© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Vol. 13 N.o 3. Págs. 551-566. 2015
www .pasosonline.org
* Departamento de Geografía Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Investigador post‑doctoral
en el Grupo de
Investigación TUDISTAR; E‑mail:
josepmaria.prat@uab.cat
** Departamento de Geografía Universidad Autónoma de Barcelona (UAB); Catedrática de Análisis Geográfico Regional
‑
Directora del Grupo de Investigación TUDISTAR; E‑mail:
gemma.canoves@uab.cat
Resumen: En estos últimos años la agricultura social ha sido una actividad económica emergente en
las áreas rurales. Sin embargo, para que su función de integración socio‑laboral
de colectivos con riesgo
de marginación siga siendo sostenible financieramente con la crisis, necesita ingresos adicionales que
complementen su actividad principal. Una línea es el turismo solidario y de proximidad. Por ello, en este
artículo, después de revisar las principales características de la agricultura social y su evolución en Europa
Occidental, se presentan tres casos, en Italia, Francia y España, de agricultura social con una oferta turística
complementaria. Analizando las relaciones generadas en las redes de los actores involucrados con esta
actividad, se ha confirmado que hay una relación directa entre la dinámica relacional creada por ellos y el
grado de desarrollo de la agricultura social y del turismo asociado a esta actividad.
Palabras Clave: Agricultura social, economía social, turismo de solidaridad, redes sociales, Europa.
The social relations like element of support to the development of the tourism in the social farming
Abstract: Last years the social farming has been an economic emergent activity in the rural areas. Never-theless,
in order that his function of social and labour integration of groups at the risk of marginalization
continues being sustainable financially with the crisis, there are necessary some additional incomes that
complement his principal activity. One of them is the tourism of solidarity and proximity. In this work pa-per,
after presenting the principal characteristics of the social farming and his evolution in West Europe,
there are analysed three cases, in Italy, France and Spain, of establishments of social farming with a tourist
complementary offer. Analyzing the social networks between the actors involved with this activity, we can
confirme a direct relationship between this dynamic relational and the degree of development of the social
farming and of the tourism associated with this activity.
Keywords: Social farming, social economy, solidarity tourism, social networks, Europe.
Las relaciones sociales como elemento de apoyo al desarrollo
del turismo en la agricultura social
Jose Maria Prat Forga*
Gemma Cànoves Valiente**
Universidad Autónoma de Barcelona (España)
Jose Maria Prat Forga, Gemma Cànoves Valiente
1. Introducción
En las últimas décadas las áreas rurales españolas han sufrido grandes transformaciones estructurales.
Una de ellas es la desagrarización, ya que desde una economía de subsistencia, vigente hasta los años
sesenta y setenta, se ha pasado a la industrialización agraria y una economía de mercado, provocando
un crecimiento de la producción pero también una reducción de la ocupación en el sector. De este modo se
han diversificado las actividades económicas en estos territorios, pasando la agricultura a ser minoritaria
en muchas áreas, haciéndose independiente de las poblaciones rurales (Camarero y González, 2005).
El territorio rural se ha convertido en un espacio fluido, con relaciones en distintos niveles y
dimensiones no lineales, conformándose una heterogeneidad económica, política, social, demográfica
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552 Las relaciones sociales como elemento de apoyo al desarrollo del turismo en la agricultura social
y de estilos de vida; junto con una gran diversidad de agentes sociales, interaccionados y sometidos a
diferentes escenarios (Camarero y González, 2005).
Entre las nuevas tendencias socio‑demográficas
de la población, hay un creciente interés por la
producción ecológica y de calidad (Vivas, 2010), y una mayor sensibilidad por la sostenibilidad medio-ambiental,
paisajística y patrimonial (Prat y Cànoves, 2012). Por otra parte, las instituciones públicas
han mostrado especial interés en la promoción del turismo como herramienta de desarrollo de las áreas
rurales, revalorizando sus recursos naturales y patrimoniales (Wiskerke y Ploeg, 2004).
En este contexto, crece el interés de la sociedad en ayudar a contrarrestar los déficits e ineficacias
de las políticas públicas dirigidas a los colectivos más vulnerables (Carbone et al., 2007; Guirado et al.,
2013). La agricultura social puede definirse como el conjunto de experiencias de la economía social que,
respetuosas con el medio ambiente y mediante una actividad agraria multifuncional, ecológica, ética y
solidaria, utilizan los recursos de un territorio con el objetivo de promover la salud física y mental de las
personas, su formación y la inserción socio‑laboral
de colectivos en riesgo de marginación (discapacitados
físicos y intelectuales, personas con problemas de adicciones o de reinserción social, parados de larga
duración, jóvenes sin el primer empleo, etc.) (Guirado et al., 2013).
La agricultura social, mediante iniciativas privadas, públicas o mixtas, individuales o colectivas,
puede estar enfocada a diversos fines: buena alimentación (Berget y Braastad, 2008); terapéuticos y
sanitarios (Hassink y Van Dijk, 2006); educativos y pedagógicos (Elings y Hassink, 2006; Haugan et al.,
2006); protección ambiental (Verheij et al., 2008); inserción socio‑laboral
(De Bruin et al., 2009). Además,
ayuda a dar un impulso económico y social a las áreas rurales, fomentando la creación de modelos de
desarrollo alternativos, generando nuevos ingresos y contribuyendo al bienestar y a la cohesión social,
generando ocupación y fijando a la población más vulnerable (Assouline, 2007; Di Iacovo y O’Connor,
2009; Guirado, et al., 2013), vinculado a la incorporación de un nuevo campesinado al mundo rural y
un nuevo paradigma agro‑social
(Monllor, 2011).
Sin embargo, también presenta una importante debilidad: su debilidad económica, ya que, hasta hace
muy poco, el equilibrio de su cuenta de resultados se basaba mayoritariamente en ayudas externas,
principalmente subvenciones y donativos (Di Iacovo y O’Connor, 2009; Gil y Ramos, 2013), de modo
que en muchas explotaciones, los ingresos provenientes directamente de la venta de sus productos no
alcanzan el 25% del presupuesto anual total (Assouline, 2007).
Paralelamente, en estos últimos años se ha producido un cambio significativo en las motivaciones y
expectativas de los turistas, que siendo cada vez más experimentados, sin dejar de buscar una buena
relación precio‑calidad,
demandan una cierta autenticidad y personalización en sus viajes (Prat y
Cànoves, 2012). En este escenario aparece el turismo como una nueva fuente de ingresos en las áreas
rurales, ejerciendo también una función social con la recuperación y valoración de los recursos locales.
