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Vol. 9 Nº 2 págs. 225-236. 2011
Los caminos del patrimonio. Rutas turísticas e itinerarios
culturales
Javier Hernández Ramírezi
i Profesor titular del Departamento de Antropología Social de la Universidade de Vigo. E-mail: jhernan@us.es
© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Universidade de Sevilla (España)
Resumen: En este trabajo se analizan las causas que explican la proliferación de rutas turísticas e
itinerarios culturales como un fenómeno global y las consecuencias que pueden tener en los territo-rios
donde se implantan. Se establece una tipología de rutas y se estudia el controvertido concepto
de Itinerario Cultural conforme a las propuestas del Consejo de Europa e ICOMOS. Posteriormente
se examinan distintos proyectos de rutas y caminos históricos en la sierra de Ayabaca (Piura, Perú)
y se abordan los potenciales impactos que la creación de estos productos turísticos pueden suponer
para el desarrollo de las poblaciones donde se aplican. En el artículo se plantea que los proyectos de
rutas diseñados en el área de estudio carecen de una visión holística del patrimonio que promueva
su puesta en valor como conjunto, por lo que fragmentan el territorio al dinamizar unas zonas en
detrimento de otras.
Palabras clave: Rutas turísticas, Itinerarios Culturales, ICOMOS, Consejo de Europa, Marketing
territorial.
Title: The roads of the heritage. Tourist routes and cultural itineraries
Abstract: In this work, the reasons for the proliferation of tourist routes and cultural itineraries as
a global phenomenon together with the consequences that these can trigger in the territories where
they are introduced are analysed. A typology of routes is established and the controversial concept of
Cultural Itinerary based on the proposals of the European Council and ICOMOS is studied. Various
projects involving routes and historical paths in the Ayabaca mountain range (Piura, Peru) are then
examined, as are the potential impacts that the creation of these tourist products can suppose for the
development of the populations where they are applied. It is considered in this paper that these pro-jects
lack a holistic vision of heritage that would promote its value as a whole, thereby preventing the
potential fragmentation of the territory as regards encouraging some zones to the detriment of others.
Keywords: Tourist routes; Cultural Itineraries; ICOMOS; European Council; Territorial Marketing.
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Marketing territorial y proliferación de rutas
culturales
En los últimos años asistimos a la multiplicación de
rutas e itinerarios turísticos por todos los rincones del
planeta (Briedenhann y Wikens, 2003; Denstadli, y Ja-cobsen,
2010; López-Guzmán y Sánchez, 2008; Rengifo,
2006). En su diversidad, estos productos coinciden en
poner en el mercado un territorio que, por sus caracte-rísticas
y valores presuntamente singulares, pretenden
atraer la visita de consumidores potenciales. A diferen-cia
de etapas pasadas en las que lo habitual era que
la oferta la constituyera un destino específico -ya fuera
éste un paraje, localidad, monumento del pasado o es-pacio
para el placer-, en la actualidad la oferta se di-versifica
al comercializarse un territorio completo que,
bajo un denominador común, trata de conducir a los vi-sitantes
siguiendo un recorrido definido y delimitado.
El fenómeno supone la extensión del modelo de guía
turística del ámbito urbano a espacios más amplios,
contribuyendo a la expansión de la actividad a territo-rios
anteriormente poco transitados o a la ampliación
de un mercado preexistente. Al igual que las guías que
orientan la visita en las ciudades, las rutas pretenden
conducir las actividades resaltando qué es lo que mere-ce
la pena conocerse del nuevo territorio turístico. Para
ello son construidas narrativas que reelaboran e incluso
generan nuevas imágenes y significados de los lugares,
subrayando determinados aspectos considerados suges-tivos
aun cuando puedan ser del todo ajenos a las pobla-ciones
que habitan dichos entornos.
El fenómeno se inserta en dos dinámicas comple-mentarias.
De un lado, la creciente reflexividad social
sobre la crisis del medio ambiente y de autenticidad de
las culturas, que en el terreno de la práctica turística
se manifiesta en un deseo cada vez más generalizado
por conocer espacios naturales, sociedades singulares
y bienes patrimoniales; y de otro, la expansión social
del patrimonio que implica el surgimiento de nuevas ca-tegorías
patrimoniales como las de paisaje e itinerario
cultural. Este es el contexto social, cultural e intelectual
que subyace a la proliferación de rutas turísticas de
todo tipo a escala global. En su diversidad de contenidos
y dimensiones, todas tienen en común la proyección de
un territorio para el consumo turístico a través de una
vía, ya sea ésta terrestre, fluvial o marítima.
El aumento de rutas se produce en un momento his-tórico
de consolidación de una compleja industria trans-nacional
y de un mercado global muy competitivo en el
que participan diversos actores públicos y privados. A
través de un marketing territorial que basa la compe-titividad
en la actividad turística, estos actores persi-guen
maximizar la posición de sus destinos en el con-texto
internacional ofreciendo atractivos singulares en
un mercado global (Filardo, 2006). En esta competencia
territorial, las rutas turísticas constituyen un producto
idóneo y recurrentemente utilizado para la promoción
de espacios concretos.
En el diseño y ejecución de las rutas intervienen sis-temas
expertos (Denstadli, y Jacobsen, 2010; Giddens,
1993) formados por organismos y profesionales especia-listas,
generalmente externos a los destinos turísticos
(consultoras, operadores turísticos, universidades, em-presas
públicas, organizaciones no gubernamentales,
etc.) que, con la financiación de las administraciones
locales, regionales, nacionales e incluso internacionales
y el apoyo de muy diversos grupos de interés, ordenan,
planifican y establecen las líneas estratégicas de desa-rrollo
del lugar. Recurriendo a metodologías diseñadas y
normalizadas por instituciones internacionales y nacio-nales
(OMT, UE, OEA, organismos públicos estatales,
etc.), estos agentes producen un espacio turístico que
reinterpreta e incluso modifica la realidad cultural pre-via
para proyectar competitivamente al lugar en el esce-nario
planetario (Lagunas, 2006). De este modo, las ru-tas
son creadas aplicando procedimientos cada vez más
estandarizados de clasificación y registro de los recursos
patrimoniales y paisajísticos, que permiten seleccionar y
objetivar aquellos bienes culturales y ecológicos que son
susceptibles de transformarse en productos turísticos,
organizando y jerarquizando la oferta según su interés
turístico. En esta operación instrumentalizan el apego a
la memoria, a la tradición y a la naturaleza caracterís-tico
de nuestra época, ajustando la imagen de los terri-torios
a estos valores globales muy demandados por los
turistas, los cuales no se corresponden necesariamente
con la dinámica socio-cultural interna del territorio que
se pretende promocionar (Nogués, 2006). Asimismo, con
el objetivo de alcanzar una mayor proyección interna-cional,
con frecuencia hacen suyos los avances concep-tuales
que en materia de patrimonio propagan institu-ciones
de alto prestigio internacional como UNESCO y
el Consejo de Europa, adaptando las rutas a los modelos
sugeridos por estas instituciones supranacionales y por
otros organismos nacionales y regionales.
