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© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121 Vol. 13 N.o 5. Págs. 1095-1112. 2015 www .pasosonline.org * Profesora/investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México; E‑mail: Catherineheau@ gmail.com Resumen: Este artículo trata de la difícil relación entre turismo y patrimonio material e inmaterial. El turismo en México enfrenta una fuerte competencia que le obliga a ofrecer un plus cultural para seguir competitivo a nivel internacional y poder así personalizar las estadías vacacionales. Se ofrece sol, playa y exotismo cultural. La cultura, por lo tanto, se vuelve mercancía. ¿Cómo conciliar el respeto por la cultura y la necesidad económica? ¿Cómo lograr un equilibrio razonable entre la cultura identitaria y la cultura mercan-cía sin que una se valorice en forma excluyente en detrimento de la otra? Exponemos aquí el caso del Parque eco‑arqueológico de Bocana del Río, Huatulco (Oaxaca‑México) a cargo de dos entidades federales diferentes: el Fondo Nacional para el Turismo y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Palabras Claves: Patrimonio material e inmaterial; Pirámides y turismo; Folklore. Huatulco (Oaxaca). When Archeology rescues Tourism: the case of Bocana del Rio Copalita, Huatulco, Oaxaca, México Abstract: This paper focuses on the difficult relation between tourism and national heritage. Tourism faces a strong competition which compels this industry to offer a cultural bonus to keep up with high level inter-national offers in order to personalize the different stays. It offers sun, sand and cultural exotics. Culture, therefore, turns into merchandising. How to find a balance between respect for culture and economic needs? How to get a reasonable equilibrium between identity and commodity cultures avoiding that the last one be-come more valuable in detriment of identity? We expose here the case of the eco‑archeological park of Bocana del Rio, Huatulco (Oaxaca) in charge of two different federal entities, the Found for National Tourism and the National Institute of Anthropology and History. Keywords: patrimony; cultural heritage and tourism; Folklore and merchandising Culture; Huatulco, México. Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco, Oaxaca, México Catherine Marie Heau Lambert* Instituto Nacional de Antropología e Historia (México) Catherine Marie Heau Lambert 1. Introducción En México, el patrimonio cultural ha sido un referente obligado de los discursos nacionalistas que sustentaron la hegemonía del Estado post‑revolucionario. Tal vez como en ningún otro país de Latinoamérica, el caso mexicano refrendó su nacionalismo a través de la exaltación de las culturas pre‑hispánicas. Por ello, los sitios arqueológicos monumentales, la exhibición en museos, la creación de instituciones como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y, de alguna manera, el Instituto Nacional Indigenista, fueron claramente orientados a la exaltación de la grandeza cultural del pasado. El presente estudio de caso, basado en un trabajo de campo etnográfico realizado, en forma in-termitente, entre diciembre de 2011 y diciembre de 2014, se propone documentar la disputa por el control del patrimonio entre dos Secretarías de Estado (Ministerios) gubernamentales: la Secretaría de Educación Pública (SEP), fundada en 1921 y constitucionalmente encargada de la cultura a través PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1096 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… de una dependencia creada en 1939 para ello, el INAH; y la Secretaría de Turismo (SECTUR), creada en 1974. Extrañamente, el gobierno mexicano no cuenta con una Secretaría de Cultura, sino con un Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, órgano desconcentrado de la SEP creado en 1988, que en nuestros días actúa por encima del INAH para aplicar las nuevas políticas neoliberales en los terrenos de la cultura. Como nos proponemos ilustrar en este artículo, la colaboración‑cohabitación entre la SECTUR y el INAH ha resultado problemática en el país debido a que la primera tiende a priorizar con rígida ortodoxia la lógica del mercado para rentabilizar el patrimonio, en detrimento de su valencia cultural e identitaria, defendida mayormente por el segundo. Por eso la SECTUR ha adoptado la política de ir arrebatando paso a paso al INAH el uso, la gobernanza y la administración del patrimonio cultural en nombre de la rentabilidad. El caso que analizamos aquí resulta emblemático de esta lucha desigual entre la Federación (gobierno y SECTUR) y los arqueólogos, arquitectos y antropólogos del INAH encargados de salvaguardar el patrimonio, cuyo papel se ve reducido al de especialistas en excavación y conservación, y cuya intervención se ve limitada por los poderes políticos locales y nacionales. Se ilustra así “la relación entre el turismo y la gestión del patrimonio cultural considerando las contradicciones y sinergias que conlleva el contacto entre dos espacios de la realidad social con principios, valores y culturas muy diferentes.” (Velasco González, 2009: 238) Nos topamos aquí con la hegemonía de una administración de mercadotecnia turística que nos remite al “mutuo desconocimiento y recelo entre el sector turístico y el sector patrimonial.” (Prats, 2003: 131) 2. Breve apunte teórico Quizás este sea el lugar para introducir una breve nota teórica. La relación disimétrica y conflictiva entre patrimonio y turismo no es más que un caso particular de un fenómeno más amplio que ha sido estudiado en perspectiva socio‑histórica, entre otros, por el sociólogo francés Jacques Demorgon (2005): la interculturación entre los grandes sectores de la actividad social (lo cultural, lo político y lo económico), que en nuestros días se caracteriza por la hegemonía absoluta alcanzada por el sector económico sobre todos los demás. Según el autor citado, se puede observar en la historia una jerarquía cambiante entre estos grandes sectores. Así, inicialmente lo cultural‑religioso desempeñaba el papel dominante (como en la cristiandad medioeval) y mantenía bajo su control al campo económico (por ejemplo, la prohibición de la usura) y al político (por ejemplo, la consagración de los reyes). Según Max Weber, esta hegemonía religiosa (católica) se quebró en el siglo XVI con la revolución luterana, y el papel dominante fue asumido primero por el sector político, y en nuestros días, masivamente, por el sector económico, que tiende a someter a todos los demás sectores de la vida social a la lógica del mercado. En efecto, la cultura, globalmente considerada, “se ha convertido en un sector importante de la economía, en factor de ‘crecimiento económico’ y en pretexto para la especulación y el negocio. Por eso tiende a perder cada vez más su aura de gratuidad y su especificidad como operador de identidad social, de comunicación y de percepción del mundo, para convertirse en mercancía sometida en gran parte a la ley de maximización de beneficios” (Giménez, 2005: 38). La razón estriba en que el código del valor de cambio tiene la extraña capacidad de fagocitar todos los demás códigos, incluidos los culturales. Se trata del proceso generalizado de mercantilización que ha afectado también al orden de la cultura. Y como en nuestros días la economía se ha globalizado bajo su forma capitalista neo‑liberal, resulta que también el proceso de mercantilización se ha globalizado, convirtiéndose en una tendencia universal. Este proceso ha sido claramente visualizado por los sociólogos y los antropólogos contemporáneos. Así por ejemplo, Mark Abrahanson (2004: 128) afirma que La distinción entre las esferas económica y cultural pudo haber sido otra de las distinciones categoriales de la era industrial que han caído en nuestro tiempo, porque “lo económico se está volviendo cultural, y lo cultural se está volviendo económico”. Nosotros diríamos que no se trata sólo de interpenetración, sino de una verdadera reducción de todas las expresiones culturales a la lógica del mercado, es decir, del valor de cambio. O, en términos de John B. Thompson (1998, 229‑230), la “valoración simbólica” de la cultura queda totalmente subordinada a su “valoración económica”, que es “el proceso mediante el cual se asigna a las formas simbólicas cierto ‘valor económico’ […] por el cual podrían ser intercambiadas en un mercado. […] Por PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1097 medio del proceso de valoración económica, las formas simbólicas se constituyen como mercancías, con un precio dado”. La tensión entre patrimonio (un concepto cultural) y turismo (un concepto predominantemente mercantil) en el caso aquí considerado, así como su prolongación institucional bajo la forma de conflictividad latente entre el INAH – encargada de la gestión cultural del patrimonio – y la SECTUR – encargada de la promoción del turismo ‑, debe considerarse bajo esta perspectiva más global. Así se explica el conflicto aparentemente inevitable entre razón patrimonial y razón turística, así como “el mutuo desconocimiento y recelo entre el sector turístico y el sector patrimonial” a los que alude Prats (2003:131) en un artículo provocador. Y el problema que se plantea es cómo lograr un relativo equilibrio entre valor simbólico y valor económico en la gestión de los bienes patrimoniales, de modo que el patrimonio no sea visto como “como un valor añadido y ‘profanado’ con frecuencia en lo que tiene de simbólico‑identitario para la población” (Prats, 2003: 132), sino por el contrario, se tome en cuenta siempre “su dimensión lúdica” y se trabaje activamente “para conjugarla imaginativamente con su dignidad” (Prats, 2003: 135). Después de este breve paréntesis teórico, volvamos a retomar nuestro caso en México, comenzando por la formación de la noción de patrimonio en este país. 3. Formación del concepto de patrimonio en México y el Proyecto la Bocana del Río Copalita A partir de los años 1960 se produce un desplazamiento en el plano mundial de la noción de monu‑mento a la noción de patrimonio, es decir, se pasa de una noción histórica – los lugares de memoria – a una noción eco‑socio‑cultural (que abarca también el patrimonio natural). En México se transita de la Ley de Monumentos Arqueológicos de 1897 a las declaratorias de Patrimonio Natural y Cultural conforme a la Convención del Patrimonio Mundial aprobada por la UNESCO en 1972, incluyendo al mismo tiempo el entorno natural. Este cambio coincide con la democratización del turismo y la llegada del turismo de masas. No se puede demostrar una relación de causalidad directa entre ambos fenómenos, sin embargo es innegable la vinculación entre el turismo y la riqueza patrimonial de un país como México, ya que los países con mayor afluencia turística son también los que cuentan con mayor número de sitios patrimoniales1. Esto permite plantear la hipótesis de cierta vinculación entre patrimonio y turismo, ya que así se explicaría el hecho de que la Secretaría de Turismo (SECTUR) esté invadiendo las áreas de competencia del INAH, tal como lo ejemplificaremos más adelante en este trabajo con el caso de La Bocana del Río Copalita, Huatulco (Oaxaca). Sin embargo, hay que reconocer al mismo tiempo que el turismo hizo posible la obtención de recursos para explorar y escarbar ese sitio arqueológico, cuyos monumentos seguirían siendo invisibles bajo los fundamentos de la vivienda de don Félix Ríos, construida sobre los montículos del sitio que en realidad eran pirámides recubiertas de vegetación.2 En el Proyecto de La Bocana del Río Copalita, el Fondo Nacional para el Turismo (FONATUR) decidió colaborar con el INAH, cumulando sus recursos para sacar provecho de un bien común ecológico (la magnífica vista sobre el océano Pacífico) y cultural (un sitio prehispánico), con el propósito evidente de captar el interés de los turistas y así alargar su estadía en Bahías de Huatulco. Pero existe una discrepancia de fondo entre ambas instituciones: el concepto de cultura y la idea de salvaguardia del entorno humano actual. Por su antigüedad, el sitio de La Bocana es muy valioso para los arqueólogos, pero poco monumental para el turista de sol y playa, que es el cliente privilegiado a cuyos gustos y demandas trata de ajustarse FONATUR. Se trata de un lugar de memoria significativo del México muy anterior al periodo más conocido por los turistas (el azteca), pero no coincide con la idea de cultura compartida por éstos, que se reduce, en la mayoría de los casos, a representaciones festivas y espectáculos folklórico‑musicales de sabor local, cuyo disfrute es inmediato y no requiere el esfuerzo que sí se requiere para reconstruir mentalmente lo que fue un sitio ceremonial, como el mencionado. En efecto, el turista común y corriente, llamado de sol y playa, llega en busca de una cultura‑espectáculo o, al menos, de vistas panorámicas espectaculares, sin mayor interés por la historia e identidad de un lugar arqueológico como La Bocana, cuyos orígenes se remontan a unos 2000 años atrás. Éste turista vive en el momento, en el goce inmediato y en la plenitud corporal sin necesidad de ejercitar su mente adormecida por el sol y el calor. Precisamente viene a descansar y a olvidarse del mundo. Busca masajes, no clases de historia. Por eso, uno de los problemas que los arqueólogos del lugar tienen que afrontar radica en la necesidad de encontrar una pedagogía adecuada para suscitar el interés de los turistas por PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1098 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… un sitio que carece de la monumentalidad de otros, ya que necesitan de la frecuentación turística para obtener mayores apoyos económicos para realizar su trabajo. Es decir, necesitan generar un discurso ameno y comprensible, pero a la vez históricamente fundado sobre el sitio de referencia y sus recorridos; además necesitan controlar ese discurso para evitar las charlatanerías caricaturescas que enfatizan los sacrificios humanos, tema predilecto del imaginario social sobre México. Foto 1. Desembocadura del río Copalita al Pacífico en el sitio La Bocana. Fuente: Foto de la autora En resumen, el sitio arqueológico de la Bocana, en Huatulco, es demasiado pequeño para estimular la venida de turistas exprofeso, pero suficiente por su gran interés arqueológico para justificar un día más de estadía hotelera: es así como en este caso la arqueología entra al rescate del turismo hotelero. Pero no sólo FONATUR, sino también el propio Estado mexicano ha promovido una concepción mercantilista del patrimonio cultural, homóloga a la sustentada por la industria turística. Como lo menciona Cristina Oehmichen (1999), a partir de la Reforma del Estado en la década de 1990, el Estado mexicano ha venido cambiando su papel de vector ideológico al servicio de la identidad nacional, para producir en forma preponderante un discurso tendiente a favorecer la inversión de capitales y convertir el patrimonio cultural en fuente generadora de divisas. A partir de entonces se generaliza la tendencia a la comercialización de la cultura monumental e inmaterial, desvirtuando su sentido originario en términos mercantilistas: espectáculos de luz y sonido, danzas, músicas y gastronomía. La inserción de la cultura en un contexto turístico donde se le pone precio y se la ofrece como mercancía, ha alterado su concepto y vocación originaria. Ya no se puede hablar entonces de ritos o fiestas rituales, sino de estampas folklóricas. (Recurro al término estampas para subrayar el uso comercial de fragmentos culturales, por contraposición al término ritos, que nos remite a un mundo integrado y genuinamente sagrado). Pero PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1099 hay más, las propias poblaciones, sumidas en la pobreza, parecen contribuir frecuentemente al proceso de mercantilización de su propia cultura. De aquí la incompatibilidad aparentemente infranqueable entre el respeto por el patrimonio cultural y las necesidades económicas de la población que la impulsan a entregarlo masivamente al consumo turístico. Por lo tanto, o se respeta el patrimonio, o se lo explota en términos mercantiles, pero no las dos cosas a la vez. Son como las dos caras de una misma moneda: sol o águila, pero nunca sol y águila. 