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Rev.Acad.Canar . Cienc. , III (Núm. 3) , 63-76 (1991)
"SOBRE LA FORMACION DEL CIENTIFICO"
Jorge Fuentes Duchemin.
"La verdad está sobre una curva cuya
asíntota sigue eternamente nuestro
espíritu".
Leo Herrera.
Fn el ;ircsentc trnbrijn , nn nos proponemris di l11cidar si. f'S acertnrla
o no aquella Asever'lción iP !.eón Tnlstoi sc:·\ún In c 1rnl : "Ln l:iencia no
tiene sentirlo ::cilgun0 pursto q11° n<J r0spo1rl0 a 1111rstr:1 prP.r,untr:i, la Únic;l i_mportnnte
pnrri nosotros: ¿q11/> dchrc"lns 11:1r:er y c6mo hemos de vivir?" . Tampoco
si ctebe nsu"1irse o no , q11e "Jerezcn la penn conoc0r l:is l eyes de los fenómenos
cós"licos tal co~o nos las prcscnt:in 1,s ciencins.
Porque, no tcnPmos lél pr ete>ns ión de tnitnr la for"lación q11e
conviene al científico como hombre, cn"lo ser rcl igioso, ni 1rucho "lenos de indicar
c11al sea la j 11stif·icación , ante si ~is"1o y los rleriás, de l a que es la
propia vocación de científico. Ahnra bien , comn quiera q11e el cient í fico desempeña
un papel fundw1ental y principal cn la c11lt11n1 científica en que nos
hallnmos inmersos, no nos resistimos a traer a co l;¡ción aquí , los párrafos
finales del libro rie O. Spengler (l<l), 0n los que se trarluce el siguiente
sombrío mensaje: "P;¡ra nosotros, r'"lpcro , a quienes 11n s.i no h;¡ colocado en esta
cultura y en este no"Tlento rle s 11 evolnción; pé!ra nosotros, quc presencinmos
las últimas victori;¡s del dinero y senti"Tlos llecrir el sucesor -el cesarismocon
paso lrnto pero irresistible; para nosntros querla circunscrito a un estrecho
c írculo, la dirección rle nuestra voluntad y rle nuestra necesidad, sin
la r¡ue no va 1 e L1 pena v .i vi r . 'lo somos libres de co nseguir. ésto o aquéllo,
sino hncer lo necesa rio o no hacer n;¡rln. !ns problemas que pl;¡ntea la necesidad
~istóricR se resuelven sie"Tlpre cori el individuo o contr;¡ él''.
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Y, precisamente por ésto, vamos a limitarnos a exponer algunas
ideas, quizá por algunos bien conocidas , sobre la formaci6n del científico
en cuanto tal, es decir, sobre aquellos hombres que, lejos de ser inexorablemente
determinados por el destino, influyen radicalmente sobre él, condicionando
su devenir. Por esta raz6n, se requiere previamente, esbozar la forma
de ser peculiar de la Ciencia, dotada de una Íntima unidad, origen de su valor
universal.
Es obvio que la ciencia no es equivalente al conjunto de sus
partes, sino mucho más amplia , ya que puede constantemente ir creando --haciéndolas
surgir de su seno~ nuevas materias que constituirán, con el transcurso
del tiempo, técnicas particulares. La Ciencia desbordará siempre su
propio contenido, siempre será más grande que su existir concreto .
La Cultura científica se encuentra ya aquí, y no hay más remedio
que abrir sus puertas, si queremos representar algo en el futuro pr6ximo
que está llegando. La Ciencia ofrece al hombre unas posibilidades que pueden
incluso aterrar a espíritus formados e imbuidos de la tradici6n clásica , pero
son al propio tiempo incentivo y motivo de optimismo para el hombre verdaderamente
moderno. La naci6n o grupo de naciones que más avance en el campo de
la Ciencia será, sin duda, la conductora del mundo por los caminos de la nueva
civilizaci6n.
