TEATRO
No hay teatro de arte ni arte del teatro;
hay, senciltamerzte, teatro.
JOS BERGAMíN
PERSONAJES
MARTA . . . . . 34 afíos.
SOR ANDREA . . . . 24 afios.
SOR MARfA DOLORES . . 60 aíios.
SOR INÉS . . . . . 2-I a¡íOS.
EL CAPELLAN DON LAZARO . 31 anos.
EL PRACTICANTE SEÑOR JIMENO 50 afios.
La sala de agonkantes en 2.w pequefiû hos$ital.
Es un rincdn apartado de la casa, uu reducido espa-cio
de paredes blanqueadas que, por medio de un arco, tio-munica
con una gabr2a L’rnfzsversal de grandes ventanas,
que dati paso a hs Zrxes de Za calle. Ett la saZa dos ca-mas
cte hierro fiflente a frente: Za de Zn derecha con las
cortinillas herméticamente cerran’as; vacia, sin ropa ni
colchones Za de Za kquie?*da. Un pequeño altar con una
cw8 de gran tamaño.
Son Zas ntieve de la noche.
Marta en el lecho, tras Zas COYtiHaS, invisible para
todos.
Sor Andrea aa’owzartdo el a¿tar con flores, H;V¿ montón
de Tosas hwmosásimas que rebosaron de Za cesta colocada
ante el altar y se esparcieron por el suelo. Muy lejos se
oye en wza iglesia el toque de las chimas.
Dos hermanas atraviesan Za galeria, untura de eZZas con
2ln $woZ. Jimeno, gue 121 entrar se c;vaixa colii ellus, lus
saluda y despuks Ilanza quedamente a Sor Andrea.
J IMENO.- IHermana.. ! íSor Andrea.. 1
SOR ANDREA.-(Si% VOh3’ el Yostro.) Dios le guarde, Ji-meno.
{Todavía por aquí?
JIMENo.--Ya he concluido.
SOR ANDREA.-Tarde ha sida. Son las nueve.
J IMENO. --(Puedo pasar, hermana?
SOR ANDREA. -Pase usted, (Silewio. Jimeno mira con in-sistencia
hacia el lecho de Za czguni~anle. Ab fin LWZ-tinz2a
la hermatia.) CMucho trabajo?
JIMENO.-El de todos los días. iEl médico no ha dejado
instrucciones?
SOR ANDREA.-NO. (ivuevo silencio.)
JIMENO.- -Y... (aún YB tirnndo csn pobre mujer?
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SOR ANDREA.-TOdaVía Vive, si sefior.
JI,qENO.-iI&liZ! Nadie sabe cl trabajo que a veces cuesta
el morirse.
SOR ANDREA.--Mejor para ella. {Quiere usted sostenerme
estas flores mientras yo las ato?
JIMENO.-jYa lo creo!
SOR ANDREA .-Mejor para ella. Figúrese usted lo que hu-biera
pasado si esta desdichada muere repentina-mente.
J IMENO. --Cierto. Un alma perdida sin remision.
SOR ANDREA.-Dios ha tenido IáStima y lo dispuso de otro
modo. Diole una agonía larga, dolorosa, cruel, como
para mi deseo, (Su vox fresca se destaca extraña-vnente,
animdndose al decir estas pnZaabras.) Ver
venir la muerte desde lejos, mirarla de frente y co-nacerla.,
. Es muy bonita.
JIMENO. --(La muerte, hermana?
SOR ANDREA.-NO, hombre, hablo de esta flor. Es muy bo-nita.
JIMENO. -iMuy bonita..1 Pero, {no cree usted, hermana, que
Dios pudo haber dispuesto otra cosa?
SOR ANDREX.--@uién lo duda?
J rwwo.--<Por ejemplo: que la puerta de la jaula estuviese
siempre abierta para poder marcharnos siendo esa
nuestra voluntad?
SOR ANDREA.--Aún en ese caso, nunca sería sino la vo-luntad
de Dios.
J IMENO. - (A$wesurndanzen2e.) Xsi es, hermana, asi es, (Am-bos
cnlk~n.) CY el delirio?
SOR ANDREA.-Desapareció desde in caída de la tarde.
JIMENO-.< Duerme ahora?
SOR ANDREA .-NO, señor. i.Cómo podría dormir en situa-
CiOn tan extrema? l2stá aletargada, como embobeci-da,
gracias a la inyecciõn de morfina que le prac-ticó
don Pedro.
JIMENO.-isanta morfina! Merece figurar en la letanía.
SOR ANDREA. -No diga disparates.
J IMENO.--Ha sido pura broma. {Quiere usted que le ayude?
SOR ANDRE.~. -Gracias: no es necesario.
388
J IMENO. -(Volviendo al tenza.) Si a lo menos pudiera mo-rir
tranquila.. .