La creación por doquier de rutas turísticas eviden-cia
que, en la actualidad, las estrategias locales de de-sarrollo
se realizan de acuerdo con las tendencias glo-bales
del turismo internacional (Aguilar, et al, 2003).
En estas iniciativas que se expanden y reproducen por
todo el planeta, lo local se configura de acuerdo con los
patrones globales que construyen y definen las cualida-des
que deben contener los territorios susceptibles de
ser idóneos escenarios para el consumo turístico. Así,
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para ofertar globalmente los espacios locales, estos son
transformados en productos que reúnen los atributos de
excepcionalidad, pureza, autenticidad, historia o tradi-ción
(a veces todos juntos) que son del gusto del consu-midor
global. Todo ello revela, tal como plantea Urry,
que el “turismo” y lo “global” no deberían interpretarse
como fenómenos independientes que establecen víncu-los
externos entre sí, sino que ambos fenómenos están
interconectados dentro del mismo conjunto de procesos
complejos (2008).
Rutas, caminos históricos e itinerarios culturales
Estos recorridos turísticos, que toman distintas de-nominaciones
tales como corredores, rutas, circuitos,
caminos o itinerarios, tratan de diferenciarse de sus
competidores resaltando determinados recursos que es-tán
presentes en el territorio o que son imaginados y
creados artificialmente. En el primer caso se invita al
visitante a recorrer un periplo en el que predomina una
determinada categoría patrimonial, ya sean manifesta-ciones
culturales, testimonios del pasado arqueológico
o histórico, patrimonio artístico, industrial o espacios
naturales. Ejemplos de estos productos serían las rutas
gastronómicas y enológicas, que basan su oferta en el
aprovechamiento turístico de los recursos agropecua-rios
de un territorio (López-Guzmán y Sánchez, 2008);
las rutas mineras e industriales, que trazan su recorri-do
por antiguas explotaciones (García de Miguel, 2002;
Fernández y Guzmán 2005); las que orientan el viaje al
descubrimiento de un estilo arquitectónico abundante y
característico de una zona (Campesino, 2006; Proyecto
Andalucía Barroca, 2007) o a la contemplación y disfru-te
de paisajes poblados por especies autóctonas (Aguña,
2002; López Roig, 2008). Una modalidad de estos tra-zados
temáticos específicos, que serán analizados más
adelante, son aquellas vías turísticas reconocidas (o as-pirantes
a serlo) por administraciones públicas interna-cionales
como itinerarios culturales por sus destacados
testimonios históricos, artísticos y/o etnológicos.
Pero en este afán diferenciador se recurre también al
diseño de un segundo tipo de rutas, las cuales recrean el
territorio a través de nuevos atractivos que poco o nada
tienen que ver con la realidad histórica y cultural de los
destinos, pero que se incorporan como valores añadidos
a los mismos. Ejemplos interesantes de esta tendencia
serían las rutas literarias y cinematográficas que ponen
en valor las localizaciones de filmes célebres, series te-levisivas
y emplazamientos de novelas. Aquí el lugar
es reinventado y se persigue estimular a los turistas a
revivir con su particular mirada vicaria lo que antes le-yeron
en novelas o contemplaron en la pequeña o gran
pantalla (Herbert, 2001; Hernández, 2005). Otras rutas
similares son aquellas que exaltan determinadas figu-ras
históricas o personajes de ficción con el diseño de los
itinerarios por los que transitaron o vivieron. El Camino
del Cid, que discurre por varias provincias españolas si-guiendo
las huellas del caballero medieval descritas en
el Cantar del Mío Cid; la Ruta del Quijote en Castilla la
Mancha (Campos, 2006) o las de los Bandoleros en An-dalucía
(Zamora y Merinero, 2003) ilustran un modelo
cada día más frecuente. Otros trazados obedecen a un
diseño basado en leyendas y mitos -casi siempre adap-tados
muy libremente y con una buena dosis de elucu-bración
histórica- que trata de inducir al turista a viajar
por sitios particulares de los que se dice que poseen un
encantamiento que trasciende. De estos recorridos se
suele destacar la presencia de restos prehistóricos (dól-menes,
necrópolis, petroglifos…) y medievales (fortale-zas,
ermitas, iglesias…) junto con accidentes geológicos
llamativos a los que se atribuyen propiedades curativas
y/o mágicas (aguas, barros, plantas medicinales…), así
como la celebración de rituales perdidos o vigentes pero
presentados como atávicos. Los espacios que recorren
estas rutas son mostrados como insólitos y cargados
de leyendas que refieren a acontecimientos, personajes
históricos e incluso fantásticos (templarios, duendes,
magos, hadas, gigantes, fantasmas, brujas…) combi-nados
a veces con interpretaciones esotéricas sobre las
propiedades del lugar (Inglis y Holmes, 2003; Otamen-di,
2008). Ejemplos interesantes de esta modalidad de
rutas son las propuestas de turismo por la Guadalajara
mágica (España) (www.alcarria.com) o las rutas por las
lagunas de los páramos (Huaringas) de Huancabamba
(Piura, Perú) que recurren al chamanismo como atracti-vo
turístico (http://www.perutravels.net).
