Vol. 4 Nº 1 págs. 13-28. 2006
www.pasosonline.org
© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
La ciudad fingida. Representaciones y memorias de la Barcelona
turística
Saida Palou Rubio †
Universidad de Barcelona (España)
Resumen: El presente artículo se dedica al análisis de las imágenes turísticas de Barcelona: imágenes
promovidas e imágenes percibidas a veces se contradicen y a veces se corroboran, pero unas y otras
tienen en común su peculiar forma estereotipada y superficial. La imagen de la Barcelona turística es una
representación (una proyección ideal) de la propia ciudad; esta idealización de Barcelona ofrece una
imagen reducida a tópicos y estereotipos que proveen a la ciudad de una identidad especial. La imagen
promovida se dedica a seleccionar y exhibir una serie de fragmentos de la ciudad que al mismo tiempo
consigue convertir en identificaciones naturales de la misma. Si bien la conversión de recursos en refe-rentes
resulta eficiente para la creación de imágenes, también puede confundir la realidad. Así, la mirada
del turista que pasea por Barcelona es una mirada rápida, efímera y superficial que acaba asumiendo
como representativas las abreviaciones promovidas. El paso de la imagen vendida a la imagen percibida
perjudica la identidad de Barcelona; las imágenes hegemónicas favorecen la consolidación de estereoti-pos
de todo tipo.
Palabras clave: Turismo cultural; Representaciones; Imágenes; Identificaciones; Barcelona.
Abstract: The current article is focused on tourist pictures of Barcelona. Those highly sponsored pic-tures
of the city that some times match the reality and some others do not; however true or false they
share the same stereotyped and fake image. The picture of the tourist Barcelona shows a general image
(an ideal representation) of the city, and this idealization creates several clichés that provide the city with
its own special flavour and identity. This widely spread picture of Barcelona selects and presents several
pieces and corners of the city that naturally become direct associations to it. This procedure of making
reference points out of the resources the city has is not only efficient but can also confuse its real façade.
A façade that most tourists can only glance at turning it as superficial and ephemeral as it is portrayed
and assuming this sponsored image of Barcelona. The gap between such tourist pictures and the reality
damages the identity of the city as this type of imposed pictures aid the creation of such clichés.
Keywords: Cultural tourism; Performances; Images; Idenfication; Barcelona.
† • Saída Palou Rubio es doctoranda del departamento de antropologia social de la Universitat de Barcelona. E-mail:
saidapalou@ub.edu
14 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
Barcelona, destino turístico
A mediados de los años ochenta el tu-rismo
en Barcelona empieza a ser una rea-lidad;
los visitantes que llegan al Aeropuer-to
del Prat ya no se dirigen exclusivamente
a la costa catalana, sino que Barcelona se
va convirtiendo en un importante centro de
atracción. Los Juegos Olímpicos del 92 son
un factor crucial para la consolidación de la
Barcelona turística, de tal manera que el
nombre de la capital catalana se va situan-do
en los mapas mundiales como una im-portante
ciudad de destino; a partir de este
momento la industria y la administración
dedicadas a la promoción turística de Bar-celona
se han ocupado de resaltar el poten-cial
turístico de la ciudad; los procesos que
han cambiado la Barcelona de las últimas
décadas no sólo han generado una recons-trucción
física del paisaje urbano, sino que
a su vez han modificado y actualizado los
símbolos asociados a la ciudad. De esta
forma, en el año 2002 Barcelona se situaba
como séptimo destino en cuanto a número
de turistas respecto a otras ciudades euro-peas,
con una variación del 129’1% en rela-ción
a los diez últimos años; son cifras que
tienden a aumentar y muestran claramente
la consolidación de la capital catalana como
una importante ciudad de destino. Antich
(2004: 79) apunta que turistas, estudiantes
y profesionales llegados de todas partes del
mundo están convirtiendo Barcelona en
una ciudad de moda. En efecto, imágenes y
símbolos de Barcelona están siendo reapro-piados
con el interés de presentar y ofrecer
una ciudad capaz de persuadir a su visitan-te
real y potencial. Hoy en día, la Barcelona
cultural representa el pretexto perfecto
para atraer grandes cantidades de visitan-tes.
Si bien los países mediterráneos han si-do
áreas tradicionalmente receptoras de
turismo, existe una clara ausencia de estu-dios
antropológicos dedicados a la temática
turística; Prats (2003) así lo advierte, al
mismo tiempo que reclama su necesidad y
atribuye las causas de esta ausencia, grosso
modo, a un desinterés de la Antropología
hacía el fenómeno del turismo y, al mismo
tiempo, a un desinterés de los propios estu-dios
turísticos respecto la disciplina de la
Antropología social. Mientras que, tradicio-nalmente,
los estudios antropológicos sobre
turismo se han fijado en los impactos sobre
las sociedades receptoras, el presente artí-culo
toma otra dirección y propone un aná-lisis
y una reflexión sobre cuestiones rela-cionadas
con los significados, las experien-cias
y las representaciones turísticas. La
Antropología dedicada al turismo, dice
Prats (2003), debe aportar la forma de
hacer propia de la ciencia antropológica:
una inmersión microsocial que permita
detectar realidades subyacentes, discordan-cias
entre discursos y el análisis de los sig-nificados
y de las categorías de los actores
del contexto turístico. En este sentido, este
trabajo emprende el camino hacía una meta
infinita y que, de hecho, es propia de toda
investigación científica: suscitar incesan-temente
nuevos problemas, más profundos
y más generales, sobre la temática que nos
ocupa, en este caso las representaciones
turísticas.
Paisajes, identidades y percepciones se
innovan y transforman al ritmo imparable
que impone el sistema turístico, lo cual
incluye una continua movilidad de cuerpos,
bienes, servicios e imágenes por todo el
planeta. Santana (1997: 47) define al turis-ta
como una persona que viaja intercomu-nicando
experiencias y estereotipos de todo
tipo, pero al mismo tiempo, generando be-neficios
económicos. Es sabido que son mu-chos
los ingredientes implicados en el viaje
turístico, así como sus ópticas de análisis.
Para el presente estudio, se han selecciona-do
tres elementos que el viaje turístico in-variablemente
pone en juego: cuerpos, es-pacios
y representaciones. La mirada turís-tica
de Barcelona es aquella mirada a Bar-celona
hecha con ojos de fuera, con ojos de
visitante extranjero. Una mirada rápida,
efímera y superficial. La mirada del visi-tante,
del cliente, contiene las expectativas
y los deseos que permiten a las empresas e
instituciones continuar diseñando y replan-teando
la imagen promovida. La imagen es,
en definitiva, el primer paso que orienta el
perfil, las expectativas y las cantidades de
visitantes que la ciudad espera recibir.
Es conveniente recordar que actualmen-te
nos hallamos inmersos en el debate que
propone encarar cambios importantes en
los canales, las políticas y los mensajes de
comercialización sobre los productos turís-
Saida Palou Rubio 15
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
ticos de Barcelona (Bordas Rúbies, 2004:
18). Según las conclusiones sugeridas en el
Debate de Turisme i Diversitat Cultural del
Fòrum 2004, es importante presentar pro-ductos
“prácticamente predirigidos” a satis-facer
las necesidades del cliente, y el cliente
es, esencialmente, un consumidor que acti-va
la demanda. En esta demanda, de
acuerdo con Bordas Rúbies (2004: 18), lo
que se busca es, principalmente, la diferen-cia
y la autenticidad. Un área turística no
es sólo un espacio físico, sino también un
espacio sociocultural, por lo cual permanece
siempre dispuesta al cambio, a la adapta-ción.
