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ALMOGAREN 20. (97). Págs. 157-175. O CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA Algunas notas para la comprensión de esta propiedad eclesial en el magisterio montiniano. FERNANDOC HICAA RELLANO "Miremos a la Iglesia como la vio, y la ve Jesús desde el cielo: penetrada, encendida, santificada por su Espíritu.. . Jesús la ve hermosa.. . como una lámpara encendida.. . que alborea ante sí una luz nueva ... Aquí celebramos la santidad de la Iglesia, porque invoca la misericordia de Dios para las debilidades y deficiencias de nosotros pecadores " O. INTRODUCCION L a santidad cristiana es la meta hacia la que se encamina paulatina-mente la vida espiritual del cristiano. Es el don primigenio que constituye la existencia cristiana, el misterio de la gracia que hace de una simple criatura un hijo de Dios. Pertenecer a la Iglesia significa ser llamados cotidianamente a la santidad como exigencia intrínseca y constituyente de dicha pertenencia. La santidad, por consiguiente, no es un lujo, ni algo tangencia1 en el itinerario de la Iglesia, ni el patrimonio de una casta, ni algo sólo reservado a una pequeña porción de elegidos. Al contrario, no ser santos es la única tristeza que merece la pena ser tenida en cuenta por el cristiano. El Vaticano 11 lo recuerda de algún modo mientras subraya insistentemente que para el creyente ser santo es un regalo y un quehacer (cfr. LG n. 40). 158 EL AMOR DE PABLO VIP OR LA IGLESIAS ANTA Con esta base no deja de sorprender que el tema de la santidad, tanto reflexiva como prácticamente, encuentre en la actualidad dificultades para su planteamiento. La resistencia se percibe no sólo en la escasez de publicaciones al respecto sino también en los escollos que se palpan cuando se trata de pro-poner a los demás la necesidad de alcanzar la perfección en la vida cristiana. A la hora de hacer un balance, las lagunas detectadas resultan más paradójicas cuando tomamos como nivel referencia1 para nuestra ponderación el magiste-rio del último concilio ecuménico, los horizontes que dilató, las esperanzas alentadas, las expectativas que suscitó. El capítulo V de la constitución Lumen Gentium constituyó un hito de especial importancia y se tuvo en alta estima. Encajaba de lleno en la eclesiología del pueblo de Dios"). Sin embargo, con el paso de los años, en este campo se ha ido produciendo una paulatina dejadez y obscure~imiento'~E'.n el postconcilio, la irrupción de corrientes secularistas, la extensión del materialismo, la progresiva implantación de tendencias hedo-nista~ y un auge del relativismo, han procurado que el pensamiento se vaya haciendo cada vez más hermético a todo lo que tenga que ver con la trascen-dencia y lo mistérico, con el deseo de gozar íntimamente de Dios. Por lo mismo, ha ido cambiando la concepción del quehacer intramundano del hom-bre. Términos como "santidad-perfección" han caído en las redes de la sospe-cha. Todo lo relacionado con ellos se ha tildado de alienante, irreal, descon-textualizado e inútil. En este sentido conviene, pues, despejar el panorama de posibles malentendidos y presentar la vida en Cristo de una forma audaz y sin remil-gos, tibiezas o mediocridades. A la plenitud de la vida evangélica estamos Ila-mados todos. Forma parte de nuestra identidad. La santidad es, por tanto, un requerimiento de la propia fe. Hablar de ella, hacerla atrayente, presentarla de modo habitual, lograr que las personas individuales y las comunidades cris-tianas sean receptivas a toda iniciativa que se encamine en esta dirección, se está convirtiendo en un presupuesto pastoral de primera importancia además de ser camino obligado para la reforma de la Iglesia hoy"). Siguiendo esta línea, no es de extrañar que, al convocar el gran Jubileo del año 2000, en su carta apostólica Tevtio millennio ndveniente, Juan Pablo 11 no haya dudado en (1) Cfr. M.M. ALVAREZ ROBLES, Vocacirín universal u la santidod. GCnesis y contenido del cap. V de la Constitución "Lumen gentium": StudLegionense 29 (1988), págs. 201-312; M. LABOURDETTE, La santidad, vocaciún de todos los nziembros de la Iglesia, en: G. BARAUNA (ed.), La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la Constitución conci-liar sobre la Iglesia, vol. 11 (Barcelona 1966), págs. 1061-1064; K. RAHNER, Uber die evangelischen Rate: GuLeb 37 (1964), págs. 17-37; J.M. CORDOBES, Santidad y Conci-lio Vaticano II: RevdEsp 34 (1975) 155: J. OLAZARAN, Bibliografla sobre la snntidad: Manr 36 (1964), págs. 259-274. (2) Cfr. D. DE PABLO MAROTO, La espiritltalidad del Concilio Vaticano II. Bibliografía fundamental: RevdEsp 34 (1975). págs. 235-238. (3) Cfr. S. GAMARRA, Teologia espiritzlnl (Madrid 1994), págs. 177-181. FERNANDO CHICA ARELLANO 159 declarar que el objetivo primordial de estas celebraciones sea el robusteci-miento de la fe y del testimonio de los cristianos. De ahí que el Santo Padre afirme que "es necesario suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santi-dad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado" (n. 42). Sabiendo esto, las presentes páginas quieren ponerse al servicio de ilu-minar la íntima vinculación entre santidad e Iglesia. Más aún, pretenden abor-dar este argumento de la mano de un pastor cuya luz brilla cada día con mayor fulgor. Me refiero a Pablo VI. Esbozaremos algunos aspectos de la eclesiología de este colosal pontífice que concebía el estudio de la Santa Igle-sia como una maravillosa escuela(4)P. or tanto, el objeto del presente trabajo se concreta en una somera presentación de la santidad de la Iglesia según Pablo VI. Al estudiar a esta figura deseo hacerlo siguiendo los criterios que nos da Juan Pablo 11 para ello. Dirijo la atención a este personaje para profundizar en su doctrina con amor, con rigor cient@co, y con el convencimiento de que su herencia espiritual continúa enriqueciendo a la Iglesia y a la h~manidad'~). Pablo VI supo vincular de forma elocuente los términos santidad e Igle-sia de modo que para él la primera no era más que una coherencia: ser lo que somos, ser en plenitud lo que estamos llamados a ser. Y esto en la Iglesia y como Iglesia. Entonces, el cuerpo de Cristo se comprende como camino de santidad, como itinerario informador de una perfección cristiana buscada y encarnada cotidianamente, pero la Iglesia concebida como nuestro Señor la engendró, quiso y amó. Sólo así podrá confesarse que la Iglesia no sólo es santa sino también santificante@)D. e esta manera la Iglesia puede considerar-se la clave de lectura de la vida, del pastoreo y del legado de Juan Bautista Montini '7). La "visión total y espiritual de la Iglesia" producía en el ánimo del pon-tífice una "característica emoción" y la impresión de una "original belleza", la de la "forma espléndida y perfecta que Cristo ha querido modelar para su Iglesia" Esto no le impidió ser consciente, y hacerse eco, de las interpelaciones que surgen a menudo en lo recóndito de aquellos que oyen mencionar la san- (4) PABLO VI, Alocución en la audiencia general (27-4-1966), en: Insegnamenti de Paolo VI. vol. IV, (Citta del Vaticano 1966), pág. 762 [Para referirnos a esta colección de pronuncia-mientos pontificios utilizaremos las siglas IN y el año del volumen entre paréntesis]. (5) Cfr. JUAN PABLO 11, Alocución a los miembros del Instit~lto Pablo VI (26-1-1980), en: Insegnamenti di Giovanni Paolo 11, vol. II1,l (Citta del Vaticano 1980), pág. 118. (6) Cfr. G.B. MONTINI, Meditazioni (Roma 1995), págs. 43-44. (7) Cfr. J.L. GUTIERREZ GARCIA, El legado de Pablo VI (Madrid 1981). (8) Alocución en la audiencia general (5-6-I974), en: IN, vol. XII (1974), págs. 526-527. 160 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA tidad de la Iglesia y confrontan esta afirmación con la torpe, y a veces oscura, realidad e~lesial'~N'.o desconoce que ella cobija en su seno a pecadores y que, en los hombres de los que está compuesta, peca o puede pecar'"). Pero este aspecto no lo tocaremos, para no alargarnos demasiado. Por igual motivo, tampoco disertaremos sobre el punto de la reforma de la Iglesia, íntimamente conectado con el anterior'"'. 1. LAS FUENTES DE LA ECLESIOLOGIA MONTINIANA: UNA RICA HISTORIA ECLESIAL Y UNA PROFUNDA FORMACION TEOLOGICA. La intención que justifica este punto introductorio no es la de hacer una biografía de Pablo VI (1897-1978), ni un recorrido de su pontificado (1963- 1978) con su correspondiente análisis pormenorizado ('2'. Sólo resaltar que toda la vida de Juan Bautista Montini fue un continuo progresar en el misterio de la Iglesia. Su entera biografía, desde su grata y honda experiencia de iglesia d~mé s t i c a "h~a)s ta su ministerio como Vicario de Cristo, es un cúmulo de polié-dricas vivencias eclesiales (14). (9) Los mismos padres conciliares no dudaron en afirmar esta convicción cuando escriben que "aunque la Iglesia, por virtud del Espíritu Santo, se ha mantenido como esposa fiel de su Señor y nunca ha cesado de ser signo de su salvación en el mundo, sabe, sin embar-go, muy bien que no siempre, a lo largo de su prolongada historia, fueron todos sus miem-bros, clérigos o laicos, fieles al espíritu de Dios. Sabe también la Iglesia que, aún hoy día, es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los mensajeros a quienes está confiado el Evangelio" (GS n. 43). (10) "Sí, sí, los hombres que forman la Iglesia están hechos de la arcilla de Adán y pueden ser, y con frecuencia lo son, pecadores. La Iglesia es santa en sus estructuras, y puede ser pecadora en los miembros humanos en los que se realiza; es santa en busca de santidad; es santa y a la vez penitente; es santa en sí misma, enferma en los hombres que le pertene-cen": Alocución en la audiencia general (20-10-I965), en: IN, vol. 111 (1965), pág. 1.071. (11) Una visión de conjunto de la eclesiología montiniana puede hallarse en: A. ANTON, El misterio de la Iglesia. Evolución histórica de las ideas eclesiológicas, vol. 11 (Madrid-Tole-do 1987), págs. 953-985. (12) Para este tema cfr. P. ARATO, Paulus P.P. VI, 1963-1978. Elenchus bibliographicus (Roma 1981). Aquí se ofrece abundante material bio y bibliográfico relacionado con la vida y actividad de Juan Bautista Montini tanto antes como después de su elección para ocupar la silla petrina en Roma: cfr. Ibídem, págs. 1-17, (13) "G.B. Montini permanecería toda su vida influenciado por su ambiente familiar, que se caracterizaba por una profunda piedad eclesial y a la vez por un sentido de la laicidad amparando los valores~humanos,~acsoím o por una gran apertura a la cultura francesa": R. AUBERT, Paul VI, 85. (14) Para tener una panorámica de esta riqueza de personas, ideas, acontecimientos y fechas más significativas oue ialonan su existencia. Cfr. J. GUITTON. Diálo~os con Pablo V1 ( ~ a d r F d1 967); R. AUBERT, Paul VL Not 14 (1987)rpágs. 85-95; J. C~PPENS,C hroni-ca. In Memoriam. Sa Sainteté Paul VI: EphThLov 54 (1978), págs. 375-393; G.F. SVI-DERCOSCHI, Ritratto di un Papa: Not 7 (1983), págs. 42-50; C. CALDERON, Montini, Papa (Salamanca 1963); ID., Iglisia con Pablo VI (~damanca 1964) FERNANDO CHICA ARELLANO 161 Estamos ante un Papa que, cada instante, nos descubrió cómo se ama, se contempla(15)s, e trabaja y cómo se sufre con la Iglesia, por la Iglesia, a causa de la Igle~ia"~P)o. r esta razón se puede aseverar que el secreto para la com-prensión de su trayectoria vital y su ministerio no es otro que la misma Iglesia ("). De todo el transfondo biográfico del Papa de Brescia baste con recor-dar que su línea noética estuvo marcada por "la apertura a un modo teológico nuevo, moderno, de observar, estudiar y entender la Iglesia -sub lumine Revelationis- en su realidad concreta e histórica, mediante un método experi-mental, inductivo, científico" (18)E. ste procedimiento, aunque no fuera usual ni predilecto por la cultura eclesiástica preponderante, sí que era el propio de la intelectualidad cristiana más sensible a la vida del mundo contemporáneo y a la tradición de la Iglesia. Se puede sostener que la "verdad antigua, que identi-fica, en la auténtica visión cristiana, la lex orandi y la lex credendi, robusteció, alimentó, y desarrolló en él una doctrina acerca de la Iglesia, mucho más viva, sana, penetrante y multiforme que la de la media del clero contemporá-neo"( I9). Ello no quiere decir "que fuera avanzada sobre su tiempo, aun menos de vanguardia. Al contrario, desde la distancia histórica, aparece asombrosa-mente clásica, incluso tradicional" (20). Es fácil verificar que sentía una gran admiración ante los teólogos fran-ceses modernos, promotores de la renovación de la teología católica. Por lo que respecta a los clásicos del pensamiento cristiano, como san Ambrosio, san Agustín y santo Tomás de Aquino, estuvieron muy presentes en su reflexión teológica y en los orígenes de su pensamiento eclesiológico ("). En su madura-ción se aprecia un cierto peso de la Escuela de Tubinga y de cualificados representantes de la perspectiva personalista y del despertar del sentido comunitario en la Iglesia. La influencia de J. Maritain, desde la filosofía, y de (15) "Queremos contemplarla, más que en la crónica-historia exterior, en su interna vitalidad y en su dinamismo, con la garantía de la promesa del Fundador, y en ella inmersos por el soplo indefectible del Espíritu Santo...": Alocución al Sacro Colegio (23-7-1978), en: IN, vol. XVI (1978), píig. 495-496. (16) Cfr. D. ANGE, Paolo VI. Uno sguardo profetico, vol. 1 (Milano 1980) 149. (17) La Iglesia fue un tema omnipresente en su magisterio. Es difícil encontrar un documento en el que no se le dedique algunas líneas. Solamente hay un año en el que no aparece nin-guna homilía sobre la Iglesia, el año santo de la Reconciliación de 1975. Pero la exhorta-ción Paterna cum benevolentia, con la que se inauguraba el mencionado año, trata casi por completo sobre la Iglesia roponiendo una bella doctrina en torno a la sacramentali-dad de la Iglesia: cfr. AAS 67 fi975), págs. 5-23. (18) V. PERI, Appunti per un'indagine sull'ecclesiologia di Paolo VI. Titoli di originalita dell' "Ecclesiam Suam": RSLetRel17 (1981), pág. 419. La cursiva es nuestra. (19) Ibídem, pág. 433. (20) Ibídem, pág. 449. (21) El papa Montini exclama con fuerza: "iCuán grato nos sería detenernos en los recuerdos que de la Sagrada Escritura, de los Padres, de los doctores, de los santos, afluyen a nuestro espíritu alpensar de nuevo en este punto luminoso de nuestra fe": ES n. 31. 