entonces que unos destinatarios sa-len a su encuentro mientras que otros se descartan. El quehacer teológico canario puede partir de hecho de lugares sociales plurales y divergentes. Es preciso, por ello, que el teólogo sea muy consciente del 'status' que asume o en el que se sitúa: ¿totalmente liberado para la teolo-gía, de modo que se convierta en un profesional de la misma, con visitas oca-sionales a diversos espacios donde los hombres ríen y lloran, esperan y se de-sesperan?; ¿compartiendo su docencia, estudio e investigación con un servicio pastoral que le mantenga en medio de los hombres, creyentes y no creyentes, que ansían La salvación de Dios?; ¿compartiendo su quehacer teológico con un servicio evangelizador a los pobres, formando parte de su mundo oscuro y pe-queño? Los "lugares" pueden ser -como indicaba- plurales y divergentes. Pue-de tratarse de un lugar social definido y con un rostro identificado: el de los pobres, los sencillos, incluso los marginados. En este caso, el lugar supone la inmersión en el mundo de la pobreza y lleva consigo encarnarse e identificarse con ella. Es el lugar donde se palpan las contradicciones de la "periferia so-cial" y de ahí brotará una teología significativa que arraiga en la vivencia cáli-da de la fe en la comunidad cristiana; una teología pensada como ruptura del poder social y cultural; una teología llena de amor, de caridad, de solidaridad; una teología profética, crítica y liberadora, que se plantea el pecado y sus es-tructuras y la liberación respecto a ambos (cf. Juan Pablo 11: "Sollicitudo Rei Socialis") ... Puede tratarse de un lugar social amplio y "desclericalizado", desde el cual sea posible dirigirse a todos los canarios y, en especial, a los que necesitan luz, no sólo a los sacerdotes, religiosos y religiosas ... 16 RAMON ECHARREN YSTURIZ Tal vez sea preciso plantearse cómo es, de hecho, la teologia que hace-mos en Canarias. A nuestros teólogos, como a los de cualquier rincón del mundo, les acechan amenazas y tentaciones: las de servir a una "Iglesia conservadora" e instalada y que elige a sus interlocutores; las de servir a una "Iglesia progre-sista'' e instalada, que elige igualmente a sus interlocutores; las de servir a una "Iglesia" según los modos en que se expresó hace años o siglos pero que ya no son inteligibles (aunque la Iglesia sea siempre la misma, por supuesto...); la tentación de adoptar como lugar social ''la academia" y la intelectualidad de los propios colegas o de las élites culturales de nuestra sociedad; la de un quehacer teológico anclado en sus formulaciones académicas y en su corres-pondiente lenguaje; la de un quehacer teológico al margen de la comunión y de la comunidad eclesial, en diálogo con 'las modas' del mundo en lo que tie-nen más de servidumbre a un proyecto rentable diseñado con técnicas de "mar-keting" y que convierten la teologia en un buen negocio editorial que propor-ciona, al mismo tiempo, prestigio y dinero; la de sustituir la teologia por una vigilancia a la misma teologia, para juzgar y condenar al supuesto conservador en nombre del progresismo o al supuesto progresista en nombre del conserva-durismo ... Tal vez sea importante plantearse que la teologia, hoy, aquí en Canarias, debe estar simultáneamente presente en los ambientes más cultos y universita-rios, y en los ambientes más sencillos de manera que se les pueda ofrecer una teologia de tipo popular, asequible para los pobres, realizada con rigor y flexi-bilidad para hacerse inteligible a los cristianos que tengan o no formación es-pecial. En todo caso, lo dicho hasta aquí ha de ser compatible con ese lugar donde siempre se ha comunicado Dios por revelación dándonos su Palabra de salvación; es el lugar hermenkutico donde se dan las mejores condiciones para comprender la Palabra de Dios, y el lugar donde existen las mejores condicio-nes para realizar las exigencias de la fe, la esperanza y la caridad. No todos los lugares ofrecen las condiciones que abren la inteligencia y el corazón a la revelación, ni nos provocan a la acción de la caridad y de la esperanza que el Evangelio está llamado a cumplir. ¿No serán "el templo", "la academia" y "la plaza", los tres lugares por excelencia para ello? Existen también lugares defensivos, como pueden ser los que correspon-den a unas posturas criticas frente a los poderes de diferentes signos. Hay teó-logos a los que se acusa de ser altavoces dóciles e ilustrados de las instrucciones y consignas del magisterio eclesiástico. Pero, por otra parte, se observa en algu- nos teólogos una excesiva docilidad a las consignas sociopoliticas y una dedi-cación servil a intereses políticos o ideológicos de distinto signo, en cuanto se niegan a colaborar con los responsables de la Iglesia local ... No cabe duda que la teologia tiene como quehacer en Canarias que la fe sea verdaderamente Buena Noticia para los pobres y marginados, y que ten-ga arraigo en la realidad. Pero también es tarea de la teología hecha en Cana-rias, tanto la comunidad cristiana como el mundo de la increencia y de los ale-jados. El reto es: jcómo vivir significativamente la fe en Canarias, hoy? iCó-mo mostrar su validez y su coherencia existencia1 en diálogo constructivo y no siempre condenatorio? Nuestra Diócesis de Canarias necesita una teologia que permita el diálogo de nuestra Iglesia local con esas culturas modernas y post-modernas que se entrecruzan en nuestras Islas con las culturas propias o rasgos culturales más autóctonos; y habrá que hacerlo recuperando la praxis de la so-lidaridad, del respeto y también de la justicia con las víctimas de toda índole; una solidaridad creíble y significativa, que se viva en el interior de la comuni-dad cristiana y, desde ella, aparezca como fermento, liberadora, denuncia del consumismo y del pragmatismo, cercana para los menos formados; solidaria de la religiosidad popular que nace en la periferia de los núcleos urbanos y en el mundo rural, que acierte a tematizar sus deseos y expectativas. No menos importante será la tarea del diálogo solidario y reconciliador entre los mismos teólogos; la confrontación leal de las diversas tendencias doc-trinales; la superación, de-e una intensa vivencia de pertenencia a la Iglesia local y a la Iglesia universal, de las divisiones que, con frecuencia, tienen su origen en lejanos planteamientos teológicos que nada tienen que ver con Cana-rias; la superación también de viejas divisiones que nacieron de pasadas incom-prensiones y ausencia de diálogo (¿falta de verdadera caridad y de una auténti-ca comunión eclesial?) con ocasión del Estudio Socio Pastoral y de la Asam-blea Conjunta. Sin vencedores ni vencidos: una tarea teológica tan puntual en una Iglesia humanamente envejecida y tentada de clericalismos de diferentes signos y de neoconfesionalismos ajenos al Vaticano 11. La tarea desde la twlogia, hoy más que nunca, consiste en presentar y actualizar las verdades fundamentales de la salvación que articulan la manifes-tación de Dios y que ofrecen sentido y verdad a la existencia humana: la verdad de Dios, la del hombre, el misterio de la Iglesia; que la comunidad de creyentes recobre plenamente la confianza en la virtualidad del Evangelio y mostrarles el rostro genuino del mismo; ofrecer caminos para una oración profunda y pa-ra una celebración auténtica de la fe; ofrecer también los caminos de una moral 18 RAMON ECHARREN YSTURIL propiamente evangélica para ser vivida en Canarias en plena comunión con la Iglesia Católica y con pleno enraizamiento en el Evangelio, leído con y desde la Iglesia; una moral que no será ni latinoamericana, ni europea, ni africana, es decir, una moral desintoxicada de subjetivismos humanos, de ideologías im-portadas, de relativismos 'de moda', de positivismos fáciles que nada tienen que ver con el Sermón del Monte. No he intentado responder a las cuestiones que planteaba al inicio de esta Presentación. Sólo he intentado aclararlas. Son nuestros teólogos, en su trabajo de cada día en el Centro y en las páginas de esta Revista, quienes debe-rán responder a ese cuestionario. Quedan muchas más preguntas. El teólogo en Canarias no puede ser un 'profesional' que sentado ante una mesa se dedica a responder preguntas que nadie le hace ... ¿Qué dice hoy y aquí la teología a los que no tienen la palabra, los que no tienen capacidad de expresarse y carecen del "libro", de cualquier instru-mento del saber, o quizá no saben ni interpretar lo que leen o tal vez ni siquiera saben leer? ¿A aquellos que viven cargados de preguntas, que buscan sentido a su existencia en una sociedad consumista al máximo que ha secuestrado ese sentido de la vida? ¿Qué significa ser salvados en Cristo para nuestros contem-poráneos, en nuestras Canarias de hoy, estas nuestras Islas que parecen satisfe-chas por convertirse en "la ciudad alegre y confiada" alejada de toda respon-sabilidad y soñando con instalarse en una despreocupada insolidaridad perso-nal, familiar y social? Se trata, pues, de hacer una teología que reflexione sobre la Revelación allí donde Dios ha dirigido su Palabra de salvación: a estos contemporáneos que aquí, en Canarias, muestran en sus rostros sus múltiples demandas explíci-tas o calladas. Una reflexión desde ese lugar social y, jcómo no!, con todo el rigor científico y desde una existencia plena de fe, de esperanza y de caridad. Queda un tema por tratar a la hora de reflexionar sobre el quehacer del teólogo y sobre la función de esta Revista. Sería un tema largo que no se trata de desarrollar ahora, sino de apuntar simplemente, con el fin de que sirva de fondo a la hora de responder a las preguntas que hemos planteado. Se trata del tema, siempre importante, de la relación entre la teología y el Magisterio. No es preciso insistir en que la comunión es clave en la vida cristiana. Pero tal vez convenga indicar que no es lo mismo "comunión" que "sumisión", o que no es lo mismo "comunión" que "obediencia servil", por muy virtuosa que ésta pueda parecer. Sin embargo, tal vez sea importante afirmar hoy que no es lo mismo "investigación teológica", que puede ser o