Un tercer tipo de rutas serían aquellas mixtas que se
diferencian de las anteriores, de carácter monográfico,
por carecer de un eje temático definido y por responder
a una oferta territorial genérica. Son rutas eclécticas en
las que, siguiendo determinadas propuestas del marke-ting,
el producto turístico se forma a partir de la suma
de varios componentes, los cuales son prescindibles y
sustituibles por otros. De acuerdo con esta lógica mer-cantil,
las rutas son diseñadas artificialmente mediante
la selección de una serie de hitos patrimoniales y re-creativos
que son asociados arbitrariamente bajo una
etiqueta o lema común en la que se mezclan propuestas
de visita y actividades heterogéneas. El resultado es la
creación de una geografía turística imaginada y diseña-da
donde se establecen nuevos vínculos territoriales a
partir de la promoción de un mosaico de recursos de lo
más variopinto. Una variedad de esta última modalidad
de rutas lo constituyen las promovidas por operadores
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turísticos bajo la denominación común de circuitos. La
mayor parte de estas iniciativas son gestionadas por el
sector privado sin la intervención directa de los poderes
públicos ni los actores locales, por lo que su rentabili-dad
es externalizada y periférica. Generalmente toman
como escenario espacios reconocidos institucionalmente
como patrimoniales, sobre todo aquellos inscritos en ca-tálogos
públicos y especialmente los declarados Patri-monio
de la Humanidad, lo cual es ampliamente subra-yado
en la publicidad. La oferta de circuitos es similar
a la del turismo de masas, pues suele combinar en “un
todo incluido” el alojamiento, la manutención, la movi-lidad
y la visita a los atractivos turísticos de la zona
en itinerarios programados en un periodo de tiempo es-pecífico
(Rengifo, 2006). Un ejemplo paradigmático de
este último tipo es la Ruta de la Plata, una antigua vía
que discurre por la zona más occidental de España que,
en sus distintos tramos y con el apoyo público de una
red de ciudades asociadas, es explotada por agencias
de viajes y mayoristas que ofertan paquetes turísticos
orientados al consumo simultáneo de atractivos turísti-cos
tan diversos como la gastronomía, el medio ambien-te,
los conjuntos históricos, las costumbres y tradiciones
populares, junto con actividades lúdicas y deportivas
(http://www.rutadelaplata.com)
Los caminos históricos constituyen una última
categoría de rutas. Estos trayectos son promovidos ge-neralmente
por organismos públicos con el objetivo del
reconocimiento institucional de los mismos como itine-rarios
culturales a través de su inscripción en catálogos
oficiales de bienes culturales. Este fenómeno se produ-ce
en un marco de competencia territorial global donde
los gestores de las rutas se afanan por dar a conocer su
producto en el mercado turístico internacional. La con-secución
de esta meta supone un importante respaldo
político y un notable impulso promocional que se tradu-ce
casi automáticamente en el incremento de los flujos
turísticos (Rengifo, 2006). Esto es más evidente cuando
el producto se integra en inventarios internacionales
como el del Consejo de Europa y más claramente en la
Lista del Patrimonio Mundial sobre todo tras el reco-nocimiento
por parte de la UNESCO, en 2005, de las
Rutas Patrimoniales (o itinerarios Culturales) como ca-tegoría
específica. Este objetivo se convierte en algunos
casos en el que motiva la propia creación del producto,
como es el caso de la Ruta Don Quijote que fue diseñada
ex profeso en 2004 para formar parte de la Red de Iti-nerarios
Culturales Europeos (Campos, 2006) en la que
se integra desde 2007. Este tipo de rutas patrimonia-les
reconocidas o aspirantes a la categoría de Itinerario
Cultural las denominaremos caminos históricos por su
mayor énfasis en los testimonios del pasado que jalonan
el recorrido.
En 1987 el Consejo de Europa inscribió el Camino de
Santiago como el primer Itinerario Cultural Europeo y
en 1993 esta misma ruta fue registrada por la UNESCO
como Patrimonio de la Humanidad. Desde entonces el
número de vías reconocidas internacionalmente no ha
parado de crecer, lo que ha motivado a muchas admi-nistraciones
promotoras de rutas turísticas a postularse
como candidatas para la anotación de sus propuestas
en los catálogos de estas instituciones supranacionales.
Ante tal incremento de candidaturas, estos organismos
han establecido criterios definitorios y restrictivos para
inscribir itinerarios en sus catálogos. Para cumplir tales
requerimientos, los candidatos se esfuerzan por argu-mentar
el carácter cultural de sus propuestas, tratando
de ajustar su oferta a los criterios de los organismos in-ternacionales.
Salvando las distancias, el fenómeno es
similar al que se produce con las candidaturas de ciuda-des
para la celebración de Olimpiadas; en ambos casos
lo que subyace en todo este proceso es el objetivo de po-sicionamiento
estratégico en el mercado turístico global
y la pugna por atraer a los territorios turistas, capitales
e inversores.
El establecimiento de las directrices que deben de-finir
a los itinerarios culturales en contraposición a las
rutas turísticas ha abierto un interesante debate sobre
esta nueva categoría patrimonial. El Consejo de Europa
promueve la creación de vías que impulsen la concien-cia
e identidad europea, la cooperación internacional y
fomenten el desarrollo económico, para lo que se creó
en 1997 el Instituto Europeo de Itinerarios Culturales.
Desde esta óptica el patrimonio cultural se interpreta
como un instrumento para alcanzar estos fines y los
itinerarios como un producto que los facilita. En pa-labras
de la responsable de los Itinerarios Culturales
Europeos, Françoise Tondre: “El concepto de patrimo-nio
sobre el cual se fundan los Itinerarios Culturales
difiere de aquel que sostiene la política de la UNESCO
en materia de patrimonio mundial. Efectivamente, la
UNESCO considera como patrimonio cultural aquello
que tiene <un valor universal excepcional desde el pun-to
de vista de la historia, del arte o de la ciencia> –un
patrimonio que apela a valores comunes de la humani-dad.
