ALMOGAREN. 24. (99). Pág. 59-74. O CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS
LA TEOLOGIA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
JOSEP MARIARO VIRA BELLOSO
CATEDRATICO EMERITO DE LA FACULTAD
TEOLOGICA DE CATALUNYA
CORRIENTES Y TAREAS.
Quisiera ofrecer una visión del estado actual de la teología cristiana y
de sus tareas previsibles. No diré demasiados nombres y en cambio sí diré
cuáles han sido los retos a los que se enfrenta la teología hoy, en el umbral del
siglo XXI (1), así como las corrientes presentes y las previsibles (11). He
señalado, con ello, las dos partes de mi conferencia: los retos y las corrientes
teológicas con sus descubrimientos.
1. LOS DESAFIOS.
La situación de desafío es connatural en la Iglesia. El hecho de que la
existencia cristiana sea una existencia dramática -de la esclavitud a la libertad,
de la muerte a la vida- hace que la existencia del conjunto de la Iglesia sea
asimismo el drama o éxodo del Pueblo de Dios que camina hacia el Reino de
Dios. Esto crea una situación de desafío permanente. De tal manera que es
bueno que nos acostumbremos a vivir los desafíos sin quedarnos perplejos o
60 LA TEOLOGIA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
paralizados, sabiendo que la iniciativa del Espíritu y nuestro esfuerzo nos
permitirá superarlos.
Por desafíos entiendo aquellas situaciones difíciles que han de ser
superadas por la acción pastoral de la Iglesia, en fidelidad a su misión. Son
cruces en el doble sentido de cruce de caminos y de calvario que la Iglesia ha
de enfocar y vivir acertadamente. Si, como personas, experimentamos el
desafío de encontrar nuestro sitio y función en la familia o en nuestro trabajo
o en el pueblo, también la Iglesia vive hoy el desafío de hallar su sitio y su
acción adecuadas en las sociedades democráticas y desarrolladas de hoy.
;QuÉ HEMOS DE HACER PARA HACERNOS CARGO DE LOS RETOS?
El teólogo tiene por obligación vivir con su pueblo: escuchar los retos
que la sociedad actual dirige a la Iglesia y a la Teología. El teólogo habrá de
escuchar a la gente, a las voces de nuestro tiempo, a la jerarquía, a las personas
espirituales, pero sobre todo a la Palabra de Dios, entendida a la luz de su
Espíritu. Habrá de mirar con afecto, intentando aprender, a los grupos
cristianos, a las Parroquias, a los enfermos, presos y ancianos. Habrá de leer no
sólo diarios y revistas, sino los libros que muestran los avances y la riqueza
actual de la Teología. Habrá de estudiar la letra de la Palabra de Dios para
llegar a la persona de Cristo: estudiar la gran Tradición que desemboca en el
Concilio Vaticano 11, así como los documentos del Magisterio, para entender el
rumbo de la Iglesia en la sociedad actual.
Los retos que nos interesa analizar son los que, aquí y ahora, dan cuenta
de la situación del mundo en el que vivimos, ya que una teología -un discurso
eclesial- para ser bueno ha de ser contextualizado, es decir, enraizado en la
experiencia de los hombres y mujeres reales que constituyen nuestra sociedad.
No digo que el discurso eclesial se deba limitar a reflejar esta experiencia. No.
Debe, sobre todo, reflejar la orientación, la vida y la esperanza que provienen
de la Palabra de Dios, pero debe hacerlo teniendo en cuenta la experiencia de
nuestros contemporáneos.
Así podremos afrontar evangélicamente y con eficacia los diversos
desafíos de nuestro tiempo: los retos que proceden del fenómeno de la llamada
"mundialización"; los que proceden de la cultura de la Modernidad y de la
Posmodernidad; y los que proceden de la misma estructura de la Iglesia, sin
olvidar, por fin, los que derivan de la iniciativa del Espíritu.
1. La mundialización o la llegada de la aldea mundial. Es la pequeñez
relativa del mundo. Se debe a la red de aeropuertos y autopistas que unen a los
pueblos entre sí. Pero también se debe a la red de los medios de comunicación,
JOSEP MARIA ROVIKA BELLOSO 6 1
es decir, a las autopistas de la información. La gente está saturada de
información. Pocos la saben usar de forma selectiva y útil, que forme
mentalidad y criterio. Entre paréntesis ¿puede la Iglesia, en el mundo de la
información mantener secretismos de otra época?
Las avances impresionantes de la tecnología, han contribuido a reducir
las dimerisiones del planeta, han empequeñecido las distancias. Han alargado
la vida, pero han contribuido también a crear el mito del bienestar material e
individual (hedonismo), de tal forma que en muchas capas de población, el
deseo de bienestar material ha sustituido al deseo de salvación. Por otra parte,
este bienestar supone un tal derroche de energía que quizá el planeta no podrá
resistir sin daño ecológico.
2. La interculturalidad. El hecho de la confrontación de culturas es,
según S.P. HUNTINGTON (El choque de civilizaciones y la reconfiguración
del orden nzundial, Barcelona-Buenos Aires-México 1997), lo que sustituye a la
lucha de clases. El diálogo interreligioso -por ejemplo, entre la Iglesia y el
Islam- es un aspeco importantísirno de este reto global.
