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Un gran tiro de onda parece enhznr el pens~micnto
~nntempor:ineo esintrnci3listn con 13 tiptinln ngudezn del
Ecc/csi~~st&. <<Porque el suceso de los hijos de los hombres,
y cl suceso del animal, el mismo suceso cs: como mueren
los unos Id mueren los otros; p un:\ mism:t rcspirnción
ticncn todos; ni Lienc m8s el hombre que la bestia...» (1).
Nos libramos de incurrir, por supuesto, en In nfirmxibn
grntuila dc que SrrlomGn es un precursor del aludido mo-vimiento
filosófico-literario, aunque todo cl libro citado es-tb
lleno de la amargura del hombre que se ol~onc, de un8
mnncrn pnrticuhr, a la esistencix De cualquiexx de sus
versículos se puede cxtrner In angustia y cl gran descn-canto
que animan en contra de la vida dentro de los cscri-tos
de los m2is destacados autores csistencinlistas. Pero la
tierra ha girado mucho desde entonces. Entre un tiempo
y otro la distancia es tan g-t-ande que es en cstrcmo duclo-so
que el proyectil de nuestra inxqen pueda cubrirla.
X0 sc2 por qu6 causa se escribe hoy de todo y con lar-gw33,
mas poco es lo que se dice tras lít tlcbidn reflexión.
Cunlquier:~, :ì Ia vjstn del menor p:rrccido entre dos cosas,
denuncia cn scguicl;~ una relación intima, cuando no una
iclcntidxl perfecta. Bs preciso ser mzís c:IuìOs, y, sobre to-do,
tener siempre lxcsente que toda la rcnlitlxl que nos
rodea estb cfectiwmentc unida, relncionxla, pero la proxi-midad
0 Iejanín del nexo entre las cosas del mundo es al-go
que no se puede descubrir contando con In inxiginaci8n
tan sólo. No Seria serio, por nucstrn parte, involucrar
nl famoso rey de los Ctrdrwcs tnmbiCn en esto del csistcn-tialismo,
después que lia sido tan traído y llcV‘nd0 ít tan-tos
lugíires sin que para natln se contase con su permiso.
Pretendemos nada mtis que dar una idea de cdmo csil
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sensación nmnrgtr aparece desde los tiempos mñs remotos
en cl pensamiento de los hombres y, casi siempre, como
cons3cile:lcia de un2 temporal desilusiCn-person;ll 0 colec-tiva-,
no como centro fijo y predominante, que es cl scs-gc~
rine li:~ tnm2dn en nllwtrnn días por distintas razones
que luego tTilt~lremOS de ver.
h menudo hemos adrcrtido 1a apnricibn del místico
rihiIstin, towdo con el gorro frigio del existencialismo, en
varios artículos donde se le destina un puesto de primacía
entre los precursores. 131 nuestra opinión nada puede es-tar
m;is apartado dc lo justo. Todos los misticos, gcncrnl-mente,
tienen desprecio (un desprecio lirico) y sienten an-gustia
de Ia vida. Pero entikndnse bien que este lírico des-preciu
y est;~ itngustia se p~oductm precismlrntc GUI- la
confianza en otjû vidn que SC :idapt;l estrictamente a1 es-quema
ideal. I,uego, en definitiva, todo se reduce :I una
cucstlón de aprcsurnm:ento, de ;tnsiecl;icl. Ko se rompe cl
impulso vital (c5pcl~aw~) que empuja al hombre hacia atle-lante.
f% cosa bien diferente lo que ocurre al existencin-lista,
que se ve agobiado por cl peso dc la duda 0 ya le
aflige la derrota de In fe y detiene en tales estados, sin
trascendencia alguna, la visidn del mundo «a donde hemos
siclo arrojados». Si bien, por otra parte, es inconsecuente
el pensamiento existencial, es mbs aut¿tntico en esta com-parnci6n.
También se ha jwgado con In angustia de Federico
Nietzsche, cuyo nombre ha quedado implicado asimismo
en otros movimientos del pensar contemporáneo. No obs-t;
mte este paf-rafo de %~rNuslrn dirigido a los «busca-dores
del conocimiento puro)) tiene un significndo claro:
<Sc ha convencido :I vuestro espíritu de que debe menos-preciar
todo lo terreno; pero no se ha convencido a
vuestras cntrafins. ISin embargo, cllizs son lo mlís fuerte
que hay en vosotros!~,.
