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Vol. 7 Nº1 págs. 85-97. 2009 www.pasosonline.org © PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121 Turismo y preservación ambiental: el desarrollo turístico de Península Valdés, Provincia del Chubut 1 Diego Kuper ii Universidad de Buenos Aires (Argentina) Resumen: La relación entre el turismo y la preservación ambiental es asumida por gran parte de los estudios del tema y actores involucrados como una relación positiva. Las áreas preservadas son conside-radas anteriores a su uso por parte del turismo, al tiempo que su definición como tal es independiente. El turismo y el negocio turístico simplemente aprovecharían las áreas preservadas preexistentes en un lugar transformándolas en atractivo. Este artículo presenta resultados de una investigación realizada con el fin de analizar el proceso de valorización turística de Península Valdés. Se indaga sobre las vinculaciones existentes entre el turismo y la preservación ambiental, observándose que las áreas preservadas no son ni independientes ni preexistentes de su valorización por parte del turismo. Palabras clave: Turismo; Preservación ambiental; Patrimonio; Península Valdés; Patagonia. Abstract: According with academic research and the actors involved, the relationship between tourism an environmental preservation is seen in a positive way. In this relationship, preservated areas are seen previous from the tourist use, and it definition as a preservated area is independent from tourism. Tour-ism and tourism business only take advantage of these previous areas to transform them in tourist attrac-tive. The aim of this paper is to analyze critically the tourist valorization process of Peninsula Valdés. This article inquires the relationship between tourism and environmental preservation, observing that environmental preservation areas aren’t previous and independent from tourism.and independent. Keywords: Tourism; Environmental preservation; Heritage; Península Valdés; Patagonia. ii • Diego Kuper es Profesor de Geografía (Universidad de Buenos Aires) y Becario de maestría (Universidad de Buenos Aires). Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Proyecto Ubacyt F150 “Discursos y prácticas territoriales. La valorización turística del patrimonio histórico-cultural y natural en Ar-gentina”. Director: Mg. Rodolfo Bertoncello. Correo electrónico: dkup@tutopia.com 86 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 Introducción El uso turístico de las áreas de preser-vación ambiental viene creciendo en las últimas décadas, en gran medida debido al interés que la naturaleza despierta en la sociedad en general y entre algunos tipos de turistas en particular. La relación entre el turismo y la preser-vación ambiental es asumida por gran par-te de los estudios del tema y los actores involucrados como una relación positiva. Para los gestores y organismos responsa-bles de administrar las áreas preservadas, la visita de turistas representa una oportu-nidad de mostrar sus cualidades y difundir su importancia en la sociedad, al tiempo que, el turismo significa una fuente de recursos que contribuyen a su manteni-miento y conservación. Finalmente, para la comunidad local donde se halla el área pre-servada, el turismo representa la oportuni-dad de generar nuevas actividades econó-micas a partir de su uso como atractivo turístico. Esta relación positiva, incentiva-da por los actores involucrados, no implica desconocer que el turismo puede producir impactos negativos sobre las áreas protegi-das que deben ser resueltos o evitados. Desde esta perspectiva, la relación entre turismo y preservación ambiental es asu-mida como una relación en donde las áreas de preservación ambiental son anteriores a su uso por parte del turismo, al tiempo que su definición como tal es independiente (y previa) al turismo. El turismo y el negocio turístico, simplemente aprovecharían las áreas de preservación ambiental preexis-tentes en un lugar transformándolas en atractivo. Península Valdés es un área de preser-vación ambiental, declarada “Área Natural Protegida” por la provincia del Chubut y sitio “Patrimonio Natural de la Humani-dad” por la UNESCO. La “naturaleza” y específicamente la fauna marina, es aquello que se protege. Al mismo tiempo, es hoy un destino turístico de la Argentina con rele-vancia internacional, tanto por su presen-cia en el mercado internacional de destinos turísticos como por el volumen de turistas extranjeros que la visitan, a partir del valor que su fauna, especialmente marina, tiene como atractivo turístico. Este artículo presenta resultados de una investigación realizada con el fin de anali-zar el proceso de valorización turística de Península Valdés. Específicamente, inter-esa indagar sobre las vinculaciones existen-tes entre el turismo y el desarrollo de la preservación ambiental en el lugar. El trabajo se organiza presentando, en primera instancia, un breve debate sobre los conceptos centrales y sus vinculaciones: preservación ambiental, patrimonio y tu-rismo. Posteriormente, se exponen las ca-racterísticas generales del área de estudio. En los apartados centrales, se analizan los procesos de valorización turística y de desa-rrollo de la preservación ambiental en Península Valdés, tomando como fuentes, información secundaria e información pri-maria, esta última recogida en campo me-diante entrevistas a informantes calificados y observación directa. El trabajo concluye con algunas reflexiones finales que retoman las cuestiones inicialmente presentadas. Preservación ambiental, patrimonio y tu-rismo. La existencia, en determinados lugares, de condiciones y elementos naturales que pueden definirse, en términos generales y desde distintos criterios, como excepciona-les (por sus cualidades intrínsecas o por su riesgo de extinción) y que merecen, por lo tanto, ser conservados son las razones que justifican la creación de las áreas de pre-servación ambiental2. Uno de los criterios utilizados (quizás el más utilizado y difundido) se basa en lógi-cas racionales-científicas como aquellas provenientes de las disciplinas físico natu-rales (biología, geología, ecología, etc.) o de las disciplinas económicas. Así, se preser-van paisajes que se consideran monumen-tales; ecosistemas con gran biodiversidad en fauna y flora; formaciones rocosas relic-tuales de tiempos geológicos remotos, etc. Incluso, los criterios utilizados para justifi-car la preservación de la naturaleza mutan con el propio devenir de cada una de estas disciplinas. En el caso de Península Valdés, por ejemplo, la justificación utilizada para la preservación de la fauna marina tiene una raíz biológica: la ballena franca austral “merece ser protegida porque se encuentra Diego Kuper 87 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 en la cúspide de la cadena alimentaria del mar y porque es el animal más grande que haya existido jamás” (Instituto de Conser-vación de Ballenas, 20043). Esta protección se extendió al hábitat de la ballena franca austral porque en “las cálidas y productivas aguas de Península Valdés encuentra refu-gio y abundantes alimentos para nutrirse y construir sus nidos” (UNESCO, 2004). Las áreas de preservación ambiental, desde las posturas más esencialistas, pue-den ser vistas en términos patrimoniales, en tanto son reconocidas como “socialmente dignas de conservación independientemen-te de su interés utilitario” (Prats, 1998: 63) y están asociadas con la identidad y heren-cia compartidas de una sociedad determi-nada (Almirón, Bertoncello y Troncoso, 2006). Las áreas de preservación ambiental para ser consideradas patrimonio, deben cumplir con ciertos criterios de “legitima-ción extracultural”. Es decir, criterios cons-tituyentes que permiten considerar estos elementos naturales “más allá del orden social y sus leyes” (Prats, 1998: 64). En Península Valdés, ciertos aspectos de la “naturaleza” como la fauna marina (y su hábitat) se encuentran dentro de este “transorden”. La “naturaleza” al ser consi-derada “salvaje”, “prístina” y “misteriosa”, escapa al control humano y por lo tanto merece ser protegida (Prats, 1998). La institución de las áreas de preserva-ción ambiental como patrimonio y su reco-nocimiento como algo perteneciente a toda la sociedad, no sólo da cuenta del carácter público que las mismas adquieren, sino que contribuye a su justificación. Las áreas de preservación ambiental (y todo lo preserva-do dentro de ellas) convertidas en patrimo-nio natural preservado refuerzan el valor excepcional que justificó su existencia ori-ginal gracias a su nueva legitimación “ex-tracultural” y, adicionalmente, a la condi-ción pública (“patrimonio de todos”) que adquieren. Sin embargo, el patrimonio natural pre-servado, no es algo estático ni definido para siempre sino que surge de un proceso de valorización social que refleja el interés y el gusto de ciertos sectores de la sociedad. Prats (1998) define este proceso como “acti-vación patrimonial”. Es decir, la condición de patrimonio no es algo neutro ni preexis-tente a lo social, tampoco exclusivamente inherente al objeto patrimonial. Aquello que las distintas sociedades definen como “indiscutiblemente nuestro” es resultado de un proceso que estas van elaborando a través del tiempo por iniciativa de grupos concretos, responden a distintas concepcio-nes (en este caso sobre la naturaleza) y contienen raíces valorativas e ideológicas. Así, “el patrimonio podría pensarse como un espacio de conflicto, lucha, tensión y negociación entre diferentes sectores aten-diendo a las relaciones de poder entre los grupos involucrados” (Troncoso y Almirón, 2005: 61). Estas cuestiones, además, se reconocen en discursos sobre la realidad que adquieren autoridad y legitimación en una sociedad (Prats, 1998). En Península Valdés, se manifiestan como discursos que reclaman la protección y valoran la con-templación de la fauna marina después de haber sido cazada comercialmente durante las décadas anteriores. Al igual que en las áreas de preserva-ción ambiental, los criterios utilizados para definir el patrimonio natural preservado también cambian dependiendo las inten-ciones, posibilidades y el momento históri-co. Por todo lo anterior, puede afirmarse que el patrimonio natural preservado es, en última instancia, un patrimonio cultural ya que fue elaborado, valorizado y apropiado por la sociedad (Luchiari, 2005). Por otro lado, el turismo es una práctica social que requiere el desplazamiento en el espacio de personas hacia un lugar (destino turístico) para satisfacer ciertas necesida-des de ocio. Esta práctica es, a la vez, gene-radora de actividades económicas. El tu-rismo requiere, para su realización, de un conjunto de servicios como alojamiento, refrigerio, restauración, desplazamiento, etc. que permitan a esas personas o turistas la permanencia y realización de distintas prácticas que satisfacen sus necesidades de ocio (Bertoncello, 2000); instalando la posi-bilidad de considerar al turismo desde una perspectiva económica: turismo como nego-cio. En general, los estudios sobre el turismo coinciden en que este se organiza alrededor de los denominados atractivos turísticos. Los atractivos turísticos son “rasgos in-herentes a los lugares que son puestos en valor por y para el turismo” (Almirón, Ber-toncello y Troncoso, 2006: 107). A diferencia 88 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 de aquellas posturas que consideran a los atractivos sólo como atributos propios de los lugares y preexistentes al turismo, se adscribe a la idea de que estos son, en rea-lidad, resultado de distintos procesos de valorización social (Bertoncello, Castro y Zusman, 2003). Al igual que el patrimonio, los atractivos turísticos son resultado de procesos sociales concretos llevados a cabo por actores sociales donde entran en juego intereses e intencionalidades, valores e ideas. Lo anterior, no debería llevar al extremo de negar que en un lugar puedan existir ciertos rasgos naturales o