ALMOGAREN. 29. (01). Pág. 11-48. ®CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS
LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA 1/NUEVA
EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO(*)
POLICARPO DELGADO PERDOMO
PROFESOR DEL CET
La presente intervención pretendo desarrollarla en tres momentos. En
primer lugar, me referiré, preferentemente, al pensamiento de Juan Pablo II
sobre "la nueva evangelización".
Trataré, luego, de presentar el significado y la fundamentación teológica
de la misión dellaicado, recogiendo también algunos elementos del magisterio
de los Obispos españoles
Finalmente, ofreceré un panorama de los grandes retos que la Iglesia
tiene planteados frente al tercer milenio que se abre ante nosotros, lleno de
incertidumbres y de esperanzas.
l. LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN"
l. JUAN PABLO 11 Y LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN"
Si la esencia de Dios es el "amor", la identidad más profunda de la
Iglesia, lo sabemos bien, es la evangelización. Jesús ha venido para evangelizar,
(1) Lección inaugural del curso 2001-2002
12 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
la Iglesia existe para evangelizar (1). Por consiguiente, todos los cristianos,
asociados o no, tienen en el "deber de evangelizar" la forma más cierta de
obediencia a la voluntad del Padre, que quiere que todos los hombres se salven
por Jesucristo.
Desde la clausura del Vaticano II, la Iglesia -muchas veces entre los
dolores de una gestación dolorosa- profetiza la urgencia de una profunda
renovación espiritual, y de un nuevo impulso evangelizador, que abarque a
todo el pueblo de Dios en los diversos oficios, estados, y ministerios, suscitados
por el Espíritu.
Por primera vez, Juan Pablo II, dirigiéndose al CELAM, habló de nueva
evangelización, nueva en su ardor, en su métodos, en sus expresiones (2J. Estas
palabras nos ofrecen luz y coraje, porque estamos convencidos que sólo el
Espíritu con su unción profética, puede hacerlas auténticamente eficaces,
haciendo que en el corazón de los bautizados vuelva a arder el Evangelio de la
salvación.
En 1988 explica estas características y dice que la evangelización será
"nueva en su ardor" si en la medida que se actúa crece, en quien la lleva a cabo,
la unión con Dios.
Será "nueva en sus métodos" (3J si se realiza por todo el pueblo de Dios.
Será "nueva en sus expresiones", si se hace conforme a lo que el Espíritu
sugiere.
El primer anuncio, por tanto, que según el Papa- deberá dar esta
evangelización será este: El hombre es amado por Dios ( ... ) La palabra y la
vida de cada cristiano pueden y deben hacer resonar este anuncio: Dios te ama,
Cristo ha venido por ti ... (4l.
Porque -continúa- "la evangelización es el esfuerzo de la Iglesia de
proclamar a todos que Dios les ama. Que ha ofrecido la propia vida por ellos
en Cristo Jesús y que les invita a una vida eterna de felicidad"(5J.
Para Juan Pablo II "Esta nueva evangelización dirigida no sólo
individualmente a las personas sino también a las enteras facciones de la
población ( ... ) está destinada a la formación de comunidades cristianas
maduras. ( ... ). Los laicos están llamados a realizar su propia tarea en la
(1) Cf. PABLO VI, La e angelización del mundo contemporáneo 14, Madrid 1975, p. 15.
(2) JUAN PABLO II, a los Obispos del CELAM, Haití, 9 de marzo de 1983, en la "Traccia"
3 (1983), p. 269.
(3) JUAN PABLO II, Homilía en Salto, Uruguay, 9 de mayo 1888, en la "Traccia",5 (1988),
pp. 523-525.
(4) JUAN PALBLO II, Christifideles laici 34, Madrid 1989, pp. 78-81.
(5) JUAN PABLO II, a los Obispos de Estados Unidos, 17 de marzo de 1998, en la "Traccia"
3 (1998), p. 257.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 13
formación de semejantes comunidades eclesiales, no sólo con su insustituible
testimonio (la consagración del mundo a través de los distintos ámbitos
humanos), sino también con la acción misionera hacia cuantos todavía no creen
o no viven ya la fe recibida en el bautismo" <6J.
Indicaciones todas que el Santo Padre da para una evangelización
verdaderamente nueva, como la siguiente, son muy importantes: "No se puede
evangelizar, si antes no somos evangelizados, si no se es personalmente objeto
de evangelización" <7J. Y explica: "Nutrirse de la Palabra, para ser siervos de la
Palabra en el compromiso de evangelizar: es esta seguramente una prioridad
para la Iglesia al comienzo del tercer milenio, porque solamente un hombre
trasformado por la ley del amor de Cristo (acogida del evangelio) puede
realizar una verdadera metanoia (=conversión) de los corazones y de la mente
de otros hombres, del ambiente, de la nación o del mundo ( ... ). La
transformación del hombre se convierte así en fuente del testimonio que el
mundo espera. Ello se resume antes que nada en el amor al prójimo, en las
obras de misericordia" <
9J.
El Santo Padre concentra, por tanto, la reevangelización personal en la
práctica del amor, en la que está toda la ley y los profetas. Amor, que él
entiende debe ser vivido por cada uno, pero también por más personas,
llegando a ser amor recíproco.
De hecho, sabemos que él, hace pocos meses, en la Nono Millennio
Ineunte ha sintetizado el deber de la formación evangélica de cada cristiano en
la actuación del Mandamiento Nuevo. Y ha invitado a todo aquel pueblo que
desde el año 1983 había llamado a la "nueva evangelización" (es decir desde
los que están en el vértice de la institución de la Iglesia hasta el último fiel) a
vivir las exigencias de la "espiritualidad de comunión" (toJ. Espiritualidad de
comunión que El Santo Padre ve posible si todos tienen como modelo, como
clave de la comunión, el rostro sufriente de Jesús abandonado.
Justamente los primeros cristianos para revelar el rostro de Cristo al
mundo se centraban en el amor recíproco. En esto reconocerán que sois mis
discípulos, si os amáis los unos a los otros (Jn 13,35). Este amor recíproco es
necesario en orden a la evangelización, hasta el punto que el Papa afirma: "De
la misma manera, y más aún, que para las verdades de fe, la nueva
evangelización que propone los fundamentos y contenidos de la moral cristiana
(6) JUAN PABLO 11, Christifideles laici 34, Madrid 1989, pp. 78-81.
(7) JUAN PABLO 11, a los peregrinos de la Diócesis de Torun, 19 de febrero de 1998, en "La
Traccia"" 2 (1998), pp. 174-175.
(8
9
) JUAN PABLO 11, No o Millennio Ineunte 40, Madrid 2001.
( ) JUAN PABLO 11, a los peregrinos de la Diócesis de Torun, 19 de febrero de 1988, en "La
Traccia" 2 (1988), p. 175.
(10) JUAN PABLO 11, No o Millennio Ineunte 43, Madrid 2001.
14 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
manifiesta su autenticidad y, al mismo tiempo, difunde toda su fuerza
misionera, cuando se realiza a través del don no sólo de la palabra anunciada,
sino también de la palabra vivida. En particular, a través de la vida de santidad,
que resplandece en tantos miembros del pueblo de Dios" (11).
El pensamiento del Papa es que "la nueva evangelización, como la de
siempre, será eficaz si es capaz de proclamar desde los techos lo que antes ha
vivido en la intimidad con el Señor" (21).
Por otra parte, afirma el Pontífice: "Es necesario volver a encender en
nosotros el impulso de los orígenes dejándonos invadir por el ardor de la
predicación apostólica después de Pentecostés" <13
).
Y comenta el estado actual de las cosas: "seguramente ha pasado en los
países de la antigua evangelización, la situación de una sociedad cristiana, que,
no obstante las debilidades que siempre acompañan lo humano, se refería
explícitamente a los valores evangélicos. Hoy se debe afrontar ( ... ) una
situación que se hace cada vez más comprometida en el contexto de la
globalización y del nuevo y cambiante cruce de pueblos y de culturas que la
caracteriza ( ... ). Debemos, por tanto, revivir en nosotros el sentimiento
encendido de Pablo, el cual exclamaba; ¡Ay de mi si no predicase el Evangelio"
(1 Cor 9,16)" <
14l.
Finalmente, se muestra convencido de que los Movimientos eclesiales
representan un verdadero don para la nueva evangelización y para la actividad
misionera propiamente dicha de la Iglesia (tsJ.
A modo de síntesis, podemos subrayar los puntos esenciales apuntados
por el Papa sobre la nueva Evangelización:
- La "nueva evangelización" debe ser nueva en el ardor, es decir,
realizada de tal manera que, en la medida que se lleva adelante haga crecer en
el que la realiza, la unión con Dios.
-Para llevar a cabo "la nueva evangelización" el Papa quiere que todos
los miembros de la Iglesia, del entero pueblo de Dios estén implicados.
- La "nueva evangelización" debe comenzar con el gran anuncio: "Dios
ama a lo hombres".
- La "nueva evangelización" está destinada -así lo quiere el Papa- a la
formación de comunidades cristianas maduras.
(11)
(12)
(13) mj
JUAN PABLO II, Veritatis Splendor 107, Madrid 1993, p. 136.
JUAN PABLO II, Vita consecrata 81, Madrid 1996, p. 143.
JUAN PABLO II, M o o Millennio Ineunte 40, Madrid 2001, p. 40.
JUAN PABLO II, No o Millennio Ineunte 40, Madrid 2001, pp. 39-40.
JUAN PABLO II, Redemptoris Missio 72, Madrid 1991, pp. 99-100.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 15
- Para realizar "la nueva evangelización", es necesario antes ser
evangelizados nosotros mismos.
- Hay que evangelizar también con la palabra.
Ya no existe una sociedad cristiana, existe la globalización con un cruce
de pueblos y de culturas que la caracterizan.
2. UNA EVANGELIZACIÓN IMPULSADA POR EL ESPÍRITU
Pablo VII afirmaba en la Evangelii Nuntiandi: Sin el Espíritu la
evangelización no será jamás posible <16>. En efecto, sin una nueva efusión del
Espíritu no será posible una nueva estación evangelizadora en la Iglesia. Será,
por tanto, posible la primavera de la evangelización a través del despertar de
los carismas proféticos y del testimonio franco del nombre de Jesús Señor y
Salvador. En este sentido destacamos:
- Evangelización nueva en su ardor: consideramos nuevo evangelizador
a aquel que la tenido realmente un encuentro especial con Cristo, se ha
enamorado de Él y quiere contagiar a todos con su entusiasmo; el nuevo
evangelizador es un profeta, plasmado por el Espíritu sobre el modelo bíblico
de Ezequiel, en cuatro actitudes que contradistinguen, tal como se lee en el
libro de Ezequiel: Escucha lo que te digo, abre la boca y come lo que te doy;
luego vete a los hijos de tu pueblo y háblales (Ez 2,8; 3, 1-11 ). El evangelizador
se nutre de la palabra, la come, la asimila, siente el gusto; es una palabra
"cocida por el Espíritu, que arde sobre los labios, que no se puede contener,
sino que debe ser anunciada.
- Evangelización nueva en sus métodos: estamos convencidos de que el
nuevo evangelizador es aquel que es impulsado por el Espíritu a servir una
Iglesia menos clerical y más comunitaria, por lo tanto, con una mayor
participación de los laicos en la vida de la Iglesia. Ciertamente un aspecto
nuevo del método, en sentido estrictamente pastoral, es justamente la
dimensión comunitaria de la evangelización, es decir, evangelizar no a través de
individuos aislados o confiando el oficio profético a unos pocos, sino a través
de grupos de oración, potenciando las células y las pequeñas comunidades,
fortaleciendo los núcleos familiares, dinamizando los ministerios de animación
y de evangelización específicos. Método en el que también los más pobres, los
mas simples se convierten en sujetos y agentes de evangelización. Valen las
palabras de Pablo: No son muchos los sabios según la carne, no muchos
potentes, no muchos nobles. Dios ha elegido lo que en el mundo es nada, para
que ninguno pueda vanagloriarse delante de Dios (1 Cor 1,26-29).
(16) PABLO VI, La e angelización del hombre contemporáneo, 75, Madrid 1975, pp. 65-68.
16 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
- Evangelización nueva en sus expresiones: Vemos al nuevo
evangelizador como aquel que es dócil al espíritu, que se dirige al corazón antes
que a la mente, porque el Espíritu es amor. Es el corazón habitado por el
espíritu que inspira al hombre gemidos, suspiros, gestos y expresiones
mediante las cuales la pasión por el Evangelio puede ser contagiada a los
hombres de nuestro tiempo, olvidados de Cristo. Un corazón vivo, vivificado
por el Espíritu, no sabrá contener el gozo de expresar el amor de Dios, de tal
manera que incluso el cuerpo, con su lenguaje, se acordará al corazón
venciendo las resistencias de la razón que muchas veces impide al Evangelio
desplegar toda su fuerza emotiva, hasta llegar al estupor ante la presencia de
Jesús vivo en medio de nosotros.
