Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
APUNTES SOBRE LAANTROPOLOGÍA
DE LA ESPERANZA EN LAÍN ENTRALG01
•
Lucio González Gorrín
Instituto Superior de Teología Islas Canarias (Sede de Tenerife)
Nadie duda que el hombre es un animal cultural; que es un ser que ha
dado un paso más allá de la biología. Como afirma E. Cassirer, "el hombre ha
descubierto un nuevo método para adaptarse a su ambiente. Entre el sistema
receptor y emisor, que se encuentran en todas las especies animales, hallamos
en él, como un eslabón intermedio, algo que podemos señalar como sistema
simbólico. El hombre es, pues, "un animal Symbolicum". Vive en un universo
simbólico, constituido por lo que llamamos de una forma global cultura,
con sus varias vertientes: el lenguaje, el arte, el mito, la religión, ... "
Es cierto que la capacidad simbolizadora del hombre ha sufrido diversas
vicisitudes a lo largo de la historia occidental, pasando de ser relegada a
nivel epistemológico, como un saber de inferior categoría, e, incluso, como no
saber, frente a la precisión racionalizadora del saber científico. Y aunque
seguimos actualmente dominados por la mentalidad racionalista y positivista,
poco a poco se ha ido tomando conciencia "de la importancia de las imágenes
simbólicas gracias a la psicología y la etnología".
1 Lección inaugural del curso académico 2003-2004 del Instituto Superior de Teología Islas Canarias
(Sede de Las Palmas).
Almogaren 33 (2003) 9- 18
101
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
Uno de los teóricos que más han contribuido a restaurar el valor de lo
simbólico ha sido E. Cassirer. Igualmente son eslabones representativos de lo
simbólico K. Jung, con su doctrina del sobreconsciente simbólico, G.
Bachelard y sufenomenología del lenguaje poético y especialmente los análisis
de G. Durand sobre las estructuras antropológicas de lo imaginario. En
fin, a lo largo del siglo XX, ha sido una serie de investigadores los que se han
encargado de recordarnos la importancia capital que posee lo imaginario en el
hombre, en pugna dialéctica con la mentalidad racionalista positivista. No
podemos, ni debemos decapitar al ser humano.
Y junto a lo simbólico en el hombre, está la tendencia utópica. El hombre
es el único animal que no se resigna con lo dado o con lo que puede tocar,
medir y pesar. Cuando la realidad impone sus condiciones !imitadoras, se alza
en el hombre la protesta, la negación de lo negativo y el sueño de un lugar
donde serán posibles sus más añorados proyectos "La gran visión de la utopía
-nos dice Cassirer- no consiste sino en hacer lugar a lo posible, como lo
opuesto a la aquiescencia pasiva, al estado actual de los asuntos humanos".
Este pensamiento simbólico supera la inercia natural del hombre y le dota de
una nueva facultad: "la de reajustar constantemente su universo humano". La
utopía ha sido el motor que ha movido permanentemente al hombre.
Esta veta utópica atraviesa la historia y el pensamiento del hombre
desde sus comienzos, como ha mostrado Lain Entralgo en su obra capital La
espera y la esperanza. Pero han sido los años posteriores a la mitad del siglo
XX cuando han reverdecido las antropologías de la esperanza, como réplica a
las filosofías de la angustia y del absurdo y como expresión de la negra crisis
de nuestra civilización.
Lain Entralgo sitúa este despertar en tres etapas: la primera la constituyen
los llamados por él "filósofos de la crisis", los existencialistas; la segunda,
los teóricos de la esperanza y la tercera, los teólogos de la esperanza. El
libro de E. Bloch, El principio esperanza, constituye un punto clave de un
modo diferente de pensar respecto a la esperanza, a partir del cual la misma
teología se ha dejado influir y contagiar de un modo nuevo a la hora de enfocar
la realidad y el acontecer humano.
La esperanza como principio se nos presenta como "el manifiesto del
optimismo que penetra el acontecer humano cuando la meta hacia la que
camina no es el absurdo o la nada, sino un futuro entrevisto como plenitud."
Almogaren 33 (2003) 9- 18
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
La vida del hombre es un acontecer volcado hacia delante. El presente
está cargado de posibilidades y en el desarrollo de nuestras posibilidades es
como vamos realizando y creando nuestro futuro.