es una obligación del teólogo, y "experimentación teológica", que puede ser expresión de una grave irresponsabilidad respecto a los fieles, respecto a la comunidad eclesial. No se puede experimentar en lo relacionado con los contenidos de la fe: supondría una grave actitud de desprecio en relación con el Pueblo de Dios; no se puede experimentar en lo relacionado con lo que define "el seguimiento de Jesús": supondría una grave actitud de desprecio en relación con el Pueblo de Dios. Un centro teológico no se puede confundir con un laboratorio en el que se ex-perimenta con "conejillos de indias". El problema es especialmente grave cuando la distancia cultural, teológica o no, entre los "profesionales de la teología" y "los oyentes" es tan grande, que estos últimos no tienen "mecanismos de defensa" que les permitan someter a critica seria lo que reciben, entre otras razones (además de la indicada superioridad intelectual de los teólogos sobre los oyentes) porque en el centro teológico haya tal coherencia entre los enseñan-tes que no deje posibilidad a que unas posturas se contrapongan a otras í3), o porque no tengan medios (económicos o del tipo que sea) para poder acceder a un pluralismo teológico legitimo expresado en publicaciones, desde el cual poder asumir el necesario talante crítico y buscar así una aproximación de la verdad con la ayuda del Magisterio. Es un problema que hay que contemplar a la luz de la evangélica e imprescindible defensa de los pohres qiir la Iglesia tiene siempre la obligación de realizar. Sobre el tema se ha escrito mucho. Se ha defendido -y no sin razón-la necesidad del carisma del profesor de teología junto con la necesidad del carisma propio del Magisterio. Es interesante al respecto releer el gran discurso de Juan Pablo 11 a los teólogos en la Universidad Pontificia de Salamanca, con ocasión de su visita a España, o el número 62 de la Gaudium et Spes (cf. cita de Haring en el "Diccionario de Moral", Ediciones Paulinas). Pero puede ser más enriquecedor recordar unas palabras del Padre M.D. Chenu, adecuándolas a nuestra realidad, en su artículo "Ortodoxia-Ortopraxia", en el libro "Al Servicio Teológico de la Iglesia", escrito en homenaje al P. Yves Ma Congar con motivo de cumplir sus 70 años (4). La verdad evangélica y el conocimiento de la fe son de una contextura psicológica y epistemológica distinta que la verdad común y el conocimiento racional: aquellos llevan consigo un "hacer" y exigen la unidad de la "theo- - (3) Como fue el caso, P.e., entre los Padres Tromp y Zapelena sobre temas eclesiológicos, en la Universidad Gregoriana de Roma, con la autorización del Papa Pía XII, en los años 1950/1956. (4) Ed. Sal Terrae, Santander 1975. 20 MMON ECHARREN YSTURIZ ria" y de la "praxis". El "dabar" bíblico es de otro temple que el "logos" griego. La verdad, cuando se trata del misterio del amor de Dios comunicado en Cristo, no puede ser otra cosa que la verdad objetiva de una proposición, una información exacta sobre doctrinas, una ortodoxia. La verdad de Dios se expresa, no en un libro con enunciados, sino en una Persona; se encarna en una Palabra. Cristo es la verdad (cf. Jn 1,14; 14,16) que encarna al Padre. Su Evangelio no es una verdad abdracta que se exprese, por decirlo así, accesoria-mente en la palabra o en el signo, sino una verdad que se ha cumplido y que se cumple en la palabra que se muestra eficaz (cf. Heb), produciendo lo que ella declara. Sólo después llegó el Evangelio a ser un libro. El elemento cognos-citivo y el elemento práctico son inseparables. No hay un despliegue puramente intelectual de la verdad de Cristo en un sistema filosófico-teológico, sino que "el que practica la verdad, se acerca a la luz" (Jn 3,21). No se trata sólo de un juicio o un raciocinio verdadero, sino de un acontecimiento liberador. Será, por tanto, preciso cuidar que el teólogo, con sus juicios, no obscurezca el acon-tecimiento. Habrá que vigilar para que ello no ocurra, defendiendo así el Pue-blo de Dios, a los más sencillos de ese Pueblo. Todo ello es la razón por la cual la consustancial articulación del "decir" y del "hacer" legitima en parte la crí-tica y hasta el enojo de los cristianos que hoy denuncian la insignificancia (la falta de significación ...) de una ortodoxia puramente conceptual y también la heterodoxia que nace de un juego de meros conceptos o de raciocinios mera-mente teóricos. La ortodoxia así entendida, como la heterodoxia, no tiene va-lor. El Mensaje, para que se comprenda, para que sea "verdadero" y "real", ha de vivirse, ha de llevarse a la vida, ha de incidir en la vida. Es lo que signifi-ca "obrar la verdad". En este ámbito tiene todo su sentido la afirmación del Señor, "por sus frutos los conocerán Vds!'. Cuando el fruto de una couceptua-lización teológica es el vacío, la inacción, la división, la ruptura de la comu-nión, la insolidaridad, la ira, el odio, el rencor, la soberbia o la vanidad, el odio contra la Iglesia o contra la Comunidad de Jesús (que son la misma cosa: cf. L.G., 8 y Evangelio de San Juan), la manipulación del sencillo, ... etc., entonces ha hecho su aparición una ortodoxia puramente conceptual o una heterodoxia. Aquí cabe recordar la palabra de Jesús: "El que no está conmigo está contra mi; ... El que no recoge conmigo, desparrama". ¿Qué significa "verdad", cuando se trata de un dogma? ¿En qué senti-do, partiendo del Evangelio, puede una proposición teológica ser "verdadera"? La respuesta es que sólo en la medida en que se inscriba dentro de una proposi-ción de fe, es decir, en el interior del acto de fe vivida, de manera que la verdad del Evangelio no se reabsorbe en esa formulación. El artículo de fe (como se decía en la Edad Media), una proposición teológica, se sitúa en el interior de una percepción global de la verdad mantenida en la comunión en el misterio, conservando esa verdad abierta siempre al misterio de Dios. "El acto de fe no se realiza en una ciencia, sino en la realidad divina", dice Santo Tomás (Sum-ma Tbeologica, IIa, IIae, q.1, art. 2). La ortodoxia, con sus proposiciones, en-cuentra su fidelidad, su objetividad, su seguridad, no en unos apoyos raciona-listas, sino en el terreno de la ortopraxis. Así se puede entender la función del teólogo: no es el fiel en acto vivo y reflexivo de su fe, sino el creyente que, con todas las "técnicas del oficio", se aplica como "profesional" (si es que se le puede llamar así ...) a elaborar su contenido, desde la hermenéutica de los textos hasta un "saber" orgánico, cons-truido sobre "razones": "Intellectus fidei" en el que están empeñados todos los niveles epistemológicos, todas las disciplinas y todos los métodos, todas las "gramáticas", todas las cargas imaginativas y poéticas, todas las complacen-cias del espíritu. Tal vez habría que decir "las funciones" en lugar de "la función". Pues ese "intellectus fidei" debe desempeñar varios papeles en la comunidad de fe. No es un mero experto al servicio del obispo; ni un guardián a la puerta de la Palabra de Dios abierta al mundo; ni un director de programas; ni un evalua-dor dc pastoralcs ... El teólogo no se sitúa frente a la autoridad sino en el inte-rior del Pueblo de Dios. Su carisma lo coloca al servicio del Pueblo de Dios, donde encuentra la medida de su intervención, con el concurso de los carismas jerárquicos: ministerio pacífico, con sus propias leyes, tanto para el análisis y el discernimiento como para la búsqueda permanente, en diálogo siempre con los demás ministerios. Tal es la situación del discurso teológico: discurso critico de la fe par-tiendo de la vida de la Iglesia actual que, inserta en el mundo actual, pretende transmitir al hombre de hoy, en la Tradición, el mensaje liberador de Cristo. El "oficio" de este teólogo lleva consigo, en primer lugar, la "lectura" rigurosa y sabrosa de la Escritura, lugar permanente de la Palabra de Dios; pero esta misma lectura sólo puede hacerla si se encuentra "situado", es decir, en "situa-ción'' aceptada y ratificada. El dinamismo incoercible de su inteligencia cierta-mente le conducirá a buscar por todas partes razones, con las especulaciones que las mismas exigen y con la contemplación que se sacia en ellas ("theoria", en los dos sentidos de la palabra). Pero esta elevada operación, un tanto "aris-tocrática" (propia de minorías selectas), sólo tendrá su equilibrio inmersa en el sentido intimo del pueblo de Dios actualmente viviente en el mundo, un mundo 22 RhMON ECHARREN YSTURIZ lleno de provocaciones y de culturas plurales, aún en el interior de lo que pode-mos llamar cultura canaria, y en su historicidad pasada, presente y futura. Así volvemos a la coherencia entre la teoría y la práctica (buscar la verdad o con-templarla, sin amor a los amigos y a los enemigos, es un contrasentido en el cristiano teólogo...). La "praxis" actual de la Iglesia es el lugar, "biológica-mente fecundo", de su inteligencia crítica, constructiva, contemplativa. El teólogo analiza los modelos con cuya ayuda se forma esa praxis y la mentalidad a través de la cual pasa, confrontándolos con la interpretación que ella misma recibe del Evangelio, en correlación con la "teoría" crítica de la sociedad. Al mismo tiempo, abre el camino a otras posibilidades positivas que, a su vez, deben hacerse realidad en la praxis eclesial y en el acontecimiento de fe vivido en comunidad, en Iglesia. Si la teología es "teoria" crítico-teológica de la praxis regida por la fe, despertará a la conversión y, por tanto, a la trans-formación efectiva, las estructuras sociales y, al mismo tiempo, el corazón del hombre (cfr. 