Pedro dirá a la muchedumbre reunida en el día de Pentecostés:
Arrepentíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar, para la remisión de
vuestros pecados, luego recibiréis el don del Espíritu Santo (Act 2, 38). La
verdadera vida cristiana comienza con una conversión a la persona de Jesús,
pero incluye esencialmente el don del Espíritu Santo. Todos los evangelios
presentan a Jesús como aquel que bautiza con el Espíritu Santo. La efusión del
Espíritu santo manifiesta algunos efectos específicos que deben encontrase en
la vida de un cristiano: una nueva y experiencia! relación con Dios, (El Abba)
y con Jesús (El Señor); un nuevo y profundo gusto por la oración y por la
palabra de Dios; una nueva unión y compromiso con los otros en una relación
de amor, de gozo, de fraternidad verdadera; la capacidad de permanecer fieles
a la sana doctrina y el coraje de testimoniar la propia fe.
Si se quiere hablar de una gracia particclar en la Iglesia de nuestro
tiempo, esta está ligada justamente a la persona del Espíritu Santo. El siglo
pasado será recordado en la historia de la Iglesia, esperamos que antes que por
otras cosas, como el siglo del despertar del Espíritu Santo. Si en la realización
de la historia de la salvación Pentecostés se sitúa al final, en su aplicación, en
su referencia a la vida está en el comienzo. Nosotros, por tanto, no terminamos
con el Espíritu Santo, sino que comenzamos con ÉL En la vida de la Iglesia y
de cada uno de nosotros el Espíritu Santo no viene al final, como coronación
de todo, o como premio por lo que hemos hecho. Es verdad todo lo contrario,
Nosotros no podríamos hacer nada, si no tuviéramos el Espíritu Santo.
La evangelización no será posible sin la acción del Espíritu Santo. Jesús
comienza su misión evangelizadora con "el poder del Espíritu Santo" (Le 4,14)
y promete la misma fuerza a los apóstoles, casi constringiéndoles a quedarse
quietos, a permanecer en oración, hasta cuando -dice Jesús- no hayáis recibido
la fuerza de lo alto para ser mis testigos (At l,Sb ).
Permanecer en oración el tiempo necesario para que el Espíritu venga y
nos prepare a anunciar a Jesús. La oración prepara la venida del Espíritu que
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 17
nos hace capaces de ser evangelizadores. Este es el verdadero cumplimiento de
Pentecostés en nuestra vida, en la vida de la Iglesia: experimentar la intimidad
con el Señor, en la oración, para acercar -con el anuncio del evangelio- a los
alejados a Jesús.
Toda la enseñanza de Jesús, la misma misión de Jesús está orientada a la
entrega del Espíritu Santo: hoy sólo mediante el Espíritu, como a partir de
Pentecostés para los apóstoles, es posible difundir el Evangelio, dar a Jesús al
mundo.
Es necesario volver a la guía del Espíritu, es necesario recuperar esta
guía profética, desde la oración. Esta es la verdadera técnica que un
evangelizador debe desear. Las técnicas, los métodos de evangelización son
buenos, pero ninguno de ellos, más aún, ni siquiera todos juntos, pueden
sustituir la acción discreta, sorprendente y siempre nueva del Espíritu Santo en
nosotros, que sólo en la oración podremos encontrar. Por tanto, más oración y
menos técnica; más profecía y no sólo discursos teológicos.
Sin el Espíritu, incluso la preparación más refinada no realiza nada; sin
el Espíritu todos los esquemas de catequesis basados sobre datos sociológicos
y psicológicos se revelan vacíos.
Hace falta más abandono en el Espíritu y menos seguridades humanas.
Para evangelizar sirve más la simplicidad evangélica que el sólo recurso a las
ciencias.
El Evangelio es comunicación de corazón a corazón: es un anuncio
inmediato, sin mediaciones, sin superestructuras. Debemos revelar a Jesús y no
a nosotros mismos. Es Cristo quien debe aparecer y no nuestras invenciones
comunicativas.
Es necesario volver a hablar de Jesús, porque la fe nace de la escucha.
Rom 10.4.17: ¿Cómo podrán creer sin haber oído hablar? ¿Y cómo podrán
escuchar, sin que ninguno lo anuncie? La fe depende de la predicación de la
palabra de Cristo, sin olvidar lo que está escrito en Ap 19,10.
Sin una fe operante, nuestra vida llega a ser mediocre, privada de la
gloria de Dios, no sirve para nada hablar de la fe si ésta no es activa, si no se
pone en práctica.
No podemos anunciar lo que no tenemos en el corazón; no podemos
contar lo que no hemos experimentado: aquí está el secreteo de una
evangelización eficaz. La palabra que nosotros proclamamos es una palabra de
fe, es un profesión de fe, es siempre reconocer a Jesús. Sólo un palabra
verdaderamente creída podrá ser verdaderamente anunciada, es decir resulta
verdadera, creíble, atrayente para quién la recibe.
18 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
El Evangelio es palabra de verdad: recibir el Evangelio es realizar la
verdad; anunciar el Evangelio es enseñar a los hombres cómo se puede ser
verdaderamente felices, en Jesús, si se es auténtico.
La verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida, la verdad sobre la
familia. Hay hambre y sed de verdad. Todos gritan que tienen la respuesta,
pero en muchos casos son respuestas al margen de Cristo. El primer medio de
evangelización es el testimonio de una vida vivida a la manera de Cristo.
No hay Reino de Dios sin evangelización
No hay evangelización sin la efusión del Espíritu
No hay efusión del Espíritu sin la oración
De hecho:
De la oración (espera), Pentecostés (la venida del Espíritu)
De Pentecostés, la evangelización (una buena noticia: Jesús es el Señor,
está vivo)
De la evangelización, el crecimiento del Reino de Dios.
Juan Pablo 11 afirma con rotundidad: "No, no será una fórmula lo que
nos salve, pero sí una Persona y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con
vosotros! 07l.
Por ello, la evangelización es una cuestión fundamental para la vida de
la Iglesia en cuanto que ella constituye su razón de ser. Y, sin embargo, desde
hace tiempo, sentimos hablar de nueva evangelización. Nos parece importante
reafirmar que la evangelización debe respetar el método de Dios: el encuentro
con el hombre que comienza con la vocación de Abrahán. Al hombre antes que
pedirle comportamientos morales, hace falta mostrarles el rostro de Dios en el
acontecimiento de Cristo. Como dice Juan Pablo 11: "Como a aquellos
peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo, tal vez no
siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo hablar de Jesús,
sino en un cierto modo que se lo hagan ver" ¿No es tal vez tarea de la Iglesia
reflejar la luz de Cristo en cada época de la historia, hacer resplandecer su
rostro también ante las generaciones del nuevo milenio?" (ts¡.
Ciertamente, durante mucho tiempo ha prevalecido el reclamo de las
exigencias morales respecto al anuncio del Acontecimiento de Cristo.
Cansábamos a los fieles, pero no les describíamos el contenido, el método con
el Dios está salvando al mundo. Dábamos por presupuesto o por obvio, al
(17) Cf. JUAN PABLO 11, No o Míllennío Ineunte 29, Madrid 2001, p. 28.
(17) Ibídem, p. 17.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO
menos metodológicamente, el contenido dogmático del cristianismo, su
ontología, simplemente el hecho de la fe.
Sin embargo, en la Iglesia hoy se ha difundido una prevalencia de la
ética sobre la ontología. Esto conduce también a la confusión en el sentido
religioso y de fe. El equivoco está presente y toca la cuestión de la "nueva
evangelización". En algunas situaciones la conciencia del hombre moderno
está más dispuesta a la pregunta por el sentido y el significado, preparando así
el terreno favorable para la nueva evangelización. Pero esta posición no es aún
la de la fe cristiana. Ésta es un acto de la razón, movido por la gracia del
Espíritu, que acompaña al hombre a reconocer y adherir a Cristo, presente en
la historia, redentor de los hombres: El redentor del hombre, Jesucristo, es el
centro del cosmos y de la historia.
Cristo es el nuevo principio de conocimiento y de acción. El contenido
de la evangelización es un problema de conocimiento (el Evangelio habla de
conversión del corazón). Muchas veces la predicación se centra en exigencias
éticas, presentando el cristianismo como una carga de deberes, buscando
coincidencias con valores comúnmente compartidos. Pero el cristianismo no es
reductible a un programa de vida moral.
La belleza que salva al mundo es la novedad del Acontecimiento Cristo.
Un Acontecimiento que hace nueva la vida del hombre. La evangelización
entendida como anuncio de este Acontecimiento, hace nueva la vida. En este
sentido conviene hablar de "nueva evangelización".
La evangelización debe ayudarnos mutuamente en la maduración de la
fe, siendo fieles a la tarea a la que El Señor nos ha llamado. Por pura gracia nos
convertimos en comunicadores de este Acontecimiento que nos ha tocado,
demostrando la utilidad y la creatividad de la fe en los ámbitos de la vida
cotidiana. De hecho la fe tiende a informar toda la vida, llegando a ser la forma
de la persona y de todas sus manifestaciones.
En la inolvidable jornada del 30 de mayo de 1998 el Papa ha indicado en
los movimientos eclesiales la respuesta providencial a los dramáticas desafíos
del nuevo milenio. Una respuesta, sin duda suscitada por el Espíritu. Por tanto,
los nuevos movimientos eclesiales representan las expresiones visibles de la
"nueva evangelización" de la Iglesia porque son fruto de la incansable
genialidad del Espíritu Santo.
Los movimientos aparecen como una emergencia carismática que, junto
a otras muchas experiencias eclesiales, responden a la necesidad sentida hoy de
resituar, refundar y revitalizar la experiencia cristiana.
Esto no significa formar "un bloque de movimientos" en la Iglesia, sino
más bien reconocer que los carismas en su diversidad y complementariedad
20 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
cooperan a la utilidad común. La unidad se vive en torno al Papa y a los obispos
con el Papa. Para realizar esta unidad es necesario crecer en la espiritualidad
de comunión como ha indicado el Papa en la Novo Millenio lneunte y desear
realizar la oración de Jesús para lograr la unidad de todos los discípulos para
que el mundo crea (Jn 17, 15-18).
Al comienzo de este nuevo milenio los movimientos eclesiales no están
llamados a una cuasi autoocupación de la Iglesia, sino más bien a hacer
presente en todos los ámbitos de la vida humana la presencia del Señor que
salva. La evangelización es verdadera promoción humana.
11 FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA DE LA MISIÓN DEL LAICO
1. POBREZA DE ESPÍRITU DE LOS FIELES LAICOS, INDICADA POR
EL TÉRMINO LAICADO
En la Novo Millennio Ineunte, después de haber recordado las palabras
de Jesús "duc in alto", el Papa Juan Pablo II nos señala que hemos vivido el
Año Jubilar como un recuerdo del pasado y como una profecía del futuro <19>.
El recuerdo del pasado no es fácil. El siglo XX ha sido, en gran parte, el intento
por olvidar sus horrores y de ahogar sus momentos dolorosos en el éxtasis de
la música popular o en el olvido de espectáculos reales y virtuales. Pero sus
atrocidades no pueden limitarse a ser cantadas por un coro de niños. En el año
Jubilar el Papa nos ha pedido pensar en los mártires cristianos de dicho siglo.
En realidad el Jubileo ha sido un profecía sobre el futuro.
En este contexto, quisiera afrontar brevemente el tema de la misión de
los laicos en la evangelización del siglo XXI. Sabemos que el término laicado
es ambiguo. Su definición es genérica: pueblo distinto del clero. Se resiste a la
clasificación de una diferencia específica. El concilio Vaticano II en una
definición clave rechazó ser más específico: "Con el nombre de laicos se
entienden todos los fieles a exclusión de los miembros del orden sagrado y del
estado religioso" (LG 31). Se podría decir, por tanto, que los laicos no son ni
religiosos ni sacerdotes. Parece que el no ser fuese la característica de laicado:
ni sacerdotes, ni monjes, ni religiosos. Se define por exclusión, excluyéndoles
de formas que cualifiquen posteriormente a los cristianos. El clérigo está
bautizado y tiene un ministerio, el religioso está bautizado y tiene un estilo de
vida.
Definir el ser dellaicado, evidenciando su contenido positivo mediante
los sacramentos de la iniciación conduce a un cierto nivel. de confusión. Es
(19) Cf. JUAN PABLO II, No o Millennio Ineunte l, Madrid 2001, p. 3.
POLICARPO DELGADO PERDOMO 21
verdad que se es laico mediante el Bautismo. La LG lo afirma diciendo: "los
fieles ... han sido incorporados a Cristo por el bautismo" (LG 31). Pero el
bautismo es también común a los sacerdotes y a los religiosos. Muchos
sostienen que el contenido del término laico es exclusivo.
Este escapar a una definición es un signo de pobreza y de libertad de
espíritu dellaicado. Su pobreza se experimenta de modo singular. La plenitud
se encontrará solamente ofreciéndola libremente al otro. Está modelada sobre
la pobreza que se refleja en Jesús.
