POESIA
Conquistaré el azul chido de plumaje.
MIGUEL HERNdNDEZ
TRE:s ELEGÍAS CORTAS Y UNA LARGA
1
LO SABEN HASTA LOS MUERTOS
Almaceno
gris y blanco,
tristeza y hielo
en el tiempo.
(Que me estoy muriendo a plazos,
lo saben hasta los muertos.)
Mi sombra cuelga de un clavo
en la pared del recuerdo.
Mis ojos están colgando
en las fronteras del viento.
(Que et hilo se está acabando,
lo saben hasta los muertos.)
En silencio
lloro y canto;
canto y lloro, pulso adentro.
(La vida me estA mirando.
Lo saben hasta los muertos.)
Me paseo
por el largo
camino de un día entero.
Sigo esperando
el milagro,
mientras dormido me quedo.
(Que tengo
el sol en la mano,
lo saben hasta los muertos.)
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2
JUEGO
LXingún triunfo hacen mis dedos:
No me sale un as al paso.
(Con las cartas en los labios,
mordiendo el polvo me quedo.)
Juego y pierdo.
(Perder6 todas las manos
mientras no me salga el pueblo.)
Juego y canto
la cancidn que canta el tiempa.
Mis paIabras son el viento
que el azar ha despreciado.
Juego y gano.
(Ganare todos los juegos,
teniendo el pueblo a mi lado.)
3
ME QUEDO
Soy hijo
de la mar y del viento,
pariente del volcán que me ha encendido,
canario hasta los huesos.
Np pienses que me he ido
porque pise terreno
extranjero,
simplemente distinto.
Un rio
de silencios
no acaba de decírmelo:
.7’e vas dejando el suelo
de donde eres nacido.
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Mas aún, yendo lejos,
me quedo en donde he sido
a más de niño,
joven, y no he llegado a viejo,
aunque voy ya camino
de serlo.
Me voy, pero me quedo.
Me quedo con los muertos
y los vivos
que aquí dejo.
Es todo lo que tengo.
Conmigo
me los llevo.
El tiempo
detenido
se ha quedado en el sitio
donde se anuncia el hueco,
el vacío
que lleno
con mi vida, y afirmo:
No lo echaré en olvido.
Me voy, pero me quedo.
Así lo dejo escrito,
lo releo
y lo firmo,
con el pie en el estribo
de un suefio
sin destino.
(Me sujeto
los hilos
del recuerdo
a todos los sentidos.)
Y, viajando, me digo:
No me echará de menos
el mundo que he querido.
Me lo llevo conmigo,
Me voy, pero me quedo.
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4
JUAN LUIS
Miento si digo, si te digo: Ahora,
en este mismo instante,
quiero y puedo pensar en cualquier cosa.
Ahora mismo es tu sombra,
solamente tti aire,
la hebra de tu calida persona,
los que me dan la calle
y el número que tiene tu nido de paloma.
Solo tu imagen,
tu corazdn me sale
en la pantalla. (La mirada ignora
la tristeza que cuelga en otra parte.)
Y, una a una, las lágrimas me cae,n
nublhdome la voz, la vida toda.
Una vez sola de verdad se llora.
Mas tarde,
ya se sabe:
Hay que seguir llorando a todas horas,
aunque llorando lágrimas de sangre,
el llanto que se llora una vez sola.
* $ *
Se te ha apagado el rostro.
Te has quedado de hielo.
Te ha eagaachado el aazuelo
de una muerte segura, sin rastro del engodo
con que debió el demonio
engañarte en el tiempo.
Te han metido en un feretro.
Te han echado un responso.
Te han inscrito en el tomo
226
donde inscriben con nieve los nombres de los muertos,
y aun sigue el papeleo.
Te han echado el cerrojo
tras la cal y el cemento.
Te han cantado una misa, sin darte voz ni voto.
Y aún así na lo creo.
Donde quiera que pongo
la mirada, te veo.
Donde quiera te oigo.
Donde quiera me sales, sin pensarlo, al encuentro.
En cualquier parte siento
tu cabeza en mi hombro,
tu conciencia luchando con la sed, cuerpo a cuerpo,
tu verdad -que es la mía- muda dentro de un pozo.
Dime en que sitio exacto te quedaste sin ojos
para mirar el mundo, señalame el momento
justo en que, injustamente, cancelaron tu alientoi
en que el hilo en tus venas, brutalmente, fue roto,
en que fuiste, de pronto,
nada mas que silencio.
Resucitarte quiero
a la vista de todos
-aún no se de qué medios
me valdré para hacerlo-,
Juan Luis, hermano mío, aunque sea a ti solo
entre todos los muertos.
Se han fundido los plomos
en mi alma, y te observo,
como en boca de lobo,
cada día mas negro.
Tal vez, pieza por pieza, te pueda, poco a poco,
hacer como de nuevo.
Acaso sea posible inocularte viento
en las células muertas, y arrancarte del hoyo
completamente ciego
donde yaces sin vida, en estado forzoso
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de frío y de reposo,
ignorante del grito que, por ti, clama al cielo.
Acaso exista un modo
para hacerte otra vez hombre de carne y hueso,
Juan Luis, hermano mío, aunque sea a ti solo
entre todos los muertos.
Fara morir -es cìerto-solo
basta estar vivo. (Me lo ha enseñado el pueblo.)
Mas tu muerte es un robo
y admitirla no puedo.
Aun me parece un sueño,
una mentira, un forro
que me ha metido el aire a contrapelo,
el mas absurdo y cruel de los enredos,
el colmo de los colmos.
Ahogado en el asombro,
no paro de decir que no hay derecho.
(Es aún muy temprano para echarte cle menos,
para llorar, hermano, lo que lloro,
el infinito duelo
de tu ausencia...)
iQue frío mas a fondo
en tu frente de muerto!
Se me muere hasta el beso
en los cerrados poros.
Y aún así no lo creo.
No pierdo, no, no pierdo
la esperanza de hacerte nuevamente al sonoro
pleamar de ta vida.
Te ilumino, te bordo
en todos mis recuerdos
con un hilo de oro,
y retornarte espero,
Juan Luis, hermano mío, aunque sea a ti solo
entre todos los muertos.
AGUSTÍN MILLARES SALL
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