SOR ANDREA.-Dios lo haga.
JTMENo.-(DeteY~indndOse d hablar.) Oiga usted, herma-na.
?Querrá usted creer que en tantos años que Ile-
VO de practicante en esta santa casa, nunca me he
interesado como ahora por un enfermo?
SOR ANDREA.-Usted tiene buen corazón.
JIMENO.---Verdad es. Lo que salta aquí dentro no está ailn
endurecido a pesar del medio siglo de trabajos y de
miserias. No quisiera yo que tan blando se conser-vase,
porque eso de sufrir por los demás, teniendo
uno su correspondiente carga de pesadumbres.. , Pero
no lo puedo remediar. {Creerá usted, hermana, que
R todas horas me acuerdo de esta desgraciada? Ni
tan siquiera sé su nombre.
SOR ANDREA.-&s-ta.
JwmNo.-Marta. Eso es. Antes número 24 de la sala general,
tuberculosis pulmonar, ahora número 2 de la de ago-nizantes..
. Una de las tantas que nos llegan de allá
abajo, del barrio maldito, de la cloaca máxima como
dice don Pedro.. . iSabe usted que esto es Inorrible?
SOR ANDREA.--?Qu~ es horrible, señor Jimeno?
JI MENO-E. sto. Esta sala, la sala de agonizantes, algo así
como la capilla para los condenados a muerte.
SOR Amr,EA.-(Sowiendo pldcidamente.) Esta noche está
usted por disparatar.
J IMENO. -Así ser&; pero no ha de negarme usted que el
mom.ento del traslado de la sala grande a ésta re-sulta
una crueldad.
SOR ANDREA.--/Una sala tan bonita, tan alegre, paredes
blancas, Dios en el altar, flores..!
J[ MENO-.S í; pero también descubro aquella cama cuyas
cortinillas ocultan una agonía... Y sobre todo esta
otra, vacía, como una fosa abierta apresuradamente,
conservando algo del que antes la ocupd. Es mejor
morir allá en la sala grande que morir aquí mds solo
y abandonado que el viajero que revienta de sed en
el desierto.
SOR ANDEE.\.-Ni solo, ni abandonado. (Biel9do S@y.9fia-mente.)
Pero cqu6 le pasa a usted esta noche, Jimeno?
389
JIMENo,-(Xeponiéndose.) Es verdad, es verdad. Ya sC que
usted los acompaña.
SOR ANDREA.-TatTlPOCO eS eso... Dios está con ellos.
JIM~NO.-,iniOs? Es verdad, Dios. NO 10 habíst ViStO. (,@fii-t&
zdose el gorro.) Allí está. ¿Y usted por qué Se ocu-pa
en ponerle hermoso, en adornarle con tantas flores?
SOR ANDREA.--<NO sabe usted que mañana es 6?l día de la
santa Cruz?
J TMENO.- iAh, sil Tres de n~siyn. Rien estR. (ConteHz$ìnrhfn
el altar.) Muy bonito. itluy bonito.
SOR ANDRE,A.--(CO~OCaPZdO 24% VUSO COti fhes al Pie Ch? h
cwx.) IVaya con Jimeno y que cosas se tenía guar-dadas!
JIA~ICNO.-No importa, hermana. Usted convendr8 conmigo
en que, a pesar de todo, hay una gran diferencia
entre morir así, en la cama de todo el mundo, con
un número a la cabecera y despedirse en cama pro.
pia, apretando la mano de un padre, de un marido
o de un hermano.
SOR ANDREA.-M& bajo,
J IMENO.- ¿Que?
SOR fhDREA.--Me parece haber oído...
JIMENO.-~Quih? <Ella?
SOR ANDREA.-Ella, sí... Me parece., ,
(Sidencio. Ambos se acexan quedamente a da cama.
Detrds de Za cortina suennn pnlnbras cofzfusas, si-labeo
indistinto como et de m ve80: es RI a~on.dZogo
de Za agonla.)
JIMENO.-¿Qné dice?
SOR ANDREA.-NO distingo bien...
J TMENO .-(Pide algo?
SOR ANDREAYNO; son palabras confusas. El delirio que
vuelve quiz& .
(Suerta de mevo el waurmuZZ0, se agita bvewente
Ia cortina y al cribo se pwcibe iwa uow' ro9zcc,z que
sihdwa pausadamente: jfosd kfaria! iJosé Maria!)
J IMENO. -José María... {Que dice?
SOR ANDREA.-LO de siempre. ]Cuántas veces le ha Ila-mado
desde que entrd en esta santa casa!
JIMENO.-Jose María LQrrien es ese?
390
SOR ANDREA.-Un herman suyo. 1Cosa más rara! Pobre
mujer.
JIMENO.-(Un hermano? CTiene un hermano?