162 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA Ch. Journet, desde la dogmática, hizo posible la síntesis primigenia sobre la que se articuló su meditación sobre la Iglesia. Sus elementos cardinales serían: lo mejor de la nouvelle théologie, por la aportación de H. de Lubac, y la refle-xión teológica de autores de primera plana en el proceso de renovación de la eclesiología, como Congar y Hamer. Sobre estos pilares forjó su eclesiología. 2. APROXIMACION AL MAGISTERIO ECLESIOLOGICO DE PABLO VI. Tenemos datos suficientes para garantizar que, en la médula del pensa-miento de Pablo VI, siempre se encuentran, estrechamente unidos, Cristo y su Iglesia['2). Acerca de las investigaciones sobre ésta última pudo decir que era "el capítulo más atrayente de la moderna teología" lz3). Por expresivos, me detendré reiteradamente dos pronunciamientos cumbres del itinerario eclesio-lógico de Pablo VI. En primer lugar, descuella el magnífico discurso de apertura de la segunda sesión del Vaticano Esta intervención dará al concilio "una orientación precisa, a la vez que abierta y teológicamente fundada" ("). Las palabras del Papa focalizan la única angulatura nítida para la profundización en el misterio eclesial: la de Cristo''". No es extraño que el P. Congar, perito conciliar, quedara impresionado por la "llamativa y elevadísima afirmación cristocéntrica" de este texto(27)V. emos así cómo, desde los inicios de su ponti-ficado, se hace presente lo que en él iba a ser una constante: su cristocentris-mo eclesiológico ('X). (22) "La expresión de la conexión entre Cristo y la Iglesia asume en Pablo VI en muchos momentos acentos casi místicos. Con vigor impresionante ha captado y proferido cómo la consistencia, la fuerza, la verdad, la vida ... de la Iglesia deriva de Jesucristo": R. BLAZ-QUEZ, en: AA.VV., Paolo VI e i problemi ecclesiologici al Concilio. Colloquio interna-zionale di studio (Brescia 19, 20 y 21-9-1986) (Brescia 1989), pág. 201. Cfr. ANTON, El misterio de la Iglesia, vol. 11, págs. 957-961. (23) Alocución en la audiencia general (5-6-19741, en: IN, vol. XII (1974), pág. 526. (24) Cfr. Discurso de Pablo VI: Apertura segunda sesión conciliar (29-9-1963), en: Concilio Vaticano 11. Constituciones. Decretos. Declaraciones (Madrid 1966'), págs. 957-971 [cita-do Vat.11-BAC]. (25) R. AUBERT, Paul VI, un "pontificat de transition": RNouv 48 (1978), pág. 615. (26) El P. Antón afirma que este discurso es la "mejor expresión" de pensamiento eclesiológi-co de Pablo VI y que en él "opta por una eclesiología que parte de la Iglesia misterio de fe ... Pablo VI va más allá v señala concretamente el cristocentrismo como la única ~osibi-lidad de profundizar el miSterio de la Iglesia.. . De este cambio espera el papa que Ll Vati-cano 11 elabore, como su primer objetivo, una noción renovada de Iglesia que sea fruto del trabajo de reflexión teológica que la asamblea está llamada a hacer sobre el misterio eclesial": ANTON, El Misterio de la Iglesia, vol. 11, págs. 952-953. (27) Cfr. Y.CONGAR, La concile au jour le jour, deuxieme session (París 1964), pág. 84. (28) Pablo VI alude en la Ecclesiam Suam a que el "primer fruto de la conciencia profundiza-da de la Iglesia sobre sí misma es el renovado descubrimiento de su vital relación con Cristo", n. 30. FERNAI~DOC HICA ARELLANO 163 Estas palabras de inauguración se convertirán en el anticipo de la pri-mera encíclica papal, la Ecclesiam Suam('". Esta carta es tenida como progra-ma del nuevo pontificado, "de tal manera que en buena lógica, se le puede considerar como una redacción previa7'("''. En efecto, la Ecclesinm Suam cons-tituye una clave hermenéutica del pensamiento, de la eclesiología y de la acción pastoral de Pablo VI'"'. Montini estimaba que las bases de la eclesiología moderna se encuen-tran en dos documentos "recientes: la encíclica Mystici Corporis (29 de junio de 1943) y, más autorizado que cualquier otro, la constitución dogmática Lumen Gentium" ('". Esta última afirmación nos indica una doble fidelidad, que estará siempre presente en el magisterio montiniano. De esta manera, centrándose en la órbita de la "síntesis magistral" ("' de Pío XII, tomó, como lúcida opción metodológica, no separar Magisterio y reflexión teológica. Ello le fue muy útil para marcar las distancias con la reacción integrista desarrolla-da en los últimos años de su inmediato predecesor y estar al tanto, de forma acogedora, del movimiento de renovación teológica y eclesiológica. Con estos presupuestos no es errado subrayar "que, por lo que concierne a la naturaleza íntima de la Iglesia, la eclesiología del papa Montini es la de la Mystici Corporis" (i4'. Por otra parte, es obvio que Pablo VI encarnó y profundizo su pensa-miento ba,jo el signo de la aplicación de la eclesiología del Vaticano 11'"'. Todo su pontificado supuso un continuo denuedo para que el concilio pasara a (29) Cfr. AAS 56 (1964), págs. 609-659. La Ecclesinni Surtn~ abre una serie dc siete encíclicas que se cerraría con la polémica Hzlninnae Vitae. R. AUBERT ofrece un elenco dc los principales documentos pontilicios de Pablo VI: cfr. R. AUBERT. Puitl VI: Not 14 (1987), págs. 92-93. Un comentario a la cncíclica puede verse en: 1NSTlTUTO SOClAL LEON XIII. El dirílogo segiin la mente de Pablo VI. Conzenrrrrios tr la "Ecclesianz sitnn?" (Madrid 1968). (30) C. COLOMBO, Cenesi, storin e significato riell'enciclica Ecclesiam Suani, en: AA. VV., "ECCLESIAM SUAM". Prenziere Lertre Erzcvcliqne de Paitl VI. Colloque I~itcrnatioiial (Rome 24,26-10-1980) (Brescia 1982), págs. 131. (31) Son numerosos los artículos sobre la primcra encíclica del Papa Montini. pero creo que es preciso haccr mcnción especial y llamar la atención sobrc cl coloquio internacional pro-movido por el Instituto Pablo VI dc Brescia celebrado en Roma del 24 al 26 de octubrc de 1980 y cuyas actas se encuentran en: AA.VV. "ECCLESIAM SUAM". Premiere Ler-tre Encycliqlle rle P O LV~I . Colloque International (Rome 24,26-10-1980) (Brescia 1982). (32) Alociición eri la antliencia gerzeral (21-7-1971), en: IN, vol. IX (1971), pág. 640. (33) Aloc~lciríne n la cr~ldienciag eneral (5-9-197.7). en: IN, vol. XI (1973), pág. 814. (34) G. COLOMBO, Genesi, 142. Esta tajante asercibn. que puede sorprender por su contun-dencia y que es susceptible de posteriorcs matizaciones, ayuda a no olvidar una de las rcferencias continuas de Pablo VI. (35) Este criterio "no consisic en la mera repetición de su doctrina l a s citaciones de los deci-e-tos conciliares son obviamente muy frecuentes en sus intervenciones magisteriales-, sino en su fiel interpretación y adaptación a las nuevas situaciones históricas que atraviesa la Iglesia posconciliar": ANTON, El Misterio tle la Iglesia, vol. 11, pág. 955. Cfr. GUTIE-RREZ. El legado de Pablo VI, págs. 9-1 1. 164 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA la vida de la Iglesia(36)E. sto 10 tomaría con total entereza y aquí pondría un redoblado tesón tal y como dijo en las postrimerías de su ministerio: "Y en este punto deberíamos revelar el pensamiento dominante de:nuestro oficio, es decir, de nuestro servicio al mundo y a la Iglesia. Este pensamiento, es decir, este programa, es para Nos el Concilio Vaticano II"(37). 3. ENFOQUE DE LA SANTIDAD DE LA IGLESIA EN EL MAGISTERIO DE PABLO VI. A lo largo de la amplia y multiforme actividad doctrinal de Pablo VI, y dentro de su magisterio más específicamente eclesiológico, son frecuentes las referencias al tema de las propiedades y notas de la Iglesia. Pero es preciso hacer notar que, por supuesto, no siempre ha sido privilegiada la santidad sobre las otras. En algunos contextos, según la conveniencia, la intención o la necesidad del momento, el acento lo puso en la unidad, en la catolicidad o en la apostolicidad de la Iglesia. En la mayor parte de los casos en los que apare-cen las expresiones santa Iglesia o Iglesia santa, el Papa no se detiene en ofre-cer un análisis de los motivos por los que la Iglesia es santa, ni quizás, tampo-co, tiene la intención de hacer una afirmación formal de la santidad de la Iglesia. Se trata de una manera de hablar y de referirse a la Iglesia. Desde los inicios de su pontificado lanzó su invitación a dirigir la mirada a la "Iglesia de Dios en la tierra, una, santa, católica y apostólica" En el mismo año, y en uno de sus habituales encuentros de los miércoles, hallamos que "la catequesis del Papa se hace didascálica" ("1. Evitando expresiones que pudieran resultar extrañas a su auditorio, anuncia la verdad salvífica con simplicidad evangélica. Se ocupa de las notas de la Iglesia; invita a los peregrinos a tenerlas en cuenta y ayuda a recordar algunos aspectos de sus respectivos signifi~ados'~~). (36) Cfr. B. SORGE, In memoria de Paolo VI: CivCat 129 (1978/3), págs. 350-359. Existen artículos que no son muy optimistas respecto al quehacer montiniano. Son reflejo del ambiente de contestación propio de la segunda etapa del citado pontificado: Cfr. P. COLLELLA, Il pontificato di Paolo VI dalla fine del Concilio Vaticano II ad oggi sulla base dei suoi atti e dei suoi discorsi: Tetto 9 (1972). ~ á g s3.4 7-363. ,,l u 37 Alocución en la audiencia general (21-6-1978), en: IN, vol. XVI (1978), pág. 489. I3 8I Discurso de Coronación (30-6-1963),e n: IN, vol. 1 (1963), pág. 25. (39) B. GHERARDINI, La santita della Chiesa nella catechesi di Paolo VI: DoctCom 40 , , (1987), pág. 33. (40) ''¿Conocéis las así llamadas 'notas' de la Iglesia?, jaquellos aspectos visibles de la Iglesia que nos deben atraer y maravillar: la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad? Los teólogos ven en estas notas las propiedades visibles, los signos de la obra divina de la Iglesia: una por la unidad de fe, de culto y de autoridad suprema; santa por los sacramen-tos, las leyes y el gobierno, que son otras tantas fuentes o instrumentos de santificación y de salvación; católica por su incesante propagación por el mundo; apostólica por la consti-tución jerárquica que la une a Pedro y a los Apóstoles en la sucesión de los legítimos poderes de orden, de magisterio y de gobierno": Alocución en la audiencia general (2-10- 1963), en: IN, vol. 1 (1963), págs. 493-494. FERNANDO CHICA ARELLANO 165 En el crepúsculo de sus días, encontramos una clara distinción entre propiedades constitutivas y notas de la comunidad eclesial. Diferencia el pontí-fice los dos significados de las expresiones una, santa, católica y apostólica referidas a la Iglesia: "uno, aquel de propiedad de la Iglesia, es decir, manera de ser, cualidad inherente a la naturaleza de la Iglesia, y en este sentido son verdades misteriosas, que sólo la fe recoge, medita y celebra; el otro significa-do, en cambio, es el que se deriva de su manifestación exterior, y bajo este aspecto estas benditas palabras llegan a ser, como se dice, notas, es decir, sig-nos humanamente cognoscibles, que documentan a quien los sabe observar en el esplendor milagroso de la Iglesia" (41). En otro momento, Pablo VI hace notar que las mencionadas formula-ciones presentan "las cuatro causas esenciales de las que la Iglesia deriva su vida trascendente: por la causa eficiente la Iglesia es apostólica; por la causa formal se define una; por la causa material es católica; y por la causa final debemos llamarla, a la Iglesia, santa"(42)E. n el de la coronación el papa soste-nía que "la Iglesia católica.. . es lo más grande y santo que hay en la tierra. En efecto: fue fundada por Cristo y redimida por su sangre; es una esposa inma-culada y confiada.. ." (43). Y en el ya aludido discurso de apertura conciliar declaraba el pontífice que "el Concilio pretende dar o acrecentar a la Iglesia la hermosura de perfección y santidad que sólo la imitación de Cristo y la mística unión con El, en el Espíritu Santo, le pueden conferir" (44). En ambas ocasiones descubrimos palabras, como esposa, unión, acrecentar, perfección, que nos dan una primera orientación para vislumbrar el tratamiento que la santidad de la Iglesia recibirá en el magisterio del papa Montini. Estos vocablos aparecerán en diferentes circunstancias y siempre en íntima relación con la expresión "santa" aplicada a la Iglesia, en su doble significado de propiedad, modo de ser que deriva de su vocación de pueblo de Dios, y como nota o cualidad exte-rior ("5'. Hechas estas precisiones metodológicas introductorias veamos los prin-cipios trascendentes de la Iglesia santa(46)la, cual, utilizando una imagen de (41 Alocución en la audiencia general (28-7-1977), en: IN, vol. XV (1977), págs. 373-378. (421 Alocución en la audiencia general (1781977). en: IN. vol. XV (1977). pig.,766. Para apo-yar su afirmación, hace una referencia a la obra de CH. JOURNET, L'Eglise du Verbe incarné, 2 vols. (París 1951). (43) Discurso en la Coronación (30-6-1963), en: IN, vol. 1 (1963), pág. 24. (44) Discurso de Pablo VI: Apertura segunda sesión conciliar: (29-9-1963): Vat.11-BAC, pág. 964. (45) Cfr. Alocución en la audiencia general (4.11-1972), en: IN, vol. IX (1972), pág. 1.120. (46) Se trata de principios que explican la santidad de la Iglesia. A lo largo de toda la serie de homilías y alocuciones donde aparecen, con frecuencia surgen en forma de respuestas a interpelaciones tales como ¿por qué la Iglesia es santa?, ¿qué quiere decir que la Iglesia es santa? Cfr. Alocución en la audiencia general (20-10-1965), en: IN, vol. 111 (1965), págs. 1.069-1.071; Alocución en la audiencia general (20-10-1971), en: IN, vol. IX (1971), págs. 919- 921; Alocución en la audiencia general (17-8-1977), en: IN, vol. XV (1977), págs. 766-767. 