Vol. 4 Nº 1 págs. 117-122. 2006
www.pasosonline.org
© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Reseñas de publicaciones
Marine Tourism. Development, Impacts and Management.
Orams Mark. Routledge: 1999.
ISBN 0-415-19572-1(hbk) - ISBN 0-415-13938 (pbk)
Raquel de la Cruz Modino
raquel_modino@yahoo.es
Introducción
No es ninguna novedad a comienzos del
siglo XXI, hallar obras y trabajos que cen-tren
su atención en el mar y en los usos de
los océanos. Y que, como tónica general,
comiencen denunciando la situación de
deterioro de aquellos. Es común igualmen-te,
cuando nos referimos a la Naturaleza en
general y a los ecosistemas marinos en par-ticular,
recurrir a la denuncia sobe una
situación de agotamiento y crisis para justi-ficar
cualquier medida susceptible de ser
adoptada sobre el uso de todo tipo de entes
y “bienes” ubicados fuera del medio am-biente
urbano. La protección y conservación
de la naturaleza siempre son armas arroja-dizas
de gran calado sobre cuanto se quiera
argumentar en torno a los usos de los océa-nos.
No obstante, no vamos a discutir sobre
la salud de estos últimos. Nuestra intención
no es poner en duda que los humanos nos
enfrentamos a un importante reto de ges-tión
del planeta y sus recursos.
Siendo un hecho reconocido que los efec-tos
sobre el medio ambiente nos afectan a
todos, y que las posible soluciones a los
problemas surgidos necesitan del trabajo en
común de agentes de diversa índole (pobla-ción
local, investigadores, instituciones,
técnicos, Estado, Organizaciones Interna-cionales…),
queremos llamar la atención
sobre cierto tipo de trabajos que, partiendo
de esa situación de crisis asumida, proce-san
un especial optimismo por las posibles
soluciones que la ciencia, y desde la ciencia,
se pueden aportar. Un inciso: tal vez “cien-cia”
no sea la palabra más adecuada que
podemos emplear, sobre todo porque la
intención de quien escribe es desarrollar
una recensión sobre la obra de Mark
Orams, no intentar abrir un debate de pro-pio
de la Filosofía de la Ciencia. Lo que
vamos a criticar, más bien, es una lógica
determinada desde la que sólo se considera
posible mejorar las estrategias de uso del
medio ambiente desde: a) el aprendizaje de
los usuarios bajo el tutelaje de los “técni-cos”,
y b) el control (y vigilancia) sobre de
mismos individuos por parte de instancias
relacionadas siempre en último término con
algún tipo de institución. Pues bien, esto es
precisamente lo que hace el autor, declara-do
conservacionista y defensor de la teoría
de GAIA, de la obra que aquí se reseña.
Marine Tourism no es únicamente un
trabajo que analice determinados desarro-llos
turísticos. La obra de Mark Orams,
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tampoco constituye en exclusiva un trabajo
sobre la gestión de los recursos marinos.
¿Cuál es la propuesta del autor? Pues apos-tar
por la implicación y formación de los
turistas en el mantenimiento de las áreas
protegidas. Algo que, para Orams, se puede
llevar a cabo bajo la supervisión y planifi-cación
de científicos e instituciones.
A pesar de las objeciones, Marine Tou-rism
representa una importante aportación
a los estudiosos en turismo y en gestión de
recursos, ya que nos invita a repensar los
esquemas tradicionales de gestión de los
recursos turísticos, sean éstos del tipo que
sean, desde una novedosa perspectiva ba-sada
en:
a) Un enfoque holístico, en el que se aúnan
metodologías y presupuestos de diferentes
disciplinas (biología, sociología, psicología,
economía…); ya que la gestión del turismo,
a juicio del autor, requiere un acercamiento
multidisciplinar.
