• PADRÓN MELIÁN, Juan. La Guayana. Sueño de demente;
[prólogo, Jesús Páez Martín]. Las Palmas de Gran Cana-ria:
Tip. La Provincia, [1932]. [Cubiertas ilustradas por
Néstor. Con dedicatoria autográfica del autor].
LA GUAYANA. SUEÑO DE DEMENTE DE JUAN PADRÓN MELIÁN
(Las Palmas de Gran Canaria, 1894 - Inglaterra, 1986). Juan
Padrón Melián fue redactor del periódico La Provincia, se
incorpora a su plantilla en 1932. La Guayana rememora,
como bien nos relata el periodista en el prefacio del libro,
el delirio y frenesí de la vida en esas latitudes. Padrón Melián
dedica el libro a Alfredo Hornedo Suárez (1882-1964), edi-tor
del principal rotativo cubano El País, además
de ser su director y propietario. Tanto la cubier-ta
delantera como la trasera están realizadas por
Néstor Martín Fernández de la Torre y ambas
están firmadas y fechadas en 1932. Transcribimos
el prefacio de la obra a continuación:
A modo de prefacio
Esos que hoy se van, volverán con el tiritar de frío de las
nieves del alma, en busca del calor del regazo materno
Cuando niño, en mis juegos infantiles, siem-pre
me pintaba como un navegante incansable.
En mi imaginación cada viajero era un nuevo
héroe, émulo de un Cristóbal Colón. A veces
quería ser Neptuno o Anfitrite; otras Cástor o
Pólux, pero siempre Júpiter, rey de los dioses.
La llegada de los barcos que diariamente visitan el
puerto de Las Palmas de Gran Canaria, de mi ciudad natal,
era para mí, la embajada de otros horizontes que nos traía
hálitos de civilizaciones, exotismo y aventura.
A falta de otro campo propicio a mis prácticas de argo-nauta,
visitaba esos buques, acodándome por la banda con-traria
al atraque, mientras la imaginación corría veloz, figu-rándome
capitán de la nave, en lucha con los enfurecidos
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Ilustración de Néstor
para la cubierta delantera
de La Guayana: sueño de
demente de Juan Padrón
Melián (1932).
Archivo-Biblioteca de la
Casa-Museo Tomás Morales.
Cabildo de Gran Canaria.
La Guayana:
Sueño de demente,
por Juan Padrón
Melián.
elementos. El despertar era siempre miserable. Yo, capitán
sin miedo, tenía que saltar a tierra antes de que las horas
avanzaran y mi padre, que no tenía en cuenta mi rango de
capitán ni mi condición de jefe de los dioses me diese un
tirón de orejas.
Varias veces intenté marcharme de polizón, pero al
intrépido navegante le faltó siempre valor.
En el año 1917 conseguí que el autor de mis días me
diese su permiso, y su dinero, para embarcar hacia
América. Por fin mis sueños iban a verse realizados.
Tomaría por asalto la isla de Cuba; plantaría mi bandera en
el Canal de Panamá y desde las estepas de Canadá hasta las
de la Patagonia, pasearía mi fama de aventurero, hallando
con mi pie todos los suelos y todos los climas.
Han pasado los años; estamos en 1932. Hoy llego a mi
tierra como el náugrago al remanso y respiro satisfecho,
contemplando los barcos que salen, los pasajero que lle-gan,
el bullicio de puerto y el chirrido de la grúas.
Contemplo todo eso con lástima para los que se van.
Verán quizá maravillas técnicas, grandes avenidas, par-ques
inmensos, edificios imponentes, bullicio eterno,
algazara, baile, alegría ficticia, comodidades, nuevas reli-giones,
otras costumbres y otra moral, pero no verán
mujeres más lindas ni amores más puros que los que dejó
en la terruña.
En mis años de ausencia he visto mucho, he sufrido
más y lo he ansiado todo. Lo único que he logrado adqui-rir
sin esfuerzo son años que ya no se van, e ilusiones que
han quedado dormidas.
De lo que he visto, de lo que he soñado; de esas ilusio-nes
y de esos horrores diré algo.
Nada más espantoso que todo lo que he visto y me han
contado, que el Penal de la Guayana francesa. Por ello,
buscando el contraste entre las turbias aguas de aquellos
días y las claras de hoy, es por lo que rememoro en Sueño
de Demente el delirio y frenesí de la vida en esas latitudes.
Aún me parece sentir el zumbido de la jungla y el soni-do
del tambor de los nativos; el grito de agonía del que
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muere y el aullido lujurioso del que, convertido en fiera,
revienta a la hembra envuelto en el murmullo celestinesco
de la selva, oyendo el canto sensual de la naturaleza.
He procurado poner al desnudo las pasiones exécrales
que anidan en estas tierras, de las que, ni aun el espantoso
problema sexual con sus contubernios horripilantes en los
que la sangre y el dolor son estímulos embriagadores.
Lo que relato es simplemente buscando lo ameno e
interesante de algo de lo que sucede en un Penal cuya posi-ción
geográfica y disciplina rigurosa no permite que los
detalles de la vida en el mismo lleguen al mundo exterior
con la misma facilidad que si se tratara de un estableci-miento
situado en el continente europeo.
No trato de hacer crítica internacional y menos de
ofender al sentimiento patrio de los franceses.
Todos los países tienen sus leyes y sus penales, en los
cuales la vida, es un tormento físico y moral. El mejora-miento
de esos sistemas no es privativo de tal o cual nación,
sino de un proceso evolutivo de la política social de los
pueblos, que hasta ahora tratan al delincuente como a un
criminal, sin considerar la irresponsabilidad de todo aquel
que delinque.
Más que penales hacen falta hospitales e instituciones
en los cuales examinar y educar las inclinaciones anorma-les
de seres que obedecen a influencias superiores a su
voluntad, producto casi siempre de un fenómeno que
habría de ser explicado por la patología.
Esos seres malos, se hacen aún más malos, viviendo
bajo la influencia de los trópicos que trastorna la mente de
los que no tienen un cerebro equilibrado y carecen de
facultad de aclimatación.
Los guardianes sufren la influencia del clima y del peli-gro
en que ellos mismos viven y, por tanto, nace una seve-ridad
disculpable en la que incurriríamos todos los que
fuésemos colocados en iguales circunstancias.
He tratado de relatar todo lo desconocido, por crudo y
cruel que parezca, buscando lo que a mi juicio puede atra-er
la curiosidad de la civilización occidental.
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Si en la jungla africana hubiese prensa, seguramente
que los hotentotes, dirían algo acerca de nuestras costum-bres
que, para ellos, estaría adornada por lo exótico. Por
igual razón nosotros, que tenemos prensa, llevamos a ella
lo que sea divulgación amena e instructiva.
Ese es mi propósito, que deseo aclarar, a fin de desvir-tuar
falsos conceptos de fobia que no abrigan en mí.
JUAN PADRÓN MELIÁN, 1932
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Ilustración de Néstor
para la cubierta trasera
de La Guayana: sueño de
demente de Juan Padrón
Melián (1932).
Archivo-Biblioteca de la
Casa-Museo Tomás Morales.
Cabildo de Gran Canaria.