V CONGRESO Galdosiano m
UNA VACANTE EN LA REAL
ACADEMIA DE LA LENGUA.
EN EL OTONO DE 1904
Juan Antonio Marrero Cabrera
El duelo nacional por la prematura
muerte, a los 24 años, de la Princesa de Asturias hace q;e pasé desaper-cibida
la noticia de la inmediata puesta en circulación de los nuevos y
casi inalcanzables billetes de 100 pesetas.
También en estos primeros días del otoño de 1904, un articulo apa-recido
en El Socialista cuesta un mes y veintiún días de arresto mayor y
125 pesetas de multa a Pablo Iglesias.
Sin embargo, nadie parece condenar al autor de la publicidad de ((La
Parrilla Argentina)) (asador moderno privilegiado, indispensable en
toda cocina) que aturde a los lectores de El Globo con unos ripios como
éstos:
((Esta parrilla, jamás
echa a perder un asado;
pruébala y exclamaras
ante su efecto admirado:
NO se puede pedir mas!
¿Y hay quien compre otras parrillas
venidas del extranjero
para asar con poco esmero
y convertir en astillas
la carne del matadero?
Claro que, en el extranjero, están muy ocupados leyendo las ultimas
traducciones de los libros de Palacio Valdés, Galdós y del propio Blasco
Ibañez que acaba de recibir una edición esmeradisima y lujosa de su
novela Entre Naranjos en versión holandesa.
Pero los que están de enhorabuena son los amigos y admiradores de
Pérez Galdós por el éxito del Electra que esta a punto de alcanzar las
doscientas representaciones en el teatro de la Porte Saint Martin.
Y entre los principales seguidores de D. Benito destaca un joven Ian-zaroteño,
José Betancourt Cabrera que ha llevado su devoción por el
cas de conjuraciones y chismorreo, y mesas de disección en que anató-micamente
se analizan las obras y las personafidades con habílidades de
cirujano y con brutalidades de enterrador)).
Es el choque
de lo que él expli-ca
como: m.~
alma virgen de
provinciano fran-co
y honradote,
todavía con la
ruda corteza de
mi nativa tierra),,
con la dura reali-dad
capitalina.
Pero muy pron-to
su fecundísima
pluma, su ilusión
inagotable. su in-genio
y sencillez
de hombre de
bien y las orienta-ciones
de su
maestro Qaldós,
le abren las pági-nas
de los peri6-
dicos madrileños
en los que empie-za
a destacar con
luz propia.
Primero sera
el Heraldo de Ma-d.
id y luego El
Liberal, hasta for-mar
parte de la
redacción de La
Época. En 1903
figura en el equi-po
que echa a an-dar
la revista Es-paña
y Ortega
Munilla, por re-comendación
de
Cialdós, le incluye
entre los colabo-radores
de EI Im-parcial,
3. José Ortega Munilla.
obras le han dado honores
y fama de novelista.
Mezcla sueños, dicha, amores,
pájaros, brisas y flores. ..
y cátate la revista.,]
m BIBLIOTECA Galdosiana
Pero dejemos que sea el propio Angel Querra, desde la primera pagi-na
de El Globo del 25 de octubre de 1904, quien lance la proclama de
la más justa candidatura a un puesto de la Real Academia, bajo el título:
UN CANDIDATO
ARMANDO PALACIO VALDÉS
Hay un sillón vacante en la Academia Española. Respondiendo á devo-ciones
de admiración muy hondas, con toda clase de respetos y con hu-milde
voz, yo me adelanto á dar nombre para una candidatura, que tengo
la evidencia que apoyará toda la gente de letras: Palacio Valdés.
Novelista singular, cuya pluma ha sabido reflejar en admirables páginas
literarias, con delicado arte de creción, lo más pintoresco é íntimo de la
vida de nuestro pueblo, añadiendo á sus méritos de colorista en el paisa-je,
un grato eprit>)d e costumbrista magistral, Palacio Valdés representa,
en las letras españolas, una de las figuras más sobresalientes de la nove-la
contemporánea.. .
... Ha tiempo que esta pendiente esa deuda de honrar al ilustre escri-tor.
No tengo certidumbre de ello, pero quiero recordar que, hace anos, el
insigne Cavia, maestro celebrado, habló de la necesidad de un agasajo
público que testimoniase la admiración silenciosa que se consagra á Fala-cio
Valdés en Espana. No falla mi memoria, porque la lectura ha sido más
reciente, al decir que Cialdós, en un prólogo, aún con la tinta húmeda, que
pusiera á un libro del malogrado <Xlarín., declaraba la urgencia de pagar
la deuda pendiente con el autor de La Hermana San Sulpicio, y, sincera-mente,
como mandato de un deber literario, manifestaba su opinión de
que no era posible retardar por más tiempo el ingreso de Palacio Valdés
en la Academia Española, en homenqje a los talentos singulares del escri-tor
consagrado, con laboriosidad de benedictino, en soledad y sin buscar
aplausos, á engrandecer y magnificar la novela espanola contemporánea,
que, con su plenitud de arte, enaltece y honra.
Si á la Academia Española, por costumbre ya establecida, van los es-critores
ilustres que merecen senalados honores; si los sillones académi-cos
deben ocuparlos los artistas literarios, que trabqjan y pulen el habla
castellana haciéndola viva y ágil, flexible y gráfica, llevando a ella la san-gre
nueva de las expresiones populares que recogen en el ambiente de la
calle, para que no se fosilice, ni se corrompa en manos de secos lingilis-tas.
como carne muerta en pudridero; si en el seno de la Academia Espa-ñola
deben recibir consagración de inmortales los que á ella tienen
derecho, y para conseguirla basta solamente tí la petición presentar una
brillante historia artística, abolengo de gloria, blasón de altos hechos,
<(grandezda e España))e n la república de las letras que han ennoblecido,
allende los siglos, peregrinos ingenios y andantes caballeros del ideal,
vengamos todos á un común acuerdo, y abramos paso, descubriendo las
cabezas en señal de respeto, para que, con el aplauso de todos los culti-vadores
del arte, haga su ingreso solemnemente en la Academia Espano-la
don Armando Palacio Valdes.
Como maestros de la novela espanola, lo recibirán con abrazo de her-manos
en letras y en glorias, Valera, Galdós, Pereda, Ortega Munilla y Pi-cón.