166 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SAN I A Pablo VI, es "la zona de luz celeste proyectada sobre el mundo" '"'. En algu-nas circunstancias dichos principios aparecen agrupados, a modo de sumario. En otros momentos están presentes de forma aislada. Aquí, aun con el riesgo de perder la visión de conjunto de cada intervención magisterial o el contexto ofrecido por la totalidad del discurso u homilía correspondiente, los hemos individualizado siguiendo un orden sistemático que estructura el presente apartado. Con los oportunos comentarios y acotaciones procuraremos recupe-rar, en la medida de lo posible, el marco contextual de la correspondiente intervención magisterial, que, en la mayoría de las veces será oral. 1. LA IGLESIAE S SANTA POR SU ORIGEN TRINITARIO. El pontífice reconoce que el título de santa no se encuentra explícita-mente aplicado a la Iglesia en la Sagrada Escritura. Sin embargo, él presenta el texto de Ef 5,33, del que se deduce tal aplicación. En el podemos observar que, desde el primer instante, la Iglesia ha reconocido el contenido del men-cionado título como un don y una tarea. En efecto, la santidad es regalo de Dios, ya que "la santidad encuentra su plena y originaria expresión en Dios y desde Dios, santo por esencia y pri-mera fuente de toda santidad. Por ello la Iglesia es santa en cuanto se refiere a Dios, por medio y en virtud de Cristo, que santa la concibió y la fundó, que santa la hace y continuamente la está haciendo con la infusión del Espíritu Santo" (J'l. Por eso la Iglesia es "Ecclesin de Trinitate, es decir, la Iglesia es el Christus totus que, en el Espíritu Santo, une la humanidad a la vida divina donde el Padre de las Luces se expresa en su Verbo para unirse ambos en este amor mutuo que es el Espíritu Santo"('"). De este modo, la Iglesia está vincula-da íntimamente al proyecto salvífico de Dios. Está ligada a aquella decisión anterior a los tiempos que la asocia a Dios. Tal resolución, la considera siem-pre animada por el Espíritu Santo, la hace continuación histórica del Verbo encarnado y la constituye, tal y como indica Pablo VI en la misma alocución, "santa en su naturaleza ..., en las verdades divinas a ella confiadas y por ella enseñadas.. . en sus sacramentos.. . en su liturgia y en su oración.. . en su ley, es decir en la pedagogía con la que guía a los hombres a la comunión por las sendas del Evangelio y a vivir en la comunidad" Ii"). Pero, si bien la santidad de la Iglesia es un don de Dios, también "es, sobre todo, una tarea implicada en la vocación de la Iglesia y de cada cristiano (47) Alociición en ln Aildiencin general (20-10-1971). en: IN. vol. IX (1971), pág. 920. (48) Al o c ~ i c i óe~n ~la audirnciri geriernl (20-10-1965),e n: IN, vol. 111 (1965). pág. 1.070. (49) Alocucicín Vivissimrr gioia, en la aperturcr del nilevo año j~lrlicinl de la Sagrada Rotci Ron~rr-na (8-2-197.?), en: IN, vol. XI (1973). pág. 135. (50) Ibídein. FERNANDO CHICA ARELLANO 167 a tender incesantemente a la santidad"("). Es decir, en íntima correspondencia y a modo de respuesta, junto a la santidad constitutiva, es preciso que esté presente la santidad moral de los bautizados. En el momento en que esta últi-ma esté ausente en la persona de alguno de sus miembros, esta Iglesia, que "es santa por institución divina, como maestra de verdades divinas, como instru-mento de poderes divinos, como sociedad compuesta de miembros agregados en virtud de principios divinos ... puede ser pecadora en los miembros huma-nos en los que se realiza" f52j. Pablo VI continúa leyendo "con los ojos de la fe el estatuto constitutivo de la santidad de la Iglesia" (53j, y proclama, con la convicción del creyente y con la autoridad del pastor, que afirmar tal propiedad de la Iglesia "quiere decir, sobre todo, que tiene una relación esencial con Cristo, mediador entre Dios y los hombres, y causa de nuestra sal~ación""~j. La Iglesia es el cuerpo de Cristo y es en la conformación con Él, donde Pablo VI sitúa la razón profunda de la santidad de la Iglesia. De la voluntad misma de Cristo surge la Iglesia, cuya fisonomía está dotada de una extraordi-naria belleza, reflejo de la de Cristo fSijA. sí pues, la Iglesia tiene su origen en la encarnación del Verbo. Si además consideramos que la Iglesia es el ámbito privilegiado para la comunicación e íntima comunión de Dios con el hombre, no es extraño que sea considerada, en cierto modo, continuadora de Cristo. Esta continuidad la ejerce la Iglesia prolongando a Cristo en el tiempo como su cuerpo"". Además la Iglesia no tiene más misión que la de Cristo. También en esto es su continuadora("j. (51) ANTON, El Misterio de la Iglesia, vol. 11, pág. 970. (52) Alocución en la audiencia general (20-10-1965), en: IN, vol. 111 (1965), págs. 1.070-1.071. (54) Alocución en la audiencia (1 7-8-1 9771, er (55) Cfr. Alocución en la audiencia general (5-6-1974). en: IN. vol. XII (1974,x w. á-e. (56) "La Iglesia es otro Cristo, es Cristo pasa a tiavés de la historia, es Jesús que se pro-longa en el tiempo, es el cuerpo místico de Cristo": Homilia en San Pedro Damiano (27-2- 1972), en: IN, vol. X (1972), pág. 193. Cfr. Alocución en la audiencia general (15-12-1971). en: IN, vol. IX (1971), págs. 1.102-1.103. (57) "Es claro que la Iglesia vive y trabaja para continuar y difundir la misma misión de Cristo. La idea fundamental que preside toda la doctrina de la Iglesia es la de continuación. La Iglesia es prolongación y desarrollo del Evangelio. La Iglesia lleva a Cristo en el tiempo, en los siglos, en la historia ... ha nacido para dar testimonio": Alocución en la audiencia general (27-7-1966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 821. Pablo VI muestra una perfecta sinto-nía con el concilio. Lo mismo queda de manifiesto en una intervención en las postrimerías de su fecundo pontificado. En ella iriviia a coriteinplar a la Iglesia, que es rebaño y redil construido por el Señor, como familia de Dios que, "como ha dicho el concilio: 'mira sólo a esto: continuar, bajo la guía del Espíritu paráclito, la misma obra de Cristo, el cual ha venido al mundo para dar testimonio de la verdad, a salvar y no a condenar, a servir y no a ser servido' (GS 3)": Mensaje para la XV Jornada de las Vocaciones (10-4-I978), en: IN, vol. XVI (1978), pág. 259. 168 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA Por otra parte, la imagen de la Iglesia como esposa de Cristo sirve para expresar también la vinculación Cristo-Iglesia. Son muchos los textos en los que Pablo VI emplea este término para aludir a la humanidad unida a Cristo con vínculo de amor pleno y ES una formulación que brota espontá-nea del hecho de que la "vida de la Iglesia es su unión con Cristo"(59'.E n otras ocasiones Pablo VI explicita esta idea de forma admirable, poniendo de mani-fiesto, con todo detalle, la acción de Cristo en favor de la Iglesia(60). 3. LA IGLESIAES SANTA POR EL ESPIRITQUU E LA ANIMA. Pablo VI es conocedor de la importancia de Pentecostés. "Se trata del nacimiento de la Iglesia.. . de la infusión del Espíritu de Dios, de la animación sobrenatural de la humanidad" El Espíritu, que está en el origen de la constitución de la Iglesia, prosigue su actividad animadora y santificadora en el seno de la comunidad eclesial y en lo íntimo de cada creyente(62)É. ste es el Espíritu que hace de la Iglesia, que es un cuerpo social y humano, un organis-mo vivo animado por esa Energía, Luz y Actividad que Él mismo es(63'.P or ello la Iglesia es templo de su presencia y otro tanto se puede declarar de cada bautizado, que recibe el Espíritu de Cristo en cada celebración de los sacra-mentos (64). (58) Entre ellos destaca el de una catequesis en la que el papa Montini desarrolla espléndida-mente esta temática. Fue allí donde dijo: ''¿Qué enseña esta alegoría que nos autoriza a llamar a la Iglesia esposa de Cristo? Nos muestra el amor sobre todo amor que Cristo ha tenido por la Iglesia, un amor que, de algún modo, puede ser simbolizado por el matrimo-nio humano, pero que es más sustancial y abismal: que digan los teólogos, que digan los místicos cómo es la unión entre Cristo y la humanidad, derivante de la encarnación.. . Con frecuencia se ha dicho que la Iglesia es un misterio; sí, pero ahora podemos saber, al menos, cuál es la naturaleza de este misterio: es un misterio de caridad, de enamoramien-to de Dios, mediante Cristo, en el Espíritu Santo, del mundo, de la humanidad, es decir, de la Iglesia ... Por tanto nos muestra la unión íntima e indisoluble, y a la vez la distinción de Cristo y de la Iglesia. Nos enseña que la Iglesia no es principio ni fin en sí misma; ella es de Cristo; de él recibe su dignidad, su virtud santificadora, su humilde y excelsa reale-za": Alocución en la audiencia general (15-6-I966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 797. La cursiva es nuestra. (59) Alocución en la audiencia general (24-8-1966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 386. Pablo VI hace una llamada a que esta inescindible unión esté siempre muy presente en la concien-cia del cristiano. Cfr. Alocución en la audiencia general (15-12-1971), en: IN, vol. X (1971), pág. 1.103. (60) "La ha amado.. . no sólo la ha ideado, iniciado, educado, enriquecido con un inestimable tesoro de su palabra y de sus carismas de gracia y de vida espiritual, sino que ha dado su vida, su sangre por ella, por ella ha muerto y ha resucitado, tomando sobre sí, cordero inocente, las penas, las miserias, los sufrimientos, las aspiraciones de la humanidad y cele-brando en sí la redención.. . Tanto ha amado Cristo a la Iglesia que la ha representado, en la célebre similitud de san Pablo (Ef 5,25), como su Esposa, y ha señalado el amor exis-tente entre El, Cristo, y la Iglesia, como el paradigma más alto y pleno del amor": Alocu-ción en la audiencia general (13-10-1965), en: IN, vol. 111 (1965), págs. 1.061-1.063. 61 Alocución de la audiencia general (10-5-1978), en: IN, vol. XVI (1978), pág. 350. I62I C fr. Regina Coeli (29-5-1977),e n: IN, vol. XV (1977), págs. 538-539. (63) Cfr. Alocución en la audiencia general (1-6-1977), en: IN, vol. XV (1977), pág. 547. (64) Cfr. Alocución en la audiencia general (13-5-1964), en: IN, vol. 11 (1964), págs. 885-886. FERNANDO CHICA ARELLANO 169 Tampoco faltan alocuciones en las que Pablo VI se refiere al Espíritu como al alma de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo: "La Iglesia de Cristo vive del Espíritu de Cristo. El Espíritu Santo es el alma del cuerpo místico, es una corriente viva de luz y de amor que lo recorre, lo vivifica, lo adapta para cum-plir actos sobrenaturales y meritorios para la vida eterna; lo santifica y, en cierto sentido, lo diviniza. Este es el gran misterio del cristianismo, el cual no es sólo una doctrina, una sociedad humana, una religión como las demás, un fenómeno histórico; es una vida, una participación en la vida de Cristo, y, mediante esta inserción, llega a ser comunión vital con Dios. Es el centro de nuestro mensaje evangélico, es el corazón de nuestro catecismo"(65). 4. SANTAI GLESIAPO R SER SANTIFICANTE, EN VIRTUD DE LA FE Y DE LA GRACIA. SANTIDADO BJETIVA. En el discurso de inauguración de la segunda sesión del Vaticano 11, detiene su mirada contemplativa en el rostro de la Iglesia. No tiene más reme-dio que mencionar, con extraordinario gozo, una de sus cualidades más nota-bles: la de su santidad. Lo hace precisamente limitándose a señalar la capaci-dad santificadora de la Iglesia(66). En efecto, la Iglesia es santa por ser vehículo de gracia, porque está "dotada de poderes regeneradores y santificantes" ('j7)A. sí puede ser considera-da "madre de los santos". En esta misma dirección, hace alusión a la existencia de una "santidad instrumental" que permite a la Iglesia, y en concreto a sus pastores, comunicar la eficacia de la verdad del evangelio y la vida de la gra-cia. De este modo, la Iglesia es "capaz de generar santidad y salvación 'para edificar el cuerpo de Cristo' (Ef 4,12)"(hRE).s tamos, pues, ante lo que la teolo-gía denomina santidad objetiva (6y) y a ella se refiere Pablo VI de forma más (65) Alocución en la audiencia general (13-5-1964), en: IN, vol. 11 (1964), pág. 885. La cursiva es nuestra. Cfr. Alocución en la audiencia general (10-5-1978), en: IN, vol. XV (1978), pág. 350. Al llamar al Espíritu Santo "alma de la Iglesia", Pablo VI, inspirándose en los Padres y en particular en San Agustín, se sitúa también en la línea tanto del magisterio preceden-te como del Vaticano 11: cfr. LG n. 7. A este respecto hay que advertir, como lo hace el P. Congar, que no se puede hablar, a propósito del Espíritu Santo y la Iglesia, de encarna-ción. Aunque habita y alienta la institución eclesial, no entra en composición con ella, "sino que está solamente unido a ella con una unión de alianza": Y. CONGAR, La Iglesia es santa, en: J . FEINER-M. LOHRER (eds.), Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación, vol. IV/1 (Madrid 19842), pág. 480. (66) "Y este espectáculo de universalidad evoca el origen apostólico, que, fielmente reflejado y celebrado, evoca a su vez la finalidad santificadora de nuestra queridísima Iglesia de Dios": Discurso de Pablo VI: Apertura segunda sesión conciliar (29-9-1963): Vat.11-BAC, pág. 957. La cursiva es nuestra. (67) Alocución en la audiencia general (20-10-19711, en: IN, vol. IX (1971), pág. 920. (68) Alocución en la audiencia general (10-8-1966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 831. (69) El P. Congar afirma que "la Iglesia es santa primeramente en sus principios formales, es decir, en lo que ha recibido y recibe de Dios para ser Iglesia, sacramento universal de sal-vación. Estos principios formales son el depósito de la fe, los sacramentos de la fe y los ministerios correspondientes. Estas realidades son santas en sí mismas por proceder (. . .) 