La prioridad del Consejo de Europa es el vínculo
que une el patrimonio y la comunidad, así como el patri-monio
como recurso para el desarrollo sostenible” (2007:
32). Esta visión contrasta con la que propone el Consejo
Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) que,
a través del Comité Científico Internacional de Itinera-rios
Culturales (CIIC), ha organizado distintos encuen-tros
y conferencias internacionales para perfilar un con-cepto
de itinerario cultural, el cual se ha sustanciado
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en la Carta de los Itinerarios Culturales de ICOMOS
(2008). Este documento fija las normas que regulan la
inclusión de los itinerarios en la Lista del Patrimonio
Mundial a partir de requisitos que, con una pretensión
de objetividad y rigor científico, distingue entre itine-rarios
culturales y propuestas diseñadas con criterios
espurios al objetivo de puesta en valor del patrimonio
cultural. Según el vicepresidente de ICOMOS-España.
“No pueden confundirse los itinerarios culturales con
las rutas turístico-culturales, porque los primeros res-ponden
a criterios históricos de autenticidad, de conti-nuidad
y de intercambios contrastados entre culturas,
mientras que las segundas son invenciones turísticas de
conveniencia, promovidas por agentes públicos o priva-dos,
que hilvanan redes de recursos patrimoniales más
o menos homogéneos y vinculados entre sí para la oferta
de un producto comercial prefabricado y virtual, en oca-siones
tematizado y autoconstruido con nula base cien-tífica,
como promueve el propio Consejo de Europa con
el eslogan: <cree usted su propio itinerario cultural>”
(Campesino, 2006: 1).
Como se ve, la definición de itinerario cultural es
motivo de controversia entre estos organismos suprana-cionales.
ICOMOS propone una noción que se apoye en
hechos históricos reales haciendo referencia a vías que
hayan favorecido la inter-fecundación de culturas en el
espacio y el tiempo (Capel, 2005); mientras que el Con-sejo
de Europa opta por una definición más abierta que
incluya todo tipo de trazados que contribuyan al acer-camiento
y la cooperación entre pueblos (especialmente
localizados en estados distintos), difundan la cultura,
memoria e identidad europea y promuevan el desarro-llo
turístico (Consejo de Europa, 1998). ICOMOS critica
esta definición por falta de rigor científico y no acepta
que los itinerarios culturales respondan a propuestas
artificiales en las que prevalezca “la imaginación y la
voluntad de establecer conjuntos asociativos de bienes
culturales que posean rasgos comunes” que vinculan,
por meros motivos de oportunidad político-cultural-mercantil,
a tres o cuatro puntos geográficos próximos
entre sí (ICOMOS, 2008: 1). Como alternativa propone
fomentar el reconocimiento de itinerarios culturales
que pongan en valor caminos en los que históricamente
haya existido “una dinámica habitual de recorridos con
un carácter funcional, es decir, conexiones históricas
destacables y permanentes a través de un itinerario co-múnmente
practicado (Suárez-Inclán, 2004).
ICOMOS distingue dos tipos de itinerarios cultura-les:
en primer lugar, las rutas históricas trazadas para
dar curso a un propósito determinado, como por ejem-plo,
el Qhapaq Ñan o Camino Inca y las calzadas del
Imperio Romano; y en segundo, aquellas que son resul-tado
de largos procesos evolutivos en los que intervienen
distintos factores humanos que coinciden y se encauzan
a un mismo fin, como por ejemplo el Camino Santiago,
las rutas de caravanas comerciales africanas o la Ruta
de la Seda (ICOMOS, 2008). Salvo en ejemplos muy par-ticulares,
la mayoría de los itinerarios culturales reco-nocidos
corresponden a la primera categoría, porque son
caminos históricos que fueron concebidos hace tiempo
con un propósito determinado que ya se ha extinguido.
Pero difícilmente pueden hallarse muchos ejemplos de
recorridos de la segunda categoría, es decir, de itinera-rios
con conexiones históricas permanentes o de largo
recorrido histórico, como es el caso de la Vía Jacobea. La
causa probable es que este último tipo sólo contempla
situaciones muy excepcionales -verdaderas anomalías
históricas- en las que pueda hablarse de continuidad
del camino en un sentido material y simbólico. Y es que
el significado de itinerario así planteado suscita una
cuestión de fondo: ¿Cómo es posible fijar en conceptos
estáticos y recurrentes lo que es por esencia movilidad y
cambio permanente? (Palti, 2001:11). ¿Cómo establecer
una unidad entre pasado, presente y futuro a partir de
una sustancialidad del devenir?, ¿es posible una histo-ria
en la que las mismas situaciones básicas se repitan
recurrentemente en un territorio concreto?
La dificultad evidente para justificar itinerarios cul-turales
como resultado de largos y continuos procesos
evolutivos explica que la mayor parte de las vías que
se postulan con posibilidades de éxito para ser recono-cidos
por ICOMOS hagan referencia al pasado y, consi-guientemente,
al patrimonio histórico. Esto se aprecia
con claridad si atendemos a los principales itinerarios
culturales identificados por los miembros del CIIC de
ICOMOS en América Latina y España. Sin ánimo de
ser exhaustivos destacan los siguientes: El Camino Real
Continental, Itinerarios vinculados a la Minería Histó-rica,
el Camino del Inca, la Ruta del tránsito en Nicara-gua,
las calzadas romanas o las rutas de la Trashuman-cia
en España. En todos ellos el interés del itinerario
descansa en el pasado y, por tanto, lo que se subraya
como la manifestación más relevante es el legado histó-rico
tangible, que constituye su eje temático. Y esto tie-ne
sus consecuencias, ya que desde este enfoque, los bie-nes
del patrimonio etnológico y ecológico son resaltados
como atractivos asociados, dependientes y subordinados
a los históricos. De este modo se produce una jerarqui-zación
del patrimonio, la cual entra en contradicción con
una perspectiva holística del itinerario cultural enten-dido
como categoría que identifica y ensalza cada bien
cultural y amplía su significado como parte sustantiva
de un conjunto (Suárez-Inclán, 2004).