Por otra parte, algunas reflexiones de la GS pueden aclarar
posteriormente la pobreza y la espiritualidad laical. Los cristianos usando y
gozando de las criaturas en la pobreza y en la libertad de espíritu se introducen
en la verdadera posesión del mundo, de tal manera que, al mismo tiempo, nada
tienen y todo lo poseen. De hecho, todo es vuestro, vosotros sois de Cristo y
Cristo de Dios, según Pablo. Esta pequeña palabra (fruens), gozando, unida a
la palabra clásica, usando ( utens) abre ante nosotros una nueva forma de
espiritualidad. No ya caracterizada por la fuga o el horror al mundo, sino más
bien por una responsabilidad en y para el mundo, responsabilidad que es
camino de santidad. Pobreza y libertad de espíritu son la esencia de la vida y
de la misión del laico bautizado en el nuevo milenio.
2. LA POBREZA DEL LAICADO ESTÁ MARCADA POR LA RESERVA
ESCATOLÓGICA
Ciertamente, son grandes las perspectivas de compromiso y las
implicaciones en la misión de la Iglesia que se han abierto para todos a partir
del Concilio. El Vaticano II está señalando un camino que, además de clarificar
la identidad de los laicos, supone un estudio de las enseñanzas del Concilio
sobre la naturaleza escatológica de la Iglesia, en el capítulo de la LG titulado:
El carácter escatológico de la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia celeste.
En él el Concilio enseña que "la Iglesia es sacramento universal de salvación"
(LG 48).
El punto central de la historia es el acontecimiento del Verbo de Dios,
encarnado, muerto y resucitado, de su exaltación a la derecha del Padre y de la
efusión del Espíritu Santo. Es el Misterio Pascual. El ejercicio de la libertad
humana se mide, por tanto, sobre la base de este acontecimiento y en relación
al mismo. En la palabra y en los sacramentos, la Iglesia sobre la tierra es signo
de la Iglesia celeste. En el sacramento de la Eucaristía los laicos encuentran
exactamente descrita su propia identidad y su conciencia escatológica en el
confesar el "Misterio de la fe": Pues cada vez que comemos de este pan y
bebemos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor hasta que venga (1 Cor.
11, 26).
22 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
En la Dies Domini el Papa ve la celebración dominical de la Eucaristía
como punto central de la identidad escatológica y de la experiencia del pueblo
de Dios: "En la perspectiva del camino de la Iglesia en el tiempo, la referencia
a la resurrección de Cristo y el ritmo semanal de esta solemne conmemoración
ayudan a recordar el carácter peregrino y la dimensión escatológica del pueblo
de Dios. En efecto, de domingo en domingo, la Iglesia se encamina hacia el
último "día del Señor", el domingo que no tiene fin. En realidad, la espera de
la venida de Cristo forma parte del misterio mismo de la Iglesia y se hace
visible en cada celebración eucarística. Pero el día del Señor al recordar de
manera concreta la gloria de Cristo resucitado, evoca también con mayor
intensidad la gloria futura de su "retorno" (20l.
La Eucaristía dominical es el sacramento o signo de la venida de Jesús.
La Iglesia es signo del Reino ya presente, pero no todavía en su plenitud.
Estando ya presente en el mundo, la Iglesia apunta hacia y es un sacramento
de eso que aún no es. El Concilio nos enseña también que la Iglesia "es el reino
de Dios ya presente en el misterio" (LG 3). En la Iglesia, el Reino madura
progresivamente en la historia como una semilla que tendrá su manifestación
final al término de la historia. Un día la humanidad coincidirá con el reino de
Dios.
La Iglesia como sacramento, es una institución en la historia, con
estructuras, jerarquía, miembros y límites bien visibles. Al mismo tiempo,
revela y desvela la verdadera realidad de las cosa. Por su parte, el mundo no
está simplemente sometido al dominio del mal, pero tampoco es todavía el
reino de Dios. El mundo combina de modo inseparable los dos sentidos que la
revelación le atribuye. Por un lado, el sentido de una criatura "muy buena" que
agrada a Dios desde el comienzo de la creación y, por otra, la de un incansable
enemigo de los discípulos de Jesús. Más que los sacerdotes y que los religiosos,
los laicos en el mundo viven la tensión de la Iglesia sacramento: el misterio del
ya y del todavía no.
La parte más larga de la Evangelium Vitae se desarrolla sobre este
trasfondo de la reserva escatológica de los laicos en el mundo político. Según
el Papa es necesario y urgente recuperar "los elementos fundamentales de una
visión entre la relación entre la ley civil y la ley moral" (21l. Y continúa diciendo:
"En el caso de una ley intrínsecamente injusta, una ley que permitiera el aborto
o la eutanasia, no es jamás lícito obedecer o tomar parte en un acampana de
propaganda a favor de esta ley o votarla" (22l.
(20) JUAN PABLO Il, Dies Domini 37, Madrid 1998, p. 51.
(21) JUAN PABLO II, E angelium Vitae 71, Madrid 1995, pp. 130-133.
(22) Ibídem, pp. 135-137.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 23
Dando testimonio, libremente, del carácter escatológico del bautismo en
Cristo, el laicado se constituye en portavoz de un signo invisible: La Iglesia
católica es el sacramento de la salvación universal. La forma más dramática e
inolvidable de este testimonio es el martirio. Dos tercios de todos los mártires
cristianos han muerto en el siglo XX. Desde Méjico a Albania, desde Corea a
Ucrania, desde África a la Guerra Civil española, decenas de millares de
católicos han testimoniado con su sangre que el poder político no es todo. Es
realidad, han respondido con decisión en el momento del testimonio cristiano.
Los mártires cristianos afirman que la felicidad última del hombre se
puede encontrar sólo en la contemplación del rostro de Dios. Esta afirmación
resume la reserva escatológica y constituye el horizonte para juzgar las
acciones económicas, políticas y sociales. Resiste a cualquier tiranía. La
aportación indispensable de los cristianos a la formación de cualquier cultura
se encuentra justamente en el ejercicio de la reserva escatológica. Por tanto,
ellos afirman que toda forma de estado, de política y de sociedad viene
después.
Junto a la reserva escatológica está la llamada universal a la santidad. La
santidad ocupa el capítulo quinto de la LG. Todos están llamados a la santidad,
y todos hemos recibido una misión divina en la sociedad y en la historia.
Ningún pretexto puede justificar el abandono de esta misión. En la Veritatis
Splendor el Papa indica que las bienaventuranzas son "indicaciones
normativas" para la vida moral. En su originalidad y profundidad son una
especie de autorretrato de Cristo y por esto son invitaciones al discipulado y a
la comunión de vida con Cristo <23l. Con los dones del Espíritu, las
bienaventuranzas son señales de santidad. Los que viven las bienaventuranzas
son capaces de discernir la complejidad de las cuestiones que afectan al mundo
sobre la naturaleza y lo sobrenatural, sobre la gracia y el poder, sobre la
atracción del poder y la inevitable cruz.
El discurso de la Montaña es la ética del laicado, es el camino hacia la
santidad. Jesús se ha declarado Hijo de Dios y, al mismo tiempo, ha hecho
visible su absoluta pobreza y vulnerabilidad, renunciando a todo el poder
terreno. Los que reciben la promesa de salvación son los pobres de todo tipo,
es decir aquellos que, libremente, se han hecho pobres en sus actitudes internas
o que se han vaciado y purificado, los humildes y los pequeños.
Ni el cosmos ni la humanidad iluminan lo más profundo del corazón de
la historia. Más aún los discípulos atribuyen "con desinterés" su significado
definitivo al autovaciamiento, al amor kenótico de Dios. Aquí se discierne
nuevamente la pobreza esencial del bautizado. La santidad de los laicos, es
(23) Cf. JUAN PABLO II, Veritatis Splendor 16, Madrid 1993, pp. 135-136.
24 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
decir, su desinterés radical y el desapego de todo lo que no es amor de Dios, es
la base de su reserva escatológica. Cada juicio y cada acción en su vida debe ser
medida sobre el acontecimiento central de la historia: el despojamiento de sí,
el amor salvífica del Hijo crucificado de Dios. Siendo bautizados en una
muerte como la de Cristo, los cristianos laicos a través de su libertad ya han
profesado su pobreza de espíritu.
3. LA POBREZA DE LOS FIELES LAICOS ESTÁ MARCADA POR SU
CARÁCTER SECULAR
La identidad escatológica de los fieles laicos y la conciencia de sí mismos
dan forma a lo que el Concilio llama el propio carácter secular. De hecho, el
Concilio afirma que el estilo de vida que distingue a los laicos es
específicamente este carácter secular. "El carácter secular es propio y
particular de los laicos ... Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los
deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida
familiar y social, con las que su existencia está como entretejida" (LG 31).
Además, el Concilio refiere el carácter secular a la llamada escatológica. "Así
los laicos quedan constituidos en poderosos pregoneros de la fe en las cosas
que esperamos (cf. Hebr 11,1), cuando sin vacilación, unen a la vida según la fe
la profesión de esa fe" (LG 35).
En la Christifideles Laici, el Papa define también la vida cotidiana de los
laicos en términos de escatología. "Es una realidad destinada a encontrar en
Jesucristo la plenitud de su significado". Más tarde elabora el mismo esquema
escatológico "El mundo llega a ser así el ámbito y el medio de la vocación
cristiana de los laicos, porque el mismo está destinado a glorificar a Dios Padre
en Cristo" cz4l. Tanto el Concilio como el Papa especifican que la forma peculiar
del carácter secular de los laicos deriva de su identidad escatológica realizando
su misión en el mundo.
Para el laico no existe nada equivalente a la regla de San Benito. Y esto
no es una observación marginal. Revela una vez más la pobreza esencial de
espíritu emblemática de la identidad y de la misión de los laicos. Las
circunstancias únicas en la vida de cada laico resaltan todavía más en su propia
espiritualidad que en las reglas generales desde los religiosos y de los
sacerdotes.
Por otra parte, debe quedar claro que la especificidad y la identidad
laical de la vocación no derivan de una dignidad particular. Más bien emergen
de dos centros de la vida del laico: la Iglesia y el mundo. Los laicos actualizan
sea la presencia de la Iglesia en el mundo, sea la presencia del mundo en la
(24) JUAN PABLO II, Chistifideles Laici 15, Madrid 1989, p. 32.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 25
Iglesia. Cada laico es un elipse que abraza estos dos puntos centrales: él esta
sea en el corazón del mundo, sea en el centro de la Iglesia. Él siente en sí las
tensiones y los tonos debilitados de las dos. Es un centinela de guardia para los
dos. A cada uno anuncia los mensajes y las señales que vienen del uno y del
otro. Su experiencia de fe abraza sea el ya, que el todavía no del Reino
presente en el mundo y visible en la Iglesia, pero no ca-extensivo.
El carácter secular de los laicos clarifica, además la pobreza de espíritu.
En la profesión, en la política, en las familias, los laicos están en contacto con
modos de pensar de sentir, de actuar que procuran tensiones a su identidad
eclesial. Además, sufren lo que el Evangelio de la Iglesia pide en la
complejidad de las realidades civiles, sociales y económicas de la propia vida
cotidiana.
Por cuanto los cristianos laicos pertenecen plenamente sea a la Iglesia
que al mundo, el uno y el otro hacen parte de su ser más íntimo, experimentan
las heridas de los conflictos recíprocos, de las incomprensiones, de las
indiferencias y de los rechazos. Por una parte compartiendo las sensibilidades,
los ritmos, los estilos de vida y las presiones de la época, sienten dentro el
malestar de toda la Iglesia. Ni siquiera la Jerarquía de la Iglesia es capaz
siempre de comprender las demandas de la cultura laica y de responder a sus
necesidades. Por otra, como creyentes pertenecientes a una Iglesia que los
laicos aman con pasión y cuya visión comparten, los laicos participan en un
drama mundial en el que Dios aparece estar al margen de la vida, drama que
oculta con el sentimiento la falta de amor.
4. LA UNCIÓN DE LOS LAICOS POR EL BAUTISMO: ¿ES PARA EL
PODER O PARA EL SERVICIO?
En la Christifideles Laici, el Papa enseña: "He aquí un nuevo aspecto de
la gracia y de la dignidad bautismal: los fieles laicos participan, según el modo
que le es propio, del triple oficio -sacerdotal, profético y real- de Jesucristo.
Este es un aspecto que nunca ha sido olvidado por parte de la tradición viva de
la Iglesia" czs)_
En el bautismo cada cristiano es ungido para la triple misión: la
profética, la sacerdotal y la real. Esta misión no es externa a la identidad
cristiana. Cada persona bautizada es profeta, sacerdote y rey. En el bautismo la
misma forma de Cristo se imprime en el espíritu, alma y cuerpo, en el mismo
ser del discípulo. La forma impresa se expresa en el triple ministerio de Cristo.
