LA POBREZA DE LAS NACIONES
(Una nota sobre política y subdesarrollo)
Con rara unanimidad, los diversos comités de inves-tigación
dedicados a cuestiones económicas bajo los auspi-cios
de las Naciones Unidas seiïalnn insistentemente que
los países pobres de la tierra se empobrecen cada día m8.s.
Si se piensa que ya es un hecho de gran dramatismo
la existencia cle esos dos mil millones de hombres que
sufren hambre crdnica en el mu~xlo, casi dos tercios de su
población, no puede extraííar que tal afirmación baya levan-tado
una ola de preocupaciones y temores. Con objeto de
examinar y discutir el problema que significa el foso cre-ciente
que separa a los países ricos de los pobres, ha te-nido
lugnr en Ginebra, en marzo de este aíío que finaliza,
una Conferencia Mundial sobre Comercio y Desarrollo. En
ella se han enfrentado, por vez primera en la historia, las
naciones capitalistas y las prolelarias, representadas por
cerca de dos mil delegados. en una nueva versión, h es-cala
internacional, de la lucha de clases marxista. Pronto
la conferencia se transformó en una densa exposición de
las naciones subclesarroll~~clns de sus amarguras, quejas y
reivindicaciones ante el egoísmo de los países industriales,
alguno de los cuales habían mostrado muy poco entusias-mo
por llegar a una conferencia de este tipo.
En esquema, la petición básica de las naciones subde-sarrolladxs
consistía en que se les garantizase una mayor
estabilidad en las cotizncioncs intcrnncionnlcs de SUS pro-ductos
de exportacián, principalmente alimentos y materias
primas, por parte de los paises compradores, las potencias
industriales. Esta demanda se apoyaba en la necesidad de
asegurar unos ingresos, no sometidos a grandes fluctua-ciones,
rt los países ~trnsados, con los cuales finmciar su
desarrollo y en la de atajar el continuo deterioro de los
tc?1wzs 0)’ hde, es decir, el alza continua de los precios
de 10s pro~l~~ctos industriales y de equipo suministrados por
las grandes naciones, en I-el:~ción con los bajt,s precios cle
exportaciól~ de las materias primas procedenteS de IOS Paí-ses
pobres. De otro modo seria hlpOSible el crecimiento,
ya que estos países se verían en la precaria situación del
que se ve obligado 21 comprar caI- y a vencler b-Wato, en-deuddndose
progresivamente.
Naturalmente aceptar cualquier forma de COntrOl inter-nacional
de precios de las materias primas originarias de
los países no industrializados (y a veces tal control impli-caría
Ia cI-eacidll de fondos de compensación que tendriiun
que ser sostenidos por las aportaciones de los conwibu-yentes
cle los países ricos) sup0ndfífl la pérdida de ciertas
posiciones ventajosas y de privilegio de algunos grancles
países. Si bien el colonialismo de tipo político va desapa-recicndo
paulntinamcntc dc los rn~pas, c11 un proceso irrc-versible,
perduran ailn otros procedimientos de dominio y
presión cle enorme eficacia. Cuando ~11x1 nación vive casi
exclusivamente de la venta de un solo producto, sea pe-tróleo,
azúcar, café o cobre -y este es el típico C:ISO de
una aco7~o~~fc2 deseprthX72zdn-- cualquier grupo 0 Estado
que logre imponer sus condiciones al mercado internacio-nal
de aquellos productos, goza por esto de una Fuente de
inmenso poder fren1.e a los paises productores, tanto eco-nómico
como politice, por lo que no es l%cil se wntincien,
por decisi0n unilateral, a tales privilegios, rnkime en un
mundo en que la potencia militar de tipo conrencio~~nl em-pieza
a carecer de significadcl real.
