ACTIVIDADES
Esta seccidn, a la que hemos impuesto el estigma de
ser la cola cle lu revista, ya la hemos explicado. Es decir,
hemos dicho en lo que consiste, pero volvemos a decir lo
que se propone porque, parece ser, algunas personas, las
cuales merecen nuestra mayor consideracibn, no han cuido
en cual es el objeto de ella, Pues bien, el propósito que
la mueve no es otro que servir de registro de todos nquc-
110s actos (literarios, artísticos 0 científicos) que realicen
los miembros de la familia que han creado MILLARES y
que la sostienen. Es palmario que todos los motivos que
provoquen una anotación no tendr8n forzosamente la mis-ma
trascendencia. El interks del público en general se verá
atraído m&s por una noticia que se refiera a un miembro
de la familia que tenga la suerte de gozar de popularidad
que la de otro no c.onocido. Todos sabemos, sin embargo,
que la gente olvida, que el inter& general hoy se cifra en
esto y mafiana en dzq*/eZlo. Por eso no sacrificamos nin-guna
noticia, por poca importancia que pueda parecer
incluir, que sepamos o de la que se nos dé cuenta. No ol-videmos
el carkkter colectivo, aunque familiar, de nuestra
empresa.
cYo creo que si Manolo Millares tuviera que escoger
el emblema de su propia lucha, clavaría en la punta de
una espada reluciente un zapato viejo y retorcido o, tal
vez, una palangana rota y descascarillada. Si Manolo Mi-
#llares tuviera que elegir el uniforme para la gran fiesta de
su consagración se vestiría, tal vez, de mamarracho, se
enfundaría en un levitón casposo de cuyos bolsillos cae-rían,
como colgajos, cruces al merito y legiones de honor...»
Así comienza un artículo de José María Moreno Galván,
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profusamente ilustrado, R todo color, que la difundida revista
TRIUNFO, en su ntimero 205 del 7 de mayo de 1766, dedica
a la pintura de nuestro colaborador Manuel Millares Sall.
Con motivo de la exposición de pintura en la Galería
Metras, de Barcelona, aparece en Destino del 26-3, p. 51,
un artículo de Juan Perucbo bajo el epígrafe: *U\ realismo
agresivo cle Manolo Millnres~~, en cuyo texto se refunden
varios pñrrnfos de crítica de nuestro pintor, «escritor a
ratos, vigoroso y panfletario». La pagina especial de Diario
Las Paktzas dcl 7 de abril 1966, Cwtel de Zas Zet~as y Irus
ar;tes, reproduce el mencionado trabajo cle Perucho.
Casi simultánea con la exposicidn en CataluAa, Manolo
Wllares exhibe otros cuadros también en Munich,
§
Juan &n-rero Uosch, autor dram@ko y futuro colabo-rador
nuestro, acaba de recibir el codiciado premio Pérez
Gald6s cle teatro 1.965 con su obra Gwnz& o sáúndo de
fiesta. El Ec o d e Ca nara’ns del 27 de marzo de 1966, p. 9,
anuncia la concesidn y hace pública una encuesta, que es-cribe
Pedro GonzBlez-Sosa, hecha al dramaturgo. Este mis-mo
peribdico (X-5-66) resefln la lecturn de la comedia por
su autor en la Casa de Colbn el día 25 cle mayo y glosa
los comentarios de Juan Marrero acerca de su propio tra-bajo,
citando sus palabras: «En cuanto a su significacibn
(de la obra) dijo: Creo qzce mi obra es social, ?mZz’.sta, vio-hwta,
tcstako&zL y qace posee In pocsln d~~anzática & hoy,~
Diario do Las Palms, también en la última fecha citada,
publica una interesantísima crítica de la comedia clramh-tica,
firmada por Agustin Quevedo.
La Televisibn Espafiola ha puesto recientemente (mes
de abril 1966) la obra, de Claudio de la Torre, titulada
La contraseîk del alba.
