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© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121 Vol. 14 N.o 4. Págs. 827-842. 2016 www .pasosonline.org Resumen: Este artículo presenta un estudio antropológico sobre la dinámica del turismo rural en la comarca turística “Sierras de la Ventana” (Argentina), a partir de analizar los imaginarios sociales y los ritmos de vida de diferentes grupos de interlocutores (turistas, técnicos y funcionarios). El trabajo de campo se realizó durante la experiencia de trabajo como asesor de dos grupos asociativos de turismo rural, entre 2010 y 2014, conformados para organizar y fortalecer una oferta de turismo rural en dicha Comarca. Se presentan en primer lugar los imaginarios sistematizados mediante el trabajo etnográfico para interpretar los diferentes modos de concebir el “desarrollo turístico”, y posteriormente, las rítmicas culturales (conjuntos de ritmos de vida) analizadas para comprender las experiencias turísticas que dinamizan el turismo rural en la región. Se propone el diagnóstico de imaginarios y rítmicas como instrumento de caracterización, planificación y gestión del turismo rural. Palabras Clave: Turismo rural; Imaginarios; Rítmicas culturales; Patrimonialización; Sierras de la Ventana, Argentina. Social dynamic of rural tourism: imaginaries and cultural rhythmics. Sierras de la Ventana, Argentina Abstract: This article presents an anthropological study of the dynamic of rural tourism in the touristic region “Sierras de la Ventana” (Argentina), based on the analysis of social imaginaries and rhythms of life among different groups of social actors (tourists, technicians and officials). Fieldwork was conducted during the work experience as advisor of two associative groups of rural tourism, between 2010 and 2014, formed to organize and strengthen an offer of rural tourism in this region. First, it presents systematized imaginaries through ethnographic work to interpret different ways of conceiving the “touristic development”, and subsequently, the analysis of different cultural rhythmics (sets of rhythms of life) that provide insights of touristic experiences that enhance rural tourism in the region. It proposes the diagnosis of imaginaries and rhythmics as an instrument of characterization, planning, and management of rural tourism. Keywords: Rural tourism; Imaginaries; Cultural rhythmics; Patrimonialization; Sierras de la Ventana, Argentine. Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales. Sierras de la Ventana, Argentina Gonzalo Iparraguirre* Universidad de Buenos Aires (Argentina) Gonzalo Iparraguirre * Investigador del Instituto de Ciencias Antropológicas de la UBA; E-mail: gonipa@gmail.com 1. Introducción Los interrogantes iniciales que motivaron y orientaron el sentido de esta etnografía de los imaginarios y ritmos del turismo rural, giran en torno a la inquietud de porqué, prestadores turísticos forjados en un “mismo” territorio y habitus cultural, se manejan de formas muy diferentes y tienen concepciones contrapuestas sobre cómo se debe hacer turismo, sobre el ethos del prestador turístico, y particularmente sobre cómo es factible que el turismo participe del “desarrollo local”. ¿Se trata efectivamente de un mismo “entorno” cultural que puede reducirse a un mismo territorio, y forja a actores sociales con PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 828 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales cierta homogeneidad? Si esto es así, ¿cómo se explica la gran dificultad de comunicarse y de trabajar en forma asociativa que emerge en el trabajo de campo? ¿Qué se representan los prestadores por el concepto “desarrollo”, es un concepto unívoco? En principio puede resultar útil para introducir la problemática, repasar el clásico dilema antropológico del “nosotros y los otros”, que sin necesidad de articularlo con comparaciones entre grupos étnicos o entre nacionalidades, es factible hallarlo al interior del “nosotros serranos”, a través de un entramado pluri-cultural que trasciende los aglutinantes de “misma educación”, “misma ciudad o pueblo”, “misma historia de vida”, “misma actividad comercial”, “mismo interés turístico”. La mismidad al interior de los grupos de turismo rural estudiados es absolutamente diversa, no solo por las diferentes actividades que cada uno emprende, sino porque la rítmica turística que cada uno lleva adelante está atravesada de ritmos de vida diferentes. En esta dirección, la pregunta central que aborda este trabajo es: ¿A qué responde que prestadores de un mismo “nicho” turístico establezcan diferentes concepciones sobre la práctica turística al punto de no lograr establecer modos de trabajar en conjunto o complementarios? En consonancia, el objetivo central que se persigue es dar cuenta de cómo la praxis turística es una construcción simultanea de imaginarios y rítmicas culturales. El material empírico que sustenta la etnografía se basa en experiencias simultáneas de gestión e investigación sobre turismo rural realizadas entre 2010 y 2014, a raíz de mi trabajo como promotor‑ -asesor de dos grupos Cambio Rural de turismo rural en INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), en un territorio denominado Comarca Turística “Sierras de la Ventana”, Partido de Tornquist, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina (Mapa 1). La metodología que se aplicó durante estos cinco años, permitió sistematizar los imaginarios presentes en la puesta en práctica del turismo rural en el territorio, por parte de los prestadores turísticos integrantes de grupos asociativos INTA, de los técnicos asesores de estos grupos, y otros profesionales vinculados a la Institución. También trabajé con diferentes asociaciones identificadas con el desarrollo del turismo en la región. La suma de interlocutores con los que interactué, contabilizando entrevistas dirigidas, semi-dirigidas y diferentes instancias de diálogo en reuniones técnicas, jornadas, capacitaciones y congresos, supera las 80 personas. La utilidad de un diagnóstico antropológico sobre los imaginarios en torno al turismo, puede alinearse como una contribución al llamado de autores especialistas como Daniel Hiernaux-Nicolás, al decir que el estudio de los imaginarios debería ser una tarea central de las ciencias sociales, “para evitar que el análisis del turismo se limite a un simple recuento positivista de sus éxitos o fracasos” (Hiernaux-Nicolás, 2002: 33). Es también una forma de explorar aquellos imaginarios del modernismo y del economicismo que arrastran los estudios hegemónicos sobre turismo, para analizar sus componentes y desnaturalizarlos (Barretto y Otamendi, 2015; Bertoncello, 2002; Lacarrieu, 2010; MacCanell, 2003; Otamendi, 2008; Prats, 2011). Los estudios antropológicos sobre turismo recuperan el interés primigenio por el otro, “ahora convertidos en turistas, población local o servidores foráneos de los visitantes” (Santana Talavera, 2008: 15) y no pueden ser aislados del resto de las inquietudes centrales que caracterizan a la disciplina. Considerando estos antecedentes, el trabajo propone centrar la mirada en la intersección de las tradiciones simbólicas junto a las pragmáticas, incorporando el análisis de los imaginarios en la interpretación de problemáticas usualmente caracterizadas como “culturales” y reducidas al plano discursivo. Estas limitantes epistemológicas pueden ser sistematizadas y comprendidas de un modo más eficiente y esclarecedor, al incorporar en el análisis de los discursos, los imaginarios de los actores sociales y la correlación de éstos con las prácticas individuales y grupales. El marco teórico-metodológico aquí propuesto profundiza la correlación entre cultura e imaginarios al definir que la cultura de un grupo social, es asimilable al conjunto de imaginarios, discursos y prácticas de dicho grupo. Asimismo, se comprende que la conformación de todo proceso cultural requiere, en el plano del individuo, de la representación simbólica de la realidad (imaginación y lenguaje), en simultáneo con la intervención fáctica en la realidad material (prácticas). PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 829 Mapa 1: Ubicación de la Comarca Turística en la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Fuente: Instituto Nacional de Geografía, modificado por el autor. 2. Grupos asociativos de turismo rural El turismo rural ha sido objeto de investigación en Argentina durante los últimos quince años, y su interés nacional e internacional viene creciendo exponencialmente (Barrera, 2006; Bustos Cara, 2004, 2008; Guastavino, Rozenblum y Trímboli, 2010; Haag, 2003; Nogar y Jacinto, 2010; Posada, 1999; Rodil, 2013; Román y Ciccolella, 2009; Santana Talavera, 2002; Scalise, 2012). En Argentina, el surgimiento del turismo rural puede contextualizarse en la nueva organización socioeconómica de la transición acontecida en este país a fines de los ‘80 y principios de los ‘90, que dio lugar a modalidades alternativas como el “turismo de nichos” (Bertoncello, 2002: 37). El INTA en particular, cuenta con sus primeras experiencias desde 1994 en la Patagonia argentina y comenzó formalmente el apoyo a la formación de grupos asociativos de turismo rural desde el año 2004, a partir de la implementación del Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable (ProFeder), enmarcado este último en el Plan Estratégico Institucional 2005-2015 de INTA (Guastavino, Rozemblum y Trímboli, 2010: 1). Los grupos de turismo rural funcionan dentro del programa Cambio Rural, financiado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, y articulados en el territorio por la Coordinación Nacional de Transferencia y Extensión de INTA. Según lo sintetiza una reciente publicación, que ha resumido varios de los trabajos pioneros, el turismo rural puede conceptualizarse como: PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 830 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales “Una actividad turístico-recreativa complementaria a las actividades agropecuarias tradicionales, desarrollada principalmente en emprendimientos, comunidades y pueblos rurales, gestionada por la población local respetando el medio ambiente y la cultura. Ofrece la oportunidad de compartir, vivenciar y conocer costumbres, actividades (productivas y culturales) y experiencias del medio rural, promoviendo el respeto y la valoración del patrimonio natural y cultural” (Scalise, 2012: 18). En la perspectiva planteada desde INTA, el turismo rural es principalmente una estrategia para el desarrollo territorial (Guastavino, Rozemblum y Trímboli, 2010: 4). Los grupos se conforman de 8 a 12 productores/prestadores de servicios y un promotor-asesor que actúa como técnico coordinador. La dinámica de trabajo se basa en la elaboración grupal de un plan de trabajo por tres años, llevado adelante con una reunión mensual en cada establecimiento/locación, y visitas planificadas a cada uno de los integrantes. En la actualidad, INTA apoya a 92 grupos distribuidos en 16 provincias, sumando más de 1.150 familias emprendedoras y 200 organizaciones involucradas en su acompañamiento. En la región sur de la Provincia de Buenos Aires, se encuentran 13 grupos en funcionamiento, y específicamente en el sector sudoeste, se cuenta a la fecha con 7 grupos (Guastavino, 2014: 7). Mi experiencia directa en gestión del turismo se basa en el trabajo con dos grupos de turismo rural en el Partido de Tornquist: Senderos Ancestrales y Paseos y Sabores Serranos. Los productos y servicios que comercializan los integrantes de estos grupos son: alojamiento en el campo, producción de alimentos (cerdos, chacinados, quesos, miel, chocolates, dulces, vinos, pastelería), paseos guiados (caminatas por circuitos urbanos y trekking en las sierras y campos con arroyos, cabalgatas), gastronomía (comidas y aperitivos en un bar, salón de eventos y parrilla), visita a espacios recreativos y artísticos (áreas protegidas, plazas públicas, turismo religioso), vivencia de procesos productivos (ordeñe, fabricación de quesos, bodega y producción de vinos, dulcería artesanal, fábrica de chacinados, producción de aromáti‑cas), paseos por el campo en vehículos tipo safari y excursiones de turismo aventura en vehículos 4x4. La dinámica de trabajo de Cambio Rural consiste en realizar una reunión mensual en cada estable‑cimiento, rotando entre todos los integrantes durante el año. El asesor propone al productor anfitrión un temario específico que se vincule a su emprendimiento ya que la primera actividad de la reunión consiste en recorrerlo, y luego hacer una devolución crítica por parte de los asistentes. Al momento de tratar los temas del día, se hace una pequeña ronda de novedades y se decide quién será el “moderador” de la reunión, para ordenar la inevitable superposición de voces. El representante del grupo hace la mediación entre técnico y grupo, anticipando temas, recordando fechas, tomando asistencia y cobrando el aporte mensual de cada productor. Se discuten los temas del día durante una hora o dos, siempre acompañados con mates y degustaciones a cargo de los locales. Al final de la jornada, se realiza una pequeña evaluación de la reunión y se acuerda donde será la próxima reunión. A veces se cierra el día con un asado, donde el temario ya no está pautado, se conversa de la familia, temas de actualidad, política y de “bueyes perdidos” como suele decirse. Es casi una recomendación de los extensionistas agrónomos mediar las reuniones con comidas, suelen ser los momentos claves donde se cimientan los vínculos asociativos y de amistad que dan pie a contactos comerciales concretos. En las reuniones de productores agropecuarios mixtos (que hacen agricultura y ganadería), la regla es estricta: no hay reunión si el anfitrión no prepara un buen asado. Estos ritos de comensalidad, presentifican gestos atávicos del ser social que se enmascaran bajo simples “relaciones comerciales”: juntarse, compartir comida y reforzar los vínculos. 