TEATRO
No hay teatro de arte ni arte del teatro;
huy, sencillamente, teatro.
JOSÉ BERGAMfN
LEYENDA DE UNA SONATA
Estampa romántica en un acto,
dividido en dos cuadros.
PERSONAJES
MARíA BRLJCN.
LAURA.
SEÑORA.
LUDWIG VAN BEETHOVEN.
JOHAN BRUCH.
hINmE LICHNOWSKY.
CABALLERO 1.'
CABALLERO 2.'
CABALLERO 3.’
CABALLERO 4.’
CABALLERO 5.'
CABALLERO 6."
CABALLERO 7.’
HOMBRES y MuJ.
Circunstancias en que se imaginó.
En el verano del neo 1964 me encontraba en Zn issln
de Tenerzfe haciendo mi primer campamento de iVi.kias
Universitarias. Recuerdo con qu8 alegrfa veía aproxima yse
los sdbados y días de fiesta, pues ello suponía, entre otras
mtdtas COSCLT, ed fû0 tener qLte soportar aqtml cornetin que,
de forma despiadada, Izeria nuestras 0;ido.s a Ias seis y me-dia
de cada mañana.
Y fue Precisamente eu uno de aquellos pemaisos, qzle
i~zva~iablemente &ilixaba para visitar Santa Crux, waudo
comprd un libro qwo, frus su Ic&wa, nte dio pic para
componer esta esce?U~icací& yonactntjca. Se trataba de L:z
sinfonía inacabada de Alej’andro Casofza, autor de quieyt,
meses antes, había obtenido el autógrafo en Las PaImns.
Confieso que aqHe1 homenaje a Franz Schubert me
Iìamó tctktto In atención que en mi nncid In idea de dar
tributo a mi mik5ico favorito: Ludwig- van Beethoven.
La tarea, BM un p??kc.i$io tentadora, se p~~esewtaba
llena de inconvenáentes: la vida de Beethoven se mostraba
riquisima eu ankdotas y In labor de seleccidn, pou tazto,
bastante difícil. Mas, ~019~0 contrapartida a Za dijicultad,
estaba ese femiente deseo de poder brindar mi peq&leEo Izo-menaje
al gran Beethoveft, personaje que me habla y me
sigue depnmndo iniguniabte.5 instantes de goce m24siccnZ.
Y mi ambición iba a mnds: quería presentar atn Beetho-ven
diferente, amable, sig$ In angustia de su futwa so??-
dera o en posesidn de ella; quería dar a conocer un Beetho-ven
que no nos inspirase compasidn wi complejo nucte .srl
geniaZidad desmesuwda; qaw~ici, en síwrm, que el Beetho-ven
al que pwtewz%z danl- vida fuera kw sencilk? como
caaìquier pewona sencilla.
Fue el cmw el que me ofreció In o$ortunidad tanto
tiempo esperadu: las ciYcu?tstancias en que zt%?a de SUS
obras más copLocidns se habla escrito, Za estaba OyC7ZLEO
en MM programa musical de !?adio. Todo encajaba a In
peyfec$& en mis deseos. No caá/a akda: habr’n eîrcolzt?w
do el motivo de mi homenaje LZ Ludewig van Beethoveîa.
101
PRESENTACIdN
(A te1611 corridu)
VOZ DEL PRESE~ThDOR.-SeROraS y seiíores: tratar de dar-les
a conocer al personaje central de esta obra, Lud-wig
van Ueethoven, seria una labor que llevaría mu-cho
tiempo. De todos los momentos de su vida se
habría de hacer mención o, al menos, de los más
importantes y lo que, en un principio, fuese presen-tación
terminaría por ser disertación sobre el gran
músico; de ahí que la dificultad se dejase sentir des-de
el primer instante. Mas, confiando en la buena
voluntad de todos, vamos a pasar por alto esta cir-cunstancia
y, así, entraremos de lleno en el motivo
sobre el que se basa esta escenificacidn.
Cuando, en 1802, compuso Beethoven SU sonata
para piano en do sostenido menor la denominó So-nata
quasi urca fauttas~a. Y ha sido precisamente
esa palabra -fantasía- la que, desde entonces, ha
proporcionado a críticos musicales el tema suficiente
para dar por base a esta composición un conjunto
de leyendas románticas.
Algunos manifiestan que esta obra narra el re-cuerdo
de los momentos pasados junto a su amada.