Para la antropología de la esperanza lo que empuja al hombre hacia el
futuro es su propia carencia, sentirse incompleto e insatisfecho. Junto a esta
carencia se halla el impuso movilizador que poseen todos los sueños. Y así,
ante la carencia en que el hombre se experimenta, sueña con una patria nueva
y definitiva, donde puede llegar a ser hombre nuevo y vivir en plenitud. El
hombre es el soñador utópico, el aún no realizado, el descontento de toda realización
concreta.
Pero la esperanza se encuentra con dificultades en el camino de su crecimiento.
Se enfrenta permanentemente a la resignación y al tedio, al miedo y
al absurdo. Y es una lucha sin seguridades, porque a la esperanza nadie le asegura
su verdad anticipada. El camino es borroso y la bruma oculta la meta que
persigue y nadie le salva de que el fracaso habite en la estación de destino. A
pesar de todo, sintetizando mucho, hay dos actitudes frente al principio de
esperanza, que dan lugar a dos posturas radicalmente opuestas:
a) __ La postura agnóstica o escéptica, que se sitúa de espaldas a la esperanza
y se afinca en el estatismo de lo fáctico. Para los que así piensan,
el "ser fáctico" es lo que "tiene que ser". Las posibilidades han
dejado de existir.
b) Frente a esta ontología estática, basada en la afirmación parmenídea
"el ser es lo que es", Bloch establece "el ser es lo que
todavía no es", como principio de una nueva ontología dinámica
y evolutiva. El ser de toda la realidad está en gestación y en
búsqueda. Nada es definitivo, ni determinado.
Y de aquí parten las posturas frente a la esperanza. Frente a una esperanza
inmanente, se alza una esperanza trascendente.
Bloch, como representante de la esperanza inmanente, apuesta por
la realización de la utopía sobre los frágiles cimientos de esta historia.
Prescinde de las apelaciones a otra instancia trascendente, que complete
o corrija la insuficiencia del activo esperar humano. El hombre, por sí
sólo, arribará a la patria definitiva, en la que se le mostrará que él es el
único absoluto.
Almogaren 33 (2003) 9- 18 11
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
La teoría acerca de la esperanza recorre todos los escritos de E. Bloch,
pero es en su voluminoso libro El principio esperanza, donde se hallan sus
páginas más significativas y donde se presenta a la esperanza como motor del
hombre y de la historia.
Para E. Bloch, gran filósofo neomarxista, la realización del hombre no
se satisface con alcanzar la liberación, como postula el marxismo, sino que la
meta es la salvación. El hombre no quedará plenamente realizado cuando se
haya superado la sociedad capitalista y le suceda el socialismo, porque tras los
males estructurales quedarán los llamados males existenciales: el dolor, el fracaso,
la muerte, que seguirán dándose tras la revolución proletaria. De ahí que
el proceso que apunta a la salvación sea más profundo. Para E. Bloch desde
la materia hasta el hombre, todo se halla en un proceso imparable. Al final de
ese proceso aparecerá el "horno absconditus", cuyo modelo se ha dado en
Jesús de Nazaret. El cristianismo ha entendido mal a Jesús y su mensaje. Su
aspiración a la divinidad es el ejemplo, modélico para cada hombre. En el
hemos visto que el hombre es Dios en potencia.
Bloch asume las categorías bíblicas, las seculariza y las inmanetiza,
situando lo que para el cristiano es trascendente en los confines de esta tierra.
Desde la posición creyente, se apuesta por la esperanza trascendente,
ejemplificada en Laín Entralgo": El hombre y la historia aparecen como un
proceso esperanzado que camina hacia su definitiva consumación. Pero este
final consumador no lo constituye la suplantación de lo divino por el hombre,
sino la aceptación de la mano tendida por lo trascendente, con cuya intervención
la historia será trascendida, superada, y situada en su auténtica dimensión.
Sin la ap~lación a Dios la historia no pasa de ser un esfuerzo prometeico
por escapar a sus propias limitaciones e insuficiencias, encallada como
Sísifo en un interminable subir la piedra sin conseguir nunca rematar la tarea.
Antes de continuar con estos apuntes de antropología de la esperanza,
,según Laín Entralgo, quisiera recordar sucintamente algunos de los escritos
de este profesor de Ha de la Medicina, en la Complutense de Madrid, llamado
a ser un eximio filósofo, de quien cabe destacar obras como: Las generaciones
en la historia (1945), La generación del 98, (1945); Hombre y cultura
en el siglo XX, (1957); La espera y la esperanza, (1957); La empresa de ser
hombre, (1958); Teoría y realidad del otro, (1961, dos volúmenes); Esperanza
en tiempo de crisis, (1933-1993).
