EL VIAJERO
Cuento teatral en un acto, dividido
en dos cuadros, original de
CLAUDIO DE LA TORRE
A Mallares -María Millares
Cubas-, que me contó la his-toria
de este cuento.
Estrenado en Madrid, en El Mirlo Blanco, Teatro de
Cámara de Carmen Monné de Baroja, la noche del
zo de Junio de 1926.
REPARTO
La Madre . . . . .
La tla Marla de2 Carnzefi .
Las bijas:
Amparo . _ . .
Soledad . . . . . .
El hernrano yosé . . . .
Don Luis. . . . . .
El Doctor. . . . .
El Muchacho. . . . .
HERMINIA PE$ARhNDh
MARíh A. DE ABREU
CARMEN JUAN
FLAYMONDE DE BACK
GUSTAVO PITIALUGA
FERNANDO BILBAO
CIPRIANO DE RIVAS
CHERIF
CARMEN BAROJA
El Coro: EMMI EBERHARDT, CARMEN MONNÉ,
CARMEN ABREU Y NATIVIDAD GONZKLEZ.
Estrenado en Las Palmas de Gran Canaria en la inau-guración
del Teatro Minimizo -Playa de las Canteras,
81-, Escenario de Cámara de Josefina de la Torre,
la noche del IO de Agosto de 1927.
REPARTO
La Madre. . . . .
La tia María del Carnzen .
Las hijas:
Amparo . . . . .
Soledad . . . . .
El Hernrarzo yosé . . .
Dnn Luis . . . . _
El Doctor . . . . .
El Muchacho . . . .
m
FRANCISCMAI LLARESD E LA TORRE 5t
ELISA DB LA TORRE DE LA NUEZ B
s
JOSEFINA DE LA TORRE MILLARES E
d
CONCEPCIÓN BARCELÓ DELATORRE E
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CARLOSH ERNANDEZM ILLARK !d
BERNARDO DE LA TORRE MILLARES
;
JUAN MILLARES CARLO
05
JOSÉ BOSCH MILLARES
Las voces: LOLA DE LA TORRE CHAMPSAUR
Y JOSEFINA DE LA TORRE MILLARES.
CUADRO PRIWRO
(Amparo y Soledad no parecen, sin embargo, herma-nas.
Amparo, alta y delgada, mas reposada en sus movi-mientos,
da graciosa apariencia 11 la pequeíía figura de
Soledad, rubia y gordinflona, en esa edad bulliciosa en
que empieza a manifestarse la mujer. Amparo tendrá vein-ticinco
añ,os. Soledad, once o quince. Soledad vive y duer-me,
sabe Dios por que, entre constantes cuidados que ella
paga generosamente, con su risa alborotadora y continua.
Amparo es la hermana mayor. Nada mds para su retrato.
Ahora se han sentado las dos en IR sala, junto a la
ventana que da al mar y al camino. âs una sala alta, con
el dominio de los dos paisajes. Por la ventana abierta se
asoma un pedazo azul de cielo. TA brisa, al entrar, mueve
debilmente las blancas cortinas. De vez en cuando, el paso
de una nube tiñe la estancia de una sombra difusa, pasa-jera,
dorada más larde por el rebrillar de la hora.
Es el silencio del mediodía. En este silencio, al con-templar
la habitación y los muebles, mãs minuciosamente
los detalles -allí, en la pared, la fantasía de un dibujo
compuesto con el orden cuidado de unos pequerios retra-tos;
más acá un tapete primoroso sobre el m&-mol de al-guna
mesa; un reloj de pendulo solemne; aquí unas mu-chachas
vestidas de encajes-, parece descubrirse un hogar
apacible, de alegres virtudes, donde los ojos risuefios SU-ben
y bajan con la aguja de plata que enhebra los días.
ZVivimos, acaso, en los últimos afios vísperas de nuestro
siglo, afios tocados aún, de lejos, por la llama romántica;
en el último refugio de los visionarios, en un rincdn pa-sado
de moda?
Las dos muchachas, sentadas una frente n la otra. Am-paro,
abstraída en la lectnrn de una carta. Soledad, son-riendo,
finge adivinarla y comienza a decir en son de
burla),
101
ESCENAI
.SOLED.~+D ---«Mi Amparito idOhtrkLda... ALlllqlle Sb10 h3Ce
clos horas que te vi... ibli corazón . .»
A~P.4RO.-(D¿Straida en h iectzm) ~C‘bll¿lte~
SOLEDAD.--~~~~ eSCribO para decirte, UtI'a Vez, que te ann..)~
AMPARO.- iCXll:tte!
soL13D.4~. --@Para decirte, otra Vez, que te adorO...~
AMPARO .-CTe quieres callar de una vez?
SOLEDAD.--PUa otra cosa no te puede escribir: te ha de-jado
hace un momento. (<iOh, mi amor...f»
Awmo.-(volviendo a Za lectwa) jClillate!
SoL~mD.--Eheno, me cal10 si me dejas leer el final... 0 el
principio, Si me dejas leer la carta me callO.
Aw’ARo.--Soled&, que me enfado.
SOLEDAD.-Pues sabe Dios lo que te clirá,
AMPARO.-(&~CZFZ& u'c ZeeQ ¿Qué: es eso? 2Qué te importa
a ti lo que él me diga?
SOLEDAD.-(con énfasis) iNo me ha de importarI <No se
trntn del porvenir ~lc mi hermnnn?
AMPARO.- (r~¿%!da, a $wswv suyo) No disimules: te encuen-tro
hace unos clías muy curiosita, como si quisieras
averiguar lo que sucede.
SOLEDAD.-Luego, algo sucecle. (.hxrf~~~osc co19 m?+sterio
n szt he~~wmz) 1 Ah, ah! n. ver, ¿qué es lo que su-cede?
fbfPARo.--Me clejas concluir la carta, &sí o no?
SOLEDAD.-Y me cuentas luego lo que dice, isí 0 nO?
AMPARO.-ISí, sí, sí!
102
b6, también la curiosidad? (Soledad asiente) jQu1.5
cambio sorprendente!
SOLEDAD.-TC he disgustado.
AMPARO.-(YiePZd0) i Ahora salimos con esas! Pero, ven ac&,
Soledad querida $qu<5 te pasa?
SOLEDAD .-Yo no quería molestarte: hablaba en broma.
AMPARO.--Si ya lo S6, si tú no me molestns nunca. (+lxa-get’ando
el perddn) Tengo LIIIR hermana muy linda
y muy buena... y muy discreta, R quien voy a con-tar
un secreto.
SOLEDAD.-Que te casas.
AMPARO.-ESO ya lo sabías. Lo que no sabes es que.. .
(Hnce una pmfsa mnliciosa)
SOLEDAD.-(CQ~~~~~~~~~, sin darse cuezta, In vox de m hey-mana)
Que te casas este mes.
AhlpARo.-(SO?~pYendidn) Soledad, Cqué has dicho? ZQuiCn
te lo ha dicho?
SoLmm.-(pnrece que despiertu de CIM .sz~eSlo hgo) Am-paro,
¿y el secreto?
AmARo.--fdescomeufada, 202 poco Tecelosa, se sienta jzin-to
a ella, In dmm y Zn besn en si¿encio nzzrcJ?as ve-ces)
iTe sientes mal?
SOLEDAD.-(Qtif? htX TeCObT%dO el bUen hlWZOl;) iNo! Pero,
<y el secreto?
AMPARO.---NO te separes de mí. Acercate, clame un beso.
(Se besan)
SOLEDAD. --CLloras?