3. La mundialización crea una contradicción entre el pluralismo y la
unidad. En la Iglesia, la unidad no puede ser nunca uniformidad entre las
Iglesias locales o entre las personas, sino pluriformidad (Sínodo de 1985). En
la Iglesia debemos pensar en la autonomía de las Iglesias orientales, reconocida
por Unitatis Redintegratio, no 16:
"Como a la unidad de la Iglesia no se opone una cierta variedad
de ritos y costumbres, sino que más bien acrecienta su hermosura y
contribuye al mus exacto cumplimiento de ~ L mL i sión, como hemos
dicho, el sacrosanto Concilio, pura disipar toda duda, declara que
las igleias orientales, recordando la necesidad de toda la Iglesia,
tienen el derecho de regirse según sus propias ordenaciones, puesto
que éstas son más acomodadas a la idiosincrasia de sus fieles y más
adecuadas para promover el bien de las almas. No siempre, es
verdad, se ha observuclo este principio tradicional, pero su
observancia es condición previa absolutamente necesaria para el
restablecimiento de la unión".
En el terreno civil, Europa, como unidad no puede uniformar la
peculiaridad de las diversas naciones que la componen. La Iglesia ha de ser
sensible al problema de la opresión y del deseo de libertad de los pueblos, de
los grupos humanos y de las personas.
4. Macroinstitución y sectas. Un caso específico entre unidad u
diversidad es el de las sectas al lado y en contraste con la Iglesia católica. Es
cierto que las sectas es cierto que llegan a sectores marginados de población
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(Por ejemplo, en Barcelona, a la población gitana). En el Brasil, entran en
conflicto explícito con la Iglesia. Este desafío mueve a la Iglesia y a la teología
cristiana a no mostrarse como un castillo aislado y frío, sino a ser fuente de
agua fresca en medio del pueblo, y fraternidad acogedora que llega a las
familias y a las personas, especialmente a las más deterioradas, para poderlas
acoger, acompañar y recentrar.
5. La cultura de los medios de comunicación es algo hoy bien estudiado
y analizado. La figura de la Iglesia en dichos medios es, a menudo, ambigua.
¿Cómo han de participar los católicos en los MCS? ¿Cómo ha de participar la
Jerarquía de la Iglesia? ¿De forma que muestren la punta religiosa y cálida de
una presencia testimonial, más que un rostro polémico? Pongo como ejemplo
la entevista de la BBC a la Madre TERESA DE CALCUTA.
6. El neoliberalismo capitalista. El Magisterio reciente (Encíclicas
Octogesimo Adveniens, Laborem exercens y Centesimus annus) señala que la
palabra evangélica -"los pobres son evangelizados.. . "- continúa siendo la
norma de la Iglesia también para esta época hedonista, utilitaria, de
inmanentismo a veces nihilista, en la que el lucro aparece como el gran objetivo
de la sociedad, En ella, no sólo la política se somete a la economia neoliberal
sino que ésta intenta someter a la misma ética. Es esencial para la misión de la
Iglesia que ella desarrolle un discurso y una acció coherentes en relación con
los pobres y marginados, de suerte que aparezca como la otra voz, alternativa
a la voz del "pensamiento único" que hoy pretende ser la economía neoliberal,
que tiene por norte el lucro y el mercado como su mediación absoluta. Pero
también éste ha de tener en cuenta la ética de ayuda al débil y la ética de la
igualdad, si quiere corregir un sistema que ensancha el abismo entre ricos y
pobres y evitar que éstos se conviertan en una creciente franja de excluidos.
7. La ciencia continúa dirigiendo retos a la fe y a la teología. Es verdad
que uno es el nivel del saber científico y otro el nivel del creer y el esperar en
Dios, cosa que teóricamente habría de eliminar las fricciones entre fe y ciencia.
Pero todavía hoy existen zonas conflictivas, como son la ingeniería genética, la
clonación, la sexualidad, con los problemas específicos de la homosexualidad y
el aborto y, por fin, la eutanasia. La Iglesia adopta una postura incondicional a
favor de la vida y de la integridad de la persona.
8. La falta de instrucción religiosa, correlativa a un déficit en la
consieración de la persona como ser espiritual. Precisa un esfuerzo inteligente
y no coactivo para contrarrestar la ignorancia religiosa actual. Hace falta ayuda
para que la gente encuentre sentido a su vida. Al reto de la falta de instrucción
religiosa se añade el problema de los alejados (creyentes no practicantes), así
como el del agnosticismo que más bien crece y el del ateismo, que más bien
disminuye.
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9. La libertad, especialmente de los jóvenes. Sigue actual el objetivo de
la máxima libertad del individuo. Es un ideal procedente de la Modernidad. La
libertad de los adolescentes y de los jóvenes se considera una conquista
irreversible. Pero a veces se trata de una libertad sin contenidos y, por eso,
resulta que hoy los jóvenes pueden vivir bien instalados pero insatisfechos. La
teología, hecha vida debe ser madre y maestra en ofrecer una vida llena de
sentido, de riesgo y de alegría. Es preciso ser fieles al Evangelio, a su esencia y
a la misión que implica (principio de exigencia) y es preciso mantener una
grado elevado de acogida y libertad en el interior de la Iglesia (principio de la
llbertad).
