www.pasosonline.org
Vol. 9 Nº 1 págs. 219-223. 2011
A propósito de Vint anys de turisme a la Costa Brava.
Esteve Fàbregas i Barri. Barcelona: Selecta. 1970.
Edición sin ISBN
Sergi Yanes Torrado
turiscopia@gmail.com
© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
“He fotografi ado un español cuando
fotografi aba un inglés que fotografi aba
un burro.”
Esteve Fàbregas
20 anys de turisme a la Costa Brava
(1970:95)
Con esta reseña se pretende hacer nota
de la reedición de 20 anys de turisme a la
Costa Brava, de Esteve Fàbregas i Barri
(1910-1999), llevada a cargo por el Ayun-tamiento
de Lloret en abril de 2010, coin-cidiendo
con la efemérides del nacimiento
del autor lloretense. El libro lo edita por
primera vez Selecta en 1970, aunque ori-ginariamente
se trata de una compilación
de textos publicados en la revista Tramun-tana,
editada en Lloret de Mar por Narcís
Pijoan en la década de los 60. Se editó una
traducción al inglés (1974, The Costa Bra-va
before and after the tourists, Comercial
Atheneum) cuatro años después.
La Costa Brava, tramo de la costa ca-talana
que se extiende entre Blanes i Port-bou,
se erigió a principios de los años 50 en
el principal foco de atracción turística del
Estado español. Los pueblos que forman
este litoral se convirtieron por entonces en
los receptores del turismo europeo que a
mediados del siglo XX y atraidos por las
cualidades geográfi cas y ambientales de
la zona, encontraron en la Costa Brava el
lugar perfecto para pasar sus vacaciones.
Durante este periodo, la Costa Brava vivió
de primera mano los procesos e impactos
sociales característicos del turismo llama-do
fordista: cantidad por calidad, estanda-rización,
producción en masa, reducción de
costes... Estos fueron algunos de los meca-nismos
de los que se sirvió la industria tu-rística
en esos años y que aún hoy sobrevi-ven
sedimentados en las políticas turísticas
de algunos pueblos de la costa.
Con la llegada y asientamiento de los fl u-jos
turísticos, aquellos pueblos pescadores
y agrícolas, se sumergieron en un mar de
procesos culturales, sociales, psicológicos,
económicos y urbanísticos, que transforma-ron
para siempre una forma de organización
social característica de la vida rural. El sis-tema
turístico removió tierras, conciencias,
espacios y tiempos.
Si bien no se puede negar que el turismo
en la Costa Brava ha sido ampliamente tra-tado
y analizado por las ciencas sociales (y
en este texto se darán cuenta de algunos),
son pocos los trabajos etnográfi cos que se
han realizado y menos, que daten precisa-mente
de los primeros años del crecimiento
turístico. Para asentar el contexto en el que
enmarcar el libro de Fàbregas, debemos ci-tar
dos trabajos fundamentales y de obliga-da
referencia como son El paisatge humà de
la Costa Brava (1966), de la geógrafa Ivet-te
Barbaza (1919-2009) y Guía de la Costa
Brava (1941)1, del genial Josep Pla (1897-
Reseñas de publicaciones
que para dar gusto a los estofados) (Fà-bregas,
1970:147), nos hallamos ante una
etnografía a ratos costumbrista donde el
sentido del humor, ese tan reclamado por
Peter L. Berger (1963) como herramienta
y recurso indispensable de todo científi -
co social, opera de modo irremediable. La
serie de ensayos y de escenas de ese sin
fi n de personajes (¿reales?) envueltos en
la trama del turismo prefordista-fordista
en la Costa Brava, dota al texto de un va-lor
incuestionable, ya que en él se entrelee
una realidad extremadamente cotidiana,
de minucias, retales y escenas pasajeras
que giran en torno al impacto cultural,
social, económico, psicológico, urbano y
simbólico del turismo en Lloret de Mar, y
por extensión, a otros pueblos de la Cos-ta
Brava. 20 anys de turisme a la Costa
Brava es un importante trabajo literario
y creativo de microsociología del turismo.