Barcelona se adapta al turismo y en
tal adaptación participan tanto las grandes
empresas e instituciones como los pequeños
empresarios. La comercialización de la cul-tura,
la comercialización turísticocultural,
debe entenderse como una estrategia de
adaptación de los ciudadanos respecto al
sector turístico en el cual Barcelona se en-cuentra
implicada, y no como una deprava-ción
de un pueblo y de su patrimonio. San-tana
(2003a: 52) advierte los peligros de
observar las áreas turísticas desde un enfo-que
estríctamente etnocentrista, en el cual
prima la conservación-congelación de mu-chos
aspectos socioculturales del área en
cuestión. De todas formas, ¿Qué implica la
comercialización de la cultura de Barcelona
con el fin de promocionar el turismo? ¿Qué
se vende de Barcelona? ¿Cómo se vende
Barcelona? ¿Existe una unidad en la simbo-logía
promocional? ¿Hasta qué punto los
turistas son cómplices de la ficción? ¿Hasta
que punto el turista asume como verdade-ras
las abreviaciones y las representaciones
de la Barcelona turística?
La Barcelona turística como “representa-ción”
de Barcelona
Antes de la invención de la imprenta, las
técnicas relacionadas con la domesticación
de la memoria (inventadas por los griegos,
más tarde transmitidas a Roma y extendi-das
después por Europa), conformaban el
arte de la memoria, conocido también como
arte de la “mnemónica”. Mediante técnicas
de memorización como la retórica, la mne-mónica
enseñaba a recordar mientras se
imprimían imágenes y lugares en la mente.
El sentido de la vista, concebido como el
más vigoroso de todos, deviene clave para
la elaboración de imágenes. Para recordar
experiencias, paisajes y lugares, se requiere
dirigir la vista a loci bien definidos y espe-ciales,
a fin de que sean capturados en la
memoria. La imagen, por decirlo así, tiene
el poder de hacer presentes los lugares y las
cosas, y presentar un lugar, en definitiva,
es “re-presentarlo”. Goody (1997) dice que
una representación nunca es la cosa misma
que se pretende presentar, sino que sólo es
una imagen. En toda representación, por
tanto, tiene lugar inevitablemente una cier-ta
dosis de creatividad, una cierta distor-sión.
Toda representación plantea proble-mas
con la verdad, con la realidad, con la
cosa significada, precisamente porque toda
representación es, nada menos, que una
recreación. En este sentido Hacking (1983,
citado por Godoy, 1997: 47) dice que siem-pre
tiene que haber un escepticismo sincero
entre la realidad y sus representaciones1.
Representar, en efecto, significa llevar al
presente alguna cosa previamente ausente.
Representar significa producir, representar
significa nombrar; la representación cuenta
con una capacidad ordenadora, taxonómica,
sistemática. De esta forma podemos enten-der
que el hecho de imaginar Barcelona. El
hecho de representarla, es un acto de de-nominación.
Sperber (1978: 97) considera
igualmente que el simbolismo, en tanto que
dispositivo cognitivo, es un sistema produc-tivo,
un sistema creativo de la realidad: “el
simbolismo así concebido no es un medio de
codificar la información, sino un medio para
organizarla”. La Barcelona turística es
pues, ni más ni menos que una representa-ción
de Barcelona. Es su imagen, es una
recreación. Y esta distancia entre la ciudad
de Barcelona y sus representaciones turís-ticas
no es inocente: obedece a la voluntad
de construir un escenario armónico y con-fortable
para la mirada del turista. Tiene
una clara función. Es interesante relacio-nar
estas apreciaciones con las premisas de
la sociología durkhemiana: la Barcelona
turística encaja perfectamente en las consi-deraciones
de Durkheim (1987 [1912]) atri-buidas
al mundo ideal. Las instancias dedi-cadas
a la promoción de la ciudad conocen
bien las taras y los defectos de la Barcelona
real, de tal manera que proyectan una Bar-celona
ideal, una Barcelona que contiene
una serie de categorías, de representacio-nes,
de tendencias, que superan estos de-
16 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
fectos, que olvidan adrede las incoheren-cias,
el desorden y la suciedad inherentes a
toda ciudad. La Barcelona ideal, así como la
religión, nos diría Drurkheim (1987 [1912]),
es la Barcelona real pensada y representa-da
idealmente. Los intereses y las formas
evocadas de Barcelona (promovidas por las
instancias dedicadas al turismo) son como
los intereses sociales y morales que, de
acuerdo con Durkheim (1987 [1912]), bus-can
en la religión un mundo perfecto que
supere las imperfecciones del mundo real.
Sin embargo, no existe una exclusión entre
ambos planos, sino que su relación tiene
que ver con la complementariedad: una
Barcelona existe gracias a la otra. La Bar-celona
turística se puede entender como el
reflejo perfeccionado de la Barcelona real,
de la Barcelona ordinaria y vulgar. La so-ciedad
ideal (en este caso la Barcelona tu-rística)
forma parte de la sociedad real (de
la Barcelona cotidiana); forma parte porque
es su abstracción, es su idealización. La
Barcelona turística que coexiste dentro de
la Barcelona real no es su contrario, no es
su oposición, no es irreal. La Barcelona
turística sólo es su idealización. La Barce-lona
turística es la ciudad fingida.
El arte de la mnemónica enseña que pa-ra
recordar es necesario adjuntar una ima-gen
sensible de aquello que se quiere recor-dar.
O sea, si se pretende recordar Barcelo-na,
es necesario elaborar referentes sensi-bles
que permitan evocar la ciudad. Estos
referentes obviamente deben de poseer
algún tipo de conexión con aquello que se
debe recordar, tanto si es porque se le pare-ce
como si no, deben establecer algún tipo
de conexión con Barcelona. Podemos trazar
un claro paralelismo entre los postulados
de Durkheim (1987 [1912]) y lo que nos
enseña el arte de la mnemónica. En su obra
culminante, Las formas elementales de la
vida religiosa, el sociólogo francés postula
que existen dos categorías básicas de
hechos, la diferencia entre los cuales es el
pensar y el actuar. Por una parte, existen
las creencias, los estados de opinión. Por
otra, existen necesariamente las formas
concretas de acción, los hechos. Así, para
pensar y recordar Barcelona es necesario
representarla, trasladarla al terreno de los
hechos, es necesario conectarla a alguna
experiencia sensible. De todas formas, alu-diendo
al pensamiento de Durkheim, Del-gado
(1999: 100) matiza que “la morfología
social y los sistemas colectivos de represen-tación
no se corresponden de manera per-fecta”;
es decir, la Barcelona real no corres-ponde
de forma precisa con sus representa-ciones
turísticas. La memoria de los indivi-duos
es incapaz de dibujar imágenes exac-tas
de la realidad. La memoria se caracteri-za
por su dispersión, por su pluralidad, por
sus múltiples incoherencias, inestabilida-des
y desordenes. Constantemente ata y
desata referencias sin llegar a elaborar
imágenes permanentes ni coincidentes con
la realidad. Las imágenes son pistas que un
individuo o una institución fijan para “re-presentar”
la realidad. Las instancias dedi-cadas
al sector turístico aprovechan esta
lógica para crear todo tipo de identificacio-nes.
Es oportuno en este sentido traer a
colación las consideraciones de Terradas
(2000), que formula muy elocuentemente
una distinción entre las identidades cultu-rales
y las identificaciones políticas. Mien-tras
que las identidades son vivas y expre-san
la creatividad propia de los individuos
y de los lugares, las identificaciones no son
más que instrumentalizaciones efectuadas
des del poder, que generan un proceso de
alineación, reducción y conversión abstrac-ta
de una memoria de vida en un signo de
pertinencia o estigma político. Según Te-rradas
(2000: 32), “en nuestra sociedad, la
identificación actúa de forma triunfalista,
sometiendo y distorsionando la identidad”.
La Barcelona turística está hecha basándo-se
en identificaciones que apagan la vivaci-dad
inherente de toda identidad. Pujadas y
Comas (1982) se basan en la idea de que no
existe una esencia simbólica en las identi-dades,
ya que consideran que los símbolos
apelados en nombre de la identidad no son
más que manipulaciones del pasado que
acaban provocando un espejismo de conti-nuidad
histórica y de existencia de unas
raíces identitarias esenciales. En el caso de
Barcelona, Gaudí no solamente aparece
integrado dentro del paisaje urbano de la
ciudad, sino que, además, aparece resaltado
y es presentado positivamente como un
símbolo esencial de la ciudad.