¿No entraron ellos en calidad de novelistas?
Justo es que ellos sean los que abran las puertas de la Academia al
compañero y amigo, cuya ausencia, desde ha tiempo, deben lamentar. Si
en espera de ocasión se impacientaban por la tardanza en ingresar Yala-
BIBLIOTECA Galdosiana
cio Valdés, pueden en estos momentos llamarlo á su compañia. Y así
sera.
Por mi parte, no es mi empeno otro que recordar la deuda pendiente,
y salir al encuentro de la preterición ó el olvido. Ni quito ni pongo rey. A la
fecha ignoro quiénes pretenden la investidura académica; pero añado, con
lealtad, que al repasar la lista de nombres que honran la literatura patria,
no encuentro uno siquiera que, con osada arrogancia, pueda disputar al
maestro de maestros, con mejores títulos, ese honor que por derecho y
en justicia, le corresponde.
A plumas de mas brío y fama entrego la propuesta de candidato para
que, al poner al pie las firmas, pongan también la autoridad que a este
articulo le falta. Y queda en paz mi conciencia con este respiro de mis
simpatías y de mis devociones artísticas, muy hondas y efusivamente sin-ceras.
Angel GUERRA
La polémica está magistralmente servida, empieza el turno de (40s
maestros ya consagrados y los jóvenes escritores que ahora batallan con
la pluma)).
A pesar de que: das galas retóricas ... me parecen adornos de cemen-terio,
cosas rancias que huelen a muerto^^, uno de los primeros en con-testar
es Pío Baroja. Y eso que no es, precisamente, un admirador de
Palacio Vddés. De paso, con sil racional indiferencia, deja caer la deha-tida
cuestión de D." Emilia Pardo Bazán:
Querido amigo: Yo todavia no he llegado a comprender bien la utilidad
de la Academia. Por ahora, me parece una de las muchas entidades, Cor-poraciones,
Asociaciones o lo que sea que no sirve para nada.
El lenguaje es una cosa viva que degenerándose y cambiando y des-componiéndose,
va marchando y enriqueciéndose, y el querer sujetarlo y
reducirlo, me parece una simpleza.
Ahora hay la costumbre de llevar a la Academia á los hombres ilustres
por las letras, y entre estos, entre los de ahora, entre los que no han en-trado
todavía en la docta Corporación, los de más méritos y prestigios me
parecen la Pardo Bazán y Palacio Valdés. Doña Emilia no puede entrar por
razón de su sexo; entre don Armando Palacio Valdés.-Pio Baroja.
Nicolás Estévanez y Murphy, el viejo político, escritor y brigadier ca-nano,
que a veces usaba el pseudónimo de ~~Estevanillroe~s~po, nde con
socarronería isleña a la pregunta de su paisano:
$<¿Am í me consulta usted sobre candidaturas de académicos? ¿A mi? ...
Vaya, pues evacuaremos la consulta.
¿Que qué pienso de la candidatura de Palacio Valdés?
Que me parece mal y voto en contra, si Palacio Valdés, al entrar en la
Academia, cuelga la pluma, como tantos otros.
Pero si no considera la Academia como cuartel de inválidos, y prosi-gue
la tarea que le ha valido su envidiable fama, entonces jah! ..., como
dicen algunos diputados, vota en pro.
De todos modos, no ha de faltar vacante para él, pues los académicos,
igual que los senadores vitalicios, van a tener un invierno desastroso.
Estévanez. 1)
m BIBLIOTECA Galdosiana
pueden hacerlo. Y como no se trata de hacer, con tal motivo, literatura,
sino de decir cada uno su parecer y yo ya lo he dicho, se despide de us-ted
su afectísimo seguro servidor, q. b. s. m., E. Ciómez de Baquero.
Con toda justicia apoya la candidatura el sincero y sencillo poeta Vi-cente
Medina que escribe y defiende el ~murcianod)~e su terruno como
[(un castellano claro, flexible y musical, matizado con algunos provincia-l
i smo ~d e carácter árabe, catalán y aragonks.
Otro periodista, José León, opina que la futura elección <(nos erá más
que el "visto bueno" puesto debqjo de la opinión literaria)>.
Uno de los autores cuya biografía hubiera sido, sin duda, su mejor
novela, que él mismo reconocía diciendo: ¡(Soy un hombre que vive, y,
ademb cuando le queda tiempo para ello, escribe*, encabezaba las co-lumnas
de El Globo el 27 de octubre de 1904:
Sr. D. Angel Guerra.
Querido amigo y compañero: Apenas si tengo una vaga noción de lo
que pueda ser la Academia Española.
Solo sé que los señores que en ella figuran (y de los cuales apenas si
el público conoce el nombre de una docena), rezan un Padrenuestro al
principio de sus reuniones.
Si el entrar en esta Corporación significa algo de homenaje público y
de una nueva gloria para el maestro Palacio Valdés, sea en buena hora.
Palacio Valdés fue el idolo de los mayores entusiasmos de mi juven-tud,
y es hoy una de mis admiraciones más arraigadas. Solo le conozco
por sus libros; pero los que le tratan personalmente, me dicen que vive
junto al Retiro, trabajando en su estudio ó paseando por las solitarias
avenidas del vecino parque, en ese altivo aislamiento del artista que, acos-tumbrado
al continuo contacto con la severa belleza de la vida universal,
no siente el hambre de las jerarquías y los honores oficiales.
No me interesa gran cosa que Palacio Valdés sea académico, desde que
veo que lo son los jefes de los grupos parlamentarios. y la Academia pa-rece
un rabo del Congreso. El Palacio Valdés de mis adoraciones es el de
<%Mayrt aM aría., el artista vigoroso, el enemigo de esa España decrépita y
fanática, que aún se mantiene en pie.-V. Blasco Ibáñez.
Antonio Garrido y Villazán, redactor-jefe de la Ilustración Espanola y
Americana, sostiene el {(derecho propio. del candidato a sentarse entre
los inmortales.
Desde sus venerables barbas blancas, Antonio Sánchez Pérez, perío-dista
y catedrático de matemáticas, apoya al excelente novelador que es
el autor de El Señorito Octavio.
Aunque el perseguido republicano no es, desde luego, partidario de
las Reales Academias, ((en cuyos estatutos y en cuyos procederes veo
mucho de arcaico, incompatible con mi manera de sentir y de pensarlb.
