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INTRODUCCIÓN Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. LAS IDEOLOGÍAS1 Ramón Echarren Ystúriz Obispo de Canarias 1.- Es un tema complejo. No es fácil. Participa, incluso para su definición, de elementos filosóficos, sociológicos, psicológicos y psicosociales, además de antropológicos: esto significa que participa de muchas dimensiones que afectan al ser humano. 2.- Es un tema importante. No existe ser humano alguno que no sustente alguna ideología, o que no sustente varias ideologías o elementos de diferentes ideologías, que incluso pueden ser, no sólo diferentes, sino hasta contrapuestas. Y no sólo el ser humano tiene su ideología, o elementos de ésta, sino que también pueden tenerla determinadas sociedades, asociaciones, grupos humanos y religiosos, familias, monasterios, religiones enteras, y por supuesto, partidos políticos. Esta conferencia fue impartida por el Sr. Obispo, el21 Enero de 2000, en el Monasterio de la Santísima Trinidad, de las Medianías en Telde, a la Comunidad de Carmelitas Descalzas. Nos parece que es de vigente actualidad. Esta aportación que hace el Pastor de la Diócesis nos introduce en un amplio debate aún hoy sin cerrar. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 30 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Igualmente se puede hablar de ideologías dominantes o de grupos ideológicos dominantes o prevalentes en una nación, en una región, en un pueblo, en una autonomía enmarcada en una época determinada, e incluso en una generación concreta, en unos jóvenes o una profesión, en hombres o en muJeres. Y debemos tener claro que no existe ser humano alguno que no participe de una u otra ideología, o en el que no se amalgamen elementos ideológicos, más menos coherentes entre si. De tal manera es así que afirmar: Ah, pues no tengo ninguna ideología, es ya prueba de sustentar una. 3.- Es un tema de gran trascendencia para la vida cristiana. Las ideologías pueden llevar al creyente a sustituir la obediencia al Señor, y a su Buena Noticia, por una obediencia a exigencias de ciertas ideologías, quedando desengañado y alejado de la verdadera doctrina, la verdadera moral y la verdadera Iglesia. 4.- Es un tema fundamental para purificar nuestra obediencia a CristoJesús y a su Iglesia. Las ideologías buscan siempre usar la religión cristiana para justificarse y sacralizarse, de tal forma que sus afirmaciones, propias de la ideología, parezcan provenientes de Dios o del Cristianismo, y por tanto, justificadas y santificadas por Dios y su Iglesia. 5.- Es un tema de gran importancia pastoral. Los cristianos podemos a pensar que estamos evangelizando, cristianizando y dando testimonio de Cristo, cuando en realidad no hacemos más que ideologizar al oyente, llevándole a abrazar el Evangelio de Jesús y su Persona cuanto que ideología, o a un cristianismo tan ideologizado que puede haber deformado el verdadero rostro de Cristo-Jesús. 6.- Una última advertencia como introducción. Fujimori, un filósofo muy en boga en estos últimos años, ha puesto de moda la idea o la afirmación de que hemos llegado al fin de la Historia, y de que todas las ideologías han muerto. Y se habla de la postmodemidad en este sentido, como la etapa que comienza tras la muerte del Racionalismo, de la Ilustración, del Marxismo, del Liberalismo, de la ideología freudiana ... y hasta de la muerte de las grandes religiones. Esta afirmación, aún en el caso de Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. que fuera cierta, sólo representaría la aparición de otra nueva ideología, pero jamás el final de las ideologías. DEFINICIÓN O DEFINICIONES DE IDEOLOGÍA No es fácil definir «ideología». Desde una perspectiva sociológica se define ideología como el conjunto de ideas, creencias y modos de pensar característicos de un grupo, nación, región, casta, época, profesión u ocupación, secta religiosa, partido político, etc. Estas ideologías están condicionadas y determinadas por la situación geográfica, histórica y climática, por las actividades habituales y por el medio cultural de sus respectivos grupos. Así, por ejemplo, dos personas de la misma nacionalidad o de la misma religión, pero de diferentes profesiones, pueden compartir la ideología predominante en la nación, pero diferir en sus respectivas ideologías profesionales (Maurice Parnalee, en Diccionario de Sociología, Fondo de Cultura Económica). Desde el punto de vista filosófico, el término «ideología» se comienza a usar en los inicios del siglo XIX ( 1801 ), por Desdret Detracy, y el término se aplica, no a una especie cualquiera de análisis filosófico, sino a una doctrina más o menos privada, carente de validez objetiva, pero sustentada o mantenida por los intereses, conscientes o inconscientes, explícitos y evidentes o escondidos, de los que la utilizan. La noción de ideología, en este sentido, resulta fundamental para el Marxismo, a mediados del siglo XIX, pues es uno de sus instrumentos polémicos contra la cultura que Marx denomina burguesa. Marx afirmó las dependencias de las creencias religiosas, filosóficas, políticas, morales de las relaciones de la producción y del trabajo, tal como se constituyen en toda fase de la historia económica, que se dio en llamar «materialismo dialéctico». Para el Marxismo, ideología es el conjunto de creencias que tienen como fin el servir a la defensa de los intereses determinados de algunos en determinadas fases de la Historia de la economía. En 1916, Wilfredo Pareto, desde una incipiente Sociología, identifica «ideología» con la noción de teoría no científica, es decir, con que no es lógico- experimental. Según Pareto, una ideología puede ser juzgada: -por su aspecto objetivo, es decir, en relación con la experiencia entendida como el resultado de la investigación empírica. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. -por su aspecto subjetivo, es decir, por su fuerza persuasiva. -por su utilidad social, es decir, por su utilidad para el que la produce o la acepta. Por lo tanto, y según Pareto, ciencia e ideología pertenecen a campos separados, e incluso opuestos, que nada tienen en común: la ciencia, el campo de la observación y el razonamiento; la ideología, el campo del sentimiento y de la fe. A esta distinción se le dio una gran importancia puesto que, para sus seguidores, ella permitía, por una parte, hacer imposible considerar como verdadera una teoría persuasiva o también considerada persuasiva y útil, como teoría verdadera; y por otra parte, favorecía la comprensión antes de condenar, y distinguir entre el estudioso de los hechos sociales y propagación, el proselitista o el apóstol. Tal vez lo más importante de Pareto sea el haber establecido que la función primera de la ideoligía es la de persuadir, es decir, la de dirigir la acción. Contra Pareto, Mannhein distingue un concepto particular y un concepto universal de la ideología. En sentido particular, se llama ideología al conjunto de las imitaciones más o menos deliberadas de una situación real, con cuyo exacto conocimiento contrastan los intereses del que sostiene la ideología misma. En sentido general, se entendería la visión total del mundo por parte de un grupo humano, o, por ejemplo, de una clase social.Según él, las ideologías son las ideas que trascienden la situación y que nunca lograron ni logran, de hecho, realizar su contenido virtual, y ello aunque en ocasiones contengan motivos bien intencionados respecto a la conducta de los individuos, pero que cuando se aplican en la práctica, se suele deformar su sentido. A este respecto, pone el ejemplo del amor fraterno de los cristianos que, en una sociedad basada en la servidumbre, es una idea irrealizable y, en este sentido, es ideología, aunque se reconozca que puede actuar como motivación en la conducta del individuo. Para él, por tanto, la ideología es lo que nunca llega a realizarse plenamente, frente a la utopía, la cual llega a realizarse, aunque actualmente «utopía» signifique justo lo contrario. Hoy día todo lo dicho apenas tiene ya valor alguno. En nuestro tiempo, el significado de ideología representa un sistema de creencias de amplio sentido, y con capacidad de controlar y dirigir el comportamiento de los hombres en una situación determinada. De ahí, por ejemplo, que el amor fraterno del que habla Mannhein, no debe ser valorado por el hecho negativo de que tal Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. principio no se realice en una sociedad basada en la servidumbre, sino en el hecho de que precisamente en una sociedad cuyas base es ésta, el amor fraterno puede dirigir la conducta de no pocas personas. Según lo dicho, en la actualidad se puede denominar «ideología» a toda creencia, entendida en sentido amplio, adoptada como mecanismo de control de los comportamientos colectivos, tenga o no validez objetiva. Los cristianos tenemos que recordar, asumir y comprender la importancia de la Revelación del hecho de la libertad de los hijos de Dios, a fin de evitar ofrecer el cristianismo como una ideología más, como pura moral casuística. Si no cumplimos los mandamientos y demás exigencias evangélicas, como las del Sermón del Monte, con total libertad y aceptándolas libremente de todo corazón, habremos convertido el cristianismo en ideología, pues no se va a Dios mediante el cumplimiento puntilloso de la ley, sino que es preciso encontrarse con el Señor, para cumplir libremente los mandamientos y la ley entera. De ahí, el cuidado que debemos tener a la hora de intentar orientar la conducta de los hombres, sus comportamientos, legislaciones; y el cuidado a la hora de condenar o apoyar determinadas conductas, y así no impondremos comportamientos en base a nuestra fe y moral, llamada ley natural, ni dirigiremos la sociedad según nuestra fe y moral, como si todos fueran cristianos convencidos. De esa manera es como el cristianismo y su moral se convierten en ideología. Se trata, no de vencer imponiendo nuestras normas, libremente aceptadas desde nuestra fe en el Señor, sino de convencer desde el valor humanizador y liberador de la Buena Noticia de Jesús. Es un hecho que todos estos conceptos ideológicos no pasan de ser un subterfugio del materialismo, tanto marxista como liberal, hoy vigentes en nuestra sociedad y en el mundo entero, ante la realidad innegable de lo espiritual. Aunque ello no nos debe llevar a negar que el espíritu humano, en sus actuaciones, está inevitablemente unido o ligado de múltiples formas a la materialidad, y, por ende, también a la Economía, la cultura, la Genética, la Psicología y a la Psicosociología. Con lo que llevo dicho, creo que es fácil comprender que estamos ante un término que comporta una gran vaguedad conceptual que posee una amplia polivalencia conceptual, y cuyas definiciones son muy diferentes y poco precisas. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Vamos ahora a situarnos más en una perspectiva más actual. Concretamente, en las definiciones que nos ofrecen sociólogos y filósofos de nuestro tiempo. También ahora, al hablar de ideología, unas veces se destaca su nivel de acción, definiendo así la ideología como un sistema de ideas establecido con vistas a la acción, en el que las ideas se coordinan para actuar sobre una realidad, bien sea para crearla, bien sea para justificarla; otras veces se considera la ideología como un término político, como opina Lowenstein, la define como: "es un sistema corriente de ideas y de creencias que explica la actitud del hombre frente a la vida y la sociedad, y que lleva a la adopción de un estilo de comportamiento que refleja esas ideas y creencias, y que está conforme con ellas". Para otros como A. Schaff: "es un sistema de opiniones que, basadas en un sistema de valores admitidos, determina las actitudes y comportamientos de los hombres en relación con los objetivos de desarrollo que se desean para la sociedad, para el grupo social y para el individuo". Para R. Aron: "las ideologías son todas las ideas o sistemas de ideas aceptadas por los individuos como verdaderos y válidos, sin tener en cuenta su origen o su calidad". Incluso llega a considerarse como: "un conjunto intelectual que expresa, interpreta y justifica las necesidades y las aspiraciones colectivas de un grupo, con el propósito de establecer, mantener o modificar un determinado sistema de relaciones económicas, políticas y sociales, ya sea entre los miembros del grupo, ya sea entre éste y otros grupos", según Prini. Hoy, casi de manera general, se va entendiendo la ideología como un sistema de creencias o valores que se utilizan en la lucha política de partidos, para influir en el comportamiento de las masas y orientarlas hacia una dirección y alejarlas de otra, y así obtener consenso y fundamentar la legitimidad del poder, de acuerdo con Bobbio. Dicho de otra manera, según S. Giner, "una ideología es una concepción del mundo social explícita y obligatoriamente mantenida por una colectividad, concepción con la que esta colectividad explica su propia existencia, de lo que se deduce un plan general de acción y la imagen de la autoridad legítima, con la que, de modo coherente, trata de controlar su propio entorno social". Durante los últimos veinte años, en occidente se ha desarrollado un gran debate relativo al ocaso de las ideologías, agudizado por la publicación en 1960 del ensayo «El fin de las ideologías», de O. Bell, y posteriormente, Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. por la obra «El fin de la Historia», de Fujimori. La tesis es que llega una era político-científica, que constituye un éxito de la sociedad estadounidense, frente al fracaso de la sociedad rusa, del comunismo y del socialismo real, basado sobretodo en supuestos ideológicos. Estas afirmaciones, reafirmadas tras la caída del Muro de Berlín, han dado lugar a dos tendencias principales: A-la que considera que, después de la Segunda Guerra Mundial, y a consecuencia de las tragedias que comportó, ha tenido lugar una disminución del conflicto entre los grupos socio-políticos en relación con la problemática concerniente a los objetivos de las sociedades y los medios políticos más adecuados para alcanzarlos. B- la apoyada por los investigadores que sostienen las despolarizaciones o desradicalizaciones ocurridas o previsibles de grupos particulares, situados a la derecha e izquierda del espectro político, así como por lo politólogos que sostienen la insignificancia de las ideologías que refleja y se basan en problemas del siglo precedente para resolver los problemas del presente siglo. Aquellos que son críticos con la afirmación del fin de las ideologías sostienen que esa tesis representa una nueva forma de ideología conservadora, encaminada a desanimar todo intento de modificación estructural de la sociedad; es decir, que se reduce a un fetichismo del empirismo, a una exaltación de la apatía. De hecho, representa un descarado apoyo a la ideología liberal o neoliberal, según C. Wright Mills. Los defensores de la tesis del ocaso de las ideologías recibieron un duro golpe con la explosión de revueltas estudiantiles y obreras del Mayo del 68, que supusieron una importante crítica contra el mito tecnológico y contra las tesis del progreso material, de acuerdo con B. Cattarinussi. Finalmente, digamos que «ideología» se puede definir como un sistema de pensamiento sostenido por motivaciones y finalidades de orden político, es decir, una teoría determinada por la praxis, independientemente del sistema político-social de clase. En cualquier caso, la ideología se basa en la falta de criticidad del pensamiento ideológico: no dialéctico, rígido, pretendidamente definido y que rechaza la novedad. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Y aquí debo hacer algunas precisiones respecto al cristianismo, en el sentido de que no es, ni debe ser, una ideología, aunque no pocas veces los cristianos la entendamos así; a- La ideología no es dialéctica. El cristianismo se fundamenta en el diálogo de Dios con el hombre, con la humanidad. Es esencialmente dialéctico: Jesús, el Hijo de Dios, es la Palabra de Dios que se hace hombre, para comunicarse con el hombre y para que el hombre pueda dialogar o comunicarse con Dios. b- La ideología es rígida. El cristianismo es flexible, pues existe una evolución homogénea del dogma, y la moral se adapta a las conciencias y éstas a la moral. El cristianismo se imbrica en diferentes culturas de lugares y tiempos distintos. La moral cristiana nunca es rigorista: recordemos las controversias de Jesús con los fariseos. e- La ideología pretende ser definitiva. El cristianismo es, en cambio, un proceso que se desarrolla desde la creación hasta la Encamación del Hijo de Dios, y desde su vida, muerte, resurrección y ascensión, hasta el fin de los tiempos. Se trata de un proceso conducido por el Espíritu, en el que crece el Reino de Dios y su justicia, y que alcanzará su plenitud al final de los tiempos, cuando todo sea recapitulado en Cristo. Sólo cuando acabe este mundo, entraremos en lo definitivo, es decir, en los nuevos cielos y en la nueva tierra, en la que ya no habrá luto ni lágrimas, ni dolor alguno, sino tan sólo paz y alegría por los siglos de los siglos. Para los cristianos, no hay nada absoluto, pues tan sólo Dios lo es, no lo absoluto, sino el absoluto, y todo lo que hay en el mundo y en la propia Iglesia es, de algún modo, relativo. d- La ideología rechaza toda novedad que pueda modificar su propia identidad. El cristianismo, por el contrario, sostiene que el Evangelio es siempre algo nuevo, es Buena Nueva, es siempre «buena » y siempre «noticia». Un ejemplo de esa novedad representarán los Concilios Ecuménicos, las reformas mismas de la propia Iglesia, como las sucesivas reformas litúrgicas, la sucesiva definición de dogmas, la evolución de la Teología y la espiritualidad, la asimilación cultural del Evangelio en cada época, la sucesiva fundación de órdenes religiosas y las reformas y las reformas pastorales, entre Almogaren 35 (2004) 29- 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. otros ejemplos. El cristianismo no modifica su origen, sus referencias a la Persona y al Mensaje de Jesús en su realidad concreta, pues son acontecimientos, hechos, realidades y no una doctrina o unos enunciados teóricos. Son hechos que, por ocurridos, son inmodificables. Pero, de hecho, la percepción y la expresión de esas realidades, o de esos mismos hechos, sufren las modificaciones propias de la necesaria encamación de la fe en cada lugar y en cada tiempo, encamación que refleja admirablemente la ley de la Encamación del Señor. Cuando afirmamos, por ejemplo, que Jesús es el Hijo de Dios, o que María es Virgen antes, en el parto y después del parto, cuando afirmamos que Jesús ha resucitado, que Dios es Uno y Trino, no estamos afirmando enunciados conceptuales, o simples ideas definidas teóricamente, sino que estamos afirmando que creemos en hechos reales, en acontecimientos que han ocurrido, o que han sido, son y serán un día. No se rechaza ninguna novedad, ideas o conceptos, y no se admite su modificación. Por todo lo dicho debe inferirse que el cristianismo no debe convertirse jamás en una ideología. Y si algún cristiano convirtiese el cristianismo en una nideología, estaría degradando la fe, la esperanza, el amor, el Mensaje de Cristo y la vida cristiana. Precisamente porque el cristianismo no es una ideología, ha sido posible que haya subsistido durante veinte siglos y que haya dado lugar a santos tan diferentes con S. Pedro, S. Pablo, Sta. Lucía, S. Agustín, S. Anselmo, Sto. Domingo, S. Francisco de Asís, S. Ignacio de Loyola, S. Francisco Javier, Sta. Catalina de Siena, Sta. Isabel de Hungría, Sta. Teresa de Jesús, S. Alfonso M. de Ligorio, Sta. Teresita, Edit Stein, S. Maximiliano Kolbe, S. Juan Bosco, etc ... Por la misma razón, ha dado lugar a que hayan existido los Apóstoles, los Mártires, los Anacoretas, los Santos Padres, los mendicantes, el Carmelo, los Benedictinos, las órdenes contemplativas, las Congregaciones y Órdenes religiosas, los consagrados a la atención de los pobres y enfermos, a la enseñanza, a los leprosos, y demás. Frente a la ideología y sus peculiaridades, el cristianismo se manifiesta como una realidad con un contenido flexible, abierto y creativo, dirigido siempre a la más progresiva liberación del ser humano, citando a G. Catalfano. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. IDEOLOGÍA Y REINO DE DIOS Pero para comprender que el cristianismo no es una ideología, es preciso que nos refiramos al Reino de Dios. Con demasiada frecuencia, por no decir casi siempre, los cristianos olvidamos, lo que es peor, desconocemos, que la predicación de Jesús tiene una constante que constituye algo así como lo nuclear de su mensaje, que puede resumirse en esas palabras que proclaman y resumen la Buena Nueva de Dios: " ... conviértanse porque el Reino de Dios está cerca", (Mt. 4,17). O bien con una expresión de San Marcos: " ... se ha cumplido el plazo, el Reino de Dios está cerca. Arrepiéntase y crean la buena noticia", (Me. 1, 15). El Concilio nos dirá, además, que el misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues Nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la Buena Noticia, es decir, la llegada del Reino de Dios prometida desde siglos en la Escritura, (Lumen Gentium 5)2. Ahora bien, este Reino brilla ante los hombres en la palabra, en la obras y en la presencia de Cristo, (L. G. 5). Los milagros de Jesús, a su vez, confirman que el Reino ya llegó a la tierra: si expulso a los demonios con el dedo de Dios, sin duda que el Reino de Dios ha llegado ya a vosotros, (Le. 10,20); (Cf. Mt. 12,28). Pero, sobretodo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino a servir y a dar su vida para la redención de muchos, (Me. 10,45); (L. G. 5). También con demasiada frecuencia, los cristianos olvidamos a pesar de lo dicho por el Concilio y a pesar de la revelación, es decir, a pesar de lo revelado por el Señor, lo que es el Reino de Dios. Y con no menos frecuencia, tenemos o manejamos un concepto del Reino de Dios que responde a una visión humana e interesada de la soberanía de Dios, y no a la realidad que el Señor nos ha revelado y que nos ha traído para nuestra salvación y para la salvación del mundo. El Reino de Dios que nos trae el Señor y que el mismo Señor nos revela, que él proclama y anuncia, no es un espacio, un territorio o una entidad estática, ya constituida en el mundo como algo inmutable, como concepción ideológica, como una realidad política nacional, tal y como la entendían los judíos o como lo han entendido y lo entienden todavía algunos católicos, en 2 Lumen Gentium. En adelante L.G. documentos Concilio Vaticano II. BAC. Madrid 1980. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. una línea que podemos considerar como propia del nacional-catolicismo: un estado o nación confesionalmente católica, con un objetivo claro que será defender la fe y la Iglesia incluso con las armas, con una concepción del poder considerado como otorgado por Dios y por la Iglesia. El Reino de Dios, tal y como el Señor nos lo revela, no es una sociedad dominada por la soberanía de Dios, delegada en un hombre o en un pueblo en concreto, no es una teocracia ni un estado teocrático en competencia por el poder con los reinos, naciones o estados del mundo, pues todas estas ideas son afirmaciones ideológicas. El Reino significa el hecho real de que Dios se pone al alcance de quienes lo necesitan, es decir, de todos los hombres, aunque no todos vayan a querer sentir lo que necesitan, salgo los pobres a los que el mundo niega toda salvación o los pecadores que se reconocen como tales y que saben que necesitan de la salvación de Dios. Los ricos, que encuentran su salvación en el dinero, en el poder y el prestigio, no van a sentir la necesidad de la salvación de Dios, pues se creen autosuficientes hasta punto de pensar que sus limosnas pueden comprar el Cielo. Los «buenos», los que se piensan justos y santos, tampoco van a sentir la necesitad de la salvación de Dios, porque creen bastarse a si mismos atendiendo a sus obras, a su bondad, a sus buenos actos y a su carencia de pecados, y creen adquirir el derecho de la salvación ante Dios y los hombres, como es el caso de fariseo de la parábola de Lucas (18, 9-14). Pero tal vez lo más novedoso del mensaje de Jesús es que anuncia la proximidad o cercanía del Reino. Y, sin embargo, simultáneamente, ofrece afirmaciones de futuro: el Reino es una realidad futura aún cuando habla de su «proximidad», del «día» de «estar en el Reino de Dios», de <~uicio», de «heredar la vida». Jesús jamás ofrece una fecha, nunca responde al «cuando». El día es desconocido hasta para el hijo, (Me. 13,32), y no responde a cálculo alguno. La cercanía se refiere al momento para la conversión como camino para poder así participar en el Reino en su plenitud futura. El señor supera siempre, con su modo de hablar, toda aproximación al momento del Reino. La promesa o anuncio del Señor Jesús es escatológica, es decir, es un anuncio o promesa que pertenece al «ya sí», de hoy, y simultáneamente, al «todavía no» que lo refiere a la Parusia, para su total y pleno cumplimiento. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Por eso mismo, junto a las expresiones de futuro, el Señor nos ofrece expresiones de presente: con las expulsiones de los demonios por obra de Jesús, ha llegado el Reino de Dios (Mt. 12,28). Jesús ha atado al fuerte, ha vencido al Maligno, (Me. 3,27). El Reino de Dios se halla presente en los hechos relacionados con su propia presencia (Le. 17, 20). Igualmente, en algunas de sus actividades, de sus gestos y palabras, el Señor da como por supuesto la presencia del Reino: su entrada en Jerusalén, la expulsión de los mercaderes del templo, y de un modo especial, en la Última Cena, en la Eucaristía. La Buena Noticia no consiste, pues, sólo en la afirmación de Jesús de que la llegada del Reino de Dios está próxima y es inminente, tal y cómo lo anunció Juan, sino que con Él, con el Señor, ya está aquí como una realidad que se inaugura con sus gestos y palabras: perdona los pecados, cura las enfermedades, anuncia el Evangelio a los pobres, proclama la liberación de los cautivos, ofrece la libertad a los oprimidos, proclama el año de gracia del Señor (Le. 4, 16), señales todas ligadas a la victoria del Reino de Dios sobre el Reino del mal. En una reconciliación absolutamente gratuita, la paternidad divina de los israelíes piadosos que se enorgullecían de un privilegio propio de los elegidos y justos, se ofrece a todos: a los publicanos, a las prostitutas, a los impuros leprosos y a los extranjeros que no conocían la Ley, igual e incluso mejor que a la elite de los escribas y fariseos. Le ley se cumple, pero es superada por Jesús y con Jesús como indican los milagros realizados por Cristo en el Sábado. Las mismas parábolas del Reino son proclamación paradójica de algo inaudito: los pecadores más despreciados ven, por una pura, inesperada e inconcebible generosidad de Dios, aproximarse a ellos el Reino, no para mantenerlos, someterlos o reducirlos a una esclavitud, sino para asociarlos a la realeza de Dios, como hijos del Rey, hijos libres de Dios, invitados a la mesa del Reino. Y lo mismo ocurre con los pobres y los sencillos. Las expresiones de futuro y de presente forman, en consecuencia, un todo, se relacionan entre sí, pues se habla de la irrupción actual del Reino de Dios de tal manera que es el presente el que inaugura, como salvación y juicio, el futuro, pero sin anticiparlo del todo, y siempre habla del futuro de manera tal que éste descubre e ilumina el presente, permitiendo ver el día de hoy Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. como el día de la decisión. El Reino aparece enfocado hacia el futuro, en el cual residirá la consumación, pero de tal modo que su fundamento se encuentra ya en el presente, desde que Dios se hace hombre, durante la vida de Jesús, y día adía, desde entonces, en cada momento de la historia, en cada momento de nuestra vida. El reino de Dios, que ni se identifica exclusiva o totalmente con la Iglesia, ni se opone ella, se está realizando en este mundo desde que Jesús, Hijo de Dios, se encarnó, vivió, padeció, murió y resucitó. Pero no es un Reino inmanente. Por eso, el peligro de los cristianos y, más en concreto, de la Iglesia, sería entenderse a sí misma como el Reino ya establecido, con lo que quedaría eliminado, al anticipar el «eskhatón», el necesario pensamiento de su renovación, de la «Ecclesia sempre reformanda», el temblor por la condición pecadora de la Iglesia, (L. G. 8). La Iglesia no es el Reino, pero es signo, sacramento del Reino. Injertada en la totalidad del proyecto de Jesús, es la expresión sacramental de ese Reino: la Iglesia, esposa de Cristo, puede entenderse como esposa del Reino. Todos los gestos de Jesús se orientan al Reino y son entregados a la Iglesia, que será como el fruto primigenio del Reino. De ahí que la Iglesia tenga como misión anuncia o proclamar el Reino de Dios, colaborar en su instauración en la tierra, expresar su llegada, además de pedir al Padre que venga a nosotros, y vivir su anticipo en Jesucristo por la fe, la esperanza y el amor, preparando y esperando la consumación de los tiempos para poder entra y participar plenamente en él, (Cf. L. G. 5 y 9; Rom. 8,21; Col. 3,4). Y aunque la Iglesia sea el signo del Reino por antonomasia, no debemos olvidar que en el mundo pueden darse una inmensidad de realidades, de hechos, de acontecimientos que lo pueden hacer tender hacia el Reino de mil maneras y por caminos insospechados, pues hay todo un misterio en la acción de Dios, de su Espíritu, en el mundo que se da en el interior de la historia del hombre, realidades que se constituyen en «signos de los tiempos» como expresiones de la presencia y crecimiento del Reino de Dios en cada instante del devenir histórico de la humanidad: en todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia, (Cf. Hech. 10,35, y L. G. 9). Por eso la liturgia clama con palabras de la Didajé: "tuyo es el Reino, el poder y la gloria por siempre, Señor". Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. El Reino de Dios no es, por tanto, un asunto de «pura interioridad», como dijo Lutero y como piensan tantos cristianos y no cristianos que se mueven en una concepción intimista y privatizada del cristianismo, como aquellos afirman que la salvación de Jesús se refiere sólo al alma, o aquellos otros que encierran a la Iglesia en la sacristía. Si fuera así, la fe consistiría en un conjunto de sentimientos sin trascendencia alguna en la totalidad de la vida humana y no tendría nada que ver con la ordenación de la sociedad ni relación alguna con las realidades terrenas y con el cosmos, con la creación entera, con lo cual sobraría el testimonio del cristiano. Y serían absurdas las parábolas de Jesús sobre la levadura, la sal, la luz, el fermento, etc. La fe será una ideología más. Tampoco es un bien que bajará del Cielo al fin de los tiempos sin necesidad de preparación alguna, pues bastaría entonces una «fe fiducial» que encerrase al cristiano en su pura interioridad, en una espera pasiva, abandonando la suerte del mundo al pecado, sin rezar, sin amar, sin compasión alguna por los que sufren. Y desde luego, tampoco consiste en el simple fruto del esfuerzo del hombre, por bueno, justo y santo que se crea, como piensan los «voluntaristas ». Es un don de Dios, que reina soberanamente y que se da en participación. Los beneficiarios de este don, de tal gracia, no están por ello menos obligados a responder ante ella plenamente. Pero no será nunca el resultado del esfuerzo humano, por santo que sea, so pena de dejamos esclavizar por pragmatismos intramundanos, por programas ideológicos al margen del Evangelio y de la Persona de Jesús, o por «revoluciones mesiánicas» que nada tienen que ver necesariamente con Dios, ni con su Reino, ni con el verdadero Mesías, (Cf. Sollicitudo Reí Socialis. 48)3 , (Gaudium et Spes 39)4 • En resumen, diremos que el Reino de Dios, anunciado por Jesús, es una realidad futura, en cuanto que alcanzará su plenitud al final de los tiempos, y por ello es objeto de esperanza. Pero Jesús imprime a esta esperanza un nuevo giro, ya que anuncia que la esperanza escatológica se cumple ahora, (W. Kasper, Jesús). Esta anticipación, aunque sea de forma germinal, acaece en su persona y en su obra, (Gesteira; Cf. L. G. 5). Hoy ha entrado la salvación en esta casa, (Le. 19,9), dirá el Señor ante la acogedora actitud de Zaqueo. 3 Sollicitudo Rei Socialis. Carta encíclica de S.S. Juan Pablo II. PPC, Madrid 1988. En adelante S.R.S. 4 Gaudium et Spes. Documento del Concilio Vaticano II. BAC. Madrid 1980. En adelante G.S. