© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Vol. 15 N.o 2. Págs. 409-418. 2017
www .pasosonline.org
Resumen: El turismo en Pátzcuaro, como actividad económica, tuvo su origen y primer impulso desde finales
del siglo XIX, a partir de la puesta en marcha del tramo ferroviario de Morelia a Pátzcuaro, cuando distintos
empresarios apostaron por invertir en servicios de hospedaje, alimentación y transporte destinados al turismo.
Sin embargo, la inestabilidad de la Revolución Mexicana cortó la inercia del desarrollo turístico. Fue hasta
que el General Lázaro Cárdenas del Rio tomó la gubernatura del estado que se implementaron estrategias, se
decretaron leyes y se hicieron mejoras en la ciudad, con el objeto de que ésta fuera un foco de atracción para el
turismo nacional y extranjero, y que permitiera a la población tener mayores ingresos económicos.
Palabras Clave: Pátzcuaro; Turismo; Historia del turismo; Hoteles; Porfiriato.
The beginnings of tourism in Patzcuaro.
Abstract: Patzcuaro tourism as an economic activity, originated and had its first impulse from the late nine‑teenth
century, from the opening of the railway section of Morelia Patzcuaro, when different entrepreneurs bet
to invest in hosting services, food and transportation for tourism. However, the instability of the Mexican Revo‑lution
cut the inertia of tourism development. Until General Lazaro Cardenas del Rio took the governorship of
the state, strategies were implemented, laws were enacted and improvements were made in the city, in order
that this was an attraction for domestic and foreign tourists, and to allow the people have higher incomes.
Keywords: Patzcuaro; Tourism; History tourism; Hotels; Porfiriato.
Una mirada al surgimiento del turismo en Pátzcuaro
José Manuel Martínez Aguilar*
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (México)
José Manuel Martínez Aguilar
* Doctor en historia. Profesor de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México; E-mail: majmanuel999@
hotmail.com
1. Introducción
Pátzcuaro cuenta hoy con una de las infraestructuras de hospedaje más importantes del estado
de Michoacán, con más de 80 inmuebles dedicados a este fin, entre hoteles, posadas y moteles, que
disponen de alrededor de 1500 habitaciones para unos 4500 huéspedes, sin contar gran cantidad de
restaurantes, la infraestructura y los diversos servicios destinados a atender al turista. El noventa por
ciento de personas que visitan la ciudad son de procedencia nacional, con mayor afluencia el primero
y dos de noviembre, Semana Santa, periodos vacacionales de diciembre y verano, así como el día 8 de
diciembre, día de la Virgen de la Salud, patrona de la ciudad. La derrama económica que ha dejado
el turismo en las últimas décadas, la convierte en una de las actividades económicas más redituables
para el municipio.
No obstante, el turismo no siempre fue una actividad de importancia en Pátzcuaro. En la época
virreinal, la vocación principal de la ciudad era la agricultura y el comercio. El lugar se distinguía por
su estratégica ubicación geográfica, sirviendo de enlace entre el Bajío, la Tierra Caliente y la Costa, así
como entre la Sierra Purépecha y Valladolid. Para entonces, el tianguis semanal patzcuarense atraía a
numerosos comerciantes y arrieros, muchos de los cuales pasaban la noche en mesones o pernoctaban
en los portales, alrededor de las plazas. Los servicios de hospedaje y servicios pensados para visitantes
que arribaran y se alojaban en la ciudad por cuestión de placer eran prácticamente inexistentes.
Los motivos que llevaron a Pátzcuaro a tomar el turismo como una segunda vocación y una posible
entrada de ingresos para la ciudad han sido poco discutidos en la literatura. La mayor parte de los
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estudios históricos sobre el tema sitúan el periodo comprendido entre el inicio de la gubernatura y el
final de la presidencia de la República de Lázaro Cárdenas (1928-1934), como el momento histórico
en el que el turismo en Pátzcuaro comenzó a cobrar vida, gracias a la legislación producida en ese
periodo en materia de conservación del aspecto típico del lugar y del impulso que le dio Cárdenas a
dicha actividad. En efecto, este periodo dio un gran impulso al turismo, pero pocos reconocen -y los que
lo hacen es de manera superficial-, que ya desde finales del siglo XIX se había visto en esta actividad
una posible puerta de salida a la crisis económica por la que pasaba la ciudad. Se pensaba que gracias
a los atractivos de Pátzcuaro y sus bellezas naturales, la promoción turística en el país y el extranjero
le podrían dar dividendos a la ciudad y a los pueblos rivereños (Ramírez, 1986).