Almogaren 33 (2003) 9- 18
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
Pues bien, mientras E. Bloch escribía su obra capital El principio esperanza,
Laín Entralgo concluía la suya, totalmente desconectado del escritor
alemán, y que tituló La espera y la esperanza de Bloch. Sólo en ediciones
posteriores nuestro compatriota se hace eco de la obra y del impacto que produjo
en él. La originalidad de la antropología del pensador español queda
plasmada en dos puntos fundamentales:
- La estructura y apoyo sistemático de la esperanza,
- La dimensión trascendente de la misma.
Otra diferencia se halla en la visión trascendente de la esperanza.
Acudiendo a las imágenes de la mitología griega, identifica tres posturas
sobre la utopía final de la historia. En Feuerbach ve ejemplificada la "actitud
narciso": para él, el hombre es ya la personificación de Dios, el sumo bien y
el absoluto. En Marx y en Bloch se halla personificado la "actitud Prometeü:'':
La propia de quienes, como ellos, piensan que el sumo bien del hombre puede
ser alcanzado en la tierra mediante el esfuerzo racional y transformador que
exigen, juntos entre si, la revolución socialista y el trabajo no alienante2
• La
tercera postura es la "actitud Pigmalión": la que comúnmente adoptan cuantos
esperan el sumo bien más halla del tiempo histórico, por tanto, en una situación
escatológica y extramundana de la humanidad, y merced a la intervención de un
poder esencialmente superior a las posibilidades de nuestra naturaleza. Es, por
supuesto, la actitud cristiana, defendida por Laín Entralgo.
No obstante, el filosofo turolense, en el sendero hacia la esperanza cristiana,
se detiene en disquisiciones conceptuales que ponen de manifiesto la
esperanza natural, su descripción, .el objeto sujeto, y la ascética de la misma.
El primer concepto que exige una teoría de la esperanza -nos dice el
filósofo turolense- es el de la "espera" como ingrediente básico y esencial de
la existencia humana. Y la forma primaria de la "espera humana" es el proyecto,
la cual implica las preguntas metafísicas y la fianza. El hábito entitativo
de la espera se actualiza de un modo concreto y determinado en el "acto de
esperar".
Así la espera -y su actualización concreta, el "aguardo"- puede adoptar
modos muy diversos como "estar a la expectativa" y "vivir a la expectativa".
2 P. LAÍN ENTRALGO, Antropología de la esperanza, Guadarrama, Barcelona, 1978, 158-191. 234.
Almogaren 33 (2003) 9- 18 13
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
"La expectación" es la espera cuya actividad queda casi reducida a la
consideración atenta de lo esperado. Es decir, que ni en la esperanza puede
faltar la inseguridad ni en la desesperanza deja de haber espera.
En sentido técnico -nos dirá- llamo esperanza a un hábito de la segunda
naturaleza del hombre, por obra de la cual éste confía de modo más o
menos firme en la realización de las posibilidades de ser que pide y brinda su
espera vital. Y llamo desesperanza al hábito opuesto, consistente en desconfiar
por modo más o menos extremo del logro del ser a que la espera tiende.
Ni la esperanza es una "seguridad positiva" de lograr lo que espera, ni la
"desesperanza" puede ser nunca seguridad negativa respecto de ese logro.
En consecuencia "esperar" es, en castellano, tanto "hallarse a la espera",
como "vivir en la esperanza". De ahí que el "aguardo" es una actividad
humana fenemenológicamente distinta de la esperanza. En verdad, que no hay
un "aguardo" sin espera, y por lo tanto, sin una esperanza más o menos desesperanzada.
Recordemos al respecto la copla espq.ñola:
Quien espera, desespera;
quien desespera, no alcanza.
Por eso es bueno esperar
y no perder la esperanza.
