PARABIBLOS: CUADERNOS DE BIBLIOTECONOMfA y DOCUMENTACIÓN
PRESENTACIO'"N DEL "PROTOCOLO
DE LA SANTA MUECA" EDITADO
POR MARÍA RÉGULO
Luis Cobiella Cuevas
Diputado del Común
Santa Cruz de La Palma
Noviembre, 1989
Decía Tardivon que la cultura o la sabiduría (no recuerdo bien y mezclo dos
conceptos bien distintos) era cuestión de glúteos y de plúteos. y 10 decía en un
documento que hoy calificaríamos de anticipación redactado en el tiempo en que las
bibliotecas no eran las bibliotecas tal como hoy las entendemos: horas del hombre
sentado ante libro, legajo o documento, y éstos en los armarios, en las estanterías,
abundantes y disponibles.
1.- INVESTIGACIÓN Y CREACIÓN
Mi idea de la biblioteca convencional es ambivalente: pienso, por un lado, en
la persona que acude a leer con las únicas implicaciones derivadas de la lectura como
fin: reflexión, ensueño, alimento, evasión, incorporación, en una palabra, creación. Y
pienso, por otro lado, en la persona que acude a la biblioteca como lugar de trabajo,
cuya actividad no es sólo ni principalmente la simple lectura sino la interacción de
variados quehaceres: buscar, discernir, organizar, leer, copiar, citar, adverar, rec.opilar,
en una palabra: investigar.
Por supuesto toda investigación conlleva carácter hermenéutico y, a su vez, toda
interpretación incluye un factor creativo.
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2.- INTUICIÓN SOBRE LA VIDA. SUPERVIVENCIA
Lo cual destensa la ambivalencia, que he reseñado porque conviene recordar mi
pertenencia al grupo de los simples lectores de libro, de vida o de suceso. Mis
reflexiones se nutren principalmente de intuiciones sobre la vida que hago y que hacen
alrededor, y sobre 10 que sucede; y apenas encuentro erudiciones en mis almacenes
interiores.
Esto explica el modo con el que puedo acercarme a ustedes presentando el libro
de Maria Régulo: un modo intuitivo, personal, vital; una mezcla, ojalá fecunda, de
intuición y vida y, como cumple a mis años, de la vida, no precisamente próxima, que
la presbicia selecciona.
Lo que en tales coordenadas significa este libro para mí será entendido cuando
les haya comunicado mis vivencias sobre quien 10 publica. La Cosmológica, mis
vivencias sobre quien 10 edita. María Régulo, mis vivencias sobre quien lo prologa,
Juan Régulo y, por último, mis vivencias sobre la broma y la ironía que parecen
constituir en buena parte honda esencia de La Palma y, en concreto, deSanta Cruz de
La Palma.
He reiterado la expresión "mis vivencias sobre" porque los nombres y momentos
citados constituyen superiores vivencias: porque viví a expensas, o sobre, tales
ocasiones, simbionte o parásito, en positivo contraste con otros lapsos en que viví bajo
y no sobre (subvivir es realmente desvivir). La Cosmológica, Juan Régulo, nuestra
Palma irónica constituyen ocasiones sobre las que viví: son, efectivamente, sobrevivencías,
supervivencias.
3.- LA COSMOLÓGICA
Retomo el hilo.
Según Juan Régulo, ironía, sátira, parodia, responden al téVante librepensador
y anticlerical de una buena parte de palmeros, en una época pasada. Hoy La Palma no
es anticlerical, y no precisamente porque se haya vuelto eclesial sino porque lo eclesial
ha perdido garra por constituirse en referencia apasionada.
Nuestro último anticlericalismo fue esencialmente decimonónico. Esta biblioteca
es Biblioteca Cervantes; pero cuando veníamos a ella nunca dijimos voy a la Cervantes,
sino voy a la Cosmológica; privaba, y aún priva, la particularidad decimonónica sobre
la diluyente universalidad.
