• QUESADA, Alonso. Crónicas de la ciudad y de la noche;
Smoking-Room; Las inquietudes del Hall; edición, Lázaro
Santana. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Ca-bildo
de Gran Canaria, 2012. (Biblioteca Alonso Quesa-da
1; Prosa I). ISBN: 978-84-8103-652-7.
ALONSO QUESADA ES EL NOMBRE QUE HA QUEDADO para
la historia literaria y cultural de Canarias y de España, pues
su reconocimiento trasciende las fronteras del archipiélago
aunque bien es cierto que no con la intensidad que le es
merecida, de Rafael Romero Quesada. Gus-taba
de usar diversos seudónimos para firmar
sus obras, de tendencias cervantinas, como el
que se apoderó de él definitivamente, o gal-dosianas,
como Felipe Centeno, o Gil Arriba-to,
que señala a la tradición literaria de las
Coplas de Mingo Revulgo. Nacido en Las Pal-mas
de Gran Canaria en 1886, y fallecido en
la Villa de Santa Brígida en 1925. Su prema-tura
muerte no le impidió llevar a cabo una
dilatada creación literaria y convertirse en un
referente del Modernismo. Junto a Tomás
Morales, Saulo Torón y Domingo Rivero, este
cuarteto representó uno de los cenáculos
literarios con más relevancia en el panorama
español en el siglo XX. Posiblemente, junto
a la II Exposición Internacional Surrealista,
celebrada en Tenerife, en 1935, sean los dos
acontecimientos con más calado en las letras
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A FRANCISCO J. QUEVEDO
Universidad de
Las Palmas de Gran Canaria
lonso Quesada. Prosa I: Crónicas de
la ciudad y de la noche. Smoking-Room.
Las inquietudes del Hall
canarias del pasado siglo, y se muestran como paradigmas
de la contemporaneidad que en materia cultural ha carac-terizado
a estas Islas a lo largo de la historia.
Alonso Quesada fue un autor completo, rara avis, que
se manejó con acierto tanto en la prosa –como reza en este
primer tomo de Biblioteca Alonso Quesada: crónicas, Crónicas
de la ciudad y la noche; relatos, Smoking-Room; y novela corta,
Las inquietudes del Hall–, el teatro –La Umbría, Llanura– y la
poesía –El lino de los sueños, Los caminos dispersos–. La condi-ción
básica que sirve de argamasa para esta diversidad gené-rica
es el lenguaje. La calidad estética de la escritura de
Quesada trasciende los parámetros que caracterizan a las
diversas modalidades literarias. Este escritor fue capaz de
crear en diversos formatos porque su ocupación y preocu-pación
más imperiosa, aunque como hemos dicho su obra
es compendio de análisis crítico, es el lenguaje. Y ahí entra
con la fuerza que impulsa la revolución creativa del Moder-nismo,
que tan bien se encarnó en Gran Canaria, al ampa-ro
del auge capitalino y del cosmopolitismo que se inocu-laba
en esta tierra por medio de los continuos trasvases de
gentes y de mercancía por el Atlántico.
Entre las numerosas citas que se entresacan del filósofo
español José Ortega y Gasset, hay una que se nos pone
sobre la mesa al esbozar la figura y la vida de Alonso Que-sada:
“La vida es una serie de colisiones con el futuro; no
es una suma de lo que hemos sido, sino de lo que anhela-mos
ser”. En gran medida, quizás a veces en demasía, se
cierne sobre el autor canario un aura de frustración cons-tante.
Se frustró su anhelo de ser marino por la repentina
muerte de su padre que lo abocó a un trabajo mucho
menos aventurero: oficinista en compañías inglesas radica-das
en el Puerto, que, sin embargo, fueron determinantes
para la temática de su obra. También se frustró su incursión
literaria en la capital madrileña, Quesada había tomado
contacto con Unamuno, en la primera visita que hizo este
a Canarias en 1910, con motivo de unos Juegos Florales.
