REVISTA DEL CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS DICIEMBRE 1991 N" 8
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Una propue~ta ~tica J reli~io~ frente al mal
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El problema del sujeto en las primeras etapas de la lilomfia de Paul Ricoeur
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El compromiso social de los c.1tólicos .
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Las .\frsas Canarias. Pr~pMi1a1 teológica'
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EDITORIAL
ALMOGAREN sale a la luz cuando el 92 llama a la puerta. Muchos
hablan del92 como el año ''mágico'', el año en que todos los sueños, programas
y proyectos se van a hacer realidad. Otros ven el 92 como el año de las
celebraciones triunfales, desde una mirada más o menos ingenua o
intencionadamente parcial.
A los que hacemos ALMOGAREN nos gustaría que el 92 fuera un año
de solidaridad entre los pueblos.
Canarias, desde su vocación atlántica, desde su situaCión de encrucijada
de los tres continentes, debe decir su palabra propia ante el 92. Desde aquí
queremos contribuir, a la hora de engendrar y pronunciar esta palabra.
La conquista, explotación, colonización y expolio de tantos pueblos y
culturas a lo largo de los últimos cinco siglos, agravado -todo ello con la
impresionante e injusta deuda externa de los decenios más recientes, ha creado
la realidad que llamamos Tercer Mundo. América Latina, dice Jon Sobrino,
es fruto de un pecado original y originante. Por este pecado hemos de
lamentarnos todos y pedir perdón. Es un pecado que, en una buena teología
cristiana, desde Bartolomé de las Casas hasta Medellín y Puebla, exige
restitución.
Por eso, el 92, año de reflexión crítica y de reconciliación, debería ser
proclamado Año de Gracia, año jubilar, al estilo bíblico, en el que los pueblos
ricos del Norte tomaran la firme decisión de renegociar o condonar la deuda
externa de los pueblos pobres del Sur.
El 92 es la oportunidad que Dios nos da para empezar a utiliz~r "otro
lenguaje" sobre el descubrimiento, distinto del que nos transmiten las versiones
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oficiales e interesadas de los acontecimientos pasados y de la realidades
presentes.
Sí merece ser celebrada la evangelización de los nuevos pueblos
contactados. A pesar de la ambigüedad de haber sido acompañada, en la
mayoría de los casos, de la conquista guerrera, hay que afirmar la evangelización
como una gracia y como una bendición. El Evangelio ha mostrado su
fecundidad al ser sembrada su semilla en las nuevas tierras insulares y
continentales. Nosotros mismos somos fruto de esta siembra generosa y bendita.
La mejor manera de honrar la memoria de los apóstoles que dieron su
vida en el empeño evangelizador a lo largo de este extenso período de tiempo,
gracias al cual hemos nacido a la fe cristiana tantas Iglesias jóvenes, podría
ser declarado el año 1992 como el Año de la Solidaridad con los pueblos
maltratados de la historia. La solidaridad, como ha dicho Tomás Borge, es
la ternura de los pueblos.