3. Imaginarios del turismo rural Los imaginarios sociales no son otra cosa que la imaginación en plural. La capacidad de todo humano de contar con su imaginación a partir de su propia cognición, se extiende a la capacidad de los grupos humanos de contar con una imaginación compartida, producida y reproducida entre sus integrantes a través de la cultura. Siguiendo a autores como Gilbert Durand (2000; 2003; 2004), Bronislaw Baczko (2005), Cornelius Castoriadis (1989), Jean-Jacques Wunenburger (2008) y Pablo Wright (2008), elaboré un sistema de análisis de imaginarios organizado por niveles semánticos inclusivos: constelación, componente y categoría. La noción de “constelación”, retomando a Durand, define al nivel de mayor amplitud semántico, en tanto condensa el conjunto de imaginarios y sus diferentes componentes “que revelan su capacidad de auto-organización de las ideas, afectos y acciones de los agentes que lo vehiculizan” (Wunenburger, 2008: 59). Los “componentes” simbólicos agrupan a las redes de categorías asimilables a una constelación, lo que Durand denomina como esquema y estructura de un imaginario (Durand, 2004: 442-443). En tanto “categoría”, sintetiza al plano de los símbolos y conjunto de representaciones asociadas al lenguaje que PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 831 emerge del diálogo cotidiano con los interlocutores. Considerando estas fuentes como bases epistemológicas del método, propongo conceptualizar a los imaginarios sociales como conjuntos de representaciones mentales y materiales sobre los modos de pensar y actuar de un grupo social en su vida cotidiana. El estudio de los imaginarios sociales en torno al turismo rural en esta región fue analizado a partir de la emergencia durante el trabajo de campo, de tres conceptos recurrentes, clasificados como constelaciones de imaginarios: Desarrollo, Territorio y Patrimonio (Cuadro 1). A partir de identificar y analizar este conjunto de constelaciones, componentes y categorías, se organizó la interpretación del campo de las representaciones sobre el turismo rural que permitió caracterizar los discursos de los interlocutores, en simultáneo a la observación etnográfica de las prácticas turísticas que éstos llevaron a cabo en su praxis cotidiana. El formato final de esta matriz, que aquí presento de modo resumido por motivos de extensión, es el resultado de experimentar con el material de campo hasta alcanzar una herramienta analítica efectiva y precisa. Cuadro 1: Matriz de análisis de los imaginarios sociales. Imaginarios sociales Turismo rural Constelación Componentes Categorías Desarrollo Estado Políticas a nivel Municipal, Provincial y Nacional. Sectores públicos y privados. Leyes de patrimonio. Normativas de “explotación” turística. Mercado Comercialización, venta y consumo. Oferta y demanda. Ocio, viajes, vacaciones. Campo Ámbito productivo, a desarrollar. Negocio económico. Territorio Gestión Asociativismo. Cadenas de valor. Productos y servicios turísticos. Desarrollo local. Campo Tierra, naturaleza, sierras. Ámbito rural, agricultura y ganadería. Vida del campo. Lugar Lugares turísticos. Entornos naturales-culturales. Ámbitos locales y rurales. Ruralidad y urbanidad. Patrimonio Recursos culturales Recursos tangibles. Recursos intangibles. Paisajes culturales. Recursos naturales Fenómenos celestes y climáticos. Biodiversidad, biósfera, flora, fauna. Geología, geografía, paisajes naturales. Sustentabilidad Uso ecológico de los recursos. Sustento económico y equidad social. Sostenibilidad. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 832 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales Como puede visualizarse en el Cuadro 1, la constelación Desarrollo agrupa tres componentes simbólicos: Estado, Mercado y Campo. El componente Estado agrupa como categorías centrales a las intervenciones políticas a nivel Municipal, Provincial y Nacional; las tensiones entre sectores públicos y privados; y las leyes de patrimonio; las normativas de la explotación turística. El componente Mercado incluye los circuitos de comercialización, venta y consumo de servicios y productos; la lógica de la oferta y la demanda; las nociones de ocio, viajes y vacaciones. Y el componente Campo refiere al ámbito productivo a desarrollar con actividades agropecuarias y turísticas; es un negocio económico. La constelación Territorio agrupa a los componentes Gestión, Campo y Lugar. El componente Gestión incluye el asociativismo, las cadenas de valor, los productos y servicios turísticos; el desarrollo local (aquí “desarrollo” opera como categoría y no como componente). El componente Campo adquiere aquí otros sentidos diferentes, en tanto se asocia a la tierra, la naturaleza, las sierras; es el ámbito rural, donde la ruralidad tiene su lugar; remite a la vida del campo, en el interior del país o en espacios abiertos. El componente Lugar integra la construcción de los lugares turísticos; la identificación de rasgos y atributos, así como entornos naturales y culturales; la concepción de lugares rurales o urbanos (ruralidad y urbanidad). La constelación Patrimonio agrupa a los componentes Recursos culturales, Recursos naturales y Sustentabilidad. El componente Recursos culturales agrupa categorías como recursos tangibles (artesanías, arquitectura, museos, colecciones, registros arqueológicos y paleontológicos); recursos intangibles (identidad, historia local, tradiciones, familias, conocimientos, leyendas); paisajes culturales. El componente Recursos naturales integra fenómenos celestes y climáticos; biodiversidad, biósfera, flora, fauna; geología, geografía, paisajes naturales. El componente Sustentabilidad integra el uso ecológico de los recursos; el sustento económico y la equidad social; la sostenibilidad. Se despliegan en los apartados siguientes cuáles son las rítmicas culturales identificadas en la praxis del turismo rural en correlación con la sistematización de estos imaginarios sociales y su utilidad comprensiva y explicativa de la dinámica socio-territorial. Se distinguen dos conjuntos de ritmos que responden básicamente a dos procesos sociales propios de la práctica del turismo en general. Estos resuenan en la polaridad constitutiva de anfitrión-visitante y de origen-destino, a la vez que proponen otra forma de concebirla: las rítmicas de la gestión turística y las rítmicas del ocio. 4. Rítmicas de la gestión turística Las rítmicas culturales componen una metodología implementada para comprender la relación entre ritmos de vida y procesos de la dinámica social, diferenciando nociones de tiempo (temporalidad) y nociones de espacio (espacialidad) (Cuadro 2). Forman parte de un conjunto de preceptos teóricos y metodológicos que definen y ponen en movimiento un modo preciso de investigar y de interpretar fenómenos sociales, al que denominé inicialmente método rítmico (Iparraguirre, 2011) y cuenta con antecedentes precisos en antropología y en geografía (Boas, 1964; Goodman, 2010; Lefebvre, 2004; Mauss, 1979). Este método puede incluir, en función de la problemática, además de rítmicas culturales, el estudio de rítmicas naturales y físicas, como las rítmicas climáticas y las astronómicas. A nivel conceptual, rítmica agrupa a un conjunto de ritmos, de un actor social o de un grupo, en tanto rítmica cultural agrupa al conjunto de los ritmos de vida constitutivos de la organización social, económica e ideológica, los cuales articulan la cotidianeidad y los hábitos de los sujetos que la conforman. A nivel metodológico, rítmica cultural permite estudiar la temporalidad y la espacialidad de diversos grupos sociales y las variantes al interior de los mismos (Iparraguirre, 2015). Entre ambos grupos de turismo rural, realicé un total de 83 reuniones entre enero de 2010 y diciembre de 2014, cada una de las cuales contó con un esquema de planificación y temario previo a la reunión y un posterior informe detallando las actividades y temas tratados, además de las actividades realizadas en la Agencia o en otras locaciones durante el corres‑pondiente mes. Cada reunión es una instancia de encuentro desafiante, de socialización, de puesta en común, de enfrentamiento de perspectivas y resultados, de planes comerciales y situaciones familiares, municipales, turísticas, económicas. Se condensa durante esas 3 a 4 horas un recuento de lo acontecido durante todo un mes; para los productores no deja de ser una carga asistir, tener que detener sus acciones y desplazarse hasta el lugar pautado, pero a su vez lo sienten como un alivio emocional, un momento de distensión y reflexión grupal. Varias veces me han dicho –“venir a las reuniones me viene bien para hacer catarsis”. Mi experiencia de armar reuniones mensuales fue dándome un sentido de convocar a los productores y ponerlos en diálogo que va más allá de la formalidad que exige el programa, de hecho se hicieron más reuniones de las previstas por el calendario. Aun cuando sea a contramano reunirse en PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 833 ciertos momentos del año, ningún integrante reniega de juntarse; asienten que es prioritario y si no lo es, no tiene sentido permanecer en el grupo. De hecho, a lo largo del proceso hubo prestadores iniciales que optaron por no seguir participando y otros que se integraron luego del primer año. El llamado “reunionismo” no tiene lugar en esta dinámica que hace rotar la locación y permite que se conozcan los productores entre sí. Conocer al otro es el móvil de juntarse y escucharse. El asociativismo emerge en las reuniones no solo como interés por comercializar juntos; es un imaginario de la potencialidad del grupo ante la fragilidad del individuo. Un claro ejemplo al respecto se dio en ocasión de organizar una Cuadro 2: Composición de las rítmicas culturales. Rítmicas culturales Ritmos de vida Temporalidad Espacialidad Dinámica social Ritmos diarios Organización diaria y horaria, agenda de acciones / del que hacer. Actitud proyectiva / advenidera. Usos de ámbitos de vida íntimos, locales, inmediatos. Organización social Ritmos estacionales Organización calendárica, almanaques, cronología acumulativa. Ciclos naturales. Uso estacional del territorio, desplazamiento, rotaciones. Lectura del paisaje natural-cultural. Topologías. Ritmos comunicativos Ritmos narrativos, narrativas lineales y no-lineales. Arte, música. Ritmos virtuales. Ritmos globalizados. Lugares personales y sociales. Ámbitos simbólicos, virtuales. Campos y capitales culturales, comunicativos. Ritmos económicos Ritmos de producción y del trabajo. Ritmos del mercado local y global. Ritmos del consumo. Ámbitos de producción, de sustento, de trabajo. Ámbitos virtuales de producción financiera. Sustento Ritmos políticos Ritmos de la burocracia, mediación de re-presentantes, relaciones de poder. El “ahora”, el “ya mismo”, lo necesito para ayer. Ritmos en la toma de decisiones. Ámbitos de gestión, ámbitos públicos / privados, abiertos, sin “dueños”. Entornos de toma de decisiones. Ritmos rituales Ritmos de las prácticas religiosas, de creencias y de cultos. Ritmos de las fiestas, disrupciones, catástrofes. Filosofía de vida, visión del mundo. Ámbitos de reflexión y de culto. Lugares oníricos. Lugares sagrados. Cosmovisión PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 834 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales expo de turismo rural para difundir los productos y servicios de todos los integrantes del grupo, donde emergió un sentido de colaboración mutua que trascendía el tamaño o trayectoria de los prestadores más reconocidos. El fin de presentarse juntos como un actor colectivo pudo alterar la inercia de trabajar individualmente y por fines personales, permitiendo reconocer la relevancia de los demás en una red comercial y sociocultural como la que conforma el turismo rural. Ahora bien, ¿qué implica reunirse?, ¿qué hecho social se construye en ese habitus del compartir la voz y las ideas? Entiendo que el ritmo periódico que implica juntarse una vez por mes, a lo largo de cuatro años, genera una resonancia de un ciclo mayor, un ritmo “socio-estacional”, donde es posible interpretar la dinámica del grupo en relación a otras rítmicas, como la climática, y la estacionalidad propia de la rítmica turística comercial (temporadas altas y bajas, feriados, vacaciones). Así, es posible encontrar recurrencias y pulsos del trabajo grupal. En verano por ejemplo, las reuniones se distienden, cuesta juntarse y la atención se pone en el visitante (por lo tanto en los intereses individuales). Es temporada alta y es prioritario trabajar de modo intensivo para afrontar la temporada baja que traerá el otoño. Al bajar la demanda de trabajo es posible prestar atención a la planificación y al trabajo colaborativo, es sinérgico juntarse y compartir experiencias, debatir problemáticas generales a todos y evaluar los resultados obtenidos comparativamente a los demás. En los picos de visita entre otoño y primavera la dinámica es regular, aunque el frío del invierno repliega también la asistencia a las reuniones a un número mínimo. Es un periodo introspectivo, los ritmos diarios se reducen, incluyendo la movilidad fuera del circuito habitual. Aquí también la rítmica climática puede visualizarse al compás de la rítmica económica y a los ritmos de la comunicación, como de hecho ocurre con estas reuniones. Visto así, las reuniones mensuales de trabajo grupal adquieren el carácter de un ritual, conforman una rítmica grupal que moviliza ritmos diarios, comunicativos, económicos, políticos y, por supuesto, se articulan en correlación a rítmicas climáticas locales. La misma energía del trabajo colaborativo es la que arrastra a técnicos y productores a reunirse en otra escala, ya sea a nivel regional o nacional. Este accionar de convocar y compartir propio de INTA, es una de sus principales características en tanto institución abocada a socializar conocimientos tecnológicos y experiencias asociativas. El INTA resignifica su propia práctica extensionista al convocar, periódicamente, a los productores con los que interactúa, y este “juntarse” tiene sentido en la sinergia que establecen productores y técnicos, engranajes de los dos “sectores” del crecimiento económico: el privado y el público. Si se desnaturaliza que ya preexistan estas estructuras económico-políticas en Argentina, se comprende que el diálogo de los imaginarios privados y los públicos responden a la relación entre subjetividades y colectividades. Esto es, al inexorable vínculo entre el accionar de los individuos y la dinámica de éstos en su conjunto, organizados como “grupos” en la escala de la institución. Por ejemplo, en los encuentros regionales de turismo rural, donde participan productores y técnicos de todos los grupos del sur de la Provincia de Buenos Aires, se comparten experiencias, anécdotas y capacitaciones. En las mesas de trabajo o los plenarios luego de las ponencias, es común escuchar de parte de los productores –“gracias al grupo pude seguir adelante con mi emprendimiento en momentos de crisis”, o –“me costó encontrar mi lugar en el grupo, me preguntaba qué hago yo acá si no hago turismo, hasta que me di cuenta que el grupo te contiene y te da herramientas para trabajar que van más allá, y el turismo llega, terminas participando de un circuito que no te imaginabas”. Es decir, la voz individual del productor se transforma en un coro polifónico a partir de la vivencia colaborativa que la institución promueve al estimular que se produzca y reproduzca una instancia de diálogo inter-grupal que recrea las micro-reuniones de cada grupo. Lo propio he vivenciado en los Encuentros Nacionales de turismo rural, de los cuales participan productores y técnicos de todas las regiones del país. De hecho, mi primer viaje hacia el mundo del turismo rural fue a uno de estos encuentros en el año 2009, realizado en Rosario de la Frontera, Provincia de Salta. Para entonces aún no había tenido demasiado contacto con el entorno rural de mi zona, y en aquel evento puede visualizar, en un solo golpe, que existía una dinámica turística rural en muchos puntos del país y que aunque para muchos de los participantes el turismo rural no era una actividad sumamente redituable, tenía un “no sé qué” que los hacía seguir adelante. Además de estas experiencias de gestión turística al interior de INTA, también tuve la oportunidad