Vol. 1 Nº 1 págs. 105-110. 2003
www.pasosonline.org
© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Turismo y gestión cultural en las Islas Canarias: apuntes
para una reflexión
Beatriz Martín de la Rosa †
Resumen: Las Islas Canarias constituyen un claro ejemplo de región que debe su nivel de desarrollo a la
actividad turística. La andadura turística se inicia en la década de los sesenta, vinculada al modelo turís-tico
de la época, el turismo de masas asociado a sol y playa (materias primas abundantes). Desde enton-ces
hasta ahora han transcurrido bastantes cambios. En la actualidad intenta complementar su oferta
turística ofreciendo turismo rural (por utilizar un nombre genérico) y también, aunque menos desarrolla-do,
turismo cultural. Plantear algunas reflexiones sobre el turismo cultural en Canarias, en especial las
dificultades derivadas de su gestión, es el objetivo de este artículo.
Palabras clave: Islas Canarias; Turismo cultural; Gestión
Abstract: Canary Islands are an example of developed region and clerk of the tourism, from the sixty
(tourism of sun and beach). From then on until the present time they have happened enough changes. At
the moment it is tried to supplement their offer with the rural tourism and the cultural tourism. To outline
some reflections about the cultural tourism, especially the difficulties of their management, it is the ob-jective
of this article.
Keywords: Canary Islands; Cultural tourism; Management
† Licenciada en Filosofía por la Universidad de La Laguna, desarrolla su tesis doctoral desde la perspectiva de la
antropología social sobre la relaciones existentes entre turismo y desarrollo sostenible en la isla de El Hierro (Islas
Canarias). E-mail: bmarsa@ull.es
106 Turismo y gestión cultural en las Islas Canarias
Hablar de gestión cultural en una co-munidad
como Canarias que recibe en tor-no
a 12 millones de turistas al año, exige
una reflexión sobre la relación entre turis-tas
y cultura. El desarrollo turístico en Ca-narias
se inicia en la década de los sesenta
con las islas capitalinas como innovadoras.
Por esas fechas el modelo de desarrollo
turístico era el “turismo de masas”, grandes
infraestructuras turísticas en la orilla de
las playas y sol abundante, eran los ingre-dientes
del paquete básico. En la actuali-dad
transcurridos más de cuarenta años de
desarrollo turístico1 es tal vez hora de hacer
balance, tomar conciencia de lo que tene-mos,
y sobre todo planificar qué queremos
para el futuro.
La actividad turística no es por si mis-ma,
ni buena ni mala. Tradicional-mente
los acercamientos teóricos al fenómeno tu-rístico,
al menos desde las ciencias sociales,
se han movido entre la conceptualización
optimista (años 60), en la que se considera-ba
que el turismo era la “industria” salva-dora
que generaría el empleo y las divisas
necesarias para impulsar las deprimidas
economías de los países receptores. Garan-tía
de un camino directo hacia el desarro-llo2.
En la década siguiente (años 70) bajo
la denominada conceptualización pesimista
el turismo se convierte en todo lo contrario.
Es analizado como una nueva forma de
colonialismo que perpetúa e incluso agrava
las diferencias económicas. Coincidiendo
con los planteamientos de la obra clásica de
Wallerstein, I. (1974), The modern World
System, el turismo representa una nueva
forma de explotación de los países más po-bres
por parte de los países más ricos, es
por tanto una nueva forma de neocolonia-lismo
– la cara hedonista del colonialismo
(Crick, M. 1992)- que perpetúa las relacio-nes
de dependencia con el país “metropoli-tano”
y subordina las necesidades económi-cas
y sociales de los destinos a favor de sus
propios intereses económicos, y a su vez
refuerza la estructura social de las perife-rias
dependientes de capital, tecnología y
por supuesto turistas.
No obstante ninguna de estas aproxima-ciones
reflejan la heterogeneidad y comple-jidad
del turismo. De esta forma, a medida
que avanza el desarrollo del turismo, y sus
características y consecuencias (tanto posi-tivas
como negativas) se hacen más eviden-tes,
las aportaciones teóricas se esfuerzan
por comprender tales dimensiones. Surgen
de esta forma en la década de los ochenta
dos nuevos grupos de aproximación (Jafari,
1994:13 y ss.): la plataforma de adaptación,
que nutriéndose de las perspectivas ante-riores
busca alternativas de desarrollo tu-rístico
basadas en las necesidades y entor-nos
de los residentes, y la plataforma basa-da
en el conocimiento, que plantea la nece-sidad
de un abordar los estudios del turis-mo
desde un enfoque multidisciplinar, au-nando
perspectivas teóricas, técnicas de
investigación que posibiliten la definición
conceptual del turismo.