b) El trabajo con y sobre los usuarios como
forma de minimizar los impactos negativos
del turismo. Esto es especialmente impor-tante
teniendo en cuenta que, en líneas
generales, los esquemas de gestión de los
recursos marinos se han diseñado tradicio-nalmente
para manejar los elementos no
humanos del ecosistema, no para gestionar
a la gente ni sus actividades (Pascual Fer-nández,
Frangoudes, Williams, 2005). El
autor de esta obra no ofrece, en cambio,
una amplia variedad de medidas de gestión
de los usos del mar y de las costas basadas
en: I) estrategias físicas de gestión (como
las que implican el cierre de ciertas áreas a
los turistas); II) estrategias que se apoyan
en regulaciones (como la limitación de cier-tos
usos en un área concreta o la limitación
en número de usuarios); y III) estrategias
de gestión basadas en la implementación de
las áreas y en la formación de los usuarios
(como el desarrollo de circuitos guiados,
centros de interpretación de la naturale-za…
etc.) (Orams, 1999: 71-93).
Imágenes e impactos del turismo
Ante una propuesta tan interesante
¿qué es lo que puede echar de menos el
lector de Marine Tourism? El autor de este
trabajo afirma la necesidad de desarrollar
medidas que dirijan el comportamiento de
los turistas hacia actividades e usos más
sostenibles y no lesivos para el medio am-biente
marino. Como algunos autores han
establecido, entre ellos el propio Orams
(1995), existen indicadores externos fácil-mente
detectables en los turistas que pue-den
ser designados para medir la efectivi-dad
de las estrategias de gestión, y que van
desde la satisfacción (divertimento) a la
actitud, pasando por la educación y el
aprendizaje, para culminar con el logro de
un comportamiento determinado o un cam-bio
en el estilo de vida del turista. Esta
argumentación apela, consciente o incons-cientemente,
al sentido común del lector.
Nadie se resistiría a creer, o tener fe al
menos, en una propuesta tan interesante. Y
pocos serán los lectores que se opongan a la
consecución de mantenimiento y viabilidad
de los ecosistemas a largo plazo. Lo que
sucede es que Mark Orams se apoya en lo
deseable para asegurar la viabilidad de su
proyecto. Y basa la defensa del mismo en la
asunción de una serie de características
distintivas que, según él, poseen los turis-tas
marinos, y que les permite trabajar
activamente en el mantenimiento de la
salud de los ecosistemas marinos. Para
afirmar la factibilidad de su propuesta, el
autor se apoya en una imagen del turista
marino como aquel visitante supuesto por
Smith y Eadington, el cual practica el tu-rismo
de una forma alternativa, consecuen-te
con los valores naturales, sociales y co-munitarios,
que permite disfrutar positi-vamente
tanto a anfitriones como a invita-dos,
y hace que merezca la pena compartir
experiencias (1994: 3). El turista que ima-gina
y necesita Mark Orams puede que no
sea más que una interpretación acomodada
al análisis que él propone, o una construc-ción
ideal, como ya han denunciado algunos
autores (Miller, 1993: 184 - 190).
Realidad o fantasía anhelada, lo que pa-rece
claro es que el autor necesita ubicar en
la base de su argumento un elemento que
diferencie a los “turistas marinos” del resto.
Y por ello, de los siete capítulos que compo-nen
el libro, los tres primeros están dedica-dos
al análisis de los primeros, y de otros
usuarios de las costas y del mar. En el fon-do,
el lector lo que halla es una descripción
empeñada en marcar diferencias con el
resto de los turistas y consumidores de re-cursos
marinos.
A juicio del autor de Marine Tourism, el
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turismo marino comparte rasgos, aunque
siempre de diferente forma, con la amplia
industria turística” (1999:8). Definir el tu-rismo
marino, como quiere hacer Mark
Orams, de una manera distintiva y exclu-yente,
es una tarea difícil. Máxime cuando,
como muchos se empeñan en defender, es
concebido como una forma de practicar
turismo basada en el contacto con la natu-raleza.
