Vol. 7 Nº 3 págs. 529-533. 2009
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© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Reseñas de publicaciones
Agua Blanca. Comunidad y turismo en el Pacifico ecuatorial.
Esteban Ruiz Ballesteros Editorial Abya-Yala. Quito Ecuador: 2009.
ISBN 978-9978-22-790-9
Macarena Hernández
mherram@upo.es
Presentación
Agua Blanca. Comunidad y turismo en
el Pacifico ecuatorial es el título elegido por
Esteban Ruiz Ballesteros para presentar-nos
una atrayente monografía centrada en
una comunidad de la costa ecuatoriana
llamada Agua Blanca. Una obra donde se
nos exponen las formas particulares que
adquiere el desarrollo de la actividad turís-tica
en esta parte del mundo (a través del
formato de Turismo Comunitario), en la
que se consigue desentrañar con maestría
la vida social de una pequeña comunidad,
pero en la que sobre todo se nos muestra y
refresca el sentido de la etnografía. De
entre todos sus atractivos, sin duda alguna
yo señalaría la centralidad y dimensión que
se da a la etnografía en este trabajo.
Pues si es verdad que su título responde
a los contenidos (Turismo y Comunidad),
también lo es que hay mucho más. En esta
obra se habla de turismo comunitario y de
comunidad fundamentalmente, pero lo más
destacable es precisamente eso, la forma en
la que se habla, la forma en que se mira y
la forma en que se cuenta. Esta es la razón
por la que me atrevo a comenzar esta rese-ña
considerando este libro como un buen
ejemplo de antropología, donde la manera
de hacer (de Certeau, 2000), de abordar y
de exponer los contenidos, son lo realmente
valioso. Con ello creo que el autor establece
una manera de hacer que revitaliza, —si es
que alguna vez estuvo aquejada o cuestio-nada—
la absoluta centralidad del trabajo
de campo en la Antropología. Aquí reside la
fuerza de la etnografía referida, la que de-termina
la intensidad de la mirada que nos
propone el autor. Desde esta premisa es
desde la que se entiende en toda su dimen-sión
la pericia de su descripción, donde
aparece la razón, el conocimiento previo, el
sentimiento, etc., en definitiva la que esta-blece
el modo de hacer, la que da sentido a
la etnografía.
Ejemplos como el presente componen
una excelente manera de poner de mani-fiesto
el valor de la etnografía…..y con ello
a dar sentido a lo que es y para lo que sirve
esta forma de hacer investigación (etnograf-ía),
de hacer antropología.
Para ello “hay que tener en cuenta el
carácter básicamente interpretativo de la
observación (es aquí cuando la etnografía
se confunde o se funde entre la técnica y el
método); por eso resulta pertinente analizar
la manera en que tal interpretación se pro-duce.
La interpretación es un acto comuni-cativo”
(Guasch, 2002: 30), y es precisamen-te
ese rasgo el más destacado de esta mo-nografía:
la fuerza con la que este autor nos
permite conocer la comunidad, interpretar
a sus pobladores y en definitiva comunicar-
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nos con los habitantes y maneras de ser y
estar de esta pequeña comunidad, aun sin
conocerla.
La comunidad
Como tal monografía, la obra que se re-ferencia
centra su eje interpretativo, orga-nizativo
y de reflexión en torno a la vida
social de esta pequeña (con 268 habitantes
y 59 hogares) comunidad ecuatoriana. Un
lugar que como el propio autor introduce es
una comunidad del pueblo manteño, en la
costa meridional de Ecuador, al sur de Ma-nabí1,
ubicada dentro del Parque Nacional
Machalilla. Una colectividad que tras una
trayectoria histórica similar al resto de
poblaciones vecinas, y ante una coyuntura
política, social, económica y medioambien-tal
excepcional —tal y como es pasar de ser
parte del sistema productivo que supone
una hacienda, a ser la única población in-serta
dentro de la consideración, protección
y limitaciones que establece el ser parte de
un Parque Nacional en Ecuador— desplie-ga
todo un conjunto de estrategias y tácti-cas
de acción, tanto grupales como indivi-duales
con las que sobreponerse al cambio,
y re-definir su ubicación en la realidad
ecuatoriana. Una comunidad que tras un
dilatado y instructivo proceso de lucha y
acomodación a esta nueva situación, según
el autor, constituye un caso ejemplar de
autogestión ambiental y cultural dentro de
una zona sin par por sus valores naturales
y arqueológicos. (Ruiz, 2009).
