ALMOGAREN. 2. (88) P&i. 91 - 111. a CENTRO TEOWGICO DE LAS PALMAS
RELACIONES IGLESIA-PODER POLlTlCO EN GRAN
CANARIA TRAS EL CONCORDATO DE 1851"
PROFESOR DE HISTORIA COhTEMPORANEA DEL
COLEGIO UNIVERSITARIO DE LAS PALMAS
Los cambios producidos en la institución eclesiástica a lo largo del siglo
XIX contribuyen a articular el proceso de transformación hacia una sociedad
capitalista en España. Tal importancia no es extraña si consideramos el papel
de la Iglesia en el Antiguo Régimen. Como ha explicado Artola, entre los pri-meros
rasgos del aquél sobresale la coexistencia de dos instituciones -Estado
e Iglesia- con pretensiones de soberanía. Tanto por sus capacidades legislati-vas
en un ámbito jurídico que desbordaba lo exclusivamente pastoral, como
por sus facultades fiscales y su riqueza patrimonial, el papel de la Iglesia en
el régimen antiguo, se situaba en las cercanías de la cúspide social y política.
De esta forma, conviene detenerse en el repaso de estas facultades y atri-buciones
para poder valorar con mayor precisión el significado de las refor-mas
decimonónicas. En el ámbito jurisdiccional la sombra del brazo eclesiásti-co
se extendía ampliamente. Inquisición, matrimonios, diezmos, etc ..., cons-tituyen
algunos ejemplos destacados. Recordemos también su notable incidencia
en el ámbito laico, bien al monopolizar determinadas funciones (educación,
asistencia social, etc ...) o bien por su control sobre numerosos registros que
le proporcionaban información variada y de primera mano sobre el conjunto
de la sociedad. En la actividad económica no iban a la zaga de este orden de
competencias. Artola ya ha señalado la importancia del monto que alcanzaba
el presupuesto eclesiástico en relación al del Estado, matizando también la pro-
* ) Ponencia en las 11 Jornadas de Historia de la Iglesia en Canarias, siglo XIX. Las Palmas,
noviembre de 1988.
funda desigualdad del reparto, entre el conjunto del clero, de tales bienes y
ello tanto en su organización jerárquica como en las diferencias territoriales. ''1
Ante esta situación, las diferentes medidas que desde las Cortes de Cá-diz
y, sobre todo, tras la muerte de Fernando VII, adoptan las administracio-nes
liberales, se orientan a quebrar los privilegios de soberanía que detentaba
la institución eclesiástica. De esta manera, la implantación de la normativa li-beral
atacará directamente tanto al ámbito de las prerrogativas jurisdicciona-les
como a la base económica del clero. Como hemos señalado, ello constitui-rá
un destacado jalón en el proceso de transformación burguesa de la sociedad
española. Entre las pérdidas en el terreno de la jurisdicción cabe destacar la
supresión de la Inquisición aunque se consiga mantener sin embargo un fuerte
intervencionismo en otros campos como el de la enseñanza o el del matrimo-nio
canónigo. En el plano fiscal se eliminará su competencia para exigir tribu-tos
al ciudadano.
Nos queda el otro gran pilar que sustentaba el privilegiado papel de la
Iglesia: su patrimonio. El proceso de desamortización vendrá a provocar el tras-vase
de su titularidad a nuevos propietarios ocasionando una sustancial dis-munición
de los bienes en manos del clero. Tal vez sea éste el fenómeno sobre
el que más páginas se han escrito y ha centrado la mayor parte del debate so-bre
las vicisitudes de las reformas liberales a la organización eclesiástica. Aún
en el presente vuelven a repetirse planteamientos tradicionales que hablan del
"robo" liberal. Sin entrar en tales disquisiciones, por no ser el cometido del
presente trabajo, convendría no perder de vista el significado global de tales
hechos y no aislarlos del proceso histórico en su conjunto. Más concretamen-te,
no despegarlo de su plena inserción en el proceso de revolución burguesa
al que indisolublemente se encuentran unidos.
En esta última línea y tal como ha explicado Dominguez Ortiz, la desa-mortización
era una solución inevitable, aunque más relativas fuesen las "mo-dalidades
de ejecución". El proceso iniciado por Mendizábal al nacionalizar
bienes de las órdenes religiosas a las que se extinguia a los del clero secular,
pretendía no sólo afrontar la situación de quiebra del Estado y costear los gas-tos
de la guerra sino también apuntalar la monarquía con el apoyo de unos
liberales que se beneficiarían del proceso desamortizador. '2' Las cifras tota-les
recogidas por Artola dan idea de la importancia económica del proceso.
Así, para la fase 1836-1844, tenemos las cifras siguientes:
(1) Puede verse: ARTOLA, M., La Burguesia Revolucionaria. Madrid, 1974.
