YlETNAM
1
En el Vietnam,
como otras tantas veces
y otros tantos lugares
-se repite la historia-,
ha muerto hecha pedazos
la paz de la justicia
y de la libertad.
Ha muerto asesinada
cuando cumplía la palabra dada
de no volar mas alto que las ramas
ni mas bajo que el vidrio de las aguas.
Con su plumaje roto, ensangrentado,
va salpicando tierras
-criminalmente sordas -,
con su sangre de alturas.
Ha muerto asesinada
y puesta brutalmente boca arriba
a todas las miradas.
Ir.
En ef Vietnam,
+quien el poder de detener la espuela
celosamente puesta
en la llaga del alba?
¿Quién el de enterrar mal que bien la sangre
fielmente cabalgada
en tanta fibra nueva?
{Quién?
<Quién cl poder de la palabra viva
92
de acabar con la hablada sinfonía
del cafion y la bala?
¿Quien?
¿Quién el de administrar la racionada
alegría del día
frente a la oscuridad maldita
de la nada?
¿Quien?
(Quién el poder de permitir la vida
con el trino triunfal
de la desnuda libertad?
¿Quien?
<Quien?
III
No hay que buscar en balde
ni andarse por las ramas.
Esta ahf, frente a frente,
democraticamente
presente.
Vedle,
clavando espinas
-tenso el arco-sobre
los mapas
recosidos
de la tierra,
ceremoniosamente
afilando las zarpas
que quieren araliar
los aires populnres.
Ved a ese hombre,
está bien a la vista.
En las paginas ilustradas
de las revistas,
vedle.
En la televisidn,
vedle;
siempre con su sonrisa a toda plana.
93
Ved al hombre
que por su mala sombra
vive una casa blanca;
al hombre impavido ante el mar de sangre
que ya viene mojando
los pies de Norteamerica.
Ved a ese hombre vestido de vaquero
--re1 ucientes espuelas
y sombrero tejano-;
de etiqueta,
de blanco misionero
-que le cae de perlas-,
0 de simple ranchero.
Ved, ved a ese hombre que se finge humano
llorando por un perro
muerto de enfermedad,
de accidente
o dc hastío,
en su casa
inmaculadamente
blanca.
Un hombre a simple vista
igual a cualquier otro,
pero que se hace oídos sordos
al repicar de las campanas
mas humanas,
que apuñala la paz más declarada
clavando espinas
sobre las mapas
recosidos
de la tierra.
IV
En todo el mundo,
alegre, labrador, labra tu tierra
y ahóndala de promesas,,
que así,
principalmente,
se habla de paz.
94
Jornalero, guardián de la fatiga,
rechaza la mortal luz que te alumbra,
burlonamente clara,
y dinos de tus sombras,
que así se habla de paz.
Amigo en la amistad más honda,
agiganta la fuerza de tu espalda
y recoje a la hora de las sombras
tu pluma y tu palabra,
que así,
pensadamente,
se habla de paz.
Prisionero de guerra,
háblanos de tu celda
y de tu carcelero,
que así,
ocultamente,
entre llantos y rcjus,
tambien se habla de paz.
Muertos de la batalla
sin conocer la rabia,
gritad vuestro silencio,
que así también,
calladamente,
se habla de paz.
Josa CABALLERO MILLARES
95