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad, y tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede, de alguna manera, anticipar un vislumbre del nuevo siglo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, es cierto que el primero, en cuanto que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los frutos buenos de la naturaleza y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el Reino eterno y universal: Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra, y cuando vuelva el Señor, se consumará su perfección, (G. S. 39). Y por todo ello pedimos: ¡Venga a nosotros tu Reino! Para el cristiano, a la luz del Reino, no hay más Señor que Dios, hasta el punto que aceptar señoría alguno del mundo es una forma de idolatría. Ni el dinero, ni el poder, ni el sexo, ni el éxito, ni los poderosos, ni los reyes, ni los políticos, ni los partidos, ni los famosos, ni los banqueros o financieros, ni los intelectuales, ni los periodistas prestigiosos, ni los deportistas, ni los artistas reconocidos, ni los científicos, ni siquiera un programa que entrañe imponer el bien a los demás por la fuerza pueden constituirse en señores del cristiano o de una parcela de su corazón. El cristiano es libre en tal medida que sólo Dios es su Señor, un Señor que le ama y que respeta siempre su libertad. El cristiano es libre en la medida que se hace, libremente, súbdito del Reino de Dios y de su justicia. Pero sabemos que el Reino de Dios no llegará a su plenitud hasta el fin de los tiempos. Y ello tiene sus consecuencias: 1-. Ante todo, el cristiano será siempre un insatisfecho. Ningún modelo de sociedad, realizado o por realizar puede ser identificado con el Reino. Afirmar que una situación social que ha alcanzado tales características que satisface al creyente, en cuanto tal creyente, supone afirmar que el Reino ya está realizado. Decir, por ejemplo, que un estado o nación hallegado a la plenitud del cumplimiento de la moral social predicada por la Iglesia es una especia de blasfemia. El cristianos siempre y en toda situa- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ción descubrirá lejanía, distanciamiento y pecado respecto al Reino. Por eso el creyente siempre se sentirá insatisfecho. 2-. Por ello mismo, en el cristiano siempre se dará un profundo sentido crítico respecto a toda realización y respecto a toda realidad, personal y social. La Iglesia ha de ser necesariamente «conciencia crítica» de toda sociedad. Lo contrario significaría afirmar que el Reino ya ha sido establecido. Y lo mismo debe decirse de cada cristiano. Absolutizar una situación o un proyecto representa identificarlos con Dios o con su Reino. En una palabra, significa idolatrar. Hasta el fin de los tiempos, la lejanía del mundo respecto al Reino será una realidad siempre presente en la conciencia del cristiano. 3-. Por lo tanto la Iglesia siempre será «conciencia crítica» de toda sociedad y de toda realización política, social o económica. Lo contrarío sería afirmar que el Reino ha sido ya establecido, que ya ha llegado, y conllevaría al «milenarismo». 4-. Esa insatisfacción del cristiano y de la Iglesia no es fruto del simple enfado, de la mera disconformidad, de que posea otros proyectos intramundanos, sino que será fruto del amor a toda la humanidad, a los pobres particularmente, pues son las víctimas por excelencia del hecho de que el Reino no haya llegado, por culpa de nuestros pecados, y a Dios mismo. 5-. La insatisfacción y el sentido crítico del cristiano arrancan radicalmente de un amor a los hombres y, particularmente a los pobres, que le impulsan a entregare sin descanso a una tarea de transformar el mundo mediante la oración, el testimonio y, en algunos casos, mediante la acción. La lógica del Evangelio nos enseña que sólo el que es consciente de su pecado puede encontrar la liberación del Señor. Es por ellos que para el cristiano y la Iglesia anunciar el Reino, proclamar la Buena Nueva y denunciar el pecado son exigencias simultáneas, inseparables. La denuncia profetica forma parte esencial de un amor que alcanza a todos: a las víctimas del pecado a las que se quiere liberar porque son objeto privilegiado del amor de Cristo, que ha venido a evangelizar a los pobres y liberar a los oprimidos, pero también a los pecadores a los que se debe hacer caer en la cuenta de su pecado, por Dios quiere que el pecador se arrepienta y viva. La denuncia profetica no ha de ser el fruto de un desahogo, o del deseo de imponer el propio modelo de comportamiento o de sociedad, sino la re- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. sultante directa del amor que busca liberar al hombre en cualquier situación de esclavitud en que pueda vivir: moral, psicológica, social, política, económica, laboral y jurídica. Toda esclavitud es pecado, o consecuencia de éste. Y esto es lo que importa al cristiano, aunque su anuncio y su denuncia lo lleven a la muerte, como ocurrió a Jesús de Nazaret, y como también le ocurrió a tantos cristianos mártires y profetas. La denuncia profetica ha de realizarse siempre con amor, (1 Cor. 13, 2), con voluntad constructiva, (1 Cor. 14, 3), con espíritu de servicio, (1 Ped. 4, 10), atendiendo a los signos de los tiempos, (Mt. 16, 3), sometiéndose también al discernimiento de la Iglesia y de la comunidad, (Mt. 7, 15; ICor. 12, 10; I Jn. 4, 1; Cf. Oct. Adv.). Y por supuesto, que la denuncia profetica no puede jamás confundirse con un dar suelta una agresividad que no busca otra cosa que quedarse tranquilo por haber abierto la espita del mal humor. 6-. Ese amor al Reino impulsará al cristiano y a la Iglesia a entregarse, sin descanso, a la tarea de transformar el mundo, de hacerlo tender hacia el Reino, y lo hará, no de cualquier manera, sino empleando los criterios o valores del mismo Reino. Veamos ahora las notas del Reino, sus características, que ya hemos indicado antes un poco de pasada. El Reino de Dios es un Reino de paz y de amor, de verdad y justicia, de libertad y santidad. Así se perfilan lo que deben ser las referencias fundamentales del compromiso temporal del cristiano, los mismos objetivos de ese compromiso. LA PAZ La paz del Reino de Dios no es, por supuesto, mero orden externo, ni mera quietud, ni, mucho menos, la tranquilidad de los satisfechos. Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo, dirá el Señor. La paz de espíritu es el encuentro del hombre con Dios, un encuentro que lo libera de rupturas internas y externas, que lo libera de todo estado de ansiedad y tensión, que le permite descubrir el mundo con ojos nuevos, sin odios ni agresividades, sin egoísmos ni insatisfacciones. La paz de Dios es la reconciliación con Dios y con los hombres en la entrega, sin temores, ni al pasado ni al futuro, a la obra salvadora de Dios, a los demás, al mundo, a la obra salvadora de Dios. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. EL AMOR El amor cristiano, como reflejo del amor del Reino, es la vida de Dios participada por el hombre. Entraña salir del propio yo para, pasando por los demás, tender hacia la fuente del amor, de todo amor existente en el mundo, que es Dios. El amor del Reino implica la aceptación plena de una fraternidad humana universal que arranca del hecho de llamar Padre a Dios y de que seamos sus hijos en solidaridad con todos los hombres. El amor del Reino es encuentro y diálogo, comprensión y aceptación, amor servicial y paciente; excluyendo envidias y vanidades, pues no se engríe, no busca su interés, no toma en cuenta el mal, ni se alegra de la injusticia. Se alegra con la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor del Reino es perdón a los enemigos y amor a los pobres. Y porque el amor cristiano es universal, se ve impulsado a discriminar amando más a los pobres, es decir, poniendo amor allá donde encuentra una víctima de la falta de amor. Dios ha creado a todos los hombres iguales en su dignidad. La existencia de la pobreza es la manifestación de la presencia del mal en el mundo: es el «jus» original roto por el pecado. Por esta razón, el Señor se identifica con los pobres, para que reconstruyamos la justicia original equilibrando de nuevo el orden roto. LA VERDAD La verdad del Reino es esa sabiduría que ha sido escondida a los sabios de este mundo. No significa ello que la sabiduría de las ciencias no sea reflejo de la verdad de Dios. Pero la verdad de Dios es esa verdad que ha sido revelada a los pequeños. La verdad de la lógica misteriosa del Evangelio frente a la lógica del mundo. La verdad de las bienaventuranzas, del Sermón de la Montaña, del perdón y amor a los enemigos, de la predilección por los pobres, etc. LA JUSTICIA La justicia del Reino no coincide simplemente con el concepto romano- occidental de la justicia de dar a cada uno lo suyo. Una de las características principales del Reino es que Dios realiza el ideal regio de la justicia. Un ideal por el que constantemente se había suspirado y que jamás se había realizado plenamente en la tierra. La justicia del Rey, según las concepciones de Israel desde los tiempos más antiguos, no consiste primordialmente en emitir Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. un veredicto imperial, sino en la protección que el Rey hace que se preste a los desvalidos, a los débiles, a los pobres, a las viudas y a los huérfanos. Esta justicia, que no llega a realizarse en el mundo y cuyo incumplimiento denuncian los profetas es la que Jesús viene a anunciar e instaurar. Ésta es la justicia del Reino. Hay un hecho que siempre me impresiona siempre que sobre él reflexiono: con diferencia de siglos, hay una constante en la historia de la salvación que nos debería hacer pensar muy seriamente en nuestra misión. Isaías (61, 1), anuncia la venida del Mesías con estas palabras: "el Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto me ha ungido. A anunciar la Buena Nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación y a pregonar año de gracia de Yahvé". El Evangelio de Lucas nos narra, (4, 16): vino Jesús a Nazaret, donde se había criado y, según costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: "el Espíritu del Seños sobre mi, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor y enrollando el volumen lo devolvió al ministerio y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó pues a decirles: esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy". Cuando Juan manda a sus discípulos a preguntar a Jesús si es él quien ha de venir, el Señor responde, (Le. 7, 22): "vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído, que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva". Veinte siglos más tarde, habla la Iglesia congregada en Concilio: Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, (Le. 4, 18), para buscar y salvar lo que estaba perdido, (Le. 19, 10), así también, la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y paciente, que se esfuerza por remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo, (L. G. 8). Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideo logias. Así hay que entender la justicia del Reino y así hay que vivirla e intentar implantarla en el mundo. LA LIBERTAD La libertad del Reino tampoco responde, sin más, al concepto vulgar de libertad, pues ésta está en relación directa con la liberación que Cristo nos ofrece, con su muerte y resurrección, con su palabra y su vida, con sus gestos y milagros. Y esa liberación tiene ritmos, tiempos y niveles muy diferentes. Entraña liberación respecto a esos profundos condicionamientos de los que todos tenemos experiencia, que nos impulsan al egoísmo y a la venganza, al odio y al orgullo, a adorar el lucro, el dinero, el poder, las comodidades, el triunfo, aunque nos exijan aplastar a amigos, a compañeros de profesión, a enemigos y a quien sea. Entraña también el vislumbrar en esperanza una situación en la que no tendrán cabida ni la pobreza, ni la cautividad, ni la opresión, porque Cristo nos asegura un juicio final que reconstruya en su raíz y de forma definitiva la justicia que supone la afirmación radical de todos los hombres. Y desde esta esperanza, la liberación entraña la libertad interior del que no teme perder nada en su entrega a la construcción del Reino: liberación del miedo a la persecución, la muerte y la pobreza, a lo que sea, ya que morir es nacer a la vida definitiva y el cristiano todo lo tiene en nada cuando alcanza a vivir escondido en Cristo-Jesús. Cuando se logra esa libertad interior, el hombre se hace fuerte de tal modo que irradia ese poder misterioso capaz de romper cadenas para liberar a los hombres, sus hermanos. La paz, el amor, la verdad, la justicia, la libertad y la santidad constituyen las referencias fundamentales del compromiso temporal del cristiano y sus objetivos. Son las coordenadas que deben guiar nuestro pensamiento y nuestra acción. El tiempo que va desde la Resurrección de Cristo hasta su parusía no será otra cosa que el avance de la paz, a veces casi invisible, espectacular, paciente sobre toda forma de violencia de pensamiento, palabra u obra, individual o colectiva, fisica o estructural; del amor sobre toda forma de odio, discriminación, egoísmo, y explotación del hombre sobre el hombre; el avance de la justicia sobre toda forma de injusticia en cualquiera de sus mil formas, especialmente de todas aquellas que suponen que haya hombres en una situa- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ción de inferioridad respecto a los demás; el avance de la libertad sobre toda forma de esclavitud interna o externa, económica o social, fisica o moral, y el avance de la santidad sobre toda forma de mal, de pecado, de impiedad y de idolatría. Las notas del Reino deben ser el modelo final, el objetivo, el medio y la pauta que todo cristiano debe llevar de la mano. Es más, estas notas del Reino no tienen sentido separadas las unas de las otras, pues su simultaneidad es fundamental. Una paz sin libertad, sin amor, sin verdad y sin justicia acaba convirtiéndose en una dictadura «de derechas ». Una justicia sin paz, sin amor, sin verdad, sin libertad, termina tornando en una dictadura «de izquierdas». Una libertad sin justicia, sin paz, sin amor, sin verdad no es más que inhumano materialismo, que aplasta a lo sobre. Un equilibrio demasiado calculado puede llevar a no dar importancia a ninguno de los valores, de tal forma que se acabe convirtiendo estas notas en un «extremo centro» que no es «ni frío ni caliente» y que el Señor vomita de su boca porque lo único que entraña como valor es una indiferencia que expresa su egoísmo personal, familiar, corporativista, regional o de cualquier otro tipo. La verdad sin la justicia, sin el amor, sin la paz, sin la libertad da lugar a una utopía, por ende irrealizable, ideológica que fundamente la tiranía del "cuarto poder", es decir, de los poderes mediáticos que, curiosamente termina manipulando la verdad objetiva y substituyéndola por una opiniones, o dando lugar a la dictadura tecnocrática en la que, en nombre de la verdad científica, que casi siempre son teorías o hipótesis de trabajo, se impone a los seres humanos determinados comportamientos o formas de pensar en base a una certeza o evidencia que rara vez existe. LA OPCIÓN POR EL REINO Desde el Reino de Dios, nuestro compromiso no consiste en calafatear el futuro con nuestros sueños. ¿Quién conoce la geografia de las potencias del bien y del mal, de sus promesas y posibilidades? Nadie. Nuestro optimismo no está vuelto hacia el porvenir como hacia una solución inmediata y definitiva. El éxito es algo sobreañadido. El Reino del Espíritu está en medio de nosotros, y existe desde este instante, si esa es mi voluntad, como un fulgor que me rodea. Es la esperanza una virtud presente, una sonrisa en las lágrimas Almogaren 35 (2004) 29 - 57 50 1 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. o una brecha en la angustia. La esperanza es la confianza de la fe y no la espera morbosa de compensaciones imaginarias para las decepciones de hoy,». El cristianismo, si se le considera en su desarrollo, es en cada época la realización de una síntesis única, en la historia, entre la naturaleza y la gracia de Cristo, de una parte, y de otra, la situación tiene siempre el carácter de novedad y de sorpresa. Lo que incumbe al cristiano es, por tanto, una verdadera tarea en el sentido real del término, una tarea a la vez terrena y cristiana, que no llegará a su término más que penosamente y a través de muchas vicisitudes: las sorpresas, los dolores, las empresas inútiles, los pasos en falso, las distancias y las reservas injustificadas, los complejos cobardes de restauración y de conservación, así como los milagros fascinantes y engañosos. De esta manera, el cristiano está llamado a sentir simultáneamente el temor y la fascinación ante las tareas terrenas que comporta el mundo en gestación. Él es llamado a la acción y a la crítica y está mezclado fraternalmente con todos aquellos que con sus voces llaman a ese porvenir y que se sienten llamados a tener el advenimiento. El tomar sobre sí el mapa del «rostro de este mundo» para hacerlo evolucionar es una tarea que interesa al cristiano como cristiano, puesto que la vida eterna debe forjarse en el tiempo. Es exacto, es verdadero -y ello es de una capital importancia- que el Evangelio no tiene programa alguno y que, además, no debe tenerlo, y que la Iglesia tampoco tiene nada que proponer que se parezca a un programa concreto y obligatorio en relación con el porvenir. Pero ello no significa que cualquier programa sobre el porvenir