de participar en reuniones y eventos organizados de diferentes asociaciones o instituciones intermedias que trabajan en relación al turismo local. Por ejemplo, me vinculé con la Asociación para el Desarrollo Turístico de Sierra de la Ventana, con la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Tornquist, con la Cooperadora del Parque Tornquist, área natural protegida. El diálogo con sus representantes me permitió tener una perspectiva crítica respecto al accionar de los diferentes grupos posicionados PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 835 sobre el campo turístico de la Comarca. Una clara dicotomía entre éstos fue la permanente tensión de los sectores, la polarización entre lo que debe ser administrado de modo privado y lo que debe ser público. Por ejemplo, el Parque Provincial Ernesto Tornquist afloraba en todas estas reuniones como el epicentro de la discusión sobre la ausencia de una política turística, y por lo tanto del rol pertinente del Estado como administrador de recursos públicos intervenidos por actores privados (guías, agencias de viajes, concesionarios). Las lógicas del manejo de este Parque, ya sean referidas a su manejo para fines productivos intensivos (cría de ganado), para fines investigativos (laboratorio de biodiversidad) o fines turísticos (paisaje, paseos y preservación del recurso), han sido materia de arduos debates que en su raíz delatan una contienda de múltiples representaciones sobre lo que el Parque es y sobre lo que debería ser (Iparraguirre, 2014). Otra dicotomía relacionada a lo público-privado es el “sujeto del desarrollo”, el “para quién” se trabaja, hacia dónde se camina, la perplejidad que suscita comprender cuál debería ser el destino de la Comarca. Aquí los imaginarios se ponen en evidencia cuando, en una misma reunión, se enfrentan un “cabañero” u “hotelero” y un “guía”. Los primeros, centrados en una visión económica y financiera del negocio turístico, conciben al turista como un consumidor más, como cualquier consumidor de todo mercado, y su objetivo es que gasten en alojamiento y en comida. Para los guías, en cambio, además del objeto comercial que no descartan, debe existir un mensaje al turista, sobre la historia de la Comarca, sobre sus recursos naturales y culturales, o sobre su gente. En fin, debe irse con algo más que haber dormido y comido. Así se contraponen dos cosmovisiones respecto a lo que debe trabajarse como producto turístico de esta Comarca. Los imaginarios de los cabañeros, centrados en la constelación del desarrollo, priorizan el componente del mercado (oferta-demanda, precios redituables, servicios municipales cubiertos, cajeros automáticos, servicios de comunicación en funcionamiento, atractivos abiertos al público, productos en góndolas, entre otros), y el componente del campo en tanto ámbito meramente productivo para desarrollar ganancias monetarias (lugar para producir vacas, ovejas, cerdos, pasturas, cereales y nada más). Los imaginarios de los guías, centrados en la constelación del territorio y del patrimonio, manifiestan las categorías del componente lugar como atractivo turístico (entornos naturales-culturales, ámbitos de ruralidad y de urbanidad), el componente campo (la tierra, las sierras, la naturaleza a compartir con el visitante), así como también el componente sustentabilidad (uso ecológico de los recursos, sustento económico, equidad social y sostenibilidad). Ver Cuadro 1. Contraposiciones imaginarias similares he escuchado en reuniones de discusión sobre ordenanzas regulatorias de la actividad turística en el Municipio, así como en arduos debates en torno al nombre “correcto” que debería tener la Comarca, para consolidar la identidad regional y producir una marca turística. En mi rol como asesor de los grupos INTA, fui consultado por el Municipio para aportar ideas y experiencia sobre la revisión de la única ordenanza municipal que regula el turismo, por lo cual se generó un ámbito de discusión al interior de los grupos. Luego de varias reuniones, cruces de correos electrónicos y visitas a concejales y autoridades del sector, las confusiones y arbitrariedades se fueron multiplicando. Resultaba complejo presentar al Municipio un documento que, internamente, ya contaba con disensos y modos opuestos de exponer las ideas. Una propuesta era regular las habilitaciones en base a una jerarquía profesional, que considere el rango de los títulos de los prestadores y su idoneidad para realizar el trabajo. Otra ponía énfasis en la antigüedad, en los años de trayectoria y un mínimo de años de residencia en la Comarca para poder comenzar a trabajar de forma habilitada. ¿Qué dejaba entrever este concierto de ideas, leyes y experiencias turísticas? Que los imaginarios de los prestadores consultados no partían de la misma base epistemológica para siquiera sentarse a hablar un mismo idioma frente a los tecnicismos. Es decir, las categorías referían a imaginarios que se concebían como nociones diferentes y hasta contrapuestas, y al agruparlas al nivel de componentes simbólicos, resultaban parecer de personas residentes en otras regiones del país. En ocasión de los debates sobre el nombre adecuado para la Comarca, pude constatar que las diferencias en las nomenclaturas (Comarca “Sierra de la Ventana, “Sierras de la Ventana” o “Cerro de la Ventana”) respondía al imaginario del territorio desde el cual las diferentes marcas se intentaban imponer. Aquellas centradas en la categoría “sierra/s”, hacían foco en la locación más popular (el pueblo de Sierra de la Ventana, epicentro turístico), es decir, en el reconocimiento de una imagen con carga histórica, como si esto bastara como argumento. En cambio, la marca referida al “cerro”, buscada destacar el accidente geológico (el hueco llamado “ventana”) para correrse de la localía de una ciudad u otra (la ciudad Tornquist es cabecera del distrito, pero no tiene trayectoria en turismo), buscando una imagen que pudiera identificar a todas las locaciones, como si solo dependieran éstas de un ícono para ser identificadas. En definitiva, ambas posturas naturalizaban que sus PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 836 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales categorías eran unívocas y “correctas” para sus respectivos campos simbólicos, desconociendo la relevancia de diagnosticar la diversidad de “miradas” frente a decisiones que abarcan colectivos sociales heterogéneos. 5. Rítmicas del ocio Dentro de un marco general sobre el rol del ocio en el turismo global, el ocio en el turismo rural puede caracterizarse en base a la búsqueda que hacen los turistas de actividades al aire libre, en contacto directo con “lo natural” y “lo cultural-tradicional” de un entorno rural. En particular se destaca la voluntad de vivenciar y participar de actividades productivas, ya sea en la producción de materias primas, en la elaboración de alimentos caseros, en la degustación de gastronomía regional, de acerca‑miento a todo aquello que sea “artesanal”, además de todas las actividades recreativas como paseos, visitas y excursiones. La búsqueda y el aprovechamiento del “tiempo libre” es un patrón que demarca el sentido del ocio y precisamente sobre este punto es útil aplicar la metodología rítmica y su énfasis en las prácticas alternantes: libre-ocupado, ocio-trabajo, gasto-producción, inacción-acción y similares. Llorenc Prats explicó la emergencia de este proceso de retroalimentación entre ocio y consumo hace unos diez años: “Con el desarrollo, en las sociedades capitalistas avanzadas, del consumo de ocio y turismo (más tiempo, espacio y dinero dedicado a estas actividades y, por tanto, más empresas e iniciativas al respecto), las activaciones patrimoniales han adquirido otra dimensión, han entrado abiertamente en el mercado y han pasado a evaluarse en términos de consumo (visitantes fundamentalmente, pero también merchandising y publicidad mediática), actuando éste, el consumo, como medidor tanto de la eficacia política como de la contribución al desarrollo o consolidación del mercado lúdico-turístico-cultural” (Prats, 2005: 22). Ahora bien, ¿en qué consiste el ocio? ¿Qué es lo que se busca a través de su consumo? El ocio puede caracterizarse a partir de rítmicas específicas, ya que combina la pasividad del ‘no-hacer’ con la actividad del ‘hacer-nada’, que se articula con la rítmica opuesta del trabajo diario, donde el no-hacer es visto como in-productivo, y por lo tanto se restringe toda posibilidad de pasividad; hay ‘no-pasividad’ y ‘todo-actividad’. En el turismo rural, esta diametral oposición de lo pasivo y lo activo se flexibiliza, se distensiona y da lugar a otros ritmos, que alternan la polaridad de acciones y experiencias que el entorno de origen no-rural arrastra. En el ámbito rural, esta distensión de lo activo-pasivo hace que el ocio, esté impregnado de matices rítmicos que puedan generar la arritmia1 necesaria para cambiar el ritmo del turista, bajarle un cambio como suele decirse, precisamente usando una metáfora automovilística cotidiana para todo urbanita. De este modo, el ocio en el turismo rural, el ocio ruralizado, se configura desde los ritmos ‘naturales’ y ‘culturales’ que hacen a “lo rural”, es decir, que transforman al entorno físico en ruralmente configurado: los ritmos celestes (luz natural del Sol, fases de la luna); los ritmos climáticos (lluvias, viento, temperaturas); los ritmos animales (canto del gallo, canto de los pájaros, balidos de las vacas, huevos de las gallinas); los ritmos vegetales (procesos del cultivo en la huerta, desarrollo de las plantas); y la combinatoria de todos los ritmos a lo largo del año en las estaciones ritualizadas (momento de corte, de siembra, de cosecha, de riego, de secado, de despalillado, de manufactura), es decir, las rítmicas estacionales. Esta convivencia de ritmos específica que caracteriza a los ámbitos rurales –polirritmia según los conceptos de Lefebvre (2004)–, que construye la ruralidad se da claramente en el paseo guiado por el tambo y la quesería que ofrece el establecimiento Campo Udi, en cercanías al pueblo Saldungaray, atendido por Alejandra, Fabian y sus hijos. Presenciar el ordeñe está configurado por los ritmos de los animales y del proceso de extracción (del tranco de las vacas camino al tambo, por el momento de alimentación de las vacas y del posicionamiento de las pezoneras por parte del tambero, por la cantidad de leche extraída, por el tranco de salida hacia el corral, entre otros). Toda una secuencia de acciones correlativas que ritman el proceso del ordeñe y ante el cual se enfrenta la intencionalidad del turista, que se para frente al tambo a “consumir ocio tambero”, y que suele generar arritmias tanto para el visitante como para el anfitrión. En el contexto de una reunión del grupo de INTA, contaba Fabian que en las visitas guiadas por el tambo: –“el primer mito del turista es que la leche se hace solo con agua y pasto; no saben que la vaca tiene que ser preñada y tener un ternero para producir leche”. Este desconocimiento de parte de los turistas, del proceso básico de cómo se obtiene la leche vacuna, concita que éstos no sepan con qué dinámica puedan PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 837 encontrarse, y del desconcierto que les genera el ámbito rural y sus ritmos. Además, por más apuro que traiga el turista, o esté afligido por pasar a la actividad siguiente, el ritmo de esa escena lo maneja el tambero en base a los ritmos vacunos y técnicos recién mencionados. Entonces, aquí la actividad prevista del ocio se nutre indefectiblemente de la “pasividad” que estos ritmos suponen y movilizan el cambio de actitud en el turista. Si posteriormente continua la visita en el sector de fabricación y venta del queso, el anfitrión puede ya manejar el tempo de la situación, y acelerar la exhibición del proceso si es necesario, para menguar el apuro del turista ante la urgencia por comprar el queso y consumar‑ -consumir el hecho turístico. En una de las entrevistas con los anfitriones, comentaron que es frecuente que el turista “caiga a cualquier hora”, sin considerar el horario de la siesta, del almuerzo o la cena, –“ellos piensan que uno está solo para atenderlos, y acá no es así, además tenés que atender las vacas, darles de comer, ordeñar, hacer el queso, llevarlo al pueblo, atender los hijos”. Lo propio ocurre con el uso del espacio, ya que se manifiesta una falta de ubicación en el entorno rural: –“la falta de carteles y paredes los desorienta; dejan los autos en cualquier lado; se te meten adentro de la cocina para hacerte una pregunta; es cómo que no saben manejarse en lugares amplios, abiertos, están acostumbrados a vivir encerrados, a las oficinas”. Es evidente la tensión que existe entre ritmos rurales y ritmos urbanos, tanto para el turista como para el anfitrión rural. Y esta confusión que se manifiesta puede interpretarse como un proceso de arritmia cultural, de desfasajes entre ritmos de ocio y de trabajo, que a su vez resuenan en el desfasaje de ritmos de vida en cercanía o lejanía a ritmos naturales en relación al hábitat. Por esto enfatizo que la caracterización del “ámbito”, sea rural o urbano u otro, se puede hacer en base a sus rítmicas. Otro claro ejemplo de arritmia se da en las cabalgatas que realiza la familia Delgado en el establecimiento Campo Equino, en Villa Serrana La Gruta. Horacio, quien junto con su hermano Gerardo tienen cerca de 50 caballos para realizar paseos guiados por la Comarca, me explicó sobre su intuición de cuando un turista viene apurado y puede ser peligroso para el resto del grupo y para su propia seguridad. Previendo la situación, opta por darle los caballos más tranquilos, que puedan aguantar, con su parsimonia, el ritmo acelerado del turista. Me decía: –“es típico que quieran sacar el caballo al trote o marcarle el ritmo de marcha, cuando es prioritario seguir la marcha lenta que marcamos nosotros. Más de una vez, estos terminan en el suelo o contra un alambrado, porque el caballo percibe esa actitud y en cuanto puede se los saca de encima”. Es notable en este relato la simbiosis, la eurítmia para Lefebvre (2004: 40) que puede darse entre la rítmica humana y la animal, en este caso la rítmica equina. ¿Qué es lo que “percibe” el caballo? ¿De qué modo el caballo “sabe” que su jinete transitorio lo está forzando a un ritmo que no es el que le da su jinete habitual? El ritmo de marcha que los turistas intentan imponer al caballo entra en contradicción con el ritmo que el prestador le ofrece a través de una rítmica animal, que si bien puede ser amaestrada o conducida, no es infalible. Las rítmicas del ocio manifiestas por los interlocutores de esta región (argentinos de tradición cultural occidental-globalizada), se configuran a partir de la combinación de los imaginarios y prácticas del “ritmo de vida moderno” (educarse, trabajar, descansar, jubilarse) que, en su expresión más simple, manifiestan la intencionalidad de encontrar un cambio de ritmo que se contraponga y de sentido a la cotidianeidad que sostiene dicho ritmo de vida. 6. Patrimonialización y cambio de ritmo Turistificar un territorio rural es necesariamente un