ALM. 1. (88) PB%s. 153 6 4 @ CENTRO TEOLUOICO DE LAS PALMAS
ALGUNOS ASPECTOS DE LA ACTUACION DEL
OBISPO PlLDAlN DURANTE LA GUERRA ClVlL Y
EL FRANQUISMO
SERGIOM ILLARECSA NTERO
LUISA LBERTOA NAYAH ERNÁNDEZ
JOSÉ ALCARAAZ BELLAN
ALEXISO RIHUELAS UÁREZ
MIGUESLU ÁREZB OCA
MIEMBROS DEL GRUPO PARA EL ESTUDIO DE LA GUERRA ClVlL EN CANARIAS
LA IGLESIA DURANTE LA SEGUNDA REPUBLICA
La Iglesia habia sido en España un poder importante que se habia opuesto
con contundencia desde la etapa decimonónica al Estado liberal por cuestiones
como la libertad de cultos, la desamortización, el matrimonio civil ... En defini-tiva,
la Iglesia para muchos liberales republicanos y para la izquierda española
habia estado en el lado opuesto de la libertad. Por ello cuando muchos de estos
hombres, que encarnaban posturas liberal-republicanas, llegan al poder tras la
proclamación de la Segunda República, van a propiciar una serie de medidas
de carácter anticlerical como el articulo 26 de la Constitución, expresión de un
fuerte sentimiento de un amplio sector de las masas populares; anticlericalis-mo
que va a tener su punto álgido en la quema de iglesias en mayo de 1931
o en el asesinato de sacerdotes durante la Revolución de octubre de 1934 en
Asturias ...
Desde el mismo momento de la proclamación de la República hay cho-ques
con ciertos sectores intransigentes de la Iglesia encabezados por el carde-
154 GRUPO PARA EL ESTUDIO DE LA GUERRA C I Y ~ LE N CANARTAS
nal Segura, y con el heraldo del clericalismo y del "orden": el periódico "El
Debate" de Madrid. Todo ello a pesar de que la consigna dada por el nuncio
monseñor Tedeschini fue acatar el nuevo régimen. En este sentido, en el Bole-tin
Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, con fecha de 29 de abril de
1931, se publica una circular, que entre otras cosas dice:
"( ... ) recomendar (...) a nuestros amados sacerdotes, a los religiosos
y fieles católicos en general el respeto que se debe a los poderes consti-tuidos
y la obediencia a sus disposiciones mientras no estuvieran en
oposición manifiesta con la ley de Dios Nuestro Señor (...)".
No obstante, lo que va a despertar más recelos y roces con la Iglesia va
a ser la Constitución, y más concretamente el artículo 26, que, de haberse lle-gado
a aplicar, hubiera supuesto que el clero sólo hubiera podido trabajar, ade-más
de en sus tareas religiosas, en la agricultura y la medicina.
Este sentimiento anticlerical de los hombres republicanos iba acompa-ñado
por una clara intransigencia por parte de la Iglesia, sobre todo a raíz de
la discusión y aprobación de la Constitución, intransigencia que se va a explici-tar
en el apoyo a los partidos de la derecha y a sus postulados: religión, familia,
orden, propiedad y, por supuesto, en el rechazo a todas las leyes que ataquen
estos principios básicos como la ley de divorcio, la ley de Congregaciones ... El
rechazo a los "sin Dios", como así denominaban a los partidos de izquierda,
y el apoyo a los partidos de derecha se concretará fundamentalmente en los
períodos preelectorales: los periódicos de la Iglesia fustigaban la actuación de
la República en muchos campos de la vida pública, entre estos el ya citado "El
Debate" de Madrid o "El Defensor de Canarias" para el caso de Las Palmas;
y, por el contrario, mostraba un decidido apoyo a los partidos de "orden". Así,
por ejemplo, en la campaña electoral para las elecciones de noviembre de 1933
se decía en las páginas de "El Defensor de Canarias" lo siguiente:
"Ten presente que tu voto (refiriéndose a la mujer) es un pedazo de
tu conciencia. Cumple pues con tus dictados, contribuyendo a la de-fensa
de tu Religión y de tu Patria", y más adelante, "No pidas al cie-lo
clemencia, si con tus actos públicos no procuras reparar tus ofen-sas.
