Contrariando ia modestia y el sentido que habituar-mente
se da R las palabras preliminares en esta clase de
disertaciones, he de confesar sin rodeos que escaso es-fuerzo
COSTÓ :t mis buenos amigos Ignacio Quintana Ma-rrero
y Luis Benítez Tnglott el convencerme para que dije-se
UIlcZS palabras en este Cuarto Centenario del nacimien-to
del Príncipe de los Ingenios don Miguel de Cervantes
Saavedra. Como se me encomendaba una tarea por de-más
grata a mi disciplina y vocnción profesionales y a
mis predilecciones Iiterarias en íos clBsicos castellanos, me
atreví en el arduo empeño y en descargo de mi atrevi-miento
únicamente invoco esa necesidad, largo tiempo sen-tida,
de concretar las meditaciones que sobre los tipos
cervantinos se me iban ocurriendo al margen de las lec-turas
del Quijote. El Quijote ha sido explorado en todas
direcciones; algunos de cuyos aspectos han sido tratados
por mis cinco ilustres antecesores en el uso de la palabra y
bajo la estructura de su ficcibn se han encontrado yacentes
y ocultos un inagotable caudal de datos para la interpre-tación
del alma nacional y del espíritu humano. Recoge
la esencia de la cultura y la belleza renacentista en trán-sito
hacia el barroco y cl sentido histdrico universal hasta
su época y los lanza hacia el devenir de los siglos como
un símbolo que representa permanentemente los proMe-mas
que en cada ciclo de su vida el hombre y los pueblos
tienen que plantearse eternamente: el ansia d,e inmortalidad
y de grandeza, la justicia y solidaridad humanas, la li-bertad
y el consentimiento mutuos en la holgura o estre-chez
del ámbito social y el sentimiento de un destino ideal
o de una meta como objetivo existencial. Cuando en et
alma colectiva de un pueblo coinciden estos fundamentales
caracteres poderosamente vivenciados se produce SLl ex-pansion
civilizadora, guerrera, apostdlica, ,etc., y hac,e pre-
171
sencia fuera (le sus propios limircs geograficos y cultura-les
como Ia España del siglo XV y del siglo XVI-pero
CualIdo un solo hombre o personaje hiStdric0 so-porta
la tensión interna de tates elementos espirituales hi-pertroEiados,
entonces, rompe los confineq de su propia
personalidad y desarrolla en su rIIeIIte (espacio Virtmll de
su acción) una suerte de locura que fue la que enajenó
el alma de Alonso Quijano el Bueno, hidalgo de COndi-cidn,
natural de un Mancha, R IOS 50 anos de edad.
Es natural que en la actualidad exista entre los me-dices
españoles una tradición por los estudios cervantinos
y muy significativamente por las figuras de don Quijote
y de Sancho Panza. k‘ no solamente de aquellos que de-dican
su especializacibn al conocimiento de la psico-pato-logia,
sino de todos los que consideran al hombre como
una unidad psicosomatica global e indivisible, con medida
de villoracicÍn en sus climensiones espirituales. De aquí
que debamos a uno cle los más eminentes cirujanos de
nuestra @oca, et doctor don Jose Goyanes Capdevila, un
libro titulado Tipología del Quijote, pr6logo de MarazTõn en
que se enfoca al héroe y su escudero a la luz de las m&s
recientes y atractivas doctrinas psicoldgicas, libro oue
tiene que ser consultado por todo el que cledique su tiempo
a la investigación de los caracteres de los personajes cer-vantinos.
La primera obra importante en castellano sobre la
psicopatología de los personajes clel Quijote, la escribió
el doctor don Emilio Pi y Molist, Médico-Director del Ma-nicomio
de In Santa Cruz de las Reales Academias de
Medicina y Ruenas Letras y Cosresponcliente de la Socie-dad
Médico-Psicoldgica de París. Se titula «Primores del
Quijote>. (Para un nuevo comentario de In inmortal no-vela).
Se publicó en Barcelona en 1836 por estímulo del
presbítero don Clemente Cortejón, catedrBtico de Retori-ca
y PoCtica y gran cervantista de su época.
Este estudio, por muchos motivos, primoroso, es un
acabado análisis de la locura de nuestro héroe y aunque
lo trata a la luz de los conocimientos y doctrinas psico-
Wcas entonces vigentes ya anticipa Conceptos aceptados
en la actualidad, de tal m~nern que consideramos a Pi y
Molist como un eminente precursor de Kretschmer, do
Jaensch, de Schroeder y de otros investigadores moder-nos.
Hay en ella finísimas observaciones psicológicas so-bre
el carkcter y temperamento de los personajes y acerca
de la constitucibn biotípica de los mismos. Sobre los deli-rios,
alucinaciones y estado de obnubi!acjdn de la con-ciencia
del Caballero Andante. ,Mnados son asimismo
10s cOWY2ptOS pwogénicos de la locura illùuci&ì cle San-cho
y de la reunión morbosa afectivo-melancó]ica de
Carclenio.
Don Ricardo Royo profesor de IR Facultad de Biledicina
de Zaragoza, en un folleto aparecido bace aproximadamen-te
unos cuarenta años, i nlilulnclo Lu 20~7~~7~1 de Don Quii-jote,
estudia asimismo el cuadro delirante alucinatorio del
heroe. Decía que su locura era solamente parcial y que
atañía únicamente a todo lo que se relacionase con el ejer-cicio
de la profesidn d.e caballero andante y que en lo que
a las leyes de esta orden se refiere no ~610 es digno de
loa sino de aprovechamiento.
Entre 10s nikdicos espaiíoles (y he de referirme sola-mente
;I la bibliografía m&ljcn, nuestro Ramdn y Cajal,
el rnãs grande español de todas las épocas, escribió en
1905 sus E~tm-Zios PsicoZ&icos sobre el Quijote y Dis-cwso
CEcl Cclztenavz’o; acaso el mRs humano, más sereno,
mk\s real y amoroso nnklisis del personaje, y tambien el
mas aleccionaclor, porque Caja1 fue eso: un Quijote clnrí-vidente
que desenredó muchos e intrincados entuertos en
1~s ciencias biológicas y deshizo muchos mitos científicos
de su época.
MBs recientemente, en nuestros días, Sacristfin, Valle-jo
Najera, Upez Tibor, Riquelme, etc., se han sentido ten-tados
por las extraordinarias sugerencias y seducciones
de los h&-oes y de su ambiente espiritual. ‘Entre nosotros,
el doctor Luis Doreste Silva ha glosado el sentido huma-nístico
y poético de la obra inmortal.
No es 11uestro aflln hacer una historia clínica, acadk-mica,
ni discutir el diagndstico que pueda convenir a la
enajenación de los personajes del Quijote (aunque natural-mente
algo dire a este respecto muy brevemente), entre
otras razones, porque ninguno de los locos famosos cle la
literalul-a UlliveI-sal, se ajusta exactamente n IOS cuadros
sintomáticos y clínicos que se describen en 10s tratados
173
de psiquiatrin; y no son más que una psicopaLologia poe-tizada
y, adem&s, porque yendo abordo de este nilrí0, me
gusta saltar ~1 atmdaje de otras disciplinas.
LIS tr;lbt?jos y observaciones de Krrtschmer, recogi-dos
en SU libro Cons.fita%h~ y CiïrdCfLrf/ y 10s de Wenz-m,
or en el suy0 Figzrya CO?'pOYUZ y DiS$OSiCidYJ AlSI?fliCU,
son fundamentales para el estudio cle 10s pewmaijes hiu-tóricos
y de las figuras eminentes de In literatura unirer-sal.
LO que rnk asombra en el Quijote es la genial intui-cj&
de Cervantes logrando plenalnente en una síntesis
acabada la creacián de los dos tipos psicofísicas antagó-nicos
más precisos de la literatura universal.