So podemos ver unx soln línea de este pensador que
nos dt2 una imagen d6biI y agónicn de la vida. Al contra-rio,
pese n la influencia-notoria en roda su oka-del vie-jo
profesor Schopenhauer, tienta en todos sus escritos las
fürrnuI:ts de tensi6n máxima, de fuerza, de poder y de vo-luntad.
Uno de sus aspectos bien conocido cs el canto a la
cl-olucibn de la cspccic humana que considera prõsima n
un gran salto que In n!cjjnrfi, cn un sentido dc Su~eriKidn,
de 10 propi;~mcnte hum:lno. Digamos cn f:lvor dc este CS-critor
que 13 intcrprerncidn zoolOgicu de LL Iucl~rt pur In vi-da
en cl terreno social y político que se debe al pcnsa-miento
fascista iind:ì tiene que 1-w con sus doctrinas. Pu-diera
ser, eso sí, unn consecuencia; i\llOril que, con un grn-ve
Zn&ws de perspectiva: él deshumaniza al hombre para
elcv;lrlo (superhombre), In otra corriente del pensamiento
lo hace descender :I grado inferior, pretende y, de hecho,
lo consigue históricamente, arrnstrnr al hombre ;t la oscu-ridxd
y n In ferocidad irracional.
Si las posibilidades de irrupci0n del .sz@r;*l~olr~b~~e son
aún Ag-0 distantes, In nefasta consecuencia dc esta idea,
en wrnbio. ya tomó cflrnc y se plnsmcí en tm:t p:lsadn rea-lidad.
Este 6xito prktico tiene, sin duda, una reper-cusi6n
grande en las últimas innnifestnciones del csistcn-ciitlismo
que siempre sc nos prescntfln como un3 gr:tn pro-testa
de lo que cl hombre cs y de lo que ni hombre ocu-rre
en su fimbito y en su tiempo. Nas aunque cst:~ discon-formid
¿ld, este no-conformismo cs justo, debiera ser se-cundado
por una proposici6n racional de transformnción,
de enmiendn, de superación. Es aquí donde falln el siste-mn.
El espacio destinado a In solucidn cs cubierto por la
angustia. Ln gran protesta no licne destiniItari0. El sujeto
consciente Iil ClCVii al vacío y queda envuelto cn el asco
profundo que le proi-oca el mundo que le rodcn.
La nngustia es el aullido del lobo solitario que 1111 ol-vidado
totalmente a los otros, dc los que ya niI& espera
por haber renegado de su condicibn, de SU cntcgorín esen-cial.
Tal rcz el pariente mrls cercano que tiene la angustia
sen el splcc~r, esa rnelnncolín t6tric.a del romanticismo que
fue llamada por nuestros abuelos el mal del siglo. Pero
las funciones que desempektn una y otro tienen 111111 sen-sible
diferencia de gr;tdo. Mientras la nngusti;~ le imprime
todo SU carricter al &istencialismo v representa lo que pu-di&
nmos Ilamnr su esenck el desgarramiento de la con-trndicidn;
In melíwzolin nbrdicn no supone sino algo mcrR-mente
accesorio al poderoso sentimiento romimtico, dina-mismo
que exerraba uw conhlcritblr fuerza destructora
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y crcndorn a la wx, cngcndrart~~ por In reaccibn n In pa.
siw disciplinn neoclásica. Su furia ;mtinorm:Itiva J nrro-
Il:tilor;i arrc:llcte contr;i toh or,l~n:wi8n prastíhfccid;t, iris-titucioncs,
etc. Tollos los iilolos secuIures son destiruidos
y remitidos :t las sombras.
El csistcnci:~lismo carccc de esa fuerza destructora: ya
no tiene rwh que destruir. Como el alncrlín ck-cxlo, se
vuelve contra si, contra In propin vida. Sicntc cl hnmbre
del ~~limcnto espiritual que confortó al hombre en otrils
épocas. Le anuda la f:hp y cric ai polvo. Dzsdc :thi, con’
Mgrimas dc r:kbi:l, :Im:wt el lodo que constituye lodo sU
materirtl expresivo. Su capitíd error sc cncucntrn en In in-c:~
pnciclnd clc ennohleccr n csn ticrr:l que Ic acoge en su
caidn.