Manuel Ribé, quien fue Presidente de la
Federación de Sindicatos de Iniciativa de
Cataluña en tiempos de la II República,
comparaba la actitud que adoptaba una
ciudad turística con la actitud de una mujer
Saida Palou Rubio 17
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
a la espera de pretendientes: “(...) lo podéis
creer, a una ciudad, a un país, le pasa lo
mismo que a las chicas: cuando se sienten
observadas se arreglan los pliegos del ves-tido
y miran de sentarse bien en la silla”2.
En efecto, instituciones y empresas dedica-das
a la promoción de la Barcelona turística
invierten constantemente sus esfuerzos en
“arreglar” la ciudad: resaltan determinados
aspectos, producen símbolos, fabrican ico-nos,
crean identificaciones y naturalizacio-nes
y, además, dotan a la ciudad de una
atmósfera “cultural” a la cual se suman
valores y atributos casi de forma natural.
En este sentido, Delgado (2004) considera
que la Historia, la Cultura, el Arte y la
Arquitectura conforman las nuevas divini-dades
oficiales en nombre del turismo cul-tural.
La imagen turística de Barcelona
surge de una dialéctica entre las represen-taciones
efectuadas por las instancias dedi-cadas
a la promoción de la ciudad y la lec-tura
de los visitantes. La Barcelona turísti-ca
es, en definitiva, la ciudad representada
y la ciudad vivida.
La imagen de destino no es una imagen
espontánea, sino una imagen socialmente
inducida y reproducida. Además, hay que
tener en cuenta que las imágenes precon-sumidas
de las áreas turísticas siempre
condicionan la mirada in situ. La imagen
de destino contiene los deseos y las expecta-tivas
construidas a priori del viaje turístico,
así como una serie de imágenes estereoti-padas
sobre el destino que de una u otra
forma el viajero deseará corroborar. De
hecho, la anticipación de las imágenes en el
proceso de consumo turístico condiciona la
forma como el visitante se relaciona con el
espacio que visita. El turista espera verifi-car
imágenes previas, la cual cosa permite
sospechar que la imagen de destino es una
imagen previsible. La fugacidad del viaje
turístico (ir para volver) condiciona, sin
duda alguna, la mirada del turista. La ima-gen
de destino, comprendida como una re-presentación
de una área concreta, implica
no sólo una serie de fotografías estáticas de
monumentos o sights, sino también el con-junto
de ideas que se relacionan con su
nombre. Como dice Godoy (1997: 47), “la
representación significa presentar de nue-vo,
la presentación de alguna cosa que no
está presente, adaptando una forma tan
lingüística como visual”. Así, la publicidad
sobre un destino, diría Simonicca (1997), no
se limita a promocionar una imagen super-ficial,
sino que las imágenes promovidas
contribuyen a la efectiva creación de siste-mas
complejos de significados culturales.
En esta línea, Mackay & Fesenmaier (1997:
538) afirman que el marketing tiene la ca-pacidad
de establecer, reforzar o cambiar la
imagen de los destinos, y que, por este mo-tivo,
las imágenes no sólo presentan el pro-ducto
sino que también comunican atribu-tos,
características y valores.
Se asumen un par de implicaciones fun-damentales
relativas a la creación del esce-nario
turístico. Por un lado se asume la
existencia de una relación y diálogo entre
las fuentes inducidas y las fuentes orgáni-cas
(los discursos de los turistas, sus per-cepciones,
experiencias y relatos, confor-man
un diálogo, una constante relación de
feed-back, con la simbología promocional).
En efecto, en el paso de la Barcelona vendi-da
a la Barcelona imaginada, intervienen
un conjunto de estrategias empresariales
que el imaginario turístico no asume de
forma pasiva, sino que altera y modifica de
forma incesante. La formación de la imagen
de destino es fruto de un proceso complejo,
relativo y continuamente receptor y emisor
de estímulos que modifican dicha imagen;
se trata, por lo tanto, de una imagen en
construcción: la imagen de destino turísti-co3
vive en un sistema dinámico que conti-nuamente
alimenta y se alimenta de sus
fuentes. Son muchos los elementos que, a
ojos del turista, colaboran en el proceso de
formación de la IDT. Son infinitos, varia-bles,
heterogéneos, inestables, conscientes e
inconscientes, elementos que se encuentran
en cada esquina, a cada paso, en cada sen-sación
que el turista vive. Por otra parte, se
asume que la clara distancia existente en-tre
la Barcelona turística y la Barcelona
ordinaria no únicamente es capaz de dirigir
la mirada del turista hacia los espacios
preparados para su consumo, sino que, a su
vez, esta distancia entre ambas Barcelonas
provoca que el propio ciudadano no se sien-ta
identificado con los valores e imágenes
destinados para el turismo. Así mismo lo
recuerdan Enguita Mayo et al (2004), al
referirse a la imagen de Barcelona como
una imagen creada sin referentes y sin
historia, una imagen sin guión. La mirada
del visitante es una mirada estereotipada:
18 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
es una visión fragmentaria de la realidad
en versión ideal.
Foto 1. Turista ojeando una guía turística sentada
al lado de un señor que pide.
La Barcelona turística consigue simplifi-car
la imagen de la ciudad de manera que
esta aparece reducida a tópicos. En nombre
de la “Barcelona cultural” se identifican
valores abstractos y de moda, como la di-versidad,
la solidaridad y la paz. La ciudad
turística creada por y para los turistas es
una Barcelona convertida en espectáculo en
la cual actúan como principales figurantes
la cultura y unos valores abstractos que
aluden a modernidad y que, al mismo tiem-po,
evocan historia, arte y progreso. Es una
Barcelona ofrecida y vendida, que posee
espacios urbanos convertidos en museo. El
guión del escenario está destinado a expul-sar
las contradicciones y la suciedad a
cambio de mostrar orden, continuidad, ar-monía
y sentido en todos sus gestos, en
todos sus trazos. Los turistas son invitados
a la participación del espectáculo cultural,
al mismo tiempo que se les adjudica un
papel y se les exige un pacto: no traspasar
los espacios de su escenario turístico. No
pasear más allá de los barrios típicos para
turistas. Así, la mirada distante del turista
le preserva de los riesgos de implicación.
Los clientes, obedientes, aceptan el trato y
se limitan a una participación cautelosa; los
turistas evitan el contacto con las escenas
que tal vez sospechan, pero que no deciden
conocer: “aquí se puede verificar hasta que
punto el turista busca sobretodo aquello
que es falso, paradójicamente representado
como lo que es verdadero o auténtico (...)”
(Delgado, 2004: 56).
El turista es ese sujeto que,
dicho rápidamente, se hace y se
deshace a si mismo. Es un ciuda-dano
de paso en las ciudades de
nuestros tiempos. Para enten-dernos,
uno se convierte en turis-ta
a tiempo parcial. Bauman
(2001: 114) describe al turista
como alguien que consigue la
proeza de no pertenecer al lugar
que visita: “el suyo es el milagro
de estar dentro y fuera al mismo
tiempo. Los turistas mantienen
las distancias e impiden que las
distancias se reduzcan hasta
convertirse en proximidad”. De-ntro
de su burbuja, el homoturis-ta
reprime la penetración de cier-tos
aspectos de la sociedad que visita, al
mismo tiempo que autoriza la entrada de
muchos otros. La mirada turística es, en
definitiva, una mirada seleccionadora. Así
funciona la Barcelona fingida: está hecha a
base de actos y rituales miméticos y de li-bertades
restringidas. Aunque existe una
aparente dispersión de los turistas por toda
la ciudad, los visitantes no acostumbran a
traspasar las fronteras de la Barcelona
turística. Los turistas no consiguen diluirse
con los locales. El turismo, dice Urry (1990:
146), no puede comprenderse sin esta expo-sición
de objetos y realidades hiper-reales
propias de la sociedad del espectáculo. En
los contextos turísticos, las simulaciones se
han convertido en tan auténticas que con-siguen
un estado de hiper-realidad (Baudri-llard,
1983, citado por Hughes, 1995: 782).
