Daniel Barreta González: Recensiones
RECENSIONES
Daniel Barreto González
Profesor de Filosofía del ISTC (Sede Gran Canaria)
EMMANUEL LÉVINAS, TEORÍA FENOMENOLÍSTICA DE LA
INTUICIÓN, SÍGUEME, SALAMANCA, 2004
En los últimos años asistimos, no sólo en el ámbito de la Filosofía, sino
en otras modalidades de discurso, a un uso repetitivo del motivo del otro, de
la diferencia y la tolerancia que a menudo se asocia al pensamiento de
Lévinas. El lugar común puede llegar a distorsionar la seriedad y dificultad
de un pensamiento que ha interrumpido el curso de la Filosofía occidental y
su herencia. Confundir la descripción lévinasiana de la experiencia ética con
una Retórica de las buenas intenciones, de la tolerancia o incluso de la integración
social como suma de reciprocidades, de derechos y deberes, no se corresponde
con el minucioso y difícil trabajo conceptual que busca hacer decir
a la Filosofía mucho más de lo que su propia condición le permite. Correr el
riesgo incluso de transformar la Filosofía, inquietarla o solicitarla hasta el
punto de que aquello que la trascienda ponga en cuestión nuestra concepción
misma del pensar.
Jacques Derrida desde los años sesenta, pero también últimamente
Stéhane Moses, «Au-dela de la guerre» (2004) y Thomas Askani <<Die Frage
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nach dem Anderen», (2002) nos han mostrado como la embestida de Lévinas,
su llamada a la irrupción del otro como exigencia de responsabilidad, requería
su producción en el lenguaje mismo que afronta su testimonio. <<De otro
modo que ser» (1974) generaba esa trascendencia en el tono de la escritura filosófica.
En cambio, la desactivación del pensamiento de Lévinas en un catálogo
de tópicos, de repeticiones fáciles, amenaza con cerrar la salida hacia la
exterioridad ética que el lenguaje mismo debe producir o quizá mejor, debe
acoger.
Si queremos estudiar en detalle los libros de Lévinas y comprender el itinerario
y el esfuerzo conceptual en el que se desencadena su pensamiento, el
conjunto de problemas desde el que se busca decir en la propia escritura, la
novedad del acontecimiento del otro en Filosofia, conviene ejercitarse pacientemente
en el Lévinas fenomenólogo. «Con la fenomenología contra la
fenomenología» puede ser un santo y seña para comenzar a ubicar su "trabajo
en filosofia", desde sus años de aprendizaje a libros como «Fuera del sujeto
» (1986). Y esa entrada en la fenomenología husserliana podemos hacerla
de la mano del propio Lévinas, como de hecho hicieron muchos franceses -
entre ellos reconocidos como Sartre- cuando Husserl todavía era poco conocido
al sur del Rin.
Lévinas, tres décadas antes de la publicación de su obra clave, «Totalidad
e Infinito» ( 1961 ), aparecía como un j ovencísimo descubridor y divulgador en
Francia del pensamiento de Husserl. Junto al libro que nos ocupa habría que
ubicar en esta etapa de estudio e indagación en la fenomenología su reseña
de las Ideas I de Husserl, «Sur les Ideen de M E. Husserl» -verdadera guía
de lectura de la obra de 1913- y el ensayo «Fribourg, Husserl et la phénoménologie
», recogidos en «Les imprévus de !'historie» (1994) y de la que ya hay
anunciada próxima traducción al español.
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Tras comenzar estudios de Filosofia en Estrasburgo, ciudad siempre embajadora
en Francia del mundo intelectual alemán, el judío lituano Lévinas se
traslada a la cercana Friburgo para escuchar a Husserl. La fascinación se desplazará
pronto hacia la figura emergente de otro fenomenólogo, pronto heterodoxo,
Martin Heidegger. Por otro lado, la fascinación cuyo lado más importante
en lo que respecta a la lectura lévinasiana de Heidegger será, en buena
parte, sustituida por una imposibilidad de perdonar el compromiso del
autor de «Ser y tiempo» con el nazismo. Pero sería alejamos mucho del hori-
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zonte en el que se inserta este libro, que ya deja entrever la arrolladora influencia
de los temas heideggerianos.