170 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA explícita al considerar que la Iglesia es "santa por los sacramentos, las leyes y el gobierno, que son otras tantas fuentes o instrumentos de santificación, de salvación" ('Oi. Éstos son instrumentos, entregados por Dios a su Iglesia, para que ésta pueda desarrollar la tarea implicada en su vocación: la santidad. 5. LA IGLESIAE S SANTA POR SUS MIEMBROS SANTIFICADOS Y SANTOS POR VOCACION. SANTIDADSU BJETIVA. El pontífice afirma que la Iglesia es santa "porque todos sus miembros han sido santificados por el bautismo, por los otros sacramentos, y por el Espí-ritu Santo". La Iglesia, instruyendo a sus hijos en la fe y exhortándoles a una vida en conformidad con la voluntad del Padre, busca que la existencia coti-diana esté presidida por "aquella justicia que ... debe marcar y cualificar la vida de todo cristiano, que en el lenguaje originario de la Iglesia, recibía el nombre de santo"("). El magisterio montiniano recuerda que la santidad de la Iglesia y la recibida por el creyente en el bautismo, no prescinde totalmente de la santi-dad practicada y demostrada a lo largo de toda la existencia. Al contrario, se advierte que, a la llamada santidad activa, cuyos elementos, -verdades divi-nas confiadas a la Iglesia, sacramentos, liturgia, ministerios- permiten identi-ficarla con lo que la teología denomina santidad objetiva, debe corresponder, como respuesta, la santidad derivada o practicada. A ésta los teólogos la deno-minan subjetiva ("j. Puestos estos presupuestos podemos hablar, en el magisterio que nos compete, de la santidad como don y tarea en la vida de cada bautizado. Habla-rá Pablo VI de ello en términos muy claros, los propios de un profundo teólo-go y de un buen catequeta: "La santidad es un don; la santidad es común y accesible a todos los cristianos; la santidad es el estado, podemos decir, nor-mal de la vida humana, elevada a una misteriosa y estupenda dignidad sobre-natural; es la novedad traída como don por Cristo a la humanidad, por El redi- (. . .) de Dios y apuntar a la santidad. Son de suyo instrumentos por los que Dios santifica. Se habla a veces, a propósito de ellos, de santidad objetiva": Y.CONGAR, La Iglesia es santa, pág. 479. La cursiva es nuestra. (70) Alocución en la audiencia general (2-10-1963), en: IN, vol. 1 (1963), pág. 494. (71) Alocución en la audiencia general (17-8-1977), en: IN, vol. XV (1977), pág. 767. (72) "La Iglesia es santa ... además porque está formada de santos y de hombres que o no conocen el pecado o se esfuerzan por no pecar más, según las palabras de Ambrosio (Ecclesia congregata; santidad llamada subjetiva)": CONGAR, La Iglesia es santa, pág. 482. Existen terminologías paralelas que indican contenidos similares. Así, refiriéndose a cada bautizado en particular, se distingue entre santidad óntica y santidad moral o ética: cfr. ANTON, El Misterio de la Iglesia, vol. 11, pág. 926. El mismo Pablo VI alude a la san-tidad moral y la define como "la que admiramos en la práctica de las virtudes cristianas, animadas por la caridad, por el amor, en el que se resume toda la ley moral": Hornilla en la canonización de J~lliaB illiart (22-6-1969),e n: IN, vol. IV (1969), pág. 443. 172 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA de Dios, no es un lujo para el cristiano; es una obligación, es su programa evangélico de vida. Así lo recordó el concilio(79y) así lo manifestó G.B. Monti-ni (Rol. La santidad queda asimismo planteada en términos de responsabilidad moral como una respuesta a la vocación cristiana. Es preciso responder a la "llamada del Amor al Amor; y la respuesta, la justa, se llama santidad"(8'). Esta duplicidad tendrá su reflejo en la presentación de la santidad en la Iglesia como confluencia de dos coeficientes. "La santidad es una síntesis de gracia y de virtud; de riqueza interior y de laboriosidad exterior" (*'l. El primero de ellos es la gracia, la vida de la gracia, que se obtiene por la fe y los sacramen-tos y que encuentra su alimento y su expresión en la oración. Es un elemento esencial que tiene su origen en "Aquel que nos llama a la santidad, a la perfec-ción", es la "misma gracia del Espíritu Santo" ("1. Se trata de la acción del Espíritu Santo, de la "inhabitación de Dios, uno y trino, en el alma, que, preci-samente por ello, se denomina santa" (84). ES aquí, en esta íntima relación del hombre con el Dios vivo, con el Dios-Amor, donde se encuentra la perfección más alta, la condición más feliz a la que un hombre puede y debe aspirar. Se trata, dirá en otra ocasión, de un elemento causante, gratuito y fácil; "es la gracia, es la unión vital con Cristo, la única y verdadera fuente de santidad y de vida" (8s). El segundo factor es de carácter condicionante. Es algo más "nuestro y arduo". Concierne al "esfuerzo personal de justicia moral, de observancia ascética, de perfección evangélica" (86C). onsiste en la voluntad firme y decidida de llegar a las más altas cimas de la santidad cristiana. En definitiva, es la bús-queda constante de la voluntad de Dios. Nuestra colaboración en el camino a la santidad es "disponibilidad de Espíritu7', que nos dirige su llamada a la "generosidad, a la audacia, a la grandeza, al heroísmo, al sacrificio.. . a la per-fección, al amor". Pablo VI, en su reflexión sobre esta segunda componente que es nuestra voluntad, ofrece una hermosa definición de la santidad cristia-na: "El encuentro de la Voluntad amorosa y salvadora de Dios con la volun-tad obediente y feliz de nuestro corazón humano, es la perfección, es la santi-dad" (87). (79) Cfr. LG n. 40. (80) Cfr. Alocución en la audiencia general (9-7-1975), en: IN, vol. XIII (1975), pág. 746. (81) Alocución en el Angelus (1-11-1969), en: IN, vol. VI1 (1969), pág. 1.217. (82) Alocución en la audiencia general (18-9-1974), en: IN, vol. XII (1974), pág. 844. (83) Alocución en la audiencia general (14-6-1972), en: IN, vol. X (1972), pág. 636. (84 Alocución en la audiencia general (9-7-1975), en: IN, vol. XIII (1975), pág. 747. (851 Alocución en el Angelus (1-11-1972), en: IN, vol. X1 (1973). pág. 1.037. La cursiva es nues-tra. (86) Alocución en el Angelus (1-11-1973), en: IN, vol. XI (1973), pág. 1.037. (87) Alocución en la audiencia general (14-6-1972), en: IN, vol. X (1972), pág. 636. FERNANDO CHICA ARELLANO 173 Y de todo lo dicho anteriormente una prueba irrefutable la tenemos en la vida de los santos. Sus vidas se proponen como modelos de lo que es un auténtico seguidor de Cristo(88)E. S decir, cuando la Iglesia exalta la santidad de unos bautizados ofrece como prototipos a aquellos de entre sus hijos que en su vida han estado llenos de gracia y han sido, por su respuesta, transparen-cia de santidad (89)L. a contemplación y consideración de estas vidas, resplan-dores de la luz de Cristo, es un motivo suficiente, según Pablo VI, para que la hagiografía sea una escuela de edificación cristiana donde se aprende, de la mano de "verdaderos hombres y verdaderos cristianos7' el arte de llevar una vida concorde con el Evangelio. En todo momento es consciente, y así lo manifiesta, de que "la Iglesia es un misterio, no sólo en el sentido de la profundidad escondida de su vida, sino también en el sentido de que es una realidad no tanto humana, histórica y visible, sino también divina y superior a nuestra normal capacidad cognosciti-va; tal y como hoy la vemos, la Iglesia es ella misma un signo, un signo sacro, un sacramento, que ahora no podemos conocer adecuadamente en su verda-dera e interior plenitud"(9". Es dentro de este contexto donde Pablo VI presenta un conjunto de intervenciones que mencionan, directamente unas y otras por evocación, a la santidad de la Iglesia como algo que, siendo ya un hecho, espera su cumpli-miento escatológico. En efecto, dentro el elenco de nombres aplicados a la Iglesia y que ayudan a comprender su profunda e íntima realidad, Pablo VI presenta el apelativo de "Jerusalén celeste"(92)T. ambién utiliza la figura de la "ciudad", figura que le hace evocar la clásica definición de la Iglesia ofrecida por san Roberto Bellarmino y presentar los buenos servicios que el concepto jurídico presta para una correcta comprensión de la Iglesia. Pero reconoce que "la concepción de la Iglesia como una 'civitas'. . . presenta muchas cuestiones, (88) Cfr. Alocución al Sacro Colegio con ocasión de la Navidad (22-12-1975), en: IN, vol. XIII (1975), pág. 1557. (89) "Es el honor de Dios, que profesamos exaltando la santidad de una criatura humana; en ella identificamos la irradiación de Cristo; celebramos la única luz de nuestro mundo reli-gioso, al presentar a la veneración de la Iglesia una vida en la que aquella luz repercute y resplandece": Alocución en la canonización de J. Billiart (22-6-1969), en: IN, vol. VI1 (1969), pág. 442. En marzo del año 1969 aparece el Motu propio Sanctitas clarior: AAS 61 (1969), págs. 149-153. Con él se restructuró el procedimiento seguido en las causas de los santos. En su interesante preámbulo aparece algo ?sí como un estatuto teológico de la santidad. Cfr. B. PEYROUS, La sainteté dans I'Eglise depuis Vatican II: NRTh 107 (1985), pág. 642. (90) Alocución en la canonización de Teresa de Jesús Journet e Ibars (27-1-1974), en: IN, vol. XII (1974), pág. 71. (91) Alocución en la audiencia general (27-4-1966), en: IN, vol. IV (1966), págs. 761-762. (92) Ibídem, pág. 762. 174 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA la primera es la de los defectos, que tal realización de la Iglesia puede presen-tar"; pero lo anterior no representa ningún inconveniente para recordar que "la misma Ciudad se transformará de terrena en celeste, es decir que es y será la Ciudad de Dios; que en el tiempo, en la tierra, es ya santa en su diseño y en sus poderes, pero en camino de purificación y santificación en sus hechos y en sus miembros; pero que un día será radiante y gloriosa, como la Jerusalén santa, que Juan ve en el Apocalipsis, que 'tenía la gloria de Dios' (21,11)"("'). Entonces aparecerá con toda claridad "la forma espléndida y perfecta que Cristo ha querido modelar para su Iglesia" ('?l. Él hace esta afirmación y profesión de fe al tiempo que recuerda el conocido párrafo de Ef 5,25-27. 4. CONCLUSION. Al final de este itinerario nos queda en la mente que Pablo VI no se ocupa de la santidad de la Iglesia, ni de las otras tres propiedades eclesiales, en un contexto apologético. Considera la santidad como un don de Dios a la Iglesia, por medio de Cristo, y como una tarea que reclama la responsabilidad de la entera comunidad eclesial y de cada bautizado. Cuando la Iglesia procla-ma su santidad confiesa, sobre todo, la gracia y la fidelidad de Dios. Tal confe-sión requiere una gran humildad, pues continuamente se encuentra frente al hecho de la incoherencia humana, de la infidelidad de los bautizados y de la escasa santidad de los creyentes en Jesús. No obstante, Pablo VI evita dete-nerse en los aspectos defectuosos de la Iglesia. No es partidario del empleo indiscriminado de todas aquellas expresiones que pudieran suponer una acen-tuación de la sombra del pecado, de modo que esta trágica realidad pareciera ser más fuerte que la santidad sustancial de la Iglesia. La insistencia en la Igle-sia en cuanto pueblo de Dios, no debe hacer olvidar el punto de vista ontoló-gico, es decir, su relación constitutiva con Cristo y con el Espíritu de Cristo resucitado, principio santificante. Desde ahí es posible salvaguardar la santi-dad de la Iglesia con la distinción, hecha por Pablo VI en los momentos opor-tunos, entre santidad objetiva y el pecado de los miembros de la comunidad eclesial. El deseo de verla como Cristo la pensó y el amor hacia ella deben ir unidos'""; tal amor debe ser más intenso cuanto mayores son las necesidades y (93) Alocución en la audiencia genernl'(25-5-1966), en: IN, vol. IV (1966). págs. 787-788. Observemos que este texto está en magistral consonancia con la afirmación conciliar quc presenta a la Iglesia "santa y necesitada de purificación", avanzando "continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación": LG n. 8. (94) Alocución en la a~~diencgiean eral (5-6-1074),c n: IN, vol. XII (1974), pág. 527. (95) Aloc~tcióne n el Angelus (26-O-1971),e n: IN, vol. 1X (1971), pág. 834. FERNANDO CHICA ARELLANO 175 las deficiencias eclesiales, es así como se favorecerá una "línea metodológi-ca.. . de observación positiva"(yhq) ue descubrirá los aspectos estimulantes de la realidad eclesial y nos animará a tomar una actitud de sana vigilancia crítica, comenzando por nosotros mismos. Sólo desde esa estupenda realidad de una luz que es más potente que las tinieblas, sentiremos la urgencia de vivir en plenitud la pertenencia a la Iglesia; podremos admitir la necesidad de conversión y llevaremos adelante las reformas necesarias sin caer en la desilusión o en el abandono del ímpetu renovador. El papa Montini, en una época de profundos cambios, indicó el camino que había de seguir la Iglesia, semper reformanda, para que, purificada de sus propios fallos y defectos, se dispusiese, ya desde ahora, a participar en el defi-nitivo resplandor del Tabor. Mientras tanto, en la anual fiesta de la Transfigu-ración, Cristo nos hace ver "el destino trascendente de nuestra naturaleza humana, que El ha asumido para salvarnos, destinada también, por haber sido redimida por su sacrificio de amor irrevocable, a participar de la plenitud de la vida, de la 'herencia de los santos en el reino de la luz' Fernando Chica Arellano (96) Alocución en la audiencia general (20-10-1971), en: IN, vol. 1X (1971), pág. 918. (97) Alocución en el Angelus (6-8-1978). en: IN, vol. XVI (1978), pág. 588. La cursiva es nues-tra. Aparece la cita de Col 1,12. Este párrafo está tomado del texto del discurso, prepara-do para el Angelus, que Pablo VI no pudo pronunciar, como era su deseo, ante los pere-grinos que acudieron a Castelgandolfo, por causa de su enfermedad. El Papa entró en la paz del Señor la noche de aquel día, fiesta de la Transfiguración.