AMPARO. -No, escucha: me dice Enrique: {Leyeuzdo Zn cay-ta)
«Acabo de recibir noticias del asunto. EstB ya
acordado que he de hacer el viaje y, como supon-drás,
no pienso hacerlo so1o.n (Sigw Za ìecfwa con
un mtwnau¿Zo mondtono, u. gran velocidad, como si
snltm-au Zus pnlcrbras sobm el fuego) Bueno, aqui
hay unas cosas,.. cualquier cosa... Aquí: «Será un
viaje largo: acaso dure un año. (Sabes tú ddnde es-tán
las Indias?n Sí.,. más adelante... Aquí me vuel-ve
a decir... (SoZedad sonríe) Aquí: USe trata, pues,
de adelantar nuestra boda, cosa que u todos parece-rá
razonable. Esta tarde hablaré con tu madre y, si
nos entendemos, como espero, creo que nos casare-mos
este mes,. Eso es todo.
AMP..\RO.-~NO lo sabías? Pero, nlírame, m.knm@ fijo y COn-testame:
8110 me dijiste nnles que lo sabías?
SoL~D.m.-<Que yo lo sabía?
Aarp,jrro.-No Fue eso, precisamente. 13~0, (no recuerdas
que hace un momento me lo dijiste antes de que yo
te diera In noticia?
SOLEDAD.-~~U2lnC~O? (u?Z S~~CiZci%) @k- qI.lk te c?wfLs este
mes?
Aw.wo.-Pero, {no recuerdas?
SOLED,~D.---(~~~#WC?~d e una prol~i~da wzedz’z”clc~d~nzi ega
wmviendo lewtmmttte In cabexn) Escúchame, Ampa-ro:
yo no quisiera molestarte, pero, no te cases este
mes.
AhIptiRO,-(ae5adeaLirnda) iQué importa este mes Ll otro cual-quiera!
Ya has oído por que me caso: dependerá cle
ese viaje. Ademlis, me desconciertw: unas veces eres
como una niTía, y otras, sin snbes por qué, hnblas
con Una seriedad, dices umis cosas.. , (Quieres ex-plicarme
por qué 110 debo cnsm-me este mes?
SOLEDAD.-ES el mes de Mnyo.
AMPARO. -El mes más bonito del alio, sc@~a clicen, Un
mes para viajes, para bodas, pew~ todos los cambios
alegres. Nosotros no lo comprendemos bien porque
aquí no tenfwns prini:lvew.. 0 Ir? tenemos siempre.
SOLEDAD. -(con bue? humor de mwvo) Por eso somos gen-te
triste. L¿-l primrivera es una kpocx triste. Hay tan-ta
luz que vivimos deslumbrados, lo ambicionamos
todo, lo queremos todo con unn ansiedad que nos
hace infelices. En cambio, en el invierno, en los días
fríos y osc~zros debe ambicionarse poco, debe vivir-se
m8s recogido, mas con uno mismo, La gente del
Norte dicen que tiene mucha, gracia.
Amnno.--Tú si que ir\. tienes. CA qué viene, ahora, todo
eso tan complicado?
104
SOLEDAD.-Para que no te Gises este mes.
RVPARO.- ¿Y crees tú que porque se te haya ocm-x-ido peri-sar
que el invierno es tan entretenido, voy yo a apla-zar
mi boda y a dejar que Enrique se marche solo?
SOLEDAD.-NO es eso. Casare el mes prdsimo, pero no este
mes. Este mes, para todos nosotros.. .
AmARo.-(n)e PYO+Z~O) iAh, ya sé: lo había olvidado!
SOLEDAD.-COlVidadO, Amparo?
AMP.U?O -Sí: Soledad, olviclado.
(Un Iargo silencio).
SOLEDAD.--COlVidadO?
Akn=ARo.-Sí, Soledad. Cuando se ahogó nuestro hermano
yo no pude creerlo. Era demasiado... sencillo. Aún
lo recuerdo y ya son quince ~1’10s. Tú casi ni exis-tías:
ni lo conociste siquiera. (Por qué pretendes, sin
embargo, ser tú la que mks lo recuerdas?
Sor,mx.n,--Porque tú dices que lo has olvidado.
km=ARO.--Bien sabes que no es así. Lo recuerdo siempre.
Era una mañana como esta de hoy, una mañana de
Mayo, silenciosa. Jugabamos los dos junto al mar,
medio desnudos sobre la arena. De pronto, una ola
enorme, callada, se lo llevó...
ESCENA11
Jos*.-(reinte años. Vivacidad de cardctw que se refleja
en WLOS brazos Yotundos, desacompasados, como las
aspas rotas de afin molino. Llega de Za ca.ZZe, por Za
delacka. Las aspas recowen medio gifto al contenz-piar
In escena. Llama gdtando) IMadre, madre!
LAS DOS HERMANAS.-~Quc? hay? ?Qué sucede7
J OSB -iMadreI iMadre! iVen pronto!
LA MADRE. -(por Za iq.wieYda) (Qué gritos son esos?
(La madre no disimula ya su agitacibn ni nnte
nimios szLcesos. Acaso tina her-ida que ?*oaa el nze-no4
sobresaltoj.
105
LA MADRE,-(CO~Z inquietud) ;QLK! OS pasíì? <rol- qué Ho-rf&?
A ver, José, (qué les has hecho, qué ha pa-sado
aquí?
Jo.@.--(con grandes nspawicntos) Yo no lo sé: yo no he
hecho mds que delatarlas.
LA M;\DRE.--~U~ gran noticia?
SOLEDAD.--S~: LI~I gran noticia.
JosI~;.--Que SC asa. Para las mujcrcs, lrz Smica noticia es
el matrimonio.
So~enii~.--~Quf.5 shes tú de eSO?
J os&-Vamos R verlo.
LA MmnE.-Dime, (qué gran noricia es esa?
AMP,\RO.- Que me caso.
Josa.-(Lo ves? Esw COSRS las adivino yo enseguida,
SOLEDAD.-(cofz l’rowhJ iPiis, la experiencia!
Josa.--Madre, R esta niña pequefiita le voy a dar un golpe.
LA MADRE,-Per0,. CqUWéiS c&WOS? (kkXWb¿lPJdO cWZOCiOo-nndn
62 Alnpam) CFIs verrlad? CTU r:tmbi&n nos dejas?
AUPARO.-AnreS de lo que pensaba. Enrique Vendrh esta
tarde a hablar contigo, Yn 4 te lo explìcar8. Se
trata de un viaje largo... y cle hacerlo juntos.
LA MADRE.--(Un Viaje largo? iCasarte y abandonarnos?
hPxno.-Sí, IIMdre. Se l’rata de cln viaje urgente, de ne-gocios,
lejos, no se ddncle todavía: creo que R Amé-rica.
La primera noticia me la da en esta carta.
fEntr-eg-a 26~c ur kr. a sa madr-s. Estu CCJV~~~W,~aL ~
Zeeria. Soledad, con disinzulo, se kn colocado n sus
fqbnldns e intenta keyla tuyizbit%)
SOLEDAD.-(COMZO nl priwipio) Mi Amparito idolatrada.,.
AMPARO.--(riendo) iQu6 tonta eresl.
José.--A ver, a ver...
AMPARO. -(iWkWI*doseZo) Quédese tranquilo el talento de
la casa: adivine ahora como antes,
LA MADRE.- (sin ilzterwmpir Za Zectum) Soledad, avisa 8
la tía Carmen. Díle que venga.
SOLEDAD.-JO&, ya has oído,
106
Jo&.--IPero, si es a tí a quien..,!
LA MADRE.-JO&, haz de una vez lo que te he dicho.
(/os& sníe PO?? da iqwkda haciendo muecas de pro-testa.
La madre conthz5a In Zechwa hasta el final)
Pocos cletalles da en la carta. Tendremos que espe-rar
su visita.
AMPARO. -Vendrá esta tarde.