A partir de la constatación de que lo autén-tico
es aquello socialmente producido, se
puede advertir que, de hecho, la ciudad
turística está hecha a base de ficciones, de
intenciones que muestran, pero que a la vez
esconden. No resulta extraño que los loca-les
puedan sentir una relativa incomodidad
respecto a esas imágenes. Los turistas, en
cambio, se dedican a pasear por las calles
de una ciudad estática, de una Barcelona
hecha a base de naturalizaciones. Una
Barcelona convertida en museo, que el tu-rista
aprehende y experimenta de forma
superficial. El turista, en definitiva, pro-blematiza
la distinción entre representa-
Saida Palou Rubio 19
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
ciones y realidad.
La comunidad de los turistas no es
simplemente un colectivo de individuos,
sino que por encima de ellos, existe una
“conciencia colectiva” común, algo que
les unifica. La comunidad de turistas es
un cuerpo compacto, aglutinado, fusiona-do,
aunque exista una aparente heteroge-neidad
de sus miembros. Para que se pro-duzca
esta cohesión entre los miembros
es necesaria una adaptación de los unos
con los otros, lo cual implica una cierta
compenetración de sus actos, necesidades
y deseos. Existe, pues, una complicidad
subyacente en sus acciones, una cierta
identificación de los unos con los otros.
Una serie de hábitos de socialización
compartidos los cohesiona: intercambios
de informaciones, ayudas, complicidades
verbales y estéticas y usos de los mismos
espacios. Luckmann y Berger (1996
[1966]: 63) dicen que el lenguaje es un
Foto 2. Turistas ante la Catedral cubierta por una
lona.
elemento integrador que garantiza que los
individuos sean capaces de consumir un
mismo entorno. Los autores exponen como,
en efecto, para la convivencia es preciso
dominar un cierto repertorio de conocimien-tos
que permitirán al individuo poder in-teractuar.
La Barcelona turística aparece
regulada por su propio lenguaje y su propio
orden, que viene regulado por un proceso
interpretativo común y una inferencia co-lectiva
que permite el nacimiento y la con-solidación
de significados. La Barcelona
turística es un contexto que funciona a par-tir
de consensos sociales, de normas com-partidas,
de “un estar juntos” (Delgado,
1999: 13) inherente al movimiento de la
gente: las rutinas y acciones conjuntas con-forman
esta realidad fingida.
La imagen de las empresas TTOO
Las imágenes previas que se elabora del
lugar antes de su visita son, por definición,
imprecisas y abstractas. La distancia aún
no permite la concreción. Las imágenes
inducidas son ideas simples del destino, son
un esbozo, una pincelada. Con el contraste,
con la experiencia directa in situ, estas
imágenes abandonarán la abstracción y se
asentarán en la concreción. Pero, aunque
las imágenes que se tiene a priori de un
destino sean vagas y difuminada, su papel
es muy activo en el proceso de construcción
de la IDT. Estas imágenes actúan como
avances informativos. La brevedad de los
textos que presentan Barcelona va acom-pañada
y compensada por fotografías que
no muestran, en ningún caso, retratos de
personas (solamente aparecen multitudes).
Probablemente, esta coincidencia en las
distintas promociones responda a la inten-ción
de presentar una ciudad alejada de las
biografías personales de sus habitantes,
una ciudad llena de cuerpos uniformes, una
multitud organizada y callada. Los catálo-gos
de TTOO analizados tienen en común
que su presentación de Barcelona se hace
mediante ideas esenciales y términos ro-mánticos:
“Barcelona tiene un carácter
especial”; “la ciudad posee una personali-dad
propia”; “el espíritu de Barcelona”;
“carretera pintoresca”; “Barri Gòtic casi
intacto”. La presentación de la ciudad en
términos románticos permite al consumi-dor,
sin duda, percibirla como única. La
personalidad de la ciudad, según la simbo-logía
de las empresas, está en manos del
arte y de la arquitectura. Barcelona apare-
20 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
ce condensada y esencializada. Las ideas y
las palabras que se repiten más a menudo
en el material de promoción son “ciudad con
vitalidad, historia y modernidad”; “ciudad
mediterránea; progreso y espíritu vanguar-dista”;
“ciudad europea, cultura y comer-cio”;
“ciudad con mar y montaña”; “ciudad
cosmopolita, del diseño y de la moda”; “ciu-dad
de contrastos numerosos”. Estos catá-logos
ponen énfasis en un carácter singular
de la ciudad, poniendo de relieve su cara
más bonita y ordenada. Se trata de una
imagen caricaturesca, simplificada, este-reotipada.
La imagen de Turisme de Barcelona
Mientras que la imagen de los catálogos
de las empresas TTOO inciden en la mira-da
del turista durante la fase previa del
viaje, la imagen promovida por el Consorcio
Turisme de Barcelona tiene especial reper-cusión
durante los días de estancia en la
ciudad. De entrada, hay que destacar que
todos los catálogos promocionales de
dicha institución se sirven de un
lenguaje verbal y visual específico: el
uso de frases que se dirigen direc-tamente
al ámbito sensitivo del visi-tante
son constantes. Frases como
las que se citan a continuación pre-tenden
transmitir al visitante la
idea de que su estancia en la ciudad
le transportará a un estado especial:
“el visitante perderá la noción del
tiempo”; “mucho más que un tour”;
“disfrutar tanto del paisaje como del
estilo de vida de los barceloneses”;
“dejaros llevar y disfrutad...”; “Bar-celona
es una ciudad amable, que
permite ser vivida con intensidad, en
la calle”; “City sensantions”. Son
ejemplos bien representativos de
esta intención de dibujar Barcelona
como un escenario singular. De hecho, Bail
(1980, citado por Crick, 1992: 381) advierte
que “la política y la semántica de los fabri-cantes
de imágenes de la industria turística
alteran la experiencia que el turista tiene
del espacio y del tiempo”.
Al mismo tiempo, el frecuente uso de
ideas relacionadas con la cultura, la histo-ria
y la tradición proveen a Barcelona de
una identidad especial. A fin de poder
transmitir esta particularidad, se juega con
asociaciones que se identifican exclusiva-mente
con Barcelona. La figura y obra de
Gaudí, por ejemplo, son apropiadas para
este este fin. Gaudí aparece de forma reite-rativa
en la mayoría de los catálogos del
Consorcio, de manera que esta imagen se
inscribe de forma hegemónica y se legitima
en contra de otras imágenes. Gaudí es pre-sentado
como el máximo exponente de la
personalidad cultural y romántica de Bar-celona;
su obra y figura se convierten en
una imagen natural y portadora de una
esencia barcelonesa. En palabras de Bour-dieu
(1998: 37), se trata de un proceso de
naturalización de la realidad. Tres turistas
argentinas explicaban convencidas que “si
uno va a París sabe que tiene que ver la
Torre Eiffel; si uno va a Barcelona tiene
que ver Gaudí”. Si por una parte la ciudad
fingida crea pronósticos favorables y propi-cia
beneficios económicos, por otro lado,
inevitablemente, convierte al individuo en
un espectador de una ciudad museo, de una
Barcelona pintoresca.
Foto 3. Bus Turístic
La imagen de los objetos souvenirs
La adquisición de souvenirs es una for-ma
de acción determinada que permite
representar y capturar la Barcelona turísti-ca.
Los souvenirs, productos comprados en
Barcelona pero usados en ciudades y países
lejos de Barcelona, encuentran su uso más
allá de Barcelona pero también más allá de
su forma aparente. No son más que objetos
Saida Palou Rubio 21
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
predestinados a convertirse en memoria del
viaje. Simonicca (1997: 142) se refiere a
estos productos de forma elocuente cuando
apunta que la presencia física de estos obje-tos
ayuda a localizar, definir y congelar en
el tiempo una experiencia transitoria y
momentánea. En principio, el producto
adquirido no contiene ninguna propiedad
intrínseca que lo califique como souvenir; el
objeto pasa a ser recuerdo precisamente a
causa de su intención y motivo de compra.
En este caso, el objeto primero es recuerdo,
después es objeto. La finalidad del objeto es
precisamente su medio, su uso como re-cuerdo.