culturales que le son propios, sino tener presente que en su transformación en atractivos “operan fuer-temente tramas de construcción cultural, esquemas de visión de época o de larguísi-ma duración4”(Silvestri, 1999: 113). Especí-ficamente para el turismo, esta idea puede ser vinculada con los “imaginarios turísti-cos” propuestos por Hiernaux-Nicolas. Es decir, un “conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se definen en torno a una actividad, un espacio, un período o una persona (o sociedad) en un momento dado”, están en permanente construcción y se sus-tentan mediante la fantasía individual y colectiva (Hiernaux-Nicolas, 2002: 8)5. Por otro lado, estos imaginarios turísticos están fuertemente asociados con los imaginarios generales de las sociedades de origen de los turistas. Así, en Península Valdés, la valo-ración de los rasgos naturales como atracti-vo turístico, está atravesada por la visión positiva que hoy en día se tiene de todo lo que es “natural” o “pertenece a la naturale-za”, visión originaria de las sociedades eu-ropeas y norteamericanas. En un contexto de gran valorización so-cial de “lo natural”, sumado al creciente interés por el patrimonio (que se refleja en el aumento de bienes patrimoniales6) y, teniendo en cuenta que “la diferenciación de lugares es una dimensión constitutiva del turismo” (Almirón, Bertoncello y Tron-coso, 2006: 114), las cualidades doblemente excepcionales de las áreas de preservación ambiental devenidas en patrimonio natural preservado se convierten, así, en atractivos turísticos que, al concitar el interés de los turistas, activan procesos de valorización turística de dichos lugares, convirtiéndolos en destinos turísticos de gran jerarquía. De esta forma, Ballart Hernández y Tresserras llegan a la conclusión de que “el patrimonio es potencialmente el recurso primario de una industria potente, la industria del tu-rismo” (citado en Bertoncello, 2004: 2). En tanto patrimonio natural preservado, el atractivo turístico adquiere un plus de prestigio con respecto a otros atractivos: es algo digno de ser considerado como excep-cional, universal, compartido y consensua-do por todos, más allá de todo cuestiona-miento (Bertoncello, 2004). Como tal mere-ce, a la vez, ser conocido por los integrantes de una sociedad. El turismo aparece, así, como el medio más idóneo para dar a cono-cer y ayudar a que la sociedad valore aque-llo que es considerado un patrimonio de la sociedad. Además de ser conocido, el patri-monio natural preservado debe ser protegi-do y los recursos económicos generados por la actividad turística garantizan la protec-ción de tal patrimonio. En consecuencia, se asiste a una prolife-ración de nuevos destinos turísticos donde el patrimonio natural preservado se con-vierte en el principal atractivo turístico. Ofreciendo toda una modalidad de turismo en crecimiento conocida como “turismo de naturaleza”7y que Schiwy (2002: 203) reco-noce “sintomático de un creciente interés global en una convivencia armoniosa con el medio ambiente”. “Conjugando el conserva-cionismo y la preservación con la rehabili-tación o la restauración” (Santana Talave-ra, 2002: 2). Así, el turista que opta por esta modalidad de turismo “busca internar-se en un mundo que se percibe como natu-ral y apacible, caracterizado todavía por una naturaleza exótica y atraído por el deseo de conservarla y protegerla” (Schiwy, 2002: 203)8. Teniendo en cuenta estas perspectivas y preguntas, a continuación se analiza desa-rrollo turístico del destino Península Valdés. Península Valdés: actividades humanas y valorizaciones de la naturaleza. Península Valdés, es un área continen-tal (4.000 km2 aproximadamente) ubicada en el litoral atlántico de la Patagonia Ar-gentina, más precisamente en el noreste de la provincia del Chubut9. Es un destino turístico de la Argentina Diego Kuper 89 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 con relevancia internacional creciente10. Incluye una serie de sitios donde es posible avistar fauna protegida, observar ecosiste-mas considerados singulares y realizar una serie de actividades tales como buceo, pla-ya, senderismo, etc. Entre los atractivos que se promocionan como característicos del área se encuentran, la fauna marina11, la “naturaleza prístina”, su condición de patrimonio UNESCO y la pertenencia al circuito de la Patagonia (región “despobla-da” y cercana al “fin del mundo”). La activi-dad turística se caracteriza por tener una doble estacionalidad bien marcada: una en invierno-primavera siendo la principal ac-tividad el avistaje, especialmente do, de ballenas; la otra en verano con sol y playa, actividades náuticas y avistaje del resto de la fauna. Península Valdés es al mismo tiempo un área de preservación ambiental, declarada “Área Natural Protegida” por la provincia del Chubut (año 2001) y sitio “Patrimonio Natural de la Humanidad” por la UNESCO (año 1999). La “naturaleza” y específica-mente la fauna marina, es aquello que se protege. Asociado a Península Valdés se encuen-tra el principal centro urbano: Puerto Ma-dryn. Además de ser el centro de servicios (hotelería, gastronomía, aeropuerto, puerto de cruceros, etc.) y punto de partida de to-dos aquellos turistas que desean visitar Península Valdés, Puerto Madryn posee playas, sitios de buceo y sitios para el avis-taje de fauna, especialmente ballenas en invierno-primavera. Históricamente, toda el área ha estado sujeta a distintos procesos de valorización social: su vegetación fue alimento para la Figura 1. Península Valdés: ubicación de las áreas de preservación ambiental y principales atrac-tivos turísticos. Fuente: Chubut, Provincia, 2006: http://www.chubutur.gov.ar/es/mapas/images/peninsula-patrimonio.gif 90 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 cría de ganado ovino destinado a la produc-ción lanar; la presencia de salinas fue apro-vechada por la industria de la sal para la conservación de alimentos antes de la utili-zación del frío; sus costas fueron sitio de caza de mamíferos marinos (lobos, elefan-tes, ballenas) para las distintas industrias, además, sitio de pesca artesanal de maris-cos y otras especies. Puerto Madryn se constituyó, a fines del siglo XIX, como el puerto de salida de los productos agrícola ganaderos producidos en toda el área y especialmente en las colonias galesas situadas en el valle inferior del río Chubut, con las cuales estaba conectada a través del Ferrocarril Central Patagónico. Los principales ingresos de la población local provenían de la esquila ganadera, los sueldos pagados por el ferrocarril y la acti-vidad portuaria y aduanera. En la década de 1950, toda el área entró en una fase de crisis asociada al cierre del ferrocarril, junto con el cese de las franqui-cias aduaneras, el trazado de la ruta nacio-nal 3 alejado del pueblo y la crisis del mer-cado internacional de la lana. Como forma de enfrentar esta situación se implementa-ron políticas de radicación industrial y co-menzó a desarrollarse el turismo. Pero re-cién con la instalación, en la década de 1970, de la fábrica de elaboración del alu-minio “Aluar” y las obras de infraestructu-ra complementarias la situación empezó a revertirse12. Paralelamente, la cantidad de habitantes de Puerto Madryn experimentó un aumento considerable con respecto a las décadas anteriores13. Actualmente, la base de la economía del área tiene como ejes a la industria pesquera, la metalúrgica, la cons-trucción, el puerto14 y, en menor medida, la lana. El turismo es considerado hoy y desde hace veinte años aproximadamente como un factor dinamizador de la economía lo-cal15. Los inicios del turismo: una alternativa a la crisis. A pesar de que existen indicios de acti-vidad turística en la zona ya desde las pri-meras décadas del siglo XX (Schlüter, 2003), es en la década de 1950 que el tu-rismo aparece como una alternativa de desarrollo ante largos períodos de recesión y estancamiento económico (Torrejón, s/f.). Torrejón es explícito en cuanto a la función que podría cumplir el turismo para la eco-nomía local: “desde la fundación del Club Náutico Atlántico Sud, (...) los amantes de los deportes acuáticos del Noreste del Chu-but, vivíamos investigando qué actividades se podrían desarrollar en nuestras costas para ampliar el genuino disfrute y la cali-dad de vida de los lugareños y de interés para los forasteros” (Sanabra, s/f.: 27). El tipo de turismo que fue surgiendo se vinculó con las actividades náuticas y acuá-ticas ya que la opción balnearia similar al litoral bonaerense, por razones de distancia y logística no era competitiva (Torrejón, s/f.). Entre las distintas actividades, aque-llas disciplinas subacuáticas, como la caza submarina y el buceo, fueron las que más se destacaron haciendo de Puerto Madryn el principal destino a escala nacional con el rótulo de “capital argentina del buceo”16. El turismo era una actividad económica generadora de otras actividades económi-cas. Durante la realización de los torneos náuticos y acuáticos, e incluso los días pre-vios, Puerto Madryn se veía convulsionada con la llegada de los competidores y sus familiares. La capacidad hotelera y gas-tronómica que ofrecía la ciudad era ocupa-da casi siempre en su totalidad (Sanabra, s/f.). Por otro lado, esta valorización turística del área (asociada a los deportes acuáticos y náuticos) fue, en una primera instancia, iniciativa de ciertos grupos particulares, siendo la participación estatal limitada17. Así, en la década de 1950 un grupo de jóve-nes creó el Club Social y Deportivo Madryn que “oficializaba los aconteceres pro turísti-cos de esos años” (Torrejón, 2006). Poste-riormente, miembros del mismo club fun-daron el Club Náutico Atlántico Sud (CNAS) especializado en deportes náuticos, el cual ordenó las actividades recreativas y turísticas del lugar. El CNAS “prestó el servicio a la provincia del Chubut de cubrir hasta 1964 la mayor parte de las facetas organizativas y promotoras de aconteci-mientos turísticos” (Torrejón, 2006). Orga-nizó los primeros concursos de pesca de altura del país (como el campeonato pa-tagónico de pesca de altura del salmón de mar) y los campeonatos argentinos de caza submarina. También se encargó de la pro-moción y difusión turística. En 1957 editó Diego Kuper 91 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 el primer folleto promocionando Puerto Madryn (Sanabra, s/f.). Además, entregaba a las delegaciones de selección nacional de las distintas especialidades náuticas, do-cumentación y folletería para promocionar Puerto Madryn en las distintas competen-cias internacionales. Finalmente, el presi-dente del CNAS fue el responsable de la Comisión Regional del Turismo, considera-da la primera entidad intermedia represen-tativa del sector turístico. Institucionalización del turismo: las áreas de preservación ambiental como atractivo turístico. En el año 1964, fue aprobada la ley pro-vincial de turismo (Nº 436). Esta ley creaba la Dirección Provincial de Turismo como una entidad autárquica y marca un antes y un después en el desarrollo del turismo en la zona: por primera vez el estado provin-cial iba a ser responsable y promotor de esta actividad. Pero principalmente, la ac-tividad turística aparece estrechamente vinculada con la preservación ambiental, como el medio más idóneo para la conserva-ción de la “naturaleza”. Esto se refleja cla-ramente en el capítulo III, artículo 8, de esta ley. Establece que la Dirección Provin-cial de Turismo deberá “conservar las zonas y lugares de turismo declaradas como tales por el Poder Ejecutivo y adoptar medidas que considere necesarias para proteger las bellezas naturales, la flora, la fauna y todo aquello que constituya una fuente de atrac-ción turística, cultural, estética y económi-ca” (Torrejón, s/f: 2). El turismo, por lo menos desde lo insti-tucional, aparecía como un factor clave en la creación de las áreas de preservación ambiental. En 1967, con la ley provincial Nº 697, se crearon las primeras tres reservas faunísticas del sistema provincial