Tu Dios y tu Patria están hoy pendientes de tus actos. Vota, pues,
a los paladines de su causa" ('1.
-
(1) El Defensor de Canarias, 30 de oclubrc de 1933: "Mujer española".
ALGUNOS ASPECTOS DE LA ACTUAClON ULL OBlSPO PlLDAlN 155
No es de extrañar, por tanto, que la Iglesia tomara partido por el bando
rebelde cuando comience la guerra civil, excepción hecha de la Iglesia del País
Vasco.
LA ACTITUD DE LA IGLESIA ANTE LA GUERRA CIVIL ESPANOLA
La sublevación militar no tuvo en cuenta, en sus inicios, el problema re-ligioso,
ya que estaba planteada para derrocar rápidamente al régimen republi-cano
e instaurar un nuevo orden. Pero la resistencia republicana y la larga du-ración
de la guerra vinieron a dar una importancia capital a esta cuestión. Los
militares se plantearon toda una estrategia en el campo religioso para ampliar
sus apoyos sociales y exteriores e incrementar así su potencialidad militar, lo
que fue posible gracias al apoyo de la jerarquía católica española, e indirecta-mente
del Vaticano.
Como señala Tuñón de Lara, en los primeros momentos del golpe no
hubo pronunciamientos externos de la jerarquia eclesiástica, aunque sí algunos
gestos significativos de algunos obispos alentando a los sublevados. En Nava-rra
muchos clérigos participaron en la rebelión, y el cardenal Gomá, prelado
de Toledo, se encontraba en Pamplona, quizá por los rumores insistentes de
sublevación (2). Mientras ésta se consolidaba y extendía su área de influencia,
el Vaticano permanecía callado aunque, obviamente, sus simpatías al igual que
las de la mayor parte de la iglesia española, estaban con los sublevados. Este
silencio fue parcialmente roto por algunos obispos españoles entre julio y sep-tiembre
de 1936; en concreto, desde 11 diócesis, principalmente de Castilla la
Vieja, Navarra y Galicia, se levantaron las máximas autoridades religiosas para
emplazar a los católicos a la lucha contra la descristianización, acusada de ser
la causa originaria de la guerra. En ninguno de estos textos se barajaba la posi-bilidad
de una mediación para lograr la paz, mientras aparecía el término "cru-zada"
para definir la guerra en boca del obispo de Santiago de Compostela,
Tomás Muñir.
En el bando republicano, estos posicionamientos religiosos al lado de
los facciosos generaban actitudes anticlericales, o para ser más correctos, agu-dizaban
el tradicional anticlericalismo de las capas trabajadoras. De ahí que
la represión sobre el clero en la zona que permaneció fiel a la República fuera
particularmente sangrienta, especialmente en los lugares dominados por los anar-
-
(2) La España del siglo XX, Tomo 3. p.
156 GRUPO PARA EL ESTUDIO uc LA IULKK,, CIVIL EN CANARCAS
quistas, como Aragón o Cataluña. La cifra de religiosos muertos en estas cir-cunstancias
asciende a cerca de 7.000, casi un 9% del total del clero.
Es indudable que estos hechos propiciaron en el ámbito católico actitu-des
tendentes a justificar moralmente la sublevación y apoyar sin ambages al
general Franco. El 14 de septiembre de 1936 el Papa Pío XI habló ante 500 es-pañoles
denunciando la persecución religiosa y los asesinatos de clérigos en la
zona republicana. Era el primer posicionamiento del máximo representante de
la iglesia católica, aunque en sus palabras no encontramos la expresión "cruza-da",
lo que indicaba una petición de apoyo matizada hacia el bando rebelde.
La iglesia española, mientras tanto, no desaprovechaba la oportunidad de in-crementar
su influencia entre los sublevados, conscientes del papel que se les
asignaba como legitimadores ideológicos del nuevo orden.