SOR ANDREA.-ASí parece. Un. chico que emigró a las Am&
ricas hace más de quince aiios y del que nadie ha
vuelto a tener noticias.
J IMENO --iCosa mas rara1
SOR ANPRE.X.-La mujer que In trajo a esta casa hace ocho
días, afirmó que no tenía familia.
J IMENO. -tY sin embargo..?
SON ANDREA.-ya lo ve usted... No cesa de llamar a ese
hermano y a cada momento cree verle entrar en la
sala. ]Figtirese usted! Cosas de enfermo, Ella misma
me ha dicho que nunca ha recibido carta ni noticia
alguna de el. Tal vez murió.
JIMENO .-- iQu%n sabel
SOR ANDREA.-Tat vez nunca ha existid0 y sea toda esta
historia un engendro del delirio.
JIMENO,-~Quién Sabe!
SOR ANDREA.-LO curioso es la fe que tiene en que ha de
venir a curarla, a salvarla. . iQué se yo.,! Ella mis-ma
no lo explica bien. Estk vestida en el lecho, No
he podido vencer su resistencia a desnudarse. Le es-pera
preparada a la marcha, a un viaje al campo,
a su pueblo, donde ha de recobrar la salud o ha de
encontrar la salvación... No se... No se...
JIMENO.-j@é tristeza, hermana!
SOR ANDREA .--( Riendo serenawzente.) (Tristeza? Mientras
msls pesada la carga, m,Zs dulce y consolador el des-canso.
JIMENO.-Ahora nada Se Siente.
Son ANDREA. -Ha vuelto a aletargarse. (fIfi?~~d~ POY ICJS
cortinas.) IJesús Divino1 Tiene la muerte pintada en
el rostro.
JIMENO.-Durará mucho aún.
SOR ANDREA.-Ha dicho el médico que no paSaI% de esta
noche.
(Silencio. Sor Andrea vuelve a2 aZtur. En el pu-tio
del hospital suena99 tres campanas.)
JIMENO.--Tres campanadas. Si no estuviera tan lejos don
Uzaro, diria que anuncian su visita.
391
SOR ANDREA.- iQuién sabe1 ~NO ley6 usted su tekgraffla?
JrhfENO.--sí, sí, ya 10 he leído abajo. Ayer enterraron a sU
madre.
Son AND~~E.~. Pues de un momento a otro le esperamos.
Ya terminó su misiõn en el pueblo.
J IhlENO. -iSi fuera él! Cuhnto me alegraría de que llegase
a tiempo. Paréceme que escando él aquí no seria taxi
triste la despedida de esa pobre mujer.
Son ANDREJ+.-NUPS~TYI capelkn es un santo.
1 IMENO. -Y un hombre de corazón.
SOR fWDIzEB.-Ya está SO10 en el lnUl1dO.
J~ME~O.--<SOIOZ Aún le queda una familia inmensa que
nunca tendrá fin. Todas las salas y aposentos de
esta casa grande est8n llenos de hermanos suyos...
Y el mundo entero también. Parentela tan larga que
jamAs ha de faltarle.
SOR ANDREA.-ES verdad.
(Separdndose del altar para contew@ZarZo. 2% In
galerla npnrecem dos hefwzanas, tina de edlas con 24n
farol, deteniéndose a k entrada de Za saìa.)
SOR MARIA DOLORES.-(EU zroa baja.) iSor Andrea!
SOR ANDREA.-YR he hwninado y me voy al dorn~itorjo.
SOR MARÍA DOLORES.-NO es eso: quería decirle que ha
llegado don LAzaro.
JIMENO.-¿DOn LáZLzrO? Voy a su encuentro. (.%Ze,)
Son INÉs.-(Con vox infantil, alegre, tio domada nzh por
la austeridad.) Ha llegado.,. Nunca adivinar8 usted
cómo ha llegado... (Conteniendo Za risa.)
SOR MARfA DOLoREs.--Hable bajo, hermana, y no ría en
este sitio.
SOR ANDREA .---{Pues cómo ha llegado?
SOR INÉS.-(Sin poder conkweme.) iMontado en una mulal
SOR MARI.% DoLoREs.-Llegó tarde a la parada del coche
correo y no quiso esperar á mañana.. . Ya Ie parecía
largo el tiempo pasado fuera de casa.
SOR IruBs.-Además viene vestido de seglar,
SOR hRÍA DoLoREs.--Como que regalo la sotana nueva
al cura de su pueblo.
SOR I,\rfis.-Resulta muy extraño,.. Parece otro.., IParece
un hombre! Me dieron tentaciones de reirme en sus
barbas cuando le di el pesame.,,
392
SOR ANDREA.-jQ& cosas dice1
SOR INI%. -En SUS barbas, sí. LO mews e11 quince dias no
se ha afeitado. iCuando digo a usted que parece un
hombre!