(2) Sobre tales objetivos ver: TOMAS y VALIENTE, F., El Marco Politico de la Desamorti-ración
en Esgata. Barcelona, 1977.
RELhClONES IGLESIA~PODEK POLlTlCO EN GRAN CANARIA TRAS EL CONCOROTO DE ,851 99
El volumen de la venta en reales de vellón y a su valor efectivo se calcu-la
en 503.571.422 y 77.799.210 de bienes procedentes respectivamente del cle-ro
regular y secular. "1
Clero Regular .........
Clero Secular .........
En el conjunto de todas estas disposiciones no podemos olvidar las orien-tadas
a poner al clero bajo la tutela estatal. Así, los diferentes intentos de le-gislar
las dotaciones de Culto y Clero se encaminaban no sólo a posibilitar la
subsistencia de estos sino a establecer las bases de lo que Jover Zamora deno-mina
el pacto con el Estado liberal al recibir "el refrendo de una jerarquiza-ción
económicamente estratificada" y "un respaldo político". (4'
Llegados a este punto, podríamos resumir la situación de las relaciones
entre la Iglesia y la Monarquía española siguiendo las afirmaciones de Cuen-ca,
el cual, al referirse a la Iglesia española durante la etapa isabelina, afirma:
F. RUSTICAS
66.098
48.852
"El ordo clericalis instalado en el mundo nacido de la revolu-ción
liberal, será un cuerpo social capitidisminuido, desgarrado en-tre
una fidelidad a un Estado de cosas cuya imposibilidad de res-tauración
acaba por imponerse y la aceptación de un cuadro de
valores, de una cosmovisión que, en el fondo le displace". li'
El proceso de cambios señalado provocará la ruptura de relaciones en-tre
la Iglesia y el Estado que se mantendrá hasta mediados del siglo XIX. Será
el moderantismo quien se encargue de restaurar el consenso eclesiástico a base
de una complicada maraña de operaciones cuyo objetivo se orientó a buscar
la legitimación del Estado por parte de la Iglesia sin que se produjese una in-volución
sustancial en el tema de los bienes desamortizados. Otra cosa serían
las concesiones que el moderantismo efectuó en tal proceso.
F. URBANAS
7.210
5.901
(3) ARTOLA, M., op. cit., pp. 158~9.
(4) JOVER ZAMORA, J.M., Polirica, Diplomacia y Humanismo Popular en la Espapaiía del
Siglo XIX. Madrid, 1976. p. 331.
(5) CUENCA TORIBIO, J.M., en "La Era lsabeiina y El Senenio Revolucionario". Hisloria
de España de M. Pidal. Madrid, 198 . p. 571
CENSOS/FOROS
8.882
5.310
100 JOSL MIGUEL PtREL GARCIA
De esta forma, la década de los cuarenta conocerá sucesivos intentos
de arreglo. Si bien éstos se materializaron en el Concordato del S 1, los años
precedentes crearán las condiciones propicias para el mismo. El apoyo de bue-na
parte del clero a la causa carlista daba mayor valor a la necesidad de recu-perar
su fidelidad. Pero existe en este paso por legitimar ante la Iglesia el nue-vo
marco liberal otro propósito no menos significativo. Se trata de utilizar el
papel del clero en la formación de las mentalidades para garantizar en todos
los niveles, la aceptación del modelo que los moderados reservaban para la cons-trucción
del Estado. Refiriéndose a ello, Cánovas Sánchez afirma:
"Estamos ante una determinada linea de pensamiento quepre-tendía
utilizar a la religión como instrumento ideológico vivencia1
para la defensa de aquél sistema socio-económico, como medio para
resignar a las clases populares, como dique que oponer a la irrup-ción
del socialismo".
Este proceso de acercamiento se realiza a través de un complejo camino
en el que las concesiones van desgranándose por ambas partes. Un ejemplo
lo encontramos en el apoyo al Papa Pío IX ante su destierro o las circulares
gubernativas para la defensa de determinados criterios y principios morales en
sintonía con los católicos. También la declaración de confesionalidad de la pro-pia
Constitución del 45, las medidas que suspendían la venta de bienes del cla-ro
en el 44 y los esfuerzos por acordar un sistema de financiación aceptado
por el clero. Del lado eclesiástico, Cuenca ya ha estudiado los pilares del acer-camiento
y Jover Zamora se ha referido a la generación de obispos de 1847-1849,
como la de los individuos idóneos para materializar tales acuerdos. ('1
Sin embargo, existieron dificultades que complicaron tales esfuerzos.