Existen actividades que se apoyan
claramente en la contemplación de ciertos
elementos naturales, como el buceo o la
observación de cetáceos marinos. Pero exis-ten
otras tantas actividades que realizan y
constituyen el foco de atracción de los “tu-ristas
marinos” como las vinculadas a de-portes
náuticos (vela, surf, kayak…) que se
basan en la realización misma de la activi-dad.
Existen otras tantas como el turismo
de cruceros, donde el mar simplemente es
un condicionante debido al tipo de trans-porte
que necesariamente tienen que em-plear
unos viajeros muy determinados. La
pesca deportiva, la visita a acuarios y a
museos de pesca… existe una amplia va-riedad
de actividades que tienen el mar y
las costas como área de desarrollo, o que
basan su oferta en el disfrute directo o indi-recto
de elementos relacionados con el eco-sistema
marino y que pueden ser realiza-das
en tierra firme… es más, y que pueden
se realizadas en ámbitos urbanos incluso,
ni siquiera en zonas costeras o litorales. El
autor de Marine Tourism nos plantea estas
dudas pero no entra a desentrañarlas, ni
tiene en cuenta la cantidad de tipologías y
categorizaciones desarrolladas en las últi-mas
décadas, articuladas desde el análisis
de la estructura espacial del desarrollo
turístico (Barbaza, 1970; Peck y Lepie,
1977,1992; Pierce, 1986) o centradas en las
relaciones entre los visitantes y las áreas
de destino (Cohen, 1972; Whabab, 1975;
Smith,1977), o desarrolladas a partir de las
motivaciones que inducen al viaje (Cohen,
1979)… por ejemplo. Para Mark Orams, el
turismo marino concentra cuantas activi-dades
incluyan viajar a un lugar distinto de
no residencia teniendo como objetivo el
medio ambiente marino (1999:9). Turismo
marino sería entonces la práctica de un
buen número de actividades, de diversa
índole, relacionadas con el medioambiente
marino, cuando éstas son ejercidas por visi-tantes
no residentes del área donde aque-llas
pueden tener lugar. En el acuario de
una gran ciudad de la que no soy residente,
quien escribe, ¿podría ser considerada un
turista marino? Muy probablemente no
según Mark Orams, quien pone como con-dición
que el elemento de atracción básico,
el objetivo, para este turista sea el medio
ambiente marino. Entonces…? los millones
y millones de turistas que llegan a un país
como España con el para de residir tempo-ralmente
en sus costas, con el objetivo
tumbarse en sus playas (que también for-man
parte ineludible del medioambiente
marino) y bañarse en el mar, deberían ser
considerados “turistas marinos” ya que
cumplen con los presupuestos a partir de
los cuales Orams define el turismo marino.
Lo cierto es que Mark Orams no entra a
argumentar su propia definición y le dedi-ca,
como ya dijimos, un buen número de
páginas a describir la historia y el desarro-llo
del turismo marino (Cap. II, pág. 8), y al
análisis de las motivaciones y los anhelos
de los turistas marinos (Who are marine
tourists?, Cap III, pág.31).
La primera parte de las señaladas se re-fiere
al desarrollo y a la proliferación de
entretenimientos, tales como el buceo, abor-dando
groso modo algunos de los avances
tecnológicos, infraestructurales y sociales,
que han hecho posible esa multiplicación en
la variedad de actividades que pueden ser
llevadas a cabo en contextos costeros y lito-rales.