10. El Estado no confesional en materia religiosa ha dado paso al Estado
no confesional en el nivel ético, de manera que el Estado actual ya no se siente
obligado a tomar partido por los "valores permanentes", sino tan sólo a velar
para que se cumplan las reglas formales de la convivencia y -en todo caso- la
declaración de los derechos humanos.
11. La Iglesia santa y pecadora ofrece ella misma un desafío: el de
mantener la alegría de vivir como cristianos y católicos (el gozo de vivir felices
bajo nuestra piel de creyentes cristianos) y, al mismo tiempo, mantener la
lucidez propia de un reformismo posible, que quiere corregir con caridad y
humildad los defectos, decadencias y pecados que el paso del tiempo produce
en la Iglesia.
12. He insinuado el desafío que representa reedificar la libertad interior
en la Iglesia. Es también el momento de aludir al desafío del ecumenismo y del
diálogo entre las religiones. Con el tema, querido por JUAN PABLO 11, en Ut
unum sint, de la remodelación del ministerio petrino.
11. LAS CORRIENTES.
Hay una iniciativa del Espíritu para responder a estos retos. Según Tertio
Millenio Adveniente, esta iniciativa se concretó en el Concilio Ecuménico
Vaticano 11. A partir de este Concilio, el Espíritu sigue fecundando a la
teología. Quisiera señalar algunas corrientes teológicas de fondo, algunos
caracteres de la teología actual que, sin duda, se prolongarán aún durante un
cierto tiempo del siglo XXI.
1. Descubrimiento de las misiones trinitarias. Equivale al descubri-miento
del valor telógico, pastoral y espiritual de la Trinidad, foco de luz que
ilumina los restantes tratados teológicos.
LA TEOLOGIA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
El Decreto Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia,
sistematizó este descubrimiento de fondo centrado en las palabras de Juan:
"Tanto amó Dios [Padre] al mundo que le dio [envió] a su Hijo Unigénito" (Jn
3, 16). Una fórmula concisa resume el tema de las misiones divinas: El Padre
ha enviado al Hijo. El Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo vivificador (La
formulación oriental más bien diría: "El Padre por medio del Hijo.. .").
Esta verdad de fondo
a) ilumina el tratado de Iglesia: la Iglesia, en efecto, se manifiesta como
"la muchedumbre reunida por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo" (LG 4);
b) ilumina el tratado sobre la gracia de Dios: porque la Trinidad,
desplegada en la historia, resulta ser el modo como Dios se comunica
graciosamente al hombre: por medio de la Palabra viva y por medio del
Espíritu Santo;
c) ilumina el diálogo con las religiones, porque propone un monoteismo
estricto en el que la unidad es comunión trina (cf. Catecismo de la Iglesia
Católica, no 254 ).
Porque el Padre es para el Hijo: es relación de donación al Hijo. Y el
Hijo es para el Padre: es relación de donación al Padre. Y esta donación mútua
se produce en la luz, el amor y la gloria del Espíritu Santo, entregado por el
Padre y por el Hijo -en la versión oriental: "por el Padre, por medio del Hijon-a
la Iglesia y a los corazones de los fieles. Según esta visión trinitaria, ha sido
redescubierta también la acción del Espíritu Santo. Sirva de ejemplo, la obra de
CONGAR Je crois en ['Esprit-Saint") escrita en 1980 y la cantidad de estudios
y trabajos realizados con motivo de la preparación del Jubileo del año 2000.
2. La centralidad de Cristo glorioso.
"La teología católica moderna ha recuperado el cristocentrismo de la
revelación y de la fe", escribía el teólogo JUAN ALFARO(''. Y, en seguida,
justifica esta afirmación que no puede ser más certera. Lo hace con el mínimo
de palabras que contienen la máxima densidad doctrinal:
"La fe, centrada y fundada en Cristo («creer en Cristo» y «creer
a Cristo») tiene como término a Cristo glorificado; tiende
finalmente a la unión inmediata con él y, en él, con Dios. La fe esta
centrada, fundada y finalizada en Cristo. Es crística en todos sus
aspectos, porque Cristo es el «signo» por excelencia de la
revelación divina y porque es el Espíritu Santo, don de Cristo
(1) Y. CONGAR, El Espíritu Santo, Barcelona 1983.
(2) J. ALFARO, Cristología y antropología, Madrid 1972, pág. 387
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glorificado, quien crea en el corazón del hombre la fe en Cristo. La
revelación y la fe en todas y cada una de sus dimensiones se refieren
a Cristo, Hijo de Dios, en el misterio total y unitario de su
encarnación, muerte y glorificación; por esto están selladas por su
carácter trinitari~"(~'.
3. Perspectiva escatológica.
¿Por qué me identifico con la síntesis pregnante de este texto de JUAN
ALFARO? Porque contiene todos los elementos "nuevos" que la teología del
Concilio y del Posconcilio nos ofrece. A saber: primero, el cristocentrismo;
segundo, un cristocentrismo dinámico, centrado en Cristo crucificado y
glorioso, que "desde la derecha del Padre, se adelanta a renovar y vivificar a su
Iglesia en la tierra (LG 48); por fin, esta renovación la realiza Cristo enviando
su Espíritu Santo sobre los hombres y mujeres que ese mismo Espíritu ha
abierto a la fe. Todo un programa teológico y pastoral, que comprende la
perspectiva cristocéntrica y "escatológica", según la cual el "fin", el "término"
el "eschaton" (Cristo) se anticipa en nuestra vida terrestre y rompe la
separación entre vida mundana y más allá del mundo. En efecto, la teología
preconciliar tendía a contemplar la vida del cristiano dividida en dos secciones
separadas: la vida terrestre y la vida del más allá. No eclipso en absoluto que se
viva una vida en la tierra y que se prolongue en el cielo. Lo que niego es que
estos dos tramos se vivan separados. El hecho de que Cristo glorioso, situado
escatológicamente a la derecha del Padre, no cese de intervenir en el mundo
(cf. LG 48), hace que los bienes futuros que esperamos se adelanten, se
anticipen literalmente aquí abajo en nuestra vida terrestre:
"Quien escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, ya
tiene la vida eterna", dice el IV Evangelio (Jn 5, 24).