Así, algunos establecimientos de agricultura social empiezan a ofrecer, además de sus productos
agroalimentarios habituales, unos productos turísticos que conjugan la naturaleza y el paisaje, los
recursos culturales de un territorio y las actividades deportivas, recreativas y de ocio, con la propia
explotación agrícola, sea mediante el agroturismo (donde los turistas también participan de las actividades
agrarias y ganaderas que allí se realizan) o el turismo rural (cuando los turistas se alojan y disfrutan
de sus instalaciones sin participar en las actividades agrícolas).
Ahora bien, cualquier establecimiento de agricultura social tiene una estructura reticular supra‑local
de relaciones, donde se interconectan los distintos actores que forman parte del sistema (empresarios
individuales o colectivos, cooperativas, asociaciones y federaciones, fundaciones, cámaras de comercio,
organismos públicos, etc.), que actúan como prescriptores y apoyo del desarrollo de esta actividad
agrícola‑social
(Heidsieck y Pelletret, 2012).
En este trabajo, después de la presente introducción, se justifica su pertinencia y se plantean los
objetivos e hipótesis, se explica la metodología utilizada y las principales características de la agricultura
social y su actual situación en Europa Occidental, con especial énfasis en Italia, Francia y España,
países donde se localizan los casos aquí analizados. A continuación, se exponen los resultados del
análisis relacional y las conclusiones derivadas del mismo, y se finaliza con una relación bibliografía
de las referencias citadas en el artículo.
2. Pertinencia del trabajo. Objetivos e hipótesis.
A nivel europeo hay numerosas investigaciones académicas sobre la agricultura social, ya que esta
actividad ofrece un gran abanico de posibilidades a partir de la confluencia de varios ejes, como una buena
alimentación (Berget y Braastad, 2008; Vivas, 2010), el desarrollo local (Wiskerke y Ploeg, 2004; Oltmer y
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Venema, 2008), la formación (Elings y Hassink, 2006; Haugan et al., 2006), la protección medioambiental
(Verheij et al., 2008), la mejora paisajística de las áreas residenciales (Oltmer y Venema, 2008) o el diseño
de actividades que puedan ser realizadas por la gente joven o mayor (De Bruin et al., 2009).
Sin embargo no existen investigaciones sobre la aplicación del turismo de proximidad (agroturismo, turismo
deportivo, cultural, rural, de naturaleza, etc.) a la agricultura social, aunque cada vez con más intensidad se
observa un gran potencial en esta simbiosis, que no solamente ayuda a avanzar en la inserción socio‑laboral
de colectivos con riesgo de marginación y en el desarrollo económico multifuncional de las áreas rurales (con
actividades agrícolas, terapéuticas, socio‑sanitarias,
formativas y pedagógicas, sino también turísticas y de
concienciación social, lo que subraya la oportunidad de este estudio. Por ello, este trabajo tiene la motivación
de crear conocimiento para que se puedan ampliar las actividades de la agricultura social a las turísticas,
teniendo en cuenta la gran variabilidad de experiencias y planteamientos de cada país.
El objetivo es analizar las principales características de las redes sociales formadas alrededor de los
establecimientos de agricultura social que también incorporan una oferta turística entre sus actividades,
y ver si la dinámica relacional creada puede ayudar al desarrollo de este turismo social, solidario y de
proximidad. Para ello, a partir de la génesis y definición de la agricultura social, sus límites y tipologías,
teniendo en cuenta los diversos enfoques posibles, se explica su evolución en Europa Occidental, pre-sentando
tres casos donde esta actividad agraria (producción y venta de productos ecológicos) y social
(colaboración laboral de personas en riesgo de marginación) se complementa con una actividad turística
donde los visitantes pueden conocer los materiales y los procesos de elaboración de estos productos
agroalimentarios (agroturismo y turismo industrial), saborearlos y comprarlos (turismo gastronómico y
enológico), alojarse en este lugar (turismo rural), realizar actividades deportivas y recreativas, saborear
el paisaje y conocer los recursos naturales y culturales del territorio.
La investigación que aquí se presenta parte del reconocimiento de la importancia de las relaciones
entre los agentes relacionados con el desarrollo de la agricultura social como factor clave de lo que se
ha denominado “gestión activa del destino” (Pulido, 2007). Por ello, tener capacidad para analizar las
relaciones entre estos actores y comprender la influencia que las mismas tienen en la configuración de
la actividad allí realizada (productiva, terapéutica y sanitaria, social y laboral, educativa y pedagógica,
turística) se convierte en un reto esencial para el desarrollo de la agricultura social.
En tal contexto, la hipótesis que guía este trabajo es que hay una relación directa entre la dinámica
relacional generada entre los agentes implicados en la agricultura social, la evolución de dicha agricultura
social y el nivel de desarrollo de este turismo como actividad económico‑social
complementaria, de
manera que a mayor intensidad de las relaciones generadas en la red, mayores son el desarrollo de la
agricultura social y de este turismo. La metodología utilizada para contrastar esta hipótesis se basa en
el análisis de redes sociales en tres establecimientos dedicados principalmente a la agricultura social,
situado en tres países diferentes (Italia, Francia y España) y con una oferta turística complementaria.
3. Metodología
El análisis de las redes sociales (ARS) es un conjunto de técnicas para el estudio formal de las
relaciones entre los actores sociales, analizando las estructuras que surgen de la recurrencia de esas
relaciones o de la ocurrencia de determinados eventos entre los miembros de la red (Sanz, 2003). Al
ser las redes sociales un conjunto de vínculos entre actores, las técnicas estadísticas usuales no son
totalmente adecuadas para el análisis reticular, ya que aportan una concepción categórica de las
estructuras, resultando distribuciones de atributos individuales, de manera que cuando se examinan
de manera agregada tampoco se analizan (Molina, 2001).
Para determinar los actores relacionados con cada uno de los establecimientos de agricultura social aquí
seleccionados se ha utilizado la técnica de “la bola de nieve” (Frank y Snidjers, 1994). Se trata de un método
de obtención de una muestra lo más diversa posible y lo más representativa de una población global, con la
ventaja de que permite aproximarse, con unos índices tolerables de error, a una realidad normalmente oculta,
exigiendo una menor ocupación de recursos que la investigación tradicional (Molina, 2001). A partir de los
datos facilitados por los informantes clave (los tres establecimientos seleccionados) se han realizado cuatro
pasadas (en la última se ha producido la saturación, al no aparecer nuevos actores), mediante e‑mail,
en el
primer trimestre de 2014, identificándose 95 actores en el caso catalán, 219 en el italiano y 124 en el francés.
También se han obtenido datos desde otras fuentes primarias (entrevistas con los tres actores clave)
y secundarias (folletos y páginas web). Para Catalunya también se han recogido datos estadísticos del
Registro de Cooperativas del Departament de Treball de la Generalitat y del Registro de Sociedades
Laborales.