'pecado' y 'estructura de pecado', en la "Sollicitudo Rei Socialis" y en la "Reconciliación y Penitencia", de Juan Pablo 11). De este modo, la teo-logía es una crítica redactada sobre el hombre, la sociedad y la Iglesia, pero, al mismo tiempo, aporta o debe aportar necesariamente la promesa de la salva-ción de Dios en Cristo, la promesa que no sólo exige sino que también hace posible todo progreso en la marcha de la historia a la liiz del Reino de Dios (*). La acción del teólogo se inscribe, por tanto, en la realidad efectiva de la salva-ción, comprendida la santidad. "La práctica es la realidad de la teoría; la teo-ría es la naturaleza intima y misteriosa de la práctica" (San Máximo). Hemos hablado antes del "lugar social" desde el que se hace la teolo-gía. Hay algo que añadir: sea cual fuere ese lugar social, es claro que el teólogo tiene que estar y "sentirse estando" en la Iglesia, en la Comunidad de Jesús. Situado en el mundo; situado aquí (en Canarias, en nuestro caso), amando a la humanidad, amando al hombre canario o que está en Canarias, nunca pue-de perder su solidaridad radical con la Iglesia de Jesucristo, con la Iglesia Dio-cesana de Canarias y con la Iglesia universal servida por el Sucesor de Pedro. En la Iglesia existe una necesaria función de vigilancia. La función de vigilancia puede entrañar abusos como, por ejemplo, el que supone que la ideo-logia del "vigilante" se convierta en norma que sustituya al depósito de fe o a la misma Palabra de Dios. Puede convertirse también en un doloroso servicio cuando el "vigilante" se ve obligado a corregir proféticamente, por amor a la - (5) Cf. "Le statut critique de la Théologie': E. Schillebeeckx. Bruselas 1970. verdad revelada, por amor a los fieles más débiles y por amor a su comunidad entera, y no encuentra en aquél o aquéllos a quienes corrige la humilde actitud del que se siente ejerciendo un carisma que no tiene un valor absoluto sino que es complementario de otros carismas en el interior del Cuerpo de Cristo. Puede ser, por último, una gozosa experiencia de fraternidad cuando, en referencia a la Verdad, es posible realizar esa corrección en un diálogo en el que ambas conciencias, la del "vigilante" y la del teólogo, vuelven sus ojos al único Maes-tro, al que es "camino, verdad y vida", de forma que ambos se encuentren en la Verdad-Amor (cf. Evangelio de San Juan) y vivan así la comunión obede-ciendo al único Señor, edificando unidos el Reino de Cristo y el Reino de Dios y su justicia, ejerciendo cada uno su propio carisma con mutuo respeto pero evitando cuidadosamente que lo dudoso para la fe de los débiles se imponga de manera que la Palabra de Dios sea sustituida por una palabra humana (cf. Rovira Belloso: "Lo institucional de la Iglesia", en IGLESIA VIVA). Queda un tema que no se puede soslayar. Entre los alumnos del Centro Teológico y entre los lectores de esta Revista, se encuentran unos cristianos que orientan su vida, en una opción libre, al ministerio sacerdotal o al sacerdocio ministerial: ocupan un lugar importante en nuestra Iglesia Diocesana y han de ocupar un lugar también importante en la preocupación de los profesores del Centro Teológico. Tal vez el más importante... Hoy nos planteamos, cada día con más seriedad, la continuidad de la vida cristiana de los que, dentro de un proceso catequético, reciben los sacra-mentos de iniciación cristiana. Nos planteamos, incluso, la metodología y los contenidos de las catequesis en orden a la perseverancia cristiana o a la conti-nuidad cristiana o a la continuidad militante, de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. En esta época de crisis cultural, ¿no debemos plantearnos también con toda seriedad, con mayor seriedad si cabe, la formación de nuestros aspirantes al sacerdocio en orden a su perseverancia? Es una cuestión que el Centro Teoló-gico no puede soslayar y sobre la que debe reflexionar con detenimiento. No pocas crisis sacerdotales se resuelven o desembocan en subsiguientes abando-nos del ministerio (algunos incluso con rupturas respecto a la comunión ecle-sial), en función de una buena o mala o insuficiente formación teológica. 0, lo que es lo mismo, no pocas crisis sacerdotales, con todo el dramático sufri-miento que entraña para los protagonistas de las mismas y para la Iglesia, tie-nen sus raíces en deficiencias o insuficiencias teológicas correspondientes a la etapa de formación. 24 RAMON ECHARREN YSTURIZ Una teología 'sesgada' o inconsciente o mal fundamentada pueden de-jar larvada en el aspirante al sacerdocio una crisis que en alguna efapa aparece con todo su dolor. Es necesario que los teólogos se planteen cómo transmitir una teología que conforme en el seminarista un cristiano-sacerdote en el que el "saber", el "rezar y contemplar", el "reflexionar", el leer la Palabra, el evangelizar, el rea-lizar el carisma especifico del sacerdocio, ... configuren un todo armónico e in-tegrado hasta constituir una existencia cristiana sacerdotal para toda la vida. No es lo mismo formar un militante cristiano que un sacerdote, aunque tengan puntos de coincidencia. No es lo mismo formar un catequista que un sacerdote, aunque también tengan puntos de coincidencia. En cuanto sacerdo-tes, acompañar a los militantes, compadecerse de los pobres y de los que su-fren, animar la misión de cada creyente y de la comunidad, celebrar "in perso-na Christi" la Eucaristía y los Sacramentos, rezar por la Comunidad y con la Comunidad, ... etc, etc, necesitan una fundamentación teológica completa, bien arraigada, que no se puede olvidar o desconocer, en la que sean marginales y secundarias las cuestiones puntuales, las polémicas del momento y las discu-siones de escuela. Termino este tema recordando lo que al respecto dice el Documento de la Conferencia Episcopal Española, aprobado por la Santa Sede: "Los estudios eclesiásticos, sin perder su carácter rigurosamente cien-tífico, tienden por la finalidad propia del Seminario a que la fe de los futuros presbíteros se desarrolle en dos vertientes: de vivencia intima (contemplación y progresiva incorporación al misterio de Cristo) y de proyección apostólica (testimonio, acción intraeclesial, misión evan-gelizadora entre los alejados y los no creyentes y presencia sacramen-tal en medio del mundo). "La índole pastoral que han de tener los estudios del futuro sacerdote exige que éstos, y particularmente la Teología, se orienten a preparar pastores para nuestro tiempo, capacitándolos para el ministerio pres-biteral. Su formación intelectual atenderá por tanto a la vivencia per-sonal del Misterio de la Salvación y, simultáneamente, a la capacita-ción doctrinal indispensable para afrontar hoy la función de ministro de la Palabra en la Iglesia y al servicio de la evangelización en el mundo. "El estudio de la Teología pide que se desarrollen todos los temas esen-ciales del contenido de la Revelación para que el seminarista pueda llegar a obtener una visión completa y sistemática de la misma. La atención a las dimensiones de totalidad y síntesis del estudio de la Pa-labra revelada, tal y como es presentada por el Magisterio de la Igle-sia, debe prevalecer sobre la dedicación a temas monográficos o ensa-yos teológicos. "La formación teológica al sacerdocio ministerial exigen fidelidad al hombre histórico y concreto a quien se ofrece el Evangelio como Pa-labra de Salvación. Para ello, los seminaristas deberán familiarizarse con el lenguaje, la cultura, los problemas y planteamientos de la so-ciedad en la que viven. "El estudio de la Filosofía y de las Ciencias Humanas y la formación de un pensamiento crítico son condiciones indispensables en la for-mación intelectual de los futuros sacerdotes que han de estar capaci-tados para dar razón de la fe de la Iglesia en el contexto contemporá-neo y para responder dialogalmente a las cuestiones que se presentan a la fe cristiana desde la crítica contemporánea o desde la increencia. "Esto supone una sólida formación en los métodos propios de cada disciplina y una continua atención a los interrogantes y modos de pen-samiento del mundo contemporáneo" (@. ¿Por qué esta larga introducción o presentación de nuestra Revista? La respuesta es sencilla: ni el Centro Teológico, ni la teología en sí, ni su docencia, ni esta Revista en cuanto instrumento de difusión teológica, son propiedad privada de nadie. Son un bien común de toda la Comunidad Cris-tiana Diocesana de Canarias en comunión con la Iglesia universal. Nadie tiene derecho a apropiarse de ese bien o a manejarlo como si fuera personal y propio ("el fin nunca justifica los medios..."). Toda esa Comunidad, todos sus miem-bros, tienen derecho a conocer sus "reglas de juego". Existe una peculiar "co-legiación" del teólogo, como la de todos los que detentan algún carisma: la que supone pertenecer a la Iglesia local y también a la Iglesia universal; la "co-legialidad" que corresponde a esa vivencia de comunión que supone "tener un solo corazón y una sola alma" con otros creyentes de Jesús, el Señor, "para - (6) C.E.E.: "La Formación para el Ministerio Sacerdotal", núrns. 91-94. 26 RAMON ECHARREN YSTURIL que el mundo crea" (cf. Evangelio de San Juan): ello es un tesoro que, como todos los que hemos recibido del Padre por Jesús en el Espíritu, llevamos en "vasijas de barro" (cf. San Pablo), pero un tesoro que -insisto- no es un bien particular sino que pertenece simultáneamente a todos los que hemos te-nido y tenemos la dicha de conocer y amar al Señor-Jesús, "vencedor del peca-do y de la muerte", el mismo que nos ha revelado la Buena Noticia de Dios y la cercanía de su Reino. Tal vez nos convenga a todos recordar también, con alegría y agradeci-miento a Dios, que si no hubiera existido esa institución que llamamos Iglesia, santa y necesitada de purificación (cf. L.G., 8), ninguno de nosotros, teólogos o no, hubiéramos recibido la Palabra, ni la Eucaristía y los Sacramentos, ni bu-biéramos sabido que el Señor está con nosotros, ni que el Espíritu Santo es el "alma" de esa Comunidad a la que pertenecemos, ni que Dios es Amor, ni que seguir al Señor entraña amar a Dios y amar al prójimo hasta tal punto que, liberados del pecado, podamos ser contemplativos comprometidos en "la causa del hombre", que es también "la causa de Dios", porque, gracias a Je-sús, el Señor, hemos conocido al Padre. La teología tiene su apoyo fundamental en la Palabra de Dios, conteni-da en la Escritura y leída por la Iglesia a lo largo de los siglos: la Palabra escrita lo ha sido "para que crean Vds. que Jesús es el Mesías, e1 Hijo de Dios, y con esta fe tengan vida gracias a El" (Jn 20,31).