Pedro Schlueter Caballero publica en el Diario Las
PaZmas, del 21 de marzo y ll de abril tiltimos, en la sec-
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cidn Opikd?z plíúlica de dicho rotativo, dos artículos titu-lados
l3qzdM’o ea las gnflgtias nzodwnas y Conciertos
en EZ P&ex GaMds, respectivamente, ambos satíricos, de
crítica civil y musical.
§
Juan Bosch hiIillares pronunció el día 1 de mayo en la
sociedad el Gabinete Literario, una conferencia en el acto
de clausura de la exposición de la pintora Pino Ojeda. Este
acto fue televisado.
Con fecha 7 de mayo último, aparece en el Eco de
Cnn~vins LIS extenso artículo firmado, por 1. M. M., sobre
el libro &enfoos de M&icos Canarios, del que es autor Juan
Bosch Millares y en el que se hace referencia también a la
personalidad cie éste.
§
En la XII Exposicidn Regional de Bellas Artes, cele-brada
en el Gabinete Literario, se expusieron tres cuadros
(Cristalografía 1, 2 y 3) de Jane Millares Sall. A dicha
obra le fue concedido el premio del Real Club Náutico.
Al cumplirse el primer aniversario de la muerte de
Juan Millares Carlo, ame su tumba, y con dicho motivo,
un grupo de intelectuales canarios encabezado por el poeta
Saulo Tordn, rindi un homenaje a su memoria. En dicho
acto Agustin Millares Sall, su hijo, dio lectura a unos poe-mas
de Prehcdios, obra ríublicada en el número 3 de esta
revista, que se debe al fallecido poeta.
§
En el Museo Canario se celebró el 15 de marzo pasa-cl0
un acto poético en el que intervinieron, entre otros,
Agustín Millares Sal1 e Isidro Miranda. El primero, leyen-do
varios poemas suyos, y el segundo haciendo la presen-tación
del acto y de los poetas participantes. Fue organi-zado
por un grupo de estudiantes del Instituto y para re-caudar
fondos a favor de los damnificados del Confital.
En La. VangMa?dia Espa.Aola, de Barcelona, de fecha
28 de octubre del pasado aiio, publicó Melchor Fernhclez
Almagro un articulo sobre el libro Antolocqla de Za Poeda
Social, En él hace mención de los poetas que siguen ac-tualmente
en España dicha línea, entre los que incluye a
Agustín Millares Sall. Este poeta ha sido inViCEtd0 por la
Universidad de Indiana, de Estados Unidos, a dar varios
recitales en dicho centro universitario.
En el Casino de la Luz, en Agaete, con motivo delas.
fiestas de primavera en aquella villa, se celebró el i9 de
marzo 1966, un recital pobico en el que intervinieron Jos6
Caballero Millares, Fernando Ramírez y Agustín Millares
Salt. Inicio la sesiõn, con una cliser’taciõn sobre el origen
econSmic0 cle la poesía, que termina con un canto a la
primavera, Isidro Miranda Millares. Dejamos en este PB-rrafo
constancia de que fue entonces el ddwt de José Ca*
ballero ante el pilblico, como lector de su propia poesía.
El 29 de abril, con motivo de la conmemoración de la
<lltima batalla entre guanches y espafioles, se celebró en
Ansite, escenario de la lucha, una manifestación cultural
en la que Agustín Millares Sal1 intervino, recitando una
composición dedicada expresamente a aquella coyuntura
histórica.