4. INAH: “2011, Año del Turismo en México”: más sobre la comercialización de la cultura En 2011, el INAH, institución del gobierno federal creada para proteger, conservar y difundir el patrimonio cultural, tuvo por lema: “2011, año del turismo”. De manera simultánea, el organismo oficial de promoción turística, FONATUR, anuncia en su página web una promoción para visitar zonas arqueológicas. A través de un video se explotan las llamadas “profecías mayas del fin del mundo” para atraer a esotéricos, curiosos, turistas en busca de aventuras y gente que simplemente se quiere divertir a expensas de las culturas del pasado, antes veneradas como símbolos de identidad nacional y hoy objeto de consumo. “Mundo Maya 2012: la cuenta que hará historia… Una nueva era comienza”: así reza la promoción del gobierno mexicano para atraer a los turistas internacionales. El año anterior, en su página web, la Secretaria de Turismo (SECTUR, 2011) difundía un video en el que aparecían tres niños lacandones corriendo por las escaleras de una zona arqueológica. En poco más de tres minutos y medio, se mostraban los “10 iconos arqueológicos” del proyecto Mundo Maya: Toniná y Palenque en Chiapas; Edzná y Calakmul en Campeche; Comalcalco y Pomona en Tabasco; Cobá y Tulúm en Quintana Roo; Chichén Itzá y Uxmal en Yucatán. En cada imagen, lo arqueológico se amalgamaba con la diversidad cultural de cada una de las imágenes: niños, personas mayores, mujeres, todos ataviados con sus atuendos tradicionales. Se sugería que dichas personas representaban una continuidad con el pasado, pero encarnando a la vez la promesa del devenir de una nueva era.3 La elección de esta divisa como dedicatoria o consagración del turismo cultural a nivel federal por parte del organismo público encargado de estudiar y preservar nuestro patrimonio, revela un giro de 180 grados en relación con la construcción del concepto de cultura de principios del siglo XX, cuando se vinculaban sus elementos inmateriales y materiales con la espiritualidad humana, en contraposición con la economía (Garcia Canclini, 1988). El lema mencionado del INAH revela una profunda colusión e interpenetración entre cultura y economía, de modo que la cultura se presenta como mercancía y, por lo tanto, tiene que ser rentable. De este modo, como observan John y Jean Commaroff (2011), la diversidad cultural se convierte en un significante que otorga sustento material a las marcas de renombre, esto es, el patrimonio cultural se convierte en una marca, lo que equivale a decir que los aspectos más visibles de la cultura objetivada de los grupos étnicos son puestos al servicio de la industria del espectáculo y del turismo. En muchos casos, los bienes arqueológicos son disputados por las comunidades étnicas que viven de los recursos del turismo, y es así como, a causa de su pobreza, participan en la enajenación de sus prácticas tradicionales que de este modo contribuyen a su sobrevivencia. Por ello, “la supervivencia cultural ha cedido su lugar a la supervivencia por medio de la cultura” (Comaroff y Comaroff, 2011:38). En otras latitudes, otros performances exhibirán como espectáculos ofrecidos al turismo la danza del venado de Sonora, la de los viejitos de Michoacán o el vuelo de los voladores de Papantla de Veracruz, que incluso podrán ser mostrados a través de las pantallas de televisión. La apropiación de ciertos elementos de las culturas populares por parte de la cultura elitista ya había sido analizada por el pensamiento gramsciano bajo el concepto de circulación cultural. Pero ahora cabe preguntarnos: ¿cómo repercute la “turistificación” de su patrimonio material e inmaterial sobre las comunidades indígenas y campesinas del país? La respuesta no es sencilla. Junto a los cambios producidos por la privatización de las tierras ejidales y comunales, antes destinadas a la producción agrícola, habría que interrogarse también sobre los aspectos simbólicos de las transformaciones que acarrea el turismo, y una de ellas es precisamente la reapropiación y resignificación en términos mercantiles de las expresiones y prácticas culturales de los pueblos por parte del capitalismo neoliberal.Sin embargo, la folklorización (cosificación) de las culturas étnicas del país no es suficiente para competir con otros países cuyas culturas vivas también poseen atractivos desde el punto de vista turístico. Se requiere de lo único e irrepetible que otorgue a la actividad turística un mayor nivel de competencia internacional. Es aquí donde el INAH llega al rescate de la Secretaría de Turismo ofreciendo un plus a los destinos turísticos mexicanos que no deben ser únicamente de sol y playa. El patrimonio arqueológico como objeto de consumo turístico proporciona PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1100 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… un barniz cultural que enaltece, entretiene y diversifica la estancia en México. Los escenarios culturales (particularmente arqueológicos y coloniales) sirven para enmarcar eventos musicales totalmente ajenos a los propósitos iniciales de estos monumentos siguiendo una lógica estética que preconiza un collage entre lo antiguo y lo moderno, bajo el signo del exotismo y de una mezcolanza hecha para sorprender. Hay que ser diferente, hay que ser original, hay que ser posmodernos, hay que disfrutar y gozar sin preocuparse por respetar la sacralidad originaria de los espacios. Los investigadores del INAH encargados de cuidar el patrimonio nacional considerado como una valiosa herencia y que preconizan el respecto no sólo por los antepasados, sino también por los vivos, lamentan y critican esta visión economicista y utilitaria del patrimonio. Pero esto no significa que quieran congelar la cultura en un pasado idealizado o respetar las tradiciones sin enjuiciarlas; ellos sólo plantean una cultura al alcance de todos, es decir, gratuita, no vendible; quieren que los ciudadanos mexicanos no queden excluidos de sus raíces y puedan gozar de su patrimonio compartiéndolo con los turistas. Sus metas son pedagógicas y solicitan controlar no sólo el uso de los monumentos, sino también la cientificidad de los discursos sobre el patrimonio y las culturas. Se abocan a la creación de museos comunitarios para preservar en el sitio mismo y al cuidado de los pobladores locales los resultados tangibles e intangibles (historia oral, mitos, ritos y leyendas) de sus excavaciones, fomentando la participación de los escolares como promotores y encargados de las visitas guiadas. Luchan por evitar la creación de un apartheid cultural como el propiciado por la Secretaría de Turismo, que tiende a privatizar el territorio nacional, tal como ocurre con el escandaloso ejemplo de X‑Caret en Quintana Roo, o bien, de Chichén Itza, declarado como una de las “Siete maravillas del mundo”, y en cuyo recinto se dan cita empresarios y políticos de alto nivel (la nueva clase ociosa de seis estrellas…) para disfrutar de la música de artistas de reconocido prestigio internacional como Elton John o Pavarotti. Las pirámides se convierten entonces en escenarios novedosos donde la patrimonialización de los bienes va unida al desarrollo del turismo globalizado. Surge un nuevo discurso social común que otorga a las pirámides oscuros poderes telúricos capaces de generar la renovación de energías y de hacer posible la comunicación con el universo, con el más allá universal. Sin embargo, como preconiza Llorenc Prats (2003: 135): El turismo puede representar para el patrimonio ingresos, vitalidad y relevancia política, pero no a costa de un mercantilismo abusivo y mal entendido que, en lugar o además de centrarse en el merchandising, que es su ubicación natural, produzca una trivialización (a veces esperpéntica) de los discursos, contraproducente a largo plazo incluso para el propio interés turístico. El patrimonio puede ocupar lugares muy diversos (desde motivo de compra principal hasta mero escenario, pasando por todo tipo de valores añadidos, tangibles o intangibles), puede servir para enriquecer la oferta, crear imagen, reorientar el posicionamiento, desestacionalizar si interesa, pero para ello debe entender y aceptar su dimensión lúdica y trabajar activamente para conjugarla imaginativamente con su dignidad. A pesar de todo, la razón patrimonial y la razón turística, por decirlo así, en ocasiones entraran en conflicto, es inevitable, y en este caso, como en todos los conflictos (aquí no hay recetas especiales) lo más sensato es sentarse a negociar. 5. Pirámides y turismo. Grecia, Egipto, Italia o Perú atraen el turismo con su rico acervo arqueológico. Incluso se puede decir que el turismo internacional se inició con el grand tour4 que los ingleses adinerados y cultos realizaban por Italia para admirar y disfrutar las ruinas romanas. Porfirio Díaz inauguró en México los recorridos turísticos como tales, al propiciar las visitas a la gran pirámide del Sol en Teotihuacán, después de que el Estado mexicano sufragara los gastos de las investigaciones arqueológicas en terrenos expropiados en 1907, que sólo abarcaban a los monumentos de mayor tamaño5. Muchos viajeros ya habían visitado, admirado y mencionado las ruinas prehispánicas, pero no dejaban de ser viajes organizados por única ocasión e individualmente, sin ninguna estructura organizativa atrás. La apertura al público de las zonas arqueológicas de Cholula, Teotihuacán y Xochicalco significó un incentivo para el incipiente turismo nacional e internacional, antes de que las playas mexicanas se volviesen un atractivo mundial y que los flujos turísticos se desplazaran del Altiplano y Yucatán hacia las costas del Pacífico y el Caribe. Actualmente, la mayor parte del turismo nacional e internacional se dirige hacia los destinos de sol y playa. En resumen, turismo y pirámides se acompañaron. Frecuentemente los fondos federales para la investigación arqueológica fueron orientados por la problemática de la identidad nacional y del latente atractivo turístico. Siempre se han privilegiado las zonas con pirámides todavía en pie, e incluso se ha forjado el concepto de Mesoamérica a partir de vestigios arqueológicos de sociedades sedentarias que PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1101 fundaron estados que evidenciaban su poder. El término Mesoamérica delimita un territorio que corresponde grosso modo al concepto de patria del siglo XIX y tiende a dejar fuera de ésta los territorios del septentrión mexicano poblados por indios nómadas y rebeldes. Al privilegiar los sitios arqueológicos edificados en torno a las pirámides, se favoreció la simbolización de una identidad nacional vinculada a los indios pacíficos del Altiplano versus los indios rebeldes del norte.6 El patrimonio ‑ y la elección de lo que es o no es patrimonio, es decir, la memoria que debemos rescatar ‑ sirvió tradicionalmente para reforzar la identidad nacional, pero en tiempos recientes ha sido reclamado por los originarios del lugar o sobrevivientes, para restablecer los vínculos entre su presente y su pasado, como es el caso de Toniná, Chiapas, reclamado por los indígenas. En el caso de Huatulco estamos frente al “descubrimiento” de un patrimonio sin descendientes o habitantes originarios (que no sean migrantes recientes), lo que permite reinventar un pasado local para satisfacer la búsqueda de exotismo del turismo global. Es un sitio complejo que da lugar a diferentes lecturas7 según las diversas épocas de su ocupación que nos revelan cómo el pasado se inscribió en el espacio. En nuestros días, el arqueólogo Raúl Matadamas, encargado del sitio arqueológico La Bocana por parte del INAH, va aún más allá: no se limita a describir un lugar de memoria (un archivo de culturas pasadas), sino que se preocupa por insertar las historias de vida de los últimos ocupantes del lugar (antes de la expropiación de 1984 por FONATUR) en el pasado del sitio para vincular este lugar, herencia del pasado, con el presente. En efecto, como dice Lazzarotti (2011: 276), “el patrimonio inscribe el pasado en el presente, ‑ Geográficamente se presenta como una memoria fincada en el suelo”. En México, el turismo que se inició con excursiones a las pirámides, se transformó en la segunda mitad del siglo XX en un turismo de playa, particularmente con el auge de Acapulco. Las llegadas masivas a las playas han dejado muy atrás al turismo cultural. Sin embargo, ante el deseo de los hoteleros de retener a sus clientes por algunos días más, ha surgido la necesidad de diversificar las ofertas de entretenimiento, entre ellas las excursiones a las pirámides. En la península de Yucatán todas las estancias turísticas en Cancún ofrecen la posibilidad de visitar varios sitios arqueológicos, particularmente Tulum y Chichen para los más cultos, o bien el Corredor Maya reinventado con sus pueblos y cenotes para los amantes de una especie de disneylandia quintanaroense y, para los paladares cosmopolitas, un festival gastronómico llamado Wine and Food Festival en Riviera Maya que “busca posicionar al corredor turístico como un destino gastronómico de talla internacional creando eventos que atraigan a otros segmentos, en este caso a los amantes de la alta cocina y del buen vino”.8 Por lo tanto, si bien históricamente el patrimonio fue el origen del turismo, actualmente el turismo intenta apoyarse en el patrimonio para desarrollarse. La cultura, la arqueología, la gastronomía y los deportes extremos tienen que venir al rescate de un turismo masivo cuyas metas y objetivos se oponen dramáticamente a cualquier política de memoria e identidad, y a cualquier proyecto de conservación o preservación ecológica y patrimonial. En 2010, después de la drástica caída del turismo provocada por la crisis de la influenza AH1N1 en 2009, México apuesta por sus vestigios para recuperar a una gran cantidad de turistas. Este hecho viene a mostrar la gran vulnerabilidad de una región o un país, cuando su economía se vuelve dependiente de unas cuantas actividades económicas, en este caso, del turismo. Bastan un huracán, una epidemia gripal o un poco de propaganda adversa para que la gente no visite un sitio, lo que tendrá serias repercusiones sobre el ingreso y el PIB, ya que en México el turismo ocupa el tercer renglón en cuanto a ingreso de divisas después del petróleo y las remesas de los migrantes. En octubre 2014 se anuncia que el turismo en Acapulco bajó 50% debido a la inseguridad y violencia promovidas por los narco‑gobiernos municipales del Estado de Guerrero (desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa); lo mismo ocurrió el año anterior en el Estado de Michoacán. La relación turismo/ narcotráfico es compleja y faltaría explicitar el papel del lavado de dinero en el auge hotelero que ha derivado en una gran tolerancia o ceguera gubernamental, sin pensar en la cara violenta del narco; pero no es el tema aquí. “El turismo es para México una de las principales fuentes de divisas” ‑, advierte la revista CNNExpansión, y luego anuncia: “México tiene planeado habilitar una zona arqueológica en Huatulco para atraer el turismo mundial”. 6. ¿Qué significa “habilitar” una zona arqueológica en México? ¿Y bajo qué condiciones se puede aceptar las exhibiciones folklóricas en su ámbito? En México, habilitar una zona arqueológica probablemente significa organizar espectáculos. Está todavía candente el recuerdo de los conciertos Por la tierra de Maná en Huatulco, organizados por el promotor de eventos culturales en esa localidad, Sr. Agustín Pumajero de la Serna, quien recibía apoyos PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1102 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… millonarios de los diferentes niveles de gobierno, desde lo local hasta lo federal, y quien, finalmente, organizó el despojo de los comuneros de San Miguel del Puerto para crear un nuevo destino de playa, El secreto, al lado de Huatulco (como probable prestanombre de Ulises Ruiz O., ‑ ex gobernador de Oaxaca ‑ ya que la maquinaria para desmontar pertenecía al gobierno estatal). Pumajero intentó también construir cabañas ecológicas dentro del Parque Nacional, bajo el cobijo del ecoturismo. Afortunadamente la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) canceló este proyecto. FONATUR apuesta ahora en Huatulco a la eco‑arqueología para conferir una identidad propia a ese destino turístico mediante el aprovechamiento del parque eco‑arqueológico de La Bocana (87 hectáreas). FONATUR cobra la entrada, pero el INAH paga la investigación… Ya en 2001, Antonio Machuca (2004:139) advertía del maridaje entre el INAH y el sector turístico: La realización de proyectos, como es una cartografía de recursos culturales del país preparada por CO-NACULTA, la cual incluye un inventario para contabilizar el patrimonio tangible e intangible de México, podría ser parte de una forma de “habilitación” patrimonial. Constituye una presentación diversificada de los recursos culturales de las regiones, como factor de atracción turística y comercial. De manera que, al preparar el inventario y catálogo que daría cuenta de las existencias en materia cultural, se facilitará el diseño de “rutas” turísticas de interés empresarial, respondiendo con ello, al mismo tiempo a una demanda de la UNESCO de inventariar el patrimonio cultural “inmaterial” con el fin de lograr su salvaguarda. De esta forma, el interés cultural y el aprovechamiento turístico aparecen como algo compatible. Sin duda, ambas instituciones deben trabajar juntas y se deben encontrar plataformas de entendimiento para promocionar nuestra cultura entre los turistas y que los turistas disfruten de las zonas arqueológicas. En mi opinión el problema radica, en parte, en considerar a la cultura como una mercancía, pero sobre todo como una mercancía al gusto prefabricado del turista; es