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Calificación | |
Colección | Revista del Centro Teológico de Las Palmas |
Título y subtítulo | Presentación |
Autoría principal | Echarren Ystúriz, Ramón |
Entidad | Centro Teológico de Las Palmas |
Publicación fuente | Revista del Centro Teológico de Las Palmas |
Numeración | Número 01 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Fecha | Junio 1988 |
Páginas | p. 009-023 |
Materias | Filosofía ; Religión ; Teología ; Obispado de Canarias |
Formato digital | |
Texto | ALM. 1. (88) PAgs. 9 - 26. @ CENTRO TEOLOOICO DE LAS PALMAS PRESENTACION RAM6N ECHARREN YSTURIZ OBISPO DE CANARIAS Presentar el primer número de la Revista de nuestro Centro Teológico es, al mismo tiempo, un honor y una alegría: una Revista, y más si es de Teolo-gía, es una expresión privilegiada de una comunicación que siempre entraña un acto de solidaridad. Por eso presentar esta Revista es un honor, en cuanto que representa el comienzo de una etapa en la que, si no se inicia el diálogo de nuestro Centro con nuestra Comunidad Diocesana y con toda la sociedad canaria, al menos se intenta potenciarlo en una sincera búsqueda de un com-partir que fomente actitudes de comprensión, de mutuo respeto, de apertura "al otro". Y es también una alegría porque se trata de un claro signo de que en nuestro Centro Teológico se trabaja cada día con mayor seriedad, con ma-yor rigor científico, con una clara intención de fidelidad a unas tareas -la en-señanza y la investigación- que son soportes fundamentales de su cometido en el interior de la Misión de nuestra Iglesia Diocesana de Canarias. Si una revista es un instrumento de comunicación, de diálogo, de soli-daridad en consecuencia, y especialmente, si excluido todo afán de lucro o de proselitismo, se trata de una Revista de Teología, no puede menos que plan-tearse una serie de interrogantes cuyas respuestas darán sentido a su quehacer, en cuanto que son las que también darán sentido al quehacer teológico que realiza el propio Centro Teológico. Rehuir la reflexión sobre esos interrogantes; rehuir las respuestas a di-chos interrogantes; responder a los mismos a un nivel de puro 'super-ego' de 10 RAMON ECHARREN YSlURIZ profesionales del saber teológico, o a través de tópicos leídos o escuchados Dios sabe de qué autor o publicación de moda ..., puede ser una clara manifestación de irresponsabilidad, tanto eclesial como -lo que es más grave- cristiana; puede tratarse, también, de una clara manifestación de miedo a enfrentarse con la pro-pia conciencia eclesial-cristiana o eclesial-evangélica, debido a que, en la más vital escala axiológica, la propia ideología o los personales intereses, no siem-pre explicitados, han ocupado el lugar que corresponde a Dios y al prójimo, a! Señor y a su Reino, a la comunidad de Jesús y a los destinatarios prioritarios de su Buena Noticia. Las preguntas son fáciles de formular. Pero no son tan fáciles de res-ponder. Podríamos expresarlas así (') : - ¿Quién debería ser el interlocutor de la teología actual que se elabora en nuestra Diócesis de Canarias? ¿Quién debería ser el interlocutor de nuestra Revista? - ¿Desde qué lugar social y eclesial se debe hacer la Teología actual y se debe escribir sobre ella en Canarias, de modo que pueda ser significativa para ese interlocutor? - ¿Cuáles son los instrumentos que deben utilizarse en el quehacer teo-lógico (en el CET y en esta Revista) para que se haga inteligible? ¿Y para que se haga inteligible a los menos dotados, a los más pobres? - ¿Cuáles serían los objetivos prioritarios que deben tener nuestra re-flexión teológica y nuestra Revista en el momento actual de Canarias y en el momento actual de nuestra Iglesia Diocesana? - ¿Cuáles deberían ser los temas o cuestiones prioritarias que nuestra teologia y también nuestra Revista tendrían que abordar desde nuestra situa-ción eclesial concreta y específica, y desde la situación social concreta y especí-fica de Canarias? - ¿Cómo realizar nuestro quehacer teológico, y cómo expresarlo así en nuestra Revista, para que, dejando a un lado toda tentación de protagonismo, desde una actitud de servicio, la teología en Canarias se convierta en un instru-mento de comunión eclesial en orden "a que el mundo crea"; los creyentes en Jesús más pobres crezcan en una experiencia de fe, de esperanza y de amor; nuestra Iglesia se perfeccione como instrumento de anuncio gozoso del Evan- - (1) Se sigue, en parte, el esquema propuesto por IGLESIA VIVA: "Hacer Teología hoy en Espa-ña", no 132, Nov.-Dic./1987. gelio y de denuncia llena de amor de todo lo que en Canarias deshumaniza y es, por tanto, pecado? No se trata, por supuesto, de caer en unos planteamientos programáti-cos o funcionales: sería romper la lógica de un saber que, teniendo pleno valor científico, por eso mismo debe ser apreciado como verdad que refleja la Ver-dad, esa Verdad con capacidad por sí misma de liberar al hombre en general y, en nuestro caso, al hombre canario en particular. Tampoco se trata de des-vincular ese saber de la vida que el Espíritu anima en el Cuerpo de Cristo, con-cretado y concentrado en esta Iglesia particular de Canarias, en esta concreta porción del Pueblo de Dios que peregrina en Canarias. Y al igual que la actual cultura canaria, con todos sus valores y contravalores, se sitúa en el contexto de una cultura crecientemente planetaria, con el subsiguiente juego de influen-cias, todo saber teológico (más allá de los fenómenos meramente socio-culturales; por razones profundamente enraizadas en el Misterio de la Salvación), se sitúa y se ha de situar en el contexto de una comunión eclesial universal, católica, que entraña una misteriosa pero real solidaridad con los discípulos de Jesús de todo tiempo (los de ayer, hoy y mañana ...) y de todo lugar, en sintonía con el Colegio episcopal, que sucede al Colegio apostólico, presidido por el sucesor de Pedro. Sc trata, por tanto, de realiza- una reflexióii sobre el 'sldlus' y el 'rale' del teólogo y de la misma teología en la Iglesia Diocesana de Canarias; de ese teólogo y de esa teología que 'viven' en el interior de una cultura canaria, en cuyo seno una porción del Pueblo de Dios cree, espera, ama y, en consecuen-cia, ha inculturizado su fe. A la luz de esa reflexión, será posible definir la fun-ción social y eclesial de la Revista que ahora presentamos. Porque hemos de ser conscientes de que también la teología puede ser manipulada o convertida en instrumento de manipulación. En eso no se dife-rencia de otros saberes o de otros quehaceres científicos que existen en nuestra sociedad. A ese peligro hay que añadir además un matiz que hace doblemente complejo el tema: es el del poder "sacralmente legitimador" que puede asumir la teología o el quehacer teológico, del cual carecen los otros saberes. Usar abu-sivamente de Dios y de su Nombre para legitimar sacralmente una ideología, una opción, una simple teoría, una determinada 'filosofía' o una cosmovisión concreta, no es una tentación del pasado que se pueda archivar como simple recuerdo histórico. También hoy, al igual que ayer, hay "miedos a la libertad" que sirven de soporte a toda oferta que se haga "desde Dios", por falsa que sea, o a una aceptación 'religiosa' de cualquier proposición que sirva a una có- 12 RAMON ECHARREN YSTURlZ moda instalación (política, ideológica, moral, religiosa ...) que evite "el riesgo de creer", "la aventura" de hacer un seguimiento serio de Jesucristo. También hoy, al igual que ayer, hay "nacional-catolicismos" o añoranzas de los mismos, aunque ese 'nacional' pueda ser una ideología, una ética cualquiera, un pensa-miento, una nación propiamente dicha, una etnia, un interés de clase, ... De ahí que la teologia, o el saber teológico, se pueda convertir en una forma de 'colonización' que por revestirse de ropajes religiosos sea tal vez la más peligrosa: ello ocurre cuando, en contra del Mensaje de Jesús, el saber teo-lógico se convierte en un instrumento de poder en lugar de ser un medio de servicio humilde. Ocurre cuando un centro que enseña teologia degrada su mi-sión y se deja llevar de la tentación de ser un "centro de poder", un "mercado de influencias", un lugar de distribución de "patentes de sabiduría" en fun-ción de amistades o de coincidencias ideológicas, en vez de ser una escuela de servicio humilde y lleno de amor a una Iglesia local, a la sociedad en la que tal centro se sitúa, a los más pobres y humildes de los creyentes y de los que se debaten en el vacío de la fe. Ocurre cuando se hace una teologia que pierde sus referencias fundamentales a la Persona de Jesús, a su Mensaje y a su Co-munidad, la Iglesia, a una ORTODOXIA y a una ORTOPRAXIS que, lejos de limitar nuestra libertad, conducen a la teologia a esa verdad que nos hace libres (cf. Jn 8, 31) y nos permite ofrecer esa liberación que está plenamente contenida en la Buena Noticia del Señor. Responder, desde la verdad objetiva y desde la verdad del propio cora-zón, a las cuestiones planteadas anteriormente representa, pues, un alto grado de responsabilidad cristiana, teológica y pastoral. Supone también un ejercicio necesario de 'purificación' para el teólogo, desde su ser previo de creyente de Jesús. Supone, por último, algo que también el teólogo tiene que plantearse de forma permanente: mantener vivo un proceso de conversión en cuanto teó-logo y, en consecuencia, en cuanto cristiano que ha recibido un