SOR MARÍA DOLORES.-NO diga tonterías, hermana.
SOR ANDREA.-Vendra muy triste.
SOR MARÍA DoLoRES.-Llombn cuando entro por el pcirti-co...
{Y esa pobre mujer?
SOR ANDREA.- Agonizando; pero muy tranquila. Ser6 para
la madrugada
SOR MARÍA DOLORES.-Ya volveremos por aquí. Vamos,
Sor InPs, y procure reprimir esos impulsos inopor-tunos
de risa...
SOR IN&.-Tiene raz6n, Sor María Dolores... yo lo reco.
nazco, pero no puedo remediarlo,..
(Las últinzas palahas YGTsOe perciben. Ambas se
van por In galeriu hacia la derecha. SOY Andrea
contempla silenciosamente el altar. El suelo, a SMS
pies, estd cubiwto de fZores y vamas. En el lecho,
‘una ag-i¿facidn estr~~~ece Zas ropas y hace crujir el
liierro. SOY Andrea vuelve la cnbem, pero todo que-da
en reposo y de nuevo contempla, satisfecha, su
obra. DOPZ Ldsnro y Jz’nzeno entran por la galerla
whiendo de Za kquierda.)
LAZARO.--B~~IMS noches, Sor Andrea.
SOR ANDREA.-(D~~~~~~~GEosa~ 13 con cierto apresurmnien-to.)
iAh! Buenas noches, padre. Que Dios le asista y
le dé su santa resignacj6n.
LAZARO.-GraCiaS, hermana.
(Ldsnro es un hoanúre delicndo, PdZido. Ea* su
rost1~0 ha crecido Za barba, comunicrtndole u?L nspec-to
enfermizo. Viste de negro con traje modesto de
seglar; el cuello solnmente indica su estado ecEesi&
tico.)
Son Amm%A.-(Bk-jnndo In von.) ya hemos encomendado
el alma. Dios la tendr8 en su gloria.
LAZARO.-(Emocionado.) Ya lo se. Gracias.
JIMENO.-NO le esperábamos hoy.
LAZARO.-(Coti un gesto vago.) Allá. arriba ya nadie nece-sitaba
de mí.
393
J~ME~I. - lpobre dOn Lázaro! lCuá.nto habra sufrido solo!
L.~z~~o.--yo nunca estoy solo, Adenxls en aquella casita
todo me acompañaba: recuerdos de la niñez, COSaS
viejas que al verlas 0 al tocarlas parecían remozar-se,
animarse y contar travesuras del muchacho, sa-crificios
de la vieja, toda una leyenda conmovedora
de héroes humildísimos que hXharOn COn la miseria
y el abandono bajo las tejas rojas, entre las paredes
blancas de aquella casita colgada como un nido en
mitad de la cuesta.
J~MENO.-(V~Z&VZ~CI ü SM iden fua,) Ella tuvo el consuelo
de morir en brazos de su hijo. Otras mueren solas,
abandonadas, esperando y llamando al que no llega.
LAzaRo.--NL1tV.a se llama inútilmente a la puerta del prb-jimo.
JIMENO. -]Hum!
LAZARO.-NO. Yo siempre lo había pensado así; pero ahora
10 veo con pasmosa claridad.
~nvENO.--&hOra?
LAZARO.-%, después de la muerte de mi madre. Amigo
Jimeno, pasó el tiempo de los sermones, es necesa-rio
prcdicnr con cl ejemplo; cs ncccsario arrancar In
idea de In fraternidad de las hojas de los libros, de
las frases huecas del discurso, de las alturas inac-cesibles
del ideal, romper los hilos que le retienen
colgando de los cielos para que caiga R la tierra y
entre en todos los cnrazonPs, en la entraña formidable
y fecunda del barro humano. Como aquí llegue, verá
usted como la semilla se hincha, germina y revienta
al igual de la del trigo y cúmo se mulriplica fabulo-samente
esmaltando con doradas espigas las tierras
que parecieron mas esteriles. Trtitase entonces de
desgranarlas y aventarlas en las eras, al16 en las
cúspides donde el viento se lleva las impurezas, de
reducirlas a polvo impalpable sometiéndolas a la I-U-da
presión de las piedras del molino movidas por el
impulso domeaado del agua o del viento, de amasar
esa harina por los propios puños del hombre, ben-ditos
por el trabajo, de purificar la pasta por el fue-go
en 10s hornos y de repartirla n domicilio como
alimento indispensable, base de la vida, de la salud y
394
de la felicidad, pan divino, fraternal comunion en
que los espíritus se reúnan y al fin se reconozcan
hermanos. El pan nuestro de cada día.
JIMENO.-Padre, todo eso está bueno para usted que es un
santo.