Ahora bien, en este momento conviven los dos tipos de cultura,
la clásica y la científica, en una incomunicaci6n casi completa, debido a que
se expresan en lenguajes diferentes. Según Snow ( 15) a quien se debe este
concepto de las dos culturas , la vida intelectual de la Sociedad occidental
se está dividiendo cada vez más entre dos grupos extremos: uno el de los intelectuales
literarios y el otro, el de los científicos.
Según el mismo Snow , el científico es optimista, no viendo raz6n
alguna para considerar como trágica la condici6n social por el mero hecho
de que lo sea la condici6n individual. Cuando el hombre de la Cultura
científica , como grupo, comprueba que la condici6n social apunta a que la mayor
parte de nuestros semejantes están des nutridos y padecen necesidades,
tiende a averiguar si se puede hacer algo; y se inclina a creer que sí se
puede, hasta que se pruebe lo contrario . Este es su verdadero optimismo. El
hombre literario traslada al conjunto social su tragedia individual, lo que
le induc.e a permanecer inactivo, satisfecho de su tragedia . La nueva genera-
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ción, l a que aún se Pncuentra en las au l as uni.ve r sitari as , piensa r ealmente
cor10 generac i ón científica , aLmque l o que estudie sei'l lat .ín o der echo y no
matemáticas o físic a .
Es ésta y no otra l a ley de la Ciencia : su t endencia a superarse
constantemente s in rlesmayo posible . ~sí , no ha de ser mejor científico
quiC'n puede cr0ar , crear nuevas y futu r as técnicas sin jamás detenerse en
ell.as; no será mejor c i ent ífico quien se halle mejor informado , si no quien
esté mejor formado . Es fo r mación , a li ento vi t a l, l o que 11n cientí fico necesita
esencialmente . Es este poder de s upe r ación de su propia disciplina , l o que
el científ1co enarbola como bagaje de su peculiar cultura. Ofrece l a capacidad
de progreso ; su misión es di námica . Y es en el acto de c r ear en donde en-cuentra
su gozo.
Prirtimos, pues, de un s upuesto en vi rtud del cual la carrera
profesional de un científico es emi nen t emen t e activa en el desarrollo de la
Ciencia , no fácilmente reconciliable con un deambular aburguesado , con un vivir
de unas rentas que le prod uzcan su titulo académico . Pod rá haber quienes
una vez acabados sus estudios univers.i tarios, abandonen completa"lente estos
quehaceres o encuentren una ocupación pr oductiva que no l es exija aguzar su
i ngenio ; pe ro estos han sido s i empr e pocos , si bien ahor a , con l a masificación
de las universidades, su número haya aumentado en demasía .
Cuando meditamos sobr e La misión del cientí fico en la socied~d
y t ratamos de diferencia rla, por ejemplo , de l a peculiar de l i ngen i ero, observamos
que , en mayor o menor gr ado , s i emp re debe per manecer uni da a ciertas
tareas de e nseRanza, desarrollo o investigac ión de Ciencia pura o aplicada,
y por consiguiente, quien trate de enseña rl es , ha de tener s i empr e especial
cuidado en que s us lecciones no só l o informen a sus a lumnos, sino que también
l es formen para llevar a cabo esta misión .
Tal for11ación, tal sa biduría, se co nsi gue , no cambiando el objeto
de nuestr os estudios , s ino el punto de vi s ta bajo el cual los contemplamos.
Un pr ofesor, o quizá fuera 1lejor rlecir un maestro, puede transmitir a
sus a lumnos e l deseo y la ansiedad de c reación, puede darles su vocación específica
como ser es humano s y los medios para llevarla a cabo. De aquí, que
el profesor uni ver si tario deba comunica r a sus alumnos una cierta confianza
e independencia en sí mismos que nacerá de s er expertos conocedores de su especiali.
dad. La Unive r s idad ha de enseñar al estudiante cómo conti nuar bien
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informado sobre su profesi6n y sobre el mundo en que vive. Esta confianza e
independencia mental será el origen de su audacia y de su curiosidad intelectual
e imaginativa que le llevará a respetar y admirar las disciplinas que
cultivan otros profesionales.