Más profético resultó el barbudo político y periodista Salvador Canals
y Vilaró, no en vano Secretario de Prensa de don Antonio Maura y funda-dor
de una de las mejores revistas en su género de España: el Diario del
Teatro, al afirmar: ((ya verá usted, sin embargo, como s e atraviesa en su
V CONGRESO GaldóslARO m
Me pregunta usted si creo que deben elegir a Palacio Valdés para aca-démico
de la Lengua. Y dejando de lado el que no doy importancia algu-na
á lo de ser académico, y fuera de las dietas, maldito lo que la cosa
vale, he de decirle que eso depende de cómo queramos considerar a la
Academia Espanola de la Lengua. Distingo, pues.
Si la Academia ha de ser un panteón de escritores ilustres, una espe-cie
de Legión de Honor de publicistas, novelistas, dramaturgos, poetas,
etc.., residentes en Madrid, entonces santo y muy bueno; nadie con más
derechos que Palacio Valdés.
Pero en este caso no se le pidan a la Academia informes técnicos, ni
que haga gramáticas y diccionarios; y si los hace, no se ensañe nadie con
ella por las enormidades que pueda cometer, como las del último Diccio-nario,
cuya parte etimológica es un baldón de ignominia y un anatema de
la más supina ignorancia.
Pero si se quiere que la Academia haga trabajos cientificos sobre la len-gua
y hasta legisle sobre ella -lo cual es una barbaridad- entonces no
sé qué hacen en la Academia los más de los ilustres escritores que la
componen, que pueden escribir admirablemente bien y no saben una pa-labra
de cosas de lingüística.
Tanto valdría llevar á la Academia de Medicina á un acróbata que dé
saltos prodigiosos para que les ilustre sobre la fisiología de los músculos,
ó a uno que digiere filetes de patrona, para que informe sobre las funcio-nes
de la digestión.
Cualquier latinista moderno de alguna ciencia, sabe muchisimo m8s
sobre la estructura y vida de la lengua latina, que sabía Cicerón.
Si la Academia ha de ser un Centro que regule y rija el proceso de la
lengua -y ello es absurdo- los más de los castizos hablista3 (los supon-go
tales) que la forman, pueden ser hasta nocivos. No hay espiritus mas
estrechos ni más llenos de prejuicios respecto al idioma, que los que pa-san
por grandes cultivadores de él.
Entre enhorabuena Palacio Valdés en la Academia -aunque esto no
anada un ápice a su gloria- pero si luego resulta que no sabe de acha-ques
de lingüística, y vuelve a salir un Epítome de gramática. v. gr.. como
el que tengo aquí al lado, y que es la más ridícula mamarrachada, no se
culpe a la Academia.
También le diré. en honor a la verdad, que los más que han entrado
en ella en concepto de lingüistas o filólogos, no son menos dañinos que
los otros, porque creen saber y no saben. Allí está el de la c~harmoniat~,
que carece de sentido científico en cosas de lengua, y se contrae á labor
de trapero, recogiendo modismos de librotes viejos, y escribiendo el cas-tellano
como los humanistas del Renacimiento el latín, como lengua muer-ta
y en labor de taracea; y por allí cerca anda el desdichadísimo autor de
la disparatadisima etimologfa del Último Diccionario. ffo hay palabras con
que expresar lo vergonzosa que es esta parte de ese esperpento vergon-zoso.
Si la Academia fuera lo que debena ser, haría más en ella un Menén-dez
Pidal -este sabe lo que trae entre manos- que veinte ilustres escri-tores,
por primorosamente que escriban éstos. Pero.. . no; si la Academia
fuera lo que debena ser, no sena nada, es decir, no existiría.
Si, pues, usted, al proponer á Palacio Valdés para académico de la
Lengua, quiere rendir á este nuestro admirado novelista un tributo de ad-miración.
está bien. uno mi voto al de usted. Pero no lo uno en lo subs-tancial
de la proposición, en pedir que entre en la Academia, porque ni
m BIBLIOTECA Galdosiana
esto añade un ápice á su prestigio, ni creo que á D. Armando le impor-ten
las dietas.
Es menester que no demos importancia alguna á las cosas de la Aca-demia,
y que nadie se ocupe, fuera de los mismos académicos, de quién
ha de ocupar las vacantes que ocurran. La Lengua seguirá la marcha que
haya de seguir, lo mismo sin Academia que con ella; y el estudio cientifi-co
de la lengua se continuará también sin ella, tan bien o mejor que con
ella: Eso es cosa que no debe importarnos.
Pero, por desgracia, aún se la atiende -sobre todo, cuando manda
desatinos; y buena prueba da la Prensa, que ha adoptado servilmente la
disparatada ortografía impuesta por esa Corporación. Y no logra uno es-caparse
de los regentes y correctores de pruebas, pues a mí mismo me
largan cada ~septiembretty cada ~subscriptor~ql,u e tiembla el credo. Y,
francamente, por oscuro que pueda algunas veces escribir, nunca escri-bo
con ~~obscuridaadc~ad~é mica. Eso queda para ~escriptoresa~ca~d émi-cos.
Es cuanto se le ocurre al respecto á su amígo, Miguel de Unamuno.
Otro testimonio de admiración al talento de un gran literato es el del
periodista Carlos SolLs.r;ona.
En el exaltado, demoledor e iconoclasta temperamento juvenil del
futuro fundador de Acción Española asoma ya la transformación regene-racionista,
en su apoyo decidido n Palacio Valdés:
Para Angel Ciuerra.
Su articulo y su carta me llenan de sorpresa. Pero jcómo! ¿No es aca-démico
Palacio Valdés? No me lo explico, no lo entiendo. Sólo en fuerza
de pensar, llego a la hipótesis de que el gran novelista no pertenece a la
Academia por no haberlo pretendido. Pero esta suposición me pone me-lancólico.
Es bien triste que para ir a la Academia de la Lengua, necesite
llamar á sus puertas un Palacio Valdés, cual si fuera un político intruso,
cuando lo digno y lo correcto sena que la Academia le llamase. Ramlro
de Maeztu.