En «La teoría fenomenológica de la intuición», el lector encontrará una
primera puerta de acceso, de exposición asombrosamente clara, tanto al método
fenomenológico que siempre será inspiración para el quehacer de
Lévinas, como a la prehistoria de la crítica de Lévinas a Husserl. El libro comienza
con una muy precisa crítica a la Psicología naturalista, al naturalismo
científico. Aplicar a la psique humana el modelo fisico-matemático consolidado
a partir de Galileo implica tratar al hombre como un objeto más entre
objetos, lo cual falsea íntegramente el sentido verdadero del conocimiento humano.
El naturalismo o el materialismo repite la tesis totalitaria del idealismo,
en tanto reduce la conciencia al ser único de la naturaleza fisica, explicada según
relaciones exclusivamente causales y en la que cualquier otra forma de
existencia se disuelve en ilusión o epifenómeno de esa otra realidad subyacente
de cualidades primarias. Todo lo real es traducido por el naturalismo al
patrón de la cosa material. Frente a la dignidad de los datos percibidos directamente
tal y como se nos aparecen, la ciencia fisicalista postula su sustitución
por entidades únicamente explicables como átomos materiales encadenados
causalmente.
¿No sigue siendo la crítica al naturalismo asombrosamente necesaria en
la actualidad? Ni la abstracta "opinión pública" -lo que nadie en concreto opina
pero es reconocido por todos como verdad- ni la alta investigación científica
han salido de un vago empirismo del sentido común ni se han hecho cargo
de esa crítica de Husserl -o de gente que vino después como MerleauPonty-
a la simplificación naturalista de la existencia. Y se trata de un tema en
el que, como vio el propio Husserl, y expuso con claridad al final de su vida,
[nos jugamos la herencia misma de la cultura occidental]. O más, la recuperación
de la dignidad de la vida subjetiva, de la "vida". A propósito de los problemas
de los que intenta ocuparse la Bioética esta reanudación de la crítica
al naturalismo es urgente.
El gesto revolucionario de Husserl será mostrar cómo la naturaleza no
agota en su identidad para con la conciencia. Antes bien, la conciencia es la
categoría primera del ser, la [Ur-Kategorie des Sein}. Se trata de devolver a la
conciencia, la percepción y la vida subjetiva en general la dignidad ontológi-
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ca primera que el naturalismo le ha escamoteado. La conciencia tendría una
existencia absoluta frente a los distintos modos de existir, pero no en un sentido
idealista como en Fichte. La esencia de la conciencia, que tiene una existencia
no conmensurable con la serie contingente de cosas naturales, pues
consiste esencialmente en estar volcada hacia la exterioridad. La conciencia
es una referencia a lo externo. No habría conciencia sin exterioridad o trascendencia,
esa esencia -no atributo de una conciencia sustancial, sino el ser
mismo de la conciencia- la denomina "intencionalidad". La afirmación lévinasiana,
décadas más tarde, del otro hombre como alteridad que no se deja
sintetizar en la luz del aparecer en la conciencia, en lo inmanente, ¿puede pensarse
como una radicalización extraordinaria de la noción de intencionalidad?
Puede preguntarse.
De la mano de la noción de "intencionalidad", gran aportación de Husserl
a la Filosofia, llegamos una teoría de la verdad. El rastreo que Lévinas dedica
a la exposición de esa teoría de la verdad en Husserl y su comparación con
las teorías anteriores en la Historia de la Filosofia es otro de los momentos
desveladores del libro.
