Jaime Coello Bravo
Técnico Jurídico.
GESPlAN.
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In Memoriam
Telesforo Bravo Expósito
En el momento de escribir
estas palabras me asaltan sentimientos
encontrados. La conciencia
de haber disfrutado de
los últimos veinticinco años de
la vida de uno de los más grandes
hombres que ha dado esta
tierra, me llena de satisfacción.
La pérdida del hombre, de mi
abuelo, y el convencimiento de
que con su muerte, muere también
una parte importante del
tesoro de sus conocimientos,
me duele en el alma.
Su saber, afortunadamente,
no se pierde del todo, pero
~u cabeza estaba llena de pequeñas
historias, anécdotas y
saberes que abarcan todos los
aspectos de la vida de estas islas
que tanto amó.
Telesforo era un sabio en el
más amplio sentido del término.
Naturalista y artesano, dibujante
y ebanista, aventurero
y maestro encarnaba el
espíritu de una llustración tardía.
Nació en su Puerto de la
Cruz hace 89 años en una casa
humilde de la Calle de la Hoya
que hoy ya no existe. En el
mismo Puerto de la Cruz que
nos regaló a Agustín de Bethencourt
y a Iriarte y donde se
desarrollaron las primeras investigaciones
con primates del
mundo, a cargo del investigador
alemán Wolfgang Kh61er
a principios de siglo XX.
Su padre, piloto de primera
y patrón de un barco de ca-
En la Caldera de Taburiente, en 1979, con el
presidente del Cabildo de La Palma, Gregorio
Guadalupe y el vicepresidente, Rafael Doramas.
Archivo.
botaje que hacía la ruta Santa
Cruz- Garachico- La Palma,
propiedad del armador noruego
Thorensen, fomentó sus innatas
ansias de saber e intentó
con todos los medios a su alcance
alimentarlas.
En ocasiones se llevaba a
sus dos hijos varones en sus
singladuras. A mi abuelo se le
iluminaban los ojos cuando recordaba
estos viajes, su de-sembarco
en " La Rapadura"
en la costa de Santa Úrsula, la
honda impresión que le causaba
el cielo nocturno plagado de
estrellas .
Desaparecía varios días
con su hermano Buenaventura
por los riscos de Martiánez,
en el Puerto de la Cruz. Allí
trepaba con sus libros a la espalda
y en el mismo lugar en
que se impregnaba de unos co-
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nocimientos impresos y estáticos,
aprendía a leer la naturaleza.
Investigaba los huesos de
lagartos y ratas, buscaba peces
y moluscos en los charcos de
marea, navegaba con su yola
de charco en charco, de playa
en playa, exploraba las sepulturas
guanches. Me contó en
una de nuestras charlas que estuvo
doce años haciendo esto,
sin que nunca le frenaran las
inclemencias del tiempo.
Esa vida al aire libre tan
inusual en su época hizo que
algunos le consideraran un
loco. Su físico, labrado a cincel
por las rocas y moldeado
por el agua del mar, le valió el
apelativo del" Tarzán de Martiánez".
Ese paraíso en el que creció
y del que se alimentó física
y espiritualmente murió
años más tarde a manos del
mal llamado "progreso", que
tantas aberraciones ha justificado
y que tanto nos ha quitado
en esta tierra. Mi abuelo lo
consideraba un tesoro natural
inigualable y nunca superó su
pérdida.
A mi juicio eran cuatro los
rasgos principales del carácter
de Telesforo Bravo:
Una gran vitalidad y optimismo
y un humor socarrón y
transgresor que le valieron sobrevivir
a una guerra y dos
años de pri vaciones y epidemias
en Persia, un ansia ilimitada
de descubrir y conocer,
su profundo amor por el entorno
y la vida al aire libre y su
humanismo e inagotable vocación
docente y de servicio.
Parte de la grandeza de mi
abuelo, reside en que jamás
Partiendo muestras del Roque de
Los Órganos en Vallehermoso.
perdió ninguna de estas cualidades
y allí estaba con sus 89
años navegando en intemet o
escribiendo nuevas publicaciones
en el ordenador, viajando
a Cabo Verde, a Azores o a
cualquiera de las Islas Canarias,
acudiendo a todos los lugares
donde era requerida su
presencia, para dar una charla,
una conferencia, para hacer una
salida de campo.
El afán didáctico y el amor
por la docencia le acompañó
desde muy temprana edad,
cuando oficiaba de guía de sus
compañeros de excursión. Luego
llegó a ser maestm nacional
ocupando primero plaza en San
Sebastián de la GOmera desde
1935, hasta que estalló la Guerra
Civil. Después le trasladaron
a Santa Cruz de Tenerife.