Con independencia de la pertinencia de las definicio-
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nes de itinerario cultural que promueven los organismos
citados, el carácter restrictivo de los criterios tiene como
consecuencia más directa el freno de la avalancha de
candidaturas a figurar en los catálogos oficiales. Por ello
no es extraño que, en ocasiones, los intelectuales y téc-nicos
al servicio de las propuestas que se postulan como
itinerarios culturales procedan a la recreación histórica
y a la producción de mitos de continuidad para ajus-tar
forzadamente dichos territorios a tales definiciones
y criterios. Estos académicos y profesionales certifican
con su autoridad científica socialmente reconocida de-terminadas
interpretaciones de la realidad, construyen-do
narrativas que reescriben la historia mediante una
visión cargada de esencialismo, que remite a la conti-nuidad
del sentido histórico del camino, y generan nue-vas
imágenes y significados de los lugares ajenos a las
poblaciones que los habitan. De este modo, la realidad
histórica y antropológica se ajusta con calzador al con-cepto,
produciendo mitos postmodernos que pueden ser
posteriormente instrumentalizados por la ingeniería tu-rística
que produce rutas culturales.
En definitiva, la realidad empírica muestra la exis-tencia
de diversidad de tipos de rutas que se sintetizan
en la Tabla 1.
A pesar de esta variedad de propuestas, de escalas
territoriales y de actividades posibles, el procedimiento
de transformación de un espacio en territorio turístico
es siempre similar. Todas las rutas tratan de ajustarse
a las demandas globales de autenticidad y singularidad
de distintos sectores de turistas y a los segmentos de
mercado que se imponen en el turismo cultural interna-cional.
El discurso que subyace a esta gama de ofertas
es que, a través del camino, el visitante podrá adentrar-se
en un mundo particular y vivir experiencias únicas;
pero el objetivo implícito es la creación de productos
turísticos que sitúen o consoliden a determinados ám-bitos
territoriales (comarcas, términos municipales,
espacios transfronterizos, etc.) en el escenario turísti-co
global. Este modelo supone una visión instrumental
del territorio y su patrimonio concebidos como recur-sos
que pueden transformarse mediante determinados
procesos (creación de servicios, adecuación del entorno,
generación de imagen, difusión…) en productos turís-ticos.
Pero el éxito de estas propuestas puede generar
consecuencias que superan las estrictamente económi-cas:
de un lado, pueden desencadenar nuevas formas de
cooperación entre administraciones y poblaciones veci-nas
(Briedenhann y Wikens, 2003); y, de otro, pueden
implantar nuevas imágenes territoriales, culturales e
históricas que sustituyan o convivan con las tradicio-nales.
Tal como indica Nogués (2006) para el caso de la
comarca de la Bonaigua (Alicante), suele ocurrir que,
cuando estas operaciones son avaladas o lideradas por
las administraciones, el escenario turístico y los atribu-tos
seleccionados son transformados en nuevos marca-dores
de la identidad territorial, lo cual no deja de ser
una paradoja, pues éstos son diseñados según criterios
globales de autenticidad, pureza o vida rural.
Rutas turísticas y caminos históricos en los An-des
septentrionales del Perú
Una muestra de que el fenómeno de las rutas turís-ticas
alcanza una dimensión planetaria es el caso de la
sierra de Ayabaca (Piura, Perú): un territorio de fronte-ra
y periférico situado en una de las áreas más pobres y
deprimidas del país andino que, sin embargo, contiene
un riquísimo patrimonio etnológico, ecológico y arqueo-
Rutas Subtipos
Específicas Patrimoniales
Rutas del Patrimonio Etnológico
Rutas del Patrimonio Histórico y/o arqueológico
Rutas del Patrimonio Natural
Caminos Históricos e Itinerarios Culturales
Específicas Imaginadas
Literarias-cinematográficas-televisivas
Personalidades históricas y personajes ficticios célebres
Mágicas, esotéricas, míticas, legendarias
Genéricas o mixtas Mosaico de recursos (rutas y circuitos)
Tabla 1. Tipos y subtipos de rutas. Elaboración propia.
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dos por el gobierno que realiza el encargo a la empresa
consultora. Sobre esta propuesta territorial previa fue
elaborado un diagnóstico, que sugiere la creación de una
típica ruta genérica o mixta formada por toda una va-riedad
de recursos ambientales y patrimoniales carente
de un hilo conductor que proporcione un contenido te-mático
integrador y coherente. El diagnóstico realiza-do
sigue un modelo convencional de oferta y demanda
que carece de una metodología basada en el trabajo de
campo etnográfico, la investigación histórica y el análi-sis
territorial para determinar los bienes patrimoniales
y los recursos medioambientales y turísticos. Concluye
con la habitual matriz DAFO como herramienta para
subrayar las debilidades, amenazas, fortalezas y debili-dades
del destino. Sin embargo, dadas las limitaciones
metodológicas y el superficial trabajo de investigación,
este instrumento convencional no permite verificar con
rigor la situación de partida y las potenciales ventajas
competitivas de la ruta. El resultado es un informe que
no se plantea probar la existencia de un territorio con
características singulares que permitan construir una
ruta temática, tan sólo se propone la construcción de un
recorrido jalonado por bienes patrimoniales inconexos,
cuyas características y estado de conservación no son
determinados. Lo que se proyecta es, en definitiva, una
ruta genérica que oferta un mosaico invertebrado de
atractivos aislados e independientes sin ningún nexo
común agrupados bajo la denominación de tres locali-zaciones
de la sierra norte de Piura (Montero, Ayabaca
y Aypate). Dentro de esta lógica, los elementos patri-moniales
seleccionados son contemplados únicamente
como recursos turísticos mercantilizables sin conside-rar
ni analizar los valores identitarios, históricos, etno-lógicos
y ecológicos, ni la conexión existente entre ellos
como un conjunto articulado.
