ARTE Y CIENCIA
No es saber, saber hacer
disc1rrs0s sdes vui1os;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sarto.
DAR WINISMO Y ESl’IRI1‘UALISMO
Una de las rnns arduas, difíciles y trascendentales
cuestiones, que hoy dividen el campo de la Ciencia, es sin
duda, la que se refiere al origen de la especie humana, no
tanto por los grandes problemas que su solución eslabona
en el orden natural de los hechos meramente físicos, cuanto
por la gravedad que entraña su estudio, al relacionarla
con la vida I-eligiusa y murd, en que atiu be: inspiran
nuestras modernas sociedades.
Inwsrigar si es uno 0 múltiple el origen de la especie
humnnn, siquiera no sea ni& que pnrn presentar los hechos
culminantes del proceso hoy entablado entre las mRs po-derocas
inteligencias de nuestro siglo, empresa es tan di-fícil
v r~udnz, que ~610 puede disculp:u-l:t cl nf6n de inves-tigación
que al presente anima a todos los que se intere-san
por el progreso de las Ciencias naturales.
A nosotros los que por desgracia vivimos lejos de esos
grandes centros de ilustración, nos conviene seguir con
atenta curiosidad las conquistas diarias de la ciencia e iden-tiiklrnos,
aunque s610 sea con el pensamiento, a ese mo-vimiento
vertiginoso e irresistible de donde brotan esas
brillantes teorías, esos grandiosos sistemas, donde, en me-dio
de muchos errores, van envueltas importantes verdades,
que sdlo esperan del tiempo y de la experiencia su título
de axiomas.
NJ de otro modo obtendremos In honra de asociarnos
al progreso universal, que lleva en pos de si a los pueblos
ilustrados, y los prepara a esos futuros destinos, que la
Providencia reserva al hombre del porvenir.
En medio de esos millones de voltimenes que hacen
crujir diariamente las prensas del mundo entero, cual vol-cdn
de ideas en plena actividad; en medio de ese hervi-dero
de pasiones en oposición, de intereses encontrados,
209
de hipótesis que se cruzan, chocan, se pulverizan. y vuel-ven
a renacer de sus disgregadas partes, surge y se rere-la
constantemente un noble :tFán de saber, una ardiente
sed de ciencia, un infatigable anhelo de perfeccionamiento,
que envuelve a la Humanidad y la arrastra hacia descono-cidas
playas, como es envuelto y arrastrado el sol con su
cortqjo de planetas, hacia esas ignotas regiones ocultas en
los espacios sin limites de la materia radiante.
A la luz de In experiencia y con la balanza de la ra-zón
va el hombre abriéndose paso lentamente por los sen-dtros
inexplorados de la investignci6n científica, acumulnn-do
hechos, deduciendo consecuencias, eslabonando ideas,
levantando sistemns, que la discusi6n libre viene luego a
depurar, despojAndolos de todos SUS errores, y sometién-dolos
al fallo inapelable del criterio universal.
lEs uno o múltiple el origen de la especie humana?
En el estado actual de la ciencin se reconocen en la
nnturnleza dos grandes agrupaciones que tienen, sin em-bargo,
entre sí muchos puntos de contacto: el imperio inor-ghnico
y el orgfinico. Los cuerpos que componen el pri-mero
son aquellos que colocados en condiciones favorables
duran indefinidamente, sin tomar ni abandonar al medio
ambiente ninguna de las partículas que los constituyen.
Los que forman el segundo grupo sólo duran un tiempo li-mitado,
experitnentando a cadn instante perdidas de sustan-cin
que reparan con materiales recogidos fuera de sí mis-mos.
El imperio inorgAnico se subdivide en dos grandes rei-nos:
el sideral, que comprende los soles, cometas, planetas y
s:~télites, que aparecen como mokulas de ese gran todo,
que llena con el &er y sin solución de continuidad el es-pacio
infinito; y el mineral, que lo constituye el conjunto
d ,‘ todos los cuerpos terrestres que sólo están sujetos a
los fendmenos de In gravitación y a los físico-químicos que
SC desarrollan sobre el planeta.
El imperio orgánico se subdivide a su vez en otros
dos reinos, el vegetal y el animal, de los cuales el prime-ro
es aquel en que se desenvuelve el principio vital, sea
cual fuere su causa, unido n los fenómenos de la gravita-ción
y a los físico-químicos; y animal, el que adiciona a
la serie de estos tres órdenes de fenómenos, el de la inte-
ligencin, en la inconmensurable escala de su desarrollo,
desde el infusorio hasta el hombre. (1)
Para llegar a resolver la cuestión que nos ocupa, te-nemos
que echar antes una rápida ojeada sobre el reino
animal, objeto preferente de este estudio.
La vida, fuerza tan desconocida en su esencia como
la gravitación, es el primer fenómeno que se revela en los
organismos. No nos incumbe investigar aquí si esa fuer-za
es el resultado de reacciones químicas, o si tiene su
origen en otro agente, que aún escapa al examen fisioló-gico
de los seres. El resultado es, que existe esa fuerza
generadora de todos los fenómenos del reino animal, y que
todo agregado de materia que Ella alienta con su miste-rioso
soplo, se distingue por las diferentes fases de naci-miento,
nutrición, reproducción y destrucción final.
Scnt:~do este primer hecho, 13 observación nos clemas-trarlí
de una manera indubitado, que todos los seres ani-mados,
no han aparecido en la tierra simultbneamente, y
nclemfis, que muchos de lns que en ella han vivido largos
períodos de siglos, han desaparecido para siempre del
planeta.
Otra observación consignnrcmos de no menor impor-tancia
en la cuestión que nos ocupa, y es que los organis-mos
rudimentarios o incompletos han precedido a los or-pnnismos
mãs complicados y de mayor perfeccibn, pnre-ciendo
que, por una escala ascendente de imperceptible
gradación, se han ido sucediendo todos, descubriéndose
un maravilloso enlace, un engranamiento misterioso y Ió
gico entre los diversos tipos de la escala zoológica, hasta
llegar al más perfecto que hoy existe en nuestro globo,
esto es, al hombre.
Como la ciencia procede siempre por ley ineludible de
lo complejo a 10 sencillo, de 10 oscuro n 10 ditifnno, de las
tinieblas a la luz. al encontrarse el hombre frente a frente
con el problema de su existencia, intentó descifrarlo en
todas las épocas intelectuales que nos recuerda la historia,
con arreglo n los datos que en cada una de esas civiliza-ciones
le suministraba la ciencia adquirida.
La primera idea que se present6 a los sabios al con-
(I) Véase a Quatrefages: L’Bspece humaine.
211
sagrar sus vigilias al estudio de la naturaleza, fue In de
someter su criterio í1 lns cosmogonías religiosas admitidas
ya por cada pucb!o, aceptando las soluciones que aquellas
le ofrecí In respecto :t las causas productoras dc la vida.
El milagro fue, pues, elevado a In categoría de prin-cipio
científico c indiscutible, y la experimentación, el ra-ciocinio
y la lógica enmudecieron ante Ias teorias de las
castas sacerdotales.
Dios creó un par de cada especie en los reinos vege-tal
y animal, y de él proceden respectivamente todos los
ejemplares que hoy existen en el mundo.
Y esta era In respuesta que las teogonías tradicionales,
que desde In India al Egipto, desde Ia Grecia a Roma, da-ban
siempre al misterio de la creación.
N;t,.ln mrls sencillo para el creyente; nada más absurdo
para cl sabio.
Mas, cuando In razón fue emancipftndose de las trabas
que le impusiera la ignorancia, el fanatismo y la fe ciega
dc los pueblos, In ciencia se atrevib, con timidez primero,
y después con valor creciente, a buscar otras soluciones
mfis cn armonía con las leyes 16gkas, armónicas e inmu-titbles
que gobiernan el universo.
Y decía la ciencia: Si cl principio generador e inte-
Iigcnte de toda crenci6n, no procede nunca de una manera
ilógica, y lo lleva todo ordenado con rigurosa ley y méto-do
inflexible, no se concibe cómo el hombre, u otro ser
orgtinico cualquiera de los que pueblan la tierra, pero es-pecinlmcntc
cl hombre, porque es el más perfecto de todos
esos seres, no se concibe, repetimos, cómo pudo aparecer
de improviso sin antecedentes ni precursores, y dotado de
la cornplicndn org:~~iznri~n que hoy tiene.
El principio creador, cualquiera que sea el nombre
que le demos, no puede proceder cle una manera absurda,
caprichosa e ilógica. Ya no se duda, y es una verdad ad-mitida,
la concepción grandiosa de Laplace respecto a la
formación de nuestro sistema solar. Nuestro planeta tiene
pues una explicación científica que todos admiten. Ahora
bien ;por qué lo que SC le concede a nuestro planeta se le
niega obstinadamente al hombre? Si Dios, si la fuerza pen-sante
y ordenadora pudo hacer aparecer nuestro planeta
por medios sencillos, lógicos c inteligibles a la razón,
212
{por que hemos de suponer que eligio on-os en irreconci-liablc
pugna con el buen senlido y con los datos progre-sivos
clc la ciencia?