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Colección | Revista Almogaren ISTIC |
Título y subtítulo | El amor de Pablo VI por la Iglesia santa. Algunas notas para la comprensión de esta propiedad eclesial en el magisterio montiniano |
Autoría principal | Chica Arellano, Fernando |
Entidad | Centro Teológico de Las Palmas |
Publicación fuente | Almogaren. Revista del Centro Teológico de Las Palmas |
Numeración | Número 20 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Instituto Superior de Teología de las Islas Canaria |
Fecha | jun-97 |
Páginas | pp. 157-175 |
Materias | Religión ; Iglesia |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 868278 Bytes |
Texto | ALMOGAREN 20. (97). Págs. 157-175. O CENTRO TEOLOGICO DE LAS PALMAS EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA Algunas notas para la comprensión de esta propiedad eclesial en el magisterio montiniano. FERNANDOC HICAA RELLANO "Miremos a la Iglesia como la vio, y la ve Jesús desde el cielo: penetrada, encendida, santificada por su Espíritu.. . Jesús la ve hermosa.. . como una lámpara encendida.. . que alborea ante sí una luz nueva ... Aquí celebramos la santidad de la Iglesia, porque invoca la misericordia de Dios para las debilidades y deficiencias de nosotros pecadores " O. INTRODUCCION L a santidad cristiana es la meta hacia la que se encamina paulatina-mente la vida espiritual del cristiano. Es el don primigenio que constituye la existencia cristiana, el misterio de la gracia que hace de una simple criatura un hijo de Dios. Pertenecer a la Iglesia significa ser llamados cotidianamente a la santidad como exigencia intrínseca y constituyente de dicha pertenencia. La santidad, por consiguiente, no es un lujo, ni algo tangencia1 en el itinerario de la Iglesia, ni el patrimonio de una casta, ni algo sólo reservado a una pequeña porción de elegidos. Al contrario, no ser santos es la única tristeza que merece la pena ser tenida en cuenta por el cristiano. El Vaticano 11 lo recuerda de algún modo mientras subraya insistentemente que para el creyente ser santo es un regalo y un quehacer (cfr. LG n. 40). 158 EL AMOR DE PABLO VIP OR LA IGLESIAS ANTA Con esta base no deja de sorprender que el tema de la santidad, tanto reflexiva como prácticamente, encuentre en la actualidad dificultades para su planteamiento. La resistencia se percibe no sólo en la escasez de publicaciones al respecto sino también en los escollos que se palpan cuando se trata de pro-poner a los demás la necesidad de alcanzar la perfección en la vida cristiana. A la hora de hacer un balance, las lagunas detectadas resultan más paradójicas cuando tomamos como nivel referencia1 para nuestra ponderación el magiste-rio del último concilio ecuménico, los horizontes que dilató, las esperanzas alentadas, las expectativas que suscitó. El capítulo V de la constitución Lumen Gentium constituyó un hito de especial importancia y se tuvo en alta estima. Encajaba de lleno en la eclesiología del pueblo de Dios"). Sin embargo, con el paso de los años, en este campo se ha ido produciendo una paulatina dejadez y obscure~imiento'~E'.n el postconcilio, la irrupción de corrientes secularistas, la extensión del materialismo, la progresiva implantación de tendencias hedo-nista~ y un auge del relativismo, han procurado que el pensamiento se vaya haciendo cada vez más hermético a todo lo que tenga que ver con la trascen-dencia y lo mistérico, con el deseo de gozar íntimamente de Dios. Por lo mismo, ha ido cambiando la concepción del quehacer intramundano del hom-bre. Términos como "santidad-perfección" han caído en las redes de la sospe-cha. Todo lo relacionado con ellos se ha tildado de alienante, irreal, descon-textualizado e inútil. En este sentido conviene, pues, despejar el panorama de posibles malentendidos y presentar la vida en Cristo de una forma audaz y sin remil-gos, tibiezas o mediocridades. A la plenitud de la vida evangélica estamos Ila-mados todos. Forma parte de nuestra identidad. La santidad es, por tanto, un requerimiento de la propia fe. Hablar de ella, hacerla atrayente, presentarla de modo habitual, lograr que las personas individuales y las comunidades cris-tianas sean receptivas a toda iniciativa que se encamine en esta dirección, se está convirtiendo en un presupuesto pastoral de primera importancia además de ser camino obligado para la reforma de la Iglesia hoy"). Siguiendo esta línea, no es de extrañar que, al convocar el gran Jubileo del año 2000, en su carta apostólica Tevtio millennio ndveniente, Juan Pablo 11 no haya dudado en (1) Cfr. M.M. ALVAREZ ROBLES, Vocacirín universal u la santidod. GCnesis y contenido del cap. V de la Constitución "Lumen gentium": StudLegionense 29 (1988), págs. 201-312; M. LABOURDETTE, La santidad, vocaciún de todos los nziembros de la Iglesia, en: G. BARAUNA (ed.), La Iglesia del Vaticano II. Estudios en torno a la Constitución conci-liar sobre la Iglesia, vol. 11 (Barcelona 1966), págs. 1061-1064; K. RAHNER, Uber die evangelischen Rate: GuLeb 37 (1964), págs. 17-37; J.M. CORDOBES, Santidad y Conci-lio Vaticano II: RevdEsp 34 (1975) 155: J. OLAZARAN, Bibliografla sobre la snntidad: Manr 36 (1964), págs. 259-274. (2) Cfr. D. DE PABLO MAROTO, La espiritltalidad del Concilio Vaticano II. Bibliografía fundamental: RevdEsp 34 (1975). págs. 235-238. (3) Cfr. S. GAMARRA, Teologia espiritzlnl (Madrid 1994), págs. 177-181. FERNANDO CHICA ARELLANO 159 declarar que el objetivo primordial de estas celebraciones sea el robusteci-miento de la fe y del testimonio de los cristianos. De ahí que el Santo Padre afirme que "es necesario suscitar en cada fiel un verdadero anhelo de santi-dad, un fuerte deseo de conversión y de renovación personal en un clima de oración siempre más intensa y de solidaria acogida del prójimo, especialmente del más necesitado" (n. 42). Sabiendo esto, las presentes páginas quieren ponerse al servicio de ilu-minar la íntima vinculación entre santidad e Iglesia. Más aún, pretenden abor-dar este argumento de la mano de un pastor cuya luz brilla cada día con mayor fulgor. Me refiero a Pablo VI. Esbozaremos algunos aspectos de la eclesiología de este colosal pontífice que concebía el estudio de la Santa Igle-sia como una maravillosa escuela(4)P. or tanto, el objeto del presente trabajo se concreta en una somera presentación de la santidad de la Iglesia según Pablo VI. Al estudiar a esta figura deseo hacerlo siguiendo los criterios que nos da Juan Pablo 11 para ello. Dirijo la atención a este personaje para profundizar en su doctrina con amor, con rigor cient@co, y con el convencimiento de que su herencia espiritual continúa enriqueciendo a la Iglesia y a la h~manidad'~). Pablo VI supo vincular de forma elocuente los términos santidad e Igle-sia de modo que para él la primera no era más que una coherencia: ser lo que somos, ser en plenitud lo que estamos llamados a ser. Y esto en la Iglesia y como Iglesia. Entonces, el cuerpo de Cristo se comprende como camino de santidad, como itinerario informador de una perfección cristiana buscada y encarnada cotidianamente, pero la Iglesia concebida como nuestro Señor la engendró, quiso y amó. Sólo así podrá confesarse que la Iglesia no sólo es santa sino también santificante@)D. e esta manera la Iglesia puede considerar-se la clave de lectura de la vida, del pastoreo y del legado de Juan Bautista Montini '7). La "visión total y espiritual de la Iglesia" producía en el ánimo del pon-tífice una "característica emoción" y la impresión de una "original belleza", la de la "forma espléndida y perfecta que Cristo ha querido modelar para su Iglesia" Esto no le impidió ser consciente, y hacerse eco, de las interpelaciones que surgen a menudo en lo recóndito de aquellos que oyen mencionar la san- (4) PABLO VI, Alocución en la audiencia general (27-4-1966), en: Insegnamenti de Paolo VI. vol. IV, (Citta del Vaticano 1966), pág. 762 [Para referirnos a esta colección de pronuncia-mientos pontificios utilizaremos las siglas IN y el año del volumen entre paréntesis]. (5) Cfr. JUAN PABLO 11, Alocución a los miembros del Instit~lto Pablo VI (26-1-1980), en: Insegnamenti di Giovanni Paolo 11, vol. II1,l (Citta del Vaticano 1980), pág. 118. (6) Cfr. G.B. MONTINI, Meditazioni (Roma 1995), págs. 43-44. (7) Cfr. J.L. GUTIERREZ GARCIA, El legado de Pablo VI (Madrid 1981). (8) Alocución en la audiencia general (5-6-I974), en: IN, vol. XII (1974), págs. 526-527. 160 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA tidad de la Iglesia y confrontan esta afirmación con la torpe, y a veces oscura, realidad e~lesial'~N'.o desconoce que ella cobija en su seno a pecadores y que, en los hombres de los que está compuesta, peca o puede pecar'"). Pero este aspecto no lo tocaremos, para no alargarnos demasiado. Por igual motivo, tampoco disertaremos sobre el punto de la reforma de la Iglesia, íntimamente conectado con el anterior'"'. 1. LAS FUENTES DE LA ECLESIOLOGIA MONTINIANA: UNA RICA HISTORIA ECLESIAL Y UNA PROFUNDA FORMACION TEOLOGICA. La intención que justifica este punto introductorio no es la de hacer una biografía de Pablo VI (1897-1978), ni un recorrido de su pontificado (1963- 1978) con su correspondiente análisis pormenorizado ('2'. Sólo resaltar que toda la vida de Juan Bautista Montini fue un continuo progresar en el misterio de la Iglesia. Su entera biografía, desde su grata y honda experiencia de iglesia d~mé s t i c a "h~a)s ta su ministerio como Vicario de Cristo, es un cúmulo de polié-dricas vivencias eclesiales (14). (9) Los mismos padres conciliares no dudaron en afirmar esta convicción cuando escriben que "aunque la Iglesia, por virtud del Espíritu Santo, se ha mantenido como esposa fiel de su Señor y nunca ha cesado de ser signo de su salvación en el mundo, sabe, sin embar-go, muy bien que no siempre, a lo largo de su prolongada historia, fueron todos sus miem-bros, clérigos o laicos, fieles al espíritu de Dios. Sabe también la Iglesia que, aún hoy día, es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los mensajeros a quienes está confiado el Evangelio" (GS n. 43). (10) "Sí, sí, los hombres que forman la Iglesia están hechos de la arcilla de Adán y pueden ser, y con frecuencia lo son, pecadores. La Iglesia es santa en sus estructuras, y puede ser pecadora en los miembros humanos en los que se realiza; es santa en busca de santidad; es santa y a la vez penitente; es santa en sí misma, enferma en los hombres que le pertene-cen": Alocución en la audiencia general (20-10-I965), en: IN, vol. 111 (1965), pág. 1.071. (11) Una visión de conjunto de la eclesiología montiniana puede hallarse en: A. ANTON, El misterio de la Iglesia. Evolución histórica de las ideas eclesiológicas, vol. 11 (Madrid-Tole-do 1987), págs. 953-985. (12) Para este tema cfr. P. ARATO, Paulus P.P. VI, 1963-1978. Elenchus bibliographicus (Roma 1981). Aquí se ofrece abundante material bio y bibliográfico relacionado con la vida y actividad de Juan Bautista Montini tanto antes como después de su elección para ocupar la silla petrina en Roma: cfr. Ibídem, págs. 1-17, (13) "G.B. Montini permanecería toda su vida influenciado por su ambiente familiar, que se caracterizaba por una profunda piedad eclesial y a la vez por un sentido de la laicidad amparando los valores~humanos,~acsoím o por una gran apertura a la cultura francesa": R. AUBERT, Paul VI, 85. (14) Para tener una panorámica de esta riqueza de personas, ideas, acontecimientos y fechas más significativas oue ialonan su existencia. Cfr. J. GUITTON. Diálo~os con Pablo V1 ( ~ a d r F d1 967); R. AUBERT, Paul VL Not 14 (1987)rpágs. 85-95; J. C~PPENS,C hroni-ca. In Memoriam. Sa Sainteté Paul VI: EphThLov 54 (1978), págs. 375-393; G.F. SVI-DERCOSCHI, Ritratto di un Papa: Not 7 (1983), págs. 42-50; C. CALDERON, Montini, Papa (Salamanca 1963); ID., Iglisia con Pablo VI (~damanca 1964) FERNANDO CHICA ARELLANO 161 Estamos ante un Papa que, cada instante, nos descubrió cómo se ama, se contempla(15)s, e trabaja y cómo se sufre con la Iglesia, por la Iglesia, a causa de la Igle~ia"~P)o. r esta razón se puede aseverar que el secreto para la com-prensión de su trayectoria vital y su ministerio no es otro que la misma Iglesia ("). De todo el transfondo biográfico del Papa de Brescia baste con recor-dar que su línea noética estuvo marcada por "la apertura a un modo teológico nuevo, moderno, de observar, estudiar y entender la Iglesia -sub lumine Revelationis- en su realidad concreta e histórica, mediante un método experi-mental, inductivo, científico" (18)E. ste procedimiento, aunque no fuera usual ni predilecto por la cultura eclesiástica preponderante, sí que era el propio de la intelectualidad cristiana más sensible a la vida del mundo contemporáneo y a la tradición de la Iglesia. Se puede sostener que la "verdad antigua, que identi-fica, en la auténtica visión cristiana, la lex orandi y la lex credendi, robusteció, alimentó, y desarrolló en él una doctrina acerca de la Iglesia, mucho más viva, sana, penetrante y multiforme que la de la media del clero contemporá-neo"( I9). Ello no quiere decir "que fuera avanzada sobre su tiempo, aun menos de vanguardia. Al contrario, desde la distancia histórica, aparece asombrosa-mente clásica, incluso tradicional" (20). Es fácil verificar que sentía una gran admiración ante los teólogos fran-ceses modernos, promotores de la renovación de la teología católica. Por lo que respecta a los clásicos del pensamiento cristiano, como san Ambrosio, san Agustín y santo Tomás de Aquino, estuvieron muy presentes en su reflexión teológica y en los orígenes de su pensamiento eclesiológico ("). En su madura-ción se aprecia un cierto peso de la Escuela de Tubinga y de cualificados representantes de la perspectiva personalista y del despertar del sentido comunitario en la Iglesia. La influencia de J. Maritain, desde la filosofía, y de (15) "Queremos contemplarla, más que en la crónica-historia exterior, en su interna vitalidad y en su dinamismo, con la garantía de la promesa del Fundador, y en ella inmersos por el soplo indefectible del Espíritu Santo...": Alocución al Sacro Colegio (23-7-1978), en: IN, vol. XVI (1978), píig. 495-496. (16) Cfr. D. ANGE, Paolo VI. Uno sguardo profetico, vol. 1 (Milano 1980) 149. (17) La Iglesia fue un tema omnipresente en su magisterio. Es difícil encontrar un documento en el que no se le dedique algunas líneas. Solamente hay un año en el que no aparece nin-guna homilía sobre la Iglesia, el año santo de la Reconciliación de 1975. Pero la exhorta-ción Paterna cum benevolentia, con la que se inauguraba el mencionado año, trata casi por completo sobre la Iglesia roponiendo una bella doctrina en torno a la sacramentali-dad de la Iglesia: cfr. AAS 67 fi975), págs. 5-23. (18) V. PERI, Appunti per un'indagine sull'ecclesiologia di Paolo VI. Titoli di originalita dell' "Ecclesiam Suam": RSLetRel17 (1981), pág. 419. La cursiva es nuestra. (19) Ibídem, pág. 433. (20) Ibídem, pág. 449. (21) El papa Montini exclama con fuerza: "iCuán grato nos sería detenernos en los recuerdos que de la Sagrada Escritura, de los Padres, de los doctores, de los santos, afluyen a nuestro espíritu alpensar de nuevo en este punto luminoso de nuestra fe": ES n. 31. 