de áreas protegidas con sus respectivos planes de manejo: Punta Norte, Isla de los Pájaros y Punta Loma. Fueron administradas por la Dirección Provincial de Turismo y alterna-tivamente aparecieron con el nombre de “Reserva Natural Turística” o de “objetivo específico o definido”. Posteriormente, se crearon nuevas áreas de preservación am-biental que fueron incorporadas al sistema, todas con finalidad turística: en 1974 se creó el “Parque Marino Provincial Golfo San José” (ley Nº 1.238); también en 1974, se creó el “Área Natural Turística de Pun-ta Pirámide”; finalmente en 1977 se crea-ron las “Áreas Naturales Turísticas de Ca-leta Valdés” y “Punta Delgada”. Con la creación de estas áreas, lo que se buscaba preservar eran las especies faunís-ticas (y sus habitats) a través de su aprove-chamiento turístico. Es muy probable que el avance en la conservación de la fauna, estuviera acompañado por una pérdida de rentabilidad en la caza y la comercializa-ción de pieles y aceites de las distintas es-pecies a partir de su sustitución por pro-ductos sintéticos. Pero lo que también es cierto es que recién cuando podían “desper-tar el interés turístico” (Torrejón, s/f.) se comenzaron a interrumpir los permisos de caza y se empezó a aplicar la legislación vigente. Con el tiempo, estas mismas espe-cies se transformaron en las hoy especies “carismáticas” del turismo. Este es el caso de la ballena franca aus-tral la cual era cazada por el valor de su carne como alimento humano. Esta ballena era preservada a través del “Acuerdo In-ternacional para la Regulación de la Cacer-ía de Ballenas” en 1937 y del cual partici-paba Argentina. Mediante este tratado se acordó la prohibición de su caza pero fue constantemente violado hasta la segunda mitad del siglo XX. Su caza comienza recién a disminuir hacia la década de 1970, en coincidencia con los inicios de su avistaje embarcado en Península Valdés, cuando algunos buzos marisqueros locales notaron el interés que las ballenas despertaban en los escasos turistas que visitaban el área. Comenzaron a realizar excursiones esporá-dicas en sus embarcaciones, a las que luego adaptaron para el traslado formal de mayor cantidad de pasajeros. Según sus relatos, en esos primeros años se navegaba con lan-chas muy chicas (cabían como máximo, ocho personas), el servicio de avistaje se limitaba a los meses de octubre y noviem-bre y la cantidad de ballenas que arribaban al área era inferior a la actualidad. Algunos de estos buzos marisqueros se transforma-ron en dueños o representantes de las em-presas que tienen actualmente la concesión exclusiva del avistaje embarcado de la ba-llena franca austral. Este ejemplo confirma, por otro lado, que el desarrollo de la preservación am- 92 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 biental es, en realidad, una forma posterior de aprovechamiento humano de la natura-leza en Península Valdés. Es decir, la idea de “naturaleza prístina” que se busca pre-servar y a la que recurre el turismo como atractivo de Península Valdés no es estric-tamente así. Por otro lado, alrededor de estas defini-ciones de preservación ambiental fue clave el papel de autoridad que ejercieron los distintos discursos científicos provenientes de profesionales especialistas. Estos sabe-res fueron definiendo cuales características y elementos naturales de estos sitios deber-ían ser preservados. Pero fundamentalmen-te, estos discursos contribuyeron en justifi-car aquello que posteriormente será recono-cido y definido como patrimonio natural preservado, muy estrechamente vinculado a su potencial turístico. En 1964, visitó Península Valdés el entonces Director del Zoológico de Nueva York, Dr. William Comway. Sugirió, en ese momento, oportu-no cuidar las colonias faunísticas de la zona para poder despertar el interés de visitan-tes en el contexto de un creciente interés a escala mundial por los animales silvestres y los ambientes inéditos y poco alterados. Así, Comway se convirtió en asesor científi-co para la creación de las áreas protegidas con finalidad principalmente turística (To-rrejón, s/f.). En realidad, la sugerencia de Comway reflejaba el “imaginario turístico” presente en las sociedades de origen de los posibles visitantes y revelaba, de esta forma, la po-tencialidad turística de aquello a preservar. Esto mismo se refleja en los relatos de los buzos marisqueros que ofrecían las prime-ras excursiones embarcadas para el avista-je de ballenas. Según ellos, los turistas ex-tranjeros que requerían el servicio eran los únicos que tenían una “conciencia ecológi-ca” e interés por los animales. Incluso afir-maban que fueron estos turistas los que “nos trasladaron esa conciencia”. El discurso científico suministró, además, información acerca de la manera más optima de aprovechamiento turístico de aquello que se buscaba preservar. Así, tiempo después de la llegada de Comway, el mismo Zoológico de Nueva York, financió estudios sobre la ballena franca austral y envió a Península Valdés al hoy considera-do el mayor especialista en el tema: Roger Payne. De dichos estudios18 se desprenden conclusiones que hoy son difundidas y utili-zadas como “fortalezas turísticas”19 del avistaje de esta ballena y que ubican a Península Valdés como uno de los lugares más importantes de reproducción y cría del mundo de esta especie (Chubut, 200620). De este mismo estudio surgió también un “modelo” considerado “científico” de aprovechamiento turístico de la ballena franca conocido como “avistaje patagónico”. Se trata del actual avistaje embarcado que ofrecen las empresas operadoras (autoriza-das por la Secretaría de Turismo provincial a través de la ley provincial Nº 2.381/84) y hoy considerada actividad emblemática del turismo de la región y de carácter singular a escala mundial. (Chubut, 200621; Schlü-ter, 1996). Los distintos organismos estatales tam-bién contribuyeron en esta “justificación científica” al servicio del desarrollo del tu-rismo. La Administración de Parques Na-cionales, brindó asesoramiento enviando funcionarios para la creación de las prime-ras áreas de preservación ambiental con finalidad turística y en la redacción de las primeras leyes y planes de manejo. Por iniciativa de la Secretaría de Turismo pro-vincial que buscaba una “vía científica para utilizar los recursos turísticos en forma responsable”, el estado nacional financió la instalación en 1970 de un Centro de Inves-tigación de Vida Silvestre en Puerto Ma-dryn dando origen al hoy Centro Nacional Patagónico (CENPAT) (Torrejón, s/f.). Para-lelamente se realizaron de manera sistemá-tica reuniones científicas como los “Semina-rios Internacionales de Áreas naturales y Turismo”; se realizaron estudios, investiga-ciones y asesoramientos técnicos para el desarrollo de emprendimientos turísticos, generalmente financiados por el Consejo Federal de Inversiones (CFI); se construye-ron viviendas para albergar a los especia-listas interesados en estudiar las carac-terísticas biológicas del área; y como una forma de brindar opciones educativas y no meramente recreacionales a los turistas que visitaban las distintas áreas protegi-das, se construyeron en los sitios de avista-je, instalaciones específicas con información científica básica y orientativa, conocidos como “Centros de Interpretación”. Un caso particular es aquel relacionado Diego Kuper 93 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 con los cambios sustanciales que tuvieron las actividades acuáticas, específicamente el buceo. Son continuamente citados como claves los estudios científicos y visitas que en las décadas de 1960 y 1970 realizó el famoso oceanógrafo ecologista francés Jac-ques Cousteau. Atraído por ser considerado el Golfo Nuevo como uno de los más pro-fundos del planeta y por su gran variedad de fauna, Cousteau lo calificó como el tercer mejor lugar del mundo para la práctica del buceo. Después de haber sufrido una fuerte declinación, el buceo fue adquiriendo un nuevo perfil, más recreativo y para un público más amplio, que el original perfil “cazador” y competitivo, aprovechando además los avances tecnológicos para su práctica en aguas frías. Hoy en día el buceo es promocionado como una actividad que permite un acceso diferente a la “naturale-za preservada” permitiendo el avistaje de fauna marina en su mismo hábitat. Por ejemplo la Asociación de Operadoras de Buceo de Puerto Madryn ya ofrece en con-junto con la Secretaría de Turismo de Chu-but, la alternativa de buceo con lobos mari-nos22. Consolidación de la actividad turística: la patrimonialización de las áreas de preser-vación ambiental. El papel del discurso científico no se res-tringió solamente con la institucionaliza-ción de la actividad turística y los inicios de la preservación ambiental. Posteriormente, bajo distintas justificaciones (especialmente biológicas) la misma concepción de preser-vación fue cambiando. Las distintas espe-cies y áreas de preservación ambiental fue-ron recibiendo en los siguientes años nue-vas protecciones, modificaciones en lo que respecta al manejo de su conservación y finalmente la definición como patrimonio, con el objetivo simultáneo de un mejor aprovechamiento como atractivo turístico. Así, “la ciencia parece ser el medio más adecuado para la formalización del patri-monio a conservar (...) basado en el princi-pio epistemológico de la universal validez de la razón” (Prats, 1998: 73). Estos cambios coinciden justamente con los años en que la actividad turística en Península Valdés empieza a consolidarse y adquiere las características actuales de turismo de naturaleza. Asociado a una serie de medidas de preservación y patrimoniali-zación específicas, en la década de 1980, la ballena franca austral adquiere el carácter de atractivo turístico “emblemático” de Península Valdés: pasa a estar protegida internacionalmente por el “Tratado Balle-nero Internacional” (Comisión Ballenera Internacional), que prohíbe su caza; por la “Convención sobre el Comercio Internacio-nal de Especies Amenazadas de Flora y Fauna” (CITES, apéndice I) que prohíbe toda acción de comercio internacional a la cual Argentina adhirió a través de la ley nacional Nº 22.344 de 1980; en 1984 es declarada “Monumento Natural Nacional” a través de la ley nacional Nº 23.094, (Ar-gentina, 2006); finalmente, en 1995 se crea una “Reserva Natural Estricta” específica para su protección en el sector norte del Golfo Nuevo a fin de evitar la colisión con embarcaciones. En este período también se sanciona la anteriormente citada ley pro-vincial Nº 2.381/84 que regula la actividad de avistaje embarcado. Sobre las antiguas áreas de preservación ambiental se realizaron distintas modifica-ciones en lo que respecta a su manejo y administración pero especialmente en lo que respecta a su posibilidad de aprove-chamiento turístico. Primero, en 1983, (ley provincial Nº 2.161modificada por ley Nº 2.580) se crea la “Reserva Natural Turística de Objetivo Integral Península Valdés” que integraba en un único sistema administra-tivo y por lo tanto en un mismo circuito turístico, las distintas reservas naturales anteriormente creadas en la zona de Penín-sula Valdés. Posteriormente, en el 2001, (ley provincial Nº 4.722) sobre la base de la antigua “Reserva Natural Turística de Ob-jetivo Integral Península Valdés” se crea la actual “Área Natural Protegida Península Valdés” (ANPPV) que abarca, en forma completa, todo el territorio de la península. En esta nueva área de preservación am-biental las distintas reglamentaciones y restricciones de uso se ajustaron de acuerdo al constante crecimiento de turistas que circulan por Península Valdés y a los requi-sitos necesarios para obtener la declaración de “Patrimonio de la Humanidad” por UNESCO23. Lo anterior se refleja en los objetivos de la ley 4.722 (tercer artículo): “a) Mantener muestras representativas 94 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 de los ecosistemas terrestres, costeros y marinos, que aseguren la continuidad de los procesos naturales, b) Proteger