Es la intención la que transforma
un objeto cualquiera en recuerdo. Augé
(1998 [1977]: 26) señala como estos produc-tos
cobran todo su sentido en un futuro,
una vez finalizado el viaje. Una pareja de
turistas de Oviedo expresaba bien a las
claras esta misma idea: “una taza de Gaudí
nos permitirá recordar Barcelona: los pa-seos,
las plazas, los parques... Al mirar el
objeto nos sentiremos orgullosos de haber
estado en Barcelona”.
El souvenir no contiene únicamente la
capacidad de exponer y presentar la idea de
Barcelona, sino que a su vez tiene la capa-cidad
de generar un discurso alrededor de
Barcelona. En este sentido es importante la
imaginación y la intención que acaban con-virtiendo
estos productos en recuerdos. Si
bien los turistas justifican el tránsito de
estos productos de un país a otro en la me-dida
de su utilidad como recuerdos de viaje,
también muchos turistas les confieren una
función de intercambio. Las postales, por
ejemplo, tienen que ver con esta deuda de
intercambio de tipo moral y de obligación.
Un matrimonio de Irlanda que viajaba en el
Bus Turístic de Barcelona admitía que nin-guno
de los objetos que compraban servían
para nada, pero explicaban que los compra-ban
para regalar a familiares y amigos,
para que supieran que les habían recordado
durante sus días de estancia en Barcelona.
Lo que buscaban de particular en estos
objetos es que tuvieran alguna relación
evidente con Barcelona.
Según los turistas, los souvenirs tam-bién
cuentan con otra dimensión que tiene
que ver con una función de suplementos:
estos productos llegan donde no llega la
visita. Los souvenirs capturan simbólica-mente
la ciudad. Una joven turista de Bari
que pasaba una semana en Barcelona con-taba
que ella y sus amigos no dedicaban
demasiado tiempo a las visitas culturales.
Por este motivo, la joven decidió comprar
un libro de la ciudad en el cual podía con-templar
todo lo que no podría ver en direc-to.
Afirmaba que, a su regreso en casa, lee-ría
el libro y podría admirar todos los mo-numentos
que durante sus días en Barcelo-na
no había podido visitar. Comentaba que,
de una u otra forma, el libro le permitiría
“estar” en los lugares en que no había esta-do
realmente. En esta ocasión el souvenir
actúa compensando y supliendo la visita.
Se puede constatar que su poder evocador
es tan grande que no sólo es usado como
soporte y refuerzo de la mirada turística,
sino que puede llegar a suplirla. Otra si-tuación
ilustra perfectamente dicha consta-tación:
una pareja de turistas de Navarra
decían que los únicos souvenirs que com-praban
eran postales y libros. Las postales,
para mandar a amigos y familiares, no ne-cesariamente
tenían que mostrar imágenes
de la ciudad que ellos hubieran visto en
directo, sino que lo único que les interesaba
era que se notase que procedían de Barce-lona.
Argumentaban que la función de la
postal no consistía en describir perfecta-mente
la ciudad, sino en recordar que no
les habían olvidado durante sus vacaciones.
Esta pareja también compró algunos libros
de Barcelona con el fin de poder capturar
todo lo que no habían vivido en directo. Los
turistas afirmaban que dedicaban más
tiempo a pasear por La Rambla que a visi-tar
monumentos u otros lugares de interés.
Las posibilidades de convertir objetos en
recuerdos son infinitas. Donde no llega la
realidad, llega la imaginación: cada turista
dota de significados propios a los objetos.
Obviamente, estas decisiones están in-fluenciadas
y validadas por la comunidad
turística, que incluye vendedores y consu-midores.
Las identificaciones que se produ-cen
entre Barcelona y determinados artícu-los
son completamente arbitrarias. La
alianza entre la intención del consumidor y
de los comerciantes en favor de la creación
de imágenes de Barcelona permite enten-der
la presencia y el éxito de ciertos produc-tos
comercializados que, desde el punto de
vista del local, poco tienen que ver con la
identidad de la ciudad. Para el visitante, un
objeto típico y auténtico de Barcelona no lo
22 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
es por motivos genuinos. Los habituales
sombreros mejicanos, que se encuentran en
muchos comercios dedicados al turismo, son
identificados como productos típicos de
Barcelona. En la mirada del turista, estos
souvenirs contienen una cierta identidad de
Barcelona4. Algunas constantes permiten la
construcción de esta identificación: en pri-mer
lugar, la abundante presencia de tales
sombreros en comercios turísticos; por otra
parte, el hecho de ver y conocer a otros tu-ristas
que los usan o los llevan a sus casas
de recuerdo. En definitiva, el hecho de es-perar
y desear el producto ayuda a conver-tirlo
en producto típico. Muchas personas
que compran estos productos consideran
que son representativos de Barcelona; aun-que
desconocen los motivos de su supuesta
“tipicidad”, los compran y los identifican
con Barcelona. La propietaria de un comer-cio
de souvenirs ubicado cerca del Templo
de la Sagrada Familia explicaba que, en un
principio, se negaba a vender estos sombre-ros
en su tienda, ya que ella, como barcelo-nesa,
no encontraba en ellos ningún sentido
identitario, sin embargo la vendedora tomó
la decisión de venderlos porque constante-mente
entraban turistas con la intención de
hacerse con uno de estos sombreros.
Los paseos de los turistas
El turista deambula por la ciudad a tra-vés
de nodos y arcos, aunque, en principio,
los nodos o sights acaparan especialmente
la atención del turista. Si bien la acumula-ción
de turistas en torno a los principales
sights de Barcelona es evidente, resulta
interesante contrastar esta evidencia con
los discursos de los propios turistas y pre-guntarse
si realmente la calle es sólo un
espacio de paso, un arco, o, de hecho, actúa
como nodo. Por otra parte, es preciso pre-guntarse
también si, en correlación, el sight
actúa más como nodo o, en realidad, con-forma
un espacio de paso. Algunos turistas
han afirmado que la calle, entendida como
espacio de transición entre un lugar y otro,
concentra más fuerza de atracción que el
propio sight, de tal forma que las calles
acaban transformándose en el propio nodo,
en el propio centro de interés de la mirada
del turista. La pareja de turistas de Oviedo
mencionada sostenía claramente que “la
esencia del viaje son las calles, la plazas,
las terrazas de los bares, los parques, los
bancos... y no tanto el Templo de la Sagra-da
Familia”. Y la mujer añadía “de hecho,
lo que nos gusta a nosotros es pasear. Diri-girnos
a la Sagrada Familia y perdernos
por el camino, sentarnos en cualquiera pla-za
y pasar el rato”. Son muchos los turistas
que afirman que pasan la mayoría de su
tiempo en espacios de aire libre, en la calle,
sin hacer nada en especial. Muchos turistas
que entran en el interior de los monumen-tos
pasan una mayor cantidad de tiempo
deambulando por sus entornos que en el
propio interior del sight. No es infrecuente
escuchar argumentaciones en el sentido de
que permanecer alrededor de la Sagrada
Familia (paseando, comiendo, descansando
en la terraza de algún bar o comprando)
significa igualmente visitar y conocer el
monumento. Realmente como si la sensa-ción
de presencia del monumento fuera
suficiente como para considerar que han
visitado el sight en cuestión. Igualmente
otros turistas manifiestan que el hecho de
capturar el monumento mediante una foto-grafía
o un souvenir ya es suficiente como
para considerar que lo han conocido.
La visita turística al sight, ya sea desde
el interior o desde el exterior, no siempre se
caracteriza por una contemplación exhaus-tiva
y profunda, aunque la percepción de
los visitantes así lo considere. En el interior
del Templo de la Sagrada Familia son mu-chos
los turistas que se paran a contemplar
los trabajos de los albañiles que están cons-truyendo
el Templo. Durante algunos ins-tantes,
el trabajador pasa a ser objeto de
atención de la mirada del turista. Así, en el
interior del Templo de la Sagrada Familia
conviven varios tipos de miradas: el turista
es capaz de contemplar tanto lo extraordi-nario
como lo más vulgar o cotidiano, y es
que la mirada turística también implica
cierta atención a las actividades no comer-ciales.