Todo esto es lo que Esteban Ruiz nos
cuenta de Agua Blanca, los antecedentes,
las consecuencias, las causas, los tiempos,
las razones, etc... De este proceso como cla-ves
interpretativas de la actualidad en la
comunidad. De nuevo el cómo lo hace, es
decir que el autor haya decido mostrarlo a
través del relato y las prácticas cotidianas
de los habitantes de Agua blanca, se con-vierte
en uno de los mayores logros de esta
obra. Los hombres, mujeres y niños de esta
comunidad, sus diferentes y similares ra-zones
de ser y de estar, son los verdaderos
protagonistas de la interpretación del au-tor.
Son su mejor recurso expositivo y sin
duda alguna un merecido aval etnográfico.
Siendo así, ningún lector se extrañará
de la evidencia de la transformación, y con-cebirá
la llegada del turismo a la vida de la
comunidad como parte del devenir, llegan-do
a compartir con el autor cómo hoy Agua
Blanca no se entiende sin la actividad
turística. “Con apenas 260 habitantes reci-be
anualmente alrededor de diez mil visi-tantes
que acuden principalmente a cono-cer
los restos arqueológicos de la cultura
manteña, admirar los bosques seco y nu-blado,
o bañarse en su laguna de agua sul-furosa.
Su oferta turística gira fundamen-talmente
en torno al patrimonio arqueoló-gico,
con la visita al museo y las abundan-tes
ruinas circundantes, como principal
atractivo. El museo es el escaparate de la
comunidad, y el corazón de la propia vida
comunitaria que tiene en el turismo una de
las principales actividades económicas jun-to
a la recolección de frutos silvestres, la
horticultura para el autoconsumo y la ga-nadería
(Ruiz, 2009).
Con esta última afirmación entramos de
lleno en el otro gran eje de esta monografía
tal y como es el análisis del turismo comu-nitario.
Recurriendo al caso de las comuni-dades
en Ecuador, y básicamente con la
experiencia desarrollada en Agua Blanca,
el autor desentraña las principales carac-terísticas
que acompañan a este turismo.
Una modalidad de turismo que si bien no se
da en Europa, alcanza una intensa y varia-da
proliferación en poblaciones americanas,
desde el norte hasta el sur. En el caso par-ticular
que se analiza en esta monografía
vemos como Ecuador ha sido un país pione-ro
en la implantación y desarrollo de esta
modalidad. Comprobamos como se ha con-vertido
en una actividad cada vez más pu-jante
y significativa para sus habitantes,
tanto en la dimensión económica como en lo
cultural de sus habitantes.
Según la Federación Plurinacional de
Turismo Comunitario del Ecuador (FEPT-CE),
en la actualidad casi un centenar de
comunidades indígenas y campesinas están
embarcadas en iniciativas de este tipo. Su
relevancia e intensidad justifica el interés
científico por profundizar en el fenómeno,
sus características, sus implicaciones y
sobre todo sus potencialidades; la riqueza
del caso etnográfico que Esteban Ruiz nos
presenta en esta obra, sin duda alguna
refuerza la oportunidad de su estudio.
Tal y como nos recuerda Esteban Ruiz
en el capítulo más específicamente dedica-do
a caracterizar el fenómeno, vemos como
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en la definición de este turismo (y a pesar
de su ya dilatada existencia para el caso
ecuatoriano), sigue habiendo una gran con-troversia
sobre todo debido a la diversidad
de casos y experiencias diferenciadas auna-das
bajo este rótulo. Con la exposición del
caso de Agua Blanca, y sin obviar el debate
existente en torno a la propia definición, el
autor parte de algunas consideraciones
previas y generales2, abordando el Turismo
Comunitario, como una “forma de gestión
del turismo que aúna tres perspectivas
fundamentales: una sensibilidad especial
con el entorno natural y las particularida-des
culturales, la búsqueda de sostenibili-dad
integral (social y natural) y el control
efectivo del negocio turístico por parte de
las comunidades” (Ruiz y Solís, 2007: 11).
Sin duda alguna la particularidad en que se
desarrolla el turismo en Agua Blanca, y la
agudeza con la que Esteban Ruiz ha sabido
trasmitirla, contribuyen a ampliar la carac-terización
del fenómeno, y comprobar cómo,
sobre todo, el Turismo Comunitario es una
forma de organización, de gestión. Este
caso al tiempo compone, según Ruiz, por su
excepcionalidad un referente para la re-flexión
científica, el debate en torno a los
modelos de protección ambiental y cultural
y la discusión sobre la oportunidad de un
turismo sostenible desde la perspectiva
sociológica.