Ahora se tienen evidencias para sostener que desde finales del siglo XIX distintos inversionistas locales y
extranjeros aprovecharon el potencial de las bellezas naturales y arquitectónicas de Pátzcuaro para atraer al
turista nacional y extranjero de manera destacada. Gracias al esfuerzo de un grupo de personas del distrito
de Pátzcuaro y con el apoyo del gobierno en sus tres niveles, en pocos años lograron un gran avance en el
mejoramiento y creación de servicios de hotelería, alimentación y transporte; además de las mejoras materiales
y de infraestructura llevada a cabo por el Ayuntamiento de la ciudad. Aunque la Revolución Mexicana cortó
la inercia del desarrollo turístico, fue hasta terminada esta, que recibió un segundo impulso, como se dijo,
gracias a la legislación y acciones promovidas por el general Lázaro Cárdenas del Río. De esta manera, en
este trabajo comento evidencia histórica que apuntala la hipótesis que sostiene que el turismo como
actividad económica en Pátzcuaro nació de manera incipiente desde finales del siglo XIX, para luego
ser retomada después de la Revolución Mexicana.
2. Marco de referencia
En la literatura que aborda el tema del origen del turismo en México predomina la idea de que
el interés del gobierno federal de apostar por el turismo internacional como una potencial fuente de
ingresos surgió después de la Revolución Mexicana (Benseny: 2007). Los argumentos que se presentan
para respaldar este dicho se basan en postura oficial del gobierno mexicano, identificado en la figura del
General Lázaro Cárdenas, un promotor de legislación y acciones concretas que crearan las condiciones
necesarias para que un grupo de poblados pudieran acoger a la mayor cantidad posible de visitantes,
circunstancia que generaría ingresos en un periodo postrevolucionario en el que se requería de promover
la reconstrucción social, económica y política del país.
Lo anterior ha permeado la idea de que en Pátzcuaro sucedió lo mismo, sobre todo, tomando en
cuenta que el General Cárdenas tuvo un interés particular por fomentar el turismo y hacer obras de
embellecimiento en la ciudad a la cual le tenía gran aprecio y donde tenía su casa de descanso.
Uno de los investigadores que ha trabajado el tema sobre la llegada de viajeros en Pátzcuaro durante el
siglo XIX y primera mitad del XX, reconoce que a partir de la construcción del tramo ferroviario de México
a Pátzcuaro en 1868 se potenció el arribo de visitantes que se admiraban con aquello que definían como
primitivo y “pintoresco”, sin embargo, sostiene que el turismo como actividad económica surgió después
de la década de 1920, mediante políticas gubernamentales que buscaron controlar esta actividad (García,
2015 a y García, 2015 b). Estamos de acuerdo con el investigador respecto a que el impulso que cobró el
turismo en Pátzcuaro durante el periodo de gobierno estatal y federal de Lázaro Cárdenas fue determinante
para el futuro vocacional de la ciudad, pero tenemos razones para afirmar que desde finales del siglo
XIX se llevaron a cabo acciones para potenciar el turismo en la región lacustre comenzó en el porfiriato,
cuando un grupo importante de políticos y empresarios apostó por obras y servicios dirigidos a los turistas
nacionales y extranjeros que tenían interés por viajar a la ciudad con fines principalmente de recreación.
Para lograrlo, construyeron y mejoraron hoteles y casas de campo, ofrecieron más y mejores servicios de
alimentación, pusieran en marcha un sistema de tranvías, organizaron y promovieron viajes y excursiones,
entre otras estrategias; además de las obras públicas realizadas por el Estado que favorecieron la visita
de foráneos, como la construcción del tramo de ferrocarril Morelia-Pátzcuaro, la implementación de un
sistema de electricidad y alumbrado público, mejoramiento de caminos, plazas, calles y edificios públicos.
3. El transporte como impulsor del turismo en Pátzcuaro en el siglo XIX
Durante casi todo el periodo colonial y aún en gran parte del siglo XIX, por los descuidados caminos
que conducían a la ciudad de Pátzcuaro se podían encontrar algunos albergues, hostales, mesones y
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fondas para que los viajeros descansaran y tomaran algún alimento. Muchos viajeros escribieron en sus
notas que el recorrido en diligencia o a caballo para llegar a Pátzcuaro no era fácil, por lo que encontrar
un lugar donde tomar un café y donde descansar, después de horas de un arduo viaje, era reconfortante
(Erskine, 1843; Bullock, 1866: 208; Carson, 1914: 370; Starr, 1908: 103; Hopkinson, 1889: 184-186).