En este sentido, Urry (1990: 12) sos-tiene
que “la mirada visual convierte en
extraordinarias actividades que en otro
caso serían corrientes”. Un grupo de turis-tas
de Brasil (unos médicos de Río de Ja-neiro
acompañados de sus esposas) perma-necieron
durante una hora y media por los
alrededores del Templo de la Sagrada Fa-milia;
no entraron en su interior, sólo la
fotografiaron y la “vivieron” desde el exte-rior;
aun así, los médicos expresaban su
Saida Palou Rubio 23
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
satisfacción por la contemplación del mo-numento
y sentían que, de una u otra for-ma,
también lo estaban viviendo. Es signi-ficativo
en este sentido el caso de un visi-tante
procedente de Pisa que, llegado en
autocar procedente de Italia y con dirección
a Marruecos, permanecía durante una hora
y media en Barcelona, precisamente en los
entornos de la Sagrada Familia. El hombre,
que no entró a visitar el monumento (ni
siquiera llegó a dar la vuelta entera a su
perímetro exterior), expresó sin embargo
una fuerte percepción emocional por su
visita (rápida y superficial). Se puede cons-tatar
que existe una confusión entre la su-perficialidad
y el contenido: la aparente
superficialidad es, en definitiva, el propio
contenido. Por así decirlo, el turista siente
que su visita ha sido completa aunque no
explore en profundidad el monumento o
sight en cuestión. La clásica dualidad de los
conceptos de esencia y apariencia se torna
reversible, aunque de eso no se debe des-prender
que no existan turistas que reali-cen
visitas exhaustivas y profundas de los
sights de la Barcelona turística. Por lo ge-neral,
puede decirse que la mirada del tu-rista
no es exhaustiva, pero si satisfactoria.
En una gran ciudad como Barcelona, la
corporeidad del turista le delata y le distin-gue
de los demás. El visitante no consigue
difuminarse con el resto de paseantes, su
estigma no le permite una disolución total.
Una de las repercusiones que conlleva la
estigmatización es que al individuo (en este
caso el turista) no le queda más remedio
que asumir como verdaderas las sentencias
atribuidas, hecho que puede condicionar en
buena medida sus actitudes. En este senti-do,
Goffamn (1963: 17) sostiene que “el
individuo estigmatizado tiende a sostener
las mismas creencias sobre la identidad que
nosotros”. Este deseo de deshacerse de los
estigmas e identificaciones típicas de los
turistas tiene un denominador común, ba-sado
en el hecho de que muchos visitantes
se perciben a sí mismos diferentes del resto
de turistas, ya que, según argumentan,
ellos buscan cosas distintas. Algunas per-sonas
entienden que las guías turísticas de
la ciudad ofrecen una imagen irreal de Bar-celona.
Lo demuestra claramente el caso de
una señora de Bolonia que, sentada en un
banco en el Passeig de Gràcia, ante la Casa
Batlló, no se reconocía como turista. Afir-maba
que ella era muy consciente de la
comercialización de la Barcelona turística,
que sabía perfectamente que se trataba de
una manipulación del paisaje y aseguraba,
convencida, que a ella no se la engañaba.
Esta conciencia respecto a la comercializa-ción
le provocaba una cierta desilusión. Se
sentía lejos del resto de turistas que pasa-ban
las horas en una larga cola para acce-der
al interior del monumento. Otro grupo
de turistas jóvenes propugnaban la existen-cia
de dos Barcelonas: la “Barcelona autén-tica”
y la “Barcelona turística”, aunque
aceptaban que su condición de turistas no
les permitía acceder al conocimiento de la
verdadera Barcelona.
El sight y una triple relación de vínculo
El diseño de sights favorece la atracción
del visitante, de forma que el turista puede
recordar la ciudad a través de ideas y mo-numentos
concretos que resulten especial-mente
extraordinarios, particulares y úni-cos.
Para favorecer la atracción del visitan-te
y garantizar la construcción de la IDT,
los espacios turísticos ejercen una triple
relación de vínculo: en primer lugar, el
sight actúa como propuesta de vínculo con
Barcelona, en segundo lugar el sight actúa
como propuesta de vínculo con el propio
visitante y, en tercer lugar, el sight actúa
como propuesta de vínculo con el resto de
turistas. De esta triple relación de vínculo
se derivan algunas cuestiones importantes.
En primer lugar, la constatación de que los
espacios turísticos son una propuesta de
vínculo con Barcelona permite explicar el
efecto de los mismos sights como elementos
provocadores de estereotipos. De entrada,
se establece que una mirada vale más que
mil palabras. En efecto, con la selección y
exaltación de determinados espacios queda
garantizada la congelación de imágenes, y,
por tanto, la formación de estereotipos.
Entender que los espacios turísticos actúan
como propuestas de vinculación con Barce-lona
permite comprender el hecho de que
entre sights y la misma Barcelona se pro-duce
una relación confusa, se establece una
dinámica de sobreidentificación. Los sights
o lugares de interés son presentados como
responsables de la personalidad de la ciu-dad,
se los convierte en portadores de una
esencia de Barcelona que produce, en la
24 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
mirada del turista, una sobreidentifiación
del lugar con la ciudad: la representación
coincide con lo representado. Se confunde
aquello que se pretende identificar con su
identificación. Se confunde Barcelona con la
representación de Barcelona. Los estereoti-pos
se naturalizan cuando son predicados
reiteradamente a través del marketing y
cuando son esperados y validados por la
mirada del consumidor. Se trata de las
identifiaciones utilizadas por el poder que
Terradas (2000) denuncia y que acaban
produciendo que el visitante identifique el
sight con el su marco de referencia, con una
totalidad imaginada, con Barcelona. De
esta forma, Barcelona es Gaudí, Barcelona
es arte5.
En segundo lugar, la creación de espa-cios
singulares y diferenciados representa
una propuesta de vínculo entre el lugar y el
propio visitante. Aprovechando la dinámica
que presenta a los sights como expresiones
naturales de la ciudad, se propicia la crea-ción
de vínculos positivos y satisfactorios
entre la experiencia subjetiva del visitante
y el lugar. Sternberg (1997: 951) afirma que
los turistas no solo requieren hoteles, visi-tas
y souvenirs, sino que lo más valioso que
buscan en el viaje es la propia experiencia
turística. Mitos, imágenes, asociaciones,
historias, leyendas y anécdotas de todo tipo
se relacionan con el espacio visitado. Las
invocaciones y alusiones de los sentidos son
recurrentes en el material de promoción de
la ciudad turística y contienen el afán de
relacionar turista y espacio, experiencia
subjetiva y ciudad turística. El lenguaje de
promoción en cierto modo actúa como susti-tuto
de la propia experiencia de los visitan-tes.
Sin duda, estos vínculos influyen en la
formación de la IDT de Barcelona.
La tercera consideración que se deriva
del diseño y creación de escenarios turísti-cos
es su vinculación con la comunidad de
turistas. Las concentraciones de turistas en
determinadas zonas de Barcelona no sólo
certifican la singularidad del monumento,
sino que además permiten que los indivi-duos
se sientan parte integrante de una
comunidad que ejecuta unos rituales comu-nes
y casi miméticos. Por otra parte, el
hecho de sentirse formar parte de una gran
masa de personas participantes de un
mismo espectáculo, puede aportar al turista
cierto regusto de decepción.
De la Barcelona vendida a la Barcelona
imaginada
La memoria turística es, fundamental-mente,
una memoria compartida; una me-moria
que sólo se explica a través de razo-nes
colectivas. La imagen turística de Bar-celona
es una imagen preparada, estereoti-pada
y, en la mayoría de casos, el turista es
consciente de esta fabricación. Existe una
atmósfera de imágenes (previas, anticipa-das
y de orígenes inciertos) que alimenta la
construcción de Barcelona como destino
turístico. Estas imágenes se sintetizan,
básicamente, en concepciones que evocan
una Barcelona vital, una Barcelona de arte
y de arquitectura modernista (sobre todo de
Gaudí), una Barcelona cosmopolita, una
Barcelona que combina armónicamente la
historia y el progreso. Estas ideas previas
que el turista integra en su mirada y repre-sentación
de la ciudad garantizan que, de
una u otra forma, el viaje se desarrolle más
en un plano ideal que no real de Barcelona.