El dia 28 de marzo pasado se realizd en el MUSEO CA-NARIO
un homenaje al gran poeta español Miguel I-TernBn-dez,
con motivo de SLI muerte, acaecida en fecha igual de1
aiío 1942. Es interesante anotar que es el primer acto de
esta indule, destinado al indicado poeta por aniversario de
su lamentable y prematura desaparicic$ celebrado en SLI
patria, ya clue hasta hace muy pocos aAos no se ha divul-
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gaclo SU OblX en ESpaña. Como hoy, el arte de Píndaro no
es consiclerado de interés general, las reseñas perio+ticas
locales dejaron notar SU falta. También se echaron de me-nos
anuncios adecuados. La prensa provincial se limitd a
exiguas notas, muy difíciles de hallar en sus páginas. To-do
ello nOS ha inducido a exponer en esta sección, con
una amplitud no acostumbrada en estos p8rrafos, una re-,
lación del acto. El recital fue presentado por Isidro Mi-randa
Millares. Explicó en unas palabras en que consisti-ría
y luego dijo que queriendo intervenir en el homenaje
con la dignidad que la altura de tan gran poeta requería,
previamente había enjaulado en unas cuartillas unas pala-bras
con el fin de que no perdieran su justo lugar al de-cirlas.
De inmediato ley6, efectivamente, una semblanza.
Luego, escritores y poetas cantaron los poemas «Elegía a
García Lorca», «Canto del esposo soldado», «El niño yun-teros,
«Sudor», etc., de los libros El ra.yo que no cesa J-Vkw~
o del Pueblo. Los poetas que recitaron fueron Agustin
Millares Sal1 y Josb Caballero Millares, entre otros vates
y escritores como Manuel GonzBlez Barrera, Ldzaro San-tana,
Emilio Díaz y Salvador Sánchez García.
A continuacidn, Emilio Díaz pronunciõ unas palabras
sobre Miguel Hern&r.wlez en las que consideró como «poeta
del pueblo» al gran lírico, sefialando la raíz de su poesia
en los grandes clásicos, Quevedo y Gbngora. SiguiS una
versión de Égloga fdneb?*e n Ia nzuerte Zeda de un poeta.
Los voces de Miguel Hernkndez, Garcia Lorca y Antonio
Machado de esta composición de Alberti, fueron respecti-vamente
interpretadas por Agustín Millares Sall, Isidro Mi-randa
y Emilio Dírìz. Francisco Sánchez dijo la voz del
Toro. El narrador estuvo a cargo del clulce decir de Car-mina
Miró. Las palabras narradoras y recitativas descan-saron
en un fondo de mtisica española de guitarra a lo
largo de todo el poema. Francisco SBnchez pulsaba las
cuerdas, mientras actuaban 61 y los otros intérpretes di-chos.
La disposición de la escena presentaba una mesa
cubierta de damasco, encima de la cual, cara al público,
se alzaban tres grandes fotografías de Lorca, Miguel Y
Machaclo. Los actores, sentados detrAs de los correspon-dientes
retratos, Prcixima al foro derecho, ante un micrá-fono,
Carmina, con traje negro riguroso, encarnaba al na-
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rrador, como hemos dicho. Por el otro Iado, prdximo a la
mesa, Francisco ScZnchez, sentado también, tocaba la gui-tarra.
Por Cltimo, un ntimero no escaso de poetas leyeron
poesías dedicadas al poeta clc Orihuela. Agustín Millares Sal]
dice unos versos in&litoc, compuestos expresamente para
el homenaje. Tambien se oyeron las voces en esta tercera
parte del acto, de Manuel GonzBlez J3nrrera, Lázaro San-tana
y otros, Se revistib el espect8culo con una particular
emoción en el momento en que, espont8neamente, algunos
expectadores pasaron al proscenio para expresar un con-movido
tributo al poeta evocado.
A continuación transcribimos la semblanza de Miguel
HernBndez, escrita por Isidro Miranda.
EN ElECUEBDO DEL POETA
(A los 24 afios de la muerte de Miguel HernBndez)
Amigos poetas, dejadme hablar de Miguel. Unas pala-bras
tan ~610. Dejadme decir algo de 61, de su nifiez, de
su juventud y de su muerte tan temprana. Yo no tuve la
suerte de conocerle aunque le llame Miguel, Miguel a se-cas.
Puedo hacerlo porque, a pesar de su Perito en Lwnas,
es un juglar y ya sabeis que ese mester permite la amis-tad,
la camaradería, no es exigente en el trato.