Analizando un gran material de Casos patO~ógícos,
Kr-tschmer, llegó a la conclusi6n de que a una estructuc-tura
somática o hkbito corporal determinado, corresponde
una disposicibn animica específica. Existe, pues, una CO-rrekcidn
somdo-psíquica que pl8licrtmente conforma los
llamados biotipos. En los polos opuestos de estas valorn-ciones,
estdn representadas las fornws puras, co13 SLI tipo
corporal leptosómico 0 ase6nic0, que se integran cle un
temperamento esquizotímico y el tipo picnico redondo que
tiene su correlación en el temperamento ciclotlmico.
Don Quijote era leptosdmico, tal vez con rasgos atie-toides.
El Bachiller Sansón Carrasco le describe mínucio-snmente
en el Crrpf~~~lo XIV de la segunds parte como
eun hombre alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y
avellanado de miembros, entrecano, la nariz aguilefia y
algo corva, de bigotes negros, grandes y caídosn. En
otros capítulos se completa sLl figura. Admiróle a don
Diego de Miranda ela longurn de su CUCIIO, la grnncíeza
de SU cuerpo, Ia flaqueza y amarillee de su rostro..., su
ademán y compostura, figura y retrato no visto por Iuen-gos
tiempos atrás en aquellas tierras>.
SU facies era ovoidea, angulosa; alta frente, czineo
dolicocéfalo, mirada profunda como convenia a su rica
vida interior; chupado de carrillos y de VOZ grave y to-nante.
De motbrica, grkil e infatigable al cansancio. SLIS
cabalgadas, en el enteco Rocinante, de Anclalucfa a Barce-lona,
así como las singulares batallas que librd, lo atesti-gua11
cumplidamente, y sin cierta aptitud atlética no Ie
hubieran sido fáciles aquellos divertidos saltos Y cabriolas
174
que para testimonio de su locura dio finte Snncho en Sierra
Morena, cuando se quede allí solo n hacer penitencia, por
su dama.
Sobrio 1:1s mBs cle las veces, porque acuso el buen
yantar no le era asequible con frecuencia; pero de pnladar
refinado y con aficibn a los guisos rociaJos con los bue-nos
caldos de Alaejos. Resistente al ayuno y 211 insomnio.
Sancho es su biotipo oponente. Es un pícnico bajo.
Predomina en SU figura el ensanche lígulas- clc SU vien-tre
y de SU pecho. El talle corto y también breve clt> pier-na
(aunque en el manuscrito original que Cervantes dice
comprd a un muchacho que trataba cle venderlo a un
sedero, se describiese n Sancho como zanquilargo); de ahí
que SC le llamase, ademAs de Sancho Panza, Sancho Zan-cas
(nombre que pronto cay6 en desuso), Era de cuello
corto y grueso, cara redonda, mbs bien achatada, barba
prieta y crkneo braquicefalo, comenzanclo a clarear, en cnl-
‘vez, sus cabellos. Su conjunto era rechoncho, rudo, poco
airoso y sin natural distinción.
Asf como Don Quijote era longilíneo, Sancho era bre-vilíneo,
y hasta se intuye por Cervantes en ambos tipos
su constitución; como si fuese prevista IR regulacidn de
factores heredo.bioldgicns arquitectónicos distintos, sohre-toclo
10s enclnrrinns y neuro-vegetativos. Así apm-ecw
tnmbi&n en su extensa iconografía m8.s importante: en los
aguafuertes y grabados de Gustavo Dore, Moreno Carbo-n&
o, ‘Ealaca, etc., quienes pl&sticaniente agotan sus posi-bles
posturas, sus gestos, maneras y actitucles, en una
comprensibn admirable de la obra. Tambibn en sus típi-cas
figuras corporales se les presenta en la portada de la
obra de Wenzmer, Figura Cm-po?*al y Disposicidz Adnzica,
donde Don Quijuw ~parcce cabalgando en ICucinante y
Sancho en su rucio.
Sancho era buen comedor y bebedor; le subyugaban
los placeres de la mesa. Malos ratos le hizo pasar el doc-tor
Pedro Recio de Agiiero, natural de Tirteafuera, médi-co
del Gobierno de la fnsula Bnrataria, decidiendo alevo-samente
que los n$nnjares pOCOS‘J J df?hbdOS ~ViVUúan el
ingenio, pie eya lo q*te nzd.5 convenia a Zns personas
conslPz’tf&ns cn nzanclos y oficios graves; haciendole ex-clamar
indignado en carta a Don Quijote qMe Jzaúhn m-
175
tyado esa esta 11a.9~Za ciertos espias pnra wn-tturvne Y luxta
~7zo~,~y o no he descntbicrto otro que un cierto Docfor que
está en este lugar asnhriado para matara cua+ztosgober-ptadoyes
viniesen. U más adelante, afiacle: Zas medicinas
que usa SOIG dieta y ?nds dieta hasta poizer a Ia peY.SOPZa
en los huesos..
Por lo demás, Snncho tenía una Vidi1 vegetativa muy
ordenada y regular; no le gustaba el ayuno ni las vigilias;
no toleraba bien y protestaba cuando las circunstancias
le obligaban a introducir alteraciones en el ritmo funcio-nal
de su organismo y de su vida.
Con el habito corporal de Don Quijote se cohonesta
su disposición anímica. Nuestro hidalgo era un esquizotí-mico
puro. Su aptitud fundamental frente al contorno era
de introversión, usando la terminología de Yun, o autista,
siguiendo las ideas originales de Bleuler. Tenía una ex-traordinaria
capacidad de imaginación creadora y de en-sueño,
que embaucaba a su escudero. Tenía gran memo-ria.
Sancho es un extrovertido. Carece completamente de
fantasía y aunque no lo es, Don Quijote le repura frecuen-temente
de torpe. La propia enajenación que el escudero
padeció es refleja, esta exenta de originalidad, porque fue
inducida por la inmensa personalidad extravagante de
nuestro heroe y no tiene su grandeza ni su relieve, como
la sombra no esboza mas que el contorno de la figura
que la proyecta. En Don Quijote domina lo subjetivo y
lo ideal, en Sancho lo objetivo y lo real; y estas cualida-des
temperamentalmente diversas y antagúnicas de con-formar
el mundo a sus vivencias, o bien, por otra parte,
de adaptarse sin estridencias al contorno, al mecho que
nos rodea, definen y califican a una y otra actitud, res-pectivamente,
como esquizotímicos y como ciclotímicos y
sintonices.
En estos dos grandes grupos de la escuela de. Kretch-mer,
en el primero, al que pertenece Don Quijote, la dis-posiciõn
afectiva del animo oscila alternativamente entre
la hipersensibilidad, hiperestesia e impresionabilidad y la
insensibilidad, frialdad o anestesia afectiva. Mientras que
en el segundo, en el que se incluye a Sancho, los estados
de Animo oscilan, pendularmente, en largos períodos en-tre
la alegría o euforia y la tristeza o melancolia. En la
176
fase eufórica, todo transcurre en el alma bajo el signo de
Ia expansión y vigorizaci6n de todos los procesos psiqui-
COS; al reves de 10 que acontece en la fase melancdlica 0
depresivos, el? Ia que se produce una inhibicidn, debilita-miento
y lentificación de la fenomenología mental y hasta
de los acontecimientos físicos de la persona.
Nosotros concebimos R Don Quijote como el prototi.
po del idealista pat&ico, de quien dice don Miguel de
Unamuno, en SU Vida de DOI< @<jote y Sn~tcho, que
era tal personalidad, que llevaba dentro un universo; y A
Sancho, en cambio, hay que considerarlo corno la perso-nificación
del sentido común, prSctic0 y urilitario cle 121
vida. Es un ser sociable, cordial y sentencioso. Él mismo
se define así: Yo soy hombre pncí$ko, ntanso y sosegado
y sé disimular cualquier ilítjwia de modo qzde HO pundré
WZUI~O a Za espada. Y esto lo dice molido a palos atin des-put%
de la aventura de los ynngüeses.
Nuestro hidalgo est8 pleno de las grandes virtudes
fundamentales, tan raras de encontrar y su escudero po-see
las pequelías virtudes accesorias y subalternas tan
frecuentes de ver. Así se complementan y se contrastan
estas pccutinriclndes en unn~ síntesis de dos pcrsonajcs a
través de toda la ingeniosa historia.