El problema vasco fue un elemento distorsionador en el esquema que
se quería implantar de "religión contra comunismo". El gobierno vasco, cons-tituido
por nacionalistas católicos, apoyaba la República como garante de sus
derechos históricos como pueblo, luchando contra las tropas rebeldes. El car-denal
Gomá desde agosto del 36, presionó para que los católicos vascos no apo-yaran
la República y no hicieran causa común con los "enemigos de la reli-gión";
pero los nacionalistas vascos mantuvieron sus posiciones en favor de
la legalidad republicana. El problema se complicó cuando el País Vasco se con-virtió
en el frente fundamental y cuando los franquistas ejecutaron a más de
una quincena de sacerdotes vascos, hecho que justificó Gomá como "un abu-so
de un subalterno" 0). Como es sabido, también en otros lugares fueron eje-cutados
algunos sacerdotes por los franquistas: 3 en Asturias; 1 en La Rioja,
otro en Navarra, etc ..., así como miles de católicos, fundamentalmente vascos,
pero también de otras provincias.
La caída del País Vasco en mayo de 1937, alertó a la opinión católica
mundial, para quienes el gobierno vasco en el exilio era un contrapeso que fre-naba
un apoyo más claro hacia Franco. En este contexto aparece el 1 de junio
del mismo año una carta colectiva del episcopado español dirigida a los católi-cos
del mundo entero. Este documento trata de justificar el alzamiento por el
peligro de revolución comunista, y afirma que el Movimiento era la única espe-ranza
para reconquistar en España la justicia y la paz, a la par que se condena-ba
la conducta de los sacerdotes vascos. Tal como señala Tuñón de Lara, el ge-neral
Franco fue el instigador de esta carta pastoral firmada por todos los pre-
-
(3) La Guerra Civil de Historia 16, Toniu 13, p. 17.
ALGUNOS ASPECTOS DE LA ,\i I UAC ION DEI O ~ ~ S PPOIL DAIN 157
lados a excepción del cardenal Vidal y Barraquer y el obispo Mújica, que dis-crepaban
de la misma.
En el verano de 1937 el Vaticano estableció relaciones con el gobierno
de Franco y envió a monseñor Antoniutti en calidad de legado apostólico, Ile-gándose
a un pleno entendimiento con la Santa Sede a medida que Franco iba
mejorando sus posiciones militares y políticas,
La victoria de los rebeldes coincidió con la elección de un nuevo Papa,
Pío XII. El 16 de abril de 1939 en un mensaje radiado afirmaba: "el sano pue-blo
español salió en defensa de los ideales de la fe y de la civilización cristiana
y supo resistir el empuje de los que, engañados por los que les envenenaron
hablándole de un ideal de exaltación de los humildes, luchaban en provecho
del ateísmo".
EL LEVANTAMIENTO MILITAR: RESISTENCIA Y REPRESION EN LAS
PALMAS
El día 18 de julio de 1936, una compañía de soldados al mando del ca-pitán
Díaz Trayter proclama por las calles de Las Palmas el estado de guerra;
las autoridades leales al gobierno junto con elementos republicanos y sindica-listas,
así como la mayor parte de las fuerzas de seguridad, se recluían en el
gobierno civil. Simultáneamente la Federación Obrera convocaba la huelga ge-neral
que fue secundada masivamente, a la vez que se producen algunos tiro-teos
como el del día 19 en la Isleta, entre una patrulla militar y trabajadores
armados, en el que mueren dos soldados. Aquel mismo día y ante el ultimatum
del general Orgaz, que había ordenado instalar dos piezas de artillería ante el
gobierno civil, éste se rinde bajo la garantía del citado general de que no habría
represalias, lo que posteriormente sería incumplido.