Los visitantes que arribaban a la ciudad tenían distintos objetivos: la mayoría eran comerciantes de
todas partes de Michoacán y el país, pero también había peregrinos que acudían a venerar a la Virgen
de la Salud, religiosos y militares que eran enviados a comisiones; aventureros, científicos nacionales
y extranjeros que tomaban notas de su recorrido y fotografiaban lo que llamaba su atención. Los
comerciantes solían pernoctar en alguno de los mesones que se encontraban en el corazón de ciudad;
los peregrinos hacían lo mismo o pasaban la noche en los portales de los templos, conventos y plazas,
mientras que los visitantes “distinguidos”, ya fuera políticos o científicos de renombre que llevaban alguna
recomendación, se hospedaba en las casonas de las familias más acaudaladas de la región, ubicadas
alrededor de la plaza principal o en las haciendas cercanas (Castelló, 1983: 39; González, 2004: 251).
El turismo como actividad productiva no había nacido aun como lo conocemos o era insípido. Si bien
existían los mesones, fondas y diligencias en renta, estos satisfacían las necesidades de los mercaderes;
no se consideraba la llegada de turistas (personas que llegaban por fines de placer y se alojaban por
al menos por una noche) como una fuente de ingresos importante, razón por la cual no se justificaba
crear servicios de hospedaje, alimentación, transporte, recorridos guiados, entre otras actividades. La
inauguración del tramo ferroviario de Morelia a Pátzcuaro en 1886, que permitía el traslado de más
personas a la ciudad lacustre, fue un aliciente para los empresarios que buscaron aprovechar esto
poniendo a disposición de los visitantes, más y mejores servicios. A partir de la puesta en marcha del
ramal de ferrocarril, decenas de viajeros llegaban los fines de semana a la estación de Ibarra, en las
afueras de la ciudad, para dirigirse hacia el centro de Pátzcuaro o visitar Janitzio y los pueblos de la
rivera del lago. Con el tiempo, a este medio de transporte se fueron sumando otros.
El 5 de mayo de 1887, un grupo de empresarios y funcionarios de Pátzcuaro, así como una decena
de invitados de honor, se dieron cita en la estación de Ibarra para inaugurar y abordar un barco de
vapor que había sido bautizado con el nombre de “Mariano Jiménez”, en honor el gobernador del estado
(La Juventud literaria, 1887).1 Dos días después, el barco comenzó a navegar por el lago de Pátzcuaro,
transportando el maíz que provenía de la ciénaga de Zacapu y permitiendo que los habitantes de la
rivera comerciaran sus productos (Ramírez, 1986: 47). No obstante de su utilidad como barco mercantil,
la compañía tenía el proyecto, según lo aseguraba un artículo periodístico, de hacer de Pátzcuaro el
destino de recreo más popular de la República.2
El vapor “Mariano Jiménez” trasladaba a excursionistas de la hacienda Ibarra a Quiroga, pasando
por los puertos de Charahuén, Erongarícuaro y San Andrés, haciendo un recorrido total de 5 horas y 20
minutos. Contaba con camarotes de primera y segunda clase, un salón convenientemente amueblado,
camarote para el capitán, despacho, una bodega de carga en la popa, cocina, escusado, y el departa‑mento
de maquinaria colocado en la parte media del vapor. El costo por el traslado completo era de 75
centavos en primera clase y 37 en segunda, o 3 centavos por kilómetro en primera clase, y 1.5 centavos
en segunda.3 Su puesta en funcionamiento había sido posible gracias a la Compañía de Navegación
del Lago de Pátzcuaro, cuyos concesionarios eran Wallerio Mórcom y Anastacio Obregón.4 Aquel barco,
que tenía una capacidad de 300 pasajeros y podía navegar a una velocidad de 8 a 12 millas por hora,
con un motor de 200 caballos de fuerza, había sido construido por la firma inglesa Bowes Scott, Read
Campbell y Co. En poco tiempo, más empresarios hicieron gestiones para implementar otros medios
de transporte y servicios de hospedaje. A finales de la década de 1880, se conformó una compañía para
construir una línea de tranvía de tracción animal, de Pátzcuaro a la estación de Ibarra, cuya junta
directiva la conformaban Victoriano Torrentera, Agustín Villanueva, Nicolás Luna y Amado Espinosa,
con un presupuesto inicial de 26,000 pesos. Al consorcio se unió el señor Diego Díaz Barriga, quien
había conseguido en 1889 que la legislatura del estado de Michoacán expidiera una ley concediéndole
autorización para la construcción y comercialización de la vía.5
En 1901 la misma Compañía de Navegación del lago de Pátzcuaro, en voz de Fernando Wiegan,
entabló comunicación con el gobernador del estado para manifestarle su interés de adquirir embar‑caciones
pequeñas de vapor y gasolina en el extranjero para que navegaran en el lago de Pátzcuaro.6
Cuatro años después, el tesorero de misma compañía: el señor Ramón Carranco, junto con Julio Yas,
buscaron a J. N. Zermeno, originario de San Francisco California, para comprarle un nuevo barco de
vapor.7 Dos años después estaba en funcionamiento un bote de motor a gasolina de nombre “Victoria”
y poco después uno de nombre “Deba”, así como un vapor llamado “Don Vasco”. También en el año de
1905, los señores Ramírez y Tena, de la Sociedad de Navegación, se propusieron construir una vía de
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ferrocarril con máquina eléctrica que circulara alrededor del lago, comunicando los pueblecillos y fincas
del campo.8 Por su parte, los empresarios españoles Eduardo y Alfredo Noriega, dueños de la hacienda
de Cantabria en la región de Zacapu, inauguraron en 1909 un remolcador de 40 caballos de fuerza que
llevaba el nombre de “Tzintzuntzan”. Unos años después, el hotel “Del Lago” de Pátzcuaro puso en
servicio lanchas de motor (Thomas, 1909: 313).