Le veo muy joven, casi un nifio, echado en las coli-nas,
por loa prados y las eras llevando su ganado; asimi-lando
directamente un mundo, una realidad de soles, de
trigos, de montes, de hontanares... Un material abierto,
ante sus ojos, de amplios aires, de nubes, de cielo inaca-bable,
Y el tiempo fluyendo en días -de sol o de tormen-ta-
unos detrhs cle otros, aumentando y clesconthxlose a
SU florida adolescencia. Tan pronto el trueno o el relám-pago
o el rayo, como soles quebrados en las piedras, te*
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didos en el valle, isorprenden su cabal conciencia! y le ha.
cen abrir un poco m9s los pslrpados 0 apretar más sus la-bios
arrugados del silencio. Todo lo que ve y todo lo que
siente se le va dentro, muy hondo, Allí queda, no es aún
la hora del reflejo. Así Se llena su alma sufridora y se
colma su voz, como llega el botón a fruto. Henchida la.
frente de palomas, de archgeles-abejas, de manzanns, de
fresas y limones, cuando su mirada divaga en los sende-ros,
alguna vez, la figura de un labriego sediento y sudo-roso,
al hombro la azada 0 la piqueta, se desliza como una
posibilidad frustrada, como una nube que Miguel no al-canza.
Pero los días se suceden y su corazbn descubre Ia
amistad y el luto. Y es por la amistad que puede devol-ver
ese mundo solitario al mundo. Una explosion es su
voz, una descarga. Y entonces con rapidez escala, sube,
llega a ser LI~IR figura de la lírica hispana. Gana un mundo
de asfalto que PI no quiere cambiar por el que siente aq&
(en el corazbn) de labradores.
Miguel es, como Paul Verlaine, un poeta malclito, un
poeta nacido bajo el signo de Saturno y un implacable
destino .Fragua con insistencia su desgracia. uUn carnívoro
cLIcllillo - de ala dulce y homicida - sostiene un vuelo y
un brillo - alrededor de mi vida.» Y él es consciente de
la ferocidad de su sino: lo presiente. Toda su obra poetica
esta llena de estas alusiones. Sí, es un saturniano que dice
lhmarse barro, aunque Miguel se Ilame. No puede gozar
de la levedad de un tiempo en que es figura y su canto
robusto es escuchado con asombro. Su tristeza profunda,
griega, le sigue a tocltis partes. Le sigue y le persigue cl
hierro en el sueño del verso y en la realidad palpitante.
Ese metal, ‘que en su mejor edad le oprime, acaba con sus
días. Su corazón, a los treinta y dos afios, no puede aguan-tar
ni resistir el frío de la piedra sombría ni al sol hecho
pedazos en la reja.
Poco a poco su alma colmenera se va por los caminos
de los pajaros, apartfindose de un polvo sucio de odios e
intereses, Se marcha así, pero con una inmensa pena de
abandonar su gran anlor y el nervioso grito 0 fruto de Su
sangre. Treinta y dos años son pocos afios, se tiene PI
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alma y la cabeza llena de cosas, mas Se Siente CLlriOSidad
todavia.
Pero, amigos, yo creo, y quiero que ustedes conmigo
también lo crean, que la muerte de Miguel es una pequeña
muerte. Es algo así como una muerte formal nada mas.
Al fin, la vida no es solo agitar los brazos y las piernas,
comer, beber; satisfacer instintos y necesidades; o luchar
y rechinar los dientes, o matar, odiar, acechar certera-mente..
. Tambien es, y de modo principal, amar, hablar
rompiendo nuestra soledad. Y la palabra de Miguel estd
en el ambiente, su jugoso corazón, si bien inmdvil, rezuma
aún su maravillosa savia.
Por eso no venimos aquí para arrimar, a los veinti-cuatro
anos de su muerte, unos lirios a SLI tumba, sino
para poner en el aire de esta sala su extraordinaria y re-cia
voz.
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