ESCENA III
(La tia Cawnen se detiene aZ etitrar y mira,
sonriente, Za escena. iQul sorpresa pava aquellos
que la ven por $rimeTa vea! 6*Qut? edad tended la tia
Carmen? Poco importa. Es bella, sobre todo: nzds
aún cuando se In ilumina Za cara, fwme~~tenzente,
de confusa alegAa. ;Es ot4a hermana? Viste de cla-
YO, coY?*ectanlente, hasta con gran sabiduria. AZ oiy-
Za ZJamnr utiu Carmeno se experimenta un ~ntiw~o
alboroso. Hay como un juego infantil en ~zombyarla
con seveCdcid y contemplar despds su juventud,
miste~Fiosa y t?*iunf~rtnte. Todos lo saben y nsi dicen
utia Caw.ven> con un de;‘0 de broma y simpatía).
MARÍA DEL CARMEN.-jGrâtl noticia, por 10 Visto1
SOLEDAD.-chthte, que te va a oir Jose.
MARGA DEL CARMEN.-.& me la ha dado a gritos. {Es cicr-to,
se adelanta la boda?
AMPARO.-YO soy la primera sorprendida.
LA MADRE.-Ninguno sabíamos nada.
AMPARO.--Nadie. Es decir. ,. Soledad.
LA MADRE.-&oledad?
MARÍA DEL CARMEN.--CComo? (Soledad guardando secretos?
SOLEDAD.-(nsombT’ada) Yo tampoco lo sabía.
MARÍA DEL CARMEN.-EntOnceS...
AMPARO.-Ya hablaremos. Ahora te llamábamos para darte
la noticia. Enrique vendrc?. pronto y lo sabremos to-do.
Soledad, :por qué no vas a buscarlo?
SOLEDAD.-(WVQJ conk!zta) Sí. ;Me dejas, tía Carmen?
h<IKRfH DEL, CARMEN:-Si tu ruxlre le lo permile...
107
M~af.4 DEL CARMEX.-ES~OS días estk muy nerviosa: se ex-ci
ta fkilmente.
ANIP*AKO.- De eso, prccisnmcnte, querín hblnrOS y buSca-ba
Lln pretexto para que SOledad Se fuera. Ha VlleltO
a tener un desvanecimiento.
MARLA DEL CARMtiN,-(/ZljZlnnZE?~~~~ IDios lllíO
LA MADliff,-~CLliinclo 1x1 sido? <Por es0 IlOrhbaiS?
AMPARO.--NO, IforClbamos por otras cosas: recordando...
MARf.4 DEL CARMEN.-~D~~S mío!
LA MADRE.-Pero, lqué fue, cómo ha sido?
AMpARO.-HablaIllOS hace POCO, IaS dos, en este CWlrto.
Estkbamos de bromas. Yo quería intrigarla con la
noticia de mi boda y, de pronto, antes de que yo
hablara, la. vi palidecer, como dormirse, y niurmu-rar
unas palabras.
I\IAKIA UJXL C~rini~x.-~Qué dijo?
AWARO.-POCES palabras. Me aclivinó lo que iba yo a
clecirle. Después pareció desperttlr, como volver
de un largo sueíïo. No tenía conciencia de lo que
hacía. Le hice varias preguntits, pero apenas enten-cl&.
No cscuchnlxl nada. Yo nie ZUUS~C mucho. No
he podido, aún, acostumbrarme. Cada vez que In
veo en ese estado me parece que se va a morir y
pienso, ademAs, que no es posible prevenirlo, Esos
clesvanecimientos le acometen siempre en los mo-mentos
mRs tranqujlos.
JosÉ.-(que ha oido Zus ziltinzas palabras desde In +e?*ta
iaquierdn, POI’ Za que Iza UUcZto a entrar) isi no la.
mimaran tanto!
MARÍA DEL CARMEN.-@WS~CW!CZ) ]Ah! LEstas allí?
Jo&.-Claro que estoy. (Es tan1bié.n una cosa sorprenden-te
que estk yo en este cuarto? ZA que va a resultar
otro misterio el que yo haya ido a buscarte y
esté de vuelta?
h!f~Rf.4 DEL CARMEN.-NO digas tont&S.
Josa.--Oye, oye: que eso de llamarte tía Carmen es sólo
108
de mentirijillas. Como me vuelvas a llamar tonto te
doy un golpe.
LA MADRE.-Callate. Hablamos en serio, Esto de Soledad
me preocupa mucho. (A AUZ$WO) Yo kttnbi& he no-tado
eso que dices, cuando esta en los momentos
tranquilos. Es como si el silencio, la calma, le des-vanecieran
la mente. En cambio, cuando esta. agita-da
por algo, por cualquier ocupación, parece otra,
alegre, decidida.
AMPARO.- (CO& in&et&) Carmen, {qué estas pensando?
LA MADRE.-(n ikhrin del Cnrmen, 9zecesihwzdo zuu ~icti-
WUZ) Tú tambien nos afliges y tienes mucha culpa de
lo que pasa. La mimas demasiado, la est8.s haciendo
una mujer débil. Ademas, lo que es peor, le fomen-tas
sus defectos: no le educas sino su imaginacibn.
CA qué viene el contarle de continuo tantas historias
que no hace mas que excitarla, todos esos cuentos
de misterios en los que la gente aparece y desapa-rece
sin razón ni motivo?
Josk -iMuy bien dicho!
AMPAKO.- (canciZiado~n) IMadre!
LA MADRE.-CPOr qué hacerle creer tantas mentiras?
Jo%.-iMuy bien!
AMPARO. -iMadrel
LA MADRE.-LO que pasa es que me vais a volver loca.
Todos me disgusrais. Tú, Carmen, sin saberlo, has
tenido mucha culpa en lo de Soledad. Le has meti-do
en la cabeza muchas înntasins, que no le han
hecho sino daño. Todo lo que tiene Soledad, como
dice don Luis, no es mis que exceso de imagina-cidn.
Es una niña muy déil que nos debe preocu-par
más a todos.
Jo&.--(con szilficiencia) Menos mimo y verkn que pronto
se cura.
MARÍA DEL CARMEN.-NO es eso. Yo tambien he estado
preocupada estos días por Soledad, hasta el punto
que consulté con don Luis. Pero, no soy yo sola la
culpable. En esta casa todos, más o menos, hemos
vivido de fantasías, como tu dices, Yo no hice mas
que educarla a nuestra manera.
AM~ARO.-TOC~OS no: yo vivo de mis realidades.
109
MARÍA DEL CAr¿MEN.--ESO, de tus realidades: cle tUS suefíos.
~~s~;.--(evt SOH cle bzwltc) iAdmirable! iQué frase!
MARÍA DEL CARMEN. -Bueno. ¿Vamns X dejar la ConVer-sacibn?
LA MADRE.-N~ vamos a dejarla sin que tU me expliques
antf3 que consulta. fue esa a don Luis. 0% que pasa
algo en mi casa que yo ignore?
i~~~t.4 I~FT. CARMEN.-NO... Es decir, lo que estamos ha-blaIld0.
LA ~\I~ADRE.--<Y nadie está ocultando nada?
MA RfA DEL CARMEN. -No.. , (Ar;repiwhY~~dose) ES decir. . .
LA MADRE.--iCuenta ¿QLI~ sucede? <QutS tiene Soledacl?
AMPARO.-Per0 madre, tranqUilíZate: lo SabrenlOS tOd.0.
MARIA DEL CARMEN.-YO he notado Un cambio en Soleclnd
en estos últimos tiempos, Ha reniclo días cle una
gran excitilcibn, de unn cxcitacich cxtrafia, mSi3 in-tensa
que otras veces. Un día se lo dije y me res-pondió
que no me asustara, que se excitaba tanto
porque le parecía «que iba a recibir Una gran noti-cia
». Yo me reí para quitar importancia n la conver-sación
y no volvimos R hablar más siquelln tarde.
