TEATRO
NO hay teatro de arte ni arte del teatro;
hay, sencillamente, teatro.
A teltin corrido, se oye el poema sinfönico de IIone-gger
Pmijic 231.
Una h;ll)it;icitin individual en un manicomio. Todo en
ella es blanco a excepción de un piano vertical situado en
segundo término y a IR izquierda del espectador. El foro
es una de 1:s p:uden del cu:3rto y p:lr:tlelü R fl se encuen-tra
una cama En medio de la habitación un par de sillas
y una mesa peyuefia. En cada uno de los laterales del fondo
se supone la existencia de una ventana. Son aprosimada-mente
las cinco de In tarde.
Al levantarse el telón, el principal protagonista de la
obra, a quien de antemano llamaremos Pedro X, se halla
tendido en la cama. Con la vista en el vacio habla de su
pasado y, en el momento de empezarlo a hacer, la música
suena tenuemente.
Empiez:l Ia acciOn.
Pan~zn x-ì\li píwo es coreado por el silrnrin de 1~ nñtn-
Meza. Las nubes se agitan sobre el cielo sanguino-lento
forrn:tndo un conjunto tumultuoso cn el que
hxce presa. la quietud. Rein:l In tranquilidad. hIas,
desobedeciendo ese mandato de paz, la m5quina bufa
y chilla y, cual reptil asqueroso, se sigue arrastrando
de rail en rail. Expulsa vapores como queriendo ocul-tarse
a toda vista cn cse enmarañamiento gaseoso.
C;lmpos negros del atardecer, sol en ocaso: todo
contribuye a mi tristeza. Es In primera vez que re-corro
esta ruta y me sotx-ecoge el imaginar que sea
121 <~ltirnn (Sl: simtn c?t ln C~ltft~.)
A mi diestra veo ít los campesinos de regreso de
sus labores. Cargan con sus herrnmientns. Unos van
if pie, otros conducen pesadas carretas llevando a
mujeres y nifios. Cnfins y fustas tropiezan en lo-mos
de bestias que, sin inmutarse, siguen dejando
su incansable huella t n cl camino.
Los campesinos, ;11 ver el tren, se detienen y,
con ojos pintados dc horror, se wntiguan. IJn mur-mullo
suc11z1 por Ir) h:~jo. Los nifios bus<nn el re-gazo
materno. Los homlms SC miran. Y todos, sí,
todos, como si se h.ubiernn puesto de acuerdo, pien-san
0 exclaman: iLa caravana de la dernencin! (Sc
rlejn tic oir In tntísica. SiZctd0.J
1.x. nrx-h(! h:t inv:~tlirln I:I Iiwr:t. In luz electrica
se 1~ wwzndido en el tren y, n su primer contacto,
rostros demacrados y horrendos han hecho mil mue-cas.
(Sc ic¿wrrfn.J’
iEst3n locos! Yo no. Lo mío no es locura. Soy
tnn sólo un asesino: eso, una pcrsonn cuyas manos
se hundieron cn una gprgarita. Todavía recuerdo
aquellos ojos horrorizados prcguntAndomc cl por qué.
Ern víctima del terror. La visión de la Muerte me
xosaba. Su sombra vagaba sobre Ia mía. Me persi-gue
aún. (En cl .sc~K’~I~~o latwrrl ~WCCJ~O hn npnrccido
In MzrctYe visiicrrdo ttegta cnpn que ìe Ilí~ga (II ~~20.
~CT7JlílJJ~~-C de esp/n’rrs nl pflblico.)
jhhí estú! jilhí! iLXj,îmc! ~Lléjiime! (Tr-ns wzn
pmm, Za Afrtcrte dcs~r~~rr~~ccpeo r cl wisrtto Ztfg~ $0~
el pe epcktó In ei~lmntlu.)
12si me encontraron cles])uCs del crimen: tcmblo-roso
y frío como lo estoy ahora. No han creído cuanto
les dije, pero intentaron recluirme en una casa de
salud mental y lo han conseguido. KO saben lo que
hacen. iNo pueden hacer cso conmigo! (Silctrcio. Ir,
Iztrcicr Irr mesa y se sinch ex~~trdiettdo Zus tttnttos so-bre
elln.)
Mi vista reposa en unas mxnos blancas, grandes,
sin ninguna arruga. De verdad: son j6wnes. Mis
manos. bTe siento su csclaro. Yo era pianista. Fa-rnot+
m~ muy famoso. T?ll:*s ttxxhn m~rnvilloso’s acori
des, verdaderamente geniales. Recuerdo que era iní-
gualnble y lo sigo siendo. iSoy un genio! Pero si
ellas. me hicieron célebre me perdieron también. El
índice le decía al pulgar: iAprieta! Y todos los dedos,
estos dedos, que no son los míos, se complacían eli
hundir aquella vida en los abismos de la Muerte.