Sus coterráneos llaman a don Alonso Quijano, El
Bueno, y lo es por antonomasia. La intuicidn popular lan-za
este veredicto sobre las cualidades morales del hidalgo
manchego sin equivocarse ni confun?lirse. En el analisis
de este atributo el buetw, de su bondad abstracta, es don-de
reside todo el substrattinz de la psicología del heroe.
La bondad de don Alonso Quijano está construida por la
conjunción, por la suma de valores y categoi-fas eticas
universales, en una criatura de su estirpe espiritual y es-tructura
mental, los sentimientos cle justicia y de libertad
son los mdximos exponentes de su sensibilidad, los arbo-tantes
que sostienen la tensiõn de su espiritu $ el peso
tremenclo e ilusorio de la realidad cotidiana. A eso se sa-le
una madrugada silenciosamente y sin aparato a@lnO,
por los campos de Montiel, hacia su destino metafísico, ZI
armarse Caballero Andante, en función justiciera y Iiber-tadora.
Tiene don Alonso, de esta manera, que transfor-triarse
en mito (que su locura no representa más CpIe IR
177
mutacion de su mente en el arma adecuada para luchar
contra los propios mitos de su época y deshacerlos Y
deshacerse él con ellos como ta1 mito).
Porque el encantamiento y las artes de encantadores
y magos es la expresión simbólica inmanente de 10s es-píritus
encadenados a la esencia del mal, a la servidum-bre
de 1~5 flaquezas humanas.
La grandeza de Don Quijote reside en esa límpida y
uniforme bondad que desafia en sus hechos cualesquiera
otras sensaciones. Así como el blanco es la síntesis de
todos los colores, esta condición suya de bondad resume
las demás categorías humanas que posee, transfiguradas
en la pura esencia de su personalidad. Por eso sus he-chos,
hazañas, batallas y aventuras, pierden materialidad
y ganan en eterna transparencia desde que se les ilumina
con esa virtud de su magia caballeresca que yo no dudo
cn asegurar que Don Quijote es el primer mago y encan-tador
de su época y de su propia historia, a quien la locu-ra
le frustra para el ejercicio de sus artes en provecho
propio y le rescata como adalid para los caminos de la
humanidad. Y es que hay locuras sublimes que amorti-guan
en el hombre su infraestructura instintiva y que sola-mente
desarrollan los complejos y tendencias altruisticas
de la personalidad.
Por arte de su magia y de la sublimación de sus ape-titos
vegetativos, surge en la redoma de su mente y de
IR materia tosca y exhuberante de Aldonza Lorenzo, esa
sin par Dulcinea del Toboso extremo del valor que pwda
desearse, sojorte cZe Za keynzoswa, t&nzino de Za huma-
1212 genD%mz que así la denomina Don Quijote con tanteos
otras lindezas, donaires y metãforas de delicada poesía,
que describen desde el aroma, fragancia y belleza de su
cuerpo hasta las sutilezas y encantos mas recdnditos de
su alma.
Así como en Don Quijote el concepro de la justicia
es intelectual, humano, persuasivo y equilibrado; y el sen-tido
de la libertad es pasidn desbordante; su sentimiento
del amor es purificacidn y ascetismo, Lo confiesa nuestro
Mroe en coloquio con la duquesa, diciendole: Yo soy ena-mwaab
HO 71Zci.7c pte ~QY~?4e es f0YatW0 que Zas Caballey~s
~~~~an~es lo seaq y siht2-Zoi0, 740 soy de los enamo7mjos
178
ViGiQSOS, Sit¿O de JO.5 plntdlzicos cov2%ne&es. y este es el
ambiente sentimental de su alma: la sublima&n cle su
vida hStintiVa en aras del ideal caballeresco, de la Caba-
Ilcría QI.clantc.
El episodio magnifico de la liberaci6n de los galeotes,
una de las empresas más generosas y memorables del
CMallero, 110~ brinda toda 1;~ escala de Valoraciones que
Va desde la justicia terrena y humana a la justicia divina
y eterrla. Su sentido apasion:~do de la libertad, se cles-pliega
en acción de rebeldía, y Don Quijote libr;l real-meUe
aquella batalla contra el derecho po,+itivo de Ia
kpocit, porque exclama: Dl’os lazny 132 el cielo que flo se
deswida de castigaY al malo ni de p~eveaziiw al bueno y
no es bien que 20s hol~nhres honrndos sean vverdz~gos de
los otros Izondves no yéndole nndn en edlo, Y aquí se
condensa su actitud frente al derecho y sus procedimien-tos.
Don Quijote se levanta contra una reali.dnd jurídica de-ficiente,
pretendiendo aproximarla a la justicia abstracta
que lleva entrañada en su alma y que va implícita 9, R
veces, indescifrable en toclos los hechos que juzgan los
hombres.
Mas luego les manda en peregrinación, cargados de
cadenas, R rendirse ante la dama del Caballero que les
reditni6 de galeras, como si fuesen enviados al santuario
donde habrían de exculparse y purificarse SUS crimenes
y pecados, Y es que tras el hecho material está la fuerza
espiritual de la accidn, y la justicia de Don Quijote no
llabría sido más que justicia inmediata a veces, por su
propia mano material, si no hubiese pretendido que termi-nara
la heroica hazafia con un esfuerzo para la transfigu-raCi6n
caballeresca del delincuente: que era libertarles por
sí mismos dc su rniseiable y pecadora conclici6n humana.
Tenía que enloquecer don Alonso Quijano El ~~~~0
para que ocurriese el enaltecimiento de su personalidad.
De la sustancia de don Alonso Quijano se va Conforman-do
plásticamente el Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha. El proceso se desarrolla en múltiples direcciones
y facetas de su espíritu polidimensional. Ya el mismo
hecho de sentir la ansiedad eSpeCUlatiVa por los libros
de cab;lilería; el simple impulso de curiosidad hacia e111-
presas alejadas de la disciplina de su entendimiento y el
aplicarse a ellas sin autocrítica, con vocación que anula
otL-11~ exigencias y menesteres de SU vid*!, es una activi-dad
sospechosa y extraña. Porque empieza y se entrega
a ella por deleite y contintia imperiosamente por nece-sidad.
Muchas veces me he preguntado: Cqu6 resentimiento
Oculto, que susceptibilidad ofendida, qué injusticia pade-cida,
determin6 esta expansidn morbosa en el Animo de
don Alonso que llev6 el natural y llano orgullo del hidal-go
castellano hasta el sentimiento desmedido de su perso-nal
grandeza? Porque 61 es también humanidad doliente e
irredenta. EI percibió en aquella bizarra doctrina de la Ca-ballería
andante el alivio que habría de llegar a este
mundo, En tal vivencia, en la resurrección del ideal ca-balleresco
de la edad media como solucibn a los problemas
de su epoca renacentista, est& el núcleo fundamental de
su delirio.
A su desarrollo precedieron largos meses y años de
enfrascados estudios en los que so pasaba Zas n&%es de
claro en cZaTo y Zas dfas de turbio en furóio; y asi del
poco dormir y del mucho leer se le sscd el cerebro de ma-nera
que ~vi~ao n perder el juicio. ._ Y as que por dwse
profundamente a ello ya lo había perdido y sus lecturas
únicamente le confirman y embellecen un mundo ilusorio
y fant&stico que ya había presentido. De esta forma pre-parado
para imponer, por sí mismo, R la realidad circun-dante
el orden peculiar que había concebido en sus en-sueños
delirantes, se salid, figura solitaria, al escenario
de la vida, que naturalmente le habría de recibir con la
IwsLiliclad con que se acoge a los portadores ile nuevos
valores, como diría Zarathustra.