De un lado, las resistencias de muchos eclesiásticos. De otro,-los temores del
progresismo por la involución que se avecinaba en la construcción de las es-tructuras
liberales. Tales resistencias no conseguirán finalmente que se impon-gan
los planteamientos moderados en los acuerdos y que se encuentran en li-nea
con el modelo que aquéllos definieron en la construcción política de la so-ciedad
burguesa española en el siglo XIX. Esta solución moderada la ha ejem-plificado
Cuenca en las ideas de Juan Martin Carramolino el cual, partiendo
de la defensa del patronato de la corona, expone la incompatibilidad del mis-mo
si no se asegura la dotación del Culto y sus ministros. La defensa de ese
(6) CANOVAS SANCHEZ, F., El Partido Moderado. Madrid, 1982, p. 452.
(7) Diario de Sesiones de las Corter. I.cg. 1836~7. Vol. 1V. Núm. 2.516.
RELACIONES IGLESIA-PODER POLlTlCO EN U K N CANARl.4 IKAS EL COKCORDATO DE 1851 101
sustento a cargo del Estado en concepto de indemnización permitirá contentar
tearicamente al clero y a una burguesía que con el acuerdo, veía sancionada
la compra de los bienes subastados.
Los diferentes acuerdos previos al Concordato, permitieron acercar po-siciones.
Así, a cambio de devolver a la Iglesia la capacidad de poder comprar
y de encargar al Estado su sustento, se pedirá, comn ha dicho Tuñón de Lara,
el derecho de presentación al Jefe del Estado y la no intromisión en la legitimi-dad
de los bienes adquiridos por la desamortización eclesiástica.
Por último, un elemento que también servirá para guiar el análisis de
esta realidad en el ámbito insular viene dado por los diferentes matices que
el pensamiento y actuación de la jerarquia eclesiástica mantiene en las diferen-tes
fases del siglo XIX. Estas diferencias responde, como ha expuesto Cuenca,
no sólo a "factores de índole política y de su distinto peso decisorio en el en-tramado
gubernamental, sino también a su propia reflexión sobre su incardi-nación
temporal".
LA SITUACION DEL CLERO GRANCANARIO A MEDIADOS DEL
SIGLO XIX
A pesar de las dificultades que presenta la cuantificación del impacto
que tuvo sobre el clero canario la desamortización, contamos con estimacio-nes
que, como las de Ojeda Quintana, nos permiten acercanos a una visión
general. Asimismo, en lo referente al resto del proceso reformados y a pesar
de tremendas lagunas, estudios como los de Suárez Grimón sobre la propie-dad
vinculada, nos permiten conocer por otras vías las transformaciones de
la base económica que sostenía al clero insular.
En general, puede afirmarse que con la desamortización de Mendizá-bal,
el clero de las islas orientales va a sufrir una merma considerable de su
potencial económico y entra en un proceso de inestabilidad. Si bien ello trate
de paliarse con los diversos intentos de cobertura estatal, no llegarán a conten-tar
las aspiraciones de los responsables locales. Según Quintana, en esa fase
se vende el 66% del total de bienes que poseía el clero, destacando las ventas
de Gran Canaria entre las producidas en el Archipiélago. (9) El estado de la be-neficiencia
local en los años centrales del siglo, da idea de la importancia que
(8) CUENCA TORIBIO, op. cit., pp. 572-629.
(9) Puede verse: OJEDA QUINTANA, J.J., L.? Dc~amorrización en Canarias. Las Palmas, 1977
tal venta pudo tener. Si repasamos las dificultades que las islas orientales atra-vesaron
en el denominado "quinquenio trágico" (1847-1851) y la deficiente
situación asistencial, incapaz de atender a situaciones extremas de hambre y
epidemias puede medirse más adecuadamente el impacto de unas reformas que
Sin embargo, no encontraron inmediata asunción de responsabilidades por parte
del Estado. Los expedientes diocesanos sobre el hambre del 47, o la epidemia
del 51, reflejan la tremenda importancia que en estas situaciones se otorgaba
al clero por parte de los poderes públicos.
El cuadro de cifras de esta fase desamortizadora hasta 1845 y siguiendo
a Madoz, quedaría como sigue:
Clero Regular ........ 540 30019,920 1 3.381280 /
Clero Secular ......... 1 96 1 'l 1 902.510 208.450
Núm. Finca
Rústica
El conjunto de todas las ventas de las islas orientales puede cifrarse en
21.166.294 rs.v., lo que supone un 68% del total del Archipiélago. 'lo'
Tales cifras nos parece que explican las anteriores afirmaciones acerca
del deterioro que sufre el patrimoiiio eclesiástico canario y que se refleja en
la proyección que el clero mantiene sobre la sociedad insular durante esos años.
