ODA rl MÉXICO
A Lolira Cbampsatw, y a los
demds familiares en aquella tierra,
inolvidables para mi.
Fue en la cefiida curva de un relampago
donde quedaron a merced del trueno.
los perseguidos pAjaros.
Los límites del mundo se rompieron
y el cielo fue prolongación del cielo
como por obra y gracia de un milagro.
Mexico, no hace falta que te nombre
las causas que te agrandan en mi pecho,
que te diga lo mucho que te debo
como español y como hombre.
Lo que tú hiciste, Mexico, está hecho
y no hay agua ni arena que lo borre.
Para que alcance eternidad tu gesto
salen al mar los ríos espanoles,
crece el rumor de los hispanos vientos
y se hacen sangre los iberos montes.
Que nadie intente desterrarte, México,
de la tierra de Espana. Que no ronde
ningún olvido el corazón del pueblo.
Que te repitan, mientras tengan voces,
con el Iatido natural del tiempo,
los poetas, los yajaros cantores,
las campanas, los élitros del roble,
los martillos herreros,
los arados, las plumas, las canciones...
Que toda España sin cesar te invoque
ioh, eterna flor de la amistad1 ioh, México!
Yo no te conocía. Hoy te conozco.
Hoy sti pasean todos mis zentidos
por tu encendido y recio territorio;
por tus hercUleos hombros
practico el alpinismo,
y me sumerjo’ en tu temible golfo
de encrespadas aletas y agrios vinos
pa-CL poderte respirar mBs hondo.
Yo no te conocía. EToy te conozco
como conoce, la mujer el hijo
sin haberlo aun parido,
como el volcán se sabe los contornos
del planeta y la lluvia los caminos
del corazón para acabar en grito.
amas yo de ti conozco, sobre todo,
el íIrbol donde pudo con decoro
rehacer mi hermano -el pajaro proscrito-su
vida rota y su truncado nido.
iOh, Mkxico, en el fondo de mis ojos,
ágil como una gota de rocío,
como una suave lagrima de oro
movida en In retina por un hilo!
1011, Mbxico, en mi animo, sonoro,
presidiendo en mi sangre los latidos,
no se me ira tu estrella por los poros,
no acabaré de amarte por los siglos!
ODA AL PUERTO DE LA CRUZ
Me siento atado al v&tigo sin hilos
de la palabrn nucv~1,
atraído
por ese precipicio
de la oreja
que vive siempre atenta a los latidos
de la tierra.
Me embarco con el sueño que aceIera
y que, a veces, se sale del camino
en la veloz carrera
por alcanzar un tiempo aún no vivido.
Veo el valor escrito
en la mojada arena
de una playa futura, y me decido
a manejar un río
de atrevidas ideas.
Con elhticas riendas,
yo dirijo
un escuadrdn de alientos perseguidos,
y un cabalgar de estrellas
que aún no tienen sentido.
Un puerto es siempre un puerto, y yo me abrigo
con su amistad abierta
para cruzar el mar de las tinieblas
y descubrir un sol desconocido.
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Oh Puerto de la Cruz, en la isla hermana
de Tenerife,
hermana de esta mia llamada Gran Canaria,
el frío no es posible
con la vida que hierve en tu arteria volcánica.
Naciste entre las llamas
de la gigante y ccismica pelea
de las aguas
y el viento, y eres voz desatada
a flor de estrella,
al par que parturienta
dc humanas alboradns.
Oh Puerto de la Cruz, no se hallan libres
tus pupilas de nada:
recogieron los cielos mas punibles,
las horas mAs amargas,
los recodos más grises.
(Por eso te vestiste
con et color del luto, y aún tienes enlutada
la piel de la esperanza,’
enemigo de todos los potingues,
de todas las jugadas
que puedan embarcarte en imposible
empresa, y en manada.)
Pero tambien existen
en tus ojos azules, retratadas,
las escenas felices
de unos tiempos que aún cantan las campanas,
la alegría volcada
de todos tus jardines
que llegan hasta el mar en oleadas.
Oh Puerto de la Cruz, de alegres luces,
tú tambien has volado, y ahora vuelas
con la fiebre hotelera
que jamás te consume,
turística y portuense hasta la médula.
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Mas sobre toda cumbre,
eres siempre el destello genikl de aquellas viejas
glorias inolvidables que en tus brazos nacierap
y que, sin duda, te hacen mil yeces msls ilustre.
Pienso en el profesor que tuve, entre otras cosas
cargadas de fortuna,
en la primera luna
-cuando todo eran sombras
y presencias OSC~TRS-y
que me entrb el demonio de la literatura,
la palabra preciosa
de la pluma
por la cerrada boca
de la fe, siendo una. criatura,
una flor que se hartaba de estar sola.
(No he podido olvidar a Agustín Espinosa
que en Puerto de la Cruz tuvo su cuna.)
Y pienso en los Iriarte que todavían suben,
y que son ya montañas
en la gran cordillera cle la cultura en marcha,
y que florecen sin cesar con lumbres
de fábula
en surcos de gramática.
Y pienso en Bethencourt, de ingenio múltiple,
el ingeniero que ingenió palancas
para elevar un astro entre las nubes.
Y en un Luis de la Cruz, con carta blanca
para ordeñar las ubres
del color, en un campo de miradas.
Y en Luis .Rodriguez Figueroa, con alas
de arc8nge1, describiendo los cielos más azules
al borde de una orilla insospechada.
Y en los Pérez Trujillo, con un habla
a punto de medir las multitudes.
Oh Puerto de la Cruz, de sorpresa en sorpresa,
no habrá quikn te triture
jamas el corazcin entre dos piedras,
el pkjaro de cuenta
que la verdad descubre
en el espeso bosque de la lengua.
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(Al diablo le seduce
la idea
de echarte a la cuneta
en el último cruce,
ya que nn 11s conseguido, a la primera
de cambio, verte a cuestas
de la muerte, atarte a un lunes
0 a un viernes de la pena.)
Oh Puerto de la Cruz, tu sangre acude
a la llamada de In paz que cuelga
del Brbol de las nuevas juventudes.
Oh Puerto dc la Cruz, negro dc cruces,
tendrás que hacer tu cruz de otra madera
mientras el frío y el dolor te busquen.
Veo en ti el despertar de otro planeta,
la sed que se traduce
en venturosas velas,
el suef’io que se sale de los ttineles
para llenar de vida las arenas
y el callao, las flores sin perfume
de la tierra.
Veo en ti la paloma mensajera
que nos trae noticias del futuro
y que nos da la vuelta
para ver el milagro del diluvio
donde todos los vértigos se besan.
Veo en ti la palabra que quisiera
despeñarse en un léxico de humo.
Veo en ti el despertar de otras maneras
para encender un aire siempre mudo.
Veo en ti los minutos
que me separan de la vida ntleva,
con el parto del fruto
de una hasta ahora ausente primavera,
Oh Puerto ‘de la Cruz, yo te saludo
con la cancidn mejor que me desvela,
y decido hacer público,
levantándote R pulso
por encima de todas las cabezas,
el último clamor de mi conciencia
-(mi canto tiene un número,
una marcada fecha,
un vencimiento único
en la m8s protestada de las letras-):
Eres la libertad, la flor del mundo
entre otras flores que hablan de mi tierra.
AGUSTÍN MILLARES SALL
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