Otros el reflejo de la felicidad y del mal de amor.
Otros qne Beethoven se inspiró en una composición
poética de Seume: ï;a oracidn -plegaria de una jo-ven
ante un altar por su padre enfermo-, describien-do
su música la súplica de esta hija.
Pese a todo lo dicho, la hjstoria que, en tiempos
de Beethoven, corría sobre su sonata Cìaro de Zuna
-llamada así medio siglo más tarde por el crítico
Ludwig Rellstab-, era la que hoy constituye tema
de esta estampa romántica.
102
LEYENDA DE UiVA SONATA
ACTO tJNIC0
La accih transcuna en Viena, a princz’pios del si-gzo
xm.
A teldn con-ido, se oye el final de Za sonata en do me-nol’,
op. 13, de Beethoven, Sonata patética. AZ ncnbarésta
se escuchan aplausos, confundiéndose, más tarde, con vo-ces
de pemonas que comentan.
EZ escennrh yepyeeseftta zln aewt?*e bastidorcs~~ de z.1~
teatro .
AZ levantarse el teEón, hay en escena varios gwtpos.
De i,zquieerda a derecha, que SOJ$ Zas del espectador, se en-cuentra
un primer grwpo de dos caballeros, a los que ZZa-naaremos
cnbnllw0s 1.’ y 2.‘. 1Mrf.s hncia el centlv, y en
primer thnino, Maria y lohan BrucJa, ambos de una edad
comprendida entre los 25 y 30 aRos. En segundo thwino
y hacia In dereclza, un tercer grtipo compuesto por 20s ca-balleros
3.‘, 4.” y 5. ‘. A continuacidn, y en primer t&-
mino, los cnbndleros 6.’ y 7.‘, mía s&ora y Ludwig va?<
Beetlzoven, que represenka unos trehta aizos. Mientras dura
el cuadro, pasan, con cieerta regularidad, seBoyas y caba-
Zeros buscando Za saldda -late’erad akquierdo- 0 yentio a
los camerinos del teatro -2ateevaZ derecho-. Se conaenta
en los gruPos.
Enapiexa Za accidn.
CABALLERO 1.'. -(A caballero 2.“.) {Que le ha parecido el
recital?
CABALLERO 2.“. -Cr&nie: no se que pensar. Este mucha-cho
es ciesconccrtnntc.
103
CABALLERO i.".- <Desconcertante?
CABALLERO 2.“.- Sí. No encuentro otra palabra para ex-presar
la sensación que ha producido en mí.
CABALLERO l.'.-- <Reconocerá al menos la brillantez de su
juego?
CABALLERO z.“.--Me gustaría, pero no puedo. Noto una
gran falta de delicadeza en su ejecución. Ademas,..
CABALLERO 1.'. -(lic&en?cm~ieïldo.) íPor- Dios! No digzt us-ted
eso.
CABALLERO 2.'.--... en ocasiones se me antoja algo borroso.
CABALLERO 3.‘. _(Que se aproxima desde el tercer gr@o.)
cQue tal, señores? (Me equivoco o hablan del joven
Beethoven?
CABALLERO 14’.-Eso hacemos.
CABALLERO 2.‘. -Y el desconcierto reina entre nosotros.
CABALLERO 1.‘. -En usted solamente, mi querido amigo.
En usted solamente. (A c~ballwo 3.O.) {Y que opina
nuestro primer crítico musical?
CABALLERO 3.“. -No dejo de reconocer su valía al impro-visar
libremente. En esos momentos es cuando ver-daderamente
se encuentra a sus anchas.,. ]El tiem-po
dirA!
CADALLDRO 3.‘. -SeHores: Viena está plagada de músicos
deseosos de fama. {Que de particular hay que, de
vez en cuando, nos llame la atención alguno que
otro? De lamentar sería si no ocurriese así.
MARÍA.- (Que jwzto con su hermano han permanecido es-cuchando
al gw$o crfltevio?*.) ~j3,a.s oído, Johan?
J OHAN.-Sí.
MARGA .-<Y no te dan ganas de abrirles los ojos? {De de-cirles
que están ante una figura inmortal?
JOHAN.-En todas partes hay gente ciega... IOh, perdona!
He dchidn nfenderte.
MARIA.--NO te preocupes. El ser ciega no me impide apre-ciar
la belleza. Y lo que esta noche he oido me ha
llenado de felicidad.