Los estudios realizados desde la plata-forma
basada en el conocimiento señalan la
necesidad de establecer una definición
holista del turismo, que permita acerca-mientos
globales y no estudios basados en
el análisis de parcialidades. Es necesaria
una base común que posibilite conectar
elementos concretos, por ejemplo analizar
la relación que existe entre los cambios en
la demanda turística y los cambios en las
imágenes turísticas de los destinos, y como
a su vez esto puede ocasionar consecuen-cias,
crisis en los destinos concretos que no
se adaptan a los nuevos tiempos.
Con esta aproximación teórica a los in-tentos
por definir, estudiar, analizar, en
definitiva comprender el turismo, nuestra
única intención es reflejar que nos encon-tramos
ante una actividad compleja, que no
puede ser considerada como la solución a
todos los problemas, pero tampoco como un
demonio de mil cabezas.
El turismo, como cualquier otra activi-dad
(minería, industria, finanzas...) genera
cambios, consecuencias, transforma a las
comunidades que se convierten en recepto-ras.
Las transforma económicamente, polí-ticamente,
ambientalmente y por supuesto
social y culturalmente (los grandes olvida-dos,
pero no por ellos los menos importan-tes).
Ahora bien, ¿son todos esos impactos
negativos o positivos? Pues depende, y en
una región como Canarias la respuesta
también es que depende.
El nivel de desarrollo alcanzado en la
región se debe fundamentalmente al turis-mo3.
Ahora bien, tampoco pueden negarse
las consecuencias negativas que ha impli-
Beatriz Martín de la Rosa 107
cado apostar por el desarrollo turístico en
nuestras islas, y en especial por un desarro-llo
turístico realizado sin ningún tipo de
planificación en el que han primado los
beneficios a corto plazo por encima de cua-lesquiera
otras consideraciones.
En la actualidad no se puede retroceder
en el tiempo y la maquinaria turística no
puede ser sustituida por otra. Canarias, las
instituciones políticas, públicas, los órganos
de poder, y la población en general, tienen
que ser conscientes de la actual situación
del turismo en las islas y plantearse seria-mente
las medidas para el futuro4.
Teniendo en cuenta esta situación por
qué hablar de turismo cultural en Cana-rias.
Evidentemente por razones persona-les,
(por formación académica) y también
porque resulta evidente que la cultura, los
elementos culturales son un atractivo bási-co
en cualquier destino turístico.
Atractivo que se convierte en el eje cen-tral
para un número cada vez mayor de
turistas que reclaman y demandan unas
vacaciones en regiones que respeten su
entorno natural y cultural. El “turismo
alternativo”, “las nuevas formas de turis-mo”
que podemos definir como “formas de
turismo que son consecuentes con los valo-res
naturales, sociales, y comunitarios, que
permiten disfrutar positivamente tanto a
anfitriones como a invitados y hacen que
merezca la pena compartir experiencias”
(Smith y Eadington, 1994:3), acaparan cada
vez un mayor número de practicantes de
“ecoturismo”, “agroturismo”, “turismo ru-ral”
y por supuesto “turismo cultural”.
En una región como Canarias esta nue-vas
formas de turismo no pueden ser vistas
como alternativas al turismo digamos de
“masas”, que sigue siendo el dominante.
Pero sin embargo, si pueden constituir un
importante elemento a la hora de diversifi-car
nuestra oferta turística. Máxime si te-nemos
en cuenta que en la actualidad los
turistas no se centran tanto en la elección
de un destino concreto, sino en un producto
concreto de ese destino (por ejemplo el pro-ducto
Tenerife Resort que engloba una ofer-ta
de calidad). Otros posibles productos que
diversifiquen la oferta pueden ser los ba-sados
en el turismo rural5 o la apuesta por
un producto centrado en elementos cultura-les.