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Mis recuerdos se desdibujan difusamente, y creo que es bella la imprecisión que
10 difuso conlleva; y creo que es la imprecisión el idóneo modo de precisar lo pasado
y ennoblecer la nostalgia: la imprecisión añade al recuerdo una conveniente desconfiguración
que libera de minuciosidad particularizante en bien de la disponibilidad
atemporal.
Tales recuerdos, nostálgicos y rea1ísimos (la nostalgia es una parte de la
realidad) son a la vez muy simples y, seguramente comunes. Sobreviven los olores de
los libros, el color de sus tapas e ilustraciones, la tipografía de títulos o masa, su
disposición. Buscábamos libros raros. Leíamos Alejandro Dumas, Julio Veme, lo que
de niños no podíamos leer en un hogar católico; y cito esta última particularidad sine
ira, sine rancore, al contrario: digo esto con ternura salvadora y desbordante, con la
misma emoción que recuerdo el día en que, buscando en penumbra incitante y cómplice
con el trasfondo del carraspeo de don Miguel Valcárcel, encontré la Vida de Jesús. Leí
el Jesús de Renan y quiero decir que, después de mi padre, esta lectura supuso mi
mayor acercamiento a Jesús de Nazaret, en quien creo.
En los primeros años cuarenta un grupo de amigos míos que hacía tertulia con
mi padre decidió gestionar la posible apertura, con todo lo que significa esta palabra,
de La Cosmológica. Se salvaron y organizaron periódicos y carpetas, hubo Juntas, y
hubo dificultades, y no culminamos el proyecto. Después, en ocasiones discontinuas,
otros grupos se preocuparon y se ocuparon en la tarea de potenciar la existencia de La
Cosmológica, sin la cual ni este libro ni este momento existirían.
Quiero concentrar la culminación del largo proceso en el momento actual y
representarlo en Facundo Daranas. A él Ya la Directiva que con él dirige, y a todos
los que con él colaboran no sólo conservando, restaurando, cuidando libros sino
creando nuevos, el reconocimiento de todos los muchachos que leyeron a Veme y a
Renan; y la gratitud porque aquellas vivencias no se redujeron a la ceniza de una
nostalgia irrecuperable sino que han florecido en la fecunda nostalgia de los aniversarios.
Todo ese poso y ese peso quiero infundir en la palabra "gracias" cuando la
pronuncio mirando los ojos de Facundo Daranas.
4.- MARÍA RÉGULO
Te recuerdo muy niña, María, en casa recién habitada, reciente la aventura de
tu padre, cuando se llevó consigo la Imprenta Gutenberg y no era la calle de su nombre
ni tu abuela adoptiva la ciudad de La Laguna.
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La calle de Heraclio Sánchez tampoco era. Se trataba de un campo donde había
un edificio a medio terminar. Pasillos con la excesiva sonoridad de los recintos apenas
vividos. Correteaba la niña María para sonrisa de su padre; sonrisa que no ha dejado
de alimentar, aunque otros sean los pasillos y otros los correteos, por ejemplo esta casa,
este libro.
S610 te re-cuerdo, María, (y he separado un poco el prefijo que hace repetir lo
cordial), te re-creo, (y el prefijo, por repetir la existencia y la fe, significa gozo), Y
también te doy las gracias por consentir que una persona externa y lejana como yo
presente tu libro y no diga sobre tu trabajo, o, si dice, diga torpemente, como es lógico
"esperar del indocto en lo que tú doctrinas.
Ha sido una gloria encontrar, adecuar y comunicar el protocolo al común; una
gloria, como dices, divertido gozo del que no suelen disfrutar las glorias, generalmente
serias, ya en su mundana pomposidad, ya en su trascendencia evanescente-; gloria a la
que accediste con at6nita a1egría y que dedicas a B1adio para hacerlo sonreír. De mí
para ti, con el cordial dogmatismo de entreamigos: no existe otra gloria que la gloria
de hacer sonreír.