Vemos que los actos intencionales pueden ser significativos o intuitivos. La
relación intencional significativa consiste en un acto que señala o apunta al objeto,
lo mantiene a distancia en su referirse específico a él; ya sea en tanto objeto
recordado, soñado, querido, juzgado o cualquier modalidad intencional. En
cambio, la intuición es un acto intencional en el que la cosa se da personalmente
en plenitud [Fülle} de su presencia y no como meros significados. No cabe dudar
de su donación como evidencia íntegra. Ahí estaría la fuente de toda verdad,
en la intuición de lo evidente. La Filosofía anterior, por ejemplo en Leibniz, había
concebido la verdad como la lógica unión entre un sujeto y un predicado. La
verdad era un asunto de correspondencia lógica. Pero la intencionalidad ha trastocado
la histórica separación entre sujeto y objeto, como se mantiene también
en Kant. La intencionalidad, al considerar esencialmente a la conciencia como
trascendida, al pensamiento mismo como lo que trasciende, presenta la verdad
como el contacto entero y pleno con el ser de la cosa.
La superación crítica del naturalismo -como de la otra cara de la misma
moneda, el idealismo- deja libre el campo para la rehabilitación de una infinita
serie de objetos redescubiertos como dignos de conocimiento y de una
comprensión fenomenológica estricta.
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Desactivada la tesis naturalista de la pertenencia de la conciencia a lo natural
como otro objeto gracias a la reducción eidética y trascendental -la famosa
"puesta entre paréntesis"-, la distinción entre hechos y esencias se impone
a la conciencia. Cualquier fenómeno está intensamente compuesto de
elementos anexos, causales o pertenecientes a otras estructuras que es preciso
aclarar gracias a la variación infinita en la imaginación: ésta arriba a una invariante,
la esencia del objeto, que ya operaba en la actitud natural al relacionamos
y percibir las distintas regiones ontológicas. La reducción eidética nos
sitúa frente a las esencias, que guían el mapa de [las distintas esferas de lo
real], hacia donde se dirige el trabajo infinito de una fenomenología como
ciencia estricta.
Las críticas de Lévinas, guiadas en buena medida por el pensamiento
de Heidegger, se refieren a la prioridad dada por Husserl a la intencionalidad
teórica frente a otras como la afectiva o la axiológica. Ahora bien,
no olvida reconocer que la posibilidad de esa crítica al intelectualismo
presente en la prioritaria vinculación entre existencia e intencionalidad
teórica procede del propio Husserl. Si la verdad es el alcance pleno y evidente
de la cosa y no una correspondencia lógica, puede haber vivencia
de la verdad en actos intencionales no recubiertos por la modalidad teórica.
Sin embargo, ni siquiera en Ideas I, se librará Husserl plenamente
del intelectualismo, permaneciendo con ello fiel a la corriente dominante
de la Filosofía occidental.
Junto a esa crítica, Lévinas indica ya la necesidad de salir del ego individual
como zona primera y absoluta de la reflexión fenomenológica:
[ ... la reducción egológica no puede ser más que un primer paso hacia la
fenomenología. Hace falta también descubrir a los «otros», al mundo intersubjetiva]
(p. 184). Sabemos que esa fue la dirección del itinerario de
Husserl, como encontramos en la «V Meditación cartesiana», traducida no
casualmente por Lévinas. De todos modos, escuchar esa indicación de alguien
que décadas más tarde escribirá «Totalidad e Infinito» resulta cuanto
menos emocionante.
En esa línea de reconstrucción e indagación del pensamiento de Lévinas
en sus raíces fenomenológicas, el interesantísimo estudio de la traductora,
Tania Checchi, ofrece al lector una revisión de la «Teoría fenomenológica de
la intuición» a la luz de los trabajos posteriores de Lévinas.