La perspectiva cristocéntrica y escatológica van muy unidas. Ambas
están sólidamente fundadas en el Vaticano 11. El capítulo séptimo, de Lumen
Gentium, dedicado a la Zndole escatológica de la Iglesia peregrina es
suficientemente elocuente. En el período de 1965 a 1985 no se prestó a este
capítulo la atención debida. La teología actual y la Carta Apostólica Tertio
Millenio Adveniente inclinan nuestra atención a este tema decisivo (Ver mi
obrita: Vaticano 11: un Concilio para el tercer milenio, BAC, Madrid 1997).
Ambas perspectivas unidas -la cristocéntrica y la escatológica- tienen dos
consecuencias prácticas: a) se encuentran ecuménicamente con lo mejor del
cristocentrismo protestante y b) ofrecen recursos para entender la presencia de
la Iglesia en el mundo y entre las sociedades democráticas y desarrolladas. La
Iglesia, en efecto, es la voz que no vive del mundo. Viene desde muy lejos;
(3) J. ALFARO, o.c., pág. 397.
66 LA TEOLOGIA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
viene de Cristo. Es la "otra dimensión" que se ofrece al mundo: la que aporta
la anticipación de la eternidad divina (escatología). Es una dimensión que no
tiene como finalidad concurrir desde el mismo plano con las realidades y los
progresos terrestres, sino que incide en ellos para iluminar, purificar y aportar
esperanza y sentido de la ruta hacia el Reino de Dios.
4. Perspectiva simbólica.
La teología simbólica -por ejemplo, la de BRUNO FORTE, la de
TILLARD, y la de los teólogos orientales o influidos por Oriente- ha
redescubierto la Palabra de Dios dirigida a los hombres a través de la letra de
la Escritura; ha redescubierto la acción del Espíritu en los corazones y en la
historia misma, a través de los símbolos mediadores que son los sacramentos
de la Iglesia; ha redescubierto el infinito amor del Padre, mediado en este
mundo a través del amor de Cristo y de los santos, quienes pasaron por el mudo
haciendo el bien, en un compromiso evangélico coherente y gozoso.
¿Qué es el símbolo? Visto desde nosotros, es aquel signo profundamente
arraigado en la vida y en la cultura del Pueblo de Dios que nos remite a Cristo.
Visto desde Jesús glorioso, es aquel signo a través del cual Cristo se adelanta
hasta nosotros y nos anticipa la presencia y la acción de su Espíritu Santo y
Santificador. Simbólica es, pues, la letra de la Escritura que nos conduce a la
persona de Cristo. Simbólicos son los ritos sacramentales a través de los cuales
Cristo vivo y glorioso nos comunica su Espíritu. Simbólico es el testimonio
cristiano -el de los santos canonizados y el nuestro- que, en la fuerza de un
mismo Espíritu, nos remite al amor sin límites del Dios crucificado: nos remite
al amor del Padre y del Hijo.
La palabra de Dios, dirigida a los profetas y a los orantes en este mundo,
los sacramentos que anticipan el don del Espíritu (gracia de Dios) a los
hombres abiertos a la fe y el Hijo de Dios entregado al mundo, junto con sus
santos, para abrir los caminos del amor fraterno, son los tres momentos más
decisivos de la irrupción y anticipación de lo divino en la historia a través de los
símbolos que la Iglesia guarda: la Escritura, los sacramentos y la caridad
fraterna. Estos símbolos están sellados por la fragilidad de este mundo que
pasa, pero al msmo tiempo "contienen" el amor y la gracia de Dios infinito y
trascendente.
La perspectiva simbólica permite compensar la carga científico-tecnológica
de nuestra cultura. No sólo existe el lenguaje que sabe describir las
cosas sensibles (los conceptos) y que sabe medirlas (la matemática y la física)
sino que existe, paralelo al concepto y a la cifra, el símbolo que apunta al
entorno trascendente de lo humano y sabe anticipar en la vida aquello que está
"detrás" de lo sensible. En efecto, la perspectiva simbólica -al anticipar aquí
abajo los bienes futuros que esperamos- permite ver la escatología no sólo
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como las últimas cosas sino como lo divino que está detras de las cosas
cotidianas. Permite adivinar simbólicamente el fondo sin fondo de nuestra
existencia abierta al Primero y al Ultimo, al Mesías de Dios.