A partir del 19, tomada ya la ciudad de Telde, la resistencia republicana
se centra en la zona norte, donde los trabajadores y las autoridades locales cons-tituyeron
comités y grupos de resistencia dirigidos por el diputado comunista
Eduardo Suárez Morales y el delegado gubernativo, el socialista y farmacéuti-co
de Agaete, Fernando Egea Ramírez. Tras el bombardeo del guardacosta "Ar-cila"
y la intimidación a la rendición arrojada desde una avioneta y ante la ma-nifiesta
superioridad rebelde, los leales al gobierno se rinden el día 21.
Hasta aquí una apretada síntesis del desarrollo de los acontecimientos
que siguieron al golpe militar en Gran Canaria. Desde el primer día del mismo
158 GRUPO PZRA EL ESTUDIO UE LA GUERRA ClVlL EN C4NARIAS
se desató sobre las islas una oleada represiva que no puede entenderse en fun-ción
del desarrollo de la guerra, pues Canarias era un escenario alejado de la
misma, ni tampoco por un posible clima de violencia anterior. Durante la Re-pública,
en nuestra provincia sólo hubo una víctima de la violencia política,
el militante socialista José Morales Ojeda, muerto por disparos de la guardia
de asalto cuando festejaba el triunfo electoral del Frente Popular. Sentado esto,
cabe definir las caracteristicas de la represión política desarrollada por los su-blevados
en las islas. Lo primero que sorprende es su brutalidad y extensión
temporal, pues en 1939, pocos dias después de acabada la guerra, se fusila al
maestro de Moya, Luzgérico Martin Valverde. Sobre las cifras, tanto de ejecu-tados
por consejos de guerra como los asesinados sin juicio, existe una contro-versia.
Nosotros pensamos que más que el número exacto de las víctimas, im-porta
el desentrañamiento de las características y objetivos de la represión. En
este sentido y, coincidiendo con muchos de los historiadores que han investiga-do
el tema, creemos en el carácter planificado de la represión política en nues-tras
islas, a tenor de las pruebas que poseemos. Respecto a las cifras de muer-tos,
la falta de una investigación científica hasta la fecha, ha posibilitado eva-luaciones
incorrectas de uno u otro signo. Así, la revista "Interviú" da la cifra
de 5.000 asesinados, atribuida a Pildain, mientras que el profesor Oswaldo Bri-to
cita la de 2.500. En el otro extremo, el general Salas Larrazábal menciona
la de 213, que no es admisible, pues su método de investigación se revela insufi-ciente
e inadecuado (4). En efecto, resulta insostenible pretender averiguar el nú-mero
de víctimas únicamente a partir de las cifras de los boletines anuales del
INE, que se formalizaba con los datos aportados por los registros judiciales,
cuando nosotros hemos descubierto una cantidad importante de "desapareci-dos':
no inscritos o inscritos recientemente. Aunque todavía no hemos concluido
la cuantificación de estas muertes, pensamos que su número oscila en una cifra
inferior al millar.
Por último debemos señalar que aunque el dolor y la pérdida de vidas
humanas es difícilmente cuantificable, es preciso entrar en su análisis, con el
objetivo de aclarar los hechos históricos y además conseguir una visión más
justa y exacta que la oficialmente impuesta durante la dictadura.
PILDAIN EN LAS PALMAS
Como ya hemos visto, la iglesia tomaría desde muy pronto partido por
el bando rebelde, brindándole no sólo su ayuda moral y espiritual sino como
-
(4) Pérdidas en la guerra civil, Ramón Sala, Larraribal. Ed Planeta, 1977
ALGUNOS ASPECTOS DE I A ALTV,\IION DEL OBISPO PlLDAlN 159
afirma el historiador Javier Tusell, cumpliendo papeles paraestatales en mu-chos
casos, incluyendo los represivos En efecto, tanto éste como otros auto-res
recalcan en este sentido el papel de los párrocos en la concesión de certifica-dos
de buena conducta, cuya denegación podía significar para el afectado du-ras
sanciones, incluyendo la pena de muerte. Es sabido la rigurosidad con que
se expidieron en muchos lugares, como en Galicia, donde los obispos instaron
a los sacerdotes a que no los extendieron a los "afiliados a las sociedades mar-xistas"
(@.