LAZAR0 .-YO no SOY un santo. Soy un hombre, un pedazo
de ese barro sobre el cual ha caldo recientemente
lluvia abundante de lágrimas. Todo esto que antes
sentía de un modo vago, ahnra me deslumbra. LSa-be
usted cuál fue el testamento de mi madre, de
aquella pobre mujer de los campos, sin cultura? Fue
una frase sin cesar repetida en su larga agonía, la
Ultima que como un beso frunció sus labìos. Me de-cía:
«Vete, tu hermana te espera, vete».
J IMENO. --CTU hermana?
L-AZARO.-S” I, al principio imaginé que era delirio; yo nun-ca
tuve hermana. Despu& entendí que era un lega-do,
el de todas las pobres de este hospital de mu-jeres
que buscan un hermano y no lo encuentran.
Por eso, por obedecerla, vine pronto,
JIMENO.-HR llegado usted a tiempo. Esto es milagroso.
Ahí tiene usted n su hermana.
LAzAno.-@uién? Ah, esa que está. allí... la agonizante...
ya me han contado abajo.,.
JriwxNo. -Mire usted., , he sentido un escalofrío de terror 51
escucharle... Figúrese usted don Lazaro que se trata
de una mujer... de una pobre mujer perdida, que in-gresó
en esta santa casa hace ocho días con una en-fermedad
de muerte... tísica.., Ya está en lo último
y dice don Pedro que no pasara de esta noche.
LAzARo.--La historia de siempre.
J IMENO.--ESO. Una vieja horrible la trajo. Apenas sabemos
su nombre, Marta. De lo demas, padre, lugar donde
nació, historia de su juventud... nada.
LAzARo.-Noche oscura.
JIMENO.-Sin un rayo de 1112
LAzARo.-Quiero verla. (Acercándose al h?chO.)
J IMENO. - IOhl mírela usted bien. Puede que la reconozca.
LAZARO.--%, es una de las que mi madre me legó... Algo
murmura en VOZ muy baja. EstB rezando, hermana...
SOR ANDREA,--NO, llama a su hermano...
JIMENO.--&• . Un hermano suyo que se march a las Amé-ricas
hace muchos afios y del que nadie, ni ella mis-ma,
ha vuelto a saber absolutamente nada.
SOR ANDRE.~.-Lo extrafio es la asociación de la imagen
del hermano con la esperanza de curarse... tal vez
de salvarse.,. Ella habla de salvarse allá en sU pue-blo
adonde éI ha de llevarla consigo CLIandO Venga6..
Ella lo espera de un momento a Otro.
L.~zARo.- Dice usted bien... es extrafio.
SOR ANDRE.k.-Si viera usted con qué aplomo me asegu-raba
que su hermano le trae la vida; pero no la vida
de ella, sino otra vida. . . otra vida nuevecita, acaba-da
de salir de fabrica,. . Y luego ella misma se con-funde
y habla de cbmo el hermano fabrica la vida
con olores de retamas y brisas de la montaña y flo-res
del campo y agua de fuentes cristalinas... ICO-sas
del delirio1
(Del confuso nawnmdZ0 se destacan nuevamente
lns dos pnlubras: iJosé iVarian!)
J IMENO. --(Oye usted?
SOR ANDREA.-El nombre del hermano.
Laz.i~o.-(Sew~z’lln~2~ao3lts.) iVi nombre,
SOR ANDREA.-NO entiendo, padre.
LAZARO.-YO soy su hermano.
SOR ANDREA.-Cierto; hace poco hablábamos de eso, To-das
las que sufren aquí son SLIS hermanas.
LAZARO.-Así es; per-n esn nn hnsts: ella pirle un hermano
en cuerpo y alma y, como ella despierte, lo tendrk
J IMENO. - IHermoso!
LAzMw.-.Yo soy Jose Marfa, el pobre desterrado, el com-w.
tJero de la niñez que regresa del Continente lejano
w-a dar a su hermana la suprema despedida.
SOR ANDREA -iFaltar a la verdad, padre,.!
LAzARo.-CES~~~ usted segura de que no es verdad?
JIMENO.-iOh, hermana! La pobre mujer morir& tranquila.
SOR ANDREA.-NO es una mujer... como las demBs.
LAz.ARo.-Ni siquiera cs mujer. Es un rayo de luz huma-na
que se apaga.
SOR ANDRE~.-Yo cousultarfa antes, en su caso, con el
sil perioi-
LAZARO.-(M~w?o nl c~z~cifijo.) iJ/li superior!
396
(Va hacia él connzovido, cayendo de rodilZas SO-bre
das YOsaS, de.!Xansando Za frmte sobre el borde
deE altar.)
iMi superior! iOh, Padre universal, Padre de to-dos,
dicen que esto es mentira, ficción, comedia!
iDicen que no ~01120s tus hijos1 IDicen que no so-mos
hermanos!