Hemos nombrndo los medios esprcsivos de In nngus-tia.
El lenguaje hnsta :thor:i 1x1 sido el mBs notorio de cs-fo5
medios, aunque las artes pldsricíis tienen cscclcntes
mucstriis, pero su csplnnxitin sc sale fuera del prop&ito,
m:ís limitndo, de este tr:ilxljo. 121 p:tl;ibra, que cs insufi-ciente
lxux Ia comunicxii~n del iwnwmicnto hum:tno, sufre
aitti itinyores clilicitltndes ciinrdo prctendc dar tran~cen&n-.
cia al sentimiento. Si clecimos ienguaje y pens:kmiento dis-tinguimos
dos concep:os que en la prlictiw se nún;m y
confunden. Presumimos que cl Iiomh2 pcnsti primero que
hablY. Pero esto ;es cierto rigurosamcntc? {KO seriiln los
sonidos nrticulxlos por el hombre los que provocnron cn su
cerebw 12s scnwciones que Il:~mxm~s pcnsnmicnto; 13s im3-
genes que Il~n:~lx~~ su rctinn nn dieron lug:~r :t exh:~l:lcin-ncs
sonoríts que fueron lig:win entre cl sujeto y el mundo
objetivo cn el campo de su memorial <fSl tilcto de las co-sn:;
no originaria iin jndwr nucliblc que produjo y cnwde-
116 en l;i mente las ideas clc Ia supcrficic, del Yolunicn?
Pudo ser xsi tnrnbién con los otros sentidos como cl olor,
el gusto, el oído. En In prficticíl, no cnbc dudn, cl pensar
se identifica con cl aliento, 0 sw, ei lenguaje es cl pensa-miento
vi\*0 y rcflcsivo, pero nn tr:wendcntc y comunica-ble,
La c;~r-ga emutiv;l que c:lda sujeto impone a sus pala-bras
es bien conockh clc él, mas puede no sc’r encontrnda
por otro. Así tambiCn ocurre con su sentido, significado y
valor.
El poder sugerente tlc Ias palabras, CSCL cudidnd de. PO-
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der nlumbrnr un eco en otro Animo, como rcsonnncin que
lmy surgir un conjunto tle idex que :~c*lar-an de cúbito un
concepto, aI mismo tiempo que nos a.imir3, nos tlcj;i ver
Ii\ inc:tp;tCi¿i:ld del lengurlje, con el que no se puede con-tar
Ixu-í~ estampar fielmente en el pr6jimo nuestra pnrticu-lar
rn:mer;t de sentir. Por ello cadn concepción del mundo,
cnda visiUn del universo, sigue invariablemente una tra-gectoriiì
1ingüistic;ì In-opia, con su serie de voces claves
qw prqpsivíimcn~c se v;ln cwricjiier:irtirln dP iin sentido
especial. Este esfuerzo, inicialmente dirigido ii Ia fRcilidad
de In comunicacitin, con frecuencia obtiene resultados con-trarlos.
El existfqcialismo ha utilizndo dos fórmulas para co-municar
la :lugustia: términos abstrnctos, en donde se in-
~luyc In nomcnclnturn f?::itka (tcsws, cx~wyos, cxplicncio-nes),
y términos vul,gxres (tlesnrrollo de la teoría cn narra-ciones,
noMas, tealro, etc.). ‘I’otlo h:t sido dado simultil-n
exrilen lt’ , xsí st: dio LIII;L rapidez it la difusibn dc sus
principiOs poco Común, hncieutlo llegar X1 conocimiento
general su noticia y su estilo con ventaja respecto de otros
sistemns auténticos y ni;is eficxes, cuyas verdades se
abren paso nCm 1cnt:uncnre en el pensamiento general de
los hombres.
Los excesos sentimentales, nostalgias litúrgicns, hiper-drnm;~
tismo y, cn csIxciil1, la pcsimistn y 0scur:i visión
del fen0mcno de In vida ponen en la mente del hombre
nctunl In densa niclki de los libros cle cnbnllcria que cegó
al de la IY:KI ,\Iodcrn:t hasta que Cervantes, con cl Qn~otc,
hizo aparecer el sentido comi~n.