Pese a sus buenas relaciones con Unamuno, Baroja o
Gabriel Miró, su experiencia madrileña duró poco y regre-
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sa a las Islas. También, como señala muy bien Lázaro San-tana,
el responsable de esta edición, el intento de publica-ción
de sus obras fueron frustrantes, como se observa muy
bien con el periplo de Smoking-Room y Las inquietudes del
Hall. Finalmente, hasta su matrimonio –y su vida– se frus-tra
rápidamente por la tuberculosis que lo encabalga hacia
su temprana muerte.
A continuación me centraré en esta nueva edición que
el Cabildo de Gran Canaria saca a la luz. Para comenzar
tiene el aval de Lázaro Santana, uno de los estudiosos más
reconocidos en el ámbito de la cultura de Canarias, y en
concreto sobre la obra de Alonso Quesada. Reúne Lázaro
Santana el prestigioso don del humanista con una visión
amplia del arte. Sus trabajos sobre pintura y, por supuesto,
la literatura así lo testimonian. A esto hay que añadir su con-dición
de poeta, que añade un punto muy importante en su
bagaje para llevar a cabo una interpretación hermenéutica.
Su “Introducción” es un ejemplo contundente del cono-cimiento
que transmite acerca de Alonso Quesada y de la
creación literaria en general. Las razones divulgativas de esta
edición, creemos, pretenden cubrir una demanda de un lec-tor
general, pero también puede ser absorbida por el ámbi-to
educativo, donde esperamos que se incorpore como lec-tura
obligatoria. En esta línea de pretensiones, no está de
más comentar que se trata de un libro a todas luces serio,
cuidado científicamente, pero también comercial, que
puede competir con cualquier otro producto en las mejores
condiciones de formato, de presentación y de calidad.
No se trata, pues, de una edición crítica como la enten-demos
los que nos dedicamos a estos menesteres, repleta de
indicaciones, notas a pie de páginas, con un aparato erudi-to
extremo; pero, incidimos en ello, no era propósito de
esta edición serlo, le hubiera restado el carácter divulgati-vo
que pretendía y que ha conseguido. Por otra parte, el
editor, adecuándose a estas circunstancias, ha llevado a
cabo un trabajo impecable de ensamblaje de esa lectura sin
trabas que se persigue, el apunte de unas notas indispensa-bles
para el entendimiento del texto, y, sobre todo, la refe-
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rida introducción general y las particulares a cada una de
las obras que componen este tomo.
Aquí quisiéramos subrayar algunos de los aspectos de
esas palabras de Lázaro Santana sobre Quesada que son
indispensables. Dentro de esos aspectos hay que consignar
la diferenciación que el editor hace, tanto desde el punto
de vista temático como formal, de la prosa de Quesada, de
sus crónicas, de sus narraciones y sus reportajes.
La impronta de la ciudad emergente y cosmopolita de
Las Palmas de Gran Canaria, bajo el cobijo de su puerto, es
clave en la configuración del modernismo. Ligado a la
observación de esa realidad, otro dato que tiene largo reco-rrido
y que nos aporta Lázaro Santana es la vinculación o
no de las crónicas de Quesada a una estética costumbrista.
Por supuesto, aquí surge la capacidad observadora de
nuestro escritor y su innegable propensión hacia la ironía,
el humor. Al hilo de ello es interesantísima la sutil visión en
Quesada de la suma de dos formas de observar el humor:
desde la tradición española y la tradición inglesa.
Por supuesto, también Lázaro Santana se hace eco del
concepto que tiene Quesada de los ingleses, en el que se
advierte alguna distinción de peso. En este campo de los
ingleses la referencia a su colonialismo comercial no tiene
pérdida.
Dos líneas más de alcance son valoradas por el editor so-bre
la escritura de Quesada: el erotismo, dispuesto a través
de distintas ramificaciones, y el surrealismo, que lo recon-duce
al juego estilístico y al humor.