En Canarias hubo también participación eclesiástica en esta tarea, espe-cialmente
en Tenerife, donde el obispo fray Albino no sólo pecó por omisión
al no impedir las matanzas nocturnas entre los presos de Fyffe valiéndose de
su amistad con el general Dolla Lahoz, sino que, como señala Juan Rodríguez
Doreste en su trabajo sobre Pildáin, dio orden de que se denegaran estos certi-ficados
a los presos gubernativos y además publicó un encendido artículo en
un periódico de Santa Cruz reiterando la prohibición, y añadiendo que cual-quier
colaboración con los detenidos se consideraba complicidad ('1. En Las
Palmas, aunque menos, hubo también actitudes similares en miembros de la
iglesia, asi la comisión depuradora de Enseñanza que cesó a cerca de la mitad
de los enseñantes de la isla, estaba presidida por un sacerdote, y formaba parte
de la misma un canónigo ("'. Sin embargo, al lado de éstas y otras actitudes
de miembros de la iglesia, que en nuestra provincia, tras la llegada del nuevo
obispo son individuales, es de justicia consignar las de signo contrario. Tal es
la de los párrocos de San José y Cardones negándose a dar nombres de "ro-jos"
e intentando evitar la saca de sus feligreses, respectivamente; aunque la
figura que sobresaldrá en esta labor es sin duda la de monseñor Pildáin.
Los autores que tratan el tema de la represión franquista, citan como
único caso de protesta a la misma entre el episcopado de esta zona, al obispo
de Navarra monseñor Olaechea, quien en noviembre de 1936 declaró ante un
grupo de mujeres de Acción Católica: "no más sangre, que la decretada por
los tribunales de justicia, serena, largamente pensada, escrupulosamente dis-cutida,
clara, sin duda ... y no otra sangre" C9'. Omiten por lo general, a excep-ción
de los autores locales y de Onaindía, la labor de don Antonio en este cam-po,
que seguidamente pasamos a explicar.
-
(5) La Guerra Civil de Historia 16 ..., p. 14.
(6) Ibidem.
(7) Rodriguer Doreite, J., Doctor Pildain, 1890-1973, Col. Guagua, Las Palmas 1985, p. 28.
(8) Alcaraz Abellán y otros, La represión franquista en la enseñanza en la provincia de Las Pal-mas,
1936-1939, Rcvista Guiniguada, no 2.
(9) Arbeloa, V.M., Historia 16, La Guerra CiiD. Toiiio 13, p. 88.
160 GRUPO PAR4 EL ESIUL>IO 111 I \ <,i IK K \ < l V l L EN CANARIAS
Elegido diputado por la minoría vasco-navarra, coalición del PNV y los
carlistas, tuvo una destacada actuación en las Cortes Constituyentes republica-nas
defendiendo los intereses eclesiásticos frente al proyecto laico de la mayo-ría.
Tras el fin de su mandato no se presenta a la reelección, aunque siguió liga-do
al menos coyunturalmente, a la política, pues poco antes de las elecciones
de febrero de 1936, intentó mediar infructuosamente ante los monárquicos vas-cos
para que fueran coaligados con el PNV(IO). El 18 de mayo de 1936 seria
nombrado obispo de Canarias, aunque la llegada a su diócesis se dilataría casi
un año por la guerra, y sobre todo por la hostilidad de Franco, quien llegó a
recriminar al Papa por boca de su embajador en el Vaticano, el almirante Ma-gaz,
su nombramiento, por considerarlo nacionalista vasco ("1. Sobre su estan-cia
en Roma tenemos el testimonio del sacerdote Alberto de Onaindia, comi-sionado
por el gobierno vasco para llevar al Papa el famoso informe que lleva
su nombre, explicativo de la toma de postura progubernativa del PNV '12'. En
sus memorias, Onaindia explica que, a instancias del obispo de Oviedo, Dr. Eche-guren
(posteriormente muerto en un discutido accidente en su diócesis) '13', qui-so
comentar con don Antonio P., que habia sido profesor suyo, el mencionado
informe. Este se negó alegando que todos, "incluso los vascos", estaban man-chados
y que se abstuviera de tratarlo en público para no comprometerle. A
pesar de esta actitud, Onaindia valora positivamente la figura de Pildáin, y desde
su puesto de locutor de Radio París tras la guerra, siguió en contacto con su
labor, de la que cita su defensa de los trabajadores, sus críticas a los sindicatos
franquistas, su ayuda a los presos de la guerra; incluso explica que le escribió
en alguna ocasión para que se interesase por condenados a muerte (14).