EIA efcctu, si drjalxlüs ir UA] lado tocln idcw prcconccbi-da,
si nos desligamos de toda preocupación religiosa y de
sccw, y nos eIevamos a las altas regiones de In inteligen-cia,
no podremos menos de convenir en que si la naturn-lez;
l. en todos los fencimcnos que nos ofrece en el vasto
campo dc la ObsCrVilciti~. no procede nunca por milagros,
esto es, por infracciones de las leyes naturales, y en todo,
desde el movimiento de los soles hasta 1a vida del infuso-rio,
revera In correlación del hecho observado, aunque
permanezca oculta In causa primera, es cle una imposibi-lidad
absoluta que para la creación del hombre se hubie-sen
clerog;~do esas leyes, apareciendo, por decirlo así, ins-tant:‘
mcnmente sin nin$:tin lazo de unidn con los dcmds
seres de la escala zoológica.
La misma imposibilidad encontramos en aquellos que
han intentado explicar la ;lparición dcl hombre, suponien-do
un cstnclo climatol6gico especial, durante cuyo período,
y poniendo en fermentación ciertas sustancias azoadas, y
trayendo, no se sabe de tl6nde, la semilla fecundante, fue
esta derr;~mnda en el limo preparad» al efecto para rwo-ger
In informe Cxl\‘oltUrii de In cual había de salir el niño,
solo, aislado y sin padres
Esta teoría no necesita refutación, Entre el milagro y
el. tipo aislado para cada especie, brotando inconsciente-mente
del fango, encontran>os paridad de absurdo.
II
YT;t-.en los últimos siglos la libertad de conciencia, !a
toiemnci:r religiosa y cl libîc exf!men, que In Reform?, con
su soplo civilizador y progresivo, dcrr?,n!ó pqr .el centro
de EuCqpa, dio lugar a que principiara- a manifestarse en
algunas ,inteligencias privilegiadas, el deseo de !xwar una
explicación científica al misterio de la existencia.
Benito hIeillac, en Francia, sin desviarse del espíritu
del Gtnesis, pero interprekíndolo libremente, dio al pro-
blema una solución, que nos anuwia la aparición del
transformismn moderno.
R;ty en su Historin clc Ins p&rtrrs, 1686, y Tournefort
en sus 1ttsGitttciotte.s rci Iwbnt*ine, 1700, fijan la verdadera
significación de la palabra esflecie. Linneo con su clasifi-cación
binaria de género y especie, hace dar un paso in-menso
a la hlstorin natural. Monet y RoPinct. predeceso-res
de Lamarck, SC apartan t-n& y más de la concepción
bíblica.
Goethe en Alemania, con la inruicion que presta el
genio, y guiado por la observación de la metamórfosis de
las plantas, generalizando esta idea, la aplica al resto del
mundo orgánico. En fin Lamarck, a principios de este
siglo, viene a encontrar una explicación racional al pro-blema
de la existencia del hombre, echando los cimientus
al sistema que luego, bajo forma mCts perfecta, ha recibi-do
el nombre de darwinismo.
Este sabio naturalista, en su Filosofía Zoológicn (1809),
en su Iutrodzicción n Zn Hisforin ,Vofz~rnl de los nninlnles
iíract-tcDtw/cs (1815), y en su Sistcnrn dc co~tocintie~tlos
posithos (1820), desenvuelve la idea de que el reino orgá-n1c0
se ha des:~rroll~tln por vía de trnsmuCición.
uEn un principio, dice, la atracción formó en el seno
de las aguas, y aún forma al presente, reducidos núcleos
de materias gelatinosas o mucilaginosas, que bajo el in-flujo
de la luz penetran los flúidos sutiles, calórico y elec-tricidad.
En virtud de la acción repulsiva que estos ejer-cen,
:tpRrtnnse las moléculas y se abren cavidades, tras-formrindose
por tal modo la sustancia primera y continua
en un tejido celular de extrem:da finura. Desde ese mo-mento,
esos corpúsculos pueden absorber y exhalar los
líquidos y gases ambientes. Comienza luego el movimien-to
vital, y según la composición de la pequefin masa pri-mitiva,
trnnsförmase en un vegetal 0 en un animal ele-mental...
Los seres elementales, lejos de las fuerzas físicas
que les transmitieron el primer aliento vital, desarrollá-ronse
en un principio, y continúan desarrollándose cons-tantemente,
dadn la generación espontanea de los proto-organismos
en las epocas primitivas de la vida de nuestro
planeta, y su actividad continúa siendo la misma de antes.
Engendraron esos proto-organismos los seres que com-
214
prenden los reinns animal y vegetal, y las especies más
elevadas descienden de ellos por medio de la filiación y
la derivncion)).
Asi se explicaba Lamarck, cuando aún ni era enten-dido
ni escuchado por la generacidn en medio de la cual
vivía.
Afirmaban Maillet y Robinet In precsistencia de los
gérmenes, como hoy el celebre Tindall, mientras Lamarck
se decidia por la generacion espontánea; pero todos estaban
confo;-mes en el desarrollo del ser orgrínico por medio de
sucesivas evoluciones.
Entretanto Cuvier, el ilustre fuudador de la anatomía
comparada, siguiendo opuesto sendero en esta espinosa
cuestión, y a pesar de haber reconocido en las veneradas
reliquias de un san Cristóbal, los huesos de un masto-donte,
se propuso combatir n Lntnarck y a Geoffroy St.
Hilaire, deteniendo así lastimosamente los progresos de las
ciencias naturales, y posponiendo las glorias del porvenir
:1 lns honnwn clel prsmte.
No olvidaremos en esta breve reseña recordar honro-samente,
cómo uno de los mas ardientes discípulos de
Lamnrck, a Bory de St. Vincent, por haber visitado en
otro tiempo este archipielago, y ser autor de una notabi-lísima
obra sobre Canarias.
Mxhos sabios, cuyos nombres son familiares a todos
los que cultivan las ciencias, continuaron durante el pri-mer
ter3o de este siglo acumulando datos para la solución
del problema, pero sin que ninguno se atreviese a abordar
de frente la cuestión, tal era el influjo que en los cuerpos
científicos y en el profesorado ejercía ese elemento, que
pudiéramos llamar oficial, hostil siempre a toda innovación.
Las grandes revoluciones en el dominio intelectual no
brotan nunca sin antecedentes. Cierto es que, bajo la ame-naza
de la prisión, del tormento y de la hoguera, ha ha-bido
hombres que, anticipandose a su siglo, han enunciado
grandes verdades, que han quedado olvidadas luegoipor
largo tiempo, porque el medio donde han aparecido no es-taba
preparado para su desarrollo y fructificación.
Empero, cuando aquellas llegan en el momento opor-tuno,
y pertenecen a esa clase de grandes revelaciones
que han de imprimir honda huella en la vida de la hu:
215
mnnidnd, se advierte como que flota en el aire el germen
de las ideas que llevan en si; parece que todos las sienten,
que todos lo palpan, aunque ninguno ílegue a verlas con
perfecta claridad. Entonces aparece de repente el genio
predestinado a darles forma, y rasgando el velo que las
ocultaba a todas las miradas, las revela con pasmosa dia-fanidad,
iluminando con los destellos de su inteligencia
las líneas que de todas partes del horizonte cwnvergían mis-teriosamcnte
hacia la idea revelada, que hasta aquel ins-tante
lliibítl permanecido oscura 0 Indecisa, como las fran-jas
de vacilante luz, que preceden i\ la salida del sol.
Así fue preparada y así apareciO la teoría de Darwin.
En medio del torbellino en que va envuelto hoy el
progreso humano en su providencial y vertiginosa marcha,
mengua hubiera sido que la teoría de los seres organiza-dos
hubiese permauecido cstaciun:u ia. Su itp~wición era
in:lispenwble para In armonía del conjunto. Llegó pues el
momento, y In luz brill6. Así se han cumplido y se cum-plirán
todas las revoluciones ncccsarias en cl orden socid.
religioso y científico.
Lo teoría de Darwin cs sencilla, como toda revelación
que encierra en si misma el germen de una gran verdad.
Procuremos condensarla en pocns palabras.
Cuando el planeta que habitamos, desprendiéndose de
la gran nebulosa que formó nuestro sistema solar, conti.
nuó aisladamente su movimiento de rotación, y la masa
de vapores que lo constituía, se fue paulatinamente en-fri:
mclo, oerificRndosc en ella durante millones y millones
de siglos esas evoluciones sucesivas que nos revela la geo-logia,
llegó un momento en que In vida apareció sobre
la tierra
¿Existía esa fuerza misteriosa que llamamos vida com-penetrando
la materia y latente en la nebulosa, o era pro-ducto
de un soplo extraíío que venía a fecundar In futura
morada del hombre? <Quien es cl que se atreve a decidir
esta cunstibn, llevando el convencimiento al Animo de sus
lectores? Y sin embargo, si hemos de ser lógicos y juzgar
con sentido racional el proceso dentjfico, de suponer es
que la vida, sea cual fuere la concepción que de ella tenga
cada uno, no pu:10 infiltrarse de extraña manera, sino que,
impulsada por la causa generadora e inteligente de toda
216
Tuel-L;~ y de ludu rnuvirnictllu, \JCIlh ya c11vuelta er1 la Ile-bulos:
1 de nuestro sistema, compenetrando SLIS partes cons-titutivas,
como ha de existir y existe en todos esos millo-nes
cle mundos, que rucchn por cl espacio, cumpliendo el
Ein pr-ovidencinl de la creación.