La segunda parte (Cap. III) pretende
ser un análisis sobre las motivaciones que
impulsan a las personas a desplazarse a las
costas. Según el autor, las motivaciones de
estos turistas, que él pretende definir de
una manera distintiva, son diferentes debi-do
a que se hallan influidos por el medio en
el cual sus actividades ocurren: el mar. De
nuevo, la atracción ejercida por el me-dioambiente
marino es el elemento clave
para explicar el desarrollo de una forma
diferente de practicar turismo. El propio
Orams asume que descubrir las motivacio-nes
que guían el comportamiento de la gen-te
es extremadamente difícil, y que no hay
una teoría o corpus teórico que explique
porqué los humanos hacen lo que hacen. A
pesar de todo le da vueltas una y otra vez a
la asumida capacidad de atracción y al dis-frute
en contextos marinos. Es difícil hacer
generalizaciones sobre las características
de los turistas marinos, ya que en función
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del tipo de actividades, existe un rango de
edades y personas diversas representadas,
pero a los turistas, según Orams, les iguala
una serie de imágenes culturales que invi-tan
a la relajación, al bienestar y a un lar-go
repertorio de sentimientos, fantasías,
sueños, expectativas…. Aprehendidos a lo
largo de los años y constantemente evoca-dos
en la vida cotidiana. Particularmente,
quien escribe estas líneas, comparte algu-nas
de estas afirmaciones y encuentra su-mamente
interesante indagar en los moti-vos
y las expectativas de los turistas (reali-cen
estos las actividades que realicen). Pero
no considera suficientemente justificadas
las diferencias que Mark Orams se empeña
en mantener entre los turistas que él define
como turistas marinos y el resto. Interesan-te,
pero confuso, es la definición de este
capítulo.
¿Por qué le da tantas vueltas a lo mis-mo?
Pues porque, no lo olvidemos, Orams
parte desde la presentación de un esquema
de gestión de ciertas actividades, asumido
de antemano como bueno, deseable y exito-so.
Y defiende la viabilidad del mismo apo-yándose
en que, frente a los esquemas tra-dicionalmente
desarrollados para gestionar
el turismo, éste funcionará gracias a ciertas
características compartidas por sus recep-tores,
que los hacen especialmente suscep-tibles
de corresponder con agrado a cual-quier
tipo de planificación. La estrategia
del autor se complementa con el intento de
convencer al lector de la necesidad de regu-lar
los usos que se hacen de los océanos
(Cap. IV y V). Un inciso, Mark Orams es un
conservacionista declarado (1999: xiii), y
como ideólogo, sus estrategias pasan por
captar adeptos. Marine Tourism es un libro
articulado para convencer al público de
unos presupuestos determinados. Y la es-tructura
del libro, aunque se presente en la
forma de un razonamiento deductivo, es
absolutamente inversa: Orams va escri-biendo
lo que necesita con el fin que sus
conclusiones parezcan a los ojos del lector
una necesidad lógica. Ya dijimos que la
denuncia sobre la vasta variedad de efectos
que el turismo (y cualquier otra forma de
uso) provoca en los ecosistemas marinos
puede resultar recurrente. No obstante, de
ahí no se deriva que los métodos presenta-dos
por este autor sean más válidos que
cualquier otro. Marine Tourism adolece de
una total ausencia de comprensión del sis-tema
turístico (Santana Talavera, 1997) y
de la actividad turística con todos sus ele-mentos.
Orams, como ya se ha indicado,
está empeñado en defender un esquema
concreto de gestión de uso del medioam-biente,
y es a partir de esta intención que
va tomando los aspectos que le interesan
del desarrollo de ciertas actividades en
contextos costeros, para encajarlos como
puede en su discurso. Un ejemplo, como
podrá comprobar el lector, los estudios de
caso recogidos en el libro corresponden a
áreas localizadas dentro de unos circuitos
consolidados de turismo y, generalmente,
próximas o muy vinculadas al menos a paí-ses
emisores de turistas (como Hawai para
los EEUU, o Nueva Zelanda para Austra-lia,….).
Se echa en falta una comparación
entre estudios de caso y, especialmente,
ejemplos de zonas ricas en “recursos natu-rales
marinos” pero alejados de dichos cir-cuitos.
Tendríamos que analizar si para
todos estos casos las previsiones de desarro-llo
de turismo marino y los indicadores de
crecimiento del mismo, defendidos por el
autor, se cumplen, en proporción –además-a
las “bellezas” y a los elementos naturales
existentes… siguiendo la lógica del autor.