Profesar la enseñanza en un grado superior exige una posesi6n
activa de la Ciencia. Dice Simar (17), que la prueba del dominio completo de
un tema es la capacidad para ampliar su conocimiento. Y, más importante que
enseñar los hechos, las leyes concretas, es transmitir la dinámica de las
condiciones humanas que las crearon.
La mayoría de· nuestros sabios conocen muchas cosas , pero crean
poco, porque su saber no ha llegado a ser vida interior, vida de su propia
vida, y su misi6n intelectual ha quedado reducida a catalogar y a recordar
a los demás cuanto se ha leído. En nuestro argot popular, una persona es culta
si es capaz de realizar las misiones propias de una biblioteca, de una enciclopedia.
Una tal cultura no es sino un barniz con el cual se oculta la
falta de auténtica vida intelectual. Se aprende para poder hablar, decía Pascal
( 10): "Es una luz sin calor, sin fuego." Por eso Jaime Balmes afirmaba
(2): "El que quiera salir del mont6n para distinguirse en alguna profesi6n
o carrera, no admita idea sin analizar, ni proposici6n sin discutir , ni raciocinio
sin examinar, ni regla sin comprobar; f6rmese una ciencia propia,
que le pertenezca como su sangre, que no sea una simple recitaci6n de lo que
ha leído, sino el fruto de lo que ha observado y pensado" .
Un estudiante cuya mente es alimentada exclusivamente por teoremas,
leyes y relaciones generales puede llegar a creer que sabe, que puede
enfrentarse con cualquier problema. Cuando en verdad se le presente la ocasi6n
de aplicar sus conocimientos te6ricos a una situaci6n concreta, distinta
de las resueltas en clase, generalmente fracasará y puede llegar incluso a
refugiarse en su propio mundo te6rico, ideal, sin que jamás se atreva a poner
en práctica su elenco de conocimientos. La aptitud para hacer juicios apropiados
no se desarrolla en el estudio te6rico ; pues tal facultad es un arte
y nace de la práctica, ejemplo y repetici6n.
Pero es el profesor quien debe orientar este deseo y fuerza intelectual
del alumno a chocar continuamente con la realidad hasta que triunfe
por su propio esfuerzo. Muchas veces el estudiante, una vez que abandona
la Universidad, olvida casi todas las enseñanzas formales, y únicamente que-
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da en él un instinto, l a írlea subconsciente de lo que puede hacer cuando trate
de Ciencia.
Por que , l a Ciencia no consiste en una acumulación de conocimientos;
no es una "c ultura científ ica general"; no es e l poseer una estructuración
mental encicl opédica ; la formación del científico no debe consistir,
esencia lriente , en el conocimi ento de una seriP de textos sino en un "instin~"
que le capacite par;i c r ear, aunque sea evidente, por otra parte, que de he
poseer cierta infor mac ión de la que servirse cont inuame nte.
El mejor científico no es e l que r:iás sabe , s ino el que mejor
sabe e xtraer consecuencias , llevar a Ja práctica sus conocimi e ntos ; es así
6nicamente como tiene al2una posibil i dad de dar fruto.
La Ciencia es sól o una parte f'lás del col oqui o entre el hombre
y la Natura l eza . Desde luego , no es la ~!a turale7.a , sino la ~!aturaleza vista
por el hombre. 1o podemos olvidar que sin e l hombre no hay Ciencia , aunque
no por ello deje de existir e l mundo mat e ria l. Rl acto c r eador en el t rabajo
científico , la part e 1~ás difícil del misf'lo, no está en e l puro descubriml en to
material del fenómeno , sino en que, entre muc hos datos, e l hombre libremente
se decida por uno en particular y que también l ibremente , c r ee una explicación
de lo observado aplica ble a otros muchos fenómenos a i slados. IB Ciencia
es una construcción huma na a rbi t r aria y li br emente reali 7.a rla , pero de acuerdo
con la Naturaleza material. Aunque, a veces, la Ciencia acabe por olvidar
aquellos f enómenos de los que, por volunta<l humana salió.