Ahora bien: todas las especies animales y vegetales
que aparecieron en el globo desde ese momento genesíaco,
y las que al presente existen, proceden, dice Darwin, por
por vía de transformación, de un número muy escaso de
tipos originales, o tal vez de uno solo: <<Verifícase esa
transmutación, continúa diciendo uno de sus comentado-res,
bajo el irnperio de una ley suprema que la experien-cin
nos pone de manifiesto R cada instante. La lucha por
la existencia Impuesta necesariamente a todos los orga-ganismos
esta regla inquebrantable, contiene el principio
de la selección natural, por cuyo medio las misteriosas
fuerzas de la naturaleza dan la victoria n unos individuos
sobre otros, vigorizando y desarrollando por tal manera
aquellas partes -y caracteres, que, ofreciéndose en los seres
como rudimentarias cualidades en un principio, llegan a
diferenciarlos, hasta constituir, primero variedades, y lue-go
nuevas especies distintas ya de aquella pareja común,
de donde proceden por filiacidn rigurosa. La sele’ccion
nntur;11, regidn por secretos resortes, aparece ncompaííada
de otra ley no menos energica, constante e indestructible.
La selección sexual. No sólo lucha el ,individuo con el
mundo total externo hasta adaptarse a las condiciones bio-lógicas
que puede soportar, no solo contra todos los : de-mas
seres organizados que le disputan el punto mínimo
que ocupa sobre la superficie terrestre, sino que tambien
ha de combatir a sus congeneres, que le disputan la posen
sión cle las hembras en las estaciones propicias a la ‘re-producción.
Perecen de este modo las plantas y’animales
menos favorecidos, perpetuandose los mds robustos y ga-llardos;
engendran estos IILI~VUS seres, y cle cletermiuarse
variaciones favorables a In existencia, ejercese sobre ellas
la selección natural, hasta robustecerlos constituyendo en lo
futuro, y mediante una serie de insensibles gradaciones, nuel
vas especies que, a su vez, engendrardn otras diferentes. (1)
(1) Tubino: Revista antropológica, p. 241.
217
Y otro de sus comentadores, tal vez el mcís ilustre, el
célebre Haeckel, se expresa de este modo:
<cLn teoría de Darwin, ese digno coronamiento de nues-tras
ciencias naturales, se llama habitualmente doctrina
genealógica o teoría de In descendencia, aunque también
se la ha llamado doctrina de la metamorfosis o teoría de
la transmutación.’ Las dos denominaciones son exactas.
En efecto, esta doctrina pretende que la totalidad de los
organismos, por mds diversos que sean, de todas las es-pecies
animales y de todas las vegetales que han vivido
en otro tiempo y viven hoy sobre la tierra, se derivan de
una sola forma primordial, o de un pequeíío número de
formas primordinles escesivnmente simples, y lw3 cuales
desde este punto dc partida se han evolucionado por gra-duales
metamorfosis».
Tnles son. condensndos rüpidn e imperfectamente, los
puntos culminantes de la teoría de Darwin.
III
Al aparecer por la primera vez, en 1859, el libro Ori-gtw
de fas Especies, las naciones cultas, las que marchan
a la vanguardia de la civilización, la Inglaterra, la Alema-nia,
la Francia, los Estados Unidos, todos esos pueblos
fividos de saber, comprendieron In importancia inmensa
de 1~1n ueva teoría. Sus hombres eminentes recibieron con
respeto cl libro, y al estudiarlo, unos lo aplaudieron, otros
lo censuraron; pero ninguno lo despreció, como sin leerlo,
ni entenderlo, salvo muy raras y tímidas excepciones, ha
suce.lido después en Espalín.
En esas naciones se han levantado &tedras para de-purar
exclusivamente lo que haya de verdadero o falso
en esa teoria, se han escrito y se escriben diariamente
miles de volúmenes en pro y en contra, se hacen experi-mentos,
se recogen datos, se escudriñan y consultan los
fösiles escondidos en las entrañas de la tierra, se registran
los archivos naturales de la prehistoria, se conferencia, se
disputa, se habla; pero no se pone en ridículo una hipóte-sis,
que en veinte años ha hecho recorrer a la ciencia un
camino más extenso, que el que antes había recorrido en
veinte siglos.
Uno de los adversarios más tenaces de la teoría dar-winista,
cl ilustre Quatrefages, en SLI obra magistral sobre
la .Fs)ecie Hurnnmt, después de.resumir las ideas del sa-bio
inglés, aíiade estas notables palabras: Komprendo la
fascinación ejercid:i por esta concepción a la par profun-da
e ingeniosa, apoyacla en un inmenso saber, y ennoble-cida
por una leal buena fe)>. -Y continúa luego:- <cEl
darwinismo tiene puntos inatacables; citar6 en primera
línea IA lucha por la existencia y la seleccibn, que es su
consecuencia lógica... no puedo comprender que esos dos
fenómenos hayan podido ponerse en duda. Eso no perte-nece
a In teoría, son hechos irrefutables>>.
A4p:lrte de que esa fillange, dispuesta siempre a opo-
IlfZrbL’ il 1OLlU ~ImOgIeSO, en nombre de principios que la
ciencia no puede, ni debe reconocer, falange que se ha al-zado
sin descanso, en son de guerra, al aparecer en el
horizonte de In.5 idem unn nueva afiunxiún conlraIia ii
sus afirmaciones, y con ella ese mundo de los ignorantes,
de los indiferentes, de los desocupados, de los poderosos,
de los que creen nún que cl universo 5c ha hecho para cl
átomo-hombre, se indignd profundamente al oir que este
ser privilegiado y casi divino iba n descender a la catego-rín
del mono.
Esos no podían comprender, que esa teoría, por ellos
tan mal interpretada, en nada deprimía la especie huma-nn;
porque, en rfwto, si In inteligencin, cl espíritu, el nl-ma,
cl soplo vivificador, cn fin, aparece según esa nueva
doctrina en germen rudimcntnrio allá en los confines del
ser org-ánico, y conforme se va alojando en formas m;Es
complqias y perfectas, esa misma fuerza que encierra en
sí misma el pensamiento, va creciendo en intensidad, y
por medio de lentas gradaciones, y siguiendo leyes que
no es posible aquí desarrollar, va perfeccionAndose den-tro
del ser, que a partir de un tipo inicial, ha ido subdi-vidiendose
hasta llegar a constituir la,especie más perfecta
que hoy conocemos; (impide esto, que Dios, esto es, la fuerza
inteligente, suprema y ordenadora, al elevar al ser huma-no
a ese estado de perfectibilidad relativa, que sin duda
no termina en este miserable globo, impide esto, repeti-
219
mas, que la parte pensante de ese mismo ser, reciba en
este planeta, la plenitud, que en el misterioso plan de la
creación le waba reservada, y que dentro de esa plenitud
qucp3 el sentimierito consciente, moral, religioso, social y
progresivo, y posea su alma todos los atributos que le
conceden las escuelas espiritualistas? ;Pues qué, todos los
seres no proceden directamente de Dios? CPodríamos aver-gonzarnos
de que cl carbono, el fósforo y el oxígeno que
componen principalmente nuestro organismo. sean iguales
n los de tos clem~s seres creados? (No es mas lógico su-poner
que para Dios no existe nada inútil, que todo se en-
1nz1 forzosamente, y que In fraternidad se extiende del
min-ríll ít la flor, y de In flor n In cdutn, hieudr> la CI~CR-ción
viviente, producto de una sola causa, y por ende
nuestra hermana? (No es mbs grande y sublime esa con-cepción,
que por medio de actos nnturnles, bajo leyes fijas
e inmutables, de una armonía infinita, obedeciendo a un
plan general, nos presenta el universo como un solo todo,
Iógico y correlativo en c:da unn de sus partes, y no como
una colección de tipos ya formados, brotando por medios
milagrosos e incomprensibles, sin correlación alguna con
las leyes que rigen la materia. y en pugna con la IOgicq,
In razón y el buen sentido?
No pretendemos ofrecer In teoría darwinista, como
una teoría hoy completa e inatacable. Algunos, aunque en
muy escaso número, y nos referimos n los que tienen au-toridad
cn la ciencia, se resisten todavía a aceptarla, por-que
SC encuentran grandes lagunas en el árbol geneal&
gico de los seres organizados, lagunas que reconocen por
causa, tipos que han desaparecido, y cuyos restos no han
podido encontrarse todavía; haciéndose valer tambien co-mo
argumento poderoso, el que, después de seis mil años,
no se hayan observado transformaciones o evoluciones de
unas en otras especies.
Pero a esto se contesta, que estas objeciones no tie-nen
en sí mismas mk3 que un valor puramente negativo,
porque si hay lagunas en la teoría de Ia evolucidn, debe
tenerse en cuenta que un cuerpo de doctrina no nace en
todo su desarrollo de un solo cerebro humano, pues su
complemento es, y no puede menos de ser, obra del tiem-po,
de la experiencia y del contingente que cada uno lleve
220
a la obra general. Apenas nacida ayer, la teoría darwi-nista
ha inwdido y se ha apoderado de todos los centros
cientíkicos e ilustrildos del globo, contando entre sus filas
a los hombres más eminentes de todas las naciones. Su
influencia no sólo se ha dejado sentir en la esfera de las
ciencias naturales, sino que ha penetrado en todas las de-mas,
donde se ejerce la inmensa actividad humana. Baste
decir, en comprobación de este hecho, que la doctrina
evolucionista aplicada. por ejemplo, a la historia, explica
perfect;tmente la acción progresiva de las civilizaciones,
que en círculos, por decirlo así, concéntricos, y cada vez
m8s estensos, como los que forma In piedra al caer en el
ag~m, vi1 engrnnando sus conquistas intelectuales, y trans-formando
el organismo social en s~is diferentes relaciones
políticas, morales, religiosas y civiles.
