ENSAYO
. ..llepr ~011 ta muno a esa capa /h%nta, cnni incolora
ya del aire, donde estiírz las ideas i~2éditcIs.
JUAN RAMÓN JlMgiNE%
TODAS LAS NOCHES FLAMENCO
Todo turista que nos visita pasa por una plaza de to-rOS
Y por un tablado flamenco. Nunca ha habido tantas
plazas de toros y tantos tablados, ni tampoco tantos tnris-tas.
Le va siendo ya dificil al indígena defenderse de tanto
ty$icnl .$flnish para no convertirse en un turista más, un
turista de su propia tierra, máxime cuando ya con lo de
la emigraciót, hay m8s de un milldn de españoles por el
mundo que vuelven a España hechos unos turistas.
La visibn estereotipada de Espafía por el extranjero
nos retrata de lentejuelas o de fnrnlaes y para no ser me-nos
las EspaRas se ofrecen al turista con igual vestimenta
y con ello quedn cerrado el círculo vicioso, Tampoco es
malh cosa que un país sea honesto consigo mismo y se
disfrace, ya que no puede o no quiere lucirse al natural,
y se ofrezca en su propia salsa, en esa salsa gustosa, tra-gicdmica,
espeluznante, de su persona apersonada, la es-pn??
k?lndn, de España, siempre más auténtica en su tierra
que en Hong-Kong y siempre mejor hecha que In que no
se sepa hacer. Lo del flnmemo es diferente, muy diferente.
A su héroe se le mitifica lo mismo, pero el riesgo es dis-tinto.
En un tablado el riesgo no pasa de una torcedura
de tobillo o de un chirlo. Las palmas son las mismas.
Aunque hay que saberlas tocar. Lo cual es ~610 un decir,
porque la mayoría de las veces con pagar basta, Los can:
tes son muchos. Sus variantes también. Y su diferencia-ci6n
locativa muy importante. Nacib en un pueblo del sur,
no se sabe cuándo, dicen que el Tobnlo fue el culpable, Y
sus hechuras tan particulares sirven para avalar la talla
humana de un individuo diamanti,fero pero en bruto, Por
pulir, como es el habitante del sur de España, 0, como era
dicho habitante, pues cada día va siendo mds difícil en-contrar
un sevillano en Sevilla o un onubense en Huelva.
De la popularidad, de la raigambre-racial del cante hondo,
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5, deI baile, 10s 110s ingreJienk3 funhrIl~~lt~l~S del tRblL\-
do, tuve Lina wz uha prueba. ErA el verano por la Eme-
IIIaclLII.:l y :II pit: cle LIIXL higuem junto ti una ribera de
curso est;~cio~~fi+j, R la caida del sol, se reunían R beberse
con un vaso de latón, una arroba -4ieciseis litros- de
vino amarillento y -lo probk- imbebestible, la cuadrilla
de empacadores de paja que 11eg6 de Aznalcollnr a cum-p[
ir SU cometido y estaba capitaneada por el Ilijo del amo
del negocio (acaso hijastro o entenado, porque el amo
cuando le conocí parecía de otra raza, blandengue, ensor-rija(
lo y paliducho) y cuando se animó -el SO1 CtlíR-, Se
puso a melodiar, a canturrear, a soZc¿w y a ~OTWZte~?Tb, ajo
los tragos. Entonces surgieron de aquella cuadrilla blan-queada
bajo la lluvia de la paja, los cantes puros de fa tra-dicion
mantenida y los cantos populares de los ídolos pue-blerinos,
Quien estaba prematuramente mellado, entonaba
mejor que nadie, y a Ia hora del baile, el aguador, un jo-venzuelo
arkbigo y harapiento se marcó unos zapateados
de postín, sobre una tabla vieja.