Estructura
En cuanto a su estructura la obra pre-senta
una clara y sugerente organización
en sus contenidos, dispuestos en tres gran-des
unidades que responden a su vez a los
grandes bloques de contenidos: la comu-na,(
compuesto a su vez por distintos sub-apartados:
Del lugar, De la gente, De la
hacienda, Del Parque Nacional Machalilla,
De proyectos y arqueologías, De visitantes
y turistas, Del trabajo, los recursos y el
sustento, De cómo va cambiando la vida).
El Turismo Comunitario (dividido en: Co-munidad
como práctica y Turismo como
táctica) y un último bloque dedicado al aná-lisis
de los procesos (Patrimonialización,
Indigenización, Lo que Agua Blanca nos
enseña) que componen la vida de esta co-munidad.
Previo al desarrollo de estas tres partes,
encontramos una densa y reveladora intro-ducción,
en la que además de las referen-cias
claves para entender la forma (tiempo,
espacio y condiciones) en la que se ha des-arrollado
el trabajo de campo, se exponen
de manera sutil, pero eficaz, y en apenas
tres páginas, los anclajes teóricos-metodológicos
que alumbran el trabajo.
Una relación concisa, que no hace falta
volver a referir a lo largo de la monografía
pues la maestría del autor la dejan ver, aun
sin nombrarlas en todas y cada una de las
descripciones e interpretaciones que com-ponen
la obra. Una estrategia a agradecer,
desde mi punto de vista, pues no se inte-rrumpe
la intensidad y frescura de la etno-grafía,
al tiempo que se trenza el hilván
epistemológico de la misma, sin necesidad
de una constante retahíla de citas y refe-rencias
justificativas. No hacen falta, el
fondo se muestra en la forma que adquiere
el trabajo de campo y sobre todo la forma de
exponerlo. Esta es otra de las aportaciones
a adscribir al presente análisis.
Aunque el apartado dedicado a la comu-nidad
pueda resultar un poco más extenso,
en líneas generales esta monografía pre-senta
un equilibrio en sus contenidos, y en
las formas expositivas. Cada eje aparece
perfectamente desarrollado, ofreciendo las
referencias etnográficas suficientes como
para que el lector vaya componiendo su
propio relato. Y ello precisamente apoyado
en lo que para mi es otro acierto, el haber
primado en todo momento la acción de los
sujetos protagonista de la vida social de
Agua Blanca. Con ellos, a través de sus
discursos, de la comprensión de sus prácti-cas
y el acercamiento a sus expectativas y
sentimientos, es como aún sin haber estado
nunca, conocemos Agua Blanca. Esta es la
intensidad y frescura a la que me refería
más arriba, y esta es la razón que considero
hace pensar, después de leer esta obra, en
el sentido de la etnografía. Especialmente
destacado en este sentido me parece el
último bloque, el dedicado a los procesos,
donde después de la presentación de acto-res
y situaciones expuestos en la primera y
segunda parte, se entra de lleno a conocer,
a intuir, a desvelar el entramado de signifi-caciones
que unen a estos actores con estas
situaciones. La pericia con que el autor
atiende a las conductas, es decir en la ac-ción
social, nos recuerda esa descripción
densa, en la que se busca precisamente
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estas conductas, pues es donde “las formas
culturales encuentran articulación” (Ge-ertz,
1987:30).
Estilo
Si bien es verdad que Agua Blanca. Co-munidad
y turismo en el Pacifico ecuato-rial,
surge de la academia, también lo es
que no responde a muchos de los tópicos
que tenemos asimilados a producciones de
este origen, sobre todo en el estilo que pre-senta.
Es un libro científico, sin duda algu-na,
pero con un tratamiento literario que
aligera contenidos y pensamientos. Es un
libro bien escrito, de fácil lectura y plagado
de sugerentes descripciones (de sujetos, de
elementos, de procesos, de sentimientos, de
instituciones, de intuiciones, etc.,) que avi-van
su lectura. El autor generosamente ha
dejado aflorar las sensaciones y sentimien-tos
vividos en su experiencia en la comuni-dad,
generando un texto directo, sencillo, y
penetrante.