¿Qué nos dice el cuarteto? Que quien aguarda desespera, por que no
hay espera enteramente exenta de inseguridad y de desesperanza, y tanto más
cuando lo que se aguarda importa mucho. Quien desespera, no alcanza, porque
si la desesperación y la desesperanza ganan intensidad, conducen a la
total parálisis de la actividad personal que siempre requiere el logro de lo
esperado. La conclusión: "Por eso es bueno esperar y no perder la esperanza"
La espera y la confianza son elementos básicos en la estructura antropológica
de la esperanza "La esperanza, es la estofa de que está hecha nuestra
alma; es decir, la estofa del alma no es la esperanza sino la peculiar temporeidad
de la existencia humana en que el hábito constitutivo de la espera
vital tiene su radical supuesto; y el último fundamento de la vida es el fondo
fontanal y obsecuente de la realidad, gracias a la cual esa espera vital puede
ser pretensión de un "ser futuro" basada sobre la parcial posesión del "ser presente";
pretensión de la cual late la tensión "seguridad - inseguridad de la
fianza"
Almogaren 33 (2003) 9- 18
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
La esperanza genuina, nunca vivida como absoluta seguridad, es el
hábito de nuestra segunda naturaleza a la que naturalmente tiende la espera y
en el cual ésta se transforma cuantas veces la constitución psicosomática, la
situación histórica social, el tipo de vida personal y, en último extremo, la
libre voluntad, no actúan eficazmente contra tal tendencia; esto es, cuantas
veces la fianza de la espera no se convierta en angustia o desesperanza habituales.
En la concreción de su vida individual, el hombre se siente esperanzado
o desesperanzado, porque él es un esperante, puede vivir en confianza o en
difianza, porque en las profundidades más convencionales de su fondo metafísico
ha de ser "fiante". También es creyente y amante, aun cuando en su vida
empírica "sienta" tantas veces la duda y el odio. Sí, el hombre es creyente,
esperante y amante y como fundamento de su creencia, de su espera y de su
amor, es religioso (Zubiri).
¿Qué es lo que el esperanzado espera? Espera algo y todo. He aquí
el objeto de la esperanza: espera el logro de la concreta posibilidad de ser,
que él ha proyectado; el esperanzado confía en ser hombre", "ser él
mismo" y "ser más" en una situación futura. Espera un ente finito e iriteligente,
que no se conforma con su propia finitud; por lo tanto "precario".
En cuanto que conoce inteligentemente su propia finitud, y en cuanto
que, por conocerla, no se contenta con ella, el hombre es un ente cuyo
modo primario de ser es la prex, el ruego. Vivir humanamente es vivir en
"precario", en instancia de la plenitud que se espera. El proyecto, la pregunta
y la creación, son las formas naturales de precariedad humana: la
plegaria es su forma religiosa.
Dentro del hombre ¿qué es lo que espera? El sujeto de la esperanza,
según la psicología tradicional es el apetito sensible y el apetito racional. Así
todo el ser humano se mueve o espera el futuro. Pero en el acto de esperar, lo
importante es descubrir que en el orden natural y también en el sobrenatural,
el sujeto de la esperanza humana es un "yo en el universo; o mejor, un yo con
el universo" El proceso de la esperanza trasciende el cosmos.
En la ascética de la esperanza, cabe varios interrogantes esclarecedores:
• ¿Cuál es la dinámica de la esperanza en la existencia real del
hombre?; ¿Cómo se adquiere, cómo se sostiene, cómo se pierde la
esperanza?
Almogaren 33 (2003) 9- 18 15
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Lafn Entralgo.
El hombre no puede no esperar, porque la espera pertenece a la constitución
misma de su existencia, pero puede esperar con esperanza y
con desesperanza.
• ¿Cómo se adquiere la esperanza? Dejando que la existencia en concreto
se constituya tal como es ella en su más secreta raíz ,que es germen
estructural de esperanza. Puesto que en sí mismo el hombre
posee esa estructura inicial, el curso de la vida real convertirá la fianza
en confianza y en esperanza la espera. No obstante, cuando la realidad
humana psicológica se exprese bajo las formas de la duda, la
desesperanza o el odio, sin una acción habitual y determinante de la
voluntad libre no es posible que la existencia efectiva del hombre sea
definitivamente esperanzada, creyente y amorosa.
La prueba, la paciencia, la resignación, el sacrificio y la creación, se
dibujan, inexorablemente sobre el fondo de la muerte propia; la actitud personal
ante ella, otorga último sentido a todas esas canciones humanas. De ahí
que resignarse, sacrificarse y crear sean siempre -siquiera de modo implícitomeditar
sobre la propia muerte. Puesto que la muerte es el termino de nuestra
vida, el hecho de pensar en ella nos descubre la consistencia real de los proyectos
que llenan esa vida.
• ¿Qué es el acto de morir? Es poner a prueba nuestro personal modo
de sentir y entender la "prueba de la vida" y, por lo tanto, la hondura
y el alcance de nuestra esperanza "Sentimos la realidad, el
fundamento de la vida, -ha escrito Zubiri- en aquellos casos en
que el que muere, lo hace haciendo suya la muerte misma, aceptándola,
como justo coronamiento de su ser, con la fuerza que le
viene de aquello a que está reelegido. Por eso, la "meditación sobre
la muerte" acaba siempre haciéndose venero de esperanza genuina.