El escritor y militar valenciano José lbáñez Marín, que pocos años des-pués
moriría en Africa, en el ataque del Atalayón, se manifiesta en una
forma muy adecuadamente castrense: Creo yo que Palacio Mdés es
todo un general de nuestra literatura contemporánea, acreedor, ¿quién
puede dudarlo?, a ocupar un puesto en la Academia, especie de gran
Estado Mayor de los que dicen bien manejado el habla nuestra con biza-rrías
artísticas)).
El dramaturgo y futuro académico (a partir de 192 1) Manuel Linares
Rivas une su voto a da indiscutible candidatura del autor de La Hermana
San Sulpicioll .
El 29 de octubre de 1904 la campana. es un auténtico éxito perio-dístico.
La primera página de El Globo está dominada por los testimonios
de las mas importantes plumas del momento. Angel Uuen-a encabeza la
portada con una carta <(abierta)>:
m BIBLIOTECA Galdosiana
Carta sin sobre.
Sres. D. Juan Valera, D. José María de Pereda y D. Benito Pérez Galdós.
Maestros y amigos: Llevan estas letras encargo de testimoniar a uste-des,
en primer término, mis devociones de lector. Quiere á la vez que ellas
avisen á ustedes del vivo ímpetu de simpatía con que la gente de pluma
pide honores académicos para D. Armando Palacio Valdés, maestro, como
ustedes, de la novela española contemporánea, y como hermano de le-tras
en vuestra estima y cariño. La glorificación popular, que conocéis por
haberla merecido largamente, también él con vosotros la comparte á es-cote.
Justa es la merced de ese lector anónimo, cuyos favores muchos
buscan y pocos alcanzan, y es pago al arte recio en creación y bello en el
gentil hablar. Falta al compaiiero y amigo, con abolengo que acreditan sus
méritos literarios como (<Martya María>)la, consagración oficial de aposen-tarlo
hidalgamente en la Academia Española, que para este linaje de varo-nes
con peregrino ingenio, y no para los caballeros cruzados en la políli-ca,
la regia admiración mandará estatuir.
Fía y confía la gente de letras en que ustedes harán la presentación del
candidato, más atentos 21 la voz de la sangre artística que blandos en com-placer
solicitaciones de extraños.
Y explicada la visita de esta carta, reverentemente se despide de uste-des,
hesándales las manos, Angel CI~~erra.
Y las cartas de contestación se acumulan en las columnas de El
Globo.
Uno de los mejores especialistas en los matices del idioma, justa y
dignamente recordado por el periódico ABC, el periodista Mariano de
Cavia se une también a la corivocatoria.
Imperturbable bajo su monóculo, el novelista Antonio de Hoyos y Vi-neut
(marqués de Vineut) describe a la perfección con su brillante y sen-cilla
prosa la obra de Palacio Valdés:
Era yo casi un niño cuando por vez primera saboreé con deleite los li-bros
del maestro, y en mucho contribuyeron á mi amor por las bellas le-tras.
Mas tarde, cuando volví a leerlos, sentí acrecentarse mi admiración
por el novelista insigne, por el cuentista ameno que, en su prosa fácil,
sincera, gráfica, limpia de falsos precloslsmos y de vulgares chabacane-rías,
prosa que tiene el frescor gentil de una conversación familiar, nos
contó bellas historias que unen á la amenidad y al interés una cualidad
inestimable: la de ser humanas.
El novelista gallego Francisco Rovira Pita, que hace unos meses ha
abandonado el periodismo activo para dedicarse plenamente al partido
conservador en la Secretaria Política de Don Antonio Maura, explica, de
modo práctico, los entresijos de la Academia:
Soy en literatura ministerial^^ ferviente de Palacio Valdés. Cualquier
honor que alcance este escritor excelso, tendrá mi aquiescencia, y con
ella mi aplauso y mi voto ... Es Iástlma, sin embargo, que no haya mejor
consagración del talento que la gloria académica. Una recepción aparato-sa,
una medalla al pecho, un sillón con una letra en el respaldo y unas
prosaicas dietas, deben ser, para los que han llegado á las cimas lumino-
V CONGRESO Galdosiano m
sas de la fama, rutinarias parvedades. Pero, en fin, no será Palacio Valdés
el primero con quien se cometa la honrosa injusticia de hacerle académi-co.-
Prudencia Rovira.
Claro que otros, como el catalhn Ricardo J. Catarineu, que publica sus
críticas teatrales en la Correspondencia de Espana, bajo el pseudónimo
de Xaramanchel~l, tratan a la Academia más .energicamente~~:
Palacio Valdés anda divorciado de la Prensa. Los periodistas, que ala-bamos
frecuentemente á algunos majaderos, no recordamos al gran no-velista
todo lo debido. ¿Qué opino yo de él? Que, si fuera necesario ma-tar
á algún académico para que él ingresara en la Academia, no podía
menos de absolver el jurado al matador.
Esto sería justo y plausible.-Caramanchel.
Menos .lapidario)), el sencillo y bondadoso poeta malagueno Arturo
Reyes Aguilar s e ((sumag us tos í s imo~a~l homenaje de quienes son <gloria
y orgullo de la nación en que han nacido)).
Una de las escasas voces discrepantes es la del abogado y periodista
Baldomero Argente. Pero su disgresl6n es porque CI mismo defiende la
candidatura de uno de los clsuyosl~, Julio Burell, en las páginas del Diario
Universal, donde colabora desde 1903.
El burgalés Angel María Castell, subdirector de ABC desde su funda-ción
se une a la convocatoria con un lamento literario:
Zola murió sin ser académico en Francia. Pí y Margall murió sin serlo
en España. ¿Qué puede perjudicar á Armando Palacio Valdes, ni en qué
mermar su legítima reputación literaria, el ser víctima de una injusticia
como la cometida con aquellos dos grandes pensadores?-Angel María
Castell.
El periodista y político donostiarra, colaborador de El Pueblo con Blas-co
Ibáñez y diputado por Valencia, acomete con su vehemencia acostum-brada:
Honra mucho á usted proponer cuanto venga en honra y gloria de un
artista nacional: lo natural sería que pusiera usted su esfuerzo en rebqjar
y empobrecer á los pocos héroes que aun trabajan en la redacción de este
casuco grietado por la envidia, que se llama Espana.