TT
Iíierkegxwl y nuestro Unamuno exhalan los primeros
gritos rlr cz~/grf..cli/l clcl cxistenci:rlismn. En cllos SC centra
todo cn la luch:~ entre In razón y IA fe. El hombre moder-no,
acostumbrado de siglos :I tener cubierta y asqurxda
su inmorlnlid:~d, cst:í tranquilo y scrcno. sumido en 13
crwncia de In continuickl de su porvenir-que nadie pone
en dudn-y se siente ftlerte contando con el pcrpctuo latir
dc su qq0. Mas un crítico inquietante, Gnrnnnuel Knnt,
abre unn brecha que pone cn peligro In estabilidad del sis-tema
i~Icológic0 secular. Los clzonamjcntos conscncionnles
son sometidos n riguroso es:mwn: tOdilS las pruclx~s me-tafísicns
esistentcs son refutí~das, dcstrwíd~s, como conse-cuencin
dc la gran catarsis a la que es sometida Ia rnz6n
misma. kstn hn evolucionado como instrumento del pcnsn-miento,
hxikndose m;ís cficx, pero el hombre tiene que
renunciar al sosiego que había alcanzado en su conocimien-to
ontológico. Luego, desde Sils Al:~-h, una voz estcntóren
(F. PZctzsche) decl:wn ítbicrtnmcnte n In juventud europx~
que su creencia ha muerto,
Es curioso observar cómo el hombre pierde la scrcni-dad
en una sola dirección. Mielltras de cnrn al futuro le
,ISUStil y acongoja In perspectivn de unn oscuridad eterna,
no siente el mctIoT Mrtigo vuelto 1liICiit atrris, hcia Cl pn-sado,
ante kì negrura ptvorosn de1 fondo de los tiempos.
El sentimiento trligico de In vida en Unamuno lo mar-ca
In derrota consrante de Iil fe por la razõn, cuya vicro-ria
es j?OStel-@diì por nquClla, que surge de nuevo n la lu-chr,
parn ser vencida otra vez. Esta du:didnd (corazón y
cerebro) en incesante conflicto, cs CSp’cSild;t cn un dcrga-rramicnto
dc angustia que no Ilcga iiún n Ia rebeldía. Kcú-ne
todo ci dolor de Ia contratlkción y cn él se queda. Una
acus:~d;t inclinación n In paradoja y :1 In duda cons!nnte le
impiden llegnr ;i una serena conclusión que seria dc csIc-rxr
cn mente tan vigorosa.
Sartre adelanta: otorga In Yictorin definitiva n la razón
sobre el sentir, mas, al climiniir Iil fe, conscrw Ia angus-tin
de unn manera inesplicnblc, puesto que si Ca:\ cra In
consecucncin 0 producto de los dos factores en lucha (rn-z6n
y fe), tendrin que desap:lrecer su efecto finalizada la
contra.licción. Cabe pensar por dos cilminos. 0 In dcsnpn-rición
de 111 fc le c;Iusa nost;llgi:l y, en cuyo caso, In fe
no estA totalmente venc~icla, persistiendo dcsGc In sombrn
cn su Iuchn y nsí se justificx cl pesimismo; 0 que Jc:tn
Paul no quiere renunciar-ilógicitmc9te- ;t la nngusth, ins-trumento
que se ha ciest:iccldo ya cn Kirrli~g:md y Una-muno
como po~leroso recliimo, y 121 inwrpor:l~a Su sistcmn
con un disfraz: In ~cír!.scrr. DC esta forma realisto se cn-vuelve
con el tul de Ia angustia y, al desnrrolh- en una
obra literaria de gran merito la esegesis de su pensnmien-
to filOS6fiC0, obticnc un hito dc difusión sin prcccdcntcs.
C;U triunfo personal es gtmdc y sc encucntrn ,n una altura
de considcrílcidn. no así cl ;tspcïto de sus mnnioixwns
~~Osi~*ionîs de rxr:tor que nos parccc miís intcrcsndo que
~~~~~j~-~~~rctirlo (hig+$,J. Por ello su doctrina del conr$9~0-
llriso muestra un valor net:lrnentc te6rico mds bien que
pr:\ctico a nuestro modo de ver.