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554 Las relaciones sociales como elemento de apoyo al desarrollo del turismo en la agricultura social
Para el cálculo del ARS se ha utilizado el programa Ucinet v.6 (Borgatti, et al., 2002), que permite la
creación de matrices desde Microsoft Excel. Así, una vez obtenidas las listas de actores relacionados con
cada uno de los establecimientos seleccionados, se ha creado una matriz incidente binaria y asimétrica,
transformándola posteriormente para su análisis en una matriz de adyacencia de modo 1 (cuadrada,
binaria y simétrica), siendo ignorada la diagonal principal. Después de crear dicha matriz para cada uno
de los tres casos, se presentaban dos alternativas para el estudio de las relaciones. Una, se basaba en
la búsqueda de la cohesión (presencia de lazos), y la otra en la búsqueda de las posiciones (equivalencia
estructural) mediante el “blockmodelling” (CONCOR), pero como que los resultados alcanzados en ambos
casos son semejantes (Molina, 2001), en este trabajo se ha decidido buscar la cohesión. Para ello, con
Ucinet 6 se han calculado las medidas de densidad, centralidad y cohesión.
Así, para la densidad, siguiendo a Molina (2001), se ha analizado la relación entre el número de
lazos existentes y posibles, su desviación estándar y los nodos presentes en la red. Para las medidas
de centralidad, siguiendo a Molina (2001) y Rodríguez y Mérida (2009), se ha analizado el grado de
intermediación (que indica en que medida un actor está en una posición intermedia en los caminos más
cortos entre el resto); la cercanía (que al ser el inverso de la suma de los caminos más cortos que unen
un nodo con el resto, permite medir la distancia media de cada actor con respecto a los otros actores);
la centralidad de flujo (que indica la posición de intermediación de cada actor); y la distancia geodésica
(que identifica a los actores más centrales en la red). Para medir la cohesión, siguiendo a Rodríguez
y Mérida (2009), se ha analizado la distancia promedio (que indica el esfuerzo necesario para que un
actor alcance a otro) y la compactación.
Para representar gráficamente cada red, con Netdraw se ha generado el correspondiente sociograma.
Sin embargo, debido al elevado número de actores presentes en cada una de las tres redes, su visualización
es muy confusa y no aporta información adicional a los resultados numéricos del ARS, por lo que se ha
desechado su presentación en este trabajo.
También se ha aplicado el Análisis de Contenidos de las Redes Sociales (ACRS), con el objetivo de obtener
información sobre algunas de las características básicas de las relaciones, es decir, si éstas se producen
sobre la consulta o la información, sobre el apoyo en la aportación de recursos, la subcontratación o la
creación de estructuras conjuntas de realización de actuaciones. El ACRS proporciona también información
sobre los aspectos temporales de las relaciones, indicando si éstas son puntuales o bien se extienden en el
tiempo; y sobre su grado de formalización, determinando si se basan en la confianza, normas o un contrato
(Merinero, 2011). Para ello se ha utilizado el mismo cuestionario enviado a los actores para conocer sus
relaciones, incorporándole preguntas sobre el tipo de relaciones que existían entre ellos (asociativas,
corporativas o personales), su grado de temporalidad (puntuales o estables), su tipo de formalización (de
confianza, contractuales o normativas) y su direccionamiento (unilaterales, bilaterales o multilaterales).
4. Principales características de la agricultura social
Desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial se han producido importantes cambios en el
sector agrícola en las regiones europeas más urbanizadas. La mecanización, las nuevas tecnologías, el
uso de productos químicos, la especialización y las nuevas políticas agrarias de la Unión Europea han
provocado un rápido incremento de la productividad (Veldkamp et al., 2008), lo cual ha ido parejo a una
fuerte presión medioambiental, una invasión de los espacios públicos y una reducción de la población
dedicada a estas actividades (Wiskerke y Ploeg, 2004).
Frente a ello, se ha producido una mayor concienciación de la necesidad de disponer de unos sistemas
más sostenibles de producción agrícola, que den respuesta a las nuevas demandas de la sociedad (Veldkamp
et al., 2008). Así, en los países occidentales está emergiendo la denominada “economía social”, que puede
definirse como el conjunto de actividades económicas y empresariales que en el ámbito privado llevan
a cabo aquellas entidades que persiguen el interés colectivo de sus integrantes y/o el interés general
económico o social (Gil y Ramos, 2013).
Se trata de una de las vías más directas para contribuir a la sostenibilidad de los derechos sociales,
ya que representa el beneficio común y la cooperación en la inserción social y laboral de la población
en riesgo de exclusión (Urra, 2010; Ruiz, 2011), dando una alternativa a las necesidades sociales que
no encuentran una solución adecuada por parte de los agentes económicos tradicionales, sean públicos
o privados (Marcuello et al., 2008).
En la segunda mitad del siglo XX, principalmente durante los años 1980s, surgen nuevas formas
organizativas que se inscriben dentro de la economía social. Una de ellas es la “agricultura social”, la cual
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se distingue fundamentalmente porque se realiza en una explotación agraria con la cooperación temporal o
permanente de personas que tienen necesidades específicas, incluyendo el ámbito pedagógico (SoFar, 2007).
En la actualidad, siguiendo a Willems (2012), cabe distinguir cuatro ámbitos principales en la agricultura
social: a) actividades reeducativas y terapéuticas; b) incorporación al mundo laboral e inclusión social de
colectivos con riesgo de marginación; c) actividades pedagógicas; y d) servicios de ayuda a las personas.
Además, hay otros factores que favorecen el desarrollo de la agricultura social. Uno, es el cambio que se
está produciendo en el mundo rural, donde la actividad agraria ya no se considera una actividad económica
residual sino que empieza a aparecer como una oportunidad para construir modelos económicos alternativos
(Monllor, 2011; Guirado et al., 2013). Otro, es la creciente revalorización del pasado tradicional, con sus
imaginarios y sus representaciones sociales (Bell, 2006). Un tercero, un aumento de la voluntad de la
población de llevar una vida más saludable, consumiendo alimentos ecológicos de calidad, con la mínima
carga energética posible y con alto valor añadido (Duch, 2010; Guirado, et al., 2013).
El desarrollo de la agricultura social en los países europeos occidentales presenta una evolución muy
dinámica, con cuatro fases distintas y no consecutivas (Di Iacovo y O’Connor, 2009). La primera es la
fase “pionera”. Se suele partir de una fuerte motivación de actuación de voluntariado, donde granjas
privadas se inician en proyectos de agricultura social a partir de su propio compromiso social con los
colectivos en riesgo de marginación. En esta fase el reconocimiento social de esta actividad es bajo. Otra
fase es la llamada “agricultura multifuncional”, donde aumenta el perfil agrícola de la explotación y el
interés procede principalmente del sector agrícola. El reconocimiento social de esta actividad también
continúa siendo bajo. Una tercera fase es el “reconocimiento socio‑sanitario”,
donde, desde las instituciones
públicas y privadas relacionadas con la salud y la sanidad, aparece un fuerte interés en la agricultura
social. Finalmente, una cuarta fase es el “modelo inclusivo”, donde predominan las iniciativas mixtas,
con similar importancia tanto de los aspectos socio‑sanitarios
como agrícolas.