La cuestion queda pues planteada en t&-minos real-mente
graves si se tiene en cuenta que según las ense-ñanzas
de la Ciencia Econtímica, que en esw sj&o se ha
converticlo en una vercladera ciencia capaz de hacer pro-fecías
y de proporcionar los instrumentos aclecuados para
modificar la realidad, es extremadamente difícil, si 170 jm-posible,
salir del rllraso económico sin una anil3lia ayuda
exterior. El munclo cle hoy se halla t:~n ~nn7primiclo en una
red de interdependencias mutuas que resulta ilusorio e17-
cerrar en el estrecho mwco nacional eI planleamie~~to del
crecimiento y desw-rollo econOmicos, que ha de efectuarse
a escala munclia],
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frente al clamor creciente que surge de las naciones no
desarrolIsclas? En nombre de una política realista, que en
numerosas Oc~iSioaes 110 ha hecho más que cubrir posiciones
y lllOdOS de 2WlLLar típicamente conservadores, cuando no
reaccionarios, las considcïacinnes egoístas se han antepuesto
a cualesquiera otras basta Ia fecha, con los poco aleuta-dores
resultados que ofrece el panorama mundial. Es ne-ceY
¿lI-lu cclllveIlceL- a 1 ciucln&wo dc las grandes naciones
denlOcrL?tic&s de su deber de asistencia a los desheredados
de la tierra, en aras de los propios principios que dice
defender y en favor de una coexistencia estable y pacífica
entre las naciones. Juan XXILI, con el tuno sencillo de
las grandes \w~dndes, cnscìió: « Dada In interdependencia ca-da
vez mayor entre los pueblos, no es posible que reine
entre ellos una paz duradera y fecunda si el desnivel de
sus condiciones económicas es excesivo» [Mater et Mogistm).
La ayuda de los grandes paises y de las organizaciones
internacionales es condicicin necesaria ps\rn 1% promocibn
del crecitnientu de los países st~bdesarrollados, aún cuando
no suficiente. Si en el interior de tales países no se lleva
a cabo uu amplio programa de trauslYormaciones sociales,
es de temer que In asistencia exterior acabe por esterili-zarse.
Se 1~ dic~lio, a mi juicio acertaclanienle, que menta-lidad
conserwdor:t y tr;~dic~ioaal y desarrollo econbmico,
son ciertamente incompatibles, a no ser que se entiend~a
por desarrollo econdmico wlgu que ni3 cs. es decir, el nlet-0
incremento de la producción total, sin preocuparse de la
justicia de su distribución. Al ser el suMesarrollo un fenome-no
global y complejo, que se manifi.esta en mY1 tiples as-pectos
y en los mas distintos órdenes (sentido cuasisacra-mental
ctel cterecho de propiedad dc In tierr:i, reli@1 ba-sada
mfis en valores tradicionales que auténticamente es-pirituales,
posición inferior de la mujer, administración
estatal corrompida e ineficaz, etc., etc.), hasta el punto de
que haya podido hablarse de una aut&tica ctrl.W’n de
h-l poiw~sLl) es evidente que una política de crecimiento
ha de proponerse las reformas de todas las estructuras,
econdmicas, sociales y políticas, que impiden y obstaculi-zan
el progreso. Por eso son siempre insuficientes las medi-das
cstrictamcate económicRs, si no se emprenden progra-nlas
dc nîbs vastas dimensiones en el nr-den de la ensefian-
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za, clel derecho cle propiedad, de la organizació1~ política,
etc., etc.
Una polfticu excesivamente respetuosa con institucio-nes
ecol~dmickls tradicionales improductivns, COn el injusto
sistema c-e la clistribución de la riqueza carxcteristico cle
una. 11&6n pobre y con la mentnliclad de los grupos oli-gárquicos
opuestos al progreso, está. nbocada irremisible-
Il~erlte al ~nás absoluto fracaso, ul menos a largo plazo.
La :lIrernativa queda entonces centrada en la adopción de
un credo simplemente revolucionario marxisw-leninista
0 en la puesta en príictica de una. ideoIogía dernocr&~ico
reformista. Es lo que Raul Prebisch, economista argentino
y uno de los granclcs nrtificcs dc In Alianzn p”rn cl Pro-greso
ha venido a decidirles a las oligarquins dominantes
cle Ilispano~ltllEtrica: UR largo plazo se trata simplemente
de elegir entre hacer reformas 0 las cabezas de ustedes)>.