sea compatible con el espíritu y vida cristiano o con la esencia del hombre a quien el cristianismo tiene como misión salvaguardar. Por tanto, no se puede concluir que los cristianos, incluso en lo que concierne a su vida concreta, estén separados de toda responsabilidad en relación con estos programas. Pueden muy bien tener aquí abajo y, precisamente en cuanto que cristianos, una tarea que cumplir y una tarea que no es la de la Iglesia en cuanto tal. Sin embargo, con frecuencia, parece que no busquen otra cosa que salvaguardar el espíritu del Evangelio bajo la forma de una crítica defensiva y de una puesta en guardia contra los peligros que representan los planings del porvenir y las ideologías terrenas. Almogaren 35 (2004) 29- 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Dicho esto, si el cristiano o puede buscar en su cristianismo sólo fórmulas o recetas concretas al uso del mundo, no debe ir, pues, a preguntarle, en nombre de su fe, qué postura debe tomar o va a tomar la humanidad del mañana. Él es aquí abajo el peregrino que camina hacia lo desconocido y hacia el riesgo de un codo a codo fraternal con los «otros», elaborando los planes de este porvenir terreno, pues él tiene un perfecto derecho a experimentar un sentimiento de orgullo con el pensamiento de que es, en el universo creado, el ser que se forja a sí mismo, es el lugar -lo que llamamos espíritu, libertad- en el que esa gran máquina que es el mundo hace algo más que funcionar de una manera magnífica, y se pone a dirigir ella misma su propio movimiento. Porque no se trata, sin más, de que podamos pensar en la realización inmediata, plena y casi automática de las expectativas del Reino. No es así. Lo que nos dice el Evangelio es que trabajar amorosamente para perfeccionar el mundo desde la perspectiva del amor y la justicia, del amor a los pobres y la construcción de la justicia en favor de los pobres tiene un profundo sentido a los ojos de Dios y a nuestros propios ojos, tanto si se realiza como si no en los plazos soñados por nosotros como plazos de avance del Reino, porque en cualquier caso es obra del amor, y éste, reflejo de que Dios es amor, se justifica por si mismo, y no por sus resultados. Este planteamiento, tan antiguo como la Revelación, pero tan nuevo para nuestras conciencias como lo es la enseñanza social de la Iglesia, nos puede llevar -como ha ocurrido tantas veces- a un posible dualismo entre contemplación y compromiso, o si quiere, entre culto y justicia, o entre «horizontalismo » y «verticalismm> en la vida cristiana. Es un tema permanente en toda la 'historia de la salvación, y es el tema del Reino de Dios y su relación con el culto en general, y con la Eucaristía en particular, especialmente en nuestro tiempo (Cf. S.R.S. 48). Sin generalizar, es cierto que hay cristianos que van a misa y se despreocupan totalmente de los pobres y, por otro lado, los hay que se preocupan de los pobres y no van a misa. Conocemos también que se acusan mutuamente de cristianos «evadidos» y cristianos «activistas». Concluyamos esta parte dedicada al Reino de Dios diciendo que, a pesar de las injusticias, propias y ajenas, a pesar de nuestras debilidades, los cristianos, los pobres cristianos que soñamos, llenos de esperanza, con el Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Reino podemos y debemos celebrar la Eucaristía, porque el Señor Jesús la instituyó entre el «eskhatón» y la «Parusía» para que de ella recibamos la fuerza precisa para seguir el camino, desde el Reino y hacia el Reino, porque el Señor Jesús instituyó la Eucaristía, no porque seamos santos sino porque somos débiles y pequeños, para que participemos en ella convencidos de que allí brilla más la fuerza de Dios cuando más es la debilidad humana, y de que llevamos un tesoro en vasijas de barro. No es posible, en cristiano, compromiso o contemplación, sin comunión. El «Ser con Cristo» configura nuestra acción y nuestra contemplación. Por tanto, la comunión eucarística densifica nuestro compromiso activo o contemplativo, le da una plenitud de sentido, me atrevería a decir incluso, que lo hace posible a poseer de nuestra pobreza, de nuestra debilidad, de nuestros pecados, a pesar de la fuerza de todo aquello que en nuestra sociedad y en el mundo entero se opone al Reino de Dios, a pesar de los poderes y poderosos del mundo y sus mil procedimientos llenos de eficacia que intentan ahogar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor, que intentan aplastar nuestro único poder, el decir, la débil fuerza de la Palabra y la pequeñez humana de nuestro compromiso, Pero no olvidemos nunca que el Señor ha vencido ya al Maligno, ha vencido al pecado y a la muerte. Todo lo dicho debe servirnos, no sólo para convertirnos, sino también para no convertir el cristianismo en una ideología -acentuando una nota del Reino y olvidando las otras- y hacer de él un instrumento de dominación de las conciencias de los demás. LAS IDEOLOGÍAS EN EL CONCILIO También el Concilio ha hablado sobre las ideologías. Veamos algunos párrafos: La humanidad se encuentra hoy en un nuevo período de su historia en el que profundos y rápidos cambios se extienden progresivamente a todo el universo. Provocados por la inteligencia y destreza creadoras del hombre, reinciden sobre el modo de pensar y actuar con respecto a los hombres y sus asuntos. De ahí que podamos hablar ya de una auténtica transformación social y cultural que repercute también en la vida religiosa. Como sucede en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así, aunque el hombre extiende tan Almogaren 35 (2004) 29- 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ampliamente su poder, sin embargo, no siempre es capaz de someterlo a su servicio. Se esfuerza por penetrar con más profundidad en lo más íntimo de su propio espíritu, y con frecuencia aparece más inseguro de sí mismo. Descubre, poco a poco, con mayor claridad las leyes de la vida social y permanece en la duda sobre la dirección que se debe imprimir a ésta. Nunca ha tenido la humanidad tanta abundancia de riquezas, posibilidades y poder económico, y, sin embargo, todavía una enorme parte de la población mundial se ve afligida por el hambre y la miseria, siendo incalculable el número de analfabetos. Jamás tuvieron los hombres un sentido tan agudo de la libertad como hoy, y sin embargo surgen nuevos tipos de esclavitud social y psicológica. El mundo siente vívidamente su propia unidad y la mutua interdependencia de unos con otros dentro de la necesaria solidaridad, y aún así se ve gravísimamente dividido por fuerzas antagónicas, pues existen todavía agudas discordias políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y no falta el peligro de una guerra capaz de destruirlo todo. Mientras aumenta el intercambio de ideas, las palabras mismas con las que se expresan conceptos de gran importancia revisten sentidos bastante diferentes en las distintas ideologías. Finalmente, se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el desarrollo espiritual. Afectados por situaciones tan complejas, muchos de nuestros contemporáneos no pueden discernir bien los valores perennes y, al mismo tiempo, compaginados adecuadamente con los nuevos descubrimientos; de ahí que, agitados entre la esperanza y la angustia, les atormente la inquietud, interrogándose sobre la evolución actual del mundo. Esta evolución del mundo desafía a los hombres, más aún, les obliga a dar respuesta (G. S. 4). Un cambio tan rápido, avanzando muchas veces de modo desordenado, y la misma conciencia más aguda de las discrepancias existentes hoy en el mundo generan o aumentan las contradicciones y desequilibrios. En la persona misma surge muy frecuentemente el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de pensamiento teórico que no es capaz de dominar la suma de sus conocimientos ni de ordenarlos adecuadamente en síntesis. Igualmente aparece el desequilibrio entre el afán de la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral y, mu- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 54 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. chas veces, entre las condiciones de la vida colectiva y las de un pensamiento individual e incluso de la misma contemplación. Finalmente, surge el desequilibrio entre la especialización de la actividad humana y la visión universal de las cosas. Surgen también discrepancias en la familia, debidas a las apremiantes condiciones demográficas, económicas y sociales, o a los conflictos generacionales, o a las nuevas relaciones sociales entre hombres y mujeres. Aparecen, además, grandes discrepancias entre razas, incluso entre las categorías sociales de diverso género, entre países ricos, y menos ricos y pobres; y por último entre las instituciones internacionales, nacidas del deseo de paz de los pueblos y la ambición de difundir la propia ideología, y también los egoísmos colectivos existentes en las naciones o en otras colectividades. De ahí las desconfianzas y las enemistades mutuas, los conflictos y penalidades de los que el hombre es la a la vez causa y víctima, (G. S. 8). Ciertamente, la misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social, pero precisamente de esta misma misión religiosa fluyen tareas, luz y fuerzas que pueden servir para constituir y fortalecer la comunidad de los hombres según la ley divina. Más aún, donde fuere necesario, según las circunstancias de tiempo y lugar, ella misma puede, e incluso debe, suscitar obras destinadas al servicio de todos, y especialmente de los necesitados, como las obras de misericordia u otras semejantes, (G. S. 42). Además, en virtud de su misión y su naturaleza no está ligada a ninguna forma particular de cultura humana o sistema político, económico o social, y por ello, la Iglesia, desde ésta su universalidad, puede ser un vínculo muy estrecho entre las diferentes comunidades humanas y naciones, a condición de que éstas confien en ella y reconozcan realmente su verdadera libertad para cumplir esta misión suya. Por esta razón, la Iglesia aconseja a sus hijos, pero también a todos los hombres que en este espíritu familiar de hijos de Dios superen todas las desavenencias entre naciones y razas, y den firmeza interior a las asociaciones humanas justas, (G. S. 42). En muchas ocasiones la misma concepción cristiana de las cosas les inclinará a alguna solución determinada en ciertas circunstancias. Sin embargo, otros fieles, guiados por una sinceridad no menor, como sucede con frecuencia y legítimamente, emitirán un juicio diferente sobre el mismo asunto. Y Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. aunque muchos relacionan fácilmente las soluciones propuestas por unos y otros, el margen de la intención de las partes, con el mensaje evangélico, conviene que recuerden que a nadie le está permitido en los casos mencionados reivindicar exclusivamente para sí, a favor de su punto de vista, la autoridad de la Iglesia. Deben procurar siempre iluminarse mutuamente con un diálogo sincero, guardando la caridad mutua y preocupándose ante todo del bien común. Todos los fieles cristianos, en la comunidad política, deben sentir su vocación especial y propia, con la que deben dar ejemplo en cuanto que están obligados por la conciencia de su deber y sirven al cultivo del bien común, de modo que demuestren también con hechos cómo se armonizan la autoridad con la libertad, la iniciativa personal con la conjunción y cohesión de todo cuerpo social, la unidad conveniente y la diversidad fecunda. Deben reconocer las opiniones legítimas, aunque discrepantes entre sí, sobre la ordenación de los asuntos temporales y respetar a los ciudadanos, también cuando lo hacen agrupados, y que las defienden honestamente. Los partidos políticos deben promover aquello que a su juicio se requiere para el bien común, pero nunca está permitido anteponer la utilidad propia al bien común, (G. S. 75). De nada les sirve insistir en la construcción de la paz mientras los sentimientos de hostilidad, de desprecio y de desconfianza, los odios raciones y las ideologías obstinadas dividen a los hombres y los oponen entre sí. Por ello, la necesidad más urgente es una educación renovada de la mentalidad y una nueva inspiración en la opinión pública. Los que se consagran a la tarea de la educación, sobre todo de los jóvenes, o quienes forman la opinión pública, deben considerar como un gravísimo deber la preocupación de formar la mentalidad de todos hacia nuevos sentimientos pacíficos. Ciertamente, es necesario que todos nosotros cambiemos nuestros corazones, contemplando atentamente todo el universo y aquellas tareas que podemos realizar todos juntos para que la humanidad progrese hacia el bien. Para establecer un verdadero orden económico universal hay que abolir los excesivos afanes de lucro, las ambiciones nacionalistas, el deseo de dominación política, los cálculos de carácter militarista, así como las maquinaciones para difundir e imponer las ideologías. Se proponen muchos sistemas económicos y so- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 1 55 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ciales, y es de desear que los expertos encuentren en estos los fundamentos comunes de un sano comercio mundial. Esto sucederá más fácilmente si cada uno depone sus propios prejuicios y todos están dispuestos a entablar un diálogo sincero. En la construcción de la comunidad cristiana los presbíteros nunca se ponen al servicio de ninguna ideología o partido humano, sino que como predicadores del Evangelio y pastores de la Iglesia, se esfuerzan por conseguir el crecimiento espiritual del Cuerpo de Cristo, (Presbyterorum Ordinis 6)5 • CONCLUSIÓN No es fácil hablar de lo que es una ideología. Y sin embargo se trata de un tema de gran actualidad, y de gran importancia para la vida cristiana y aún más para la religiosa. Voy a acabar ofreciendo unas orientaciones prácticas para todos lo que creemos en el Señor: 1) Todos tenemos una ideología o aspectos concretos de una o varias ideologías. 2) Es fundamental hacer un discernimiento en orden a descubrir nuestra ideología y separarla específicamente cristiano o evangélico. 3) Nuestra oración y toda nuestra vida cristiana nos debe ayudar a relativizar nuestra ideología, y a no dejar que nos domine ni nos permita imponerla a los demás. 4) Debemos evitar cuidadosamente usar la fe y el cristianismo para justificar o apoyar una determinada ideología -y por tanto, a un partido político concreto-. 5) Nunca debemos creer o afirmar que una ideología, una situación social o un partido político cumple plenamente las exigencias del Reino de Dios: es la vieja herejía del milenarismo, pues el Reino de Dios ha llegado con el Señor, pero no alcanzará su plenitud hasta el final de los tiempos -recordemos las parábolas del sembrador, del grano de mostaza y de la levadura-. 5 Presbyterorum Ordinis. Documento del Concilio Vaticano II. BAC. Madrid 1980. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Ni hagamos ni permitamos que se haga de una ideología -sea de derechas, de izquierdas o de centro-, objeto de fe. Desde el Evangelio hemos de ser críticos, profeticamente críticos con toda situación, ideología o partido político, a la luz del Reino de Dios y de sus valores. No olvidemos que el Reino de Dios es un respuesta liberadora respecto a la esclavitud de cualquier ideología. Hay, ha habido y siempre habrá ideologías. Hoy la más actual y peligrosa, incluso para la vida cristiana, es el Liberalismo o Neo-liberalismo. En algunos casos sigue siendo el Marxismo. Y no faltan quienes se empeñan en identificar el cristianismo con las ideologías más conservadoras. Así que debemos pedir al Señor que nos ayude a evitar caer en la tentación de adorar una ideología o sustituir nuestra fe cristiana por una ideología. Si vivimos de verdad en referencia a la Persona de Jesús y a su Mensaje, en referencia a la Iglesia del Señor, no debemos tener miedo alguno a ninguna ideología. Todas pueden tener algo de verdad y de bondad, y algo de mentira, de error y hasta de maldad. La solución es que Jesús sea nuestro Señor, nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Dios es el Absoluto, el único Absoluto. Todo lo demás tiene un valor relativo. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echaren Y stúriz Obispo de Canarias
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Colección | Revista Almogaren ISTIC |
Título y subtítulo | Las ideologías |
Autoría principal | Echarren Ystúriz, Ramón |
Entidad | Centro Teológico de Las Palmas |
Publicación fuente | Almogaren. Revista del Centro Teológico de Las Palmas |
Numeración | Número 35 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Instituto Superior de Teología de las Islas Canaria |
Fecha | dic-04 |
Páginas | pp. 029-057 |