Puede ser explotaciones gestionadas por empresarios privados, que de esta manera diversifican sus
productos e ingresos, o pueden ser empresas o cooperativas sociales, asociaciones o fundaciones sin
ánimo de lucro (Willems, 2012). Su financiación varía en función de cada país. Así, según Langlois y
Girard (2006), hay proyectos públicos basados en asociaciones de voluntarios (principalmente en Italia
y Francia) o en cooperativas sociales (en Italia); en fondos públicos (especialmente desde los sectores de
la salud, atención a las personas, educación) destinados a las estructuras públicas (en Alemania, Irlanda
y Eslovenia), a las explotaciones agrarias (en los Países Bajos) o a las cooperativas sociales (en Italia);
en políticas de desarrollo rural para la puesta en marcha y desarrollo de explotaciones sociales (en
Italia); en el acceso directo a los mercados para la venta directa de productos éticos (en Francia e Italia).
Las principales razones para iniciar esta actividad, según Baars y Bloksma (2008), pueden ser el
dar respuesta a las necesidades de los colectivos más desfavorecidos, encontrar una alternativa a la
intensificación de la agricultura, asociar la vida granjera a estos grupos en riesgo de marginación social,
buscar la justicia social y la solidaridad como parte de un estilo de vida personal y familiar, dar una
salida profesional a estos colectivos y obtener fuentes adicionales de ingresos.
5. La agricultura social en europa occidental
Las primeras iniciativas individuales de agricultura social se produjeron en la década de 1960,
aunque se tiene constancia de alguna actuación puntual anterior, como en Alemania a finales del siglo
XIX. Sin embargo, el número de establecimientos dedicados a la agricultura social se ha incrementado
rápidamente en las últimas décadas. Así, por ejemplo, en Flandes se ha pasado de 45 en 2003 a 258
en 2007, y en los Países Bajos de 51 en 1998 a 756 en 2007 (Di Iacovo y O’Connor, 2009). Debido a las
diversidad cultural de cada región y a las diferencias en la estructuración de sus servicios sanitarios,
sociales y educativos, hay una gran heterogeneidad entre países, lo que explica la gran dificultad existente
para establecer un criterio común de clasificación (Di Iacovo y O’Connor, 2009; Guirado et al., 2013).
Aún así, siguiendo a Di Iacovo y O’Connor (2009), en Francia, la mayoría de las iniciativas (en la
fase de “modelo inclusivo”, según Di Iacovo, 2008) están impulsadas por el denominado “Tercer Sector”
(grupos religiosos, organizaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro, asociaciones de usuarios) y
por colectivos privados. Están dirigidas fundamentalmente a la inserción laboral y social de colectivos
en riesgo de marginación y a la realización de actividades pedagógicas y terapéuticas. Por el contrario,
en los Países Bajos (también en la fase de “modelo inclusivo”) y en Bélgica (en la fase de modelo de
“agricultura multifuncional”) son mayoritarias las explotaciones privadas familiares multifuncionales
donde predomina la explotación agrícola. En cambio, en Alemania e Irlanda (ambos en la fase de
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“reconocimiento socio‑sanitario”)
el impulso viene principalmente desde las instituciones públicas y del
Tercer Sector. La atención socio‑sanitaria
y los servicios sociales son prioritarios a la producción agrícola,
aunque en Alemania, para evitar abusos empresariales, hay una legislación muy restrictiva sobre los
salarios de los trabajadores, su jornada laboral y la dimensión de los centros de trabajo. Por su parte,
en Italia (en la fase de “modelo inclusivo”) las experiencias, generalmente a través de cooperativas,
parten de la iniciativa privada y del Tercer Sector. Están focalizadas en la atención socio‑sanitario
y la
integración laboral, aunque últimamente se está tendiendo hacia un “modelo inclusivo” que combina
tanto la atención socio‑sanitaria
y laboral como la producción agrícola. Otros países con una agricultura
social menos desarrollada, como, por ejemplo, Eslovenia, España, Grecia y Portugal, se encuentran en
la fase “pionera”.
Según Di Iacovo y O’Connor (2009), en el 2008, en Francia había 900 iniciativas de agricultura social,
de las que 700 estaban impulsadas desde el Tercer Sector y 200 desde el ámbito privado, mientras que
en los Países Bajos había 839 (746 privadas, 83 públicas y 10 desde el Tercer Sector). En Italia había
685 (450 desde el Tercer Sector, 150 desde el ámbito privado y 75 desde el público). Los restantes países
europeos tenían menos iniciativas de este tipo, destacando Bélgica (con 308), Alemania (con 162) e
Irlanda (con 106). Por ello, en los últimos años, desde la Comisión Europea se han creado iniciativas
para apoyar la agricultura social, como “Cost Action 866–Green Care” y “SoFar”.
Analizando las redes de cooperación relacionadas con la agricultura social, se puede observar que en
Irlanda y Eslovenia los establecimientos dedicados a esta actividad están muy poco conectados entre
sí, siendo el proyecto “SoFar” la primera iniciativa al respecto. Por su parte, en Francia hay extensas
redes nacionales y regionales, relacionadas principalmente con los proyectos de “jardines” (“jardins”
en francés, que son establecimientos de agricultura social dedicados principalmente a plantaciones
hortofrutícolas, aromáticas, medicinales y ornamentales) y granjas pedagógicas. En Alemania hay redes
separadas, tanto a nivel regional como nacional, para los diferentes grupos de usuarios, mientras que
en Italia solamente existen redes organizadas regionalmente. A su vez, Bélgica y los Países Bajos son
los dos únicos países con centros de soporte institucionales nacionales y regionales (Di Iacovo, 2008;
Di Iacovo y O’Connor, 2009).
Centrándonos en los países donde están localizados los tres casos aquí analizados (Francia, Italia y
España), en Francia hay una extensa tradición jardinera y hortofrutícola, que desde el siglo XIX ayuda
a aliviar las condiciones de vida de la clase trabajadora menos favorecida, por lo que se considera esta
actividad básicamente como ética y solidaria, más que un negocio. Ello no excluye su orientación hacia
la autosuficiencia y menor dependencia de los subsidios públicos. Una característica diferencial es que
la mayoría de los productos se elaboran ecológicamente y se venden directamente a los consumidores
finales, en las ferias y mercados semanales o a través de las cestas de compra que periódicamente
realizan los beneficiarios y miembros de las asociaciones (Besse, 2004). Los trabajadores son contratados
con subsidios oficiales por un máximo de 24 meses, lo que en los actuales tiempos de crisis económica
les está provocando fuertes problemas laborales (Assouline, 2007).
