REVISTA TRIMESTRAL PATROCINADA POR
EL MUSEO CANARIO
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
ARO 11 -NÚM. 5 JULIO - SEPTIEMBRE, 1965
CORRESPONDENCIA: DOCTOR VERNEAU, 2
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Tip. « Lezcano»
Dq7ósito Lcgccl G. c., 650-1965
SUMARIO
PAGINAS
s-7
Ir-15
17-31
33-36
39-56
57-6~
43-44
65-72
73-79
83
84
85-86
87-91
95-128
131-140
x41-149
151-158
159-160
UN AÑO . . , . . . . . .
AGUSTÍN MILLARES CARLO: yosé Gallego Díaa . .
JUAN BOSCH MILLARES: La mtdicina popular caitaria .
RAMÓN CARANDE THOVAR: At*turo Dupecier . .
AGUSTÍN MILLARES TORRES: Ella y yo. . . .
AGuSTíN MILLARES CUBAS: Primer contacto con ta son&a.
JUAN MILLARES CARLO: La vkjecita de IU familia .
JOSÉ BALTASAR CHAMPSAUR MILLARES: La pobf*e Toaa.
MARIA ROSA DE LA TORRE MILLARES: &as . .
DOLORES MILLARES CUBAS: Z'rartsformacio~tcs , .
LUIS MILLARES CUBAS: El cetnenterio de mi tierra .
husTfN MILLARES SALL: Oda a México .
Oda al Puerto de la &ua 1
CLAUDIO DE LA TORRE: El viajero . . . .
ISIDRO MIRANDA MILLARES: Realidad erz el at-te . .
A. H. M.: Bibliografía . , . . , .
1. M. M.: Actividades . . , . , .
NUEvOS COLABORADOKES . . . . . .
Cubierta compuesta por Manolo Millares.
Viñetas de yarze Millares Sall.
MILLARES, con el número cuatro, aparecido
en junio, deja, un año a sus espaldas. Dada,s las
caracteristicas de esta publicación bien puede decirse
que alcanza, en este tiempo, la mayoria de edad.
De la madurez no hablemos todavía. La praxis nos
señalará, cautelosa, la evolución indudable que han
de seguir inexorablemente nuestros propósitos, deseos
y acciones.
La pequeña historia de los cuatro ndmeros se
origina en la proposición de un trabal.0 serio y ex-tensivo
a toda la familia que Agustín Millares Sal1
hace a Pedro Schlueter y a José Caballero Milla-res,
al enseñarle estos últimos un ejemplar de una
revista casera, mccan~ograf‘iadal con titulo BENAHOAVE,
de la que existen cuatro muestras y a la que con-sideramos
ahora embrión superado en un cambio
brusco de nivel. Como soplo al rescoldo, encuentra
un ambiente cálido y renueva el fuego tradicional,
la inquietud -ya secular- de los que llevan nues-tra
sangre. Vna circular redactada a temeraria
velocidad fue impresa y entregada; la acogida, po-dríamos
decir, unánime.
Entonces surge, tal vez, algo nuevo. Un grupo
se pone al trabajo, todos los que componen este
núcleo colaboran al mismo tiempo con interés y
desinterés marcados. Sin precedente, una revista li-teraria
sale a la luz con base económica sustentada
pr una sola Jl”milia (esto en principio, pues luego,
susr;rilo,-es al;rzig.os, cada vez más numerosos, con-tribuyen
también con su aportación a nuestra obra)
y lo que aún es más raro: todos los trabajos gue
se editan son obra cedida, exclusivamente, por h-
&‘viduos de la misma, Uiza ,?abor conha -sabt»‘o
es que de un SOLO hom.bre no hcty posible obra-)
ura cntuscasnzo sm límites y una unidn casi per-fecta
hacen que nuestros deseos se vean crista.lizados.
Lo que acabamos d e anotar consl.ittrye el as-pecto
original de nuestro esfuerzo. Es decir, que
codos los trubaj*os que se ediLan sean de Jamih’ares.
Y IzaS sido visto, entre nuestras amistades, con sim-patía
por una parte, y por otra, COR desqrobación.
Es di&1 contentar a todos. Aun en el seno de no-sotros
existe esta división de opiniones. Hasta alzo-ra
se Iza impuesto una de ellas.
Pero como todo, esto también presenta otra
cara. Tratemos de examinarla, Puede ser que se in-curra,
que se esté incurriendo, en una excebiva con-sideración
formal del asunto por nuestra parte.
Al mirar la cuestión con otra luz es posible que
veamos Tue una reuista sólo es una ventana cuyo
único oficio es mostrar entre dintel, repisa y .jam-bus
las ideas; o lugar, espacio donde se cambian
los pensamientos, se ponen en orden y son ofrecidos
a los demás como mercancia susceptible de ser ad-quirida
o rechazada. La función primo.rdial es,
por consiguiente, la relación, la comunicación. Asi
que SU valor será tanto mayor, cuanLo más extensa
sea el área de dichos contactos. Expuesto en. esta
forma realista y consecuente el dilema; en.ocada
la tarea, la auténtica función, parece diluirse r
perderse el prurito de originalidad.
Sin embargo, como hemos mencionado, se im-pone
‘un criterio de Limitacio’n. Pero este criterio
se apoya en dos razones que se enlazan. Primera
(formal), ya aludida: hacemos algo nuevo. Segun-da
(necesaria): instinto de conservación. En efecto,
la vitalidad de la revista se ampara y, en cierto
modo, se justifica en ese intrínseco derecho que
tiene todo intento a desarrollarse.