Es posible que Cervantes conociera en sus largas an-danzas
algún lun&tico que le sirviese de norma o de pa-tr6n
para la creación de sus tipos quijotescos; al fin y aI
cabo, andan, viven y luchan por todo el mundo hispano
muchos Quijotes latentes sin la oportunidad ni la coyun-tura
de revelarse. Pero, aparte de los datos de observa-cidn
que hubiese podido recoger, la obra es una síntesis
perfecta que intuitivamente surge hecha a la inventiva de
Cervantes y que proccdc dc los m8s hondos estratos del
subconsciente de SU personalidad y del alma colectiva es-
180
paftOla. EStO pnrcce un proceso vulgar de realización del
pensamiento y, sin embargo, es la forma más excepcio-nal
de crear y preferentemente destinada al genio.
El Quijote no es una obra esoterica, no tiene signifi-cados
ocultos; dice hoy exactamente, sin clave alguna, lo
mismo que decía cuando sali de las imprentas de Juan
de La Cuesta, y 10 genial de Cervantes esta, en parte, en
eso: en la ingente cantidad de conocimiento del hombre,
de interpretaciones comprimidas, de verdades implicitas
confirmadas, de filosofía eterna que los tiempos van aflo-rando
en ella sin que su autor nunca se lo hubiese pro-puesto
ni jamas lo hubiera meditado o proyectado. Hace
cuatro siglos no existía la super-estructura cultural 0 tbc-nica
de ahora. Estaban en embrión las ciencias pslcol6gi-cas
aplicadas a la historia y a la literatura. Apenas co-menzaba
con Galileo la era científica de la humanidad.
Hoy se ve la. obra de Cervantes a través del inmenso
caudal de experiencia y de conocimientos que han trans-formado
lns formas de vida y por ello no es aventurado
decir que la conocemos mejor que entonces y aun mejor
que pudo conocerla el propio Cervantes, porque a su
exegesis se han aportado cuatro siglos de progreso cam-bién
aplicables a las fabulaciones legendarias y a los
mitos.
No cabe duda que el Príncipe de los Ingenios con-vivio
ocasional y episódicamente algtín ambiente que
le permitiera el conracto y el diálogo directo con se-res
parasociales desadaptados y anormales. Por mucho
talento ,que Cervantes tuviese, hay efectos, calidades y
materiales que no se pueden inventar ni improvisar. Su
genio le dio hecho, le engendro el mito, le’ revelõ el ar-quetipo.
33~0 cristalizó en el sedimento secular de la ex-periencia
colectiva del pueblo y de la raza. Estaba en 10s
posos de su alma. Pero las circunstancias escénicas, SUS
motivos plasticos, lo aparencial, todo indica una elabora-da
retentiva, u.na visión preciosa de lo pintoresco Y una
selcccidn del detalle sustancial y necesario verdaderamen-te
extraordinario, y eso se recoge y se capta del contor-no
medio adecuado. Las mejores escuelas de aprendizaje
que probablemente tuvo fueron: la cárcel de Sevilla, don-de
Cervantes estuvo preso de septiembre a diciembre de
181
1597, y la época de tribulaciones de Argel. Las ckrceles
albergan y entonces mucho mbs albergaban, perturbados.
Cukntos Cardenios por amor, cuantos enajenados de ge-nerosas
empresas, cuAntos fanáticos de todas las ideas
conocería en aquellos tristes lugares Miguel de Cervan-tes
Saavedra. Mezclado y confundido con la picaresca za-fia
de los Roques Guitnrt y con la delincuencia vulgar.
Cbmo se holgaría del trato con aquellos moralmente sa-nos
y mentalmente iluminados por la locura. El ilustre
patricio don Francisco Rodríguez Marín creía que el Qui-jote
se concibib en la prisión de Sevilla y hasta pensaba
que se manuscribiese la primera parte en dicha ciudad.
Esta es la cjpoca de introspección, de sumirse en sí mis-mo,
de síntesis. Ya antes, a Cervantes le había llevado su
vida de peregrinación a ser alcabalero, en cuyo oficio
conoció esa humanidad de pueblos y aldeas sedes de ver-daderas
insulas 13aratarias y de gentes campechanas y ca-zurras,
con la sabiduría primitiva que alumbra tantos
Sanchos; feudos de tantos Sansones Carrasco. El destino
le Ilevd mucho antes a conocer la humanidad heroica de
Lepanto, donde luchd atacado de fiebre en la galera Mnr-
QU~SLZ a las 6rdenes de Urbina y sus heridns, curadas pal
Madera, le llevaron a Italia, encrucijada trashumante del
Renacimiento.
Los tres períodos de la yida cervantina, est8n plas-mados
en el Quijote con bastante fidelidad: la Mancha
está representada por la fase heroica como consecuencia
de su presencia en Lepanto. AragOn por la cortesana, y
CataIuÍía por la humanística que clerivõ de SU estancia en
Italia. Y tados estos son los m;&eriales aryuikctdnicos
con que se erige el Quijote, y los antecedentes biológicos
e histõricos en que se fraguan la locura y la cordura del
Caballero, porque estos términos no se excluyen en 61.
Coinciden y colaboran para la mayor gloria de Don Qui-jote.
Con feliz expresidn, el poeta inglés Wordswoth dijo:
La razdtz anidn en el íecdndito y nmjestr4oso albeygzfe de
571 ¿ocu ru.
A este respecto, Menéndez Pelayo en su discurso aca-démico
de 1905, dice: No f~e de los nzel!zoyes aciertos de
CWIXV&.S knber# Ajado im&wkns las fro&c?*as etití-6 ,?n
?xmb Y h 1OCwa y dar lns nanyo7*es kccto/tes & s&&-
182
Todo hombre debe contener algo del alma de ambos
protagonistas; debe poseer un equilibrio entre las caracte-risticas
y categorías espirituales de Don Quijote y de San-cho;
del primero, para aspirar a la perfección ideal y su-perar
el término medio del común de los hombres; del
segundo es deseable su noción de 10 real, su buen sentido
de In estabilidad de las cosas y su capacidad de adapta-ción.
La erudici6n sin la originalidad de integración
de los valores intelectuales guiados por el buen senticlo
prkctico no produce ninguna de las grandes empresas de
la inteligencia humana.
Enfocado desde un punto de vista puramente psiquik-trice,
Dtin Quijote es un enfermo delirante paranoide, que
lleva su megalomanía al esplendor de una predesrinaci6n.
Personalmente creo que el síndrome mental a que mas se
asemeja es al llamado delirio parafrhico, porque partien-do
de una relación de ideas, nueva y extraña x su mente,
y uniendo a su destino el ideal heroico de Ia caballería
andante, dedica su vocaci6n a su servicio. Desde el foa-do
oscuro e indeterminado de su personaliclad asciencle
tenaz y apasionadamente esta vivencia hasta SU concien-cia
para una carrera y oficio irrevocables. Todo se orga-niza
ahora en torno a ella. La personalidad sana, plScida
y familiar que vivía sus días felices dedicados a la cazn
y al cuidado de la modesta hacienda, repartiendo los do-nes
de su cristiana bondad, se ve invadida mas, y cada
rez mks, por ese espíritu arcaico de las Cruzadas, Y la
idea alcanza una madurez y plenitud que trasciende a SU
conducta y lo empuja arrolladoramente a la acción. Al
mismo tiempo, las alucinaciones le llaman y convocan
para cumplir su destino. CDe dónde proceden esas voces,
183
diAlogos y discursos justici,efOS y reivindicadores? ES el
mandato de su mismo pensamiento sonoro que @Xia SU
camino Como una revelación. ¿Y aquellos fantasmas, gi-gantes
y caballeros; aquellos ensueños que al principio de
su delirio en la soledad de su habitddrl le bak!Il en reti-rada,
tirando tajos y mandobles a enseres, mUebles y
utensilios? NO son más que SLIS imágenes ViSUdW SenSO-rializadas
y cinemáticas proyectadas, arrojadas en el es-pacio
vacfo por la fuerza violenta de su tensicin interior.
Hasta el propio lenguaje prudente y llano del hidalgo
castellano m(ts se parece a la prédica altisonante de Ri-cardo
Corazón de León. El mismo Cervantes describe así
SU alienacitjn: ;Pef-0 MO es COSU e.xt~afia VCY COn CUdt2tU
f&-iji&& cfw este desventurado hidalgo todas Zas imcn-ciomzs
y nae~tims sdlo porqwe IZevnn eZ estiZo y modo de
Zas necesidades de szks libros?