La pureza del origen del arte Flamenco, cun:~ humilde,
eterna prohlemiitica (el amor, In vida y 1:~ muel-te) somera
arquitectura, a la vez lo avaloran y desprec‘iíin, con men-talidad
crítica mediana, los que olvidan muchas cosas de
esta vida que no se necesita criticar. Veintitantos siglos
de cultura humana están en contra suya porque nada pue-de
repugnar m:ls al culterano que el nihilismo clel autodi.
(lacta. A la vez qtze p;~ra nada tiene tanta capacidad de
asombro como para apreciar la vitalidad del prójimo en
SUS mnnifestaciones mhs prístinas. Al intelectual, buen
ciudadano cultivado, Ie enardecen las cuestiones primarias
y 1~ asombran si se le presentan. por las buenas. En rea-lidad,
el intelectual no deja de ser un bendito; ahora bien,
lo que LUZ espíritu culto no soporta es la monotonía --la
clel cante y la cle la muerte-; tampoco la repetici,dn ni el
absentismo disquisitivo de una manifestacibn monocorde,
siempre igual, sin ambiciones, copia de la copia de si mis-mo
que en su interpretacidn se trahuaa. Mas corno el arte
flamenco no puede ser otra cosa y le cierra sus puertas
la intelectu~llida~~l, porque muy pocos intelectuales estAn
dispuestos a irse a pasar hambre, para cantar, al campo
0 a la mina, 0 hacerse flamencos, el divorcia entre 1st fí-
SiCa y Ia metafísica, que diríamos, es cada vez más hondo;
así, tan perplejo puede quedarse leyendo a Ortega un niño,
como un sabio escuchando un fundrcngo.
Por desgracia la pureza del arte flamenco es unívoca
y fugaz, como la rosa. Se da en un cante o en un baile,
pero de un cantador o bailador determinado y una, o al-gunas
veces, nada msls, otras no vuelve.
Si a su primaria, pero monolítica belleza en puridad,
unimos su independencia, no se precisa título académico
precisamente, ni buenas costumbres, ni posición, ni credo,
basta con un burro a pelo y una marisma, pero quien el
don posea puede, como el torero elegido, gozar plena-mente
de esta vida. Sería f&cil entender que el fhnenco,
socioldgicamente, es la revancha de una clase humilde es-pafiola,
como lo ha sido el jazz de los negros americanos.
Escasa poesia prefabricada alcanzb la belleza de las
letrillas del flamenco cuyos más arcaicos decires, iguala
a un Machadn, don Antonio. Como la twdiribn tamhikn se
agota, los cantadores tienen sus plumíferos que conciertan
sus ideas y les componen coplas nuevas, Tal estamento
del escalafön literario que se trata con la Sociedad Gene-ral
de Autores, para el cobro de SUS derechos en Villafá-fila,
o en Talmantes, y se destraza de la ortografía, con
la cual no hay quien rime jz$p;los, logra en cambio por tal
día multitudinaria la mayor difusión. Tengo un amigo
Z&ista, le cantan el Phzto, y ICZ nip2a de los Peims, es li-brero
de viejo, comoddn y subversivo, tiene un no si? qué
de página de libro de Baroja editado por su cuñado, que
resulta grato, Sus decires se invocan día a dia donde sur-ge
al paso, el colmado, la calle o el pleno campo, mientras
otros versos, mãs trabajados, eruditos y formales se hie-lan
en la intemperie del olvido. De esta difusibn y con-tundencia
del flnnzenco -aunque al vulgo haya que ha-blarle
en necio para darle gusto-, se pueden sacar mu-chas
consecuencias para la vida práctica del intelecto.