Una de las principales redes francesas de cooperación en agricultura social es la “Red Cocagne”, que
inauguró su primer “jardín” en 1991, cerca de Besançon. En la actualidad cuenta con 120 establecimientos
activos y otros 20 en proyecto, dando trabajo a 4.000 personas y con 1.500 benefactores (Réseau Cocagne,
2014). Sus objetivos son la inserción social y laboral de colectivos con dificultades sociales, mediante
la producción ecológica, su distribución y comercialización restringida entre los miembros de la red, y
la cooperación con los demás actores profesionales locales (Assouline, 2007). Otra red importante es la
fundación sin ánimo de lucro “Restos du Coeur”, creada en 1985 por un grupo de restaurantes, a partir
de una idea del actor Michel Colucci (más conocido en el país galo como “Coluche”), con el objetivo de
dar comida gratuita a los más desfavorecidos. En la actualidad, con 1.570 trabajadores contratados para
realizar estas actividades y 63.000 voluntarios, se distribuye en 85 “Restos” y 2.069 centros asociados,
recibiendo en la pasada campaña a 960.000 beneficiarios, de los que 1.809 también estuvieron allí
albergados. Se encargan de todas las actividades de ayuda alimentaria, acogida, talleres (como les
“Jardins du Coeur”) y actividades culturales (Restos du Coeur, 2014).
Otras iniciativas de interés son las redes regionales, como la “Asociación de Jardines de Hoy”, en
Burdeos (fundada en 1986 y con más de 20 centros), los “Jardins d’AMELIE”, en la zona mediterránea
(con más de 40 centros), la red de más de 30 granjas de Ile de France (Besse, 2004) o diversas actua-ciones
privadas de menor amplitud (Assouline, 2007). En el caso de las granjas pedagógicas, destacan
la “Agrupación Internacional de Granjas de Actuaciones Educativas” (GIFAE), con más de 20 granjas
repartidas por todo el país, y la red ACCUEIL PAYSAN, creada en 1987 como una alternativa a la oferta
agroturística y que consta de más de 50 granjas pedagógicas (Assouline, 2007).
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Por su parte, en Italia desde los setenta hay una gran tradición alrededor del cooperativismo
social. Su origen está en las asociaciones sin ánimo de lucro que allí se crearon para dar respuesta
a problemas sociales no atendidos adecuadamente por las instituciones públicas, en particular la
inserción laboral de las personas discapacitadas, la atención a las personas sin domicilio o a menores
con dificultades familiares. Las primeras cooperativas sociales surgieron en el norte de Italia, en
particular en la ciudad de Brescia, en Lombardía, una región con gran número de pequeñas y
medianas empresas y extensas redes empresariales (Zandonai, 2002). Generalmente, el inicio de una
cooperativa de este tipo ha salido de la voluntad de ciudadanos que querían que sus familiares más
mayores, discapacitados o en dificultad pudieran insertarse social y laboralmente en las cercanías
de su hogar (Zandonai, 2002; Maiello y Zandonai, 2008). La ley italiana sobre asociaciones sin fines
de lucro establece que estas asociaciones no pueden realizar actividades productivas y comerciales,
salvo de manera marginal y en una escala muy reducida, por lo que se planteó la necesidad de
sustituir la estructura jurídica de la asociación civil por la estructura cooperativa. Así, en 1991 se
promulgó una ley que permitía a todas las partes involucradas en la asociación participar en su
capital, en sus actividades y en los procesos de decisión a partir del principio cooperativo de un
voto por cada socio (Maiello, 2001).
La mayoría de las cooperativas sociales italianas se han agrupado en consorcios organizados sobre una
base territorial, lo que les permite realizar actividades que una cooperativa no puede realizar por sí sola,
sobre todo cuando es pequeña (Borzaga, 1995). Les facilitan asistencia técnica permanente, garantías
financieras, organizan la formación de los responsables, realizan las gestiones contables, la asesoría
jurídica, etc., y se convierten en el único interlocutor de las autoridades locales y regionales respecto
a la concesión de contratos públicos (Maiello, 2001; Zandonai, 2002). Hay dos tipos de cooperativas
sociales (A y B). Las del tipo A, que realizan servicios socio‑sanitarios
y pedagógicos, representan el
78% de las cooperativas sociales italianas, dando ayuda principalmente a los discapacitados (el 30%
de los usuarios), personas mayores (el 23%), jóvenes en dificultad (el 20%), adultos desfavorecidos (el
15%) y enfermos mentales (el 8%). Las del tipo B están orientadas a la inserción profesional de las
personas en dificultad, dando empleo principalmente a discapacitados (el 52%) y adultos marginados
(el 36%) (Maiello y Zandonai, 2008).
Destaca el consorcio de cooperativas sociales “Fraternitá”, ubicado en Ospitaletto, en la periferia
de Brescia, que es uno de los más antiguos del país, ya que su primera cooperativa fue fundada en
1979. Es de capital privado y está formado por seis cooperativas del tipo A y doce del B, que se dedican
a dos grandes bloques de actividades. Por una parte, la horticultura, floricultura, mantenimiento de
jardines particulares o espacios verdes municipales de la zona de Brescia. Por la otra, el alojamiento y
acompañamiento de personas en dificultad. Como que algunas de estas actividades son estacionales,
también realizan otras tareas en los meses de menor demanda (entre ellas, la codificación de los
abonados de las compañías de distribución de agua, gas y electricidad, o la lectura de los contadores)
(Gruppo Fraternità, 2014).
En el caso de España, hay limitadas experiencias de agricultura social, la mayoría aisladas (Guirado
et al., 2013). Sin embargo, desde mediados del siglo XIX, el País Vasco y Cataluña tienen una larga
tradición en el empleo cooperativo. El grupo cooperativo vasco Mondragón está formado por 256 empresas
y 90.000 trabajadores, lo que le convierte en el primer grupo empresarial de su Comunidad y el séptimo
del Estado español. En Cataluña, la primera cooperativa se fundó en 1869 (la “Cooperativa de Consum”
de Berga) y posteriormente también se crearon cooperativas en muchas colonias industriales, y en 2002
había 5.498 cooperativas (el 3,07% de las empresas catalanas) (Federació de Cooperatives de Treball
de Catalunya, 2012).