JoHAN.--2Tanto te gusta su música?
MARTA.-Siento verdadera pasidn por ella, (Con vetzemen-cin.)
Sus acordes son la misma luz del día mtis claro
y brillante.. . Sé lo que piensas: que debo estar loca
104
al hablar de luz y claridad, cuando para mí todo es
la oscuridad de la noche más cerrada.
JoHAN.-Querida María: <que te parece si nos vamos? El
concierto terminó hace rato.
MARfA.--(Si?2 ha&?? Caso.) {Te fijaste en el conjunto de
adornos accidentales, que luego terminaban en mo-tivos
llenos de verdadera belleza? ¿Y despues, mo-dulauclo
en ULI 1011~ cor~~pleta~~~tr~ite dislinlu, cdrnu
expresaba las pasiones mas violentas? Creeme, Johan:
estamos ante un genio de ejecucibn soberbia.
J OHAN. -&Soberbia?
MARÍA.-Si. Tan soberbia y grandiosa como su inventiva.
JOHAN.-Por favor, María; (salimos?
MARÍA.-Ahora. Pero antes dime una cosa,
J OHAN. -¿Qué quieres saber?
MARGA. -<Puede verse desde aquí a Beethoven?
JoFIAN.-(~M~?wz~o.) Sí. Está rodeado de personas que le
habl¿Ul.
MARfA.-{POI- que no vas a eI y le pides que nos escriba
su nombre en un papel?
JOHAN. --{Te has vuelto ‘loca?
MARtA.-Quizás. Jamás podre ver lo escrito, pero es un
capricho. Además, si no lo hace, ire yo misma.
J oHAN.--Está bien: ire. Pero no me gustaría dejarte sola.
iK45%4.--Llama entonces a Laura.
JoHaN.-(Mirando Iaacin el Inteval iáyuienio.) Está junto a
la puerta. (Hace wnas ss~7’ns,) Ya nos ha visto. (DCZ
Ltigiw indicado sale Lnurn, naujey de unos cuarenta
a#os, donceDa de María, que se aproxima a ellos.)
MARfA. -(Viene?
JOHAN. -Sí. Aqui esta.
LAURA. -(Desea algo la senorita?
MARIA.--~~, Laura. Acompañame un momento... (Llazl?a7+
do:) Johan.
J OHAN. -~Qué, hermana?
MAB~A.-- Ya puedes ir. Te espero en la salidn.
JOHAN.--De acuerdo.
MARtA.-VBMOS, kU.ll-a.
LAuRa.-iAcompaño a la seflorita a Su casa?
MA&A.--No. Lkvame junto a la puerta y luego podrás irte.
105
(Jfay/a y Lawa van hacia el Zateral iqwierdo.
La segunda desaparece por t?/, mientYaS ikfarh @el’-
manece en el lugar. Johan, POY otra parte, se enea-ntina
hacia el grupo en donde se encuentra BeethO-ven.
AE pasar junto a los caballeros 4.’ y 5.‘, le su-
Zuda eE prime?‘o.)
CABALLERO 4.“.-~Johan Bruch! iQut2 sorpresa!
J OHAN.-~LleflfIS noches,
CANGALLERO 4.‘. -gQu12 tal está?
JoHAN.--(Sah4dando con Za mano.) Muy bien, gracias. ¿Y
usted?
CABALLERO -1.". -Perfectamente, gracias... /Que! cQue le ha
parecido el concierto?
J OHAN.-Ya sabe que la música no es mi fuerte.
CABALLERO 4.0.-zEntonces?
J OHAN. --He venido por acompañar a mi hermana, que, por
cierto, se ha empelíado en que pida a Beethoven su
firma.
CABALLERO 5.‘.--- iAh! (Esa serIorita que estaba con usted
era SLI hermana?
J OHAN.-.hí eS.
CABALLERO 4.“.- iOh, perdonen1 Ustedes no deben cono-cerse.
Johan Bruch. Johan: el director de mi perió-dico.
J OHAN. -Mucho gusto.
CABALLERO 5". -(LMndole la mawo.) Encantado.
CABALLERO 4.'. -zEntonces la buena de María quiere el
nut6grafo de Beethoven?
JOHAN.-Efectivamente.
CABALLERO 4.“. -Pues no se preocupe. Yo mismo me en-cargare
de presentarselo.