Fàbregas, siguiendo involuntariamente la
antropología refl exiva de Clifford Geertz
(1989), refl eja lo que oye y ve a través de
un texto literario, ayudándose de fi guras
que permiten una retórica capaz de apor-tar
las vivencias más profundas de la vida
cotidiana en un pueblo que navega por la
inesquibable ola de la industria turística.
Aportes como los que también ha dado
la fotografía y el audiovisual2, han sido y
son retratos fi eles que no pueden ser ob-viados
no sólo por la antropología que es-tudia
el fenómeno turístico, sino por toda
aquella ciencia social que trate de vislum-brar
la naturaleza y función del tejido hu-mano
en muchos procesos de reconversión
industrial.
En el primer capítulo del libro, Fà-bregas
hace un recorrido històrico, pai-sagístico
y turístico de la Costa Brava a
través de sus diferentes descubridores y
narradores, como Ferrán Agulló (a quien
se le otorga la autoría del título “Costa
Brava”) o Josep Pla, a la vez que elabora
una cronología de los hechos más impor-tantes
que llevaron a considerar la Costa
Brava como centro de atracción turística.
Con un estilo serio y riguroso, alejado de
la ironía del resto del libro, Fàbregas nos
sitúa en los albores de la costa turística,
su proceso de promoción y la creación de
una imagen turística.
En el segundo capítulo traza un retra-to
elocuente de los últimos días antes del
boom turístico, estampando escenas coti-dianas
que hacen presagiar el fi n de una
era social, el fi nal de un cosmos rural. En
efecto, el turismo irrumpió en las vidas de
los lloretenses de forma total, y algunos
de éstos, como ironiza el autor, se que-daron
pasmados sin saber muy bien qué
hacer con tanto movimiento, a la vez que
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220 A propósito de Vint anys de turisme a la Costa Brava
1981). Con tratamientos diferentes, ambos
autores son los artífi ces de gran parte del
conocimiento que hoy tenemos sobre estos
pueblos costeros, sus gentes, su formas de
vida, organización y producción, cosmolo-gías
y memorias. Barbaza y Pla serán las
fuentes teóricas de inspiración, tal y como
confi esa Fàbregas (1970), con las que se va
gestando el libro. Referente a la localidad
y el periodo histórico que nos ocupa el li-bro
de Fàbregas, Lloret de Mar entre los
años 1950-1970, podemos asi mismo desta-car
tres libros que nos ayudarań a conocer
elementos de la vida cotidiana de la locali-dad
y la relación con el turismo: Turistes,
sirenes i gent del país, de Manuel Costa
Pau (Ariel, 1966), Records lloretencs (i
una bibliografi a de mig segle sobre Lloret),
de Oriol Colomer (La Costa Publicacions,
2007) y Lloret de Mar: La història marine-ra.
El Turisme. L’esperit (Selecta, 1959) del
propio Esteve Fàbregas.
Como recuerda Domènech (1999), Este-ve
Fàbregas trabajó como funcionario de la
administración pública en el Ayuntamien-to
de Lloret de Mar durante más de 40
años (1939-1980). Fué la principal fi gura
que contribuyó al estudio, inventariado y
difusión del patrimonio oral, marítimo, fo-lklórico
y sociocultural de Lloret de Mar y
la Costa Brava. Escribió novelas, ensayos,
crónicas y artículos en periódicos. En 1996
recibió la Creu de Sant Jordi.
Al texto le acompañaron los dibujos de
Francesc Vila i Rufas (1927-2006), alias
“Cesc”, uno de los principales exponentes
del humor gràfi co catalán del siglo XX. 20
anys de turisme a la Costa Brava juega a
ser un libro especial: más allá de sus vir-tudes
literarias, consigue ser un mirada
in situ y personal de la vida cotidiana en
Lloret de Mar, justamente en una época
donde el turismo inicia su apogeo, y justa-mente
resaltando aquellos aspectos antro-pológicos
y sociológicos que años más tarde
autores como Jordi Estivill o Alison Lever
tratarían en sus investigaciones.