En los últimos años, con la actual coyuntura económica, están surgiendo numerosas iniciativas
de agricultura social, creándose redes de cooperación cada vez más extensas y densas, y aunque,
por ejemplo, en Cataluña desde 2008 se han creado alrededor de cien cooperativas anuales, la
mayoría de pequeño tamaño, menos del 10% se dedican a la agricultura social. En 2012 había algo
más de cien cooperativas sociales, dando trabajo a 7.000 personas y facturando 140 millones de
euros (Federació de Cooperatives de Treball de Catalunya, 2012). Una de estas nuevas cooperativas
es la “2147 Mans”, fundada a principios de 2014 gracias a un proyecto impulsado por la Fundació
Catalunya‑La
Pedrera con el objetivo de aglutinar, en principio, a 13 empresas agroecológicas
catalanas que dan trabajo a personas con riesgo de exclusión social (principalmente discapacitados
intelectuales y físicos). De esta manera se ha constituido una cooperativa de mayores dimensiones
y con mayores economías de escala, que aglutinará todos los productos producidos bajo una misma
marca comercial, dando trabajo directa o indirectamente a más de 1.000 personas. A este proyecto
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (3). 2015 ISSN 1695-7121
558 Las relaciones sociales como elemento de apoyo al desarrollo del turismo en la agricultura social
se ha sumado el grupo Bon Preu, vendiendo en 112 de sus supermercados (marcas “Bon Preu” y
“Esclat”) los productos ecológicos elaborados por la nueva cooperativa. Por otra parte, no hay que
olvidar que el Departament d’Empresa i Ocupació de la Generalitat de Catalunya ha destinado en
2013 más de 1,7 millones de euros para ayudar a la creación y desarrollo de empresas de economía
social en el marco del programa ARACOOP, en colaboración con las federaciones de cooperativas
catalanas y otras organizaciones sectoriales y territoriales implicadas en el fomento de la economía
social (Generalitat de Catalunya, 2013).
6. Casos analizados
En este trabajo se presentan tres establecimientos dedicados a la agricultura social y que,
con distinta intensidad, también tienen una oferta turística complementaria (Figura 1). Uno en
Catalunya (L’Olivera), otro en Italia (la Masseria Ruòtolo) y el tercero en Francia (Le Jardin de
Cocagne de Fleurance). L’Olivera es una cooperativa que inició sus actividades en 1974 en Vall-bona
de les Monges, en la comarca del Urgell, al sur de la provincia de Lleida, con el objetivo de
conseguir la promoción personal y social de personas con discapacidades, principalmente psíquicas,
integrándolas en una vida común, en el trabajo y en las relaciones con el pueblo y con la comarca.
Tiene dos grandes áreas de actividad. Una es la atención a las personas (servicio residencial, terapia
ocupacional e inserción laboral). Otra es un centro especial de trabajo, integrado por una explotación
agrícola ecológica de 60,4 Ha (de las que 18 Ha son olivos y 17Ha viñedos), una bodega donde se
elaboran vinos blancos, negros y espumosos (bajo la Denominación de Origen “Costers del Segre”)
y un molino donde se elabora aceite virgen extra a partir de aceitunas arbequinas propias. Desde
2000 también cuenta con un servicio de terapia ocupacional orientado a reforzar las habilidades
personales y sociales y realizar trabajos agrícolas (huerta y mantenimiento del entorno). Asimismo,
desde 2004 tiene un hogar‑residencia
en régimen permanente, abierto todo el año y con capacidad
para 17 personas. Desde 2010 también gestiona una viña que el Ayuntamiento de Barcelona posee
en Collserola. En conjunto, la cooperativa da trabajo a 60 personas, siendo socios, si lo desean,
los propios discapacitados. Además, en el año 2003 se constituyó la “Fundació L’Olivera” como
instrumento que promueve nuevas iniciativas de integración socio‑laboral
de personas con riesgo de
exclusión social y que, asimismo, gestiona el 0.7% de la facturación de la cooperativa, dedicándolo
a proyectos sociales en el Tercer y Cuarto Mundo. Por ejemplo, durante el período 2008‑2010
este
porcentaje se dedicó a la construcción de un pabellón de la escuela “El Mina” para discapacitados
sensoriales, en Nouakchott (Mauritania).
El segundo establecimiento seleccionado, la Masseria Ruòtolo, es una antigua granja del siglo XVIII
ubicada en Cassano Munge, muy cerca de Bari (Italia), y que, renovada, se ha convertido en un negocio
familiar donde trabajan 16 personas dedicadas fundamentalmente a tres actividades económicas. Por
una parte, la agricultura social, con la elaboración en sus huertos de productos ecológicos autóctonos
y el cuidado y engorde de animales. En ella se realizan actividades terapéuticas (tratamiento y
rehabilitación de personas con minusvalías físicas y/o mentales y problemas de integración social),
laborales (formación profesional de gente con problemas de integración), recreacionales (personas con
necesidades específicas, como discapacidades, gente mayor, etc.), y educacionales (para los interesados
en la sostenibilidad medioambiental). Por otra parte, dispone de una residencia, tanto para turismo
rural como para los clientes de la propia instalación, en régimen de alojamiento y desayuno, media
pensión o pensión completa. Finalmente, tiene una amplia oferta turística complementaria, con
actividades de turismo gastronómico, enológico, de naturaleza, agroturismo, deportivo, recreacional
y cultural (con visitas guiadas a las ciudades históricas cercanas, sitios arqueológicos, monumentos,
museos de arte, etc.).
Finalmente, el Jardin de Cocagne de Fleurance es una explotación privada dedicada a la agri-cultura
social de reciente creación, ya que fue inaugurada en abril de 2012, que ocupa 6 Ha en las
cercanías de Fleurance (Gers), en el sur de Francia (en Midi‑Pyrénées).
En ella se elaboran productos
bio‑ecológicos
hortofrutícolas y plantas aromáticas y medicinales. Inició su andadura con ocho
trabajadores y está previsto que dentro de un tiempo se llegue a los 27. Además de las actividades
agrícolas, también ofrece la posibilidad de realizar visitas turísticas a sus instalaciones, coordinadas
directamente o a través de las Oficinas de Turismo del Midi‑Pyrénées.
Es miembro de la red “Les
Jardins de Cocagne”, formada por más de cien explotaciones de agricultura social repartidas por
toda Francia, que da trabajo a 3.500 personas con dificultades de inserción socio‑laboral.