el patrimonio paisajístico, natural y cultural; c) Facilitar la investigación y el monito-reo del área en sus aspectos naturales, cul-turales y sociales; d) Promover actividades sostenibles compatibles con la conservación del área como turismo, pesca, y maricultura artesa-nal y ganadería; e) Propiciar el conocimiento y el valor del área protegida en los habitantes de la región.” (Chubut, 200624). Actualmente, los trabajos que se están llevando a cabo y los proyectos en el ANPPV generalmente están vinculados con la idea de aumentar y mejorar la oferta de atractivos turísticos: reacondicionar la in-fraestructura de los centros de interpreta-ción o crear más miradores para el avistaje de fauna en la Península. Finalmente, hoy en día y al igual que en 1964, la actividad turística sigue apare-ciendo, en términos institucionales, como la “mejor administradora” para la conserva-ción de la “naturaleza”. Así, junto con la creación de la ANPPV, se redactó un plan de manejo “participativo”25 y se creó un nuevo ente público mixto no estatal26 para su administración. Este tiene jurisdicción en exclusividad sobre todo el territorio de Península Valdés y está presidido por la Secretaría de Turismo provincial. Reflexiones finales El surgimiento del turismo en Península Valdés está estrechamente relacionado con la cuestión del desarrollo económico del lugar. Es decir, el motor del surgimiento de la actividad turística es la necesidad de encontrar una alternativa o solución con-creta para superar la crisis estructural por la que atravesaba la sociedad local, más que por un interés en mostrar sus cualida-des al mundo. De esta forma, y como estra-tegia para instalar el turismo, los primeros gestores tuvieron que ir definiendo cuales iban a ser los atractivos turísticos. Aprove-chando ciertas circunstancias coyunturales estos atractivos turísticos fueron en princi-pio coincidiendo con las actividades náuti-cas y acuáticas y posteriormente (y actual-mente) con las ideas de preservación y pa-trimonialización de la naturaleza. Este devenir del turismo refuerza una de las ideas más fuertes de este trabajo: aquella que afirma que tanto los atractivos turísticos como las ideas de preservación y patrimonialización de la “naturaleza” son el resultado de distintos procesos de valoriza-ción social donde entran en juego intencio-nalidades, valores e ideas y reflejan el in-terés de ciertos sectores de la sociedad. Por otro lado, estos elementos están fuertemen-te vinculados con los “imaginarios” arrai-gados en las sociedades de origen de los turistas. En Península Valdés, fue clave la incidencia de valores y gustos externos por la fauna y la “naturaleza prístina” asociado al papel de autoridad que ejercieron los distintos científicos convocados y el accio-nar de distintos actores, especialmente el papel del estado. De esta forma, la ballena franca austral se convirtió, en un proceso de más de medio siglo, en uno de los anima-les más admirados y contemplados (patri-monio natural preservado y atractivo turís-tico) y luego de haber sido uno de los más cazados en la costa patagónica. En referencia a la pregunta central del trabajo, el caso Península Valdés muestra como la idea de preservación de la “natura-leza” y su definición como patrimonio no es independiente ni preexistente a su valori-zación por el turismo. Estos elementos están vinculados constantemente y desde un principio tanto en el nivel discursivo como material. Así, el turismo tuvo y sigue teniendo un rol activo en la creación misma de aquello que será definido como área de preservación ambiental y patrimonio natu-ral preservado, no siendo simplemente un mero “usuario” de estos elementos. Llevando la afirmación anterior a un ex-tremo y teniendo en cuenta un contexto mundial de “inflación patrimonial”, el gran valor simbólico y atractivo del patrimonio natural preservado para el turismo, así como el surgimiento de nuevos destinos turísticos asociados y el potencial económi-co que la actividad turística puede generar, cabría preguntarse “¿hasta qué punto la lógica económica organiza un proceso como el de patrimonialización (...) que se propone como expresión del interés común ocultan-do intereses sectoriales?” (Bertoncello, 2004: 05). Tanto para la gestión del turismo Diego Kuper 95 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 como del patrimonio, se tratan de cuestio-nes significativas que merecen ser profun-dizadas. Bibliografía Almirón, Analía; Bertoncello, Rodolfo y Troncoso, Claudia 2006 “Turismo, patrimonio y territorio. Una discusión de sus relaciones a partir de casos de Argentina”. Estudios y pers-pectivas en turismo, 15 (2): 101-124. Buenos Aires: CIET. Almirón, Analía y Troncoso, Claudia 2004 “Valorización turística del Patrimonio. Temas actuales en la Literatura”. En Rotman, Mónica (Ed.), Antropología de la Cultura y el Patrimonio. Diversidad y Desigualdad en los procesos culturales contemporáneos (pp. 95-113). Córdoba: Ferreira Editor. Argentina, República, Administración de Parques Nacionales 2006 Administración de Parques Naciona-les. Sitio oficial de Internet. http://www.parquesnacionales.gov.ar./03 _ap/01_bfaustral_MN/01_bfaustral_MN. htm Aventura Madryn, Revista 2004a “La Historia de la Ciudad. 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Unesco. 2004 Sitio oficial de Internet (en inglés): http://whc.unesco.org/archive/advisory_b ody_evaluation/937.pdf. NOTAS 1Una versión preliminar ha sido presentada en el “Primer Congreso de Geografía de Universidades Nacionales”, Río Cuarto 2007. El autor agradece los comentarios de Rodolfo Bertoncello y Analía Almirón. 2El uso del término genérico “áreas de preservación ambiental” hace referencia a una enorme variedad de nombres y categorías utilizadas en la literatura como “reserva”, “parque”, “área natural”, “área protegida”, etc. 3 Ver: http://www.icbargentina.com.ar/template.asp?op=6 _2a 4Si bien la autora hace referencia en su artículo a las postales argentinas “emblemáticas”, aquí se considera adecuada esta definición para el caso de los atractivos turísticos. 5Según el autor, el “imaginario turístico occidental” está marcado por cuatro idearios principales: la “conquista de felicidad”, el “deseo de evasión”, el “descubrimiento del otro” y el “regreso a la natura-leza”. 6Choay (1992) define este fenómeno como “infla-ción patrimonial”. Según ella, se expresa en tres tipos de aumentos: inclusión de nuevos bienes; inclusión de bienes cada vez más contemporáneos; e inclusión de bienes de nuevas áreas geográficas. 7Esta consideración por “la naturaleza” no es algo nuevo. Se podría decir, en términos turísticos, que se trata de un nuevo “regreso a la naturaleza pura”, no tocada por el hombre. En la segunda mitad del siglo XIX, en correlación con la creación de los primeros parques nacionales, sectores medios de las sociedades norteamericana y europea se desplaza-ban a estas áreas para pasar sus días de descanso junto a la “naturaleza” (Bertoncello, Castro y Zus-man, 2003). 8Es importante aclarar que la autora hace referencia en su artículo al “ecoturista”, un tipo particular de turista que visita la “naturaleza”. Sin embargo al no diferenciarlo de otros tipos de “turistas de naturale-za” en este trabajo se los considera por igual. 9Ver figura 1. 10Tanto los gestores locales responsables de la actividad, como las cámaras empresarias involucra-das, sostienen que existe un constante crecimiento de visitantes, principalmente del exterior. 11La lista de fauna que es posible avistar es casi interminable e incluye fauna terrestre, fauna coste-ra- marina y aves migratorias. Sin embargo, las especies más “carismáticas” desde lo turístico son cinco: la ballena franca austral, el pingüino de Magallanes, el lobo marino de un pelo, el elefante marino del sur y la orca. 12Entre las obras más importantes se menciona: la construcción del muelle mineralero “Almirante Storni” al norte de la ciudad; la Central Hidroeléc-trica Futaleufú (en Trevelín a 500 Km. al oeste, en la cordillera de los Andes) para abastecer de energ-ía eléctrica a la fábrica “Aluar” y a la ciudad; y un nuevo acueducto para el abastecimiento de agua potable proveniente del río Chubut. 13Según el Censo Nacional de Población de 1947 Puerto Madryn contaba con 3.441 habitantes. En los Censos Nacionales de Población de 1960 y 1970, contaba con 5.586 y 6115 habitantes respec-tivamente. En Censo Nacional de Población de 1980 esta cifra ascendió a 20.709 habitantes, en Diego Kuper 97 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 1991 a 44.916 y finalmente en el 2001 a 57.614 habitantes. 14Es considerado el puerto de mayor profundidad del país. 15Los funcionarios locales entrevistados reconocen que el turismo es un gran demandante de empleo en el ámbito local (aunque no hay especificaciones sobre la calidad de los empleos), especialmente en actividades de servicios como la gastronomía, el transporte, etc. 16Los distintos especialistas coinciden en destacar y valorar ciertas ventajas naturales específicas de la zona con respecto a otros sitios nacionales: el poco oleaje por ser un golfo cerrado; la claridad del agua; la temperatura no tan fría para la inmersión; la riqueza del fondo marino en flora, fauna y geo-formas; y finalmente la variedad de escenarios existentes. 17El principal proyecto estatal llevado a cabo fue la creación de la “Comisión Promotora del Turismo Submarino de la Bahía Nueva” (COPROSUB) en la década de 1960 para la construcción de arrecifes artificiales. 18 Los estudios se basaron en el “método Payne” por haber sido desarrollado por este especialista. Consiste en la identificación de las callosidades que presenta la ballena franca austral (cuyas formas y tamaños varían entre un individuo y otro) y permite estudiar el comportamiento y los desplazamientos que realiza. 19Las “fortalezas turísticas” mencionadas son: po-cas especies de ballenas son tan fáciles de observar y sociables como las ballenas francas; una parte significativa de la población mundial arriba cada año, durante el invierno y la primavera, a los Gol-fos San José y Nuevo para la reproducción y cría y en menor medida para su alimentación; y existen pocos lugares en el mundo donde se las puede observar con la facilidad que existe en el Golfo Nuevo, tanto embarcado desde Puerto Pirámide como desde la costa. 20 Ver: http://www.chubutur.gov.ar/es/atractivos/ballenas.h tml; Argentina, República, 2006 21 Ver: http://www.chubutur.gov.ar/es/legislacion/PMPV- 11-CapII.pdf 22 Existen también desde hace un tiempo proyectos para realizar buceo con ballenas. Estos proyectos generan una gran oposición entre la mayoría de los grupos ambientalistas locales. 23La sanción definitiva de la ley de creación del ANPPV fue requisito clave para obtener tal distin-ción, a pesar de que la declaración de UNESCO fue previa (1999). 24 Ver: http://www.chubutur.gov.ar/es/atractivos/ballenas.h tml 25 En el desarrollo del plan de manejo participaron distintos sectores interesados e involucrados de la sociedad local. 26Este ente llamado “Administradora” empezó a funcionar recién en el 2003 (dos años después de la creación por ley de la ANPPV) y actualmente con-centra las competencias que anteriormente estaban dispersas en distintos organismos estatales. Partici-pan en ella distintos sectores productivos y sociales locales que, en general, estuvieron también involu-crados en el desarrollo del plan de manejo del ANPPV. Recibido: 3 de noviembre de 2007 Reenviado: 15 de mayo de 2008 Aceptado: 30 de septiembre de 2008 Sometido a evaluación por pares anónimos
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Calificación | |
Título y subtítulo | Turismo y preservación ambiental: el desarrollo turístico de Península Valdés, Provincia del Chubut |
Autor principal | Kuper, Diego |
Publicación fuente | Pasos. Revista de turismo y patrimonio cultural |
Numeración | Volumen 07. Número 1 |
Sección | Artículos |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | El Sauzal, Tenerife |