Ahora bien, el hosco ideón de Albritll de la novela española, el Palacio
Valdes torvo y nebuloso, ¿aceptará el uniforme de académico? Yo creo
que no y me alegraría de ello.
iPerderia su patina de intensa melancolía, su costra de fiereza, de ad-mirable
desprecio por el mundo!
Para mí fue grande Daudet por no haber querido nunca ser académico.
Zola tuvo un lunar en su vida: el de querer serlo.
Palacio Valdés, trasplantado al Refectorio Académico, me recordaría al
león de Tartario, desdentado y ciego, que pide limosna á la puerta de una
mezquita argelina.
Organice usted otro agasa(io que sea digno del gran artista. pero ... aca-démico
jnunca! ¡Antes moro!.-Rodrigo Soriano.
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El escritor y fino humorista Luis Taboada, que es de los primeros en
unirse a la iniciativa, le dedica uno de sus preciosos relatos en las pági-nas
de ABC (el 3 de noviembre de 1904):
LA VlDA EN BROMA. PELLEJIN, POETA Y CUASI ACADEMICO.
Puede decirse que Pellejín cuenta ya con el cariño entrañable de Mau-ra.
Nuestro joven diputado es uno de los que más se distinguen como
jaleador del Presidente del Consejo. En cuanto éste se levanta para pro-nunciar
una de sus grandilocuentes oraciones, Pellejín se dispone a inter-calar
abravosla en el teatro, exclamando a toda voz para que le oiga el jete:
~~iQhuoém bre! ¡Qué inteligencia! ¡Qué figura!)).
Noches pasadas fue, como de costumbre, a visitar a su jefe, y el efec-to
que causó entre todos los allí reunidos, no ha podido ser más grato.
-Y ahola que ha salido la convelsación, ¿puedo contal con el voto de
usted, señol Plesidente?
¿Mi voto? ¿Para qué?
-Pala la Academia Española. Quisiela plesental mi candidatula enflen-te
de la de Canalejas.
El Presidente guarda silencio: después, pretextando que se tenía que
acostar, porque le dolía una muela, saludó a sus súbditos y fuese, mien-tras
decía Pellejin con acento de profunda convicción:
-No cleo que sea un desatino lo que pletendo. ¡Cuantos hay en la Aca-demia
que no tienen mis títulos!
La candidatura de Pellejin para la Espanola cuenta, hoy por hoy, con
gran numero de probabilidades.
Luis Taboada. lJ
El periodista albaceteno José Estrañí, director de La Voz del Cantábri-co,
formaliza su voto en pro con una de sus habituales humoradas.
Al célebre médico, comediógrafo y poeta festivo astunano Vital Aza,
la idea de reconocer los méritos de su amigo y paisano Palacio Valdés le
parece, naturalmente, oportunísima.
El <<Sastrdee l Carnpillo~e~s ta conforme con la candidatura aunque s e
lamenta de que no hubiera, también, otro sillón vacante para el gran
sainetero Ricardo de la Vega.
Miss-Ten'osa siente que la medalla académica sirva a los jefes de par-tido
para consolar a los candidatos derrotados en las elecciones y se ate-rra
ante la hipotética candidatura de Romero Robledo. (Político que,
como se sabe, se precia de no haber entrado jamás en el Museo de Pin-turas
y de no haber leído siquiera un tomo de la Biblioteca de Autores
Españoles).
El periodista Miguel Moya se pregunta a su vez si Armando Palacio
quiere ser académico.
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Los hermanos Serafin y Joaquín Alvarez Quintero, que llegaron a per-tenecer
en su día a la Academia, se manifiestan dos apasionados y fer-vorosos
admiradores del autor de La alegría del capitán Ribot y aplauden,
naturalmente, la iniciativa.
El redactor político de La Esfera, E1 Imparcial, La Correspondencia de
España, etc., el toledano Fernando soldevilla Ruiz que, andando el tiem-po,
sería gobernador de Segovia, opina que mo sólo debe ocuparle (el
sillón) en cuanto haya vacante, sino que debiera echarse de la docta casa
a algunos que no tienen títulos para pertenecer a ellall.
En su adhesibn, Alfredo Murga explica que .gracias a estos incansa-bles
creadores, nos queda alguna identidad y, por consiguiente, algún
oro puro todavía)).
Carmen de Burgos, que popularizó e1 pseudónimo literario ~~Colombi-nel~,
fue la única escritora que secundó el llamamiento:
Mi estimado companero: Yo creo que no debe Armando Palacio Valdés
aspirar á ocupar un puesto en la Academia Española; es la Academia Es-pañola
la que debe aspirar á tener en su seno á Palacio Valdés.
De usted amiga y compañera, q.s.m.b., Carmen de Burgos Seguí.
El critico Pedro Cionzález Blanco, que antes de que Azonn acunara el
término de generación del 9881 en ABC englobaba a los mismos autores
en la ((generación del desastre),, no puede ser más claro y contunden-te
en su reacción contra la Academia en representación de los jóvenes:
Sr. D. Angel Guerra.
Estimadísimo compañero: En realidad yo no estoy muy al tanto de lo
que usted pretende. Creo haberle oído decir que se trata de arrastrar i
D. Armando Palacio Valdés - e n nombrando a este novelista mi espíritu
se pone de rodillas- en el carromato de la sancion extraoficial hacia esa
casuca que hay yendo para Vallecas á la siniestra mano donde se alberga,
toda llagada y hecha una lástima, la lengua española.
Esto me parece una cosa absolutamente injustificada. ¿Para qué nece-sita
D. Armando la Academia? ¿Qué va a hacer él al lado de Catalina y de
Villaverde (no hay desolación comparable á eso), sino dormitar beatamen-te
en la calma de las tardes nubosas, bao la monotonía de los informes y
de los actos y de los discursos?
Otra cosa sería si el alojamiento de nuestro Santo Padre el lenguaje
fuera, no un panteón, donde todos los ideales desfondados se recogen,
sino una Academia, en el verdadero, en el helénico sentido de la palabra.
Es rriás, creo que riosotros, los jóvenes, debemos abstenernos de exal-tar
esa vana jerarquía, tan solo otorgada a unos cuantos señores inno-minados,
con quienes la fisíología está haciendo, á diario, prodigios de
equilibrio.
Ni la Academia significa nada, ni el estar atraillado con ciertos delezna-bilísimos
personajes, vale gran cosa que digamos.