Allí, enseñaba a los reclutas
que iban camino del frente,
hasta que él mismo fue llamado
a acudir a la contienda.
Las pocas veces que hablaba
de la guerra, era para criticar
su sinrazón y estupidez.
Describía las misas de campa-
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Archivo.
ña con los soldados de rodillas,
mientras los obuses silbaban
por encima de sus cabezas; y
los encuentros anústosos de los
soldados de los dos ejércitos en
períodos de mal tiempo que la
bonanza rompía, trayendo de
nuevo las balas. A la guerra se
llevó su cámara fotográfica y
retrató los efectos de la guen'a
con toda su crudeza.
Nueve años estuvo movilizado,
pero prefirió renunciar
a la vida militar que le ofrecía
seguridad y muchas perspectivas
de futuro. Su punto de mira
estaba en otro lugar. Sus ansias
de saber le llevaron a las aulas
situada's en la Ciudad Universitaria,
en cuyas trincheras
había combatido. Y en el logro
de esta meta enconqó una aliada
excepcional, su mujer Asunción
Bethencourt. Ella, maestra
como él, se quedó cuidando
el fuerte cuando él marchó a
estudiar a Madrid, ya con treinta
y tantos. Devoró sus años de
carrera beneficiándose de los
medios que se ponían a su disposición.
Estudió Ciencias Na-
Firma Invitada
turales yeso, a su juicio, contribuyó
a darle una visión global
del entorno que le rodeaba.
Sabía de Física, de Química,
de Matemáticas, de animales
y plantas y, por supuesto, de
"piedras".
De todos estos saberes eligió
especializarse en Geología
pero siempre como integrador
de los demás conocimientos de
la Naturaleza. Tras la carrera
comenzó trabajando para una
compañía que se dedicaba a
hacer estudios y obras hidráulicas
por toda la Península. Recordaba
cuando el Paseo de la
Castellana estaba cubierto de
campos y sabía situarte ellugar
donde en su época hubo un
pozo.
Su buen hacer llegó a oídos
de una compañía estadounidense
que le contrató para trabajar
en Irán, entonces Persia.
Eran los años de la Guerra Fría
y Estados Unidos quería consolidar
su presencia en aquel
país, por su importancia estratégica,
como parte del flanco
Sur de la Unión Soviética. Así,
se lanzaron a construir pistas
de aterrizaje y carreteras por
todo Irán.
A mi abuelo, le tocó la región
del Azerbayán iraní, zona
inhóspita y poco poblada.
Con su' guía armenio se
adentraba en aquellas grandes
extensiones trazando carreteras,
abriendo pozos. Negociaba
con jefes tribales que encontraba
en su camino, a veces
se topaba con bandido~ con los
que tenía que regatear su derecho
de paso. Entre bromas,
como era habitual en él, contaba
que se llegó a convertir en
una especie de reyezuelo local.
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Firma Invitada
Dos años estuvo allí, hasta
que mi abuela al conocer de
una epidemia que asolaba la región
y que causó gran mortandad
entre los estadounidenses,
le vino a buscar.
Ya le habían propuesto
convertirse en geólogo de la
empresa y trabajar en varios
proyectos alrededor del mundo.
Pero el amor pudo más y
volvió a su tierra.
Al regresar estuvo trabajando
en el Museo Canario, en
el que estuvo un breve pero fecundo
período de tiempo. La
colaboración con esta institución
continuó hasta días antes
de su muelte.
Después vino la docencia,
la cátedra y el decanato en la
Universidad de La Laguna, en
aquellos años difíciles en que
la vida académica estaba tan
cargada de connotaciones políticas
y sociales. En la Universidad
de La Laguna se convirtió
en maestro de maestros y
generaciones de maestros, biólogos,
químicos, farmacéuticos
y geógrafos disfrutaron con
sus conocimientos. Comunicador
y divulgador científico
extraordinario, era capaz de
transmitir todo su entusiasmo,
interés y pasión por las materias
que impartía. Lo aderezaba
todo con grandes dosis de
humor que rompían las pérdidas
de concentración y elliesgo
del tedio. Era un profesor
que dejaba huella en sus alumnos,
a los que procuraba alimentar
con sus conocimientos
y de los que recibía juventud.
Capítulo aparte merece su
especial relación con las Cañadas
del Teide, de noche y de
día, en invierno y en verano.
DLrraJlte años las recorrió en solitario,
pasando muchas noches
al raso. Las noches de invierno
en Pico Viejo, combatía el fIío
haciendo una fogata y calentando
lajas de fonolita y acercándolas
a su saco de dormir.