Siento asco de su blancura y juventud. En el tren,
atadas estaban al asiento y no las podía mover. Pero,
(para qué? {No son las csusnntes de mi suerte? iMal-ditas
sean1 i\l:tlditas! (Sik~rcio. Se Imanta y empiexn
n PasenY pnm detazeme de pro~lto.)
A veces ni yo mismo me entiendo. Mis pensn-mientos
se contradicen. Por eso voy a revelar un se-creto:
mi secreto. (GWVZ silc~zcio.)
Estas manos no son las mías. En una noche de
sueño profundo me las cambiaron. Estoy seguro. iSc-guj-
ísimo! Yo sabía acnrici:lzr-, nhor-a súlo st? mrlta1-.
íMatar! iAcariciar! i Acariciar! ihlatar! <Oigo risas?
iInsensatos! No son carcajadas las que deben corear
mi desgracia. Quiero compasión y no la encuentro.
Por favor, un poco de caridad; lo pide un de-mente.
(Rnsoizn~zdo tma mm pnmtr.) {Qué he dicho?
?Dernente? Ahora sí que enloquezco. XIe he llamado
loco. Ellos tienen la culpa. El que, R travks de estas
paredes oiga, también, porque en su fuero íntimo
me ha caliiicado como tal. iAh! Que la desgracia
cargue con los... con todos. (Sikncio. VG hacia Zn
ctwtn y se ncmsta, qz~edn~tt-lo c01t Zn utimfn 632 cl
vncio,)
El tren sigue chillando. Los locos gritan también
en un alarido continuo. Hombres. vestidos de blanco
vigi!an a cada instante nuestras ligaduras. Las mías
las han visto flojas. Vo mc resisto a su durczn y,
entonces, ellos me golpean y escupen para que no
las vuelva a soltar. Pero, cy que culpa tengo? Son
estas manos las que buscan la libertad. Mis manos
que no son las mías. (Se imorporn elz Za cmm.)
Aquellas angelicales alimañas se quedan mirán-dome
y me comentan. Dicen que estoy loco y que
padezco en la creencia de que he matado a alguien.
UNO soy un asesino? Eso lo dicen porque no tienen
manos sino de loquerlx. iSí, de loqueros! Sus carcomi-das
inteligencias no son otra cosa que un vacío en
sus seres. Sólo piensan cn dcscargnr In brutalidad
de sus personas sin sentimientos. (EH tono b2f1’MI-1.)
No soy un asesino. (Con20 mtcs.) i,Y entonces aque-llos
ojos mir,?nclome? Si al mwus supiese c? quien
pertenecían. (V2tcZzle iz acostarse y pewtnítece COlf Zfl
mhuln frj’a eit el fecho)
Una mosca juguetea en la vent:milIa del tren.
Esa mosca no es como todas. Me mira y me com-padece.
Lo noto en SLIS idas y venidas. Desde que
estA ahí ha recorrido el mismo camino veinte veces.
Es incansable. 11~ rn;u-ea. Otr:l ida y vuclt:~ y Suman
veintiuna. El veintiuno, mi madre, fiesta, mUsica, se
unen en un recuerdo: mi cumpleafios. También es-taba
ì\kuk3. (Se oYe mtisim dc bnile Zerrtn, cc2rZct ve3
VIfíS filcute. IAS z1rcc.5 del e.sccltrrrio se nprlgm¿, qz,e-darrdo
&-te n oscuras. En peJcttnrbr-íz habla Peíhyo X.)
Mi madre, a la que pellizcaba un codo, se en-contraba
muy guapa. Un broche en su pecho lanza-ba
destellos y bailábamos.
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Ile rodcn In dcsesper;wión. Quisiera hacer algo,
pero nada se me ocurre. .\io; un filIllOS0 ser, envuelto
en esta situacicin incomprcnsiblr, en estas condicio-nes.
Es inhumalo. Ridículo. $3~~0 habr6 venido a
pnrxr í1 este c;wsl Una duda mc ;tsaltx iestaré loco
rwlniente? No. No lo estoy. Yo pienso y tengo mis
facultades en orden. He de :xpartnr cs? idea que sólo
enturbia mi iIltcligenrin. <Qtlb tnc ncarre, entonces?
Noto c.omo si no fuern cl mismo. Tengo g:tnns de
llorar y gritar. Siento un gran peso en mi pecho y
SC me fncogcn los pulmones. Xle ahogo. L-11 sudor
irío b:tiía mi cuerpo. Tiemblo. Necesito gritar, gri-tar...
i;\Iarín! jMnrin!... (Llornndo .w tim cn In. cn771~
Justa que se tr-ntupriZi.sn. Ixego SII 7nimrZn vncZve
CI qlf”‘irrY L’II el vncio.)
Desde cl tren contemplo la oscuridad exterior:
In noche. iQ!utb hermosa es! Digo hermosa y lo repito.