Respecto a los tipos que se dicen desaparecidos, lno
se encuentran diariamente en los terrenos primitivos nue-vos
animales que vienen :I llenar ese vacío, señalado an-tes
lwr Ia ciencia en 12~se species extinguidas? ¿Esr:I acaso
demostrada la aparición del hombre en la 6poca terciaria?
Y sin embargo, ningún :4ntropólogo dudn hoy de su exis-tencia.
No es aventurado, pues, esperar que esos wlcíos
se llenen, como se han llcnndo otros.
Peregrino es, por último, el argumento de que el hom-bre
hist6rico no hn prcscnciado transformaciones, lo cual
nos prueba la pequeñez que preside con frecuencia nues-tros
juicios. Nncid ayer la historia, y la aparición de
nuestro planeta cuenta millares de millares de siglos, y
~610 porque esa evolución lenta e insensible no se ha pre-sentado
n la vista inexperimentada del hombre, se atreve
este a negarla. A pesar dr todo, jlln PS rnsi una ttxnsfnr-maciC!
n, eliminación o absorción digna del más serio es-tuclio,
la que se observa cn las razas inferiores de la hu-manidad,
que al contacto de la raza blanca desaparecen,
se extinguen o se fusionan con ella, probando en cierto
modo con este hecho la primera de las leyes de Darwin,
y verificfindose casi una verdadera evolución a nuestra
vista? Creemos que el tiempo responderá victoriosm-nente
n todas estas objeciones, que ya pocos se atreven a sos-tener.
Antes de terminar esta ligera reseña del darwinismo,
221
no nos olvidílremos de señalar In herencia y la adnpta-ción,
como agentes que tanto influyen en la modificación
de 1;t.s especies. L:l primcr:l es un elemento de progreso;
la segunda, un principio de conservación; por tanto, obran-do
n In vez sobre una serie de individuos, y teniendo en
cuenta el medio ambiente y las condiciones climatológicas
de las diferentes zonas geograflcas, es como se puede Ile-gar
a formar una idea de ese sistema, que responde hoy
admirablemente a todas las interrogaciones de las ciencias
biológicas.
IV
Expuestos los antecedentes que en los c:lpítulos ante-riores
hcrnr>s creído neccsxrios, en la forma ligera, breve
y compendiosa que permiten los limites de un periódico,
si nos prcguntnmos ahora, como corolario de la doctrina
d:~rw-inista, si es uno 0 miilliplc rl origrn de la especie
hunrann, no es dificil la solución, dado el criterio de los
que profesen la teoría que vamos reseñando.
Si el origen de la especie humana se encuentra en ese
momento genesiaco en que In fuerza productora hizo que
el elemento de vida, al desarrollnrsc, crecer y transmigrar
de gtxlo cn grado, traspasara al fin la última frontera y
SC mostrase cn el ser-hombre, ts evidente, que siendo ese
momento prehistórico de una duración m& o menos inde-cisa,
y de una acción circunscrita a las zonas geogrAficns
y climatológicas favorables al fentimeno, es evidente, re-petirnos,
que hubo durílnte ese período varjos centros de
a_=rupación, donde esa evolución definitiva lleg6 a tener
1 Llgal-.
Ahora bien, aunque es probable que fueron muchos
los puntos de evolución, creemos que al mismo tiempo que
el germen, la célula, el tipo inicial de filiación fue ~610
un!), si bien pudo haber, y sin duda lo hubo, algunas de
esas unidades, que evolucionaron al mismo tiempo durante
nquel período de creación por reconocer todas el mismo
cornh origen. La especie 11umnnn se deriva, pues, de un
germen (mico, si se entiende por unidad de origen, la uni-d.
1.J dr los elemrnros que constituyen la c~luln inicial.
222
Intacta queda, en la teoria que ha servido de base a
estos artículos, el irreductible problema de la fuerza vital.
Todos sabemos que las escuelas científicas y filosófi-cas
se dividtzrl huy en dus gritwhi g:Iilpus, eII espkilua-listas
y materialistas.
Los primeros reconocen en el organismo del cosmos,
un principio inteligente, regulador de la creación, con una
causa final o plan armónico, productor de todas las leyes
y fenómenos que rigen el universo, y como consecuencia
de est,ls afirmaciones, la persistencia y eternidad del yo
pensante 0 alma humana, con una vida 0 evolución extra-terrestre
subordinada o relacionada con el principio vital
que por todas partes brota en los espacios infinitos. Y los
segun,los son los que no ven en cuanto existe más que
fuel-z 1‘; insconscientes o reacciones químicas, que obede-ciendo
a leyes fatales, prnrlucto de 1~ misma materia, ni
reco~l,ren más origen ni mbs finalidad, que la renovación
y destrucción eterna ) sin objeto de los ciegos componen-tes
del cosmos
Achacan muchos a In teoría de la evolución una ten-dencia
inevitable hacia las escuelas materialistas, y aunque
nosotros estamos muy lejos de creer esa vulgaridad. tantas
veces repetida, de que todo materialista carece de sentido
moral, cuando hay tantos entre sus adversarios -que no lo
tienen, debemos consignar que, a nuestro humilde juicio,
caben dentro del darwinismo todas las escuelas filosdficas,
tanto materialistas como espiritualistas.
DLK~OSO es para algunos que existan verdaderos mate-rialistas.
La cuestión, prescindiendo de detalles, y mar-chando
al fondo de ella, tan sólo es de nombre. -(<Fuerza,
movimiento, materia, dicen los ateístas, no busqukis otra
cosa. La razón, el pensamiento, la voluntad, no son sino
propiedades inherentes R esa misma materia». - «Dios, di-cen
SLIS adversarios, es todo eso que llamriis impropia-mente
materia, movimiento y fuerza, y ademas la inteli-gencia
que, compenetrando los organismos, lleva dentro de
sí los atributos morales, que se reflejan en la conciencia>.
No es difícil, pues, llegar a entenderse. La deletérea
influencia que ejercieron en el progreso científico, durante
una larga serie de siglos, las exageradas doctrinas meta-físicas
e idealistas, ha dado lugar en nuestros días a la
223
boro-,ISCOSlC-cI occión, que In escucli~ positivista y experi-mental,
en posesi0n de las admirables conquistas de las
ciencias naturales, ha llevado a efecto, extremando tal vez
SU consecuencias, y llegando h:lsta la negación y expul-si6n
de la metafísica, que elimina como inútil y perjudi-cial
del campo de la ciencia.
Tenemos, sin embargo, la íntima convicción de que
tras In tesis y la nntícesis, vendrá la síntesis del conoci-miento
humano, la cual tendrli lugar después de haber re-corrido
ambas escuelas el vasto campo de sus respectivas
evoluciones. Entonces sentirbn la necesidad de un acuerdo,
y buscarán y encontrarán la fórmula que armonice sus
opuestas tendencias, en cuya síntesis futura, Y no en otra
pnrte, se hallarri la verdad ontológica. esa verdad anhelo
de todos los que hncen un noble uso de sus facultades
mentales, verdad que todos creen poseer, y por cuya ad-quisicióa
se hw swrificndo tnntas existencias.
Hubo cm tiempo no lejano en que, hasta la verdad
científica se creía vinculada cn ciertas escuelas, fuera de
las cuales no había sino inmoralidad, ceguera, error. No se
acertaba n comprender, que la moralidad no es, ni puede
ser patrimonio de ningunn escuela especial, puesto que el
hombre la lleva en su ser, como uno de los atributos ín-hercntes
a su perfectibilidad; y en todas partes, bajo todos
los climas, y bajo ‘cualquier forma que se de culto a Dios,
se han hallado siempre hombres virtuosos, morales y pro-bos.
Pero la tolerancia, que es el primer signo de la ilus-tración
de un pueblo, ha ido al fin abriéndose paso, aún
cn las naciones mas refractarias a toda idea de adelanto,
no siendo ya un estigma para el hombre estudioso la lec-tur.
t y comentario de un libro, sea cual fuere su tendencia
filos0fica 0 socinl.
El pueblo que hoy pretende ser libre e ilustrado, debe
abrir ancho campo a la discusión, aplaudir todo conato de
la inteligencia, y no dar un culto ciego a lo pasado.
Respetables son los recuerdos; pero nunca deben con-vertirse
en rémora del porvenir.
La humanidad marcha con paso firme y seguro hacia
la luz; en buena hora que aquellos a quienes deslumbra la
claridad, SC queden rezagados y cierren convulsivamente
los ojos II todo resplandor, pero que no detengan con mano
224
sncr-ilcgil ?l los qLle, rasgando la venda que antes nos ce-gar.
1, nos muestran esos nuevos horizontes, sendero de
perfectibilidad que Dios nos va seííalando en cada nueva
evolución social.