proceso de patrimonialización. Devenir turístico un entorno, un objeto, un saber, implica mediar con el proceso de devenir patrimonio, de patrimonializarlo. En los procesos de patrimonialización en turismo rural se construye, además de las características de la sacralización de la externalidad y la activación o puesta en valor (Prats, 2005: 18), un factor clave que es la “autenticidad” (entendida aquí como categoría nativa para los turistas). Pero ¿cómo se re-construye esta autenticidad? ¿Es estrictamente visual, material, o a qué factores responde? Estos interrogantes se complementan con otro que plantea Santana Talavera (2002:1) en su trabajo sobre autenticidad y patrimonio cultural: “¿es realmente la cultura, el patrimonio y legado cultural de los pueblos, lo que activa el flujo turístico hacia un destino?” Como bien lo explica el autor: PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 838 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales “La autenticidad buscada por el turista no necesariamente tiene que coincidir con la materialidad forjada en un área. La autenticidad tiene más que ver con el cómo se percibe una experiencia y artefacto –qué valores admirables se contemplan encarnados en ellos o con qué estética son expresados– que con la cosificación de la experiencia y el artefacto mismo” (Santana Talavera, 2002: 15). El cómo se percibe depende directamente de la predisposición del turista a estar allí, a estar abierto a la percepción, a posicionarse más cerca de uno mismo, en la experiencia, que más allá de uno mismo, hacia la “cosificación”. Los atributos materiales específicos que singularizan a los entornos rurales de esta región, están íntimamente relacionados con sus condiciones sociales y a las distintas acciones que los distintos actores llevan a cabo (Almiron, Bertoncello y Troncoso, 2006; Carbonell, 2010). Es decir, no basta con identificar los recursos y ponerlos en “valor turístico” por el simple hecho de estar allí o de haberse creado, hay que activarlos como dice Prats (2004: 19). Y esta activación depende de las condiciones sociales y políticas de la puesta en práctica, de la dinámica social que se active. Precisamente en este sentido, entiendo que la patrimonialización en turismo rural se da por la combinación de atributos, recursos y acciones orientados a poner en valor el cambio de ritmo que experimenta el visitante, más que la impronta estética, el cuidado del cuerpo, el deleite visual y gastronómico, o la cosificación de la experiencia en el ámbito rural. Valorizar el cambio de ritmo implica, primeramente, que se experimente el ‘otro-ritmo’, el ritmo no habitual, y se permita aprehender esos atributos que descompensan, que descomprimen y movilizan, que son resumidos entre los interlocutores con expresiones como –“qué relax”, –“qué paz”, –“cuanto silencio”, –“esto sí que es vida”, u otros similares. Se trata precisamente de una patrimonialización de la rítmica rural, es decir del conjunto de ritmos que caracterizan la ruralidad, construida de modo recíproca, a las rítmicas urbanas que el turista vivencia habitualmente en su ciudad o pueblo de residencia. Ejemplos de esta combinatoria entre atributos y patrimonialización por vía de la experiencia, se condensan en imágenes-vivencias buscadas por los turistas como: disfrutar de los espacios abiertos con vistas al horizonte de la pampa; respirar el aire puro de las sierras que purifica al cuerpo; comer un asado de cordero bajo la sombra de un sauce; tomar mate con torta frita al costado de la ruta 76, frente al hueco del Cerro Ventana. Ahora bien, ¿cómo se construyen estas imágenes en procesos recurrentes de activación patrimonial? En mi experiencia particular, estas “escenas” las fui incorporando desde mi niñez, a partir de visitar periódicamente las localidades serranas y de frecuentar lugares-símbolos como el propio ‘hueco’, al que subí por primera vez en el viaje de egresados de la escuela primaria, y donde posteriormente acampé durante la escuela secundaria. Hoy suelo llevar a pasear a quienes me visitan, a conocer el mirador instalado frente al hueco y es habitual tomarlo como paseo del domingo. Es decir, la recurrencia de las prácticas turísticas y recreativas que he tenido en torno a este Cerro me ha ido perfilando un imaginario patrimonial respecto a su valorización que me lleva a considerarlo un símbolo identitario a compartir con visitantes. El énfasis en el cambio de ritmo busca destacar esta articulación entre lo material y las valoraciones que se construyen, para no redundar en lo material por un lado y en lo afectivo por el otro, polaridad que no permite conectar la inexorable relevancia de integrar ambas perspectivas al momento de diagnosticar, planificar y gestionar procesos de valoración y activación turística –que como bien explica Prats, no son exactamente lo mismo (Prats, 2004: 19). Asimismo, “Interesa advertir hasta qué punto son estas acciones –y las intenciones e intereses que las guían– las que orientan el proceso de valorización turística del patrimonio, e incluso el proceso mismo de patrimonialización, en favor de la consecución de los intereses de sus actores” (Almiron, Bertoncello y Troncoso, 2006: 114). Desde una mirada amplia, la turistificación, en tanto conjunto de procesos sociales que hacen a la conversión turística, puede ser entendida como una patrimonialización, un hacer devenir patrimonio a un atractivo. Y en el caso aquí tratado, parte del proceso de turistificar ocurre por la conversión rítmica, por la transformación del entorno que hace aprehensible el cambio de ritmo que se busca, y que debe ser contenido y vehiculizado. El mismo proceso de construcción de un sitio turístico puede darse al generar un cambio de ritmo significativo para el visitante. Por ejemplo, como ocurre en el servicio que ofrece el establecimiento Mahuida-Có de la familia Wendorff (Foto 1), al mediar un paseo por el campo en un vehículo motorizado sin techo, sin puertas ni parantes (tipo safari), que permite un contacto más directo con el entorno: se transforma el mero acto de transitar por un campo en un paseo turístico. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 839 Foto 1: Excursión “Mahuida-Có”. Luego de realizar varias veces este paseo, en calidad de turista o de asesor del grupo, llegué a preguntarme: ¿Por qué un turista llega a este campo y se sube al carromato? ¿Qué sensación busca? Las caras al subir son de alegría más que de incertidumbre; no saben bien que va a pasar pero el vehículo transmite aventura, un sentimiento de inseguridad confortable, mientras miran de frente a sus autos y se dan cuenta que éste no tiene puertas, ni techo, solo una barra de contención, y se sientan uno al lado de otra persona que no conocen y comparten un momento de intimidad socializada. En este emprendimiento, el atractivo se turistifica no solo por las vistas extensas de los valles y las sierras, lo “pintoresco” del lugar y sus animales, sino por la inmersión de todos los sentidos en una experiencia que cambia la rítmica del turista. Entiendo que se trata de un claro ejemplo del arrastre experiencial que generan los imaginarios arraigados en la temporalidad lineal hegemónica, basada en una rítmica calendárica (Iparraguirre, 2011). De hecho, el corte cognitivo entre “ahora hago turismo” y “ahora dejo de hacer turismo” es una ruptura intelectual al continuo de la experiencia corpórea que puede darse de diversos modos. Vuelvo aquí a la dicotomía de los ritmos del ocio y del trabajo (neg-ocio), a la polaridad que se ejerce en toda experiencia para dar sentido al modelo lineal que ordena nuestra interpretación del entorno. 7. Consideraciones finales El turismo entendido como práctica, como praxis turística, es un constructo simbólico y empírico de raíces histórico-culturales modernas, que atraviesa de modo sigiloso a los grandes bloques de categorías estancas que obturan el dinamismo de nuestra cognición (geografías, ciudades, horarios, fronteras, ciudadanías, clases, propiedad privada, territorios fiscales). De aquí se entiende por qué motivo su teorización y su aplicación sea transversal a múltiples disciplinas y a miles de problemáticas, imposible de asir en un solo campo académico y de manejarse desde una lógica unívoca, o con un único lenguaje. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 840 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales Desde este ángulo, el turismo rural en particular, llega a ser una modesta práctica contra-hegemónica, aún bajo la lógica del consumo e inserto en el mismo mercado global del turismo masivo. Logra establecer, además de una valorización sobre la calidad de vida por el cambio de rítmicas que propone, vínculos locales, asociativismo y cadenas de comercialización de pequeña escala, que contribuyen al sostenimiento de las comunidades vecinas. Es decir, llega a producir una cadena comercial sustentable a escala local y con impacto social inmediato, no solo entre sus productores, sino junto a sus visitantes, quienes ponen en valor el territorio rural, y por lo tanto, a sus ritmos de vida. Las rítmicas del turismo rural no se reducen a la sumatoria de ritmos que podemos asociar al “campo” como unidad productiva fuera de la ciudad. Proponen la integración de estos ritmos a los imaginarios sociales que les dan significado en los contextos de cotidianeidad de cada actor o grupo analizado, en sus contextos de ruralidad. Asimismo, las rítmicas del campo, significadas de diversos modos según los grupos interactuantes, contribuyen a hacer y sostener al turismo rural. Ahora bien, no sería preciso denominar “rítmica rural” a este conjunto de ritmos que se dan en el ámbito rural, si las diferentes situaciones y sensaciones que experimentan los interlocutores en el campo, se consideran como una cualidad ad hoc de todo territorio rural. Las rítmicas analizadas previamente (de la gestión, del ocio, del viajar, del campo, de la ruralidad), aportan información sobre las prácticas turísticas que se accionan en el territorio, nos describen a los grupos sociales y sus comportamientos, pero no prefijan atributos a los lugares, o las familias que allí habitan. Este punto es importante, y por esto insisto en que los ritmos de vida conforman a las rítmicas y no al revés. Se clasifica una rítmica cultural al poder agrupar, a partir del trabajo etnográfico, diferentes ritmos de vida, ya sea en su dinámica organizativa, de sustento o de cosmovisión (Cuadro 2). Asimismo, los ritmos de vida se pueden aprehender tanto a nivel individual como grupal, y su sistematización como conjunto de diferentes tipos de ritmos permite luego corresponderlo al nivel de las rítmicas. Lo contrario sería suponer que la construcción de una categoría genérica, común a muchos individuos por suposición, como lo es “rural”, puede generalizarse para explicar el comportamiento de cada uno de ellos. Recapitulo finalmente que el trabajo de asesoramiento junto a los dos grupos asociativos mencionados me ha permitido tener un contacto permanente y directo con las prácticas turísticas de los integrantes, y a partir de estas, interpretar las rítmicas estacionales de gestión turística (algunas mensuales, otras por temporadas, otras anuales). Los procesos de formación, fortalecimiento y sostenimiento de ambos grupos ejemplificaron modos específicos de hacer turismo y de contribuir al desarrollo local. La traducción del trabajo de gestión en observación participante dio lugar al registro sistemático del conjunto de representaciones sobresalientes y su potencial utilidad como componentes simbólicos. Estos han sido los vectores para analizar la dinámica socio-territorial del turismo rural a partir de la articulación entre los imaginarios de los interlocutores y sus prácticas turísticas interpretadas como rítmicas culturales. En definitiva, esta etnografía del turismo rural permitió abordar los interrogantes que movilizaron la investigación, cuyas respuestas pueden traducirse en dos proposiciones operativas concretas. En primer lugar, aseverar la relevancia de diagnosticar los imaginarios como medio de acceso a la confrontación de intereses y toma de decisiones. Al analizar sistemáticamente las confrontaciones entre los diferentes grupos, se logró dar cuenta de que si bien éstas se manifiestan en los discursos y las prácticas de los interlocutores, tienen su raíz en las representaciones simbólicas de los mismos, es decir, en los imaginarios sociales. En segundo lugar, enfatizar que la gestión del turismo anclada en constelaciones simbólicas genéricas obstaculiza la comprensión de cómo se practica localmente el desarrollo turístico. Esto quedó explícito al explorar la valorización del cambio de ritmo que caracteriza al turismo rural sin necesidad de reproducir categorías naturalizadas (como “lugar”, “rural”, “mercado”, “producto”, “naturaleza”, “recursos”, entre tantas otras), que están a la base de los programas y políticas del sector. En mínimas palabras, la combinatoria de imaginarios y rítmicas como instrumento analítico del turismo rural, puede resultar en un modo alternativo para su caracterización, y por lo tanto, para su planificación y gestión. Agradecimientos A Pablo Wright y colegas del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires; a Julieta Colonnella, asesores de grupos de turismo rural y colegas en el INTA. Este trabajo fue realizado con el apoyo de una Beca de Finalización de Doctorado otorgada por el CONICET y del programa Cambio Rural del INTA y del MAGyP (Argentina). PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 841 Bibliografía Baczko, Bronislaw 2005. Los imaginarios sociales. Buenos Aires: Nueva Visión. Barretto, Margarita y Otamendi, Alejandro 2015. “Antropología y turismo en “los países del Plata” (Argentina y Uruguay)”. Pasos. Revista de turismo y patrimonio cultural, 12(2):283-294. Bertoncello, Rodolfo 2002. “Turismo y territorio. Otras prácticas, otras miradas.” Aportes y transferencias 6(2):29-50. Bertoncello, Rodolfo 2006. “Turismo, territorio y sociedad. El mapa turístico de la Argentina.” pp. 317-336 en America Latina: cidade, campo e turismo. Buenos Aires: CLACSO-USP. Boas, Franz 1964. Cuestiones fundamentales de antropología cultural. Buenos Aires: Solar/Hachette. 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Ralentar es un término musical que se usa para denotar un cambio de velocidad gradual, desde el tempo que se trae hacia uno más lento. Se asocia a “desacelerar”, pero no significan lo mismo ya que este último supone que uno está acelerando, aumentando la velocidad, al momento de des-acelerar. Recibido: 16/03/2015 Reenviado: 22/10/2015 Aceptado: 23/10/2015 Sometido a evaluación por pares anónimos
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Título y subtítulo | Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales. Sierras de la Ventana, Argentina |
Autor principal | Iparraguirre, Gonzalo |
Entidad | Universidad de La Laguna. Instituto de Ciencias Políticas y Sociales |
Publicación fuente | Pasos: Revista de Turismo y Patrimonio Cultural |
Numeración | Volumen 14. Número 04 |
Sección | Artículos |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | El Sauzal, Tenerife |