Hace pocos días, recordareis que salimos las dos a
dar un paseo. Bajamos hasta el puerto y nos entre-tUvimos
en ver salir a los pasajeros de uno de los
barcos. Yo estaba distraída. Y sen& de pronto el
lm7zn de Soledflrl que apretitba hwrtrmente el mío.
La miré y la vi pklida. Me asust6 mucho, Poco n
poco se tranquitizd. Volvimos a casa sin hablar. Yo
suponía que, como siempre, ella no recordaba nada.
Pero, antes de entrar, me detuvo un momento y me
preguntb: <([Lo vistes?». ¿A quién?, le contesté sor-prendida.
((A aquel pasajero, Es él, que vuelve a ca-sa..
YO no pude contestarle. Me impresiond tanto
que corrí a hablar con don Luis.
AMPARO.-]Qué cosa mas rara1
LA MADRE-<Y que te dijo don Luis? {Por que me has
ocultado todo esto?
hhRiA DEL CARMEN.-Don Luis repitiõ lo mismo de siem.
pre: esta nifia está muy débil, que se alimente mucho,
Jo%.-Carmen, iestás segura de que Soledad dijo eso? (No
sera. otra fantasía?
MARIA DEL CARMEN.-IJO&!
JosÉ.-Perdona. YO no queria decir... Es que aquí no es-perarían
a nadie si tuviernrl bastante conmigo. Es
que yo sé por donde viene todo esto.
MAR~.~ DEL CAR~IEN.-(Y que diría Amparo, que esta es-perando
nada menos que a su novio?
Jos&--Eso es diferente. Tú sabes lo que quiero decir.
LA IMADRE. -(COI~~O acabando urt percsamieucto) Dime, &r-men:
$cuáles fueron sus palabras?
MALZ~A DEL. CrmmH.--Dijo así: «Es él, que vuelve a casa».
J os&.--Alguien acaba de entrar.
(Hay una pausa en In que todos escuckan)
MARIA DEL CAICMEN:-/Qu& extrafiol
Jos&--iQuinto misterio!
AwARO.---Seguro que es Enrique, Voy a ver. (Sale por Za
derecha. Los demds esperan con los ojos fijos en Ja
puer%a. A poco vwlve Anzpn~o) No es Enrique. Es
Soledad, que viene con don Luis y con un señor.
LA MADRE. -+oledad?
Ahip.4Ro.-Sí, con don Luis y con un señor que no co-nozco.
ESCENA IV
(Don Luis entra por la derecha. Ya estd viejo.
Es el cirujano, w~ás q?Ae el nzt?dico, educado en el
mror a su profesidn, de In que se de, sin embargo.
Tan sdío wee en In sahd pdmera, virgen, fuente
Iimitodu. de vida. No cree otms motafkic~s. Es cís-pevo
y gmn cava.&n. José serd a.4 el dh de mnña-na)
DON Lurs.-Buenas tardes. ¿Cdmo están los de esta casa?
LA MADRE.-Buenas tardes; don Luis Hoy viene usted
mbs temprano
DON L,uTs.-Y la señora tía, <cómo sigue, además de tan
guapa como In veo?
MIRTA DEL C.4RMEN.-(sonrie~zclO) Viviendo aún.
LA MADRE,--jBuetl Susto el que ha dado usted a la SeñO-ra
tía!
111
DON Luxs.-<Es posible?
M.4Rfa DEL CARMEN--NO le esperaba a usted Y me sor-prendió
SLI visita. No ha habido Susto.
DON Lurs.--Pues el recado venía de todos ustedes.
LA MADRE.--(Qué recado?
DON Lurs.--El que me dio Soledad: que viniera enseguida
porque me estaban esperando,
RIAdA DEL CARMEN. [Un rccndo con Soledad? Soledad sa-lió
de aquí para buscar a Enrique.
Do,u Luis.-A mí me ha dicho que iba a buscarme de parte
de ustedes. Pero no se apuren: yo pensaba venir de
todos modos. (A In tizn&~) Necesito hablar con usted.
Josa.--<Sabe, don Luis, que ya empiezo tambi6n a preo-cuparme
por Soledad?
DON Lurs.-De todo hablaremos, pero mBs tarde. Ahora,
dejadnos solos a tu rr.adre y R mí. Usted, sefíara tía,
cuando realmente tenga edacl para ello podr8 inter-venir
en lus conversaciones reservadas. (a Aw@wo)
La novia tambif?n me perdonará (Los tres se dM-gen
n ka derecha) No, id por aquí: yo os llamare
luego.
(Maria del Camix5n, Amparo y Jos. sabvl por Ia
iaq*fiierda, La Madre y don Luis tpednn so¿os. Ln
Madre, un poco nemiosa, don Lf.dis con el aspecto y
el gesto del que no se decide a decir uml %o&eria)
LA MADRE.-Po:- lo visto hoy es clía de emociones. Hable
usted, don Luis.
DON Luis.-(nzedio decidido) Mi querida amiga: yo supon-go,
yo espero que treinta y tantos años de ilmistad,
como la nuestra, le habrán dado a usted una opi
ni6n sobre mi persona.
D,;t!!b;E.-( af ect uosn) Una opinión excelente.
.-Eso es lo peor. Vo hubiese preferido lo con-trario.
LA MADRE.-Pm-n, don Luis..
DON Lurs.-CCree usted, sinceramente, que yo soy una per-sona
de juicio?
LA b%ADRE.-Don Luis, no comprendo nada.
DON LUIS.-Porque a mis años no se pueden decir tonte-rías
ni, mucho menos, hacerlas.
LA MADRE -Pero, hable usted...
DON LUIS.-YO he venido empujado, sin comprender a
punto fijo 10 que iba a ser para mi el encontrarme
frente a usted y no atreverme a hablar.
LA MADRE.-1Le ha sucedido algo a mi hija!
DON LUIS.--No señora. Esas cosas a mí no me asustan ni
me importa decirlas. No tiene nada que ver con ella.
Mi situación es difícil porque conozco el afecto que
ustedes me tienen y cuanta fe ponen, por lo tanto,
en 10 que yo les digo. Tengo conciencia de ‘mi res-ponsabilidad
en esta casa, que siempre he creido
bajo mi custodia.
LA MADRE.-Así es,
DON Lu%--Pero no tengo la culpa de tener, a mi vez,
otros amigos. Y entre ellos uno entraííable que no
quisiera traer a esta casa.
LA MADRE.--Pues no lo traiga usted.
L)ON LUlS .-Ese es el caso: que tengo que traerlo.
LA MADRE.--Do11 Luis, por Dios, hable usted claro. iQue
amigo es ese? ¿De qué asunto se trata?
DON Lurs.-Ver-d usted. Desde mi juventud, más aún, des-de
mi nifiez, yo tengo un amigo inseparable. Inse-parable
en mi aïecto, pues hace muchos años que
él abandonó esta tierra. Juntos estudiamos, juntos
hicimos la carrera. Él es, tambien, médico. {Nunca
me oyo usted hablar de mi amigo «el doctora, como
le decíamos?
LA MADRE. -NLIIICCL, clon Luis.
DON LUIS.--IES extraño! Y, sin embargo, no lo olvidé ia-más.
Lo he recordado siempre a lo largo de mi
vida, sobre todo en mis momentos de calma, en
esos ratos de descanso que conseguimos con tanto
trabajo. Y es que mi amigo simbolizaba para míun
ardiente deseo de mi juventud: el adiletantismon.
LA MADRE.---(SCVZZY~~~~O) Indudablemente, está usted de
buen humor,
DON Lurs.-Hablo en serio. iE cdiletantismo))! Me atraía
mAs que nacla SLI frecuente actividad en tres campos
apasionantes: amar, leer y viajar. IGran ambicibn
de juventud! Pues, bien, mi amigo era esto: mi am-bición
realizada.
113
LA MADRE.---&W?iOS, don LUiS?
DON LUIS. -@or que no? Yo soí% también en mi tiempo,
antes de dormirme profundamente.