Con la Encarnación, Él ha sido ungido como profeta, Sacerdote y Rey. Dado
que están en Cristo, por eso los bautizados participan en la misma forma que
define la identidad y la misión de Jesús de Nazaret.
(25) JUAN PABLO II, Chistifideles Laici 14, Madrid 1989, p. 27.
26 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
El fundamento de esta triple misión laical se encuentra en el Nuevo
Testamento: "Pero vosotros sois estirpe elegida, sacerdocio real, nación
consagrada" (1Pt. 2,9). Por otra parte, las cuatro criaturas vivientes y los
veinticuatro ancianos cantan también esta nueva misión cuando adoran el
Cordero Celeste, "Tú eres digno de coger el rollo y de abrir los secretos,
porque tú has sido inmolado y has rescatado para Dios con tú sangre a los
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación y los has constituido para
nuestro Dios en un reino de sacerdotes y reinarán sobre toda la tierra" (Ap. 5,
9-10).
En el Concilio esta triple misión se coloca en el contexto de la diaconía
de Cristo que "no ha venido para ser servido sino para servir y para dar la vida
en rescate por muchos" (Me. 10,45). Jesús es el modelo de la diaconía laical
(Cf. Le. 24,32). En los evangelios el término diakonos (siervo), es distinto de
doulos (esclavo). El diácono realiza su servicio con dignidad responsable. Es
verdad que el modelo de Jesús era el del Siervo Sufriente (Esclavo), pero este
no es el tipo de servicio que se ha elegido como propio. "Ya no os llamaré
siervos porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; a vosotros os he llamado
amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn.
15,14).
En realidad, una comunión de amigos describe de modo apropiado la
comunidad de los discípulos. Para Jesús la imagen de amigo y de siervo van
juntas. Un amigo en el discipulado de Jesús es uno que quiere "dar la vida por
sus amigos" (Jn. 15,13).
Jesús llama a esta diaconía de amigos tanto a los ministros ordenados
como a los laicos. Más aún, la diaconía adquiere un carácter diverso en un caso
y en otro. En el primer caso, entre los ordenados asume el carácter de oficio
(ministerio), de poder, de dignidad, de un representante oficial. En el segundo,
la diaconía de los laicos se asocia no a la administración de los ritos
sacramentales sino la vida cotidiana vivida en la Iglesia y en el mundo.
Si bien el servicio del laico es distinto del de los ministros ordenados, es
igualmente precioso para la vida de la Iglesia.
En la diaconía laical se está fuera de la lógica del poder de los esclavos
que viven en un mundo de coacción. Esta no es la lógica de una diaconía laical.
La autorealización suprema de la diaconía de los laicos se realiza en el estar al
servicio de los otros. La diaconía de los cristianos, pertenezcan al estado que
sea, está siempre a favor de la validez de la comunidad de los discípulos y no
de los privilegios.
Si es verdad que al comienzo he indicado que la identidad de los laicos
consiste en el no ser sacerdotes o religiosos, ahora comenzamos a ver la
POLICARPO DELGADO PERDOMO 27
compleja belleza de la identidad laical. En realidad, la gracia conferida al laico
encierra una vocación y una misión maravillosa. De hecho, el estado laical en
la Iglesia no es ciertamente una masa indistinta y sin forma, cuya función es
recibir pasivamente la gracia de Dios a través del ministerio de la Jerarquía; al
contrario, esta gracia contiene siempre una misión, una tarea eclesial bien
definida, y supone una responsabilidad para todo el cuerpo Místico de Cristo
(1 Cor. 12,27). En verdad esto no está lejos del pensamiento de Pablo de
confiar este carisma a cada cristiano en la Iglesia, porque está en la naturaleza
de la gracia no sólo el unir la persona a la Iglesia, sino también el conferirle una
misión personal. La misión personal dada por el Espíritu Santo está ligada al
sacramento de la confirmación, gracias al cual el cristiano pasa de una vida
receptiva y sin asumir responsabilidades, propia de un adolescente, a la de
quien tiene voz y responsabilidad en el ámbito de la comunidad eclesial. Y
dado que la gracia es siempre una gracia diversificada, supone siempre un
desafío personal, ya que el laico recibe una misión inconfundible e inalterable
en el ámbito de la comunidad eclesial.
Trataré de describir brevemente la misión profética, sacerdotal y real de
los laicos indicada en la Cristifideles Laici.
4.1. LA MISIÓN PROFÉTICA DE LOS LAICOS
A través del sacramento del bautismo los laicos son ungidos (es decir
consagrados) para compartir la misión profética de Cristo. Los laicos tienen un
verdadero conocimiento de Cristo y la obligación de anunciarlo. Según el
Concilio su misión profética nace de la unción bautismal: "La totalidad de los
fieles, que tienen la unción del Santo (Cf. 1 Jn. 2,20-27), no puede equivocarse
cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya manifiesta mediante el sentido
sobrenatural de la fe de todo el pueblo, cuando "desde los Obispos hasta el
último de los laicos" presta su consentimiento universal en las cosa de fe y
costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y
mantiene, el pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente a la fe confiada de
una vez para siempre a los santos, penetra más profundamente en ella con
juicio certero y le da más plena aplicación a la vida" (LG 12).
Está claro que la misión profética de los fieles, expresada a través del
"sensus fidei", no comporta la existencia de una especie de "magisterio" de los
laicos o de autoridad para enseñar, paralela a la de los obispos y del Papa. Ellos
enseñan de modo activo, pero no con el mismo título de autoridad apostólica
propia del Papa y de los obispos. Estos enseñan con autoridad vinculante. Los
laicos enseñan por la fe interiorizada que han recibido con el bautismo y que
ha madurado con la oración, con la liturgia y la vida cotidiana en la familia y
entre la gente.
28 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
Su misión profética se desarrolla en un clima de gran preocupación y no
poca ansiedad e incluso, a veces de miedo. Estas preocupaciones se pueden
sintetizar en cinco temas: bioética; paz y guerra en el contexto de los conflictos
culturales en el mundo; economía global y enormes masas de pobres; el sentido
de la libertad humana en un mundo pluralista. En estos ámbitos se siente
urgentemente la necesidad de profetas. La situación que vive el mundo es una
especie de caos en movimiento donde el viento golpea todo al mismo tiempo.
Estos vientos estás secando las fuentes de la esperanza entre las nuevas
generaciones.
Ciertamente, para cuestiones de tal complejidad no existen respuestas
inmediatas y rápidas. Pero para los cristianos, es la hora decisiva del testimonio
profético. Deben surgir profetas para afrontar estas situaciones. ¿Cómo?
Insistiendo a tiempo y a destiempo que la felicidad se encuentra en el buscar
libremente la verdad y el bien. Como todos los profetas, los profetas laicos
proceden como quien camina en la niebla. Sin filtros, sin defensa, los laicos
viven como profetas en medio de la plaza y en la familia. Están inmersos en las
situaciones fragmentadas y contradicctorias de cada día. En el fuego cruzado y
caótico de los mensajes, en la intercesión de la relaciones frágiles, en la
condivisión de las emociones, del trabajo, de las tensiones y de las
incertidumbres y las dudas de los demás hombres y mujeres. No obstante,
adhiriendo plenamente al depósito de la fe y las enseñanzas de la Iglesia, los
laicos en el ejercicio de su dimensión profética no hablan en nombre del
Magisterio. Sin embargo, no tratan de esconder por miedo a los otros su pleno
asentimiento al Magisterio. Y ni siquiera desean permanecer en el anonimato
en el mundo y volver a las catacumbas. Por el contrario, la misión profética de
los laicos exige un espíritu de diálogo abierto, y cuando es posible, confesar
explícitamente la fe.
4.2. LA MISIÓN REAL DEL LAICO
A través del sacramento del bautismo, los laicos son ungido para
compartir el oficio o la misión real de Cristo. Los laicos son llamados a
gobernar a la manera de María, la Madre de Dios. Son llamados a gobernar
realizando el orden del amor en las distintas comunidades. Como todos los
grupos también para ellos existe siempre el peligro de retornar al caos. El
orden del amor es en esencia el orden de la justicia y de la caridad. La realeza
implica el poder, argumento que se discute mucho entre el clero y ellaicado.
Pero interpretar la misión bautismal de los laicos en clave política sería un
error. El ejercicio de poder de los discípulos puede estar bajo el signo de la
gracia o de la rebelión. La fuente principal de su poder es la caridad, única
fuente de dignidad y potestad en la Iglesia y en el mundo.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 29
En la vida interna de la Iglesia, la misión real de los laicos se ejercita de
una manera que excluye toda forma de competición, de arrogancia o de
privilegio. Su misión real está caracterizada por una capacidad de escucha y por
un espíritu de obediencia y de servicio humilde. Y mucho menos el oficio real
les sitúa en grado de contestar a la autoridad apostólica de la jerarquía.
El modelo último es Jesús. Surgen entonces una discusión sobre quien
de ellos podía ser considerar el más grande. Él les dice: "los reyes de las
naciones las gobiernan y los que tienen el poder se hacen llamar benefactores.
Pero no será así entre vosotros; sino que el más grande entre vosotros hágase
como el más pequeño y el que gobierna como el que sirve. En efecto, ¿Quién
es el más grande el que está sentado a la mesa o el que sirve? ¿No es el que esta
sentado en la mesa? Y sin embargo, yo estoy en medio de vosotros como el que
sirve" (Le. 22. 24-27).
Los cristianos laicos no trabajan en nombre de la Iglesia para conquistar
la sociedad. Su misión real no les autoriza a tratar de ocupar funciones
públicas, ni siquiera para implantar la cruz. El Concilio ha delineado la figura
del laico maduro. En el contexto de sus competencias mundanas los contempla
como responsables de sus propias decisiones. Según el Concilio el don de la
sabiduría es el signo de esta madurez: "Es inmenso el campo del apostolado en
los órdenes nacional e internacional, en los cuales los seglares son los
principales administradores de la sabiduría cristiana" (AA 14). Por su parte,
San Pablo describe esta sabiduría: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado,
escándalo para los judíos, y locura para los griegos. Él sin embargo, es Cristo,
fuerza de Dios y sabiduría de Dios para aquellos que Dios ha llamado, sea de
entre los judíos o de entre los griegos" (1 Cor. 1,22-23).
En el mundo, los laicos están en medio del caos violento que, por una
parte, amenaza a lo individuos y a la las comunidades, y por otra, experimentan
la impotencia y la falta de la defensa de la cruz. La misión más importante es
la de ir al encuentro de cada persona y de cada cosa con amor. No pueden
descansar hasta que la Nueva Alianza del amor, que es la levadura de la
historia, haya fermentado todo. La levadura cristiana transforma radicalmente
el "buen sentido". Incluso, si el mundo donde viven no fuese maduro para
proponer plenamente el discurso de la montaña, la misión real del laico no es
otra que testimoniar que la santidad es la forma de los bautizados que viven y
trabajan en el mundo. En aquel discurso Jesús ha dicho: "Sed perfectos como
es perfecto el Padre del cielo" (Mt. 5,48).
El modelo extraordinario de la realeza del laico se encuentra en la
kenosis, en la autonegación de Jesús, prefiriendo los medios pobres. Pero los
medios pobres se disciernen y se verifican como pobres, no en el triunfo
terreno sino con el trofeo de la santa cruz. Con incalculable ironía, la realiza de
30 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
Jesús fue revelada en su pasión. Pilato dice a Jesús ¿con que tú eres rey? Jesús
le responde "Tú lo dices; yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad" (Jn. 18,37). Más tarde
Pilato compuso la inscripción y la hizo colocar sobre la cruz" Jesús Nazareno.
Rey de los judíos" (Jn. 19,19), proclamando así a la gente de Jerusalén la
realeza de Jesús.
La LG en el capítulo IV, dedicado todo él al laicado afirma sin
compromiso que en el centro de la historia está la contradicción de la vida que
está muerta sobre la cruz. "Cristo habiéndose hecho obediente hasta la muerte
y habiendo sido por ello exaltado por el Padre (Cf. Fil. 2,8-9), entró en la gloria
de su reino. A El están sometidas todas las cosas, hasta que El se someta a Sí
mismo y todo lo creado al Padre, a fin de que Dios sea todo en todas las cosas
(Cf. 1 Cor. 15, 27-28). Este poder lo comunicó a los discípulos, para que
también ellos queden constituidos en soberana libertad, y por su abnegación y
santa vida venzan en sí mismos el reino del pecado (Cf. Rom. 6,12). Más aún,
para que sirviendo a Cristo también en los demás, conduzcan en humildad y
paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar" (LG. 36)
4.3. LA MISIÓN SACERDOTAL DE LOS LAICOS
Con el bautismo los laicos quedan ungidos para compartir el oficio
sacerdotal de Cristo. Son un pueblo sacerdotaL San Pablo escribe a los
romanos: "Os exhorto hermanos, por la misericordia de Dios a presentar
vuestros cuerpos como sacrificio vivo y agradable a Dios; este es vuestro culto
espiritual" (Rom. 12,1).