Editorial | Universidad de La Laguna |
Fecha | Julio 2016 |
Páginas | pp. 0827-0842 |
Materias | Turismo ; Patrimonio cultural ; Publicaciones periódicas ; Turismo rural ; Argentina |
Enlaces relacionados | Enlace a la revista: http://www.pasosonline.org/es/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
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Texto | © PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121 Vol. 14 N.o 4. Págs. 827-842. 2016 www .pasosonline.org Resumen: Este artículo presenta un estudio antropológico sobre la dinámica del turismo rural en la comarca turística “Sierras de la Ventana” (Argentina), a partir de analizar los imaginarios sociales y los ritmos de vida de diferentes grupos de interlocutores (turistas, técnicos y funcionarios). El trabajo de campo se realizó durante la experiencia de trabajo como asesor de dos grupos asociativos de turismo rural, entre 2010 y 2014, conformados para organizar y fortalecer una oferta de turismo rural en dicha Comarca. Se presentan en primer lugar los imaginarios sistematizados mediante el trabajo etnográfico para interpretar los diferentes modos de concebir el “desarrollo turístico”, y posteriormente, las rítmicas culturales (conjuntos de ritmos de vida) analizadas para comprender las experiencias turísticas que dinamizan el turismo rural en la región. Se propone el diagnóstico de imaginarios y rítmicas como instrumento de caracterización, planificación y gestión del turismo rural. Palabras Clave: Turismo rural; Imaginarios; Rítmicas culturales; Patrimonialización; Sierras de la Ventana, Argentina. Social dynamic of rural tourism: imaginaries and cultural rhythmics. Sierras de la Ventana, Argentina Abstract: This article presents an anthropological study of the dynamic of rural tourism in the touristic region “Sierras de la Ventana” (Argentina), based on the analysis of social imaginaries and rhythms of life among different groups of social actors (tourists, technicians and officials). Fieldwork was conducted during the work experience as advisor of two associative groups of rural tourism, between 2010 and 2014, formed to organize and strengthen an offer of rural tourism in this region. First, it presents systematized imaginaries through ethnographic work to interpret different ways of conceiving the “touristic development”, and subsequently, the analysis of different cultural rhythmics (sets of rhythms of life) that provide insights of touristic experiences that enhance rural tourism in the region. It proposes the diagnosis of imaginaries and rhythmics as an instrument of characterization, planning, and management of rural tourism. Keywords: Rural tourism; Imaginaries; Cultural rhythmics; Patrimonialization; Sierras de la Ventana, Argentine. Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales. Sierras de la Ventana, Argentina Gonzalo Iparraguirre* Universidad de Buenos Aires (Argentina) Gonzalo Iparraguirre * Investigador del Instituto de Ciencias Antropológicas de la UBA; E-mail: gonipa@gmail.com 1. Introducción Los interrogantes iniciales que motivaron y orientaron el sentido de esta etnografía de los imaginarios y ritmos del turismo rural, giran en torno a la inquietud de porqué, prestadores turísticos forjados en un “mismo” territorio y habitus cultural, se manejan de formas muy diferentes y tienen concepciones contrapuestas sobre cómo se debe hacer turismo, sobre el ethos del prestador turístico, y particularmente sobre cómo es factible que el turismo participe del “desarrollo local”. ¿Se trata efectivamente de un mismo “entorno” cultural que puede reducirse a un mismo territorio, y forja a actores sociales con PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 828 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales cierta homogeneidad? Si esto es así, ¿cómo se explica la gran dificultad de comunicarse y de trabajar en forma asociativa que emerge en el trabajo de campo? ¿Qué se representan los prestadores por el concepto “desarrollo”, es un concepto unívoco? En principio puede resultar útil para introducir la problemática, repasar el clásico dilema antropológico del “nosotros y los otros”, que sin necesidad de articularlo con comparaciones entre grupos étnicos o entre nacionalidades, es factible hallarlo al interior del “nosotros serranos”, a través de un entramado pluri-cultural que trasciende los aglutinantes de “misma educación”, “misma ciudad o pueblo”, “misma historia de vida”, “misma actividad comercial”, “mismo interés turístico”. La mismidad al interior de los grupos de turismo rural estudiados es absolutamente diversa, no solo por las diferentes actividades que cada uno emprende, sino porque la rítmica turística que cada uno lleva adelante está atravesada de ritmos de vida diferentes. En esta dirección, la pregunta central que aborda este trabajo es: ¿A qué responde que prestadores de un mismo “nicho” turístico establezcan diferentes concepciones sobre la práctica turística al punto de no lograr establecer modos de trabajar en conjunto o complementarios? En consonancia, el objetivo central que se persigue es dar cuenta de cómo la praxis turística es una construcción simultanea de imaginarios y rítmicas culturales. El material empírico que sustenta la etnografía se basa en experiencias simultáneas de gestión e investigación sobre turismo rural realizadas entre 2010 y 2014, a raíz de mi trabajo como promotor‑ -asesor de dos grupos Cambio Rural de turismo rural en INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria), en un territorio denominado Comarca Turística “Sierras de la Ventana”, Partido de Tornquist, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina (Mapa 1). La metodología que se aplicó durante estos cinco años, permitió sistematizar los imaginarios presentes en la puesta en práctica del turismo rural en el territorio, por parte de los prestadores turísticos integrantes de grupos asociativos INTA, de los técnicos asesores de estos grupos, y otros profesionales vinculados a la Institución. También trabajé con diferentes asociaciones identificadas con el desarrollo del turismo en la región. La suma de interlocutores con los que interactué, contabilizando entrevistas dirigidas, semi-dirigidas y diferentes instancias de diálogo en reuniones técnicas, jornadas, capacitaciones y congresos, supera las 80 personas. La utilidad de un diagnóstico antropológico sobre los imaginarios en torno al turismo, puede alinearse como una contribución al llamado de autores especialistas como Daniel Hiernaux-Nicolás, al decir que el estudio de los imaginarios debería ser una tarea central de las ciencias sociales, “para evitar que el análisis del turismo se limite a un simple recuento positivista de sus éxitos o fracasos” (Hiernaux-Nicolás, 2002: 33). Es también una forma de explorar aquellos imaginarios del modernismo y del economicismo que arrastran los estudios hegemónicos sobre turismo, para analizar sus componentes y desnaturalizarlos (Barretto y Otamendi, 2015; Bertoncello, 2002; Lacarrieu, 2010; MacCanell, 2003; Otamendi, 2008; Prats, 2011). Los estudios antropológicos sobre turismo recuperan el interés primigenio por el otro, “ahora convertidos en turistas, población local o servidores foráneos de los visitantes” (Santana Talavera, 2008: 15) y no pueden ser aislados del resto de las inquietudes centrales que caracterizan a la disciplina. Considerando estos antecedentes, el trabajo propone centrar la mirada en la intersección de las tradiciones simbólicas junto a las pragmáticas, incorporando el análisis de los imaginarios en la interpretación de problemáticas usualmente caracterizadas como “culturales” y reducidas al plano discursivo. Estas limitantes epistemológicas pueden ser sistematizadas y comprendidas de un modo más eficiente y esclarecedor, al incorporar en el análisis de los discursos, los imaginarios de los actores sociales y la correlación de éstos con las prácticas individuales y grupales. El marco teórico-metodológico aquí propuesto profundiza la correlación entre cultura e imaginarios al definir que la cultura de un grupo social, es asimilable al conjunto de imaginarios, discursos y prácticas de dicho grupo. Asimismo, se comprende que la conformación de todo proceso cultural requiere, en el plano del individuo, de la representación simbólica de la realidad (imaginación y lenguaje), en simultáneo con la intervención fáctica en la realidad material (prácticas). PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 829 Mapa 1: Ubicación de la Comarca Turística en la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Fuente: Instituto Nacional de Geografía, modificado por el autor. 2. Grupos asociativos de turismo rural El turismo rural ha sido objeto de investigación en Argentina durante los últimos quince años, y su interés nacional e internacional viene creciendo exponencialmente (Barrera, 2006; Bustos Cara, 2004, 2008; Guastavino, Rozenblum y Trímboli, 2010; Haag, 2003; Nogar y Jacinto, 2010; Posada, 1999; Rodil, 2013; Román y Ciccolella, 2009; Santana Talavera, 2002; Scalise, 2012). En Argentina, el surgimiento del turismo rural puede contextualizarse en la nueva organización socioeconómica de la transición acontecida en este país a fines de los ‘80 y principios de los ‘90, que dio lugar a modalidades alternativas como el “turismo de nichos” (Bertoncello, 2002: 37). El INTA en particular, cuenta con sus primeras experiencias desde 1994 en la Patagonia argentina y comenzó formalmente el apoyo a la formación de grupos asociativos de turismo rural desde el año 2004, a partir de la implementación del Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable (ProFeder), enmarcado este último en el Plan Estratégico Institucional 2005-2015 de INTA (Guastavino, Rozemblum y Trímboli, 2010: 1). Los grupos de turismo rural funcionan dentro del programa Cambio Rural, financiado por el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, y articulados en el territorio por la Coordinación Nacional de Transferencia y Extensión de INTA. Según lo sintetiza una reciente publicación, que ha resumido varios de los trabajos pioneros, el turismo rural puede conceptualizarse como: PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 830 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales “Una actividad turístico-recreativa complementaria a las actividades agropecuarias tradicionales, desarrollada principalmente en emprendimientos, comunidades y pueblos rurales, gestionada por la población local respetando el medio ambiente y la cultura. Ofrece la oportunidad de compartir, vivenciar y conocer costumbres, actividades (productivas y culturales) y experiencias del medio rural, promoviendo el respeto y la valoración del patrimonio natural y cultural” (Scalise, 2012: 18). En la perspectiva planteada desde INTA, el turismo rural es principalmente una estrategia para el desarrollo territorial (Guastavino, Rozemblum y Trímboli, 2010: 4). Los grupos se conforman de 8 a 12 productores/prestadores de servicios y un promotor-asesor que actúa como técnico coordinador. La dinámica de trabajo se basa en la elaboración grupal de un plan de trabajo por tres años, llevado adelante con una reunión mensual en cada establecimiento/locación, y visitas planificadas a cada uno de los integrantes. En la actualidad, INTA apoya a 92 grupos distribuidos en 16 provincias, sumando más de 1.150 familias emprendedoras y 200 organizaciones involucradas en su acompañamiento. En la región sur de la Provincia de Buenos Aires, se encuentran 13 grupos en funcionamiento, y específicamente en el sector sudoeste, se cuenta a la fecha con 7 grupos (Guastavino, 2014: 7). Mi experiencia directa en gestión del turismo se basa en el trabajo con dos grupos de turismo rural en el Partido de Tornquist: Senderos Ancestrales y Paseos y Sabores Serranos. Los productos y servicios que comercializan los integrantes de estos grupos son: alojamiento en el campo, producción de alimentos (cerdos, chacinados, quesos, miel, chocolates, dulces, vinos, pastelería), paseos guiados (caminatas por circuitos urbanos y trekking en las sierras y campos con arroyos, cabalgatas), gastronomía (comidas y aperitivos en un bar, salón de eventos y parrilla), visita a espacios recreativos y artísticos (áreas protegidas, plazas públicas, turismo religioso), vivencia de procesos productivos (ordeñe, fabricación de quesos, bodega y producción de vinos, dulcería artesanal, fábrica de chacinados, producción de aromáti‑cas), paseos por el campo en vehículos tipo safari y excursiones de turismo aventura en vehículos 4x4. La dinámica de trabajo de Cambio Rural consiste en realizar una reunión mensual en cada estable‑cimiento, rotando entre todos los integrantes durante el año. El asesor propone al productor anfitrión un temario específico que se vincule a su emprendimiento ya que la primera actividad de la reunión consiste en recorrerlo, y luego hacer una devolución crítica por parte de los asistentes. Al momento de tratar los temas del día, se hace una pequeña ronda de novedades y se decide quién será el “moderador” de la reunión, para ordenar la inevitable superposición de voces. El representante del grupo hace la mediación entre técnico y grupo, anticipando temas, recordando fechas, tomando asistencia y cobrando el aporte mensual de cada productor. Se discuten los temas del día durante una hora o dos, siempre acompañados con mates y degustaciones a cargo de los locales. Al final de la jornada, se realiza una pequeña evaluación de la reunión y se acuerda donde será la próxima reunión. A veces se cierra el día con un asado, donde el temario ya no está pautado, se conversa de la familia, temas de actualidad, política y de “bueyes perdidos” como suele decirse. Es casi una recomendación de los extensionistas agrónomos mediar las reuniones con comidas, suelen ser los momentos claves donde se cimientan los vínculos asociativos y de amistad que dan pie a contactos comerciales concretos. En las reuniones de productores agropecuarios mixtos (que hacen agricultura y ganadería), la regla es estricta: no hay reunión si el anfitrión no prepara un buen asado. Estos ritos de comensalidad, presentifican gestos atávicos del ser social que se enmascaran bajo simples “relaciones comerciales”: juntarse, compartir comida y reforzar los vínculos. 