EDITORIAL
El presente número de ALMOGAREN, en el que diversos profesores y
exprofesores del Centro publican aquellos trabajos que en este momento son
el foco de sus preocupaciones, quiere ser un homenaje a esta institución que
en este año celebra sus bodas de plata.
Si cien años son "como el ayer que pasó" (Sal 90,4), veinticinco años
apenas si merecen que se les preste atención alguna. Y, sin embargo, la dióce-sis
de Canarias, los profesores y alumnos del Centro Teológico de Las Palmas
nos reconocemos agradecidos y honrados al "repasar los tiempos antiguos y
recordar los años remotos" (Sal 77,6). Hace cien años el 2 de febrero de 1887,
León XIII, a instancias del obispo Fray José Cueto, erigía en el antiguo Semi-nario
de la diócesis, la Universidad Pontificia de Canarias. Hace veinticinco
años, el obispo Monseñor José Infantes Florido, firmaba el decreto constituti-vo
del Centro de Estudios Superiores de Teología de la Inmaculada Concep-ción,
localizado en la misma dirección de aquella desaparecida Universidad, y
llamado a "reemprender la vocación universitaria que siempre tuvo nuestro
Seminario" (comunicado a la diócesis sobre la afiliación del Centro a la Uni-versidad
"Comillas").
En estos veinticinco años de actividad académica, enmarcados en el
ambicioso itinerario de aquel otro centro, numerosos profesores se han empe-ñado
en la búsqueda y transmisión de las "inescrutables riquezas de Cristo "
(Ef 3,s) y cientos de estudiantes, tanto seminaristas como laicos en general, se
han capacitado en el estudio y la reflexión de los misterios inagotables de la
salvación.
En el continuo sucederse en la historia de nacimientos y de muertes, de
floraciones y de sequías que caracteriza, como nunca anteriormente, a nuestra
sociedad, no sólo a nivel personal sino también institucional, veinticinco años
cantan la victoria sobre el tiempo, el triunfo sobre la precariedad del tesón y
del esfuerzo de cuantos lo han hecho posible, a la vez que nos posibilita, a la
luz del camino recorrido, no sólo hacer balance del pasado, sino diseñar el
futuro, asumiendo en progresión permanente, los retos que los Estatutos y las
Constituciones Sinodales de 1992 señalan a este Centro:
1. La docencia de la teología en todas sus ramas y niveles, destacando la
enseñanza a los que son responsables de comunidades cristianas o se preparan
para los distintos ministerios eclesiales. Favorecer la coordinación y potencia-ción
de todos los niveles de formación teológica que se realicen en la diócesis.
2. La investigación teológica, en función del necesario diálogo fe-cultura
que exigen los tiempos actuales.
3. La iluminación desde la teología de los problemas y cuestiones que la
vida de la diócesis y de la sociedad canaria nos plantea a los creyentes.
En estos veinticinco años el Centro ha recorrido un fatigoso camino. De
simple academia teológica ha pasado a ser Centro afiliado a la Universidad
"Comillas". Llega la hora para un nuevo estirón que no rompa el equilibrio de
su crecimiento: el convertirse en Centro agregado podría ser la salida más
inmediata, pero no nos resistimos a plantearnos metas más altas y más ambi-ciosas.
La posibilidad de impartir y posibilitar el acceso a los grados académi-cos
superiores, compitiendo intelectualmente con el resto de las universidades
civiles, es una cota a conseguir y es el reto que hemos de hacernos para el pró-ximo
futuro.
Para ello es importante avanzar en nuestro caminar como iglesia que
peregrina en estas islas y buscar fórmulas que permitan rentabilizar mejor
nuestros recursos en beneficio de todos los cristianos. Alcanzar un día ser
facultad teológica interdiocesana, con dos sedes, localizadas cada una de ellas
en sus diócesis respectivas, será, sin duda, la única fórmula de responder a
definitivos planteamientos y un medio previlegiado que ayudará a las dos dió-cesis
a confluir en una oferta abierta a todos los canarios de mayor calidad y
menor coste.
Esta es nuestra apuesta. Que ambas diócesis, en diálogo respetuoso y
creativo, sean capaces de iniciar este proceso, es también nuestro deseo.