Camus, sin embnrgo, reduce la angustia al 0bSW~~O.
f\hogn asi su prolxtd;~ virtud de señuelo e introduce un
nuevo elemento: Zn mkldfn. lhtn tiene su entronque clásico
en los IA-ops dr In trflgwli:l gricg:ì, cuyo tremendo impul-so
tlionisíaco les daba valor p:ira enfrentarse co11 10s dio-ses
en franca rebelidn, aunque luego no pudiesen escapar
2~ su trfigico destino. Ln rebeldía pnrece prescnt:rrsc como
una supcrnción de la ilnguSti:i. Pero no es así. El hombre
rebelde prctcnde deificarse; recurre nl mito del que se aca-b;
t clc 1ksp’c”d”‘... El rcsultntlo es 10 absurdo, por donde
descendemos hasta encontrar la angustia oh-n vez. No.pue-de
snlwrnos In nctiviclxl. El símbolo de la piedra que Si-sifo
cstri condenado :i subir eternamente a In cima del mon-te,
par;t que caiga de nuevo, nos explica que in tfircn del
hombre no tiene fimìlidnd :@yn:t. Queremos conocer, pero
no sabemos cunl es el significado, el sentido profundo de
la vidn. En cst:l angustia, la accicin nos parece el esfuer-zo
baldío que Ilevn prendidn In .tcnebrosn condena de per-derse
cn los caminos de In nxln.
Ln xctitud dc Albert Cnmus es dcsesper;idilmente pn-
Wicn. No nos ofrece otra cos; que dcsnlicnto por todas par-tes.
Sus idem forman un conjunto crudamente ncgntivo. Al
leerle nos deja un regusto de pesadilla ít lo Frnnk IC;~fl;n,
nos ponc un3 gran losn cn cl pcchn que, gravitando, nos
impide la respiracidn. Lx repugnaute lengua del absurdo
pnrece lnmcrnos cl espíritu. Tod:t esta turbia cosmogonín
-producto ta1 vez de unos aires de lwsimismo colectivo-,
se nos atitoj:l que podrh disiparse con unas cuantas 1x-e.
guntns. <Por qué es preciso, para vivir, que In finalidad de
1:1 vidn sea conocida por el hombre, que tnntas otras co-sas
ignora? ?Es necesari;~ una fin;kIidild? ;Existe esa finíili-d:
ld realmente? <KO es deni:isixlo Imr~rt~mh~~ al universo,
considernrlc una finalidad? {Por qué se presume que todo
obedece n un plan pre-determinado? CNO podemos. tomar
In csistcncin como unn posibilidnd cósmica de 13 m:Itcrin
dr nutoconoccrsc, de lwrcibirse, cle’ poder toca- ‘y .dirigir
su propi y constante evolución, su latido etc’rno, clcl que
cl fen~lm~no de 1;i vid:1 se convicrtc en ~prodigioso wnlr~?
Y por último: <soport;lr 13 vida en cl pesimismo del nb-surdo,
0 sirnplemer~tc portnrln alejada de lo absurdo dcl
pesimismo?
La vida hemos de entender12 como nlgx reí11 que 110s
ocurre, no como una refcrcncin 0 1dPjo de un ;tbsoliito prc-existente.
Así COMO wnpoco remitirla :t utI cundro ideal,
puramente subjetivo, de lo que rlcbicra de ser, para fuego,
en In wmpar;lci<in, mcs;irnos los cabellos y rasgarnos 1:~
vestitluríts. Esta g-esLic:ulación tr:Qica no conduce ít nxI:t.
Pensw, existir c~mc) sujeto es 111 opcAunitl;ld tic actuar
sobr 0 13 rc:ditl:d ol‘jc.tiva que tcncuios del:mtc ~:II-:L trms-form;
wl:t 0 modific3rl;~. ITc aquí las p;ll:~lv;is clc un gran
pensador del siglo XIX, cuya lwidcx es tulis cvidcntc :dn,
si cabe, en Iii actu:didacl:
«IA cuestidn de si In vcrdatl c)bjctiv;i pertenece al pcn-sar
1iuni:tno no es una cuestión de teoría, sino unn cucs-licin
pi-kticn. La vcrdnrl, cato c.5, la ~rcillidnd 4’ el ~JV~CI-del
pcr~wmictito, ha dc ser dctnostr;~cln en la lxícticn. L;t
discusi6n en cuanto :l la rcnlirl:id 0 la no realidncl de un
pens~tmiento aisJ:1do dc J:1 prkticn es uxi cuestión pura-mente
escol3sticn... Los filósofos stil;ìmentc han iukrprc-lado
el mundo de vnrios mo~los, pet’o Zn tclr*ca wí!l CS nl-
2EI’~1~‘¿0n.