Sigo en mi postura y la bendigo. Atado voy, pero
1~ amo. So la describo porque temo la falta dc luz.
97
Xfe sobrecoge. Siempre mc han dado miedo las no-ches
terriblemente oscuras. ble las imagino como in-rncnsas
ll;mut-as IIen:ls dc abisnins fw los que voy
cayendo, sin que ésa acaben ni lo hagan conmigo.
Sí: me atemorizan y gustan. (P~zlzszz.) Ahoríi 5x510
quisicrn rccordm quclln noche, aquélla q~c 1:~ mis-tna
oscuridad cubre, aquClla que es tiniebla y que
mi ser vaga sin encontrar. Q&isiera adentrarme en
sus misterios y que en mi mente brillase la claridad.
A veces creo conseguirlo y, en el momento prwiso,
el rostro de ojos desorbitados que deseo ver sc borra
para aparecer el de Maria. (Se izrco~powx czz la wrzzíz )
María. hlaría. Siempre tú, .\laría. ;Dónde estw~s? Ven
a mi y comprìdéceme. Solo me he qued;ldo. Dijistes
que no me abandonarías. ?Rccuerdas? Tu pelo sedoso
y negro, el que tantas veces acarici& le faltan a mis
manos. Estos dedos se agitan pidiéndolo cn única
virtud. Tus ojos profundos y serenos. Tu boca. Ven
María. No huyas que no estoy loco. He matado. Si.
Pero conservo la riìzón. Ven. (Siìcrxio. Vziehe n
terzdcyse.)
Llueve. Y el tren, sobre húmedas traviesas, con-tinúa
su camino. Y en el cristal, un millón de gotitas
juegan a cogerse. Se persiguen entre si, yendo a de-sembocar
en las mayores y con el movimiento cle la
máquina se pierden cn una rcndijn. Las ciudades se
nos muestran fantasmales tras los vidrios en gotas.
Unos anuncios que quieren representar vida, mueren
en reflejos que nacla SOTI. 1.x algmnbíst y cl regocijo
se nos pintan de muerte yrematura. Y el tren, sobre
húmedas traviesas, continila su camino. Y sigue llo-viendo.
(5% kwízzzla y dn mas 5wcZtn.s por Zn JlaDi-tczcith
Se pam jwto al pinno, al que ;nirn, y hrígo
twmirrn sei~thdose ante Iu ~~SCI n Za pan que In
obse?vn fijn men te.)
Una noche sin fin me envuelve y en esa tremenda
oscuridad desfila mi corto pasado. Me veo pcquerio,
muy pequerio, y cómo los brazos de mi madre me co-bijan
contra su pecho. Veo fluir gran alegria cn dos
rostro al ritmn dr mis primeros pasos y palabras. Ale
veo mayor, pero aun chico. Una vicjecita, de barbilla
afiladn, me enseña con pxiencia junto nl piano. hlis
manos blandns, de diminutos dedos, se CmpequeÍie-cen
ante el blanco teclxlo. Veo unos ojos de mirada
;lp;~gada que me dicen adiós. Una comitiva fúnebre
por cnlltts tortuosas. Y mi madre, apretándome,
llora una pérdida. Ln veo negra, pAlida, delgada y
empiezo n darme cuentn de que el dolor nos rodea.
(Pwsn. Jfh II~~~IIIU~O.) Vec.) mis manos subiendo y
lxt~;~ndo en cl piano. C’ rostros gesticulnndo con apro-bxi6n
y estriiñcza mi cjei’ación. El estudio del ins-trumento
prosigue incansnhlc, agotando horas, minu-tos,
segundos. Slt: veo >‘n. m:lyot-. Un teatro rcbo-snntc
me contempla y yo, impasible, ejecuto ;I Mch
hast;i s;tcinrlo: mi primera audición. Tod;ìvia llegan
los ;iplaus~s 3 mis oidos. 7\Ii cabeza se inclina y le-
Vilfllíl y, 41 Ila.Tl-IU, la veo. Ell: 110 :l~JhUdf? y me
mira... Veo R clos seres uniclos de manos y senti-mientos
y no dejo dc ansiar :lquellos momentos fe-lices.
hIc veo de concierto en concierto. Ue snl:i en
sala. Almas cle diferentes caracteres desfilan ante mí
felicitándome. Be llegado ì la meta. jSoy un genio!
iUn genio! (l-kwsa.) No ~-co nada m2ís. Las tinichlíts
vuelven R querer reinar. Pero no. Algo se aproxima.
Pnrcce pretender salir de una oscura cilverna. No se
lo que es. Siento prinico y cl objeto, en el aire, se
aprusima vertiginosamente h;lcia mí. So lo quiero
ver. 131 vueltas 3’ iixis vueltas. Escasos metros nos
separan. iY:i Ilcgx! El rostro de María, ensnngren-tado
y sonriente, me mira y dice...