Aquí el lenguaje es el lenguaje litúrgico típico del Antiguo Testamento:
ofrenda, sacrificio santo y agradable a Dios, culto espirituaL Lo que sorprende
es que esta liturgia tenga como objeto no el espíritu, sino el cuerpo. Esto es
significativo. La ofrenda del propio cuerpo constituye un culto espirituaL Por
lo tanto, el lenguaje no habla de una fuga del mundo. Más bien, define la
vocación nupcial, que es el estado de vida de los laicos. En el matrimonio los
esposos están llamados a ofrecer el propio cuerpo, el uno al otro, para coronar
la obra de Dios.
La verdadera ofrenda se debe realizar en cualquier circunstancia en la
que el creyente se encuentre, en cualquier lugar o situación, incluso fuera del
ámbito protegido del lugar sagrado o de la ofrenda cultuaL La perspectiva del
Nuevo Testamento es diversa de la del Antiguo Testamento. La nueva
economía se ha abierto con el anuncio a Zacarías de la concepción y
nacimiento del hijo y esto ha acontecido en el templo de Jerusalén, mientras
que el anuncio a María de la concepción y del nacimiento del Mesías acontece
en un lugar normal de la vida cotidiana tal vez en una casa, o en el camino, o
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 31
en el pozo donde iba a sacar el agua. No sabemos donde haya sido, pero
estamos seguros que fue en la aldea de Nazaret, lejos de Jerusalén, ciudad del
culto oficial.
La carta a los Romanos continúa: "no os conforméis a la mentalidad de
este mundo, sino transformaos renovando vuestra mente, para poder discernir
la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto" (Rom.
12,2). Debe quedar claro que el sacerdocio del laicado no es una imitación
incolora del sacerdocio ordenado. El culto que el laico ofrece a Dios no debe
ser vanal, como si fuese un auxiliar del culto del sacerdocio ordenado. El
Concilio, haciendo emerger esta doctrina oscurecida durante mucho tiempo,
describe en la celebración de la Eucaristía la complementariedad entre el
sacerdocio ordenado y el del laicado: "Jesucristo, sumo y eterno sacerdote,
queriendo también continuar a través de los laicos su testimonio y su servicio,
les vivifica con su espíritu e incesantemente los empuja a toda obra buena y
perfecta. De hecho a aquellos que une íntimamente a su vida y a su misión, les
hace partícipes de su función sacerdotal para ejercitar un culto espiritual, a fin
de que Dios sea glorificado y los hombres se salven. Por ello los laicos, estando
dedicados a Cristo y consagrados por el Espíritu Santo, son llamados e
instruidos de modo admirable para que el Espíritu produzca en ellos frutos
cada vez más copiosos. En efecto, todas sus obras, las oraciones y las iniciativas
apostólicas, la vida conyugal y familiar el trabajo de cada día el descanso
espiritual y corporal, si son realizadas en el Espíritu, y, hasta las dificultades de
la vida si son soportadas con paciencia, se convierten en sacrificios agradables
a Dios por Jesucristo; y estas cosas en la celebración de la Eucaristía son
piadosamente ofrecidas al Padre junto a la oblación del cuerpo del Señor. Así
también los laicos, actuando santamente en todas partes como adoradores,
consagran a Dios el mundo" (LG 34).
En la Carta Apostólica Dies Domini, el Papa ha escrito: "A su sacrificio
Cristo une el de la Iglesia. "En la Eucaristía el sacrificio de Cristo es también
el sacrificio de los miembros de su Cuerpo. La vida de los fieles, su alabanza,
su sufrimiento, su oración y su trabajo, se unen a los de Cristo y a su total
ofrenda, y adquieren así un valor nuevo. Esta participación de toda la
comunidad asume un particular relieve en el encuentro dominical, que permite
llevar al altar la semana transcurrida con las cargas humanas que la han
caracterizado" (Zól.
Las condiciones y las tensiones de la sociedad moderna han destruido los
puntos de referencia tradicional. Los laicos van adelante como en una niebla
con solo un poco de visión del paisaje moral. A través de la niebla el laico
contempla el rostro del Cristo crucificado. Lo contempla sin parpadear. Pero,
(26) JUAN PABLO II, Dies Domini 43, Madrid 1998, p. 59.
32 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
al mismo tiempo, experimenta el caos vertiginoso de la vida cotidiana. Serán
probados tanto su equilibrio como su serenidad. Sabrán que no deben huir.
Porque en el centro de la historia se encuentra la inmensa contradicción: que
la vida ha muerto sobre la cruz. Y el fiel laico terminará inexorablemente,
durante la historia de su vida, delante del altar de la cruz. Estar bautizados en
la muerte de Cristo no puede tener otro significado. Pablo pregunta a los
romanos: "¿O no sabéis que cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús,
hemos sido bautizados en su muerte?" (Rom. 6,3).
Podemos concluir con respecto a los laicos del tercer milenio afirmando:
para su experiencia de fe, la historia jugará un papel central; comprenderán
que precisamente porque forman parte de la historia, donde Dios les ha
colocado, pertenecen completamente a Dios, pero de modo totalmente diverso
a las personas que viven otros estados de vida en la Iglesia; ejerciendo su
libertad personal en la historia, brillarán como estrellas en la noche dando a
conocer la gloria de Dios manifestada en su respuesta al acontecimiento de la
pascua.
5. LOS OBISPOS ESPAÑOLES LLAMAN A LOS LAICOS AL COMPROMISO
Los obispos españoles recuerdan que el cristiano no sólo no puede estar
al margen y desentenderse de la sociedad a la que pertenece sino que, por el
contrario, tienen mucho que aportar individual y colectivamente en el campo
de la justicia, en la defensa de los derechos humanos, en el ejercicio de las
responsabilidades cívicas, ejerciendo el poder desde una actitud de servicio,
construyendo pacientemente y de modo solidario la paz social <27¡. Es más,
señalan a los fieles algunas actitudes que, a su juicio son fundamentales para
construir la vida ciudadana y, que ellos pueden aportar, tales como: el amor a
la verdad, el sentido de la justicia, la ejemplaridad moral, la voluntad de
participación, el discernimiento sereno, el respeto discrepante, la aceptación de
las diferencias étnicas y culturales y el empeño por la paz(28
).
Sin embargo, es importante dejar claro que la misión propia de la Iglesia
es de orden religioso y espiritual. Por tanto, no es función de la Iglesia dar
soluciones técnicas, ni asumir un protagonismo político y social, que
corresponde a los grupos y partidos políticos y al gobierno del país. Más aún,
la Iglesia ha querido situarse en la sociedad con un nuevo talante, que le
permita realizar con más eficacia y mayor libertad su misión evangelizadora,
convencida de que de esta forma puede prestar un mejor servicio a la sociedad.
No obstante, la Iglesia no es extraña a lo que vive nuestro pueblo, ni está ajena
(27) Cf. CEE, La Iglesia ante el momento actual: petición de libertad para detenidos políticos (19
diciembre 1975), DCEE, p. 372.
(28) Cf. Ibídem, pp. 372-373.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 33
a las convulsivas transformaciones que experimenta. Por el contrario, vive
preocupada y esperanzada '29l, consciente de la responsabilidad que ella misma
tiene y del deber de aportar lo que ella misma es para contribuir desde su
originalidad a construir la nueva sociedad sobre la base del respeto a los
derechos de las personas y de los pueblos y sobre los valores éticos que nacen
del Evangelio. Por ello, es responsabilidad y misión propia de todo cristiano,
en orden a la fraterna convivencia, potenciar los factores que la favorecen y
superar los que la impiden o retardan c30l.
La responsabilidad de la Iglesia en la misión evangelizadora de la
sociedad exige, por tanto, el compromiso de todos los creyentes en la
participación de la vida social, según el puesto que cada uno ocupe, con las
actitudes verdaderamente humanas y cristianas de honestidad, justicia,
generosidad, fidelidad y respeto. Pero ciertamente, la mejor forma de servicio
a todos los ciudadanos es, sin duda, el testimonio y el ejemplo'31l.
La Iglesia es consciente de que su aportación a la construcción de la
nueva sociedad es imprescindible y, por tanto, se siente responsable y llamada
a ofrecer la riqueza que encierra como aportación específica. Así lo expresa K.
Rahner: "La Iglesia puede y debe hacer comprender al hombre, en cuanto sea
posible, su responsabilidad respecto al mundo, revelándole y explicándole la
dimensión última de esta responsabilidad, que significa para el hombre la
salvación o la condenación eterna. La Iglesia puede estimular a los miembros
de los propios grupos a organizarse al servicio de la humanización del mundo,
a llevar adelante la inspiración de una fundamental motivación cristiana,
llamándonos a ella, incluso cuando su legitimidad es contestada por individuos
o grupos cristianos. La Iglesia, en su misterio, puede, si esto fuese deseable y
útil, hasta sostener las instituciones laicas con sus respectivas finalidades, si
estos objetivos están orientados a la dignidad y la libertad del hombre,
revelándose, así, cristianos" c32l.
Si bien no es función de la Iglesia actuar en el orden político, no por ello
se desentiende de los problemas sociales y políticos que afectan a los hombres.
La lucha por la justicia y por la defensa de los derechos humanos es inherente
y constitutiva del anuncio del Evangelio y, por tanto, será siempre valiosa la
palabra de la Iglesia como instancia crítica, que ilumine las realidades de los
hombres y garantice la construcción de la sociedad sobre unos fundamentos
morales, que hagan posible el crecimiento auténtico de las personas y de los
pueblos. En este sentido hacemos nuestras las palabras de K. Rahner: "La
(29)
(30)
(31)
(32)
Cf. CEAS, Orientaciones cristianas sobre participación política y social (9 julio 1976),
DCEE, p. 384.
Cf. CEE, La reconciliación en la Iglesia y en la sociedad (17 abril1975), DCEE, p. 349.
Cf. CP, Ante la actual situación española (22 septiembre 1977), DCEE, p. 439.
K. RAHNER., Dimensioni politiche del cristianesimo (Roma 1992), p. 58.
34 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
misión de la Iglesia está al servicio de este misterio, que es el misterio del
mismo hombre. Cuanto más ésta se dedica de forma desinteresada y
aparentemente sin darse cuenta a esta misión de salvación del hombre afligido,
más tutela y guía al hombre que, empeñado en su compromiso terreno, vive
para la humanización del mundo" (33
1.
Hay que reconocer que en los últimos tiempos el magisterio de la Iglesia
ha procurado de muchas maneras actualizar la presentación de la fe y avivar la
conciencia creyente de los cristianos, buscando la maduración de la fe de los
bautizados en todas las etapas de su vida.
5,1. LA FE INSTANCIA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD
La llegada de la democracia a España, junto a innumerables logros para
la sociedad y no pocas dimensiones positivas para la Iglesia, supuso, al mismo
tiempo, serios riesgos para la fe. La implantación paulatina de una escala de
valores propia de un humanismo agnóstico y disociada en gran parte del
patrimonio cultural y moral de la sociedad española, entraña, según los obispos
españoles "el riesgo de sustituir el carácter de un Estado aconfesional, garante
de la libertada religiosa y cooperador con las Iglesias como el que describe la
Constitución, por la beligerancia oficial a favor de una sociedad que relega lo
religioso y lo moral a la esfera estricta de lo privado" (341
•
Habría no sólo que valorar la actitud crítica frente a la sociedad, sino que
habría que motivarla y favorecerla, ya que puede ser un modo sano de ayudar
al crecimiento de la misma sociedad. Sin embargo, hay que insistir en que la
actitud crítica ante la realidad social no debe interpretarse, en principio, como
postura de rechazo o de enemistad. Si se salvaguarda la honestidad y se respeta
a las personas, constituye una forma de colaboración, un servicio al bien común
que enriquece a la sociedad (351.
La función sociocrítica de la Iglesia no significa que ésta pueda hacer
política explícita o indirectamente, si bien puede y debe afirmarse como grupo
social dentro de una sociedad pluralista. Sus miembros como cualquier grupo
social, tienen el derecho de influir en la entera sociedad con todos los medios
legítimos a su alcance. Según afirma el teólogo K Rahner, la sustancia de la
función sociocrítica de la Iglesia se puede definir así: "Consiste en la apertura
siempre nueva de un horizonte que va más allá de la concreta realidad social,
mostrando así la relatividad y la modificabilidad. Una vez reconocida la
relatividad y la mutabilidad de las realidades sociales, se llega a formular la
propuesta y la autorización del cambio efectivo. No puede y no quiere
(33) Ibídem, p. 60.
(34) CEE, La isita del Papa y la fe de nuestro pueblo (25 junio 1983), DCEE, p. 750.
(35) Cf. CEE, La reconciliación en la Iglesia y en la sociedad (17 abril1975), DCEE, p. 358.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 35
proporcionar la receta concreta y el compromiso unívoco para plasmar una
nueva y precisa realidad, con capacidad histórica y creativa. La iglesia, por
tanto, no es de por sí una clara decisión política. Tal como la Iglesia lo delinea,
este horizonte crítico para la realidades sociales y el cambio sociopolítico sólo
puede ser expresión del Evangelio anunciado por la misma Iglesia" (36l.