Editorial | Universidad de La Laguna |
Fecha | 2009-01 |
Páginas | pp. 085-097 |
Materias | Turismo ; Patrimonio cultural ; Publicaciones periódicas |
Enlaces relacionados | Página web: http://todopatrimonio.com/revistas/101-pasos-revista-de-turismo-y-patrimonio-cultural |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 187411 Bytes |
Texto | Vol. 7 Nº1 págs. 85-97. 2009 www.pasosonline.org © PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121 Turismo y preservación ambiental: el desarrollo turístico de Península Valdés, Provincia del Chubut 1 Diego Kuper ii Universidad de Buenos Aires (Argentina) Resumen: La relación entre el turismo y la preservación ambiental es asumida por gran parte de los estudios del tema y actores involucrados como una relación positiva. Las áreas preservadas son conside-radas anteriores a su uso por parte del turismo, al tiempo que su definición como tal es independiente. El turismo y el negocio turístico simplemente aprovecharían las áreas preservadas preexistentes en un lugar transformándolas en atractivo. Este artículo presenta resultados de una investigación realizada con el fin de analizar el proceso de valorización turística de Península Valdés. Se indaga sobre las vinculaciones existentes entre el turismo y la preservación ambiental, observándose que las áreas preservadas no son ni independientes ni preexistentes de su valorización por parte del turismo. Palabras clave: Turismo; Preservación ambiental; Patrimonio; Península Valdés; Patagonia. Abstract: According with academic research and the actors involved, the relationship between tourism an environmental preservation is seen in a positive way. In this relationship, preservated areas are seen previous from the tourist use, and it definition as a preservated area is independent from tourism. Tour-ism and tourism business only take advantage of these previous areas to transform them in tourist attrac-tive. The aim of this paper is to analyze critically the tourist valorization process of Peninsula Valdés. This article inquires the relationship between tourism and environmental preservation, observing that environmental preservation areas aren’t previous and independent from tourism.and independent. Keywords: Tourism; Environmental preservation; Heritage; Península Valdés; Patagonia. ii • Diego Kuper es Profesor de Geografía (Universidad de Buenos Aires) y Becario de maestría (Universidad de Buenos Aires). Instituto de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Proyecto Ubacyt F150 “Discursos y prácticas territoriales. La valorización turística del patrimonio histórico-cultural y natural en Ar-gentina”. Director: Mg. Rodolfo Bertoncello. Correo electrónico: dkup@tutopia.com 86 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 Introducción El uso turístico de las áreas de preser-vación ambiental viene creciendo en las últimas décadas, en gran medida debido al interés que la naturaleza despierta en la sociedad en general y entre algunos tipos de turistas en particular. La relación entre el turismo y la preser-vación ambiental es asumida por gran par-te de los estudios del tema y los actores involucrados como una relación positiva. Para los gestores y organismos responsa-bles de administrar las áreas preservadas, la visita de turistas representa una oportu-nidad de mostrar sus cualidades y difundir su importancia en la sociedad, al tiempo que, el turismo significa una fuente de recursos que contribuyen a su manteni-miento y conservación. Finalmente, para la comunidad local donde se halla el área pre-servada, el turismo representa la oportuni-dad de generar nuevas actividades econó-micas a partir de su uso como atractivo turístico. Esta relación positiva, incentiva-da por los actores involucrados, no implica desconocer que el turismo puede producir impactos negativos sobre las áreas protegi-das que deben ser resueltos o evitados. Desde esta perspectiva, la relación entre turismo y preservación ambiental es asu-mida como una relación en donde las áreas de preservación ambiental son anteriores a su uso por parte del turismo, al tiempo que su definición como tal es independiente (y previa) al turismo. El turismo y el negocio turístico, simplemente aprovecharían las áreas de preservación ambiental preexis-tentes en un lugar transformándolas en atractivo. Península Valdés es un área de preser-vación ambiental, declarada “Área Natural Protegida” por la provincia del Chubut y sitio “Patrimonio Natural de la Humani-dad” por la UNESCO. La “naturaleza” y específicamente la fauna marina, es aquello que se protege. Al mismo tiempo, es hoy un destino turístico de la Argentina con rele-vancia internacional, tanto por su presen-cia en el mercado internacional de destinos turísticos como por el volumen de turistas extranjeros que la visitan, a partir del valor que su fauna, especialmente marina, tiene como atractivo turístico. Este artículo presenta resultados de una investigación realizada con el fin de anali-zar el proceso de valorización turística de Península Valdés. Específicamente, inter-esa indagar sobre las vinculaciones existen-tes entre el turismo y el desarrollo de la preservación ambiental en el lugar. El trabajo se organiza presentando, en primera instancia, un breve debate sobre los conceptos centrales y sus vinculaciones: preservación ambiental, patrimonio y tu-rismo. Posteriormente, se exponen las ca-racterísticas generales del área de estudio. En los apartados centrales, se analizan los procesos de valorización turística y de desa-rrollo de la preservación ambiental en Península Valdés, tomando como fuentes, información secundaria e información pri-maria, esta última recogida en campo me-diante entrevistas a informantes calificados y observación directa. El trabajo concluye con algunas reflexiones finales que retoman las cuestiones inicialmente presentadas. Preservación ambiental, patrimonio y tu-rismo. La existencia, en determinados lugares, de condiciones y elementos naturales que pueden definirse, en términos generales y desde distintos criterios, como excepciona-les (por sus cualidades intrínsecas o por su riesgo de extinción) y que merecen, por lo tanto, ser conservados son las razones que justifican la creación de las áreas de pre-servación ambiental2. Uno de los criterios utilizados (quizás el más utilizado y difundido) se basa en lógi-cas racionales-científicas como aquellas provenientes de las disciplinas físico natu-rales (biología, geología, ecología, etc.) o de las disciplinas económicas. Así, se preser-van paisajes que se consideran monumen-tales; ecosistemas con gran biodiversidad en fauna y flora; formaciones rocosas relic-tuales de tiempos geológicos remotos, etc. Incluso, los criterios utilizados para justifi-car la preservación de la naturaleza mutan con el propio devenir de cada una de estas disciplinas. En el caso de Península Valdés, por ejemplo, la justificación utilizada para la preservación de la fauna marina tiene una raíz biológica: la ballena franca austral “merece ser protegida porque se encuentra Diego Kuper 87 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 en la cúspide de la cadena alimentaria del mar y porque es el animal más grande que haya existido jamás” (Instituto de Conser-vación de Ballenas, 20043). Esta protección se extendió al hábitat de la ballena franca austral porque en “las cálidas y productivas aguas de Península Valdés encuentra refu-gio y abundantes alimentos para nutrirse y construir sus nidos” (UNESCO, 2004). Las áreas de preservación ambiental, desde las posturas más esencialistas, pue-den ser vistas en términos patrimoniales, en tanto son reconocidas como “socialmente dignas de conservación independientemen-te de su interés utilitario” (Prats, 1998: 63) y están asociadas con la identidad y heren-cia compartidas de una sociedad determi-nada (Almirón, Bertoncello y Troncoso, 2006). Las áreas de preservación ambiental para ser consideradas patrimonio, deben cumplir con ciertos criterios de “legitima-ción extracultural”. Es decir, criterios cons-tituyentes que permiten considerar estos elementos naturales “más allá del orden social y sus leyes” (Prats, 1998: 64). En Península Valdés, ciertos aspectos de la “naturaleza” como la fauna marina (y su hábitat) se encuentran dentro de este “transorden”. La “naturaleza” al ser consi-derada “salvaje”, “prístina” y “misteriosa”, escapa al control humano y por lo tanto merece ser protegida (Prats, 1998). La institución de las áreas de preserva-ción ambiental como patrimonio y su reco-nocimiento como algo perteneciente a toda la sociedad, no sólo da cuenta del carácter público que las mismas adquieren, sino que contribuye a su justificación. Las áreas de preservación ambiental (y todo lo preserva-do dentro de ellas) convertidas en patrimo-nio natural preservado refuerzan el valor excepcional que justificó su existencia ori-ginal gracias a su nueva legitimación “ex-tracultural” y, adicionalmente, a la condi-ción pública (“patrimonio de todos”) que adquieren. Sin embargo, el patrimonio natural pre-servado, no es algo estático ni definido para siempre sino que surge de un proceso de valorización social que refleja el interés y el gusto de ciertos sectores de la sociedad. Prats (1998) define este proceso como “acti-vación patrimonial”. Es decir, la condición de patrimonio no es algo neutro ni preexis-tente a lo social, tampoco exclusivamente inherente al objeto patrimonial. Aquello que las distintas sociedades definen como “indiscutiblemente nuestro” es resultado de un proceso que estas van elaborando a través del tiempo por iniciativa de grupos concretos, responden a distintas concepcio-nes (en este caso sobre la naturaleza) y contienen raíces valorativas e ideológicas. Así, “el patrimonio podría pensarse como un espacio de conflicto, lucha, tensión y negociación entre diferentes sectores aten-diendo a las relaciones de poder entre los grupos involucrados” (Troncoso y Almirón, 2005: 61). Estas cuestiones, además, se reconocen en discursos sobre la realidad que adquieren autoridad y legitimación en una sociedad (Prats, 1998). En Península Valdés, se manifiestan como discursos que reclaman la protección y valoran la con-templación de la fauna marina después de haber sido cazada comercialmente durante las décadas anteriores. Al igual que en las áreas de preserva-ción ambiental, los criterios utilizados para definir el patrimonio natural preservado también cambian dependiendo las inten-ciones, posibilidades y el momento históri-co. Por todo lo anterior, puede afirmarse que el patrimonio natural preservado es, en última instancia, un patrimonio cultural ya que fue elaborado, valorizado y apropiado por la sociedad (Luchiari, 2005). Por otro lado, el turismo es una práctica social que requiere el desplazamiento en el espacio de personas hacia un lugar (destino turístico) para satisfacer ciertas necesida-des de ocio. Esta práctica es, a la vez, gene-radora de actividades económicas. El tu-rismo requiere, para su realización, de un conjunto de servicios como alojamiento, refrigerio, restauración, desplazamiento, etc. que permitan a esas personas o turistas la permanencia y realización de distintas prácticas que satisfacen sus necesidades de ocio (Bertoncello, 2000); instalando la posi-bilidad de considerar al turismo desde una perspectiva económica: turismo como nego-cio. En general, los estudios sobre el turismo coinciden en que este se organiza alrededor de los denominados atractivos turísticos. Los atractivos turísticos son “rasgos in-herentes a los lugares que son puestos en valor por y para el turismo” (Almirón, Ber-toncello y Troncoso, 2006: 107). A diferencia 88 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 de aquellas posturas que consideran a los atractivos sólo como atributos propios de los lugares y preexistentes al turismo, se adscribe a la idea de que estos son, en rea-lidad, resultado de distintos procesos de valorización social (Bertoncello, Castro y Zusman, 2003). Al igual