decir, se distorsiona la cultura y sus significados para ofrecer espectáculos estandarizados según las expectativas de la cultura televisiva, sin relación alguna con las culturas originarias. Sostenemos que el turista debe aprender a apreciar la cultura local en sus propios términos, pero ésta no debe depreciarse al gusto del turista. Las zonas arqueológicas no son meros pretextos para vender shows ajenos a la cultura local. Los lugares históricos no deben estar peleados con los espectáculos folklóricos y pueden fungir como espacios de divulgación y de educación, además de ayudar económicamente a los pobladores que participan en ellos. Se trata de controlar el uso no cultural de la cultura (mercantilización a ultranza). En efecto, como dejamos dicho más arriba, la cultura tiene doble valencia: por una parte posee un valor simbólico intrínseco (como referente de identidad y lugar de memoria) y, por otro lado, tiene un valor de cambio indirecto (turismo). El problema radica en cómo lograr un equilibrio razonable entre ambos aspectos (o valencias), de la cultura sin que uno de ellos se valorice en forma excluyente en detrimento del otro. Hay muchos ejemplos de reconstituciones históricas, realizadas por la gente del lugar, que respetan la verdad histórica y cumplen con un papel educativo. Me limitaré aquí a citar el ejemplar trabajo de Graciela Henríquez y Elisa Lipkau (2004), que debieron enfrentarse a muchos prejuicios cuando montaron la obra Presagios en los espacios del Templo Mayor. Se trataba de una producción de espectáculos interdisciplinarios de divulgación histórica para “difundir un conocimiento más profundo del pasado cultural y un uso social más responsable y adecuado del patrimonio cultural” (Henriquez, Lipkau, 2004:44‑48), más precisamente, se trataba de: Un espectáculo multimedia en torno a los presagios de Moctezuma y la conquista de México que conjuntaba danza, teatro, proyecciones de video y transparencias, para narrar en forma dinámica y contemporánea la conflictiva entre el mundo indígena y la civilización occidental, desde la conquista hasta nuestros días. La idea era representar, por medio de la danza y el teatro algunas escenas del proceso dramático de Moctezuma Xocoyotzin, desde la aparición de los supuestos presagios de su derrota, hasta la llegada de los españoles a Tenochtitlan. Al mismo tiempo, como en una especie de espejo temporal, se proyectaba por medio del video una serie de imágenes sobre la problemática actual de los pueblos indígenas en su relación con el “desarrollo” y la “modernidad nacional” [...] Entonces, viendo a las personas más dispares (viejitos, niños, mujeres, jóvenes), todos asombrados y como transportados en el tiempo mientras observaban la danza mexica del grupo Nok Niuk, con sus impresionantes penachos naturales y la música hipnótica del huehuetl y el teponaztli; pensamos que era necesario promover la realización y difusión de este tipo de eventos que conjuntaban a la gente con su pasado, con sus orígenes. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1103 Un día, hablando con estudiantes de la Universidad del Mar en Huatulco, éstos me indicaron que podían costear sus estudios gracias a su participación en un grupo folklórico que actuaba en los hoteles. Ese día comprendí que la cultura podía tener también, además de su valor simbólico inherente, una valencia mercantil, pero no sólo al servicio del turista, sino también al servicio de la población local. Esta experiencia me ayudó a repensar mis ideas puristas acerca del papel del folklore. Si éste atrae turistas a las pirámides, permite subsistir a los estudiantes y vincula a la población local con su pasado, entonces bienvenido sea, pero bajo el control de los que se dedican a su estudio. Por renegar de su “comercialización” lo hemos abandonado en manos de comerciantes adictos a Disney o Hollywood9. Es tiempo de recuperar el terreno perdido. En palabras de Elisa Lipkau (2004:48): “Considero muy necesario que el INAH apoye el desarrollo de espectáculos serios y documentados de divulgación histórica en las zonas arqueológicas bajo su custodia.” 7. Un estudio de caso: el parque eco‑arqueológico de Copalita, Huatulco En 1984, cuando el gobierno mexicano expropia el litoral del municipio de Santa María Huatulco para crear de la nada un destino turístico (Bahías de Huatulco), existen núcleos de pescadores y rancheros a lo largo de la costa. Los asentamientos principales son: Coyula, El Arenal y Santa Cruz, pero tanto en Tangolunda como en Bocana del río Copalita, vivían dos o tres familias de rancheros. Don Emilio, uno de los rancheros, vivía solo en su rancho de Tangolunda, y don Félix Ríos ocupaba los acantilados que dominan la desembocadura del río Copalita, en una casa construida en el bosque en lo alto de un montículo, que, de hecho, era el templo mayor prehispánico recubierto por la vegetación. Foto 2. El mástil de los voladores de Papantla en la Plaza del pueblo de La Bocana Fuente: Foto de la autora Desde los inicios FONATUR excluyó a los pobladores originarios y ahora quiere turismo eco‑cultural a su manera, es decir, espectáculo: pirámides y folklore, pero reniega de la cultura de hueso y carne de los originarios. Esto es lo que ocurre precisamente en La Bocana, población originaria que ocupaba la zona arqueológica. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1104 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… Aprovechando el desarrollo arqueológico de la zona, un tejano ‑ Mr. Glassman ‑ compró los lotes a FONATUR e instaló un mercado de artesanías en la plaza pública para rentar los puestos. Igualmente plantó un mástil de hierro en la placita para promover el “espectáculo” de los voladores de Papantla (Veracruz) y cercó el espacio para asegurar que sólo se pueda disfrutar del espectáculo después de haber pagado la entrada. La placita cercada con una suerte de entrada estilo colonial se parece más a un circo que a un espacio público y el “palo” (originalmente de madera pero aquí se trata de un mástil sujeto a la oxidación de las sales marinas) plantado en su centro está expuesto a los vientos marinos que pueden hacer peligrar a los hombres‑pájaros que bajan girando en torno al mástil sujetados por cuatro cuerdas que simbolizan los puntos cardinales. Sin duda, el ritual de los voladores de Papantla se extendía hasta Honduras, pero no tenemos vestigios de ello en la zona de Huatulco. El mástil queda entonces como mudo testimonio del imaginario turístico sobre México. Un originario de La Bocana – don Antonino ‑ narra que el norteamericano planea construir una casa al lado de la suya y dice: “ya me advirtieron que no debo hacer humo porque eso molesta a los nuevos vecinos. Entonces mi esposa ya no podrá hacer tortillas y otras cosas como secar sus sardinas en la banqueta para comer”.10 En 1985, los arqueólogos Enrique Fernández y Susana Gómez (Centro INAH Oaxaca) realizaron el salvamento arqueólogico de la zona debido a la eminente construcción del entonces todavía Proyecto turístico Bahías de Huatulco y registraron 47 asentamientos. Según ellos los primeros asentamientos se formaron con migrantes del Istmo de Tehuantepec desde el clásico tardío (650‑900 dC). En nuestros días, el ya citado arqueólogo Raúl Matadamas afirma que existió una primera ocupación desde el Preclásico tardío (400aC‑200dC) a partir de “habitantes de la Sierra Sur originarios de pueblos zapotecos que aún conservan nombres en su lengua, como Yuviaga, Xadani, Loveni, Lachillo, Xanica, Guivini, etc.” Entre 1998‑2000 y 2005 se realizó el Proyecto Bocana del Río Copalita que cubre un área de 35 hectáreas, bajo la dirección del arqueólogo Raúl Matadamas del Centro INAH Oaxaca (2010:33‑35): Como la mayor parte de los pueblos, Copalita experimentó un desarrollo favorable que trajo como consecuencia un cambio gradual en sus estructuras sociales, religiosas y políticas. Por tal motivo, el sitio tuvo un crecimiento cimentado en su caracterización como centro cívico‑ceremonial, que iba a la par de la traza similar de otras ciudades mesoamericanas. Es así que aproximadamente a finales del Clásico temprano (600 dC), el sitio ya contaba con una plaza rodeada de edificios que incluían un Juego de pelota. Aunque es uno de los más discretos no deja de ser destacable, ya que en la costa de Oaxaca, Copalita es el único sitio arqueológico conocido hasta el momento, que cuenta con un Juego de pelota cuya distribución incluye un monolito grabado en su lado norte, utilizado quizá como un marcador asociado a este contexto ceremonial [...] Este momento representa quizá la extensión máxima de este pueblo, al abarcar alrededor de 35 hectáreas que integran un área cívico‑ceremonial por lo menos con 5 edificios y 4 conjuntos habitacionales, cada uno con su basamento‑templo, en una clara referencia al patrón de asentamiento de una ciudad conformada por barrios donde vivió el grueso de la población terraceando las lomas, en las que aún se pueden observar restos arqueológicos dispersos, que se combinan de manera excepcional con el entorno natural con el que han convivido a través de los siglos. Estas investigaciones en ciernes todavía, sólo permiten descubrir un sitio pequeño en comparación con las grandiosas culturas que pregonan las guías turísticas sobre México, como Teotihuacán, Uxmal, Chichen o Monte Albán. Por lo tanto, Huatulco no puede atraer turistas por razones solamente arqueológicas, sin embargo puede ser muy interesante aprovechar la llegada masiva de turistas para acercarlos a las culturas locales y para que aprendan a respetar a sus habitantes, ya que el poder demostrar su antigüedad y alcurnia quizás pueda facilitar un trato un poco más respetuoso hacia los trabajadores del turismo. Pero este planteamiento rebasa, de lejos, las posibilidades de los agentes culturales del sitio ya que la política nacional implementada por SECTUR concibe los destinos turísticos como lugares donde el turista/cliente es dios, o, al menos, rey, y goza de libertad discrecional para actuar sin ningún respeto hacia los prestadores de servicio mexicanos cuya dignidad se ve pisoteada a diario. Desde el momento en que se permite a los hoteleros contratar su personal por tiempo limitado (los seis meses de la temporada invernal) con un sueldo mínimo que no alcanza a cubrir las necesidades básicas de las familias, sin otorgarles ningún derecho laboral, ¿qué podemos esperar de los turistas para quienes los agentes de servicio deben ser invisibles o transparentes? Por eso, quizás, un paseo cultural por el parque eco‑arqueológico pudiera concientizar sobre la existencia y el valor de la cultura local con el apoyo de un espectáculo folklórico de calidad, ya que en la medida en que el folklore propicia la divulgación y popularización de la cultura, se vuelve un aliado importante frente a poblaciones de turistas sólo interesadas en el sol y la playa, sin importarles en lo más mínimo una cultura arqueológica difícil de entender y rodeada de mosquitos. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1105 Foto 3. Vestigios de una pirámide en Copalita. Fuente: Foto de la autora El parque está en manos de FONATUR, que cobra las entradas (60 pesos mexicanos en 2013). En 1991 este parque fue concebido como un parque botánico y zoológico; actualmente es un paseo ecológico: por eso se construyeron andadores empedrados. Pero, inesperadamente, los vestigios arqueológicos resultaron más importantes de lo planeado, por lo que el parque ecológico se ha vuelto parque eco‑arqueológico. Hay que reconocer que FONATUR construyó en 2008 un magnífico edificio para el museo, el cual se ha erigido en la entrada del sitio arqueológico en forma de unos cocoteros de monte sosteniendo techos aéreos con troncos de madera tropical. Foto 4. El museo construido por FONATUR a la entrada del sitio arqueológico. Fuente: Foto de la autora El problema radica ahora en la articulación entre los objetivos de FONATUR (entretenimiento de los turistas) y los del INAH (preservación y educación), entre folklore y cultura. Mucha gente vive del turismo (sólo en Crucecita, pueblo creado ex profeso para los trabajadores del turismo de Bahías de PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1106 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… Huatulco, viven 15 000 habitantes migrantes), y no se puede darles la espalda. Hay que procurar también que los turistas aprendan a conocernos. Es decir, hay que lograr una conciliación de intereses ya que, como se mencionó al inicio, el turismo en México representa la tercera fuente de ingresos legales del PIB después de Pemex y las remesas de los migrantes; es la industria de mayor crecimiento. No sólo ingresan más divisas por la industria sin chimeneas que por vía de las industrias de la transformación, sino que este sector económico ofrece numerosos empleos no especializados en el sector servicios. Una política de gestión turística debe atender a la conservación del patrimonio, considerando “…cómo proteger el recurso de los daños causados por su utilización turística, cómo establecer estrategias que permitan la conservación de los elementos materiales que pueden ser dañados y, por último, cómo conservar el carácter cultural y simbólico del espacio que se pretende convertir en producto turístico.” (Velasco González, 2009: 248) Aun cuando el turismo sea relevante y significativo para la economía nacional, puede llegar a afectar negativamente tanto al entorno físico como al cultural. Sin embargo, a pesar de que este peligro latente sea conocido, no se está tomando en serio por parte de las autoridades gubernamentales que permiten que las industrias turísticas minimicen las consecuencias irreversibles de sus excesos. Es así como desaparecen los humedales bajo construcciones de concreto, las zonas ecológicas son invadidas por excursionistas en cuatrimotos y las pirámides se ven reducidas a fungir como escenarios de espectáculos ajenos a las culturas locales. Según la Organización Mundial del Turismo (2004), la gestión sostenible exige “optimizar el uso de los recursos naturales; contribuir al mantenimiento y mejora de los activos culturales singulares de las sociedades receptoras y asegurar que las actividades económicas sean viables a largo plazo y generen beneficios distribuidos, en especial a través del empleo.” (Velasco González, 2009: 250) 8. Breve etno‑arqueología de Huatulco. Antes de volverse recientemente un destino turístico, la costa oaxaqueña del océano Pacífico fue ocupada por oleadas sucesivas de pobladores dedicados a la recolección de mariscos (para alimentos, tinte y cal), a la pesca y a las labores agrícolas. Pertenecían a diversas culturas lingüísticas, a menudo enfrentadas entre sí. La costa de la Sierra Sur, que es el referente de este trabajo, incluye los municipios de Santa María Tonameca, San Pedro Pochutla, Candelaria Loxica, Santa María Huatulco, San Mateo Piñas, San Miguel del Puerto, Santiago Astata y San Pedro Huamelula. Según los vestigios arqueológicos (desde 700 aC), esta región fue controlada sucesivamente por grupos mixe‑zoques, chontales11 (venidos del norte), zapotecos (migrantes de Monte Alban en su paso hacia el istmo), mixtecos (del reino de Tututepec) y, finalmente, por los mexicas que dejaron su huella en muchos topónimos y antecedieron a los españoles (1526) que establecieron en Huatulco (Guatulco) una garita de aduana. A continuación ofrecemos una breve reseña etno‑arqueológica del ya multicitado sitio de La Bocana‑Copalita, situado en el Parque eco‑arqueológico de la zona turística de Bahías de Huatulco, perteneciente a FONATUR. Al llegar al parque Eco‑Arqueológico de La Bocana‑Copalita (87 has., de las cuales 34 has. fueron reservadas como zona arqueológica) sorprende la asociación entre naturaleza, arqueología y modernidad. La desembocadura del río Copalita se ha transformado después del paso del huracán Paulina en 1997, dejando de ser un delta natural con hábitat ecológico tropical, para convertirse en un solo lecho de río caudaloso recorrido por las balsas de rafting. Como ya se mencionó, arriba de los acantilados del río, antes de la conquista, se establecieron varias poblaciones de manera sucesiva que ocuparon y desarrollaron un mismo sitio ceremonial.12 Asombra la belleza y majestuosidad de la pirámide mayor, rodeada de montículos cubiertos “de monte”. Se trata de un espacio entrelazado por múltiples temporalidades, territorialidades, paisajes, ecologías e historias de vida que se unen por unas horas en la imaginación del visitante. No estamos ante un territorio a‑temporal propio de las visiones románticas que interpretan las ruinas como una metáfora de la vida que discurre y se escapa, vinculando pasado, presente y futuro en una misma emoción. Por el contrario, estamos frente a temporalidades marcadas y sufridas por habitantes migrantes de otros tiempos y otras tierras. Las oleadas de migraciones por tierra afianzaron rutas comerciales y vías de comunicación por cabotaje (canoas) a lo largo de la costa: Chiapas, Oaxaca y Guerrero, donde existía una circulación cultural cuyos símbolos principales eran compartidos por la región que luego fue denominada Mesoamérica. En efecto, en toda la costa se reverencia al sol, a la luna, al maíz, a la serpiente y al lagarto (como símbolos del agua, es decir, de la fertilidad y la abundancia), así como también a la madera (la caoba que articula el cielo con la tierra) y a la cruz que evoca los cuatro puntos cardenales, las montañas y las PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1107 grutas, lugares de encantos. Según la interpretación de algunos antropólogos (González, 2002), estos símbolos fueron integrados de manera subrepticia a la religión católica bajo la figura de la Virgen de la Asunción, cuyos pies descansan sobre la serpiente negra y un cuarto de luna al abrigo de una caoba (imagen de las numerosas Santa María de los pueblos epónimos de la región); San Miguel alado lucha con la serpiente; San Pedro es el patrono de los pescadores (también de los arrieros) y dueño de las llaves que atan y desatan en la tierra y en el cielo, y se reencarna cada año en ocasión de su onomástico en un cocodrilo en Huamelula13. Figura 1. Mapa turístico de Huatulco, con el sitio eco‑arqueológico de Copalita en el extremo derecho de la figura. Fuente: Imagen cortesía del Resort Real State Services. Ayer como hoy los pobladores solían cultivar y pescar. Al inicio del siglo XX se vivía de la cosecha del plátano y del café, así como de la preparación de la copra, que salían de la región por cabotaje desde las bahías y puertos naturales. Pero sus modos de vida han cambiado drásticamente con la construcción de la carretera (alrededor de 1970) que permitió transportar para vender fuera de la región algunos cultivos (piñas, ajonjolí y papaya) y productos del mar (tortugas y caracoles). La carretera introdujo la escolarización en castellano pero, sobre todo, los materiales de construcción a base de cemento. La arquitectura doméstica se transformó y perdió su originalidad. 