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Figura 1. Principales características de los tres establecimientos seleccionados
L’Olivera Fleurance Ruòtolo
Antigüedad
explotación
10 ó + años X
< 10 años X X
Personal < 25 X X
25‑50
> 50 X
Actividades Agricultura
social
Huertos y
plantas X X X
Frutales X X
Granja de
animales X
Formación Profesional X X X
Escuelas X X
Turismo Visitas X X X
Degustaciones X X
Alojamiento X
Actividades
complementarias X
Orientación
principal Socio‑laboral
X X X
Terapéutica
sanitaria X X
Productiva X X X
Socios
mayoritarios Privados X X X
Tercer Sector
Instituciones
públicas
Organización
impulsora
Movimientos
asociativos X
Familias
privadas X
Profesionales
del sector X
Colectivos
beneficiarios Discapacitados X X X
Drogadictos X X X
Convictos X X X
Inmigrantes X X X
Niños X X X
Parados de
larga duración X
Jóvenes en paro X
Gente mayor X
Fuente: elaboración propia a partir de datos extraídos de l’Olivera, Masseria Ruòtolo y Le Jardin de Cocagne de Fleurance, 2014.
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560 Las relaciones sociales como elemento de apoyo al desarrollo del turismo en la agricultura social
Para situar estos tres establecimientos según el esquema de concienciación de los actores públicos respecto
a la agricultura social, siguiendo a Di Iacovo y O’Connor (2009), se ha construido un gráfico (figura 2) cuyos
ejes indican el grado de concienciación de los sectores agrícola y socio‑sanitario,
respectivamente. Así, se
puede apreciar como la Masseria Ruòtolo, con un modelo básicamente socio‑sanitario,
recibe un grado de
concienciación relativamente bajo en ambos sectores. Sin embargo, L’Olivera y el Jardin de Fleurance
están mejor posicionados en el nivel de concienciación de dichos sectores. El primero, con un modelo más
socio‑sanitario
que el segundo, que es más inclusivo, ya que en este último son relevantes tanto los aspectos
socio‑sanitarios
como los económicos, mientras que en el primero predominan los aspectos socio‑sanitarios.
Figura 2: Concienciación de los actores públicos respecto a la
agricultura social en los tres casos analizados
Fuente: elaboración propia a partir de datos extraídos de l’Olivera,
Masseria Ruòtolo y Le Jardin de Cocagne de Fleurance,2014)
A continuación se presenta un cuadro comparativo (Figura 3), donde se detallan las principales caracte-rísticas
que presenta la oferta de turismo en cada uno de los tres establecimientos seleccionados, pudiéndose
apreciar que la Masseria Ruòtolo es la que tiene una oferta turística más diversificada y consolidada.
Figura 3: Características de la oferta turística en cada uno de los tres establecimientos
L’Olivera Fleurance Ruòtolo
Tipo de turismo
ofertado Rural X X
Agroturismo X X X
Enológico‑gastronómico
X X X
Cultural X
Recreativo X
De naturaleza
Social X X X
Deportivo X
Grado de desarrollo
de la oferta turística
(nº visitantes/año)
(año 2013)
< 500 X
500‑1.000
X
> 1.000 X
Tipo de visitas Concertadas X
Abiertas X X
Fuente: elaboración propia a partir de datos extraídos de l’Olivera, Masseria Ruòtolo y Le Jardin de Cocagne de Fleurance, 2014
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Seguidamente, en el cuadro siguiente (Figura 4) se presentan los resultados del ARS (realizado con
Ucinet 6) y del ACRS, para cada una de las tres redes sociales construidas a través de las relaciones
generadas entre los actores involucrados con cada uno de los establecimientos seleccionados.
Figura 4. Resultados del ARS y del ACRS en cada una de las tres redes
L’Olivera Fleurance Ruòtolo
ARS
Densidad Densidad 10,30% 13,46% 16,07%
Desviación
estándar 0,3039 0,3413 0,3673
Nodos 95 219 124
Centralidad Cercanía 36,46% 46,44% 49,34%
Intermediación 21,03% 21,90% 23,74%
Centralidad de
flujo 9,32% 13,50% 16,65%
Número de
actores centrales 3 3 4
Cohesión Distancia
promedio 2,25 2,14 2,13
Compactación 0,493 0,523 0,516
ACRS
Grado de las
relaciones Bilaterales Multilaterales Multilaterales
Articulación Confianza Normativa Confianza
Temporalidad Estables Estables Estables
Tipo de red de
actores Exógena Endógena Exógena
Fuente: elaboración propia con Ucinet 6
En el caso de L’Olivera, la primera característica significativa de la red es su baja densidad (el
10,30%), es decir, son muy limitadas las relaciones que los 95 actores allí presentes mantienen entre sí
(su índice de intermediación es del 21,03%), aunque bastante cohesionadas (con un índice de compac-tación
de 0,493 y una distancia promedio de 2,25). El segundo aspecto a destacar tiene que ver con la
centralidad de la red. Presenta una baja cercanía (el 36,46%) y centralidad de flujo (el 9,32%), siendo el
actor con la posición más central la Generalitat de Catalunya (los departamentos de Benestar Social i
Familia, Empresa i Ocupació, Territori i Sostenibilitat), si bien también hay al menos otros dos actores
(la Federació ALLEM y la Federació de Cooperatives Agrícoles de Catalunya) con una centralidad
también resaltable. Otros actores menos centrales pero con un cierto peso en la red son la Diputació de
Lleida, la sociedad COOP57 (dedicada a los servicios financieros para proyectos de economía social),
la Confederació Catalana de Cooperatives, la Confederación Española de Organizaciones en favor de
las Personas con Discapacidad Intelectual (FEAPS), la Xarxa de Custòdia del Territori (XCT), la red
Dispapacitat Intel.lectual de Catalunya (DINCAT) y las webs “Portal de Economía Solidaria” y “Vins de
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. 13 (3). 2015 ISSN 1695-7121
562 Las relaciones sociales como elemento de apoyo al desarrollo del turismo en la agricultura social
Catalunya”. En cuanto a su contenido, la red tiene muchos actores exógenos y unas relaciones estables,
bilaterales y basadas en la confianza.
En el caso del Jardin de Fleurance, la red es muy extensa y está formalmente constituida (la “Red
Cocagne”), con 120 establecimientos asociados y muchos otros actores relacionados con ella. En total
hay 219 actores, con una densidad de red algo mayor que en el caso anterior (el 13,46% frente al
10,30% de L’Olivera). Su índice de intermediación (el 21,90%) y la cohesión también son mayores (su
índice de compactación es de 0,523 y la distancia promedio de 2,14). En cuanto a la centralidad de
la red, su índice de cercanía también es mayor (el 46,44%), lo mismo que la centralidad de flujo (el
13,50%). Destacan, por su gran poder de intermediación en la red, tres Consejos Regionales (Rhône‑Alpes,
Midi‑Pyrénées
y Franco‑Condado).