Fàbregas se nos presenta como un et-nólogo
casual y apasionado por su objeto
de estudio. Irremediablemente subjetivo,
los textos y descripciones que Fábregas
presenta en 20 anys de turisme a la Costa
Brava son de un realismo cómico desbor-dante.
Los dibujos de Cesc completan de
forma acertadísima una lectura rigurosa
pero irónica del boom turístico. Un realis-mo
cómico (a veces, cósmico) que consigue
captar un tiempo y unos procesos huma-nos
abiertos a un inexpugnable devenir
incierto. Entre la tragedia y la comedia
(El noble laurel -en referencia al escudo de
Lloret de Mar- es un árbol de doble signo:
lo mismo sirve para coronar a los poetas
otros, rápidamente, se disfrazaron como pu-dieron
con la piel del experto y experimen-tado
empresario al ver la oportunidad de
oro que se avecinaba. Lo poco de comercio a
“gran escala” que conocían, provenía de las
actividades de algún “americano”3 que se
había reconvertido en agente inmobiliario.
Los que más, pasaron a ser asalariados del
sector servicios.
Es esta babel veraniega nunca sabeis
exactamente con quien habláis. Hay ne-gocios
de moros, de negros y de judíos.
Hay hoteles ingleses para ingleses, esta-blecimientos
alemanes para alemanes,
casas holandesas para holandeses. Hay
patronos y dependientes que son médi-cos,
abogados, científi cos, literatos...;
conozco más de una criada con el ba-chillerato
superior. Un maletero me ha-blaba
de Kant y de la razón pura, como
si me explicara el partido del domingo,
y Joanet del Rosamar, el que barre la
piscina, compuso y envió a Londres, al
Palacio de Buckinham, unos versos de
amor dedicados a Isabel II de Inglate-rra.
(Fàbregas, 1970: 111)
En el tercer capítulo presenta una colec-ción
de escenas que trascurren a lo largo de
un año que, por el hecho que nos ocupa, di-vide
en: primavera, julio, agosto, setiembre,
otoño e invierno. Esta división no es casual,
responde irónicamente a una nueva forma
de contemplar y experimentar el tiempo que
discurre, ahora ya no sujeto a los ritmos de
producción del campo y el mar, sinó regula-rizado
por el frenético y estacional ritmo del
turismo. “Unos extranjeros recién llegados
en coche se acercan a un bar, a las nueve de
la mañana, y le piden algo de picar al cama-rero,
que, en aquel momento, metía la llave
en la cerradura. -”Llegamos justo” – dice
uno de los forasteros-. “Veo que va a abrir”. -
“Se equivocan-les contesta el empleado dan-do
un bostezo-. “No les puedo servir. Acabo
de cerrar” (Fàbregas, 1970:105)
En el cuarto y quinto, se suceden ence-nas
donde personajes y colectivos parecen
transmiten una cierta agitación e inquietud
por aquel presente, a la vez que se muestran
de modo ambibalente, refl exivos e impaca-bles.
Con un orden más o menos coherente,
estos textos retratan cierto tipo de indiosin-cracia,
adquirida a través de la experiencia
del entorno turístico y a través del cual se
expresan unas formas de comunicación y
mediación tradicionales que se van viendo
zancadilleadas por elementos intrínsecos
a la industria turística que sólo a través
de los años se van normalizando. Santa-na
(1997:99) dará nota de los cambios en el
uso del lenguaje y a los desplazamientos del
mismo en función de los encuentros cara a
cara con el turista. Fàbregas lo expresó así:
“En la recepción de un hotel de las
afueras leí en un cartelito que, a demás
de los conocidos On parle français, etc.
se anunciaba: Her tales Norsk, Govo-rim
por Rusky, Beselek Magiarul, Se
vorbeste rumaneste y otros. - “¡Diablos!