3. Imaginarios del turismo rural Los imaginarios sociales no son otra cosa que la imaginación en plural. La capacidad de todo humano de contar con su imaginación a partir de su propia cognición, se extiende a la capacidad de los grupos humanos de contar con una imaginación compartida, producida y reproducida entre sus integrantes a través de la cultura. Siguiendo a autores como Gilbert Durand (2000; 2003; 2004), Bronislaw Baczko (2005), Cornelius Castoriadis (1989), Jean-Jacques Wunenburger (2008) y Pablo Wright (2008), elaboré un sistema de análisis de imaginarios organizado por niveles semánticos inclusivos: constelación, componente y categoría. La noción de “constelación”, retomando a Durand, define al nivel de mayor amplitud semántico, en tanto condensa el conjunto de imaginarios y sus diferentes componentes “que revelan su capacidad de auto-organización de las ideas, afectos y acciones de los agentes que lo vehiculizan” (Wunenburger, 2008: 59). Los “componentes” simbólicos agrupan a las redes de categorías asimilables a una constelación, lo que Durand denomina como esquema y estructura de un imaginario (Durand, 2004: 442-443). En tanto “categoría”, sintetiza al plano de los símbolos y conjunto de representaciones asociadas al lenguaje que PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 831 emerge del diálogo cotidiano con los interlocutores. Considerando estas fuentes como bases epistemológicas del método, propongo conceptualizar a los imaginarios sociales como conjuntos de representaciones mentales y materiales sobre los modos de pensar y actuar de un grupo social en su vida cotidiana. El estudio de los imaginarios sociales en torno al turismo rural en esta región fue analizado a partir de la emergencia durante el trabajo de campo, de tres conceptos recurrentes, clasificados como constelaciones de imaginarios: Desarrollo, Territorio y Patrimonio (Cuadro 1). A partir de identificar y analizar este conjunto de constelaciones, componentes y categorías, se organizó la interpretación del campo de las representaciones sobre el turismo rural que permitió caracterizar los discursos de los interlocutores, en simultáneo a la observación etnográfica de las prácticas turísticas que éstos llevaron a cabo en su praxis cotidiana. El formato final de esta matriz, que aquí presento de modo resumido por motivos de extensión, es el resultado de experimentar con el material de campo hasta alcanzar una herramienta analítica efectiva y precisa. Cuadro 1: Matriz de análisis de los imaginarios sociales. Imaginarios sociales Turismo rural Constelación Componentes Categorías Desarrollo Estado Políticas a nivel Municipal, Provincial y Nacional. Sectores públicos y privados. Leyes de patrimonio. Normativas de “explotación” turística. Mercado Comercialización, venta y consumo. Oferta y demanda. Ocio, viajes, vacaciones. Campo Ámbito productivo, a desarrollar. Negocio económico. Territorio Gestión Asociativismo. Cadenas de valor. Productos y servicios turísticos. Desarrollo local. Campo Tierra, naturaleza, sierras. Ámbito rural, agricultura y ganadería. Vida del campo. Lugar Lugares turísticos. Entornos naturales-culturales. Ámbitos locales y rurales. Ruralidad y urbanidad. Patrimonio Recursos culturales Recursos tangibles. Recursos intangibles. Paisajes culturales. Recursos naturales Fenómenos celestes y climáticos. Biodiversidad, biósfera, flora, fauna. Geología, geografía, paisajes naturales. Sustentabilidad Uso ecológico de los recursos. Sustento económico y equidad social. Sostenibilidad. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 832 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales Como puede visualizarse en el Cuadro 1, la constelación Desarrollo agrupa tres componentes simbólicos: Estado, Mercado y Campo. El componente Estado agrupa como categorías centrales a las intervenciones políticas a nivel Municipal, Provincial y Nacional; las tensiones entre sectores públicos y privados; y las leyes de patrimonio; las normativas de la explotación turística. El componente Mercado incluye los circuitos de comercialización, venta y consumo de servicios y productos; la lógica de la oferta y la demanda; las nociones de ocio, viajes y vacaciones. Y el componente Campo refiere al ámbito productivo a desarrollar con actividades agropecuarias y turísticas; es un negocio económico. La constelación Territorio agrupa a los componentes Gestión, Campo y Lugar. El componente Gestión incluye el asociativismo, las cadenas de valor, los productos y servicios turísticos; el desarrollo local (aquí “desarrollo” opera como categoría y no como componente). El componente Campo adquiere aquí otros sentidos diferentes, en tanto se asocia a la tierra, la naturaleza, las sierras; es el ámbito rural, donde la ruralidad tiene su lugar; remite a la vida del campo, en el interior del país o en espacios abiertos. El componente Lugar integra la construcción de los lugares turísticos; la identificación de rasgos y atributos, así como entornos naturales y culturales; la concepción de lugares rurales o urbanos (ruralidad y urbanidad). La constelación Patrimonio agrupa a los componentes Recursos culturales, Recursos naturales y Sustentabilidad. El componente Recursos culturales agrupa categorías como recursos tangibles (artesanías, arquitectura, museos, colecciones, registros arqueológicos y paleontológicos); recursos intangibles (identidad, historia local, tradiciones, familias, conocimientos, leyendas); paisajes culturales. El componente Recursos naturales integra fenómenos celestes y climáticos; biodiversidad, biósfera, flora, fauna; geología, geografía, paisajes naturales. El componente Sustentabilidad integra el uso ecológico de los recursos; el sustento económico y la equidad social; la sostenibilidad. Se despliegan en los apartados siguientes cuáles son las rítmicas culturales identificadas en la praxis del turismo rural en correlación con la sistematización de estos imaginarios sociales y su utilidad comprensiva y explicativa de la dinámica socio-territorial. Se distinguen dos conjuntos de ritmos que responden básicamente a dos procesos sociales propios de la práctica del turismo en general. Estos resuenan en la polaridad constitutiva de anfitrión-visitante y de origen-destino, a la vez que proponen otra forma de concebirla: las rítmicas de la gestión turística y las rítmicas del ocio. 4. Rítmicas de la gestión turística Las rítmicas culturales componen una metodología implementada para comprender la relación entre ritmos de vida y procesos de la dinámica social, diferenciando nociones de tiempo (temporalidad) y nociones de espacio (espacialidad) (Cuadro 2). Forman parte de un conjunto de preceptos teóricos y metodológicos que definen y ponen en movimiento un modo preciso de investigar y de interpretar fenómenos sociales, al que denominé inicialmente método rítmico (Iparraguirre, 2011) y cuenta con antecedentes precisos en antropología y en geografía (Boas, 1964; Goodman, 2010; Lefebvre, 2004; Mauss, 1979). Este método puede incluir, en función de la problemática, además de rítmicas culturales, el estudio de rítmicas naturales y físicas, como las rítmicas climáticas y las astronómicas. A nivel conceptual, rítmica agrupa a un conjunto de ritmos, de un actor social o de un grupo, en tanto rítmica cultural agrupa al conjunto de los ritmos de vida constitutivos de la organización social, económica e ideológica, los cuales articulan la cotidianeidad y los hábitos de los sujetos que la conforman. A nivel metodológico, rítmica cultural permite estudiar la temporalidad y la espacialidad de diversos grupos sociales y las variantes al interior de los mismos (Iparraguirre, 2015). Entre ambos grupos de turismo rural, realicé un total de 83 reuniones entre enero de 2010 y diciembre de 2014, cada una de las cuales contó con un esquema de planificación y temario previo a la reunión y un posterior informe detallando las actividades y temas tratados, además de las actividades realizadas en la Agencia o en otras locaciones durante el corres‑pondiente mes. Cada reunión es una instancia de encuentro desafiante, de socialización, de puesta en común, de enfrentamiento de perspectivas y resultados, de planes comerciales y situaciones familiares, municipales, turísticas, económicas. Se condensa durante esas 3 a 4 horas un recuento de lo acontecido durante todo un mes; para los productores no deja de ser una carga asistir, tener que detener sus acciones y desplazarse hasta el lugar pautado, pero a su vez lo sienten como un alivio emocional, un momento de distensión y reflexión grupal. Varias veces me han dicho –“venir a las reuniones me viene bien para hacer catarsis”. Mi experiencia de armar reuniones mensuales fue dándome un sentido de convocar a los productores y ponerlos en diálogo que va más allá de la formalidad que exige el programa, de hecho se hicieron más reuniones de las previstas por el calendario. Aun cuando sea a contramano reunirse en PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 833 ciertos momentos del año, ningún integrante reniega de juntarse; asienten que es prioritario y si no lo es, no tiene sentido permanecer en el grupo. De hecho, a lo largo del proceso hubo prestadores iniciales que optaron por no seguir participando y otros que se integraron luego del primer año. El llamado “reunionismo” no tiene lugar en esta dinámica que hace rotar la locación y permite que se conozcan los productores entre sí. Conocer al otro es el móvil de juntarse y escucharse. El asociativismo emerge en las reuniones no solo como interés por comercializar juntos; es un imaginario de la potencialidad del grupo ante la fragilidad del individuo. Un claro ejemplo al respecto se dio en ocasión de organizar una Cuadro 2: Composición de las rítmicas culturales. Rítmicas culturales Ritmos de vida Temporalidad Espacialidad Dinámica social Ritmos diarios Organización diaria y horaria, agenda de acciones / del que hacer. Actitud proyectiva / advenidera. Usos de ámbitos de vida íntimos, locales, inmediatos. Organización social Ritmos estacionales Organización calendárica, almanaques, cronología acumulativa. Ciclos naturales. Uso estacional del territorio, desplazamiento, rotaciones. Lectura del paisaje natural-cultural. Topologías. Ritmos comunicativos Ritmos narrativos, narrativas lineales y no-lineales. Arte, música. Ritmos virtuales. Ritmos globalizados. Lugares personales y sociales. Ámbitos simbólicos, virtuales. Campos y capitales culturales, comunicativos. Ritmos económicos Ritmos de producción y del trabajo. Ritmos del mercado local y global. Ritmos del consumo. Ámbitos de producción, de sustento, de trabajo. Ámbitos virtuales de producción financiera. Sustento Ritmos políticos Ritmos de la burocracia, mediación de re-presentantes, relaciones de poder. El “ahora”, el “ya mismo”, lo necesito para ayer. Ritmos en la toma de decisiones. Ámbitos de gestión, ámbitos públicos / privados, abiertos, sin “dueños”. Entornos de toma de decisiones. Ritmos rituales Ritmos de las prácticas religiosas, de creencias y de cultos. Ritmos de las fiestas, disrupciones, catástrofes. Filosofía de vida, visión del mundo. Ámbitos de reflexión y de culto. Lugares oníricos. Lugares sagrados. Cosmovisión PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 834 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales expo de turismo rural para difundir los productos y servicios de todos los integrantes del grupo, donde emergió un sentido de colaboración mutua que trascendía el tamaño o trayectoria de los prestadores más reconocidos. El fin de presentarse juntos como un actor colectivo pudo alterar la inercia de trabajar individualmente y por fines personales, permitiendo reconocer la relevancia de los demás en una red comercial y sociocultural como la que conforma el turismo rural. Ahora bien, ¿qué implica reunirse?, ¿qué hecho social se construye en ese habitus del compartir la voz y las ideas? Entiendo que el ritmo periódico que implica juntarse una vez por mes, a lo largo de cuatro años, genera una resonancia de un ciclo mayor, un ritmo “socio-estacional”, donde es posible interpretar la dinámica del grupo en relación a otras rítmicas, como la climática, y la estacionalidad propia de la rítmica turística comercial (temporadas altas y bajas, feriados, vacaciones). Así, es posible encontrar recurrencias y pulsos del trabajo grupal. En verano por ejemplo, las reuniones se distienden, cuesta juntarse y la atención se pone en el visitante (por lo tanto en los intereses individuales). Es temporada alta y es prioritario trabajar de modo intensivo para afrontar la temporada baja que traerá el otoño. Al bajar la demanda de trabajo es posible prestar atención a la planificación y al trabajo colaborativo, es sinérgico juntarse y compartir experiencias, debatir problemáticas generales a todos y evaluar los resultados obtenidos comparativamente a los demás. En los picos de visita entre otoño y primavera la dinámica es regular, aunque el frío del invierno repliega también la asistencia a las reuniones a un número mínimo. Es un periodo introspectivo, los ritmos diarios se reducen, incluyendo la movilidad fuera del circuito habitual. Aquí también la rítmica climática puede visualizarse al compás de la rítmica económica y a los ritmos de la comunicación, como de hecho ocurre con estas reuniones. Visto así, las reuniones mensuales de trabajo grupal adquieren el carácter de un ritual, conforman una rítmica grupal que moviliza ritmos diarios, comunicativos, económicos, políticos y, por supuesto, se articulan en correlación a rítmicas climáticas locales. La misma energía del trabajo colaborativo es la que arrastra a técnicos y productores a reunirse en otra escala, ya sea a nivel regional o nacional. Este accionar de convocar y compartir propio de INTA, es una de sus principales características en tanto institución abocada a socializar conocimientos tecnológicos y experiencias asociativas. El INTA resignifica su propia práctica extensionista al convocar, periódicamente, a los productores con los que interactúa, y este “juntarse” tiene sentido en la sinergia que establecen productores y técnicos, engranajes de los dos “sectores” del crecimiento económico: el privado y el público. Si se desnaturaliza que ya preexistan estas estructuras económico-políticas en Argentina, se comprende que el diálogo de los imaginarios privados y los públicos responden a la relación entre subjetividades y colectividades. Esto es, al inexorable vínculo entre el accionar de los individuos y la dinámica de éstos en su conjunto, organizados como “grupos” en la escala de la institución. Por ejemplo, en los encuentros regionales de turismo rural, donde participan productores y técnicos de todos los grupos del sur de la Provincia de Buenos Aires, se comparten experiencias, anécdotas y capacitaciones. En las mesas de trabajo o los plenarios luego de las ponencias, es común escuchar de parte de los productores –“gracias al grupo pude seguir adelante con mi emprendimiento en momentos de crisis”, o –“me costó encontrar mi lugar en el grupo, me preguntaba qué hago yo acá si no hago turismo, hasta que me di cuenta que el grupo te contiene y te da herramientas para trabajar que van más allá, y el turismo llega, terminas participando de un circuito que no te imaginabas”. Es decir, la voz individual del productor se transforma en un coro polifónico a partir de la vivencia colaborativa que la institución promueve al estimular que se produzca y reproduzca una instancia de diálogo inter-grupal que recrea las micro-reuniones de cada grupo. Lo propio he vivenciado en los Encuentros Nacionales de turismo rural, de los cuales participan productores y técnicos de todas las regiones del país. De hecho, mi primer viaje hacia el mundo del turismo rural fue a uno de estos encuentros en el año 2009, realizado en Rosario de la Frontera, Provincia de Salta. Para entonces aún no había tenido demasiado contacto con el entorno rural de mi zona, y en aquel evento