Voz DE 1[ARi.4.--(Por. quC? $or que?
~>BDI~O s.-'rlt.?.rraríl~tlolo fOff0.) ;sO! ;Yo no he sido! iyo
no he sido!... (Et1 nzdio de 7lim grflf2 crisis sc i¿l-fl
eu lct C17rtzn. L2leg0 se Callttíl JI, nrq!CuIi~udose de
lo Jtcdto, oi-Delta lo descolocrirlo. Por 2ílliwo se siertffl
en 2mt siElnJ
(E.s$e~wf.sado.) Quisiera xr feliz y llor;~r de gozo.
Quisiera que Ia paz reinase en mi y que hlrIrí:i...
jOh, Mnrí:i! ?Set-k Ci a quien mate? No lo creo. Algo
me dice que no. Que un día volveremos n vernos.
Que correremos y reiremos por entre verdes campos.
María, ven. No puedo mis.
En este duro trance siento mucho dolor. Una
decadencia de ánimo imposible de salvar. AdemAs,
me han confundido y junto n la masa esquizofrénica
me amontonan. Evidentemente para el mundo soy
un demente entre muchos. 1le miran con asquerosa
misericordia porque me considerím inferior a ellos;
pero que lejos estlin dc imí@nar que yo les sobre-
~:CX en todo. JIe creen loco. Pobres infelices. Pobres.
(Se kvmfa, vn hacia Irr mm7 y Cn o~eicna, c~os#h-rlose
Zmgo.)
(Con In mindn en el vacío.) l3 tren se ha dete-nido
y, antes de que de él nos saquen, veo como
por el fondo del pasillo se acerca una figura. rSoDre-saltmlo.)
iEs el espiritu del cadliver que sepulté en
el polvo! iLa misma Muerte! Sigue aproximtindose
y con un dedo esquelético me seíiala. Su mirada tro-pieza
con 1.3 mía. i\Ie :*turclc. Se hn par:~lo junto :t
mí y abriendo su boca comienza a hablar. Posee unr?
voz sin sonido y ~610 se siente el chirriar de su man-díbula.
Horrorizado la contemplo sin acertar lo que
quiere decirme. Hasta que, de pronto, su voz toma
son y me comunica que he de morir esta noche...
h~U~K1.R.-(~~pB7’CCZ’E7zCIO c7c cl si?gzr7rí~o Cnteml il&7YC/lO E i7r-ts~*
mn@ierrdo el ~~tozrdlo~o.) Sí. Esta misma noche.
PEDRO x.-(Le~a1,Efcr’Yrrlose ríí~irkrure~tte y 62~2CíZ1*dHd0SC COH
Zn Mzre~te.) {Es que no puedes dejar de recordhr-melo?
iY soy un genio! No puedo morir. Estos que
aquí habitan si que... {Y por qué me toca a mi? Es
demasiado pronto. iSoy joven! INo quiero morir! iiS0
quiero! (La flfzrc~te desnpfzwcc.)
(Sc~~tn’nrlosc en la camu. Ncis tmuqtrilo.) Tras
la ventnnilla una estación bajo Ia lluvia. La gente
se mueve rApida intentando evitar todo contacto
del cielo. Repentinamente, por mandato cle la natura-leza,
ha cesado ¿ie llover. Los tejados contimkm go-teando
al igual que los sombreros de los que pasan
a nuestro lado, ya mAs despacio. TT, como despedida,
el cielo se descubre aquí y allti para dar paso a sus
ojos. jQué agradecido estoy! Pero al descender la
vista me he en.contrado con un grupo de hombres
que, bajo mi ventanilla, se amontonan para contem-
100
piar algunos destellos de mi locura. OjalA pudiera
demostrarles que no lo estoy. Que soy como ellos.
Que pienso y actúo corno cualquier humano... Los
he sa\udado y al ver mis inclinaciones Lle cabeza han
reído hasta el colmo. Poco les ha faltado para tirarse
al suelo. Les compadezco. Estlin locos.
Y una vez mis llega el 11wv0 diii. Con aquella
claridad nos bajan tlel tren y somos alineados sobre
el barro. Luego, a través rle un bosque de indiccs,
comenzamos a andar, Sc mueven de aquí para a11:t
hablando de los locos. Los scñ;ktn a todos. (Sc le-
‘ocznlrr.) Pero al llegar II mi apaciguan sus movimien-tos
hasta tktenerlos por completo. Sc van encogiendo
para termiri;tr acurrucados en las palmas de las ma-nos.
Yo, al verlos, grito diciéndoles que por error
nit3 cncuentr0 allí. Mc arrnstro en cl barro suplicán-doles;
pero ellos, venciendo aquella momcntrlnea ti-midez,
salen de sus escondrijos para seîîalwne y
hílbhr de mí CCIII lllf~is lLu-ül que de Otl~Ob.