La índole escatológica y simbólica de la misma Iglesia nos permite, por
fin, acabar de comprender la calidad de la intervención eclesial en los asuntos
de este mundo. Es una instancia mediadora entre lo que es divino y eterno, y
lo que es histórico y contingente. Es una mediación que arraiga en Dios, en su
Palabra y en su Amor, pero que ha de estar contextuada en la historia y en el
lenguaje de los humanos, para que la entiendan quienes pertenecen a una
cultura determinada y que, no lo olvidemos, tan sólo pueden aceptar el
mensaje que viene de Dios desde su libertad abierta a la fe (lo que supone,
asimismo, que pueden cerrarse a él).
5. El contexto social de la teología: el horizonte mesiánico de los pobres
de la tierra.
El Vaticano 11 se ocupó de la pobreza como exposición del espíritu de las
Bienaventuranzas (GS 72), y como acto de reconocimiento de la múltiples
necesidades y carencias que sufren los pobres y oprimidos de hoy, cuya vida y
dignidad se ven amenazadas (GS 27). El Sínodo de 1985 amplió la temática del
Concilio Vaticano 11 y la situó alrededor del famoso paradigma que es la opción
fundamental por los pobres. Esta fórmula pos-conciliar conserva "el espíritu de
Medellín" y proviene de la 111 Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano (Puebla, México, 1979). La opción por los pobres debe ser
firme e irrevocable, pero no exclusiva ni excluyente sino preferen~ial'~):
"La opción preferencial para los pobres lejos de ser un signo de
particularismo o de sectarismo manifiesta la universalidad del ser y
de la misión de la Iglesia"(5).
Entre los motivos evangélicos de esa opción cuento los siguientes: la
acción de Jesús; la acción de la Iglesia; lo que descubre la teología simbólica y
la integridad de la evangelización como salvación total del hombre.
a) La acción de Jesús.
En la vida de Cristo, paradigma supremo de la acción de la Iglesia, la
atención a los pobres es un signo de esperanza para toda la humanidad, porque
cuando la salvación llega a los últimos es señal de que está llegando a todos.
Así, la alegría de Navidad se ofrece en primer lugar a los pastores, pobres entre
los pobres, y -a partir de ellos- se extiende a todo el pueblo. Por eso la
(4) JUAN PABLO 11, Discurso en Perú en "Documents d'Esglésian XX (1985) col. 397.
(5) CONGREGACION PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instrucción Libertad cristiana
y liberación de 22.111.1986, en "Enchiridion Vaticanum" 10,V (1986-1987) col. 196-344.
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evangelización a los pobres adquiere un gran relieve en los evangelistas Mateo
y Lucas (Mt 11,5; Lc 4,18; 7,22). Las curaciones de ciegos, cojos, perturbados
-todos ellos gente pobre- son signo de que los pobres son evangelizados.
Jesús pasaba la noche en la oración, esto es, en la intimidad personal con
Dios Padre y, casi sin transición, se entregaba a los demás: predicaba, curaba,
se sentaba en la mesa con los pecadores, anunciaba el Reino, compartía con los
suyos. En definitiva, vivía una existencia interiorizada y entregada. Los dos
polos se reclaman el uno al otro: la espiritualidad (liturgia) y el servicio en
favor del mundo (diaconía) se integran en la unidad:
"El trabajo por la justicia y la participación en la
transformación del mundo se presentan claramente como una
dimensión constitutiva de la predicación del E~angelio"'~'.
Hoy hemos comprendido la complejidad inherente a la evangelización,
la cual requiere Palabra y Acción. Hay que evangelizar explícitamente -con
palabras- quién es la persona de Cristo. Y hay que evangelizar con los mismos
gestos de amor y servicio que Jesús hacía cuando pasaba por el mundo
haciendo el bien. Una cosa está pidiendo la otra dialécticamente. Porque toda
liberación humana es prenda, anticipación y símbolo de la salvación total en
Cristo.
b) La acción de la Iglesia.
Toda la Iglesia, no sólo una parte de ella, siente esta llamada a acoger y
servir a los pobres y necesitados, a quienes Dios contempla con amor y que,
realmente, han de recibir el testimonio tangible de este amor trascendente. Si
la Iglesia no fuera el eslabón entre el amor invisible de Dios y la realidad de la
miseria de este mundo, el mensaje y el amor del Dios vivo no llegaría a los
últimos a quienes Dios ama primero y, por tanto, no llegaría a todos. Ahí se
inscribe la opción preferencial por los pobres.
La Iglesia ha de compartir la suerte de los sencillos y de los pobres, para
ayudar a levantar a los deprimidos que encuentra en su camino. Más aún: ha de
hacer leva para cambiar el módulo utilitario-consumista de nuestra sociedad.
Hoy no basta con que la Iglesia exhorte a sus hijos a quebrar la línea hedonista
de la sociedad consumista en que viven. Además de la exhortación, la Iglesia
habrá de poner su peso para crear condiciones que quiebren ese hedonismo y
contribuyan a crear un horizonte real de esperanza La Iglesia Universal, la
Iglesia local y las comunidades eclesiales (ver LG 26), han de ofrecer al mundo
los tres frutos: La Liturgeia (oración y sacramentos), la Martyría (testimonio,
cruento o cotidiano) y la Diaconia (servicio) que abarca el amor fraterno y la
solidaridad con los pobres y marginados.
(6) SINODO DE LOS OBISPOS, 1971.