Los cristianos, según los obispos españoles, tienen también una función
crítica respecto a la sociedad y a los grupos políticos porque ellos no pueden
aceptar indiscriminadamente actitudes incompatibles con su fe o falseadoras
de la misma. No sólo son ética y políticamente responsables como los demás
ciudadanos, sino que además tienen responsabilidades específicas,
precisamente por su condición de cristianos. Son explícitos los obispos: "La
profesión de su fe ha de reflejarse operativamente en su decisión de hacer
realidad las exigencias morales y de acción histórica que se derivan del
Evangelio y en su intento permanente de apropiarse personalmente los
compromisos prácticos que se contienen en el mensaje del Señor. Cuando la
Iglesia interviene para rechazar algunas ideologías en sus elementos teóricos y
en su realizaciones prácticas, como lo ha hecho por ejemplo con relación al
marxismo y al liberalismo, lo hace teniendo en cuenta que a la profesión de fe
cristiana, sin que por ello incluya una doctrina científica de la sociedad
humana, le repugnan las ideologías y comportamientos incapaces de coexistir
con el espíritu de las Bienaventuranzas (37l.
Sin duda alguna, la prioridad indiscutible de la Iglesia española en estos
últimos decenios ha sido la evangelización. Con esta convicción describen los
obispo españoles los rasgos que perfilan a la Iglesia en la sociedad española
actual y ponen los acentos en las dimensiones fundamentales, objetos de sus
desvelos, esfuerzos y aspiraciones. Este es el perfil de la Iglesia que diseñan los
pastores: "De cara a nuestra sociedad, la Iglesia aspira a ser: comunidad
evangelizadora, llevando la verdad y la gracia de Cristo a la sociedad civil para
transformarla según las exigencias del Evangelio; espacio de comunión, en un
cuerpo social como el de España, la fe y la caridad de los creyentes deben
promover la aceptación mutua y el diálogo fraterno. La Eucaristía libre de
presiones y motivaciones extrareligiosas, constituye entre los cristianos el
punto de convergencia y aun de superación de las legítimas discrepancias;
independiente, tanto respecto del poder que gobierna como de su oposición, lo
mismo en las opciones ideológicas que en las políticas. No con una ausencia
indiferente, sino con la función crítica que le_ es propia y con una comprensión
respetuosa y cercana a todos; exenta de privilegios, aun dentro de la dificultad
de distinguir, en ocasiones, los derechos y los privilegios, queremos renunciar a
(36) K. RAHNER, Dirnensioni politiche del cristianesirno, p. 84.
(37) CEDFE, La comunión eclesial (15 febrero 1978), DCEE, pp. 469-470.
36 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
cuanto pueda empañar, o haya empañado de hecho, nuestro testimonio
evangélico" <38
).
Ciertamente, la visita pastoral de Juan Pablo II a España en 1982
constituirá un valiosísimo impulso para consolidar las línea pastorales y de
renovación evangelizadora emprendidas por la Conferencia Episcopal
Española.
Precisamente, la nueva conciencia eclesial en clave de
corresponsabilidad, el replanteamiento teológico y pastoral de las relaciones
Iglesia-mundo e Iglesia-Estado y, sobre todo, el compromiso de todos los
miembros del Pueblo de Dios en un empeño de fidelidad evangélica marcan el
proceso de conversión y de comunión en la dirección indicada por el Concilio.
Son muchas las razones, aún hoy, por las que la Iglesia debe realizar una
verdadera evangelización, superando la instalación y el cansancio que muchas
veces ha hecho perder el dinamismo misionero. Después de más de veinte años,
resuenan con toda su actualidad las palabra de los obispos españoles cuando
afirman: "Es muy cierto que también entre nosotros son muchos los que ignoran
el Evangelio; más numerosos aún los que bautizados y educados en la fe, van
dejando a un lado su relación con la comunidad creyente, o los que la van
reduciendo a determinado momentos de su vida, con el deseo de subrayarlos
mediante la recepción o realización de algunos sacramentos. No ignoramos que
el indiferentismo en materia religiosa se va constituyendo en uno de los trazos
mayores de amplios sectores de nuestra sociedad ( ... ). En todas estas
situaciones, la Iglesia debe realizar una verdadera evangelización" <39
).
Naturalmente, para realizar esta misión evangelizadora de la nueva
sociedad, los prelados apelan en los documentos de la CEE a la
corresponsabilidad de los laicos, sin cuya presencia y compromiso en el mundo
sería inviable la evangelización del mismo.
Todos formamos una unidad en Cristo y en la Iglesia, y juntos hemos de
asumir la corresponsabilidad a la que nos llama el Espíritu, pero cada uno en
el lugar que le corresponde, según su vocación. Por eso afirman: "Todos los
miembros de este Pueblo, pastores, religiosos y laicos, participan cada uno a su
manera, de la misión de la Iglesia. Por lo cual, antes de considerar la diversidad
en sus respectivas funciones, es preciso atender al fundamento de su común
vocación bautismal a la santidad y al apostolado. Sin duda, el Vaticano II ha
contribuido de forma extraordinaria a que los laicos hayan descubierto en el
bautismo la raíz y la fuerza de su compromiso, convirtiéndoles en sujetos
(38) CEE, La Iglesia ante el momento actual: petición de libertad para detenidos políticos (19
diciembre 1975), DCEE, pp. 373-374.
(39) CEE, Responsabilidad misionera de la Iglesia en España (24 noviembre 1979), DCEE, p. 581.
POLICARPO DELGADO PERDOMO 37
activos de la evangelización. Ciertamente, es imprescindible para la
evangelización y para asegurar una presencia cualificada de la Iglesia en la
sociedad, la necesaria participación de todos en las comunes responsabilidades
eclesiales. Todos somos, por tanto responsables de anunciar el Evangelio en
todas las circunstancias y en todos los lugares, ya que "toda la comunidad
creyente se debe a esta misión de anunciar en todo el mundo la llegada del
Reino de Dios" (40¡.
El compromiso bautismal se va concretando para cada uno de distinta
manera, ya que siendo única la misión existen diversidad de servicios en orden
a la evangelización, según el proyecto salvador de Dios. Por ello dirán los
obispos: "corresponde a cada creyente asumir libre· y responsablemente el
ministerio, función o servicio al que en el seno de la comunidad es llamado por
el Señor y para cuyo eficaz desempeño recibe del Espíritu su don y carisma" (41 ¡.
En la Iglesia, por tanto, no puede haber miembros pasivos, ya que todos han
de colaborar activamente en las tareas internas y tomar conciencia de lo que
significa ser y vivir como Iglesia insertos en la sociedad (42¡. No cabe duda de que
el testimonio será el mejor servicio a la sociedad, si cada uno realiza su tarea
con actitudes verdaderamente humanas y cristianas, tales como la justicia, la
generosidad, la fidelidad y el respeto(43¡.
Los laicos, en cuanto tales, asumen unas responsabilidades específicas
en el orden ético y político, asumiendo un compromiso con la historia en orden
a responder desde su cualificada presencia a las urgencias morales de la
sociedad. Sin embargo, si bien las tareas de renovación y animación de las
realidades temporales y, responder a los desafíos de los nuevos tiempos
corresponde a los laicos, una misma fe puede generar diversos modos de
entender y realizar el compromiso cristiano(44
).
Los laicos están llamados a ejercer la responsabilidad personal desde la
libertad y el pluralismo, pero siendo conscientes de que vivir el compromiso de
la fe, encarnado en la dimensión política y social supone un difícil equilibrio,
no siempre realizable por todos. Esta tensión exige, por una parte, que los
creyentes en momento difíciles y críticos para la Iglesia sean capaces de vivir
con paciencia y esperanza. Comporta, por otra, la aceptación de las
orientaciones doctrinales y disciplinares de los pastores, como maestros y
jueces en la fe y en las costumbres cristianas, desde un espíritu de profunda
comunión. Y, además, requiere vivir la comunión de forma adulta y
responsable, sin infantilismos ni paternalismos y, sin esperar siempre la palabra
( 40) CEE, Responsabilidad misionera de la Iglesia española (24 noviembre 1979), DCEE, p. 644.
~41l Ibídem, p. 573.
42 Cf. La estabilidad del matrimonio (7 junio 22 1977), DCEE. p. 417.
43 CP, Ante la actual situación española (22 septiembre 1977), p. 439.
( 44 CEDFE, La comunión eclesial (15 febrero 1978), DCEE, p. 470.
38 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
de los obispos en todas las circunstancias y en el tratamiento de todos los
problemas y situaciones, precisamente por la complejidad de las situaciones <
45l.
Por otra parte, es necesario estar atentos para superar el dualismo que
contrapone los valores evangélicos y el cambio social, como si fueran dos
realidades antagónicas. Por el contrario, hay que insistir en que la acción
misionera está llamada a testificar y proclamar la Buena Noticia de la salvación
del hombre y, simultáneamente, al afirmar los mismos valores evangélicos,
sirve y enriquece a la sociedad. Por tanto, no hay ni identificación ni confusión
entre acción misionera y promoción humana, pero sí existe una mutua relación,
porque el Evangelio de Jesús se identifica con la causa del hombre en su
integridad. Consecuentemente, el mismo bien del hombre hace que la Iglesia
no pueda renunciar a su dimensión crítico profética <
46
).
Además, nuestra propia sociedad necesita con urgencia ajustar su
comportamiento a las exigencias del Evangelio porque las injusticias sociales,
insolidaridades, actividades violentas y terroristas y aun nuestras divisiones
intraeclesiales constituyen uno de los mayores impedimentos para la extensión
de la fe cristiana. La existencia de un vida cristiana coherente es fundamental
para la extensión de la fe. De ahí que el auténtico espíritu misionero renueve
la comunidad creyente y exija una mayor fidelidad individual y social al
Evangelio <47l.
La evangelización del mundo la realiza toda la Iglesia, particularmente
a través de los laicos, ya que éstos insertos en el mundo por su condición de
ciudadanos y de cristianos, están llamados a transformar la sociedad, siendo en
medio de ella como la levadura en la masa. La nueva conciencia que el Concilio
despierta en los laicos como evangelizadores y protagonistas y las nuevas
realidades del mundo en la hora presente, exigen un compromiso responsable
en la tarea evangelizadora del mundo. Esta tarea sería imposible llevarla a
cabo sin la presencia activa y comprometida de los laicos. Ya no se trata de una
colaboración en la misión, sino de asumir responsablemente la única misión,
aportando específicamente la riqueza de la vocación laical.
Si se quiere construir entre todos una Iglesia que responda a los nuevos
desafíos del presente, es necesario edificar una Iglesias más evangélica, mas
misionera, capaz de servir a todos los hombres. Los obispos españoles apuntan
en esta dirección cuando señalan que, a su juicio, ello "supone familias unidas
y hogares apostólicos, impulso misionero en las comunidades y parroquias,
aumento de vocaciones sacerdotales y religiosas, compromiso apostólico de los
seglares y presencia activa de los cristianos en la vida pública de modo que
( 45) Ibídem, p. 483.
( 46) CEE, Responsabilidad misionera de la Iglesia en España (24 noviembre 1979), DCEE, p. 578.
(476) Ibídem, p. 579.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 39
trabajen por la paz y la reconciliación frente a la violencia y la división; que se
comprometan en el servicio a los pobres, en la lucha por la justicia, en vivir y
proclamar constante y libremente la verdad y las exigencias del reino de
Dios" (48l.
Precisamente en el nuevo contexto de la sociedad, la nueva conciencia
eclesial, ecuménica, laical y misionera y la participación responsable de todo el
pueblo de Dios constituirá la garantía de que la Iglesia es capaz de afrontar con
esperanza el reto de la evangelización, siguiendo la doctrina del Concilio.
Los nuevos tiempos exigen que la Iglesia aprenda a vivir en un contexto
social nuevo que requiere a su vez un nuevo talante y un nuevo modo de
presencia. Ya lo intuían los obispo españoles cuando afirmaban: "La Iglesia
católica vive hoy en España en el marco de unas constituciones democráticas
legítimamente establecidas y libremente aceptadas por el Pueblo español. Es
deber de la Iglesia que, por su parte, nada empañe el respeto debido a esas
instituciones. Pero, a la vez, es preciso que nos acostumbremos a vivir como
una comunidad concreta y bien definida, dentro de un ámbito social y cultural,
que no siempre comparte nuestra fe ni nuestros criterios morales, fomentando,
por nuestra parte "un clima de respetuosa convivencia con las otras legítimas
opciones, mientras exigimos justo respeto a las nuestras, procurando así
responder a la histórica responsabilidad que nos toca en suerte" (49l.