9. Para concluir: la difícil relación entre Cultura y Turismo Los turistas son bienvenidos y bien recibidos por los mexicanos que se sienten orgullosos de enseñar su cultura secular, y los turistas, a su vez, disfrutan compartiendo los espacios públicos con ellos, a condición de que los espacios se mantengan públicos y no se conviertan en privados, como ocurre en ciertos lugares. Sin embargo, el hecho turístico no es un utópico intercambio cultural como se imaginan los europeos en sus análisis sobre el turismo, porque los receptores del turismo saben muy bien que el PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1108 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… turista sólo curiosea, que está de paso y viene en busca de lo exótico. Los turistas mariposean por los campos culturales mexicanos. Se mencionó al inicio de este trabajo el rescate del turismo por la variada y colorida cultura mexi-cana. En efecto, nada obsta para que la cultura se ofrezca también como espectáculo para entretener y divertir, sin detrimento de su valor simbólico sustantivo. Se critica frecuentemente la folklorización y escenificación de las danzas y músicas regionales para dar gusto al turista. Sin embargo, a menudo los ingresos obtenidos a partir de éstas permiten no sólo la supervivencia de estos eventos dancísticos y musicales, sino también la de sus ejecutantes. Gracias a ello numerosos jarochos14 pueden vivir de su música; sin embargo los investigadores los apodan despectivamente marisqueros15. También está el ejemplo de los voladores de Papantla, campesinos sin tierra que mantienen a sus familias transformando un evento sagrado en espectáculo en Teotihuacán o en la explanada del Museo Nacional de Antropología. Todos ellos saben distinguir entre espectáculo y rito festivo, y saben que la lógica del contexto otorga la significación cultural. Estos ejemplos se refieren a viejas tradiciones festivas re‑significadas en un contexto mercantil. Haciendo un poco de memoria histórica, se observa que la desacralización de danzas y músicas se inició con los festivales promovidos como educación cívica por las escuelas públicas, que retomaron el ejemplo del ballet folklórico de Amalia Hernández16. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder convirtió las tradiciones festivas campesinas en referentes de identidades regionales, para lo cual organizó numerosos festivales que terminaron por secularizar, es decir, por quitarle el carácter religioso a los eventos culturales festivos. De este modo se creó una suerte de fiesta laica (festivales versus fiestas patronales) para celebrar la identidad nacional, cuya santa patrona fue la Nación representada en la portada de los libros de texto gratuitos. Es así como se iniciaron los ritos cívicos, retomando el patrimonio inmaterial de las comunidades y copiando sus manifestaciones festivas. El turismo no es el único ni el primer responsable de la folklorización de la cultura mexicana; ésta se inició cuando el Partido Nacional Revolucionario (PNR) del Presidente Lázaro Cárdenas (1934‑1940), antecesor del actual Partido Revolucionario Institucional (PRI), fincó su legitimidad en una revolución campesina que lo llevó a asociar la identidad nacional legítima con el mundo campesino. Estos espectáculos identitarios cívicos y regionales gustaron a los turistas de ocasión y pronto se volvieron un atractivo turístico; así, las fiestas de Nuestra Señora del Carmen en Oaxaca se transformaron en la Guelaguetza o Lunes del Cerro en la ciudad de Oaxaca. La política oficial del Estado mexicano ha terminado por congelar las culturas indígenas a fin de utilizarlas como lindas estampas turísticas. De este modo se asocian identidad‑tradición‑conservación. En tiempos más recientes, la cultura indígena se desliza del ámbito público ‑ INAH y DGCP (Dirección General de Culturas Populares) ‑ hacia el ámbito privado, como lo muestran los spots de Televisa en apoyo a la Secretaría de Turismo, es decir, a los hoteleros mexicanos que suelen asociar folklore y ecoturismo para ofrecer la cultura y la naturaleza como un espectáculo exótico permanente, de gran atractivo para el turista. La propaganda oficial del Estado mexicano y muchas acciones de la Comisión para el Desarrollo Indígena (CDI) apuntan hacia la conservación en formol de las culturas indígenas como si fuesen inmutables, convirtiéndolas en coloridas estampas folklóricas a pesar de los valiosos esfuerzos de la DGCP, al que se otorga escasos recursos. En efecto, la DGCP entiende que la cultura pertenece a las comunidades y evoluciona con ellas. No se trabaja con espectáculos bailables, sino con personas. Un ejemplo de esta lucha en torno a la concepción de la cultura se halla en la disputa entre la CDI, que trata de preservar una cultura momificada en las radios indigenistas (cuya dirección general está en la CDI), y las radios comunitarias emanadas de las bases sociales, que propugnan una concepción de la cultura abierta al cambio. Gracias a sus grandes ventajas, la industria del turismo se ha extendido a todos los países del orbe que disfrutan de sol y playa. En consecuencia, México debe enfrentar una fuerte competencia internacional que le obliga a ofrecer un plus cultural para continuar siendo competitivo a nivel internacional y poder así personalizar las estadías vacacionales en el país. México ofrece sol, playa y exotismo cultural. Así se explica que las autoridades del INAH se hayan puesto recientemente al servicio de la Secretaría de Turismo, y que a la vez se haya vuelto un mal necesario para FONATUR, algo así como una piedrita en su zapato. Este caso ilustra la disputa de poder en torno al control del patrimonio cultural entre los herederos del estado nacionalista (los trabajadores tanto académicos como manuales del INAH) y los administradores de un estado neo‑liberal. Si bien es cierto que la Federación, a través del INAH, sigue siendo la dueña del patrimonio, no es menos cierto que cada día pierde más terreno en lo que respecta al uso de éste. Por ejemplo, el decreto presidencial del 29 de abril de 201417 advierte que una declaración de patrimonio se expide a petición de parte cuando anteriormente cualquier vestigio prehispánico era por ley dominio del INAH. Por lo tanto, de ahora en adelante, si no existe petición de parte se facilita PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1109 la enajenación particular no sólo para zona turística sino para la minería. Así las autoridades se hacen de la vista gorda para otorgar permisos sin ton ni son, incluyendo los humedales costeros. Esperamos haber cumplido en este trabajo con las recomendaciones de Llorenc Prats (2003: 134), según las cuales […] hay mucho que hacer antes de escribir una sola línea, actividad que, al margen de la obtención de datos sobre los recursos patrimoniales y otros de carácter económico, estadístico o geográfico, requiere un trabajo de campo razonablemente intenso, basado en las técnicas de la observación y las entrevistas no directivas o informales, propias de la antropología y en la introspección. Concluimos con las siguientes palabras de María Velasco González (2009:241): Cuando hablamos de gestionar los bienes de patrimonio cultural para que formen parte de la oferta turística de un espacio determinado estamos en realidad poniendo en conexión dos mundos o sectores cuyas culturas, principios, valores y referencias son muy diversos entre sí. Ambos pueden tener interés en complementarse con el otro, pero también reticencias para una posible colaboración. Bibliografia Abrahamson, Mark 2004. Global cities. New York / Oxford, Oxford University Press. Amirou, Rachid 2012. L’imaginaire touristique, Paris :CRNS Editions. Augé, Marc 1997. L’impossible voyage. Le tourisme et ses images, Paris : Payot. Berger, Dina y Andrew Grant Wood 2010. Holiday in Mexico. Critical Reflections on Tourism and Tourist Encounters, North Carolina:Duke University Press. Burns, Peter M. 1999. An Introduction to Tourism and Anthropology, Londres: Routledge. Castellanos Guerrero, Alicia y Antonio Machuca (comps.) 2008. Turismo, Identidades y exclusión, México: UAM/Juan Pablos. Clancy, Michael 2001. “Mexican Tourism: Export Growth and Structural Change since 1970”. Latin American Research Review, 36 (1):45‑115. Comaroff John y Jean Comaroff 2011. Etnicidad, S.A. España: Katz Editores. 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Urry, John 1995. Consuming Places. New York: Routledge. Velasco González, María, 2009, “Gestión turística del patrimonio cultural: enfoques para un desarrollo sostenible del turismo cultural” en Cuadernos de Turismo, n.23, pp.237‑253. Notas 1 Olivier Lazzarotti (2011: 54) demuestra que en 2010, los 10 países más visitados contienen el 35.9 % de la totalidad de los sitios inscritos en el patrimonio mundial de la UNESCO (los 5 primeros contienen el 21.4 %) 2 Félix Ríos fue el último habitante del sitio que trabajaba como un pequeño rancho. Fue expulsado por Fonatur en 1984 y le fueron otorgados dos lotes (170m2) en el nuevo asentamiento de La Bocana urbanizado por Fonatur. Actualmente trabaja como velador del sitio arqueólogico pagado por el INAH. 3 Información proporcionada por la Dra. Cristina Oehmichen. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1111 4 Se trata del viaje formativo, particularmente recorriendo Francia, Italia y Grecia, emprendido por los jóvenes adinerados británicos durante los siglos XVIII y XIX hasta la llegada de los ferrocarriles que facilitaron el nacimiento del turismo moderno. 5 Arqlga Blanca Paredes Gudiño y Lic. Ma.Dolores Sánchez Velázquez, 2004, “Situación jurídica actual y la repercusión para el desarrollo de una normatividad en zonas de monumentos arqueológicos” en El uso social del patrimonio cultural, México: Ediciones Quinto Sol, p.23‑33. 6 Esta hipótesis se expone en el artículo de Catherine Héau y Enrique Rajchenberg, 2007, “La frontera en la comunidad imaginada del siglo XIX” en Revista Frontera Norte, vol.19, n.38. 7 Ver el libro Arqueología e historia de Huatulco, 2010, del arqueólogo Raúl Matadamas y Sandra Liliana Ramirez Barrera, Oaxaca: Colegio Superior para la Educación Integral Intercultural de Oaxaca. 8 Blog Cancún, consultado en internet el 27/09/2012. 9 La “tematización” cultural de ciertos lugares ha sido magistralmente denunciada por M. Gottdiener (1997 y 2001) en The theming of America: American Dreams, Visions and Commercial Spaces. Así como John Hannigan (1998) Fantasy City: Pleasure and Profit in the Postmodern Metropolis. 10 Comunicación verbal del arqlgo Raúl Matadamas, julio 2013. 11 chontal es una palabra nahuatl que significa “extranjero”. La lengua chontal de Oaxaca se vincula con Coahuiltecas y seris. 12 El sitio internet de Fonatur‑Bahía de Huatulco retoma los estudios del arqueólogo Raúl Matadamas, del INAH, y explica: “Hace 1500 años, cuando Monte Albán se estaba consolidando como un centro urbano en los valles centrales oaxaqueños, aquí, en La Bocana del Río Copalita existía un pueblo que poseía un sistema de escritura, un sistema calendárico y una compleja organización política, socioeconómica y religiosa. Este pueblo ocupaba casi 30 hectáreas de extensión y llegó a albergar a más de 2,000 personas. Tuvo relaciones comerciales con pueblos de Veracruz y otras regiones distantes para el intercambio de diversos productos. Es probable que los habitantes de este lugar ahora llamado Copalita, subsistieran de lo que les ofrecía el entorno. La caza, la recolección y la pesca brindaban productos para el consumo e intercambio con otros pueblos. Por lo que la navegación en pequeñas embarcaciones, la manufactura de cestas y redes para la pesca y el transporte de productos debieron ser actividades cotidianas. La agricultura debió destinarse para el consumo familiar y comunitario, ya que la acidez de la tierra limita algunos cultivos como los del frijol, tomate y chile. De igual modo, los trabajos de ingeniería y arquitectura muestran un avanzado conocimiento en sistemas constructivos. Constructores, grabadores y pintores le dieron peculiaridades al sitio, utilizando ingeniosos sistemas constructivos, aprovechando la zona plana y adaptándose al entorno de lomeríos y pantanos. El Templo Mayor debió formar parte de un conjunto, que posiblemente estuvo en uso hace 2200 años y funcionó por 900 años. Se cree que fue el edificio principal o el templo mayor de Copalita, ya que destaca de las otras construcciones por su tamaño. Además, se observan por lo menos dos etapas constructivas. Localizado sobre una loma natural, a la cual se le hicieron modificaciones en la superficie, el edificio fue construido sobreponiendo capas de piedra bola de río, hasta alcanzar su altura máxima de 15 metros. Posteriormente, como acabado de la fachada, debieron cubrir el núcleo con muros exteriores con piedras planas recubiertas por un aplanado. ” (consultado el 16‑01‑2014 en www.golftourismmexico.com/eco_parque_copalita.asp) 13 Entre los chontales la serpiente y el lagarto son figuras míticas relacionadas con la abundancia del agua. En la década de los cincuenta se construyó la primera escuela enfocada a la castellanización de la población y en los años setenta se construyó la carretera que conecta al pueblo chontal con Salina Cruz. Probablemente, este alejamiento del mundo occidental explica la sobrevivencia de costumbres y creencias tradicionales. http://www.cdi.gob.mex 14 Habitantes del puerto de Veracruz, México. 15 Para estar concorde con los platillos servidos en los puestos de mariscos, se toca música del Puerto de Veracruz, de ahí deriva el apodo denigrante. 16 Bailarina y coreógrafa mexicana quien fundó en 1952 el Ballet Folklórico de México. 17 Publicado el 2 de junio 2014 en el Diario Oficial de la Federación. * Esta investigación se realizó en el marco del proyecto PAPIIT, n° IN301513 “Movilidad y globalización: estudios sobre migración y turismo de segundas residencias”, coordinado por la Dra. Cristina Oehmichen. IIA / UNAM. Recibido: 21/03/2015 Reenviado: 08/06/2015 Aceptado: 09/06/2015 Sometido a evaluación por pares anónimos
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Título y subtítulo | Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco, Oaxaca, México |
Autor principal | Héau Lambert, Catherine Marie |
Entidad | Universidad de La Laguna. Instituto de Ciencias Políticas y Sociales |
Publicación fuente | Pasos: Revista de Turismo y Patrimonio Cultural |
Numeración | Volumen 13. Número 5 |
Sección | Artículo |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | El Sauzal, Tenerife |
Editorial | Universidad de La Laguna |
Fecha | Octubre 2015 |
Páginas | pp. 1095-1112 |
Materias | Turismo ; Patrimonio cultural ; Publicaciones periódicas ; Arqueología ; México |
Enlaces relacionados | Enlace a la revista: http://www.pasosonline.org/es/ |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 314486 Bytes |