Los hechos natura l es , como datos aislados, no son Ciencia; la
multiplicidad de e llos logra ocultarla. No obstante, de e l los nace. Por eso,
e l quehacer científico consiste en dos operaciones que requier en otras tantas
clases ele talento. Una puramente instintiva, imaginativa, creadora; otra,
confrontarlora con lo que no es el hombre, con los datos.
La cultura científica actual explica brillantemente gran parte
de la realidad material; mas hay muchos casos en que tal concordancia no
exis t e. Podríamos muy bien imaginar una nueva Ciencia que nos diese la concordancia
con los hechos no explicados, mientras que quedarían fuera de la
nueva síntesis los fenómenos para los que hoy es válida . la actual .
Así se hace posible imaginar que los hombres pudieron haber le-
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vantado diferentes construcciones mentales, otras Físicas, otras Matemáticas
que, aunque fundamentadas objetivamente en la realidad material, tuvieran poco
en común con las disciplinas que hoy tenemos, pero que también nos dieran
un cierto conocimiento y dominio sobre el mundo material, incluso mejor del
que tenemos con las actuales ramas. Es importante recalcar que la Ciencia,
aunque objetivamente fundamentada en el mundo real, es consecuencia de un libre
acto de creación humana. Por esto, la Ciencia admite en su seno toda una
serie de elementos medios que pueden ir preparando el terreno para producir
las circunstancias, la transformación necesaria, el clima adecuado para la
. labor del genio. Todos los estudiosos mezclarán la intuición y la l ógica, y
todos ellos, con sus diferentes talentos, contribuirán positivamente al progreso
de sus disciplinas.
En consecuencia, es necesario, para lograr una adecuada formación
de los hombres de ciencia, tratar de compaginar la intuición y la lógica,
hacer que lleguen, con una intuición e imaginación poderosas, y con un
fino instrumento lógico, a plantearse problemas originales.
En Ciencia, saber mucho quizás sea contraproducente, pues puede
empañar en la mente la frescura y la agilidad necesarias para el quehacer
científico. Es éste un difícil equilibrio a conseguir, por lo que es preciso
afinar nuestros métodos de desmostración sin dejarse vacunar por las ideas
en ellos contenidas. Aún desde el punto de vista de la formación del científico,
sería conveniente desarrollar un cierto sentido de apreciación y gozo
por materias que no sean puramente científicas, tales como las Humanidades
o las Artes, a fin de alimentar la intuición e imaginación con otras formas
de vivir, pensar e imaginar. Y porque además, ya va siendo hora de que las
dos culturas, la científica y la humanística-literaria, tan arbitrariamente
separadas, se fusionen, superándose de una vez por todas, esa artifi cial dicotomía
demasiado tiempo mantenida.
Como han afirmado muchos pensadores y pedagogos, el descubrimiento
de cualquier tipo que sea la contribución activa, es principalmente
el fruto del sentido común mejorado y robustecido por la educación técnica
y el hábito de meditar sobre los problemas científicos. "Es el sentido común
trabajando a alta tensión'', según frase de nuestro Echegaray. O, como decía
Huxley, "es el sentido común organizado, y los hombres de ciencia son hombres
comunes reclutados en las vías del sentido común".
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Si e l f:i~~1t í ri rr1 °sp0r·1 ~:;~ r 1]_~0 , .1~tes t¡tJC' n .~Hia '.1n ~ le :1prender
La " p::isión ·le lr>s }1rr!1ns ', y c~l c~~;> Írjtu i~c tr:dx1jo . flor4 1.1e (• l ;;~nio puede
t¡UP s0:i un.:i gr ·1n p.·-1ci('nci:l , pe r r> un ~1 pncienci·1 o r gcrnizarJe r:.. inteli gente .
C:icrliirnc•1tc, esto no h3stn , 'l3S ¡mr;1 A1 11001bre !'leclio , l as irlcas geniales no
son rirj '"'10 r '! inl··1ent0 s ino consecuf?nc i H de nna especi:-11 c l nsf~ de :~enio : el trabaj<¡.