Al terminar su lectura, retomar el índi-ce,
releer los títulos y revisar la estructura,
se le encuentra mucho más sentido a todo
la obra en general: a la oportunidad del
tema, a la forma de abordarlo, a la manera
de exponerlo, y sobre todo se cierra esa
última página teniendo la sensación que se
conoce esta comunidad, que alguna vez se
ha estado en Agua Blanca. Esto no siempre
es así, ni fácil de conseguir.
Es entonces cuando el último capítulo ti-tulado
por el autor lo que Agua Blanca nos
enseña, se convierte en interrogante. ¿Qué
es lo que me enseña este caso y este libro?
No hay conclusión, sino muchas posibilida-des
de interpretación, aunque ya el propio
autor nos informa de dos posibles caminos:
el de la mirada y el del pensamiento (Ruiz,
2009: 501). Sin duda alguna esta comuni-dad
ecuatoriana, su manera de abordar la
actividad turística y cualquiera otra que
componen su vida social y colectiva, supone
un contrapunto al pensamiento —y com-portamiento
globalizado— que nos dirige a
la mayoría de nosotros. Pararse a reflexio-nar
sobre ese equilibrio entre lo individual
y lo colectivo, entre la innovación y la tradi-ción,
entre el mercado y la cultura, o las
formas en las que se abordan los desequili-brios,
las necesidades, los conflictos (que
también los hay como corresponde a todo
grupo humano) a través del relato que nos
hace Esteban Ruiz con el caso de Agua
Blanca, bien merece la pena. Un ejercicio
de comparación del que podemos aprender
mucho más de lo que inicialmente pensa-mos.
Un caso particular, una etnografía
concreta, que nos puede llevar a mirar y
conocer otras muchas etnografías y reali-dades
diferentes.
Y hablando de aprendizajes, no podemos
olvidar ese origen académico del texto, y lo
que supone esa otra lectura que podemos
hacer de lo que Agua Blanca nos enseña,
tal y como es precisamente, ese sentido que
se le da a la etnografía en esta obra como
forma de conocimiento. Dice el autor casi al
terminar el libro: “la experiencia etnográfi-ca,
si es relevante, debe ser una forma de
aprender a aprender; de adiestrarnos a
través de un caso para ver, comprender y
explicar otros muchos”. (Ruiz, 2009: 501), y
realmente creo que su pretensión se vio
cumplida. Por eso comenzaba esta reseña
destacando el sentido y la dimensión que se
da a la etnografía en este trabajo, porque
ejemplos como este creo nos ofrecen la posi-bilidad
de abordar la tarea de la antropo-logía
en estado puro. Y la diferencia está en
la forma de hacer, de mirar esa otra reali-dad,
de percibirla, de describirla, pero sobre
todo de sentirla…aquí el mayor de los
aciertos, el que completa lo académico y lo
científico, el que hace emerger a la persona
que ha vivido, sentido y ahora relata lo que
enseña Agua Blanca.
En definitiva, animo la lectura de esta
obra, pues considero es un muy buen ejem-plo
de cómo hacer antropología, de cómo
acercarnos a la cultura siempre entendida
como “contexto dentro del cual pueden des-cribirse
todos los fenómenos de manera
inteligible, es decir, densa” (Geertz,
1987:27). Para ello el autor ha elegido —tal
y como otro estudioso del tema ha estable-cido
como una necesidad en las ciencias
sociales en general y en la antropología en
particular— tomar el “espacio turístico
como portador de sentido, en términos de
producción y de interpretación” (Nogués,
2009: 52). El turismo comunitario y Agua
Blanca quizás tan sólo son la excusa para
conocer y reflexionar en torno a la manera
de estar juntos, de ser comunidad en Agua
Blanca y en cualquier lugar.
Macarena Hernández 533
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Ruiz, Esteban y Solís, Doris (Coords)
2007 Turismo Comunitario en Ecuador.
Desarrollo y sostenibilidad social. Quito:
Abya-Yala.
NOTAS
1 Uso la cursiva en citas textuales del propio autor,
y de su obra.
2 Quizás sea oportuno en este momento contextuali-zar
esta obra en el seno de una investigación de
mayor envergadura como es la que interviene el
autor de esta obra desde 2006, junto a compañeros
de la Universidad Pablo de Olavide y en Colabora-ción
con la Universidad de Cuenca (Ecuador), con
el objetivo fundamental de profundizar en el cono-cimiento
de este pujante proceso social y cultural
que supone el Turismo Comunitario en Ecuador.
Ver Hernández, 2008.
Recibido: 14/08/2009
Aceptado: 01/09/2009