Añadidamente, es un gran bien para Canarias, como dice Daranas, que hayas
rescatado este protocolo.
Gracias, María Régulo, y perdona que te robe palabras y las refiera desde ahora
a tu padre, a mi amigo, a mi maestro.
El pr610go de Juan Régulo, el ensayo breve y profundo de Juan Régulo, es,
como él mismo dice, una síntesis del conocimiento de La Palma; una síntesis, añado
yo, de su amor a La Palma. Me parece la más lograda síntesis que conozco, inc1~idos
los peligros que Juan señala en el preámbulo como inherentes a toda síntesis: peligros
de proyección, de parcialidad. Afortunadamente Juan Régulo cae en tales peligros: se
proyecta, y se proyecta, además, parcialmente; quiero decir se retrata, se reconoce
parcialmente, a modo de parte, formando parte de La Palma. Y ésa es la más honda
realidad de una persona, o de un suceso, o de una reflexión: formar parte.
Un grupo de estudiantes palmeros, al que se añadía algún no palmero
desconsolado, acudíamos diariamente al Refugio, un café de La Laguna. Allí
comparecía Juan con gruesa cartera que nosotros llamábamos "caja de Pandora".
Sucedía cotidianamente: bajo irónica y palmera sonrisa colectiva que iniciaba la
sustitución del tuteo por el don, Juan Régulo abría la caja de Pandora y nos sorprendía
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con el rayo de la nueva teoría o con el trueno de la última noticia histórica, variopintos
los temas de ambos meteoros.
Hay quien enseña dando paseos, hay quien enseña en un café; en todo caso
Régulo tenía una ventaja sobre Arist6teles: que nos era pr6ximo, y no s610 me refiero
a distancias métricas.
Una buena parte de las referencias de Juan Régulo pertenecen a temas eclesiales:
y más que eclesiales, clericales. Con ser yo creyente y él no (una discrepancia que nos
hacía sonreír y suscitaba tierna benevolencia), Juan Régulo, yo se lo decía, respecto a
la Iglesia era menos libre que yo. 'En algunos momentos -hoy lo entiendo, hoy lo
entiendo- era obsesiva su monótona referencia anticlerical, paralela, salvando las
distancias, a las invariables alusiones religiosolitúrgicas del Protocolo de la Santa
Mueca. Pero esto no era lo importante.
Lo importante a la larga era que de esto, y de aquello, y de lo de más allá, de
ese Eldorado que también se llama "lo demás", de lo universal -¡difícil ser universal
en los años cuarenta! -, tuvimos noticia a través de este hombre que nos era tan
pr6ximo. Con Juan Régulo aprendimos a gustar lo universal, concebimos el deseo de
ser capaces, de abarcar e incluir, de tolerar más, de ser tolerantes. El Refugio, con
Juan Régulo, era universidad.
Esa Universidad, Juan Régulo, actuaba su obligada característica de generosidad.
Juan Régulo compartía su saber; y es conocido que el saber soporta tentadoras
equivalencias en dinero y, como el dinero, despierta la tentaci6n de acapararlo. Hoy se
dice "informaci6n es poder" y se acepta que hay información no compartible porque el
poder no lo es. Juan compartió el poder con sus compañeros, colegas y superiores en
la Universidad, y con nosotros, sus modestos amigos. Además del esperanto, Juan habla
el otro raro y universal idioma de la generosidad.
He dicho todo esto, aparentemente inconexo con la presentación del libro,
porque tenía ganas de decirlo, desde luego; pero también porque constituye elemento
clave de la presentación: la persona que he evocado está presente, perfectamente
sintetizado en el prólogo que ha escrito. Yo recomiendo que se lea el libro; pero si, por
disparidad de contexto, se encuentra cierta dificultad ante la transcripción del Protocolo
de la Santa Mueca, el prólogo de Juan debe ser leído porque constituye un hito
definitivo en la comprensión vital de Santa Cruz de La Palma.