Estas son las fuerzas que van 21 jugar el papel dccisi-vo
en la protnoci0n a mejores niveles de vida de los p~w-blos
clesheredwAos de la tierra: la ayuda exterior, que
debe ser canalizada tl través de organismos inkrnacionalec
y el clecidiclo propósito cle acometer una labor intensa de
transformnción social rfipida en el orclen interior. La «toma
de conciencia» 0 el «gran despertar)) de los p;líses pobres
no es, en definitiva, mks que la revelnci6n y el convenci-miento
de que la precaria situaciOn en que viven es injusta
y monstruosa, y que no obedece a determinismo racial 0
geogdfico alguno, sino a factores históricos y sociales. LM
fuerzas liberaclns por esta nuevx actitud de los pueblos,
antes resignados y fatalistas, es un f2tctor enter2lmente nue-vo
en la historia y que ha cambiado por completo 1,2 fijo-nomía
clel panorama ínternacional, arrumba&0 pal-21 siem-pre
interpretaciones y políticas que hoy resultan anacró-nicas.
La gran masa de los clcsl~ereclaclos de la tierra IIR
irrumpido, al fin, en la escena histórica y quiere ser escu-chada.
El movimiento descolonizador con el consiguietlte
aumento en el número cle las naciones subclesarroll:~~~as re-presentadas
en la 0. N. U., hu proporcionado 1~ p]alafor-mo
adecuada. San estos, hechos evidentes qt1.e no pueden
soslayarse ni minimizarse, gusten 0 no.
Pero aunque así no fuese, no cabe cludít de que el
atlXs0 de Iws naciones pobres es unn fuente constflnte de
injusticia y cle inest~biliclacl, tnnto nncional corno hterncz-cionczl.
El stbanclono cle los hambrientos a su suerte, IC? fi-losofia
clel «cl0 it yourself~~, aparte de supuner ~111 error
económico garrafal en un mundo interdepencliente -la pros-peridad
de nuestros clientes es también la nuestra- es un
atentc?clo contra lu justicia A escala internncional. La histo-ria
de la humanidilcl prueba hasta la sxieclad -el cons-tante
desconocimiento y violación de las normns de Dere-cho
Internacional por parte de las potencias fascistas, in-cluida
la Rusia de Stalin, que condujo R la Segundo Gue-rra
~Munclial, es WI ejemplo reciente- que no cabe una
convivencia social y organizada entre las naciones si se
destierra de sus relRciol.leS mutuas esa anhelante aspira-cidn
por plasniilr en C~M mornei~to, con mayor 0 menor
fortuna, IO que considera un ideal de justicia. Tecla polí-tica,
tocln xtuaci0n social del hombre, h de est:zr Rninw-ch
de esa inquiebld ética, sin la cual, a Ia larga, resul-tíi
infwundx y desquiciada. Es esa c~paciclxl de reacción
unte lo irtjusto, lo que debe mover, en idtima instan&, nl
país pocleroso ö envararse con el problem:i del subclesarro-
110 en todos sus iispectos.
Sin unx p;:uxlelrz mejorn en su bienestar mnterinl no es
pdsible el clesenvolvimicnto pleno y fecundo de la perso-naliclacl
hutnnna, ni el goce de los derechos inherentes Rla.
misma, que todn sociedad justa ha cle gamntiznr. Corres-ponde
il lnu grandes nacioneS del mundo decidir sohre la
suerte cle millones cle seres humanos: 0 estos han cle con-tinucîr
inmersos en la cultura de In pobreza, pese a sus
esfuerzos, 0 Ilri de promoverse un51 1 uchn de nmplias climen-siones
contra la miseria en masa, con la cooperación libre
y clemocrbtica cle homl~r-es y nadones sin distinción cle
razas ni ideologías.
PABLO DE LA Nwtsz UE L A TORRE