Poco importa que esas escuelas obtengan el respeto de
las multitudes, eterno obstáculo a todo progreso; el aplauso
de la mujer, inconsciente apoyo de todo lo absurdo; las sim-patías
de aquellos que no tienen el valor de sus propias
convicciones; y la calurosa aceptación de esos que pien-san
que toda luz que venga a iluminar el humano enten-dimiento
es perjudicial al hombre y lo arrastra al pecado,
como si en el mundo hubiese un pecado mayor, que el de
la ignorancia voluntaria, origen de toda imperfección y
causa de toda impureza.
Si nos llegAramos a persuadir de que no habíamos ve-nido
al mtln:lo por el acaso fortuito de unñ rearrión
físico-q9ímicn, sino que venimos a cumplir una misión
de perfeccionamiento moral, que ha principiado tal vez en
mundos inferiores, y seguirá en otros su indefinida cadena
de evoluciones providenciales; si nos convencikramos de
que la causa inteligente y productora de todas las cosas
no participa de nuestras pasiones, de nuestros odios, de
nuestras miserables luchas de partido, como los dioses de
Homero, y la noción del ser no fuera en general un ver-gonzoso
nntrofiomorfisrno; si tuviéramos una noción mc?s
elevada de nuestro tránsito por la tierra, y lleváramos
nuestra piedra al edificio común de la ciencia universal,
unos con su tolerancia, su ilustración y su aplauso, otros
con su estudio, su obser\‘nci0n y su moralidad; si fuéra-mos
modelos de virtudes en el hogar, en la ciudad, en
el Estado, entonces el progreso sería una verdad, la li-bertad
un hecho, la fraternidad un lazo indisoluble; en-toncès
In humanidad alcanzaría, sin tantos desfallecimien-tos,
In última evolucidn que sin duda le tiene reservada la
R-o\-idencin en el INI-venir, In evolucidn que debiera con-vertir
:I los hombres en eso que, en n’uestro imperfecto
lenguaje, hemos llamado Angeles.
AGUSTÍN MILLARES TORRES
225
COMENTAI{ HISTÓRICO
Este artículo de don Agustín il9illares Torres, Dnr-
-wi~~isrr~o y Espiritrtdismo, publicado en la revista Et Mzt-seo
Cmuwio en el año IWl (11, fue hecho sobre un discurso
pronunciado en la sociedad EL ATENEO el 18 de febrero del
mismo afro. Este discurso llevaba por título: ¿Es mto o
~miZiipZe cl o&vlr de ta especie Inrr~tmm?
EL ATESEO, en su sección de ciencias, celebraba unas
sesiones cn formn de debates, haciendo pública una tesis
que luego era desarrollada por un orador, atacándola o
sosteniéndola otros oradores. Todo esto dentro de lo que
hoy llamaríamos una democrdticn cordialidad,
En esta épocn de EL ATENEO, los debates se habían or-gnnízxlo
cle forma que cada señor hablase en una velada,
pudiendo intervenir nlgitn otro que ya hubiera hablado en
una velada anterior sobre el mismo tema, para rectificar, en
CSO que el orador no hubiese consumido el tiempo pre-visto.
Pero en años anteriores, cuando la sociedad EL LICEO
inaugurti este tipo de debates, se discutía un tema en una
sola noche y hacían uso de la palabra cuatro o cinco seño-res,
habiendo habido incluso una velada, cuando se dis-cutió
un tema que afirmaba qltc Zrr jeticihd del hombre eft
IB iit.-r~~~a n’cpeftde sicrrl$~n~ de Ca ftrrtjcr, en la que tomaron
parte nueve oradores.
Hemos creído interesante publicar parte de los comen-tarios
de 13 prensa con motivo de In discusión del tcmn
¿Es uffo 0 miltiple et origelt de ta especie Itz~ntnnn.~, ya
que da una idea del contenido de los discursos y se puede
deducir que don Agustín hlillares, al escribir su artículo
DnmiuisnIo y EspiritrIdismo, no sólo lo hizo sobre su
propio discurso, sino que tambien tuvo en cuenta algunas
de lns ideas expuestas por los otras oradores, tratando de
coor~linnrlas y de llevarlas a una solución lógica.
Las noticias son sacadas del periódico Ln Cowespon-demia
de Cmrwins del año 1881.
226
INOTICIAS CIENTfPICAS LITERARIAS
20 de enero.
ATESEO. E! 4 de febrero comenzará sus trabajos la Sec-ción
de Ciencias naturales, físicas y exactas. El tema anun-cindo
en la tablilla es el siguiente: ¿Es UIZO o ndìtiple BI
origcíz de Za especie I1zr1unnn.7
22 de febrero
El viernes 18 del corriente principió en este Centro
instructivo la discusión sobre el tema propuesto por la
sección de Ciencias Naturales, que preside el Dr. D. Luis
Navarro y Pérez.
DesarrollO el tema en una memoria escrita, nuestro
amigo D. Agustín hfillm-es.
Después de varias consideraciones sobre la importancia
que hoy ciencn los eswdios científicos y sobre la necesidad
de que los pueblos que quieran progresar miren con prefe-rente
atcnci6n esta clase de estudios, desarrolló el sistema
de la evolucifin de las especies en la fwnm que Da~wvin
ha hecho tan célebre en el mundo científico. Hizo ver que
~610 en este sistema se encuentran lógica, metodo y co-rrclnción,
hncicndo cornprcndcr nl mismo tiempo la vngue-dad,
deEiciencia y nulidad de los demits sistemas que han
venido sirviendo de base para la explicación de dicha tesis.
Ln memoria de nuestro ilustrado paisano Sr. hlillwes,
es un trabajo que honra al Centro científico n que perte-nece
su autor, y debiera ser publicada para que se juzgue
con nxlyor acierto el mérito qiie encirrrn, no 5x510 pnr sus
formas literarias, sino por In copia de datos que suministra
para la solución del oscuro problema que lleva envuelto
en sí la referida tesis.
26 de febrero.
En la noche del día de ayer viernes contipuó en EL
ATESEO de esta ciudad la discusión sobre el tema que ha-bía
comenzado a debatirse en su sesibn anterior.
227
Hizo LISO de la pnlabra el Lcdo. D. TomAs de Zdrate,
el cual con su tralxljo clic) una ostensible demostrución de
sus v,istos esturlios sobre In materia en 105 distintos puntos
en que con otras ciencia‘; se relaciona. En contraposición
n lo espu5to en 13 sesión iinterior por el Sr. Xlillares,
afirmó cl SI-. Z:irntc que las especies no pueden ser t-esul-tn.
lu de tr;msfornwcioncs constantes, no siendo :idmisibles
px- jo tanto las tcorhs de L:u~~:II-c‘~y~ de Darwin en que
estriba la doctrina del Sr. ~lillares. Demostró la impor-tanch
que tiene el Gknesis de hlois& históricamente con-
5iderad0, y que las verdades consigwadas se hallnn con-firmadas
en la :~ctunlid;id por In geología, la paleontología,
la lin$iisticn y por el consentimiento unbnime de los m;is
eminentes sabios. Por último expuso que 12 selección :tr-tificial
no prueba n:ltl:I en favor de la relnci6n nntural, y
que :i Cstn no puede conducir en modo alguno la selec&h~
seuu:~l romo Dnrmin In hn cnn~el~i~ln, y qun en 1iit;nr de
la luch por Iil esistenciu, p:Mm swrnmentnl del sistemn
clc aquel s:ibio, el autor veía armenias de la n~ìturnlez;~ y
feli~CiOll~S tlc IOS seres or-gnnhdos.
IZectificó el Sr. Alilhrcs, diciendo que si bien es ver-dad
qw el sistema ch winiímo est;í ntin incompleto, es
sin embargo preferible al de In gcncración esponthcn que
no podía explicarse, y nl que defenclin su amigo el Sr. ZA-rae,
en el que se hnce intervenir el milagro pnrn sentar
Con10 liecl~o Iii itpWiCii>n del hombre sobre la tierrn.
7 dc marzo.
El viernes último 4 de los corrientes, continub en EL
AT~EO la discusión pendicntc nccrcn del tema objeto del
debate.
Continuó SU turno, llenando el tiempo sefinlado por
reglamento, el 1~40. D. blnnuel Quevedo e Hijosa.
Don Jhuuel Quevedo en el desarrollo de las teorías ma-terialistas
que sentaba como preliminares de In conclusión
final, cuyn síntesis es de que In vida es la resultante de
Ins fuerzas de la niltur:lleíX, estuvo nclmirilble, yn reco-rriendo
los cuerpos que pueblan los espacios planetarios
y estuclinndo las leyes n que se encuentran sujetos,- ya
2%
explicilnclü 1~ leyes de los cuerpos terrestres, yn el ori-gen
de la formación de la tierra y de las distintas trans-form:~
ciones que ha sufrido, y, en medio de todo, sentando
principios y deduciendo consecuencias que eran la más
evidente demostración de que el Sr. Quevedo es razona-dor
y lógico, además de elocuente orador.
En el curso de su peroración dijo que el Sr. hlillares
no pertenece a ninguna escuela determinada, y que algu-nas
afirmaciones del Sr. Zárate están desmentidas por la
ciencia moderna.
20 de marzo.
ATESEO. Resumen de la discusidn sobre si es uno o
múltiple el origen de In especie humana, por el presidente
dc la sección de Ciencias Naturales, Dr. D. Luis Navarro
y Pérez.