Materias | Religión ; Sociología |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 1104008 Bytes |
Texto | INTRODUCCIÓN Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. LAS IDEOLOGÍAS1 Ramón Echarren Ystúriz Obispo de Canarias 1.- Es un tema complejo. No es fácil. Participa, incluso para su definición, de elementos filosóficos, sociológicos, psicológicos y psicosociales, además de antropológicos: esto significa que participa de muchas dimensiones que afectan al ser humano. 2.- Es un tema importante. No existe ser humano alguno que no sustente alguna ideología, o que no sustente varias ideologías o elementos de diferentes ideologías, que incluso pueden ser, no sólo diferentes, sino hasta contrapuestas. Y no sólo el ser humano tiene su ideología, o elementos de ésta, sino que también pueden tenerla determinadas sociedades, asociaciones, grupos humanos y religiosos, familias, monasterios, religiones enteras, y por supuesto, partidos políticos. Esta conferencia fue impartida por el Sr. Obispo, el21 Enero de 2000, en el Monasterio de la Santísima Trinidad, de las Medianías en Telde, a la Comunidad de Carmelitas Descalzas. Nos parece que es de vigente actualidad. Esta aportación que hace el Pastor de la Diócesis nos introduce en un amplio debate aún hoy sin cerrar. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 30 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Igualmente se puede hablar de ideologías dominantes o de grupos ideológicos dominantes o prevalentes en una nación, en una región, en un pueblo, en una autonomía enmarcada en una época determinada, e incluso en una generación concreta, en unos jóvenes o una profesión, en hombres o en muJeres. Y debemos tener claro que no existe ser humano alguno que no participe de una u otra ideología, o en el que no se amalgamen elementos ideológicos, más menos coherentes entre si. De tal manera es así que afirmar: Ah, pues no tengo ninguna ideología, es ya prueba de sustentar una. 3.- Es un tema de gran trascendencia para la vida cristiana. Las ideologías pueden llevar al creyente a sustituir la obediencia al Señor, y a su Buena Noticia, por una obediencia a exigencias de ciertas ideologías, quedando desengañado y alejado de la verdadera doctrina, la verdadera moral y la verdadera Iglesia. 4.- Es un tema fundamental para purificar nuestra obediencia a CristoJesús y a su Iglesia. Las ideologías buscan siempre usar la religión cristiana para justificarse y sacralizarse, de tal forma que sus afirmaciones, propias de la ideología, parezcan provenientes de Dios o del Cristianismo, y por tanto, justificadas y santificadas por Dios y su Iglesia. 5.- Es un tema de gran importancia pastoral. Los cristianos podemos a pensar que estamos evangelizando, cristianizando y dando testimonio de Cristo, cuando en realidad no hacemos más que ideologizar al oyente, llevándole a abrazar el Evangelio de Jesús y su Persona cuanto que ideología, o a un cristianismo tan ideologizado que puede haber deformado el verdadero rostro de Cristo-Jesús. 6.- Una última advertencia como introducción. Fujimori, un filósofo muy en boga en estos últimos años, ha puesto de moda la idea o la afirmación de que hemos llegado al fin de la Historia, y de que todas las ideologías han muerto. Y se habla de la postmodemidad en este sentido, como la etapa que comienza tras la muerte del Racionalismo, de la Ilustración, del Marxismo, del Liberalismo, de la ideología freudiana ... y hasta de la muerte de las grandes religiones. Esta afirmación, aún en el caso de Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. que fuera cierta, sólo representaría la aparición de otra nueva ideología, pero jamás el final de las ideologías. DEFINICIÓN O DEFINICIONES DE IDEOLOGÍA No es fácil definir «ideología». Desde una perspectiva sociológica se define ideología como el conjunto de ideas, creencias y modos de pensar característicos de un grupo, nación, región, casta, época, profesión u ocupación, secta religiosa, partido político, etc. Estas ideologías están condicionadas y determinadas por la situación geográfica, histórica y climática, por las actividades habituales y por el medio cultural de sus respectivos grupos. Así, por ejemplo, dos personas de la misma nacionalidad o de la misma religión, pero de diferentes profesiones, pueden compartir la ideología predominante en la nación, pero diferir en sus respectivas ideologías profesionales (Maurice Parnalee, en Diccionario de Sociología, Fondo de Cultura Económica). Desde el punto de vista filosófico, el término «ideología» se comienza a usar en los inicios del siglo XIX ( 1801 ), por Desdret Detracy, y el término se aplica, no a una especie cualquiera de análisis filosófico, sino a una doctrina más o menos privada, carente de validez objetiva, pero sustentada o mantenida por los intereses, conscientes o inconscientes, explícitos y evidentes o escondidos, de los que la utilizan. La noción de ideología, en este sentido, resulta fundamental para el Marxismo, a mediados del siglo XIX, pues es uno de sus instrumentos polémicos contra la cultura que Marx denomina burguesa. Marx afirmó las dependencias de las creencias religiosas, filosóficas, políticas, morales de las relaciones de la producción y del trabajo, tal como se constituyen en toda fase de la historia económica, que se dio en llamar «materialismo dialéctico». Para el Marxismo, ideología es el conjunto de creencias que tienen como fin el servir a la defensa de los intereses determinados de algunos en determinadas fases de la Historia de la economía. En 1916, Wilfredo Pareto, desde una incipiente Sociología, identifica «ideología» con la noción de teoría no científica, es decir, con que no es lógico- experimental. Según Pareto, una ideología puede ser juzgada: -por su aspecto objetivo, es decir, en relación con la experiencia entendida como el resultado de la investigación empírica. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. -por su aspecto subjetivo, es decir, por su fuerza persuasiva. -por su utilidad social, es decir, por su utilidad para el que la produce o la acepta. Por lo tanto, y según Pareto, ciencia e ideología pertenecen a campos separados, e incluso opuestos, que nada tienen en común: la ciencia, el campo de la observación y el razonamiento; la ideología, el campo del sentimiento y de la fe. A esta distinción se le dio una gran importancia puesto que, para sus seguidores, ella permitía, por una parte, hacer imposible considerar como verdadera una teoría persuasiva o también considerada persuasiva y útil, como teoría verdadera; y por otra parte, favorecía la comprensión antes de condenar, y distinguir entre el estudioso de los hechos sociales y propagación, el proselitista o el apóstol. Tal vez lo más importante de Pareto sea el haber establecido que la función primera de la ideoligía es la de persuadir, es decir, la de dirigir la acción. Contra Pareto, Mannhein distingue un concepto particular y un concepto universal de la ideología. En sentido particular, se llama ideología al conjunto de las imitaciones más o menos deliberadas de una situación real, con cuyo exacto conocimiento contrastan los intereses del que sostiene la ideología misma. En sentido general, se entendería la visión total del mundo por parte de un grupo humano, o, por ejemplo, de una clase social.Según él, las ideologías son las ideas que trascienden la situación y que nunca lograron ni logran, de hecho, realizar su contenido virtual, y ello aunque en ocasiones contengan motivos bien intencionados respecto a la conducta de los individuos, pero que cuando se aplican en la práctica, se suele deformar su sentido. A este respecto, pone el ejemplo del amor fraterno de los cristianos que, en una sociedad basada en la servidumbre, es una idea irrealizable y, en este sentido, es ideología, aunque se reconozca que puede actuar como motivación en la conducta del individuo. Para él, por tanto, la ideología es lo que nunca llega a realizarse plenamente, frente a la utopía, la cual llega a realizarse, aunque actualmente «utopía» signifique justo lo contrario. Hoy día todo lo dicho apenas tiene ya valor alguno. En nuestro tiempo, el significado de ideología representa un sistema de creencias de amplio sentido, y con capacidad de controlar y dirigir el comportamiento de los hombres en una situación determinada. De ahí, por ejemplo, que el amor fraterno del que habla Mannhein, no debe ser valorado por el hecho negativo de que tal Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. principio no se realice en una sociedad basada en la servidumbre, sino en el hecho de que precisamente en una sociedad cuyas base es ésta, el amor fraterno puede dirigir la conducta de no pocas personas. Según lo dicho, en la actualidad se puede denominar «ideología» a toda creencia, entendida en sentido amplio, adoptada como mecanismo de control de los comportamientos colectivos, tenga o no validez objetiva. Los cristianos tenemos que recordar, asumir y comprender la importancia de la Revelación del hecho de la libertad de los hijos de Dios, a fin de evitar ofrecer el cristianismo como una ideología más, como pura moral casuística. Si no cumplimos los mandamientos y demás exigencias evangélicas, como las del Sermón del Monte, con total libertad y aceptándolas libremente de todo corazón, habremos convertido el cristianismo en ideología, pues no se va a Dios mediante el cumplimiento puntilloso de la ley, sino que es preciso encontrarse con el Señor, para cumplir libremente los mandamientos y la ley entera. De ahí, el cuidado que debemos tener a la hora de intentar orientar la conducta de los hombres, sus comportamientos, legislaciones; y el cuidado a la hora de condenar o apoyar determinadas conductas, y así no impondremos comportamientos en base a nuestra fe y moral, llamada ley natural, ni dirigiremos la sociedad según nuestra fe y moral, como si todos fueran cristianos convencidos. De esa manera es como el cristianismo y su moral se convierten en ideología. Se trata, no de vencer imponiendo nuestras normas, libremente aceptadas desde nuestra fe en el Señor, sino de convencer desde el valor humanizador y liberador de la Buena Noticia de Jesús. Es un hecho que todos estos conceptos ideológicos no pasan de ser un subterfugio del materialismo, tanto marxista como liberal, hoy vigentes en nuestra sociedad y en el mundo entero, ante la realidad innegable de lo espiritual. Aunque ello no nos debe llevar a negar que el espíritu humano, en sus actuaciones, está inevitablemente unido o ligado de múltiples formas a la materialidad, y, por ende, también a la Economía, la cultura, la Genética, la Psicología y a la Psicosociología. Con lo que llevo dicho, creo que es fácil comprender que estamos ante un término que comporta una gran vaguedad conceptual que posee una amplia polivalencia conceptual, y cuyas definiciones son muy diferentes y poco precisas. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Vamos ahora a situarnos más en una perspectiva más actual. Concretamente, en las definiciones que nos ofrecen sociólogos y filósofos de nuestro tiempo. También ahora, al hablar de ideología, unas veces se destaca su nivel de acción, definiendo así la ideología como un sistema de ideas establecido con vistas a la acción, en el que las ideas se coordinan para actuar sobre una realidad, bien sea para crearla, bien sea para justificarla; otras veces se considera la ideología como un término político, como opina Lowenstein, la define como: "es un sistema corriente de ideas y de creencias que explica la actitud del hombre frente a la vida y la sociedad, y que lleva a la adopción de un estilo de comportamiento que refleja esas ideas y creencias, y que está conforme con ellas". Para otros como A. Schaff: "es un sistema de opiniones que, basadas en un sistema de valores admitidos, determina las actitudes y comportamientos de los hombres en relación con los objetivos de desarrollo que se desean para la sociedad, para el grupo social y para el individuo". Para R. Aron: "las ideologías son todas las ideas o sistemas de ideas aceptadas por los individuos como verdaderos y válidos, sin tener en cuenta su origen o su calidad". Incluso llega a considerarse como: "un conjunto intelectual que expresa, interpreta y justifica las necesidades y las aspiraciones colectivas de un grupo, con el propósito de establecer, mantener o modificar un determinado sistema de relaciones económicas, políticas y sociales, ya sea entre los miembros del grupo, ya sea entre éste y otros grupos", según Prini. Hoy, casi de manera general, se va entendiendo la ideología como un sistema de creencias o valores que se utilizan en la lucha política de partidos, para influir en el comportamiento de las masas y orientarlas hacia una dirección y alejarlas de otra, y así obtener consenso y fundamentar la legitimidad del poder, de acuerdo con Bobbio. Dicho de otra manera, según S. Giner, "una ideología es una concepción del mundo social explícita y obligatoriamente mantenida por una colectividad, concepción con la que esta colectividad explica su propia existencia, de lo que se deduce un plan general de acción y la imagen de la autoridad legítima, con la que, de modo coherente, trata de controlar su propio entorno social". Durante los últimos veinte años, en occidente se ha desarrollado un gran debate relativo al ocaso de las ideologías, agudizado por la publicación en 1960 del ensayo «El fin de las ideologías», de O. Bell, y posteriormente, Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. por la obra «El fin de la Historia», de Fujimori. La tesis es que llega una era político-científica, que constituye un éxito de la sociedad estadounidense, frente al fracaso de la sociedad rusa, del comunismo y del socialismo real, basado sobretodo en supuestos ideológicos. Estas afirmaciones, reafirmadas tras la caída del Muro de Berlín, han dado lugar a dos tendencias principales: A-la que considera que, después de la Segunda Guerra Mundial, y a consecuencia de las tragedias que comportó, ha tenido lugar una disminución del conflicto entre los grupos socio-políticos en relación con la problemática concerniente a los objetivos de las sociedades y los medios políticos más adecuados para alcanzarlos. B- la apoyada por los investigadores que sostienen las despolarizaciones o desradicalizaciones ocurridas o previsibles de grupos particulares, situados a la derecha e izquierda del espectro político, así como por lo politólogos que sostienen la insignificancia de las ideologías que refleja y se basan en problemas del siglo precedente para resolver los problemas del presente siglo. Aquellos que son críticos con la afirmación del fin de las ideologías sostienen que esa tesis representa una nueva forma de ideología conservadora, encaminada a desanimar todo intento de modificación estructural de la sociedad; es decir, que se reduce a un fetichismo del empirismo, a una exaltación de la apatía. De hecho, representa un descarado apoyo a la ideología liberal o neoliberal, según C. Wright Mills. Los defensores de la tesis del ocaso de las ideologías recibieron un duro golpe con la explosión de revueltas estudiantiles y obreras del Mayo del 68, que supusieron una importante crítica contra el mito tecnológico y contra las tesis del progreso material, de acuerdo con B. Cattarinussi. Finalmente, digamos que «ideología» se puede definir como un sistema de pensamiento sostenido por motivaciones y finalidades de orden político, es decir, una teoría determinada por la praxis, independientemente del sistema político-social de clase. En cualquier caso, la ideología se basa en la falta de criticidad del pensamiento ideológico: no dialéctico, rígido, pretendidamente definido y que rechaza la novedad. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Y aquí debo hacer algunas precisiones respecto al cristianismo, en el sentido de que no es, ni debe ser, una ideología, aunque no pocas veces los cristianos la entendamos así; a- La ideología no es dialéctica. El cristianismo se fundamenta en el diálogo de Dios con el hombre, con la humanidad. Es esencialmente dialéctico: Jesús, el Hijo de Dios, es la Palabra de Dios que se hace hombre, para comunicarse con el hombre y para que el hombre pueda dialogar o comunicarse con Dios. b- La ideología es rígida. El cristianismo es flexible, pues existe una evolución homogénea del dogma, y la moral se adapta a las conciencias y éstas a la moral. El cristianismo se imbrica en diferentes culturas de lugares y tiempos distintos. La moral cristiana nunca es rigorista: recordemos las controversias de Jesús con los fariseos. e- La ideología pretende ser definitiva. El cristianismo es, en cambio, un proceso que se desarrolla desde la creación hasta la Encamación del Hijo de Dios, y desde su vida, muerte, resurrección y ascensión, hasta el fin de los tiempos. Se trata de un proceso conducido por el Espíritu, en el que crece el Reino de Dios y su justicia, y que alcanzará su plenitud al final de los tiempos, cuando todo sea recapitulado en Cristo. Sólo cuando acabe este mundo, entraremos en lo definitivo, es decir, en los nuevos cielos y en la nueva tierra, en la que ya no habrá luto ni lágrimas, ni dolor alguno, sino tan sólo paz y alegría por los siglos de los siglos. Para los cristianos, no hay nada absoluto, pues tan sólo Dios lo es, no lo absoluto, sino el absoluto, y todo lo que hay en el mundo y en la propia Iglesia es, de algún modo, relativo. d- La ideología rechaza toda novedad que pueda modificar su propia identidad. El cristianismo, por el contrario, sostiene que el Evangelio es siempre algo nuevo, es Buena Nueva, es siempre «buena » y siempre «noticia». Un ejemplo de esa novedad representarán los Concilios Ecuménicos, las reformas mismas de la propia Iglesia, como las sucesivas reformas litúrgicas, la sucesiva definición de dogmas, la evolución de la Teología y la espiritualidad, la asimilación cultural del Evangelio en cada época, la sucesiva fundación de órdenes religiosas y las reformas y las reformas pastorales, entre Almogaren 35 (2004) 29- 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. otros ejemplos. El cristianismo no modifica su origen, sus referencias a la Persona y al Mensaje de Jesús en su realidad concreta, pues son acontecimientos, hechos, realidades y no una doctrina o unos enunciados teóricos. Son hechos que, por ocurridos, son inmodificables. Pero, de hecho, la percepción y la expresión de esas realidades, o de esos mismos hechos, sufren las modificaciones propias de la necesaria encamación de la fe en cada lugar y en cada tiempo, encamación que refleja admirablemente la ley de la Encamación del Señor. Cuando afirmamos, por ejemplo, que Jesús es el Hijo de Dios, o que María es Virgen antes, en el parto y después del parto, cuando afirmamos que Jesús ha resucitado, que Dios es Uno y Trino, no estamos afirmando enunciados conceptuales, o simples ideas definidas teóricamente, sino que estamos afirmando que creemos en hechos reales, en acontecimientos que han ocurrido, o que han sido, son y serán un día. No se rechaza ninguna novedad, ideas o conceptos, y no se admite su modificación. Por todo lo dicho debe inferirse que el cristianismo no debe convertirse jamás en una ideología. Y si algún cristiano convirtiese el cristianismo en una nideología, estaría degradando la fe, la esperanza, el amor, el Mensaje de Cristo y la vida cristiana. Precisamente porque el cristianismo no es una ideología, ha sido posible que haya subsistido durante veinte siglos y que haya dado lugar a santos tan diferentes con S. Pedro, S. Pablo, Sta. Lucía, S. Agustín, S. Anselmo, Sto. Domingo, S. Francisco de Asís, S. Ignacio de Loyola, S. Francisco Javier, Sta. Catalina de Siena, Sta. Isabel de Hungría, Sta. Teresa de Jesús, S. Alfonso M. de Ligorio, Sta. Teresita, Edit Stein, S. Maximiliano Kolbe, S. Juan Bosco, etc ... Por la misma razón, ha dado lugar a que hayan existido los Apóstoles, los Mártires, los Anacoretas, los Santos Padres, los mendicantes, el Carmelo, los Benedictinos, las órdenes contemplativas, las Congregaciones y Órdenes religiosas, los consagrados a la atención de los pobres y enfermos, a la enseñanza, a los leprosos, y demás. Frente a la ideología y sus peculiaridades, el cristianismo se manifiesta como una realidad con un contenido flexible, abierto y creativo, dirigido siempre a la más progresiva liberación del ser humano, citando a G. Catalfano. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. IDEOLOGÍA Y REINO DE DIOS Pero para comprender que el cristianismo no es una ideología, es preciso que nos refiramos al Reino de Dios. Con demasiada frecuencia, por no decir casi siempre, los cristianos olvidamos, lo que es peor, desconocemos, que la predicación de Jesús tiene una constante que constituye algo así como lo nuclear de su mensaje, que puede resumirse en esas palabras que proclaman y resumen la Buena Nueva de Dios: " ... conviértanse porque el Reino de Dios está cerca", (Mt. 4,17). O bien con una expresión de San Marcos: " ... se ha cumplido el plazo, el Reino de Dios está cerca. Arrepiéntase y crean la buena noticia", (Me. 1, 15). El Concilio nos dirá, además, que el misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues Nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la Buena Noticia, es decir, la llegada del Reino de Dios prometida desde siglos en la Escritura, (Lumen Gentium 5)2. Ahora bien, este Reino brilla ante los hombres en la palabra, en la obras y en la presencia de Cristo, (L. G. 5). Los milagros de Jesús, a su vez, confirman que el Reino ya llegó a la tierra: si expulso a los demonios con el dedo de Dios, sin duda que el Reino de Dios ha llegado ya a vosotros, (Le. 10,20); (Cf. Mt. 12,28). Pero, sobretodo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino a servir y a dar su vida para la redención de muchos, (Me. 10,45); (L. G. 5). También con demasiada frecuencia, los cristianos olvidamos a pesar de lo dicho por el Concilio y a pesar de la revelación, es decir, a pesar de lo revelado por el Señor, lo que es el Reino de Dios. Y con no menos frecuencia, tenemos o manejamos un concepto del Reino de Dios que responde a una visión humana e interesada de la soberanía de Dios, y no a la realidad que el Señor nos ha revelado y que nos ha traído para nuestra salvación y para la salvación del mundo. El Reino de Dios que nos trae el Señor y que el mismo Señor nos revela, que él proclama y anuncia, no es un espacio, un territorio o una entidad estática, ya constituida en el mundo como algo inmutable, como concepción ideológica, como una realidad política nacional, tal y como la entendían los judíos o como lo han entendido y lo entienden todavía algunos católicos, en 2 Lumen Gentium. En adelante L.G. documentos Concilio Vaticano II. BAC. Madrid 1980. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. una línea que podemos considerar como propia del nacional-catolicismo: un estado o nación confesionalmente católica, con un objetivo claro que será defender la fe y la Iglesia incluso con las armas, con una concepción del poder considerado como otorgado por Dios y por la Iglesia. El Reino de Dios, tal y como el Señor nos lo revela, no es una sociedad dominada por la soberanía de Dios, delegada en un hombre o en un pueblo en concreto, no es una teocracia ni un estado teocrático en competencia por el poder con los reinos, naciones o estados del mundo, pues todas estas ideas son afirmaciones ideológicas. El Reino significa el hecho real de que Dios se pone al alcance de quienes lo necesitan, es decir, de todos los hombres, aunque no todos vayan a querer sentir lo que necesitan, salgo los pobres a los que el mundo niega toda salvación o los pecadores que se reconocen como tales y que saben que necesitan de la salvación de Dios. Los ricos, que encuentran su salvación en el dinero, en el poder y el prestigio, no van a sentir la necesidad de la salvación de Dios, pues se creen autosuficientes hasta punto de pensar que sus limosnas pueden comprar el Cielo. Los «buenos», los que se piensan justos y santos, tampoco van a sentir la necesitad de la salvación de Dios, porque creen bastarse a si mismos atendiendo a sus obras, a su bondad, a sus buenos actos y a su carencia de pecados, y creen adquirir el derecho de la salvación ante Dios y los hombres, como es el caso de fariseo de la parábola de Lucas (18, 9-14). Pero tal vez lo más novedoso del mensaje de Jesús es que anuncia la proximidad o cercanía del Reino. Y, sin embargo, simultáneamente, ofrece afirmaciones de futuro: el Reino es una realidad futura aún cuando habla de su «proximidad», del «día» de «estar en el Reino de Dios», de <~uicio», de «heredar la vida». Jesús jamás ofrece una fecha, nunca responde al «cuando». El día es desconocido hasta para el hijo, (Me. 13,32), y no responde a cálculo alguno. La cercanía se refiere al momento para la conversión como camino para poder así participar en el Reino en su plenitud futura. El señor supera siempre, con su modo de hablar, toda aproximación al momento del Reino. La promesa o anuncio del Señor Jesús es escatológica, es decir, es un anuncio o promesa que pertenece al «ya sí», de hoy, y simultáneamente, al «todavía no» que lo refiere a la Parusia, para su total y pleno cumplimiento. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Por eso mismo, junto a las expresiones de futuro, el Señor nos ofrece expresiones de presente: con las expulsiones de los demonios por obra de Jesús, ha llegado el Reino de Dios (Mt. 12,28). Jesús ha atado al fuerte, ha vencido al Maligno, (Me. 3,27). El Reino de Dios se halla presente en los hechos relacionados con su propia presencia (Le. 17, 20). Igualmente, en algunas de sus actividades, de sus gestos y palabras, el Señor da como por supuesto la presencia del Reino: su entrada en Jerusalén, la expulsión de los mercaderes del templo, y de un modo especial, en la Última Cena, en la Eucaristía. La Buena Noticia no consiste, pues, sólo en la afirmación de Jesús de que la llegada del Reino de Dios está próxima y es inminente, tal y cómo lo anunció Juan, sino que con Él, con el Señor, ya está aquí como una realidad que se inaugura con sus gestos y palabras: perdona los pecados, cura las enfermedades, anuncia el Evangelio a los pobres, proclama la liberación de los cautivos, ofrece la libertad a los oprimidos, proclama el año de gracia del Señor (Le. 4, 16), señales todas ligadas a la victoria del Reino de Dios sobre el Reino del mal. En una reconciliación absolutamente gratuita, la paternidad divina de los israelíes piadosos que se enorgullecían de un privilegio propio de los elegidos y justos, se ofrece a todos: a los publicanos, a las prostitutas, a los impuros leprosos y a los extranjeros que no conocían la Ley, igual e incluso mejor que a la elite de los escribas y fariseos. Le ley se cumple, pero es superada por Jesús y con Jesús como indican los milagros realizados por Cristo en el Sábado. Las mismas parábolas del Reino son proclamación paradójica de algo inaudito: los pecadores más despreciados ven, por una pura, inesperada e inconcebible generosidad de Dios, aproximarse a ellos el Reino, no para mantenerlos, someterlos o reducirlos a una esclavitud, sino para asociarlos a la realeza de Dios, como hijos del Rey, hijos libres de Dios, invitados a la mesa del Reino. Y lo mismo ocurre con los pobres y los sencillos. Las expresiones de futuro y de presente forman, en consecuencia, un todo, se relacionan entre sí, pues se habla de la irrupción actual del Reino de Dios de tal manera que es el presente el que inaugura, como salvación y juicio, el futuro, pero sin anticiparlo del todo, y siempre habla del futuro de manera tal que éste descubre e ilumina el presente, permitiendo ver el día de hoy Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. como el día de la decisión. El Reino aparece enfocado hacia el futuro, en el cual residirá la consumación, pero de tal modo que su fundamento se encuentra ya en el presente, desde que Dios se hace hombre, durante la vida de Jesús, y día adía, desde entonces, en cada momento de la historia, en cada momento de nuestra vida. El reino de Dios, que ni se identifica exclusiva o totalmente con la Iglesia, ni se opone ella, se está realizando en este mundo desde que Jesús, Hijo de Dios, se encarnó, vivió, padeció, murió y resucitó. Pero no es un Reino inmanente. Por eso, el peligro de los cristianos y, más en concreto, de la Iglesia, sería entenderse a sí misma como el Reino ya establecido, con lo que quedaría eliminado, al anticipar el «eskhatón», el necesario pensamiento de su renovación, de la «Ecclesia sempre reformanda», el temblor por la condición pecadora de la Iglesia, (L. G. 8). La Iglesia no es el Reino, pero es signo, sacramento del Reino. Injertada en la totalidad del proyecto de Jesús, es la expresión sacramental de ese Reino: la Iglesia, esposa de Cristo, puede entenderse como esposa del Reino. Todos los gestos de Jesús se orientan al Reino y son entregados a la Iglesia, que será como el fruto primigenio del Reino. De ahí que la Iglesia tenga como misión anuncia o proclamar el Reino de Dios, colaborar en su instauración en la tierra, expresar su llegada, además de pedir al Padre que venga a nosotros, y vivir su anticipo en Jesucristo por la fe, la esperanza y el amor, preparando y esperando la consumación de los tiempos para poder entra y participar plenamente en él, (Cf. L. G. 5 y 9; Rom. 8,21; Col. 3,4). Y aunque la Iglesia sea el signo del Reino por antonomasia, no debemos olvidar que en el mundo pueden darse una inmensidad de realidades, de hechos, de acontecimientos que lo pueden hacer tender hacia el Reino de mil maneras y por caminos insospechados, pues hay todo un misterio en la acción de Dios, de su Espíritu, en el mundo que se da en el interior de la historia del hombre, realidades que se constituyen en «signos de los tiempos» como expresiones de la presencia y crecimiento del Reino de Dios en cada instante del devenir histórico de la humanidad: en todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia, (Cf. Hech. 10,35, y L. G. 9). Por eso la liturgia clama con palabras de la Didajé: "tuyo es el Reino, el poder y la gloria por siempre, Señor". Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. El Reino de Dios no es, por tanto, un asunto de «pura interioridad», como dijo Lutero y como piensan tantos cristianos y no cristianos que se mueven en una concepción intimista y privatizada del cristianismo, como aquellos afirman que la salvación de Jesús se refiere sólo al alma, o aquellos otros que encierran a la Iglesia en la sacristía. Si fuera así, la fe consistiría en un conjunto de sentimientos sin trascendencia alguna en la totalidad de la vida humana y no tendría nada que ver con la ordenación de la sociedad ni relación alguna con las realidades terrenas y con el cosmos, con la creación entera, con lo cual sobraría el testimonio del cristiano. Y serían absurdas las parábolas de Jesús sobre la levadura, la sal, la luz, el fermento, etc. La fe será una ideología más. Tampoco es un bien que bajará del Cielo al fin de los tiempos sin necesidad de preparación alguna, pues bastaría entonces una «fe fiducial» que encerrase al cristiano en su pura interioridad, en una espera pasiva, abandonando la suerte del mundo al pecado, sin rezar, sin amar, sin compasión alguna por los que sufren. Y desde luego, tampoco consiste en el simple fruto del esfuerzo del hombre, por bueno, justo y santo que se crea, como piensan los «voluntaristas ». Es un don de Dios, que reina soberanamente y que se da en participación. Los beneficiarios de este don, de tal gracia, no están por ello menos obligados a responder ante ella plenamente. Pero no será nunca el resultado del esfuerzo humano, por santo que sea, so pena de dejamos esclavizar por pragmatismos intramundanos, por programas ideológicos al margen del Evangelio y de la Persona de Jesús, o por «revoluciones mesiánicas» que nada tienen que ver necesariamente con Dios, ni con su Reino, ni con el verdadero Mesías, (Cf. Sollicitudo Reí Socialis. 48)3 , (Gaudium et Spes 39)4 • En resumen, diremos que el Reino de Dios, anunciado por Jesús, es una realidad futura, en cuanto que alcanzará su plenitud al final de los tiempos, y por ello es objeto de esperanza. Pero Jesús imprime a esta esperanza un nuevo giro, ya que anuncia que la esperanza escatológica se cumple ahora, (W. Kasper, Jesús). Esta anticipación, aunque sea de forma germinal, acaece en su persona y en su obra, (Gesteira; Cf. L. G. 5). Hoy ha entrado la salvación en esta casa, (Le. 19,9), dirá el Señor ante la acogedora actitud de Zaqueo. 3 Sollicitudo Rei Socialis. Carta encíclica de S.S. Juan Pablo II. PPC, Madrid 1988. En adelante S.R.S. 4 Gaudium et Spes. Documento del Concilio Vaticano II. BAC. Madrid 1980. En adelante G.S. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad, y tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede, de alguna manera, anticipar un vislumbre del nuevo siglo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del Reino de Cristo, es cierto que el primero, en cuanto que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, la unión fraterna y la libertad, en una palabra, todos los frutos buenos de la naturaleza y de acuerdo con su mandato, volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados, cuando Cristo entregue al Padre el Reino eterno y universal: Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra, y cuando vuelva el Señor, se consumará su perfección, (G. S. 39). Y por todo ello pedimos: ¡Venga a nosotros tu Reino! Para el cristiano, a la luz del Reino, no hay más Señor que Dios, hasta el punto que aceptar señoría alguno del mundo es una forma de idolatría. Ni el dinero, ni el poder, ni el sexo, ni el éxito, ni los poderosos, ni los reyes, ni los políticos, ni los partidos, ni los famosos, ni los banqueros o financieros, ni los intelectuales, ni los periodistas prestigiosos, ni los deportistas, ni los artistas reconocidos, ni los científicos, ni siquiera un programa que entrañe imponer el bien a los demás por la fuerza pueden constituirse en señores del cristiano o de una parcela de su corazón. El cristiano es libre en tal medida que sólo Dios es su Señor, un Señor que le ama y que respeta siempre su libertad. El cristiano es libre en la medida que se hace, libremente, súbdito del Reino de Dios y de su justicia. Pero sabemos que el Reino de Dios no llegará a su plenitud hasta el fin de los tiempos. Y ello tiene sus consecuencias: 1-. Ante todo, el cristiano será siempre un insatisfecho. Ningún modelo de sociedad, realizado o por realizar puede ser identificado con el Reino. Afirmar que una situación social que ha alcanzado tales características que satisface al creyente, en cuanto tal creyente, supone afirmar que el Reino ya está realizado. Decir, por ejemplo, que un estado o nación hallegado a la plenitud del cumplimiento de la moral social predicada por la Iglesia es una especia de blasfemia. El cristianos siempre y en toda situa- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ción descubrirá lejanía, distanciamiento y pecado respecto al Reino. Por eso el creyente siempre se sentirá insatisfecho. 2-. Por ello mismo, en el cristiano siempre se dará un profundo sentido crítico respecto a toda realización y respecto a toda realidad, personal y social. La Iglesia ha de ser necesariamente «conciencia crítica» de toda sociedad. Lo contrario significaría afirmar que el Reino ya ha sido establecido. Y lo mismo debe decirse de cada cristiano. Absolutizar una situación o un proyecto representa identificarlos con Dios o con su Reino. En una palabra, significa idolatrar. Hasta el fin de los tiempos, la lejanía del mundo respecto al Reino será una realidad siempre presente en la conciencia del cristiano. 3-. Por lo tanto la Iglesia siempre será «conciencia crítica» de toda sociedad y de toda realización política, social o económica. Lo contrarío sería afirmar que el Reino ha sido ya establecido, que ya ha llegado, y conllevaría al «milenarismo». 4-. Esa insatisfacción del cristiano y de la Iglesia no es fruto del simple enfado, de la mera disconformidad, de que posea otros proyectos intramundanos, sino que será fruto del amor a toda la humanidad, a los pobres particularmente, pues son las víctimas por excelencia del hecho de que el Reino no haya llegado, por culpa de nuestros pecados, y a Dios mismo. 5-. La insatisfacción y el sentido crítico del cristiano arrancan radicalmente de un amor a los hombres y, particularmente a los pobres, que le impulsan a entregare sin descanso a una tarea de transformar el mundo mediante la oración, el testimonio y, en algunos casos, mediante la acción. La lógica del Evangelio nos enseña que sólo el que es consciente de su pecado puede encontrar la liberación del Señor. Es por ellos que para el cristiano y la Iglesia anunciar el Reino, proclamar la Buena Nueva y denunciar el pecado son exigencias simultáneas, inseparables. La denuncia profetica forma parte esencial de un amor que alcanza a todos: a las víctimas del pecado a las que se quiere liberar porque son objeto privilegiado del amor de Cristo, que ha venido a evangelizar a los pobres y liberar a los oprimidos, pero también a los pecadores a los que se debe hacer caer en la cuenta de su pecado, por Dios quiere que el pecador se arrepienta y viva. La denuncia profetica no ha de ser el fruto de un desahogo, o del deseo de imponer el propio modelo de comportamiento o de sociedad, sino la re- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. sultante directa del amor que busca liberar al hombre en cualquier situación de esclavitud en que pueda vivir: moral, psicológica, social, política, económica, laboral y jurídica. Toda esclavitud es pecado, o consecuencia de éste. Y esto es lo que importa al cristiano, aunque su anuncio y su denuncia lo lleven a la muerte, como ocurrió a Jesús de Nazaret, y como también le ocurrió a tantos cristianos mártires y profetas. La denuncia profetica ha de realizarse siempre con amor, (1 Cor. 13, 2), con voluntad constructiva, (1 Cor. 14, 3), con espíritu de servicio, (1 Ped. 4, 10), atendiendo a los signos de los tiempos, (Mt. 16, 3), sometiéndose también al discernimiento de la Iglesia y de la comunidad, (Mt. 7, 15; ICor. 12, 10; I Jn. 4, 1; Cf. Oct. Adv.). Y por supuesto, que la denuncia profetica no puede jamás confundirse con un dar suelta una agresividad que no busca otra cosa que quedarse tranquilo por haber abierto la espita del mal humor. 6-. Ese amor al Reino impulsará al cristiano y a la Iglesia a entregarse, sin descanso, a la tarea de transformar el mundo, de hacerlo tender hacia el Reino, y lo hará, no de cualquier manera, sino empleando los criterios o valores del mismo Reino. Veamos ahora las notas del Reino, sus características, que ya hemos indicado antes un poco de pasada. El Reino de Dios es un Reino de paz y de amor, de verdad y justicia, de libertad y santidad. Así se perfilan lo que deben ser las referencias fundamentales del compromiso temporal del cristiano, los mismos objetivos de ese compromiso. LA PAZ La paz del Reino de Dios no es, por supuesto, mero orden externo, ni mera quietud, ni, mucho menos, la tranquilidad de los satisfechos. Mi paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo, dirá el Señor. La paz de espíritu es el encuentro del hombre con Dios, un encuentro que lo libera de rupturas internas y externas, que lo libera de todo estado de ansiedad y tensión, que le permite descubrir el mundo con ojos nuevos, sin odios ni agresividades, sin egoísmos ni insatisfacciones. La paz de Dios es la reconciliación con Dios y con los hombres en la entrega, sin temores, ni al pasado ni al futuro, a la obra salvadora de Dios, a los demás, al mundo, a la obra salvadora de Dios. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. EL AMOR El amor cristiano, como reflejo del amor del Reino, es la vida de Dios participada por el hombre. Entraña salir del propio yo para, pasando por los demás, tender hacia la fuente del amor, de todo amor existente en el mundo, que es Dios. El amor del Reino implica la aceptación plena de una fraternidad humana universal que arranca del hecho de llamar Padre a Dios y de que seamos sus hijos en solidaridad con todos los hombres. El amor del Reino es encuentro y diálogo, comprensión y aceptación, amor servicial y paciente; excluyendo envidias y vanidades, pues no se engríe, no busca su interés, no toma en cuenta el mal, ni se alegra de la injusticia. Se alegra con la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor del Reino es perdón a los enemigos y amor a los pobres. Y porque el amor cristiano es universal, se ve impulsado a discriminar amando más a los pobres, es decir, poniendo amor allá donde encuentra una víctima de la falta de amor. Dios ha creado a todos los hombres iguales en su dignidad. La existencia de la pobreza es la manifestación de la presencia del mal en el mundo: es el «jus» original roto por el pecado. Por esta razón, el Señor se identifica con los pobres, para que reconstruyamos la justicia original equilibrando de nuevo el orden roto. LA VERDAD La verdad del Reino es esa sabiduría que ha sido escondida a los sabios de este mundo. No significa ello que la sabiduría de las ciencias no sea reflejo de la verdad de Dios. Pero la verdad de Dios es esa verdad que ha sido revelada a los pequeños. La verdad de la lógica misteriosa del Evangelio frente a la lógica del mundo. La verdad de las bienaventuranzas, del Sermón de la Montaña, del perdón y amor a los enemigos, de la predilección por los pobres, etc. LA JUSTICIA La justicia del Reino no coincide simplemente con el concepto romano- occidental de la justicia de dar a cada uno lo suyo. Una de las características principales del Reino es que Dios realiza el ideal regio de la justicia. Un ideal por el que constantemente se había suspirado y que jamás se había realizado plenamente en la tierra. La justicia del Rey, según las concepciones de Israel desde los tiempos más antiguos, no consiste primordialmente en emitir Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. un veredicto imperial, sino en la protección que el Rey hace que se preste a los desvalidos, a los débiles, a los pobres, a las viudas y a los huérfanos. Esta justicia, que no llega a realizarse en el mundo y cuyo incumplimiento denuncian los profetas es la que Jesús viene a anunciar e instaurar. Ésta es la justicia del Reino. Hay un hecho que siempre me impresiona siempre que sobre él reflexiono: con diferencia de siglos, hay una constante en la historia de la salvación que nos debería hacer pensar muy seriamente en nuestra misión. Isaías (61, 1), anuncia la venida del Mesías con estas palabras: "el Espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto me ha ungido. A anunciar la Buena Nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos, a pregonar a los cautivos la liberación y a pregonar año de gracia de Yahvé". El Evangelio de Lucas nos narra, (4, 16): vino Jesús a Nazaret, donde se había criado y, según costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: "el Espíritu del Seños sobre mi, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor y enrollando el volumen lo devolvió al ministerio y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó pues a decirles: esta Escritura, que acaban de oír, se ha cumplido hoy". Cuando Juan manda a sus discípulos a preguntar a Jesús si es él quien ha de venir, el Señor responde, (Le. 7, 22): "vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído, que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva". Veinte siglos más tarde, habla la Iglesia congregada en Concilio: Cristo fue enviado por el Padre a evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos, (Le. 4, 18), para buscar y salvar lo que estaba perdido, (Le. 19, 10), así también, la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana, más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y paciente, que se esfuerza por remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo, (L. G. 8). Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideo logias. Así hay que entender la justicia del Reino y así hay que vivirla e intentar implantarla en el mundo. LA LIBERTAD La libertad del Reino tampoco responde, sin más, al concepto vulgar de libertad, pues ésta está en relación directa con la liberación que Cristo nos ofrece, con su muerte y resurrección, con su palabra y su vida, con sus gestos y milagros. Y esa liberación tiene ritmos, tiempos y niveles muy diferentes. Entraña liberación respecto a esos profundos condicionamientos de los que todos tenemos experiencia, que nos impulsan al egoísmo y a la venganza, al odio y al orgullo, a adorar el lucro, el dinero, el poder, las comodidades, el triunfo, aunque nos exijan aplastar a amigos, a compañeros de profesión, a enemigos y a quien sea. Entraña también el vislumbrar en esperanza una situación en la que no tendrán cabida ni la pobreza, ni la cautividad, ni la opresión, porque Cristo nos asegura un juicio final que reconstruya en su raíz y de forma definitiva la justicia que supone la afirmación radical de todos los hombres. Y desde esta esperanza, la liberación entraña la libertad interior del que no teme perder nada en su entrega a la construcción del Reino: liberación del miedo a la persecución, la muerte y la pobreza, a lo que sea, ya que morir es nacer a la vida definitiva y el cristiano todo lo tiene en nada cuando alcanza a vivir escondido en Cristo-Jesús. Cuando se logra esa libertad interior, el hombre se hace fuerte de tal modo que irradia ese poder misterioso capaz de romper cadenas para liberar a los hombres, sus hermanos. La paz, el amor, la verdad, la justicia, la libertad y la santidad constituyen las referencias fundamentales del compromiso temporal del cristiano y sus objetivos. Son las coordenadas que deben guiar nuestro pensamiento y nuestra acción. El tiempo que va desde la Resurrección de Cristo hasta su parusía no será otra cosa que el avance de la paz, a veces casi invisible, espectacular, paciente sobre toda forma de violencia de pensamiento, palabra u obra, individual o colectiva, fisica o estructural; del amor sobre toda forma de odio, discriminación, egoísmo, y explotación del hombre sobre el hombre; el avance de la justicia sobre toda forma de injusticia en cualquiera de sus mil formas, especialmente de todas aquellas que suponen que haya hombres en una situa- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ción de inferioridad respecto a los demás; el avance de la libertad sobre toda forma de esclavitud interna o externa, económica o social, fisica o moral, y el avance de la santidad sobre toda forma de mal, de pecado, de impiedad y de idolatría. Las notas del Reino deben ser el modelo final, el objetivo, el medio y la pauta que todo cristiano debe llevar de la mano. Es más, estas notas del Reino no tienen sentido separadas las unas de las otras, pues su simultaneidad es fundamental. Una paz sin libertad, sin amor, sin verdad y sin justicia acaba convirtiéndose en una dictadura «de derechas ». Una justicia sin paz, sin amor, sin verdad, sin libertad, termina tornando en una dictadura «de izquierdas». Una libertad sin justicia, sin paz, sin amor, sin verdad no es más que inhumano materialismo, que aplasta a lo sobre. Un equilibrio demasiado calculado puede llevar a no dar importancia a ninguno de los valores, de tal forma que se acabe convirtiendo estas notas en un «extremo centro» que no es «ni frío ni caliente» y que el Señor vomita de su boca porque lo único que entraña como valor es una indiferencia que expresa su egoísmo personal, familiar, corporativista, regional o de cualquier otro tipo. La verdad sin la justicia, sin el amor, sin la paz, sin la libertad da lugar a una utopía, por ende irrealizable, ideológica que fundamente la tiranía del "cuarto poder", es decir, de los poderes mediáticos que, curiosamente termina manipulando la verdad objetiva y substituyéndola por una opiniones, o dando lugar a la dictadura tecnocrática en la que, en nombre de la verdad científica, que casi siempre son teorías o hipótesis de trabajo, se impone a los seres humanos determinados comportamientos o formas de pensar en base a una certeza o evidencia que rara vez existe. LA OPCIÓN POR EL REINO Desde el Reino de Dios, nuestro compromiso no consiste en calafatear el futuro con nuestros sueños. ¿Quién conoce la geografia de las potencias del bien y del mal, de sus promesas y posibilidades? Nadie. Nuestro optimismo no está vuelto hacia el porvenir como hacia una solución inmediata y definitiva. El éxito es algo sobreañadido. El Reino del Espíritu está en medio de nosotros, y existe desde este instante, si esa es mi voluntad, como un fulgor que me rodea. Es la esperanza una virtud presente, una sonrisa en las lágrimas Almogaren 35 (2004) 29 - 57 50 1 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. o una brecha en la angustia. La esperanza es la confianza de la fe y no la espera morbosa de compensaciones imaginarias para las decepciones de hoy,». El cristianismo, si se le considera en su desarrollo, es en cada época la realización de una síntesis única, en la historia, entre la naturaleza y la gracia de Cristo, de una parte, y de otra, la situación tiene siempre el carácter de novedad y de sorpresa. Lo que incumbe al cristiano es, por tanto, una verdadera tarea en el sentido real del término, una tarea a la vez terrena y cristiana, que no llegará a su término más que penosamente y a través de muchas vicisitudes: las sorpresas, los dolores, las empresas inútiles, los pasos en falso, las distancias y las reservas injustificadas, los complejos cobardes de restauración y de conservación, así como los milagros fascinantes y engañosos. De esta manera, el cristiano está llamado a sentir simultáneamente el temor y la fascinación ante las tareas terrenas que comporta el mundo en gestación. Él es llamado a la acción y a la crítica y está mezclado fraternalmente con todos aquellos que con sus voces llaman a ese porvenir y que se sienten llamados a tener el advenimiento. El tomar sobre sí el mapa del «rostro de este mundo» para hacerlo evolucionar es una tarea que interesa al cristiano como cristiano, puesto que la vida eterna