¿Qu6 mérito puede- tener -en plena transcendencia &ico
social- el escribir en soledad y libre arbitrio un buen
libro de versos culteranos que cuando si se edita tiene a
lo sumo quinientos lectores de compromiso? No sé qué
cantares estarán en boga en la sociedad koljosiana, pero
visto que son pobres la mayoría de los habitantes de la
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tierra, pobl-es y nl~;~]f;~betos, dt?beI-íi1 LOIll~~l- Ill UlleSCOj CO-mo
primera medida de un mundo mejor (si no la ha to-macla
ya) la de educar el oído colectivo de la multitud
hambrienta con cantos populares de texto magistral; prué-bese
en España COn so~~~~i~yzr, flllU/~~l~Ui.S~l~ v ,$LlSOdO-
&Jar ]a Historia cle las ideas est&iCaS de dOn krCelin0
R’Ien&~dez y Pelayo.
una vez que IOS turistas, b-jo el sol hispano, llevan
la espalda acangrejadn y sabaîiones en la punta de la na-riz,
al salir de los toi-os se meten en el fh7.?~‘MWcO,’ SUS
reacciones allí son varias; la mayoría, que se aburre, no
termina de tomar el gusto al vino espafiol, de Jerez, les
duele la cabeza de tanta barauncln inconcebible, pero
aplauden a rabiar, pues no en balde nadie les ha invitado
sino que ellos se costean sus expansiones para satisfacer-se
con lo que les cuesta su dinerito, a mayor gloria del
refrán que dice «sarna con gusto no pica,. Cada vez hay
menos flamencas -flamencas y flamencos- flamencos y
no es raro encontrarlas y encontrarlos en el Ampurcltin, en
Galicia, en Menorca y hasta en la China nacionalista, co-mo
una joven, cuyo nombre no recuerdo, B ISI que en UI)R
actuac$n, este último San kidro, en Madrid, contempl6 en
una sala de exposiciones, donde gozosamente trituraba un
tablado y después lo recomponía utilizando los tacones
cual martillo. .La guitarra es pieza fundamental del espec-tkulo,
es el illtimo instrumento cle Son metAlico heredero
-@recto del clave medieval cuya pulsación dactilar posee
una sonoridad extraordinaria. La industria cle la guitarra
se ha incrementado notablemente con eso cte los so~zwzll=s
.y los B~‘tk?, pero ello es ya otro cantar. I,os buenos
tocadores 12 tsi7Pdntr.s nn aumentan. De estos (lltimos co-nocí
a uno en, Almería, excepcional Concertisla cle extrac-ción
popular medio $rr~‘o, medio gitmo.
No ha tenido buenos libros, aunque sí demasiacla pren-sa
y ramplón celuloide, el flamenco, en líneas ,genera]es.
Quienes pudieron escribir sobre cil no se atrevieron y aque-
IIOS .a quienes la incapaaidad les cerró otros temas, Ie cre-yeron
factible, desasistiéndolo salvo excepciones. En su
nombre Se han cometido muchos crímenes, literarios y
Pictóricos (aún se contemplan toclos loS afioS aSeSinatOS
COl@d.loS por 1lLIeStraS provincianas expOSici»nPs de pri-
mavera o de otofio), y también atentados filmicos o musi-cales.
Al flamenco le acontece IO que a IOS toros, mani-feslaciones
raciales tan auténticas y definitivas que resul-tan,
salvo para un espíritu autdctono, f&cilmente deslum-brantes
Y herméticas a cal y canto. SI: de un libro publi-cado,
recientemente, por Ricardo Molina, en la Revista de
Occidente, que debe ser interesante e inolvidable; al cabo
de lOS ¿IHOS~ a,fin resulta delicioso, el vade nzec;tlm de Arte
y artistas del .fZameutco que reeditd Clan. Sobre el flamenco
escribieron, entre muchos, José Carlos,de Luna, Rodríguez
Mateo, sevillano erudito en la materia, y creo que Acna-roni.
Casi todos los escritores del mediodía presumen de
saber mucho del tema, sin haberlo demostrado cumplida-mente.
José L6pez Pinillos (PArmeno) malogrado escritor,
muerto 8 los 47 anos, victima de otros tantos de lucha con-tra
la venalidad y la injusticia, que le cerraban las puertas,
dejó páginas muy sabrosas dedicadas ai fZwtenco y su
mundo, con el que tropieza constantemente en los temas
ibéricos que prefiere: la burguesía, la farándula y la poli-tica.