Turismo y cultura son dos términos que
con bastante frecuencia aparecen unidos. Si
nos remontamos a los grandes viajes reali-zados
por los aristócratas del norte de Eu-ropa
a los países del Mediterráneo, en espe-cial
Italia, la cultura ya aparecía como la
principal motivación para el viaje. Pero los
tiempos han cambiado, los viajes, en gene-ral,
no son un privilegio de las clases más
adineradas, y la formación o enriqueci-miento
ha quedado arrinconada en pro del
ocio y la diversión. Con esta nueva dimen-sión
del turismo, la cultura aparece de otra
manera, con otras implicaciones.
Los tiempos cambian y las preferencias
y gustos de “los turistas” también. En la
actualidad la demanda de otro tipo de tu-rismo
diferente al paquete, más o menos
convencional, del turismo de masas, va en
aumento. Los turistas demandan otras
formas de disfrutar de su tiempo de ocio:
entornos naturales conservados y autenti-cidad
cultural frente a una comercialización
cultural abusiva, descontextualizada y es-tereotipada.
Un nuevo producto turístico, el turismo
cultural ha aparecido en el complejo siste-ma
turístico y muchos destinos sufren pro-cesos
de adaptación para poder satisfacer
esa nueva demanda, y diversificar su pro-ducto
turístico, como es el caso de Cana-rias6.
La cultura7 vista en este contexto (tu-rismo
cultural) se ha identificado práctica-mente
con el patrimonio. Ahora bien, el
concepto de patrimonio ha sufrido un im-portante
proceso de transformación. En
1972 la UNESCO en la Convención sobre la
Protección del Patrimonio Cultural y Natu-ral,
se refería al patrimonio como monu-mentos,
grupos de edificios y lugares. En
1998 la misma institución, en la Conferen-cia
Intergubernamental sobre Políticas
Culturales para el Desarrollo se plantea la
necesidad de renovar la definición tradicio-nal
de patrimonio, el cual hoy tiene que se
entendido como todos los elementos natura-les
y culturales, tangibles e intangibles que
son heredados o creados recientemente.
Mediante estos elementos, grupos sociales
reconocen su identidad y se someten a pa-sarla
a las generaciones futuras de una
manera mejor y enriquecida (Ibarra, 2001:
16).
108 Turismo y gestión cultural en las Islas Canarias
De esta forma el patrimonio no sólo está
configurado por los edificios, los monumen-tos,
las obras artísticas, sino que otros ele-mentos
de la cultura “tradicional”: fiestas,
tradiciones, procesos productivos, creencias
religiosas, gastronomía, formas lingüísti-cas,
también son elementos patrimoniales.
Proliferan, por tanto, conceptos como pa-trimonio
etnográfico, patrimonio cultural,
patrimonio artístico, patrimonio artístico,
patrimonio lingüístico... que en definitiva
enredan el ya complicado panorama del
patrimonio.
Ahora bien, el patrimonio con el adjetivo
añadido que queramos, es una construcción
social, (Prats, 1997). Los elementos patri-moniales,
por ejemplo una casa del siglo
XVII, para que sea reconocida como patri-monio,
necesita ser legitimada como un
elemento significativo de nuestro pasado,
representativo de nuestra identidad, única
en su estilo... En este proceso actúan dife-rentes
agentes: políticos, estudiosos del
patrimonio, diferentes sectores de la socie-dad,
medios de comunicación... Es decir,
que el hecho de que determinados elemen-tos
se conviertan en patrimonio, es un pro-ceso
social, de selección, en el que unos
elementos se consideran como más repre-sentativos
de una cultura en detrimento de
otros. Esos otros, tal vez, transcurrido un
periodo de tiempo sean considerados y legi-timados
como patrimonio. En ese proceso
de construcción Prats considera que los
elementos patrimoniales son activados,
convertidos en símbolos, en referentes sim-bólicos,
emocionalmente efectivos de una
determinada identidad cultural8.
Trabajar con el patrimonio, tanto en su
conservación, en su uso político, o bien en
su puesta como atractivo turístico, supone
siempre un proceso en el complejo mundo
de las identidades culturales. Políticamente
el patrimonio puede ser manipulado para
reforzar o incluso crear una identidad cul-tural
concreta, afín a una postura ideológi-ca
concreta.
En el ámbito turístico la puesta en esce-na
de los elementos patrimoniales como
atractivos turísticos es un complejo proceso,
no exento de problemas y consecuencias.