Texto | © PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121 Vol. 13 N.o 5. Págs. 1095-1112. 2015 www .pasosonline.org * Profesora/investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, Ciudad de México; E‑mail: Catherineheau@ gmail.com Resumen: Este artículo trata de la difícil relación entre turismo y patrimonio material e inmaterial. El turismo en México enfrenta una fuerte competencia que le obliga a ofrecer un plus cultural para seguir competitivo a nivel internacional y poder así personalizar las estadías vacacionales. Se ofrece sol, playa y exotismo cultural. La cultura, por lo tanto, se vuelve mercancía. ¿Cómo conciliar el respeto por la cultura y la necesidad económica? ¿Cómo lograr un equilibrio razonable entre la cultura identitaria y la cultura mercan-cía sin que una se valorice en forma excluyente en detrimento de la otra? Exponemos aquí el caso del Parque eco‑arqueológico de Bocana del Río, Huatulco (Oaxaca‑México) a cargo de dos entidades federales diferentes: el Fondo Nacional para el Turismo y el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Palabras Claves: Patrimonio material e inmaterial; Pirámides y turismo; Folklore. Huatulco (Oaxaca). When Archeology rescues Tourism: the case of Bocana del Rio Copalita, Huatulco, Oaxaca, México Abstract: This paper focuses on the difficult relation between tourism and national heritage. Tourism faces a strong competition which compels this industry to offer a cultural bonus to keep up with high level inter-national offers in order to personalize the different stays. It offers sun, sand and cultural exotics. Culture, therefore, turns into merchandising. How to find a balance between respect for culture and economic needs? How to get a reasonable equilibrium between identity and commodity cultures avoiding that the last one be-come more valuable in detriment of identity? We expose here the case of the eco‑archeological park of Bocana del Rio, Huatulco (Oaxaca) in charge of two different federal entities, the Found for National Tourism and the National Institute of Anthropology and History. Keywords: patrimony; cultural heritage and tourism; Folklore and merchandising Culture; Huatulco, México. Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco, Oaxaca, México Catherine Marie Heau Lambert* Instituto Nacional de Antropología e Historia (México) Catherine Marie Heau Lambert 1. Introducción En México, el patrimonio cultural ha sido un referente obligado de los discursos nacionalistas que sustentaron la hegemonía del Estado post‑revolucionario. Tal vez como en ningún otro país de Latinoamérica, el caso mexicano refrendó su nacionalismo a través de la exaltación de las culturas pre‑hispánicas. Por ello, los sitios arqueológicos monumentales, la exhibición en museos, la creación de instituciones como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y, de alguna manera, el Instituto Nacional Indigenista, fueron claramente orientados a la exaltación de la grandeza cultural del pasado. El presente estudio de caso, basado en un trabajo de campo etnográfico realizado, en forma in-termitente, entre diciembre de 2011 y diciembre de 2014, se propone documentar la disputa por el control del patrimonio entre dos Secretarías de Estado (Ministerios) gubernamentales: la Secretaría de Educación Pública (SEP), fundada en 1921 y constitucionalmente encargada de la cultura a través PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1096 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… de una dependencia creada en 1939 para ello, el INAH; y la Secretaría de Turismo (SECTUR), creada en 1974. Extrañamente, el gobierno mexicano no cuenta con una Secretaría de Cultura, sino con un Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, órgano desconcentrado de la SEP creado en 1988, que en nuestros días actúa por encima del INAH para aplicar las nuevas políticas neoliberales en los terrenos de la cultura. Como nos proponemos ilustrar en este artículo, la colaboración‑cohabitación entre la SECTUR y el INAH ha resultado problemática en el país debido a que la primera tiende a priorizar con rígida ortodoxia la lógica del mercado para rentabilizar el patrimonio, en detrimento de su valencia cultural e identitaria, defendida mayormente por el segundo. Por eso la SECTUR ha adoptado la política de ir arrebatando paso a paso al INAH el uso, la gobernanza y la administración del patrimonio cultural en nombre de la rentabilidad. El caso que analizamos aquí resulta emblemático de esta lucha desigual entre la Federación (gobierno y SECTUR) y los arqueólogos, arquitectos y antropólogos del INAH encargados de salvaguardar el patrimonio, cuyo papel se ve reducido al de especialistas en excavación y conservación, y cuya intervención se ve limitada por los poderes políticos locales y nacionales. Se ilustra así “la relación entre el turismo y la gestión del patrimonio cultural considerando las contradicciones y sinergias que conlleva el contacto entre dos espacios de la realidad social con principios, valores y culturas muy diferentes.” (Velasco González, 2009: 238) Nos topamos aquí con la hegemonía de una administración de mercadotecnia turística que nos remite al “mutuo desconocimiento y recelo entre el sector turístico y el sector patrimonial.” (Prats, 2003: 131) 2. Breve apunte teórico Quizás este sea el lugar para introducir una breve nota teórica. La relación disimétrica y conflictiva entre patrimonio y turismo no es más que un caso particular de un fenómeno más amplio que ha sido estudiado en perspectiva socio‑histórica, entre otros, por el sociólogo francés Jacques Demorgon (2005): la interculturación entre los grandes sectores de la actividad social (lo cultural, lo político y lo económico), que en nuestros días se caracteriza por la hegemonía absoluta alcanzada por el sector económico sobre todos los demás. Según el autor citado, se puede observar en la historia una jerarquía cambiante entre estos grandes sectores. Así, inicialmente lo cultural‑religioso desempeñaba el papel dominante (como en la cristiandad medioeval) y mantenía bajo su control al campo económico (por ejemplo, la prohibición de la usura) y al político (por ejemplo, la consagración de los reyes). Según Max Weber, esta hegemonía religiosa (católica) se quebró en el siglo XVI con la revolución luterana, y el papel dominante fue asumido primero por el sector político, y en nuestros días, masivamente, por el sector económico, que tiende a someter a todos los demás sectores de la vida social a la lógica del mercado. En efecto, la cultura, globalmente considerada, “se ha convertido en un sector importante de la economía, en factor de ‘crecimiento económico’ y en pretexto para la especulación y el negocio. Por eso tiende a perder cada vez más su aura de gratuidad y su especificidad como operador de identidad social, de comunicación y de percepción del mundo, para convertirse en mercancía sometida en gran parte a la ley de maximización de beneficios” (Giménez, 2005: 38). La razón estriba en que el código del valor de cambio tiene la extraña capacidad de fagocitar todos los demás códigos, incluidos los culturales. Se trata del proceso generalizado de mercantilización que ha afectado también al orden de la cultura. Y como en nuestros días la economía se ha globalizado bajo su forma capitalista neo‑liberal, resulta que también el proceso de mercantilización se ha globalizado, convirtiéndose en una tendencia universal. Este proceso ha sido claramente visualizado por los sociólogos y los antropólogos contemporáneos. Así por ejemplo, Mark Abrahanson (2004: 128) afirma que La distinción entre las esferas económica y cultural pudo haber sido otra de las distinciones categoriales de la era industrial que han caído en nuestro tiempo, porque “lo económico se está volviendo cultural, y lo cultural se está volviendo económico”. Nosotros diríamos que no se trata sólo de interpenetración, sino de una verdadera reducción de todas las expresiones culturales a la lógica del mercado, es decir, del valor de cambio. O, en términos de John B. Thompson (1998, 229‑230), la “valoración simbólica” de la cultura queda totalmente subordinada a su “valoración económica”, que es “el proceso mediante el cual se asigna a las formas simbólicas cierto ‘valor económico’ […] por el cual podrían ser intercambiadas en un mercado. […] Por PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1097 medio del proceso de valoración económica, las formas simbólicas se constituyen como mercancías, con un precio dado”. La tensión entre patrimonio (un concepto cultural) y turismo (un concepto predominantemente mercantil) en el caso aquí considerado, así como su prolongación institucional bajo la forma de conflictividad latente entre el INAH – encargada de la gestión cultural del patrimonio – y la SECTUR – encargada de la promoción del turismo ‑, debe considerarse bajo esta perspectiva más global. Así se explica el conflicto aparentemente inevitable entre razón patrimonial y razón turística, así como “el mutuo desconocimiento y recelo entre el sector turístico y el sector patrimonial” a los que alude Prats (2003:131) en un artículo provocador. Y el problema que se plantea es cómo lograr un relativo equilibrio entre valor simbólico y valor económico en la gestión de los bienes patrimoniales, de modo que el patrimonio no sea visto como “como un valor añadido y ‘profanado’ con frecuencia en lo que tiene de simbólico‑identitario para la población” (Prats, 2003: 132), sino por el contrario, se tome en cuenta siempre “su dimensión lúdica” y se trabaje activamente “para conjugarla imaginativamente con su dignidad” (Prats, 2003: 135). Después de este breve paréntesis teórico, volvamos a retomar nuestro caso en México, comenzando por la formación de la noción de patrimonio en este país. 3. Formación del concepto de patrimonio en México y el Proyecto la Bocana del Río Copalita A partir de los años 1960 se produce un desplazamiento en el plano mundial de la noción de monu‑mento a la noción de patrimonio, es decir, se pasa de una noción histórica – los lugares de memoria – a una noción eco‑socio‑cultural (que abarca también el patrimonio natural). En México se transita de la Ley de Monumentos Arqueológicos de 1897 a las declaratorias de Patrimonio Natural y Cultural conforme a la Convención del Patrimonio Mundial aprobada por la UNESCO en 1972, incluyendo al mismo tiempo el entorno natural. Este cambio coincide con la democratización del turismo y la llegada del turismo de masas. No se puede demostrar una relación de causalidad directa entre ambos fenómenos, sin embargo es innegable la vinculación entre el turismo y la riqueza patrimonial de un país como México, ya que los países con mayor afluencia turística son también los que cuentan con mayor número de sitios patrimoniales1. Esto permite plantear la hipótesis de cierta vinculación entre patrimonio y turismo, ya que así se explicaría el hecho de que la Secretaría de Turismo (SECTUR) esté invadiendo las áreas de competencia del INAH, tal como lo ejemplificaremos más adelante en este trabajo con el caso de La Bocana del Río Copalita, Huatulco (Oaxaca). Sin embargo, hay que reconocer al mismo tiempo que el turismo hizo posible la obtención de recursos para explorar y escarbar ese sitio arqueológico, cuyos monumentos seguirían siendo invisibles bajo los fundamentos de la vivienda de don Félix Ríos, construida sobre los montículos del sitio que en realidad eran pirámides recubiertas de vegetación.2 En el Proyecto de La Bocana del Río Copalita, el Fondo Nacional para el Turismo (FONATUR) decidió colaborar con el INAH, cumulando sus recursos para sacar provecho de un bien común ecológico (la magnífica vista sobre el océano Pacífico) y cultural (un sitio prehispánico), con el propósito evidente de captar el interés de los turistas y así alargar su estadía en Bahías de Huatulco. Pero existe una discrepancia de fondo entre ambas instituciones: el concepto de cultura y la idea de salvaguardia del entorno humano actual. Por su antigüedad, el sitio de La Bocana es muy valioso para los arqueólogos, pero poco monumental para el turista de sol y playa, que es el cliente privilegiado a cuyos gustos y demandas trata de ajustarse FONATUR. Se trata de un lugar de memoria significativo del México muy anterior al periodo más conocido por los turistas (el azteca), pero no coincide con la idea de cultura compartida por éstos, que se reduce, en la mayoría de los casos, a representaciones festivas y espectáculos folklórico‑musicales de sabor local, cuyo disfrute es inmediato y no requiere el esfuerzo que sí se requiere para reconstruir mentalmente lo que fue un sitio ceremonial, como el mencionado. En efecto, el turista común y corriente, llamado de sol y playa, llega en busca de una cultura‑espectáculo o, al menos, de vistas panorámicas espectaculares, sin mayor interés por la historia e identidad de un lugar arqueológico como La Bocana, cuyos orígenes se remontan a unos 2000 años atrás. Éste turista vive en el momento, en el goce inmediato y en la plenitud corporal sin necesidad de ejercitar su mente adormecida por el sol y el calor. Precisamente viene a descansar y a olvidarse del mundo. Busca masajes, no clases de historia. Por eso, uno de los problemas que los arqueólogos del lugar tienen que afrontar radica en la necesidad de encontrar una pedagogía adecuada para suscitar el interés de los turistas por PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1098 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… un sitio que carece de la monumentalidad de otros, ya que necesitan de la frecuentación turística para obtener mayores apoyos económicos para realizar su trabajo. Es decir, necesitan generar un discurso ameno y comprensible, pero a la vez históricamente fundado sobre el sitio de referencia y sus recorridos; además necesitan controlar ese discurso para evitar las charlatanerías caricaturescas que enfatizan los sacrificios humanos, tema predilecto del imaginario social sobre México. Foto 1. Desembocadura del río Copalita al Pacífico en el sitio La Bocana. Fuente: Foto de la autora En resumen, el sitio arqueológico de la Bocana, en Huatulco, es demasiado pequeño para estimular la venida de turistas exprofeso, pero suficiente por su gran interés arqueológico para justificar un día más de estadía hotelera: es así como en este caso la arqueología entra al rescate del turismo hotelero. Pero no sólo FONATUR, sino también el propio Estado mexicano ha promovido una concepción mercantilista del patrimonio cultural, homóloga a la sustentada por la industria turística. Como lo menciona Cristina Oehmichen (1999), a partir de la Reforma del Estado en la década de 1990, el Estado mexicano ha venido cambiando su papel de vector ideológico al servicio de la identidad nacional, para producir en forma preponderante un discurso tendiente a favorecer la inversión de capitales y convertir el patrimonio cultural en fuente generadora de divisas. A partir de entonces se generaliza la tendencia a la comercialización de la cultura monumental e inmaterial, desvirtuando su sentido originario en términos mercantilistas: espectáculos de luz y sonido, danzas, músicas y gastronomía. La inserción de la cultura en un contexto turístico donde se le pone precio y se la ofrece como mercancía, ha alterado su concepto y vocación originaria. Ya no se puede hablar entonces de ritos o fiestas rituales, sino de estampas folklóricas. (Recurro al término estampas para subrayar el uso comercial de fragmentos culturales, por contraposición al término ritos, que nos remite a un mundo integrado y genuinamente sagrado). Pero PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1099 hay más, las propias poblaciones, sumidas en la pobreza, parecen contribuir frecuentemente al proceso de mercantilización de su propia cultura. De aquí la incompatibilidad aparentemente infranqueable entre el respeto por el patrimonio cultural y las necesidades económicas de la población que la impulsan a entregarlo masivamente al consumo turístico. Por lo tanto, o se respeta el patrimonio, o se lo explota en términos mercantiles, pero no las dos cosas a la vez. Son como las dos caras de una misma moneda: sol o águila, pero nunca sol y águila. 