Su obra científica es extensa
y en muchos casos pionera.
Bravo inaugura los estudios
modernos sobre la Caldera de
Taburiente, sobre la geología
de la Gomera, sobre los tubos
volcánicos, sobre la geología y
la hidrogeología de los subsuelos
de las islas. Sus trabajos
de cartografía geológica son excelentes,
y representan herramientas
útiles para todo aquel
que desee abordar el estudio de
nuestra geografía.
Siguiendo sus propias inclinaciones,
mi abuelo fue un
gran geólogo de campo, y toda
su labor científica está sólidamente
anclada en un elegante
y meticuloso trabajo de este
tipo. Lo realizó casi todo a pie
y en algunos casos en condiciones
penosas, como en el
caso de la investigación geológica
de galerías de captación
de aguas subterráneas, cuyo estudio
abordó primero en solitario
durarlte diez años y luego
en compañía de su hijo y de su
yemo.
Bravo encontró múltiples
restos prehispánicos. Fue el primero
en citar lavas submarinas
(lavas almohadilladas), a más
de 600 m. de altitud en la Caldera
de Tabuliente. Descubrió
los plimeros fósiles de lagartos
y ratas gigantes en Tenerife.
Describió por primera vez las
enigmáticas estructuras aborí-
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Telesforo Bravo
en 1937.
Archivo.
g~nes denominadas "queseras"
en Lanzarote. Redescubrió el
"Paisaje Lunar>', alertó a las autOlidades
de la existencia de gases
volcánicos en las galerías.
Denunció hace más de treinta
años a las autoridades municipales,
la contan1Ínación de los
acuíferos. Puso su saber científico
al servicio de la búsqueda
de las aguas subterráneas en
toda Canarias, pero fundanlentalmente
en Tenelife y la Palma,
siendo innumerables las
galerías y pozos que se ablieron
bajo su asesorarruento.
Se opuso a la introducción
de muf]ones y arruís en los Par·ques
Nacionales del Teide y la
Caldera y habló con voz fll111e
para tranquilizar y serenar los
ánlnl0S cuando se dejaron sentir
los seísmos en Tenerife,
cuando se alertó sobre el riesgo
del complejo de volcanes
de Cumbre Vieja en la Palma,
cada vez que se hablaba de
riesgo volcánico.
Soportó durante años y en
silencio las críticas de parte de
sus colegas que negaban rotundanlente
su teoría sobre la
formación de las Cañadas del
Teide, hasta que fue fmalmente
demostrada.
La noche del seísmo del
año 89, que se dejó sentir en
buena parte de Tenerife, mi
abuelo habló por la radio y recién
levantado de la carna dijo
que creía que el origen podía
estar· en una falla situada entre
Tenerife y Gran Canaria y
que no había de qué preocuparse,
tesis que más tarde se
confumaría. Era capaz de ancmcar
una sonrisa al más serio
cuando se hablaba de temas
comprometidos. Cuando le preguntaron
por las tesis catastrofistas
que anunciaban que el
Volcán de Cumbre Vieja entraría
en erupción, se desplomaría
y provocar·ía una ola de gigantescas
dimensiones que acabaría
arrasando la Costa Este de
Estados Unidos, su primera
reacción fue reírse y recomendar
a los palmeros que se compraran
una tabla de surf porque
así podrian viajar gratis a Amélica.
Era consciente más que nadie
de los enormes y atávicos
miedos que produce la naturaleza
en la gente y por eso combatía
con todas sus fuerzas el
alarmismo y el amarillismo
científico.
Dibujante extraordinario,
orfebre y ebanista excepcional,
realizó alguna talla religiosa,
hoy en una iglesia del Norte de
Tenerife y muchos muebles y
objetos decorativos con motivos
naturales egipcios y mesopotámicos.
A veces, ya con los ochenta
cumplidos, domúa en la azotea
de su casa en su saco de
dormir, contemplando las es-
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En Caracas, año 1975, con un representante de la
Agrupación Gallega y Miss España de aquél año.
Archivo.
trellas fugaces que recorrían el
cielo nocturno. Cada vez que
yo necesitaba un pronóstico
fiable del tiempo le llamaba a
él. Se levantaba temprano, iba
a la azotea y allí leía el cielo y
el mar. Luego miraba el barómetro
y hacía su pronóstico, no
solía fallar.
La diferencia entre este
hombre tan extraordin31io y el
resto de la gente es que nosotros
nos ponemos frente al paisaje
y los elementos que lo
componen y los observamos,
medimos o estudiamos; Bravo
se metía tan dentro del paisaje
que parecía una parte más de él.