que el patrimonio, los atractivos turísticos son resultado de procesos sociales concretos llevados a cabo por actores sociales donde entran en juego intereses e intencionalidades, valores e ideas. Lo anterior, no debería llevar al extremo de negar que en un lugar puedan existir ciertos rasgos naturales o culturales que le son propios, sino tener presente que en su transformación en atractivos “operan fuer-temente tramas de construcción cultural, esquemas de visión de época o de larguísi-ma duración4”(Silvestri, 1999: 113). Especí-ficamente para el turismo, esta idea puede ser vinculada con los “imaginarios turísti-cos” propuestos por Hiernaux-Nicolas. Es decir, un “conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se definen en torno a una actividad, un espacio, un período o una persona (o sociedad) en un momento dado”, están en permanente construcción y se sus-tentan mediante la fantasía individual y colectiva (Hiernaux-Nicolas, 2002: 8)5. Por otro lado, estos imaginarios turísticos están fuertemente asociados con los imaginarios generales de las sociedades de origen de los turistas. Así, en Península Valdés, la valo-ración de los rasgos naturales como atracti-vo turístico, está atravesada por la visión positiva que hoy en día se tiene de todo lo que es “natural” o “pertenece a la naturale-za”, visión originaria de las sociedades eu-ropeas y norteamericanas. En un contexto de gran valorización so-cial de “lo natural”, sumado al creciente interés por el patrimonio (que se refleja en el aumento de bienes patrimoniales6) y, teniendo en cuenta que “la diferenciación de lugares es una dimensión constitutiva del turismo” (Almirón, Bertoncello y Tron-coso, 2006: 114), las cualidades doblemente excepcionales de las áreas de preservación ambiental devenidas en patrimonio natural preservado se convierten, así, en atractivos turísticos que, al concitar el interés de los turistas, activan procesos de valorización turística de dichos lugares, convirtiéndolos en destinos turísticos de gran jerarquía. De esta forma, Ballart Hernández y Tresserras llegan a la conclusión de que “el patrimonio es potencialmente el recurso primario de una industria potente, la industria del tu-rismo” (citado en Bertoncello, 2004: 2). En tanto patrimonio natural preservado, el atractivo turístico adquiere un plus de prestigio con respecto a otros atractivos: es algo digno de ser considerado como excep-cional, universal, compartido y consensua-do por todos, más allá de todo cuestiona-miento (Bertoncello, 2004). Como tal mere-ce, a la vez, ser conocido por los integrantes de una sociedad. El turismo aparece, así, como el medio más idóneo para dar a cono-cer y ayudar a que la sociedad valore aque-llo que es considerado un patrimonio de la sociedad. Además de ser conocido, el patri-monio natural preservado debe ser protegi-do y los recursos económicos generados por la actividad turística garantizan la protec-ción de tal patrimonio. En consecuencia, se asiste a una prolife-ración de nuevos destinos turísticos donde el patrimonio natural preservado se con-vierte en el principal atractivo turístico. Ofreciendo toda una modalidad de turismo en crecimiento conocida como “turismo de naturaleza”7y que Schiwy (2002: 203) reco-noce “sintomático de un creciente interés global en una convivencia armoniosa con el medio ambiente”. “Conjugando el conserva-cionismo y la preservación con la rehabili-tación o la restauración” (Santana Talave-ra, 2002: 2). Así, el turista que opta por esta modalidad de turismo “busca internar-se en un mundo que se percibe como natu-ral y apacible, caracterizado todavía por una naturaleza exótica y atraído por el deseo de conservarla y protegerla” (Schiwy, 2002: 203)8. Teniendo en cuenta estas perspectivas y preguntas, a continuación se analiza desa-rrollo turístico del destino Península Valdés. Península Valdés: actividades humanas y valorizaciones de la naturaleza. Península Valdés, es un área continen-tal (4.000 km2 aproximadamente) ubicada en el litoral atlántico de la Patagonia Ar-gentina, más precisamente en el noreste de la provincia del Chubut9. Es un destino turístico de la Argentina Diego Kuper 89 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 con relevancia internacional creciente10. Incluye una serie de sitios donde es posible avistar fauna protegida, observar ecosiste-mas considerados singulares y realizar una serie de actividades tales como buceo, pla-ya, senderismo, etc. Entre los atractivos que se promocionan como característicos del área se encuentran, la fauna marina11, la “naturaleza prístina”, su condición de patrimonio UNESCO y la pertenencia al circuito de la Patagonia (región “despobla-da” y cercana al “fin del mundo”). La activi-dad turística se caracteriza por tener una doble estacionalidad bien marcada: una en invierno-primavera siendo la principal ac-tividad el avistaje, especialmente do, de ballenas; la otra en verano con sol y playa, actividades náuticas y avistaje del resto de la fauna. Península Valdés es al mismo tiempo un área de preservación ambiental, declarada “Área Natural Protegida” por la provincia del Chubut (año 2001) y sitio “Patrimonio Natural de la Humanidad” por la UNESCO (año 1999). La “naturaleza” y específica-mente la fauna marina, es aquello que se protege. Asociado a Península Valdés se encuen-tra el principal centro urbano: Puerto Ma-dryn. Además de ser el centro de servicios (hotelería, gastronomía, aeropuerto, puerto de cruceros, etc.) y punto de partida de to-dos aquellos turistas que desean visitar Península Valdés, Puerto Madryn posee playas, sitios de buceo y sitios para el avis-taje de fauna, especialmente ballenas en invierno-primavera. Históricamente, toda el área ha estado sujeta a distintos procesos de valorización social: su vegetación fue alimento para la Figura 1. Península Valdés: ubicación de las áreas de preservación ambiental y principales atrac-tivos turísticos. Fuente: Chubut, Provincia, 2006: http://www.chubutur.gov.ar/es/mapas/images/peninsula-patrimonio.gif 90 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 cría de ganado ovino destinado a la produc-ción lanar; la presencia de salinas fue apro-vechada por la industria de la sal para la conservación de alimentos antes de la utili-zación del frío; sus costas fueron sitio de caza de mamíferos marinos (lobos, elefan-tes, ballenas) para las distintas industrias, además, sitio de pesca artesanal de maris-cos y otras especies. Puerto Madryn se constituyó, a fines del siglo XIX, como el puerto de salida de los productos agrícola ganaderos producidos en toda el área y especialmente en las colonias galesas situadas en el valle inferior del río Chubut, con las cuales estaba conectada a través del Ferrocarril Central Patagónico. Los principales ingresos de la población local provenían de la esquila ganadera, los sueldos pagados por el ferrocarril y la acti-vidad portuaria y aduanera. En la década de 1950, toda el área entró en una fase de crisis asociada al cierre del ferrocarril, junto con el cese de las franqui-cias aduaneras, el trazado de la ruta nacio-nal 3 alejado del pueblo y la crisis del mer-cado internacional de la lana. Como forma de enfrentar esta situación se implementa-ron políticas de radicación industrial y co-menzó a desarrollarse el turismo. Pero re-cién con la instalación, en la década de 1970, de la fábrica de elaboración del alu-minio “Aluar” y las obras de infraestructu-ra complementarias la situación empezó a revertirse12. Paralelamente, la cantidad de habitantes de Puerto Madryn experimentó un aumento considerable con respecto a las décadas anteriores13. Actualmente, la base de la economía del área tiene como ejes a la industria pesquera, la metalúrgica, la cons-trucción, el puerto14 y, en menor medida, la lana. El turismo es considerado hoy y desde hace veinte años aproximadamente como un factor dinamizador de la economía lo-cal15. Los inicios del turismo: una alternativa a la crisis. A pesar de que existen indicios de acti-vidad turística en la zona ya desde las pri-meras décadas del siglo XX (Schlüter, 2003), es en la década de 1950 que el tu-rismo aparece como una alternativa de desarrollo ante largos períodos de recesión y estancamiento económico (Torrejón, s/f.). Torrejón es explícito en cuanto a la función que podría cumplir el turismo para la eco-nomía local: “desde la fundación del Club Náutico Atlántico Sud, (...) los amantes de los deportes acuáticos del Noreste del Chu-but, vivíamos investigando qué actividades se podrían desarrollar en nuestras costas para ampliar el genuino disfrute y la cali-dad de vida de los lugareños y de interés para los forasteros” (Sanabra, s/f.: 27). El tipo de turismo que fue surgiendo se vinculó con las actividades náuticas y acuá-ticas ya que la opción balnearia similar al litoral bonaerense, por razones de distancia y logística no era competitiva (Torrejón, s/f.). Entre las distintas actividades, aque-llas disciplinas subacuáticas, como la caza submarina y el buceo, fueron las que más se destacaron haciendo de Puerto Madryn el principal destino a escala nacional con el rótulo de “capital argentina del buceo”16. El turismo era una actividad económica generadora de otras actividades económi-cas. Durante la realización de los torneos náuticos y acuáticos, e incluso los días pre-vios, Puerto Madryn se veía convulsionada con la llegada de los competidores y sus familiares. La capacidad hotelera y gas-tronómica que ofrecía la ciudad era ocupa-da casi siempre en su totalidad (Sanabra, s/f.). Por otro lado, esta valorización turística del área (asociada a los deportes acuáticos y náuticos) fue, en una primera instancia, iniciativa de ciertos grupos particulares, siendo la participación estatal limitada17. Así, en la década de 1950 un grupo de jóve-nes creó el Club Social y Deportivo Madryn que “oficializaba los aconteceres pro turísti-cos de esos años” (Torrejón, 2006). Poste-riormente, miembros del mismo club fun-daron el Club Náutico Atlántico Sud (CNAS) especializado en deportes náuticos, el cual ordenó las actividades recreativas y turísticas del lugar. El CNAS “prestó el servicio a la provincia del Chubut de cubrir hasta 1964 la mayor parte de las facetas organizativas y promotoras de aconteci-mientos turísticos” (Torrejón, 2006). Orga-nizó los primeros concursos de pesca de altura del país (como el campeonato pa-tagónico de pesca de altura del salmón de mar) y los campeonatos argentinos de caza submarina. También se encargó de la pro-moción y difusión turística. En 1957 editó Diego Kuper 91 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 el primer folleto promocionando Puerto Madryn (Sanabra, s/f.). Además, entregaba a las delegaciones de selección nacional de las distintas especialidades náuticas, do-cumentación y folletería para promocionar Puerto Madryn en las distintas competen-cias internacionales. Finalmente, el presi-dente del CNAS fue el responsable de la Comisión Regional del Turismo, considera-da la primera entidad intermedia represen-tativa del sector turístico. Institucionalización del turismo: las áreas de preservación ambiental como atractivo turístico. En el año 1964, fue aprobada la ley pro-vincial de turismo (Nº 436). Esta ley creaba la Dirección Provincial de Turismo como una entidad autárquica y marca un antes y un después en el desarrollo del turismo en la zona: por primera vez el estado provin-cial iba a ser responsable y promotor de esta actividad. Pero principalmente, la ac-tividad turística aparece estrechamente vinculada con la preservación ambiental, como el medio más idóneo para la conserva-ción de la “naturaleza”. Esto se refleja cla-ramente en el capítulo III, artículo 8, de esta ley. Establece que la Dirección Provin-cial de Turismo deberá “conservar las zonas y lugares de turismo declaradas como tales por el Poder Ejecutivo y adoptar medidas que considere necesarias para proteger las bellezas naturales, la flora, la fauna y todo aquello que constituya una fuente de atrac-ción