(Alll perwzaucece largo tiempo, nzientrns Jimeno
retrocede hasta la gales-la. Sor Andrea permanece a
20s pies del Zecho pemativa. Silencio abso,?&o. AZ
cabo, Za vnano de Zu enfemu2 enh*eabre Ias co&in&q.
Entonces se la, descubre por vez primera. Es una
Enstj*er de más de treinta aBos, una tísica erz Zas UZ-tiunas
horas de vida, EsfiE vestida e incoypomtfa en
el lecho.)
MARTA.-+• B tra@@dla y débil.) Hermana...
SOR ANDREA.-I-lija mia.
MARTA:--DiSpénSeme Si la mOleSt0. ¿Que hora es?
SOR ANDREA.-Las diez.
MARTA.-(De la noche?
SOR ANDREA.-De la noche.
MARTA .-1Qut5 tarde1 ]Estar&n ya cerradas las puertas de
esta casal
SOR ANDREA. -A todas horas están abiertas, hija mía.
MARTA.---Entonces poch 61 entrar y verme enseguida.
SOR ANDREA.-(Quién?
MARTA.-Él, mi hermano, José María.
SOR ANDREA. --{Pero en qué se’ funda usted, pobre mujer,
para creer que su hermano hn de venir a buscarle..?
Despu& de tantos años... solo, en América, con tra-bajos
y miserias... un niño... lo probable es que...
MARTA.-NO, hermana, no ha muerto. Estoy completamen-te
segura de que vive, de que va a llegar... CDice
usted en qw.5 me fundo? Pues en que le he vist0.. .
No con estos ojos... Hace un momento yo dormía. . .
mejor que dormir... era un reposo, un bienestar di-vino,
como si no tuviera ya cuerpo, hermana, sino
alma sola, un alma con grandes alas paras flotar en
los aires, y entonces le vi.
Son ANnREa.-Le vio usted, {dónde?
397
M~~~T~~..--Aq~~í mismn. En este CLIartO. Hablabn en VOZ baja
con usted y otro hombre R quien COnOzcO, Pero CUYO
nombre no recuerdo.,, Hablaban de mi... Él no quiso
despertarme., . pensaba que yo dormía sin sospechar
que le estaba viendo, pero sin poderme mover ni
gritar. . . jcosa tan rara1
SOR ANDREA. --<De modo que está aquí en la casa?
MARTA.-<NO me ha entendido usted, hermana? Acaba de
salir de aquí, tal vez no ha salido, esti muy cerca
esperando a que despierte... Hermana, por favor, si
usted quisiera ayudarme... estoy muy débil, pero de-searía
levantarme, recibirle en pie.
SOR ANDREA.-ESO no. lQu6 locura!
MARTA.--Si me siento mejor, mucho mejor. Un par de días
más y podre salir de aquí con mi hermano y mar-char
juntos a nuestra casa, al Valle de San Andres...
ITierra clt: mi alma! Vamos, hermana, ayúdeme uskcl.
Soa ANDREA.-No; tranquilícese usted. Si está de Dios que
venga, ya le recibiremos; pero sin agitacidn, sin cle-lirio..
,
MARTA.--@elirio? Pero (que he de hacer, que he de decir
para convencerla de que no sueHo? iAhl (SeRnla‘ct;rzdo
nl adtur.) iMire usted1 ¿Me engañaba? iAllí está1 IJO-sé
María!
LAZARO.-IhktFi!
(De pie, apoyado en el altar, los brwos exten-didos
Como para bentdecir. Marta, que ha bajado
trabajosamente de la cama, tiende los brasas, Ld-
Buro Corre hacia ella; se a8raaan. Mientras Za en-ferma
se cuelga del cuello de Láxaro, SOY Andrea
dirige a bte algwas palabras en vox Baja.)
LAzARo.-%, hermana, convenido... Avisare... Yo tampoco
quisiera estar solo con ella cuando. ,.
SOR ANDREA.-La muerte no espera.
LAZARO.-(Contemplando a Ia enferma.) /Pobre, pobre mu”
jer! Hasta luego, hermana. Pídale a Dios que me
ayude.
MARTA.-(AkWZdO ia cabeea, siempre $rendidn a su cwe-
ILO, k miya COB a~~Ob~mieient0,) AI fin llegaste. Im-
398
posible me parecia que no vinieras. iTe he esperado
auto tiempo, horas y mCls horas, días y más días,
tan sola en esa cama que me consumía como la lla-ma
de un brasero!
LAznRo.-iPobre hermana!