¿y quién es que habla tantos idiomas?”-
se me escapó. Contesta rápidamente el
recepcionista: -”¡Los extrangeros que
vienen aquí!” (Fàbregas, 1970:112)
Los textos de Esteve Fàbregas, acaban
proporcionando una muestra del rico elen-co
de imágenes, metáforas, situaciones y
discursos que propició la llegada y expan-sión
del turismo. Podemos encontrar un
sin fi n de momentos que refi eren a los cam-bios
estructurales de la pequeña localidad
de Lloret de Mar, que pasan del encuentro
estereotipado entre turista y anfi trión, a
la comercialización de rasgos folklóricos
propios y ajenos; de la venta desenfrenada
de terrenos para edifi car (y especular) a la
sustitución del sector primario por el ter-ciario;
de la moral católica a la moral del
ocio; de la euforia al hastío.
Oriol Pi Sunyer (1973) abrirá la puer-ta
de las ciencias sociales al planteamien-to
de hipótesis signifi cativas alrededor de
los pueblos del litoral catalán y su relación
con el turismo. Para Estivill (1979: 185),
la virtud de Pi Sunyer está en el uso de
técnicas de investigación etnológicas, como
la observación participante, que le lleva a
sugerir premisas en torno a la agudiza-ción
y refuerzo de las tensiones de clase, la
contradicción del turista explotador-explo-tado,
el papel de los veraneantes, el incre-mento
de los mecanismos de dependencia,
la industrialización y modernización del
territorio... Algunos años después, Poutet
(1995) analizará la construcción de la ima-gen
turística de la España de la época, re-pleta
de folklorismo, romanticismo, y bajo
la imprenta de los modelos propagandísti-cos
del franquismo. Fàbregas no deja es-capar
la oportunidad de recrearse en este
tipo de folklorización en clave turística, re-pleta
de eclecticismos culturales y tipismos
desorbitados. La iconografía del souvenir,
es un buen ejemplo: toros, sangría y casta-ñuelas,
perviven aún hoy en el simbolismo
turístico de Lloret de Mar.
El fi n de la economía tradicional, ba-sada
en el sector primario, fué impulsado
como en muchos otros lugares por el mo-nocultivo
del sector terciario, en parte de-pendiente
del exterior, que generaba mu-chos
más benefi cios a corto y medio plazo,
provocando así el aumento de puestos de
trabajo y demanda de mano de obra immi-grada.
Para Lever (1987), este aumento de
mano de obra provinente del sur rural de
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España suposo para Lloret de Mar la rede-fi
nición y revalorización del papel produc-tivo
y activo de la mujer en las relaciones
de género y clase. Sin embargo, la recon-versión
industrial también trajo consigo
salarios bajos, barraquismo e inestabilidad
laboral. Como narra Fàbregas:
“Así avanzan pueblos que hasta
hoy no tenían más posibilidades que
la agricultura y la ramadería. Se ha-bilitan
dormitorios; toallas chillonas
cuelgan de unas ventanas donde an-tes
se doraba el maíz. En el colmado,
muñecas andaluzas y toreros de trapo
lucen el aire cerca del pienso para el
ganado. La tierra es muy baja; el la-brador
de hoy, poco le gusta trabajarla
si tiene a mano medios más cómodos y
lucidos de ganar dinero. Antiguas ma-sías
se convierten, en un abrir y cerrar
de ojos, en restaurantes típicos catala-nes,
de estos de “pan con tomate y vino
en porrón”. Cada día son más los que
dejan el arado por la paella y el tapa-bocas
en la espalda por la toalla en el
brazo. Cada día, también, son más los
establecimientos de este tipo que abren
la puerta y llenan el comedor y la caja.
Un turista curioso se dirige a uno de es-tos
campesinos favorecidos por la situa-ción
y le pregunta en español, con fuerte
acento extranjero: “-¿Y de qué viven en
este pueblo?”. Contesta el exramadero
con un fuerte acento catalán: “-Antes
vivíamos de los puercos; y, ahora, vivi-mos
de ustedes”. (Fàbregas, 1970:128).
La película La piel quemana, de Josep
M. Forn, (1963) deja buenas refl exiones so-bre
el ámbito sociolaboral del turismo en
Lloret de Mar y sus contradicciones. En
efecto, el aumento del trabajo, del capital
de inversión y de la mano de obra, también
supuso como apunta Estivill (1979:185) “la
agudización de los patrones de diferencia-ción
en la estructura de clases, de las dico-tomías
nacionales e identitarias de los tra-bajadores
del sur de España y los patronos
de la burguesía catalana y castellana”. El
“patrón oro” se va sustituyendo aquí por el
“patrón cama”. Con este patrón ya se puede
evaluar, si se quiere, hasta la importancia
de las personas (Fàbregas, 1970:100).