Hay a todo lo largo de la historia del Ingenioso Hi-dalgo
una serie de episodios 0 fases llamadas en nuestra
terminología cre~uscwlares. Son ensueííos oníricos que
cliscurren en la conciencia obnubilada del heroe; scmejan-tes
a esas imaginaciones 0 rerrores nocturnos de los ni-nos,
quienes ya despiertos los viven con la angustia in-tensa
de la realidad, Estos estados dejan tras sí un re-cuerdo
impreciso y confuso. En la aventura de la venta
con los cueros y pellejos de vino hay este pasaje: Y cs
bueno que IZO tcnia los ojos abiertos porque estaba &T*-
nziendo y soCundo que estaba en batalla con eZ gigante.
No despertd Don Quijote a pesar de los goZpes que Ze da-ba
el vmtero a PuFi cerrado, y conzo con todo ac/2felZo no
des$wrtaba 62 po6r-e caba2lero h5ta que el bnròero trqjo
un gran caMero de ugua fria del poao y se Za eclzd por
todo el cuerpo de golpe, con lo cual despertd Don @ijote,
7nd.s no con tanto acuerdo q24e eclzase de q.ler de Ia fqqane-p-
a que estaba. Al volver en sí, como se ve, quecl deso-rientado
y desmemoriado de sus acciones pre\lias. ¿Y que
ocurrid a Don Quijote en la cueva de Montesinos? <rodo
ell0 es maravilloso. Alli se baj6 temerariamente obsesio-nado
por lo que a otros caballeros andantes les había
ocurrido en aventuras semejantes. Y pierde la nociõn del
tiempo, pues habiendo estado poco m;\s de una hora Se-f?
ifin C~~~U~OS de Sancho, por SU cuenta resultaban tres
días en UqZLciZns 7fenzotas y escondidas a Za vista tiuestya.
Qué alegría tuvo Sancho, que lloraba amargamente,
cuando con el primo de Basilio izaba a Don Quijote, a
quien dio voces dicikdole: .%z W?AESL¿co ercen W?MJ)b i&
VudtO, Se%iOr do, que ya pensábamos que se ql4edaba.
alld para casta. PeYo no respondia palabra Don ,Qu(rjote
y sacdndole del todo vieron que traia cerrac$os los ojos
con nzuestras de estar dor~mido. TendiéronZe en el suelo y
deslidro?rle, y con todo esto 140 despertaún. Pevo tanto le
volvieron y le revolvieron y menearon que al cabo de un
buen espacio volvt’ó en sí desperesdndose áielz como si de
algh gmue y @vfLfndo sueBo despe?9ara, y nzi~~a~<do n
utza y otra parte espantado, dyo: aDios os lo perdone
anfigos, que une hnbÉis quitado de la mds sabrosa y agra-dable
vida y vista que ning~~ht Jzunza?zo Iza visto ni pasa-do,
En efecto ahora acabo de CoWocer que todos 10s cow-tentos
de esta vida @zsafz coleto som6ra y susRo 0 se mar-chitan
como Za flor del campo.
He aqui otro bellísimo ejemplo de estado onírico cre-puscular.
Que gran parte de su personalidad queda intac-ta
y respetada por el proceso, lo dice Cervantes en el to-
1110 2.O (ptigs. 63 y 66: Pues otra COSO: hay cn cZZo, ègo cZ
Cwa, que j%ern de Ias simplicidades, que este buew Jzi-da&=
0 dice toca&e a .m locura, si k tratan de otras co-sas,
discurre COS bonkinzas f*axones y nzwestya Z’elze?* UPÉ
entendimiento cIaro y apasible en todo; de manera que
coww ~$0 Ze toque92 .w sus cabaZkrlas, no hahh ncuiic3 qzfc
Ie jztxgue sino de por muy buen entendiménto.
En el fondo de la locura de Don Quijote hay un cier-to
determinismo. La mente del héroe está siempre a la
espectativa de la aventura. Se ha dedicado al servicio y
menester de una causa y es imperativo que el mundo Ie
brinde constantemente la ocasión de perseverar en el ejer-cicio
de sus armas. EstB poseído por un verdadero esta-do
de temibilidacl.
Pero yo me imagino que las mejores y mas grandes
hazafias de Don Quijote quedaron inéditas en el secreto
de su mente y que él les dio remate en ese dilatado y
ancIluroso campo artístico que es la conciencia de los
iluminados, de dimensiones inmensas y perspectivas pe-culiares
y extraordinarias; con los sentidos vueltos hacia
den.Eo en autoscopia, alejados de In realidad para ver y
oh mejor su rica vida interior. CuántW di&logos jamas
con,oci&s perdidos para la posteridad se habrían enta-blado
entre las partes, enferma y sana, de Su personalidad,
hasta lograr ese equili~brio de contrarios en lucha y esa
a&ntjca concjencia de sí mismo. Ef propio Don Quijo:te
10 da E cntendcr cuando al retirarse a. las soledades de
Cierra Morena a hacer penitencia por su dama, le dice
a LJamcho: Asf es que’ loco soy,. ZOCO he de ser hasta que
a,&vns cm Zn ~~cspuczsta a. una carta que con@@? piemo
eitviar n mi señorn Dtdcinen; y si fuere tal cuad n 9nl Se
Z.g debe ncdm?~se han mj sandez y m.i pel%itencin y si fue-
9-a nl cowtrario sed loco de ve7as y sihtdolo no sentiré
wrda; asl que de czm&uier mane?Fa. que responda sakh?
del conflicto y tmbajo eît qw wto &jares, goanncìo Et òim
que me tmtjerns par cuerdo a no, sirztiendo el mal: que me
apo~tcwas por Zoco. Don. Quijote hace aquí verdaderos
juegos malabares con sus inestables sensaciones íntimas.
La misma significacibn tiene el airado destrozo que
Don Quijote realiza en Ia escena de. Maese Pedro, Il’evada
al: pentagrama, por Manuel de Falla y que hace recobrar
n nuestro hidalgo segunda inmortalidad.
Para. derivar por caaces normales hacia I’a razón, la
kxura de nuestrcr héroe, Cerwntes. no apela a In violen-cia
jamas, sino que crea la fingida historia de la Rrincesa
Miieomicoma para sa.carle de Sierra Morena y conciuci~rlo a
su pueblo. Este es el. primer intento de curación d’e su
insania que sus buenos. amigos realzan ~esaforruna~almente.
Inventa a este fin el encantamiento del andante caballero
Ilevándole en una jaula. En aquella época todos estos
eran m&odos prudentes y bien intencionados. Subterfu-gios
inocentes para desproporcionar el delirio y que con-
Piatian vigentes en el arte y la sabiduría popular. Esta
es una lecci’ón de curandería a la que todos los días as&
timos. Para que olvide sus manías le dejan en casa que
allí bien Ie asistir8n la sobrina 37 el ama. l.Jn mes tardan
en Vi!Jitark sus amigos; pero como el Cura y el baxberc
fracasan en SUS desens y nobl~e empeiío, se incorporan al
consejo la mente culta del Bachiller Sansón Carrasco (re-cib
llegado al pueblo) con ideas nuevas y con el mismo
sknto. Al hidalgo no se le debe contrariar; hay que co:n-
ducirle por el hilo de su delirio hasta el fracaso; que en
la derrota de I)On Quijote cjfra Carrasco el éxito de su
plan. Así le instiga a que reemprenda una salida. Don
Qtlijote se lanza al campo nuevanlente y le sale 1~1 en-cuentro
el Bachiller bajo el disfraz del Caballero de los
Espejos. Le reta a desigual combate fiado en su fuerza y
juventucl. Ya recordarL% que en la lucha sale vencido e]
Caballero de 10s Espejos. Esto exalta más y más el deli-rio
de Don Quijote que ya se cree el mejor y m&s imba-tibie
caballero andante que pisara la tierra.
