SONETOS
(1945 - 1963)
AQUf
Aquí vivl los siglos de la infancia.
Esta luz me coció, y el rojo monte
que en el pretil azul suefia distancias
prendio en mí su desvelo de horizonte.
Me fui, pero me acerco a fieles saltos
hora a hora aunque avance hacia otro suelo.
Sabes que hasta los pajaros mas altos
rumbo a su sombra anclada van de vuelo.
Ellos de cualquier legua de un camino
recogerán la mía, y con su carga
vendran para dejarla sobre el huerto
donde sólo se siembra. Aquí el destino
tendrá por fuerza que enterrar la amarga
simiente vana de mi cuerpo muerto,
83
MUYER DESCALZA
¿Van tus huesos a tierra, por los huecos
que saben las raíces? (Tu mirada
esta flotando ahora entre los flecos
de un borbotbn de savia liberada?
Oh muchacha descalza y combatida
por la maiíana en celo; no posada
sobre los surcos húmedos: brotada
como un h-bol de fronda estremecida.
Tibia y ensangrentada galería
te adivino por dentro, prolongada
a la ultima hondura y más lejana.
Quizás desde tus ojos se vería
lentamente avanzar la caravana
que viene hacia la vida, de la nada.
A SAN PUAN DE LA CRUZ, YUNTO AL ADAYA
Los peces del Adaja son
incorruptibles...
(De una <Guía de Avilas).
Tu voz, como criatura de este río,
incorruptible por los siglos suena
exhalãndose en vaho de azucena
embriagada con uvas de rocío.
l3estia que alienta pero ya sin brío,
bajo su sombra yace derribada
-oh voz-nrcRnge1 como un chopo alzada-la
lengua agostadora del estío.
Hasta la propia boca de la fuente
traigo mi seco verso y su bautismo
ardientemente pido a tu agua pura.
Como el tuyo, 61 discurra bajo el puente
del tiempo musitando siempre el mismo
aromoso latido de frescura.
84
A MI ABUELO, DETRÁS DE LA VIDA
Yo a este lado del muro y tú a la parte
de alla. CCerca, lejano? Tú callado;
yo gritando en silencio y obstinado
negándome a cansarme de llamarte,
Habla. Susurra apenas. Da un vagido,
un golpe con t~1.5 puiios, 0 un ligero
arafínzo en la cal. Yo solo quiero
saber si en este instante esta tu oído
pegado a la pared, como esta el mío
sorbiendo tu callar. No he de pedirte
entero tu secreto: si es desierto,
o mar, o senda, o cima, o bosque umbrío
lo que se ve despues. Quiero sentirte
para saber si ahí se está despierto.
EL POETA CONTEMPLA UN LEYANO SLJEN‘O SUYO
(...ya miran en el tiempo...
A. MACHADO).
Es el atrio de abril y la violeta
desolación del monte lacerado.
Y el mar lejano y quieto, levantado
igual que una muralla del planeta.
La hoguera del silencio arde en el huerto.
Arrebatada luz el día ordena.
Cerca de un palpitante libro abierto,
bajo el durazno en flor, un ni80 suena.
Oh cristal con latido. Oh transparente
carne la que tensada esta en su frente:
todo el secreto ambito estoy viendo.
AI16 adentro una mano adolescente
sobre el papel alumbra febrilmente
los versos que la brisa está moviendo...
HOMBRE SOY
Hombre soy, tierra en pena levantada
ciegamente a la altura de los sueÍíos.
Ya trepo por el aire, o me despeño,
pero siempre avecilla encadenada.
l3espués, cuando se rompa la delgada
hilaza que me tiene aquí -un isleño
perplejo del vacío- y ritual leí30
clave a un surco mi sombrti abandonrzda,
<me quedare por siempre entre raíces?
20 una distinta luz mis cicatrices
untará? Pero & quien hablo? {Acaso
sabe el hombre respuestas ciertas? Vaso
sólo es de preguntas desaladas.
Y lo demks son bocas apretadas.
A ALGUNA PARTE VAMOS
A alguna parte vamos. Cierto. Adónde
aun no lo se, La tumba es un arajo:
otro camino al fin. Es más abajo,
más arriba quizás, donde se esconde
la meta de este viaje tan arcano.
2Lo.s muertos? Sí. Lo saben, ¿Van Ilegando
uno a uno al cogollo de la mano
que el raudal de la sangre irá ovillando?
Pero los muertos callan. S6Io el viento
(0 acaso el mar, 0 un pájaro) contesta
la pregunta más fiel que padecemos;
y, aunque hondos de siglos, no sabemos
ni sospechar siquiera que respuesta
cela en su voz el mar, el ave, el viento.
MANUEL GONZALEZ SOSA