Esta situación de crisis ha sido objeto de numerosas referencias algunas de las
cuales atribuyen las causas a razones de muy discutible validez. Así, la tradi-cional
idea de cargar las tintas sobre las secuelas que dejó en la diócesis gran-canaria
el mandato de Antonio Tavira, es su ejemplo más notable. El propio
Pildain en sus comentarios sobre el particular admitía sin recelos los calificari-vos
de Menéndez Pelayo quién definía a Tavira como "corifeo del partido jan-senista
en España", al tiempo que le atribuía (Pildain) al obispo del dieciocho
haber sido el culpable de un supuesto eclipse en el episcolopio de la diócesis
local. Será a su vez el Obispo Codina, sucesor de Romo, quién inició esta pe-culiar
denuncia, entre otras cosas, para justificar el papel que a él mismo le
correspondió jugar. En los párrafos siguientes Codina y sus allegados se refe-rían
en estos términos a la influencia de Tavira:
ldem
Urbana
- "E1 Seminario está en un estado deplorable, c~ryosa busos
estoy obligado a reformar (...).
Valor en remante
Finca Rústica Finca Urbana
(10) OJEDA QUINTANA, op. cit., pp. 66
RELACIONES IGLESIA~PODER POLlTiCO EN LiK?N iAh,\Kl.< iKi\S El. CONCORDATO DE 1851 103
-El Seminario estaba en la agonia y avanzaba hacia su ex-terminio
... Sólo tenía 14 alumnos internos ... La enseñanza era ru-tinaria.
El texto de estudio del Dogma y de la Moral era la del Ar-zobispo
de Lyon, jansenista". 1")
Tales explicaciones sobre las causas del deterioro clerical no sólo son
insuficiente sino que además poseen una interpretación sesgada de la realidad.
Infantes Florido, en su obra Crisis Religiosa e Ilustración, ya se ha encargado
de cuestionar las connotaciones negativas que desde posiciones interesadas y
reaccionarias han denostado la figura de Tavira, así como la incidencia de las
luces en el clero canario. Aunque ese trabajo deje abiertas muchas puertas a
la investigación posterior, creemos que ha contribuido a que argumentos co-mo
los anteriormente expuestos posean hoy un muy relativo valor.
El deterioro del clero creemos que es preciso vincularlo a otros elemen-tos
entre los que sobresale especialmente el cambio que sufre su propio sataus.
La exclaustración provocó un problema considerable para adaptar al personal
procedente de las diferentes órdenes -dominicos, agustinos y franciscanos-.
Las dificultades de acoplamiento y las consiguientes dispersiones, contribuyen
a explicar las secuelas de esos cambios en la organización eclesiática. En una
carta que envía el P. Claret a un colaborador, puede leerse una muestra
fidedigna:
"En esta misma semana se me ha asegurado que de los no-venta
sacerdotes que hay en esta sola isla, apenas se hallarán doce
querecen el oficio divino al paso que tanto se lo he dicho pública
yprivadamente (...). Delos demás viciosparece que se ha11 deteni-do
un poco, no por conversión, porque no se confiesan, sino, se-gún
entiendo, por respetos humanos. Ahora dime: ¿cómo cuida-rán
de la salud ajena aquéllos que tanto descuidan la propia?". "2'
La ruptura de la base económica, la transformación de su status social
y también la ausencia hasta entrados los años cuarenta de una organización
política insular capaz de articular la implatación del régimen liberal, tal vez
sea algunos de los factores que expliquen la situación encontrada por Codina
y a la que este va a hacer frente.
(11) Citado por F. GUTIERREZ en: S.A.M. Clara. Apóstol de Canarias. Madrid, 1969, pp. 81-82
(12) Carta de Claret al Canónigo Cainal. En GVTIERREZ, F., op. cit., p. 83.
104 JOSE hllGUEL PtREL GAKClA
LA INCORPORACION DEL CLERO GRANCANARIO A LAS NUEVAS
RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y EL PODER POLITICO
La llegada del obispo Codina, al parecer el 14 de Marzo de 1848, a Gran
Canaria, supondrá la definitiva incorporación del clero local a las orientacio-nes
que marcaba la jerarquía en relación al papel de la Iglesia en la monarquía
española. La propia elección de la figura de Codina es muy significativa. Si
extraña que se escogiese a un miembro de una orden que, como la paulina, no
aceptaba el ejercicio de tareas jerárquicas, la personalidad y ejecutoria de Co-dina,
sintonizan con las características del cuantioso número de arzobispos y
obispos nombrados entre 1847 y 1848. Los perfiles de los mismos los ha defini-do
Jover Zamora asi:
"La primera gran hornada episcopal del régimen busca honl-bres
no comprometidos en la guerra civil, que hubieran acertado
a vivir entregados de lleno a su ministerio sacerdotal mientras lu-chaban,
con las armas en la mano, carlistas y liberales. Hombres
más bien grises, la generación episcopal de 1847-49, encuentra una
de sus notas distintivas en la pobreza intelectual de sus represen-tantes;
pobreza no atenuada no disimulada por una enorme carga
de cultura juridica y decadente escolasticismo (...). Son, de una parte
hombres más vueltos a su oficio pastoral estricto -integro, solici-tos
y caritativos pastores- que a las dimensiones de lo politico-social
de su jerarqnia". (''1
Tal como había propugnado el nuncio Barili, se precisaba de hombres
adictos a la Santa Sede y capaces de cumplir fielmente los preceptos, que, en
particular los referidos a las relaciones con el Estado, emanaban de aquella.