El 19 de marzo de 1937 llega a Las Palmas en unos momentos trágicos
para la isla. En efecto, al contrario que en la Península, la represión se intensi-fica
en nuestra provincia a partir de diciembre del 36 por diversos motivos. Tras
las sacas de la capital, el 18 de marzo dan comienzo las del Norte de la isla,
precisamente el día anterior a su llegada, con la detención y asesinato en Aru-cas
de cerca de medio centenar de vecinos. El 1 de abril se repite en Gáldar
con otras trece victimas, y el 4 en Agaete con veintiocho. El Obispo debió de
tener pronto noticia de estos hechos, y poco después se presentó en este último
pueblo, exhortando en la Vecindad de Enfrente, el barrio más castigado, a que
cesaran las matanzas, segun nos refieren autores que lo oyeron directamente
-
(10) De Meer Lecha-Marro, F.. El PNV ante la guerra civil, en Historia 16, n" 132, p. 106.
(11) Tusell, J., opus cit., p. 15.
(12) Onaindia, A,, Hombre de par en la guerra. Buenos Aires, 1973, p. 65.
(13) Asociación de viudas republicanas de guerra en Asturiar, La fosa común del cementerio de
Oviedo, 1986, Oviedo.
(14) Onaindia, A,, opus cit., p. 67
ALGUNOS ASPEC~OSD E I \ . A < II \< I K ) 1~11 1 011151>0 P I IO AIN 161
de sus labios (15). Según otros testimonios que hemos recogido personalmente,
su presencia evitó una segunda saca.
El mismo año, un grupo de 21 presos que en su mayoría o totalidad es-taban
encartados en el consejo de guerra de Arucas, fueron llevados con el evi-dente
propósito de asesinarlos, hacia la Sima de Jinámar; a la altura de San
José la camioneta fue parada por don Aritoiiio P., que obligó al vehiculo a dar
la vuelta y llevar los detenidos a la cárcel. Este hecho que ha sido ya citado
en otro lugar '16), nos ha sido narrado por uno de los presos salvados por esta
intervención, don Jorge Pulido. Asimismo nuestras fuentes corroboran testi-monios
escritos, sobre su participación junto con el cónsul de Portugal don
Luis de Saa, en conseguir la conmutación de la pena de muerte de los 27 con-denados
en el citado consejo de guerra, siendo él en persona quien acudió a
comunicarlo ("). En la entrevista ya mencionada, don Rafael Vera señala su in-fructuosa
gestión en intentar evitar el fusilamiento de unos desertores '18). Por
último cabe señalar que, a diferencia del Obispo de Tenerife ya citado, ordenó
a los clérigos de su provincia que expidieran sin excepción, el certificado de buena
conducta, necesario para que los detenidos gubernativos pudieran salir en li-bertad
'19'. Que la figura de Monseñor Pildáin resultaba "incómoda" para las
autoridades del "Nuevo Estado", ya se ha documentado al referir su actuación
durante los tres años que duró la contienda. Posteriormente este desacuerdo
no hizo sino aumentar, en la línea de ese distanciamienteo del Obispo ante la
evolución y la práctica de las autoridades instituidas tras el levantamiento mili-tar.
En este apartado vamos a aportar una serie de datos, algunos inéditos, que
tienden a confirmar lo anteriormente expresado y que, dada la falta de espacio,
sólo tienen la intención de aproximarse a la acción pública del Obispo Pildáin,
sobre todo en su vertiente de relación con el Régimen Franquista.