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LA PENSÉE DISPERSÉE FIGURES DE L'EXIL JUDÉO-ALLEMAND,
LIGNES EDITIONS LÉO SCHEER, FRANCIA, 2004
Algunos cuadros de Paul Klee, por ejemplo Villesjlorentines (1926), podrían
adjetivarse muy bien con el término micro lógico, que Adorno emplea para caracterizar
cierto estilo de escritura de Walter Benjamín. El trazado simple y a la
vez minucioso de casas, puertas y ventanas, entreverado con líneas que aspiran a
signos, más cerca del mero gesto que del significado, pero que también arrastran
toda la historia simbólica de la cruz o de la estrella. Inscripciones mínimas que hacen
de las casas, palabras y de los trazos gestuales, espacio urbano o paisaje. La
mirada que inscribe el texto en el cuadro, ese tejido entre partitura musical y jeroglífico,
es ciertamente micrológica. Un lagos de lo ínfimo guarda un trasfondo
sin final que potencia sin consumirse en él las categorías conceptuales generales.
Así, creemos comprender, se presenta muchas veces la escritura de
Walter Benjamín. Pensemos en los ensayos sobre Baudelaire o en la
Passagenwerk. Los elementos materiales concentran el pensamiento sin que
éste los volatice, asumiéndolos. Pero no por ello se renuncia a la fuerza relacional
de los conceptos, que engarzan los planos de la sociedad, la cultura y
la política en redes móviles donde se acabaron los compartimentos estancos.
El libro de Enzo Traversa se ha educado en esa escuela de micrologías
que es la de la escritura de Walter Benjamín y nos entrega así toda una recopilación
de circunstancias biográficas de Theodor W. Adorno, el propio Walter
Benjamín, HannaArendt, Joseph Roth y Sigfried Kracauer, vidas de exilio entre
el mundo de la simbiosis judea-alemana y su destrucción. Trabajo de historiador
que, precisamente por serlo, nos extraña haya despersonalizado en el
título, con la sustantivación de "El pensamiento" unos textos que -a nuestro
juicio- tienen su especial valor en el interés por las relaciones personales,
nombres propios y tangencia entre biografia y sucesos histórico-políticos.
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Porque no deberá ser secundario atender, como sucede por ejemplo en el
tercero de los ensayos sobre el epistolario entre Adorno y Benjamin, la situación
en la que éste podía subsistir durante la guerra en París, y cómo afectaba directamente
a la posibilidad de debate abierto con su alumno benefactor, a salvo en
Estados Unidos. En el mismo sentido se desarrolla su estudio de la bohemia europea
y la inscripción en ella de las trayectorias de Marx y Benjamin -en una línea
inspirada y a la vez lúminosamente suplementaria de los ensayos de éste-.
El ensayo sobre el escritor Joseph Roth quizá deja ver más nítidamente
que otros de los trabajos que componen el libro, las coordenadas presente y
futura desde la que Traverso escribe. La posibilidad de una construcción europea
cosmopolita es el patrón de lectura de la visión que un Joseph Roth,
de patria desvanecida, desarrolla de Europa durante su exilio en Francia, siguiendo
para ello el modelo idealizado de los pueblos perifericos del desaparecido
Imperio Austro-Húngaro. Sin duda, el ensayo sobre Roth puede
leerse como toda una inspiración de posturas políticas con respecto a la
Europa por venir.
El ensayo sobre la trayectoria vital e intelectual de Siegfiied Kracauer, junto
al valor intrínseco de armar una introducción de su obra, muestra también, como
en escorzo, lo que fue la actividad de Martin Buber y Franz Rosenzweig
-tanto filósofos como singulares traductores de la Biblia judía- en la Freie
Jüdische Lehrhaus de Frankfurt; las referencias emergentes en lengua castellana
a las vías al neues Denken -pensamiento nuevo, según designación del propio
Rosenzweig- disponen aquí de un ángulo de visión no tópico sobre la situación
histórica de esa otra importantísima escuela de Frankfurt.
Por muchas razones tenemos en este libro una aportación más que indispensable
para el estudio y la indagación en los horizontes históricos de varios
caminos del pensar esenciales en la filosofia del siglo XX y más allá, en el
quehacer presente y en el futuro. Entre todos sus motivos de posible inspiración
no es el último el planteamiento de una determinada idea de Europa que
crezca sobre una autocrítica constante en la que el recuerdo de Auschwitz debiera
ser referencia continua, si no su condición indispensable.
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