Como puede notarse, en dos décadas, se había construido una infraestructura de transporte por vías
acuáticas y terrestres de gran importancia, que daba más opciones y comodidad al viajero. El hospedaje
y la promoción turística y el aspecto de la ciudad serían también mejorados.
4. La promoción turística y las obras materiales en el Pátzcuaro decimonónico
La impresión que manifestaban los visitantes que conocían la ciudad y su lago era casi siempre de
asombro y satisfacción. La ciudad les parecía “una de las más bellas de Michoacán” (Leclerq, 1885),
“pintoresca” (Thomas, 1909: 184), “hermosa”, “preciosa” (O´Farril, 1895: 172) con edificios y espacios
interesantes, con buen comercio, buen clima y gente amable (Cardona, 1892), aunque no faltó el que
consideró su aspecto como “falto de interés” (Bullock, 1886). De la misma manera, el lago con su isla
de Janitzio, era calificado como bello (Gillpatrick, 1899: 251), un delicioso paisaje (Leclerq, 1885: 301),
bellísimo espectáculo,9 “espléndido”, “hermoso y sorprendente” (O´Fariil, 1895: 172), “el encanto del
turista”, “hermosísimas” (Dollero, 1911), entre otros adjetivos de elogio.10 Muchas de estas opiniones
que se daban a conocer en libros de viajero y periódicos de distribución estatal, nacional e internacional
generaban el interés de más personas.
El periodista norteamericano E. H. Talbott relató en un periódico, como viajó a Pátzcuaro en 1888,
acompañando al gobernador de Michoacán Mariano Jiménez y al cónsul norteamericano Elawson C.
More; les ofrecieron un suculento banquete y pasaron la noche en la hacienda Ibarra, a orillas del lago
antes de embarcarse a Quiroga y Tzintzuntzan.11 Para los anfitriones era importante dar la mejor
impresión a personas como el señor Talbott, ya que a través de sus notas periodísticas se podía difundir
la belleza y hospitalidad de los patzcuarenses.
Muchos turistas llegaban a Pátzcuaro se alojaban en uno de sus hoteles y se dirigían al muelle que se
localizaba a poca distancia de la estación del tren, para abordar alguno de los barcos antes mencionados
o para contratar remeros que los transportaran en canoa a la isla de Janitzio o a Tzintzuntzan, donde
se encontraba una pintura de caballete que se había hecho célebre después de que se difundió la idea
que había sido pintada por el artista italiano Tiziano Vecellio, en el siglo XVI.12 Viajeros como Francis
Hopkinson Smith, Thomas A. Janvier, Thomas Philip Terry, Adalberto de Cardona, Carl Lumholtz,
Bruce Johnstone, entre muchos otros, llegaron a Pátzcuaro para ver la famosa pintura, así como los
paisajes y la vida cotidiana de los indígenas de Tzintzuntzan (Boehm, 1908: 3). Los libros publicados
por los viajeros y las guías de viaje fueron también medios importantes de promoción de esta región
de Michoacán para muchos desconocida. En varios de ellos ya se utilizaba el término de turista para
referirse a los visitantes que arribaban a la ciudad con fines de recreación.