Sobrio, conciso y sintético en la exposicidn de los
principios fundamentales de las distintas escuelas, y lógi-co
y profundo en las consideraciones científicas sobre el
origen de las especies, combatió la hipótesis del transfor-mismo
y de la genlracibn espont6nea; refutó los argumen-tos
del escéptico materialismo, de los que proclaman la
materia eterna e increada; demostró las diferencias entre
el espíritu y IR materia, entre el hombre y el animal, y
puso de relieve la unidad y dualidad de la naturaleza
lllullaIl:1, deduciendo que la creación gencsíacn es mas
conforme a la razón que las hipótesis materialistas. Ex-puso
la doctrina de la especie contenida en el libro de
Rloisés, y frente al texto bíblico desarrolló la doctrina que
iw3C;L del itsurito tiene la ciencia, deduciendo 16gicamentc
que, lejos de haber contradicción, éstas corroboran y con-firman
el sencillo y sublime relato del legislador del pue-blo
hcbrco. Trntnndo luego de los caracteres distintivos
de las especies, separó al hombre de todos los demk seres
por la posesi6n de la inteligencia. Habló tambien de las
variedades de la especie y de las causas que las produ-cen,
estendiéndose en consideraciones acerca de las leyes
de lit unidad y de la variedad, .que ambas se cumplen ne-cesariamente
en todos los seres orgánicos; la de la unidad
conservando la naturaleza y In forma del tipo específico,
y la de In variedad diversificando aquel tipo indefinida-mente.
Por último se ocupó de los distintos colores de las ra-zas
humanas, para demostrar que In coloración de la piel
no constituye un carkter esencial sino accesorio, porque
no hay ningún aparato especial que produzca el color,
siendo igual en todas las razas la c.onstitución anatbmica
de In piel. Por otra parte, notaba la circunstancia de que
el color tenfa la pl-ol~icù¿tcl cl~ dispcr~saw5, que no perte-necía
exclusivamente a ninguna raza, sino que se encon-traba
en todas, pudiendo prcsentnrse espontáneamente, no
sólo en la especie humana sino cn todw las especies zoo-lógicas.
Afirmó resueltamente In unidad de la especie
humana. AI terminar trazó un bellísimo cuadro de admi-ración
n la inteligencia del hombre, síntesis de la creación.
(1) El RIuseo Canario (1 as Palmas de Gran Canaria), II, núms. 36,
37, 3s y 39, zz dc agosto, 7 y zz de septiembre y 7 de octubre de 1881.
La lectura del ensayo de nuestro bisabuelo, Dnmi-
&trro y Espiritt~ah'snto, nos ha sorprendido por la rique-za
de su información y por los originales atisbos dc su
230
pensamiento bioltigico, dispersos en todo el trabajo.
Emociona pensar, que hace aproximadamente un siglo,
en la soledad e indiferencia de una poblaci<in que apenas
era algo más que un pueblo grande con aspiraciones de
ciudad, con las limitaciones de los medios de comunica-ción
de la epoca y alejado de todos los centros culturales
y científicos, existieran personas que saltando por enci-ma
de todas estas dificultades, estuviesen al corriente de
todas las informaciones y siguieran con atención las nue-vas
aportaciÓnes en el mundo de la ciencia y la cultura.
Sorprende aún mBs este hecho, en la persona de nuestro
antepasado, cuya formación cultural y profesional había de
mantenerle necesariamente alejado del cultivo de las cien-cias
naturales.
Orina el autor, que es absurda la polemica entre los
dos conceptos que encabeznn su artículo. No existe tal
antagonismo. Admitida la evidencia de la evolución, ocu-rre
que al presentársenos los seres, como culminaciones
en el tiempn y en el espacin de procesos más 0 menos
continuos, nada ha sido creado sin antecedentes, o dicho
de otro modo, todo lo que existe es explicable en t&minos
de su historia evolutiva. Dice el autor refiriendose al hom-bre:
lC«mo se concibe que el hombre, el mfis perfecto y
complicado de los seres, haya podido aparecer sin precur-sores?
Efectivamente, si las afirmaciones que nnteccden
han de tener validez biológica general, la especie humana
no puede ser una excepci6n. No hace falta que recorde-mos
que en estos cien años transcurridos, la ciencia an-tropológica
le ha dado la razón, y en la búsqueda conti-nua
de antecedentes, que forman ya tupida red en la ge-nealogirl
humana, el origen de la hominización no ha he-cho
sino retroceder en el tiempo, remont&ndose en la ac-tualidad
a unos dos millones de años despues de los últi-mos
l1~~llnzgos del profesor Leakey en Kenia.
Es interesante destacar los párrafos en los que se re-fiere
a la gestaciún de los descubrimientos científicos.
Afirma con criterio totalmente dialéctico y evolucionista,
que los grandes descubrimientos en el dominio intelectual,
no brotan nunca sin antecedentes. Aplica entonces sus
propios conceptos sobre la historia y la sociología huma-nas,
nos habla del clima histórico que reina cuando se
231
produce un descubrimiento trasctndental. El ambiente ca-si
SC materializ;l, las idcns estbn en el aire, se discute, se
habla, se piensa con intensidad creciente y todo parece
pres:@:tr 1~1 aparición de la mente poderosa intuitiva, in-tegrntlorn,
gen¡;!], que hace cristalizar las razones, que re-coge
y ch forma :l todas csns ideas precursoras que lo ha-cen
posible. Así -nos dice- surgió D;~rwin y su teoría de
la c\,olución como consecuencia del proceso histórico-cien-tífico
del desnrrollo dc las ciencias naturales iniciado en
el siglo XVIII. Son sus precedentes inmediatos, los natu-r;
ilistas y filósofos como Linneo, St. Hihire, Buffon, LR-mnrck,
Cuvier, Goethe, etc..., cuya significación, como an-tecesores
del pensamiento cvolucionirta, ha sido huy mii-gistr:
llmente nnnlizada por F. Cordón en Ger~emlimción
rle los primipios tehicos del damiuis~~~o, quien presenta
al tlarwinismo como lo que renlmenlc es, como una sín-tesis
integradora de contrarios representados por Cuvier y
Lnmnrck.
T:unpoco esxpn n 1:~ penetraci6n del autor, la posibili-dad
de que de la iniltil discusión, esterilizante, entre ma-tcrhlistas
y espiritu:~listns, SC llcguc algún día a Ia supe-r;
Lción dialécticn, a un:1 sintsis, ~IIP :Ih:lrque :lmhs ten-dencias.
il este efecto se plantea las premisas previas pa-ra
una eleglnte y eficaz síntesis supcrndora al mejor esti-lo
llegcliano.
Llamn la atención el vnngunrdisino, verdadera avan-zada
del pensamiento biol@ico, que preside todo el en-sayo.
Por supuesto que existen afirmaciones y clasifica-ciones,
terminologíí~s, etc. ., cuyo empleo nos hace sonreir
u~i poco, p-0 que estalxm en uso en la época y empleados
por un:1 persona no f;imilix-izada con los temas científicos,
nos lxirece pedante suficiencia el anotarlas. Preferimos re-ferirnos
;t esas partes del trabajo cn donde el autor se ha
dejado guiar por su intuición y talento. Nos parece válida
su refutaci0n de lo que se Ilxnn el materialismo mecani-cista
al negar In posibilidad de que la vida surgiese como
un az:tr afortuwldo, como mera casualidad entre un infi-nito
de posibilidncles físico-químicas, y como resultado de
fuerzas de orden molecular.
En el curso de su aplicación del dnrwinismo y al tra-tar
de explicarnos el origen de la tierra y los planetas,
233
dice: (existía esa futxm miste1 iusa que llamamos vidn
compenetrando la materia y latente en la nebulosa, 0 era
proilucto de un soplo cxtrníío que venía a fecundar la fu-tul-
n morada del hombre? ?Quikn cs cl que SC ntrcvc CI
decidir esta cuestión, llevando el convencimiento al rinimo
de sus lectores?
Hn su opinión, la vida no pudo infiltrarse de manera
extrafia, sino que venía ya envuelta en la nebulosa de
nuestro sistema, compenetrando sus partes constitutivas,
como ha de existir y existe en todos esos millones de
mundos que ruedan por el espacio.
II
«T lx wbolcis almaysso nrcwlazt diffwerzt
froin thc suyn of tbe sepamte par&.
hfAX PLANCK.
No creo que pueda estar más clara la opinión del autor
de aquellas líneas. Para él la vida, aunque ignorando sus
causas, es una propiedad de la materia, va ligada a ella
en esa nebulosa de que nos habla. Y mrls aún, en su opi-nión,
In vida es un fenómeno fatal e inexorable de la evo-lución
de la materia, como demuestra su certeza en la
existencia de vida en otros mundos. Ni que decir tiene
que estamos totalmente de acuerdo con su opinión, y co-mo
creemos que el tema merece que nos exlendiimw un
poco, aunque sólo sea examinando muy ligeramente el
problema, vamos a intentar hacerlo.
El p~~ublwm de IU viviente, dice A. Opnrin, sabio emi-nente
y probablemente In persona que más se haya dcdi-cado
al estudio del problema, sólo es comprensible tenien-do
en cuenta su origen y desarrollo. Tomndo como un
fenrimeno aislado e independiente, no es posible abordar
su estudio. Tampoco resulta ser un buen camino, el creer
que SI nos aparecerá el secreto, la causa misteriosa de
los fenómenos vitales, desmenuzando a los seres vivos en
partes cada vez más pequeñas, como ocurre en general
con los exquisitos m&od.os analíticos de la bioquímica.