turística, cultural, estética y económi-ca” (Torrejón, s/f: 2). El turismo, por lo menos desde lo insti-tucional, aparecía como un factor clave en la creación de las áreas de preservación ambiental. En 1967, con la ley provincial Nº 697, se crearon las primeras tres reservas faunísticas del sistema provincial de áreas protegidas con sus respectivos planes de manejo: Punta Norte, Isla de los Pájaros y Punta Loma. Fueron administradas por la Dirección Provincial de Turismo y alterna-tivamente aparecieron con el nombre de “Reserva Natural Turística” o de “objetivo específico o definido”. Posteriormente, se crearon nuevas áreas de preservación am-biental que fueron incorporadas al sistema, todas con finalidad turística: en 1974 se creó el “Parque Marino Provincial Golfo San José” (ley Nº 1.238); también en 1974, se creó el “Área Natural Turística de Pun-ta Pirámide”; finalmente en 1977 se crea-ron las “Áreas Naturales Turísticas de Ca-leta Valdés” y “Punta Delgada”. Con la creación de estas áreas, lo que se buscaba preservar eran las especies faunís-ticas (y sus habitats) a través de su aprove-chamiento turístico. Es muy probable que el avance en la conservación de la fauna, estuviera acompañado por una pérdida de rentabilidad en la caza y la comercializa-ción de pieles y aceites de las distintas es-pecies a partir de su sustitución por pro-ductos sintéticos. Pero lo que también es cierto es que recién cuando podían “desper-tar el interés turístico” (Torrejón, s/f.) se comenzaron a interrumpir los permisos de caza y se empezó a aplicar la legislación vigente. Con el tiempo, estas mismas espe-cies se transformaron en las hoy especies “carismáticas” del turismo. Este es el caso de la ballena franca aus-tral la cual era cazada por el valor de su carne como alimento humano. Esta ballena era preservada a través del “Acuerdo In-ternacional para la Regulación de la Cacer-ía de Ballenas” en 1937 y del cual partici-paba Argentina. Mediante este tratado se acordó la prohibición de su caza pero fue constantemente violado hasta la segunda mitad del siglo XX. Su caza comienza recién a disminuir hacia la década de 1970, en coincidencia con los inicios de su avistaje embarcado en Península Valdés, cuando algunos buzos marisqueros locales notaron el interés que las ballenas despertaban en los escasos turistas que visitaban el área. Comenzaron a realizar excursiones esporá-dicas en sus embarcaciones, a las que luego adaptaron para el traslado formal de mayor cantidad de pasajeros. Según sus relatos, en esos primeros años se navegaba con lan-chas muy chicas (cabían como máximo, ocho personas), el servicio de avistaje se limitaba a los meses de octubre y noviem-bre y la cantidad de ballenas que arribaban al área era inferior a la actualidad. Algunos de estos buzos marisqueros se transforma-ron en dueños o representantes de las em-presas que tienen actualmente la concesión exclusiva del avistaje embarcado de la ba-llena franca austral. Este ejemplo confirma, por otro lado, que el desarrollo de la preservación am- 92 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 biental es, en realidad, una forma posterior de aprovechamiento humano de la natura-leza en Península Valdés. Es decir, la idea de “naturaleza prístina” que se busca pre-servar y a la que recurre el turismo como atractivo de Península Valdés no es estric-tamente así. Por otro lado, alrededor de estas defini-ciones de preservación ambiental fue clave el papel de autoridad que ejercieron los distintos discursos científicos provenientes de profesionales especialistas. Estos sabe-res fueron definiendo cuales características y elementos naturales de estos sitios deber-ían ser preservados. Pero fundamentalmen-te, estos discursos contribuyeron en justifi-car aquello que posteriormente será recono-cido y definido como patrimonio natural preservado, muy estrechamente vinculado a su potencial turístico. En 1964, visitó Península Valdés el entonces Director del Zoológico de Nueva York, Dr. William Comway. Sugirió, en ese momento, oportu-no cuidar las colonias faunísticas de la zona para poder despertar el interés de visitan-tes en el contexto de un creciente interés a escala mundial por los animales silvestres y los ambientes inéditos y poco alterados. Así, Comway se convirtió en asesor científi-co para la creación de las áreas protegidas con finalidad principalmente turística (To-rrejón, s/f.). En realidad, la sugerencia de Comway reflejaba el “imaginario turístico” presente en las sociedades de origen de los posibles visitantes y revelaba, de esta forma, la po-tencialidad turística de aquello a preservar. Esto mismo se refleja en los relatos de los buzos marisqueros que ofrecían las prime-ras excursiones embarcadas para el avista-je de ballenas. Según ellos, los turistas ex-tranjeros que requerían el servicio eran los únicos que tenían una “conciencia ecológi-ca” e interés por los animales. Incluso afir-maban que fueron estos turistas los que “nos trasladaron esa conciencia”. El discurso científico suministró, además, información acerca de la manera más optima de aprovechamiento turístico de aquello que se buscaba preservar. Así, tiempo después de la llegada de Comway, el mismo Zoológico de Nueva York, financió estudios sobre la ballena franca austral y envió a Península Valdés al hoy considera-do el mayor especialista en el tema: Roger Payne. De dichos estudios18 se desprenden conclusiones que hoy son difundidas y utili-zadas como “fortalezas turísticas”19 del avistaje de esta ballena y que ubican a Península Valdés como uno de los lugares más importantes de reproducción y cría del mundo de esta especie (Chubut, 200620). De este mismo estudio surgió también un “modelo” considerado “científico” de aprovechamiento turístico de la ballena franca conocido como “avistaje patagónico”. Se trata del actual avistaje embarcado que ofrecen las empresas operadoras (autoriza-das por la Secretaría de Turismo provincial a través de la ley provincial Nº 2.381/84) y hoy considerada actividad emblemática del turismo de la región y de carácter singular a escala mundial. (Chubut, 200621; Schlü-ter, 1996). Los distintos organismos estatales tam-bién contribuyeron en esta “justificación científica” al servicio del desarrollo del tu-rismo. La Administración de Parques Na-cionales, brindó asesoramiento enviando funcionarios para la creación de las prime-ras áreas de preservación ambiental con finalidad turística y en la redacción de las primeras leyes y planes de manejo. Por iniciativa de la Secretaría de Turismo pro-vincial que buscaba una “vía científica para utilizar los recursos turísticos en forma responsable”, el estado nacional financió la instalación en 1970 de un Centro de Inves-tigación de Vida Silvestre en Puerto Ma-dryn dando origen al hoy Centro Nacional Patagónico (CENPAT) (Torrejón, s/f.). Para-lelamente se realizaron de manera sistemá-tica reuniones científicas como los “Semina-rios Internacionales de Áreas naturales y Turismo”; se realizaron estudios, investiga-ciones y asesoramientos técnicos para el desarrollo de emprendimientos turísticos, generalmente financiados por el Consejo Federal de Inversiones (CFI); se construye-ron viviendas para albergar a los especia-listas interesados en estudiar las carac-terísticas biológicas del área; y como una forma de brindar opciones educativas y no meramente recreacionales a los turistas que visitaban las distintas áreas protegi-das, se construyeron en los sitios de avista-je, instalaciones específicas con información científica básica y orientativa, conocidos como “Centros de Interpretación”. Un caso particular es aquel relacionado Diego Kuper 93 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 con los cambios sustanciales que tuvieron las actividades acuáticas, específicamente el buceo. Son continuamente citados como claves los estudios científicos y visitas que en las décadas de 1960 y 1970 realizó el famoso oceanógrafo ecologista francés Jac-ques Cousteau. Atraído por ser considerado el Golfo Nuevo como uno de los más pro-fundos del planeta y por su gran variedad de fauna, Cousteau lo calificó como el tercer mejor lugar del mundo para la práctica del buceo. Después de haber sufrido una fuerte declinación, el buceo fue adquiriendo un nuevo perfil, más recreativo y para un público más amplio, que el original perfil “cazador” y competitivo, aprovechando además los avances tecnológicos para su práctica en aguas frías. Hoy en día el buceo es promocionado como una actividad que permite un acceso diferente a la “naturale-za preservada” permitiendo el avistaje de fauna marina en su mismo hábitat. Por ejemplo la Asociación de Operadoras de Buceo de Puerto Madryn ya ofrece en con-junto con la Secretaría de Turismo de Chu-but, la alternativa de buceo con lobos mari-nos22. Consolidación de la actividad turística: la patrimonialización de las áreas de preser-vación ambiental. El papel del discurso científico no se res-tringió solamente con la institucionaliza-ción de la actividad turística y los inicios de la preservación ambiental. Posteriormente, bajo distintas justificaciones (especialmente biológicas) la misma concepción de preser-vación fue cambiando. Las distintas espe-cies y áreas de preservación ambiental fue-ron recibiendo en los siguientes años nue-vas protecciones, modificaciones en lo que respecta al manejo de su conservación y finalmente la definición como patrimonio, con el objetivo simultáneo de un mejor aprovechamiento como atractivo turístico. Así, “la ciencia parece ser el medio más adecuado para la formalización del patri-monio a conservar (...) basado en el princi-pio epistemológico de la universal validez de la razón” (Prats, 1998: 73). Estos cambios coinciden justamente con los años en que la actividad turística en Península Valdés empieza a consolidarse y adquiere las características actuales de turismo de naturaleza. Asociado a una serie de medidas de preservación y patrimoniali-zación específicas, en la década de 1980, la ballena franca austral adquiere el carácter de atractivo turístico “emblemático” de Península Valdés: pasa a estar protegida internacionalmente por el “Tratado Balle-nero Internacional” (Comisión Ballenera Internacional), que prohíbe su caza; por la “Convención sobre el Comercio Internacio-nal de Especies Amenazadas de Flora y Fauna” (CITES, apéndice I) que prohíbe toda acción de comercio internacional a la cual Argentina adhirió a través de la ley nacional Nº 22.344 de 1980; en 1984 es declarada “Monumento Natural Nacional” a través de la ley nacional Nº 23.094, (Ar-gentina, 2006); finalmente, en 1995 se crea una “Reserva Natural Estricta” específica para su protección en el sector norte del Golfo Nuevo a fin de evitar la colisión con embarcaciones. En este período también se sanciona la anteriormente citada ley pro-vincial Nº 2.381/84 que regula la actividad de avistaje embarcado. Sobre las antiguas áreas de preservación ambiental se realizaron distintas modifica-ciones en lo que respecta a su manejo y administración pero especialmente en lo que respecta a su posibilidad de aprove-chamiento turístico. Primero, en 1983, (ley provincial Nº 2.161modificada por ley Nº 2.580) se crea la “Reserva Natural Turística de Objetivo Integral Península Valdés” que integraba en un único sistema administra-tivo y por lo tanto en un mismo circuito turístico, las distintas reservas naturales anteriormente creadas en la zona de Penín-sula Valdés. Posteriormente, en el 2001, (ley provincial Nº 4.722) sobre la base de la antigua “Reserva Natural Turística de Ob-jetivo Integral Península Valdés” se crea la actual “Área Natural Protegida Península Valdés” (ANPPV) que abarca, en forma completa, todo el territorio de la península. En esta nueva área de preservación am-biental las distintas reglamentaciones y restricciones de uso se ajustaron de acuerdo al constante crecimiento de turistas que circulan por Península Valdés y a los requi-sitos necesarios para obtener la declaración de “Patrimonio de