El problema psicológico de Sancho es un problema
de fe. De fe que no sõlo es gracia o emocidn mística, si-no
también una fuerza física y tangible y ponderable. Su
fe en Don Quijote es su única fortaleza, por ella se con-vierte
en arma e instrumento del Caballero. Por esta sub-yugaci6n
participa en su destino inmortal, camina a su
lado por el mundo para asistir a la apoteosis del heroe...
y de paso gobernar alguna insula y quién sabe si algún
reino, y a pesar de que la realidad le atrae y no le deja
engafiarse, porque en ningún momento la ignora: que los
molinos son molinos, y los rebafios, corderos y carneros
son y no ejercitos ((No oyes el relinchar de los caballos?
No oigo, respondib Sancho, sino muchos balidos... mire
que no hay gigantes), y aunque sabe que los que holgaron
con 61 en el manteamiento no eran fantasmas ni gentes
encantadas, no obstante todo esto y mucho mds, Sancho
es fiel a Don Quijote hasta en el delirio; porque esa es
su salvacidn existencial y la de todos los Sancfios que no
tienen rnks que sus sentidos, su razón y sus corduras pa-ra
vivir y para morir. Pero para pasar a la historia, San-cho
necesita su fe y la locura de Don Quijote.
El escudero pierde su humildnd y se hncc humanidad
distinta cuando le nombran los Duques Gobernador de
la Insula Barata& Sancho está en una reaccibn expansi-va;
vive la breve euforia de los días de esplendor y gran-deza;
pero la verdadera investidura se la otorga Don
Quijote al darle una serie de consejos y recomendaciones
para eI mejor éxito de su gobierno. Es entonces cuando
aparece consagrado como discípulo del profeta y héroe y
queda poseido del sentimiento de responsabilidad de SU
187
misión: @le Jos oficios JJ grandes CW'~OS ~0 soti Si?to uu
golfo pYofunG?o dc con~usioY¿es.
Despu& de informarle de que el primer valor de todos
es el temor de Dios, le dice que el cargo que ha recibido
ne na sido por sus merecimientos y que debe dar gracias
al cielo, que dispone suavemente las cosas y le pide que
esté atento a su CatOn que va a aconsejarle y ser nurte y
guía que le saque a seguro puerto, de este mar proceloso
donde va a engolfarse.
El segundo precepto es el de conocerse a sí mismo:
Has de poner los qjos en quien eres, pvocurando conocer-te
a ti misrrro, que es el mh.5 difkiZ conocimiento que pue-de
inzaginaxse. Y añade más adelante: LOS no de $v'inci-pios
nobles deben acompañar Za gravedad de2 cargo que
t$ercitan con una bZa?zda .wavicEad que, guiada Po?’ Za
prudencia, Zes Zibve de Za nzzwk.wacM~z malicz’osa de
quien no kny estado que SC escape.
Después le aconseja que no se avergüence de la hu-mildad
de su linaje: @re imumerables son aqueldos que
de baja estirpe nacidos han subido a Za suma di&idad
poWj?icia e iulzperatoria y practicando Za virtud YLO hay
qne tener swidia a los que naciarow p~ikw+es y scEo-res,
porque Za sangre se Iweda y Za vivtrtd se aquista, y
Zr.2 virturi! vale por si sola lo que Za sangre no vale.
Luego le da excelentes razones para el caso de que
enviudase y volviese a tomar estado. Sobre la justicia le
hace admnniciones, preciosas y eternas: @re no cargue la
mano en eì deZincuente: que no cs nzejor Za fanza del
Juez riguroso que ZR deZ compasivo; que si debiese juzgar
en el pleito de algith enemigo aparte Zas mientes de Za
injuria y Za .$onga en Za verdad del caso, Y después de
estos bien meditados consejos y muchos mas que por no
alargar no transcribo, termina: Y si estos Jweceptos y estas
reghs sigues, Sancho, semh luengos tus días, tu fama
se& eterna, fil& premios colmados y tu felicidad iya,zdeci-bZ@.
Como se advierte esta pragmatica del Caballero trans:
funde en SU escudero tal personalidad y grandeza espir--
tual que ya puede aspirar por sí mismo a gloria indenen-diente
Y autónoma. Es el momento crucial de la vida de
Sancho. 1 Estas palabras estelares, incorporan a su fe en
Don Quijote, toda la tdnica y la sabia del heroe, que tan-
to necesita Sancho para cumplir su destino. Pero el triste
fracaso de Sancho es un fracaso temperamental, porque
ya loco, enajenado por su suerte, no puede con la carga
onerosa de tanta cordura, de tanta prudencia y sabiduría.
Estas eran las artes de magia y encantamiento insigne de
Don Quijote, que cuanto tocaba con su espíritu quedaba
atado y ,transGgurado en su ser.
Cuando leemos el Quijote y auscultamos en el seno
de nuestra conciencia el eco de su lectura, percibimos
una profunda sensacidn específica contemplativa. Es algu-na
sutil esencia de Alonso Quijano que se nos revela.
dentro. Hay un poco de toda la estirpe de personajes
quijotescos que desfilan en la emoción estetica de su lec-tura,
y es que se remueven e inquietan los espíritus y
diocesillos dormidos en esa intrincada y penumbrosa seI-va
del inconsciente del alma humana. Don Quijote penó;
anduvo sin misión y sin objetivos en los misteriosos e in-sondables
estratos del alma nacional, en su inconsciente
colectivo. Y allí se lo encontrd Cervantes errabundo in-forme,
desnudo, y moldeandole, vistiendole con todos los
atributos y gallardías del espíritu hispano: con su orgullo,
su ascetismo, su individualismo insobornahle y el milagro
de su locura, lo saco a la luz de la conciencia nacional
para que esta se mirase y se contemplase en 61 entera-mente
por todos los siglos.
IMucho se ha divulgado sobre la actividad del subcons-ciente,
desde las primitivas y en mwhos aspectos refutadas
doctrinas psicoanalíticas de Freud, de su escuela y sus dis-cípulos
más o menos ortodoxos, especialmente de Jung.
Es sabido que en el subconsciente se deposita todo el ma-terial
psíquico que el conocimiento y la experiencia otorgan
desde la épnca infantil; pero, allí estB t~ml%n soterrado,
de una manera misteriosa, el caudal inmenso de la expe-riencia
de la especie: lo que deja de ser personal y pro-pio
y pertenece ya al acervo colectivo de las civilizacio-nes
y de las razas. La naturaleza del subconsciente es,
pues, una especial manera de estar en el espíritu todo
ese material de conocimientos, sedimentado en capas muy
profundas, como un deposito latente de reservas para las
especulaciones de la conciencia. Allí exiskn y desesperan
los deseos reprimidos por insatisfechos, pensamientos, re-
189
nliniscencias, tendencias instintivas; tOd0 10 desagradable
y tormentoso del alma; todo lo que la conciencia repele.
per- en otros estratos mås hondos del espíritu se atbeï-gan
las m& desconcertantes figuras, fabu¡aCiOneS y mitos
del genero llumano, de herencia de lOS COnfliCtoS arICeSt.ra-
Ies de la humanidad, Esta es la idea del inconsciente CO-lectivo
y sobre todo de IAS imhgenes que 10 pueblan: 10s
arquetipos, los complejos humanos. Jung define los ar-quej-
jpos de la especie como esas CUt@gO?7¿LS de pwso~za-jes
&w&ticos que e%?caPnan un destiin0 GOktiVO e@. el
escenario de Za vida ~?~HZLMUT. AIIí yacen Edipo, Electra,
10s h&-ocs homkicos, los dioses del Walhala, Fausto,
la mitología hindú, ,Alceste, los dioses del Olimpo, Concebi-mos,
pues, lo inconsciente, no como ~lilgo inerte, sino co-mo
un espacio vivo, de contenidos dinbnicos, C~oncIe los
complejos y vivencias alientan, dice el propio Yung, co-mo
las palomas en el palomar. Coinciden en 61 las expe-riencias
existencia\es de todas los hombres, de todas las
razas y de todas las épocas; desde el mito, que es el en-suefk~
que vive la lwnaniclwl, hasta el ensueílLJ de su
propio destino, que es el mito que vive el hombre. Y to-do
esto viene a dnr explicación de lo que creemos esen-cial
en Ia. genesis psicológica de Don Quijote, Como ar-quetipo
de la raza, ni es una idea, ni es una abstraccidn
mental. Es una figura compleja en movimiento histdrico
permanente que resume y se adorna de cunlidncles con-cretas,
pero independientes de1 tiempo y del espacio. Pro-viene
del clima histórico y cultural, pero su escenario es
un espejismo de todas las épocas. Vive en el hambre hiS-panico,
pero no como un reflejo de su vida, sino como su
existencia misma, porque la dirige directamente desde la
atalaya y puesto de mando que se levanta en. el alma yo-pulw.