El turismo necesita el patrimonio, ya
que como hemos visto el número de turistas
que cada vez se decantan por una forma de
turismo respetuosa con las culturas dife-rentes,
es cada vez mayor. Y por otro lado
el patrimonio necesita el turismo, en el
sentido de rentabilidad económica, genera-dor
de empleo, y de ingresos que disminu-yan
el aporte económico y la dependencia
de las instituciones públicas. Para conse-guir
un cierto equilibrio en el puesta y uso
turístico del patrimonio es necesario un
conocimiento exhaustivo del elemento pa-trimonial
en concreto, del entorno en el que
se encuentra, conocer el turismo que existe
en la zona o en zonas cercanas, los posibles
turistas potenciales, no se trata únicamen-te
de hacer museos, rutas, o cualquier otro
producto turístico, sin un estudio previo, y
sin una correcta planificación. La conse-cuencia
de realizar este tipo de actividades
sin ningún tipo de planificación, pueden ser
muy diversas, interpretaciones del patri-monio
que no se adecuan a la verdadera
dimensión del elemento patrimonial, mu-seos
que no reciben un número de visitan-tes
mínimo... etc.
El patrimonio es un instrumento inte-gral
de planificación local. Una adecuada
gestión del patrimonio a través de su utili-zación
como recurso turístico, es fundamen-tal
en cualquier estrategia de desarrollo
sostenible. Una gestión adecuada debe con-seguir
que la puesta en escena del patri-monio
para el disfrute turístico no signifi-que
una descontextualización de los ele-mentos
culturales, una excesiva comerciali-zación
de la cultura, una caricatura este-reotipada
de las personas partícipes de esa
cultura. Pero a su vez una adecuada ges-tión
del patrimonio, no implica necesaria-mente
una actitud excesivamente conser-vadora,
hasta el punto de que las culturas
parecen elementos estáticos ancladas en un
pasado idílico. Es decir, “la cultura, las
culturas, la diversidad cultural es cambian-te
y este es un hecho inevitable, no se pue-de
obligar a nadie a vivir como sus antepa-sados
en nombre de la conservación del
patrimonio cultura” (García, 1992).
Una de las claves básicas en la gestión
del patrimonio son los procesos de interpre-tación9
del patrimonio. La interpretación
“facilita la presentación y el uso social del
patrimonio, y permite ofrecer diferentes
lecturas y opciones para un uso activo del
patrimonio empleando para ello toda clase
de recursos y dispositivos de presentación y
animación” (Ballart y Tresserras, 2001:
Beatriz Martín de la Rosa 109
174). Se trata de un proceso de traducción
que convierte en accesible, amena... la in-formación,
conocimiento que implica el bien
patrimonial. Pero no se trata de un proceso
sencillo, y para su correcta aplicación es
preciso responderse algunas preguntas:
¿Qué interpretamos? ¿Quién interpreta?
¿Para quién se hace la interpretación? ¿Con
qué nivel y que utilización se va a hacer de
los resultados de la interpretación? ¿Cuál
es el contexto de la interpretación?... (Ba-llart
y Tresserras, 2001: 177). La interpre-tación
del patrimonio es básica para la
puesta en funcionamiento de un museo, un
centro de interpretación, una ruta temática
o cualquier otra forma de puesta en escena
del patrimonio que podamos imaginar.
En definitiva que nos encontramos ante
un recurso, el patrimonio, difícil de gestio-nar,
no sólo para su puesta en el mercado
turístico, sino también como medio de iden-tificación
(en el sentido de identidad) socio-cultural.
La dificultad en su gestión se de-riva
básicamente, de ese carácter de identi-dad
cultural de patrimonio. Gestión del
patrimonio que actualmente está generan-do
debate y planteando problemas tanto, a
los que se encargan de su estudio, como a
las personas que “lo sienten como propio”.
Bibliografía
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1997 Antropología y Patrimonio, Barcelo-na:
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1994 Tourism alternatives, Chichester:
John Wiley&Sons.
NOTAS
1 El desarrollo turístico se inicia en las islas de
Gran Canaria y Tenerife, posteriormente se suman
Lanzarote y Fuerteventura, que en la actualidad son
las que mayor crecimiento están experimentando, y
por últimos islas como La Gomera, La Palma y El
Hierro, se incorporan al mercado con la intención
de desarrollar mayoritariamente un modelo turístico
diferente, basado en la sostenibilidad, integrado, y
fundamentado en otro tipo de turistas que demanda
otro tipo de actividades, respecto al entorno y al
medio ambiente… al menos en teoría.