Otros actores bien relacionados, aunque con menor posición
intermediadora en la red, son algunas entidades financieras (Caja de Crédito Cooperativo, Caja de
la Mútua Social Agrícola y Caja de Depósitos y Consignaciones), las organizaciones France Active y
Cáritas Francia, la Comunidad Europea (que financia algunos de los programas allí desarrollados)
y los Ministerios franceses de Trabajo, Empleo y Sanidad, de Solidaridad y Cohesión Social, y de
Agricultura, Alimentación, Pesca, Ruralidad y Gestión del Territorio. También son destacables las
relaciones que se mantienen con los ayuntamientos locales y con algunas fundaciones empresariales
(Carrefour, Channel, MACIF. RTE, EDF, Société Générale, Monoprix, Accor, Bruneau, Immochan
o Bettencourt, entre otras). Son unas relaciones generalmente multilaterales, estables, basadas en
la normativa (con contratos firmados de colaboración) y endógenas (al predominar los actores de la
propia Red Cocagne).
En cuanto a la Masseria Ruòtolo, la red tiene 124 actores, siendo la que presenta la mayor densidad de
los tres casos aquí analizados (el 16,07%), con un índice de intermediación del 23,74% y una alta cohesión
(su índice de compactación es de 0,516 y la distancia promedio de 2,13). En cuanto a la centralidad
de la red, su índice de cercanía también es el mayor de las tres redes (el 49,34%), y lo mismo ocurre
con su centralidad de flujo (el 16,65%), siendo los actores más centrales la Asociación Italiana para la
Agricultura Biológica (AIAB), la Agencia Italiana para el Campo y la Agricultura Responsable y Ética
(AICARE), la Comuna de Bari y la Región de Puglia. También destaca, aunque en menor grado, la
Oficina de Turismo de Puglia, la Oficina de Turismo de Bari, el Club Plen Air, la Masseria Santanna y las
webs “Agroturismo en Italia” y “Argonauti”. Es una red exógena, con relaciones estables, multilaterales
y basadas en la confianza.
Así pues, con el análisis relacional (ARS y ACRS) de estos tres casos se ha comprobado que, tal como
indica Merinero (2011), una mayor dinámica relacional (densidad, centralidad, cohesión y contenido) se
corresponde con un mayor desarrollo de su actividad, en este caso concreto agrícola‑social
y de su oferta
turística complementaria (número de actividades y cantidad de visitantes recibidos), convirtiéndola en
una fuente adicional de ingresos para el establecimiento.
También se ha comprobado como una red más densa y con mayor centralidad e intermediación se
corresponden con un mayor grado de desarrollo de la agricultura social en el territorio, tal como indicaba
el propio Merinero (2011), aunque en este caso refiriéndose al sector puramente turístico. Además,
el poder de intermediación en la red evoluciona con el tiempo, de manera que cuanto mayor es dicho
poder, mayor es el grado de desarrollo de la agricultura social, cambiando los actores principales, que
pasan de ser organismos gubernamentales regionales o estatales a asociaciones privados y organismos
públicos de ámbito más local.
Finalmente, con el análisis aquí realizado se ha visto como los distintos grados de evolución de la
agricultura social en los tres casos estudiados se corresponden con las fases tipificadas de evolución
de la agricultura social que indican, entre otros, Di Iacovo (2008), Di Iacovo y O’Connor (009), Gil y
Ramos (2013) y Guirado et al. (2013).
7. Conclusiones
En este trabajo después de presentar las principales características de la agricultura social y su
evolución en Europa, se ha enfatizado en como la oferta turística es una actividad complementaria para
algunos establecimientos de agricultura social, que así les permite recibir unos ingresos adicionales
para cubrir la reducción de donativos y subvenciones en tiempos de crisis económica.
Por su parte, los turistas se conciencian de los problemas de adaptación socio‑laborales
que tienen los
colectivos en riesgo de marginación, por lo que les ayudan a su reinserción (con los ingresos procedentes
de las visitas), reciben un bienestar corporal y mental (realizando las actividades allí propuestas y
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consumiendo sus productos bio‑ecológicos)
y conocen los recursos naturales y patrimoniales del territorio
visitado.
Asimismo, se han analizado las relaciones generadas entre los actores involucrados en tres esta-blecimientos
dedicados a la agricultura social, en Italia, Francia y España, que también tienen una
oferta turística complementaria. Ello ha permitido identificar que las estrategias de colaboración para
un desarrollo conjunto de la agricultura social y del turismo, son una forma efectiva de dar respuesta
al creciente grado de competitividad al que se enfrentan estas empresas sociales y también el propio
territorio.
De este modo, se ha constatado que las interacciones entre las diferentes administraciones públicas
y los actores privados (asociaciones y empresarios del sector, agentes sociales locales y externos) son
un factor clave en el desarrollo sostenible de ambas actividades, satisfaciendo las nuevas exigencias
de la sociedad occidental. Disponer de una dinámica relacional intensa, con relaciones estables en
el tiempo y bien articuladas, es esencial para la gestión activa de cualquier empresa, tanto más si
además de la agricultura social desea desarrollar una actividad turística complementaria, ya que la
intensidad de la dinámica relacional contribuye a promocionar más extensa e intensamente ambos
productos en la medida en que los distintos actores relacionados se consideren parte activa de esta
red social.
Este trabajo ha permitido confirmar la hipótesis inicialmente planteada, ya que se ha comprobado
que hay una relación directa entre la dinámica relacional de la red y el desarrollo de la agricultura
social y del turismo solidario y de proximidad, de manera que, a mayor intensidad de las relaciones,
mayor es el grado de desarrollo del producto ofertado. Por ello, es importante tejer una red densa de
relaciones sociales que cree un capital social no solamente para desarrollar la agricultura social sino que
también les sirva para promocionar nuevas actividades económicas, como el turismo social, solidario y
de proximidad. Además, se ha confirmado que cuanto mayor es el poder intermediador de la red, mayor
es el grado de desarrollo de la agricultura social.
Igualmente, se ha puesto de manifiesto que los distintos tipos de relación existentes en la red y las
características de los actores allí presentes tienen gran influencia en el funcionamiento de la propia red.
Así, por ejemplo, puede apreciarse que hay una diferencia clara entre los actores que por su posición
intermediadora ejercen el liderazgo en la red, de manera que cuando el grado de desarrollo de la agricultura
social en un territorio es elevado, suelen ser los agentes del sector privado (especialmente las empresas
y organizaciones sin ánimo de lucro) quienes tienen una posición más fuerte como intermediadoras
en la red (como ocurre en el caso italiano aquí analizado, mientras que si el nivel de desarrollo de la
agricultura social en el territorio es bajo entonces adquieren más importancia intermediadora los
agentes públicos locales y regionales (como ocurre en los otros dos casos).
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Recibido: 08/04/2014
Reenviado: 24/07/2014
Aceptado: 25/07/2014
Sometido a evaluación por pares anónimos