162 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA Ch. Journet, desde la dogmática, hizo posible la síntesis primigenia sobre la que se articuló su meditación sobre la Iglesia. Sus elementos cardinales serían: lo mejor de la nouvelle théologie, por la aportación de H. de Lubac, y la refle-xión teológica de autores de primera plana en el proceso de renovación de la eclesiología, como Congar y Hamer. Sobre estos pilares forjó su eclesiología. 2. APROXIMACION AL MAGISTERIO ECLESIOLOGICO DE PABLO VI. Tenemos datos suficientes para garantizar que, en la médula del pensa-miento de Pablo VI, siempre se encuentran, estrechamente unidos, Cristo y su Iglesia['2). Acerca de las investigaciones sobre ésta última pudo decir que era "el capítulo más atrayente de la moderna teología" lz3). Por expresivos, me detendré reiteradamente dos pronunciamientos cumbres del itinerario eclesio-lógico de Pablo VI. En primer lugar, descuella el magnífico discurso de apertura de la segunda sesión del Vaticano Esta intervención dará al concilio "una orientación precisa, a la vez que abierta y teológicamente fundada" ("). Las palabras del Papa focalizan la única angulatura nítida para la profundización en el misterio eclesial: la de Cristo''". No es extraño que el P. Congar, perito conciliar, quedara impresionado por la "llamativa y elevadísima afirmación cristocéntrica" de este texto(27)V. emos así cómo, desde los inicios de su ponti-ficado, se hace presente lo que en él iba a ser una constante: su cristocentris-mo eclesiológico ('X). (22) "La expresión de la conexión entre Cristo y la Iglesia asume en Pablo VI en muchos momentos acentos casi místicos. Con vigor impresionante ha captado y proferido cómo la consistencia, la fuerza, la verdad, la vida ... de la Iglesia deriva de Jesucristo": R. BLAZ-QUEZ, en: AA.VV., Paolo VI e i problemi ecclesiologici al Concilio. Colloquio interna-zionale di studio (Brescia 19, 20 y 21-9-1986) (Brescia 1989), pág. 201. Cfr. ANTON, El misterio de la Iglesia, vol. 11, págs. 957-961. (23) Alocución en la audiencia general (5-6-19741, en: IN, vol. XII (1974), pág. 526. (24) Cfr. Discurso de Pablo VI: Apertura segunda sesión conciliar (29-9-1963), en: Concilio Vaticano 11. Constituciones. Decretos. Declaraciones (Madrid 1966'), págs. 957-971 [cita-do Vat.11-BAC]. (25) R. AUBERT, Paul VI, un "pontificat de transition": RNouv 48 (1978), pág. 615. (26) El P. Antón afirma que este discurso es la "mejor expresión" de pensamiento eclesiológi-co de Pablo VI y que en él "opta por una eclesiología que parte de la Iglesia misterio de fe ... Pablo VI va más allá v señala concretamente el cristocentrismo como la única ~osibi-lidad de profundizar el miSterio de la Iglesia.. . De este cambio espera el papa que Ll Vati-cano 11 elabore, como su primer objetivo, una noción renovada de Iglesia que sea fruto del trabajo de reflexión teológica que la asamblea está llamada a hacer sobre el misterio eclesial": ANTON, El Misterio de la Iglesia, vol. 11, págs. 952-953. (27) Cfr. Y.CONGAR, La concile au jour le jour, deuxieme session (París 1964), pág. 84. (28) Pablo VI alude en la Ecclesiam Suam a que el "primer fruto de la conciencia profundiza-da de la Iglesia sobre sí misma es el renovado descubrimiento de su vital relación con Cristo", n. 30. FERNAI~DOC HICA ARELLANO 163 Estas palabras de inauguración se convertirán en el anticipo de la pri-mera encíclica papal, la Ecclesiam Suam('". Esta carta es tenida como progra-ma del nuevo pontificado, "de tal manera que en buena lógica, se le puede considerar como una redacción previa7'("''. En efecto, la Ecclesinm Suam cons-tituye una clave hermenéutica del pensamiento, de la eclesiología y de la acción pastoral de Pablo VI'"'. Montini estimaba que las bases de la eclesiología moderna se encuen-tran en dos documentos "recientes: la encíclica Mystici Corporis (29 de junio de 1943) y, más autorizado que cualquier otro, la constitución dogmática Lumen Gentium" ('". Esta última afirmación nos indica una doble fidelidad, que estará siempre presente en el magisterio montiniano. De esta manera, centrándose en la órbita de la "síntesis magistral" ("' de Pío XII, tomó, como lúcida opción metodológica, no separar Magisterio y reflexión teológica. Ello le fue muy útil para marcar las distancias con la reacción integrista desarrolla-da en los últimos años de su inmediato predecesor y estar al tanto, de forma acogedora, del movimiento de renovación teológica y eclesiológica. Con estos presupuestos no es errado subrayar "que, por lo que concierne a la naturaleza íntima de la Iglesia, la eclesiología del papa Montini es la de la Mystici Corporis" (i4'. Por otra parte, es obvio que Pablo VI encarnó y profundizo su pensa-miento ba,jo el signo de la aplicación de la eclesiología del Vaticano 11'"'. Todo su pontificado supuso un continuo denuedo para que el concilio pasara a (29) Cfr. AAS 56 (1964), págs. 609-659. La Ecclesinni Surtn~ abre una serie dc siete encíclicas que se cerraría con la polémica Hzlninnae Vitae. R. AUBERT ofrece un elenco dc los principales documentos pontilicios de Pablo VI: cfr. R. AUBERT. Puitl VI: Not 14 (1987), págs. 92-93. Un comentario a la cncíclica puede verse en: 1NSTlTUTO SOClAL LEON XIII. El dirílogo segiin la mente de Pablo VI. Conzenrrrrios tr la "Ecclesianz sitnn?" (Madrid 1968). (30) C. COLOMBO, Cenesi, storin e significato riell'enciclica Ecclesiam Suani, en: AA. VV., "ECCLESIAM SUAM". Prenziere Lertre Erzcvcliqne de Paitl VI. Colloque I~itcrnatioiial (Rome 24,26-10-1980) (Brescia 1982), págs. 131. (31) Son numerosos los artículos sobre la primcra encíclica del Papa Montini. pero creo que es preciso haccr mcnción especial y llamar la atención sobrc cl coloquio internacional pro-movido por el Instituto Pablo VI dc Brescia celebrado en Roma del 24 al 26 de octubrc de 1980 y cuyas actas se encuentran en: AA.VV. "ECCLESIAM SUAM". Premiere Ler-tre Encycliqlle rle P O LV~I . Colloque International (Rome 24,26-10-1980) (Brescia 1982). (32) Alociición eri la antliencia gerzeral (21-7-1971), en: IN, vol. IX (1971), pág. 640. (33) Aloc~lciríne n la cr~ldienciag eneral (5-9-197.7). en: IN, vol. XI (1973), pág. 814. (34) G. COLOMBO, Genesi, 142. Esta tajante asercibn. que puede sorprender por su contun-dencia y que es susceptible de posteriorcs matizaciones, ayuda a no olvidar una de las rcferencias continuas de Pablo VI. (35) Este criterio "no consisic en la mera repetición de su doctrina l a s citaciones de los deci-e-tos conciliares son obviamente muy frecuentes en sus intervenciones magisteriales-, sino en su fiel interpretación y adaptación a las nuevas situaciones históricas que atraviesa la Iglesia posconciliar": ANTON, El Misterio tle la Iglesia, vol. 11, pág. 955. Cfr. GUTIE-RREZ. El legado de Pablo VI, págs. 9-1 1. 164 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA la vida de la Iglesia(36)E. sto 10 tomaría con total entereza y aquí pondría un redoblado tesón tal y como dijo en las postrimerías de su ministerio: "Y en este punto deberíamos revelar el pensamiento dominante de:nuestro oficio, es decir, de nuestro servicio al mundo y a la Iglesia. Este pensamiento, es decir, este programa, es para Nos el Concilio Vaticano II"(37). 3. ENFOQUE DE LA SANTIDAD DE LA IGLESIA EN EL MAGISTERIO DE PABLO VI. A lo largo de la amplia y multiforme actividad doctrinal de Pablo VI, y dentro de su magisterio más específicamente eclesiológico, son frecuentes las referencias al tema de las propiedades y notas de la Iglesia. Pero es preciso hacer notar que, por supuesto, no siempre ha sido privilegiada la santidad sobre las otras. En algunos contextos, según la conveniencia, la intención o la necesidad del momento, el acento lo puso en la unidad, en la catolicidad o en la apostolicidad de la Iglesia. En la mayor parte de los casos en los que apare-cen las expresiones santa Iglesia o Iglesia santa, el Papa no se detiene en ofre-cer un análisis de los motivos por los que la Iglesia es santa, ni quizás, tampo-co, tiene la intención de hacer una afirmación formal de la santidad de la Iglesia. Se trata de una manera de hablar y de referirse a la Iglesia. Desde los inicios de su pontificado lanzó su invitación a dirigir la mirada a la "Iglesia de Dios en la tierra, una, santa, católica y apostólica" En el mismo año, y en uno de sus habituales encuentros de los miércoles, hallamos que "la catequesis del Papa se hace didascálica" ("1. Evitando expresiones que pudieran resultar extrañas a su auditorio, anuncia la verdad salvífica con simplicidad evangélica. Se ocupa de las notas de la Iglesia; invita a los peregrinos a tenerlas en cuenta y ayuda a recordar algunos aspectos de sus respectivos signifi~ados'~~). (36) Cfr. B. SORGE, In memoria de Paolo VI: CivCat 129 (1978/3), págs. 350-359. Existen artículos que no son muy optimistas respecto al quehacer montiniano. Son reflejo del ambiente de contestación propio de la segunda etapa del citado pontificado: Cfr. P. COLLELLA, Il pontificato di Paolo VI dalla fine del Concilio Vaticano II ad oggi sulla base dei suoi atti e dei suoi discorsi: Tetto 9 (1972). ~ á g s3.4 7-363. ,,l u 37 Alocución en la audiencia general (21-6-1978), en: IN, vol. XVI (1978), pág. 489. I3 8I Discurso de Coronación (30-6-1963),e n: IN, vol. 1 (1963), pág. 25. (39) B. GHERARDINI, La santita della Chiesa nella catechesi di Paolo VI: DoctCom 40 , , (1987), pág. 33. (40) ''¿Conocéis las así llamadas 'notas' de la Iglesia?, jaquellos aspectos visibles de la Iglesia que nos deben atraer y maravillar: la unidad, la santidad, la catolicidad y la apostolicidad? Los teólogos ven en estas notas las propiedades visibles, los signos de la obra divina de la Iglesia: una por la unidad de fe, de culto y de autoridad suprema; santa por los sacramen-tos, las leyes y el gobierno, que son otras tantas fuentes o instrumentos de santificación y de salvación; católica por su incesante propagación por el mundo; apostólica por la consti-tución jerárquica que la une a Pedro y a los Apóstoles en la sucesión de los legítimos poderes de orden, de magisterio y de gobierno": Alocución en la audiencia general (2-10- 1963), en: IN, vol. 1 (1963), págs. 493-494. FERNANDO CHICA ARELLANO 165 En el crepúsculo de sus días, encontramos una clara distinción entre propiedades constitutivas y notas de la comunidad eclesial. Diferencia el pontí-fice los dos significados de las expresiones una, santa, católica y apostólica referidas a la Iglesia: "uno, aquel de propiedad de la Iglesia, es decir, manera de ser, cualidad inherente a la naturaleza de la Iglesia, y en este sentido son verdades misteriosas, que sólo la fe recoge, medita y celebra; el otro significa-do, en cambio, es el que se deriva de su manifestación exterior, y bajo este aspecto estas benditas palabras llegan a ser, como se dice, notas, es decir, sig-nos humanamente cognoscibles, que documentan a quien los sabe observar en el esplendor milagroso de la Iglesia" (41). En otro momento, Pablo VI hace notar que las mencionadas formula-ciones presentan "las cuatro causas esenciales de las que la Iglesia deriva su vida trascendente: por la causa eficiente la Iglesia es apostólica; por la causa formal se define una; por la causa material es católica; y por la causa final debemos llamarla, a la Iglesia, santa"(42)E. n el de la coronación el papa soste-nía que "la Iglesia católica.. . es lo más grande y santo que hay en la tierra. En efecto: fue fundada por Cristo y redimida por su sangre; es una esposa inma-culada y confiada.. ." (43). Y en el ya aludido discurso de apertura conciliar declaraba el pontífice que "el Concilio pretende dar o acrecentar a la Iglesia la hermosura de perfección y santidad que sólo la imitación de Cristo y la mística unión con El, en el Espíritu Santo, le pueden conferir" (44). En ambas ocasiones descubrimos palabras, como esposa, unión, acrecentar, perfección, que nos dan una primera orientación para vislumbrar el tratamiento que la santidad de la Iglesia recibirá en el magisterio del papa Montini. Estos vocablos aparecerán en diferentes circunstancias y siempre en íntima relación con la expresión "santa" aplicada a la Iglesia, en su doble significado de propiedad, modo de ser que deriva de su vocación de pueblo de Dios, y como nota o cualidad exte-rior ("5'. Hechas estas precisiones metodológicas introductorias veamos los prin-cipios trascendentes de la Iglesia santa(46)la, cual, utilizando una imagen de (41 Alocución en la audiencia general (28-7-1977), en: IN, vol. XV (1977), págs. 373-378. (421 Alocución en la audiencia general (1781977). en: IN. vol. XV (1977). pig.,766. Para apo-yar su afirmación, hace una referencia a la obra de CH. JOURNET, L'Eglise du Verbe incarné, 2 vols. (París 1951). (43) Discurso en la Coronación (30-6-1963), en: IN, vol. 1 (1963), pág. 24. (44) Discurso de Pablo VI: Apertura segunda sesión conciliar: (29-9-1963): Vat.11-BAC, pág. 964. (45) Cfr. Alocución en la audiencia general (4.11-1972), en: IN, vol. IX (1972), pág. 1.120. (46) Se trata de principios que explican la santidad de la Iglesia. A lo largo de toda la serie de homilías y alocuciones donde aparecen, con frecuencia surgen en forma de respuestas a interpelaciones tales como ¿por qué la Iglesia es santa?, ¿qué quiere decir que la Iglesia es santa? Cfr. Alocución en la audiencia general (20-10-1965), en: IN, vol. 111 (1965), págs. 1.069-1.071; Alocución en la audiencia general (20-10-1971), en: IN, vol. IX (1971), págs. 919- 921; Alocución en la audiencia general (17-8-1977), en: IN, vol. XV (1977), págs. 766-767. 