2 Por supuesto en esas fechas no entendido como
desarrollo sostenible sino que casi en exclusividad
como crecimiento económico. tal y como se refleja
en un texto clásico de Rostow, W. (1960), The
stages of the Economic Growth: a non-comunist
manifiesto.
3 Desarrollo en términos estrictamente económicos,
pero también desarrollo en otros parámetros rela-cionadas
con el concepto de “calidad de vida”,
sanidad, educación, niveles de contaminación, etc.
De todas formas discutir sobre el concepto de desa-rrollo
y si el turismo ha generado desarrollo en
Canarias podría ser tema para varios volúmenes.
4 Evidentemente existe una “preocupación” por
ordenar el desarrollo turístico en las islas como se
refleja a través de la “Moratoria Turística”, las
“Directrices de Ordenación General y del Turismo”
y las “Medidas de ordenación territorial de la acti-vidad
turística en las islas de El Hierro, La Palma y
La Gomera, otra cosa en que las medidas se cum-plan
o sean realmente efectivas. Por ejemplo con
respecto a las medidas para las islas de La Gomera,
La Palma y El Hierro, han aparecido voces en co-ntra,
que consideran que supone abrir a la especula-ción
los entornos rurales. La polémica está servida,
los conflictos de intereses salpican todos los días la
prensa y por supuesto la actividad turística necesita
cambios y control.
5 La oferta de turismo rural se ha centrado en ex-clusividad
en proporcionar alojamiento en entornos
rurales, pero no se ha articulado una oferta com-
110 Turismo y gestión cultural en las Islas Canarias
plementaria que posibilite interactividad entre los
turistas y los habitantes del entorno rural, a través
de los elementos culturales propios de los entornos.
Sólo se disfruta del espacio rural en sentido físico a
través de las casas, pero la cultura local no aparece
como constituyente de esa oferta. No se genera
realmente empleo en el entorno rural , máxime si
tenemos en cuenta que un alto porcentaje de las
personas que restauran y explotan las casas rurales
no son en realidad habitantes del entorno rural, que
en líneas generales venden las casas, las tierras y se
van.
6 Sin embargo las grandes ciudades, Roma, Paris,
Londres, Barcelona, o centros arqueológicos como
Egipto, Grecia, Perú, siempre han estado asociadas
a este tipo de turismo.
7 Podríamos desarrollar un amplio debate antropo-lógico
sobre el concepto de cultura que nos llevaría
desde la definición clásica de Tylor (1871) “la
cultura como un todo complejo que incluye, el
conocimiento, las creencias, el derecho, las cos-tumbres
y cualesquiera otros hábitos adquiridos
por el hombre en cuanto miembro de la sociedad” ,
hasta los acercamientos más actuales planteados
por autores postmodernos, que influidos por el
desarrollo de la semiótica, la crítica a la moderni-dad,
la apuesta por la “deconstrucción” como méto-do
de conocimiento, por la crítica a la ciencia occi-dental
plantean este concepto de cultura “ se trata
de un concepto esencialmente semiótico. Creyendo
con Max Weber que el hombre es un animal inserto
en tramas de significación, que el mismo ha tejido,
considero que la cultura es esa urdimbre y que el
análisis de la cultura ha de ser por tanto no una
ciencia experimental en busca de leyes sino una
ciencia interpretativa en busca de significados”
(Geertz, 1995: 20). Todo esto pasando por plantea-mientos
tan diversos de lo que es la cultura como el
difusionismo (finales del siglo XIX principios del
XX), el particularismo histórico con Boas a la
cabeza, el funcionalismo británico con las obras de
Malinowsky, el estructuralismo francés con los
aportes de Levi- Strauss, o la ecología sistémica,
por citar sólo algunas de las escuelas más repre-sentativas.
8 Por ejemplo el fervor manifiesto en fiestas como La
Rama de Agaete, Los Corazones de Tejina, La Bajada
de la Virgen de los Reyes... y un largo etc.
9 En sus orígenes la interpretación se aplicó a as-pectos
medioambientales, a espacios naturales, pero
rápidamente el concepto se extendió al patrimonio.