Ese prólogo reseña ejemplos de sátira crítica o disparatada, de ironía por vía de
parodia o por más elaborada vía, desde el XVI al XIX. Sin embargo, en el XX cita sólo
dos ejemplos de no insulares embromados: el profesor Vemeau y el marqués de la
Eliseda. Sobre esta circunstancia haré mis últimas reflexiones.
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6.- CULTURA Y CRISIS DE LA mONIA
La parodia y la ironía exigen un referente respecto al cual se ironiza o parodia.
Alvaro de Laiglesia, antes de ser su Director, publicaba en la Codorniz
"Parodias cqn todo respeto", por ejemplo:
"Amanecía. la pared es blanca. Pedro abre la ventana. Pedro mira el campo.
El campo es azuL .. " etcétera.
Se advierte la alusión a Azorín; se advierte si, previamente, se conoce Azorín.
En este caso la alusión es de índole cultural, viable en un contexto cultural en
el que ciertos presupuestos son de común conocimiento. Y en todo caso la ironía, la
~tira, la parodia, la crítica tienen valor contextual, de modo que s610 cobran sentido
para el conjunto de las personas que conocen la circunstancia-patrón aludida mediante
ironía o parodia.
Definida la pertenencia a un conjunto contextua! condicionada por la verificación
de cierta propiedad, el cardinal del conjunto, es decir, el número de elementos que lo
integran, por una parte, y, por otra, el número de condiciones que definen la
pertenencia está en relación inversa; de modo que un aumento del cardinal -por
ejemplo, crecimiento demográfico- conduce a la reducción del número de condiciones
si se quiere mantener la contextualidad, lo que, llevado al extremo, produce una
exigüidad de conocimientos donde no es posible la ironía o la parodia.
Los medios de comunicación no han de luchar contra esta exigüidad ampliando
el número de supuestos si quieren mantenerse vigentes en el conjunto del mayor número
de personas, lo que, por otra parte, produce homogenización de usos, palabras,
criterios. ~uanto más numerosa -triste sinónimo de universal- la audiencia, será menos
rica en conocimientos aludibles y no será posible la ironía o la parodia. De ahí que Juan
Régulo haya encontrado apenas dos ejemplos en el siglo XX, y ambos en su primera
mitad.
Dado que muchos de los subconjuntos contextuales que permitían la ironía eran
de índole cultural, pienso que la crisis de la ironía, como del humor en generál, es, en
algún modo, crisis cultural.
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7.- OTRAS REFLEXIONES
Como leve añadido marginal, van estas observaciones:
a) Remanencia de talantes
El magnetismo remanente, los desfases o retrasos entre dos correspondencias,
cierto tipo de inercias que suceden en el cosmos, incluyen dominios
psíquicos, sociológicos; pretendo aludir concretamente a caracteres, a talantes.
El carácter decimon6nico, por ejemplo, apareció con máxima pomposidad ya
rebasado el siglo XIX; el engolamiento es, en algún modo, inercial. Por
ejemplo, en el facsímile del copiador de actas de 1881, "cosmológica" era
simple adjetivo de sociedad que atiende al cosmos; su ascenso a título
entrecomillado se substanció posteriormente.
b) Especificidad y universalidad
El sentirse singularmente diferente de otras comunidades y, en concreto,
adscribirse un específico y exclusivo sentido del humor, o la ironía, etc... es
propio de cierto estado evolutivo de las sociedades poco numerosas y suficientemente
aisladas.