determinado carisma "para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos sin excep-ción alcancemos la unidad que es fruto de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, la edad adulta, el desarrollo que corresponde al complemento del Me-sías" (Ef 4, 12-13). Análogamente podríamos hablar de los que ofrecen su saber en otras esferas no propiamente teológicas, como son la Historia, el Derecho Canónico, las distintas disciplinas filosóficas, la Sociología y la Antropología, la Psicolo-gía y la Pedagogía, ... etc. Y, con más propiedad, de las ciencias que concretan la Teología Pastoral. Nuestra Revista tendrá que cuidar con especial esmero todo lo dicho: la comunicación que entraña una publicación en una etapa de nuestra historia en la que la letra impresa, a pesar de La creciente influencia de la imagen, tiende a convertirse en portadora de una 'magia' especial de veracidad, exige un 'plus' de responsabilidad al teólogo-escritor respecto a Dios y a su Verdad y respecto al hombre y su verdad. Siguiendo el esquema de las preguntas antes formuladas, tendremos que decir que no se puede escribir teología sin plantearse quiénes son los destinata-rios de la misma. El destinatario no se impone, es libre, y el teólogo se dirige a k1 con la misma libertad. Pero cuando se escribe hay que escoger de algún modo el interlocutor o el destinatario, o hay que pensar en "interlocutores o destinatarios" preferentes. Ello encierra ya una cierta concepción del quehacer teológico y una responsabilidad muy seria en el orden de la evangelización. Hay que responder a las preguntas "¿para quién se escribe?" y, pensando en el des-tinatario, "¿para qué le escribo?". Ello supone tomar postura y establecer una relación dinámica entre el teólogo y el destinatario, sin descartar que el teólogo se sitúe primero ante su propia conciencia para definir sus propias solidarida-des, sus 'intereses', para examinar aquéllas y éstas a la luz del Evangelio, por-que tada ello va a influir imprescindiblemente en su quehacer teológico. Esta tarea revelará el "lugar social" desde el cual el teólogo percibe sus destinatarios con los que desea relacionarse inieiitras descarla oiros. Desde ese "lugar social", el teólogo percibirá unas tareas, unos objetivos, unos temas de-finidos de su quehacer dentro de la historia de sus contemporáneos. Así nues-tros teólogos se situarán en la Diócesis de Canarias y en Canarias, en el mo-mento actual (aunque sea para contemplar y asumir el pasado); pero lo harán concretando aún más, porque Canarias y la Diócesis de Canarias representan mundos complejos y plurales. En todo caso, deberán evitar toda tentación de mero mimetismo, como sería transferir a nuestra realidad teologías ajenas co-mo si fuesen propias, sin el imprescindible paso de criticarlas, rezarlas, con-templarlas desde la necesaria vivencia de la catolicidad de la Iglesia, analizar-las desde la idiosincrasia cultural de nuestro pueblo con sus luces y sus som-bras, examinarlas en sus consecuencias evangelizadoras, ... etc.: lo contrario se-ría convertirse en "agentes de colonización" al servicio, no del Evangelio del Señor y de la Comunidad Eclesial, sino de un juego de influencias al servicio de Dios sabe qué intereses, latentes o manifiestos. Desde el momento en que el teólogo aborda su quehacer teológico o ini-cia un escrito para una Revista o), piensa sin duda en unos destinatarios, unas - (2) Sigo las grandes líneas del articulo de Antonio Sanchiz, "¿Hacia dondeva la Teología en Espa-ña?", en IGLESIA VIVA, no 132, 1987. 14 RAMON ECHARREN YSTURIZ veces con rostro identificado y otros difuminado. Pero siempre piensa en al-guien. A veces escoge unos interlocutores preferentes. Otras veces, no. En todo caso, ello condiciona ya su quehacer y, en cierto modo, define al propio teólogo. Pero además, y como antes decíamos, el teólogo se 'sitúa', toma postu-ra. En nuestro caso podrá -y deberá, tal vez- situarse en Canarias. Pero aún dentro de Canarias y de nuestra Iglesia Diocesana, puede hacerlo en Fuerte-ventura, en La Graciosa, en Lanzarote, en Gran Canaria, en las cumbres, en Maspalomas, en la Aldea, en las Medianias, en Las Palmas y en sus suburbios (El Polvorín, los poligonos, La Isleta, Pedro Hidalgo, Cruz de Piedra,...), en Arucas o en Artenara, en Gáldar o en Santa Lucia de Tirajana, ... Y aún hay más: se puede situar ante las docenas de miles de pobres que viven en nuestras islas o ante la Diócesis que, como comunidad de creyentes en Jesús, tiene algo que decir y algo que hacer por ellos; se puede situar ante el mundo que engloba a los alejados y marginados, mundos nuevos donde la religión es irrelevante dentro de Canarias y que invitan a salir, en nombre del Señor, del cerco clerical y de un cierto secuestro meramente intelectual de la Teología, yendo hacia los espiritualmente interesados en el destino del hombre y en contacto con el mun-do de la marginalidad; se puede situar en todo el sistema social donde emanan sufrimientos e interrogantes, pero no en el poder, ni siquiera en el intelectual teológico, porque la teologia hecha desde él sería irrelevante; se puede situar en la Iglesia Diocesana y con los cristianos que se enfrentan cada día en Cana-rias con graves problemas que no acaban de comprender en clave de fe, de es-peranza y de amor, procurando que la teologia les ayude a descubrir su nueva forma de presencia en la sociedad canaria conforme a las nuevas circunstancias históricas de acuerdo con la nueva conciencia emanada del Concilio Vaticano 11. Pero, en definitiva, ¿no 'habría que situarse delante de sí mismo, antes de situarse delante de los otros? Ello exige una actitud de discernimiento im-prescindible para el creyente que hace teologia. El teólogo tendría que definir primeramente cuáles son sus solidaridades reales. Y tendría que hacerlo con una gran sinceridad critica. Después deberá percibir, también criticamente, los frentes que se plantean a la teologia en Canarias, es decir, percibir las posibles ambigüedades de su quehacer teológico, desde dónde nace, cuánto puede tener de instalación, de neoconservadurismo, de pseudo-progresismo o de compla-cencia vanidosa respecto a una autodefinición de andadura postconciliar, de "teologia de sotana" o de "teologia de corbata", de teologia de élite intelec-tual solidaria de sus doctos colegas que forman la 'casta' de los productores teológicos, ... o cuánto tiene de respuesta humilde al clamor de los creyentes dé-biles y mal preparados, al clamor de los hombres, especialmente de los oprimi- dos, al clamor de los que tienen el corazón desgarrado por mil dramas de ori-gen personal o social y necesitan una palabra teológica que proporcione senti-do cristiano a su dolor y fundamente una esperanza que el mundo les niega sistemáticamente ... Cuando el teólogo, para hacer la teología o para transmitirla en nuestra Revista, se ha situado ante unos determinados destinatarios, desvela inevitable-mente el lugar social desde el cual establece sus propias relaciones y solidarida-des. Además las 'califica', es decir, descubre de quk tipo son: cristianas, o poli-ticas, o ideológicas, u ocasionales, o funcionales, o instrumentales (para logrzi otros fines que pueden ir desde el ejercicio del poder hasta el servicio desintere-sado; desde la búsqueda del prestigio hasta la realización de un amor humil-de...), o familiares, o de clase, ... Resultará entonces que unos destinatarios sa-len a su encuentro mientras que otros se descartan. El quehacer teológico canario puede partir de hecho de lugares sociales plurales y divergentes. Es preciso, por ello, que el teólogo sea muy consciente del 'status' que asume o en el que se sitúa: ¿totalmente liberado para la teolo-gía, de modo que se convierta en un profesional de la misma, con visitas oca-sionales a diversos espacios donde los hombres ríen y lloran, esperan y se de-sesperan?; ¿compartiendo su docencia, estudio e investigación con un servicio pastoral que le mantenga en medio de los hombres, creyentes y no creyentes, que ansían La salvación de Dios?; ¿compartiendo su quehacer teológico con un servicio evangelizador a los pobres, formando parte de su mundo oscuro y pe-queño? Los "lugares" pueden ser -como indicaba- plurales y divergentes. Pue-de tratarse de un lugar social definido y con un rostro identificado: el de los pobres, los sencillos, incluso los marginados. En este caso, el lugar supone la inmersión en el mundo de la pobreza y lleva consigo encarnarse e identificarse con ella. Es el lugar donde se palpan las contradicciones de la "periferia so-cial" y de ahí brotará una teología significativa que arraiga en la vivencia cáli-da de la fe en la comunidad cristiana; una teología pensada como ruptura del poder social y cultural; una teología llena de amor, de caridad, de solidaridad; una teología profética, crítica y liberadora, que se plantea el pecado y sus es-tructuras y la liberación respecto a ambos (cf. Juan Pablo 11: "Sollicitudo Rei Socialis") ... Puede tratarse de un lugar social amplio y "desclericalizado", desde el cual sea posible dirigirse a todos los canarios y, en especial, a los que necesitan luz, no sólo a los sacerdotes, religiosos y religiosas ... 