JOHAN.-NO sabe cómo se lo agradezco.
CABAJ-LERO 4.'. -(AZ caballero 5. “.) ;Sabrá dispensarnos?
CABALLERO 5.“. -Por favor, vayan.
JOHAN.-(R cnúnZde~yo 5.O.) Buenas noches.
CABALLERO 5." .-Buenas noches.
(Ei caballeo 5.” hace nzwtis por el Zateral i8-
qztieydo, mEentf*as JoJzan y el caballero 4-O se acer-can
a Beethoven.)
CABALLERO 6.". -Cr-Carne, señor Beethoven: su recital ha
sido exLraurclinari0.
106
BEETHOVEN.-Muchas gracias.
SEÑORA.- Prométame que muy pronto nos visitará para de-leitarnos
con su músìca.
BEETHOVEN.-La verdad, no se...
CABALLERO 7.“. -(Amable.) No valen excusas. Tanto mi
esposa como yo tenemos verdaderos deseos de oirle
nuevamente.
BEETHOVEN.-NO prometo nada, pero hare lo posible por-que
así sea.
SEÑORA.-ioh! Será una velada marnvillosa. Digna de pa-sar
a la historia.
CABALLERO 4.“.- (Istewum&‘endo,) {Me permiten?
CABALLERO 6.O.- No faltaba m8s.
CABALLERO 4.‘. -Amigo Beethoven: quisiera presentarle a
otro amigo muy apreciado.
BEETr-rovEN.--CCuBntos lleva esta noche?
GBALLERO 4.“~(Riendo.) He perdido la cuenta.
BEETHOVEN.-2Y bien?
CABALLERO 4.“. -iOh, sí! Ludwig van Beethoven. Johnn
Bruch.
J’oHAN.-(S&~~~~LO.) Es para mí un placer el conocerle.
BEETWOVEN.-E~~~~L~~~.
J OHAN.- Aunque mi opinión vale muy poco, ya que no soy
entendido en música, quisiera felicitarle.
BEETHOVEN.-Se lo agradezco. Lo que no alcanzo a com-prender
es como existen personas a quienes la mú-sica
no dice nada.
CABALLERO 4.‘. -(A Beetkovem) Johan quería pedirle un
favor.
BEETHOVEN.-(A ]ohan.) Usted dirá.
J OHAN.-DeSemi¿i, si nu tiene inconveniente, nus regalase
su firma.
BEETHOVEN.-(NOS..?
JoHAN.--Sí. Mi hermana y yo.
BEETIXOVEN.-NO la veo.
JOHAN.-% que,..
(Por el Zateral derecho ha aparecido el ~~hci~e
Lic’chnowsky, hombre de unos cuamnto años, quieq
al ZZegar al grupo, intewumpe a Johan.)
P. LIcHNowsPv.-Perdonen. Por favor, Ludwig, ipodría ha-blarle?
107
BEETHOVEN,-Enseguida Soy SUYO, príncipe Lichnowsky.
(A los WSWZ@S.) (Espero sabran excusarme h-ante
unos instantes?
CABALLERO 1.“.- Esta usted excusado, caballero.
(.&et?coven, junto con el pdncipe, se encnmtnafz
at ,?ado isqítnierdo del escenario. AhY continw’a ha-blando
el priwr grupo.)
CABALLERO 1.“. -(A cnbnlleros 2.” y 3.O.) Me gustaría de-mostrarles
que estan en un error. Creo que de su
persona y mUsica se escribiran el día de mafiana
grandes elogios.
CABALLERO 2.O. -No opino lo mismo. Usted pretende...
CABALLERO 3.“. -(Imkrzm~iendo.) Propongo otro lugar pa-ra
continuar esta pequefia cliscusidn. {Qué les pa-rece
mi idea?
CABALLERO 2. O. ---Muy acertada.
CABALLERO 1.‘. -Sí. Salgamos, (Hncelz vnutk poy el lateral
izquiento ,)
BEETHOVEN. -;QUeria usted, príncipe?
P. LrcHNowsIru.-Zafarle de esas personas que no han ce-sado
de molestarle.
BEETHOVEN.-Ha estado muy oportuno, porque empezaba
a encontrarme cansado.
P. LrcFINowsIcu.-(Por qué no se marcha?
BEETHOVEN.-.% Eso llar&.. Le espero en el cafë.