Trataremos de repasar algunas de las tareas desplegadas en la etapa de Codina
y comentar la correspondencia que poseen con la integración del clero en los
nuevos parámetros políticos,
LA COLABORACION IDEOMGICA CON LAS AUTORIDADES
GUBERNAMENTALES
El primero de los casos recoge uno de los más señalados factores que
hicieron posible la nueva articulación de relaciones entre la Iglesia y el Estado:
(13) JOVER ZAMORA, J.M., op. cit. pp. 328-9
RELACIONES IGLESIA-PODER POLlTlCO EN GRAN C\N.\RI.\ TU.\$ EL CONCORDATO DE 1851 105
la colaboración del clero en lo que en su momento se denominó "Tranquilidad
Pública". De esta manera y aprovechando los sucesos franceses de 1848, los
cuales tuvieron no poco impacto en la inclinación eclesiástica por el moderan-tismo,
el ministro Ventura González, enviaba en 1851 una circular a los obispos
cuyos temores básicos se referían a los temores de un contagio de los aconteci-mientos
franceses y para ello, solicita del clero su intervención preventiva. En-tre
los párrafos de la circular los siguientes carecen de desperdicio:
"Me dirijo a V para que en estas criticas circunstancias, redo-ble
su celo por si y por medio de los párrocos para que el espiritu
público no se extravie, y para que se conserven las sanas ideas de
obediencia y respecto, precisas más que nunca en los tiempos pre-sentes.
V Procurará inculcarlas y mantenerlas vivas en todos sus
subordinados y hará un señalado servicio al pais, dándome noticia
de cualquier ocurriencia que en esa diócesis sobrevenga y que me-rezca
llamar particularmente la atención del gobierno". (14'
La respuesta del obispo Codina presenta un abanico de intenciones en
el que se mezclan tanto los elementos doctrinales sobre la organización de las
relaciones sociales y su estrecha colaboración con los planteamientos del libe-ralismo
moderado, como los recelos hacia un régimen que les habia desposeído
de sus recursos. También, las menciones sobre los destinos y consecuencias que
siguieron tales bienes en las islas junto a la visión que se tenía sobre las clases
populares de las islas, serán aspectos que salgan a relucir en un documento de
notable interés.
La tésis de Codina trata de sustentar el principio de la natural bondad
de los isleños, especialmente cuando se encontraban bajo los auspicios del An-tiguo
Régimen. Tales ideas por otro lado, ya se recogian desde la misma llegada
de Codina cuando se refería a los "amplios privilegios de que gozaban los ha-bitantes
isleños en el plano fiscal".('5) Después de criticar los quebrantos para
la población que las reformas de la etapa 1836-1850 han provocado, enumera
las necesidades del clero local para que, con la atención del Estado, pueda cu-brir
con garantías su cometido. Asi, de forma interesada y con una interpreta-ción
sesgada de los orígenes Codina trazará incialmente un peculiar retraso de
la opresión soportada por el campesino canario:
(14) Circular del Ministerio. VENTURA GONZALEZ, a las Obispos. Archivo Históricos Dió-cesana
de Las Palmas. Exp. de Obispo Codina. Reales Ordenes. No 167.
(15) Circular del Obispo sobre El Libre Ejercicio de la Palabra Evangélica. Enp. Ob. Codina.
A.H.D.L.P. 6-VIlI-1848.
loSE MIGUEL PEREL CARCIA
"E1 pueblo está extremadamente agobiadu por el peso de las
cargas públicas que gravitan sobre él. Como el numerario se ha ex-traido
desde quese abolió el diezmo única contribución quepaga-ba
este Archipiélago, no puede pagar puntualmente la cuota que
se les señala: vienen los apremios y hecha la ejecución se quedan
los pobres sin aquéllas cortas propiedades, de que se sacaba un es-caso
alimento, y en vez del 12por ciento de la renta líquida, vienen
a pagar el 25 y 50 y aún más por ciento. De aquiresulta un descon-tento
general en los pequefios propietarios y aún en los grandes.