JOSEP MARIA KOVIRA BELLOSO 69
La salvación debe ser universal: todos los hombres aún los más
marginados estan llamados a entrar en la koinonia, puesto que ésta sería
ilusoria si no incluyera a la gente marginada. La llamada de la Iglesia ha de ser
tan real como la de Cristo que vino a llamar a "los que estaban lejos" como a
los que estaban cerca. La figura del Crucificado atrae hacia sí mismo a todos
los pobres de la tierra. La figura de la Iglesia no puede ser distinta que la de
Jesús.
c) La perspectiva simbólica exige que la ayuda material sea símbolo de
comunión, esto es, de salvación.
Hay que salvar a todo el hombre. Por eso, la salvación es integral:
espíritu, alma, cuerpo. El que da dinero a un pobre tan sólo para sacarse de
encima el sentimiento de culpabilidad, rompe la cadena simbólica según la cual
el dinero es símbolo de mejora material, pero la mejora material debe, a su vez,
ser símbolo de la elevación o madurez personal, y ésta, por fin, de la salvación
en Dios. Quien da dinero sin abrir su ánimo a la continuidad progresiva de lo
humano, rompe la serie sucesiva de la salvación integral, en la que cada cosa
compartida es símbolo de otra más importante y más espiritual: te perdono esta
deuda para que te sientas mejor y, así, puedas estar sereno y preparado para
buscar trabajo, y, así, puedas estar en casa más a gusto con los tuyos, y, así,
puedas llevar una vida digna y libre, y, así, estés feliz con tu Dios (Ver Salmo
73,28). Un peldaño lleva al otro, como el símbolo lleva a la realidad última. El
vaso de agua preludia así el perdón de los pecados y la divinización del
cristiano. El pan de cada día es símbolo del pan eucarístico y éste simboliza y
contiene la presencia real de Jesucristo glorioso entre nosotros. Así, viene su
Reino.
d) La teologia y la sociología convergen en el terna de los pobres.
En el Antiguo Testamento, el clamor de los pobres es entendido y
atendido por Dios que interviene para salvar (Ex. 3,78; 6,5-6). Ante el clamor
impaciente, la acción de Dios aparece también presurosa: "Ahora mismo me
levanto" (Salmo 12,6). El hecho de que la necesiad del pobre sea perentoria e
inaplazable es la causa de que no se pueda retener el sueldo del jornalero hasta
el día siguiente (Lev 11,13; Deut 24,15). El Vaticano 11 se expresó en términos
que indican claramente que las necesidades de los pobres no admiten esperai7).
Que el clamor de los pobres no admita dilación subraya cuál debe ser la
sensibilidad de la Iglesia. Situarla en sintonía con las necesidades y esperanzas
de los pobres, equivale a situarla inequívocamente en el corazón de la sociedad,
"au coeur des masses", ya que los pobres son el lugar o sector social en el que
se manifiestan en carne viva las estructuras injustas de la sociedad. Querer
(7) CONC. VATLCANO 11, Mensaje del Concilio u los pobres y enfermos.
70 LA TEOLOGIA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
prescindir de esta opción por los pobres, y de la alineación de la Iglesia junto a
ellos, equivaldría a situarla en las nubes o en el otro lado: en las posiciones de
los satisfechos o de los poderosos, con lo cual se frustraría el modo de ser, de
estar, de actuar y de sufrir del sacramento de la salvación de Cristo. Las
coordenadas correctas de la Iglesia consisten en estar con los pobres, como
compañía material y espiritual: en forma de solidaridad y del buen anuncio del
Reino. Por eso, hoy, se impone en la Iglesia una teología y una práctica de
liberación y de comunión que dé respuesta real a la pobreza, a base de acoger
a los marginados.
6. Una perspectiva ecuménica, que favorece además el diálogo
intercultural y el diálogo entre las religiones.
Hoy, los dos nudos para el encuentro ecuménico son la deseable
aceptación del ministerio ordenado por parte de la Reforma y la remodelación
del ministerio petrino, por parte católica El Vaticano 11 explicitó el servicio de
la unidad del ministerio petrino en este texto de Unitatis Redintegratio:
[Los cristianos estuvieron unidos] por la comunión fraterna de
fe y de vida sacramental, siendo la Sede Romana, con el
consentimiento común, la que ejercía su papel moderador cuando
surgían disensiones entre ellas en materia de fe o de di~ciplina"(~).
He aquí una pista para una hipótesis fecunda: la condición para ejercer
la jurisdicción papa1 se daba cuando "surgían disensiones entre ellas [las
Iglesias] en materia de fe o de disciplina". Vaticano 11 establece además en
Lumen Gentium el principio, ya afirmado en Vaticano 1, de que el ministerio
del Papa no oscurece el de los Obispos. Ambos coexisten y se implican en el
principio sinodal de la colegialidad. Un documento posterior, "Ut Unum sint"
del papa JUAN PABLO 11, da un paso más. Parte de un hecho real y doloroso:
el ministerio petrino, que debe ser un signo visible que garantice la unidad de
las Iglesias cristianas, es -de hecho- signo de contradicción y de división entre
los cristianos. ¿Qué debe hacerse para que pueda realizar su servicio
reconocido por unos y por otros?