P. LrcI-I~owsr~V.-De acuerdo. Allí nos veremos. Y, en cuan-to
a esa gente, no se preocupe. La llevar-6 a un ca-merino
y, al cabo de Un rato, volveré para clecirles
que usted ha tenido que irse víctima de una jaqueca,
BEETHOVEN.-GraCiaS. Piensa en todo.
(El $v-incipe Liclznowshy se acerca al gf~@o y,
tras decides unns palabras, salen por el ZnternE de-
YeChO. Beethoven se dzPige entonces n Za salida, en
donde se hnlh Maria, pien nl oir pasos se wueZve
hacia el Zzgar de donde @*ovienen.)
MARIA.-~EI-~s tú, Johan?
BEETHOVEN,-NO, señorita.
hiIARfA.-Perdone.., {Sale del concierto?
BEETHOVEN. -Así es.
MARi. .-<Y por casualidad no ha visto a Johan Bruch?
~EETwovm. --[Ah! Entonces., .
108
MARfA.-$kCía?
BEETHOVEN.-NO, nada. Que no le conozco.
MARfA. -Es que hace rato que le espero. Le pedí que fuese
a rogar a Beethoven su autbgrafo y aún no ha vuelto.
BEETHOVEN. -Si 10 desea podemos buscarle.
MARÍA.-Sería inútil: usted no lo conoce y yo no veo.
BEETHOVEN.-I-O siento.
MAR~A.--(D~s~u&s ãe zlna pausa.) (Decía usted que se Ila-maba?
BEETHOVEN.-NO lo he dicho aún. Mi nombre es... Peter
Schenck. (Y el suyo?
MARfA.-María Bruch. ?Me dijo que habia asistido a la
audiciOri?
BEETHOVEN.-%.
MARfA.-ILe ha gustado?
BEETHOVEN.-Quisiera conocer antes su parecer.
MARIA.-(S~Z~ZWW.) La música de Beethoven es única. Para
mí, la mejor.
BEETHOVEN.-% Beethoven escuchase eS0.
MARGA.--2 Es que acaso le conoce’?
BEETEIovEN.-De toda la vida. Se puede decir que se de
todos sus problemas y hasta, en ocasiones, me per-mito
interpretar su música.
lM.ARfA.- Oyéndole decir estas cosas me siento feliz.
BEETHOVEN .-{Por qué?
MARf.4. -Siempre he deseado encontrar alguna persona con
quien poder hablar sobre Beethoven.
BEETI-IOVEN.-{TarItO le estima?
MARfA.- iTanto Pero aquí no podemos estar con comodi-dad.
<Querría acompañarme a mi casa? Bueno, aún
no le he preguntado si le molesta estar en compaflía
de una ciega.
BEETHOVEN.-Todo lo contrario. Es para mi un honor in-menso.
MARfA.-GraCiaS. ViVO Cel-Ca.
BEETHOVEN.-Pero, {y SLl hermano?
MARfA.-No se preocupe. NO es la primera vez que salgo
sola a la calle. Desde hace siete aflos, época en que
se inicid Beethoven como concertista en Viena, no
he dejado de oirle y, a la fuerza, he aprendido el
camino.
109
BEETHOVEN. - iEs usted admirable1
MARfA.--Por favor, no hablemos de mí. HagBmoslo de
Beethoven.
BEETHOVEN.-Como guste.
MARfA.--Vayamos entonces a mi casa. Ardo en deseos de
saber todo aquello que me pueda contar... iQué tonta
soy! (Podrá creer que estoy emocionada?
BEETHOVEN.-NO es para tanto.
MARIA.-Sí que lo es. Y es que he esperado tanto este
momento...
BEETHOVEN. -¿Salimos?
MARÍA.-Sí.
(Beethoven ofrece su brasa a Mada y hacen mu-tis
por el lateral i2quieYdo.)
OSCURO
Saldrt de estar eti casa ds Maria Bruch: mobiliario
propio del hgar-, ademacEo a Zn ~pocn. Adosado al lateral
izquierdo, un piano. El foro representa una de Zas pare-des
de Za habitación y, en .w centro, hay una gran puerta
que comunicn a am jardih. Es de noche y, por ella, entra
el yesphndor de Za luna.
Ab Zevantwse el teldn no hay wadie en csce+za.
2l‘rupieaa Za acción.