233
No cs que opinemos q~~e dichos tra’o,îjos no son necesarios
pu-;’ cl estudio del problenw, diriamos que son imprescin-dibles.
Ahora bien, ese tip:, cle mcntalidnd que cree que
con el des;~rrollo extremado de la finura de una técnica
va a encontrar el origen del quimisnio vital, cst& en un
error. No cs en el mero recuento de metabolitos en donde
reside el secreto, la vida es un todo y como tal hay que
estudiarla.
Hace ya algunos aííos, recuerdo que un profesor, al
hablar de los virus que todo el mundo sabe que son nu-cleoproteidos,
constituídos por infinitas secuencias de nu-clcOtidos,
hatn un peso molecular de varios millones, so-
Iín decir que, aunque los análisis mc’Ls delicados nunca
h:lbí:ln po~litlo dcmostrRr otra coca qtte 5cidos nucleicos,
etc.; él opinaba CJLIC, puesto jue los virus poseían Ia pro-piech~
d de Ia reproducción, . vlgo debía de existir en su intc-rinr,
invisible :I Iris más potentes micrnscnpins electrónicos
y que ese algo CM el responwble de la actividad vital de
los virus. Esto es ~1ii:l demostr:ición del absurdo a que con-duce
Ia extrapol;ición del dctcrminismo experimental a otros
fenúrnenos nnturales. <<Hay que buscar siempre una causa
iinicn que es el motivo en el espacio y en el tiempo del
ien6meno estu3i:~clo~~‘A. hora bien, y volviendo al caso del
virus, allí no existe 0:1-a causa que unos gigantescos acú-mulos
de moléa!n~ proteicas. Entonces cabría pensar más
1egitima:nentc y con mtis rigor, que buscar el caprichoso
y IluiJi~o diablillo rcspunsnble de todo, que es justamente
aiii, c,i eje co:np!ejo y nrmonio;o sistc:n:t estructural pro-teico,
en tt?do su conjunto como estructura TOTAL en donde
rndicn el fenúmeno vital. Con otras palabras, la vida sería
nquclla forma de comportarse In materia cuando se alcanza
un nivel de complejidad suficiente.
Existen dos aspectos, dos manera de entrentar el pro-blema
del origen de Ia vida. Estas dos escuelas de pensa-miento
son los ideatistns 0 espiritualistas, que anteponen
la cxistcncia de una causa supramnterial, animadora de lo&
fen6m-nos vitales, escuela de pensamiento suficientemente
conocidn de todos y cn cuya3 idcns no insistiremos por
esta c;iw;:i. La otra, Ia escueln de pensamiento de los ma-teri;
ilist:ls que suponen que In vidn no reconoce otras cau-sas
qu?, las inherentes a la materia misma. Esta forma de
231
pens~lnGcnto se subdivide en dos absolutamente divergen-tes,
aunque tengan el común fondo materialista. La una,
pena.1n iento m:tterialista mrcanicista, sostiene que la vida
es sOltlmente una cadena de reacciones fisico-químicas, y
para ellos la localización de las diversas funciones vitales,
incluso las nerviosas superiores, tiene que estar situada en
puntos materiales concretos. Para ellos todo es reducible
en último M-mino a meras cadenas reaccionales. Esta po-sición,
es la que debe dar la razón a Lecomte du Nouy
como señalaremos mlis adelante. Esta escuela de pensn-miento
estuvo muy en boga n fines del siglo XIX y existe
aún en nuestros días. Supone, como ya hemos dicho, que
exagerando las leyes del determinismo experimental, los
fenómenos vitales deben tener su causa en una cadena de
reacciones químicas aún desconocida, por efecto de miste-riosas
radiaciones etc.. . Según este modo de pensar, la vida
es un fen6meno muy improbable que surgió por un puro
azar. Desde este punto de vista resulta que si la vida es
un fenómeno afortunado, estndísticamcntc imposible, la in-troducción
de este azar afortunado conduce a reconocer lo
que pretendían negar, ya que esto representa tanto como
admitir la cxistcncin dc un principio espiritual superior,
origen y causa de la actividad vital.
Así pues tenía razón Lecomte du Nouy al decir: USi
IR disimetría (una característica de las moléculas de la ma-teria
viviente), se expresa por un número comprendido en-tre
lli, homogeneidad completa y 1, heterogeneidad com-pleta;
una mnl&ula snlnmente hinka, constituida por
20 000 átomos, teniendo una mása molecular del orden de
105 y dotada de una asimetría igual a 0,9 tendría una pro-balidad
de aparición de 3x10-321 o sea absolutamente im-probable>.
Ahora bien, Lecomte clu Nouy se equivocaba, no en
sus cRlculos, que son correctos, sino en las premisas de
las que partid. Las moléculas no son meras bolas blancas
0 negras. Hay unas leyes de afinidad química, que hacen
que cuando se encuentren iones determinados se produzca
siempre una determinada mol6cula. Así, si ponemos Na+
y CI- en solucidn, el producto resultante serti siempre
ClNa, cloruro sddico, y esto no por un proceso de agita-
238
Ampliando un poco más los conceptos derivados del
punto de \.istn mnteriniista mechnico, resulta, que no hay
lttz:tr cn In naturalez:l par-a leyes propias del mundo bio-ló$
co, puesto que par;1 ellos todo es reducible ít leyes
físico-químicns. Como consccucnciiz de ello, no hay dife-rencìn
esencial cunlit:ltiva entre el mundo inorghico y el
org~inico, y siguiendo por este camino se llega a la extralla
conclusión de que los objetos inorgdnicos estiin vivos, 0
que la VitIn re:ilmente no existe.
55610 la aplicación del punto de vista evolucionista en
cl pensamiento salv;~ este escollo, que acecha a la manera
de pensar niuterialist:1 mecnnicist;l. Si se admite que la
ba5c fun.hmentnl de los fenómenos vivientes es material,
pero que la muterin posee In propiedad de evolucionar, de
estar en continuo movimiento combinhdose y recombi-nlindose
en formas de complejid;ld creciente y que cada
una de atas etapas de comglejidnd í3lc:4nzadns. tiene su
especial modo de actuar y propiedades que le son carnc-teristicns,
sepnrndns de Ia etapa anterior, por un salto de
nivel cualitativo e irrc\*ersiblc, entonces se nos hace m8s
inteligible y coherente h imagen de Ia evolución de In ma-teria
y de la vidn desde el protoplnsm:l hasta nosotros.
La vida es mnterial en su ní~turnlezn, pero sus pro-piedacles
no estlin sometichs :I aquellas leyes de la materia
en :<rrner:il. Sólo los seres vivientes poseen estas propie-dndes.
1--I:1y un salto de nivel cunlitntiyo entre las moku-las
innnimxl;ls y la subsrnncin viviente.
En la Iarguisima evolución química abiógena de In mn-terix,
que condujo a la formación de moléculas de com-p!
eJlti:ld creciente hasta llegar 51 las mncromoléculas pro-teicx
y grandes cadenas glucídicas y lipídicns, Ia ecolu-ción
estuvo con;lucida por el modo de acción propio del
nivel moleculnr, 0 sfa, las reacciones químicas molecula-res,
con todas sus infinitas posibilidades.
Ahora bien, cu;mdo se ;llc;mz;l el nivel de estas ma-c~~
oinultk~~li~s proteicim, que SC combionn con otras iguales
0 p;u-ecid:1s, así com9 con IilS glucídicns y lipídicas, se
llega n cln:1 etapa de complejidad superior y aparece en-tonces
CI modo dc acción dc In materia cnrncterístico dc
236
ellas: In acción enzim5tica. Es decir, la modalidad reac-cion:\\
propia de las mncromol&ulas proteicas. Estas gran-des
estructuras de prótidos poseen la propiedad de escin-dir
electiva y espwificamente otros materiales y de los que
extraen energía para su quimismo elemental. Ha habido
pues un salto de nivel cualitativo desde el nivel molecular
al nivel enzim~tico, más complejo y EI;IcIENTE, puesto que
representa una organización mAs económica, menos dís-pendiosa
que la anterior y, por esto, se impone y consume
n SLIS predecesores. Este es el camino ineluctable por el
que haciéndose estructuras cada vez mRs eficientes y com-plejas,
se llega n ese mundo complejisimo de enzimas y
macromoléculas, que es el protoplasma celular, bdsica es-tructura
de la materia visa y que, a su vez, representa un
enorme salto de nivel, al coordinar y, por tanto, aprove-char
para sf, dentro de un eslnclu pnrticulíu- de 1:~ materia
(concrrl’ato, por ejemplo), toda esa riquisima variedad de
enzimas. Esto y no otra cosa es el modo de acción celu-lar
que resuttnr& de Ia evolución posterior del protoplas-ma
primigenio.
i-Cómo es posible, se pregunta con lógica irrefutable,
que cl hombre apareciera por suspensión de las leyes que
la nnturaleza instauró cuando cn todo, dcsdc la más in-
237
sig~lilicanle îumla cle vida Ilr.sta el SC’I ruUs currll~licndu,
esiste una relación, una lógica conexión que se puede po-ner
de manifiesto? CCómo puede cl hombre representar
una excepción, una contradicción en este orden natural
establecido?