LA lkkm?.E.-Tambi&I poeta.
DON JJJIS.+LO ve usted? Este es el ClLimo procligio cle
mi amigo. Me ha bastado verlo y, a pesar de mis
años y de mi vida, ha conseguido un milagro: ha-ckrmelos
olvidar. <(No hay tiempo -me decía apre-t&
ndoine las manos esta mañana-: eres el mismo
muchacho de entonces».
LA MADRE.--¿HUI vuelto ustedes a encontrarse?
DON Lurs.--Sí, esta mañana. Cuando ya no esperaba VOl-ver
a verle me lo he encontrado frente a mí, mi-rándome
sin hablar, como una aparici6n. ITreinta
años separados!
LA MADRE. -iTreinta af~us!
DON LUIS.-Nos hemos escrito siempre, nos hemos sentido
envejecer a distancia. De este modo, al encontrar-nos
hoy nos ha parecido seguir hablando, sin duda,
sin secreto, sin necesidad de una pregunta.
LH MADRS-¿Y CS ese amigo el que usted no quiere prc-sentarnos?
Ahora lo entiendo menos.
DON LUIS.-Es que mi amigo, el ~~diletantismo* de mi amigo,
ha tomado a veces rumbos peligrosos. Mi amigo,
para el corniln de las gentes, es un ser clesequili-brado.
Para mí tambi&, aunque me duela confesar-lo.
Sí, es un aficionado a todas las extravagancias.
Y la última le ha traído aquf.
LA MADRE.--(Aquí?
DON Lurs.-Este es el caso. Yo creo firmemente que se
trata de una extravagancia, pero 61 dice otras cosm
que yo no comprendo.
LA MADRE. -Dígame, don Luis: cque relncibn hay entre
su amigo y nosotros? Ha conseguido usted clesper-tar
mi curiosidad.
DON La.-Hemos llegado, a la inversa, a lo que debid
ser comienzo de nuestra conversacidn. Mi amigo
quiere hablar con ustedes.
LA MADRE.-CSobre quk?
DON Turs.-8-e causaría un gran dolor oir a un extraño
114
hablarle de SU vida de usted, de las personas mas
queridas de su vida?
LA MwRE.--iDOn Luis!
DON LUIS.---Yo me comprometí a esta entrevista (la wep-taría?
LA MADRE.-~PNYI que?
DON LUIS.-Yo me comprometí u pedirla, pero a nada más.
Yo estaré presente. Desapruebo por adelantado, cuan-to
en ella se diga. Yo sé de qué se trata: se trata,
en absoluto, de una gran extravagancia.
LA MADRE.-~P~~~, don Luis!
DON LUIS.-?La acepta usted?
L.4 I\!bDRE.--¿CLl&lãO?
DON LUIS.-Mi amigo está aquí. Lo acompaña Soledad. Él
me ha pedido, tambicin, que estén todos presentes.
Yo, sin embargo, he querido antes consultar con
usted.
LA MADRE.--(L~TBS~JP~~.S de wzn pnl4sn) Digale que pase.
(Snls dola Lm2 $0~ Ia de~achn. La Madw que-da
soZa en Za escena. Hay otnz Pausa. ET&W Sole-dad,
por In dmxl~a, besa en silencio n su nmd4e y
sale de nuevo, p01~ la i8quiwda, hncia eZ iuterioî-,
de Zn casa. Poco n poco van entYand0, por estn @el’-
ta, Marín del Cawtien, Jos&, Anzpwo, y La últinzn,
Soledad. Todos Uegczn sin hablar, soppwwdidos por
In visita. Por Za puwta de Zn dsmchn ftegresn don
Luis, guiando al visitante).
DON Lvls.-Adelante.
(En Za puerta dereclzn @nrece El doctor. He
aqui , un personn.‘e in te?*esap6te : nwhi bien peqrrel70,
delgado, disnzinwida su figura por el traje negro
que Za cubre. BL cabello wauy wbio, plateado por
lns sienes. Anchns gnfns de concha que parecen
agrandarle íos o;‘os, toda Zn vista de La cmw. Hclbda
siewpre n media vos, iniciado apentls los gestos,
Este es el hombre peligroso, sztgeridor, amigo de las
teorias.)
115
Do‘r Lurs.--(presentando) Esta es la familia: la madre, la
hija mayor, el hijo... Aquella cara que descubre allí
escondida es nada menos que la de María del Car-men.
(Confidencial) Tía Carmen, cuando tengas que
hablarle,
LA MADRE. -Siéntese usted.
EL DocroR.---Gracias. (TOdOSs e .Si6Wf4Wi,n COnSCientek%Vn-te
dejados deb doctov, miwfmlose zaos n Ol'ros.) Su-pongo,
ademas, que don Luis les habra dicho ya
quien soy, la amistad que nos une, acaso el motivo
por que vengo a esLa casa.
LA MADRE.-Algo me ha hablado.
DON LUJS.-Le he indicado tus propósitos,
Er., DOCTOI~.-B- ien. Yo no tengo propdsitos. Vengo, s61a-mente
a hablar con ustedes.
LA iMAURE.-(uf~Cti~o~u, siïz &KW CM~Y&) Hable usted.
EL DocTon.--Probablemente, don Luis me habr8 presen-tado
como un hombre extravagante. Es ya una vie-ja
costumbre que no puede retnedkr. Les habrá di-cho
que yo he sido, toda mi vida, un hombre miste-rioso
y, sobre todo, habr& emplead0 una palabra
inculta, impropia de sus años: les habrá dicho que
yo soy un «diletante».
LA IMADRE.--(casi caz4tivadn) Algo de eso, sí sefíor, algo
de eso.
DON LUIS.--(de ówti karwz~~) Don Luis procura mantenerse
siempre dentro de la verdad.
EL DOCTOR.-Y, efecttvamente, no niego que don Luis
tenga SLIS razones. Sin embargo, a esta curiosidad
mía, constantemente alerta ante todas las cosas, le
debo las mayores emociones de mi vida: los mas vi-vos
placeres y los mas hondos desengafios. Por ella
salí de esta tierra y recorrí otras y otras. Viajé mu-cho
y conocí muchas gentes. Soy un gran curioso.
LA lkb,DRE.--{Amigos desde la niHez?
EL DOCroR.-(7&TZWdO a dOti b.&) Sí, amigos, sincera-mente
amigos. Don Luis fue siempre la negación de
mis creencias.
DUN LUIS.---{Por eso me has querido siempre?
EL DOCTOR.--Pdr eso necesite tanto de tj. (A los &nzds)
Nos separamos hace muchos anos. Ib-amos los dos
116
muy jóvenes y yo decidí el viaje, el viaje largo en
busca de infiniclad de cosas. ¿Qué cosas eran? Hace
ya muchos arios qUe aquellas aficiones mías de que
antes hablábamos me pusieron en comunicacidn fre-cuente
con personas p casos verdaclerclmente intere-santes.
Algunos dignos de relatar. Hace pocos meses,
en una revista oscura, de pocos lectores, leía yo un
succsu cwiüsu; el caso cle un ni120 que, allá en su
ciudad, hacia mUchos aííos, estuvo Una tarde a pun-to
de ahogarse. Lo sacaron casi sin vida. Poco a
poco fue recuperãndola y, al decir de los testigos,
sus primeras palabras fueron unas voces extrañas,
pronunciadas en un idioma desconocido. Lastima, de-cía
el comentario, que tampoco los testigos lo cono-cieran
y aquellas palabras misteriosas no hubiesen
siclo retenidas. Sólo Una se salv6 del olvido. El chi-co
la repiti6 varias veces y las personas presentes
pudieron recordarla. La leí con gran asombro. La
palabra rescatada era Una palabra española ccespe-radme
». (Todos Izacm ws wovidento. Soledad se
acerca, POCO a poco, al docdo~) CA que cansarles con
el relato de mis pesquisas clespués de fa lectura? Co-nocî
los nombres de las personas. M6s tarde las
conocí a ellas mismas Apenas recordaban el suceso,
Itantos aííos habían pasado1 El muchacho, en cankio,
me hizo una impresión singular. No podría expli-carlo
Desde luego noté que estaba enferma y que el
relato de aquel sUceso, que con los años transcurri-dos
debería parecerle nimio, le producía por el con-trario,
un gran desasosiego.