HI hombre sc asienta en In vida cn un qucliaccr 0
muchos y vn perfilando su afirmnción en cl ticm+: Pdrin-mas
decir, cn otra fornvl, que llena el contenido de si
mismo, dirigido por una cspc?77E(r (2) que desnrrolI:l, si-multáncamentc
con la cscnci:k humana, sus formas wrias.
La lengua del pueblo dice con singular snbiduria: Sc hizu
un hombre. Y con nitis propiednd: SC csttí Itrrc¿c*trrio un
hxnbre. En verdad, el hombre se est;í cotrstru~cwio Ilast:\
su fin. Pnr:l esta rediznción no cs indispensnble cl mute-rial
dc I:i angustia. Pero estas razones SNliiS y claras no
quieren svr almitidas por un sector del perwlmiento que
quizJ influído def temor esterno del futuro,. tiende ít una
conccpciõn ideal y cnfcrmizn de la realirlnd.
Veamos n Mnrtín Tleidcgp-, por cjcmplo, cn In de-gan:
e c:iteclr;i que clcscmlwñ:t Kas h:tbl;i tlc las <rel:\cioncs
&xnïi:iles del hombre con cl w» que consisrcn cn un cles-g;~
rr;~micnto de nucctr8 escncin p;iril prclwx In comunicn-
&jn con cl ser. Dice que cst:t ncción prcvi;l 0 Ix-e-lxu-írci6n
hnr,i o no que cl ser nos dirija cl ll:~bl:t, que cs cl Im~sar.
JIientrns esto no ocurra, por cstnr cr1ílr siu dolor (sic), cle-l&
nos perseverar en este cstnclo :!bicrto Ixlrn el ser, vigi-l:
intcs lxwa no permitir qilc sc’:1 de nuc\-0 cncubierh la posi-bilitlxl
dc contaw. Añxle que ITcgel csprcsó cstc pcnsa-miento
de una forma griificn: «Lln: nwdi:~ zurcitl3 cs mejor
que una medin rota, 110 así In c0llcicnciil de si mismo.*
Dcspuh declnra que la snnn riwón, que apunta 3 Ia utilid;ìd,
catb del Indo dc 13 nlcdi:l zurcid3 y qiI,e, cn cnml>io, la re-flesión
subjetiva está del lado clcl clcsgnrrxmicnro, cs decir,
de la conciencia.
.- Por otra ptirtc nfirmíl que ailnquc so&3rtcn~os y llc-wmos
íi cabo cstc asin h:lbl:i y sin dolor somos’, esto de
por sí solo no pueilc hnccr cos,a :llgunn Iyr Ia salvación
del Iwmbrc. Con lo que ciérrn toda l~osil~iliJ;~tl a la vida.
El hhbre cu:u~~do tomx conciencia de si adquiere el dolor
inherente n 13 f’unci6n de pensar, de ser conscicntc; pero
si no Ilcgn n cstn posición, cs decir, si pcrm~wxc incons-ciente
y sin klor, tampoco pvxlc salwrsc. Y por este cn-mino
sigue Ix-ofundiz:lnclo, en el testo de su lecch, hnsta
llepr a csprcsiones dc trm tlCliC~ldil cstructurn Como: *Este
desgarramiento, grnchs n su fisura, rstií abierto prn dar
cntradn n lo nbsolutw. Y íqui, ch-0 estA, cl discurso se
nos escnpíl, cl sig:nificndo cs innsil)lc lw;t nuestra com-prensión.
Se qucdn dentro dcl wmpo subjetivo dcl mncs-tro.
Sucstrn lógic:l prc>vi(~nc, s~~glmnwntc, de 13 mna rnz6n
utilit:iria que tan 0límpic:imcnte es d~SpreCi;ldil por Cl.
Si Ixira In filosolh niodcrn;1, segiin nfirlllil cl propio
1-Tcidegger, cl knhito donde h:i de manifcst:~rsc cl ente, es
Cl :wd~o, pro acotado c:lmpo tic Ia sul~jctivitl:ld --sc@-
1110s utilizdntlo nuestra vieja y lnilltrCCll:t mfio-: toda co-municacicin
y trascendencia qucd.2 ntriìImln en cl cepo de
13 contrncliccitin y loc maestros del pcnwmiento nctml se
tenclrh que ver reducidos ;ì un pcnsantc c incoloro silen-
Ciu id respecto.