(Se o-yen goZpes e?z la puerta de entrada y, por
In del javdh, aparece Laura, Atraviesa el escenario
saliendo por el phzer Lateral derecho para, segun-dos
despm?.., entrar junto con Maria y Beethoven.
bIARfA .-(Movihdose con soltura y conociendo Za exacta
posición de todos dos objetos en la habitacidn.) Por
favor, entre y acomõdese.
B~~~~ov~~.-Gracias.
110
MARfA.-LaUra: toma el sombrero del selior. . . (A &sCJzo.
ven.) A todo esto no se si lo lleva
BE~.THO~EN.-(SO~.~~,~‘~~GE~~O.) Lo llevo.
MARÍA.-(A L WY~.> Toma el sombrero del señor. (I&‘e.) La
verdad es que me lo imaginaba con el. No se por
qué. (Sale kmra por el segundo lateral derecho.)
Sientese. (Se sientan .)
BEETHOVEN.-Gracias. (Co?~tetizpZartdo ia habitczcidn.) Tiene
usted una casa muy bonita,
MARIA .-¿De veras le gusta?
ÐOVEN.-MUChO.
h'fARfA.-SLlJ'ã '2s.
BEETIIOVEN. - 1 Oh! Muy agradecido.. . Ademas esta situada
en un lugar muy alegre y tranquilo.
MARfA.--<Síi
BEETI-IOVEN.-(Soandov.) Sí. Adoro la tranquilidad. A me-nudo
suelo pasear horas y horas por los bosques,
porque en ellos encuentro una felicided tan grande
que es imposible describir. De los firboles, plantas
y del animalillo mas insignificante parece brotar Un
maravilloso canto a la naturaleza. Y yo no me canso
de escuchar., , 1011, perdone! Estaba con usted y la
había abandonado por mis sueños.
MARCA.--NO diga eso... {Pasea Beethoven por los bosques?
BãETf-IOVEN.-De él lo he aprendido. Él me ha enseriado a
sentarme entre los matorrales para oir el rumor de
las hojas en los &-boles. Cbmo se agitan con el viento
y gritan con alegría su verdor y vida. Cómo gimen
al sentir cortada la savia para terminar pisoteadas
en el suelo. Tambikn me ha ensenado a querer a los
árboles como a hermanos. A saber apreciar cuándo
lloran y cuãndo ríen.
MARfA.--iC6mo me gustaría conocerle!
BEETHOVEN.-@liZáS algún día.
MARfA .-Es que no desearía morir sin haber estado cerca
de él. Sin haberle oído.
BEETHOVEN.--NO piense en Ia muerte. Es usted demasiado
joven.
MARIA .-(Puedo decirle algo?
BEETHOVEN. -La escucho.
MARfA.-Pero antes prométame que no le clir nada.
111
BEETHOVEN.-Prometido. ~Qué es ello?
MARGA.- Suefio conque algtin día llegue a mi casa. Se siente
al piano y toque para mí. iL0 comprende? Para mi
solamente.
BEETHOVEN.-Y si así ocurriera, {quk haría usted?
MARfA.--NP sé. Mi sueño no ha pasado de ahí. Tal Vez
moriría de gozo.
BEETHOVEN.- OLra vez la idea de la rnuerk. iPor qut?
MARfA.-POI’ la inutilidad que represento.
RERTHovEN.--Usted no es una inútil. Su sola presencia en
este mundo es ya una ayuda y alegría para cual-quier
humano. . . La idea de la muerte dejemela a mí.
MARfA.-;POr ClLk meón?
BEETHOVEN. -Porque yo soy el que dentro de unos meses,
un atio, ser6 inútil. iMis oídos dejaran de oir! Ya
nunca m8s podre percibir sonido alguno. ¿Compren-de
mi tragedia? iJamás volveré a escuchar el canto
de la naturaleza1 Las hojas se vestirán de silencio
en los Arboles. Los animalillos enmudecertin en el
bosque. Los hombres me insultar& y yo pondré
buena cara porque no oir6 nada. INadal (Cambinw
&I de tono) [Qué egoista soy! Había venido para ha-blarle
dc Bccthovcn y la aburro con mis problemas.
MARIA.--%: dejemos a un lado nuestras desgracias. Cu&I-teme
algo mks de 61.
BEETHOVEN.-{Qué podría decirle?
MARfA-{Pasa apuros económicos?