puede visualizar, en un solo golpe, que existía una dinámica turística rural en muchos puntos del país y que aunque para muchos de los participantes el turismo rural no era una actividad sumamente redituable, tenía un “no sé qué” que los hacía seguir adelante. Además de estas experiencias de gestión turística al interior de INTA, también tuve la oportunidad de participar en reuniones y eventos organizados de diferentes asociaciones o instituciones intermedias que trabajan en relación al turismo local. Por ejemplo, me vinculé con la Asociación para el Desarrollo Turístico de Sierra de la Ventana, con la Cámara de Comercio, Industria y Turismo de Tornquist, con la Cooperadora del Parque Tornquist, área natural protegida. El diálogo con sus representantes me permitió tener una perspectiva crítica respecto al accionar de los diferentes grupos posicionados PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 835 sobre el campo turístico de la Comarca. Una clara dicotomía entre éstos fue la permanente tensión de los sectores, la polarización entre lo que debe ser administrado de modo privado y lo que debe ser público. Por ejemplo, el Parque Provincial Ernesto Tornquist afloraba en todas estas reuniones como el epicentro de la discusión sobre la ausencia de una política turística, y por lo tanto del rol pertinente del Estado como administrador de recursos públicos intervenidos por actores privados (guías, agencias de viajes, concesionarios). Las lógicas del manejo de este Parque, ya sean referidas a su manejo para fines productivos intensivos (cría de ganado), para fines investigativos (laboratorio de biodiversidad) o fines turísticos (paisaje, paseos y preservación del recurso), han sido materia de arduos debates que en su raíz delatan una contienda de múltiples representaciones sobre lo que el Parque es y sobre lo que debería ser (Iparraguirre, 2014). Otra dicotomía relacionada a lo público-privado es el “sujeto del desarrollo”, el “para quién” se trabaja, hacia dónde se camina, la perplejidad que suscita comprender cuál debería ser el destino de la Comarca. Aquí los imaginarios se ponen en evidencia cuando, en una misma reunión, se enfrentan un “cabañero” u “hotelero” y un “guía”. Los primeros, centrados en una visión económica y financiera del negocio turístico, conciben al turista como un consumidor más, como cualquier consumidor de todo mercado, y su objetivo es que gasten en alojamiento y en comida. Para los guías, en cambio, además del objeto comercial que no descartan, debe existir un mensaje al turista, sobre la historia de la Comarca, sobre sus recursos naturales y culturales, o sobre su gente. En fin, debe irse con algo más que haber dormido y comido. Así se contraponen dos cosmovisiones respecto a lo que debe trabajarse como producto turístico de esta Comarca. Los imaginarios de los cabañeros, centrados en la constelación del desarrollo, priorizan el componente del mercado (oferta-demanda, precios redituables, servicios municipales cubiertos, cajeros automáticos, servicios de comunicación en funcionamiento, atractivos abiertos al público, productos en góndolas, entre otros), y el componente del campo en tanto ámbito meramente productivo para desarrollar ganancias monetarias (lugar para producir vacas, ovejas, cerdos, pasturas, cereales y nada más). Los imaginarios de los guías, centrados en la constelación del territorio y del patrimonio, manifiestan las categorías del componente lugar como atractivo turístico (entornos naturales-culturales, ámbitos de ruralidad y de urbanidad), el componente campo (la tierra, las sierras, la naturaleza a compartir con el visitante), así como también el componente sustentabilidad (uso ecológico de los recursos, sustento económico, equidad social y sostenibilidad). Ver Cuadro 1. Contraposiciones imaginarias similares he escuchado en reuniones de discusión sobre ordenanzas regulatorias de la actividad turística en el Municipio, así como en arduos debates en torno al nombre “correcto” que debería tener la Comarca, para consolidar la identidad regional y producir una marca turística. En mi rol como asesor de los grupos INTA, fui consultado por el Municipio para aportar ideas y experiencia sobre la revisión de la única ordenanza municipal que regula el turismo, por lo cual se generó un ámbito de discusión al interior de los grupos. Luego de varias reuniones, cruces de correos electrónicos y visitas a concejales y autoridades del sector, las confusiones y arbitrariedades se fueron multiplicando. Resultaba complejo presentar al Municipio un documento que, internamente, ya contaba con disensos y modos opuestos de exponer las ideas. Una propuesta era regular las habilitaciones en base a una jerarquía profesional, que considere el rango de los títulos de los prestadores y su idoneidad para realizar el trabajo. Otra ponía énfasis en la antigüedad, en los años de trayectoria y un mínimo de años de residencia en la Comarca para poder comenzar a trabajar de forma habilitada. ¿Qué dejaba entrever este concierto de ideas, leyes y experiencias turísticas? Que los imaginarios de los prestadores consultados no partían de la misma base epistemológica para siquiera sentarse a hablar un mismo idioma frente a los tecnicismos. Es decir, las categorías referían a imaginarios que se concebían como nociones diferentes y hasta contrapuestas, y al agruparlas al nivel de componentes simbólicos, resultaban parecer de personas residentes en otras regiones del país. En ocasión de los debates sobre el nombre adecuado para la Comarca, pude constatar que las diferencias en las nomenclaturas (Comarca “Sierra de la Ventana, “Sierras de la Ventana” o “Cerro de la Ventana”) respondía al imaginario del territorio desde el cual las diferentes marcas se intentaban imponer. Aquellas centradas en la categoría “sierra/s”, hacían foco en la locación más popular (el pueblo de Sierra de la Ventana, epicentro turístico), es decir, en el reconocimiento de una imagen con carga histórica, como si esto bastara como argumento. En cambio, la marca referida al “cerro”, buscada destacar el accidente geológico (el hueco llamado “ventana”) para correrse de la localía de una ciudad u otra (la ciudad Tornquist es cabecera del distrito, pero no tiene trayectoria en turismo), buscando una imagen que pudiera identificar a todas las locaciones, como si solo dependieran éstas de un ícono para ser identificadas. En definitiva, ambas posturas naturalizaban que sus PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 836 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales categorías eran unívocas y “correctas” para sus respectivos campos simbólicos, desconociendo la relevancia de diagnosticar la diversidad de “miradas” frente a decisiones que abarcan colectivos sociales heterogéneos. 5. Rítmicas del ocio Dentro de un marco general sobre el rol del ocio en el turismo global, el ocio en el turismo rural puede caracterizarse en base a la búsqueda que hacen los turistas de actividades al aire libre, en contacto directo con “lo natural” y “lo cultural-tradicional” de un entorno rural. En particular se destaca la voluntad de vivenciar y participar de actividades productivas, ya sea en la producción de materias primas, en la elaboración de alimentos caseros, en la degustación de gastronomía regional, de acerca‑miento a todo aquello que sea “artesanal”, además de todas las actividades recreativas como paseos, visitas y excursiones. La búsqueda y el aprovechamiento del “tiempo libre” es un patrón que demarca el sentido del ocio y precisamente sobre este punto es útil aplicar la metodología rítmica y su énfasis en las prácticas alternantes: libre-ocupado, ocio-trabajo, gasto-producción, inacción-acción y similares. Llorenc Prats explicó la emergencia de este proceso de retroalimentación entre ocio y consumo hace unos diez años: “Con el desarrollo, en las sociedades capitalistas avanzadas, del consumo de ocio y turismo (más tiempo, espacio y dinero dedicado a estas actividades y, por tanto, más empresas e iniciativas al respecto), las activaciones patrimoniales han adquirido otra dimensión, han entrado abiertamente en el mercado y han pasado a evaluarse en términos de consumo (visitantes fundamentalmente, pero también merchandising y publicidad mediática), actuando éste, el consumo, como medidor tanto de la eficacia política como de la contribución al desarrollo o consolidación del mercado lúdico-turístico-cultural” (Prats, 2005: 22). Ahora bien, ¿en qué consiste el ocio? ¿Qué es lo que se busca a través de su consumo? El ocio puede caracterizarse a partir de rítmicas específicas, ya que combina la pasividad del ‘no-hacer’ con la actividad del ‘hacer-nada’, que se articula con la rítmica opuesta del trabajo diario, donde el no-hacer es visto como in-productivo, y por lo tanto se restringe toda posibilidad de pasividad; hay ‘no-pasividad’ y ‘todo-actividad’. En el turismo rural, esta diametral oposición de lo pasivo y lo activo se flexibiliza, se distensiona y da lugar a otros ritmos, que alternan la polaridad de acciones y experiencias que el entorno de origen no-rural arrastra. En el ámbito rural, esta distensión de lo activo-pasivo hace que el ocio, esté impregnado de matices rítmicos que puedan generar la arritmia1 necesaria para cambiar el ritmo del turista, bajarle un cambio como suele decirse, precisamente usando una metáfora automovilística cotidiana para todo urbanita. De este modo, el ocio en el turismo rural, el ocio ruralizado, se configura desde los ritmos ‘naturales’ y ‘culturales’ que hacen a “lo rural”, es decir, que transforman al entorno físico en ruralmente configurado: los ritmos celestes (luz natural del Sol, fases de la luna); los ritmos climáticos (lluvias, viento, temperaturas); los ritmos animales (canto del gallo, canto de los pájaros, balidos de las vacas, huevos de las gallinas); los ritmos vegetales (procesos del cultivo en la huerta, desarrollo de las plantas); y la combinatoria de todos los ritmos a lo largo del año en las estaciones ritualizadas (momento de corte, de siembra, de cosecha, de riego, de secado, de despalillado, de manufactura), es decir, las rítmicas estacionales. Esta convivencia de ritmos específica que caracteriza a los ámbitos rurales –polirritmia según los conceptos de Lefebvre (2004)–, que construye la ruralidad se da claramente en el paseo guiado por el tambo y la quesería que ofrece el establecimiento Campo Udi, en cercanías al pueblo Saldungaray, atendido por Alejandra, Fabian y sus hijos. Presenciar el ordeñe está configurado por los ritmos de los animales y del proceso de extracción (del tranco de las vacas camino al tambo, por el momento de alimentación de las vacas y del posicionamiento de las pezoneras por parte del tambero, por la cantidad de leche extraída, por el tranco de salida hacia el corral, entre otros). Toda una secuencia de acciones correlativas que ritman el proceso del ordeñe y ante el cual se enfrenta la intencionalidad del turista, que se para frente al tambo a “consumir ocio tambero”, y que suele generar arritmias tanto para el visitante como para el anfitrión. En el contexto de una reunión del grupo de INTA, contaba Fabian que en las visitas guiadas por el tambo: –“el primer mito del turista es que la leche se hace solo con agua y pasto; no saben que la vaca tiene que ser preñada y tener un ternero para producir leche”. Este desconocimiento de parte de los turistas, del proceso básico de cómo se obtiene la leche vacuna, concita que éstos no sepan con qué dinámica puedan PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 837 encontrarse, y del desconcierto que les genera el ámbito rural y sus ritmos. Además, por más apuro que traiga el turista, o esté afligido por pasar a la actividad siguiente, el ritmo de esa escena lo maneja el tambero en base a los ritmos vacunos y técnicos recién mencionados. Entonces, aquí la actividad prevista del ocio se nutre indefectiblemente de la “pasividad” que estos ritmos suponen y movilizan el cambio de actitud en el turista. Si posteriormente continua la visita en el sector de fabricación y venta del queso, el anfitrión puede ya manejar el tempo de la situación, y acelerar la exhibición del proceso si es necesario, para menguar el apuro del turista ante la urgencia por comprar el queso y consumar‑ -consumir el hecho turístico. En una de las entrevistas con los anfitriones, comentaron que es frecuente que el turista “caiga a cualquier hora”, sin considerar el horario de la siesta, del almuerzo o la cena, –“ellos piensan que uno está solo para atenderlos, y acá no es así, además tenés que atender las vacas, darles de comer, ordeñar, hacer el queso, llevarlo al pueblo, atender los hijos”. Lo propio ocurre con el uso del espacio, ya que se manifiesta una falta de ubicación en el entorno rural: –“la falta de carteles y paredes los desorienta; dejan los autos en cualquier lado; se te meten adentro de la cocina para hacerte una pregunta; es cómo que no saben manejarse en lugares amplios, abiertos, están acostumbrados a vivir encerrados, a las oficinas”. Es evidente la tensión que existe entre ritmos rurales y ritmos urbanos, tanto para el turista como para el anfitrión rural. Y esta confusión que se manifiesta puede interpretarse como un proceso de arritmia cultural, de desfasajes entre ritmos de ocio y de trabajo, que a su vez resuenan en el desfasaje de ritmos de vida en cercanía o lejanía a ritmos naturales en relación al hábitat. Por esto enfatizo que la caracterización del “ámbito”, sea rural o urbano u otro, se puede hacer en base a sus rítmicas. Otro claro ejemplo de arritmia se da en las cabalgatas que realiza la familia Delgado en el establecimiento Campo Equino, en Villa Serrana La Gruta. Horacio, quien junto con su hermano Gerardo tienen cerca de 50 caballos para realizar paseos guiados por la Comarca, me explicó sobre su intuición de cuando un turista viene apurado y puede ser peligroso para el resto del grupo y para su propia seguridad. Previendo la situación, opta por darle los caballos más tranquilos, que puedan aguantar, con su parsimonia, el ritmo acelerado del turista. Me decía: –“es típico que quieran sacar el caballo al trote o marcarle el ritmo de marcha, cuando es prioritario seguir la marcha lenta que marcamos nosotros. Más de una vez, estos terminan en el suelo o contra un alambrado, porque el caballo percibe esa actitud y en cuanto puede se los saca de encima”. Es notable en este relato la simbiosis, la eurítmia para Lefebvre (2004: 40) que puede darse entre la rítmica humana y la animal, en este caso la rítmica equina. ¿Qué es lo que “percibe” el caballo? ¿De qué modo el caballo “sabe” que su jinete transitorio lo está forzando a un ritmo que no es el que le da su jinete habitual? El ritmo de marcha que los turistas intentan imponer al caballo entra en contradicción con el ritmo que el prestador le ofrece a través de una rítmica animal, que si bien puede ser amaestrada o conducida, no es infalible. Las rítmicas del ocio manifiestas por los interlocutores de esta región (argentinos de tradición cultural occidental-globalizada), se configuran a partir de la combinación de los imaginarios y prácticas