debe forjarse en el tiempo. Es exacto, es verdadero -y ello es de una capital importancia- que el Evangelio no tiene programa alguno y que, además, no debe tenerlo, y que la Iglesia tampoco tiene nada que proponer que se parezca a un programa concreto y obligatorio en relación con el porvenir. Pero ello no significa que cualquier programa sobre el porvenir sea compatible con el espíritu y vida cristiano o con la esencia del hombre a quien el cristianismo tiene como misión salvaguardar. Por tanto, no se puede concluir que los cristianos, incluso en lo que concierne a su vida concreta, estén separados de toda responsabilidad en relación con estos programas. Pueden muy bien tener aquí abajo y, precisamente en cuanto que cristianos, una tarea que cumplir y una tarea que no es la de la Iglesia en cuanto tal. Sin embargo, con frecuencia, parece que no busquen otra cosa que salvaguardar el espíritu del Evangelio bajo la forma de una crítica defensiva y de una puesta en guardia contra los peligros que representan los planings del porvenir y las ideologías terrenas. Almogaren 35 (2004) 29- 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Dicho esto, si el cristiano o puede buscar en su cristianismo sólo fórmulas o recetas concretas al uso del mundo, no debe ir, pues, a preguntarle, en nombre de su fe, qué postura debe tomar o va a tomar la humanidad del mañana. Él es aquí abajo el peregrino que camina hacia lo desconocido y hacia el riesgo de un codo a codo fraternal con los «otros», elaborando los planes de este porvenir terreno, pues él tiene un perfecto derecho a experimentar un sentimiento de orgullo con el pensamiento de que es, en el universo creado, el ser que se forja a sí mismo, es el lugar -lo que llamamos espíritu, libertad- en el que esa gran máquina que es el mundo hace algo más que funcionar de una manera magnífica, y se pone a dirigir ella misma su propio movimiento. Porque no se trata, sin más, de que podamos pensar en la realización inmediata, plena y casi automática de las expectativas del Reino. No es así. Lo que nos dice el Evangelio es que trabajar amorosamente para perfeccionar el mundo desde la perspectiva del amor y la justicia, del amor a los pobres y la construcción de la justicia en favor de los pobres tiene un profundo sentido a los ojos de Dios y a nuestros propios ojos, tanto si se realiza como si no en los plazos soñados por nosotros como plazos de avance del Reino, porque en cualquier caso es obra del amor, y éste, reflejo de que Dios es amor, se justifica por si mismo, y no por sus resultados. Este planteamiento, tan antiguo como la Revelación, pero tan nuevo para nuestras conciencias como lo es la enseñanza social de la Iglesia, nos puede llevar -como ha ocurrido tantas veces- a un posible dualismo entre contemplación y compromiso, o si quiere, entre culto y justicia, o entre «horizontalismo » y «verticalismm> en la vida cristiana. Es un tema permanente en toda la 'historia de la salvación, y es el tema del Reino de Dios y su relación con el culto en general, y con la Eucaristía en particular, especialmente en nuestro tiempo (Cf. S.R.S. 48). Sin generalizar, es cierto que hay cristianos que van a misa y se despreocupan totalmente de los pobres y, por otro lado, los hay que se preocupan de los pobres y no van a misa. Conocemos también que se acusan mutuamente de cristianos «evadidos» y cristianos «activistas». Concluyamos esta parte dedicada al Reino de Dios diciendo que, a pesar de las injusticias, propias y ajenas, a pesar de nuestras debilidades, los cristianos, los pobres cristianos que soñamos, llenos de esperanza, con el Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Reino podemos y debemos celebrar la Eucaristía, porque el Señor Jesús la instituyó entre el «eskhatón» y la «Parusía» para que de ella recibamos la fuerza precisa para seguir el camino, desde el Reino y hacia el Reino, porque el Señor Jesús instituyó la Eucaristía, no porque seamos santos sino porque somos débiles y pequeños, para que participemos en ella convencidos de que allí brilla más la fuerza de Dios cuando más es la debilidad humana, y de que llevamos un tesoro en vasijas de barro. No es posible, en cristiano, compromiso o contemplación, sin comunión. El «Ser con Cristo» configura nuestra acción y nuestra contemplación. Por tanto, la comunión eucarística densifica nuestro compromiso activo o contemplativo, le da una plenitud de sentido, me atrevería a decir incluso, que lo hace posible a poseer de nuestra pobreza, de nuestra debilidad, de nuestros pecados, a pesar de la fuerza de todo aquello que en nuestra sociedad y en el mundo entero se opone al Reino de Dios, a pesar de los poderes y poderosos del mundo y sus mil procedimientos llenos de eficacia que intentan ahogar nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor, que intentan aplastar nuestro único poder, el decir, la débil fuerza de la Palabra y la pequeñez humana de nuestro compromiso, Pero no olvidemos nunca que el Señor ha vencido ya al Maligno, ha vencido al pecado y a la muerte. Todo lo dicho debe servirnos, no sólo para convertirnos, sino también para no convertir el cristianismo en una ideología -acentuando una nota del Reino y olvidando las otras- y hacer de él un instrumento de dominación de las conciencias de los demás. LAS IDEOLOGÍAS EN EL CONCILIO También el Concilio ha hablado sobre las ideologías. Veamos algunos párrafos: La humanidad se encuentra hoy en un nuevo período de su historia en el que profundos y rápidos cambios se extienden progresivamente a todo el universo. Provocados por la inteligencia y destreza creadoras del hombre, reinciden sobre el modo de pensar y actuar con respecto a los hombres y sus asuntos. De ahí que podamos hablar ya de una auténtica transformación social y cultural que repercute también en la vida religiosa. Como sucede en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así, aunque el hombre extiende tan Almogaren 35 (2004) 29- 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ampliamente su poder, sin embargo, no siempre es capaz de someterlo a su servicio. Se esfuerza por penetrar con más profundidad en lo más íntimo de su propio espíritu, y con frecuencia aparece más inseguro de sí mismo. Descubre, poco a poco, con mayor claridad las leyes de la vida social y permanece en la duda sobre la dirección que se debe imprimir a ésta. Nunca ha tenido la humanidad tanta abundancia de riquezas, posibilidades y poder económico, y, sin embargo, todavía una enorme parte de la población mundial se ve afligida por el hambre y la miseria, siendo incalculable el número de analfabetos. Jamás tuvieron los hombres un sentido tan agudo de la libertad como hoy, y sin embargo surgen nuevos tipos de esclavitud social y psicológica. El mundo siente vívidamente su propia unidad y la mutua interdependencia de unos con otros dentro de la necesaria solidaridad, y aún así se ve gravísimamente dividido por fuerzas antagónicas, pues existen todavía agudas discordias políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y no falta el peligro de una guerra capaz de destruirlo todo. Mientras aumenta el intercambio de ideas, las palabras mismas con las que se expresan conceptos de gran importancia revisten sentidos bastante diferentes en las distintas ideologías. Finalmente, se busca con insistencia un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente el desarrollo espiritual. Afectados por situaciones tan complejas, muchos de nuestros contemporáneos no pueden discernir bien los valores perennes y, al mismo tiempo, compaginados adecuadamente con los nuevos descubrimientos; de ahí que, agitados entre la esperanza y la angustia, les atormente la inquietud, interrogándose sobre la evolución actual del mundo. Esta evolución del mundo desafía a los hombres, más aún, les obliga a dar respuesta (G. S. 4). Un cambio tan rápido, avanzando muchas veces de modo desordenado, y la misma conciencia más aguda de las discrepancias existentes hoy en el mundo generan o aumentan las contradicciones y desequilibrios. En la persona misma surge muy frecuentemente el desequilibrio entre la inteligencia práctica moderna y una forma de pensamiento teórico que no es capaz de dominar la suma de sus conocimientos ni de ordenarlos adecuadamente en síntesis. Igualmente aparece el desequilibrio entre el afán de la eficacia práctica y las exigencias de la conciencia moral y, mu- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 54 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. chas veces, entre las condiciones de la vida colectiva y las de un pensamiento individual e incluso de la misma contemplación. Finalmente, surge el desequilibrio entre la especialización de la actividad humana y la visión universal de las cosas. Surgen también discrepancias en la familia, debidas a las apremiantes condiciones demográficas, económicas y sociales, o a los conflictos generacionales, o a las nuevas relaciones sociales entre hombres y mujeres. Aparecen, además, grandes discrepancias entre razas, incluso entre las categorías sociales de diverso género, entre países ricos, y menos ricos y pobres; y por último entre las instituciones internacionales, nacidas del deseo de paz de los pueblos y la ambición de difundir la propia ideología, y también los egoísmos colectivos existentes en las naciones o en otras colectividades. De ahí las desconfianzas y las enemistades mutuas, los conflictos y penalidades de los que el hombre es la a la vez causa y víctima, (G. S. 8). Ciertamente, la misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social, pero precisamente de esta misma misión religiosa fluyen tareas, luz y fuerzas que pueden servir para constituir y fortalecer la comunidad de los hombres según la ley divina. Más aún, donde fuere necesario, según las circunstancias de tiempo y lugar, ella misma puede, e incluso debe, suscitar obras destinadas al servicio de todos, y especialmente de los necesitados, como las obras de misericordia u otras semejantes, (G. S. 42). Además, en virtud de su misión y su naturaleza no está ligada a ninguna forma particular de cultura humana o sistema político, económico o social, y por ello, la Iglesia, desde ésta su universalidad, puede ser un vínculo muy estrecho entre las diferentes comunidades humanas y naciones, a condición de que éstas confien en ella y reconozcan realmente su verdadera libertad para cumplir esta misión suya. Por esta razón, la Iglesia aconseja a sus hijos, pero también a todos los hombres que en este espíritu familiar de hijos de Dios superen todas las desavenencias entre naciones y razas, y den firmeza interior a las asociaciones humanas justas, (G. S. 42). En muchas ocasiones la misma concepción cristiana de las cosas les inclinará a alguna solución determinada en ciertas circunstancias. Sin embargo, otros fieles, guiados por una sinceridad no menor, como sucede con frecuencia y legítimamente, emitirán un juicio diferente sobre el mismo asunto. Y Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. aunque muchos relacionan fácilmente las soluciones propuestas por unos y otros, el margen de la intención de las partes, con el mensaje evangélico, conviene que recuerden que a nadie le está permitido en los casos mencionados reivindicar exclusivamente para sí, a favor de su punto de vista, la autoridad de la Iglesia. Deben procurar siempre iluminarse mutuamente con un diálogo sincero, guardando la caridad mutua y preocupándose ante todo del bien común. Todos los fieles cristianos, en la comunidad política, deben sentir su vocación especial y propia, con la que deben dar ejemplo en cuanto que están obligados por la conciencia de su deber y sirven al cultivo del bien común, de modo que demuestren también con hechos cómo se armonizan la autoridad con la libertad, la iniciativa personal con la conjunción y cohesión de todo cuerpo social, la unidad conveniente y la diversidad fecunda. Deben reconocer las opiniones legítimas, aunque discrepantes entre sí, sobre la ordenación de los asuntos temporales y respetar a los ciudadanos, también cuando lo hacen agrupados, y que las defienden honestamente. Los partidos políticos deben promover aquello que a su juicio se requiere para el bien común, pero nunca está permitido anteponer la utilidad propia al bien común, (G. S. 75). De nada les sirve insistir en la construcción de la paz mientras los sentimientos de hostilidad, de desprecio y de desconfianza, los odios raciones y las ideologías obstinadas dividen a los hombres y los oponen entre sí. Por ello, la necesidad más urgente es una educación renovada de la mentalidad y una nueva inspiración en la opinión pública. Los que se consagran a la tarea de la educación, sobre todo de los jóvenes, o quienes forman la opinión pública, deben considerar como un gravísimo deber la preocupación de formar la mentalidad de todos hacia nuevos sentimientos pacíficos. Ciertamente, es necesario que todos nosotros cambiemos nuestros corazones, contemplando atentamente todo el universo y aquellas tareas que podemos realizar todos juntos para que la humanidad progrese hacia el bien. Para establecer un verdadero orden económico universal hay que abolir los excesivos afanes de lucro, las ambiciones nacionalistas, el deseo de dominación política, los cálculos de carácter militarista, así como las maquinaciones para difundir e imponer las ideologías. Se proponen muchos sistemas económicos y so- Almogaren 35 (2004) 29 - 57 1 55 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. ciales, y es de desear que los expertos encuentren en estos los fundamentos comunes de un sano comercio mundial. Esto sucederá más fácilmente si cada uno depone sus propios prejuicios y todos están dispuestos a entablar un diálogo sincero. En la construcción de la comunidad cristiana los presbíteros nunca se ponen al servicio de ninguna ideología o partido humano, sino que como predicadores del Evangelio y pastores de la Iglesia, se esfuerzan por conseguir el crecimiento espiritual del Cuerpo de Cristo, (Presbyterorum Ordinis 6)5 • CONCLUSIÓN No es fácil hablar de lo que es una ideología. Y sin embargo se trata de un tema de gran actualidad, y de gran importancia para la vida cristiana y aún más para la religiosa. Voy a acabar ofreciendo unas orientaciones prácticas para todos lo que creemos en el Señor: 1) Todos tenemos una ideología o aspectos concretos de una o varias ideologías. 2) Es fundamental hacer un discernimiento en orden a descubrir nuestra ideología y separarla específicamente cristiano o evangélico. 3) Nuestra oración y toda nuestra vida cristiana nos debe ayudar a relativizar nuestra ideología, y a no dejar que nos domine ni nos permita imponerla a los demás. 4) Debemos evitar cuidadosamente usar la fe y el cristianismo para justificar o apoyar una determinada ideología -y por tanto, a un partido político concreto-. 5) Nunca debemos creer o afirmar que una ideología, una situación social o un partido político cumple plenamente las exigencias del Reino de Dios: es la vieja herejía del milenarismo, pues el Reino de Dios ha llegado con el Señor, pero no alcanzará su plenitud hasta el final de los tiempos -recordemos las parábolas del sembrador, del grano de mostaza y de la levadura-. 5 Presbyterorum Ordinis. Documento del Concilio Vaticano II. BAC. Madrid 1980. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echarren Y stúriz: Las ideologías. Ni hagamos ni permitamos que se haga de una ideología -sea de derechas, de izquierdas o de centro-, objeto de fe. Desde el Evangelio hemos de ser críticos, profeticamente críticos con toda situación, ideología o partido político, a la luz del Reino de Dios y de sus valores. No olvidemos que el Reino de Dios es un respuesta liberadora respecto a la esclavitud de cualquier ideología. Hay, ha habido y siempre habrá ideologías. Hoy la más actual y peligrosa, incluso para la vida cristiana, es el Liberalismo o Neo-liberalismo. En algunos casos sigue siendo el Marxismo. Y no faltan quienes se empeñan en identificar el cristianismo con las ideologías más conservadoras. Así que debemos pedir al Señor que nos ayude a evitar caer en la tentación de adorar una ideología o sustituir nuestra fe cristiana por una ideología. Si vivimos de verdad en referencia a la Persona de Jesús y a su Mensaje, en referencia a la Iglesia del Señor, no debemos tener miedo alguno a ninguna ideología. Todas pueden tener algo de verdad y de bondad, y algo de mentira, de error y hasta de maldad. La solución es que Jesús sea nuestro Señor, nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Dios es el Absoluto, el único Absoluto. Todo lo demás tiene un valor relativo. Almogaren 35 (2004) 29 - 57 Ramón Echaren Y stúriz Obispo de Canarias |
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