Hay ciertas reservas y ciertos silenciosos retiros, donde los espíritus
que admiran -y considere usted que la admiración es un gran poder inte-lectual-
saben levantar á los espíritus admirados, no edificios de ladrillo
y cascote, sino mágicos alcázares, que tienen por techumbre el cristal de
V CONGRESO Galdosiano m
los cielos y por columnas los pensamientos que se levantaron hacia Dios,
como el humo de una lámpara votiva.
Ahora bien, como D. Armando seguirá siendo, con ó sin Academia, tan
buen novelista como hasta ahora, que vaya y que se guarde de ciertos
peligrosos contactos, y que en el discurso de recepción demuestre, que
pruebas no le faltarán, la necesidad imperiosa de asesinar, artística y ale-vosamente,
á la mayoría de los actuales prebendados (prebendado aca-démico),
por motivos de ornato y de saneamiento.
Es lo único que se me ocurre por ahora. Eso y desearle mucha salud y
pocos dramas de Echegaray en la temporada que nos amenaza.-Pedro
Cionzález Blanco.
Al excelente historiador del s. xix, Alfonso Danvila, le parece acertadi-sima
la candidatura: (<pues bueno es que vayan alternando en aquella
casa los literatos con los oradores y los políticos para que no se convier-ta
la Academia en tertulia de hombres de estado^^.
E1 popular riuvelisla Pcdru Mata responde ~alegóricarrieriteq ue riirigúri
escritor debiera discutir la propuesta.
Marcos Rafael Blanco Belmonte, poeta y escritor cordobés, magnífico
~~cuentistya ~rle dactor de La Ilustración Española y Americana, se mues-tra
conforme con toda conformidad)^.
Igualmente suma su voto el compañero Alejandro Larrubiera.
Un tanto desconcertante, pero llena de interés, es la contestación del
poeta colorista malagueño Salvador Rueda. Semianalfabeto hasta los
18 anos su obra es un 'caso notable de intuición poética,), de hallazgos
rítmicos y de una estética basada en ~~adivinacionfeusl gurantes~)P. or ello
no es de extrañar su curiosa crítica a Valdés y al propio Galdós de servir-se
de la lengua castellana como de un instrumento exterior, de no estar
((amasados con el idioma)). He aquí su carta:
Mi admirado Angel Ciuerra:
Mi contestación á su amable consulta literaria es la siguiente: Merece
por su talento extraordinario Palacio Valdés que le elijan acadkmico; pero
parece natural y lógico que, quienes como él, hace gala de despreciar la
forma literaria, no quiera ocupar el sillón vacante en la Academia. A Pala-cio
Valdés, no le sale el idioma de todo su ser como una esflorescencia
de su espíritu, y no está en 61 como la coloracl6n en un mineral, 6 como
la frescura en el agua, ó como el color en la luz: a Palacio Valdés no le
nace el idioma de su complexión y entrañas artísticas, como le nacía á
Zorrilla, á Castelar y como le nace á M. Pelayo, á Valera y á otros: Valdés,
[(ses irve de la lengua castellana como de un instrumento exterior))l,o con-trario
de como ocurre en Bécquer que es una floración, y en Loti que es
una floración, y en Daudet, Goncourt, Maupasant, Heredia, que es asimis-mo
una virtud y condición ~~ineludibldefei ~su alma de artistas. Tales Victor
Hugo, Shakespeare, Lamartine, Muset (incorrecto y todo) y todos los que
en el mundo han sido artistas literarios~~.
Galdós, así como Valdés, y otros hombres de gran talento, no tienen,
en cambio, su intelecto, ni su espíritu, ni sus átomos corporales '[amasa-dos
con el idioma'fi; su alma ((va fuera á buscarlo^^ para vaciar en él su
potencialidad animica. Melindroso y descontentadizo es Valera, cuya plu-
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ma parece un bruñidor, pero en él, como en Anatole France, eso no es
reflexión, no es acto consciente. sino instinto, modo estético de ser. Creo
que Zorrilla, alpor instinto, por ceguera divinaal, dió nuevos modos melódi-cos
al idioma, enriqueciéndolo hasta elevarlo á orquesta: era un hombre
que, sin saber averiguar una etimología filológica, llevó dentro de si, una
Academia literaria. Estos hombres, que son literatos, como son morenos
de color, ó rubios, próceres de estatura, ó bqjos, tristes ó alegres, son los
que yo creo que deben ser elegidos académicos (cuando sólo se trata de
escritores, y no de investigadores y filólogos, hombres admirables también
en las Academias).
A los Balzac, á los Tolstoy, á los Galdós, á los Valdés. creo yo que debe
dejarles impávidos que los hagan sentar en sillones inmortales. No así á
los Bauville, á los Flaubert, á los Gautier, á los Mendés y á todos aquellos
cuyo cuerpo y cuya alma están batidos y amasados mil veces con su idio-ma
nativo, el cual es en ellos (también Pereda y Alarcón) lo que es el óxi-do
y la coloración en el mineral; un don y no un vehículo exterior.
Sabe usted cuanto le admira y quiere, Salvador Rueda.
Muchas fueron las cartas que se quedaron sin publicar no sólo
de Madrid sino de periodistas de provincias honra de la Prensa española.
Buena muestra es el testimonio de J. A. Galvarriato, director del im-portantísimo
Diario de Valladolid, publicado en El Globo, el 9 de noviem-bre
de 1904, con su curiosa proposición de las dos Academias:
Yo creo que debiera haber dos Academias: una en que se velara por la
pureza del idioma, con sujeción á las prescripciones de la Etimologia; otra
en la que se encauzara el desenvolvimiento y la transformación de la len-gua,
que al decir del gran Bardón, .se gasta como la suela de los zapa-tos,..
A una Academia llevaría yo a los devotos del clasicismo, de la tradi-ción,
á los sabios en viejos idiomas. A la otra llevaría á los oradores, á los
novelistas, á los poetas ...
No habría oposición entre ambas Academias: la nueva admitiría las
palabras, las frases, los giros que autorizaran con su uso escritores de in-discutible
valer, y luego pasanan al sancta sanctorum de la lengua.
Esto evitaría, entre muchas, estas dos faltas de lógica que algunos
novelistas, cuando escriben, no respetan los cánones que, como acade-micos,
dictan para todos; y que la Academia nos imponga, por puras ra-zones
etimológicas, palabras como ~~subscripciócno~n~ l,a que nadie quie-re
estropearse la garganta, y la cual nadie usa al escribir.