Las fotografías que algunos extranjeros y nacionales dieron a conocer a través de libros, guías de
viajeros, periódicos o postales, debieron causar impacto entre sus compatriotas, pues muchos llegaban
con la idea de apreciar y retratar indígenas y paisajes como los que habían visto antes. Entre algunos de
los fotógrafos se encuentra el francés Abel Briquet, el norteamericano Charles B. Waite, Reau Campbell
(Campbell, 1909), Wallace Gillpatrick (Gillpatrick, 1911), William Seymour, Edward William Nelson,
William S. Edward, (Edward, 1909), el mexicano-alemán Hugo Brehme (Brehme, 1990), los mexicanos
Ramón Zalce y Luis G. Carrilio, entre otros. Los temas de interés fueron indígenas caminando, sentados o
parados en la calle frente a edificios religiosos, calles o plazas, en canoas y paisajes del lago (Chávez, 2013).
En poco tiempo se promocionaban en los diarios más importantes de México y Morelia “excursiones
dominicales” a la ciudad y por del lago, básicamente con fines de recreo.13 El costo por la excursión en
canoa a través del lago era de un real en 1889 (Janvier, 1890: 466). Tanto vecinos como visitantes acudían
al mirador de los Balcones, cerca de la capilla de El Calvario para apreciar el paisaje lacustre, mientras
un grupo musical amenizaba el ambiente. Otros, como ya se dijo, acudían a visitar la imagen de la Virgen
de Salud, principalmente durante las fiestas del 8 de diciembre.14 Regularmente, al día siguiente se
publicaban los pormenores de los paseos, buscando causar interés a quienes no habían sido parte de la
travesía. Además se pagaban espacios en distintos diarios de circulación nacional e internacional para
promover los viajes a la ciudad. En algunos se podía leer: “Try lake Patzcuaro for an outing it´s fine,
fine!!,15 o bien: “Probad el lago de Pátzcuaro en una expedición campestre. ¡Es expendido!”.16
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Mientras tanto, las mejoras materiales de la ciudad llevadas a cabo durante el periodo conocido como
porfiriato o porfirismo, contribuyeron a perfeccionar los servicios para el turista y la imagen de la ciudad.
Desde la segunda mitad del siglo XIX, por iniciativa de los propietarios que deseaban demostrar su
capacidad económica y estar “a la moda”, muchas de las casas se fueron reconstruyendo, sobre todo sus
fachadas, adoptando un estilo neoclásico afrancesado, pero integrándose de alguna manera al contexto
preexistente. El Ayuntamiento estaba también interesado en que imagen del pueblo fuera atractivo.
En 1878 se invitó a la gente a blanquear el frente de sus casas con el fin de uniformizar su aspecto. Lo
mismo se hizo en 1905 a petición del presbítero Rafael Nambo. En 1870 se hicieron composturas en la
calzada y puente del cristo. Un año después comenzaron algunos arreglos de la plaza principal. Para
1877 se hicieron arreglos en la pila de san Miguel, que al igual que otras fuentes fueron un atractivo
para muchos visitantes, sobre todo extranjeros. En 1889 se hizo la compostura del piso de la plazuela de
san Agustín, al tiempo que se abría el nuevo camino a la estación, que ahora lleva el nombre de avenida
Álvaro Obregón. En 1893 se empedró y se embelleció el mismo camino con árboles y se le construyó
un puente (Barriga, 2010: 60-62). Entre 1894 y 1896 se empedraron las calles de Iturbe y Molinos,
se embanquetó el frente oriental de la manzana 12 del cuartel primero, se colocó una atarjea de cal
y canto, contigua al manantial de alcantarillas hasta la caja distribuidora de las aguas de la ciudad,
entre otras mejoras (Cortés, 1991: 130). Una de las obras más importantes fue la que se llevó a cabo en
1899; se trataba de la introducción de luz eléctrica y líneas de alumbrado público. Al iniciar el siglo XX
las obras continuaban. Para 1900 se empedraron las calles Navarrete, Libertad y Codallos. En 1901 se
contaba con agua entubada en las fuentes.17 En 1905 se colocó un kiosco en la plaza principal, donde
se situaban los músicos que llevaban a cabo las famosas serenatas nocturnas. Entre 1907-1908, el
gobernador del estado y el prefecto de Pátzcuaro, don Luis G. Arriaga, inauguraron la cárcel femenil.18
El señor Arriaga también se encargó de los trabajos para embellecer la plaza de San Agustín, haciendo
que le colocaran nuevas luminarias, pavimentación y lunetas. A la plazuela de la Colegiata, pidió que
le colocaran bancas de fierro, farolas, jardinería y una fuente para abastecer de agua a los vecinos, al
tiempo que se plantaron 700 cedros que donó el Ayuntamiento y 500 que mandó el Gobierno del Estado.19
Evidentemente, las obras eran para beneficio del pueblo patzcuarense, pero el embellecimiento de la
ciudad buscaba también atraer a los visitantes.