166 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SAN I A Pablo VI, es "la zona de luz celeste proyectada sobre el mundo" '"'. En algu-nas circunstancias dichos principios aparecen agrupados, a modo de sumario. En otros momentos están presentes de forma aislada. Aquí, aun con el riesgo de perder la visión de conjunto de cada intervención magisterial o el contexto ofrecido por la totalidad del discurso u homilía correspondiente, los hemos individualizado siguiendo un orden sistemático que estructura el presente apartado. Con los oportunos comentarios y acotaciones procuraremos recupe-rar, en la medida de lo posible, el marco contextual de la correspondiente intervención magisterial, que, en la mayoría de las veces será oral. 1. LA IGLESIAE S SANTA POR SU ORIGEN TRINITARIO. El pontífice reconoce que el título de santa no se encuentra explícita-mente aplicado a la Iglesia en la Sagrada Escritura. Sin embargo, él presenta el texto de Ef 5,33, del que se deduce tal aplicación. En el podemos observar que, desde el primer instante, la Iglesia ha reconocido el contenido del men-cionado título como un don y una tarea. En efecto, la santidad es regalo de Dios, ya que "la santidad encuentra su plena y originaria expresión en Dios y desde Dios, santo por esencia y pri-mera fuente de toda santidad. Por ello la Iglesia es santa en cuanto se refiere a Dios, por medio y en virtud de Cristo, que santa la concibió y la fundó, que santa la hace y continuamente la está haciendo con la infusión del Espíritu Santo" (J'l. Por eso la Iglesia es "Ecclesin de Trinitate, es decir, la Iglesia es el Christus totus que, en el Espíritu Santo, une la humanidad a la vida divina donde el Padre de las Luces se expresa en su Verbo para unirse ambos en este amor mutuo que es el Espíritu Santo"('"). De este modo, la Iglesia está vincula-da íntimamente al proyecto salvífico de Dios. Está ligada a aquella decisión anterior a los tiempos que la asocia a Dios. Tal resolución, la considera siem-pre animada por el Espíritu Santo, la hace continuación histórica del Verbo encarnado y la constituye, tal y como indica Pablo VI en la misma alocución, "santa en su naturaleza ..., en las verdades divinas a ella confiadas y por ella enseñadas.. . en sus sacramentos.. . en su liturgia y en su oración.. . en su ley, es decir en la pedagogía con la que guía a los hombres a la comunión por las sendas del Evangelio y a vivir en la comunidad" Ii"). Pero, si bien la santidad de la Iglesia es un don de Dios, también "es, sobre todo, una tarea implicada en la vocación de la Iglesia y de cada cristiano (47) Alociición en ln Aildiencin general (20-10-1971). en: IN. vol. IX (1971), pág. 920. (48) Al o c ~ i c i óe~n ~la audirnciri geriernl (20-10-1965),e n: IN, vol. 111 (1965). pág. 1.070. (49) Alocucicín Vivissimrr gioia, en la aperturcr del nilevo año j~lrlicinl de la Sagrada Rotci Ron~rr-na (8-2-197.?), en: IN, vol. XI (1973). pág. 135. (50) Ibídein. FERNANDO CHICA ARELLANO 167 a tender incesantemente a la santidad"("). Es decir, en íntima correspondencia y a modo de respuesta, junto a la santidad constitutiva, es preciso que esté presente la santidad moral de los bautizados. En el momento en que esta últi-ma esté ausente en la persona de alguno de sus miembros, esta Iglesia, que "es santa por institución divina, como maestra de verdades divinas, como instru-mento de poderes divinos, como sociedad compuesta de miembros agregados en virtud de principios divinos ... puede ser pecadora en los miembros huma-nos en los que se realiza" f52j. Pablo VI continúa leyendo "con los ojos de la fe el estatuto constitutivo de la santidad de la Iglesia" (53j, y proclama, con la convicción del creyente y con la autoridad del pastor, que afirmar tal propiedad de la Iglesia "quiere decir, sobre todo, que tiene una relación esencial con Cristo, mediador entre Dios y los hombres, y causa de nuestra sal~ación""~j. La Iglesia es el cuerpo de Cristo y es en la conformación con Él, donde Pablo VI sitúa la razón profunda de la santidad de la Iglesia. De la voluntad misma de Cristo surge la Iglesia, cuya fisonomía está dotada de una extraordi-naria belleza, reflejo de la de Cristo fSijA. sí pues, la Iglesia tiene su origen en la encarnación del Verbo. Si además consideramos que la Iglesia es el ámbito privilegiado para la comunicación e íntima comunión de Dios con el hombre, no es extraño que sea considerada, en cierto modo, continuadora de Cristo. Esta continuidad la ejerce la Iglesia prolongando a Cristo en el tiempo como su cuerpo"". Además la Iglesia no tiene más misión que la de Cristo. También en esto es su continuadora("j. (51) ANTON, El Misterio de la Iglesia, vol. 11, pág. 970. (52) Alocución en la audiencia general (20-10-1965), en: IN, vol. 111 (1965), págs. 1.070-1.071. (54) Alocución en la audiencia (1 7-8-1 9771, er (55) Cfr. Alocución en la audiencia general (5-6-1974). en: IN. vol. XII (1974,x w. á-e. (56) "La Iglesia es otro Cristo, es Cristo pasa a tiavés de la historia, es Jesús que se pro-longa en el tiempo, es el cuerpo místico de Cristo": Homilia en San Pedro Damiano (27-2- 1972), en: IN, vol. X (1972), pág. 193. Cfr. Alocución en la audiencia general (15-12-1971). en: IN, vol. IX (1971), págs. 1.102-1.103. (57) "Es claro que la Iglesia vive y trabaja para continuar y difundir la misma misión de Cristo. La idea fundamental que preside toda la doctrina de la Iglesia es la de continuación. La Iglesia es prolongación y desarrollo del Evangelio. La Iglesia lleva a Cristo en el tiempo, en los siglos, en la historia ... ha nacido para dar testimonio": Alocución en la audiencia general (27-7-1966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 821. Pablo VI muestra una perfecta sinto-nía con el concilio. Lo mismo queda de manifiesto en una intervención en las postrimerías de su fecundo pontificado. En ella iriviia a coriteinplar a la Iglesia, que es rebaño y redil construido por el Señor, como familia de Dios que, "como ha dicho el concilio: 'mira sólo a esto: continuar, bajo la guía del Espíritu paráclito, la misma obra de Cristo, el cual ha venido al mundo para dar testimonio de la verdad, a salvar y no a condenar, a servir y no a ser servido' (GS 3)": Mensaje para la XV Jornada de las Vocaciones (10-4-I978), en: IN, vol. XVI (1978), pág. 259. 168 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA Por otra parte, la imagen de la Iglesia como esposa de Cristo sirve para expresar también la vinculación Cristo-Iglesia. Son muchos los textos en los que Pablo VI emplea este término para aludir a la humanidad unida a Cristo con vínculo de amor pleno y ES una formulación que brota espontá-nea del hecho de que la "vida de la Iglesia es su unión con Cristo"(59'.E n otras ocasiones Pablo VI explicita esta idea de forma admirable, poniendo de mani-fiesto, con todo detalle, la acción de Cristo en favor de la Iglesia(60). 3. LA IGLESIAES SANTA POR EL ESPIRITQUU E LA ANIMA. Pablo VI es conocedor de la importancia de Pentecostés. "Se trata del nacimiento de la Iglesia.. . de la infusión del Espíritu de Dios, de la animación sobrenatural de la humanidad" El Espíritu, que está en el origen de la constitución de la Iglesia, prosigue su actividad animadora y santificadora en el seno de la comunidad eclesial y en lo íntimo de cada creyente(62)É. ste es el Espíritu que hace de la Iglesia, que es un cuerpo social y humano, un organis-mo vivo animado por esa Energía, Luz y Actividad que Él mismo es(63'.P or ello la Iglesia es templo de su presencia y otro tanto se puede declarar de cada bautizado, que recibe el Espíritu de Cristo en cada celebración de los sacra-mentos (64). (58) Entre ellos destaca el de una catequesis en la que el papa Montini desarrolla espléndida-mente esta temática. Fue allí donde dijo: ''¿Qué enseña esta alegoría que nos autoriza a llamar a la Iglesia esposa de Cristo? Nos muestra el amor sobre todo amor que Cristo ha tenido por la Iglesia, un amor que, de algún modo, puede ser simbolizado por el matrimo-nio humano, pero que es más sustancial y abismal: que digan los teólogos, que digan los místicos cómo es la unión entre Cristo y la humanidad, derivante de la encarnación.. . Con frecuencia se ha dicho que la Iglesia es un misterio; sí, pero ahora podemos saber, al menos, cuál es la naturaleza de este misterio: es un misterio de caridad, de enamoramien-to de Dios, mediante Cristo, en el Espíritu Santo, del mundo, de la humanidad, es decir, de la Iglesia ... Por tanto nos muestra la unión íntima e indisoluble, y a la vez la distinción de Cristo y de la Iglesia. Nos enseña que la Iglesia no es principio ni fin en sí misma; ella es de Cristo; de él recibe su dignidad, su virtud santificadora, su humilde y excelsa reale-za": Alocución en la audiencia general (15-6-I966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 797. La cursiva es nuestra. (59) Alocución en la audiencia general (24-8-1966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 386. Pablo VI hace una llamada a que esta inescindible unión esté siempre muy presente en la concien-cia del cristiano. Cfr. Alocución en la audiencia general (15-12-1971), en: IN, vol. X (1971), pág. 1.103. (60) "La ha amado.. . no sólo la ha ideado, iniciado, educado, enriquecido con un inestimable tesoro de su palabra y de sus carismas de gracia y de vida espiritual, sino que ha dado su vida, su sangre por ella, por ella ha muerto y ha resucitado, tomando sobre sí, cordero inocente, las penas, las miserias, los sufrimientos, las aspiraciones de la humanidad y cele-brando en sí la redención.. . Tanto ha amado Cristo a la Iglesia que la ha representado, en la célebre similitud de san Pablo (Ef 5,25), como su Esposa, y ha señalado el amor exis-tente entre El, Cristo, y la Iglesia, como el paradigma más alto y pleno del amor": Alocu-ción en la audiencia general (13-10-1965), en: IN, vol. 111 (1965), págs. 1.061-1.063. 61 Alocución de la audiencia general (10-5-1978), en: IN, vol. XVI (1978), pág. 350. I62I C fr. Regina Coeli (29-5-1977),e n: IN, vol. XV (1977), págs. 538-539. (63) Cfr. Alocución en la audiencia general (1-6-1977), en: IN, vol. XV (1977), pág. 547. (64) Cfr. Alocución en la audiencia general (13-5-1964), en: IN, vol. 11 (1964), págs. 885-886. FERNANDO CHICA ARELLANO 169 Tampoco faltan alocuciones en las que Pablo VI se refiere al Espíritu como al alma de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo: "La Iglesia de Cristo vive del Espíritu de Cristo. El Espíritu Santo es el alma del cuerpo místico, es una corriente viva de luz y de amor que lo recorre, lo vivifica, lo adapta para cum-plir actos sobrenaturales y meritorios para la vida eterna; lo santifica y, en cierto sentido, lo diviniza. Este es el gran misterio del cristianismo, el cual no es sólo una doctrina, una sociedad humana, una religión como las demás, un fenómeno histórico; es una vida, una participación en la vida de Cristo, y, mediante esta inserción, llega a ser comunión vital con Dios. Es el centro de nuestro mensaje evangélico, es el corazón de nuestro catecismo"(65). 4. SANTAI GLESIAPO R SER SANTIFICANTE, EN VIRTUD DE LA FE Y DE LA GRACIA. SANTIDADO BJETIVA. En el discurso de inauguración de la segunda sesión del Vaticano 11, detiene su mirada contemplativa en el rostro de la Iglesia. No tiene más reme-dio que mencionar, con extraordinario gozo, una de sus cualidades más nota-bles: la de su santidad. Lo hace precisamente limitándose a señalar la capaci-dad santificadora de la Iglesia(66). En efecto, la Iglesia es santa por ser vehículo de gracia, porque está "dotada de poderes regeneradores y santificantes" ('j7)A. sí puede ser considera-da "madre de los santos". En esta misma dirección, hace alusión a la existencia de una "santidad instrumental" que permite a la Iglesia, y en concreto a sus pastores, comunicar la eficacia de la verdad del evangelio y la vida de la gra-cia. De este modo, la Iglesia es "capaz de generar santidad y salvación 'para edificar el cuerpo de Cristo' (Ef 4,12)"(hRE).s tamos, pues, ante lo que la teolo-gía denomina santidad objetiva (6y) y a ella se refiere Pablo VI de forma más (65) Alocución en la audiencia general (13-5-1964), en: IN, vol. 11 (1964), pág. 885. La cursiva es nuestra. Cfr. Alocución en la audiencia general (10-5-1978), en: IN, vol. XV (1978), pág. 350. Al llamar al Espíritu Santo "alma de la Iglesia", Pablo VI, inspirándose en los Padres y en particular en San Agustín, se sitúa también en la línea tanto del magisterio preceden-te como del Vaticano 11: cfr. LG n. 7. A este respecto hay que advertir, como lo hace el P. Congar, que no se puede hablar, a propósito del Espíritu Santo y la Iglesia, de encarna-ción. Aunque habita y alienta la institución eclesial, no entra en composición con ella, "sino que está solamente unido a ella con una unión de alianza": Y. CONGAR, La Iglesia es santa, en: J . FEINER-M. LOHRER (eds.), Mysterium Salutis. Manual de Teología como historia de la salvación, vol. IV/1 (Madrid 19842), pág. 480. (66) "Y este espectáculo de universalidad evoca el origen apostólico, que, fielmente reflejado y celebrado, evoca a su vez la finalidad santificadora de nuestra queridísima Iglesia de Dios": Discurso de Pablo VI: Apertura segunda sesión conciliar (29-9-1963): Vat.11-BAC, pág. 957. La cursiva es nuestra. (67) Alocución en la audiencia general (20-10-19711, en: IN, vol. IX (1971), pág. 920. (68) Alocución en la audiencia general (10-8-1966), en: IN, vol. IV (1966), pág. 831. (69) El P. Congar afirma que "la Iglesia es santa primeramente en sus principios formales, es decir, en lo que ha recibido y recibe de Dios para ser Iglesia, sacramento universal de sal-vación. Estos principios formales son el depósito de la fe, los sacramentos de la fe y los ministerios correspondientes. Estas realidades son santas en sí mismas por proceder (. . .) 