L" s ue r t 0 , en 1:1 o bra c iC'nt í f i c3 , no fr1voriecc 1l;Ís •1ue 3 quienes lo mere,
· en. En cierto 'lodo , l o justo es :idq u i. rir e l 11ábito de cr'rteza respecto ele
Los beclios , l o;;r:ir pr 0cisi fE1 en su ¡il;inteanicnto , y '1o"l.in3 r la com;ileji.dad
de tod;1s las si tuaciones. C,;;t:1s cu'llidatlcs no pu ;~de n adquiri r se rle un modo
pnsivo; e] reino de J;3 riencln ~e '1:1 de :;annr ílOr e l esfuerzo . El carác t er
ci~ntífico so la11ent(• ¡.n1ede 0n(~ r" nrlrn r ~->e s intiéndose actjvo y e nérgicamente
c i e ntifico.
1:na cic1-t:1 i -le.-, conc r cta, •!ice f>:iche l ard ('.l) , fin 'le t ener lugar
en la mentc de l cicn t í h co , ,\e!ic estar :1 r ec1ar!a rle suger encias y de posibili dades;
ha 'le s-:r "11 i lea". PcséHhs lnrgos c:ílculos son generalfllente prerequi~>
ito indispc nsnhlc pnr.'l 1111 acto 'le c rcnción: pP.ro t3l i.ntuición no puede
ser forzada. El nncütiento dc tnles irleas , se pr ep'lrFl me1liante el trabajo dur
o , constante, perscverqnte . [s posib le que un " di l ettante" pueda tener esos
flechazos r\e genio, pe r o :10 s;ihr'Í n•mC-'1 da r se cucnt'1 ele léis posibilirlarles que
DiJarcan su intnici.ón . As:í pues , e l ~c!l io no es sustit11t i.vo <)e l trabajo, ni
se ¡rneclc supli r con i nte li gcnci:i el tccnir:i sno q110 no se lrn aprenrlido con esfuerzo
. Pero téFnpoco C'l Lr;.ibnjo pc1cr)(' ncce srH'i:i ~1ente for j,'lr una idea c r eadora
en n11~str;i ~~1e nt c . Tr·l'.ln .io P i l.11sión , tr.,hajo v Pntusiasrr10 ; rsos son los requisitos
necesarios . I.2s i ·k:.1s ,~rc;l : lo.rris :1c1Hlcn ·1 nuest ra 'Tlentc cuando y como
l es np '.~ tece . :io obstil nt " , t;.ilr's idc.-1s no s0 μroclu ci r~n, s i no h1 1bi.ésemos trabajado
con ·'lrasio:i::irl'l dedic:ición s0iirP los pr oblefllas que nos preocupan. La
Cicnc i.a stir•;c si.c'-1pre de la vo luntwl e~ int:e nc Lón del i !Jera'\a , según la cual
nr)s orientacios ::i r1e<lit3r solire los f' r i.'1cipios de nuestro trabajo de un modo
c l aro , ló ~~ícn y s i st~v'"16t i <:o , so11ct i 0ndo luego , resueltamente , nues tras conclusiones
a la prneha <\21 fne3r) de L'l experimentación . "Es el ter co quien haCt:'
las COS3~:;'' t :!.~cía Darwin.
i'n·'l part? esenci<1 I rle la formac ión del científico consiste en
la adq nisic ión rle · 1.Fl vi rL1d 1le la i ntegr i dml i nt 0 lectun l, suprimiendo todo
procí"so •!e rl:1cti vo desprov i s to rle s uficiente fundamento. Per o no podemos creer
que instrucción teóric-1 en tal sentirlo , ha r:1 que la pose.'ln los e studi a ntes.
~:1s hien consider amos , que l a fllejor for'1a rlc conseguir tal integrirlnd es col
o".:ándoles junto a un "laestro que lA ten3A; hacer que e l a lumno viva en una
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atmósfera tal que la integridad científica sea indiscutible y evidente.