Los simples colonos o arrendatarios están todavía peor. La su-presión
de los diezmos queparece se decretó para alivio de la clase
pobre solo ha sido favorable a los ricos propietarios, quienes con
pocas excepciones, se cobran primero el diezmo de la parte de los
colonos y luego se parte lo restante entre ellos y sus amos, que a
más, exigen de ellos tantos serivin'os, que al pobre trabajador ape-nas
le queda para mal comer y vestir. Es verdad que e1 colono no
es una propiedad del amo, ni su esclavo, pero su suerte en estas is-las
es más triste y miserable qe la de los esclavos de La Habana"."b'
Tras esta visión de una realidad social posee una génesis de raíces más
profundas que la simple alteración del status económico del clero, pasará a so-licitar
las condiciones de la institución que preside para colaborar estrechamente
con las autoridades gubernamentales. Todo ello con la advertencia de que la
tirantez social motivada por el trasvase de las antiguas competencias produjese
un "rompimiento y sublevación de la clase pobre contra la acomodada, espe-cialmente
si el socialismo y el comunismo que tanto amenaza al continente euro-peo,
llega a obtener algún día un triunfo aunque sea por poco tiempo".
Para demostrar su buena disposición hace una breve relación de sus in-tervenciones
en los asuntos que pudieron provocar la rebelión de los canarios
contra las autoridades. Aquí destaca el estrecho control sobre la difusión de
ideas en unas islas dónde llegaban con notable frecuencia textos y personas que
con extrema dificultad podían pasar la censura. Al mismo tiempo no deja de
señalar su contribución y la de su clero a la hora de inculcar al pueblo "el res-peto
y obediencia a las autoridades legítimas". A coritinuación presenta las con-trapartidas
las cuales van desde la modificación de las fórmulas de recauda-ción
fiscal (propone el encargo a particulares quiénes habrán de depositar los
(16) Contestación de Codina a Ventrua Gonráler. Exp. del Obispo Codina. A.H.D.L.P. 8-1-1852.
RELACIONES IGLESIA~PODERP OIITICO Eh I iK> \N L,\N,\KI,\ TR \S LL C<>NC<>RDATOUE 1851 107
montantes en forma de adelantos al Estado y luego cobren intereses. Con ello
no persigue tanto el alivio del contribuyente sino la mayor rapidez en el cobro
por parte del clero, cobro que por otra parte, sufría considerables retrasos por
el deficiente funcionamiento de la hacienda pública) hasta la solicitud para que
el Estado costee y posibilite el envío de nuevos sacerdotes desde la Península.
La experiencia del propio obispo el cual vino acompañado a las islas
por el P. Claret, firme pedestal en los momentos iniciales de su mandato, le
hará insistir permanentemente en éste último aspecto. Su afirmación de que
las pertenencias territoriales españolas lejanas a la metrópoli, precisan más mi-siones
que bayonetas para evitar que "se escapen de las manos de España estos
preciosos restos de su dominación en las Indias occidentales", será un argu-mento
significativo a la hora de justificar su petición de nuevos fondos.
LOS CONFLICTOS CON EL CABILDO CATEDRALICIO
Las ayudas pedidas por Codina al Gobierno responden también a otros
motivos. A la necesaria reforma del clero local y a la colaboración con las auto-ridades
en un convenio de mutuo interés hay que unirle las dificultades que
desde su llegada encontró entre ciertos sectores del clero local para imponer
su autoridad. Se trata de los pleitos con el Cabildo de la Catedral de Las Pal-mas,
verdadero quebradero de cabeza que tendrán que ser dirimidos en las ins-tancias
ministeriales madrileñas.
Si parece plausible pensar que por esos años del Concordato los obis-pos
ven reforzadas sus posiciones frente a los cabildos y en ello encuentran el
apoyo gubernamental, llama la atención el diferente resultado que la contienda
entre Codina y cl Cabildo grancanario arrojó. c"'
Estos conflictos surgen desde la misma llegada de Codina y evidencia
muy por encima de los formalismos que se debaten, un desencanto con los cri-terios
episcopales al tiempo que una lucha por parcelas de poder en la jerar-quía
eclesiástica local. Dos importantes figuras del clero insular como fueron
Graciliano Afonso y el arcedanio Frias, protagonizan la oposición catedralicia.
En una carta al ministro de Justicia, el obispo describirá crudamente su parti-cular
guerra:
(17) En relacion con este tema puede consultarse: CUENCA TORIBIO, La regulación colicoi;
dataria. Cabildos y Colegiaras, en op. cit. pp. 598-602.