El Corredor Turístico Loja-Ayabaca es un itinerario
promovido y financiado por la Agencia de Cooperación
Internacional Española para el Desarrollo (AECID)
en el marco del Proyecto Binacional de Ordenamiento,
Manejo y Desarrollo de la Cuenca Catamayo-Chira que
promueve el encuentro y el desarrollo transfronterizo
entre Ecuador y Perú tras décadas de conflictos territo-riales
y bélicos. El diseño del corredor ha correspondido
a dos entidades no gubernamentales contratadas por
AECID: la Fundación para el Desarrollo Ecológico del
Sur (EcoSur) de Loja (Ecuador) y la Asociación Proaves
(Perú), cada una de las cuales ha elaborado un diag-nóstico
en su lado de la frontera. Ambos diagnósticos
trazan un recorrido que vincula dos regiones fronterizas
mal comunicadas, pero marcadas históricamente por in-tercambios
comerciales, sociales y culturales en un con-texto
de relativo aislamiento con respecto a los estados
lógico. Dadas las precarias condiciones materiales de
existencia de la mayor parte de esta población andina
y la paradoja de que estamos ante un entorno de gran
diversidad y riqueza patrimonial, desde instancias polí-ticas
locales, regionales y nacionales se ha interpretado
que el desarrollo turístico es una vía fundamental para
la dinamización económica de la región y, dentro de esta
estrategia, la creación de rutas el instrumento territo-rial
más apropiado para alcanzar dicho objetivo.
En los últimos años se han sucedido distintos diag-nósticos
y propuestas de rutas diseñados por organiza-ciones
no gubernamentales (internacionales y naciona-les)
y consultoras, financiados por organismos públicos,
que han trabajado con variados objetivos y orientacio-nes
teórico-prácticas. Entre los proyectos destacan cua-tro
trayectos: la Ruta Montero-Ayabaca-Aypate; el Co-rredor
Turístico Loja-Ayabaca; el Proyecto Binacional
de Turismo Rural en el Tramo Norte del Camino Inca
(Loja-Aypate); y el Programa Integral Qhapaq Ñan.
Cada uno de estos proyectos responde, como veremos,
a distintas concepciones patrimoniales y a tipologías de
rutas indicados anteriormente: el primero se ajusta al
modelo mixto o genérico; el segundo al de corredor del
patrimonio natural; el tercero al específico de patrimo-nio
arqueológico, y el último al de camino histórico. Sin
embargo, hasta ahora ninguno de estos cuatro proyectos
se ha materializado en un itinerario concreto debido a
las dificultades que supone su puesta en funcionamien-to
en una zona extremadamente periférica, mal comu-nicada,
con una enorme carencia de infraestructuras y
equipamientos, y habitada por una población mayorita-riamente
campesina sin experiencia en el sector turísti-co
y con escasos recursos económicos.
La Ruta Montero-Ayabaca-Aypate fue impulsada
por el Gobierno de la Provincia Fronteriza de Ayabaca
con el auxilio de la cooperación internacional española
y dos organizaciones no gubernamentales que operan
en la zona: Naturaleza y Cultura Internacional (NCI) e
Instituto de Gestión de Cuencas Hidrográficas (IGCH).
Estas instituciones suscribieron un convenio de coope-ración
y contrataron a una consultora externa con sede
en Lima para la elaboración de un diagnóstico sobre las
potencialidades de la ruta. El diseño del itinerario res-ponde
a una estrategia de desarrollo económico territo-rial
a partir del turismo sin base científica, por lo que la
selección del territorio se justifica simplemente por la
pertenencia de las poblaciones por las que discurre el
camino a la provincia de Ayabaca (Piura) y la frágil si-tuación
económica de sus habitantes. No son, por tanto,
atributos específicos (paisajísticos, históricos, etnológi-cos
o medioambientales) los que justifiquen la creación
de la ruta, sino tan solo criterios administrativos defini-
232
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 9(2). 2011
Los caminos del patrimonio ...
ISSN 1695-7121
riores propuestas de rutas, las entidades participantes
han realizado un inventario de recursos patrimoniales
de la zona, con el único objetivo de transformarlos en
productos turísticos. En palabras de la responsable de
SNV: “Lo fundamental de este proyecto es identificar
productos que se inserten al mercado” (Chulucanas
Noticias, 13-6-2008). Y en este propósito de mercanti-lización
de la cultura para la seducción de turistas, el
legado tangible del pasado funciona como el principal
atractivo, especialmente el complejo arqueológico de
Aypate, -una ciudad inca bastante desconocida, pero de
un gran interés arqueológico y patrimonial. Para ello in-cluso
se recurre a la mistificación histórica ya que, a pe-sar
de la denominación de esta ruta como “Tramo Norte
del Camino Inca (Qhapaq Ñan)”, el trayecto diseñado
no se corresponde totalmente con este recorrido históri-co.
En toda esta recreación, el patrimonio arqueológico
es presentado como un vestigio de un tiempo anterior,
mítico, que se emplaza en un territorio vacío y aislado
en la virginal selva alta ecuatorial andina. Esta resig-nificación
del territorio y de su patrimonio arqueológico
se ajusta a las expectativas de encuentro con la natu-raleza,
pureza y descubrimiento de lugares ignotos que
tanto gusta a amplios sectores de turistas globales. En
este concepto, los modos de vida, las costumbres y los
rituales de la población autóctona constituyen atracti-vos
subordinados al patrimonio arqueológico y son tra-tados
con los mismos atributos de aislamiento y estatis-mo
que los restos del pasado prehispánico. El recorrido
propuesto se ajusta al modelo específico de ruta del pa-trimonio
arqueológico y trata de explotar las ventajas
derivadas de la inminente declaración del Camino Inca
como Itinerario Cultural de la Humanidad. Sin embar-go,
el modelo se ajusta más a la propuesta del Consejo
de Europa por cuanto los objetivos manifiestos de la pro-puesta
coinciden con los de esta institución pero aplica-dos
a la realidad latinoamericana: fortalecer los lazos
transfronterizos y generar un territorio para el consumo
de productos turísticos que promueva el desarrollo, aun-que
dicha propuesta se apoye en débiles fundamentos
científicos.