Vivir la fe en un contexto pluralista y sin el apoyo externo de las
instituciones sociales exige con urgencia, por tanto, esclarecer y potenciar
nuestro sentido de pertenencia a la comunidad cristiana, la cual debe asumir
que no verá plenamente realizada socialmente la encarnación de los valores del
Evangelio. El servicio original que la Iglesia puede prestar a la sociedad
reclama igualmente tener clara la identidad eclesial para poder dialogar con
cualquier modelo de sociedad sin identificarse y sin confundirse con ella (soJ.
Es verdad que la Iglesia no debe imponerse en la sociedad, pero, al
mismo tiempo, es cierto que tiene la responsabilidad de ser portadora de los
tesoros de la fe. Por eso, debe recuperar la confianza en las propias riquezas y
ofrecer a los demás con humildad y verdad unos tesoros que ellos necesitan
tanto como nosotros y, a los que tienen realmente derecho. Los obispos
recuerdan ya desde el año 1982, que a este compromiso nos ha convocado el
Papa a su llegada a España cuando dijo: "Es necesario que los . católicos
españoles sepáis recobrar el vigor pleno del espíritu, la valentía de una fe
vivida, la lucidez evangélica iluminada por el amor profundo al hombre
hermano. Para sacar de ahí la fuerza renovada que os haga infatigables
(48) CEE, Ante la isita del Papa a España (18 febrero 1982), DCEE, pp. 671-672.
( 49) CEE, La isita del Papa y la fe de nuestro pueblo (25 junio 1983), DCEE. p. 754.
(50) Cf. Ibídem, p. 754.
40 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
creadores de diálogo y promotores de justicia, alentadores de cultura y
elevación moral del pueblo" c51l.
En efecto, el cristiano ha de implicarse en las grandes causas que afectan
realmente al hombre. De hecho, el seguimiento de Cristo pasa por la eficacia
social de la fe y el compromiso temporal, sino queremos traicionar el mensaje
del Señorc52l.
Para poder realizar la tarea evangelizadora de la Iglesia es necesaria la
participación activa de los laicos. En este sentido los obispos hacen un
llamamiento urgente a los mismos para que asuman esta misión respondiendo
así a su vocación: "nuestra Iglesia -dicen- necesita hoy con urgencia de la
participación consciente y responsable de los seglares en su estructuras
organizativas, en la planificación y desarrollo de las actividades apostólicas, en
la búsqueda y administración de los recursos necesarios para la vida y
actividades de la Iglesia" c53l. En esta misma línea Juan Pablo 11 ya estimulaba
al apostolado de los seglares al afirmar: "No hay actividad humana alguna que
sea ajena a la solidaria tarea evangelizadora de los laicos. De entre los
contenidos más apremiantes del apostolado de los seglares, quiero resaltar
algunos de mayor importancia: el esfuerzo evangelizador que requiere la
familia cristiana, el vasto campo del mundo del trabajo, las realidades políticas
y el mundo de la cultura. Las formas asociadas de apostolado seglar resultan
fundamentales para desplegar todas las energías de la vocación cristiana en los
diversos espacios y ambientes de la sociedad" c54l.
El cristiano tiene el deber y la responsabilidad de la evangelización,
precisamente, porque es sal y luz de la tierra (Mt. 5,13). De ahí que la vocación
cristiana es vocación al apostolado (AA 2). Son igualmente importantes para
los laicos españoles estas palabras del Pontífice: "El Papa exhorta a todos los
seglares españoles a asumir con coherencia y vigor su dignidad y
responsabilidad. ¡El Papa confía en los seglares españoles y espera grandes
cosas de todos ellos para gloria de Dios y para el servicio del hombre! Si, como
he recordado ya, la vocación cristiana es esencialmente apostólica; sólo en esta
dimensión de servicio al Evangelio el cristiano encontrará la plenitud de su
dignidad y responsabilidad" (55).
La fidelidad a esa dignidad, indica el Papa, exige no sólo acoger las
riquezas de la fe, sino que "se os confía un tesoro, se os otorgan los talentos que
han de ser asumidos con responsabilidad para que fructifiquen con
m~
g~~
(55)
JUAN PABLO II, Discurso de despedida, Barajas (31 octubre 1982), DCEE, p. 754.
Cf. Ibídem, pp. 755-756.
Ibídem, p. 759.
JUAN PABLO II, Homilía durante la misa celebrada en el polígono industrial de Toledo
(4 noviembre 1982), DCEE, p. 759.
JUAN PABLO II, Mensaje de Juan Pablo II a España, p. 129.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 41
abundancia" <56J. Más adelante añade: "También los seglares están llamados a
ese crecimiento espiritual interior que conduce a la santidad, y a esa entrega
apostólica creadora, que los hace colaboradores del Espíritu Santo, el cual con
sus dones renueva, rejuvenece y lleva a perfección la obra de Cristo" <57J.
Resalta además con fuerza que la conciencia y la afirmación de la
identidad cristiana del laico no sólo no limita sus posibilidades, sino que, por el
contrario, justamente en virtud de su identidad cristiana puede y debe aportar
esa presencia y esa actividad específica y original que la Iglesia confía a sus
hijos en los diversos campos de la actividad personal y social. El Pontífice deja
claro que se ha de mantener la fidelidad a la Palabra del hombre en su
integridad, es decir: la vida humana desde su concepción, la estabilidad del
matrimonio y la familia, la libertad de enseñanza, la implantación de la justicia
en las relaciones laborales. Porque donde esté el hombre sufriendo y
padeciendo dolor, injusticia, pobreza o violencia, allí ha de estar la voz de la
Iglesia con su vigilante caridad y con la acción de los cristianos <ss).
Es evidente para los católicos, señalan los obispos españoles, que en esta
época de "cambios rápidos y profundos", como dice el Vaticano 11, el mensaje
cristiano tiene una doble exigencia: la de conservar fielmente su identidad y la
de ser un mensaje vivo para el hombre histórico, es decir, capaz de orientar su
vida en cualquier circunstancia y, llevando la fuerza del Evangelio al corazón
de la sociedad y de la cultura <59l.
Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi específica
los diferentes campos del apostolado seglar, mostrando un vastísi¡no panorama
en el que el seglar está llamado a vivir su compromiso cristiano y a ser agente
de evangelización. Señala el mundo de la política, de lo social y de la cultura,
pero también las realidades humanas fundamentales como el amor, el trabajo,
el sufrimiento, etc. La construcción del reino de Dios en medio de esas
realidades humanas dependerá en gran medida, de la competencia, de la
generosidad y de la calidad evangélica del compromiso de los seglares haciendo
presente el rostro humano y la dimensión trascendente de la salvación <60l.
Por su parte, Juan Pablo 11 señala tres campos prioritarios que requieren
el compromiso de los laicos. Por un lado, el apostolado de los laicos debe
afrontar el mundo del trabajo para que dé frutos de justicia y de desarrollo
auténticamente humano, inspirados en las raíces cristianas. Por otro, el laico
debe abrirse al mundo de la política, en el que se toman las decisiones más
(56)
(57)
(58)
(59)
(60)
Ibídem, pp. 129-130.
Ibídem, p. 130.
Cf. JUAN PABLO II, Discurso ala Conferencia Episcopal Española (31 octubre 1982),
DCEE, p. 762.
Cf. CEE, El ser icio a la fe de nuestro pueblo (25 junio 1983), DCEE, p. 766.
Cf. PABLO VI, E angelii Nuntiandi 70: AAS 68 (1976), pp. 59-60.
42 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
delicadas, que afectan a los problemas de la vida de las personas. El cristiano,
por tanto, debe contribuir a la formación de sociedad más digna y respetuosa
con los derechos humanos. Por último, señala que los laicos están llamados a
crear de nuevo, teniendo en cuenta la riqueza cultural de los pueblos de
España, una auténtica cultural del bien, de la belleza y del progreso que pueda
contribuir al diálogo entre la fe y la cultura <
61 l.
Ante este inmenso panorama, afirma el Pontífice: "ningún cristiano está
exento de su responsabilidad evangelizadora. Ninguno puede ser sustituido en
las exigencias de su apostolado personal. Cada laico tiene un campo de
apostolado en su experiencia personal" (ó
2l.
El Papa, no obstante, insiste en la importancia del apostolado asociado
para despertar y fortalecer la presencia y el testimonio de la vida cristiana en los
ambientes de la sociedad. Es tarea de los laicos la sensibilización y la educación
de todas las riquezas que laten en el corazón de la cultura del pueblo<63l.
Los laicos están llamados, frente al enorme panorama del mundo, a ser
más activos y creativos, es decir, a sentirse protagonistas y no sólo destinatarios
en la tarea de implantar un orden social acorde con la doctrina de la Iglesia.
La tarea evangelizadora de los laicos deriva directamente de su vocación
cristiana. El compromiso evangelizador no es algo sobreañadido a la fe, sino
que pertenece a su mismo núcleo. No hay vivencia más auténtica de la fe que
aquella que, de una manera o de otra, asume la dimensión evangelizadora, la
tarea de ser testigos de Dios entre los hombres.
En la hora de la evangelización todos somos necesarios y todos, por
tanto, hemos de asumir nuestras propias responsabilidades. Precisamente en
una sociedad aconfesional es urgente que los creyentes y la Iglesia entera
encuentren su razón de ser en la misión, es decir, en el anuncio de los misterios
centrales de la fe.
Si bien, por una parte, hay que insistir en que la misión nuclear de la
Iglesia y de los cristianos es la evangelización, sin embargo, es necesario
descubrir las exigencias que ello implica, si se quiere ser fiel a la totalidad del
Mensaje. La evangelización en la Iglesia española hoy exige, por una parte,
personalizar la fe que ha de ser vivida en el contexto del pluralismo y del
secularismo. Pero también supone vivir la eclesialidad de la fe, ya que la·
comumon eclesial constituye una condición fundamental para la
evangelización. Por otra parte, demanda ser fieles a los contenidos del
Mensaje, sin dejarse condicionar por las circunstancias y sin perder lo
(61) JUAN PABLO II, Mensaje de Juan Pablo II a España, p. 131.
(62) Ibídem, pp. 131-132.
(63) Ibídem, p. 132.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 43
específico y original del mismo, de modo que termine adaptándose a los
horizontes históricos y olvide su dimensión trascendente y la iniciativa
salvadora de Dios.
Además, es necesario acentuar la centralidad del encuentro vivo con
Cristo, de dónde arranca el impulso misionero. Cristo mismo constituye el
núcleo de la evangelización y, al mismo tiempo, es el que nos hace partícipes de
su misión evangelizadora. Junto a ello, es imprescindible mantener viva la
conciencia de pertenencia a la Iglesia, asumiendo corresponsablemente la
misión de la misma, que no es otra que evangelizar. Naturalmente, es
fundamental a la hora de evangelizar tener clara la identidad cristiana y los
elementos fundamentales de la misma tanto en su aspecto doctrinal como en su
vertiente vital, con todas las exigencias evangélicas y los compromiso morales
que el seguimiento de Jesús comporta.
Desempeñar la tarea evangelizadora no será posible sin una verdadera
formación que garantice el poder responder a los nuevos retos que la Iglesia
debe afrontar. Vivir la fe como adultos requiere la continua revitalización de la
fe y supone la actualización y profundización de la misma. Sin ella no sería
posible resistir a los riesgos de una sociedad secularizada y pluralista.
Igualmente, es necesario ofrecer una auténtica espiritualidad laical, que
sea capaz de ayudar a crecer en la fe a los cristianos que viven en medio del
mundo y, que sin salir de él, les haga capaces de transformarlo evangélicamente
y de crecer en santidad. Esta espiritualidad laical hoy ha de ser necesariamente,
como con recuerda el Papa, una espiritualidad de comunión.
Y finalmente, la evangelización requiere la coherencia entre la fe y la
vida como garantía de que la fe no es ajena a la vida, ni la vida es extraña a la
fe. Se trata de vivir un estilo de vida. El estilo de vida de Jesucristo que es para
nosotros el corazón de la experiencia cristiana.
III. LOS GRANDES RETOS QUE DEBE AFRONTAR LA IGLESIA
Realmente, el mundo en el que nos ha tocado vivir es un mundo lleno
de posibilidades, pero también de contradicciones. El siglo XX nos ha dejado
una herencia cargada de luces y de sombras. Acaba de concluir un siglo
maravillosos en algunos aspectos, pero también un siglo conflictivo, complejo,
asombroso. Un siglo en el que se han manifestado algunas de las virtudes
mejores del ser humano, pero también algunas de sus cualidades más odiosas y
angustiosas. Un siglo que en palabras de Yeudi Menuhin, músico ingles
recientemente desaparecido "despertó las mayores esperanzas que haya
concebido nunca la humanidad, y destruyó después todas las ilusiones e
ideales" (ó
4l. Y, cuando iniciábamos el comienzo de siglo y de Milenio llenos de
44 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
expectativas y de proyectos, cuando se pensaba que ya casi todo estaba hecho,
y que la marcha del mundo resolvería las cuestiones pendientes, nos sorprende
a todos la barbarie y pone en jaque a toda la sociedad, haciéndola tambalear
desde los cimientos. Como dice Teilhard de Chardin: "Indudablemente, por
alguna oscura razón hay algo que "no marcha" en nuestro tiempo entre el
hombre y Dios, tal como Dios se presenta al hombre de hoy" <65!.