Ahora bien, justamente aquí, radica otro de los factores a ponderar
en la formación del carácter científico. Es lo que ya señalaba Ramón
Y Cajal: "Entre las preocupaciones más frecuentes de la juventud intelectual,
está la extremada admiración a la obra de los grandes talentos y la convicción
de que, dada nuestra cortedad de luces, nada podemos hacer para continuarla
o completarla.
"Esta devoción excesiva al genio tiene su raíz en un doble sentimiento
de justicia y de modestia, harto simpático para ser vituperable;
mas, si se enseñorea con demasía del ánimo del novicio, aniquila toda iniciativa
e incapacita en absoluto para la investigación original. Defecto por defecto,
preferible es la arrogancia al apocamiento, la osadía mide sus fuerzas
y vence o es vencida; pero la modestia excesiva huye de la batalla y se
condena a vergonzosa inacción" (14).
Por consiguiente, el profesor debe más bien que aplastar, excitar
continuamente la independencia de sus alumnos, su rebeldía y resolución,
sabiendo que su misión no es la de ser admirado, sino la de producir fruto.
En los dominios de la Ciencia el argumento de autoridad es el más débil de
todos (3). Mas, en el dominio del aprendizaje , en el orden de preparación a
la Ciencia, donde precisamente el espíritu , se va habituando a avanzar poco
a poco por si mismo a fuerza de evidencia, la autoridad de un maestro desempeña
un papel preponderante .
En todo momento, el estudiante debe saber que ha de llegar un
instante en que ha de salir del camino que sus profesores le han mostrado,
por medio de las diversas asignaturas . La Ciencia es un camino anchuroso que
debe ser recorrido de forma diferente por cada individuo. Muchos canales se
abren a quien ve a tiempo que él sólo conduce su barquilla en aquel rápido
pero navegable río. No hay un método único para el progreso; éste es una consecuencia
de elecciones independientes que cada individuo ha de hacer cuando
surgen bifurcaciones en su trabajo.
Se ha de permitir que el estudiante se equivoque. No hay progreso
posible si cedemos al miedo de cometer errores. La verdad, decía Bacon,
surge más bien del error que de la confusión. Pero, tal estudiante debe tener
la seguridad de que siempre dispone del consejo del maestro para ayudarle a
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salir del atollndero, n para equivocars"' j untos y juntos encont rar el nuevo
ca11ino .
La duda met6dica es para el cient í fico, lo mismo que para todo
hombre que estud ia c•rnlquier problemR :i ls sol a luz de ls raz6n, s u :ir r1a decisiva
si quiere progr esgr. l.Ja rie tener sie·npre presente las pAlobras de
~enato Descartes , en s•1 introd11cci6n al "Discurso del >létodo" (Ci) : ":Jo :idmi tir
nunca como ver·ladera cosa >lgun q , co"lo no supiese con evi rlencia que lo
es ; es decir , evitar cuirla•losame nte la pr ecipitnción y la pr evención , y no
comprender en mis juicios n'lrla "lás que lo que se presenté1ra tan clara y ,¡istintamente
a 'lli espír-i t11 que no ilubi ese ni n;;una oca,~ión de poner l o en duda" .
El profesor debe ense~a r, y los 'llumnos s'1he r, que tal du~a. no es 6ni camente
un instrirnento que sy ud'l, f•mpleélrlo •le vez en c11an rio , si no que es una acti tnr!
mental profunda y permanente.
Lci c r eación cient í fica es cas i s ie ·~p r e r.-1 fruto de un'l C0'.1tir1 uf\
y profund3 "!editación que coloca ;il esln•li.oso en 11n tr3nce d<: r0"1per c0n las
interpretaciones darlas por l n e i enc i 'I "rntorloxn" . r;;sto lo exp res'l niuy bien
la contestRción "penSfl'1<lo", d:1ch p0r 'lewton a quienes l e p r r>g u'lt :~ron có=10
descubrió b existench rle l:i ;;rnverl3• I.