Su refutación a las objeciones presentadas por los fi-jistns,
y esgrimidas por los adversarios, que aún existen
de la evolución, nos parece perfcctn y absolutamente I--U-lida
cn la actualidad. Añadiríamos que en los adversarios
de 121 evolución, existe una completa ausencia de concicn-ch
histbrirn. Esta ignorancia, esta no vivencia del desa-rrollo
histórico (entendido también en sentido biol6gico)
les impide ver la g-Pnesis, desarrollo y evolución de las
formas, para anclarse cn el presente más 0 menos largo
(entendiendo por presente bioldgico el periodo histórico
cn el que nparentementr no ha habido cambios) extrnpo-landa
esta situación a toda la historia. Es ese grupo cada
vez más reducido de individuos, que piensa que todo lo
actual cs lo más perfecto y que su disfrute debe prolon-gara:
indefini&miente, puesto que se ha alcanzado la cum-bre
de la civilización. Sobre todo, cualquier cambio real
les horroriza. Asi, pues, esentos del auténtico dinamismo
IlistOrico biológico y social, sus ideas no cambian y su
sociedad es estática 3 pesar de las continuas protestas de
<actividad que constantemente hacen. Pero esta es la diná-
Illicit de la agresividad y la violencia, única salida para
la adaptación a un mundo cambiante de una mentalidad
estdticn.
Finaliza el autor el ensayo, con unas palabras escritas
muy al estilo del siglo XIX con las que brillantemente
trata de hacer luz sobre el futuro del hombre, al que <cse
rn scfIntond0 un sendel-o cle ptxfcclibilidacl, en cada llueva
evoluci6n social)>. Como estas palabras nos parecen llenas
de sentido IOgico y optimismo las comentaremos con cierto
dctcnimiento.
No corresponde a los biólogos hacer predicciones ni
$rofecias, pero, a In luz actual de los conocimientos bio-lógicos
y sociales, la evidencia abrumadora de la evolu-ci6n
extensible ya a todos los aspectos de la realidad,
incluido cl nivel humano -social-, In conviccidn cada
vez más firme entre los científicos de In verdad de las
23s
p;~l:~hs clc Theilard de Chardin que encabezan este tra-
¡xtjo; verdad enfocada desde otro punto de vista y mngis-tr:
tlinente desnrroll:da en múltiples publicaciones por el
Dr. F. Cordón, es una verdad que podría concretarse en
la afirmación de que no hay nada estAtic en el universo.
La realidad objetiva es un perpetuo proceso. T(dos los
seres son aspectos actuales de los procesos de la realidad,
así el Dr. Cordón llama n los seres vivos <procesos re-mnnsados
de la realidad». De este modo, teniendo’ en con-sideración
toda la compleja marcha ascendente de la evo-lución,
desde la materia inorganica hasta nosotros, los me-canismos
que han operado y operan continuamente pro-vocando
estos procesos, numerosos biólogos y sociólogos
se han reunido y han tratado de vaticinar cómo habrfi de
ser cl futuro de la humanidad.
Siempre hemos opinado, calificdndola de retrógrada o
renccion;irin a toda esa ciencia ficción, 8 la que se alude
en el famosos libro de Huxley UIZ IIIZIII~O feZiB. Hace ya
bastantes años que lo hemos leído y puede que hayamos
mixtifi~aclo un poco su nrguniento. Pero creemos, que
esencialmente se basaba en la división de la humanidad
en siglos futuros en tres clases de hombres: unos dedica-dos
a las tareas inferiores, para lo cual se les infundía
mediante tratamiento adecuado horror a la letra impresa;
un segundo grupo de seres humanos de posición interme-dia;
y un escaso número de seres que ocupaban la cúspi-de,
con toda la humanidad puesta a su servicio. Estos
eran los cerebros rectores il los que pertenecía la respon-sabilidad
de Ia continuidad de toda aquella compleja ma-quinaria
social. Los hombres eran producidos por incuba-doras,
puesto que In humanidad habría, por lo visto, su-perado
el instinto sexual, para su desgracia.
En aquella sociedad de autómatas, en la que parece
no ktberse dejado nndn nl azar, unn. mujer químicamente
pura cae en la trampa del amor con algún impuro latino
de piel olivlicea, todo lo cual constituye la temática de la
novela y que a nuestros efectos no nos interesa.
Una sociedad así estratificada o de parecida forma,
seria una desgracia tremenda para la humanidad, sería
algo así como el imperio milenario del nazismo, una so-ciedad
profunda y enormemente injusta. Pero tranquilick-
239
rnosnos pensando que no es hacia los superhombres sin
instinto sexual, con enorme cabeza ocupando gran parte
de su cuerpo 0 con esclavcs a su servicio por muy cien-tificos
que sean; no, la humnnid;ld no va hacia eso. Los
datos recogidos por todos los hombres de ciencia, apuntan
en el sentido de que la evoluci0n humana ha dejado de
ser gznéticn para convertirse en social o cultural.
Al llegar aquí me parece oportuno disculparme por
citar m%s 0 menos testualmente el insuperable artículo del
profesor Jean Hicrnnu?t aparecido en el número de abril de
]¿l revista E¿ ~O~‘JTO Cì’C h’l UUCSCO.
Las grandes etapas conductoras de los seres vivos re-prcscntnn
una progresiva liber:lción del media circundante.
La adquisición de la homeotermia, o sea la capacidad de
mmtener la temperatura del organismo independiente de
1:~ drl medio rxtrrnn, representó tal ventaja evolutiva, que
posibilitó In conquista por la vida de zonas vedadas hasta
el-llollccs.
AI llegar cl hombre con su desarrollo cerebral y las
funciones superiores que le son propias, ello representó a
su vez una nueva y fundamental liberación de las influen-cias
esteriores, y el hombre así liberado pudo actuar sobre
su medio ambiente. Al surgir el HO~IO SAPIENS, nos dice el
proksor Jean Hiernaw, aparece un nuevo mecanismo evo-lutivo.
Hasta entonces la evolución biológica ha sido esen-cialmente
gcnktica, la transformación del patrimonio here-ditario
de las especies. Esa evolución escapa a toda vo-luntad
y conciencia. Existiendo en la especie humana, la
transmisión de un individuo a otro, de todo un gran acervo
de conocimientos, que a su vez ha sido el fruto de la evo-lución
de generaciones anteriores de hombres, parece que
este esfuerzo incesante, que representa la adquisiciõn de
todo este patrimonio cultural y social, condiciona, el que
los mecanismos evolutivos hasta aquí imperantes, mues-tren
un nuevo aspecto surgido como consecuencia de esos
cambios cualitativos que hace preveer el pensamiento dia-léctico.
El hombre, al independizarse del medio por su éQolu-ción
social, hace que los mecanismos de adaptación al
ambiente hasta entonces en funciones, jueguen cada vez
menor papel. Así los progresos de la medicina disminuyen
240
In importancia de la selección natural, pero las grandes
acumulaciones humanas, grandes ciudades, por ejemplo,
plantean n la evolución problemas totalmente nuevos.
Lo verdaderamente original del aspecto evolutivo de
la hum:midad es que el hombre puede actuar, por tener
conciencia de ello, sobre los mecanismos que dirigen su
evolución. Siendo constante el esfuerzo que hace falta
para mantener todo este patrimonio cultural y social, he-mos
clc coincidir en que la evolución se dirige hacia ese
nbjetivo, aún cuando este proceso no sea fatal e inelucta-ble,
puesto que la humanidad puede poseer los medios de
aniquilarse a sí misma. También hemos de pensar que no
ser5 un camino recto y venturoso el que lleve a esa meta;
es más posible la existencia de regresiones y retrocesos,
que en nada han de cambiar esta marcha hacia e Ifuturo,
puesto que representa la adquisición de una auténtica ven-taja
evolutiva.
Es interesante destacar, en relación con todo esto, que
la evolución es un proceso autoacelerado. Queremos decir,
que la adquisici6n de una forma nueva de movimiento de
la materia provoca un extraordinario aumento en el utempon
de 1~1 evolución. l3 pcríoclo nbio@nico de In existencia de
la tierra duró miles de millones de afios, pero el progreso
decisivo de la evolución biológica sólamente necesitó cien-tos
o tnl vez decenns de millones de nños. El desnrrollo
de In mente humana sólo ha necesitado unos dos millones
de aíios, IRS transformaciones sociales han transcurrido
en unos miles y aún cientos de años, y en la actualidad
poblemos advertir cambios sustanciales en la sociedad hu-mana
en el curso de años o incluso de meses.
Así, pues, el cut-so actll:ll de la evoluricín hum:lna PS
extremadamente rApido, a través de tantas convulsiones,
la humanidad busca nuerils formas de moral social, que
respondan R la tendencia, cada vez más acusada entre sus
componentes, de unidad y solidaridad en toda la especie
humana.
Esta evolución conducir5 en el futuro a un nuevo as-pecto
cualitativo de la materia viva, a una nueva huma-nidad,
cuya gran cohesión y unidad será la consecuencia
de una intensa cooperaci6n consciente, libre y responsable
de todos sus miembros. Esa superhumanidad, y no super-
241
hombres, se nos presenta como inevitable y deseable, puesto
que, aparte de constituir una modalidíid más perfecta de
In sociedad, determinará asimismo unn estructuración mds
justa de las formas de convivencia entre todos los hombres.
CARLOS BOSCH MILLARES
242