Por su puesto, los turistas que se acer-can
a las costas y al mar con el objetivo de
bucear, observar a los cetáceos, o practicar
snorkelling, provocan efectos sociocultura-les,
ambientales y socioeconómicos, como
cualquier otro tipo de turistas. Pero no
existe nada “esencial” en ellos que asegure
el éxito de un esquema de gestión determi-nado.
Los efectos del turismo son diversos y
complejos, y no son fruto, ni mucho menos,
de la mera acción de los visitantes en parti-cular.
La actividad turística, el turismo en
general, se reduce para Mark Orams a lo
que los turistas particulares hacen, al cómo
y al por qué (qué motivos les impulsan a
ello). Y de la misma forma su modelo con-ceptual
para gestionar el turismo se reduce
a establecer medidas en este sentido, cen-tradas
en las actividades de los turistas en
los destinos, obviando la complejidad de la
actividad turística. El autor de Marine
Tourism tiene la idea de que un turista
“educado” es un turista “sostenido”. Y que,
mediante acciones que incidan en la satis-facción
del mismo, se puede lograr que és-tos
respeten y acepten las medidas de ges-
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tión desarrolladas al fin de proteger el me-dioambiente
marino.
El futuro
Mucho podríamos hablar de turismo y
de turistas. Marine Tourism es un libro que
no puede dejar de leerse sin que al lector le
asalten multitud de preguntas acerca de
cómo entendemos estos nuevos “turismos”
(no sólo el marino). Y, sobre todo, cómo
podemos o estamos dispuestos a trabajar
con ellos. Nadie duda que el turismo, desde
hace décadas y hoy más que nunca, es con-siderado
como un bien más de cuantos se
pueden alcanzar. Se ha convertido en un
hecho significativo en la vida de la gente,
sobre todo de quienes viven en las grandes
urbes industriales. Y provoca los mayores
desplazamientos "voluntarios" de personas
de la historia. Los visitantes, a pesar de
pertenecer mayoritariamente a países de
occidente u occidentalizados, representan
una amalgama de valores, creencias y cos-tumbres
en movimiento por todo el mundo
prácticamente; y constituyen un grupo al-tamente
heterogéneo de consumidores de
espacio, de imágenes, de experiencias, de
representaciones culturales, de ocio... de
cuantos objetos y expresiones puedan satis-facer
sus deseos y expectativas. Todos ellos,
sin excepción, provocan efectos sobre las
áreas de destino, a nivel físico, socioeconó-mico
y sociocultural. El interés por el estu-dio
sobre los impactos del turismo ha creci-do
notablemente en las últimas décadas,
centrando la atención de investigadores de
todo tipo de disciplinas científicas (biólogos,
economistas, sociólogos, antropólogos, geó-grafos…).
Dicho interés se ve reflejado en la
profusión de publicaciones y estudios como
éste. La naturaleza de los impactos del
turismo sobre un contexto determinado con
una características físicas, socioculturales y
socioeconómicas dadas es el producto de la
compleja interrelación de factores políticos
y económicos, tanto de la geografía particu-lar,
del tamaño de la misma y las caracte-rísticas
recreacionales que atraen a los
turistas o las posibilidades de empleo que
la hacen foco de emigración o de inversión.
No simplemente de las motivaciones y los
objetivos de los turistas, porque los efectos
del turismo no son resultado exclusivo de
las acciones particulares de los visitantes.
Además, el turismo de una u otra forma
siempre provoca efectos incluso antes de
que los turistas se hallen físicamente en las
áreas de destino, los cuales no tienen por-qué
ser completamente negativos o positi-vos.