5. El hospedaje y la comida durante el porfiriato
Los mesones habían tenido su auge en la primera mitad del siglo XVIII, pero en las primeras décadas
del siglo XX seguían siendo utilizados por los arrieros y viajeros que llegaban al tianguis desde distintos
lugares del estado y del país (Stanislawki, 2007). Para entonces existían los mesones del “Socorro” o “San
Agustín”, de “El Retoño”, el “El Salvador”, “San Antonio” “El Ángel”, “San Francisco”, “Del Fresno”, el
“Mesón Del Gallo”, “Nuestra Señora de la Salud” o de “Las Monjas” “San Cristóbal”, “Santa Lucrecia”,
“San José” y “Del Refugio”.
Como se dijo antes, estos eran mayormente utilizados por los comerciantes, pero algunos turistas
llegaban a alojarse en ellos. La mayoría estaban descuidados, sucios y no contaban con alimentos,
o éstos eran muy deficientes. Por ejemplo, el mesón de “San Agustín”, al cual llegaban diariamente
diligencias que provenían de Morelia, recibió al viajero inglés William H. Bullock en 1865, quien hizo
dio su apreciación del mismo:
…desagradablemente sucio el patio donde llegamos en el mesón de San Agustín, que si la diligencia hubiera
regresado ese día, no habríamos vacilado en darle la espalda enseguida al lugar. Sin embargo como el
vehículo no volvería hasta mañana, no teníamos más alternativa que reservar la única esquina vacante en
ese lugar: un sucio cubil sin ventanas en el patio, algo como una carnicería y una perrera… (Bullock, 1886).
El primer hotel del que se tiene noticia fue el hotel “Acha”, que se encontraba al inicio de la calle
Ibarra, también conocido como Hotel “Diligencias” o la “Casa de las Diligencias”, porque los carruajes
foráneos llegaban hasta sus puertas. En esta casa que perteneció a don Miguel Acha (Reyes, 2006: 83,
105; Salas, 2010: 31-33), se hospedó la Marquesa Calderón de la Barca, en 1843 (Erskine, 1843; Bohem,
1995), y el abogado y político estadounidense Alfred Roscoe Conkling, en 1883, después de salir de Morelia,
viajar en diligencia hasta llegar a una loma, desde donde pudo observar el oriente del hermoso lago de
Pátzcuaro y detenerse media hora después en frente del “Hotel Diligencias” (Conkling, 1884: 215-216).
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Los que se dirigían hacia el centro de Pátzcuaro se podían hospedar en el hotel “De la Concordia”.
Éste perteneció a Juan García Abarca, desde que fue abierto al público en 1884.20 En 1898, cuando fue
adquirido por Alejandro Macías, el hotel tenía a su disposición coches para transportar a los pasajeros
a la estación de ferrocarril, así como restaurante, cantina y billares.21 Uno de sus primeros clientes fue
Jules Leclercq, quien dice haber dormido en la cama de un flamante hotel que estrenó, el cual había sido
construido por un “empresario que previó un brillante destino con la próxima llegada del ferrocarril a
la ciudad.” Para este viajero, el tren y los steamers (i.e., barcos de vapor), serían en poco tiempo medios
de transporte que atraerían a miles de turistas en perjuicio de la fauna del lago de Pátzcuaro (Leclercq,
1885:335). Sobre el mismo hotel, Adalberto de Cardona señaló en sus memorias que: en la estación del
ferrocarril había generalmente uno o dos carruajes, los cuales debían ser de antediluviana construcción
y estilo, que esperaban la llegada del tren para conducir a sus pasajeros a la población, cobrando 25
centavos por pasaje. Dijo también que el único hotel que había en la ciudad –en el centro- era el De la
Concordia, y que sus precios eran de 25 centavos por cada comida, 50 centavos por cuarto y 1.25 pesos
al día por hospedaje completo (Cardona, 1892). Otra huésped fue Susan Hale, quien llegó a Pátzcuaro
el 17 de marzo de 1886 y fue llevada de la estación del ferrocarril al hotel “De la Concordia” en una
diligencia conducida por el señor Pablo Plata (Hale, 1919: 155-156). Por su parte, Thomas A. Janvier