LA MADn~..-(pOniélZc.~e 6% pie) Doctor, (qué quiere usted
decirnos?
noN Lurs.-Yo bahía dirhn que estahns cleneqnilibrado,
pero veo que estás rematadamente loco. Pero, ¿que
leyenda es esa?
LA MADRE.---(NO la conocia Usted, don Luis?
DON LUIS.---No señora. De haberla conocido me hubiese
opuesto más tenazmente... Lo que él me ha contado
esta tarde es otra cosa.
EL DOCTOR.-YO lamento sinceramente el dolor que he
causado. Perclúnemne ustedes.
117
$kIZfA DEL, CAIIw%N,-DOCtOr, Siga usted.
EL DOCTOR, - Yo proponía esta tarcle a don Luis, simple-mente,
el traer aquí, R edEl ticrrn, n nuestro muchos-cho.
Su salud esta muy quebrantada y este clima le
sentaría muy bien. Acaso recobrnra Ias fuerzas, Sb-lo
unas vacaciones.
SOLEDAD.-(na~LlYlrZYMente) cY estCt usted seguro de que es
nLlestr0 hermano?
(Todos Za miran sorprem2ido)
DON I..sJIs.-(qzm es el $?~imwo eg remciomr) Pero, <qué
estbs diciendo?
TELÓN
CUADRO SRGUNDO
ESCENA 1
DON Lurs .-Ya ve usted, amiga mia, como los hijos n.0
son tan ingratos. {Qué le parece a usted Amparo?
Hasta de mí se ha acordado.
LA MADRE.--Por eso no hay que hablar de ingratitud. Sin
embargo, ya veremos: <no nos olvidará m,Zs tarde?
DON LUIS.-{Por que nos ha de olviclar? Y, sobre todo,
@ara que entristecer-nos? Dentro de un año volver&
con nosotros.
LA MADRE. --jUn año! Acaso ya tenga compIetos los míos.
118
DON LUIS.--Por uno más, mi querida amiga, <quien va a
enterarse?
LA MADRE.--Se entera Dios.
DON LUIS. -2Está usted segura?
LA M~~~E.-(allzenn~¿rndoZe cnritiosawzente cola m dedo)
[Perro filósofo!
DON Lurs.-Vivimos una gran época, mi vieja amiga: la
gran 6poca.
LA MnDRE.--Época en que los hijos abandonan a los
padres. h eslo llnn~iln usltzdtzs In expnsiún nalulal.
DON LUIS.-No, seííora: a esto se ha llamado siempre, una
«luna de miel)).
LA MADRE .-iQué horror! IUna luna de miel en el otro
mundo, a veinte días de navegacidn! iPobre luna de
micl! Y aún se atrcvcn a llnrnarla así.
DON LUIS.--Ahora se llama <viaje de negocios».
LA MADRE. -Don Luis, no siga profanando.
DON LUIS.-Yo no: preglmteselo a estos enamorados. Bien
claro nos lo dice Amparito en su carta: asomos muy
felices, el negocio ua marchando. Afortunaclamente,
como vereis, la luna es de miel y de pIata>>.
LA MADI+E.-(kwdo) Me ha convencido usted, don Luis.
DON LUTS.-NOS han convencido, mi señora.
LA MADRE.-<Y cree usted que volverCm al cabo del Mo,
como dicen?
DON LUIS .-~Por que no? AdemBs, qué nos importa el tiem-po
si estamos viendo que ya no hay distancias.
LA MADRE. -~Qué no hay distancias, don Luis?
DON LUIS.--No sefiora. Ahora resulta que hasta la almós-fera
nos comunica.
LA MADRE *--iGran consuelo!
DON LUIS.-Y muy grande. Parece que hay fuerzas ocul-tas,
transmisiones secretrìs.. .
LA M.wnE.--Pero, (fantasías, también, a sus afios?
DON LUIS.-No seííora: ciencia pura. Eso dice la gente. Y
he aquí por donde la brisa que acaricia, que han
dicho siempre los poetas, va a resultar una realidad.
iQuien sttbe si esos aires que yo tanto le recomien-do
-y que usted no quiere tomar nunca- no son
mAs que mensajes que nos estk enviando Amparito
de& al18 lejos!
119
Lrl MADRE3-sí, ya COnOZCO la historia. La he leído. Pero,
ies que hay alguien que tome eso en serio: que este
yü aquí sentda y que, de pronto, sin pwel Y sin
tinta, sin moverme, reciba 1~ palabras por el aire?
(fas hojas rie la qletitc~*~~ se nbf*eti ~~~~$u~scI~u.s
por sk viewlo)
DON Lurs- (Zsvant&dose n cewadzs) Ya lo ve usted: pa-rece
arte de magia.
LA h!hD[<E,--hk he sSUStad0.
DON Luis.--No IUC lu hará usted creel-.
LA MADz3.-Sí, hoy tengo mal de los nervios. Hace tiem-po
que no los domino.
DON LUIS+-- (disponi&doss a csmw) IVamos! Un poco de
voluntad.
LA ¡VADRE.-NO cicrrc u~tcd, clon Luis: el fresco cle In
tarde me tranquilizará.
DON Lurs.-(sewt&dose de MMBTJO) De manera que mi se-ñora
esta intranquila.
LA MADRE.-NO se ría usted. Antes ern yo muy vnliente.
Desde hace poco tiempo, en cs\mbio, vivo sobresal-tada,
con temores que a veces me avergiienzan.
DON Lurs.-<Desde cuando?
LA MADRE.--Ya lo adivina usted y va a reirse de nuevo.
DON LUIS.--Y con mucha razdn me reiría, Yo si admito
que las extrsvag,zncks de mi amigo removiernn en
ustedes un pasado doloroso, Pero este sobresalto,
como usted dice, que dejo su visita en esta casa,
no consigo explicarmelo. {A que dar mas importan-cía
a las palabras de un loco? Aquella historia que
nos contd, estoy seguro de que shln existih MI SII
fantasía. Siempre tuvo demasiada imaginacidn.
LA MADRE-Sin embargo, le estamos esperando, Por lo
visto lleva su historia hasta el final.
DON Lurs.+Quién lo duda? Vendra un clia de estos, quizd.
maiíana, quiza hoy mismo, Traerá ese muchacho, lo
tendrá aquf una temporada, IO curara, volverá a
llevarselo y se esforzará, día por día, en explicar-nos
los más simples fenbmenos, en darles delermi-nadas
interpretaciones. Nosotros, mientras tanto, de-bemos
alegrarnos de tenerlo aquí, entre nosotros,
120
de verlo feliz, contento, apasionado con su experi-mento.
Con tal de que el muchacho sane habremos
conseguido lo principal.
L-4 MADRE.-(CCW~%~Z) Así lo espero, No sabe usted lo
que es vivir en esta casa desde hace algún tiempo.
Parece que todos han perdido el seso y no hacen
mas que fantasear, llenarle a una la cabeza de lo-curas.
Ahora les ha dado por decir que eI mucha-cho
vendrfi a vivir con nosotros. La única que con-sesw
hasta ahora un poco de tino es -admírese
usted- María del Carmen. Los demás creen firme-mente
que se trata todavía de un niño al que vamos
todos a manejar
DON LUIS.-Y el muchacho serã ya un hombre.
LA M'ADRJL-Se los he dicho, pero ellos no se resignan.