MARTA. -No, no me compadezcas. &Para que tienes lásti-ma
de mí? 2No te ha dicho la hermana que ya estoy
curada? (No lo ves? iQu6 bien respiro! Aquella mn-no
tremenda que me apretaba aquí dentro, sin cam-pasión,
ha dejado libres mis entrañas, se ha mar-chado,
se ha desvanecido en las tinieblas, como esos
otros fantasmas que rodeaban mi cama y que tanto
me han hecho sufrir... Creo que me nacen alas, unas
alas muy grandes, transparentes, y que de un tirbn
podria volar de aquí x San Andrés. (Rz’e.) (Te acuer-das?
A la casita blanca, colgada a medio camino de
la montaña, a la mitad de la cuesta, con el cielo
arriba y el valle abajo. [El valle de San Andrés! iNo
hay en el mundo nada tan hermoso1 {Te acuerdas?
iTierra de mi alma1
LAZARO.-Allá. iremos. Pronto, muy pronto, Marta.
MARTA.-c$U&ldO?
LAzARo.-Mafíana.
MARTA.-Ahora mismo. {Por qué no?
LAZARO.--Ya es tarde. UNO ves arriba el cielo negro, sin
utm estrella, y la calle abajo, honda, sombría, las
tiendas cerradas y la gente que circula despacio,
despacio. ? Ya es tarde. Mañana.
MARTA.-Bueno, esperemos. TendI- paciencia.
LAz.mo.-Sientate aquí, a mi lado, al pie de la cruz.
MARTA. -Sí, juntos los dos. No llames a nadie. Quiero es-tar
sola contigo toda la noche, hasta que llegue el
momento de marcharnos. Tengo sed de verte. Eres
un hombre. iQu.5 diferente del niño de otros tiem-pos,
de aquel Pepillo que jugaba conmigo delante de
la casa, en el polvo dorado del camino1 Soy una
vieja. Tengo ya treinta y icuatro afios. Tú treinta.
LAznRo.-Treinta y Uno.
MARTA.- Es verdad. tCreer&s tú que me acuerdo cuando
viniste al mundo? ICuidado si hace aflosl Fue por
Ia macana. Un día de mucho sol, que entraba por
399
la ventann grande de la alcoba, como la llamarada
de un incendio. CQuien me llevaba de la mano? Un
hombre, pacire quizás. Apenas me acuerdo de él.
pero era una mano de hombre Ia que es~eclraba Ia
mía, una mano callosa y dura. . Y de pronto junto
a la cara de mi madre que sonreía como el cielo de
aquella miìñana, vi otra pequeñita, malhumorada y
roja... Eras tú, que acababas de llegar. Lloré aquel
día, porque no me quisieron dar el cajoncito dentro
del cual habías hecho el viaje,.. Venías de París . .
i_Tú c6mo te puedes acordar de esto..? Pero mbs ade-lante,
cuando ya caminabas, {te acuerdas de haber
ido conmigo tantas veces a la tienda de Anastasia,
al fondo del valle? iBajabas siempre la cuesta con
mucho valor, pero a la mitad de la subida, te para-bas
y me decías, mir&ndome con ojos de desconsuelo:
-]Llevame! Y yo cargaba contigo y subía jadeante,
con tus dos brazos alrededor de mi cuello. Me ro-babas
los turrones de azkxr que traía en el cesto y
los chupabas con una mueca celestial.
L.hnRO. -iOh, de eso sí que me acuerdo! [Te quería tan-to,
tanto..1
MARTA .-(Y el día que te ca.íste en la acequia? iCuando te
vi, chorreando agua, lívido y con los ojos cerrados!
Te traía en brazos Miguel, aquel molinero. ¿Te
acuerdas?
LAZARO.-Y al día siguiente, saltaba J- reía como si ta1
cosa. Los niños son así?
IUARTA .-(Y de mamá te acuerdas? ;La tarde aquella, cuan-do
la vimos tendida en medio de la sala, con la cara
tapada por un paîiuelo y las manos amarillas sobre
la negrura del traje?
LAZARO .--iOhl sí, bien me acuerdo... las velas ardiendo
en la claridad de la tarde, la casa llena de gente,
una voz profunda que rezaba, rezaba y mi llanto de-sesperado
detrás de la puerta... llanto inconsciente,
llanm de niño... ¿@I& sabía yo entonces de la sole-dad
y de la muerte?
MART.4.~IQLI~ frías estaban las manos, cuando las puse
en cruz sobre su pecho!
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L.~zARo.--iQué frías SUS mejillas cuando en ellas dejé eI
beso cle la despedida!
MARTA.--Y luego la encerraron en una caja grande y negra.
T,~zARo.-Y se la llevaron bajando, siempre bajando hasta
el fondo del valle
MARTA.-Allá abajo la campana doblaba, doblaba., ,
L/~zARo.-Y los pasos se perdieron en el Silencio.
MARTA.-Ya era de noche.
LAZARO.-Para nosotros, una noche como las demks, ni
mLts larga, ni más corta. Para ella, la noche sin fin.