Ya de camino, el ruido de nuestros pasos com-pone
una melodía. Somos una gran orquesta que
ejecuta ante Ia mirada atenta cle escaso püblico. El
ruido crece y decrece corno en el mejor concierto.
De pronto, sobre los acompasados movimientos, sue-nan
los acordes del solista. Aún estA lejos pero se
va imponiendo. Seguimos pisando y él trzrnbien lo
hace, mrís fuerte. Al fin sólo se le oye a 61 y noso-tros
representamos su obediente e insonora compa-fiia.
Suena un único paso que, en tolla su rnngnitud,
VR a mi lado. Y catla vez es más estridente hasta
que creo enloquecer. Luego, en un silencio breve
que hace mella cn aquel trozo de tierra, es procla-mada
nuevamente mi suerte. Y juntos, como gran-des
amigos, seguimos andando la Aluerte y yo. Le
suplico que me olvide. Q.ue se aleje de mi; porque
wtin soy joven y no he hecho ni la decima parte de
lo que podría hacer. Por toda respuesta recibo un no.
Un no en el que no se da cobijo a 13 esperanza. Un
no que es mi sentencia definitiva. (Silcltcio. Sc sicttfn
c12 Ill cnlltn.j
Los indices de uñas sucias han quedado atrils y
delante tenemos el c:tmpo abierto. Un olor a tierrn
húmeda flota en el ambicntc, mientras que el agua
cae íle unos pocos 2írboles agitados por el viento.
Al llcgxr ;1 un recodo en el camino, se nos presenta
un triste cspectiículo. 1% un paisaje sembrad« de roo
cas en donde sólo cf~ce una casa muy bluncn. Tiene
ventanas de negros enrejados y, en medio dc aquel
coatlro, parece deposit;Kln al azar. .!! siinplc vista SU
único morador es el silencio. Ante ell: VilInOS a pa-rnr
y adelantlindose alguien da con su puño en la
pueta. Pasan segundos eternos. (Glzlt siìfwcio.)
(lcucrr¿tllirdo.sc.,) U de improviso, abriCndose la
mirilln, sale un &orro de alaridos. rltro~~ell:~d;~mente
luch:ln entre sí por ser los primeros en huir de aquel
irllicrrw. Sr cnracimnn ante Ia peque%1 nlxrtura y
violentamente prel,ron;m 13 locurn con todo lo que
llera :Iparejada. jA1 fin hemos llegado! Pero yo nada
he de temer. Yo no estoy loco. Los locos son estos
que aquí viven. Esos que siempre tiemblan y gritan.
ACTO SEG~JNDO
La misma decoración del acto primero. Han I)RSR~O
unas horas. Ya no entra la luz por los laterales del fondo.
Es de noche.
AL Iemntarse el telón, Pedro X pasea por la hnbita-ción
acercRndose, por último, a una de las ventanas.
Empieza la acción.
PEDRO x.-(J2mfo n Ca velztmn.) Ha llegado la noche y en
mis oídos resuenan palabras que me sumen, cada
vez más, en Ia desesperación. (I~tcoitsolnble.) No so-porto
la idea de morir. Plan tan descabellado no con-cibe
mi inteligencia. Por otra parte no siento dolen-cia
alguna. Yo soy famoso. iNo puedo morir! (Vn
hcin ~22 coma y se sieelztn.)
Despues de cenar, junto a la almohada. he oído
el martilleo constante y rítmico de una música mis-terios:
l pero bella. He entrado en habitaciones sin
puertas ni ventanas y en todas habían cuencos con
frutas. En uno sólo habían dos naranjas. Me detuve
y las palpé con In vista. Entonces empezaron a mo-verse,
componiendo de saltos acompasados una ex-trníín
dnnz~; Y siguieron bailando hasta que una de
ellas se aproximó al borde de una mesa y cayó al
suelo. Gritó de dolor al reventarse, pero de su inte-rior
no sali ese jugu LU preciado; brotcl, sangre.
Todo se puso rojo. El suelo era un inmenso lago que
subía de nivel. Ya la sangre no surgía de la naranja.
Caía de rodos lados. Llovía. Y no podía salir de allí.
El caer del liquido se mczclnbn con la música. Sentí
que me iba n ahogar y he gritado hasta volver a la
103
talidad. (,Q’rirfr’rr pc~z.strti~u. Sc IL’WI/ZIU, LEIIIIU Po)- Ia
Imbifmió~c ,2’ se mcmi írl pimo. Lo dm y se sientcl
alltt? t!Z )
(Rl~~gikiz~ose al picrfro.) Es curioso: tantas horas
de mi vida dedicad;ls 3 tí y ahora eres incapaz de
cmsol:~rn~e. iPor qué? iDime nIgol (TaY7 1111 /Joco y
y sc deticnr.) i Ah, sí! ‘rli primera piezn. Lo primero
que aprendí. (Sigzfc tocnrttlo Izcrsfn pwcrr- con 1112c on-j~
tnto de u0i11.s di.solzdntc.5.)