La leyenda completa al heroe hist6rico y le realza
cOIl IOS atributOS arquetípicos que le faltan. Mientras el
h&roe más se hunde en el tiempo, más se filtra y se pu-rifica
en el espíritu nacional, para su,marSe, a In postre,
al inconsciente colectivo universal,
01rno perfección de la crcacidn cervantina, ]a locura
de Alonso Quijano es un accidente transitorio, natural y
neceSar@ porque los ensueños, fabulaciones y mitos vie-
190
nen a ser cotn~~ el estado natural de enajenación que el
hambre cs,t6 reotificandcr constaa,tee~e-entep ara p.o&r con-vivir
adaptado sin esstiridencias dentro de l’as normas so-ci~
ales de: la especie, Que para l*anaarse a. hacer blsteria,,
hay que arrancar desde las mandatos siIenciosos p OW-tos,
en el espíritu de l,a comunidad,. rom,per la norma y
dejarse arrashw por In dindmica de los arquetipos. que
alberga en SU propio inconsciente. Mas para, esto hay que
ser un genio. De esta manera el herae histórico. y el ar-quetipo
se confunden, coinciden en Ia leyenda y se tras-vasan
recíprocamente sus valores y categorías,
En mi opinión, desde este punto de vista, yo nn en-cuentro
diferencias esenciales entre el Cid de Santa Ga?
dea de Burgos, el Hernkn Cwtés de Otumba o el Quijote
cle los molinos de viento.
La relacifin que existe entre la psicologia individuak
d,e Cervantes y la psicol’ogia colectiva de nuestra raza y
de nuestra cultura, es esta: Que Cervantes por sî solo
alumbra de una vez para siempre los complejos humanos
universales que IWS I-epresentan en el concenaa de la civi;
kacidn. Y todavfa mas hondo y más dramtìtico: que si
se ha extinguido la I1ama del genio, es porque se: han ce-gado
las fuentes de sus arquetipos. No recuerdo quien di-jo
que la aparición de un mito anuncia el nacimiento de
wna estx-ella: hasta el universo se conmueve en Itolocaus-to
del genio.
El signo de tris últimas palabras con que he de f&
g-aros es ek de transfíguracidn y muerfe del Béroe.
Desde la derrota de Don Quijote en las playas de
Uarcelona a manos del Bachiller Sanson Carrasco, baja
el disfraz del Caballero de la Blanca Luna, declina la cur-va
vital de nuestro héroe. Duros fueron los terminos en
que se pactó el duelo, p al ser derribados., caballo y ca-ballero,
el de la Blanca Luna, poniéndole la lanza sobre
la vicìera, I’e dijo: Vtwhb’o sois y aun înu#~O Si IZO cO%fe-sa&
Zas candicioms de na.hestlro desa$z’o.. Y Don Quijote
con voz dt$&l.tada y enferma, le replicó: &kzkea G%L yo-oosg:
es. In mds, Ztevmosa wq’cr dEL rnat?+?do... n$wietn ca-balleyo
Za &tsa y quitante la wvidn, g2fde.s nze has quitada
,&.zR owa. .Clns el de la Blanca Luna, cuya misión en el
torneo era, como en ocasidn anterior, meramente humana
y, por decirlo así, terapêutica, tras reconocer ta fama de
]a hermosura de Dulcinea, se limita N imponerte su obje-tivo
amical: Que sólo nze GOntt?lttO CO92 que el gl’afl lh2
Ql@ote se yetire n su lugar un año 0 hasta el tien@
que por 9ni Ze fuere mandado como comretawos antes de
entrar en estu batalla. Y los t&minos fueron aceptados
porque no ihan en detrimento de la fama de SU seiíora.
Estos hechos iban a producir una represión parcial en SUS
ideas delirantes. Don Quijote qued6 física y moralmente
conmocionado: kaddhonle sin GOZO?y* tmsudando. Tuvie-ron
que llevarle a ta ciudad en unR silla de manos que
mandó traer el Visorey. Seis días estuvo Don Quijote en
el lecho: mxwido, triste, pensativo y mal acondiciotrado,
yendo y viniendo con Za inzaghacidn en el desdiclaado su-ceso
de su vencz’nziewto. Poco despu& emprenden los dos
su retorno hacia ta Mancha: el pobre Don Quijote desay-unado
y vestido de camino, Sancho a pie por i?? eZ rwio
cargado COIZ Zas arrizas. El trauma físico y moral recibido
pone ya en marcha los procesos que enderezan las ener-gías
mentales hacia la curaci0n de la psicosis. Pero, que
tremendo espectkulo de mudanza humana es ver al ca-ballero
de la Triste Figura, desmovilizado de su Orden
como cruzado de la Cabnlteria Andante, acongojado en
traje pedestre, de paisano y con ropas prestadas; mas
lamentable como vencido, que excelso como enajenado.
Desde entonces ya no le deja la melancolía. At salir de
Barcelona, y mirando al sitio donde había caído, dijo: Agtii
fue T?*oya, aqui mi desdiclza y no nzi cobardiu, se Zlevd
miS uZGanEadas gZorias... aqui se escurecie?*on nzz’s Izas&
Wns, aqul finalmcrtte cayd mi veîttum pnm jamd.5 le.
vnntarse.
Y así, lentamente, van descendiendo hacia su aldea y se
van advirtiendo en el hidalgo como rAfagas y modos de
cordura. Cervantes, en el capítulo LXI, escribe así: Apeá-ronse
en u9fd mesón, que por tal Zc ~ecoxoció Don Qfifizjote
3’ ia0 Por castillo de cava Jzo?ida, torres, rastriZZos y $tierzte
Zevadzko; que después que Ze vencieron con 99~i.5 juicio en
todas las cosas discuwia, como agoya se di&. Y despu&
de varios días y noches de camino, sin sucederles aven-tura
Rlguna, subieron una cuesta desde ta cual descubrie-ron
su aldea Za cual vista de Sanxho, se JzimO de mdiZZas
192
y rEyO: alwe Z0.s Ojos deseada patria y mira que vf&ve tu
hijo, si no naziy vico, I>iew rrsotaado. Abre 10s &r~.s+o~ JI ye-cibe
tambiha u tu @jo Don Qwj’ote, qz,te si viene vencido
de Zos áraaos ajenos, viene vencedor de SP mfsnzo, que se-gain
el me ha dicho es el mayor vencimiento que desea?*
se pzzede. Y con esto bajaron la cuesta y se fueron a SU
pueblo.
En mi opinibn no se ha prestado suficiente atencibn por
parte de los investigadores médicos a estos interesantes
aspectos involutivos de la cura de Don Quijote, ~CRSO
deslumbrados por la dramática remisión que se produce
tras la fiebre y suefio crítico del episodio agudo. Pero es
evidente que al lentificnrse por la melancolía su tiempo
psíquico, los delirios pierden inercia y se amortiguan; se
reduce la exhuberante expnnsion mental y queda su con-ciencia
preparada para que se diluyan, se enquisten y asi
se liquiden los restos de la psicosis. De esta manera, @I-na
en magnífica veracidad a IA luz de los conocimientos
actuales la visibn que Cervantes tuvo de los postreros
días de su heroe.