El turista no lo puede evitar, y, además, lo
sabe. Lo que ve forma parte de la ciudad
fingida.
Tanto el sector dedicado a la promoción
de la ciudad como los turistas que acuden a
visitarla desean remarcar la diferencia de
la ciudad con el fin de poderla recordar.
Pero esta diferencia, en un principio, es
abstracta. ¿Cómo se consigue capturar la
imagen de Barcelona? ¿Cómo se fabrican y
conservan las imágenes? Todas las repre-sentaciones
son colectivas, ya que el indivi-duo
siempre asume el punto de vista del
grupo. No existen miradas aisladas, ya que
se entiende que todas las miradas se entre-ayudan
y se requieren. Las formas de prac-ticar
la ciudad turística, así como de repre-sentarla,
son estandarizadas, homogéneas,
miméticas, copiadas, poco originales, son
formas poco creativas. Los turistas se pla-gian
mutuamente los itinerarios, así como
las imágenes, hecho que sin duda es gene-rador
y promotor de estereotipos. La fórmu-la
a través de la cual se consigue recordar
la ciudad es creando abreviaciones: se se-leccionan
ciertos fragmentos, se les da pre-ferencia
y se los destina a convertirse en
representativos de Barcelona: existen deta-lles
de la ciudad que sirven de excusa para
que pueda aprehenderse y ser recordada.
La memoria no es una selección inocente,
Saida Palou Rubio 25
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
sino que escoge y destaca algunos retazos
de la realidad. Figura y obra de Gaudí sir-ven
de excusa para vender Barcelona, y
ambas son usadas de forma interesada por
las instancias promotoras del turismo.
Si bien existen símbolos hegemónicos
compartidos, la imagen promovida por em-presas
TTOO, por el Consorci de Turisme
de Barcelona y por los comercios de objetos
souvenirs, es dispersa y discontinua en
varios aspectos. Sin embargo, las imágenes
de las que hablan los turistas son todas
ellas muy coincidentes, ya que parten de
unas nociones comunes. Se trata de imáge-nes
compartidas tanto por los turistas que
usan material de promoción de la ciudad
como por los que aseguran que no recurren
a estos soportes ni recursos. Así, turistas
que desean conocer una Barcelona más allá
de la Barcelona turística, formulan defini-ciones
de la ciudad idénticas a las de los
otros turistas, aunque la practiquen de
formas más particulares (habitualmente se
trata de personas que pasean por las calles
con el deseo de diluirse con su gente y de
escaparse de los rituales turísticos al uso,
como pueden ser las visitas a museos o
sights en general). Las imágenes comunes
aluden a conceptos relacionados con la Bar-celona
cosmopolita y diversa, Barcelona
como ciudad vital, Barcelona situada entre
la modernidad y la historia, Barcelona del
arte, del diseño y de Gaudí. El significativo
hecho de que turistas que afirman no haber
consultado material de promoción realicen
unas definiciones de la ciudad idénticas a
las de los otros turistas, permite deducir
que, más allá de la Barcelona promovida y
vendida, existe una imagen más general,
vaga y estereotipada. Una joven pareja de
turistas admitía que, aunque antes de lle-gar
a Barcelona, no habían revisado ningún
catálogo ni guía, la imagen que tenían de la
ciudad era el paseo de La Rambla. En cual-quier
caso no sabían a qué o quién atribuir
el origen de su imagen mental previa y
argumentaban que “son cosas que ya se
saben”. Asimismo, la pareja de Oviedo co-mentaba
que “Barcelona es la Sagrada Fa-milia
y la Rambla. ¿Qué por qué? Es como
un flash; es lo que más suena de Barcelo-na”.
Las formas como los turistas han defi-nido
la ciudad pone de relieve el valor de
esta mirada fragmentada, superficial y
estereotipada y, al mismo tiempo, demues-tra
que los discursos de los turistas son
idénticos independientemente de su forma
de visitar la ciudad. Las siguientes defini-ciones
lo confirman: “Barcelona es Gaudí”;
“lo más significativo de Barcelona es el
Barça: otro año ya vendremos a ver la Sa-grada
Familia y otras cosas e Barcelona”;
“Barcelona es arte, arquitectura, belleza... o
sea, la Sagrada Familia y todo lo relaciona-do
con Gaudí; arte, sobretodo es arte”;
“Barcelona es comercial, intercultural y
cosmopolita”; “Barcelona es Gaudí”; “Gaudí,
arquitectura y comercio”; “Barcelona es el
contraste y la convivencia entre la tradición
y la modernidad”; “Barcelona es esencial-mente
arquitectura”; “Barcelona es una
ciudad viva; así me la imaginaba y así la
veo”; “Barcelona está hecha de gente vital y
abierta... conocer Barcelona no significa
conocer solamente la Sagrada Familia, pero
considero que conocer la Sagrada Familia
ayuda a conocer Barcelona”; “lo más impor-tante
de Barcelona es Gaudí. Pero Barcelo-na
también es mar, turismo, espacio, am-plitud,
orden...”; “Barcelona es buen clima y
tranquilidad para pasear”; “Barcelona es
fiesta y la Sagrada Familia una operación
comercial”; “la Sagrada Familia representa
Barcelona”.
A través de todas estas expresiones,
puede entreverse el hecho de que las ins-tancias
que promocionas la ciudad, en rea-lidad,
se dedican a aprovechar una serie de
estereotipos más generales de la ciudad a
fin de ofrecerla al cliente potencial.
En el seno de la Barcelona promovida
coexisten muchas imágenes, con más o me-nos
continuidad entre ellas y con la misma
Barcelona. No existe una armonía en la
simbología ni en las intenciones de sus
vendedores, pero de este hecho no se des-prende
que todas estas imágenes sean in-compatibles;
de hecho, se combinan ente
ellas a la perfección. Un sombrero mejicano
y un itinerario en el Bus Turístic no son
prácticas excluyentes. En este sentido, San-tana
(2003a: 51) afirma que las imágenes
de un área de destino son siempre plurales,
ya que estas no son inmóviles, sino que
viven adaptándose a los intereses y deman-das
del sector.
26 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
Foto 4. Souvenirs de Barcelona
La diferencia fundamental que se detec-ta
entre la imagen oficial y la imagen de los
artículos souvenirs es que la primera es
una imagen elaborada con el fin de recla-mar
y anticipar un determinado perfil de
clientes, y la segunda, es una imagen dedi-cada
a complacer las anticipaciones de los
propios turistas. La imagen oficial, la pro-movida
por el Consorci, habla del turismo
que se espera. En efecto, Turisme de Barce-lona
diseña la ciudad como un destino de
interés cultural: prepara el paisaje a fin de
anticipar un tipo de cliente determinado.
Contrariamente, la imagen de Barcelona
que evocan los souvenirs habla de lo que el
turista quiere. Se trata de una imagen que
habla más del cliente que del lugar, ya que
la imagen de los souvenirs refleja una serie
de estereotipos que los visitantes confiesan
desear a priori de su estancia en la ciudad.
En el caso de los souvenirs se trata de una
imagen especialmente destinada a signifi-car
al otro (el visitante), en vez de significar
la ciudad de Barcelona. Una de las implica-ciones
de dicha divergencia en las direccio-nes
de las imágenes promovidas es que, en
muchas ocasiones, los visitantes no se pre-ocupan
de la relación entre el objeto souve-nir
y la ciudad.
Si bien el turismo implica fundamen-talmente
una movilidad permanente de
cuerpos por todo el planeta, el turista, este
ciudadano de paso, nunca deja de formar
parte de su propio marco social; aunque
esté muy lejos, aquello que el turista con-templa
en su visita turística, es lo que, en
el fondo, había deseado observar. En esta
línea Hughes (1995: 799) considera que los
comportamientos turísticos son homogé-neos
y globales en todas partes. Las imáge-nes,
en definitiva, son imágenes previsibles,
anticipadas y preparadas. La ciudad fingi-da
está hecha a base de imágenes pactadas.