4. INAH: “2011, Año del Turismo en México”: más sobre la comercialización de la cultura En 2011, el INAH, institución del gobierno federal creada para proteger, conservar y difundir el patrimonio cultural, tuvo por lema: “2011, año del turismo”. De manera simultánea, el organismo oficial de promoción turística, FONATUR, anuncia en su página web una promoción para visitar zonas arqueológicas. A través de un video se explotan las llamadas “profecías mayas del fin del mundo” para atraer a esotéricos, curiosos, turistas en busca de aventuras y gente que simplemente se quiere divertir a expensas de las culturas del pasado, antes veneradas como símbolos de identidad nacional y hoy objeto de consumo. “Mundo Maya 2012: la cuenta que hará historia… Una nueva era comienza”: así reza la promoción del gobierno mexicano para atraer a los turistas internacionales. El año anterior, en su página web, la Secretaria de Turismo (SECTUR, 2011) difundía un video en el que aparecían tres niños lacandones corriendo por las escaleras de una zona arqueológica. En poco más de tres minutos y medio, se mostraban los “10 iconos arqueológicos” del proyecto Mundo Maya: Toniná y Palenque en Chiapas; Edzná y Calakmul en Campeche; Comalcalco y Pomona en Tabasco; Cobá y Tulúm en Quintana Roo; Chichén Itzá y Uxmal en Yucatán. En cada imagen, lo arqueológico se amalgamaba con la diversidad cultural de cada una de las imágenes: niños, personas mayores, mujeres, todos ataviados con sus atuendos tradicionales. Se sugería que dichas personas representaban una continuidad con el pasado, pero encarnando a la vez la promesa del devenir de una nueva era.3 La elección de esta divisa como dedicatoria o consagración del turismo cultural a nivel federal por parte del organismo público encargado de estudiar y preservar nuestro patrimonio, revela un giro de 180 grados en relación con la construcción del concepto de cultura de principios del siglo XX, cuando se vinculaban sus elementos inmateriales y materiales con la espiritualidad humana, en contraposición con la economía (Garcia Canclini, 1988). El lema mencionado del INAH revela una profunda colusión e interpenetración entre cultura y economía, de modo que la cultura se presenta como mercancía y, por lo tanto, tiene que ser rentable. De este modo, como observan John y Jean Commaroff (2011), la diversidad cultural se convierte en un significante que otorga sustento material a las marcas de renombre, esto es, el patrimonio cultural se convierte en una marca, lo que equivale a decir que los aspectos más visibles de la cultura objetivada de los grupos étnicos son puestos al servicio de la industria del espectáculo y del turismo. En muchos casos, los bienes arqueológicos son disputados por las comunidades étnicas que viven de los recursos del turismo, y es así como, a causa de su pobreza, participan en la enajenación de sus prácticas tradicionales que de este modo contribuyen a su sobrevivencia. Por ello, “la supervivencia cultural ha cedido su lugar a la supervivencia por medio de la cultura” (Comaroff y Comaroff, 2011:38). En otras latitudes, otros performances exhibirán como espectáculos ofrecidos al turismo la danza del venado de Sonora, la de los viejitos de Michoacán o el vuelo de los voladores de Papantla de Veracruz, que incluso podrán ser mostrados a través de las pantallas de televisión. La apropiación de ciertos elementos de las culturas populares por parte de la cultura elitista ya había sido analizada por el pensamiento gramsciano bajo el concepto de circulación cultural. Pero ahora cabe preguntarnos: ¿cómo repercute la “turistificación” de su patrimonio material e inmaterial sobre las comunidades indígenas y campesinas del país? La respuesta no es sencilla. Junto a los cambios producidos por la privatización de las tierras ejidales y comunales, antes destinadas a la producción agrícola, habría que interrogarse también sobre los aspectos simbólicos de las transformaciones que acarrea el turismo, y una de ellas es precisamente la reapropiación y resignificación en términos mercantiles de las expresiones y prácticas culturales de los pueblos por parte del capitalismo neoliberal.Sin embargo, la folklorización (cosificación) de las culturas étnicas del país no es suficiente para competir con otros países cuyas culturas vivas también poseen atractivos desde el punto de vista turístico. Se requiere de lo único e irrepetible que otorgue a la actividad turística un mayor nivel de competencia internacional. Es aquí donde el INAH llega al rescate de la Secretaría de Turismo ofreciendo un plus a los destinos turísticos mexicanos que no deben ser únicamente de sol y playa. El patrimonio arqueológico como objeto de consumo turístico proporciona PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1100 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… un barniz cultural que enaltece, entretiene y diversifica la estancia en México. Los escenarios culturales (particularmente arqueológicos y coloniales) sirven para enmarcar eventos musicales totalmente ajenos a los propósitos iniciales de estos monumentos siguiendo una lógica estética que preconiza un collage entre lo antiguo y lo moderno, bajo el signo del exotismo y de una mezcolanza hecha para sorprender. Hay que ser diferente, hay que ser original, hay que ser posmodernos, hay que disfrutar y gozar sin preocuparse por respetar la sacralidad originaria de los espacios. Los investigadores del INAH encargados de cuidar el patrimonio nacional considerado como una valiosa herencia y que preconizan el respecto no sólo por los antepasados, sino también por los vivos, lamentan y critican esta visión economicista y utilitaria del patrimonio. Pero esto no significa que quieran congelar la cultura en un pasado idealizado o respetar las tradiciones sin enjuiciarlas; ellos sólo plantean una cultura al alcance de todos, es decir, gratuita, no vendible; quieren que los ciudadanos mexicanos no queden excluidos de sus raíces y puedan gozar de su patrimonio compartiéndolo con los turistas. Sus metas son pedagógicas y solicitan controlar no sólo el uso de los monumentos, sino también la cientificidad de los discursos sobre el patrimonio y las culturas. Se abocan a la creación de museos comunitarios para preservar en el sitio mismo y al cuidado de los pobladores locales los resultados tangibles e intangibles (historia oral, mitos, ritos y leyendas) de sus excavaciones, fomentando la participación de los escolares como promotores y encargados de las visitas guiadas. Luchan por evitar la creación de un apartheid cultural como el propiciado por la Secretaría de Turismo, que tiende a privatizar el territorio nacional, tal como ocurre con el escandaloso ejemplo de X‑Caret en Quintana Roo, o bien, de Chichén Itza, declarado como una de las “Siete maravillas del mundo”, y en cuyo recinto se dan cita empresarios y políticos de alto nivel (la nueva clase ociosa de seis estrellas…) para disfrutar de la música de artistas de reconocido prestigio internacional como Elton John o Pavarotti. Las pirámides se convierten entonces en escenarios novedosos donde la patrimonialización de los bienes va unida al desarrollo del turismo globalizado. Surge un nuevo discurso social común que otorga a las pirámides oscuros poderes telúricos capaces de generar la renovación de energías y de hacer posible la comunicación con el universo, con el más allá universal. Sin embargo, como preconiza Llorenc Prats (2003: 135): El turismo puede representar para el patrimonio ingresos, vitalidad y relevancia política, pero no a costa de un mercantilismo abusivo y mal entendido que, en lugar o además de centrarse en el merchandising, que es su ubicación natural, produzca una trivialización (a veces esperpéntica) de los discursos, contraproducente a largo plazo incluso para el propio interés turístico. El patrimonio puede ocupar lugares muy diversos (desde motivo de compra principal hasta mero escenario, pasando por todo tipo de valores añadidos, tangibles o intangibles), puede servir para enriquecer la oferta, crear imagen, reorientar el posicionamiento, desestacionalizar si interesa, pero para ello debe entender y aceptar su dimensión lúdica y trabajar activamente para conjugarla imaginativamente con su dignidad. A pesar de todo, la razón patrimonial y la razón turística, por decirlo así, en ocasiones entraran en conflicto, es inevitable, y en este caso, como en todos los conflictos (aquí no hay recetas especiales) lo más sensato es sentarse a negociar. 5. Pirámides y turismo. Grecia, Egipto, Italia o Perú atraen el turismo con su rico acervo arqueológico. Incluso se puede decir que el turismo internacional se inició con el grand tour4 que los ingleses adinerados y cultos realizaban por Italia para admirar y disfrutar las ruinas romanas. Porfirio Díaz inauguró en México los recorridos turísticos como tales, al propiciar las visitas a la gran pirámide del Sol en Teotihuacán, después de que el Estado mexicano sufragara los gastos de las investigaciones arqueológicas en terrenos expropiados en 1907, que sólo abarcaban a los monumentos de mayor tamaño5. Muchos viajeros ya habían visitado, admirado y mencionado las ruinas prehispánicas, pero no dejaban de ser viajes organizados por única ocasión e individualmente, sin ninguna estructura organizativa atrás. La apertura al público de las zonas arqueológicas de Cholula, Teotihuacán y Xochicalco significó un incentivo para el incipiente turismo nacional e internacional, antes de que las playas mexicanas se volviesen un atractivo mundial y que los flujos turísticos se desplazaran del Altiplano y Yucatán hacia las costas del Pacífico y el Caribe. Actualmente, la mayor parte del turismo nacional e internacional se dirige hacia los destinos de sol y playa. En resumen, turismo y pirámides se acompañaron. Frecuentemente los fondos federales para la investigación arqueológica fueron orientados por la problemática de la identidad nacional y del latente atractivo turístico. Siempre se han privilegiado las zonas con pirámides todavía en pie, e incluso se ha forjado el concepto de Mesoamérica a partir de vestigios arqueológicos de sociedades sedentarias que PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1101 fundaron estados que evidenciaban su poder. El término Mesoamérica delimita un territorio que corresponde grosso modo al concepto de patria del siglo XIX y tiende a dejar fuera de ésta los territorios del septentrión mexicano poblados por indios nómadas y rebeldes. Al privilegiar los sitios arqueológicos edificados en torno a las pirámides, se favoreció la simbolización de una identidad nacional vinculada a los indios pacíficos del Altiplano versus los indios rebeldes del norte.6 El patrimonio ‑ y la elección de lo que es o no es patrimonio, es decir, la memoria que debemos rescatar ‑ sirvió tradicionalmente para reforzar la identidad nacional, pero en tiempos recientes ha sido reclamado por los originarios del lugar o sobrevivientes, para restablecer los vínculos entre su presente y su pasado, como es el caso de Toniná, Chiapas, reclamado por los indígenas. En el caso de Huatulco estamos frente al “descubrimiento” de un patrimonio sin descendientes o habitantes originarios (que no sean migrantes recientes), lo que permite reinventar un pasado local para satisfacer la búsqueda de exotismo del turismo global. Es un sitio complejo que da lugar a diferentes lecturas7 según las diversas épocas de su ocupación que nos revelan cómo el pasado se inscribió en el espacio. En nuestros días, el arqueólogo Raúl Matadamas, encargado del sitio arqueológico La Bocana por parte del INAH, va aún más allá: no se limita a describir un lugar de memoria (un archivo de culturas pasadas), sino que se preocupa por insertar las historias de vida de los últimos ocupantes del lugar (antes de la expropiación de 1984 por FONATUR) en el pasado del sitio para vincular este lugar, herencia del pasado, con el presente. En efecto, como dice Lazzarotti (2011: 276), “el patrimonio inscribe el pasado en el presente, ‑ Geográficamente se presenta como una memoria fincada en el suelo”. En México, el turismo que se inició con excursiones a las pirámides, se transformó en la segunda mitad del siglo XX en un turismo de playa, particularmente con el auge de Acapulco. Las llegadas masivas a las playas han dejado muy atrás al turismo cultural. Sin embargo, ante el deseo de los hoteleros de retener a sus clientes por algunos días más, ha surgido la necesidad de diversificar las ofertas de entretenimiento, entre ellas las excursiones a las pirámides. En la península de Yucatán todas las estancias turísticas en Cancún ofrecen la posibilidad de visitar varios sitios arqueológicos, particularmente Tulum y Chichen para los más cultos, o bien el Corredor Maya reinventado con sus pueblos y cenotes para los amantes de una especie de disneylandia quintanaroense y, para los paladares cosmopolitas, un festival gastronómico llamado Wine and Food Festival en Riviera Maya que “busca posicionar al corredor turístico como un destino gastronómico de talla internacional creando eventos que atraigan a otros segmentos, en este caso a los amantes de la alta cocina y del buen vino”.8 Por lo tanto, si bien históricamente el patrimonio fue el origen del turismo, actualmente el turismo intenta apoyarse en el patrimonio para desarrollarse. La cultura, la arqueología, la gastronomía y los deportes extremos tienen que venir al rescate de un turismo masivo cuyas metas y objetivos se oponen dramáticamente a cualquier política de memoria e identidad, y a cualquier proyecto de conservación o preservación ecológica y patrimonial. En 2010, después de la drástica caída del turismo provocada por la crisis de la influenza AH1N1 en 2009, México apuesta por sus vestigios para recuperar a una gran cantidad de turistas. Este hecho viene a mostrar la gran vulnerabilidad de una región o un país, cuando su economía se vuelve dependiente de unas cuantas actividades económicas, en este caso, del turismo. Bastan un huracán, una epidemia gripal o un poco de propaganda adversa para que la gente no visite un sitio, lo que tendrá serias repercusiones sobre el ingreso y el PIB, ya que en México el turismo ocupa el tercer renglón en cuanto a ingreso de divisas después del petróleo y las remesas de los migrantes. En octubre 2014 se anuncia que el turismo en Acapulco bajó 50% debido a la inseguridad y violencia promovidas por los narco‑gobiernos municipales del Estado de Guerrero (desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa); lo mismo ocurrió el año anterior en el Estado de Michoacán. La relación turismo/ narcotráfico es compleja y faltaría explicitar el papel del lavado de dinero en el auge hotelero que ha derivado en una gran tolerancia o ceguera gubernamental, sin pensar en la cara violenta del narco; pero no es el tema aquí. “El turismo es para México una de las principales fuentes de divisas” ‑, advierte la revista CNNExpansión, y luego anuncia: “México tiene planeado habilitar una zona arqueológica en Huatulco para atraer el turismo mundial”. 6. ¿Qué significa “habilitar” una zona arqueológica en México? ¿Y bajo qué condiciones se puede aceptar las exhibiciones folklóricas en su ámbito? En México, habilitar una zona arqueológica probablemente significa organizar espectáculos. Está todavía candente el recuerdo de los conciertos Por la tierra de Maná en Huatulco, organizados por el promotor de eventos culturales en esa localidad, Sr. Agustín Pumajero de la Serna, quien recibía apoyos PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1102 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… millonarios de los diferentes niveles de gobierno, desde lo local hasta lo federal, y quien, finalmente, organizó el despojo de los comuneros de San Miguel del Puerto para crear un nuevo destino de playa, El secreto, al lado de Huatulco (como probable prestanombre de Ulises Ruiz O., ‑ ex gobernador de Oaxaca ‑ ya que la maquinaria para desmontar pertenecía al gobierno estatal). Pumajero intentó también construir cabañas ecológicas dentro del Parque Nacional, bajo el cobijo del ecoturismo. Afortunadamente la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) canceló este proyecto. FONATUR apuesta ahora en Huatulco a la eco‑arqueología para conferir una identidad propia a ese destino turístico mediante el aprovechamiento del parque eco‑arqueológico de La Bocana (87 hectáreas). FONATUR cobra la entrada, pero el INAH paga la investigación… Ya en 2001, Antonio Machuca (2004:139) advertía del maridaje entre el INAH y el sector turístico: La realización de proyectos, como es una cartografía de recursos culturales del país preparada por CO-NACULTA, la cual incluye un inventario para contabilizar el patrimonio tangible e intangible de México, podría ser parte de una forma de “habilitación” patrimonial. Constituye una presentación diversificada de los recursos culturales de las regiones, como factor de atracción turística y comercial. De manera que, al preparar el inventario y catálogo que daría cuenta de las existencias en materia cultural, se facilitará el diseño de “rutas” turísticas de interés empresarial, respondiendo con ello, al mismo tiempo a una demanda de la UNESCO de inventariar el patrimonio cultural “inmaterial” con el fin de lograr su salvaguarda. De esta forma, el interés cultural y el aprovechamiento turístico aparecen como algo compatible. Sin duda, ambas instituciones deben trabajar juntas y se deben encontrar plataformas de entendimiento para promocionar nuestra cultura entre los turistas y que los turistas disfruten de las zonas arqueológicas. En mi opinión el problema radica, en parte, en considerar a la cultura como una mercancía, pero sobre todo como una mercancía al gusto prefabricado del turista; es decir, se distorsiona la cultura y sus significados para ofrecer espectáculos estandarizados según las expectativas de la cultura televisiva, sin relación alguna con las