(Silencio.)
MwrrA.--¿Cdmo pude separarme de ti? iOh!, te lo juro,
fue el ansia de ser algo, de ganar la vida para los
dos, de que a mí sola debieras el porvenir que te
faltaba. Yo quería trabajar para ti, dedicarte mi vida
entera. {Te acuerdas de doña Rosalía, la maestra de
San Andrés? Ella me inspirõ la idea dc? venir a la
ciudad, de entrar en la Escuela normal. IOhl, cuan-do
supe tu marcha, cuando recibí aquella carta de
despedida...
LAZARO.-YO había tenido el mismo pensamiento, me do-minaba
la misrnn esperwnxa de ser algo, de conquis-tar
una fortuna para ti.
l~AR’rA.--EntOnceS.. . deSpU&.. . yo,.. (SU WZH?lOl’i~ trOpieacr.
coti el ?*ecue?bo infame.) IOh!, qué noche tan larga.
iNo volverti jamás la luz del día! lDónde estLL?
LAZARO. -{Qué tienes, hermana?
MARTA.- (En pie; comienwa Za ago~zh; vuQ roma, Ilama
siniestra en los ojos; evocacih de la naancebia.)
CQuién me Ilama? {Eres tú, Soledad? Tla voy. {Por
qué reís? &on los de ayer? <Muchos, muchos, dices
tú? iOh, que cruz tan pesada!
LPIzARo.-Marta, hermana, iqub dices? ]Oh, qué visión tan
horrible! iillírame, abrázame, soy yo, Jose María, tu
hermano, que hn venido a salvarte, a llevarte con-sigo
al campo, a la purezq a la serenidad del espí-ritu
sin mancha!
MARTA.- iNo, no voy contigo1 Tengo miedo. Llevas aquí
el cuchillo con el que me marcaste la otra noche.
Tengo aquí la cicatriz. ¿?Jo la sientes?
LAzARo.--jMarta, despierta! iOh, Señor, ten Compasión de
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ella! eVas a dejarla morir así? (De rua%~as a&e la
crzw.) IApiádate de ella y de mí, Padre nuestro que
esths en IOS cielos! iOh, Marta, despierta, despierta!
1Vamo.q a nuestra casa, a la casita blanca colgada
en la mitad de la loma, con el cielo arriba y el va-lle
abajo!
MARTA. -(Evocncddn del nido; voa szda’ue, pum y Zenta.)
1El valle de San Andrésl iTierra de mi alma1 iJosé
María1 IRecoge las alas, las alas grandes, y transpa-rentes
y préndelas de nuevo a mis espaldas1 jYa, ya
hemos llegado! iQué hermosura! Esta es la casa,
aquí está el umbral de la puerta. Descansemos. Sih-tate
a mi lado. Aún es de noche, pero el sol no ha
de tardar. ¿Ves cbmo empieza a sonreir nll& abajo,
detras de la loma? Tengo sueño.
bZARO.---VeIl aquí, a mis brazos, duerme aqUi, sobre mi
cot-azóq como yo tantas veces me dormí sobre el
tuyo.
MARTA.--Sí, dormir... el sueño me atrae, . . me llama.. .
LAZARO.-~Sufres, hermana?
MARTA. -iYo? nada... MBs cerca, más cerca... (Se &$aga
Zentametzte.) Oh, si tu supieras... José Maria, her-mano
mío...
LAZARO. -Todo lo sé.
MIRTA. -Lo sabes.. . cy atin me quieres?
LAZARO.-iTe quiero con toda mi alma!
MAlZTA.-Ahora sí que puedo dormirme. iQue bien estoy!
No te vayas. tUn beso?
LAZARO. -Toma.
MARTA. -CPOI- que lloras?
LAZARO.-Por nada. Es llanto de alegría,
MARTA.-ReCemOS juntos, ite parece? Como hacíamos al
acostarnos, cuando erarnos nifios... Padre Nuestro
que estás en los cielos...
LAzARo.-Bendito sea el tu nombre...
MARTA.--Venga a nos el tu reino...
LAZARO .-Y hágase tu voluntad I..
MAR%-Así en la tierra como en el cielo, (Vn largo si-lencio.)
LAZARO.-(De pronto.) IMarta!
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MARTA.-(COWZU si desj~ertase.) iTJn beso!
LAZARO.-IToma, pobre abandonada, santa mártir, herma-na
de mi alma1 Yo te bendigo en nombre de Aquél
que nos mira desde allí, del eterno perddn, del amor
eterno!
MARTA.-IM~S arriba1 ICu&nta luz1 IUn mar de orol
LAZARO #--íAh! Al fin es tuya, [Padre Nuestro que estás
en los cielos!
LUIS Y AGUsTfN MILLARES CUBAS
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