La expansión demográfi ca en Lloret
fue acompañada de una expansión urbana
descoordinada y sin plan alguno. Ni las
instalaciones ni adecuaciones de salubri-dad
básica pudieron alcanzar el ritmo de
crecimiento hotelero, generando barraco-nes
y barrios sin servicios mínimos. Los
procesos de transformación urbanísticos,
su relación con la estratifi cación social y el
paso de un sistema agrario a uno turístico
ya fue ampliamente tratado por Francisco
Jurdao en su monografía sobre Mijas, Es-paña
en venta (Endymion, 1990).
Lloret se multiplicaba social y cultu-ralmente.
Con el tiempo, las relaciones
entre “anfi triones e invitados”, se fueron
deteriorando: tal y como apunta Agustín
Santana (1997), al aumentar la cantidad
y volatilidad del turista, se pasa de un
trato familiar a uno comercial, no existe
obligación ni reciprocidad sólo el valor de
la remuneración. Oriol Pi-Sunyer (1992)
añade que a medida que aumentan en nú-mero
y frecuencia las visitas turísticas, se
produce una deshumanización gradual y
paralela respeto al foraneo; los residentes
empiezan a ver a los turistas como un re-curso
o una molestia. “Él” y “ella” son se-res
anónimos e intercanviables por otros
turistas; se produce así, la estereotipación
de conductas, rasgos y personalidades.
“Los turistas van aumentando cada
día. Igual que el que mira con aten-ción
un reloj ve correr la aguja gorda,
mirando con atención la playa veis
crecer la superfi cie cubierta de carne
humana, tumbonas, toallas y sombri-llas
policromadas y veis disminuir el
arenal visible. De la misma manera se
puede observar el proceso de torrefac-ción
de los bañistas, y como el color de
su piel, blanca los primeros días, va
pasando por diferentes matices desde
el rosa pálido al color de los cangrejos,
para dorarla después, poco a poco, y
acabar en toda una gama de choco-lates.
las mujeres del país conservan
de un verano al otro las dos marcas
blancas, sin tostar, que el “dos piezas”
dejó sobre sus cuerpos morenos, crean-do
seres de una sexta raza: la bicolor.
(Fàbregas, 1970:101).
En defi nitiva, sin de tratarse de un
trabajo riguroso en cuanto a metodologías
etnográfi cas, 20 anys de turisme a la Cos-ta
Brava, es un texto de referencia para
analizar el turismo en Lloret de Mar y
en la Costa Brava desde una perspectiva
transversal, como documento etnográfi co
emic. El hecho de que Fàbregas actuara
como etnólogo/voyeur a la vez que infor-mante
nativo, no debe ser motivo para ob-viar
el resultado válido de la obra, todo
lo contrario, este diario de campo casual
se nos presenta hoy como un documento
muy valioso para sumar conocimientos
en torno a la construcción del turismo en
nuestra sociedad.
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1997. Antropología y turismo. ¿Nuevas hor-das,
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Recibido: 10/10/09
Aceptado: 15/04/10
Sometido a evaluación por pares anónimos
Notas
1 Años más tarde, Josep Pla publicaría La
Costa Brava (1978), una obra en la que re-trata
ampliamente los inicios del turismo
en el litoral catalán.
2 Una muestra de ello son los documentales
producidos por Antoni Martí: Fràgil: Costa
Brava 1950-1969 (1995) y Costa Brava: la
mirada del viatger (2008). Ambos recogen
una buena muestra de material audiovisual
de la costa, tanto de archivos profesionales
como amateurs.
3 Apelativo que se le daba a los indianos,
emprendedores que marcharon después de
mediados del siglo XX hacia el continente
americano, sobretodo a Cuba, y que una
vez acumulada cierta fortuna repatriaron
su capital al instalarse de nuevo en la Cos-ta
Brava.
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