170 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA explícita al considerar que la Iglesia es "santa por los sacramentos, las leyes y el gobierno, que son otras tantas fuentes o instrumentos de santificación, de salvación" ('Oi. Éstos son instrumentos, entregados por Dios a su Iglesia, para que ésta pueda desarrollar la tarea implicada en su vocación: la santidad. 5. LA IGLESIAE S SANTA POR SUS MIEMBROS SANTIFICADOS Y SANTOS POR VOCACION. SANTIDADSU BJETIVA. El pontífice afirma que la Iglesia es santa "porque todos sus miembros han sido santificados por el bautismo, por los otros sacramentos, y por el Espí-ritu Santo". La Iglesia, instruyendo a sus hijos en la fe y exhortándoles a una vida en conformidad con la voluntad del Padre, busca que la existencia coti-diana esté presidida por "aquella justicia que ... debe marcar y cualificar la vida de todo cristiano, que en el lenguaje originario de la Iglesia, recibía el nombre de santo"("). El magisterio montiniano recuerda que la santidad de la Iglesia y la recibida por el creyente en el bautismo, no prescinde totalmente de la santi-dad practicada y demostrada a lo largo de toda la existencia. Al contrario, se advierte que, a la llamada santidad activa, cuyos elementos, -verdades divi-nas confiadas a la Iglesia, sacramentos, liturgia, ministerios- permiten identi-ficarla con lo que la teología denomina santidad objetiva, debe corresponder, como respuesta, la santidad derivada o practicada. A ésta los teólogos la deno-minan subjetiva ("j. Puestos estos presupuestos podemos hablar, en el magisterio que nos compete, de la santidad como don y tarea en la vida de cada bautizado. Habla-rá Pablo VI de ello en términos muy claros, los propios de un profundo teólo-go y de un buen catequeta: "La santidad es un don; la santidad es común y accesible a todos los cristianos; la santidad es el estado, podemos decir, nor-mal de la vida humana, elevada a una misteriosa y estupenda dignidad sobre-natural; es la novedad traída como don por Cristo a la humanidad, por El redi- (. . .) de Dios y apuntar a la santidad. Son de suyo instrumentos por los que Dios santifica. Se habla a veces, a propósito de ellos, de santidad objetiva": Y.CONGAR, La Iglesia es santa, pág. 479. La cursiva es nuestra. (70) Alocución en la audiencia general (2-10-1963), en: IN, vol. 1 (1963), pág. 494. (71) Alocución en la audiencia general (17-8-1977), en: IN, vol. XV (1977), pág. 767. (72) "La Iglesia es santa ... además porque está formada de santos y de hombres que o no conocen el pecado o se esfuerzan por no pecar más, según las palabras de Ambrosio (Ecclesia congregata; santidad llamada subjetiva)": CONGAR, La Iglesia es santa, pág. 482. Existen terminologías paralelas que indican contenidos similares. Así, refiriéndose a cada bautizado en particular, se distingue entre santidad óntica y santidad moral o ética: cfr. ANTON, El Misterio de la Iglesia, vol. 11, pág. 926. El mismo Pablo VI alude a la san-tidad moral y la define como "la que admiramos en la práctica de las virtudes cristianas, animadas por la caridad, por el amor, en el que se resume toda la ley moral": Hornilla en la canonización de J~lliaB illiart (22-6-1969),e n: IN, vol. IV (1969), pág. 443. 172 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA de Dios, no es un lujo para el cristiano; es una obligación, es su programa evangélico de vida. Así lo recordó el concilio(79y) así lo manifestó G.B. Monti-ni (Rol. La santidad queda asimismo planteada en términos de responsabilidad moral como una respuesta a la vocación cristiana. Es preciso responder a la "llamada del Amor al Amor; y la respuesta, la justa, se llama santidad"(8'). Esta duplicidad tendrá su reflejo en la presentación de la santidad en la Iglesia como confluencia de dos coeficientes. "La santidad es una síntesis de gracia y de virtud; de riqueza interior y de laboriosidad exterior" (*'l. El primero de ellos es la gracia, la vida de la gracia, que se obtiene por la fe y los sacramen-tos y que encuentra su alimento y su expresión en la oración. Es un elemento esencial que tiene su origen en "Aquel que nos llama a la santidad, a la perfec-ción", es la "misma gracia del Espíritu Santo" ("1. Se trata de la acción del Espíritu Santo, de la "inhabitación de Dios, uno y trino, en el alma, que, preci-samente por ello, se denomina santa" (84). ES aquí, en esta íntima relación del hombre con el Dios vivo, con el Dios-Amor, donde se encuentra la perfección más alta, la condición más feliz a la que un hombre puede y debe aspirar. Se trata, dirá en otra ocasión, de un elemento causante, gratuito y fácil; "es la gracia, es la unión vital con Cristo, la única y verdadera fuente de santidad y de vida" (8s). El segundo factor es de carácter condicionante. Es algo más "nuestro y arduo". Concierne al "esfuerzo personal de justicia moral, de observancia ascética, de perfección evangélica" (86C). onsiste en la voluntad firme y decidida de llegar a las más altas cimas de la santidad cristiana. En definitiva, es la bús-queda constante de la voluntad de Dios. Nuestra colaboración en el camino a la santidad es "disponibilidad de Espíritu7', que nos dirige su llamada a la "generosidad, a la audacia, a la grandeza, al heroísmo, al sacrificio.. . a la per-fección, al amor". Pablo VI, en su reflexión sobre esta segunda componente que es nuestra voluntad, ofrece una hermosa definición de la santidad cristia-na: "El encuentro de la Voluntad amorosa y salvadora de Dios con la volun-tad obediente y feliz de nuestro corazón humano, es la perfección, es la santi-dad" (87). (79) Cfr. LG n. 40. (80) Cfr. Alocución en la audiencia general (9-7-1975), en: IN, vol. XIII (1975), pág. 746. (81) Alocución en el Angelus (1-11-1969), en: IN, vol. VI1 (1969), pág. 1.217. (82) Alocución en la audiencia general (18-9-1974), en: IN, vol. XII (1974), pág. 844. (83) Alocución en la audiencia general (14-6-1972), en: IN, vol. X (1972), pág. 636. (84 Alocución en la audiencia general (9-7-1975), en: IN, vol. XIII (1975), pág. 747. (851 Alocución en el Angelus (1-11-1972), en: IN, vol. X1 (1973). pág. 1.037. La cursiva es nues-tra. (86) Alocución en el Angelus (1-11-1973), en: IN, vol. XI (1973), pág. 1.037. (87) Alocución en la audiencia general (14-6-1972), en: IN, vol. X (1972), pág. 636. FERNANDO CHICA ARELLANO 173 Y de todo lo dicho anteriormente una prueba irrefutable la tenemos en la vida de los santos. Sus vidas se proponen como modelos de lo que es un auténtico seguidor de Cristo(88)E. S decir, cuando la Iglesia exalta la santidad de unos bautizados ofrece como prototipos a aquellos de entre sus hijos que en su vida han estado llenos de gracia y han sido, por su respuesta, transparen-cia de santidad (89)L. a contemplación y consideración de estas vidas, resplan-dores de la luz de Cristo, es un motivo suficiente, según Pablo VI, para que la hagiografía sea una escuela de edificación cristiana donde se aprende, de la mano de "verdaderos hombres y verdaderos cristianos7' el arte de llevar una vida concorde con el Evangelio. En todo momento es consciente, y así lo manifiesta, de que "la Iglesia es un misterio, no sólo en el sentido de la profundidad escondida de su vida, sino también en el sentido de que es una realidad no tanto humana, histórica y visible, sino también divina y superior a nuestra normal capacidad cognosciti-va; tal y como hoy la vemos, la Iglesia es ella misma un signo, un signo sacro, un sacramento, que ahora no podemos conocer adecuadamente en su verda-dera e interior plenitud"(9". Es dentro de este contexto donde Pablo VI presenta un conjunto de intervenciones que mencionan, directamente unas y otras por evocación, a la santidad de la Iglesia como algo que, siendo ya un hecho, espera su cumpli-miento escatológico. En efecto, dentro el elenco de nombres aplicados a la Iglesia y que ayudan a comprender su profunda e íntima realidad, Pablo VI presenta el apelativo de "Jerusalén celeste"(92)T. ambién utiliza la figura de la "ciudad", figura que le hace evocar la clásica definición de la Iglesia ofrecida por san Roberto Bellarmino y presentar los buenos servicios que el concepto jurídico presta para una correcta comprensión de la Iglesia. Pero reconoce que "la concepción de la Iglesia como una 'civitas'. . . presenta muchas cuestiones, (88) Cfr. Alocución al Sacro Colegio con ocasión de la Navidad (22-12-1975), en: IN, vol. XIII (1975), pág. 1557. (89) "Es el honor de Dios, que profesamos exaltando la santidad de una criatura humana; en ella identificamos la irradiación de Cristo; celebramos la única luz de nuestro mundo reli-gioso, al presentar a la veneración de la Iglesia una vida en la que aquella luz repercute y resplandece": Alocución en la canonización de J. Billiart (22-6-1969), en: IN, vol. VI1 (1969), pág. 442. En marzo del año 1969 aparece el Motu propio Sanctitas clarior: AAS 61 (1969), págs. 149-153. Con él se restructuró el procedimiento seguido en las causas de los santos. En su interesante preámbulo aparece algo ?sí como un estatuto teológico de la santidad. Cfr. B. PEYROUS, La sainteté dans I'Eglise depuis Vatican II: NRTh 107 (1985), pág. 642. (90) Alocución en la canonización de Teresa de Jesús Journet e Ibars (27-1-1974), en: IN, vol. XII (1974), pág. 71. (91) Alocución en la audiencia general (27-4-1966), en: IN, vol. IV (1966), págs. 761-762. (92) Ibídem, pág. 762. 174 EL AMOR DE PABLO VI POR LA IGLESIA SANTA la primera es la de los defectos, que tal realización de la Iglesia puede presen-tar"; pero lo anterior no representa ningún inconveniente para recordar que "la misma Ciudad se transformará de terrena en celeste, es decir que es y será la Ciudad de Dios; que en el tiempo, en la tierra, es ya santa en su diseño y en sus poderes, pero en camino de purificación y santificación en sus hechos y en sus miembros; pero que un día será radiante y gloriosa, como la Jerusalén santa, que Juan ve en el Apocalipsis, que 'tenía la gloria de Dios' (21,11)"("'). Entonces aparecerá con toda claridad "la forma espléndida y perfecta que Cristo ha querido modelar para su Iglesia" ('?l. Él hace esta afirmación y profesión de fe al tiempo que recuerda el conocido párrafo de Ef 5,25-27. 4. CONCLUSION. Al final de este itinerario nos queda en la mente que Pablo VI no se ocupa de la santidad de la Iglesia, ni de las otras tres propiedades eclesiales, en un contexto apologético. Considera la santidad como un don de Dios a la Iglesia, por medio de Cristo, y como una tarea que reclama la responsabilidad de la entera comunidad eclesial y de cada bautizado. Cuando la Iglesia procla-ma su santidad confiesa, sobre todo, la gracia y la fidelidad de Dios. Tal confe-sión requiere una gran humildad, pues continuamente se encuentra frente al hecho de la incoherencia humana, de la infidelidad de los bautizados y de la escasa santidad de los creyentes en Jesús. No obstante, Pablo VI evita dete-nerse en los aspectos defectuosos de la Iglesia. No es partidario del empleo indiscriminado de todas aquellas expresiones que pudieran suponer una acen-tuación de la sombra del pecado, de modo que esta trágica realidad pareciera ser más fuerte que la santidad sustancial de la Iglesia. La insistencia en la Igle-sia en cuanto pueblo de Dios, no debe hacer olvidar el punto de vista ontoló-gico, es decir, su relación constitutiva con Cristo y con el Espíritu de Cristo resucitado, principio santificante. Desde ahí es posible salvaguardar la santi-dad de la Iglesia con la distinción, hecha por Pablo VI en los momentos opor-tunos, entre santidad objetiva y el pecado de los miembros de la comunidad eclesial. El deseo de verla como Cristo la pensó y el amor hacia ella deben ir unidos'""; tal amor debe ser más intenso cuanto mayores son las necesidades y (93) Alocución en la audiencia genernl'(25-5-1966), en: IN, vol. IV (1966). págs. 787-788. Observemos que este texto está en magistral consonancia con la afirmación conciliar quc presenta a la Iglesia "santa y necesitada de purificación", avanzando "continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación": LG n. 8. (94) Alocución en la a~~diencgiean eral (5-6-1074),c n: IN, vol. XII (1974), pág. 527. (95) Aloc~tcióne n el Angelus (26-O-1971),e n: IN, vol. 1X (1971), pág. 834. FERNANDO CHICA ARELLANO 175 las deficiencias eclesiales, es así como se favorecerá una "línea metodológi-ca.. . de observación positiva"(yhq) ue descubrirá los aspectos estimulantes de la realidad eclesial y nos animará a tomar una actitud de sana vigilancia crítica, comenzando por nosotros mismos. Sólo desde esa estupenda realidad de una luz que es más potente que las tinieblas, sentiremos la urgencia de vivir en plenitud la pertenencia a la Iglesia; podremos admitir la necesidad de conversión y llevaremos adelante las reformas necesarias sin caer en la desilusión o en el abandono del ímpetu renovador. El papa Montini, en una época de profundos cambios, indicó el camino que había de seguir la Iglesia, semper reformanda, para que, purificada de sus propios fallos y defectos, se dispusiese, ya desde ahora, a participar en el defi-nitivo resplandor del Tabor. Mientras tanto, en la anual fiesta de la Transfigu-ración, Cristo nos hace ver "el destino trascendente de nuestra naturaleza humana, que El ha asumido para salvarnos, destinada también, por haber sido redimida por su sacrificio de amor irrevocable, a participar de la plenitud de la vida, de la 'herencia de los santos en el reino de la luz' Fernando Chica Arellano (96) Alocución en la audiencia general (20-10-1971), en: IN, vol. 1X (1971), pág. 918. (97) Alocución en el Angelus (6-8-1978). en: IN, vol. XVI (1978), pág. 588. La cursiva es nues-tra. Aparece la cita de Col 1,12. Este párrafo está tomado del texto del discurso, prepara-do para el Angelus, que Pablo VI no pudo pronunciar, como era su deseo, ante los pere-grinos que acudieron a Castelgandolfo, por causa de su enfermedad. El Papa entró en la paz del Señor la noche de aquel día, fiesta de la Transfiguración. |
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