Las tres iniciativas señaladas hasta ahora coinci-den
en que han sido diseñadas por expertos externos
de acuerdo con fórmulas estandarizadas de desarrollo
turístico que son aplicables a cualquier realidad. Parten
del supuesto Turismo = Desarrollo y de la premisa de
que la transformación del recurso patrimonio cultural
en producto asegura este desarrollo. Los diagnósticos se
han elaborado sin el apoyo de rigurosas investigaciones
de campo (etnográficas, arqueológicas, geográficas e his-tóricas)
y apenas han contado con las valoraciones de
los nativos. No se analizan los modos de vida, tradicio-peruano
y ecuatoriano. El corredor turístico se conci-be
como un instrumento para impulsar y estrechar los
lazos entre ambos estados y, paralelamente, como un
medio idóneo para frenar la deforestación, la pérdida de
biodiversidad de la selva ecuatorial andina y promover
el ecoturismo. Este concepto es el que guía un modelo
de ruta específica, la cual resalta prioritariamente los
valores naturales y, subordinados a estos, otras cate-gorías
patrimoniales que completan la oferta. En este
sentido, los informes detallan un inventario de los es-casos
equipamientos turísticos existentes y resaltan los
elementos más notables del patrimonio arqueológico
y etnológico, que son caracterizados como atracciones
turísticas complementarias del recurso más relevante:
el patrimonio natural. En este sentido, se subraya la
importancia de una serie de espacios de notable valor
ecológico, concretamente los bosques primarios nubla-dos
y los páramos, los cuales concentran numerosos ma-nantiales
y lagunas que aportan agua a las quebradas
y valles de los ríos y constituyen el hábitat privilegiado
de especies vegetales únicas o excepcionales (líquenes,
musgos, helechos, bromelias, orquídeas y plantas trepa-doras)
y de una fauna muy diversa (más de cien especies
de aves, oso de anteojos, tapir de montaña, etc.). Estos
espacios son descritos como lugares donde pervive una
naturaleza indómita, al tiempo que la cultura local y
sus tradiciones son presentadas como manifestaciones
atávicas de sociedades campesinas que se mantienen
inmutables desde tiempos prehispánicos. El énfasis en
la naturaleza virgen y en la cultura intacta genera una
imagen idealizada del territorio que es mostrado como
un reducto, subrayando atributos considerados muy
sugestivos por los turistas globales, pero que no se co-rresponden
con la realidad histórica y cultural de un
territorio que ha sido modelado y transformado por el
hombre a lo largo de la historia. Desde este enfoque el
corredor se concibe como una ruta especifica del patri-monio
natural centrada en la visita a enclaves de alto
valor ecológico y escenarios donde presuntamente mora
atrincherada la autenticidad.
El Proyecto Binacional de Turismo Rural en el Tra-mo
Norte del Camino Inca (Loja-Aypate) que discurre
entre la frontera de Perú y Ecuador también se ha pro-yectado
como futuro itinerario cultural transfronterizo.
Lo financia la Organización Mundial de Turismo con el
apoyo técnico de las Universidades de Piura (Perú) y
Loja (Ecuador), la Dirección Regional de Comercio Ex-terior
y Turismo (DIRCETUR), la Casa de la Cultura de
Ayabaca y dos organizaciones no gubernamentales: una
internacional (Netherlands Development Organisation,
SNV) y otra provincial (Escuela Campesina de Educa-ción
y Salud, ESCAES). Del mismo modo que las ante-
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Javier Hernández Ramírez
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nes y relaciones de la población con su patrimonio ni se
plantean sistemas de gestión que involucren activamen-te
a las comunidades campesinas.
Por último, el Programa Integral Qhapaq Ñan es un
ejemplo paradigmático de camino histórico, que presen-ta
dos características que lo distinguen de las anteriores
propuestas: en primer lugar, la metodología científica
e inter-diciplinar empleada en su elaboración y, en se-gundo,
su encuadre como uno de los ejes centrales de la
política cultural de Perú que persigue con el proyecto lo-grar
la declaración del Camino Principal Andino (Qha-paq
Ñan) como Patrimonio Mundial en la categoría de
Itinerario Cultural por la UNESCO . Para alcanzar la
nominación, el programa integra a los estados de Ar-gentina,
Chile, Perú, Ecuador y Bolivia por donde dis-curría
el Qhapaq Ñan, aunque cada uno de ellos lleva
a cabo las labores de investigación y conservación del
patrimonio en su territorio. Supone un amplio estudio
multidisciplinar de todo el camino inca centrado sobre
todo en acciones de identificación, conservación y valo-rización
del patrimonio cultural existente para un ulte-rior
desarrollo turístico. Con esta operación, y de acuer-do
con los criterios exigidos por ICOMOS, el esfuerzo
investigador trata de mostrar al Qhapaq Ñan como una
red viaria generadora de continuos y fructíferos inter-cambios
culturales entre pueblos que se manifiestan de
modo sobresaliente en su patrimonio histórico tangible.
Sin embargo, en la propuesta se verifica la rigidez de los
criterios propuestos por ICOMOS. En primer lugar, se
trata de un camino histórico más que de un itinerario
cultural por cuanto los restos arqueológicos constituyen
el eje temático del recorrido. Aunque la investigación et-nográfica
constituye una aportación relevante al conoci-miento
de aspectos significativos de la realidad cultural
de las poblaciones contemporáneas, la ruta se articula
en función de los restos arqueológicos y el trazado del
Qhapaq Ñan. Se produce, por tanto, una jerarquización
patrimonial por cuanto el itinerario se justifica antes
por el pasado y sus testimonios materiales más rele-vantes
que por el presente y los intercambios culturales
contemporáneos generados en la ruta. En segundo lu-gar,
se produce una idealización de los modos de vida de
las poblaciones, subrayando aquellas tradiciones vivas
cuyas raíces –a veces nebulosas- se puedan vincular al
período inca. En este sentido, los elementos del patrimo-nio
etnológico destacados (creencias, mitos, formas de
organización social, actividades económicas, manifes-taciones
festivas, rituales, indumentaria, gastronomía,
etc.) lo son en cuanto a pervivencias recreadas de un
modo de vida incaico que se presenta como imperturba-ble.
En definitiva, la huella del pasado, su continuidad,
es el argumento para la construcción de un territorio
fosilizado, estancado, pero muy tractivo para la imagi-nación
turística.
Como se ha indicado, ninguno de estos cuatro proyec-tos
se ha plasmado en una ruta efectiva. En el caso de
que alguno de ellos se concrete, las consecuencias sobre
la población pueden ser de distinto grado. Con la ruta
genérica no se asegura la protección del patrimonio y sí
su transformación en mercancía, lo que podría suponer
la banalización de sus significados y un distanciamien-to
de las poblaciones con respecto a su legado cultural.