El ocho de enero de 1939, aún sin concluir la Guerra Civil, el'diario
"Hoy" publica un Decreto del por entonces Gobernador Civil, Antonio Gar-cia
López, prohibiendo las rifas y actos benéficos y, atribuyendo su realización
en exclusiva a FET y de las JONS y Auxilio Social. Este decreto iba manifiesta-mente
dirigido contra la actividad del obispado que recogía fondos para fami-lias
necesitadas; así lo demuestra la airada réplica del Obispo en su discurso
-
(15) Millares Cantero, A , La politicaen Canarias.siglo XX, Edirca, Las Palmas 1983, p. 55; tam-bién
Crur Dominguer, A , Proceso de beatificación de Monseñor Pildain, "La Provincia",
5 de mayo de 1985.
(16) Ibidem.
(17) Rodriguez Doreste, opus cit., p. 26. Sabrc la visita tenemos el testimonio de dan Manuel Hen-riquer
Ruiz.
(18) Crur Dominguer, opus cil.
(19) Rodriguez Dorerte, J., opus cit., p. 1S
162 GRUPO PARA EL ESTU~>X~> > Ii \ L , I L X X \ < 1\11 i Y CANARIAS
de apertura de la sede de Acción Católica en Las Palmas, el 17 de enero de 1939,
en el que denuncia la notable carestía alimenticia que se sufría por entonces
y reivindica el derecho de la Iglesia a ejercer la caridad y organizar colectas.
Esta primera confrontación pública se saldó con una retractación del
Gobernador que tuvo que transigir.
Merece especial mención como punto de conflicto abierto con el Régi-men
la pastoral del Obispo, de diciembre de 1954, sobre los sindicatos y la si-tuación
de los trabajadores. Fue apenas mencionada en la prensa nacional; sin
embargo tuvo especial repercusión en medios católicos franceses e italianos, mo-tivando
una protesta oficial del Ministro de Asuntos Exteriores de Franco, por
entonces Martín Artajo, a través de su embajador ante la Santa Sede, Fernando
María Castiella, ambos pertenecientes, curiosamente, a la Acción Católica Na-cional
de Propagandistas C2O). En la citada pastoral se afirmaba que los sindi-catos
oficiales no se ajustaban a las enseñanzas papales y se reivindicaba de
alguna forma la libertad sindical, estableciendo además un paralelismo entre
los sindicatos oficiales del Franquismo y los de los regímenes socialistas. Prue-ba
de la importancia que Franco le dio a la misma, es la carta que su primo,
el Teniente General Francisco Franco Salgado Araujo, hace en sus memorias:
" ... el último martes, almorzando con S.E., salió en la conversación
la pastoral del Obispo de Las Palmas, Monseñor Pildáin, en la que
dice que los sindicatos no están de acuerdo con las enseñanzas socia-les
de la Iglesia (...) cuando estos sindicatos tienen un sacerdote y se
rigen por la más estricta moralidad. Por lo visto lo que el Obispo cen-sura
es que los trabajadores no tienen libertad para asociarse como
les parezca, en forma autónoma e independiente. Según dice en la pas-toral
nos compara con Rusia y demás paises del Telón de Acero, con
Argentina, Paraguay, etc. No cabe olvidarse que el Obispo Pildáin es
enemigo acérrimo del Generalísimo" i2').
Esta última cita hace referencia a los incidentes ocurridos durante la vi-sita
de Franco a Las Palmas que han sido referidos por diversos autores.
Mencionar también la intervención del prelado para intentar conseguir
el indulto de Juan Garcia Suárez, "El Corredera", condenado a muerte y eje-cutado
en octubre de 1959. Numerosos testimonios -el abogado del "Corre-dera'',
Germán Pirez y un largo etc.- corroboran sus infatigables esfuerzos hasta
-
(20) Tusell, J., Franco y los católicos, Alianza, 1986.
(2.1) Salgado Araujo, FI;, Mis conversacio,ic.$ 11iivadd.5 L.",, 1i;iiico. Planeta, 1986, p. 79.