"Parece que esos dos señores (Frias y Afonso) tienen por sis-tema
el deprimir la dignidad episcopal y llenar de disgustos a los
que se hallan revestidos de ella (...). No puedo contar con ellos pa-ra
cosa alguna a favor de la Diócesis. Jamás se sientan en el confe-sionario,
jamás suben al púlpito para ewhaltar la virtud, rara vez
dicen más misas que las que le tocan por turno en la Catedral".fl8)
Centrado el pleito formalmente en tres puntos: discrepancias en moda-lidades
en la celebración de cultos, falta de consideración a la autoridad epis-copa1
y rechazo del Cabildo a acudir al Palacio episcopal, interviene el gobier-no
quien previene para que no se dé trascendencia pública a los hechos y termi-nar
resolviendo en favor del Cabildo, aunque critique su comportamiento con-tra
el obispo. Se produce así un fallo no habitual en esos momentos al predo-minar
el favor a la autoridad de la jerarquía que pretendia total fidelidad a las
directrices pontificias frente a un clero local proclive a mayor autonomía. (I9J
En este caso y considerandos jurídicos aparte, no puede olvidarse la ha-bitual
relación de los poderes locales con Madrid a lo largo de la pasada centu-ria.
Esta se caracterizaba entre otros rasgos, por asegurar la intangibilidad de
los grupos dominantes insulares a cambio de no cuestionar la conformación
política del Estado por parte de éstos. Esta mutua conveniencia funcionó si ex-ceptuamos
la no aceptación de la configuración administrativa, pero ello se de-bió
a un litigio entre las islas más que con el gobierno de Madrid. De esta for-ma,
Afonso y Frías se encuentra cercanos a los políticos locales más destaca-dos.
El arcedanio dejará su herencia a uno de los principales jefes moderados
de Las Palmas: Cristóbal del Castillo quien por esos años sostiene buenas rela-ciones
con los gabinetes isabelinos. Por otra parte, los litigios de Frias con los
obispos no son nuevos y datan ya desde años anteriores cuando perdió la posi-bilidad
de acceder a la dignidad episcopal frente a Romo.
EL ARREGM ECONOMICO
El capítulo relativo a las compensaciones económicas al clero, nos pre-senta
una situación de permanente desasosiego a pesar de que en teoria la
(18) Enp. Cadina. A.H.D.L.P. Reales Ord. 1847-1851.
(19) Tales temores los expresaba Codina al referirse a su pleito can el Cabildo cuando escribia:
"Si se realiza en todas sus partes ei i*uevo Co~cordato, como io cspeismos,
RELACIONES 1GLESlhPODE.R POLiTlCO EN GRAN CANARIA TRAS El. CONCORD.4TO DE 1851 109
financiación esté resuelta. No puede decirse que ello evitase la estrecha identi-ficación
que se dará entre la jerarquía eclesiástica y sus élites dominantes en
el ámbito político, pero si generó numerosos litigios.
Las dificultades y considerables retrasos en la llegada a las islas de los
pagos estatales, serán elemento de habitual presencia entre el clero y sus comu-nicaciones
con la autoridad gubernativa. Por otro lado, tales irregularidades
aumentaron la dependencia del clero respecto a la oligarquía insular.
Los años anteriores al Concordato se encuentran plagados de continuas
quejas en las que el ohispo muestra SI! desesperación ante la imposibilidad de
cobrar los fondos comprometidos. Desde 1848, la Iglesia insular muestra ya
un cambio de actitud ante la reclamación de los bienes desamortizados. Pero
se trata más de una resignación ante la necesidad de adaptarse forzadamente
a la realidad que a un convencimiento propio. De esta forma, las soluciones
que ahora se proponen por parte del obispo se orientan a aceptar la tutela esta-tal,
pero reclamando mayor autonomía en la administración de sus asignacio-nes
y menor control por parte de los funcionarios públicos. En una Circular
de Codina puede leerse:
"Después de catorce años de padecimientos los más acerbos,
ya era tiempo que el clero español agobiado bajo el peso de la mi-seria
y el desprecio de cierta clase de gentes, excitase la compasión
de la Reina Católica, y que ésta pensase en dispensarle una protec-ción
eficaz, que no sólo rompiese todas las trabas que impidieran
e1 libre ejercicio de sus propios ministerios, sino que lo constituye-ran
en el rango que les compete en una sociedad bien constituida.
(...). No sólo con principios, órdenes y sentimientos se conser-va
la vida de sus protegidos, sino con pagos efectivos de las pensio-nes
asignadas a las distintas clases del clero (,.J. Y esta primera me-dida
es la que no se realiza a pesar de las mejores intenciones del
gobierno (...). Desengáñese el Gobierno de S.M. mientras la dota-ción
del clero esté dependiente de las oficinas del Estado, el clero
será el ludibrio de los seglares". ("1
Cabe referirse asimismo a los presupuestos del clero insular que, elabo-rados
por la Junta Consultiva Eclesiástica, nos presentan, el igual que otros
lugares, una desigual distribución que viene a reforzar la jerarquización de la
organización eclesiástica presentando una imagen que Jover Zamora ha descrito
(20) Circular de Codina. cit. en nota 15.