Vencedor de sí mismo llegaba el hidalgo. Don Alonso
Quijano, arquetipo de la raza, vencedor de Don Quijote,
mito del inconsciente colectivo, del espíritu hispano. %1 in-menso
di&logo entre la cordura y la locura, iba a decidir-se
y no para empafiar la gloria del Mroe, sino, acaso,
para que al traspasar su alma: la Izo?pa zkfinik donde to-dos
cnOenzw, pudiera contemplarse en toda su grandeza y
por toda Ia eternidad con su sana raí&.
Llega a su casa y el derrotado Caballero enferma de
calenturas que le tienen postrado en cama seis días: si-lencioso,
sin delirios, profundamente triste y deprimido, al
cabo de los cuales el medico pronostica: @te nzelanco~ías
y &z5abyinaiento le acababan y Ia0 le colztentd much y
dijo que por sí o por no atendiese a Ia sahd del ahza
porque Za del cuerpo cowía peligro.
Con knimo tranquilo lo oyci Don Quijote, estoicamente;
mas su sobrina, el ama y su escudero mostraron con
duelos la afliccibn del grave momento. Tan alto estaba Su
espíritu y tan sereno, que rogó le dejasen solo y poco
después dormía profundamente. Nhls de seis hnras C~P UII
tirón duró su reposo, y al despertar, dando una gran VOZ,
193
clijo: Bendito sea el poderoso Dios que ta?ztO bien me Iza
hedo. Y sus razones le pnrecicron a la sobrina m& con-certadas
de lo que él solía decirlas: Yo te?ZgO jtikjcio Yn li-bre
y clayo sin Zas sombras caliginosas de Ia ignoramia
qz6e sobrz dZ me pusieron mi amarga y continua Zcyefzda
de los detestables libros de Zas caballerias. . . Ya conodco
SJCS disparates y sas evnbeIecos y vio me peso sino que ps-te
desengaAo I’za Ilegado tan tarde que ?t?o me deja tiemfio
paya Jzacer aìguna recompensa leyendo ohos qW sea Zua
del alma. Yo me siento, soh%za, a punto de mueYte,‘qzre-ryfa
seu de tal modo que diese a entender que PZO Izubia
sido mi widn taus f92ah que dejase renovnbye de ZOCO, que
;
puesto que lo he sido, no q1.erriu confi~vna~ esta verdad
s
eu mi nzzterte. LZ6%ame, amiga, a n2i.5 henos anzigos: d
al Cwa, al Bachillw Sansdn Carrasco y a Maese Nz’codtfs g
.e¿ barbero, que quieT0 confesarme y kaceu 19zi testamento. E
En estos y en los párrafos que le siguen, se ha clarifica- B
do ya la mente de Don Quijote; ha recuperado el sentido
critico respecto de sus ideas delirantes y se va sumiendo
t
5
en la cordura hasta el punto de producir asombro en su
I
auditorio que creyó que alguna nueva locura le habîa to-mado:
Ya no soy Don G%zj’ote de Za Mancha, sho don s
Alonso Quz)‘ano el Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de i
Gaula, ya conozco mi necedad y el peligro tw gzte pusic-d
I
T-OH kuberZcs~ Mdo. Y luegu dc imponer silencio, dijo: Yo, $
sefiores, siento q2fe me voy nzwiendo a toda priesa; d&ew
!
d
se burlas aparte y Miganme un confesor que j92e colgfiese ;
y UyE esc??Bano que haga mi testamento, que en tales 5
trances como Coste no se ha de burlar el Jzombre con eZ al-o
mu . . Vhnonos poco a poco, pues ya en los nidos de an-taño,
920 hay pdjaros hoga20. Yo fui Zoco y ya soy cuer-do;
fui Don Quijote de Za Mancha y soy agora, como Iza
diclio, Alonso Qur’jano el Bueno.
Acabada la confesión, salid el cura diciendo: Ve?*da-deYamevct
¿? se frtcfcre, y verdadcramcnte estk cuerdo Alo~z-so
QuijaHo el Bueno, bien podemos e~&a?* para que ha-ga
SU testamento. Y con estas palabras, su amigo el cu-ra
hizo las recomendaciones de rigor.
Fue uu profundo acierto en el conocimiento que de
las COSCZS humanas tenia Cervantes hacer sufrir a nuestro
hbroe una enfermedad febril aguda, en el curso de IR cual
remitid su psicosis. Ya lo hizo notar Hern&ndez More-j6n
en su His&rk de la &fe&kZ~za, 1836, en el capítulo
ûeZ.Zeans de Za Medicim prdctica des%f&tytczs efz Za
oúva de Cem-mtes, donde dice: Sobrevino a DOM Qui-jote
MVKJ calentura aguda y cawtbinn todos los cmx?cteres
j%iCOS y l+lOYcZbS dPz $Win~itiVo unaz. esimilia, similibus
curantur~. Nadie ignora CJUC la. provocaci6n de enfermeda-des
febriles agudas con fines terapéuticos, es prtictica co-t-
riente en la psiquiatría actual. Fue unR visi6n genial y
prodigiosa de Cet’vantes hacer curar al hidalgo y dejarlo
morir santamente; y no encerrarlo en una casa de orates,
como hizo Avellaned;t con poca sensibilidad en SLI falso
Don Quijote, llevAndole de la locura, a la demencia irre-parable
en una solución decadente, mediocre e ineficaz de
su vida; quebrantando así para la posteridad, el prestigio
y el renombre universal de su figura, evitAndole las ho-ras
felices dc su mejor aventura: El vencimiento cle sí
mismo. Cervantes nos da la solución más justa, mas hu-mana
y m8.s bella; nos deja íntegros su símbolo y su gran-deza:
Que despu& del nacimiento y de la muerte de una
criatura, no hay espect5cuto mks noble y maravilloso en
1:1 naturaleza humana que xsistir a la recuperación de la
dignidad racional del hombre, perdida en el infierno de
la locura.
Aunque en sus Ultimas palabras se adivinan restos cle-lirantes,
como su terquedad en eI negativo de su delirio,
éstos no etnpafian la solemniflad del momento; antes al
contrario, nos sirven de puntos de referencia para com-prender
la grandiosa transformacidn que se operaba en la
mente del hidalgo.
En aquellos días y horas luctuosos todos SUS amigos
se agruparon en torno a su figura yacente y macilenta.
Cada cual le llevó el único consuelo posible: el de su
presencia; que los recursos y cuidados materiales y 10s
alientos cariñosos de la sobrina, del ama y de Sancho, ya
estaban fuer,1 de su espacio y de SU tiempo, pues Don
Quijntp se iba serenamente hacia su llazafin postrera, Con
la misma entereza y ãnimo seguro con que marchó a cada
una de sus aventuras eternas.
La pieza testamentaria se encabezó cristianamente.
Las mandas de la modesta hacienda de un pobre hidalgo
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lugareño, poco trabajo dieron al escribano que las auto-riz6,
aunque no para esto recobró Don Quijote SU mente,
sino para ordenar los negocios del alma y para que SU
espíritu, que siempre permaneció al margen de la locura,
que nunca pudo enfermar porque pertenecía al infinito,
partiese de este mundo a mejor vida recobrado en su
perfecta estructura inmaterial. Heredera fue la sobrina
swb conditiom a no casar con caballero andante. Cerrdse
el testamento; se tendió a lo largo de la cama, y aún vi-vi6
tres dias m8.s; yendo de desmayo en desmayo, sose-gadamente,
hasta el último de su existencia: Después de
recibir todos 20s sacYamenfos y des$vds de haber abomi-nado
con urzuchas y eficaces rawms de los libros de ca-ballerias,
NO tuvo agonía, que la agonia es mortificacidn y IU-cha
con la muerte; fue, simplemente, un acabamiento. El
trhnsito ocurrió apacible y lentamente, como ocurre en
todas las cosas sencillas de la naturaleza, conzo viene Za
noche cuando se manzha eZ dia. Y así se fue, hacia Ia
paz que CLOS acoge a todos, allil. donde la vida es et gfan
silencio de las cosas eternas,
RAFAEL O’SFIANAHAN Y RRAVO DE LAGUNA
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