ALGUNOS i\SPECTOS DF 14 \< I I V I<>\i l>l 1 I>Hl\i2<> PILDAIN 163
el último momento, actitud nada sorprendente si recordamos su comportamiento
con las víctimas de la represión.
Reseñar, por último, dos informes oficiales -uno policial y otro de Falan-ge-
de los años sesenta. Ambos, extraídas de los legajos de Orden Público
del Gobierno Civil, depositados en el Archivo Histórico Provincial, en los que
se menciona al Obispo. El primero de la Dirección General de Seguridad, de
mayo de 1962, en el que se informa sobre la visita del Obispo a Fuerteventura:
" ... últimamente se informó a esa central del contacto que mantuvie-ron
(se refiere a "los residenciados forzosos" en Fuerteventura: Ba-rros
de Lis, Alvarez de Miranda, Satrústegui y Miralles, que se encon-traban
desterrados en la citada isla por su asistencia el Coiigreso de
Munich), con el Obispo de la diócesis en esta isla de visita pastoral,
con quien estuvieron hablando e incluso con preferencia por parte de
éste en relación a las autoridades que fueron a cumplimentarle a su
llegada al aeropuerto".
El otro comunicado, procedente del Servicio de Información de FET y,
firmado por el subjefe provincial de la organización, Antonio Suárez Cárde-nes,
fechado en 1962, manifiesta:
"demagógicas conferencias del Obispo, nada favorables al Gobierno
han sido radiadas por la Emisora Diocesana".
Son éstas dos pequeñas muestras del enorme foso existente entre las auto-ridades
y el Obispo Pildain.
Hoy en día para intentar hacer una valoración de la ideología y actua-ción
del Obispo, resulta imprescindible reconocer la profunda influencia de su
lugar de origen; ya que el temprano desarrollo industrial y las características
especificas del Pais Vasco, condujeron a un desarrollo de las relaciones sociales
que diferían en diversos aspectos del resto del Estado. El movimiento naciona-lista
fue canalizado por el PNV, con el cual colaboró intensamente un sector
de la Iglesia local, aportando el carácter confesional del Partido. Pero también
la Iglesia resultó influida por los contactos con los sectores obreros de este par-tido
y de su sindicato -el Sindicato de Trabajadores Vascos-, dotándola de
una conciencia social poco común en el país (a excepción quizás de un sector
del clero catalán), y que junto con su nacionalismo constituyen las caracteristi-cas
definitorias de parte del clero vasco.
164 GRUPO PARA EL ESTUI>IC OL LA GUERRA CIVIL EN CANARIAS
Pildain que trabajó política y sindicalmente en este campo, resultó sin
duda influido por el mismo, como es evidente en su labor en Canarias. Estas
circunstancias no deben hacernos confundir al PNV con un partido de izquier-das;
ahora bien, en el panorama político español de la época con una derecha
marcadamente reaccionaria, su postura centrista era poco usual. Igual cabe de-cir
de Pildain; baste recordar su presencia como diputado en coalición con los
carlistas, a quienes tachar de reaccionarios resultaria suave, o su intento ya ci-tado
de conciliar electoralmente a la derecha monárquica con el nacionalismo
vasco en febrero de 1936, lo que sin duda hace más valorable su encomiable
labor de salvar vidas de opositores ideológicos, especialmente en el contexto
en el que se produjo.
Otros aspectos de su pensamiento no tienen esta característica; nos refe-rimos
a su conocido integrismo en materia moral e intelectual que le llevó a
adoptar actitudes que, en varias ocasiones, sobrepasaron al Régimen Franquis-ta
en este campo. Baste recordar su rotunda condena de Galdós y Unarnuno,
su oposición a la compra del Archivo de la Inquisición, a los bailes, a los baños
mixtos en las playas, a determinadas peliculas, etc ...
Hoy, a los catorce años de su muerte, pensamos de todos modos que
los aspectos que prevalecen de su personalidad son: el ser consecuente con sus
ideas, recto en su proceder, avanzado en lo social y su trasfondo humanista.