No sé, En todo esto se ha hecho como una confu-sidn.
Nadie acierta a explicarse. A veces hablan del
chico como si lo conocieran, a veces se preguntan
cómo ser&: lo pintan de mil maneras distintas. Lo
que ya nadie se atreve a tocar es la parte misterio-sa
del asunto. Hasta Soledad parece que la ha ol-vidado.
DON Lurs .-iLa parte misteriosa! Me río yo de esos mis-terios.
<Qué es lo que encuentra usted de misterioso
en el asunto?
LA MADRE.--YO no. Pero existen, indudablemente, ciertos
puntos oscuros: aquellas insinuaciones de su amigo,
aquellas palabrns que pronunció el muchacho, las
fechas aproximadas de los sucesos, una cierta coin-cidencia
inexplicable.. .
DON LUIS .-IFantasías!
LA MADRE-Así sea, don LL&, así sea.
DON LUIS .-2Teme usted algo?
LA MADRE-NO. (Qud voy a temer? No puede pasar nada,
(verdad, don Luis? Si su amigo vuelve vendrA a
vernos, será como un amigo...
DON Luis.-Pero, veo con dolor que todo esto le preocupa.
Parece comn si tratara de convencerse de cosas que
no est8 segura. ~Que teme usted?
LA MADRE.--Ya le he dicho que no temo nada. @erO no
cree que todo lo que nos sucede es bien extraño?
Qigame, serán manías mías, pero no puedo dominar
mis preocupaciones. Todo en esta caSa me parece
distinto, en cualcluier c.osa veo un presagio. Hasta
esa tranquilidad, ese silencio de María del Carmen,
no me parece natural.
DON LUIS.-iAh, h!hrfa del Cmmm! Esa personiia si f% de
cuidado. Esa sí tiene imaginacidn.
LA MADRE .-+HR hablado usted con ella en estos días?
DON LUIS.-Muy poco. Yo también la he encontrado silen-ciosa,
como distraída. iSabe Dios lo que estará pen-sa1Klol
LA bhDRE.-Ahora es USted el que por 10 Visto teme d-guna
cosa.
DOAJ Lurs.---Mi querida amiga, ya no nos entendemos. Para
mí el caso de María del Carmen es un caso claro,
que no me intranquiliza lo m-53 mínimo. Lo que
siento es no tener el remedio en mis manos.
LA MADRE.-<QLu~ remedio?
DON LUIS.-No tener treinta años menos.
LA MADRE.--Pero, Chabla usted en serio?
DON LUIS.-NO, precisamente. IkInrIa del Cnrmcn es una
gran ambiciosa. Toda su imaginacidn, toda su fan-tasía
no es mAs que esto: el afkn cle una vicln superior.
LA MADt2z.-<Cree usted que no es feliz?
DON LUIS.-No sé: creo que pudo ser mhs feliz. ¿No estuvo
nunca enamorada?
LA MADRE.--NLUX~, que nosotros lo supibamos. Ella vino
a casa en circunstancias tan tristes, cuando la muerte
de nuestro hijo, que crecid casi olvidada, como en
un rincón de la casa. Casi no tuvo juventud,
Dow Luis.-Sin embargo, 1~s otras...
LA MADRE.--MiS hijas son más pequeñas. Cuando llegaron
a la juventud hacía muchos años de la desgracia. Pu-dieron
ser mas felices que la pobre Maria del Carmen.
DON LUIS.- Soledad se le parece mucho.
LA MADRE.--%, Soledad fue siempre su preferida. Casi la
educó, puede decirse: le dedicó toda su juventud,
t-odo su tiempo. La vida de nosotros, entonces, poco
podía distraerla. Dígame, Don Luis, {no le ha ha-blado
Marîa del Carmen de esto, alguna vez?
122
DON LUIS.-No... es decir: una vez me dijo que era la novia
de SU hijo cuando este se ahogó. Recuerdo que me
reí, sin querer, y ella se enfado bastante.
LA M1\~~~.-iCosss de chiquillos! Tenían la misma edad
y jugaban siempre juntos. Cuando 61 faltó, ella vino
a vivir con nosotros. Para mí ha sido siempre una
hija más.
DON LUIS. --Dirfi usted una hermana: es la tía IMaría del
Carmen.
LA MADRE.-ESO fueron cosas de Soledad. Desde pequeña
la llarn tía Carmen. (Don Luis se Zevauh!u terminan-cto
su uisitn) ¿Se marcha usted ya?
DON Lurs.--Si senora: con este palique se van las horas
y he de hacer alguna otra visita antes de que sea de
noche. (Mim por Za VegzSann) Pocos minutos faltan
ya. (Al salir se cmaa con Sokdnd que Zlega de Za
caZle). De usted hablClbamos hace un momento. De-ciamos
que yt: pasa el día en la calk. Ande a decir
a su madre de donde viene. Adiós.
(Sale)
ESCENA 11
SoLEDhD.--(agitada) Madre, al entrar he visto a José en
la azotea. ¿No se ha movido?
LA MADRE.-NO se nada. {Qué hace arriba?
SOLEDAD.-LO deje de vigía mirando al puerto, mientras
yo salía un momento ala calle. Fui a comprar unos
dulces.
LA MADRE.-&kIndo al puerto?
SoLEDAD.--jchm! EI barco puede llegar y Sería una pena
no ir a recibirlos. Yo he comprado ya hasta los
dulces.
LA MADRE.-~Qu~ chiquilla eres! <Fuiste con tía Carmen?
SOLEDAD.-NO quiso acompañarme. Se ha empefiado en
que está enferma, en un día como hoy.. . IFigúrate!
No ha salido de su cuarto desde que almorzamos.
Estoy enfadada con ella.
L;1 MADRE.-Haces mal. Tía Carmen no se encuentra bien.
Hay que ser buena con ella. Anda a verla otra vez.
123
SOLEDAD.-Luego, madre. Ahora Voy a subir Con José.
Dentro de poco ser8 de noche y no veremos nada.
Lx MADRE.--iCuidado arriba, que l0.s mUrOS son muy
bajosl
BSCENA III
(Lu Zuw ih~vvzivza In ESCCVZUp or, da uewtmzn abiw-ta.
Bs un crepziscuZ0 de ve~~uzo qtie v0 sembrando
In estancia de pwatos Izwzinosos, de Eo207pes violen-tos
que Zuego se npagan pam saltar, mds diskrm
ciarnos, a medida que el sol se hmde en el Izori¿3on-te.
La Iznhitacidn TefZej’a la mwnviZZa del cre$vdscuZoo.
Como Elegando de lo alto, por el venta?&, se oyen
Zus voces de los hermnnos).
LA VOZ DE SOLEDAD.-<VeS algo, I'OSC"?
LA voz DE Josk-(nzks Zejnnn.) Desde aquí se divisa el
puerto.
LA voz DE SOLEDAD.-(NO ves mbs que el puerto?
LA VOZ DE Jo&.-(azzn ?+ztk lejana) Espera un momento,
Ahora veo el mar.
LA VOZ DE SOLEDAD.-Ckfucho mar, José?
LA voz DE JosÉ.-IMucho, mucho...!
LA voz DE SOLEDAD.-(Ves algún barco?
(Un silencio)
LA voz DE Jos&-No veo sino el mar.
LA voz DE SOLEDAD.-Fíjate bien: ya es CaSi de noche.
LA VOZ DE Josi.-La mitad del mar está en sombras.
LA voz DE SOLEDAD.- (temerosa) No Subas mas, JO&:
puedes caer de esa altura.
LA voz DE JOSÉ.- (mds lejos, todavia) No hay cuidado,
adn puedo ver.
(Otro silencio)
LA voz DE SOLEDAD-Y ahora, José: ino ves luces de un
barco?