Toda admiración y emoción del turista es,
en definitiva, previsible y cómplice. La ad-vertencia
de Lèvi-Strauss (1969: 80) en
Tristes trópicos es absolutamente elocuen-te,
cuando recuerda que “el viajero moderno
se siente menos sorprendido de lo que reco-noce”.
Foto 5. Turistas y albañiles en el interior de la
Sagrada Familia
La reconversión de la ciudad de Barce-lona
como destino turístico implica una
previa selección del capital potencial que,
consecuentemente, será exhibido. Barcelo-na
destino turístico se vende a través de
Gaudí. Figura y obra sirven para atraer el
llamado turismo cultural. Gaudí es esa cosa
utilizada, instrumentalizada, esencializada,
identificada pero no es, en absoluto, la
identidad de Barcelona ni tampoco es, en
absoluto, el interés principal del turista que
visita la ciudad. Gaudí es cómplice de los
intereses de unos y otros (de vendedores y
de clientes de la ciudad). La mercantiliza-ción
de ciertas porciones de la ciudad resul-ta
rentable. La conversión de recursos en
referentes resulta eficiente. Aporta benefi-cios
al mismo tiempo que desconcierta y
confunde la realidad. Más allá de estas
Saida Palou Rubio 27
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
consideraciones, ¿Qué dilemas o preocupa-ciones
se pueden plantear? Obviamente,
esta sacralización perjudica la identidad de
Barcelona. Con estas imágenes hegemóni-cas
la digestión cultural del visitante y la
consolidación de estereotipos quedan bien
garantizados.
Bibliografía.
Antich, X.
2004 “On són les ferides? Post - imatges i
ficcions de la rosa de foc”. En VVAA
Tourismes. La derrota de la dissensió.
Itineraris crítics. Barcelona: 78-85
Augé, M.
1998: El viajero subterráneo. Un etnólogo
en el metro. Barcelona: Gedisa
Bauman, Z.
2001 “Turistas y vagabundos: héroes y víc-timas
de la posmodernidad”. En Bau-man,
Z. La posmodernidad y sus descon-tentos.
Madrid: Akal: 107-120
Bosch, G. (ed.)
1999 Una cambra pròpia (catàleg de
l’exposició). Girona: Museu d’Art de Gi-rona
Bendix, R.
1997 "The tourist image - Selwyn,T." An-nals
of Tourism Research 24(4): 1026-
1027
Bourdieu, P.
1998 La dominación masculina. Barcelona:
Anagrama
Bordas Rubies, E.
2004 “Promoció i comercialització turísti-ques
(tercerca ponència)” [en línea], Es-tudis
de Turisme de Catalunya 15.
<http://www.gencat.net/turisme/etc/etc1
5.htm> [consulta 17 de octubre de 2004]
Borja, J. & Muxí, Z.
2003 El espacio público: ciudad y ciudada-nía.
Barcelona: Electa
Crick, M.
1992 “Representaciones del turismo inter-nacional
en las ciencias sociales”. En Ju-rado,
F. (ed) Los mitos del turismo. Ma-drid:
Ediciones Endymion: 339-403
De Certeau, M. et al
1999 La invención de lo cotidiano 2.. Habi-tar,
cocinar [nueva edición revisada y
aumentada presentada por Luce Giard].
México: Universidad Iberoamericana
Delgado, M.
2004 “Ciutat de mentida. El turisme cultu-ral
com a estratègia de desactivació ur-bana”.
Dins VV.AA. Tourismes. La der-rota
de la dissensió. Itineraris crítics.
Barcelona: 52-66
1999 El animal público. Barcelona: Ana-grama
Durkheim, E.
1987 [1912] Les formes elementals de la
vida religiosa. El sistema totèmic a
Austràlia. Barcelona: edicions 62
Enguita Mayo, N. et al
2004 “Tour-ismes. La derrota de la dissen-sió”.
En VV.AA. Tour-ismes. La derrota
de la dissensió. Itineraris crítics. Barce-lona:
11-27
Farreras, A.
1973 El turisme a Catalunya del 1931 al
1936. Barcelona. Pòrtic.
Frances A. Yates
1974 El arte de la memória. Madrid: Tau-rus
Goody, J.
1997 Representaciones y contradicciones.
La ambivalencia hacia las imágenes, el
teatro, la ficción, las reliquias y la
sexualidad. Barcelona: Paidos
Goffman, E.
1963 Estigma. La identidad deteriorada.
Buenos Aires: Amorrortu
Hacking, I.
1983 Representing and Intervening: intro-ductory
topics in the philosophy of natu-ral
science. Cambridge
Hughes, G.
1995 “Authenticity in tourism”. Annals of
Tourism Research, 22 (4): 781-803
Lagunas, D.
2005 “Turismo, espacio y representación
del patrimonio en el sistema mundial”.
Dins Santana A, i Prats, Ll. (eds.), El
encuentro del turismo con el patrimonio
cultural: concepciones teóricas y modelos
de aplicación. Sevilla: Asociación Anda-luza
de Antropología.
Lèvi-Strauss, C.
1969 Tristos tròpics. Barcelona: Anagrama
Luckmann, T. i Berger, P.
1996 [1966] La construcció social de la rea-litat.
Un tractat de sociologia del co-neixement.
Barcelona: Editorial Herder
Prats, LL.
2003 “Presentació del dossier”. Revista
d’Etnologia de Catalunya, 22: 8-11
1998 “El concepto de patrimonio cultural”.
Política y sociedad, 27: 63-76
28 La ciudad fingida...
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 4(1). 2006
ISSN 1695-7121
Pujadas, J. & Comas, D.
1982 “Identitat catalana i símbols cultu-rals”.
Ciencia, 15: 28-33
Santana, A.
1997 Antropología y turismo, ¿Nueva hor-das,
viejas culturas? Barcelona: Ariel.
2003a “Jugant a ser amfitrions: trobades i
impactes en el sistema turístic”. Revista
d’Etnologia de Catalunya, 22: 46-53
2003b “Mirando culturas: la antropología
del turismo”. Dins RUBIÓ, A. (ed) Socio-logía
del turismo. Barcelona: Ariel: 103-
125
Simonicca, A.
1997 Antropologia del turismo. Strategie di
ricerca e contesti etnografici. Roma: edi-torial
Carocci
Sperber, D.
1978 El simbolismo en general. Barcelona:
Promoción cultural
Sternberg, E.
1997 "The iconography of the tourism ex-perience."
Annals of Tourism Research,
24 (4): 951-969.
Terradas, I.
2000 “La contradicción entre identidad
cultural e identificación política”. Demó-filo,
33-34: 31-42
Urry, J.
1990 The tourist gaze. Londres: Sage
1995 Consuming places. Londres: Routled-ge
Wirth
1988 “El urbanismo como forma de vida”.
En Fernandez Martorell, M. Leer la ciu-dad.
Ensayos de antropología urbana.
Barcelona: Icaria: 29-53
Memoria de Turisme de Barcelona 2003
Material promocional editado por Turisme
de Barcelona relativo al año 2003,
www.barcelonaturisme.com
NOTAS
1 De hecho, entendiendo que el proceso de
representación es fundamental para la vida
social de los seres humanos, Hacking (1983,
citado por Godoy, 1997: 47) propone que tiene
más sentido hablar de homo depictor (el hom-bre
representador) que homo faber.
2 Según una entrevista aparecida en la revista
El Dia de Terrassa (Barcelona) en el año 1934.
Farreras, A. (1973: 193).
3 De ahora en adelante, IDT.
4 Para muchos, cabe decirlo, no poseen una
identidad barcelonesa, sino española, o ambas
a la vez.
5 Estos estereotipos son peligrosos: impiden la
creación de nuevas imágenes. Las representa-ciones
no son neutras, siempre implican ciertas
cargas discursivas, generan relatos, narracio-nes,
identificaciones.
Recibido: 10 de octubre de 2005
Aceptado: 3 de diciembre de 2005
Sometido a evaluación por pares anónimos