Pero :ì mi estndo de Animo no le van estos com.
pases ronxínticos. La pesadumbre que reina en mi
cerebro nc) p~tde cslar cünCuurme sino CUII algw mío.
illgn que brote de aquí. (Sc sc~~nkiz LU cflhc.sn.) Eso
me :kyud&i n ser fuerte. (7007. Al ncnbw s;r Zcvrr~tn.
Le wrcl~uc! Zn c.spu~d~~( ti pzkrro y SC alcjn. Sc detime
\’ leratrmeutc vffehc n mi7wZo.)
(AZ pinuo.) Grnci:~s. ì\luchns gracins. Por las ho-ras
felices que me diste. Porque merced n tí IR co-nocí.
Porquct con tu amistad he llegado a ser lo que
soy. Eres el mejor de los instrumentos. El genio de
los instrumentos. iAh! Somos dos geniw. iDos ge-nios!
(AZ Iwblíw se Ita ti!0 lectil*afzdO 12ctsf¿t e¿ cxtwmo
derecho deì csccniirio. Dcsdc nlìi inicia 2f12 poseo cr
Zn cama, pero, a Za nltnm riel segultdo Znteml dere-cho,
Zc snlc al pcrso Zn Ahc~~fc. Cnsi troj9iea con clZa.)
;\X'L;ERTE.-(II)C e5prlrías nlplibzzkv.) 13ucn¿ls 11wches, Peíl1-o s.
PEDRO X.-iTú! Casi has logrado asustarme... :Cómo me
has llamado?
,\Iwnw.-Pedro S.
PEDRO x.-~Pcdl-o S?
hIvrxrrs.--Sí. Que mris da: Petlro S, Juan K, José L. El
nombre es lo dc menos. Comp-¿ndelo: son tantas
las personas ;t quien visito, que si me fuese n xpren-der
sus nombres no morirían jnm&s.
PriDno x-$Gbes, ilIucrte...? ;l?uedo llamarte así?
;\lueR~E.--Ko serás el primero.
PEDJW s.-~S;ilx2 que tenía ganas de conocerte? Desde cl
din que tomaste R mi padre de su lecho he soíiado
con hnblnrte.
~ILJERTI~.-~Y qu¿: cs lo que querías decirme?
PEDRO x.-Ciertamente no lo sé. Ni aun ahora que voy 2
emprender Un largo camino en tu compañía.
MUERTE.-La verdad es que no resultas un tipo corriente.
iEstás loco?
PEDRO x.-Si a la genialidad le llaman locura . .
;\IuEI¿TE.-(~~CztstílL~ose.) No quería ofenderte; pero no me
negwzís que el hecho de estEn- en este lugar es para
pensarlo.
PEDRO x.-<Pti,r qué mataste a mi padre?
MuERTE.-~E~ que no piensas en ti?
PEDRO s.-iEres cruel y despiadada!
MUERTE.-NO. Simplemente alguien que cumple drdenes.
Y 110 me creas tan cruel; a veces me da pena zrre-batar
adictos a la vida.
PEDRO x.-Si eso fuera cierto, ya hubieras hecho caso a
mls ruegos.
RIuERTE.---Todos tne dicen lo mismo.
PEDRO x.-Es preferible así. Creeme: desde hace unos ins-tantes
la idea de morir me consuela. Estoy solo. Solo
con un piano. El huir de aquí ya es para mí un
premio.
MUERTE.-{Y los seres que dejas?
PEDRO x.-(,5% ~WJ~O rle bztyln.) 2Dejo a alguien? (Como
nntes.) Son ellos quienes me han abandonado. Pri-mero
María, luego mi madre. Y así, todos. Han de-saparecido
como las hojas en otoño.
I\~u~KTE.-(K~~~~CL’O.) Bonita mctrifora.
PEDRO X.-KO te burles. Además, no sabes reir.
MUERTE.-Y si yo te dijera que nadie te ha abandonado.
Que el munclu pitznsa en LI. Que re quiere.
PEDRO x.-<Es verdad eso?
I\fUERTE.-Tan Cierto como que soy la ì\!Uerte.
PEURO x.-Demucstramelo. (AWe Zn rlzlrla de k-2 Mzre&z.)
Por favor: es la súplica de un moribundo.
i\luERTE.-(~ont~~rlc~el~t~.) Está bien. Aún te quedan tres
horas de vida y es suficiente.
PEDRO s. - iTres horas!
hluERTE.-(Snliellriopor el pnhw lateral deYecho.) {Vienes?
Hemos de andar algo.
PEDRO x.- (~‘6??2~0.) iTres horas! (.%k?z.)