124
L.s. VOZ DE JOSÉ.-Ya no distingo el mar... iEspera! No:
es la luz de Una estrella.
L.4 voz DE SOLEDAD.-(CLW’ en un g&‘u) 11% un barco, JOXI
LA VOZ DE JOSÉ.-NO, Soledad: es una estrella. Tú nO
puedes ver.
LA voz DE SOLEDAD.-~ES un barco, Jose: estoy segura!
(Se oye wn grito de2 hea’mano) jJosé! iJosel iQue te
pasa? Ya no te veo.
LA VOZ DE JOS& -iSoledad: es un barco1
(Las voces de ZOS dos hennams se conjurzden.
La madre eh-a $rec$itadamerrte, seguida de Mar4a
del Carmen.)
LA i%DRE.-@Uién ha gritado? (Llama por Za ventana)
isoledad, Jose1
LA VOZ DE SOLEDAD.-IMadre: un barco entra en el puerto!
LA NIADRE.--(Vtielrue a kHZW) isoledad: baja enseguida!
LA voz DE SOLEDAD.-E~~O~ esperando a Jose. Está subi-do
en el tejado.
Lh MADRE.-(A~~ws~~~~~) iPor Dios, no vaya a caerse:
ya es de noche y no será1
LA voz DE SOLEDAD.-]Jos~! <Estas ahí?
LA voz DE JosB.--Voy bajando muy despacio. Hay mucha
oscuridad.
LA MADRE.-iJosé!
LA voz DE SOLEDAD.-NO puede oirte de tan lejos. Ya ha
dado la vuelta a la cornisa: le estoy viendo.
1&$.&.4 DEL CARMEN.-(CI k madre) iA José que tenga CUi-dado1
jQué locura!
LA MADRE.-iAy, Dios mío! ISoledad, Soledad: Di a José
yUe baje despacio!
LA voz DE SOLEDAD. --iJosé ¿h4e estás oyendo?
LA voz DE Jo&.-¿Qué dices?
MARfA DEL CARMEN.-Mejor Scrd que n0 hable.
LA voz DE SOLEDAD.---BajíI despacio... iAy!
(SE oye un pito de Soledad. Las dos ma-jeTes
se preci$itatt a Za ventana;
LA voz DE JOSÉ.- (junto n In de Soledad) No ha sido
nada: una piedra desprendida al saltar. Ya estoy a
salvo.
(Se escuclaa Za cnrvve’era precipitada de lo.5 he+
manos por Za escakra).
123
ESCENA IV
Los HERMANOS.- (entrando) iYa estamos RqLli!
MARÍA DEL, CARMEN.--IBLIen SUStO hemOS p%Sad0!
SOLBDAD.--~J~S~ ha sido un gran vigí¿l! Vamos, vtlmos al
puerro.
JOSÉ.-No tardará mucho en fondear. Lo vi con la última
luz de la tarde y ya estaba cerca.
LA ~VIADKE.- (seren&dose) <Y quién os dice que es el bar-co
que esperamos?
SOLEDAD.-.&tO)’ Sc@~fa, 13Xd-C. No pLlCCk ser Otro. &-I el
puerto nos dijeron que no esperaban otro. Vnmos,
anda tía Carmen,. . {Por qué no te mueves?
MARIA DEL LARWN.-Me siento mal,
JOSÉ.-<No vas a recibirlos?
SOLBDAD.--(a h nzacï~e) &a oyes? Dice que estd enîerma.
Vamos, entonces, nosotras.
LA IhDRE.--Soledad, [en Calma...
DON LUIS.--(c~3~~zdo preswuoso t5e Zn cnllc) <Saben ya la
noticia? El barco estk en el puerto: hwn llegado los
viajeros. (DoPr. Lds se ilej’n caey epi! 3m.n siZZn, fd-gado.
La Madre, Soledad y José salen de escena y
37gresnn enseguida dispuestos a In nmrclm) {No
vienes con nosotros, Maria del Carmen?
MARÍA DEL CARIWEN .-Yo les esperaré aqu-li.
TOIIOS.--($W~SZWOSO.S) iAdic?sl
(Salen)
ESCENA V
(La escena, ahora, se ihiminn con la ha de la
Zuna, una unifowne c2aridad que tifie el espacio re-cortado
por la ventuna y entra en Zn habitncidn.
Conzieti.ua a oir.9 61 cw0 iíckrior. Son voces aleges,
de niños y nzbkjeres, que siunbolisardn la snlutncidn
al viajero, el goso y dulaura del retorno. De un
rincdn de Za escena surge Za vz’sión: la f?gura del
A4íwhacho avanaa, lentamente, al encue&*o de Maria
del Carmen. Los cantos se exti~zguen, ka visidn de-saparece.
Se oyen pasos y voces que se animan a
medida que se acercan.)
126
ESCKNA VI
(E?Wa Don Luis, por Za derecha, Ilevando una
Zdmpa~a encendida que deja soóre Za mesa. La ha-óitacidn
se aclara con una Zua de hogar. Tiene
pziando a Za madre, que atruviesa In escena fati-gada,
juntbtdose a Maria del Carmen y a Don Luis
en el otro extremo deZ cuayto. En este rincdn de la
escena, frente a Za puerta de entrada, ir& coZoc&-
dose, conforme Ilegan, Soledad y Jost?, dejando a
Maria del Carmen en el primer tt+miwo deZ grtl$o,;
DON Lurs.---(‘de buen hz~mo~) Te perdiste la escena, María
del Carmen: la escena y el castigo. Ha habido algo
inesperado que ha castigado todas vuestras fantasias.
El muchacho no habla espafiol. Ha sido un encuen-tro
doloroso, mirándose unos a otros sin entenderse...
IPobre Soledad, con las cosas que decía! Ahí tienes
R los viajeros.
(Se oye el COYO interior, ahora nrds lejos, hasta
el final. El .Muchacho (Eparece en Za puevta Marla
del Carmen da un paso hacia 40.
l&hRfA DEL CARMEN.-(&S$V&% de mirarlo fijamente, in-mdvil)
<Por que no viniste antes?
EL ~~ucH.&cHO.-(hW3 ~12 t'.SfUc?Y~O COVZO Si q&ieTa ?'eCO-óyar
un recuerdo. Luego ambla con acento nalw-al,
sin violencia alguna) Hace mucho tiempo que que-ría
volver, pero no podía.
(Cae desvanecido, al tiempo que Soledad y el
Doctor, que aparece tambit?n siguiendo al Mucha-cho,
lo yecogen. Hay un desorden y un profundo
estupo?* en Za escena. Los dos personajes Zkvan aí
Muchacho al interior de Za casa. María del Cawne?z
sigue ansiosamente al grztpo Quedan solos erz Za
escena Za Madre, Don Lzlis y ]OSI?: LOS tres distan-ciados,
sin palabras ni movimientos. Vuelve a oilae,
ahora muy Zej’ano, el coro interior, que se mantiene
hasta el finall.
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EL DOCTOR. -(voZviendo, desde b pue+tuJ Ha muerto... Yo
no sé si decir que ha muerto por segunda vez. No
recobro el conocimiento. (Se dirige des$wcio n Don
LLuis y Ge porte wzn wnz0 ccwiR0.w sobï%? cl komb7~0)
Y ahora, {qué piensas de esto?
DON Lurs.-(srh wzovewe, con IU uistcz fijo m zcu pwdto
iwisible) Hace treinta años, cuarenta, que vivo de
mi oficio: médico, mejor- dicho, cimjmo. Durante
todos esos años no he creído sino en lo que curan
mis manos: en IA materia enferma o saludable. El
espíritu, (quien se acordaba de él? Si ahora, al final
de mi vida, veo un caso que no entiendo, que no
comprcnclo, que no aclivino, (para qut me pregun-tas
lo que pienso?
TELÓN
Playa de las Cantems. (Gran Ch-mia) 1.920
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