Sus últimos años fueron
helmosos y fecundos. Gozó de
buena salud y de claridad de
ideas hasta el último día de su
vida y hasta el último día de su
vida continuó escribiendo artículos
de investigación y divulgación
sobre la naturaleza
de nuestras islas, rodeado del
cariño de su familia; de su hijo
y mis padres, de sus nietos y
bisnietos.
Obtuvo, al fin, el reconocimiento
de sus paisanos, los canarios
de las siete Islas. A su
casa, a la que llamaba su "Universidad",
acudía gente de las
siete islas y de las siete era reclamado
para dar charlas y
conferencias o para una entrevista.
Disfrutaba sobremanera
del contacto con la gente y, en
especial, cuando acompañaba
a sus profesores de la AsociaciÓn
"Viera y Clavijo". Estas
actividaaes le daban vida ya
ellas se entregaba en cuerpo y
alma.
Llamaba en todos los foros
a recuperar la dignidad de su
pueblo, a no perder la memoria
colectiva, el legado de nuestros
padres y abuelos, a no destruir
nuestro medio natural.
Nos hacía ver que nuestra realidad
turística y urbana, tu vo·
un pasado lleno de sombras, de
hambre y emigración, pero jalonado
de detalles hermosos y
heróicos que no deben caer en
el olvido; que no hay nada más
bello que la obra de la Natura-leza
que tarda millones de años
en completar su tarea.
La humildad de mi abuelo
le llevaba a tratar con el rnismo
respeto tanto a una personalidad
como al más humilde
de los hombres. Eso nos lo inculcaba
a todos los que le rodeamos.
Hasta el día de su
muerte fue como un niño, con
los ojos chispeantes, que mmca
perdió la capacidad de
asombro, ni su gusto por las
bromas. Hay muchos ejemplos
de esto. Durante e.-l acto de
nombramiento de Hijo Predi-lecto
de la Isla de Tenelife, en
el Salón Noble del Cabildo y
ante la presencia de muchas
autoridades civiles, militares y
eclesiásticas de la región, se le
ocurrió decir que el Teide era
un elemento femenino, que
amamantaba a todos los canalios.
Cuando le anunciaron que
le habían galardonado con el
Teide de Oro de Radio Club
Tenerife dijo que le parecía
muy bien, pero que el Teide ya
era suyo
Con esa misma pic31'día infantil,
sonreía cuando en una
de sus últimas entrevistas decía
que había sido feliz, porque
en su vida había hecho lo que
le había dado la gana.
No puedo terminar estas
palabras sin recordar que alguno
de los momentos más felices
de mi vida los he pasado
con mi abuelo, al aire libre en
alguno de los extraordin31'ios
lugares que nos brinda la naturaleza
de nuestras islas, donde
toda su fantástica sabiduría y
personalidad se desplegaban en
su plenitud. Es fácil entender lo
que puede sentir un niño de siete
años que mira por primera
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Fir .. a Invitaela
vez al cielo estrellado en una
clara y nia noche de Ver3110, y
que, en medio del silencio de
Las Cañadas, oye historias sobre
dioses y seres mitológicos
trazados en el fIrmamento, sobre
mundos de roca y gases helados
situados a distancias que
ni siquiera la imaginación puede
ab31·car.
Ahora cuando voy hacia su
casa, todavía pienso que lo encontraré
sentado en su biblioteca,
leyendo un libro o clasificando
sus di apositivas; y
cuando miro al Teide desde
esta Gran Canaria desde la que
ahora escribo, veo su rostro esculpido
en la piedra, unido para
siempre al paisaje que le vio
nacer, que le dio tanto, al que
dio tanto.
Telesforo, TelesfOlito, como
lo llamaba mi abuela cariñosamente
o cuando le pedía
algo, se ha ido con su martillo
a camin31' por los "mis terios"
del cielo. Desde 3l1iba nos observa
y nos advierte como lo
hizo en una de sus charlas,
poco antes de fallecer:
" ... este clima p31'adisíaco
representa un auténtico peligro,
ya que si la ocupación del espacio
habitable sobrepasa cierto
límite, la calidad de vida desaparece;
si la densidad de la
propiedad vecinal se hace minifundista,
el paisaje original
sólo será un recuerdo".
Si Telesforo Bravo fue capaz
de transmitir, a los que alguna
vez le escucharon, siquiera
una pequeña parte de su
profunda sabiduría'j del inmenso
amor que sentía por
nuestras islas, y estoy seguro
de que así fue, entonces su obra
está completa.
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