Quiero finalizar este breve escarceo a la elaboración del
editor refiriéndome y reconociéndole el ímprobo trabajo
que ha realizado durante muchos años para que la obra de
Quesada, tan difícil de acotar por el tráfago de prensa en
que fue publicada, viera la luz y que hoy podamos disfrutar
de ella como una obra de conjunto, sólida, unitaria, que
nos permite ver la versatilidad de Alonso Quesada y, sobre
todo, apreciar la exquisitez estilística de la que hace gala.
La lectura de esta obra, que contiene las Crónicas de la
ciudad y la noche, Smoking-Room y Las inquietudes del Hall, es
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rida introducción general y las particulares a cada una de
las obras que componen este tomo.
Aquí quisiéramos subrayar algunos de los aspectos de
esas palabras de Lázaro Santana sobre Quesada que son
indispensables. Dentro de esos aspectos hay que consignar
la diferenciación que el editor hace, tanto desde el punto
de vista temático como formal, de la prosa de Quesada, de
sus crónicas, de sus narraciones y sus reportajes.
La impronta de la ciudad emergente y cosmopolita de
Las Palmas de Gran Canaria, bajo el cobijo de su puerto, es
clave en la configuración del modernismo. Ligado a la
observación de esa realidad, otro dato que tiene largo reco-rrido
y que nos aporta Lázaro Santana es la vinculación o
no de las crónicas de Quesada a una estética costumbrista.
Por supuesto, aquí surge la capacidad observadora de
nuestro escritor y su innegable propensión hacia la ironía,
el humor. Al hilo de ello es interesantísima la sutil visión en
Quesada de la suma de dos formas de observar el humor:
desde la tradición española y la tradición inglesa.
Por supuesto, también Lázaro Santana se hace eco del
concepto que tiene Quesada de los ingleses, en el que se
advierte alguna distinción de peso. En este campo de los
ingleses la referencia a su colonialismo comercial no tiene
pérdida.
Dos líneas más de alcance son valoradas por el editor so-bre
la escritura de Quesada: el erotismo, dispuesto a través
de distintas ramificaciones, y el surrealismo, que lo recon-duce
al juego estilístico y al humor.
Quiero finalizar este breve escarceo a la elaboración del
editor refiriéndome y reconociéndole el ímprobo trabajo
que ha realizado durante muchos años para que la obra de
Quesada, tan difícil de acotar por el tráfago de prensa en
que fue publicada, viera la luz y que hoy podamos disfrutar
de ella como una obra de conjunto, sólida, unitaria, que
nos permite ver la versatilidad de Alonso Quesada y, sobre
todo, apreciar la exquisitez estilística de la que hace gala.
La lectura de esta obra, que contiene las Crónicas de la
ciudad y la noche, Smoking-Room y Las inquietudes del Hall, es
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un convite fantástico para sumergirnos en una prosa “flui-da
y sucesiva”, como diría Gerardo Diego, engastada en la
mejor tradición del modernismo; además exhibe el poso
hondo del juicio, de la escrutadora visión crítica, sarcástica,
muy de Larra, de la realidad que la rodea, emitiendo refle-xiones
por doquier, pero en el caso de nuestro autor con la
delicadeza de lo subliminal. Tenemos que leer no una, sino
un abanico de sus narraciones para aprehender los mensa-jes
interiores que se filtran silenciosamente. Justo la estrate-gia
del intelectual que necesitamos ahora tanto como el
agua de la lluvia, o de nieve en la cumbre, como las descri-bió
Quesada “Las cumbres áridas, las cumbres desoladas de
la isla, han aparecido esta noche cubiertas de nieve”.
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Los tres amigos en la
biblioteca Alonso Quesada.
Tomás Morales de pie;
Saulo Torón sentado; y
Alonso Quesada apoyado
en la mecedora.
Archivo-Biblioteca
Casa-Museo Tomás Morales.
Cabildo de Gran Canaria.