culturas originarias. Sostenemos que el turista debe aprender a apreciar la cultura local en sus propios términos, pero ésta no debe depreciarse al gusto del turista. Las zonas arqueológicas no son meros pretextos para vender shows ajenos a la cultura local. Los lugares históricos no deben estar peleados con los espectáculos folklóricos y pueden fungir como espacios de divulgación y de educación, además de ayudar económicamente a los pobladores que participan en ellos. Se trata de controlar el uso no cultural de la cultura (mercantilización a ultranza). En efecto, como dejamos dicho más arriba, la cultura tiene doble valencia: por una parte posee un valor simbólico intrínseco (como referente de identidad y lugar de memoria) y, por otro lado, tiene un valor de cambio indirecto (turismo). El problema radica en cómo lograr un equilibrio razonable entre ambos aspectos (o valencias), de la cultura sin que uno de ellos se valorice en forma excluyente en detrimento del otro. Hay muchos ejemplos de reconstituciones históricas, realizadas por la gente del lugar, que respetan la verdad histórica y cumplen con un papel educativo. Me limitaré aquí a citar el ejemplar trabajo de Graciela Henríquez y Elisa Lipkau (2004), que debieron enfrentarse a muchos prejuicios cuando montaron la obra Presagios en los espacios del Templo Mayor. Se trataba de una producción de espectáculos interdisciplinarios de divulgación histórica para “difundir un conocimiento más profundo del pasado cultural y un uso social más responsable y adecuado del patrimonio cultural” (Henriquez, Lipkau, 2004:44‑48), más precisamente, se trataba de: Un espectáculo multimedia en torno a los presagios de Moctezuma y la conquista de México que conjuntaba danza, teatro, proyecciones de video y transparencias, para narrar en forma dinámica y contemporánea la conflictiva entre el mundo indígena y la civilización occidental, desde la conquista hasta nuestros días. La idea era representar, por medio de la danza y el teatro algunas escenas del proceso dramático de Moctezuma Xocoyotzin, desde la aparición de los supuestos presagios de su derrota, hasta la llegada de los españoles a Tenochtitlan. Al mismo tiempo, como en una especie de espejo temporal, se proyectaba por medio del video una serie de imágenes sobre la problemática actual de los pueblos indígenas en su relación con el “desarrollo” y la “modernidad nacional” [...] Entonces, viendo a las personas más dispares (viejitos, niños, mujeres, jóvenes), todos asombrados y como transportados en el tiempo mientras observaban la danza mexica del grupo Nok Niuk, con sus impresionantes penachos naturales y la música hipnótica del huehuetl y el teponaztli; pensamos que era necesario promover la realización y difusión de este tipo de eventos que conjuntaban a la gente con su pasado, con sus orígenes. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1103 Un día, hablando con estudiantes de la Universidad del Mar en Huatulco, éstos me indicaron que podían costear sus estudios gracias a su participación en un grupo folklórico que actuaba en los hoteles. Ese día comprendí que la cultura podía tener también, además de su valor simbólico inherente, una valencia mercantil, pero no sólo al servicio del turista, sino también al servicio de la población local. Esta experiencia me ayudó a repensar mis ideas puristas acerca del papel del folklore. Si éste atrae turistas a las pirámides, permite subsistir a los estudiantes y vincula a la población local con su pasado, entonces bienvenido sea, pero bajo el control de los que se dedican a su estudio. Por renegar de su “comercialización” lo hemos abandonado en manos de comerciantes adictos a Disney o Hollywood9. Es tiempo de recuperar el terreno perdido. En palabras de Elisa Lipkau (2004:48): “Considero muy necesario que el INAH apoye el desarrollo de espectáculos serios y documentados de divulgación histórica en las zonas arqueológicas bajo su custodia.” 7. Un estudio de caso: el parque eco‑arqueológico de Copalita, Huatulco En 1984, cuando el gobierno mexicano expropia el litoral del municipio de Santa María Huatulco para crear de la nada un destino turístico (Bahías de Huatulco), existen núcleos de pescadores y rancheros a lo largo de la costa. Los asentamientos principales son: Coyula, El Arenal y Santa Cruz, pero tanto en Tangolunda como en Bocana del río Copalita, vivían dos o tres familias de rancheros. Don Emilio, uno de los rancheros, vivía solo en su rancho de Tangolunda, y don Félix Ríos ocupaba los acantilados que dominan la desembocadura del río Copalita, en una casa construida en el bosque en lo alto de un montículo, que, de hecho, era el templo mayor prehispánico recubierto por la vegetación. Foto 2. El mástil de los voladores de Papantla en la Plaza del pueblo de La Bocana Fuente: Foto de la autora Desde los inicios FONATUR excluyó a los pobladores originarios y ahora quiere turismo eco‑cultural a su manera, es decir, espectáculo: pirámides y folklore, pero reniega de la cultura de hueso y carne de los originarios. Esto es lo que ocurre precisamente en La Bocana, población originaria que ocupaba la zona arqueológica. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1104 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… Aprovechando el desarrollo arqueológico de la zona, un tejano ‑ Mr. Glassman ‑ compró los lotes a FONATUR e instaló un mercado de artesanías en la plaza pública para rentar los puestos. Igualmente plantó un mástil de hierro en la placita para promover el “espectáculo” de los voladores de Papantla (Veracruz) y cercó el espacio para asegurar que sólo se pueda disfrutar del espectáculo después de haber pagado la entrada. La placita cercada con una suerte de entrada estilo colonial se parece más a un circo que a un espacio público y el “palo” (originalmente de madera pero aquí se trata de un mástil sujeto a la oxidación de las sales marinas) plantado en su centro está expuesto a los vientos marinos que pueden hacer peligrar a los hombres‑pájaros que bajan girando en torno al mástil sujetados por cuatro cuerdas que simbolizan los puntos cardinales. Sin duda, el ritual de los voladores de Papantla se extendía hasta Honduras, pero no tenemos vestigios de ello en la zona de Huatulco. El mástil queda entonces como mudo testimonio del imaginario turístico sobre México. Un originario de La Bocana – don Antonino ‑ narra que el norteamericano planea construir una casa al lado de la suya y dice: “ya me advirtieron que no debo hacer humo porque eso molesta a los nuevos vecinos. Entonces mi esposa ya no podrá hacer tortillas y otras cosas como secar sus sardinas en la banqueta para comer”.10 En 1985, los arqueólogos Enrique Fernández y Susana Gómez (Centro INAH Oaxaca) realizaron el salvamento arqueólogico de la zona debido a la eminente construcción del entonces todavía Proyecto turístico Bahías de Huatulco y registraron 47 asentamientos. Según ellos los primeros asentamientos se formaron con migrantes del Istmo de Tehuantepec desde el clásico tardío (650‑900 dC). En nuestros días, el ya citado arqueólogo Raúl Matadamas afirma que existió una primera ocupación desde el Preclásico tardío (400aC‑200dC) a partir de “habitantes de la Sierra Sur originarios de pueblos zapotecos que aún conservan nombres en su lengua, como Yuviaga, Xadani, Loveni, Lachillo, Xanica, Guivini, etc.” Entre 1998‑2000 y 2005 se realizó el Proyecto Bocana del Río Copalita que cubre un área de 35 hectáreas, bajo la dirección del arqueólogo Raúl Matadamas del Centro INAH Oaxaca (2010:33‑35): Como la mayor parte de los pueblos, Copalita experimentó un desarrollo favorable que trajo como consecuencia un cambio gradual en sus estructuras sociales, religiosas y políticas. Por tal motivo, el sitio tuvo un crecimiento cimentado en su caracterización como centro cívico‑ceremonial, que iba a la par de la traza similar de otras ciudades mesoamericanas. Es así que aproximadamente a finales del Clásico temprano (600 dC), el sitio ya contaba con una plaza rodeada de edificios que incluían un Juego de pelota. Aunque es uno de los más discretos no deja de ser destacable, ya que en la costa de Oaxaca, Copalita es el único sitio arqueológico conocido hasta el momento, que cuenta con un Juego de pelota cuya distribución incluye un monolito grabado en su lado norte, utilizado quizá como un marcador asociado a este contexto ceremonial [...] Este momento representa quizá la extensión máxima de este pueblo, al abarcar alrededor de 35 hectáreas que integran un área cívico‑ceremonial por lo menos con 5 edificios y 4 conjuntos habitacionales, cada uno con su basamento‑templo, en una clara referencia al patrón de asentamiento de una ciudad conformada por barrios donde vivió el grueso de la población terraceando las lomas, en las que aún se pueden observar restos arqueológicos dispersos, que se combinan de manera excepcional con el entorno natural con el que han convivido a través de los siglos. Estas investigaciones en ciernes todavía, sólo permiten descubrir un sitio pequeño en comparación con las grandiosas culturas que pregonan las guías turísticas sobre México, como Teotihuacán, Uxmal, Chichen o Monte Albán. Por lo tanto, Huatulco no puede atraer turistas por razones solamente arqueológicas, sin embargo puede ser muy interesante aprovechar la llegada masiva de turistas para acercarlos a las culturas locales y para que aprendan a respetar a sus habitantes, ya que el poder demostrar su antigüedad y alcurnia quizás pueda facilitar un trato un poco más respetuoso hacia los trabajadores del turismo. Pero este planteamiento rebasa, de lejos, las posibilidades de los agentes culturales del sitio ya que la política nacional implementada por SECTUR concibe los destinos turísticos como lugares donde el turista/cliente es dios, o, al menos, rey, y goza de libertad discrecional para actuar sin ningún respeto hacia los prestadores de servicio mexicanos cuya dignidad se ve pisoteada a diario. Desde el momento en que se permite a los hoteleros contratar su personal por tiempo limitado (los seis meses de la temporada invernal) con un sueldo mínimo que no alcanza a cubrir las necesidades básicas de las familias, sin otorgarles ningún derecho laboral, ¿qué podemos esperar de los turistas para quienes los agentes de servicio deben ser invisibles o transparentes? Por eso, quizás, un paseo cultural por el parque eco‑arqueológico pudiera concientizar sobre la existencia y el valor de la cultura local con el apoyo de un espectáculo folklórico de calidad, ya que en la medida en que el folklore propicia la divulgación y popularización de la cultura, se vuelve un aliado importante frente a poblaciones de turistas sólo interesadas en el sol y la playa, sin importarles en lo más mínimo una cultura arqueológica difícil de entender y rodeada de mosquitos. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1105 Foto 3. Vestigios de una pirámide en Copalita. Fuente: Foto de la autora El parque está en manos de FONATUR, que cobra las entradas (60 pesos mexicanos en 2013). En 1991 este parque fue concebido como un parque botánico y zoológico; actualmente es un paseo ecológico: por eso se construyeron andadores empedrados. Pero, inesperadamente, los vestigios arqueológicos resultaron más importantes de lo planeado, por lo que el parque ecológico se ha vuelto parque eco‑arqueológico. Hay que reconocer que FONATUR construyó en 2008 un magnífico edificio para el museo, el cual se ha erigido en la entrada del sitio arqueológico en forma de unos cocoteros de monte sosteniendo techos aéreos con troncos de madera tropical. Foto 4. El museo construido por FONATUR a la entrada del sitio arqueológico. Fuente: Foto de la autora El problema radica ahora en la articulación entre los objetivos de FONATUR (entretenimiento de los turistas) y los del INAH (preservación y educación), entre folklore y cultura. Mucha gente vive del turismo (sólo en Crucecita, pueblo creado ex profeso para los trabajadores del turismo de Bahías de PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1106 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… Huatulco, viven 15 000 habitantes migrantes), y no se puede darles la espalda. Hay que procurar también que los turistas aprendan a conocernos. Es decir, hay que lograr una conciliación de intereses ya que, como se mencionó al inicio, el turismo en México representa la tercera fuente de ingresos legales del PIB después de Pemex y las remesas de los migrantes; es la industria de mayor crecimiento. No sólo ingresan más divisas por la industria sin chimeneas que por vía de las industrias de la transformación, sino que este sector económico ofrece numerosos empleos no especializados en el sector servicios. Una política de gestión turística debe atender a la conservación del patrimonio, considerando “…cómo proteger el recurso de los daños causados por su utilización turística, cómo establecer estrategias que permitan la conservación de los elementos materiales que pueden ser dañados y, por último, cómo conservar el carácter cultural y simbólico del espacio que se pretende convertir en producto turístico.” (Velasco González, 2009: 248) Aun cuando el turismo sea relevante y significativo para la economía nacional, puede llegar a afectar negativamente tanto al entorno físico como al cultural. Sin embargo, a pesar de que este peligro latente sea conocido, no se está tomando en serio por parte de las autoridades gubernamentales que permiten que las industrias turísticas minimicen las consecuencias irreversibles de sus excesos. Es así como desaparecen los humedales bajo construcciones de concreto, las zonas ecológicas son invadidas por excursionistas en cuatrimotos y las pirámides se ven reducidas a fungir como escenarios de espectáculos ajenos a las culturas locales. Según la Organización Mundial del Turismo (2004), la gestión sostenible exige “optimizar el uso de los recursos naturales; contribuir al mantenimiento y mejora de los activos culturales singulares de las sociedades receptoras y asegurar que las actividades económicas sean viables a largo plazo y generen beneficios distribuidos, en especial a través del empleo.” (Velasco González, 2009: 250) 8. Breve etno‑arqueología de Huatulco. Antes de volverse recientemente un destino turístico, la costa oaxaqueña del océano Pacífico fue ocupada por oleadas sucesivas de pobladores dedicados a la recolección de mariscos (para alimentos, tinte y cal), a la pesca y a las labores agrícolas. Pertenecían a diversas culturas lingüísticas, a menudo enfrentadas entre sí. La costa de la Sierra Sur, que es el referente de este trabajo, incluye los municipios de Santa María Tonameca, San Pedro Pochutla, Candelaria Loxica, Santa María Huatulco, San Mateo Piñas, San Miguel del Puerto, Santiago Astata y San Pedro Huamelula. Según los vestigios arqueológicos (desde 700 aC), esta región fue controlada sucesivamente por grupos mixe‑zoques, chontales11 (venidos del norte), zapotecos (migrantes de Monte Alban en su paso hacia el istmo), mixtecos (del reino de Tututepec) y, finalmente, por los mexicas que dejaron su huella en muchos topónimos y antecedieron a los españoles (1526) que establecieron en Huatulco (Guatulco) una garita de aduana. A continuación ofrecemos una breve reseña etno‑arqueológica del ya multicitado sitio de La Bocana‑Copalita, situado en el Parque eco‑arqueológico de la zona turística de Bahías de Huatulco, perteneciente a FONATUR. Al llegar al parque Eco‑Arqueológico de La Bocana‑Copalita (87 has., de las cuales 34 has. fueron reservadas como zona arqueológica) sorprende la asociación entre naturaleza, arqueología y modernidad. La desembocadura del río Copalita se ha transformado después del paso del huracán Paulina en 1997, dejando de ser un delta natural con hábitat ecológico tropical, para convertirse en un solo lecho de río caudaloso recorrido por las balsas de rafting. Como ya se mencionó, arriba de los acantilados del río, antes de la conquista, se establecieron varias poblaciones de manera sucesiva que ocuparon y desarrollaron un mismo sitio ceremonial.12 Asombra la belleza y majestuosidad de la pirámide mayor, rodeada de montículos cubiertos “de monte”. Se trata de un espacio entrelazado por múltiples temporalidades, territorialidades, paisajes, ecologías e historias de vida que se unen por unas horas en la imaginación del visitante. No estamos ante un territorio a‑temporal propio de las visiones románticas que interpretan las ruinas como una metáfora de la vida que discurre y se escapa, vinculando pasado, presente y futuro en una misma emoción. Por el contrario, estamos frente a temporalidades marcadas y sufridas por habitantes migrantes de otros tiempos y otras tierras. Las oleadas de migraciones por tierra afianzaron rutas comerciales y vías de comunicación por cabotaje (canoas) a lo largo de la costa: Chiapas, Oaxaca y Guerrero, donde existía una circulación cultural cuyos símbolos principales eran compartidos por la región que luego fue denominada Mesoamérica. En efecto, en toda la costa se reverencia al sol, a la luna, al maíz, a la serpiente y al lagarto (como símbolos del agua, es decir, de la fertilidad y la abundancia), así como también a la madera (la caoba que articula el cielo con la tierra) y a la cruz que evoca los cuatro puntos cardenales, las montañas y las PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1107 grutas, lugares de encantos. Según la interpretación de algunos antropólogos (González, 2002), estos símbolos fueron integrados de manera subrepticia a la religión católica bajo la figura de la Virgen de la Asunción, cuyos pies descansan sobre la serpiente negra y un cuarto de luna al abrigo de una caoba (imagen de las numerosas Santa María de los pueblos epónimos de la región); San Miguel alado lucha con la serpiente; San Pedro es el patrono de los pescadores (también de los arrieros) y dueño de las llaves que atan y desatan en la tierra y en el cielo, y se reencarna cada año en ocasión de su onomástico en un cocodrilo en Huamelula13. Figura 1. Mapa turístico de Huatulco, con el sitio eco‑arqueológico de Copalita en el extremo derecho de la figura. Fuente: Imagen cortesía del Resort Real State Services. Ayer como hoy los pobladores solían cultivar y pescar. Al inicio del siglo XX se vivía de la cosecha del plátano y del café, así como de la preparación de la copra, que salían de la región por cabotaje desde las bahías y puertos naturales. Pero sus modos de vida han cambiado drásticamente con la construcción de la carretera (alrededor de 1970) que permitió transportar para vender fuera de la región algunos cultivos (piñas, ajonjolí y papaya) y productos del mar (tortugas y caracoles). La carretera introdujo la escolarización en castellano pero, sobre todo, los materiales de construcción a base de cemento. La arquitectura doméstica se transformó y perdió su originalidad. 