16 RAMON ECHARREN YSTURIZ Tal vez sea preciso plantearse cómo es, de hecho, la teologia que hace-mos en Canarias. A nuestros teólogos, como a los de cualquier rincón del mundo, les acechan amenazas y tentaciones: las de servir a una "Iglesia conservadora" e instalada y que elige a sus interlocutores; las de servir a una "Iglesia progre-sista'' e instalada, que elige igualmente a sus interlocutores; las de servir a una "Iglesia" según los modos en que se expresó hace años o siglos pero que ya no son inteligibles (aunque la Iglesia sea siempre la misma, por supuesto...); la tentación de adoptar como lugar social ''la academia" y la intelectualidad de los propios colegas o de las élites culturales de nuestra sociedad; la de un quehacer teológico anclado en sus formulaciones académicas y en su corres-pondiente lenguaje; la de un quehacer teológico al margen de la comunión y de la comunidad eclesial, en diálogo con 'las modas' del mundo en lo que tie-nen más de servidumbre a un proyecto rentable diseñado con técnicas de "mar-keting" y que convierten la teologia en un buen negocio editorial que propor-ciona, al mismo tiempo, prestigio y dinero; la de sustituir la teologia por una vigilancia a la misma teologia, para juzgar y condenar al supuesto conservador en nombre del progresismo o al supuesto progresista en nombre del conserva-durismo ... Tal vez sea importante plantearse que la teologia, hoy, aquí en Canarias, debe estar simultáneamente presente en los ambientes más cultos y universita-rios, y en los ambientes más sencillos de manera que se les pueda ofrecer una teologia de tipo popular, asequible para los pobres, realizada con rigor y flexi-bilidad para hacerse inteligible a los cristianos que tengan o no formación es-pecial. En todo caso, lo dicho hasta aquí ha de ser compatible con ese lugar donde siempre se ha comunicado Dios por revelación dándonos su Palabra de salvación; es el lugar hermenkutico donde se dan las mejores condiciones para comprender la Palabra de Dios, y el lugar donde existen las mejores condicio-nes para realizar las exigencias de la fe, la esperanza y la caridad. No todos los lugares ofrecen las condiciones que abren la inteligencia y el corazón a la revelación, ni nos provocan a la acción de la caridad y de la esperanza que el Evangelio está llamado a cumplir. ¿No serán "el templo", "la academia" y "la plaza", los tres lugares por excelencia para ello? Existen también lugares defensivos, como pueden ser los que correspon-den a unas posturas criticas frente a los poderes de diferentes signos. Hay teó-logos a los que se acusa de ser altavoces dóciles e ilustrados de las instrucciones y consignas del magisterio eclesiástico. Pero, por otra parte, se observa en algu- nos teólogos una excesiva docilidad a las consignas sociopoliticas y una dedi-cación servil a intereses políticos o ideológicos de distinto signo, en cuanto se niegan a colaborar con los responsables de la Iglesia local ... No cabe duda que la teologia tiene como quehacer en Canarias que la fe sea verdaderamente Buena Noticia para los pobres y marginados, y que ten-ga arraigo en la realidad. Pero también es tarea de la teología hecha en Cana-rias, tanto la comunidad cristiana como el mundo de la increencia y de los ale-jados. El reto es: jcómo vivir significativamente la fe en Canarias, hoy? iCó-mo mostrar su validez y su coherencia existencia1 en diálogo constructivo y no siempre condenatorio? Nuestra Diócesis de Canarias necesita una teologia que permita el diálogo de nuestra Iglesia local con esas culturas modernas y post-modernas que se entrecruzan en nuestras Islas con las culturas propias o rasgos culturales más autóctonos; y habrá que hacerlo recuperando la praxis de la so-lidaridad, del respeto y también de la justicia con las víctimas de toda índole; una solidaridad creíble y significativa, que se viva en el interior de la comuni-dad cristiana y, desde ella, aparezca como fermento, liberadora, denuncia del consumismo y del pragmatismo, cercana para los menos formados; solidaria de la religiosidad popular que nace en la periferia de los núcleos urbanos y en el mundo rural, que acierte a tematizar sus deseos y expectativas. No menos importante será la tarea del diálogo solidario y reconciliador entre los mismos teólogos; la confrontación leal de las diversas tendencias doc-trinales; la superación, de-e una intensa vivencia de pertenencia a la Iglesia local y a la Iglesia universal, de las divisiones que, con frecuencia, tienen su origen en lejanos planteamientos teológicos que nada tienen que ver con Cana-rias; la superación también de viejas divisiones que nacieron de pasadas incom-prensiones y ausencia de diálogo (¿falta de verdadera caridad y de una auténti-ca comunión eclesial?) con ocasión del Estudio Socio Pastoral y de la Asam-blea Conjunta. Sin vencedores ni vencidos: una tarea teológica tan puntual en una Iglesia humanamente envejecida y tentada de clericalismos de diferentes signos y de neoconfesionalismos ajenos al Vaticano 11. La tarea desde la twlogia, hoy más que nunca, consiste en presentar y actualizar las verdades fundamentales de la salvación que articulan la manifes-tación de Dios y que ofrecen sentido y verdad a la existencia humana: la verdad de Dios, la del hombre, el misterio de la Iglesia; que la comunidad de creyentes recobre plenamente la confianza en la virtualidad del Evangelio y mostrarles el rostro genuino del mismo; ofrecer caminos para una oración profunda y pa-ra una celebración auténtica de la fe; ofrecer también los caminos de una moral 18 RAMON ECHARREN YSTURIL propiamente evangélica para ser vivida en Canarias en plena comunión con la Iglesia Católica y con pleno enraizamiento en el Evangelio, leído con y desde la Iglesia; una moral que no será ni latinoamericana, ni europea, ni africana, es decir, una moral desintoxicada de subjetivismos humanos, de ideologías im-portadas, de relativismos 'de moda', de positivismos fáciles que nada tienen que ver con el Sermón del Monte. No he intentado responder a las cuestiones que planteaba al inicio de esta Presentación. Sólo he intentado aclararlas. Son nuestros teólogos, en su trabajo de cada día en el Centro y en las páginas de esta Revista, quienes debe-rán responder a ese cuestionario. Quedan muchas más preguntas. El teólogo en Canarias no puede ser un 'profesional' que sentado ante una mesa se dedica a responder preguntas que nadie le hace ... ¿Qué dice hoy y aquí la teología a los que no tienen la palabra, los que no tienen capacidad de expresarse y carecen del "libro", de cualquier instru-mento del saber, o quizá no saben ni interpretar lo que leen o tal vez ni siquiera saben leer? ¿A aquellos que viven cargados de preguntas, que buscan sentido a su existencia en una sociedad consumista al máximo que ha secuestrado ese sentido de la vida? ¿Qué significa ser salvados en Cristo para nuestros contem-poráneos, en nuestras Canarias de hoy, estas nuestras Islas que parecen satisfe-chas por convertirse en "la ciudad alegre y confiada" alejada de toda respon-sabilidad y soñando con instalarse en una despreocupada insolidaridad perso-nal, familiar y social? Se trata, pues, de hacer una teología que reflexione sobre la Revelación allí donde Dios ha dirigido su Palabra de salvación: a estos contemporáneos que aquí, en Canarias, muestran en sus rostros sus múltiples demandas explíci-tas o calladas. Una reflexión desde ese lugar social y, jcómo no!, con todo el rigor científico y desde una existencia plena de fe, de esperanza y de caridad. Queda un tema por tratar a la hora de reflexionar sobre el quehacer del teólogo y sobre la función de esta Revista. Sería un tema largo que no se trata de desarrollar ahora, sino de apuntar simplemente, con el fin de que sirva de fondo a la hora de responder a las preguntas que hemos planteado. Se trata del tema, siempre importante, de la relación entre la teología y el Magisterio. No es preciso insistir en que la comunión es clave en la vida cristiana. Pero tal vez convenga indicar que no es lo mismo "comunión" que "sumisión", o que no es lo mismo "comunión" que "obediencia servil", por muy virtuosa que ésta pueda parecer. Sin embargo, tal vez sea importante afirmar hoy que no es lo mismo "investigación teológica", que puede ser o es una obligación del teólogo, y "experimentación teológica", que puede ser expresión de una grave irresponsabilidad respecto a los fieles, respecto a la comunidad eclesial. No se puede experimentar en lo relacionado con los contenidos de la fe: supondría una grave actitud de desprecio en relación con el Pueblo de Dios; no se puede experimentar en lo relacionado con lo que define "el seguimiento de Jesús": supondría una grave actitud de desprecio en relación con el Pueblo de Dios. Un centro teológico no se puede confundir con un laboratorio en el que se ex-perimenta con "conejillos de indias". El problema es especialmente grave cuando la distancia cultural, teológica o no, entre los "profesionales de la teología" y "los oyentes" es tan grande, que estos últimos no tienen "mecanismos de defensa" que les permitan someter a critica seria lo que reciben, entre otras razones (además de la indicada superioridad intelectual de los teólogos sobre los oyentes) porque en el centro teológico haya tal coherencia entre los enseñan-tes que no deje posibilidad a que unas posturas se contrapongan a otras í3), o porque no tengan medios (económicos o del tipo que sea) para poder acceder a un pluralismo teológico legitimo expresado en publicaciones, desde el cual poder asumir el necesario talante crítico y buscar así una aproximación de la verdad con la ayuda del Magisterio. Es un problema que hay que contemplar a la luz de la evangélica e imprescindible defensa de los pohres qiir la Iglesia tiene siempre la obligación de realizar. Sobre el tema se ha escrito mucho. Se ha defendido -y no sin razón-la necesidad del carisma del profesor de teología junto con la necesidad del carisma propio del Magisterio. Es interesante al respecto releer el gran discurso de Juan Pablo 11 a los teólogos en la Universidad Pontificia de Salamanca, con ocasión de su visita a España, o el número 62 de la Gaudium et Spes (cf. cita de Haring en el "Diccionario de Moral", Ediciones Paulinas). Pero puede ser más enriquecedor recordar unas palabras del Padre M.D. Chenu, adecuándolas a nuestra realidad, en su artículo "Ortodoxia-Ortopraxia", en el libro "Al Servicio Teológico de la Iglesia", escrito en homenaje al P. Yves Ma Congar con motivo de cumplir sus 70 años (4). La verdad evangélica y el conocimiento de la fe son de una contextura psicológica y epistemológica distinta que la verdad común y el conocimiento racional: aquellos llevan consigo un "hacer" y exigen la unidad de la "theo- - (3) Como fue el caso, P.e., entre los Padres Tromp y Zapelena sobre temas eclesiológicos, en la Universidad Gregoriana de Roma, con la autorización del Papa Pía XII, en los años 1950/1956. (4) Ed. Sal Terrae, Santander 1975. 