BEETHOVEN.-El príncipe Lichnowsky es muy generoso
con kl.
MARfA.--Y sus obras, ¿no consigue venderlas?
BEETHOVEN.-Sí. Y m8s ahora que ya ha adquirido algún
nombre.
MARÍA.--iojalá pudiera aJWdZ4rlel
BEETHOVEN.-Creame que su devocibn por &I vale todo el
oro del mundo.
MARGA.-(ïj~ tin silencio.) HAbleme de su juventud.
BEETHCIVEN.-FLX muy desgraciada. Tan desgraciada que
no puede compararse a ninguna. (Pensntizto.) Desde
que SUS ojos contemplaron la maldad del mundo,
vió el vicio en la persona de su padre: un ser des-preciable
cledicado a la bebida, la cual hacía que gol-
112
pease a lo que más quería Beethoven: su madre,
icuántas veces se lo he oído contar al mismo Beetho-ven!
Sus puños se crispaban, se cerraban ärnenazado-res,
al recordar la figura de su padre y luego, al dcsa-parecer
osra y surgir la de su madre, toda su per-sona
se abría con amor al recuerdo de aquella mujer.
MARfA. -<Y que fue de ellos?
BEETIIOVEN.-SU padre, con la bebida, perdió la Voz que
era su único sustento y, por ella, no alcanzo el car-go
de maestro de capilla que había ostentado su padre.
MARfA.-TaI vez 10 ocupe su hijo.
BEETHOVEN. -No lo creo. Él esta llamado a empresas m&s
altas.
MARIA.-¿Y su madre?
BEETHOVEN.-ISU madre! Nunca viviõ criatura mas deli-cada
y buena. A su hijo he visto muchas veces Ile-nársele
los ojos de lagrimas al pensar en ella.
MARTA.-CMuri6?
Bmzrf-fovEN.--Sí, Fue en un día de viento y lluvia. .Una
de sus manos era para su hijo. Las puertas golpea-ban.
Una luz pequena en la haùitacibn que apenas
dejaba ver un rostro blanquecino. Reinaba un gran
silencio hasta que, a la vista de Unos ojos inmóviles
y fríos, estallo un gran sollozo de Beethoven...
MARfA.-ICUtintO debió Sufrir!
BEEmovEN.-Mucho. (Ccw?tóz¿zn~o G%? t'owo.) IIablemos de
otra cosa. (Sabe que este salón es muy acogedor?
MARfA.-Aquí es donde paso la mayor parte de mis ratos.
BEETHOVEN. -¿Y que hace usted?
MAk<fA .--Me siento en este silldn y pienso. Tambien...
BEETHOVEN.-(h'h h indecisidn de ibfU?‘iU.) {Sí?
MARfA.--Me da vergüenza decirlo.
BmxrHovEN.-Por favor, no la tenga.
MARfA.-(COn i%?zi&X.) Toco el piano. Lo hago mal, pero
así y todo logro sacar de él las melodías de Beetho-ven
que han quedado grabadas en mi mente.
BEETHovEN.-{Le importa que le repita que es usted ad-mirable?
MARtA.-(&&'Zd0.) Me 10 VOY a Cl?33.
BEETHOVEN.-ES lo que pretendo.
113
~~AR~A.-(.&sv~QIz~o Za courversacihz.) iAh! Pero usted me
dijo que sabía interpretar a Beethoven. CPor qué no
lo hace ahora?
BEETHOVEN.-NO s6 si debo.
MARfA.-!% 10 XIlegO.
BEETHOVEN.-(Se levanta y se acerca a Za puerta del jar-din.)
Hace una noche de luna muy clara.
MARIA.-{Sí?
BEETI-IOVEN.-VOY a apagar este par de candelabros y to-care
con la luz que entra del jardín.
MARfA.--Haga 10 que @lSte.
BEETHOVEN.-(Apaga Zas velas y se sienta aZ piano,) In-terpretaré
una sonata.
PV’JARfA.-(SOY~YielZC{IAOl .) Claro de la lUna?
BEETHOVEN.-Sí. Al dar0 de la lUna.
(Comienmn a escucharse lo.5 primeros acordes
de Za sonata y, al rato, empie8a a caer el teldn muy
lentamente.)
FIN DE LA
LEYENDA DE UNA SONATA
PEDRO SCHLUETER CABALLERO
114