El sirinoque, por ejemplo, es, ad intra, un ritmo palmero; pero ad extra
resulta básicamente un ritmo que aparece en determinado momento de la
evolución musical la generalidad de los grupos humanos. He sabido de muchos
pueblos que tenían la ironía y la broma como propia y singular característica.
c) Embromantes y embromados
El hecho de que la ironía, o la parodia, sea posible en subconjuntos de
reducido cardinal, puede ocasionar la incorporación de un sentimiento de élite
por parte de los embromantes, y un complejo de bufón por parte de los
embromados: lo que reduciría la cuestión a la sempiterna necesidad de subrayar
poder a costa de quien no 10 tiene. Hay familias o ciudades que tienen sus
embromados, e incluso, en algún caso, los vuelven locos.
En algún ot~o caso fue el embromado quien dict6 la lección: así la
anécdota del marqués de la Eliseda.
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Por mi parte he de decir que, en cierto tiempo y en nuestra ciudad, un
grupo de godos -el juez, el notario, el funcionario, el periodista- junto con
algunos de aquí, luch6 por la tolerancia y la libertad y la cultura contra la
intolerancia numerosa Ybeata de los indígenas.
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8.- UNA POSITIVA VALORACION DE LA mONJA
Pero 10 cierto es que, en general, hemos sido como Juan Régulo nos describe;
y 10 somos aún: no de otra manera se explica el secreto tilín halagador que suena
interiormente cuando leemos su formidable ensayo.
Todos hemos sido actores o comparsa o benévolos espectadores de una mueca
más o menos ingeniosa, más o menos cruel. Todos. Yo.
Yo he profesado una lecci6n de literatura ante una veintena de personas en un
idioma ininteligible, que fue aceptada por quienes veían el regio traje invisible del
cuento de Andersen. Yo di una conferencia sobre "Lo caballo" ante las principales
autoridades, rector y claustro de la Universidad de La Laguna, que era una inconfesada
parodia de otras conferencias ad ussum et abussum; y como el disparate no iba expreso,
se acept6 cuerda la conferencia.
Yo empecé esta presentación citando a Tardivon, y Tardivon no existe. Y no lo
hice por el simple y reprobable gusto de embromarles; no, desde luego que no, mis
buenos amigos, mis irónicos paisanos.
¿Y si hubiera dicho Diderot, más conocido y, por tanto, más autorizante q1,le
Tardivon?
¿Y por qué necesitar la cita autorizante, si la única autoridad legítima es la que
me da la vida cuyo autor he sido?
Para citar es necesario citar bien, es decir, decir lo que quiere decir 1& frase que
se cita, en una palabra: citar la vida actuada por el autor. Pero en estos exigentes
supuestos sólo la lectura de opera omnia y el conocimiento de su contexto permitiría
interpretar con fidelidad la sustancia de una frase: entresacar de contexto, desgajar, es
amputar, reducir significación. Hay, en efecto, osadía y, en algún modo, deshonestidad
en la cita de un autor del que s6lo se conoce una obra; lo que lleva a valorar el juego
limpio de no citar.
Tardivon, que no existe, no añade nada a 10 que he dicho; ni Diderot, si Diderot
hubiera dicho que el saber es cosa de glúteos y de plúteos.
En este sentido sólo podría citar personas que me son globalmente conocidas,
y me son conocidas en tal extremo las que en algún modo viven conmigo, me conviven.
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y es positiva la ironía que deje a la vista esta difícil verdad.
Sirve, pues, la ironía, siquiera sea la pequeña broma de citar a Tardivon. Sirvi6
la Santa Mueca para desmitificar la sacralizada incontestabilidad de las formas forenses
o eclesiásticas, impropias por sí solas si vacías de fondo genuinamente relacionado con
la vida u otras instancias fundamentales; y sirvi6 la Santa Mueca, sobre todo, para ser
rescatada por María Régulo, para dar pie al regalo de su pr6logo y a la generosidad
cultural de La Cosmol6gica, y, mal que le pese a los cansados, para que nos viéramos
aquí, para que nos viéramos aquí s610 sea por un rato.
Para todo eso y para que ustedes sonrían, sirve el libro que acabo de presentar.
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