9. Para concluir: la difícil relación entre Cultura y Turismo Los turistas son bienvenidos y bien recibidos por los mexicanos que se sienten orgullosos de enseñar su cultura secular, y los turistas, a su vez, disfrutan compartiendo los espacios públicos con ellos, a condición de que los espacios se mantengan públicos y no se conviertan en privados, como ocurre en ciertos lugares. Sin embargo, el hecho turístico no es un utópico intercambio cultural como se imaginan los europeos en sus análisis sobre el turismo, porque los receptores del turismo saben muy bien que el PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1108 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… turista sólo curiosea, que está de paso y viene en busca de lo exótico. Los turistas mariposean por los campos culturales mexicanos. Se mencionó al inicio de este trabajo el rescate del turismo por la variada y colorida cultura mexi-cana. En efecto, nada obsta para que la cultura se ofrezca también como espectáculo para entretener y divertir, sin detrimento de su valor simbólico sustantivo. Se critica frecuentemente la folklorización y escenificación de las danzas y músicas regionales para dar gusto al turista. Sin embargo, a menudo los ingresos obtenidos a partir de éstas permiten no sólo la supervivencia de estos eventos dancísticos y musicales, sino también la de sus ejecutantes. Gracias a ello numerosos jarochos14 pueden vivir de su música; sin embargo los investigadores los apodan despectivamente marisqueros15. También está el ejemplo de los voladores de Papantla, campesinos sin tierra que mantienen a sus familias transformando un evento sagrado en espectáculo en Teotihuacán o en la explanada del Museo Nacional de Antropología. Todos ellos saben distinguir entre espectáculo y rito festivo, y saben que la lógica del contexto otorga la significación cultural. Estos ejemplos se refieren a viejas tradiciones festivas re‑significadas en un contexto mercantil. Haciendo un poco de memoria histórica, se observa que la desacralización de danzas y músicas se inició con los festivales promovidos como educación cívica por las escuelas públicas, que retomaron el ejemplo del ballet folklórico de Amalia Hernández16. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder convirtió las tradiciones festivas campesinas en referentes de identidades regionales, para lo cual organizó numerosos festivales que terminaron por secularizar, es decir, por quitarle el carácter religioso a los eventos culturales festivos. De este modo se creó una suerte de fiesta laica (festivales versus fiestas patronales) para celebrar la identidad nacional, cuya santa patrona fue la Nación representada en la portada de los libros de texto gratuitos. Es así como se iniciaron los ritos cívicos, retomando el patrimonio inmaterial de las comunidades y copiando sus manifestaciones festivas. El turismo no es el único ni el primer responsable de la folklorización de la cultura mexicana; ésta se inició cuando el Partido Nacional Revolucionario (PNR) del Presidente Lázaro Cárdenas (1934‑1940), antecesor del actual Partido Revolucionario Institucional (PRI), fincó su legitimidad en una revolución campesina que lo llevó a asociar la identidad nacional legítima con el mundo campesino. Estos espectáculos identitarios cívicos y regionales gustaron a los turistas de ocasión y pronto se volvieron un atractivo turístico; así, las fiestas de Nuestra Señora del Carmen en Oaxaca se transformaron en la Guelaguetza o Lunes del Cerro en la ciudad de Oaxaca. La política oficial del Estado mexicano ha terminado por congelar las culturas indígenas a fin de utilizarlas como lindas estampas turísticas. De este modo se asocian identidad‑tradición‑conservación. En tiempos más recientes, la cultura indígena se desliza del ámbito público ‑ INAH y DGCP (Dirección General de Culturas Populares) ‑ hacia el ámbito privado, como lo muestran los spots de Televisa en apoyo a la Secretaría de Turismo, es decir, a los hoteleros mexicanos que suelen asociar folklore y ecoturismo para ofrecer la cultura y la naturaleza como un espectáculo exótico permanente, de gran atractivo para el turista. La propaganda oficial del Estado mexicano y muchas acciones de la Comisión para el Desarrollo Indígena (CDI) apuntan hacia la conservación en formol de las culturas indígenas como si fuesen inmutables, convirtiéndolas en coloridas estampas folklóricas a pesar de los valiosos esfuerzos de la DGCP, al que se otorga escasos recursos. En efecto, la DGCP entiende que la cultura pertenece a las comunidades y evoluciona con ellas. No se trabaja con espectáculos bailables, sino con personas. Un ejemplo de esta lucha en torno a la concepción de la cultura se halla en la disputa entre la CDI, que trata de preservar una cultura momificada en las radios indigenistas (cuya dirección general está en la CDI), y las radios comunitarias emanadas de las bases sociales, que propugnan una concepción de la cultura abierta al cambio. Gracias a sus grandes ventajas, la industria del turismo se ha extendido a todos los países del orbe que disfrutan de sol y playa. En consecuencia, México debe enfrentar una fuerte competencia internacional que le obliga a ofrecer un plus cultural para continuar siendo competitivo a nivel internacional y poder así personalizar las estadías vacacionales en el país. México ofrece sol, playa y exotismo cultural. Así se explica que las autoridades del INAH se hayan puesto recientemente al servicio de la Secretaría de Turismo, y que a la vez se haya vuelto un mal necesario para FONATUR, algo así como una piedrita en su zapato. Este caso ilustra la disputa de poder en torno al control del patrimonio cultural entre los herederos del estado nacionalista (los trabajadores tanto académicos como manuales del INAH) y los administradores de un estado neo‑liberal. Si bien es cierto que la Federación, a través del INAH, sigue siendo la dueña del patrimonio, no es menos cierto que cada día pierde más terreno en lo que respecta al uso de éste. Por ejemplo, el decreto presidencial del 29 de abril de 201417 advierte que una declaración de patrimonio se expide a petición de parte cuando anteriormente cualquier vestigio prehispánico era por ley dominio del INAH. Por lo tanto, de ahora en adelante, si no existe petición de parte se facilita PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1109 la enajenación particular no sólo para zona turística sino para la minería. Así las autoridades se hacen de la vista gorda para otorgar permisos sin ton ni son, incluyendo los humedales costeros. Esperamos haber cumplido en este trabajo con las recomendaciones de Llorenc Prats (2003: 134), según las cuales […] hay mucho que hacer antes de escribir una sola línea, actividad que, al margen de la obtención de datos sobre los recursos patrimoniales y otros de carácter económico, estadístico o geográfico, requiere un trabajo de campo razonablemente intenso, basado en las técnicas de la observación y las entrevistas no directivas o informales, propias de la antropología y en la introspección. Concluimos con las siguientes palabras de María Velasco González (2009:241): Cuando hablamos de gestionar los bienes de patrimonio cultural para que formen parte de la oferta turística de un espacio determinado estamos en realidad poniendo en conexión dos mundos o sectores cuyas culturas, principios, valores y referencias son muy diversos entre sí. Ambos pueden tener interés en complementarse con el otro, pero también reticencias para una posible colaboración. Bibliografia Abrahamson, Mark 2004. Global cities. New York / Oxford, Oxford University Press. Amirou, Rachid 2012. L’imaginaire touristique, Paris :CRNS Editions. Augé, Marc 1997. L’impossible voyage. Le tourisme et ses images, Paris : Payot. Berger, Dina y Andrew Grant Wood 2010. Holiday in Mexico. Critical Reflections on Tourism and Tourist Encounters, North Carolina:Duke University Press. Burns, Peter M. 1999. An Introduction to Tourism and Anthropology, Londres: Routledge. Castellanos Guerrero, Alicia y Antonio Machuca (comps.) 2008. Turismo, Identidades y exclusión, México: UAM/Juan Pablos. Clancy, Michael 2001. “Mexican Tourism: Export Growth and Structural Change since 1970”. Latin American Research Review, 36 (1):45‑115. Comaroff John y Jean Comaroff 2011. Etnicidad, S.A. España: Katz Editores. 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Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 1110 Cuando la arqueología llega al rescate del turismo: el caso de Bocana del Rio Copalita, Huatulco… Gottdiener, Mark 1997. The Theming of America: Dreams, Visions and Commercial Spaces, Colorado: Westwiew Press. Gottdiener, Mark 2001. The Theming of America: American Dreams, Media Fantasies, and Themed Environments, Colorado. Hannigan, John 1998. Fantasy City: Pleasure and Profit in the Postmodern Metropolis, Londres: Routledge. Héau, Catherine y Enrique Rajchenberg 2007. “La frontera en la comunidad imaginada del siglo XIX”. Frontera Norte, 19 (38): 37‑62. Lagunas, David 2007. Antropología y turismo. México: Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo/Plaza y Valdés. Lazzarotti, Olivier 2011. Patrimoine et tourisme. Paris: Belin. Lipkau, Elisa 2004. “En defensa del uso social y artístico de las zonas arqueológicas”. En José Ignacio Sánchez Alaniz y Susana Gurrola Briones (Eds). 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Urry, John 1995. Consuming Places. New York: Routledge. Velasco González, María, 2009, “Gestión turística del patrimonio cultural: enfoques para un desarrollo sostenible del turismo cultural” en Cuadernos de Turismo, n.23, pp.237‑253. Notas 1 Olivier Lazzarotti (2011: 54) demuestra que en 2010, los 10 países más visitados contienen el 35.9 % de la totalidad de los sitios inscritos en el patrimonio mundial de la UNESCO (los 5 primeros contienen el 21.4 %) 2 Félix Ríos fue el último habitante del sitio que trabajaba como un pequeño rancho. Fue expulsado por Fonatur en 1984 y le fueron otorgados dos lotes (170m2) en el nuevo asentamiento de La Bocana urbanizado por Fonatur. Actualmente trabaja como velador del sitio arqueólogico pagado por el INAH. 3 Información proporcionada por la Dra. Cristina Oehmichen. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (5). 2015 ISSN 1695-7121 Catherine Marie Heau Lambert 1111 4 Se trata del viaje formativo, particularmente recorriendo Francia, Italia y Grecia, emprendido por los jóvenes adinerados británicos durante los siglos XVIII y XIX hasta la llegada de los ferrocarriles que facilitaron el nacimiento del turismo moderno. 5 Arqlga Blanca Paredes Gudiño y Lic. Ma.Dolores Sánchez Velázquez, 2004, “Situación jurídica actual y la repercusión para el desarrollo de una normatividad en zonas de monumentos arqueológicos” en El uso social del patrimonio cultural, México: Ediciones Quinto Sol, p.23‑33. 6 Esta hipótesis se expone en el artículo de Catherine Héau y Enrique Rajchenberg, 2007, “La frontera en la comunidad imaginada del siglo XIX” en Revista Frontera Norte, vol.19, n.38. 7 Ver el libro Arqueología e historia de Huatulco, 2010, del arqueólogo Raúl Matadamas y Sandra Liliana Ramirez Barrera, Oaxaca: Colegio Superior para la Educación Integral Intercultural de Oaxaca. 8 Blog Cancún, consultado en internet el 27/09/2012. 9 La “tematización” cultural de ciertos lugares ha sido magistralmente denunciada por M. Gottdiener (1997 y 2001) en The theming of America: American Dreams, Visions and Commercial Spaces. Así como John Hannigan (1998) Fantasy City: Pleasure and Profit in the Postmodern Metropolis. 10 Comunicación verbal del arqlgo Raúl Matadamas, julio 2013. 11 chontal es una palabra nahuatl que significa “extranjero”. La lengua chontal de Oaxaca se vincula con Coahuiltecas y seris. 12 El sitio internet de Fonatur‑Bahía de Huatulco retoma los estudios del arqueólogo Raúl Matadamas, del INAH, y explica: “Hace 1500 años, cuando Monte Albán se estaba consolidando como un centro urbano en los valles centrales oaxaqueños, aquí, en La Bocana del Río Copalita existía un pueblo que poseía un sistema de escritura, un sistema calendárico y una compleja organización política, socioeconómica y religiosa. Este pueblo ocupaba casi 30 hectáreas de extensión y llegó a albergar a más de 2,000 personas. Tuvo relaciones comerciales con pueblos de Veracruz y otras regiones distantes para el intercambio de diversos productos. Es probable que los habitantes de este lugar ahora llamado Copalita, subsistieran de lo que les ofrecía el entorno. La caza, la recolección y la pesca brindaban productos para el consumo e intercambio con otros pueblos. Por lo que la navegación en pequeñas embarcaciones, la manufactura de cestas y redes para la pesca y el transporte de productos debieron ser actividades cotidianas. La agricultura debió destinarse para el consumo familiar y comunitario, ya que la acidez de la tierra limita algunos cultivos como los del frijol, tomate y chile. De igual modo, los trabajos de ingeniería y arquitectura muestran un avanzado conocimiento en sistemas constructivos. Constructores, grabadores y pintores le dieron peculiaridades al sitio, utilizando ingeniosos sistemas constructivos, aprovechando la zona plana y adaptándose al entorno de lomeríos y pantanos. El Templo Mayor debió formar parte de un conjunto, que posiblemente estuvo en uso hace 2200 años y funcionó por 900 años. Se cree que fue el edificio principal o el templo mayor de Copalita, ya que destaca de las otras construcciones por su tamaño. Además, se observan por lo menos dos etapas constructivas. Localizado sobre una loma natural, a la cual se le hicieron modificaciones en la superficie, el edificio fue construido sobreponiendo capas de piedra bola de río, hasta alcanzar su altura máxima de 15 metros. Posteriormente, como acabado de la fachada, debieron cubrir el núcleo con muros exteriores con piedras planas recubiertas por un aplanado. ” (consultado el 16‑01‑2014 en www.golftourismmexico.com/eco_parque_copalita.asp) 13 Entre los chontales la serpiente y el lagarto son figuras míticas relacionadas con la abundancia del agua. En la década de los cincuenta se construyó la primera escuela enfocada a la castellanización de la población y en los años setenta se construyó la carretera que conecta al pueblo chontal con Salina Cruz. Probablemente, este alejamiento del mundo occidental explica la sobrevivencia de costumbres y creencias tradicionales. http://www.cdi.gob.mex 14 Habitantes del puerto de Veracruz, México. 15 Para estar concorde con los platillos servidos en los puestos de mariscos, se toca música del Puerto de Veracruz, de ahí deriva el apodo denigrante. 16 Bailarina y coreógrafa mexicana quien fundó en 1952 el Ballet Folklórico de México. 17 Publicado el 2 de junio 2014 en el Diario Oficial de la Federación. * Esta investigación se realizó en el marco del proyecto PAPIIT, n° IN301513 “Movilidad y globalización: estudios sobre migración y turismo de segundas residencias”, coordinado por la Dra. Cristina Oehmichen. IIA / UNAM. Recibido: 21/03/2015 Reenviado: 08/06/2015 Aceptado: 09/06/2015 Sometido a evaluación por pares anónimos |
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