del “ritmo de vida moderno” (educarse, trabajar, descansar, jubilarse) que, en su expresión más simple, manifiestan la intencionalidad de encontrar un cambio de ritmo que se contraponga y de sentido a la cotidianeidad que sostiene dicho ritmo de vida. 6. Patrimonialización y cambio de ritmo Turistificar un territorio rural es necesariamente un proceso de patrimonialización. Devenir turístico un entorno, un objeto, un saber, implica mediar con el proceso de devenir patrimonio, de patrimonializarlo. En los procesos de patrimonialización en turismo rural se construye, además de las características de la sacralización de la externalidad y la activación o puesta en valor (Prats, 2005: 18), un factor clave que es la “autenticidad” (entendida aquí como categoría nativa para los turistas). Pero ¿cómo se re-construye esta autenticidad? ¿Es estrictamente visual, material, o a qué factores responde? Estos interrogantes se complementan con otro que plantea Santana Talavera (2002:1) en su trabajo sobre autenticidad y patrimonio cultural: “¿es realmente la cultura, el patrimonio y legado cultural de los pueblos, lo que activa el flujo turístico hacia un destino?” Como bien lo explica el autor: PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 838 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales “La autenticidad buscada por el turista no necesariamente tiene que coincidir con la materialidad forjada en un área. La autenticidad tiene más que ver con el cómo se percibe una experiencia y artefacto –qué valores admirables se contemplan encarnados en ellos o con qué estética son expresados– que con la cosificación de la experiencia y el artefacto mismo” (Santana Talavera, 2002: 15). El cómo se percibe depende directamente de la predisposición del turista a estar allí, a estar abierto a la percepción, a posicionarse más cerca de uno mismo, en la experiencia, que más allá de uno mismo, hacia la “cosificación”. Los atributos materiales específicos que singularizan a los entornos rurales de esta región, están íntimamente relacionados con sus condiciones sociales y a las distintas acciones que los distintos actores llevan a cabo (Almiron, Bertoncello y Troncoso, 2006; Carbonell, 2010). Es decir, no basta con identificar los recursos y ponerlos en “valor turístico” por el simple hecho de estar allí o de haberse creado, hay que activarlos como dice Prats (2004: 19). Y esta activación depende de las condiciones sociales y políticas de la puesta en práctica, de la dinámica social que se active. Precisamente en este sentido, entiendo que la patrimonialización en turismo rural se da por la combinación de atributos, recursos y acciones orientados a poner en valor el cambio de ritmo que experimenta el visitante, más que la impronta estética, el cuidado del cuerpo, el deleite visual y gastronómico, o la cosificación de la experiencia en el ámbito rural. Valorizar el cambio de ritmo implica, primeramente, que se experimente el ‘otro-ritmo’, el ritmo no habitual, y se permita aprehender esos atributos que descompensan, que descomprimen y movilizan, que son resumidos entre los interlocutores con expresiones como –“qué relax”, –“qué paz”, –“cuanto silencio”, –“esto sí que es vida”, u otros similares. Se trata precisamente de una patrimonialización de la rítmica rural, es decir del conjunto de ritmos que caracterizan la ruralidad, construida de modo recíproca, a las rítmicas urbanas que el turista vivencia habitualmente en su ciudad o pueblo de residencia. Ejemplos de esta combinatoria entre atributos y patrimonialización por vía de la experiencia, se condensan en imágenes-vivencias buscadas por los turistas como: disfrutar de los espacios abiertos con vistas al horizonte de la pampa; respirar el aire puro de las sierras que purifica al cuerpo; comer un asado de cordero bajo la sombra de un sauce; tomar mate con torta frita al costado de la ruta 76, frente al hueco del Cerro Ventana. Ahora bien, ¿cómo se construyen estas imágenes en procesos recurrentes de activación patrimonial? En mi experiencia particular, estas “escenas” las fui incorporando desde mi niñez, a partir de visitar periódicamente las localidades serranas y de frecuentar lugares-símbolos como el propio ‘hueco’, al que subí por primera vez en el viaje de egresados de la escuela primaria, y donde posteriormente acampé durante la escuela secundaria. Hoy suelo llevar a pasear a quienes me visitan, a conocer el mirador instalado frente al hueco y es habitual tomarlo como paseo del domingo. Es decir, la recurrencia de las prácticas turísticas y recreativas que he tenido en torno a este Cerro me ha ido perfilando un imaginario patrimonial respecto a su valorización que me lleva a considerarlo un símbolo identitario a compartir con visitantes. El énfasis en el cambio de ritmo busca destacar esta articulación entre lo material y las valoraciones que se construyen, para no redundar en lo material por un lado y en lo afectivo por el otro, polaridad que no permite conectar la inexorable relevancia de integrar ambas perspectivas al momento de diagnosticar, planificar y gestionar procesos de valoración y activación turística –que como bien explica Prats, no son exactamente lo mismo (Prats, 2004: 19). Asimismo, “Interesa advertir hasta qué punto son estas acciones –y las intenciones e intereses que las guían– las que orientan el proceso de valorización turística del patrimonio, e incluso el proceso mismo de patrimonialización, en favor de la consecución de los intereses de sus actores” (Almiron, Bertoncello y Troncoso, 2006: 114). Desde una mirada amplia, la turistificación, en tanto conjunto de procesos sociales que hacen a la conversión turística, puede ser entendida como una patrimonialización, un hacer devenir patrimonio a un atractivo. Y en el caso aquí tratado, parte del proceso de turistificar ocurre por la conversión rítmica, por la transformación del entorno que hace aprehensible el cambio de ritmo que se busca, y que debe ser contenido y vehiculizado. El mismo proceso de construcción de un sitio turístico puede darse al generar un cambio de ritmo significativo para el visitante. Por ejemplo, como ocurre en el servicio que ofrece el establecimiento Mahuida-Có de la familia Wendorff (Foto 1), al mediar un paseo por el campo en un vehículo motorizado sin techo, sin puertas ni parantes (tipo safari), que permite un contacto más directo con el entorno: se transforma el mero acto de transitar por un campo en un paseo turístico. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 839 Foto 1: Excursión “Mahuida-Có”. Luego de realizar varias veces este paseo, en calidad de turista o de asesor del grupo, llegué a preguntarme: ¿Por qué un turista llega a este campo y se sube al carromato? ¿Qué sensación busca? Las caras al subir son de alegría más que de incertidumbre; no saben bien que va a pasar pero el vehículo transmite aventura, un sentimiento de inseguridad confortable, mientras miran de frente a sus autos y se dan cuenta que éste no tiene puertas, ni techo, solo una barra de contención, y se sientan uno al lado de otra persona que no conocen y comparten un momento de intimidad socializada. En este emprendimiento, el atractivo se turistifica no solo por las vistas extensas de los valles y las sierras, lo “pintoresco” del lugar y sus animales, sino por la inmersión de todos los sentidos en una experiencia que cambia la rítmica del turista. Entiendo que se trata de un claro ejemplo del arrastre experiencial que generan los imaginarios arraigados en la temporalidad lineal hegemónica, basada en una rítmica calendárica (Iparraguirre, 2011). De hecho, el corte cognitivo entre “ahora hago turismo” y “ahora dejo de hacer turismo” es una ruptura intelectual al continuo de la experiencia corpórea que puede darse de diversos modos. Vuelvo aquí a la dicotomía de los ritmos del ocio y del trabajo (neg-ocio), a la polaridad que se ejerce en toda experiencia para dar sentido al modelo lineal que ordena nuestra interpretación del entorno. 7. Consideraciones finales El turismo entendido como práctica, como praxis turística, es un constructo simbólico y empírico de raíces histórico-culturales modernas, que atraviesa de modo sigiloso a los grandes bloques de categorías estancas que obturan el dinamismo de nuestra cognición (geografías, ciudades, horarios, fronteras, ciudadanías, clases, propiedad privada, territorios fiscales). De aquí se entiende por qué motivo su teorización y su aplicación sea transversal a múltiples disciplinas y a miles de problemáticas, imposible de asir en un solo campo académico y de manejarse desde una lógica unívoca, o con un único lenguaje. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 840 Dinámica social del turismo rural: imaginarios y rítmicas culturales Desde este ángulo, el turismo rural en particular, llega a ser una modesta práctica contra-hegemónica, aún bajo la lógica del consumo e inserto en el mismo mercado global del turismo masivo. Logra establecer, además de una valorización sobre la calidad de vida por el cambio de rítmicas que propone, vínculos locales, asociativismo y cadenas de comercialización de pequeña escala, que contribuyen al sostenimiento de las comunidades vecinas. Es decir, llega a producir una cadena comercial sustentable a escala local y con impacto social inmediato, no solo entre sus productores, sino junto a sus visitantes, quienes ponen en valor el territorio rural, y por lo tanto, a sus ritmos de vida. Las rítmicas del turismo rural no se reducen a la sumatoria de ritmos que podemos asociar al “campo” como unidad productiva fuera de la ciudad. Proponen la integración de estos ritmos a los imaginarios sociales que les dan significado en los contextos de cotidianeidad de cada actor o grupo analizado, en sus contextos de ruralidad. Asimismo, las rítmicas del campo, significadas de diversos modos según los grupos interactuantes, contribuyen a hacer y sostener al turismo rural. Ahora bien, no sería preciso denominar “rítmica rural” a este conjunto de ritmos que se dan en el ámbito rural, si las diferentes situaciones y sensaciones que experimentan los interlocutores en el campo, se consideran como una cualidad ad hoc de todo territorio rural. Las rítmicas analizadas previamente (de la gestión, del ocio, del viajar, del campo, de la ruralidad), aportan información sobre las prácticas turísticas que se accionan en el territorio, nos describen a los grupos sociales y sus comportamientos, pero no prefijan atributos a los lugares, o las familias que allí habitan. Este punto es importante, y por esto insisto en que los ritmos de vida conforman a las rítmicas y no al revés. Se clasifica una rítmica cultural al poder agrupar, a partir del trabajo etnográfico, diferentes ritmos de vida, ya sea en su dinámica organizativa, de sustento o de cosmovisión (Cuadro 2). Asimismo, los ritmos de vida se pueden aprehender tanto a nivel individual como grupal, y su sistematización como conjunto de diferentes tipos de ritmos permite luego corresponderlo al nivel de las rítmicas. Lo contrario sería suponer que la construcción de una categoría genérica, común a muchos individuos por suposición, como lo es “rural”, puede generalizarse para explicar el comportamiento de cada uno de ellos. Recapitulo finalmente que el trabajo de asesoramiento junto a los dos grupos asociativos mencionados me ha permitido tener un contacto permanente y directo con las prácticas turísticas de los integrantes, y a partir de estas, interpretar las rítmicas estacionales de gestión turística (algunas mensuales, otras por temporadas, otras anuales). Los procesos de formación, fortalecimiento y sostenimiento de ambos grupos ejemplificaron modos específicos de hacer turismo y de contribuir al desarrollo local. La traducción del trabajo de gestión en observación participante dio lugar al registro sistemático del conjunto de representaciones sobresalientes y su potencial utilidad como componentes simbólicos. Estos han sido los vectores para analizar la dinámica socio-territorial del turismo rural a partir de la articulación entre los imaginarios de los interlocutores y sus prácticas turísticas interpretadas como rítmicas culturales. En definitiva, esta etnografía del turismo rural permitió abordar los interrogantes que movilizaron la investigación, cuyas respuestas pueden traducirse en dos proposiciones operativas concretas. En primer lugar, aseverar la relevancia de diagnosticar los imaginarios como medio de acceso a la confrontación de intereses y toma de decisiones. Al analizar sistemáticamente las confrontaciones entre los diferentes grupos, se logró dar cuenta de que si bien éstas se manifiestan en los discursos y las prácticas de los interlocutores, tienen su raíz en las representaciones simbólicas de los mismos, es decir, en los imaginarios sociales. En segundo lugar, enfatizar que la gestión del turismo anclada en constelaciones simbólicas genéricas obstaculiza la comprensión de cómo se practica localmente el desarrollo turístico. Esto quedó explícito al explorar la valorización del cambio de ritmo que caracteriza al turismo rural sin necesidad de reproducir categorías naturalizadas (como “lugar”, “rural”, “mercado”, “producto”, “naturaleza”, “recursos”, entre tantas otras), que están a la base de los programas y políticas del sector. En mínimas palabras, la combinatoria de imaginarios y rítmicas como instrumento analítico del turismo rural, puede resultar en un modo alternativo para su caracterización, y por lo tanto, para su planificación y gestión. Agradecimientos A Pablo Wright y colegas del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires; a Julieta Colonnella, asesores de grupos de turismo rural y colegas en el INTA. Este trabajo fue realizado con el apoyo de una Beca de Finalización de Doctorado otorgada por el CONICET y del programa Cambio Rural del INTA y del MAGyP (Argentina). PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 14 N° 4. Julio 2016 ISSN 1695-7121 Gonzalo Iparraguirre 841 Bibliografía Baczko, Bronislaw 2005. Los imaginarios sociales. Buenos Aires: Nueva Visión. Barretto, Margarita y Otamendi, Alejandro 2015. “Antropología y turismo en “los países del Plata” (Argentina y Uruguay)”. Pasos. Revista de turismo y patrimonio cultural, 12(2):283-294. Bertoncello, Rodolfo 2002. “Turismo y territorio. Otras prácticas, otras miradas.” Aportes y transferencias 6(2):29-50. Bertoncello, Rodolfo 2006. “Turismo, territorio y sociedad. El mapa turístico de la Argentina.” pp. 317-336 en America Latina: cidade, campo e turismo. Buenos Aires: CLACSO-USP. Boas, Franz 1964. Cuestiones fundamentales de antropología cultural. Buenos Aires: Solar/Hachette. 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Ralentar es un término musical que se usa para denotar un cambio de velocidad gradual, desde el tempo que se trae hacia uno más lento. Se asocia a “desacelerar”, pero no significan lo mismo ya que este último supone que uno está acelerando, aumentando la velocidad, al momento de des-acelerar. Recibido: 16/03/2015 Reenviado: 22/10/2015 Aceptado: 23/10/2015 Sometido a evaluación por pares anónimos |
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