Sin la muerte, solo en estado larvado habría esperanza, dice G.
Marcel. Así es, hasta cuando el hombre cierra sus oídos a la tenue
o clamorosa voz que en él pide "ser siempre" -con plegaria expresa
o sin ella- cuantas veces se enfrenta con la idea de morir.
• Vivir auténticamente ¿qué es, sino crear con magnanimidad lo que la
vocación exija, pronunciando a la vez sin aspavientos, tácitamente el
"¿lograré perdurar?"
Almogaren 33 (2003) 9- 18
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
Existen dos modos que deforman la esperanza: la naturalización y la
espiritualización. Permítanme solo dos palabras en este punto. Naturalizan
abusivamente la esperanza los que conciben la satisfacción de ésta como un
proceso sólo dependiente de la naturaleza humana. Esperar con esperanza es
para el hombre una actividad natural, aunque tal naturalidad pertenezca a la
naturaleza que llamamos segunda (sólo es genuina la esperanza cuando nos
abre la existencia al ámbito de una realidad transnatural. Tal es el drama de
nuestra esperanza; que pide más de los que nos pueda dar aquello que nos
pone en el trance de pedir.
La naturalización de la esperanza ha revestido una forma "biológica" o
instintiva y otra "racional". Según aquélla, el propio impulso vital lleva en sí
mismo la capacidad de alcanzar su definitiva satisfacción. Es el evolucionismo
biológico puro pero que no es otra cosa que una gigantesca naturalización
de la esperanza humana. Es lo que pretendió Spencer con su obra. Frente a
ella, la cosmología y la historiología de Hegel, han tratado de convertir el despliegue
temporal de la razón en el curso racional dialéctico, de la esperanza
del que se basta a sí mismo. Es decir, existe la esperanza de bastarse a sí
mismo. Hegel y Spencer -y con ellos Comte y Marx- son las cimas en las que
culmina esta naturalización de la esperanza del hombre moderno.
Moviéndose sutilmente contra ella han caído en una desmedida espiritualización
de la esperanza los que como G. Marcel y R. Le Senne, la contraponen
a la previsión y al proyecto, esto es, a las formas de temporeidad propias
del cuerpo y de la razón. El hombre espera esperanzadamente el cumplimiento
de sus previsiones y proyectos -aunque éstos, a veces, obstruyan su
recta visión de la esperanza- porque sólo en ellos y por ellos pueden esperar
más allá de ellos.
Main de Biran decía que la esperanza genuina o religiosa ha venido a
confirmar la esperanza espontánea que nos da la naturaleza. Tal aspecto es
verdadero, pero incompleto, porque el cumplimiento definitivo de nuestra
esperanza no debe ser sólo una "confirmación", sino también una "realización"
transnatural e inimaginable de lo que la naturaleza humana, cuerpo y
alma, doliente y esperanzadamente pide en el curso temporal de su existencia.
Esta concepción integral de la esperanza humana solemos expresarla con
mucha certeza con tres palabras: "un mejor nacimiento".
Almogaren 33 (2003) 9 - 18 17
Lucio González Gorrín: Apuntes sobre la Antropología de la esperanza en Laín Entralgo.
La espera se hace esperanza auténtica cuando la persona confía de un
modo más o menos firme en "ser siempre" y cuando descubre que aquello en
que su confianza se apoya es el fundamento gratuito, creador y obsecuente de
la realidad. En cuanto que aspira a "ser siempre", la esperanza humana es trascendente
a la muerte, rebasa el límite de la existencia proyectiva; en cuanto
que existe apoyada sobre una donación gratuita, la esperanza -que siempre es,
como sabemos, interrogación confiada o confianza interrogante- supone el
coloquio metafísico y transversal con un "Tú " absoluto. Esperando así el
hombre da figura temporera al sentimiento y a la realidad de su religación:
espera en "lo que haya", en la Divinidad. La esperanza, en suma, sólo puede
ser genuina siendo de alguna manera religiosa. De alguna manera: la cuasi
religiosa del marxismo auténtico o la formalmente religiosa del cristianismo
y el musulmán verdaderos.
El acto religioso del espíritu humano no es sólo esperanza, pero siempre
es esperanza.
Lucio González Gorrín
Almogaren 33 (2003) 9- 18