"El estudio a fondo y el diálogo ecuménico pueden llegar a la
remodelación del ejercicio del ministerio petrino a fin de lograr la síntesis de la
episcopé (vigilancia) petrina sobre la verdad y la unidad de las Iglesias
particulares (UUS 94) junto con la relevancia y justa autonomía -en la misma
comunión católica- debida a las Iglesias locales y a sus pastores. De este modo,
Vaticano 11 enuncia una declaración de principio (el texto citado de UR 14),
mientras Ut Unum Sint abre un camino práctico de estudio y diálogo:
(8) CONC. VATICANO 11, Decreto Unitatis Redintegratio, sobre el Ecumenismo n." 14.
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"Que el Espíritu Santo nos dé su luz, e ilumine a todos los
Pastores y teólogos de nuestras Iglesias, a fin de que podamos
buscar, evidentemente unidos, las formas en las cuales este
ministerio pueda realizar un servicio de amor reconocido por unos
y por otros.
[. . -1
Tarea ingente que no podemos rehusar y que yo solo no puedo
llevar a término. La comunión real, aunque imperfecta, que se da
entre todos nosotros, ¿acaso no podría llevar a los responsables
eclesiales y a sus teólogos a establecer conmigo y sobre esta
cuestión un diálogo fraterno, paciente, en el cual podríamos
escucharnos -más allá de estériles polémicas- teniendo presente tan
sólo la voluntad de Cristo para su Iglesia, mientras nos dejamos
impactar por su clamor: «Que también ellos estén en nosotros, para
que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21)?"(').
¡Verdadero programa de oración, estudio y diálogo sinodal!
El servicio ecuménico será completado, en efecto, por una teología que
fomente el principilo de la sinodalidad: en la Iglesia hay una capacidad de
decisión y de acción conjunta, cada uno según el carisma que ha recibido y bajo
la dirección del Espíritu Santo. Ello llevaría a un rostro más laica1 de la Iglesia,
ya que la figura del laico -bautizado que trabaja en el mundo para llevar a él el
espíritu de las Bienaventuranzas- no es tan sólo una utopía idealista sino un
objetivo real y prioritario.
7. La perspectiva de una teología, una y católica, pero pluriforme y
diversa según las áreas culturales.
La Teología cristiana, católica, universal, es una porque está centrada en
el Misterio de Cristo. Este es el principio de la trascendencia. Pero no podemos
cerrarnos a una perspectiva de diversidad y de pluriformidad, según el
principio de la Encarnación.
Catechesi Tradendae ofrece, con precisión y autoridad, lo más parecido
a una definición de inculturación:
"El término aculturación o inculturación [. . .] expresa muy bien
uno de los componentes del gran misterio de la Encarnación. De la
catequesis, como de la evangelización en general, podemos decir
que están llamadas a llevar la fuerza del Evangelio al corazón de
la cultura y de las culturas. Por eso, la catequesis intentará conocer
(9) JUAN PABLO 11, Ut Unun1 sint, n." 95-96.
LA TEOLOGlA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
esas culturas, así como sus componentes esenciales; aprenderá sus
expresiones más significativas; respetará sus valores y riquezas
peculiare~"('~).
Ad Gentes 22 considera la teología cristiana como un elemento decisivo
en el proceso de inculturación. Por una parte la fe aparece inculturada en las
expresiones de cada uno de los territorios socio-culturales. Por otra parte, la
misma teología se muestra receptiva del flujo de la filosofía, de la sabiduría de
cada pueblo, y de su modo de entender las Sagradas Escrituras.
"Es necesario que en cada territorio socio-cultural se promueva
aquella consideración teológica que someta a una nueva
investigación, a la luz de la tradición de la Iglesia universal, los
hechos y las palabras reveladas por Dios, consignadas en las
Sagradas Letras y explicadas por los Padres y el Magisterio de la
Iglesia. Así se verá más claramente por qué caminos puede llegar la
fe a la inteligencia, teniendo en cuenta la filosofía o la sabiduría de
los pueblos, y de qué forma pueden compaginarse las costumbres,
el sentido de la vida y el orden social con las costumbres
manifestadas por la divina revelación"(").
Así se acomodará la vida cristiana a la índole y al carácter de cada
cultura('2y) se incorporarán a la unidad católica las tradiciones propias de cada
pueblo, iluminadas por la luz del Evangelio.
8. Una teología que una lenguaje y vida.
Jesús ha venido a contarnos -a revelarnos- indicios ciertos de Dios. Los
ha expresado con su testimonio vivo -vida y muerte- y con su Palabra, de la
cual nosotros estamos llamados a ser voceros, aunque no acabamos de tener
éxito en esa empresa. Pero nuestra palabra volverá a ser densa, a semejanza de
la proclamada por Jesús, en la medida que se vuelva a unir al testimonio de
vida. Separada de él, chirriaría como una gnosis racionalista.
Dios se ha mostrado en Cristo. Ha hablado en El; ha dado testimonio de
El ( c t Jn 5, 37). Jesús ha hablado con autoridad reconocida (Mc 1, 27). Ha
dado por buenas aquellas fórmulas del Antiguo Testamento, como "Yo soy el
que soy", de Ex 3,14; o como el famoso paradigma también del Exodo: "Yahvé
es misericordioso y clemente, tardo a la ira, rico en amor y en fidelidad" (Ex
34,6). Este es el lenguaje del concepto y el Nuevo Testamento lo ha dado por
bueno. Prueba de ello es 1 Jn 4, 8. 16 que acuña, ciñendo al máximo lo que
decía Exodo, la expresión "Dios es Amor".