Bastaría recordar las terribles matanzas de todo género y en todas
partes, las guerras inhumanas, los odios trágicos que han despedazado en no
pocos momentos el ideal de convivencia y de fraternidad.
Conviene señalar algunos aspectos determinantes del siglo que acaba de
terminar y que, de alguna manera, tienen continuidad en el siguiente: por una
parte, la confianza en la razón y la exigencia de racionalidad que conduce al
ilimitado e ingenuo convencimiento de que la capacidad humana puede
conseguir indefinidamente logros cada vez más exigentes; por otra el
individualismo y el subjetivismo creciente determinantes en la psicología y en
la organización social; además, la decidida defensa de los derechos humanos,
pero, dónde estos derechos se enfrentan a un peligro nuevo, de consecuencias
todavía imprevisibles: el mundo de lo mediático. En realidad hemos pasado de
la época del establecimiento de pautas a la puesta en práctica de las normas
convenidas sobre los derechos humanos. Y éste es el gran desafío que se
presenta ante nosotros: superar la brecha entre los ideales y la realidad.
Ante nosotros se presentan hoy los grandes problemas de la humanidad
como enormes retos a los que la Iglesia quiere y debe responder. Problemas
como la mundialización o la globalización; las grandes migraciones; la
diversidad cultural; el diálogo interreligioso; los riesgos del desarrollo
tecnológico; la injusticia, todo ello creciendo y desarrollándose en el cainpo de
la increencia, exigen una atención preferente de parte de la Iglesia, y un
compromiso ineludible por parte de los laicos, si en verdad se quieren
trasformar las realidades temporales según el Evangelio y ordenar el mundo
según el designio de Dios.
Por otra parte, cuestiones como la paz y la guerra en el contexto de los
conflictos culturales del mundo; la economía global y las enormes masas de
pobres; el significado de la libertad humana en un mundo pluralista, la bioética
y la ecología, están también demandando una iluminación de la Iglesia y un
compromiso de los laicos, que haga posible trasformar con la levadura
evangélica todas estas situaciones que afectan al hombre y a todos los hombres.
(64)
(65)
PAOLA AGOSTI Y CIOVANNA BORGHESE, Mi pare un seco/o: Ritratti e paro/e di
centosei protagonisti del No ecento, Turín 1992, 2 (cit en E. HOBSBAWM, Historia del
siglo XX, en Crítica, Bacelona 2000, p. 12).
P. TEILHARD DE CHARDIN, El por enir del hombre, en Taurus, Madrid 1967, pp. 121-122.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 45
Además, la misma Iglesia ha de abordar, sin miedo, cuestiones abiertas
que requieren una mayor profundización y concreción tales como: el futuro del
cristianismo occidental y el fin del cristianismo convencional; el ecumenismo,
la descentralización; el papel de la mujer en la Iglesia y el ejercicio de la
autoridad. Todo ello, sin duda, hará posible un nuevo modo de ser cristiano en
un mundo también sometido a cambios rápidos y profundos que continúan su
imparable proceso.
Precisamente, al comienzo del nuevo Milenio, el Papa nos invita a
"remar mar adentro", a mirar hacia delante, confiando en la palabra de Cristo:
"Duc in altum" (Le. 5,4), es decir, "a recordar con gratitud el pasado, a vivir con
pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro" c66l.
Ante el panorama del mundo actual, hace poco dramáticamente puesto
de relieve, la Iglesia hoy como siempre camina con la certeza de la presencia
del Señor, convirtiéndose en la fuerza renovadora e inspiradora de la vida
cristiana. Ciertamente, es necesario preguntarse qué hemos de hacer y
comprometerse. Se lo pregunta también el Papa en la Novo Millennio lneunte
y responde, al mismo tiempo: "Nos lo preguntamos con confiado optimismo,
aunque sin minusvalorar los problemas. No nos satisface ciertamente la
ingenua convicción de que haya una fórmula mágica par los grandes desafíos
de nuestro tiempo. No, no será un fórmula lo que no salve, pero sí una Persona
y la certeza que ella nos infunde: ¡Yo estoy con vosotros! (67l.
En realidad -continúa el Papa- "no se trata, pues de inventar un nuevo
programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio
y la tradición viva. Se centra en definitiva, en Cristo mismo ( ... ) es necesario
que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de
cada comunidad eclesial, como siempre se ha hecho" C68l.
Se trata de establecer las prioridades pastorales que recojan los rasgos
fundamentales del cristianismo del presente y del futuro. Es sintomático que el
propio Juan Pablo 11 sitúe la santidad como la prioridad fundamental de la
Iglesia, poniendo de relieve esta exigencia y esta meta de la vida cristiana para
todos. Naturalmente, sería imposible vivir el dinamismo de la santidad sin una
intensa vida de oración, garantía para permanecer en Cristo y de un
cristianismo realmente vital. Hoy, a pesar de los vastos procesos de
secularización se detecta una difusa exigencia de espiritualidad y una renovada
necesidad de orar. Por otra parte es preciso insistir y dar un realce particular a
la Eucaristía dominical y al domingo mismo, sentido como día especial de la fe,
día del Señor resucitado y del don del Espíritu, verdadera Pascua de la semana.
(6
67
6) JUAN PABLO II, Mo o Millennio Ineunte, Madrid 2001, p. 7.
( ) Ibídem, p. 43.
(68) Ibídem, pp. 44-45.
46 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
En realidad, para cada bautizado la Eucaristía debe ser el centro del domingo.
Además, hace falta retomar el sacramento de la reconciliación como una
fuente de renovación y de vida, haciendo descubrir a Cristo como myisterium
pietatis, en el que Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia
plenamente consigo. Hay que potenciar la primacía de la gracia, poniendo el
acento en que sin Cristo "no podemos hacer nada" (Jn. 15,5). Alcanzar estas
prioridades sólo será posible a partir de una renovada escucha de la Palabra de
Dios en la vida de la Iglesia. Precisamente con esta atención a la Palabra se está
revitalizando la tarea evangelizadora y la catequesis. Finalmente, concluye el
Papa: "Alimentarnos de la Palabra para "ser servidores de la Palabra en el
compromiso de la Evangelización, es indudablemente una prioridad para la
Iglesia al comienzo del nuevo milenio" <69l.
Los retos del presente, ciertamente, están reclamando que los cristianos
sean personas con una fuerte experiencia de Dios; que vivan con radicalidad
evangélica; que descubran seriamente su sentido de pertenencia a la Iglesia y
que, al mismo tiempo, tengan clara conciencia de la identidad cristiana y
compartan la vida y la fe en comunidades que permitan el contrate con el
Evangelio, de manera que sean capaces de entender la Iglesia como una Iglesia
para los demás, al servicio del mundo y del Reino.
En este momento trascendental y decisivo de la historia los laicos están
llamados a hacer presente en el corazón del mundo valores como el diálogo,
que ha de ser siempre cauce de comunión y de comunicación y solución de los
problemas; a promover incansablemente la unidad como horizonte que
permita integrar la diversidad y construir un mundo enriquecido por la
peculiaridades y diferencias, siendo capaces de sentir lo de los otros como
propio; a instaurar la fraternidad en el mundo de modo real, superando
barreras y fronteras sociales, políticas, étnicas y religiosas; a poner en práctica
el amor y la misericordia como camino capaz de romper la espiral de la
violencia alimentada, muchas veces, por el orgullo y el honor herido, que
reclama la venganza como respuesta. Palabras como perdón, misericordia,
compasión con los pobres y los que sufren tienen hoy una profunda carga
profética que los laicos han de encarnar en medio de los conflictos que hoy nos
toca vivir.
Para llevar a cabo esta misión encomendada especialmente a los laicos,
me parece que se puede afirmar que hay algo de providencial en el hecho de
que justamente hoy, la Iglesia redescubra su constitutiva dimensión
carismática, y que precisamente el Espíritu Santo haya dispensado numerosos
carismas que tienen como protagonistas a los laicos. Tal vez, todo esto sucede
para que la Iglesia pueda ser en esta decisiva transición epocal de la historia, lo
(69) Ibídem, p. 58.
POLI CARPO DELGADO PERDOMO 47
que en reali~ad es por gracia y por vocación "sacramento de Cristo, es decir,
signo e instrumento, de la íntima unión de Dios y de la unidad del género
humano" (LG 1). En una palabra: signo testimonial creíble e instrumento
eficaz del amor de Dios y de la comunión universal.
Si lo que el Espíritu ha querido decir a la Iglesia, a través del Concilio
Vaticano 11, es la idea fuerza de la comunión, entonces se comprende porque -
como ha escrito Juan Pablo 11 en la Novo Millennio Ineunte -sea indispensable
una espiritualidad de comunión que haga que la Iglesia llegue a ser
existencialmente lo que ya es sacramentalmente. Ciertamente, en formas
diversas y, no obstante, convergentes, me parece que se puede decir que las
nuevas realidades eclesiales, muchas de ellas, nacidas en el mundo de los laicos,
han surgido para realizar de forma vital la eclesiología de comunión propuesta
por el magisterio del Vaticano 11.
No es una casualidad que las nuevas realidades eclesiales hayan
respondido a lo que Juan Pablo 11 ha definido "el gran reto que tenemos ante
nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios
y responder a las profundas esperanzas del mundo: hacer de la Iglesia la casa y
la escuela de la comunión (?oJ.
Un segundo y decisivo aspecto de la Iglesia del futuro concierne a su
rostro laical. Lo cual no quiere decir oscurecer su estructural sacramental y
jerárquica, por el contrario, significa poner de relieve su auténtico significado
de servicio. El de ofrecer los medios de gracia necesarios para que Cristo,
principio y forma de la humanidad nueva, haga que los cristianos sean sal y
levadura del mundo.
La imagen de la Iglesia conocida en el segundo milenio se ha
caracterizado, sobre todo en Occidente, como han mostrado los estudios de Y.
Congar y H. De Lubac, por la dimensión jerárquica, institucional, normativa y
racional. La eclesilogía del Vaticano 11 y la recepción carismática de los
movimientos eclesiales, sin negar la precedente, reclama la dimensión
comunional, mistérica, pneumatológica y agápica.
Se trata de realizar una especie de revolución copernicana, donde un
laicado seriamente comprometido en el camino de la vocación universal a la
santidad, gracias a la madura comunión con los pastores en la Iglesia, en la
experiencia adulta y gozosa de la Palabra y de los divinos Misterios, pueda
testimoniar a Cristo, salvación y plenitud del ser humano, en la multiplicidad de
los aerópagos de nuestro tiempo.
(70) Cf. JUAN PABLO II, No o Millennio lneunte 43, Madrid 2001, p. 43.
48 LOS LAICOS PROTAGONISTAS DE LA "NUEVA EVANGELIZACIÓN" EN EL TERCER MILENIO
Mostrar a Cristo resucitado hoy en medio del mundo ¿no significa tal
vez, el primado del ser sobre el hacer, de la confianza en el designio divino
sobre el proyecto humano, de la vida sobre la idea, del servicio ante tantas
formas ocultas de poder, de la Palabra de Dios y de la contemplación sobre la
acción que sólo de ellas puede emanar, de la misericordia sobre el juicio, de la
espera paciente sobre la prisa, de la mirada universal al cuidado asfixiante de
lo particular, del amor recíproco como premisa de cualquier otra premisa para
ser reconocidos como discípulos de Cristo sobre cualquier otra cosa?
La respuesta la debemos dejar al Espíritu Santo. Es necesario la
apertura a la acción del Espíritu que empuja para poner nuestra mirada en
nosotros mismos, o en nuestras hermosas experiencias o en nuestros agudo
problemas, o sobre nuestros ideales o frustraciones como Iglesia para poder
"remar mar adentro" (Le. 5,4), para "salir también nosotros del campamento y
andar hacia él" que "para santificar al pueblo con su propia sangre, sufrió fuera
de la puerta de la ciudad" (cf. Hebr. 13, 12-13).
Sólo si atravesamos individualmente y como Iglesia, la puerta de la
ciudad en la que habitamos cómodos y protegidos, descubriremos con estupor
la realidad de la promesa: "Pues bien, he aquí que yo lo renuevo todo: ya está
en marcha ¿no lo reconocéis? Sí, pongo en el desierto un camino, ríos en el
páramo. ( ... ) El pueblo que yo me he formado cantará mis alabanzas" (Is. 43,
19-21 ).
En este momento histórico concreto, decisivo para la Iglesia y para el
mundo, resuenan hoy con más fuerza que nunca las palabras de los obispos
españoles: "La nueva evangelización o se hará, sobre todo, por los laicos, o no
se hará" (71l.
Policarpo Delgado Perdomo
(71) CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Cristianos laicos, Iglesia en el mundo,
Madrid 1991, p. 77.