opinaba que el hotel “Concordia” era el más deseable, pero las camas estaban muy duras y la comida
pobre. Dijo que en el hotel “Quiroga” la comida la comida era un poco mejor pero que las recámaras no
eran muy buenas (Janvier, 1890: 463). Este hotel se encontraba en la calle Ponce de León y pertenecía a
Don Luis Solchaga en 1886 (Rosiles, 2004: 107). Algunos periódicos recomendaban el hotel “Concordia”
a los viajeros que quisieran conocer la “antigua ciudad de Michoacán”.22
Ante el aumento de turistas, muchos de ellos extranjeros de gustos exigentes que requerían de
mejores servicios, algunos mesones fueron mejorados y cambiaron de nombre, otros desaparecieron
paulatinamente. El “Del Refugio” se convirtió en “Hotel Ocampo”, en 1893. En 1901 el mesón de “San
Agustín” fue vendido por Leocadia Treviño a José María Mercado, quien lo convirtió en el “Gran Hotel
Mercado” González, 2004: 55, 325). En 1895 el hotel pasó a manos de Ricardo Tena quien, como parte
de la promoción de este establecimiento, anunciaba que se había puesto a cargo del hotel “Mercado”, al
cual le había hecho mejoras notables. Entre otras, le había agregado una agencia de información que
proporcionaba a los agentes viajeros cuantos datos deseaban saber sobre Uruapan, Ario, Tacámbaro,
Taretan y demás poblados de ese rumbo (Cortés, 1991: 33). Al siguiente año se publicitaba como un
hotel de amplias habitaciones, salón de recreo con magnífico piano, restaurante, billares y cantina.23
Para 1888 ya funcionaba el hotel “Ibarra”, que se encontraba en los terrenos de la hacienda del mismo
nombre, propiedad de Francisco Solórzano y Solórzano. Adalberto de Cardona recomendó a todos los
turistas que extendieran su viaje a Pátzcuaro, el hotel “Ibarra”, por la amabilidad de los dueños, los
sabrosos platillos que vendían, la ubicación del hotel y los servicios que ofrecían al turista, como viajes
a Uruapan y a Tzintzuntzan (Cardona, 1892; 322-324). Distintos periódicos también recomendaban el
“Ibarra” a los viajeros que desearan hacer una excursión por el lago de Pátzcuaro: “un edificio pintoresco
muy bien situado, donde nada les faltará que se relaciones con comodidad y el buen servicio (que es)
esmerado y activo; los cuartos están limpios y bien decorados, el restaurante ofrece comidas de excelente
gusto, y los empleados son finos, atentos y caballeros con los viajeros”.24
A principios del siglo XX, la Sociedad de Navegación construyó un lujoso chalet, al que le siguieron
otros cinco, que tenían vista al lago y su propio embarcadero. En esta área se ofrecía una especie de
balneario, que se le conoció como “La Playa”. Eran cabañas para los viajeros aventureros que deseaban
estar en contacto con la naturaleza, pero sin perder comodidad. Algunos de sus huéspedes gustaban de
la caza de patos o de la pesca, o simplemente se relajaban observando la belleza del lago.
6. Conclusiones
En el presente documento se presentaron argumentos históricos que avalan la postura de que el
turismo como actividad económica no inició después de la década de 1920, como lo han asegurado
varios autores, sino desde cuatro décadas atrás. La introducción del ferrocarril, el embellecimiento de
la ciudad, las mejoras en infraestructura, los servicios de hotelería, la alimentación, el transporte por
tierra y agua, la organización de excursiones, información, publicidad pagada y las recomendaciones de
los mismos viajeros, fueron motores que permitieron el aumento de turistas que visitaban Pátzcuaro,
desde finales del siglo XIX hasta finales de 1910. Por supuesto que el potencial del municipio era
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intrínseco, pues como lo manifestaban los viajeros, la belleza del lago y de la ciudad “pintoresca”, eran
espléndidos y muy recomendables.