(10) JUAN PABLO 11, Catechesi Tradendae, n." 53.
(11) CONC. VATICANO 11, Decreto Ad Gentes, n." 22.
(12) PABLO VI, en la Canonización de los Santos Mártires de Uganda, en "AAS» 56 (1964), 908.
JOSEP MARlA ROVIRA BELLOS0 73
Pero Jesús, prolongando igualmente la línea del Antiguo Testamento, ha
añadido al lenguaje del concepto, como algo natural, el lenguaje de las
parábolas, de las narraciones y, por tanto y en definitiva, el de los símbolos. Por
ejemplo, la parábola del Hijo pródigo, que muestra delicada y firmemente el
rostro del Padre.
La teología deberá usar con tino el concepto y la narración, pero -lo más
importante- sabrá unir la argumentación racional, las narraciones y los
símbolos al lenguaje superior del testimonio que procede del fuego del
Espíritu.
9. Una teología de la vida y de la muerte, esto es, de la vida en Cristo.
Podemos imaginar a Dios, el Padre, como el Principio del que desciende
el Amor como en cascada. Por eso, Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- es el
Ser que se da. De tal manera que "Yo Soy" equivale a "Yo estaré con
vosotros". Dios excelso mira a los humildes (cf. Sal 138, 6) y desciende hasta
ellos para reanimar a los que están deshechos (cf. 1s 57,15).
El Padre es relación al Otro y comunión con el Hijo en el Amor. Este es,
precisamente, el arquetipo o modelo para el hombre en su vida y en su muerte:
la relación de dar y recibir y la comunión de vida, conocimiento y amor.
El drama es que nuestra vida de hoy tiende a amputar dos dimensiones
muy hondas de la persona: la trascendencia, de la que brota el silencio y la
adoración, y la interioridad, de donde brota la contemplación y la libertad. La
Iglesia y la teología cristiana han de ser maestras de vida total y no de muerte.
Es precisa una teología que ayude a bien vivir. Que ayude a vivir bien
tanto la corporalidad como la profunda unidad entre cuerpo y espíritu. El acto
de caridad, por el hecho de entrar en él las categorías de presencia, relación,
actitud de compartir en la amistad, etc., requiere la intervención de la
corporalidad, unida al aliento espiritual. En una palabra: el Samaritano tiene
que echar mano de sus fuerzas físicas para untar al apaleado con vino y aceite
y para levantarlo hasta colocarlo en la cabalgadura.
Es precisa una teología que ayude a vivir, sobre todo y ya ahora, la
Resurrección de Cristo Jesús, según el dicho del IV Evangelio:
"Quien escucha mi Palabra y cree en el que me envió tiene ya la
vida eterna" (Jn 5, 24).
Es necesaria una teología que ayude también a bien morir, como
hombres y mujeres que captan el fin de la existencia no como desastre total
sino como promesa y puerta de un nuevo nacimiento:
"Sia'm la mort una major naixenca" (J. MARAGALL, Cant
Espiritual).
74 LA TEOLOGIA EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI
Lo que digo de la muerte, debe decirse también de la enfermedad. La
teología debe ofrecer subsidios doctrinales pero, sobre todo, espirituales al
enfermo Repetiré sustancialmente lo que escribí hace muy pocos días: en
ocasiones, cuando el cuerpo está debilitado por flaquezas diversas -genéticas,
de nacimiento o adquiridas- la recepción del Espíritu puede ser una fuente de
salud para el cuerpo mismo, en la medida en que el Espíritu Santo ahuyenta el
miedo, la angustia, y el egoísmo que encierra a la persona en sí misma. Pero hay
casos aún más delicados y merecedores de sumo respeto: es el caso del enfermo
que siente la disfunción entre un cuerpo vencido y el espíritu que está pronto.
No se pueden dar consejos convencionales en estos casos. Por respeto a los
protagonistas, tampoco se pueden narrar los apuntes biográficos que los
interesados mantienen en semisecreto humilde. Pero nada impide consignar
que estos momentos decisivos tienen un rasgo en común: las funciones
supremas del espíritu humano -relacionarse, amar, confiar en Dios y en el
entorno, mantener la lucha y el ánimo- son capaces de dar calidad de vida y de
esperanza incluso a los enfermos más graves.
Bien vivir. Bien morir. Porque el hombre, en el fondo, no sólo aspira al
bienestar material sino al sentido pleno o entrada personal y comunitaria en el
Reino de Dios, que no otra cosa es la salvación.
Una advertencia final: la cultura del amor -la "civilth dell'amore" de
PABLO VI- ha de mantener en su expresión oral y viva la fresca fragancia de
la buena nueva, cuidando mucho de no convertir ese perfume fresco del
evangelio en una serie de deducciones lógicas que llevaran a conclusiones de
un eticismo estricto pero alejado del núcleo vivo del mensaje de la buena
nueva.
La cultura del amor, la que brota de la fe esperanzada que actúa por la
caridad, es una cultura que tiende a la unidad y a la comunión de Dios, y
postula por tanto la igualdad de todos, en el respeto y en el reconocimiento de
las diferencias o peculiaridades que constituyen la identidad distinta de cada
uno. Así, la verdadera unidad es una auténtica comunión o sinfonía viva, como
lejana semejanza con la unidad de Dios, trina en la comunión del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Josep María Rovira Belloso