Por su parte, desde el Diario de la Marina, José Félix Huerta cita unas
palabras de Nicolás Fernández de Moratín:
~ ~ Esó1l ido mérito debe hallar abierto el paso á las sillas académicas; no
ha de facilitarlo el favor ni la súplica. La Academia, si ha de valer algo,
necesita de los sabios, y éstos para nada necesitan la academia.^^
Lo que viene a demostrar que no hay tanta diferencia entre la situa-ción
académica de finales del s. xviii y la de comienzos del s. xx. por lo
que concluye el periodista contemporáneo:
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Para ello se necesitan hombres de voluntad firme, de talento probado
y que sean verdaderamente literatos, como Palacio Valdes. Quédense los
,politicos y aristócratas -que no poseen méritos bastantes en la literatu-ra-
en las gradas del Trono ó en los escaños de las Cámaras y vayan los
varones excelsos á ocupar el sillón para que les designan la opinión de
los aficionados a las letras.
A su vez, los grandes maestros convocados no eludieron la cita con
las columnas de El Globo.
El cordobés don Juan Vaiera, ya en sus últimos meses de vida, uni-versal
y cariñosamente respetado por los jóvenes que le rodean, explica
que como académico no puede acudir al público sino hacerse valer en
el seno de la Academia.
Sin embargo, el autor de Pepita Jiménez y de Juanita la Larga, deja
expuesta clara y terminantemente su posición al decir:
(<Entiendyoo además, que al elegir académico á esta o aquella perso-na,
el voto que se le da no implica la presuntuosa afirmación de que sea
el más digno quien la obtiene. Aunque la Academia está subvencionada
por el Gobierno, y en cierto modo dependa del Estado, conserva no poca
independencia; elige sin condiciones ni restricciones á quien más conve-niente
le parece elegir: y dista mucho de entender que sea el que elige el
mejor entre todos los elegibles y que al elegirle le otorga algo a modo de
un diploma oficial, de mayor excelencia y mérito entre los millones
de personas que en el día de hoy cultivan las letras en España.#>
Por su parte, el genial autor de Penas Arriba, el santanderino José M."
de Pereda, acudió también a la convocatoria de sus amigos:
Sr. D. José Betancourt.
Mi distinguido amigo: Aunque se trate, como se trata, en su carta del
30 del próximo pasado, de ejecutar un acto no sólo de justicia, sino de
debida reparación, con el nombramiento de mi amigo muy querido y ad-mirado,
D. Armando Palacio Valdés, para ocupar un sillón, vacante en la
Real Academia Española, por mi desgracia nada puedo hacer personal-mente
en el asunto, porque me lo impide el cruel padecimiento que me
esclaviza desde el mes de Mayo último y me tiene forzosamente retraído
en el más apartado rincón de mi casa.
Mande usted otra cosa más hacedera a su muy afectísimo amigo y ser-vidor,
q.b.s.m., J. M. de Pereda.
Por supuesto, don Benito no podía faltar al gentil compromiso en que
le colocaba su discípulo, paisano, amigo y protegido Angel Guerra:
Mi querido Betancourt: Mi opinión sobre el caso extrano, incompren-sible,
de que Palacio Valdés no haya ingresado ya en la Academia Es-panola,
la sabe usted, y cuantos me conocen: tiempo hace que he
manifestado, de diferentes modos, mi deseo de tener en aquella casa al
amigo querido y admirado compañero. Puedo asegurar que muchos aca-
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dkmicos piensan lo mismo. Falta la acción común, concertada y eficaz. fa
cual creo firmemente que sera un hecho antes de poco tiempo.
Suyo afectisimo, 5. Perez Galdós.
14. D. Benito Pérez Qaldós.
#$BenitoP érez Cialdbs
no hay que perderle de vista
porque hoy es un novelista
que vale lo menos dos..
m BIBLIOTECA Galdosiana
Claro que ésta y otras interesadas maniobras de la Academía bien
podían haber significado una premonición para el mis grande de los
novelistas españoles. Porque ¿cómo se iba a imaginar don Benito que su
propia corporación y una gran parte de la España que bullía en sus Epi-sodios,
se iban a oponer a la concesión del Premio Nobel para el que
había sido designado?
Pero, en fin, volvamos a 1904 y las paginas de El Globo.
La encuesta, la campaña, la convocatoria han llegado al final. El éxito
ha sido clamoroso en lo tocante a la concurrencia y a la unanimidad en
el sentir de escritores y periodistas.
Sin embargo, el voto de la Academia se mueve por otros derroteros.
García Alix, aludido por José Betancourt en s u carta <<dcei erre)),f ue pe-riodista
en su juventud, pero en su madurez llegó a Ministro de Instruc-ción
Publica, de Gobernación y de Hacienda y... a qué seguir. Mejor que-dan
aquí las líneas del joven periodista de El Globo que ya ha aprendido
a rrioverse enlre la ilusión y lus desalienlos:
Sr. D. Armando Palacio Valdés:
Mi querido maestro y stmign: Doy remate. con esta rarta, al empeño en
que entré con tanto entusiasmo y salgo con alegrías y desalientos que he
ido recogiendo al correr de los dias.
Si no hubiese sida e\ respeto y la admiración que inspiran su nombre
literario, menguadas fueran, á la hora presente, mis esperanzas, y fallidos
quedaran mis propósitos generosos. Gracias que los méritos de usted
escudaron mi modestia y que, en ayuda de mi opinión, vinieron las mu-chas
y valiosísimas de la gente de letras, que aún no han vendido la pri-mogenitura
artística por el mísero plato de lentejas. De esta casta soy, y
no es mi oficio, á Dios gracias, calzar espuelas á caballeros en son de
adulaciones que buscan provechos, y tan estrecha me viene la casaca la-cayuna,
para muchos tal holgada, que si intentara ponérmela, se rompe-na
por las costuras.
Habrá usted extranado el silencio hecho en torno a su candidatura. Por
ahí ha ido sonando un jchist! imponiendo calma, que hasta el ruido de
las plumas túvose por desconsiderado y molesto. A fe mía, que tomo nota
de este signo elocuente de los tiempos. y no seré yo el último en comen-tarlo
á mi sabor y antojo en otro lugar y en más oportuna ocasión, que
los cielos, siempre justos, han de deparar á mis ansias.