Aunque no se tienen datos para saber con precisión la cantidad de turistas que llegaban a Pátzcuaro,
ciertos indicativos, como las numerosas notas de periódico, nos hablan de exitosas excursiones semanales,
de la apertura de hoteles y mejoramiento de servicios. También se aprecia, a finales del siglo XIX y
principios del XX, una amplia promoción de anuncios publicitarios con fines turísticos. Se ha visto que
los empresarios y funcionarios de Pátzcuaro tenían una visión acorde con la mentalidad del Porfirismo,
de “orden y progreso”. Esta forma de pensar y de actuar se complementó con la idea de ver a la ciudad y a
sus paisajes naturales como polos de atracción para obtener un beneficio económico de los viajeros. Ya se
comenzaban a generalizar los términos de turista y turismo para referirse a los visitantes que buscaban
en la ciudad lacustre un destino para disfrutar de los paisajes, tradiciones, comida y atenciones de los
patzcuarenses. Por ello, las inversiones realizadas no sólo fueron para adquirir medios de transporte o
lugares de hospedaje, sino que se pensó en la conservación de la arquitectura “pintoresca” de Pátzcuaro,
así como en mejoras materiales y de la infraestructura que permitió a los ciudadanos y al turismo tener
las comodidades necesarias. Gracias a la promoción de los habitantes de Pátzcuaro y de la recomendación
de los visitantes, en poco tiempo, el centro de intercambio comercial que era Pátzcuaro se convirtió en un
punto obligado para los aventureros que llegaban a Michoacán. Si bien, los beneficios directos de las obras
destinadas al turismo fueron para los empresarios, ya de por sí, acaudalados, los indirectos fueron para el
resto de la población, ya que algunos visitantes consumían alimentos, artesanía o distintos servicios que
le dejaba un ingreso extra. Todo indicaba que el turismo seguiría mejorando en las siguientes décadas,
pero el inicio de la Revolución Mexicana puso freno a su impulso.
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2 1901. “El lago de Pátzcuaro. Compañía de navegación”. La Libertad 9 (21). Morelia. 24 de mayo: 2.
3 1895. Gaceta Oficial del Estado de Michoacán de Ocampo. II (127). Morelia. 12 de diciembre: 211.
4 1886. El Siglo Diez y Nueve. XLVI (14596). México. 8 de noviembre: 2.
5 1887. El Diario del hogar. VII (50). 13 de noviembre: 3. 1889. El fronterizo. XI (548). Tucson. July 06: 2. 1889. El fronterizo.
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6 1901. Fernando Wiegand le informa que desean adquirir unas embarcaciones pequeñas de vapor y gasolina, para el lago
de Pátzcuaro, por lo que le solicita le mande información de los requisitos que se necesitan para hacer esas importaciones,
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7 1905. “Regular service to be established on lake Patzcuaro”. The Mexican Herald. Aug 12: 2.
8 1905. “Un ferrocarril eléctrico en Pátzcuaro”. El economista mexicano. 10 de julio: 2.
9 1888. “Honores al señor E. H. Talbott”. La Patria. 6 de enero: 1.
10 Poetas como José María Zayas y Manuel Gutiérrez Nájera dedicaron uno de sus versos a “El lago de Pátzcuaro”, en 1898
y 1905, respectivamente. 1898. La Libertad. 6 (50). 6 de diciembre: 3. 1905. La Libertad. 13 (5). Morelia. 17 de enero: 4.
11 1888. “Honores al señor E. H. Talbott”, La Patria, 6 de enero.
12 1908. “Tzintzuntzan y sus excursiones dominicales”, La Libertad. 16 (62). 4 de agosto: 3.
13 “Excursión dominical a Pátzcuaro”, El pueblo orden y progreso, tomo I, núm. 2, Morelia, lunes 3 de agosto de 1908, p. 2.
“Los domingos en Pátzcuaro”. El pueblo orden y progreso. I (8). Morelia. 10 de agosto de 1908: 2 y 3.
14 “Suntuosas fiestas en Pátzcuaro”. La Libertad. 16 (3). 10 de enero: 1 y 2.
15 “The national lines of Mexico”, The Mexican Herald. XX (101). June 10. 1905: 8.
16 1905. La Voz de México. XXXV (317). 18 de enero: 4.
17 1901. La Libertad. 9 (9). Morelia. 7 de junio.
18 1907. La Libertad. 15 (4). Morelia. 11 de enero.
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418 Una mirada al surgimiento del turismo en Pátzcuaro
19 1907. “Por la ciudad del lago”. La Libertad. año 15 (89). Morelia. 5 de noviembre: 2. 1908. “Pátzcuaro”, El pueblo orden
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julio: p. 3.
20 Murió dos años después. “muerte repentina”. 1886. El monitor republicano. 8 de julio: 3. El hotel se ubicaba en el portal
Juárez, como hasta ahora.
21 1898. La Libertad. 6 (19). Morelia. 10 de mayo: 3. 1898. La Libertad. 6 (15). Morelia. 13 de abril.
22 1888. La Voz de México. XIX (265). 18 de noviembre: 3.
23 1895. “Gran Hotel Mercado”. El comercio de Morelia. 20 de diciembre: 4.
24 1888. La Voz de México. XIX (265). 18 de noviembre: 3.
Recibido: 01/03/2016
Reenviado: 27/07/2016
Aceptado: 16/09/2016
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