De uno de sus libros, Pesetas, palmadas, cogidas y
palos (Lo que confiesan los toreros), Madrid, Renacimiento,
1917, traigo aquí a colación tres letrillas jocundas, una
de taranta: «Deja que cobre en la mina 1 y te comprar6 un
refajo 1 y unas naguas blancas finas ( que te asomen por
debajo [ dos cuartas de morseZiîzn»; otra de playera: «Te
quisiera w? 1 te quisiera wk ] con ey santolio 1 a la cnbesera 1
yamando a Undebéx; y, la última, de seguidilla: &favesita
mía 1 que güena gitana. 1 De un peasito de pan que tenía 1
la mitad me daba)),
Me dicen que en Jerez de la Frontera actúa un Insti-tuto
de estudios flamencolBgicos, y me lo dijo cn Bilbao
quien se llama su profesor, un rapsoda - novillero - poeta,
Pepillo, que Ilegd a debutar a las puertas de Madrid, como
torero, a finales de cierta temporada con una novillada
grande y astifina, lo cual le vali una cornada grave y dos
meses de cama en una fonda.
En el segundo tomo, segunda ediciún, de EZ bnndoZe-yismo
de don JuliAn de Zugasti (Madrid, Fortanet, 1876)
se describe una juerga flamenca, con toda clase de deta-lles,
que aI autor llega a conmover: cNo se puede negar
que 10s cantos y bailes populares de Andalucía encierran
jtlcompar:ilJle atrílctjw, ~'2 por las lllel0tlí~S vivas Y apa-sionadas
de Su música, ya por 10s conceptos profunclos,
ing-eniosos 0 sentimentales ¿le Sus coplas, YA por el gNb0
ininlit>tb]e, cle ellas 3~ de ellos, Con SUS expresivas danmw.
&I fil1 que don JGtn, si no hubiese sido por tanto ban-dolero,
se habría encontrado en Cdrdoba como en el pa-raíso.
No olvidaría la misión que le llevaba hasta allí (ter-minar
con el bandidaje) y termina también por cleducir,
de aquellas expansiones «un cierto matiz de materialismo»
que le permite, sin participar en ellas, contener su entu-siasmo
y replegarse en la concha del gobernador civil en
funciones.
1Iog que las nnciones se agigantan y los principios se
degradan, cierto j%wzenca vive su esplendor mejor o peor
que otros, mas aparatoso que el sencillo, mucho msís falso
que el escogido, cubre su cometido -que, loh manes-de
su idiosincracia!, no se llega a precisar bien si es agradar
0 entontewr- y nutre fructuoso los ocios de esos millo-nes
de turistas de los que tan necesitada’ ewí E$pafin.
Mas no es una casualidad; se cree que no hay otra mer 1
caricia que ofrecerles. El c~~~‘zfïnurzefzcanzic-n.tdoe la patria
est8 pidiendo a gritos un Bonafoux --ique venga el cólera!
ique venga la peste bubdnica!, clamaba desde las columnas
de Ln CanapnEa, El Radical, E¿ SV~LII!~O cs@j?oj, de Saoto
Domingo o Ln Cowespo~~dencin de Puerto Rico- y si no
un Eugenio Noel, cuyo semanario antiflamenco El FIL&-
wzenco ,comenzó a publicarlo el 12 de abril de 1914 y no
pas6 SU vida del diez de mayo del mismo ano, teniendo
que cambiar el nombre, Pero sin Ronafoux y sin Noel el
remedio estaría en fomentar la educacibn y la c’ultura tal
y COnlo lo entendieron, nllti por los~principios de este siglo,
los sesudos varones de la Institución Libre de Ensefianza.
BERNARDO VICTOR GRANDE DE LA TORRB.