A tenor de estos efectos, a lo largo de
las décadas las diferentes visiones y discur-sos
sobre el medioambiente se han ido inte-grando
en el sistema turístico. Una de sus
más claros consecuencias ha sido la elabo-ración,
como lleva a cabo Orams, de toda
una serie de principios y prácticas que, al
menos en teoría, deben guiar la actividad
de los turistas y la de los planificadores del
turismo con el fin de que ésta sea lo más
inocua posible con respecto al ecosistema
en el que se desarrolla. Y desde esta postu-ra,
cada poco tiempo, vamos cómo se pro-mocionan
y defienden nuevos productos
definidos por las actividades específicas
que pueden desarrollar los visitantes de un
área, o por la caracterización espacial de
las aquellas donde se llevan a cabo. Lo que
algunos autores han denominado como
“turismos del futuro” (Poon, 1994), o turis-mos
alternativos o blandos, por oposición a
las formas tradicionales de practicar turis-mo
asociadas al comúnmente denominado
turismo de sol y playa.
Ahora bien, no debemos olvidar que el
turismo representa una respuesta al estrés
y a la uniformidad de la vida cotidiana ur-bana,
y que la actividad turística lleva apa-rejada
un cambio de estilo de vida (aunque
sea temporal). El turista que viaja bajo la
etiqueta de aventurero, marino, elitista…
es básicamente el mismo que va a la playa
y toma el sol, sólo que, acorde con ciertos
estándares de vida y en un contexto donde
todo prácticamente todo puede ser vendido
como producto turístico, demanda y dispone
de nuevas actividades y centros de espar-cimiento
y recreación. Es aquí donde debe-mos
situar el turismo alternativo, con sub-productos
como el turismo marino. Y com-prender
que el turismo, expresión de un
mercado globalizado, es capaz de adaptarse
al paso del tiempo y a las diversas formas
de pensamiento y producción. Es modelable
según las demandas y, a su vez, generador
de esas “necesidades creadas” (Santana
Talavera, 2002).
El desarrollo de esos “turismos”, por otro
lado, ha dotado a políticos, gestores, plani-ficadores
y empresariado, de una serie de
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argumentos socialmente aceptados (y apo-yados
desde diversos referentes internacio-nales)
para justificar la explotación turísti-ca
de áreas y poblaciones que, hasta el
momento, estaban al margen de la activi-dad.
O bien, como hace Mark Orams, para
justificar la intervención de un cierto grupo
de investigadores y planificadores en la
gestión de la experiencia turística y de las
áreas donde éstas se van a desenvolver.
¿Cuál es la propuesta de trabajo de futu-ro
de este autor? Pues la investigación.
Orams considera que en su obra propone
un buen número de estrategias de gestión,
haciendo hincapié en el potencial de aque-llas
basadas en la educación. El problema
es que sigue sin distinguir quién es quién
dentro del sistema turístico, y por ello olvi-da
que en la gestión de los elementos natu-rales
presentes en los destinos deben inter-venir
tanto los turistas, como la empresa
turística, numerosos los agentes locales, las
instituciones promotoras de ciertas activi-dades
en los destinos,… etc. Todos ellos, y
no sólo el comportamiento y número de
visitantes, juegan roles importantes si lo
que se anhela es la conservación. De la
misma manera, no sólo el papel de los in-vestigadores
marinos (que tienen un papel
central y dominante en la gestión de los
ecosistemas para Mark Orams) es crucial
para asumir el reto de gestión al que se
hacía referencia al comienzo.
Antropólogos, economistas, sociólogos y
multitud de investigadores capaces de com-pletar
el complejo rompecabezas del turis-mo,
que no se circunscribe a las áreas de
destino, son esenciales a la hora de articu-lar
políticas de gestión de la actividad tu-rística,
y de los recursos y usos que aquellos
ejercen, desde mucho antes de que se inicie
el viaje (posiblemente cuando se están for-jando
las motivaciones de las que hablaba
Orams), en el destino, y tiempo después, de
regreso a sus áreas de origen.
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Recibido: 21 de noviembre de 2005
Aceptado: 15 de diciembre de 2005