Todo lo clicho, no P::c l •1yc> , s i n eMb:i r go , que e l científico tenga
que poseer una c i e rta especin l ización . n:rniel !h l f-vy , •1110 de los bió .~ r nfos
de ~ietzsche , rlice que uno de sus nia 0 st ros tem{n que éste, so licitRdo sin cesnr
por instintos cnsi rie".'laSi fl'iO nu:1e r osos y •ie•nas iRrl0 Ue l los, dispe r sase Sil
ene r gía en excesivos oujetivos y "lalgastase s us rlotes . Desde hacía cuatro
años le venfa dando el mismo conse j o: " Lim ítese.pnr11 hacerse fuerte".
'fo todo lo parl emos s:iber y est urli ar . [ ,n espec ialización es ,
pues, de por sí una cierta sabi duría que admite desde el principio, nuestra
propia li"1itación respecto n l conocir'lien t o humano. Especializ.'1ción no es un
mal , pues afirniar tal cosa ser{a ir en contrn de l a propia naturaleza hnmanfl.
La especialización porlrÍR ser un mal en c ufl nto se opusier'1 a la virtud de l a
'1lagnani11idad y fomentRSC l a peq11eñez del nl m3 . "Pusil l a nimus rlefici ta propos
i tia ne suae potentiae'', <l ec ffl Snnto To'llá s . Pero la especialización es algo
muy razonable y necesa r i11 pilra e l tra bajo inte l ec tua l;
F:s cierto que muchas veces cr0emos que Ciencia y especialización
est r echa son equiva l e ntes o al 'lleno s , que vRn f r ec11ente'llente paralelas .
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Sin e·~baq¡o, tq\ hecho '10 es privativo de las r:ie nci:-is, ni tarnpoco del trabajo
intelectual, pues 110 SQ~)C"~1os de acti vida:.! 11u;i3na alguna que no tenga peli~
ro o exigencia . Con frecuencia se suele suponer que el especialista no puede
ser un :1ombre c ult o ; que trabajar en also concreto impide la curiosidad intelectunl
e11 otras materi as y el inter6s en las 'lCtividades ie los rle~6s . Desde
lue ~\O , trll es haiiitu:ü~ente el c:1so , μero no •'.'S •1enos cierto que, cuando se
estudi·1 l a literatun1 de una ci.erta for:na sur ge una ciencia especializada
l l:nw!n f.i l o 10~ í n . •11.1,~ :iay f orf'.las :-iuy e,·;pecüi 1 i zrv'as de estu•liar la pin tura.
Espccin l ·i- ~aci6n no 2s s in6ni ~o :le Ciencias ·~atura les, sino el ~6to :lo cientíC
i co , ·1étorlo q11c 0s turli .. 1 los problc'Tlé\S en co·1 .1 l elo <) i s l:i".li e:ilo .
r::i 110'1~1r c de c .ienci3, pu·~S, dP.hc tener una cierta sabiduría ,
un se nti .!o de aprcci.:ic.ión por e l que l n victa ]e es accesible descte tantos
puntos de vi ~; t1 co1no sea ro~.ihle , y C0'"10 sea CO'r.fl:Jti ble con su vocación cienlÍf'ic:
i . . \ pos:ir de que , ele hecho, quiAn oli _jn un Cé!'lJino científico Ilebe, aún
.l nncntóndolo , conc<.•n t.rar s 11s csf11erzos en t e m,1s concretos , pero esto no le
ünpe dir(1 ser c u] to, porqur es :1qu?l lo en Lo q11e eJ hoCJllre ti.ene su razón cte
ser lo qur le hacr serlo.
Arl i crnclo e l 2 íori.s 010 ·le :·' l:1tón según el cual l os hombres no
C'.Iltiv:in .lo que no .'Jprec i:in, l:i rhccncia !1a rle ser una de l"IS pri nci. pales mis
iones del ho'1Jhre ~ e cicnci1 , porque es e l profesor quien ha de conseguir que
s us :ilu~nos a~reciPn , gusten la asi~n:it u r:i explicada p:ira que luego ellos a
su vez la cultiven , lle ~;n ndo a supcr:ir <l su profesor.
Las ciencias, como ;;en11tno producto humano, siguen en su ense!