(El escemrio pedn n oscz~ms oJt?udose mietztms el
105
PEDRO x.--i% mi madre! (Lla~~trtndoln.) i~laclre! iXladre!
hfua~m.-No te canses. Ni te re, ni percibe tu voz. Eres
como...
PEDRO x.-i...Un ZIparCCidO?
;\IuwTE.-Exacto. Como un ap:irecido. Mira: te escribe una
carta. Y ahora escucha que va a leerla. (KI csc wo-l~
zclllo rzcu~rt ll?! esct il!Jil- y se il%p01rc 17 leer- 11-z c‘zl’trr.)
MADRE.-(LcJwz~~o.) Hijo de mi alma: son muclms las cnr-tas
que he escrito en mi vida, pero ninguna tan di-fícil
como ésta. Sé que el tiempo seni largo hasta re-cibir
noticias tuyas; pero no quiero dejar de escri-birte
para que así, al menos, me tengas a tu lado.
Piensa en mí y en todo lo que te quiero. Trata de
comprender que eso que pasas ahí se hace por tu
bien. Para que te cures y vuelvas a mí. Para ser fe-lices
igual que antes. iCrees que no me ha costado
esta separación? Por las noches me parece oirte dar
vwltns en tu cama. Hasta tu respiración llega a mí.
Tus zapatos, tus ropas, tu frac y tu piano son un
tormento. Pero no me creas dCbi1. Soy fuerte. He-
1120s de ser fuertes, porque tú has de recorrer mucho
camino y yo he de verte.
Voy a cambiar de tema. No quiero que por mí
sufras aún más. Cwìndo puecltis escribir cuCnt;umc
lo que comes. Dime que tal marcha tu estómago.
Abrígate mucho y por las noches arrópate bien no
sea que te vayas a resfriar. Ahora te estoy haciendo
un jersey y, en cuanto lo acabe, te lo mandare junto
con aquella biografía de Beethoven, que tú tanto bus-cabas.
Sabes: la encontré de casualidad. Iba por la
calle y en el escaparate de una librería la ví ex-puesta.
Así que entré y la compré y, en estos mo-
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mcntos, ~610 deseo que la lcns y disfrutes con ella
como yo lo he hecho.
Tu abuela sigue muy bien y te envía muchos
besos y abrazos. Todos tus amigos y amigas, que a
cada instante preguntan por ti, me han dicho que
empezarkn R escribirte la semana que viene.
Hijo mío: la espera se me hará muy larga,
pero todo lo daré por bien empleado con tal de po-derte
abrazar nuevamente. De hacerte tus comidas.
De oir tus recitales. Piensa que te quiero y espero.
Piensa que e\ tiempo pasar:í. y que... (~5% este im-tcrrttc
Pcrlîv X SC e7zczteutr~z mte Za ntesn eu domi?e
estd su zfzndre; mztqzre clka si&le Zeyenrlo yn fzo se
Zn oye p21c.s c!Z Zn ha i~etcrw fupido.)
PEDRO x.-No, madre. El tiempo se ha extinguido. No vol-veremos
3 viajar. Nunca m;ís tocaré para tí. Ni tus
comidas podre comer. Mis movimientos en la cama
se vestiran de silencio y de nuevo tornar& R ser
pülida y delgada... RIadre, {no me oyes? (Gktn~rEo.)
<No me oyes?
MTIRRTR-NO.
(La Muerte tonen df wt brmo n Pedro X y co-nticmnte
n iuicin~ el mutis. Perlro X, al pmnr 02
lrrdo de sil 7fzndre Ze rr’n 7117 beso 872 Za cnbe.m y, siem-pre
mimudo hncin elZa, srrlett pal- el Znteml derecho.
Se npngmc Zas Zttces y elt peuzwtbm SC oyen Zas va-
7krcio7tcs 7, 8, 9 y 10 de Knc?z~7zrr7tiftoJ’f ~067~~ 2~72
tenzrr de Pagnitittipnm pimto y oqmcstn. Te1-uti~tndns
d5tct.s .5e hace Zn Ztrs y de mimo Zn Itnóitncidrt del
ntnuico77tio. Por el pritmy Zateund deYecho eutnive
Pedro X y Zn Muerte.)
hLm3R rE.-{Convencido?
PEDRO s.--{De qué morir&?
I\IuELIrE.-CImporta mucho? Has de morir y basta.
PEDRO x.-<Sabes que soy un asesino?
I\IUäRTE.-COIlcLXO la historia.
PEDRO x.-(Gritmtdo.) iNo es historia!
MUERTE -iPor qué me gritas? iAcaso tengo culpa de que
no lo sea?
PEDRO x.-Nunca he sabido a quien maté. <Lo sabes tú?
MuEnls.--2Porqué habría de saberlo?
I’EI)RÜ x.-IIacc un momento lo has dicho. Tú tienes la
solucicín a mis problem;~s. iHabl:i!
MuraRTE.-;\lortal: yo te mnndo y por tanto no he de obe-cla3xte.
liecuér&~lo.