la Humanidad” por UNESCO23. Lo anterior se refleja en los objetivos de la ley 4.722 (tercer artículo): “a) Mantener muestras representativas 94 Turismo y preservación ambiental: ... PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 de los ecosistemas terrestres, costeros y marinos, que aseguren la continuidad de los procesos naturales, b) Proteger el patrimonio paisajístico, natural y cultural; c) Facilitar la investigación y el monito-reo del área en sus aspectos naturales, cul-turales y sociales; d) Promover actividades sostenibles compatibles con la conservación del área como turismo, pesca, y maricultura artesa-nal y ganadería; e) Propiciar el conocimiento y el valor del área protegida en los habitantes de la región.” (Chubut, 200624). Actualmente, los trabajos que se están llevando a cabo y los proyectos en el ANPPV generalmente están vinculados con la idea de aumentar y mejorar la oferta de atractivos turísticos: reacondicionar la in-fraestructura de los centros de interpreta-ción o crear más miradores para el avistaje de fauna en la Península. Finalmente, hoy en día y al igual que en 1964, la actividad turística sigue apare-ciendo, en términos institucionales, como la “mejor administradora” para la conserva-ción de la “naturaleza”. Así, junto con la creación de la ANPPV, se redactó un plan de manejo “participativo”25 y se creó un nuevo ente público mixto no estatal26 para su administración. Este tiene jurisdicción en exclusividad sobre todo el territorio de Península Valdés y está presidido por la Secretaría de Turismo provincial. Reflexiones finales El surgimiento del turismo en Península Valdés está estrechamente relacionado con la cuestión del desarrollo económico del lugar. Es decir, el motor del surgimiento de la actividad turística es la necesidad de encontrar una alternativa o solución con-creta para superar la crisis estructural por la que atravesaba la sociedad local, más que por un interés en mostrar sus cualida-des al mundo. De esta forma, y como estra-tegia para instalar el turismo, los primeros gestores tuvieron que ir definiendo cuales iban a ser los atractivos turísticos. Aprove-chando ciertas circunstancias coyunturales estos atractivos turísticos fueron en princi-pio coincidiendo con las actividades náuti-cas y acuáticas y posteriormente (y actual-mente) con las ideas de preservación y pa-trimonialización de la naturaleza. Este devenir del turismo refuerza una de las ideas más fuertes de este trabajo: aquella que afirma que tanto los atractivos turísticos como las ideas de preservación y patrimonialización de la “naturaleza” son el resultado de distintos procesos de valoriza-ción social donde entran en juego intencio-nalidades, valores e ideas y reflejan el in-terés de ciertos sectores de la sociedad. Por otro lado, estos elementos están fuertemen-te vinculados con los “imaginarios” arrai-gados en las sociedades de origen de los turistas. En Península Valdés, fue clave la incidencia de valores y gustos externos por la fauna y la “naturaleza prístina” asociado al papel de autoridad que ejercieron los distintos científicos convocados y el accio-nar de distintos actores, especialmente el papel del estado. De esta forma, la ballena franca austral se convirtió, en un proceso de más de medio siglo, en uno de los anima-les más admirados y contemplados (patri-monio natural preservado y atractivo turís-tico) y luego de haber sido uno de los más cazados en la costa patagónica. En referencia a la pregunta central del trabajo, el caso Península Valdés muestra como la idea de preservación de la “natura-leza” y su definición como patrimonio no es independiente ni preexistente a su valori-zación por el turismo. Estos elementos están vinculados constantemente y desde un principio tanto en el nivel discursivo como material. Así, el turismo tuvo y sigue teniendo un rol activo en la creación misma de aquello que será definido como área de preservación ambiental y patrimonio natu-ral preservado, no siendo simplemente un mero “usuario” de estos elementos. Llevando la afirmación anterior a un ex-tremo y teniendo en cuenta un contexto mundial de “inflación patrimonial”, el gran valor simbólico y atractivo del patrimonio natural preservado para el turismo, así como el surgimiento de nuevos destinos turísticos asociados y el potencial económi-co que la actividad turística puede generar, cabría preguntarse “¿hasta qué punto la lógica económica organiza un proceso como el de patrimonialización (...) que se propone como expresión del interés común ocultan-do intereses sectoriales?” (Bertoncello, 2004: 05). Tanto para la gestión del turismo Diego Kuper 95 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 como del patrimonio, se tratan de cuestio-nes significativas que merecen ser profun-dizadas. Bibliografía Almirón, Analía; Bertoncello, Rodolfo y Troncoso, Claudia 2006 “Turismo, patrimonio y territorio. Una discusión de sus relaciones a partir de casos de Argentina”. Estudios y pers-pectivas en turismo, 15 (2): 101-124. Buenos Aires: CIET. Almirón, Analía y Troncoso, Claudia 2004 “Valorización turística del Patrimonio. Temas actuales en la Literatura”. En Rotman, Mónica (Ed.), Antropología de la Cultura y el Patrimonio. Diversidad y Desigualdad en los procesos culturales contemporáneos (pp. 95-113). Córdoba: Ferreira Editor. Argentina, República, Administración de Parques Nacionales 2006 Administración de Parques Naciona-les. Sitio oficial de Internet. http://www.parquesnacionales.gov.ar./03 _ap/01_bfaustral_MN/01_bfaustral_MN. htm Aventura Madryn, Revista 2004a “La Historia de la Ciudad. 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Unesco. 2004 Sitio oficial de Internet (en inglés): http://whc.unesco.org/archive/advisory_b ody_evaluation/937.pdf. NOTAS 1Una versión preliminar ha sido presentada en el “Primer Congreso de Geografía de Universidades Nacionales”, Río Cuarto 2007. El autor agradece los comentarios de Rodolfo Bertoncello y Analía Almirón. 2El uso del término genérico “áreas de preservación ambiental” hace referencia a una enorme variedad de nombres y categorías utilizadas en la literatura como “reserva”, “parque”, “área natural”, “área protegida”, etc. 3 Ver: http://www.icbargentina.com.ar/template.asp?op=6 _2a 4Si bien la autora hace referencia en su artículo a las postales argentinas “emblemáticas”, aquí se considera adecuada esta definición para el caso de los atractivos turísticos. 5Según el autor, el “imaginario turístico occidental” está marcado por cuatro idearios principales: la “conquista de felicidad”, el “deseo de evasión”, el “descubrimiento del otro” y el “regreso a la natura-leza”. 6Choay (1992) define este fenómeno como “infla-ción patrimonial”. Según ella, se expresa en tres tipos de aumentos: inclusión de nuevos bienes; inclusión de bienes cada vez más contemporáneos; e inclusión de bienes de nuevas áreas geográficas. 7Esta consideración por “la naturaleza” no es algo nuevo. Se podría decir, en términos turísticos, que se trata de un nuevo “regreso a la naturaleza pura”, no tocada por el hombre. En la segunda mitad del siglo XIX, en correlación con la creación de los primeros parques nacionales, sectores medios de las sociedades norteamericana y europea se desplaza-ban a estas áreas para pasar sus días de descanso junto a la “naturaleza” (Bertoncello, Castro y Zus-man, 2003). 8Es importante aclarar que la autora hace referencia en su artículo al “ecoturista”, un tipo particular de turista que visita la “naturaleza”. Sin embargo al no diferenciarlo de otros tipos de “turistas de naturale-za” en este trabajo se los considera por igual. 9Ver figura 1. 10Tanto los gestores locales responsables de la actividad, como las cámaras empresarias involucra-das, sostienen que existe un constante crecimiento de visitantes, principalmente del exterior. 11La lista de fauna que es posible avistar es casi interminable e incluye fauna terrestre, fauna coste-ra- marina y aves migratorias. Sin embargo, las especies más “carismáticas” desde lo turístico son cinco: la ballena franca austral, el pingüino de Magallanes, el lobo marino de un pelo, el elefante marino del sur y la orca. 12Entre las obras más importantes se menciona: la construcción del muelle mineralero “Almirante Storni” al norte de la ciudad; la Central Hidroeléc-trica Futaleufú (en Trevelín a 500 Km. al oeste, en la cordillera de los Andes) para abastecer de energ-ía eléctrica a la fábrica “Aluar” y a la ciudad; y un nuevo acueducto para el abastecimiento de agua potable proveniente del río Chubut. 13Según el Censo Nacional de Población de 1947 Puerto Madryn contaba con 3.441 habitantes. En los Censos Nacionales de Población de 1960 y 1970, contaba con 5.586 y 6115 habitantes respec-tivamente. En Censo Nacional de Población de 1980 esta cifra ascendió a 20.709 habitantes, en Diego Kuper 97 PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 7(1). 2009 ISSN 1695-7121 1991 a 44.916 y finalmente en el 2001 a 57.614 habitantes. 14Es considerado el puerto de mayor profundidad del país. 15Los funcionarios locales entrevistados reconocen que el turismo es un gran demandante de empleo en el ámbito local (aunque no hay especificaciones sobre la calidad de los empleos), especialmente en actividades de servicios como la gastronomía, el transporte, etc. 16Los distintos especialistas coinciden en destacar y valorar ciertas ventajas naturales específicas de la zona con respecto a otros sitios nacionales: el poco oleaje por ser un golfo cerrado; la claridad del agua; la temperatura no tan fría para la inmersión; la riqueza del fondo marino en flora, fauna y geo-formas; y finalmente la variedad de escenarios existentes. 17El principal proyecto estatal llevado a cabo fue la creación de la “Comisión Promotora del Turismo Submarino de la Bahía Nueva” (COPROSUB) en la década de 1960 para la construcción de arrecifes artificiales. 18 Los estudios se basaron en el “método Payne” por haber sido desarrollado por este especialista. Consiste en la identificación de las callosidades que presenta la ballena franca austral (cuyas formas y tamaños varían entre un individuo y otro) y permite estudiar el comportamiento y los desplazamientos que realiza. 19Las “fortalezas turísticas” mencionadas son: po-cas especies de ballenas son tan fáciles de observar y sociables como las ballenas francas; una parte significativa de la población mundial arriba cada año, durante el invierno y la primavera, a los Gol-fos San José y Nuevo para la reproducción y cría y en menor medida para su alimentación; y existen pocos lugares en el mundo donde se las puede observar con la facilidad que existe en el Golfo Nuevo, tanto embarcado desde Puerto Pirámide como desde la costa. 20 Ver: http://www.chubutur.gov.ar/es/atractivos/ballenas.h tml; Argentina, República, 2006 21 Ver: http://www.chubutur.gov.ar/es/legislacion/PMPV- 11-CapII.pdf 22 Existen también desde hace un tiempo proyectos para realizar buceo con ballenas. Estos proyectos generan una gran oposición entre la mayoría de los grupos ambientalistas locales. 23La sanción definitiva de la ley de creación del ANPPV fue requisito clave para obtener tal distin-ción, a pesar de que la declaración de UNESCO fue previa (1999). 24 Ver: http://www.chubutur.gov.ar/es/atractivos/ballenas.h tml 25 En el desarrollo del plan de manejo participaron distintos sectores interesados e involucrados de la sociedad local. 26Este ente llamado “Administradora” empezó a funcionar recién en el 2003 (dos años después de la creación por ley de la ANPPV) y actualmente con-centra las competencias que anteriormente estaban dispersas en distintos organismos estatales. Partici-pan en ella distintos sectores productivos y sociales locales que, en general, estuvieron también involu-crados en el desarrollo del plan de manejo del ANPPV. Recibido: 3 de noviembre de 2007 Reenviado: 15 de mayo de 2008 Aceptado: 30 de septiembre de 2008 Sometido a evaluación por pares anónimos |
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