1anza y desarro 11 o, las leyes de la vi da . Y, si e] profesor no se preocupa
en conse::~lir , en for-nar, un gr11po de estu:I i.osos de la 'Tlisma "lateria, pronto
tcd inPpt i turl será s u propio veneno , y su lélbor quedará reducida a algo rutinario,
ti 1.lictnr un~s l ecci.nncs que no ] l e~~an n despertar inqui'=turles en ninguno
d0 sus oyentr~s . '.':l individuo no puede ad<]ttirir person:ilirlad sin el contacto
con sus ~;ene ja!1 tes.
L:i tr:idi.ción y e l ca l or de lo '1umano son factores i mportantísi:
nos el <?· L1 enseii:rnza . Si exa:ninamos el rles·:irrollo de l a Písica en el mundo,
ve~1os q11e Yukmm, después ·le csturli or en Al ,~mania, 1 l evó a Japón todo un bagnje
ele r.nseñan:>:"!s y experi.cncias, rle 1."!s q•1e nació l3 •nagnífica escuela <le
fí.sic.'l 'late:náti.c:i •l?l .fapón, fioy en d{a 11n"! ' le las "l:Ís florecientes riel mundo
. Aunque no en íor~:i tan ncentuada , :i l go senejante ocurri.Ó·en Rus ia por me-
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dio del esfuerzo de Landau . El mismo mecanismo que da a España magníficos literatos,
produce en Alemania científicos de primera magnitud; la tradici6n,
el calor humano. Sus habitantes aprecian las Ciencias y por consiguiente, las
cultivan.
La formaci6n de los alumnos depende casi exclusivamente del
profesor. Tanto es así que un investigador tan notable como Ram6n y Cajal
afirma que, acaso por no haber recibido los consejos apropiados de ninguno
de sus deudos o profesores cuando concibi6 el temerario empeño de consagrarse
a los trabajos científicos perdi6, en ten ta ti vas inútiles, lo mejor de su
tiempo; y desesper6 más de una vez de sus aptitudes para la investigaci6n .
El profesor puede hacer que cristalice a su alrededor, un grupo
de estudiosos que, apoyándose mutuamente, produzcan el ambiente humano necesario
para mantener al científico firme en su labor . Cierto es que los descubrimientos
geniales han sido realizados muy frecuentemente por individualidades;
más también es verdad que tales creaciones poseen en muchos casos dos
aspectos que las hacen colectivas . En primer lugar, siempre ha sido la nueva
verdad presentida, incompleta o parcialmente intuída, por otros investigadores,
no representando la labor del científico sino la eclosi6n, el resultado
de una serie de esfuerzos ajenos que convergían en un punto, esfuerzos que
resultan totalmente superados por la nueva teoría. Además, y ésto es muy importante,
un científico no crea sino cuando la opini6n científica o la opini6n
de la colectividad se encuentran en disposici6n de recibir sus creaciones
. De aquí, que el estudioso encuentre que estas dos funciones de la colectividad
respecto al trabajo aislado - informaci6n, apreciaci6n y críticaestán
satisfechas dentro de un equipo de trabajo.
Por eso, creemos firmemente que el investigador ha de tener
también una faceta de enseñante que no sea simplemente el cumplimiento de un
deber, sino un factor necesario para su propio progreso . Un plantel de alumnos
bien formados, con el empuje y optimismo propios de la juventud, serán
acicate permanente para el profesor, quien de esta forma no podrá detenerse
ni anquilosarse. Porque, una situaci6n estacionaria en la Ciencia es sin6nimo
de descomposici6n, de muerte.
En definitiva, el carácter científico tiene como esencial característica
la pasi6n por los hechos , el amor y el entusiasmo por la Ciencia
que cultiva. La visi6n clara y el sentido de inter-relatividad de las co-
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sas . El esoero en el planteamiento de las cuestiones . Contrasta, por tanto,
con el carácter sentimental o artístico , y con el práctico; pero los tres
forman una trinidad (saber, sentir y hacer) que debería reducirse a unidad
en toda vida humana.
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