P1mr20 x.--Por favor, hal~la.
,\lcER,rle.--I’otlrí:ì hxerlo, 1~0 es misiOn que no me in-cumbc...
Me voy. Te quedan dos horas de vida;
y u iz:is menos.
PEDIIU x.-So, espcrn. Te ofreceré algo ;I r;irnbio de tus
palnbrns. (Bll.SCíl flOl’ ¿íl htr6iiacicírt.) i\qUí no hay
nada. Toma: Le doy mi anillo. (fl1.1.(~J)iJJfi~ff(~iOsc rlc ¿o
rficho.) So, claro; ipwi qué vas ;1 querer un ;Inillo?
Towré el piano. (171~ Jzcrcia CZ pimo.) No. Quiero
ofrwerte una cosa que me cucstc. Algo que nunca
11:íJ?1 llecho iAlll ViI c;r;. ¿l‘P ,$yrst:\ 13 rllri.~ic~:l~
MCERTE.--ES uno de mis coml~lementos de iglesia.
PEDRO s.--Pues, yn estrí. f1hor:t sikntntc cn cstn silla. (/4
sionfn dc ~sfwldfrs al @iblico.) I:nngínntc IIII:~ gr:ln
orquesta. Tú en medio de ellx. iS. tu izquierda los
violines. A tu derecha los violoncelos. DetrAs flautas,
clarinetes, toda una orquesta. La sala repleta de pti-blico.
Se interpreta música de Beethoven. (Sc CSCZI-clzn
¿a JJzzísictl.) ;No oyes la Séptima Sinfonía? HstA
en sus coml)ases fiwlles. Dirigiré 13x-a tí. (Dil*igc ìo,
CZfdJ-0 ZíbiJJlOS IJZiJlZftOS 1iCl 4.' llZOZJi?JZi~IltO dC /ll .%$-
tilJrn S112fOllifE dc I~ectllovclz.)
I\~UEIZTE.-(& ¡ZCUiUl ~Cdl'O LY 'J' dCS/'llb dC ?lJZ gJZ?l Si-
ZcJzcio.) Resultas muy cómico dirigiendo una orquesta
con esa facha. (k?ieJzrlo.) ?D6nde te has dejado la
batuw?
PIxmO x.-;-l-e ha gLlstndol
(Lcz dfmdc hmnrtn tos Zarzos CJI uctitnd imlJ~~eJ~cJstc.)
PErx20 x.-CY qué hay de tu promesa? Dijiste yue podrías
hablar. Hazlo, por favor. <Ha muerto .\l:ìri:t?
,\~UI~I~TE.-(%‘M.S 1112 SZk~~ciO.) si.
1%x20 x-/kscs@wdo.) iY la maté! iCon estas manos!
AIuERTE. --Fue un accidente.
PEUIZO s.+Cómo? ;Vns :i decirme que no soy un asesino?
~,lfostJmJfto tr2.s 7JtnJros.j iQué no estAu manch;~dns?
I\¡L.ERTE-ESO prewndo. Rccordnrás el día de tu cumple-irfios.
ISailab.ïs cun clla >’ Cün ella, bdilalido, snlistc
1üY
a un balccín. Dabais vueltas y mas vueltas. Ella per-dió
el equilibrio y cayó arrastrando naranjas de un
arbol que, sobre la misma tierra, baiíaronse en su
sangre. ‘Tu bajaste al jardín. Incorporaste su cuerpo
malherido y escuchaste: Cpor que? No era a tí a
quien se lo decía. Era a mí. ;\Ie preguntaba por quC
le tocaba a ella siendo tan joven. No supe que de-cirle
y sus ojos dejaron cle ver.
PEDRO x.-ihle arrebataste lo que mas quería! iEres trai-cionera!
MUERTE.-A todos les llega su hora.
PEDRO x.-(COIZ ií-n.) Maldita Muerte que nos llenas de
tristeza, que diriges nuestros llantos. <Por qué no
has de morir tú también? (t-‘n?~%. Mlr’s calmando.)
?Y por quC mis manos se declaraban culpables?
~IuERTE.-{~ que no IYZCLI~JX~~S de que forma bailabais?
Tus manos se enroscaban en su cuello. De ahí viene
esa terrible pesadilla de creerte asesino. (Se Zmzeda.)
Ya no te queda sino una hora. Aprovechala. Cuando
transcurra te haré mi última visita. [Inicia el mutis
por el segIrItd0 Zateral demlzo.)
PEDRO x.-(%lnllzritzdo~~z.) Muerte: <sabes que estoy contento?
khEl¿TE.-<Sí?
PEDRO x.-Dentro de una hora estaré con María.
CAE EL TELÓN LENTAMENTE.
Fiu del seg~~rzdo y dltiuto czcto.
PEDRO SCHLUETER CABALLERO
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