LibrCmonos, por un momento, de In angustia que tan
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ile CLrc.3 rcnimns persiguiendo tv estns linens, dnndo nn
salto dc dos mil cuatrocientos afios en el pasado para rc-paríIr
cn un:~ vid;\ de septuagenaria longitud como la de
~~ristófmcs. En :~quelln Cpoca los dioses no ohcían pre-mios
a los mortales -quienes eran conscientes plcnnmente
del atribulo con que les nombramos-, sino que, por el
contrario, In presión que aquCllos cjercinn sobl-e estos era
un:~ dura carga basada en Ias graciosns arbitrariedades y
crueldad de los personajes del Olimpo. Aunque esto no
fuese totalmente cierto en su aspecto rc:ìl cn si, prficticn-mente
lo era a causa de ser creencia general de la humn-nidad
de entonces (o de una parte considerable al mtxos).
h pesar dc ello este genio inigwtlnblc de 12 comedia en-contr6
el sentido de su vida en la empres;i fi,~spc~~rrr.w)
gcnerow de atítcar el mal gusto con In poderosa fuerza de
su humor incomp;irablc.
Bn Lrr.5 1’17Iiff.s confunde n I<uripiclcs rtio:tnindole en re-
Iacicin con el gran patriarca rle la tragediil helena, Esquilo.
Lisystm tí2, Lrrs Iks~r~ofoiYfls, Los rlvisfxw, Los Bí~~tgrrn-tw0.
s y los Babilonios, I%rfdn, Los Arcff1rimfos, tic., de.,
constituyen una interminnblc y fecundn scric de obras que
compuao a lo largo de su aznrosn vida y ia prucbn cle la
actividad salvadorc~ de su longeva existencia física. Filó-nides,
en su primera obra citada, deja constnncin de un
dcscubrimicnto efectundo por Cl de la obuervnci6n directa
de Ia realidad de su tiempo. Se trata de un fenómeno de
la cca~~omi~t que cuprcsn diciendo que n sus coetrincos Ics
gustnbn nxís la monedíi mala que liì buena, por ser 111 pri-mera
la que permnnecia en circulxión, mientras In segun-clíì
clesnparccin con rapidez. Dos mil axios nîns tnrdc, Sir
Thomns Greshnm, el fundador de la Bolsa de ‘Londres,
enunciaba 1:~ ley que llcv;l su nombre (ley de Crcsham)
y que explica las causas del hecho econdmico mcdinnte cl
cual, cn la circulación del dinero, la moneda Illilkt desnlojn
a 13 buena.
Este xontecimiento llama nuestra ntencitin sobre la
lentitud con que tal nnipliaci6n mintisculn del conocimiento
dc In rcAidnd objetiv;t es incorporada al s;dwr humano y
contrastn con la celcridatl en que todo un sistema, toda unn
concepcihn suprasensible del universo (existencinlismo) pa-sa
:k ser del dominio de un3 aloc:irl:~ y estéril juventud, a
Ia que, encima, no se le ofrccc otra cosa con dicho idcn-lisnI
que In desespcrnci6n. ~Azarcs de Ia mod:l? ;Scntimicn-tos
colectivos clc n:ttodcstrucción?
Xos percutamos ¿le que, a CaUsR de la vclociclnd en
In adopción de esas idens por un sector tan considerable
de gente, no puede explicarse que ello est6 fundamentado
en un auténtico examen y chborncicin mental por parte de
los nuevos acólitos, sino que mlis parece ser niotirdo por
esn actitud ancestral del hombre atraído por la nostalgia
(le las religiones. Así se explicarían los signos esta-nos,
f-xtrnv:lg;tntes 4’ superfichles de los ncdfitns qrlc les p-es-tan,
de forma ilusorin, ct auto-convencimiento de pertene-cer
;1 una comunión, cuya c5otéricn y complicada teoría
no pueden :~lc:lnz.?l-.
ISIDRO hfIRAxDA hfrLLaRss
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(1) Cap. 3, v. 19.
(2) Esle nombre no tiene aqui sti signilicaciún corriente, sino que
toma el valor de impulso, energía que mantiene al hombre en
movimiento y le atrae, como imbn, hacia adelante.
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