20 MMON ECHARREN YSTURIZ ria" y de la "praxis". El "dabar" bíblico es de otro temple que el "logos" griego. La verdad, cuando se trata del misterio del amor de Dios comunicado en Cristo, no puede ser otra cosa que la verdad objetiva de una proposición, una información exacta sobre doctrinas, una ortodoxia. La verdad de Dios se expresa, no en un libro con enunciados, sino en una Persona; se encarna en una Palabra. Cristo es la verdad (cf. Jn 1,14; 14,16) que encarna al Padre. Su Evangelio no es una verdad abdracta que se exprese, por decirlo así, accesoria-mente en la palabra o en el signo, sino una verdad que se ha cumplido y que se cumple en la palabra que se muestra eficaz (cf. Heb), produciendo lo que ella declara. Sólo después llegó el Evangelio a ser un libro. El elemento cognos-citivo y el elemento práctico son inseparables. No hay un despliegue puramente intelectual de la verdad de Cristo en un sistema filosófico-teológico, sino que "el que practica la verdad, se acerca a la luz" (Jn 3,21). No se trata sólo de un juicio o un raciocinio verdadero, sino de un acontecimiento liberador. Será, por tanto, preciso cuidar que el teólogo, con sus juicios, no obscurezca el acon-tecimiento. Habrá que vigilar para que ello no ocurra, defendiendo así el Pue-blo de Dios, a los más sencillos de ese Pueblo. Todo ello es la razón por la cual la consustancial articulación del "decir" y del "hacer" legitima en parte la crí-tica y hasta el enojo de los cristianos que hoy denuncian la insignificancia (la falta de significación ...) de una ortodoxia puramente conceptual y también la heterodoxia que nace de un juego de meros conceptos o de raciocinios mera-mente teóricos. La ortodoxia así entendida, como la heterodoxia, no tiene va-lor. El Mensaje, para que se comprenda, para que sea "verdadero" y "real", ha de vivirse, ha de llevarse a la vida, ha de incidir en la vida. Es lo que signifi-ca "obrar la verdad". En este ámbito tiene todo su sentido la afirmación del Señor, "por sus frutos los conocerán Vds!'. Cuando el fruto de una couceptua-lización teológica es el vacío, la inacción, la división, la ruptura de la comu-nión, la insolidaridad, la ira, el odio, el rencor, la soberbia o la vanidad, el odio contra la Iglesia o contra la Comunidad de Jesús (que son la misma cosa: cf. L.G., 8 y Evangelio de San Juan), la manipulación del sencillo, ... etc., entonces ha hecho su aparición una ortodoxia puramente conceptual o una heterodoxia. Aquí cabe recordar la palabra de Jesús: "El que no está conmigo está contra mi; ... El que no recoge conmigo, desparrama". ¿Qué significa "verdad", cuando se trata de un dogma? ¿En qué senti-do, partiendo del Evangelio, puede una proposición teológica ser "verdadera"? La respuesta es que sólo en la medida en que se inscriba dentro de una proposi-ción de fe, es decir, en el interior del acto de fe vivida, de manera que la verdad del Evangelio no se reabsorbe en esa formulación. El artículo de fe (como se decía en la Edad Media), una proposición teológica, se sitúa en el interior de una percepción global de la verdad mantenida en la comunión en el misterio, conservando esa verdad abierta siempre al misterio de Dios. "El acto de fe no se realiza en una ciencia, sino en la realidad divina", dice Santo Tomás (Sum-ma Tbeologica, IIa, IIae, q.1, art. 2). La ortodoxia, con sus proposiciones, en-cuentra su fidelidad, su objetividad, su seguridad, no en unos apoyos raciona-listas, sino en el terreno de la ortopraxis. Así se puede entender la función del teólogo: no es el fiel en acto vivo y reflexivo de su fe, sino el creyente que, con todas las "técnicas del oficio", se aplica como "profesional" (si es que se le puede llamar así ...) a elaborar su contenido, desde la hermenéutica de los textos hasta un "saber" orgánico, cons-truido sobre "razones": "Intellectus fidei" en el que están empeñados todos los niveles epistemológicos, todas las disciplinas y todos los métodos, todas las "gramáticas", todas las cargas imaginativas y poéticas, todas las complacen-cias del espíritu. Tal vez habría que decir "las funciones" en lugar de "la función". Pues ese "intellectus fidei" debe desempeñar varios papeles en la comunidad de fe. No es un mero experto al servicio del obispo; ni un guardián a la puerta de la Palabra de Dios abierta al mundo; ni un director de programas; ni un evalua-dor dc pastoralcs ... El teólogo no se sitúa frente a la autoridad sino en el inte-rior del Pueblo de Dios. Su carisma lo coloca al servicio del Pueblo de Dios, donde encuentra la medida de su intervención, con el concurso de los carismas jerárquicos: ministerio pacífico, con sus propias leyes, tanto para el análisis y el discernimiento como para la búsqueda permanente, en diálogo siempre con los demás ministerios. Tal es la situación del discurso teológico: discurso critico de la fe par-tiendo de la vida de la Iglesia actual que, inserta en el mundo actual, pretende transmitir al hombre de hoy, en la Tradición, el mensaje liberador de Cristo. El "oficio" de este teólogo lleva consigo, en primer lugar, la "lectura" rigurosa y sabrosa de la Escritura, lugar permanente de la Palabra de Dios; pero esta misma lectura sólo puede hacerla si se encuentra "situado", es decir, en "situa-ción'' aceptada y ratificada. El dinamismo incoercible de su inteligencia cierta-mente le conducirá a buscar por todas partes razones, con las especulaciones que las mismas exigen y con la contemplación que se sacia en ellas ("theoria", en los dos sentidos de la palabra). Pero esta elevada operación, un tanto "aris-tocrática" (propia de minorías selectas), sólo tendrá su equilibrio inmersa en el sentido intimo del pueblo de Dios actualmente viviente en el mundo, un mundo 22 RhMON ECHARREN YSTURIZ lleno de provocaciones y de culturas plurales, aún en el interior de lo que pode-mos llamar cultura canaria, y en su historicidad pasada, presente y futura. Así volvemos a la coherencia entre la teoría y la práctica (buscar la verdad o con-templarla, sin amor a los amigos y a los enemigos, es un contrasentido en el cristiano teólogo...). La "praxis" actual de la Iglesia es el lugar, "biológica-mente fecundo", de su inteligencia crítica, constructiva, contemplativa. El teólogo analiza los modelos con cuya ayuda se forma esa praxis y la mentalidad a través de la cual pasa, confrontándolos con la interpretación que ella misma recibe del Evangelio, en correlación con la "teoría" crítica de la sociedad. Al mismo tiempo, abre el camino a otras posibilidades positivas que, a su vez, deben hacerse realidad en la praxis eclesial y en el acontecimiento de fe vivido en comunidad, en Iglesia. Si la teología es "teoria" crítico-teológica de la praxis regida por la fe, despertará a la conversión y, por tanto, a la trans-formación efectiva, las estructuras sociales y, al mismo tiempo, el corazón del hombre (cfr. 