Nada se ha perdido. Por descontado, que si no entra usted ahora en la
Academia Española, la tardanza no será larga, y para fecha próxima he de
festejar ese nombramiento, si es que Qarcia Alix no tercia con su candi-datura
en un nuevo litigio.
Tengo para mi que habrá sido más de su agrado el testimonio de afec-to
y admiración hacia usted hecho por los mejores escritores espanoles.
que los honores oficiales, la glorificación academica, que insistentemente
hemos venido pidiendo. El voto de la literatura nacional ha sido en favor
de usted, y es notorio que el público ha tomado nota de ello.
Honra más la merced afectuosamente dada que la limosna con ahinco
pedida. Y usted no ha solicitado la consagración academica. Yo he meti-do
su nombre en estos trotes, y a la responsabilidad de mi culpa me
atengo. Algo provechoso, sin embargo, ha resultado de esta campaña.
Conjeturando bien. por ideas que he oido. casi puedo adelantar que en el
V CONGRESO Galdosiano m
primer sillón vacante ira a aposentarse en la Academia Espanola, llamado
usted á su seno por sus compañeros y amigos, y al honrar á usted, ellos
también serán honrados.
Y pongo punto. Si culpa usted en mi la indiscreción, deje a salvo mis
devociones artísticas por el admirado maestro que engrandeciera la nove-la
espanola contemporánea. Aqui su nombre.
Y es su siempre amigo, Angel Guerra.
Rebosante de cordialidad y honradez, el hombre que escribiera que
(<eal rtista no debe abdicar jamás d e s u independencia y no se le debe
exigir más que sinceridad*, muestra su emoción por este homenaje Hni-co,
por lo inesperado y por lo espontáneo.
Sr. D. José Betancourt.
Mi querido amigo: Razón tiene usted en suponer que me habrá lison-jeado
el favorable testimonio que han querido darme los mejores escrito-res
de nuestra patria, gracias á su generosa iniciativa. Me lisonjea y me
confunde. Los artistas son los que en definitiva otorgan la gloria a los ar-tistas.
Mucho se habla de las pasiones que reinan en el mundo de la lite-ratura.
En mi ya larga experiencia no he podido comprobar que sean más
tristes y censurables que las que surgen donde quiera que los hombres
se reunen con cualquier propósito. Por el contrario, he llegado á persua-dirme
de que son los literatos los que en nuestra sociedad conservan más
VIVO el sentlmlento de la justicia. Ha bastado que ilusoriamente me hayan
creído víctima de una injusticia, para que muchos grandes escritores, ol-vidando
en casa sus coronas, se hayan lanzado á la calle en mi defensa.
O será tal vez que aprovechando el pretexto de una vacante en la Acade-mia,
se complazcan en resarcirme de un silencio que ha sido mi mejor
companero y el más eficaz colaborador de mis humildes trabajos.
De todos modos, hay aquí una equivocación, hija de una excesiva ge-nerosidad.
Guardamos vivo, sí, en nuestros corazones el sentimiento de
la justicia; pero guardémoslo para ocasiones mas altas. Quizá llegue un
día triste en que sea necesario. Entonces, cuando el egoísmo calle, cuan-do
los otros tiemblen que sea un literato como ha sido en Francia, como
es en Rusia, quien, despreciando su gloria, su tranquilidad y su vida se
arroje con celestial quijotismo, en defensa de la verdad ultrqjada.
Reciba usted, amigo mío, y reciban esos insignes maestros y compane-ros
que han querido honrar á este obscuro escritor, el testimonio de su
gratitud eterna.-A. Palacio Valdés.
D. Armando Palacio Valdés fue elegido, finalmente, Académico de la
Lengua en 1906 en la vacante producida por la muerte de José María de
Pereda.
V CONGRESO Galdosiano m
INDlCE DE AUTORES PARTICIPANTES EN LA CONVOCATORIA
AceaA~, I'raricisco
ALTAMIRAR,a fael
ALVAREZQ UINTESReOraf, ín y Joaquín
AROENTE, Raldomero
&A, Vital
BAROJAP,í o
BLANCBOE LNONTEM, . E.
BLASCOIB ANEZ, Vicente
Bu~aosS imi, Carmen de
CANALSS,a lvador
CARAFIAT~CIICL
CASTEALnLg,e l María
CAVIMA,a riano de
DANVILAA.l fonso
DOCTORF AUSTEOl ,
ESTLVANEZ
ESTRANJIo, sé
FEF~ANDVEILZL EGASF. .
GALVARRIAJT.O A, .
GARRIDA.O ,
GÓMEZD E BAQUEROF. ,
GONZABLLEAZN COP, edro
GUERRAA,n gel
Hoyos Y Vinmr, Antonio de
HUERTAJ, osé Félix
IaÁñez MAR~NJ,.
LARRUBAIEleRjaAn,d ro
LINARESR VASM, anuel
LÓPEZB ALLESTEROLSu,i s
MAEZTU, Ramiro de
MATA, Pedro
MEDINA, Vicente
Miss-TERIOSA
MOYA, Miguel
MURGA, Alfredo
NOQALES, José
PALACIVOA LDÉS, Armando
PALOMEARntOon, io
PEREDJAos,é María
PÉREGZ ALDOSB, enito
REYEAS,r turo
Rovim, Prudencio
RUEDAS. alvador
SANCP~ÉERZE ZA, ntonio
SASTRDEEL CAMPILELl O,
Soi nsvil.i.n, Fernando
SORIANROod,r iga
TABOALDuAis ,
UNAMUNOM, iguel de
VALERJuAa,n
BIBLIOGRAFIA Y FUENTES
Angel Querra, Palacio Valdés.
Antonio Cabrera Perera, Angel Guerra. Narrador canario.
Agustín de la Hoz, Lanzarote.
Pedro González Sosa. El Eco de Canarias.
Correa-Lázaro, Literatura española contemporánea.
Vanos. Historia del periodismo español.
El Globo. 1904.
La Epoca.
ABC.
El Diario de Valladolid.
El Diario de la Marina.
La Ilustración Española y Americana.
Caricatura.
Celebridades, etc.
Archivo del autor.