Por su parte, las propuestas de rutas temáticas o es-pecíficas
(natural y arqueológica) y el camino históri-co
promocionan un tipo de patrimonio que enfatiza la
“autenticidad” y genera nuevos discursos territoriales
al margen de las tradiciones de las poblaciones locales,
subordinando éstas al patrimonio arqueológico o na-tural.
Asimismo, los cuatro tipos coinciden en ofertar
una serie de hitos patrimoniales con grandes vacíos en
el entorno de la vía, lo que implica la promoción de las
zonas por donde discurre la ruta en detrimento de las
adyacentes. La consecuencia probable de este modelo de
desarrollo turístico es la fragmentación del territorio, la
generación de desequilibrios económicos territoriales y
la promoción de una determinada tipología de patrimo-nio,
ignorando o minusvalorando otras categorías.
Consideraciones finales
En este artículo se ha mostrado que las rutas turís-ticas
constituyen un fenómeno global que se materiali-za
localmente en el marco de estrategias territoriales
de dinamización económica y de posicionamiento en el
mercado turístico internacional. Sin embargo, en su
diversidad, éstas tienden generalmente a la descontex-tualización
del patrimonio, a la desarticulación de los
territorios donde se enclavan y a la construcción de imá-genes
territoriales que no se corresponden plenamente
con las realidades sociales y culturales de las sociedades
donde se implantan.
Las cuatro rutas analizadas en los Andes Septen-trionales
de Perú concuerdan con un modelo de desa-rrollo
turístico diseñado externamente con el apoyo de
administraciones públicas, organizaciones no guberna-mentales
y consultoras. En todas ellas se parte de una
instrumentalización del patrimonio al servicio del desa-rrollo
turístico o como vía para la nominación e inscrip-ción
de itinerarios culturales en la lista del patrimonio
mundial. Por ello, en su diseño se promociona un tipo de
bienes de acuerdo con los criterios de la UNESCO o con
la concepción global de naturaleza y autenticidad que
deben acreditar los destinos turísticos para competir
con ventaja en el mercado turístico. Esta consideración
234
PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 9(2). 2011
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del patrimonio se enfrenta tanto a las visiones autóc-tonas
como a una concepción holística que integra los
bienes arqueológicos, históricos, artísticos, ecológicos y
etnológicos como un todo dentro de un contexto cultu-ral
y territorial determinado. Asimismo, el papel de las
poblaciones locales es en las cuatro rutas subsidiario y
pasivo. Aunque en los diagnósticos abundan las referen-cias
al desarrollo sostenible y a la participación de la
población local, ésta no interviene en la investigación
y definición de los recursos culturales, no se plantean
modelos de gestión comunitaria del patrimonio y todo
apunta a que se espera la atracción de capital externo
para la construcción de infraestructuras, la dotación de
servicios turísticos y la gestión privada de los recursos
patrimoniales.
Son abundantes las investigaciones que, desde la
antropología del turismo, constatan la existencia de in-teresantes
experiencias de gestión local de la actividad
turística por parte de organizaciones e instituciones
que hacen uso del propio patrimonio como un recurso
económico y factor de identidad (Ariel, 1995; Bartolo-mé
y Barabas, 1998; Hernández, 2005; Kroshus, 2003;
Mitchell y Reid, 2001; Pereiro y de León, 2007; Ruiz,
2008; Tucker, 2001). En ellas se indica que, cuando se
produce un control local del patrimonio, esto es, de sus
significados y usos, se pueden generar nuevas relacio-nes
entre la población y su patrimonio sin que esto su-ponga
la trivialización de la cultura, así como promover
dinámicas de desarrollo endógeno que permitan una re-producción
social sostenible. En este sentido, el llamado
turismo comunitario (community-based tourism) o et-noturismo,
entendido como un modelo turístico liderado
por poblaciones que habían sido históricamente objetos
antes que sujetos del desarrollo (Ruiz, et al., 2008; Pe-reiro
y De León, 2007), constituye una alternativa a las
estrategias turísticas externalizadas, especialmente en
territorios periféricos donde prevalece un modelo de or-ganización
social basado en comunidades campesinas,
tal como ocurre en los andes septentrionales peruanos.
Como acertadamente señalan Ruiz, et al, (2008): “es
la comunidad en el turismo y no tanto el turismo en la
comunidad”, es decir, es la comunidad, como instancia
organizativa básica, la que puede y debe protagonizar
el desarrollo turístico, impidiendo la pérdida de control
económico en su territorio, así como la banalización de
su identidad y de su patrimonio cultural. De acuerdo
con este enfoque, y siendo del todo conscientes de las di-ficultades
y debilidades que el modelo entraña, nuestro
planteamiento es que las rutas turísticas se ajusten a
la organización comunitaria, contribuyendo a la verte-bración
territorial, evitando desequilibrios económicos
socio-territoriales y promoviendo una visión holística o
integral del patrimonio cultural basada en los usos y
valores simbólicos autóctonos.
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ICOMOS en 2008 es la siguiente: Toda vía de comu-nicación
terrestre, acuática o de otro tipo, físicamente
determinada y caracterizada por poseer su propia y
específica dinámica y funcionalidad histórica al servi-cio
de un fin concreto y determinado (2008:2). Esta vía
debe, según ICOMOS, ser un espacio de intercambios
multidimensionales, continuos y recíprocos capaz de
generar una gran riqueza patrimonial y fecundas re-laciones
históricas entre distintos pueblos (ICOMOS,
2008:2).
2. La nueva categoría patrimonial de UNESCO es, sin
duda, un avance por cuanto desarrolla un enfoque que
supera al de monumento aislado, valorando conjuntos
patrimoniales como sistemas dentro de entornos cul-turales
y ecológicos concretos.
3.En 2001 el gobierno del Perú declaró de interés nacio-nal
la investigación, registro, conservación y puesta
en valor del Qhapaq Ñan (Decreto Supremo Nº 031-
2001-ED). Posteriormente, a finales de 2004, este de-creto
fue reforzado con la promulgación de la Ley Nº
28260 (http://inc.perucultural.org.pe).
Recibido: 28/01/10
Reenviado: 22/01/11
Aceptado: 15/02/11
Sometido a evaluación por pares anónimos