66 EL 24 DE MAYO DE 2002 SE INAUGURABA esta exposición en la
Casa-Museo Tomás Morales. Temáticamente muy afinada
con los estudios moralianos y la huella de la estética moder-nista
canaria, El niño arquero. De Dámaso para Tomás Morales
reunía un cuarto de siglo de producción pictórica damasia-na
inspirada en torno al mito clásico de Cupido, recibido a
través de la Balada del niño arquero, en combinación con las
respuestas contemporáneas del pintor al erotismo refinado
del legado nestoriano. El comisario, Pedro Almeida, hacía
un extenso recorrido por la tradición icónica de Eros y Cu-pido
en el arte occidental y analizaba la pintura damasiana
en términos de su fidelidad a este polo erótico y sentimen-tal.
El texto del propio artista versaba sobre la intensa rela-ción
vital entre él, Tomás Morales y Néstor. El tercer texto
del catálogo, del profesor de la ULPGC, Jesús Páez, se re-produce
íntegramente en Moralia 2. La muestra se clausu-raba
el 31 de agosto de 2002 habiendo cosechado una am-plia
aceptación popular.
José Dámaso describe así su encuentro con el verso de
Tomás Morales: “ La primera vez fue en mi casa de la playa
donde en el piso de abajo se hospedaba una mujer que re-citaba
los versos de Tomás Morales emocionadamente con
un timbre de voz gruesa y una presencia misteriosa que ja-más
pude olvidar. Era Mariquita la Penena, una señora del
pueblo, sensible y apasionada a quien llamaban Rapsoda”.
La relación vital entre Tomás Morales, (sin olvidar a
Néstor y a Alonso Quesada), se prolongará a lo largo de la
vida del pintor, generando un universo simbólico recurren-te.
La pasión por Morales conduce a Dámaso a rescatar las
ménsulas y columnas de tea que una vez sostuvieron el se-gundo
piso de la casa de Tomás Morales en Agaete. Dáma-so
conjugará una singular iconografía moraliana, donde
Eros y Tanatos se darán la mano incansablemente.
La percepción de la poesía de Morales por parte del ar-tista
estará también fuertemente vinculada a Agaete y en
concreto al Huerto de las Flores, sede de la famosa tertu-lia
del pueblo en las primeras décadas del siglo XX. Dámaso
nos revela una de sus claves interpretativas al describir los
El niño arquero.
De Dámaso para
Tomás Morales
Resumen de una
exposición
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efectos causados por la famosa instantánea que se conserva
de aquella tertulia. En su cuadro presente en la exposición
que recrea aquellos umbríos encuentros todos los conter-tulios
aparecen como sombras galantes de un inspirado pa-sado,
una “santa compaña” del arte canario.
Pedro Almeida estableció en el texto del catálogo los
parámetros cronológicos del mito de Eros y Cupido, co-menzando
por los orígenes helénicos y romanos, siguien-do
con la proyección renacentista y finalizando en la cul-tura
simbolista, especialmente en la obra de dos de los
simbolistas victorianos, Watts y Burne-Jones. Analiza tam-bién
en su texto cómo la obra de Dámaso siempre ha refle-jado
la influencia del Renacimiento, siendo Miguel Ángel
la referencia recurrente más notable. Almeida ve la pin-tura
de Dámaso como una continuidad de la transgresión
de tabúes sexuales iniciada por Néstor hace cien años, en-contrando
en el leitmotiv de Eros y Cupido un punto de co-nexión
plural no sólo con la imagen nestoriana sino con la
poética de Tomás Morales.
La exposición estuvo dividida en secciones que refle-jaban
la evolución estética sugerida por diferentes versos
de “La balada del Niño Arquero”. La primera, “Caminan-te
que llevas por báculo un arco encantado” introducía a
Cupido triunfante, un rozagante mozalbete con las flechas
y el arco en mano visto en sucesivos fondos de colores pu-ros.
La segunda, “Cuatro veces fui muerto...” se estructura
en torno al instante fatal del asaetamiento, que el pintor
narra con violencia visual, al mostrar las flechas penetran-do
y la sangre manando de las múltiples heridas ocasiona-das.
La tercera, “En el cielo se abrió toda blanca la flor de
la luna” daba pie a una puesta en escena surrealizada de
Cupido, simbólicamente conjugado con las fases de la luna
en fondos matéricos exuberantes y neobarrocos. El “Huer-to
de las Flores”, con la espectral tertulia ya referida cerra-ba
la muestra.
José Dámaso donó a la Casa Museo Tomás Morales a
raíz de este proyecto el Retrato de Tomás Morales y El retrato de
Néstor, pintados por él en 2002.