110 JOSE MIGL'EL FEREZ CAKClh
como "sombra de la nueva sociedad de clases proyectándose, con trazos fir-mes,
sobre el viejo estamento clerical". Así, los doce componentes de la jerar-quía
episcopal y catedralicia, acaparan un 32% del total de las partidas (ver
apéndice 1). Si repasamos el personal del clero para el conjunto de las islas orien-tales
y considerando exclusivamente a los que se encuentran investidos con La
dignidad sacerdotal, puede deducirse fácilmente lo precario que resultaría de-pender
exclusivamente de las asignaciones públicas (Apéndice 11). Ello nos re-mite
forzosamente al señalado tema de la dependencia clerical de los grupos
dominantes locales y al mantenimiento, en algunos casos, de fuentes de finan-ciación
propias que alejaron a este sector de los padecimientos y crisis experi-mentadas
en estas islas a mediados del siglo XIX.
Los temas que hemos recorrido pueden complementarse con otros que
por necesidad del objetivo de la ponencia no podemos desarrollar con deteni-miento.
Sin embargo no podemos si quiera dejar de mencionarlos. Así, se hace
preciso analizar los aspectos doctrinales y su incidencia en la configuración de
la mentalidad de las clases populares locales. Ello es particularmente fácil de
seguir en las predicaciones de Claret o en las pastorales del Obispo Codina,
así como en las diferentes líneas de formación que imprimieron al clero local.
Otro nivel de estudio necesario es el de la aceptación de las líneas rectoras en
vigencia dentro de la política insular, por parte de la jerarquía eclesiástica. De
esta manera puede afirmarse que la jerarquia eclesiástica local va a seguir las
orientaciones marcadas por los grupos dominantes locales sin que forme con-trapunto
critico alguno capaz de cuestionar las estructuras de poder insulares.
El ejemplo más peculiar lo constituye la implicación de la propia institución
en el pleito insular. Personalmente como las de Romo o Codina en Las Palmas,
no dudan en hacer suyas la causa divisoria grancanaria y las celebraciones reli-giosas
siguen a cada fase donde el enfrentamiento interinsular provocaba la auto-nomía
administrativa o por el contrario, en Tenerife, se ratificaba el centralis-mo
provincial.
Es necesario también abordar los elementos diferenciados que en el ca-so
del propio clero se manifiestan, así como los existentes en el plano territo-rial.
La situación del clero que vivía en el interior de Gran Canaria o en las
restantes islas orientales, difería del que se concentraba en Las Palmas y tales
distinciones contribuyeron a configurar una organización que se amoldaba a
la emergente sociedad clasista.
Finalmente, destacar la intervención de los representantes del poder po-lítico
local en los asuntos internos de la Iglesia. Entre otros hechos pueden re-señarse
su intervención directa en el noinbramiento de los diferentes cargos
RELACIONES ICLESIA~POOER POLiiiCO EN GRAN C.kNhRl,Z TRAS EL CONCORDATO DE 1851 111
eclesiásticos, la permanente colaboración en las líneas que orientan las doctri-nas
de pastoral o las múltiples manifestaciones en las que de una forma u otra
la sociedad de clases aparece sancionada por el clero. Junto a ello, va consi-guiéndose
una estrecha colaboración del clero que permite una proximidad po-lítica
creciente, de tal manera que no puede extrañarnos como una vez llegada
la 11 República, la institución eclesiástica local se constituya en soporte inicial
del primer orden en la organización de los grupos dominantes insulares.
Puede afirmarse, en conclusión, que dentro de las peculiaridades del Ar-chipiélago,
el clero canario siguió, en el proceso de implantación de las estruc-turas
liberales, las pautas marcadas por la jerarquía a mediados del siglo XIX
en España. Contribuyó con ello al desarrollo de un modelo social y político
que ha configurado el presente de las islas.
APENDICE 1 Presupuestos de la Junta Consultiva Eclesiástica. 1851.
DEMOSTRACION GENERAL
- Obispos y Catedral ................................. 223.000 rs. v.
- C. Parroquia1 y Beneficia1 .......................... 368.219 rs. v.
. .
- Seminario ...................... ...... .. ............. 90.000 rs.v.
- Admon. Rentas ......................... . ........... 10.000rs. v.
APENDICE 11 Censo de Eclesiásticos. 1853
Cabildo Catedral .................... ... .......................... = 12
Empleados Catedral ............................................ = 8
Seminario = 9
Parroquias Las Palmas .................... ........ ............ = 13
Interior Gran Canaria ...................... . .................... = 58
Lanzarote ............................... ......... ....................... = 13
Fuerteventura ........................ ................................. = 14
José Miguel Pérez García