'pecado' y 'estructura de pecado', en la "Sollicitudo Rei Socialis" y en la "Reconciliación y Penitencia", de Juan Pablo 11). De este modo, la teo-logía es una crítica redactada sobre el hombre, la sociedad y la Iglesia, pero, al mismo tiempo, aporta o debe aportar necesariamente la promesa de la salva-ción de Dios en Cristo, la promesa que no sólo exige sino que también hace posible todo progreso en la marcha de la historia a la liiz del Reino de Dios (*). La acción del teólogo se inscribe, por tanto, en la realidad efectiva de la salva-ción, comprendida la santidad. "La práctica es la realidad de la teoría; la teo-ría es la naturaleza intima y misteriosa de la práctica" (San Máximo). Hemos hablado antes del "lugar social" desde el que se hace la teolo-gía. Hay algo que añadir: sea cual fuere ese lugar social, es claro que el teólogo tiene que estar y "sentirse estando" en la Iglesia, en la Comunidad de Jesús. Situado en el mundo; situado aquí (en Canarias, en nuestro caso), amando a la humanidad, amando al hombre canario o que está en Canarias, nunca pue-de perder su solidaridad radical con la Iglesia de Jesucristo, con la Iglesia Dio-cesana de Canarias y con la Iglesia universal servida por el Sucesor de Pedro. En la Iglesia existe una necesaria función de vigilancia. La función de vigilancia puede entrañar abusos como, por ejemplo, el que supone que la ideo-logia del "vigilante" se convierta en norma que sustituya al depósito de fe o a la misma Palabra de Dios. Puede convertirse también en un doloroso servicio cuando el "vigilante" se ve obligado a corregir proféticamente, por amor a la - (5) Cf. "Le statut critique de la Théologie': E. Schillebeeckx. Bruselas 1970. verdad revelada, por amor a los fieles más débiles y por amor a su comunidad entera, y no encuentra en aquél o aquéllos a quienes corrige la humilde actitud del que se siente ejerciendo un carisma que no tiene un valor absoluto sino que es complementario de otros carismas en el interior del Cuerpo de Cristo. Puede ser, por último, una gozosa experiencia de fraternidad cuando, en referencia a la Verdad, es posible realizar esa corrección en un diálogo en el que ambas conciencias, la del "vigilante" y la del teólogo, vuelven sus ojos al único Maes-tro, al que es "camino, verdad y vida", de forma que ambos se encuentren en la Verdad-Amor (cf. Evangelio de San Juan) y vivan así la comunión obede-ciendo al único Señor, edificando unidos el Reino de Cristo y el Reino de Dios y su justicia, ejerciendo cada uno su propio carisma con mutuo respeto pero evitando cuidadosamente que lo dudoso para la fe de los débiles se imponga de manera que la Palabra de Dios sea sustituida por una palabra humana (cf. Rovira Belloso: "Lo institucional de la Iglesia", en IGLESIA VIVA). Queda un tema que no se puede soslayar. Entre los alumnos del Centro Teológico y entre los lectores de esta Revista, se encuentran unos cristianos que orientan su vida, en una opción libre, al ministerio sacerdotal o al sacerdocio ministerial: ocupan un lugar importante en nuestra Iglesia Diocesana y han de ocupar un lugar también importante en la preocupación de los profesores del Centro Teológico. Tal vez el más importante... Hoy nos planteamos, cada día con más seriedad, la continuidad de la vida cristiana de los que, dentro de un proceso catequético, reciben los sacra-mentos de iniciación cristiana. Nos planteamos, incluso, la metodología y los contenidos de las catequesis en orden a la perseverancia cristiana o a la conti-nuidad cristiana o a la continuidad militante, de nuestros niños, adolescentes y jóvenes. En esta época de crisis cultural, ¿no debemos plantearnos también con toda seriedad, con mayor seriedad si cabe, la formación de nuestros aspirantes al sacerdocio en orden a su perseverancia? Es una cuestión que el Centro Teoló-gico no puede soslayar y sobre la que debe reflexionar con detenimiento. No pocas crisis sacerdotales se resuelven o desembocan en subsiguientes abando-nos del ministerio (algunos incluso con rupturas respecto a la comunión ecle-sial), en función de una buena o mala o insuficiente formación teológica. 0, lo que es lo mismo, no pocas crisis sacerdotales, con todo el dramático sufri-miento que entraña para los protagonistas de las mismas y para la Iglesia, tie-nen sus raíces en deficiencias o insuficiencias teológicas correspondientes a la etapa de formación. 24 RAMON ECHARREN YSTURIZ Una teología 'sesgada' o inconsciente o mal fundamentada pueden de-jar larvada en el aspirante al sacerdocio una crisis que en alguna efapa aparece con todo su dolor. Es necesario que los teólogos se planteen cómo transmitir una teología que conforme en el seminarista un cristiano-sacerdote en el que el "saber", el "rezar y contemplar", el "reflexionar", el leer la Palabra, el evangelizar, el rea-lizar el carisma especifico del sacerdocio, ... configuren un todo armónico e in-tegrado hasta constituir una existencia cristiana sacerdotal para toda la vida. No es lo mismo formar un militante cristiano que un sacerdote, aunque tengan puntos de coincidencia. No es lo mismo formar un catequista que un sacerdote, aunque también tengan puntos de coincidencia. En cuanto sacerdo-tes, acompañar a los militantes, compadecerse de los pobres y de los que su-fren, animar la misión de cada creyente y de la comunidad, celebrar "in perso-na Christi" la Eucaristía y los Sacramentos, rezar por la Comunidad y con la Comunidad, ... etc, etc, necesitan una fundamentación teológica completa, bien arraigada, que no se puede olvidar o desconocer, en la que sean marginales y secundarias las cuestiones puntuales, las polémicas del momento y las discu-siones de escuela. Termino este tema recordando lo que al respecto dice el Documento de la Conferencia Episcopal Española, aprobado por la Santa Sede: "Los estudios eclesiásticos, sin perder su carácter rigurosamente cien-tífico, tienden por la finalidad propia del Seminario a que la fe de los futuros presbíteros se desarrolle en dos vertientes: de vivencia intima (contemplación y progresiva incorporación al misterio de Cristo) y de proyección apostólica (testimonio, acción intraeclesial, misión evan-gelizadora entre los alejados y los no creyentes y presencia sacramen-tal en medio del mundo). "La índole pastoral que han de tener los estudios del futuro sacerdote exige que éstos, y particularmente la Teología, se orienten a preparar pastores para nuestro tiempo, capacitándolos para el ministerio pres-biteral. Su formación intelectual atenderá por tanto a la vivencia per-sonal del Misterio de la Salvación y, simultáneamente, a la capacita-ción doctrinal indispensable para afrontar hoy la función de ministro de la Palabra en la Iglesia y al servicio de la evangelización en el mundo. "El estudio de la Teología pide que se desarrollen todos los temas esen-ciales del contenido de la Revelación para que el seminarista pueda llegar a obtener una visión completa y sistemática de la misma. La atención a las dimensiones de totalidad y síntesis del estudio de la Pa-labra revelada, tal y como es presentada por el Magisterio de la Igle-sia, debe prevalecer sobre la dedicación a temas monográficos o ensa-yos teológicos. "La formación teológica al sacerdocio ministerial exigen fidelidad al hombre histórico y concreto a quien se ofrece el Evangelio como Pa-labra de Salvación. Para ello, los seminaristas deberán familiarizarse con el lenguaje, la cultura, los problemas y planteamientos de la so-ciedad en la que viven. "El estudio de la Filosofía y de las Ciencias Humanas y la formación de un pensamiento crítico son condiciones indispensables en la for-mación intelectual de los futuros sacerdotes que han de estar capaci-tados para dar razón de la fe de la Iglesia en el contexto contemporá-neo y para responder dialogalmente a las cuestiones que se presentan a la fe cristiana desde la crítica contemporánea o desde la increencia. "Esto supone una sólida formación en los métodos propios de cada disciplina y una continua atención a los interrogantes y modos de pen-samiento del mundo contemporáneo" (@. ¿Por qué esta larga introducción o presentación de nuestra Revista? La respuesta es sencilla: ni el Centro Teológico, ni la teología en sí, ni su docencia, ni esta Revista en cuanto instrumento de difusión teológica, son propiedad privada de nadie. Son un bien común de toda la Comunidad Cris-tiana Diocesana de Canarias en comunión con la Iglesia universal. Nadie tiene derecho a apropiarse de ese bien o a manejarlo como si fuera personal y propio ("el fin nunca justifica los medios..."). Toda esa Comunidad, todos sus miem-bros, tienen derecho a conocer sus "reglas de juego". Existe una peculiar "co-legiación" del teólogo, como la de todos los que detentan algún carisma: la que supone pertenecer a la Iglesia local y también a la Iglesia universal; la "co-legialidad" que corresponde a esa vivencia de comunión que supone "tener un solo corazón y una sola alma" con otros creyentes de Jesús, el Señor, "para - (6) C.E.E.: "La Formación para el Ministerio Sacerdotal", núrns. 91-94. 26 RAMON ECHARREN YSTURIL que el mundo crea" (cf. Evangelio de San Juan): ello es un tesoro que, como todos los que hemos recibido del Padre por Jesús en el Espíritu, llevamos en "vasijas de barro" (cf. San Pablo), pero un tesoro que -insisto- no es un bien particular sino que pertenece simultáneamente a todos los que hemos te-nido y tenemos la dicha de conocer y amar al Señor-Jesús, "vencedor del peca-do y de la muerte", el mismo que nos ha revelado la Buena Noticia de Dios y la cercanía de su Reino. Tal vez nos convenga a todos recordar también, con alegría y agradeci-miento a Dios, que si no hubiera existido esa institución que llamamos Iglesia, santa y necesitada de purificación (cf. L.G., 8), ninguno de nosotros, teólogos o no, hubiéramos recibido la Palabra, ni la Eucaristía y los Sacramentos, ni bu-biéramos sabido que el Señor está con nosotros, ni que el Espíritu Santo es el "alma" de esa Comunidad a la que pertenecemos, ni que Dios es Amor, ni que seguir al Señor entraña amar a Dios y amar al prójimo hasta tal punto que, liberados del pecado, podamos ser contemplativos comprometidos en "la causa del hombre", que es también "la causa de Dios", porque, gracias a Je-sús, el Señor, hemos conocido al Padre. La teología tiene su apoyo fundamental en la Palabra de Dios, conteni-da en la Escritura y leída por la Iglesia a lo largo de los siglos: la Palabra escrita lo ha sido "para que crean Vds. que Jesús es el Mesías, e1 Hijo de Dios, y con esta fe tengan vida gracias a El" (Jn 20,31). |
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